¿Medir el bienestar?

Por: Pedro Miguel

Las críticas al indicador del producto interno bruto (PIB) per cápita como indicador estrella del desarrollo de un país no son nada nuevo. El economicismo es un mal enfoque cuando se trata de aplicar a todos los aspectos de la vida de una sociedad. El propio Simon Kuznets, inventor del sistema de contabilidad nacional y uno de los primeros economistas que relacionó de manera hipotética el crecimiento económico como causal de distribución del ingreso, admitió, en fecha tan temprana como 1934, que resultaba improcedente calcular el bienestar de un país a partir del incremento a su renta nacional individualizada.

Sin embargo, la pretensión devino parte integrante de la ideología dominante, hasta el punto de que el PIB fue adoptado como rasero prácticamente único del éxito o el fracaso de las administraciones nacionales. Así, por ejemplo, la sempiterna animadver-sión de los medios occidentales hacia el régimen chino fue hecha de lado por una babeante admiración a los elevados índices de crecimiento de la potencia asiática y las elevadas cifras de su PIB mataron la atención sobre la represión de Tiananmen.

La más obvia de las objeciones a la asociación mecánica entre PIB per cápita y bienestar tiene que ver con que tal indicador es una abstracción matemática y que el promedio no refleja el grado de equidad en la distribución de la riqueza generada: mil dólares de PIB per cápita puede indicar un reparto igualitario de un millón de dólares entre mil personas a razón de mil dólares para cada una, pero también una realidad en la que 999 personas acceden a 100 dólares cada una, en tanto que un solo individuo se queda con 900 mil 100 dólares. La observación aplica directamente a México, donde el PIB per cápita correspondiente a 2018 (cifras del Banco Mundial) fue de 20 mil 616 dólares; en plena igualdad distributiva, esto habría debido significar un ingreso de mil 718 dólares mensuales para cada habitante del país. El célebre coeficiente de Gini tendría que ser un complemento indispensable al PIB para determinar el contexto de igualdad o desigualdad en el que se presenta el crecimiento económico.

Sin duda, la de disfrazar la desigualdad no es la única objeción al PIB y acaso no la más importante. Curiosamente, uno de los primeros que denunciaron en este siglo la absurda inferencia de bienestar a partir de ese indicador fue un reconocido promotor del malestar social: el ex presidente Nicolas Sarkozy, quien en 2008 convocó al premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y a otras eminencias, las cuales confirmaron, en un informe de 300 páginas, la improcedencia del disparate. Incluyeron en el documento un ejemplo descarnado y crudo: los embotellamientos pueden hacer crecer el PIB debido al mayor consumo de gasolina, pero empeora el humor de los habitantes de las urbes, por no hablar de la calidad del aire.

Es claro que la medición del ingreso no necesariamente refleja grados de bienestar, que no toma en cuenta factores como salud (física y mental), educación, armonía con la sociedad y con el mundo ni grado de satisfacción personal o colectiva. Hay multimillonarios profundamente infelices y personas que con recursos materiales limitados, modestos e incluso escasos manifiestan un grado razonable de bienestar. Y es que si bien existen factores que son universalmente indispensables para lograrlo –alimentación, vivienda, educación, salud–, muchos otros difieren de país a país, de región a región y de cultura a cultura.

Hasta ahora, el principal problema al que se han enfrentado los múltiples intentos por determinar el bienestar de los países es la dificultad intrínseca de cuantificar algo que existe y es real, pero que escapa a toda medición posible porque pertenece al terreno de una experiencia personal o colectiva en la que los parámetros varían de persona a persona, de familia a familia, de municipio a municipio e incluso de religión a religión.

Una primera consideración derivada de esta dificultad es que tal vez resulte imposible determinar el bienestar nacional a partir de un modelo predeterminado por una autoridad y que deben ser las colectividades de la base social las que diseñen sus propios instrumentos para calificar su satisfacción o insatisfacción con el entorno inmediato, con las instituciones, con las condiciones materiales y con la vida en general. De esa forma, el censo de bienestar, por llamarle de alguna manera, tendría que ser un ejercicio colectivo y de abajo hacia arriba que necesitaría, más que métodos de medición, criterios de homologación para lograr una evaluación nacional consistente. De todas formas, acaso el producto principal del procedimiento no sería una cifra ni una flecha en una escala, sino un mapa tridimensional, o de múltiples capas, en el que se reflejaran los estados de ánimo del conjunto de la nación.

Puede ser así o de otras maneras, pero es un desafío muy estimulante.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/05/29/opinion/019a1pol

Imagen: https://pixabay.com/

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Pandemia y oportunidades

Por: Pedro Miguel

El ala más recalcitrante de la oligarquía que perdió el control del poder presidencial y sus voceros oficiosos han pretendido convertir la crisis sanitaria y económica del momento en una oportunidad para descarrilar a la Cuarta Transformación. Pero, como se ha dicho, para que este designio pudiera tener una mínima perspectiva de éxito tendrían que concretarse escenarios de catástrofe epidémica de enormes proporciones y de demolición de la economía. El plan ha sido concebido desde una tremenda incapacidad para entender las lógicas del actual gobierno y las que operan en el grueso de la sociedad mexicana desde hace algunos años y sus probabilidades de triunfo son, por ello, muy escasas. En realidad, la epidemia de Covid-19 –y los quebrantos que conlleva en la producción, el comercio, el empleo y las finanzas– representa para ese sector de la casta desplazada una gran oportunidad para empezar a comprender lo que ocurre en el país desde el derrumbe del programa neoliberal en adelante.

Es claro, por ejemplo, que desde diciembre de 2018 esta vertiente de la reacción oligárquica dio por hecho que, en lo sustancial, y por intolerable que le resulte la toma de Palacio Nacional por los plebeyos, el gobierno de López Obrador era una sucesión presidencial más, que el programa político del tabasqueño era mera demagogia y que en lo sustancial la vida pública del país habría de seguir en el rumbo impuesto en el tramo Salinas-Peña, en el que las instituciones fueron convertidas en instrumentos de enriquecimiento personal y corporativo. En consecuencia, la crisis del coronavirus era para ella una doble bendición: por un lado representaba el ataúd de la Cuarta Transformación y por el otro, la astronómica oportunidad que cualquier crisis ofrecía, en los tiempos previos, para detonar un nuevo ciclo de concentración de riqueza, depauperación de las mayorías y saqueo de las arcas públicas. Y como daba por hecho que la diferencia entre López Obrador y sus antecesores es sólo de modales, discurso y símbolos, esa reacción oligárquica fue corriendo al Palacio a pedir un plan de rescate, es decir, una nueva transferencia multimillonaria de recursos públicos a bolsillos privados.

El error de cálculo se hizo evidente de inmediato: este gobierno no tiene la menor intención de seguir las reglas del régimen oligárquico y entre sus objetivos coyunturales no está el de crear condiciones para que unos cuantos multipliquen su riqueza; sus propósitos son, en cambio, cuidar la salud pública del embate del virus y aliviar hasta donde sea posible la penuria que se cierne sobre las mayorías. Tales son las orientaciones prioritarias del presupuesto en la presente circunstancia y el poder presidencial no va a doblarse ante la presión empresarial. El desconcierto y el berrinche de algunos de los dueños del dinero ante esta respuesta dice mucho de lo equivocados que estaban sobre la naturaleza de este gobierno. Ellos y sus voceros en los medios y las redes sociales –tanto los de carne y hueso como las hordas de cuentas falsas que siembran odio y mentiras en Twitter y Facebook– se debaten entre la rabia y la incredulidad y buscan desesperadamente amplificar su propio descontento y contagiarlo, con cierto éxito, hacia las clases medias.

En el ámbito de la salud pública y en el de la economía, los desplazados del poder y el privilegio llegan a extremos como calificar de ocurrencia o simulación el sistema de vigilancia epidemiológica centinela –adoptado por la Organización Mundial de la Salud y sus países miembros– o de tuitear con afán pontificador de verdades evidentes: El Presidente cree que los empleos los crea el gobierno. Como si el sector público en su conjunto, y el gobierno federal en particular, no hubiese sido, no sea y no habrá de seguir siendo, por mucho, el mayor empleador del país.

Para mayor enojo de este grupo, la Presidencia sigue siendo la Presidencia, es decir, la jefatura del Estado y la institución que establece los lineamientos generales de política pública, y los empresarios más prominentes de México –o para decirlo abiertamente: los más acaudalados– aceptaron los lineamientos del plan lopezobradorista para hacer frente a la emergencia económica: demandar el pago puntual de impuestos y exhortar a que no se despida a nadie y se preserven los salarios; por su parte, el gobierno redujo significativamente los precios de los combustibles, comprometió 25 mil millones de pesos para apoyar a un millón de micro y pequeñas empresas, extendió algunos de los programas sociales para beneficiar a cientos de miles y dio una nueva y severa vuelta de tuerca al gasto de las oficinas públicas.

Ese grupo oligárquico político-empresarial y los comunicadores a su servicio bien podrían aprovechar la reclusión para empezar a entender en qué país viven. Ojalá.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/04/10/opinion/021a2pol

Imagen: https://pixabay.com/illustrations/covid-19-coronavirus-4964287/

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En la mira de la reacción

Por: Pedro Miguel

Esta vez la adversidad no ha abierto oportunidades de negocio a los especuladores, embaucadores y logreros de siempre: el sector salud se atiene a lineamientos científicos y a una estrategia planificada y no cede a las presiones para adquirir cualquier producto o servicio dudoso ni para otorgar contratos fraudulentos al amparo de la emergencia. Eso es un motivo adicional de enojo para la mafia desplazada del poder, pero no el central. La reacción mediática, política y empresarial espera que en México la epidemia de Covid-19 sea lo más desastrosa posible. Razona así: a más cantidad de muertos, a mayor desbordamiento del sistema hospitalario, a más cuantiosos daños a la economía, mayor será el descontento en contra del gobierno de la Cuarta Transformación y mayores, por tanto, las posibilidades de la corrupción derrotada de volver a hacerse con el poder presidencial y, a corto plazo, de propinar en 2021 una derrota electoral a los partidarios del Presidente.

Opinadores de credibilidad en extinción, líderes empresariales, ex funcionarios del régimen anterior, gobernadores y alcaldes opositores y antiguos operadores de la corrupción hospitalaria, médica y farmacéutica, comparecen a toda hora en medios convencionales y en redes sociales con la pretensión de dirigir las acciones del gobierno federal en lo sanitario y en lo económico y con exigencias que van de lo improcedente a lo sórdido, como la dirigida al subsecretario Hugo López-Gatell para que dé a conocer una estimación oficial del número de defunciones que provocará la epidemia. El grupo de especialistas, al que el presidente Andrés Manuel López Obrador confió el manejo de la crisis, no toma una sola decisión que no sea impugnada de inmediato por abogados o politólogos, ni hay razón que le sea concedida por eminencias súbitas que hasta hace dos semanas eran periodistas o diputados.

Y de todo echan mano en el acoso a los expertos gubernamentales: desde descubrirles errores inexistentes, hasta dar por hecho que son mentirosos; desde asegurar o insinuar que han estado haciendo pasar muertes por Covid-19 como resultado de neumonías atípicas, hasta fabricar una supuesta contraposición entre ellos y el Presidente; desde afirmar que no están al tanto, hasta frivolizarlos o inventarles proyecciones políticas a todas luces fantasiosas.

Desde que se tuvo noticia del brote epidémico en Wuhan, la 4T inició sus preparativos para hacerle frente y diseñó una estrategia que no era la de negar la situación sanitaria, como lo hizo Trump, pero tampoco la de aplicar medidas coercitivas tempranas o tardías, como otros gobiernos; se decidió un plan de acción gradual, cuyo desarrollo iba a depender del de la propia epidemia, en el que la comunicación y la información a la sociedad ha desempeñado un papel central: se requiere que los mismos que diseñaron y que están a cargo de la ejecución de la estrategia hablen a la sociedad con autoridad y conocimiento.

Y como resulta inocultablemente superfluo y bobo criticar a AMLO por delegar el manejo epidémico en el grupo de crisis, o al secretario Jorge Alcocer por mantener un bajo perfil declarativo, la línea de ataque de la reacción ha tenido el propósito claro de destruir la credibilidad del equipo de especialistas y la de su vocero principal, el subsecretario López-Gatell, para dejar al gobierno sin el principal instrumento de acción ante la expansión viral; de esa forma calculan agravar los efectos de la pandemia en la salud, la economía y el tejido social, de tal manera que pueda responsabilizarse al titular del Ejecutivo federal de un desastre mayúsculo y romper el respaldo que mantiene, 15 meses después de haber iniciado el gobierno, de la mayoría de la población.

No lo conseguirán. El equipo de crisis que encabeza el secretario Alcocer está compuesto por científicos, académicos y funcionarios de primer nivel. José Luis Alomía Zegarra, Víctor Hugo Borja Aburto, Ricardo Cortés Alcalá, Ana Lucía de la Garza, Freddy Rafael Domínguez Sosa, Guadalupe Espitia Hernández, Víctor Gómez Bocanegra, Mauricio Hernández Ávila, Oliva López Arellano, Ruy López Ridaura, Luis Felipe Madrigal Mendoza, Gustavo Reyes Terán, Lorena Rodríguez Bores y Alethse De la Torre Rosas son hombres y mujeres, civiles y militares, comprometidos con el país, muy bien preparados para hacer frente a la epidemia y aptos para coordinar el trabajo del sector salud, en el cual abundan los buenos cuadros.

De López-Gatell, que coordina los trabajos y que funge como vocero principal del grupo, debe decirse que, además de científico destacadísimo, académico reconocido y funcionario con amplia experiencia, es un ser humano sensible y progresista que en sus tiempos de estudiante participó en el movimiento del CEU de 1986-1987 y en el Congreso Universitario de 1990. Y a contrapelo de lo que desearían los insidiosos y calumniadores, su lealtad al Presidente y su rigor como hombre de ciencia están en plena armonía.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/04/03/opinion/019a2pol

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4T, mujeres y violencia

Por: Pedro Miguel

Duele mucho el palpable incremento de todas las formas de violencia en contra de las mujeres. ¿Será que se ha visibilizado, será que a los hombres nos exaspera y enloquece que ellas reclamen dignidad y seguridad, será que siguen su curso los fenómenos de descomposición y envilecimiento social a pesar de las estrategias y políticas del nuevo gobierno, será que hay un manejo mediático perverso para capitalizar casos específicos y crearle ingobernabilidad al Presidente? Creo que todos esos componentes son reales y que deben ser reflexionados.

La mera inclusión del femigenocidio como una de las expresiones de la violencia generalizada que padece el país puede resultar irritante para muchas que reclaman con toda justicia una mirada específica y acciones concretas e inmediatas para detenerlo. Ante el dolor y la rabia de agresiones que se suceden sin solución de continuidad desde los micromachismos hasta el feminicidio resulta del todo insuficiente la enumeración de los propósitos y las acciones generales de política pública orientados a abatir la inseguridad y, específicamente, a garantizar los derechos de las mujeres, empezando por el derecho a una vida sin violencia.

En este punto, la 4T se enfrenta a tres desafíos: por un lado, si bien el gobier-no de Andrés Manuel López Obrador ha sido congruente en palabras y en actos en su determinación de avanzar a la consecu-ción de una igualdad sustantiva, no ha logrado incorporar a su discurso una perspectiva de género; por el otro, en el ámbito de la seguridad, las políticas de combate a la corrupción, generación de bienestar, apego a los derechos humanos y las nuevas concepciones de prevención y combate a la delincuencia no han arrojado resultados inmediatos y palpables en una reducción general de los índices delictivos; en tercer lugar debe mencionarse la parálisis inducida en Morena, que una vez más ha sido incapaz de funcionar como puente entre el gobierno y los movimientos sociales. Esta injustificable ausencia, doblemente irritante si se considera el enorme trabajo realizado en años pasados por numerosas instancias del partido en materia de derechos de género, hizo posible, por inconcebible que parezca, un inmediato aprovechamiento de la causa por partidos y grupos de la derecha conservadora.

El primer desafío es el menos complicado. En el mandatario y su equipo, así como en la mayor parte de las bancadas legislativas de Morena, existe la determinación de hacer frente a todas las expresiones de machismo y de pugnar por la consecución de los derechos de género. El segundo es más difícil porque no se puede remontar en uno o dos años una descomposición moral, económica y social inducida durante cuatro décadas. De ello dan cuenta, por ejemplo, los entornos socioeconómicos en los que ocurrieron el asesinato de la niña Fátima Cecilia, en Xochimilco, y la muerte de la bebé Karol Nahomi, quien al parecer falleció por descuido en Saltillo, Coahuila, o el atroz feminicidio de Ingrid Escamilla, perpetrado unos días antes por su pareja en la alcaldía Gustavo A. Madero. El tercero pasa inevitablemente por la superación del conflicto en Morena y por la normalización de la vida partidista.

La violencia que sufren las mujeres en todos los entornos y en casi todas las circunstancias no necesitaba de esos casos particulares como detonantes de protestas radicales. Ya desde agosto del año pasado éstas tuvieron lugar en el Metro Insurgentes, la sede de la procuraduría capitalina y otros sitios. La novedad de las manifestaciones frente a Palacio Nacional de días recientes es que se buscó capitalizarlas como una muestra contundente de ingobernabilidad y hasta como el Ayotzinapa de López Obrador, según caracteriza-ción de uno de los golpeadores profesionales de los medios oligárquicos.

Sería cómico, si no fuera grotesco, que Acción Nacional se presente ahora como feminista y que para probarlo proponga castigar los feminicidios con pena de muerte.

Resulta impostergable restablecer la articulación entre los movimientos de las mujeres y la transformación nacional en curso y aceptar una verdad ineludible: la Cuarta Transformación será feminista o no será.

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Edomex: la proeza posible

Por: Pedro Miguel
En el Estado de México el PRI ha puesto en juego el catálogo de mapacherías para impedir el triunfo de la oposición en las próximas elecciones estatales del 4 de junio: derroche de recursos públicos para repartir dádivas entre los electores, presencia intensiva de miembros del gabinete para hacer campaña por el aspirante del peñato, uncimiento a los intereses de la facción gubernamental de las decisiones de la autoridad electoral local y apoyo y aliento a candidatos sin ninguna posibilidad real de triunfo pero capaces de restar votos a la única candidatura de verdadera oposición: la de Delfina Gómez Álvarez.
Un componente adicional para desorientar y engañar a la voluntad popular es que en esta ocasión el grupo en el poder concurre al proceso electoral con dos candidaturas significativas: una explícita, la del Alfredo del Mazo, y una furtiva, la de Josefina Vázquez Mota, una funcionaria leal al régimen neoliberal, beneficiada durante tres años con subsidios presidenciales nunca bien aclarados, y que podría ser una suerte de “Plan B” en caso de que no surtan efecto todos los recursos empeñados para impulsar al representante oficial del jurásico de Atlacomulco y éste se vaya al fondo en las preferencias electorales.
Por el lado del PAN la reacción ha cerrado filas en torno a Josefina Vázquez Mota hasta el punto de que uno de sus más notorios malquerientes, Felipe Calderón, acudió entusiasta al lanzamiento de su candidatura. Las artes de la guerra sucia empleadas por el panismo en 2006 –la calumnia repetida hasta volverla tendencia de opinión, la siembra de pánico, la descalificación mercadológica– ya están siendo desempolvadas para aplicarlas en contra de Delfina Gómez, y no sólo por sus creadores originales sino también por la dirigencia priísta. Previsiblemente, esa clase de campaña crecerá y se intensificará conforme se acerque la fecha de los comicios y veremos una vez más cómo la inmundicia arroja pedazos de sí misma en contra de sus adversarios.
La corrupción, la violencia, el quiebre del estado de derecho, la impunidad, la pobreza y la marginación que caracterizan al Estado de México son, al mismo tiempo, la gran debilidad y la gran fortaleza del régimen ante estas elecciones: por un lado, es evidente que es en esa entidad en donde el régimen neoliberal ha alcanzado sus cotas máximas de inviabilidad, pero por el otro la extremada descomposición institucional y social genera un terreno propicio para operar los mecanismos de distorsión de la voluntad popular –desde el acarreo y la compra de votos hasta el manoseo cibernético de los resultados– y para cometer, al amparo de autoridades obsecuentes y omisas, toda clase de infracciones a la legalidad electoral y a la legalidad a secas.
Las posibilidades de vencer los operativos referidos y de impedir la perpetuación del régimen en la entidad –sea por la vía de Del Mazo o de Vázquez Mota– dependen, por un lado, de que para el grupo en el poder resulten más perniciosos que benéficos los saldos causados por décadas de sembrar pobreza, corrupción y violencia; por el otro, de la concreción orgánica del hartazgo y de una toma de conciencia masiva entre la ciudadanía mexiquense que se concrete en una insurrección cívica por la vía de las urnas: una proeza social y ciudadana posible.
Resulta fundamental en esta circunstancia comunicar que la recuperación del Estado de México para sus habitantes es una tarea posible, a condición de que los propios mexiquenses están dispuestos a emprenderla llevando a Delfina Gómez a la gubernatura. Debe entenderse que la lucha electoral de Morena no es por el cargo del ejecutivo estatal sino por hacer posible el acceso al gobierno a los sectores mayoritarios de la población y por poner a su servicio los organismos públicos que actualmente se encuentran al servicio de poderes fácticos legales o ilegales. Y es de gran importancia, asimismo, hacer ver a la ciudadanía la trascendencia de una derrota local del régimen en el escenario nacional. En efecto, si se logra el triunfo de una candidatura realmente opositora al PRI en su principal semillero de sufragios, en la cuna del equipo que hoy detenta la Presidencia y en la raíz de su poder mafioso, la suerte del régimen para 2018 estará prácticamente sellada.
Ni los mexicanos ni los mexiquenses tienen porqué estar condenados a vivir bajo la podredumbre impune de los gobernantes ni en la pobreza, la informalidad, la violencia, los feminicidios, la resignación y el cinismo. Otra vida es posible.
*Fuente: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/bloggero.info?pedro-miguel/entrada_2017-04-19edomex-la-proeza-posible
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A los 43.

 Por: Pedro Miguel

Abel, Abelardo, Adán Abraján, Alexander, Antonio, Benjamín, Bernardo, Carlos Iván, Carlos Lorenzo, César Manuel, Christian Alfonso, Christian Tomás, Cutberto, Dorian, Emiliano Alen, Everardo, Felipe, Giovanni, Israel Caballero, Israel Jacinto, Jesús Jovany, Jonás, Jorge Álvarez, Jorge Aníbal, Jorge Antonio, Jorge Luis, José Ángel Campos, José Ángel Navarrete, José Eduardo, José Luis, Jhosivani, Julio César, Leonel, Luis Ángel Abarca, Luis Ángel Francisco, Magdaleno Rubén, Marcial, Marco Antonio, Martín Getsemany, Mauricio, Miguel Ángel Hernández, Miguel Ángel Mendoza y Saúl:

Están por cumplirse dos años sin ustedes. Bueno, no: en estos 24 meses ustedes han estado más presentes de lo que habían estado nunca. Nos hemos aprendido sus nombres y sus caras, nos hemos enterado de sus edades, sus lugares de origen, sus gustos y los nombres de sus padres. Sus papás, sus mamás y demás familiares, sus compañeros y sus amigos, han despertado cada mañana pensando en ustedes y se han ido a dormir –cuando pueden dormir– con la angustia de un día más acumulado sin saber qué les hicieron, dónde los tienen y por qué nos ocultan ambas cosas. Millones en México y en el mundo hemos compartido y acompañado esa angustia. Y ustedes han estado al frente de miles de manifestaciones y protestas en cientos de ciudades de muchos países y le han dado una voz definida a los infinitos murmullos que han dejado tras de sí las decenas de miles de desapariciones perpetradas antes y después de la de ustedes en el territorio mexicano.

No han estado ausentes, pues, pero se nos ha impedido verlos desde el 26 de septiembre de 2014. Sabemos que ese día ustedes salieron de Ayotzinapa con rumbo a Chilpancingo, que en el camino cambiaron de idea y se dirigieron a Iguala, que allí tomaron unos autobuses y que después se desencadenó una agresión oficial y brutal en contra de ustedes, de sus compañeros y de personas que ni siquiera los conocían. Sabemos que las fuerzas gubernamentales mataron a Julio César Mondragón y a Julio César Ramírez, a Daniel y a David, también alumnos de la Normal rural Raúl Isidro Burgos; a David Josué, un joven futbolista; a Victor Manuel, chofer de autobús, y a Blanca, que viajaba en un taxi. Sabemos que los agresores hirieron de gravedad a Aldo y a Édgar. Sabemos que muchos fueron maltratados por las corporaciones policiales y por personal del Ejército y sabemos que ustedes fueron capturados y que desde entonces no aparecen.

Sabemos también que por medio del centro de comunicaciones que enlazaba a las policías municipal, estatal y federal, a los mandos castrenses y al Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional, las más altas instancias del gobierno de Guerrero y del gobierno federal estuvieron al tanto, con detalle, de todo lo que ocurrió en Iguala esa noche y la madrugada siguiente. Más aun: conocieron cada uno de sus movimientos desde que ustedes salieron de Tixtla. Sabemos que, a pesar de ello, ninguna autoridad civil ni militar del país hizo nada por impedir la agresión.

Sabemos que en estos dos años el gobierno federal ha torcido las investigaciones, ha fabricado culpables, ha ocultado algunas evidencias e inventado otras y ha urdido episodios que jamás ocurrieron; que ha pretendido engañar al Equipo Argentino de Antropología Forense y a personal de la ONU y que se ha negado a permitir la comparecencia de altos mandos policiales y militares ante la justicia e incluso ante instancias de coadyuvancia internacionales como el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes. Sabemos que de los celulares de ustedes se hicieron llamadas con fechas muy posteriores al 27 de septiembre y que ninguna instancia oficial ha querido investigar ese dato.

Sabemos que el gobierno tiene los instrumentos, los recursos y la plena capacidad para conocer el paradero de ustedes. Sabemos que lo conoce. Pero seguimos sin saber a ciencia cierta por qué perpetró o ayudó en esa barbarie, o por qué se quedó cruzado de brazos, y por qué sigue negándose a informar dónde están ustedes y a decir la verdad sobre las razones que motivaron la agresión.

¿Fue una acción de terrorismo de Estado dirigida a escarmentar al conjunto de las normales rurales y de los movimientos populares? ¿Fue una acción orientada a encubrir intereses delictivos que habrían podido quedar casualmente al descubierto con la presencia de ustedes en Iguala? ¿Se trató de un ajuste de cuentas dentro del grupo en el poder para favorecer a algunos funcionarios y perjudicar a otros? ¿Fue un paso de una política deliberada de desestabilización en la zona en beneficio de grupos empresariales y/o criminales? ¿Fue una combinación de dos o más de esas razones?

En estos dos años el gobierno no ha podido evitar que salgan a relucir algunos rasgos de su insensibilidad, su torpeza, su crueldad y su podredumbre, pero es evidente que aún tiene mucho que ocultar y que por eso se ha negado a decir dónde están ustedes. Se ha empecinado en ello, aun a costa de perder la credibilidad que le quedaba, asistir al derrumbe de la imagen internacional que tanto dinero y esfuerzos le había costado construir y convertirse en objeto del odio y el desprecio de millones de personas en el país y en el planeta.

Muy honda ha de ser la sentina de oscuridad y de inmundicia desde la que se urdió la agresión contra ustedes, chavos de Ayotzinapa, como para que este régimen siga decidido a ocultarla al precio que sea. Es estremecedor pensar que los personeros del peñato inventan episodios horribles, como la pira del basurero de Cocula, con tal de mantener en secreto realidades que deben ser mucho más aterradoras; que asumen públicamente una supuesta incapacidad para impedir 43 desapariciones forzadas a fin de encubrir lo que verdaderamente son capaces de hacer y han hecho.

Pero el apabullante manto de sombras que este cúmulo de poderes antropófagos ha lanzado sobre ustedes, muchachos normalistas cargados de sueños, activistas y por ende generosos, terminará por desgarrarse. En estos más de setecientos días, ustedes y sus familias, en primer lugar, han estado trabajando para ello y han logrado congregar en la tarea a incontables personas de buena voluntad que no van a resignarse. Más temprano que tarde sabremos dónde están y por qué se los llevaron y los culpables de su ausencia pagarán sus delitos.

Abel, Abelardo, Adán Abraján, Alexander, Antonio, Benjamín, Bernardo, Carlos Iván, Carlos Lorenzo, César Manuel, Christian Alfonso, Christian Tomás, Cutberto, Dorian, Emiliano Alen, Everardo, Felipe, Giovanni, Israel Caballero, Israel Jacinto, Jesús Jovany, Jonás, Jorge Álvarez, Jorge Aníbal, Jorge Antonio, Jorge Luis, José Ángel Campos, José Ángel Navarrete, José Eduardo, José Luis, Jhosivani, Julio César, Leonel, Luis Ángel Abarca, Luis Ángel Francisco, Magdaleno Rubén, Marcial, Marco Antonio, Martín Getsemany, Mauricio, Miguel Ángel Hernández, Miguel Ángel Mendoza y Saúl: nos hacen falta. Los queremos mucho.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/a-los-43/

Imagen: http://insurgenciamagisterial.com/wp-content/uploads/2016/09/jornada.unam_3.jpg

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