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El toque de lo no normal

Discapacitado, sordomudo, lerdo, hiperactivo, retrasado, mongólico …. Revisémonos. ¿Cuántas veces nos hemos descubierto refiriéndonos así de una persona con discapacidades de cualquier tipo? ¿Cuántas veces nos hemos reconocido como personas sensibilizadas hacia los problemas del otro y, sin embargo, seguimos haciendo caso omiso a las terribles y evidentes adversidades que afrontan en su diario devenir otrs personas?

Este mes hará tres años, entró al CUHELAV(*) José Daniel. Aunque nuestra institución ofrece periódicamente capacitación en Lengua de Señas Venezolanas (LSV) a través de Borys, quien es un docente sordo profundo, ofrecidos a la comunidad circundante y a prestadores de servicios turísticos, lo cierto es que José Daniel fué vanguardia en incorporación al aprendizaje formal de personas con discapacidad pues fué nuestro primer estudiante sordo profundo.

En términos docentes supuso para nosotros un verdadero desafío porque no es lo mismo estar sensibilizada o sensibilizado hacia los retos de la integración, que asumir como necesaria la inmersión en la cultura sorda. Esto último supone, además de la vocación, una disposición de tiempo que no es la norma entre el cuerpo docente y supone entender que no es sólo visitar la cultura sorda, sino también que las prácticas pedagógicas desarrolladas en espacios de integración con estudiantes con discapacidad, sean diferentes a las que utilizamos como estándares.

Debo confesar que el conocer la llegada de José Daniel a nuestra institución supuso una alegría para todos. A nivel organizacional, se dispusieron procesos de adiestramiento para todas y todos a fin de conocer los términos básicos dentro de la hotelería y también dentro de las tareas básicas mínimas de desempeño social tanto para docentes como para personal administrativo.

En mi caso, pude asistir apenas a un par de sesiones de capacitación pero el cuarto semestre de José Daniel, curso en el que nos encontramos como estudiante – docente, me sorprendió apenas sabiendo pocas cosas más allá de saludar, agradecer y mi seña individual de nombre. Apenas sabía saludar y agradecer, y debía asegurarle a José Daniel un tránsito bueno, al igual que a sus compañeros, por los contenidos de una asignatura como Desarrollo Socioeconómico. Sin embargo, me encontré agradecidamente asistida por compañeros de clases de José Daniel y por un intérprete de LSV que, además era un estudiante nuestro del último semestre.

Borys me había advertido que el modo en que escriben las personas sordas no es el mismo al que estamos acostumbrados evidenciar en personas cuya lengua nativa es la propia. Me hice a la idea, entonces, de que José Daniel era un estudiante cuya lengua nativa no era la mía y que, por tanto tendría muchas diferencias en el desarrollo de las actividades escritas, en comparación con el de sus compañeros.

Nuestra primera actividad evaluada era un debate sobre los tres tipos de desarrollo que me interesaba el grupo pudiera diferenciar: desarrollo económico, desarrollo endógeno y desarrollo socioeconómico. La participación de José Daniel me detuvo el corazón y aun hoy la recuerdo: le inquietaba saber como podia garantizarse que las comunidades organizadas supieran qué producir y cómo articularlas con las necesidades de esas y otras comunidades. «No hay manera de garantizarlo a priori» Le respondí. «Ningún control puede asegurarnos que las personas no roben, no se cansen o abandonen las buenas ideas» Al salir del aula, me sentí en deuda con ese grupo hermoso que estaba apoyando de un modo decidido y comprometido a su compañero para que el contenido de una asignatura con tan poco brillo en una malla curricular riquísima en prácticas del oficio hotelero, pudiera llegarle a él.

Nuestra segunda evaluación fue un ensayo. El de José Daniel fue el primero que leí y, pese a la advertencia de Borys, me sorprendió la excelente redacción del castellano que el informe mostraba. Excelente redacción y diverso estilo. Fue decepcionante, pero me resultó evidente que las ganas de «encajar» de Jose Daniel pudieron más que su impulso a mostrarse tal y como pensaba. Le pedí dejar el temor y escribir cómo él lo hacía y asumir una posición ante lo que se preguntaba. Esta vez era sobre el papel de La Petrolia en nuestra industria petrolera y un ejercicio de imaginación sobre qué nos hubiera ocurrido como país de no haberse eliminado su concesión de modo prematuro.

Hace dos semanas José Daniel terminó la formalidad de sus estudios en nuestra institución, y un nutrido grupo de profesores, sordos, familiares y personal administrativo lo acompañamos al tradicional toque de campana que ocurre cada vez que un estudiante defiende su informe de pasantías. Manos agitadas en el aire se movieron sin cesar al verle batir la campana de un modo excepcional. Menos yo, que no escatimé aplausos «normales» para ese jóven y su familia. No ha sido fácil para él, pero su interés no cesa. Nos veremos nuevamente en aulas en unos meses, cuando comience a cursar su Licenciatura en Turismo. Será un nuevo reto que nos juntará a hablar de política y planificación para el turismo. Nuevamente me siento poco preparada, pero con la misma intención de antes por compartir con él y de aprender.

Todas y todos tenemos necesidades especiales. Creo que en la vida se nos (mal)educa para normalizarlas, ocultándolas. La verdadera discapacidad ocurre cuando descollan barreras que nos impiden ser como estamos signados a ser, y esto es válido si se es sorda o sordo, ciega, celíaco …. o si la educación se desdobla en su función y transforma el reto de aprender en un mero desafío memorístico.

Nota: en la fotografía de inicio figuran José Daniel (al centro), Borys Fernández (a su izquierda) y un integrante de la comunidad sorda de Mérida a su derecha.

(*) Colegio Universitario Hotel Escuela de Los Andes Venezolanos http://hotelescuela.org.ve

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El reto de enseñar desde lo que debiera ser cotidiano.

En mis estudios universitarios, desde el primer año, entré en contacto con aspectos básicos de la economía política, algo que no tuvo continuidad posterior de manera formal. El llamado de nuestros docentes era, a principios de los convulsionados años noventa del siglo XX, a que entendiéramos el papel que la política como hecho cotidiano y social, tenía sobre el resto de acciones humanas en sociedad. Estudiaba entonces Ciencias Políticas, y parece obvio que la perspectiva de nuestros profesores era hacia la primacía de la política sobre el hecho social. Sin embargo, en esa experiencia universitaria se destacaron tres elementos que sólo puede ver después, cuando yo misma por el devenir del tiempo, me convertí en acompañante de procesos de aprendizaje de otros y otras.

Comenzaré por lo básico. Prácticamente todos los docentes con los que interactué a lo largo de la carrera y que pertenecían a la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Los Andes, eran hombres. Prácticamente todos porque me acompañaron en total cuatro docentes mujeres a lo largo de toda la carrera. A la profesora Raquel Morador la recuerdo con especial cariño y, mientras escribo estas líneas se revela ante mi que parte del modo en que hablo con los participantes de talleres y cursos viene de allí. Las otras tres docentes no eran investigadoras del área de ciencias políticas, sino venidas de las humanidades y la economía. De modo que una de las primeras cosas que, en retrospectiva, me llamó la atención es el bajísimo porcentaje de docentes mujeres en la carrera.

Un segundo elemento que me llamó la atención fue la disputa casi de antología entre quién explicaba mejor el hecho político, si el pensamiento político o la sociología política. Cursé cuatro sociologías políticas y una introducción, y cuatro pensamientos políticos y una introducción y, créanme, quedé con la sensación de que el enfoque asumido por los docentes del área no era el más pertinente. Ni en los contenidos de sociología ni en los de pensamiento político pude encontrar respuestas a preguntas muy básicas que me asaltaban en ese momento de mi formación universitaria donde las relaciones entre Estado y sociedad en mi país estaban siendo mediadas de un modo no recordado, por el conflicto, la reacción y la violencia. El área de la administración pública y las relaciones entre actores políticos era, a su vez, atendida desde su perspectiva legal(ista) y, entonces, nuestra visión de la sociedad, como politólogos y politólogas en formación, terminaba totalmente fragmentada por una sociología que no atinaba a explicar juegos de actores, un pensamiento político secuestrado por el recuento histórico cronológico de hechos y aportes filosóficos no hilvanados, y una administración pública que se acuartelaba detrás de leyes y decretos sin poder dar cuenta de la emergencia de movimientos sociales en las estructuras burocráticas. Había una arista adicional: la de los partidos políticos funcionando en términos curriculares como un corpus doctrinario capaz de, parecía ser, dar cuenta de ese tejido de conocimientos a medio acabar y apenas construido.

Pero, quizás, lo que con el correr de los años finalmente me resultó más extraordinario, es ver que prácticamente ningún contenido de los impartidos en Ciencias Políticas, tributaron a comprendernos como un petro-Estado y entender nuestro papel simbólico y efectivo en la construcción de una política regional. Una ciencia política que, como disciplina, no se cuestionaba desde sus insuficiencias, y venía eregida desde la arrogancia de asumir que ya estaba dicho todo y apenas había que repasarlo como si leyéramos un libro del Almanaque Mundial, estaba formando a profesionales con minusvalías notables para dar cuenta de la realidad más básica de nuestra sociedad: la cultura del petróleo.

De esto último me di cuenta cuando, varios lustros después de egresar, comencé a trabajar con estudiantes de Hotelería y Servicios de la Hospitalidad, una asignatura que en su malla curricular se llama Desarrollo Socioeconómico y adopté como estrategia, comenzar a mirar fuera de la caja (el turismo) para ayudarnos a comprender estructuras y prácticas sociales y económicas de vieja data que condicionan de modo rotundo la manera en que nos aproximamos como sociedad al hecho económico … y el turístico.

Nuestro pueblo agricultor no se permite, de ninguna manera, desconocer lo básico del funcionamiento y evolución de las semillas que utiliza, cuál es el ciclo de cada cultivo, la tierra más apropiada para cultivarla y el rendimiento por planta. Sin embargo, el pueblo petrolero que somos todas y todos, desconocemos de modo evidente, el básico funcionamiento del proceso de extracción petrolera, o las raíces más profundas de algunos comportamientos (distorsionados) que evidenciamos en nuestro país en los últimos años de modo exacerbado. La comprensión de lo que somos como país petro-Estado, estoy segura de que debiera ser columna vertebral de nuestros contenidos curriculares aún los más básicos.

El hecho de nosotros como país petrolero y sus implicaciones para nuestras relaciones económicas, humanas y sociales es, desde mi perspectiva, el hecho cotidiano más sistemáticamente ocultado para nosotros y nosotras. Conocer nuestra realidad como país es comprender ese contexto. Comprenderlo es, además, un camino hacia la verdadera apropiación y significación del conocimiento y reconstrucción de lo que somos como sociedad.

Ese camino hay que andarlo antes que después y una forma de hacerlo es reivindicar que, quizás, como sociedad venezolana, es ese contexto cotidinao es el que resulta más determinante en nuestro futuro inmediato.

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Ustedes, que hablan así …

Creo que con los cuarenta llegan muchos regalos. Cuando los cumplí experimenté una especie de epifanía sobre cómo debía hacer para transmitir lo que quería decir de un modo mucho más claro.
Vi que, en ese momento, se completaba un proceso de reflexión que, habiendo comenzado casi unos diez años antes, encontraba allí una conclusión: cuando el lenguaje que utilizamos no ayuda a andar a quien acompañamos, algo puede hacerse mejor. Así que desde ese momento comencé a hacer de forma consciente algo que ya intentaba aplicar de forma intuitiva: ajustar mis expresiones, mi vocabulario, mi postura corporal y el modo de presentar las ideas en aulas y talleres, a quienes serían receptores de la actividad.
 
Ese rol de la palabra en la vida cotidiana, más allá de la comunicación básica, se fue revelando desde mi incorporación progresiva a distintas formas a labores de enseñanza-aprendizaje. La maternidad, quizás fue la principal, pero no la única. Aprender de mi madre la labor de la repostería y ayudarla a diseñar sus trabajos fue otra. En todas esas tareas antes que todo, me sentí como una aprendiz que acompañaba a otros y otras y, además iba aprendiendo.
 
Quizás una de las experiencias que marcó de un modo significativo mi búsqueda sobre la palabra en el aula, fue la enseñanza en Misión Sucre. Allí trabajé con tres grupos de participantes adultos que cursaban Estudios Jurídicos y que, debo confesar, tenían muchas más expectativas de mi desempeño que yo misma. Según percibí, su principal expectativa venía de mi título y la universidad que lo certificó. Confieso que el ser egresada de la ULA para mi significaba mucho menos, entre otras cosas porque ya llevaba décadas convencida de que la formación profesional, la verdadera, ocurre en el tránsito de la vía de los estudios y también después de la obtención del título, y estaba segura de que el título de politóloga certificaba más la senda que había decidido transitar que mi nivel de conocimiento puntual.
 
Había en esos grupos de Misión Sucre una suerte de carácter combativo por ser también grupos politizados, y también el natural temor a equivocarse que, no puede dudarse, se siente mucho más marcado en adultos. Siendo el habla una de las primeras cosas que nos corrigen según vamos comenzando a articular palabra, era lógico pensar que una de las cosas que causaría un poco más de aprehensión entre los participantes, era escribir o decir algo equivocado ante una profesora a la que tenían en tanta estima porque era egresada de una universidad.
 
Recordé entonces, un temor que había también en mi madre, esa mujer que de un curso de repostería hecho en una escuela de labores en El Vigía, ideó el modo de pintar tortas a mano y las adornaba como si fueran lienzos. Cuando avanzaba mis estudios en la universidad, ella me confesó, disgustada que es como a veces se cuentan las cosas que duelen, que temía que nosotros, que hablábamos de esa forma que aprendíamos en la universidad, nos avergonzáramos de ella. Se refería a mi hermano, casi graduado de médico en esa fecha, y  a mi, que avanzaba en los estudios de ciencias políticas. Sus estudios formales habían llegado hasta tercer grado, aunque luego se desempeñó como secretaria comercial en INDULAC, lugar donde conoció a mi padre. Nunca vi a madres de mis compañeras de estudios leer del modo en que leía mi mamá, o resolver con ingenio cosas cotidianas, pero ella sentía que la palabra dominaba un espacio que ella aspiraba fuera de nosotros, y se negaba para si.
 
Entonces, con estos participantes de Misión Sucre aprendí a hablar de un modo que me permitió habitar sus espacios, con la excusa de aprender de participación ciudadana y política, de proyecto sociointegrador, y con la esperanza de poder resolver algunos problemas cotidianos. Habitaban ellos mi aprendizaje particular sobre los modos en que podíamos hablar de teorías políticas y desarrollo socioeconómico en contextos específicos de comunidades del sector Zumba o Ejido, eran mis maestros formadores y mis primeros tutores en las andanzas de la enseñanza, todo ello mientras la palabra, no sin accidentes, nos ayudaba a construir puntos de encuentro para ese convivir tan particular que es la formación militante para la transformación social.
Imagen destacada tomada de: https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/736x/5b/21/06/5b21069082bae9007517ee7d2c0aa71c.jpg
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La inmigrante pedagógica

Me reconozco como alguien con inquietud marcada hacia el aprendizaje con otros y otras desde pequeña. Sin embargo, para nadie es un secreto, no me he educado, de manera formal en la docencia. Por eso, de forma abierta, me declaro como «inmigrante pedagógica».

La primera experiencia como docente que recuerdo, me tomó casi por asalto en los últimos años de bachillerato cuando, desde el grupo juvenil que integraba, decidimos ir a acompañar a personas en la unidad de larga estancia del actual Hospital Sor Juana Inés de La Cruz en Mérida. Tenía entonces 15 años y corría el año 1988 en una nación que despertaba políticamente a la luz de las insostenibles desigualdades sociales y económicas sembradas por décadas de rentismo petrolero y el bipartidismo que lo alimentó.

Esa iniciativa nos llenó de alegría al grupo de cuatro chicas que la asumimos, todas venidas del colegio Nuestra Señora de La Presentación, y siento que nos terminó convirtiendo en aprendices de formación básica en lectoescritura y matemáticas. Nuestro tránsito por la unidad de larga estancia nos puso en contacto con realidades hasta ese momento invisibles desde nuestra burbuja de estudiantes de un colegio privado de nuestra localidad en el cual nos inculcaban la piedad, la humildad y el servicio, como valores indiscutibles del ser humano pero que aprendíamos desde las aulas, y no desde lo cotidiano de habitar mirándonos con otros.

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En el Sor Juana conocimos a adultos y a niños que habían sido dejados a su suerte o que, por razones de acceso a sus hogares, estaban temporalmente separados de sus familiares. A riesgo de hablar por las otras muchachas, creo que no me equivoco si digo que ninguna olvidará a Heriberto, el pequeño de 4 años que padecía cáncer y, según nos dijeron, había sido dejado allí por sus familiares. Así como tampoco olvidaremos los otros niños, más pequeños aún, que presentaban serias dificultades que condicionaban su vida. Sin embargo, aunque Heriberto destacaba de modo radical por su vivacidad y desparpajo, y eso lo hizo dejar su huella en nosotras por ser niño y estar su suerte de vida echada, quizás el caso del chico Adonái fue aún más cercano para dos de nosotras.

Al llegar al Hospital pedimos que nos ubicaran un grupo con niños y niñas y otros con jóvenes y adultos. Adonái estaba en la unidad de larga estancia en la sección de adultos. Creo que tendría por la época unos 20 o 22 años. Estaba recluido porque un accidente de moto lo había dejado convaleciente luego de haber sufrido heridas en las extremidades y la cabeza. Él necesitaba rehabilitación posterior a la atención médica para ir progresivamente recuperando su motricidad. No sabía leer ni escribir y con él nosotras aprendimos a enseñarle y enseñarnos lo que considero es un arte tan crucial para la vida en sociedad y tan complejo de inculcar a esa edad como la lectura y la escritura.

Las sesiones de trabajo ocurrían en una habitación enorme, suelo gris y paredes de cemento mitad azul mitad celeste. Todo muy color a hospital. El olor a medicinas, vendajes y Micropórex(TM) inundaba el espacio alternándose con el olor a desechos coporales tan particular de los hospitales. Asistíamos en horas de la tarde de los viernes. La habitación era visitada por una temprana penumbra gracias a los enormes árboles que rodeaban el exterior del lugar, y pese a que había una ventana que permitía, desde ese lugar, visualizar el otro lado de la ciudad, que llamamos «el centro», apenas separada del Hospital por el tránsito del río Albarregas y la meseta que, dividida en dos, facilita su circulación como un parto infinito y recursivo.

Su proceso de recuperación fue muy lento y, obviamente, los escasos meses que compartimos con él, leyendo algunas historias cortas y poemas y ayudándole a escribir desde las primeras vocales, consonantes y juntando sílabas y palabras después, fueron insuficientes para poder mostrarle todo el mundo que se abría ante sus ojos con el aprendizaje de la lectura. Apenas pudimos ayudarle a avanzar en escritura de algunas palabras sueltas. Años más tarde, la vida me regaló la posibilidad de poder ver a Adonai andando con ayuda de un bastón y un libro en la mano. Entonces me hizo ilusión pensar que ese proceso de haberlo acompañado en su formación inicial a la lectura y escritura pudo haberlo enamorado a seguir leyendo y aprendiendo en su propio camino de vida.

Esa compañía, si la veo hoy en perspectiva, me auxilió en mi proceso de darme forma como inmigrante pedagógica haciendo, a mi modo, un camino propio de aprender-me a enseñar.

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Landfill Orquesta. Documental.

Landfill Harmonic es un documental del 2012 dirigido por Brad Allgood, cineasta norteamericano que cuenta con una amplia experiencia en documentales sobre desarrollo internacional y salud pública.

En Landfill Harmonic se narra el surgimiento de un sueño: el de llevar la música a todos los rincones y sembrarla en niños y niñas del Paraguay como un mecanismo útil en la formación de una ciudadanía consciente y sensibilizada hacia su entorno.

Este sueño, nos cuenta el documental, tiene su antecedente en la visión del director de orquesta Luis Szarán quien emprendió con el proyecto «Música de la Tierra» la tarea titánica de llevar la música clásica a cada rincón del Paraguay, acercándola a niños y niñas. En el camino, ese sueño tocó a Favio Chávez quien formó parte de la orquesta del profesor Szarán, además de ser Ingeniero Ambientalista con trabajo destacado en la Comunidad de Cateura, lugar en donde se ubica el más grande vertedero de basura de La Asunción.

Pero la Orchesta de Cateura nos pasaría desapercibida si no identificamos, además algunos elementos del contexto del lugar que hacen de esta una experiencia pedagógica integral única y con un caracter sociopolítico revelador.

Los niños de Cateura, a los cuales Favio se empeñó en llevar el programa Música de la Tierra, no contaban con recursos para tener sus propios instrumentos y, además, el proyecto Música de la Tierra, pese a incluir el trabajo de lutiers para la hechura de los mismos con participación de los propios niños y niñas, no se daría abasto para atenderlos a todos.

Es en este punto en el cual el proyecto de llevar la música a los niños y las niñas de Cateura toma matices sociopoliticos importantes. Colá, un habitante de la comunidad, dedicado al reciclaje ingenioso de la basura y, a mi juicio tecnólogo popular de vocación comienza su propio aprendizaje en la hechura de instrumentos musicales … a partir de desechos domésticos.

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Pronto, la orqusta comenzó a llenarse de latas de aceite, cubiertos, chapas, monedas, tuberías metálicas, maderas recicladas… y de música. Hoy día, los niños y las niñas que forman parte de la Orquesta de Reciclados de Cateura trabajan, además, en la diseminación de su experiencia entre sus compañeros de comunidad y alrededor del mundo.

Esta orquesta ha alcanzado una proyección inusitada a nivel internacional lo que ha permitido, además, transmitir esta inspiradora experiencia aùn minimizando las realidades y desigualdades del contexto en el que la vida de estos niños transcurre y que son producto, hay que decirlo, de la dominación mundial del sistema capitalista.

La experiencia de la orquesta, de los niños y de la propia comunidad de Cateura nos es contada a través del documental. A continuación les dejamos un trailer del mismo.

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Chile: Polémica en Chile por 2 leones asesinados para salvar a un joven que entró en sus jaulas creyéndose un mesías

Publicado Originalmente en EcoPortal el 1 de junio del 2016

La muerte de dos leones en un zoológico de Santiago para salvar al joven que entró en sus jaulas creyéndose un mesías ha desatado una fuerte polémica en Chile entre los defensores de los animales y los partidarios de que la vida humana está por encima.

Las redes sociales se han llenado de mensajes furibundos contra la decisión de los responsables del zoológico de sacrificar a los dos leones para salvar de sus garras a Franco Ferrada, un joven de 20 años, que saltándose todas las medidas de seguridad se metió sin ropa en la jaula de los felinos el pasado sábado.

Según el tenor de una carta hallada en su bolsillo, que firmaba con el nombre de Jesús, Ferrada se habría inspirado en el paisaje de la Biblia en el que el profeta Daniel, arrojado a los leones, salvó su vida gracias a su fe.

Una pequeña encuesta que ha realizado la cadena CNN en español en su página web arroja un resultado inapelable: el 79% de los votantes está en contra de la decisión de los cuidadores del zoológico de sacrificar a los leones «Manolo» y «La Flaca», frente al 21% que piensa que hicieron lo apropiado.

Una de las primeras en reaccionar fue la actriz Kaley Cuoco, quien encarna a Penny en la serie «The Big Bang Theory» en su cuenta de Instagram: «¿Sólo porque un idiota salta dentro de la jaula de leones, bajo su propia responsabilidad, es mutilado, y los leones terminan muertos?»

La vida de Franco Ferrada no ha sido un camino de rosas. Con un padre alcohólico y huérfano de madre a los once años, tanto él como sus ocho hermanos pasaron por centros de acogida estatales y alguno incluso ha sido dado en adopción.

Estigma de la enfermedad mental

Según ha declarado su abuela paterna Nolbertina Muñoz a la prensa local, algunos de los hermanos «andan metidos en problemas» y el mayor incluso está en la cárcel.

Mientras el joven se recupera en una clínica de Santiago de las heridas que sufrió en la jaula de los felinos el pasado sábado, su caso acapara el debate en la sociedad chilena.

Para el psiquiatra Rafael Torres, la reacción de la población demuestra el «desprecio de la sociedad por la vida humana y por el estigma de la enfermedad mental».

A pesar de que familiares y amigos veían al joven Ferrada como una persona jovial y normal, Torres señala a la AFP que sufre «un cuadro psicótico de algún origen».

Para el profesor de ética ambiental y bioética de la Universidad Católica, el italiano Luca Valera, no es tanto un problema «de los derechos de los animales sino un problema que da idea de la sociedad que tenemos».

Ni siquiera el ‘padre’ de la «ecología profunda», el ecofilósofo noruego Arne Naess tenía duda de que por encima de la defensa de los animales estaba la vida humana, recuerda Valera.

«El primer principio de la sociedad es la vida, si no hay vida no hay sociedad», dice a la AFP Valera, para quien este caso deja sobre todo un interrogante: «¿la sociedad debe reaccionar antes de que la persona se vuelva loca?».

«La gente jerarquiza los valores y salva primero la vida y lo que viene después es ideológico», por lo que considera que los cuidadores del zoológico no hicieron más que lo que había que hacer en estos casos.

«No hay proporción entre dejar morir y ofrecer otra oportunidad» a la persona en riesgo, sostiene.

Con un crecimiento imparable de las tasas de suicidio, Chile es el país con mayor incidencia de enfermedades mentales de la región y entre los primeros del mundo.

Según un estudio de la Universidad de Chile, un 22% de los chilenos tiene sintomatología depresiva significativa y los trastornos neuropsiquiátricos son responsables de un 23% de la carga de enfermedad en el país.

Ecoportal.net

180.com

http://www.180.com.uy/

Imagen tomada de: http://cdn.ecoportal.net/var/ecoportal_net/storage/images/eco-noticias/polemica-en-chile-por-2-leones-asesinados-para-salvar-a-un-joven-que-entro-en-sus-jaulas-creyendose-un-mesias/2087129-1-esl-ES/Polemica-en-Chile-por-2-leones-asesinados-para-salvar-a-un-joven-que-entro-en-sus-jaulas-creyendose-un-mesias.png

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Argentina: 3 de Junio #NiUnaMenos Jornada Nacional de Lucha contra la violencia hacia las mujeres

Publicado originalmente en CTERA el 31 de mayo del 2016

CTERA ELABORÓ UN CUADERNILLO SOBRE LA TEMÁTICA PARA TRABAJAR EN TODAS LAS ESCUELAS DEL PAÍS.

La CTERA adhiere y convoca a las distintas marchas que se efectuarán el 3 de junio en todas las plazas del país para sensibilizar y visibilizar sobre la Violencia hacia las mujeres. Las niñas, adolescentes, mujeres jóvenes y adultas, son violentadas cotidianamente tanto psicológica, simbólica, como físicamente, llegando –en muchos casos- al femicidio como máxima expresión de la violencia.

La Secretaria General de CTERA, Sonia Alesso, expresó: «Como parte de un colectivo amplio, plural y diverso que conforman organizaciones sindicales, sociales, compañeras que trabajan las políticas de género. Marcharemos en todas las plazas del país el 3 de junio para decir NI UNA MENOS. Para que se de cumplimiento a la Ley 24685 de protección integral  para prevenir, sancionar y erradicar la violencia a las mujeres.”

Reclamar al Estado Nacional y los provinciales se destinen fondos para proteger y erradicar la violencia contra las mujeres.

Alarman los casos de violencia de género que se han incrementado en estos años.

Nosotros, desde CTERA, como trabajadores de la educación vamos a trabajar con un cuadernillo en todas las escuelas del país para trabajar con maestros y profesores estas temáticas.

Hay también un gran debate cultural que tiene que ver con poder implantar políticas de prevención para que  estos hechos no sucedan nunca más.

Es necesario participar activamente en las escuelas, es necesario hacer un trabajo docente, pedagógico, que se manifiesta en las calles sino también en las escuelas, porque hay una batalla política, legal, pero también tiene que ver con una batalla cultural.

Desde CTERA, que siempre hemos trabajado las temáticas de género, vamos a estar activamente en las escuelas y en las plazas del país para decir NI UNA MENOS.»

El cuadernillo elaborado por CTERA puede bajarse de la página de nuestra entidad www.ctera.org.ar

   Alejo Demichelis                                        Sonia Alesso

Secretario de Prensa                                 Secretaria General

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