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Educación superior: autónoma, gratuita y obligatoria

Por: Pluma Invitada 

Las instituciones de educación superior (IES) públicas de México –universidades, tecnológicos, normales e interculturales– tienen historias, tradiciones, orientaciones académicas, regímenes legales y fines diferentes. Algunas son centenarias y otras fueron establecidas en las pasadas décadas. Casi todas desarrollan actividades de docencia, investigación y extensión en distintos grados, con propósitos más o menos especializados, con proyección y alcances nacional, estatal, regional o local.

Constituyen un proyecto cultural y educativo excepcional, construido a lo largo de la historia y hacen grandes aportaciones al país. En el ciclo escolar 2017-2018, las IES públicas atendieron a más de 2.8 millones de estudiantes y otorgaron más de 320 mil títulos, cerca de 70 por ciento de los conferidos a escala nacional. Además, atienden a más de 25 mil estudiantes de doctorado y en este ciclo graduaron 4 mil 200 doctores, 60 por ciento del total nacional.

La UNAM, otras universidades públicas federales junto con el IPN, y las públicas de los estados (UPES) realizaron más de 75 por ciento de la investigación nacional. Entre 1991 y 2018, las IES públicas han recibido 32 por ciento de las patentes aprobadas a instituciones de docencia o investigación. Publican más de 5 mil títulos al año, arriba de 20 por ciento de la producción editorial mexicana.

Históricamente han sido referentes de las luchas contra el autoritarismo, por la democracia y el cambio social. Desde 1929, destacaron por la huelga que devino la autonomía, la defensa de la educación popular en el IPN y las normales en los años 40 y 50; luchas universitarias en la década de los 60 y el movimiento estudiantil de 1968. Siguieron proyectos de democratización y construcción del sindicalismo universitario en los años 70; resistencia contra el ajuste estructural y las políticas neoliberales en los decenios de los 80 y los 90, y amplia participación por la democracia electoral en 1988, 2012 y 2016.

En el debate actual sobre el artículo tercero hay tres temas fundamentales para las IES públicas. En primer lugar, es imprescindible resarcir la omisión, por error o intención, de la actual fracción séptima que garantiza la autonomía universitaria. Este texto da jurisdicción federal a las atribuciones autonómicas –autogobierno e independencia– de las universidades que tienen esta condición. Además, reconoce y protege los derechos laborales de trabajadores académicos y administrativos, en el contexto del apartado A de la Ley Federal del Trabajo.

La autonomía es un derecho y una responsabilidad de las universidades y los universitarios. Es la máxima garantía para que las IES públicas cumplan con sus funciones y su compromiso social, a partir del análisis, la elaboración de alternativas y la crítica, fundadas en el conocimiento.

Sostengo que la autonomía debe servir para promover la obligatoriedad y la gratuidad, no para evadirlas. Por ello es necesario establecer en el segundo párrafo del artículo tercero que la educación superior pública, incluyendo la que se imparte en las instituciones públicas a las que la ley otorga autonomía, serán gratuitas y obligatorias.

Desde hace décadas miles de jóvenes han luchado por el acceso a la educación superior. La obligatoriedad atiende esta demanda. Implica, en la educación superior, una responsabilidad sólo para el Estado, no para los padres ni los educandos. Se trata del imperativo de atender a todos los que la quieran estudiar, habiendo cubierto el ciclo escolar anterior.

Han sido también históricas las luchas en defensa de la gratuidad, en la UNAM y en otras universidades del país. La iniciativa del Ejecutivo atiende estas demandas históricas por la gratuidad y el acceso a la educación superior pública.

Estos objetivos no son fáciles de cumplir. En 2018 había 4.2 millones estudiantes en la educación superior, 38.4 por ciento del grupo de edad entre 18 y 22 años. Para alcanzar una cobertura equivalente a 50 por ciento en 2024, es necesario incorporar a más de un millón de estudiantes a la matrícula actual, un incremento de 170 mil por año. La inversión para alcanzar esta meta es de 7 mil a 10 mil millones de pesos adicionales cada año. Y el costo para resarcir a las IES públicas el monto de las cuotas que dejarán de percibir por la gratuidad es de otros 14 mil millones.

Los poderes Ejecutivo y Legislativo tienen que ser coherentes. Aprobar la gratuidad y la obligatoriedad implican un compromiso de financiamiento suficiente para la educación superior pública. Si esto no se cumple, la gratuidad y la obligatoriedad serán letra muerta en el texto constitucional.

Así, las instituciones superiores publicas seguirán siendo la mejor garantía para la formación profesional y ciudadana de cientos de miles de jóvenes, así como para la creación de conocimientos y proyectos de bienestar, con capacidad crítica y autonomía intelectual. Por ello, son imprescindibles para transformar y para construir un nuevo proyecto económico, político y social en México.

Resumen de ponencia sobre normales y educación superior, en referencia a la reforma del artículo tercero

Fuente: http://www.educacionfutura.org/educacion-superior-autonoma-gratuita-y-obligatoria/

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Yo estoy comprometido con la enseñanza pública… ¿o no?

MANUEL HIJANO DEL RÍO

En el discurso de su investidura, el popular Juan Manuel Moreno Bonilla pronunció la palabra “educación” en seis ocasiones. En dos de ellas, le añadió el apellido “pública”. El portavoz de Vox, lo hizo tres veces, y en ningún momento dijo, “educación pública”. Se pareció mucho en esto a Susana Díaz. Ella pronunció esa palabra sólo una vez, para referirse a la Ley de Memoria Histórica. No habló de “educación pública”. Juan Marín, de Ciudadanos, dijo “educación” ocho veces, a dos de ellas le adjuntó “pública”. Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, lideró este ranking: once veces, a cuatro de ellas, con la palabra “pública”.

No sé si estos datos son buenos “indicadores” para detectar la importancia que nuestros políticos le dan a la educación en Andalucía. Dejemos para otro momento la reflexión sobre este asunto. Ahora me atrae cómo en algunas ocasiones el lenguaje es tan ambiguo e incluso perverso. Si los científicos le dan tanta relevancia a los números y a las operaciones matemáticas como herramientas para interpretar la realidad, los que intentamos realizar la misma tarea en el ámbito de la Educación o de las Ciencias Sociales, tenemos que dar mucha importancia a la Semántica, a los significados de las palabras. Trabajamos con ellas. Son los instrumentos que usamos para expresar el resultado nuestras reflexiones, y jugando con ellas, a modo probetas, pipetas o tubos de ensayo, matizamos, concretamos, eludimos, pervertimos, perfilamos, ilustramos, … lo que pretendemos explicar. Digamos que “las palabras las carga el diablo”.

En política educativa sucede igual. Para conocer algo el “patio” en educación, es imprescindible saber qué quiere decir eso de “educación pública”. Probablemente sean las palabras más manipuladas, tergiversadas y, a la vez, más utilizadas por nuestros políticos cuando hablan de enseñanza. Es más, el ahora Presidente andaluz, tuvo la gallardía de espetar a Teresa Rodríguez en esa misma sesión de investidura, que “tenemos un compromiso firme con la educación pública”. En ese momento, parece que “entró en bucle” y repitió la expresión “compromiso firme” en cuatro ocasiones más, en tan sólo tres líneas de las actas del pleno (véase diario de sesiones del 16 de enero, p. 35).

¿Estaban aludiendo a lo mismo Juan Manuel y Teresa? Evidentemente no. El concepto neoliberal de enseñanza pública se refiere exclusivamente a la financiación de los colegios. Es decir, son centros públicos aquellos que perciben transferencias económicas por parte de la Administración. Mientras la izquierda se fija en la titularidad (propiedad) de los centros: son colegios públicos aquellos que pertenecen a la Consejería de Educación o cualquier otro organismo estatal. Ambos no lo entienden del mismo modo. Es sencillo deducir que el conflicto se plantea con la enseñanza concertada. Para unos esos centros son públicos (neoliberalismo), para otros son privados (izquierda).

Por tanto, la frase, con la que es difícil estar en desacuerdo, “tener un compromiso fuerte con la educación pública”, posee significados muy distintos. Para unos el “compromiso” pasa por fortalecer y extender la concertada o privada subvencionada. Ese tipo de enseñanza que en otros países europeos no se acepta porque culturalmente no se concibe que alguien se lucre con un derecho fundamental como es la educación. Esos centros que suponen casi el 33% de los estudiantes matriculados, cifra sólo superada en Europa por Bélgica y Malta (Datos de Eurostat, 2015). Mientras para otros, la izquierda, esa frase se entiende como reivindicación para robustecer la enseñanza pública -centros de titularidad (propiedad) y financiación pública-.

Este es tan sólo un ejemplo de cómo el lenguaje político actual nos induce a error en el ámbito de la educación. Cómo las fuerzas conservadoras disfrazan con palabras y frases “afectuosas”, medidas encaminadas a incrementar la privatización de la enseñanza. Pero, para colmo, a costa de los impuestos de todos los andaluces.

Como se suele decir, “estemos al loro” sobre cómo las campañas de márquetin político también afectan a la enseñanza con el objetivo de inducir y manipular nuestras opiniones y, por supuesto, el voto.

Manuel Hijano del Río es profesor Titular del Departamento de Teoría e Historia de la Educación y MIDE de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga

Fuente: https://www.lavozdelsur.es/yo-estoy-comprometido-con-la-ensenanza-publica-o-no/

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Si no quieres mirar al niño, ¿qué hacemos?

Escrito e ilustrado por David González Gándara

Los modelos teóricos están muy bien, pero hay un momento que hay que llevarlos a la práctica. Después de concretar las diferencias entre el diagnóstico clínico y el pedagógico es necesario ejemplificar como funciona esto en la práctica. Leyendo sobre el tema encontré el caso de Alan, un niño con problemas de conducta. Había sido diagnosticado con Asperger y TDAH, pero esto no impidió que tras un adecuado diagnóstico pedagógico se pusieran en marcha las acciones necesarias para que esos problemas de conducta no fuesen un obstáculo a un paso provechoso por la escuela. La profesora le recordaba constantemente, señalando con el dedo, la lista que tenía pegada en su mesa, el cual le recordaba qué comportamientos eran aceptables y cuáles no. Después se reunía con él para contrastar como el niño evaluaba su comportamiento, y comprobaban si coincidían sus evaluaciones. Los resultados fueron muy buenos. Alan no se comportaba como los demás, pero ese no era el objetivo. No tenía que curarse, tenía que aprender a gestionar sus circunstancias personales de la mejor forma posible. Y así lo hizo.

He escuchado últimamente a mucha gente opinando que la inclusión es muy bonita, pero hay casos en los que no se puede hacer nada. Estoy seguro que muchas de estas personas, si hubiesen conocido a Alan antes de la intervención, hubiesen opinado que no se podía hacer nada. En todo caso, si hubiese más recursos, más financiación, más formación…

Hay varias cosas muy importantes en esta historia. El diagnóstico clínico, que quizá sirvió a Alan en otras facetas de su vida para algo, en el entorno escolar fue un dato prescindible, como Indiana Jones en “En busca del arca perdida”. La intervención hubiese sido correcta aun sin conocer el diagnóstico clínico. Se actuó sobre un problema de conducta, no sobre el diagnóstico. Aquellos que defienden que antes de actuar es necesario el diagnóstico clínico permiten la injusticia de que se trate diferente a la familia que se ha ocupado en conseguir ese diagnóstico. ¿Por qué voy a realizar una intervención educativa para la conducta sólo para los alumnos que tengan TDAH, mientras que a los otros me limito a castigarlos sin recreo?

Los que opinan que los colegios funcionan mejor si ciertos alumnos se derivan a centros especiales tienen razón. El alumnado no segregado mejoraría sus resultados académicos, todos contentos. El problema es que perdería la oportunidad de vivir la diversidad que suponen las comunidades educativas inclusivas y aprender así como funciona la sociedad actual. Hoy en día es posible que estos aprendizajes sean más importantes que muchos otros, viendo todos los problemas actuales de una sociedad que no sabe gestionar su diversidad. Y en el caso de los alumnos que son enviados a centros especiales, la evidencia científica ha demostrado que no es verdad que aprendan más ni mejor. La idea mítica de que el profesorado de dichos centros ha sido entrenado en Hogwarts para usar la varita mágica con ellos es falsa. No todos están más preparados que el resto para educar a los niños con dificultades. Algunos sí y otros no, como el profesorado de los centros ordinarios.

Hace un par de días leí un artículo en el que se decía poco menos que no era viable un sistema educativo inclusivo. La inclusión no es un tema para discutir si es mejor o es peor. Es una cuestión de Derechos Humanos. Hace no demasiados años se utilizaba el miedo como herramienta educativa, e incluso la agresión física. Y aunque sea políticamente incorrecto, tengo que decir que funcionaba muy bien. Pero es evidente que no podemos continuar con prácticas que agreden los Derechos Humanos con la excusa de que resultan exitosas. El fin no puede justificar los medios.

Fuente; https://nuevarevolucion.es/si-no-quieres-mirar-al-nino-que-hacemos/

Imagen tomada de: https://static.guiainfantil.com/pictures/articulos2/43000/43380-cuando-el-nino-no-quiere-hacer-los-deberes-escolares.jpg

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La experiencia de trabajar con un niño autista en una escuela rural

A través de juegos adaptados y asambleas de clase, el niño logró “una buena integración” en su primer encuentro social.

Ana Sellanes (i), y Gelen Romero, en el Décimo Coloquio de Educación Rural.

La enseñanza multigrado es un desafío para los docentes del medio rural, porque implica que niños de diferentes edades estén todo el año en una misma clase aprendiendo lo mismo, pero en distintos niveles. A esa complejidad, las maestras de la escuela 6 de Mangrullo, en Rincón del Pino, San José, tuvieron que agregar el trabajo con un niño con autismo severo en la clase de cuatro años de educación inicial. Sobre esa experiencia centraron su ponencia en el décimo coloquio nacional de educación rural y la titularon “Miradas diferentes hacia una verdadera inclusión”.

La maestra Ana Sellanes relató para sus colegas que “esta fue una experiencia muy movilizadora durante todo el año”. Comenzó cuando la madre se acercó a la escuela y preguntó si a su hijo le correspondía entrar a la institución. Tanto Sellanes como la otra maestra, Gelén Romero, no dudaron en aceptar el desafío: “Nosotras le dijimos que sí, pero a partir de ese momento comenzamos a buscar, a ver qué era lo que podíamos hacer. Era un niño con un Trastorno del Espectro Autista [TEA] muy fuerte, que no habla, que iba a tener a la escuela como su primera interacción en sociedad”. Como primera acción le pidieron a los padres que comenzaran a llevarlo durante el verano, que conociera el espacio, los juegos que había y los salones donde iba a pasar el resto del año. Allí obtuvieron la primera información sobre los gustos del niño: tenía un fuerte interés por los números.

Cuando comenzó el tiempo compartido con los demás compañeros decidieron que empezara a ir a la escuela poco a poco: “Una de las primeras preocupaciones fue hacerlo sentir lo mejor posible y se planteó un periodo de adaptación –como se le plantea a todos los niños de nivel inicial–; lo único que previmos fue que iba a ser un poco más extenso para él que para los demás niños”, explicó Romero. La adaptación no fue sólo para el niño con TEA sino también para el resto de los niños, las docentes y la comunidad educativa.

De hecho, Romero implementó una asamblea semanal de clase el día que el niño no iba a la escuela por tener que concurrir a un centro en la ciudad. “En la asamblea veíamos cómo había sido la semana, cómo podíamos seguir actuando para ayudarlo y todos los demás compañeros planteaban sus dudas. Tenían muchas preguntas y yo no quería que ellos se quedaron con cosas sin saber o que sólo jugaran con él porque sus padres se lo pedían. Para que ellos puedan aceptar la situación necesitan una explicación, hay que argumentar por qué hay cosas que a él se le permiten y a los demás no. Por ejemplo, durante la adaptación, los otros niños de cuatro años no podían estar con sus padres aunque quisieran, y a él lo dejábamos estar con su madre. Todo esto necesitaba una explicación y un acomodarnos todos”, detalló la maestra.

Romero destacó que el año pasado fue “un proceso de inversión”, en el que tuvieron que trabajar en conjunto “todas las partes que integran el apoyo del niño: padres, centro y comunidad educativa; todos realizamos con frecuencia evaluaciones y ajustes. Es un proceso, no podemos planificar todo lo que vamos a hacer con él porque es muy variable, no sabemos cómo van a actuar él ni sus compañeros porque son muy chicos y es muy difícil comprender la situación”.

Adaptados

Una parte fundamental de la enseñanza en primera infancia es el juego, pero fue aun más importante en esta clase. En el medio rural a veces el acceso al material didáctico es limitado. Sin embargo, Romero se dio maña y logró construir un set de juegos con materiales tomados de desechos, todos relacionados con los números. Contó que uno de sus preferidos era un juego hecho con los rollos en los que viene envuelta la manguera que se usa para regar las plantaciones de papa, también juegos con palillos que servían para trabajar la motricidad de todos los niños, o botellas con líquidos brillantes. La impresión que tuvieron es que se logró que el niño se integrara con los demás y “estuviera fascinado trabajando”.

Como parte del trabajo de integración, la maestra decidió presentar los nuevos juegos a los compañeros el día que el niño no iba a clase: “Fuimos incorporando estos juegos de a uno, primero para los demás y después para él, porque todavía no maneja bien el compartir. Aprovechábamos el día que él no iba para presentárselo primero a los compañeros, ellos jugaban, lo exploraban, lo compartían, y al otro día se lo dejaban a su compañero para que él lo explorara en el tiempo que necesitara”.

Para Romero fue muy importante que los juegos pudieran ser usados por todos los niños de su clase. Explicó que ello “provocaba ir hacia una inclusión natural, sin forzar al niño a lo que no estuviera preparado” y sin obligar a sus compañeros a jugar con él sin tener ganas. “A través de su trabajo también fuimos aprendiendo nosotros; a veces él armaba secuencias de formas que nosotros no imaginábamos porque siempre tendemos a esperar que hicieran lo normal, no llegamos a comprender su criterio para ordenarlo pero a su vez estamos seguras de que hay uno, porque cuando desordenábamos las piezas, él las volvía a ordenar de la misma forma. Eso es un tema que también trabajamos con los otros nenes, y así se aprovechó la diferencia a favor de toda la clase”, contó la maestra.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/1/la-experiencia-de-trabajar-con-un-nino-autista-en-una-escuela-rural/

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¿Estás enseñando a tus hijos a pensar críticamente? Pocos padres hacen

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A lo largo del año pasado, Facebook, Twitter y otras compañías de medios socialeshan incrementado sus esfuerzos para purgar sus plataformas de cuentas que difunden noticias falsas , teorías de conspiración y otras falsedades a través de Internet. Pero la democratización de los medios y la expansión de las redes sociales en los últimos años nos está poniendo una carga cada vez mayor a nosotros, los consumidores de esta avalancha de noticias e información, para hacer un mejor trabajo de discernir los hechos a partir de la ficción.

¿Estamos a la altura del reto? ¿Y qué tan bien harán nuestros hijos para enfrentar un panorama mediático aún más desafiante en los próximos años? Los resultados tempranos no son prometedores, al menos cuando se trata de qué tan bien lo hacemos la mayoría de nosotros al involucrarnos en el pensamiento crítico de manera regular, y al pedirles a nuestros hijos que hagan lo mismo, incluso en el área crítica de buscar puntos de vista opuestos a nuestro propio. De acuerdo con los resultados de una nueva encuesta de más de 1,100 adultos realizada por la Fundación Reboot, una organización comprometida a examinar el estado del pensamiento crítico:

SOLO EL 20 POR CIENTO DE LOS PADRES CON FRECUENCIA O MUY A MENUDO LES PIDE A SUS HIJOS QUE CONSIDEREN UNA OPINIÓN OPUESTA.

El pensamiento crítico es, en términos generales, esa combinación de lógica, razonamiento y análisis que nos permite reunir evidencia relevante, sopesar puntos de vista opuestos y llegar a una opinión o decisión informada. Es un tipo de pensamiento reflexivo que es importante no solo para navegar nuestra vida cotidiana sino también para cumplir nuestros roles como ciudadanos en una democracia. El pensamiento crítico siempre ha sido importante, pero en un mundo globalizado ahogado en un océano de información, podría decirse que nunca ha sido más esencial.

Y la mayoría de la gente parece reconocer esta importancia. Casi todos los encuestados de Reboot (más del 95 por ciento) estuvieron de acuerdo en que el pensamiento crítico es necesario en el mundo actual y es una habilidad importante para enseñar a los niños. De manera similar, el 87 por ciento dijo que considerar una visión opuesta es un ejercicio importante.

Sin embargo, al igual que con una dieta o una membresía en un gimnasio , es poner en práctica el principio donde la mayoría de nosotros nos quedamos cortos. Alrededor del 25 por ciento de los encuestados dijeron que rara vez buscan personas con puntos de vista diferentes a los suyos. Y además de la quinta parte de los padres que dicen que regularmente les piden a sus hijos que consideren una opinión opuesta, solo una cuarta parte afirma que regularmente los ayuda a evaluar la evidencia.

¿Por qué nos encontramos en un vacío de pensamiento tan crítico? La encuesta apunta a una serie de razones. Alrededor del 26 por ciento de los encuestados identificó un sistema educativo defectuoso, mientras que el 27 por ciento lo atribuyó a la tecnología moderna. «Estructuralmente, la forma en que recopilamos información hoy crea un desafío natural para el desarrollo de las habilidades de pensamiento crítico», dice Helen Lee Bouygues, presidenta de Reboot Foundation y autora del estudio, de los temas presentados por la tecnología de la información. «Eso es algo nuevo y diferente de las formas de medios anteriores». Bouygues señala un ejemplo de su propia vida que la inspiró a examinar el problema en primer lugar: cuando se dio cuenta de que su hija de siete años iba a ir a Wikipedia para investigar un periódico escolar a pesar de que tenía libros sobre ese mismo tema en el estante de su habitación.

Pero, ¿estamos siendo realistas, y estamos lo suficientemente críticos, sobre los desafíos del pensamiento crítico? Bouygues dice que uno de los puntos de vista opuestos que ella misma enfrenta regularmente es el hecho de que el pensamiento crítico es difícil. No es algo natural para los humanos. «Es realmente la naturaleza humana preferir el pensamiento selectivo», dice ella. «Nos sentimos más cómodos con quienes comparten nuestras propias opiniones».

Las habilidades de pensamiento crítico son clave para muchas cosas que a los niños de hoy se les pedirá que hagan como adultos. Permiten que las personas resuelvan problemas en el lugar de trabajo, razonen con sus seres queridos, analicen riesgos, sean escépticos sobre la información errónea e incluso fomenten la intimidad emocional con los socios permitiéndose ver las cosas desde otro punto de vista.

Entonces, ¿cómo superamos estos obstáculos inherentes para pensar críticamente y también practicamos lo que predicamos, incluso con nuestros hijos? El primer paso en ese viaje, según Bouygues, es simple: la conciencia. Y uno de los resultados alentadores del estudio es que muchas personas, por edad, género e ingresos, son conscientes del problema. La Fundación Reboot ya está trabajando arduamente con neurocientíficos cognitivos para ayudar a contribuir al próximo paso en ese viaje: brindar a las personas, especialmente a los padres y educadores, las herramientas que necesitan para perseguir el pensamiento crítico de manera más efectiva, incluido el intento de aprovechar la misma tecnología actualmente. desafiando nuestras habilidades de pensamiento crítico para ayudar a desarrollarlas en su lugar. Mira este espacio.

Fuente: https://www.ozy.com/acumen/are-you-teaching-your-children-to-think-critically-few-parents-do/91337

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La “nueva reforma” y derechos profesionales docentes.

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En menos de un mes, la Cámara de Diputados discutirá la iniciativa que busca reformar el artículo 3º constitucional. El presidente López Obrador caracterizó la presentación de dicha iniciativa como un compromiso cumplido con los maestros, pero ¿es ésta la respuesta a sus inquietudes? ¿Garantizará a los docentes sus derechos como profesionales del aprendizaje y agentes de cambio educativos?

Un gran acierto de la iniciativa es la propuesta de reconocer, desde la Constitución, el papel fundamental de los maestros como agentes sociales transformadores; un reconocimiento que ha tardado mucho en llegar, pero que es todavía insuficiente en el planteamiento actual.

Paraque la propuesta represente un avance, debe asegurar a cada docente la posibilidad de una trayectoria profesional que promueva su derecho a aprender (así como el de sus estudiantes).

Esto implica, desde la Constitución, garantizar sus derechos profesionales: perfiles claros y públicos, formación inicial y continua de acuerdo con su contexto y sus necesidades, y procesos de selección para el ingreso y promoción justos y equitativos.

La iniciativa sí establece el derecho de los docentes a acceder a un sistema permanente de actualización y formación continua. Sin embargo, la redacción sólo contempla el acceso a la formación, sin establecer la obligación del Estado de garantizar la pertinencia o relevancia de la misma.

Adicionalmente, la fracción III del artículo 3º vigente establece que el ingreso al servicio docente así como la promoción sólo se puede hacer por medio de concursos de oposición.

Alborrar dicha fracción, y no establecer un proceso alternativo, los docentes perderían certeza sobre cómo entrar a su profesión y promoverse dentro de ella.

Asimismo, de ser aprobada la iniciativa, se borraría al día siguiente de su publicación, la Ley General de Servicio Profesional Docente (LGSPD) que establece los perfiles docentes que deben guiar la formación inicial y continua, las características de los concursos de ingreso y promoción, el derecho de los docentes de nuevo ingreso al acompañamiento de un tutor, y el Servicio de Asistencia Técnica a las Escuelas (SATE).

Es cierto que no se han logrado implementar efectivamente estos elementos de apoyo a la vida profesional de todos los maestros, pero si se aprueba la iniciativa en su forma actual, los docentes perderían su derecho a exigir al Estado que cumpla con ellos.

Desaparecería la posibilidad de ir al tribunal y denunciar irregularidades en los procesos de promoción, de ampararse contra el uso discrecional de las plazas docentes, de demandar una formación o acompañamiento adecuado. Los legisladores se encuentran frente a una oportunidad de gran relevancia para el país. Esperamos que aseguren que cualquier reforma constitucional represente un avance para el ejercicio de los derechos profesionales de los docentes, y con ellos, de las niñas, niños y jóvenes en México.

Artículo publicado en El Heraldo de México.

Fuente: https://profelandia.com/la-nueva-reforma-y-derechos-profesionales-docentes/

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Nuestro derecho como país es aprender

Por: Pluma Invitada

Las palabras importan. Y cuando hablamos de las palabras consagradas en la Constitución, importan aún más. Son las palabras las que marcan el actuar de las autoridades y las que establecen la base mínima de lo que podemos esperar y exigir en el cumplimiento de nuestros derechos humanos.

Por eso, es imprescindible entender cada palabra de lo que ahora se propone en la iniciativa del presidente López Obrador en materia educativa.

Uno de los logros más importantes –aunque poco tratado en la conversación pública– de la reforma constitucional de 2013 fue reconocer explícitamente el derecho de cada niña, niño y joven (NNJ) al máximo logro de aprendizaje.

Con esta frase, por sencilla que parezca, el derecho a la educación en México dio un gran paso hacia delante. Hoy se entiende como el derecho a aprender y la obligación del Estado va más allá de facilitar el acceso a una escuela; el Estado debe garantizar el desarrollo de ambientes de aprendizaje eficaces, que cuenten con las condiciones básicas –maestros formados y acompañados, así como infraestructuramétodos y materiales y organización escolar adecuadas– para asegurar el desarrollo de cada estudiante.

La iniciativa enviada a la Cámara de Diputados que propone derogar esa frase de la Constitución presenta una visión tan limitada del derecho a la educación que implica un retroceso grave en el derecho a aprender.

El nuevo texto habla del interés supremo de las NNJ de la impartición de educación –no de aprender– y hace referencia a un nuevo Servicio de Carrera Profesional del Magisterio que debe favorecer –no garantizar– la equidad educativa, la excelencia de la educación y el desempeño académico de los educandos.

¿Qué pauta marca este fraseo para las autoridades? ¿Para las y los docentes? ¿Qué podemos exigir como ciudadanos, familias y NNJ?

La excelencia educativa es bastante general (con tendencia a ser excluyente) y desempeño académico implicaría que evaluáramos el cumplimiento de un derecho humano con base en calificaciones escolares. Si mi hija recibe un 10, pero no puede entender lo que lee, ¿se cumple su derecho?

Tal vez la evidencia más clara de la nueva visión sobre el derecho se encuentra en la propuesta para la Fracción IV: La educación universal y obligatoria implica el derecho de toda persona a acceder a la educación… El Estado promoverá la inclusión… y establecerá políticas enfocadas a evitar la deserción y fomentar su permanencia.

Es claro que el derecho a la educación no se cumple si dejamos a NNJ fuera de la escuela.

Pero años de escolaridad dejan de tener sentido si en ese tiempo no aprendemos, no desarrollamos lo que necesitamos y queremos para ser constructores activos del mundo a nuestro alrededor.

Nuestro derecho es a APRENDER y no debemos aceptar menos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/nuestro-derecho-como-pais-es-aprender/

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