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Angola: el suelo en el que las minas se han convertido en tomates y cebollas

Por: Patricia Peiró

Una investigadora española participa en un trabajo en terreno para entender cómo cambia la vida sin la amenaza de los explosivos. Afecta a las relaciones familiares, a los partos y a la cesta de la compra

Ángela Hoyos y sus compañeras se sientan junto a un reducido grupo de personas dispuesto a abrirse sobre algunas de las experiencias más dolorosas de su vida. Les van a pedir, poco a poco y con preguntas muy concretas, que echen la vista atrás y hacia adelante. Que cuenten cómo cambia tu realidad cuando vives bajo la amenaza de que un paso en falso pueda suponer el último. O cómo es empezar un nuevo capítulo cuando las minas que antes te rodeaban se transforman en cebollas y tomates.

La investigadora española trabaja en el Centro Internacional de Desminado Humanitario de Ginebra (GICHD). El equipo del que ella forma parte pasó varias semanas recorriendo Huambo y Kuando Kubango, dos regiones de Angola, un país que prácticamente no conoció otro estado que no fuera el de guerra desde 1961. Primero la independencia de Portugal (hasta 1975) y después un conflicto civil que finalizó en 2002 y que representa el enfrentamiento más largo de todo el continente. El objetivo era, explicado a grandes rasgos, estudiar cómo la acción contra las minas cambia la vida de las personas en el medio y largo plazo social y económicamente. En los últimos 20 años el porcentaje de población que vive en la pobreza ha pasado del 68 al 37%.

«Nos decían: ‘Esto es una segunda guerra para nosotros», explica Hoyos. Puede que se firmaran los tratados de paz, pero la presencia de explosivos persiste en muchas zonas del país. «Todas las partes utilizaron las minas, se usaban de acuerdo con diferentes tácticas y doctrinas militares, lo que condujo a una complejidad de dispositivos que no se han visto en muchos otros lugares. Se ubicaban en carreteras y puentes, para proteger infraestructura estratégica clave, para emboscar a las fuerzas enemigas, como elemento disuasorio o incluso para infundir terror a través de patrones aleatorios de colocación», detalla el estudio que elaboraron con la experiencia. en la que también participaron el King’s College London y el Stockholm International Peace Research Institute.

El objeto de este proyecto era ir más allá del mapeo de zonas seguras, querían saber en qué se traducía en el día a día de miles de personas. Nada mejor para eso que sentarse a hablar largas horas con vecinos de diferentes aldeas. La organización Halo Trust, que lleva años dedicada a la limpieza de explosivos en el país, había contactado previamente con ellos para pedirles su participación. «Este fue un paso muy necesario para que entendieran qué hacíamos allí y no les resultara raro que de repente nos presentáramos a hacerles preguntas», detalla Hoyos al teléfono. «Teníamos que ir de lo general a lo particular, y plantear las cosas de forma muy concreta, no podías sentarte allí y decir: ‘Bueno, contadme cómo os ha afectado la presencia de minas».

La estructura era casi siempre la misma. Primero exponían sus opiniones los sobas, o líderes comunitarios. Les acompañaban el resto de hombres. Ellos les contaban cómo la limpieza de explosivos había permitido que tuvieran acceso a electricidad o agua, que pudieran emprender en sectores en los que antes no habrían imaginado o cómo se restableció el servicio ferroviario. Horas después, lograban llegar a los testimonios de las mujeres. «Ellas hablaban de partos en mejores condiciones y en general de temas de salud a los que los hombres no habían prestado atención. También relataban cómo ahora los niños podían estudiar al menos hasta secundaria», resume Hoyos.

De 1975 a 2002, alrededor de un millón y medio de angoleños murieron. Otros cuatro millones fueron desplazados internos y más de medio millón buscó refugio en países vecinos. Halo Trust asegura que han desactivado más de 100.000 artefactos, pero que es imposible saber cuántos quedan aún en el terreno.

Efecto del estallido de una mina en una carretera en Angola, una imagen incluida en el estudio.
Efecto del estallido de una mina en una carretera en Angola, una imagen incluida en el estudio. GICHD

Durante todo ese tiempo, los locales construyeron todo un modo de vida condicionado por la posibilidad de poder morir por un mal paso. La investigación describe, por ejemplo, cómo los habitantes de Samaria, una aldea que vivió una de las batallas más sangrientas en 1987, idearon rutas que evitaban las áreas contaminadas. Todavía hoy se mantienen estas prácticas, porque siguen utilizando todoterrenos que ellos conocen como «taxis» para visitar a sus familiares en municipios cercados todavía cercados por las minas. «A veces, la población acumula residuos explosivos en sus casas pensando que van a sacar algún provecho y acaba habiendo problemas», señala la investigadora.

En el caso de Angola, la colocación de artefactos llegó incluso a los campos destinados a uso agrario, lo que afectó tremendamente a la calidad de la alimentación. Por estos campos fue por los que paseó la princesa Diana en 1997, y por los que años después caminó su hijo Enrique. Antes del desminado, la mayor parte de los cultivos se restringían a calabazas, patatas, yuca o nueces. Con la limpieza, los mercados y las casas empezaron a llenarse de arroz y, lo más importante, vegetales como cebollas, tomates o  frijoles. Volvieron a cazar y a practicar apicultura, con lo que ahora disponen de miel. «Tuvieron acceso a más semillas, y se agilizó el intercambio de frutas y verduras», comenta Hoyos. Sin embargo, la facilidad de comunicación con las ciudades también dio lugar a que la dieta se haya llenado de productos no siempre saludables como sal y azúcar.

Huambo, una de las regiones estudiadas, fue en su día un importante centro de comercio, muchas localidades dependían de estas comunicaciones. Hasta 2012 no vio reparado su servicio de trenes y poco a poco resurgió. Hoy el transporte ferroviario de la zona lleva a más de 2.300 pasajeros diarios y los suministros vuelven a llegar a muchos consumidores.

Muchos de los viajeros en estos vagones se dirigen hoy a ver a familiares y amigos. El corte de trenes y la inseguridad de los caminos hacía imposible visitar a alguien en otra localidad. Un distanciamiento social que ahora cuesta muy poco entender, pero que en ese momento no lo causó un virus, sino una guerra que parecía eterna.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/25/planeta_futuro/1590422802_998902.html

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Tres ‘detectives’, un virus y el paciente que contagió a todo un hospital

Por: Patricia Peiró

Un trío de científicos de Durban, en Sudáfrica, relata de un modo casi novelesco cómo interrogaron durante semanas a sanitarios, pacientes y familiares para rastrear cómo se extiende la covid-19

Durban, Sudáfrica, 9 de marzo. Un hombre acude a urgencias del hospital San Agustín. Tose, le duele la cabeza. Le ingresan y comparte estancia con una mujer que ha sufrido un infarto. Ese hombre acaba de llegar de Europa, la señora vive en una residencia de ancianos. Hacía solo cuatro días desde que el país había confirmado su primer positivo de covid-19 y faltaban dos para que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia. Menos de un mes después, el virus se había detectado en 13 personas dentro de ese hospital y matado a tres, una de ellas, la mujer del infarto. El teléfono del profesor Salim Abdool sonó. Era el departamento de salud nacional.

—Reúne a un equipo para investigar qué está pasando en el hospital San Agustín

El 4 de abril se presentaron en el edificio tres detectives de enfermedades. El profesor Salim Abdool había encargado la tarea a Richard Lessells, Yunus Moosa y Tulio de Oliveira.

Lo que encontraron en ese centro hospitalario fue pánico. «Todo el mundo quería debatirlo todo, era imposible hablar con una sola persona. Pasamos las primeras cuatro o cinco horas pidiéndoles que se calmaran», explica De Oliveira en una conversación de Skype. En esta llamada a tres bandas también participa Moosa: «Los trabajadores tenían ansiedad, los pacientes y sus familiares estaban histéricos y la dirección no sabía muy bien cómo lidiar con todo esto». Les atiborraron a preguntas: ¿había que llamar a pacientes que podrían haber estado expuestos?, ¿qué hacemos si dan positivo?, ¿debemos decirles que se queden en casa?, ¿podemos volver nosotros a nuestra casa?, ¿tenemos que clausurar las salas en las que ha habido casos sospechosos?.

Los tres especialistas en enfermedades infecciosas estaban a punto de realizar un ejercicio pocas veces visto con semejante nivel de precisión: la radiografía de expansión del virus dentro de los muros de un centro hospitalario. «Esto no se podría hacer en un país como España, donde ya hay muchos infectados, solo es una investigación factible cuando el contagio está en sus primeros pasos», detalla De Oliveira, quien recuerda que Sudáfrica estableció un confinamiento tremendamente estricto desde el principio. «No es una investigación que se pueda llevar a cabo si cada día entran 100 nuevos pacientes que saturan las instalaciones», recalca. Sudáfrica es hoy el país del continente con más positivos, casi 24.500 infectados.

Las primeras personas con las que hablaron fueron tres enfermeras. «Eran las que más sabían sobre el alcance de las infecciones», apunta Moosa. Se encerraron con ellas durante varias horas en un despacho en una zona segura del complejo. A partir de entonces fueron ellos los que realizaron las preguntas y cotejaron todo con los datos almacenados en las bases de datos del hospital. Turnos del personal, labores asignadas, síntomas, distribución de los empleados y los pacientes en las habitaciones…

Los profesores Lessells y Moosa a la entrada del hospital, fotografiados por Oliveira.
Los profesores Lessells y Moosa a la entrada del hospital, fotografiados por Oliveira.

Se trata del estudio más completo y específico hasta la fecha sobre cómo se desenvuelve este virus dentro de un hospital. El colectivo sanitario ha sido uno de los más afectados por los contagios en todo el mundo. Su relato se extiende a lo largo de 37 páginas que cuentan de un modo casi novelesco esos días en los que hablaron durante horas con decenas de trabajadores sanitarios, pacientes y familiares. Desmenuzan cómo analizaron los planos del hospital, los historiales médicos, y los resultados de las pruebas genéticas. Cómo llamaron por teléfono a personas que habían pasado por las instalaciones y les pidieron volver a hacerse pruebas si habían presentado síntomas de covid-19. Un examen tan minucioso que el lector casi puede visualizar al virus saltando de persona a persona.

Tres semanas con jornadas de trabajo de 14 horas dentro de San Agustín. «Hemos disfrutado muchísimo cada paso, sabíamos que si no hacíamos bien nuestro trabajo, no serviría para proteger los hospitales», señala De Oliveira. Sus conclusiones arrojan luz sobre uno de los grandes interrogantes en los que los científicos de todo el mundo se han centrado desde el inicio de la pandemia: ¿cómo consigue transmitirse?. «El virus no vuela por el aire. Esta investigación determina claramente que el principal foco de contagio son las manos de los sanitarios que van tratando a diferentes personas y el material que emplean. Si la superficie de una máquina no ha sido desinfectada, es altamente contagiosa», sentencia Moosa.

Hasta el 30 de abril, fecha hasta la que abarca la investigación, este hospital confirmó 119 casos, 80 de ellos de sanitarios. Otra de las conclusiones interesantes es que ninguno de los sanitarios adquirió el virus en la zona de enfermedades infecciosas, sino en otras áreas. Esto puede ser debido a que las medidas se relajan si se considera que hay menos riesgo.

«El virus no vuela por el aire. Esta investigación determina claramente que el principal foco de contagio son las manos de los sanitarios que van tratando a diferentes personas y el material que emplean»

Las lecciones de este proyecto ya se aplican en este centro y en otros en el país, sus autores llevan semanas impartiendo seminarios de formación. Y también se pueden aplicar a otros contextos y para futuras epidemias. «Crear salas específicas de pacientes de covid-19, extremar al límite la limpieza de los utensilios, no mover a un paciente con el virus por todas partes…», enumera Mossa.

Los propios científicos implicados financiaron este proyecto con fondos de su departamento de la Universidad de KwaZulu-Natal para garantizar que fuera completamente independiente. «No queríamos ninguna sombra de duda sobre ingerencias ni del gobierno ni de la red de hospitales privados», puntualiza De Oliveira.

Este equipo ya contaba con experiencia previa en rastrear infecciones en centros hospitalarios, por eso fueron los elegidos. Hace 15 años estuvieron involucrados en el análisis de un caso de transmisión de VIH y hepatitis C a 400 niños en uno en Libia. También investigó cómo se había infectado un bebé de VIH cuya madre no lo tenía. Gracias a su rastreo averiguaron que lo había adquirido porque la tía, que sí era positiva, le había amamantado.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/27/planeta_futuro/1590576696_743324.html

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La lucha contra el mito de “la sangre que transmite maldad”

Por: Patricia Peiró

La OMS lanza una nueva estrategia para fomentar transfusiones seguras allí donde aún no son posibles. Los retos son técnicos y políticos, pero también culturales

Aunque pueda parecer que hay gente que lleva la maldad en la sangre, de momento la ciencia no ha conseguido demostrarlo. Pero en muchas culturas, especialmente los animistas africanos, sí piensan que la mezquindad puede pasar de un cuerpo a otro a través de las transfusiones. La lucha contra los mitos sobre este fluido vital se libra todavía hoy en muchas comunidades. La OMS acaba de lanzar una nueva estrategia para fomentar bancos de sangre estables y transfusiones seguras en todo el mundo.

“La batalla contra las creencias ancestrales es uno de los principales escollos en lo que se refiere a la sangre”, afirma la técnica de laboratorio de Médicos sin Fronteras Marina Berti. Esta profesional ha trabajado en varios países africanos y también en Afganistán. Berti ha vivido muchas situaciones en la que los bulos son un verdadero problema. La de la maldad que viaja en la sangre es una de ellas. “Un modo de salvar esta barrera es pedir a algún familiar que sea el donante, así se fían”, explica por teléfono. Los datos indican que el 40% de las transfusiones en el continente se realizan entre parientes.

También existe el miedo a que les transmitan una enfermedad contagiosa. «En cuanto hay un mínimo fallo o un paciente desarrolla una simple urticaria como reacción a la transfusión la desconfianza es enorme», indica Berti. Numerosos estudios apuntan que «por muchas campañas que se hagan, si no se tienen en cuenta las creencias de los ciudadanos, no servirán para nada». Otros de los rumores habituales en algunas comunidades es que van a traficar con la sangre, que cuando la extraen están llevándose la juventud, o que van a utilizarla para llevar a cabo rituales.

Las barreras culturales son una parte del problema. La otras son las limitaciones técnicas y la falta de planes nacionales de sangre. “La OMS evalúa la situación constantemente y somos conscientes de que en los países de ingresos medios y bajos esto sigue representando un desafío”, puntualiza en un mail François-Xavier Lery, experto de la institución. De las 118 millones de donaciones que se registran globalmente al año, el 42% se concentran en los países ricos, donde vive solo el 16% de la población mundial. África es en continente que menos sangre extrae en todo el mundo.

En realidad la OMS no tiene poder de actuación directo en los países, pero sí puede prestar apoyo técnico y asesoramiento cuando un Gobierno lo solicita y eso es lo que pretenden reforzar con esta guía. La estrategia presentada esta semana representa una llamada de atención a los que sí tienen la responsabilidad de mejorar la situación. “Sigue habiendo problemas en la financiación, en la forma de abordarlo de los Gobiernos y en la regulación”, sentencia Lery. Según datos de la institución, solo el 45% de los países en desarrollo tiene una política nacional relacionada con la sangre.

Algunos expertos cuestionan la centralización de la gestión y recomiendan que los hospitales puedan tener cierta autonomía. Esto sugiere por ejemplo el cirujano Jared R. Gallaher, que estudió el sistema en Malawi: «Con la centralización, las redes de distribución eficientes son clave. Y es algo que todavía no existe en la mayoría de los países en desarrollo. Por ejemplo, la sangre donada en Lilongwe (la capital de Malawi), se envía a Blantyre (a 360 kilómetros de distancia) para su análisis antes de ser transportada de regreso a Lilongwe para su uso». El experto señala que en un caso de emergencia este sistema es insostenible.

Como alternativa a las deficientes comunicaciones, países como Ruanda o Ghana han puesto en marcha un sistema de reparto en drones. Pero falta por ver si este mecanismo es suficiente.

Donaciones en plena masacre

15 de enero de 2019. La milicia somalí Al Shabab ataca un hotel en Nairobi. Se necesita sangre urgentemente. La tecnología fue la aliada en esa ocasión. “El hospital de referencia activó su protocolo, se contactó por SMS a 3.625 posibles donantes de una base de datos de 10.009. Aparecieron 1.450 de ellos y otros 684 que vieron en las noticias que hacía falta sangre”, resume la doctora Elisabeth Wala, de la Fundación Africana para la Medicina y la Investigación (AMREF por sus siglas en inglés, premio Princesa de Asturias 2018). Esta organización trabaja en 30 países africanos. Sin embargo, explica la especialista, no siempre se produce un resultado tan positivo. “En Kenia nos faltan 400.000 unidades de sangre cada año”, señala la doctora.

Otro de los problemas: la falta de voluntad política. «El país africano creó en 2001 un servicio nacional de transfusión, pero hasta la fecha no ha llegado a desarrollarse», explica Wala. Una ley que está ahora tramitándose en el parlamento promete articular este servicio. Amref ha participado en su redacción.

De nada sirven las leyes, mientras no se reduzca la desigualdad. Para conservar correctamente la sangre es necesaria que esta se mantenga a un máximo de seis grados. 600 millones de personas en el continente africano no tienen acceso a electricidad. Si unimos un dato con otro, la existencia de bancos de sangre estables es todavía una quimera en muchas regiones, especialmente las rurales. De hecho, la estimación es que en 2040, el 90% de habitantes que no tienen suministro se concentren en esta región, según el último informe de la Agencia Internacional de la Energía.

“Una de las prácticas más comunes es transfundir la sangre que acabamos de sacar, porque no es posible almacenarla”, apunta Berti. En los países desarrollados la tasa de donaciones asciende a 33 por cada mil personas. En los países más pobres del mundo, el dato es de 4,4 por cada millar de habitantes.

Se ha comprobado que pagar por la sangre tampoco es una solución. 58 países del mundo obtienen más de la mitad de sus suministros de sangre de un familiar directo o de donantes a los que se les paga. La OMS desaconseja esta práctica. “En Sierra Leona un hombre se desmayó en el hospital. Cuando se despertó me confesó que había mentido en el examen previo, que había donado muchas veces en los últimos días para cobrar, que casi se dedicaba a eso como profesión”, cuenta Berti.

UN SISTEMA «REVOLUCIONARIO»

La primera dama de Kenia, Margaret Kenyatta, observa cómo funciona Hematofuse, en un hospital a finales de enero. AMREF

La doctora Elisabeth Wala, de Amref, tiene una total confianza en que Hemafuse será el dispositivo que revolucione en acceso a la sangre en África. «Se trata de un dispositivo quirúrgico de autotransfusión. Está diseñado para salvar y reciclar sangre completa de casos de hemorragia interna. El dispositivo se puede usar tanto en emergencias como en procedimientos programados para recuperar fluído de dentro de un paciente, en una bolsa donde está inmediatamente disponible para volver a transfundirla a esa misma persona», explica. La primera dama de Kenia, Margaret Kenyatta, ha mostrado recientemente su apoyo a este mecanismo.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/02/27/planeta_futuro/1582825964_043907.html

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¿Quién cuida a las madres que más ven morir a sus hijos?

Por: Patricia Peiró

Una investigación calcula por primera vez cuántas mujeres subsaharianas han perdido al menos a un descendiente: entre el 25 y el 50%. Las expertas recalcan que el duelo es un problema de salud pública

La socióloga Jenny Trinitapoli realiza desde 2009 en Malawi una investigación de campo gracias a las judías blancas. A través de ellas, consigue que la comunidad local se exprese sobre temas que para ellos son tabú. Trinitapoli les interroga sobre la posibilidad que ellos creen que existe de que ocurran determinadas cosas: que enfermen de malaria, que puedan ahorrar ese mes o que en su vecindario muera un niño. 10 judías es sí rotundo, y ninguna es que les parece imposible. En 2010 preguntaron a 1.500 mujeres: «¿Cuántas probabilidades hay de que un bebé que ha nacido en tu comunidad este mes fallezca antes de cumplir un año?». De media, introdujeron dos alubias.

«Su previsión es superior a la tasa real de mortalidad infantil en Malawi en estos momentos que es de 60 fallecimientos por cada mil nacimientos. Las percepciones de las madres provienen de sus propias experiencias y de lo que observan a su alrededor, no de las estadísticas oficiales«, explica la socióloga de la Universidad de Chicago. Por eso, junto con su compañera Emily Smith-Greenaway, de la Universidad de California, decidió darle la vuelta a los números y diseñar un nuevo indicador: qué porcentaje de madres de las que viven ahora mismo en África subsahariana han perdido a un niño. El resultado es escalofriante. Entre una cuarta parte y la mitad de las progenitoras han sufrido la muerte de al menos un hijo. «Queríamos mostrar que estas tasas de mortalidad condicionan la forma de afrontar la maternidad de las mujeres», afirma Smith-Greenaway.

Con estos datos en las manos, las autoras aseguran que el duelo debe abordarse desde un punto de vista educativo y de salud. También indican que el número de madres que han vivido esta experiencia es un indicador más de desigualdad. Las expertas señalan que el fallecimiento de un hijo en un país rico tiene un trato totalmente diferente que si se produce en un contexto pobre, ya que hay numerosos estudios sobre cómo abordar la situación en un caso, pero muy poca información sobre cómo lo viven las madres africanas. «El duelo debe priorizarse y abordarse desde la edad escolar, además de formar parte de la agenda política como una verdadera amenaza para la salud pública en el continente», señalan.

Willibald Zeck, consultor jefe de Salud para Unicef, está de acuerdo en que el trauma de las madres normalmente es ignorado. «En muchos países de bajos y medios ingresos, las muertes fetales son muy comunes. Muchas mujeres en esos países experimentan varias a lo largo de su vida, pero no hablarán de ello. Estos casos no aparecen en ningún registro ya que muchos suceden en el hogar», apunta.

Las estadísticas oficiales de mortalidad infantil normalmente suelen dividirse en tres categorías diferentes: los bebés que no han llegado al año, los que alcanzan los cinco, y a partir de esta edad. Estas investigadoras han cruzado todos estos recuentos para obtener el dato de las madres que han experimentado la muerte de un hijo de cualquier edad. Las científicas se han centrado en 20 países de África subsahariana. Han utilizado encuestas demográficas y de salud entre 1986 y 2017 para una muestra de 747.984 progenitoras. La dificultad de conseguir datos precisos a lo largo de toda la serie y la enorme diferencia de condiciones que hay de una región a otra hace que sea imposible aportar un arco más preciso. «Sería muy difícil traducir los porcentajes a número absolutos», advierte Smith-Greenaway, «pero si tenemos en cuenta que la amplia mayoría de las africanas tiene descendencia, se podría afirmar que hablamos literalmente de millones de mujeres».

Han estudiado a las madres dependiendo de su edad, para poder analizar la evolución. El porcentaje de mortalidad infantil experimentado por las mayores, el grupo de 45 a 49 años, es mucho más elevado que entre las jóvenes. En esta franja de edad, más del 50% han visto fallecer a alguno de sus hijos. En los 90, cuando los niveles de mortalidad infantil eran todavía más altos, este porcentaje se elevaba hasta el 75% en países como Mali, Níger o Burkina Faso.

¿Por qué es tan importante el tema de la percepción de las madres? «Según el registro histórico, sabemos que las tasas de fecundidad comienzan a disminuir poco después de que la reducción de la mortalidad infantil se hace evidente para la población», explica Trinitapoli. Por eso, mientras las madres sigan viviendo esta experiencia en sus comunidades, es probable que las tasas de natalidad sigan siendo altas. Las previsiones demográficas indican que África duplicará su población y llegará a los 2.400 millones en 2050.

Con este nuevo punto de vista, las autoras del estudio publicado en la revista especializada PNAS esperan también que las medidas para garantizar la supervivencia se extiendan más allá de la primera infancia. Los adolescentes han sido tradicionalmente los grandes olvidados de las estrategias globales sociales y de salud. «Para nuestro trabajo nos basamos en dos afirmaciones sobre las que no hay duda: todo padre quiere que su hijo sobreviva y hasta ahora no disponíamos de un indicador que muestre la desigualdad cuando hablamos de la pérdida de hijos», explica Smith-Greenaway.

El descenso de decesos de menores de cinco años ha sido uno de los grandes logros de la humanidad. Según datos de la OMS, desde 1990, la mortalidad ha disminuido en un 56%. Sin embargo, alrededor de cinco millones de pequeños siguen muriendo antes de llegar al lustro en el mundo y si naces en África Subsahariana las posibilidades de que esto suceda son 15 veces más que en otra parte del mundo. Willibald Zeck, de Unicef, recuerda un dato aterrador: «Cada 11 segundos muere una mujer o un recién nacido en el mundo».

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/02/09/planeta_futuro/1581285615_423707.html

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España lidera el mayor proyecto europeo de la historia contra la tuberculosis

Por: Patricia Peiró

30 organizaciones se unen en un consorcio científico internacional con la coordinación de la universidad Carlos III de Madrid. El proyecto tiene un presupuesto de 200 millones de euros

La tuberculosis es un asesino silencioso que viaja por el aire y que cada año penetra en más de 10 millones de personas. De ellas 1,5 millones mueren. Es la enfermedad infecciosa que más vidas se cobra. La bacteria que la provoca ha aprendido a burlar a los fármacos y ha desarrollado en muchas ocasiones variables superresistentes a ellos. Europa ha decidido dejar de ignorar esta realidad y hoy lanza el proyecto ERA4TB (European Regimen Accelerator for Tuberculosis). 200 millones de euros, 30 socios y 13 países con el objetivo de «transformar radicalmente la forma en la que se desarrolla el tratamiento para la tuberculosis». Las tres patas de esta iniciativa son la Universidad Carlos III de Madrid, la farmacéutica GlaxoSmithKline y el Instituto Pasteur.

La novedad de esta iniciativa consiste precisamente en acortar los tiempos necesarios actualmente para diseñar nuevos tratamientos. Para ello, los diferentes grupos de trabajo testarán simultáneamente una docena de moléculas potencialmente efectivas contra la tuberculosis. La meta es conseguir llevar a ensayos clínicos al menos seis nuevos antibióticos y dos combinaciones de estos que sean tratamientos seguros y eficaces contra cualquier forma de esta enfermedad.

«Si este proyecto sale bien, en cuatro años vamos a tener resultados. Hasta ahora seguimos utilizando fármacos que tienen entre 40 y 70 años de antigüedad», explica Juan José Vaquero, coordinador del proyecto y miembro del departamento de Bioingeniería e Ingeniería Aeroespacial de la Universidad Carlos III. El tratamiento estándar de la tuberculosis consiste en la administración combinada de tres o cuatro antibióticos, todos ellos desarrollados hace más de 60 años. La duración mínima es de seis meses, aunque si la infección es del tipo resistente, puede alargarse hasta los dos años. «Es algo único que España vaya a liderar algo así en este campo, nunca se había visto», asegura. El dinero sale del Programa Marco de Investigación e Innovación de la Unión Europea y de la industria farmacéutica.

Vaquero apunta que el nacimiento de este consorcio científico lleva años gestándose y responde a la necesidad de que Europa tenga un papel relevante y aúne esfuerzos en la búsqueda de soluciones con Estados Unidos, hasta ahora el gran inversor. «En España hay una serie de grupos de investigación prestigiosos. Aquí en Madrid, se encuentran el Servicio de Salud Madrileño, que tiene una gran experiencia en experimentos en fase 1; una multinacional como Glaxo cuya sede de estudio de esta enfermedad está aquí y por último la Carlos III que tiene un camino recorrido en ingenieria bioquímica», detalla.

Los tentáculos de este macroproyecto no se quedan en la capital. La Universidad de Zaragoza acogerá una instalación nunca antes vista en una institución pública en la Unión Europea. Se trata de un entorno de seguridad biológica de nivel 3, diseñado específicamente para estudiar enfermedades graves para el ser humano. Es un laboratorio que reúne unas condiciones especiales: deben estar separados del resto, requiere que los científicos lleven prendas protectoras especiales, tiene unas condiciones de presión características, cuentan con doble puerta y una sala intermedia. Solo existe un tipo de instalaciones con un nivel mayor de protección que la que acogerá Zaragoza. Un grupo de trabajo de esta universidad ya presentó este verano los alentadores resultados de una posible vacuna contra esta dolencia, la primera en cien años.

¿Por qué ahora? «Siempre se ha considerado que es una enfermedad de países en desarrollo, pero ya todos somos conscientes de que si aparece resistencia antibacteriana pasa a ser un problema global. Tradicionalmente ha sido la gran olvidada porque la inversión en su investigación no tiene retorno. En la mayoría de las ocasiones, quien necesita los medicamentos no tiene dinero para pagarlos. Si no es por el esfuerzo de gobiernos, instituciones y algunas empresas no se podrían desarrollar nuevos fármacos», apunta Vaquero. El consorcio todavía no ha dado detalles de cómo se comercializarán los fármacos resultantes de esta iniciativa.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/01/28/planeta_futuro/1580247231_991237.html

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Las asignaturas que quedan para septiembre una y otra vez

Por: Patricia Peiró

De Venezuela a Mali, pasando por Congo y Myanmar. Cada año hay reválida de asuntos que se refieren a la infancia y que parecen imposibles de superar

Septiembre. Nuevo curso escolar, pero algunas de las asignaturas son viejas conocidas. Se repiten una y otra vez. Violencia en las escuelas, niños desplazados, menores afectados por epidemias, falta de acceso a la educación… Hace un año, Save the Children alertaba de que 1.200 millones de niños y niñas aún viven amenazados por violencia, malnutrición, escaso acceso a educación y salud. ¿Seguimos igual? Estas son algunas de las cuentas pendientes de la infancia.

Venezuela: en busca de la ayuda humanitaria

El deterioro de las condiciones de vida en Venezuela afecta especialmente a los más pequeños. La falta de atención médica y el acceso a agua potable y educación son los principales problemas a los que se enfrentan en este país. Según datos de Unicef, alrededor de 3,2 millones de niños y niñas necesitan algún tipo de asistencia en el país. La organización hacía un llamamiento a finales de agosto para pedir fondos para proporcionar bienes de primera necesidad a 900.000 menores de edad. Por no hablar de los miles de ellos que cada día emigran del país junto a sus familias de manera forzosa. Aldeas infantiles denuncia que en el camino muchas se ven obligadas a entregar a sus pequeños a grupos paramilitares en la frontera con Colombia.

Acabar con la violencia en las escuelas

La mitad de los estudiantes de 13 a 15 años en todo el mundo, alrededor de 150 millones, aseguran haber experimentado violencia por parte de sus compañeros en la escuela y sus alrededores, según estudios de Unicef, que alerta de que esta situación no entiende de países ricos y pobres. Cada entorno tiene sus peculiaridades, pero el bullying es universal. En Centroamérica la violencia en el colegio puede llegar a ser extrema. Es en el centro escolar o sus alrededores, donde las pandillas y el crimen organizado, no solo ejercen un control territorial, sino que también son responsables. por muertes violentas, extorsiones, restricciones de movimiento y amenazas. Aquí se puede leer, por ejemplo, la historia de cómo una mara reclutó a Almudena.

Los rohingya quieren estudiar

El exilio del pueblo rohingya de Myanmar dura ya dos años. Este pueblo se vio obligado a huir del país que no les reconocía por miedo a represalias y tuvieron que instalarse de forma irregular en el vecino Bangladés. Dos años ya sin escolarizar son mucho tiempo. Varias agencias tratan de dar educación a los menores en el campamento de Cox’s Bazar, uno de los mayores del mundo. Hasta junio de 2019, Unicef calculaba que 192.000 niños iban a las escuelas temporales, pero 25.000 quedaban fuera de cualquier programa educativo. Esta es la visión de esta situación del fotógrafo Jon Warren (se puede pinchar en la foto para ver la fotogalería).

Un grupo de niños rohingya, en clase.ver fotogalería
Un grupo de niños rohingya, en clase. JOHN WARREN

Bajo la amenaza del ébola

Se han contabilizado 850 niños enfermos de ébola en el norte de la República Democrática del Congo, de los que 600 ya han perdido la vida en un año. Pero no solo eso, Unicef señalaba hace tan solo unos días que la cifra de huérfanos o sin alguien que se haga cargo de ellos se ha multiplicado desde abril: 1380 han perdido a sus padres y 2469 están solos mientras sus progenitores están en el hospital. Según las últimas noticias, los muertos por ébola en Congo superan los 2.000 y la enfermedad vuelve a entrar en Uganda.

Mali: asesinatos y mutilaciones

La escalada de violencia en Mali ha golpeado de forma extrema a los niños. Tanto, que varias organizaciones han dado la voz de alarma sobre los asesinatos y mutilaciones de menores. Según la información recabada por Naciones Unidas, más de 150 niños fueron asesinados en la primera mitad de 2019 y 75 resultaron heridos durante ataques violentos. Además, continúa el reclutamiento de niños. Allí se viven cada día historias como la de los mellizos Alassane y Hadidjatou. Su padre presenció la decapitación de su hermano en la puerta de la vivienda familiar. A raíz de este suceso toda la familia se trasladó a Bamako, donde los hermanos acabaron estudiando confección. Su padre, traumatizado, no ha vuelto a trabajar.

Ibrahim y Aliou, dos menores utilizados en Mali con fines militares.ver fotogalería
Ibrahim y Aliou, dos menores utilizados en Mali con fines militares. LOLA HIERRO

Qué hacer con los centros de menores

Un cortometraje estrenado a finales de agosto muestra la vida de los niños que permanecen en la Sección B, un área destinada a menores de edad no acompañados en el Centro de Recepción e Identificación de Moria, situado en la isla griega de Lesbos. El limbo legal en el que quedan estos niños y adolescentes una vez que pisan suelo europeo continúa siendo un problema al que los Gobiernos no dan solución. Solo en Grecia, el número de menores refugiados y migrantes no acompañados supera los 1.100, el mayor número desde principios de 2016, según datos de Unicef.

Los colegios no son fortines

Las escuelas suelen ser lugares apetecibles para las milicias e incluso los ejércitos regulares en muchas zonas del mundo. Otros grupos armados tienen a los colegios como objetivo a batir porque están en contra de educar en lo que ellos consideran valores occidentales a los pequeños (especialmente las niñas). Unicef publicó a mediados de agosto un informe en el que calculaba que casi dos millones de alumnos han sido expulsados de sus pupitres desde 2017 hasta ahora en ocho países de África por culpa de la violencia. 89 países se suman ya a una iniciativa internacional para la defensa de la educación en los conflictos, pero esto no quiere decir obligatoriamente que se esté cumpliendo.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/08/30/planeta_futuro/1567178249_787529.html

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La prueba de que la educación depende de dónde nazcas

Por: Patricia Peiró

El mayor análisis hasta la fecha sobre distribución y acceso a la escuela infantil en Argentina refleja la desigualdad por nivel económico y provincia

El acceso a la educación básica sigue dependiendo, en 2019, de la familia, la provincia y el Gobierno bajo el que hayas nacido. Lo han demostrado esta vez en Argentina investigadores de Unicef y el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC). El diagnóstico, probablemente el más amplio elaborado en este extensísimo país en el que viven 44 millones de personas, forma parte de un ambicioso mapa de la educación inicial en Argentina, una iniciativa que se ha desarrollado entre 2017 y 2019 y que pretende poner el foco en la igualdad en el acceso a este derecho.

Como muestra, un dato que hace evidente esta inequidad: el 53% de los niños de dos años nacidos en las familias más ricas acuden a la escuela, un porcentaje que se reduce al 4% si pertenecen a las más pobres. «En la franja de cuatro y cinco se ha avanzado mucho, pero las brechas siguen existiendo. Hay mucha evidecia que incide en la necesidad de continuar con esta agenda, que haya oferta para todos. Los primeros años de vida resultan claves para detectar y anticipar problemáticas, acompañar a los padres si es necesario», detalla Cora Steinberg, especialista en Educación de Unicef en el país latinoamericano.

La educación inicial en Argentina ha logrado ya algunas metas. Por ejemplo, la escolarización a los cinco años, obligatoria desde 1993, se encuentra prácticamente universalizada en todo el país. La cobertura de los alumnos de cuatro años ha pasado del 73% al 85% y la de los tres, del 36% al 41%, entre 2010 y 2016. «El desafío es que continúe la expansión, pero que se dé con equidad. Hay que repensar la oferta e incluso en algunos contextos pensar en implantar la jornada escolar ampliada, por ejemplo», recalca Steinberg. Los contextos a los que se refiere son precisamente aquellos en los que los progenitores no pueden hacerse cargo del niño por la tarde. «Muchas veces los dos adultos están fuera de la casa trabajando y los chiquitos se quedan a cargo de otro familiar, a veces adolescente, que a su vez también ve cortada su capacidad de estudiar», explica la experta.

Argentina es un un Estado federal, por eso el acceso de los niños a la escuela antes o después también está estrechamente relacionado con las políticas de cada uno de los Gobiernos provinciales. A veces incluso los Ayuntamientos tienen un papel importante en la educación infantil. Otro ejemplo de cómo una vida puede quedar marcada solo por el hecho de llegar al mundo en un sitio o en otro. En la provincia de Buenos Aires, la cobertura escolar de los niños de tres años alcanza el 59%, mientras que en otras jurisdicciones apenas supera el 10%. «En los grandes centros urbanos hay mas prevalencia de la oferta completa mientras que en el interior de las provincias la probabilidad de enseñanza de cero a tres es mucho menor. Hay zonas, especialmente las rurales, que siguen representando un desafío», resalta la especialista de Unicef.

«La articulación entre las propuestas estatales y cómo estas se ejecutan a nivel provincial supone todo un reto», apunta Alejandra Cardini, Directora del Programa de Educación de CIPPEC. El Estado como tal solo regula la franja obligatoria (cuatro y cinco años) pero en los años precedentes hay mucha disparidad. De hecho, las escuelas públicas conviven con los llamados jardines de infancia, algunos sin reconocimiento oficial, nivel inicial, sin embargo, convive con otras instituciones para la primera infancia, que dependen de distintos actores (Estado, sector privado y asociaciones de la sociedad civil) y distintos niveles de gobierno. «Hay que avanzar como lo hicieron otros países en normativa y currículum en los primeros años de vida», subraya Cardini.

Otro de los aspectos que analiza este informe es la formación de los docentes y resto del personal de las escuelas, de quien hay muy pocos datos. «Hay poca información de quién está delante de los chicos. Sería clave a partir de este estudio avanzar en la formación inicial y también en la continua, es decir, la que siguen recibiendo una vez que la tienen el título para enseñar. También hay que prestar atención al equipo no docente, a la figura del cuidador, por ejemplo», señala Cardini.

En octubre se celebran elecciones en Argentina y las expertas apuntan que es una nueva oportunidad para seguir avanzando en esta agenda. Por su parte, todas las conclusiones y recopilación de datos de esta investigación están disponibles de forma pública.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/08/09/planeta_futuro/1565351657_027669.html

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