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Transformación de conflictos en perspectiva de complejidad

18 de enero de 2017 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Abordar un conflicto en la perspectiva de complejidad implica en primer lugar reconocer el sistema en cuestión. Esto significa identificar claramente sus elementos, estructuras y límites. No obstante, se reconoce que esto no siempre es sencillo porque con frecuencia hay diferentes subsistemas al interior que se interrelacionan, se traslapan o van paralelos, que convergen o divergen según la dinámica del sistema mayor o producto de sus propios procesos internos.

Es importante reconocer esta complejidad para poder identificar el peso específico de cada elemento o proceso y así reconocer cuáles son los factores claves, estratégicos, catalizadores que hay que prestar atención. Una perspectiva holística no significa completud sino el reconocimiento de los factores que están haciendo las veces de atractores y generan comportamientos significativos a tomar en cuenta en la transformación de conflictos.

Ahora bien, haciendo abstracción y reconociendo el sistema principal del conflicto más evidente, tenemos que reconocer que un sistema siempre se inscribe en otro sistema tanto en una dirección microfísica como en una dirección macrofísica. Desde una perspectiva de intervención para la transformación del conflicto, significa entonces que tenemos que reconocer cuáles son los límites reales con los cuales podemos actuar precisamente para que podamos ver resultados concretos de la transformación en espacios y tiempos razonables.

Abordar el conflicto desde una perspectiva de conflictividad significa tener una mirada de previsión, gestión y acompañamiento; una perspectiva que integra inteligentemente el corto, mediano y largo plazo; un compromiso con la justicia, la equidad y la sostenibilidad. Por ello se entiende que la perspectiva de transformación de conflictos comprende las dimensiones personales, relacionales, culturales y estructurales. No se trata de soluciones coyunturales con déficits de sostenibilidad.

Si tomamos en cuenta que las personas somos complejas, el cerebro es complejo, la sociedad es compleja, el grupo es complejo, el lenguaje es complejo, entonces tenemos que reconocer que en una situación de conflicto siempre estamos en una complejidad de complejidades. Por tanto no podemos atender los conflictos únicamente desde perspectivas disciplinarias, lineares, reduccionistas, y deterministas. Abrir el pensamiento para enfrentar la complejidad significa reconocer que estamos frente a numerosos elementos (o agentes) que no solo son diversos sino que se interrelacionan, son interdependientes, que pueden adaptarse o evolucionar y que pueden generar comportamientos emergentes que no podrían ser explicados solo a partir de la comprensión del comportamiento de cada uno de los elementos.

En un conflicto las preguntas básicas son: ¿Quiénes están en conflicto?, ¿Sobre qué están en conflicto?, y ¿Cómo afrontan el conflicto? Todos estos elementos son importantes pero tiene un papel preponderante la persona humana en toda su integralidad. Estas personas tienen posiciones, intereses y necesidades; tienen percepciones, emociones y desarrollan acciones; tienen historias y se ubican en contextos determinados. Todo este complejo de situaciones nos lleva a reconocer la importancia de entender la dinámica de la comunicación, el lenguaje y las actitudes en el marco de la diversidad que se da aún entre los propios actores. Por ello es importante entender la sociodiversidad y la diversidad interno de cada grupo, género o edad.

En el reconocimiento que la complejidad significa reconocer las múltiples expresiones de la diversidad, entonces es importante abrir todas las posibilidades. En este sentido se busca que los actores en pugna no se queden únicamente con pensamientos dicotómicos o binarios que reduzcan la realidad a pocas opciones. Por el contrario se busca que los actores tengan apertura a nuevas formas de pensar, sentir y expresarse; que desarrollen perspectivas de integración y síntesis que les ayuden a capitalizar los conocimientos, experiencias y energías que trae cada grupo. Asimismo, se busca que los actores flexibilicen el abordaje de las causas y efectos, en el entendimiento que estos son muy cambiantes, depende del ángulo con lo miren, del patrón de referencia, del sistemas de creencias, y que no siempre siguen direcciones aparentemente secuenciales. En la práctica, se producen fracturas, quiebres, irrupciones, discontinuidades.

Se busca también que los actores enfrentados no se queden en los promedios, en las regularidades, en las generalizaciones, en el discurso dominante o incluso en el pensamiento inmediato. Se busca que los actores sean capaces de reconocer aquellos aspectos que normalmente no han querido mirar, escuchar o sentir. Se les invita a que tengan la capacidad de aceptar y acoger afectivamente las disonancias, las perturbaciones, los elementos raros, imprevistos.

Esta apertura a lo inesperado a lo irregular o disonante busca que cada expresión del sistema sea adecuadamente valorado. En ese sentido se valora y se recibe amorosamente cada expresión, incluso cuando pueda ser un elemento perturbador. Existen razones y motivaciones por qué existe una emoción, una expresión, una actitud determinada. Es lo contrario a desconocer, subestimar, minimizar, reducir o incluso a obviarlo. Justamente ahí está la diferencia de perspectivas simplificadoras y dominantes.

En esta perspectiva de complejidad se busca la integración de enfoques de gestión de conflictos, gestión pública efectiva, y gestión de seguridad humana. El tema central de la seguridad humana es la reducción del riesgo colectivo (y compartido), por medio de análisis, decisiones, prevención y acciones que disminuyan, más allá de sus expresiones sintomáticas, las causas y circunstancias de la inseguridad (Rojas y Goucha, 2002).

Se busca además que se entienda los conflictos en términos de la gestión territorial para no caer en procesos transaccionales únicamente entre los actores directos que están en los conflictos. Lo que se haga o se deje de hacer termina afectando (aunque a veces favoreciendo) a otros actores y procesos que están en el territorio. Pero también porque la perspectiva no es únicamente tener capacidad de enfrentar los conflictos sino también avanzar hacia una cultura de paz. Como afirman Muñoz y Molina (2010) la Cultura de Paz es una respuesta que busca mayor grado de organización, de equilibrio y armonía en el conjunto de la especie y con su medio, ya que una y otro se retroalimentan. Por tanto, como afirman los autores, podríamos afirmar que la paz significa alcanzar el máximo de equilibrio interno y, en esa medida, el menor grado de entropía, de desorden de la energía, de los recursos (Ibíd.).

Transformar los conflictos por lo tanto significa pasar de los triunfos coyunturales, muchos de ellos pírricos, a triunfos de la cultura democrática y cultura de paz. Es anteponer los Objetivos de Desarrollo Sostenible a los objetivos personales o de grupo. Avanzar hacia una sociedad que aprenda no solo a procesar sus diferencias sino por un compromiso por sociedades sustentables.


Bibliografía citada:

Muñoz, Francisco y Molina, Beatriz. 2010. Una Cultura de Paz compleja y conflictiva. La búsqueda de equilibrios dinámicos. En: Revista Paz y Conflictos. Instituto de la paz y los conflictos. 3:44-61

Rojas Aravena, Francisco; Goucha, Moufida, eds. 2002. Seguridad humana, prevención de conflictos y paz en América Latina y el Caribe. FLACSO-Chile; UNESCO Santiago, Chile, 414 p.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-transformacion-de-conflictos-en-perspectiva-de-complejidad/

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Gestión forestal desde una perspectiva humanista

11 de enero de 2017 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Porque amo a los bosques pienso en las personas: Apuntes para la gestión forestal desde una perspectiva humanista.

Reiteradamente he señalado que gestionar bosques es al fin y al cabo gestionar personas. Esto incluye a las personas al interior de las organizaciones forestales como lo que se ha dado en llamar los usuarios forestales. Si esto es así, habría que revisar el lenguaje que se usa en la administración forestal pública cuando divide el mundo en dos categorías que aparecen excluyentes cuando no de imposición: administradores y administrados.

No es tan ingenuo como pudiera parecer porque presentado así desde un lado está la norma, el procedimiento, “la razón” y desde el otro lado está el cumplimiento de la norma, el procedimiento y el que necesita conocer la razón del administrador.

En esta dualidad del administrador y el administrado se asume que los marcos paradigmáticos, los marcos conceptuales y los procedimientos son conceptos acabados que no requieren revisión y que solo queda la labor de hacer que se cumplan. Pero objetivamente, ¿esto es así? Si eso fuera cierto entonces bastaría para que se cumplan las políticas públicas y normas para tener un sector forestal boyante y los grandes problemas forestales (deforestación, degradación de bosques, corrupción forestal) estarían camino a ser resueltos pero bien sabemos que hay muchas dificultades para afirmar que vamos caminos a resolver estos grandes problemas que son más bien estructurales y complejos.

Claro que necesitamos que se cumpla en estado de derecho en el sector forestal, pero también necesitamos reconocer que el “estado de derecho” aludido no es perfecto, que tienen aún muchos vacíos y mucho espacio para seguir mejorando. La clave está qué estamos entendiendo para decir que está mejorando.

Para algunos será que el sector forestal aporte más visible y tangiblemente al desarrollo económico, otros dirán que contribuya más efectivamente a la conservación de los bosques, y otros dirán que la contribución del sector forestal se traduzca en oportunidades, calidad de vida de la gente, respeto a sus derechos humanos, oportunidades para las poblaciones en situación de riesgo, oportunidades para las mujeres. Pero también habrá algunos quienes piensen que la mejora no se mide con un foco unidimensional y que el aporte forestal debe tratarse desde una perspectiva multidimensional. Depende entonces del sesgo o visión que tengan los actores para decir de qué manera el sector está mejorando.

Algunos dirán, sin embargo, que el problema en el sector forestal no es crear más políticas o normas, sino cómo se hace cumplir lo que existe, entonces se ubicarán en el grupo de los que aborden el estado de derecho como “conceptos acabados”. Visto desde esa perspectiva los énfasis están en cómo comunicar, cómo capacitar para que los usuarios cumplan lo que ya se ha normado. Pero, ¿estamos seguros que ese estado de derecho tiene los paradigmas correctos? ¿Correcto en función de qué mirada: económica, social, ambiental, integral o sostenible?

De todo ello se desprende en la imperiosa necesidad que todos los actores tengan que revisar sus paradigmas y asegurarse que apuntan a la sostenibilidad. Si sirve para crecer económicamente pero sigue la deforestación y la corrupción no estamos en el camino correcto. Si sirve para atender necesidades sociales pero no contribuye a la sostenibilidad tampoco estamos en el camino correcto. En muchas ocasiones, la atención a lo social (o a nombre de ello), relaja las consideraciones ambientales, y lo que es peor, beneficia más a terceros que a los que se pretende beneficiar en nombre del carácter social.

Ahora bien, si asumimos que el marco político y normativo está orientado a un proceso de mejora continua y de fuerte orientación a la atención de los usuarios forestales con los más altos estándares de calidad (que incluye la sostenibilidad de los bosques indefectiblemente), entonces tan importante como comunicar o capacitar es escuchar, es reconocer la realidad para que permanentemente se busque afinar, ajustar, sincronizar el marco político y normativo para que dé cuenta de la mejor manera la diversidad biológica, ecológica, cultural, lingüística y de significados. Tan importante como que la administración se acerque al bosque es que el bosque (la realidad) se acerque a la administración (mejor aún si la administración se hace directamente donde se encuentran los bosques).

Escuchar es fundamental en una propuesta de gestión forestal empática que no solo se atiene a consideraciones técnicas sino que además se interesa vivamente en la historia del usuario forestal, sus necesidades, sus sueños, sus proyecciones, sus afirmaciones, sus preguntas, sus incertidumbres, sus vacíos, sus temores y sus alegrías. No es la distancia fría entre administrador y administrado sino es una relación humana afectiva de vivo interés por el otro, de escucharlo, se sentirlo, de darle voz, darle espacio y oportunidades.

Lo que estoy señalando es fundamental para realidades de alta diversidad biológica y cultural como las nuestras. Es reconocer la riqueza de la sociodiversidad y los subgrupos (subculturas) que existen en grandes categorías como madereros, castañeros, shiringueros, manejadores de fauna, cazadores, entre otros. Nuestros mapas de actores forestales tienen entonces el encargo de recoger la diversidad dentro de la diversidad de cada grupo. Asimismo, es importante que podamos recoger los diferentes significados existentes entre los diversos actores con su propia diversidad interna.

Esto es de suma importancia porque conceptos como árbol, Estado, democracia, formalidad, legalidad, manejo, entre otros tantos, tienen diferentes formas de ser entendidos, sentidos, vivenciados y valorados. Algo que no hemos constatado por ejemplo es el concepto de “Estado” que existe entre los diversos actores. Esta a-sintonía semántica crea muchas fracturas o vacíos de los que no hemos percibido o no hemos querido percibir en nombre de la uniformidad o de la generalidad.

Desde esta perspectiva de gestión forestal sostenible con enfoque de complejidad no se actúa solamente para imponer sino fundamentalmente para entender las lógicas, los sentidos que tienen los actores forestales en su actuación forestal. Incluso lo que desde la perspectiva mayoritaria pueda ser entendida como informal o ilegal. Si no nos metemos al corazón de los informales o ilegales nunca vamos a poder entender sus motivaciones, sus significados, sus patrones de referencia. Pero esta mirada acogedora del informal o del ilegal no es para justificar la destrucción de bosques sino es para generar las condiciones de diálogo que contribuyan a encontrar juntos salidas sostenibles.

Tenemos que superar enfoques de exclusión que en nombre de las normas condenamos a miles de hombres y mujeres. Además no solo tenemos que preguntarnos porqué esos actores actúan de manera informal o ilegal sino qué factores son los que han producido (producen o reproducen) esa situación. Preguntarnos también ¿Cuál es el efecto de la forma cómo hemos venido haciendo la gestión forestal en la informalidad e ilegalidad existente? Necesitamos abrir paso a las preguntas valientes y transformadoras. Es solo desde la empatía, desde la comprensión, desde el diálogo generativo y transformador que vamos a tender los puentes necesarios para encontrar salidas compartidas, sensatas, justas, equitativas y sostenibles.

Necesitamos avanzar hacia la gestión sostenible de los bosques, pero en todo lo que ello implica, con responsabilidad y con visión de país y visión planetaria. Tenemos grandes retos para contribuir efectivamente hacer frente al cambio climático, para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y ello implica extender nuestra mirada y actuación más allá de lo biofísico (sin que ello quiera decir minimizar su atención) para incorporar un enfoque más humano en comunión con la naturaleza y el cosmos.

Necesitamos fortalecer los procesos de gobernanza forestal y de diálogo forestal para que podamos construir el concepto de corresponsabilidad en la gestión sostenible de los bosques. Solos, ningunos de los actores va a poder avanzar, juntos en la sensatez, en la sostenibilidad, en las grandes visiones compartidas y con gran espíritu colaborativo vamos a poder aprovechar las grandes oportunidades y atacar de manera creativa los grandes problemas forestales.

No más exclusión por defecto, no más visiones reduccionistas que no reconocen la complejidad forestal, no más cegueras o sorderas frente a la corrupción forestal, no más decisiones técnicas tomadas ligeramente y que no se basan en sustento científico o los aportes valiosos de los conocimientos locales. Nadie niega el carácter de los negocios forestales, ni las oportunidades de aprovechar las riquezas de los bosques pero este deben hacerse bajo la garantía de la justicia, equidad y sostenibilidad. Para lograr un desarrollo forestal sostenible se requiere voluntad política, ciudadanía forestal activa, participación social, diálogo, compromiso y sentido de trascendencia. Ello requiere también de ciencia con consciencia y con valores.

Fundamentalmente, reconocer que los bosques no solo pueden y deben contribuir a la riqueza económica, sino también a la riqueza espiritual y cultural. Nuestros hijos nos demandarán por ello.

 Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-gestion-forestal-desde-una-perspectiva-humanista/

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Porque amo a los bosques pienso en las personas

08 de enero de 2017 / Fuente: https://www.servindi.org/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Reiteradamente he señalado que gestionar bosques es al fin y al cabo gestionar personas. Esto incluye a las personas al interior de las organizaciones forestales como lo que se ha dado en llamar los usuarios forestales. Si esto es así, habría que revisar el lenguaje que se usa en la administración forestal pública cuando divide el mundo en dos categorías que aparecen excluyentes cuando no de imposición: administradores y administrados. No es tan ingenuo como pudiera parecer porque presentado así desde un lado está la norma, el procedimiento, “la razón” y desde el otro lado está el cumplimiento de la norma, el procedimiento y el que necesita conocer la razón del administrador.

En esta dualidad del administrador y el administrado se asume que los marcos paradigmáticos, los marcos conceptuales y los procedimientos son conceptos acabados que no requieren revisión y que solo queda la labor de hacer que se cumplan. Pero objetivamente, ¿esto es así? Si eso fuera cierto entonces bastaría para que se cumplan las políticas públicas y normas para tener un sector forestal boyante y los grandes problemas forestales (deforestación, degradación de bosques, corrupción forestal) estarían camino a ser resueltos pero bien sabemos que hay muchas dificultades para afirmar que vamos camino a resolver estos grandes problemas que son más bien estructurales y complejos.

Claro que necesitamos que se cumpla el estado de derecho en el sector forestal, pero también necesitamos reconocer que el “estado de derecho” aludido no es perfecto, que tienen aún muchos vacíos y mucho espacio para seguir mejorando. La clave está en qué estamos entendiendo para decir que se está mejorando. Para algunos será que el sector forestal aporte más visible y tangiblemente al desarrollo económico, otros dirán que contribuya más efectivamente a la conservación de los bosques, y otros dirán que la contribución del sector forestal se traduzca en oportunidades, calidad de vida de la gente, respeto a sus derechos humanos, oportunidades para las poblaciones en situación de riesgo, oportunidades para las mujeres. Pero también habrá algunos quienes piensen que la mejora no se mide con un foco unidimensional y que el aporte forestal debe tratarse desde una perspectiva multidimensional. Depende entonces del sesgo o visión que tengan los actores para decir de qué manera el sector está mejorando.

Algunos dirán, sin embargo, que el problema en el sector forestal no es crear más políticas o normas, sino cómo se hace cumplir lo que existe, entonces se ubicarán en el grupo de los que aborden el estado de derecho como “conceptos acabados”. Visto desde esa perspectiva los énfasis están en cómo comunicar, cómo capacitar para que los usuarios cumplan lo que ya se ha normado. Pero, ¿estamos seguros que ese estado de derecho tiene los paradigmas correctos? ¿Correcto en función de qué mirada: económica, social, ambiental, integral o sostenible? De todo ello se desprende la imperiosa necesidad que todos los actores tengan que revisar sus paradigmas y asegurarse que apuntan a la sostenibilidad. Si sirve para crecer económicamente pero sigue la deforestación y la corrupción no estamos en el camino correcto. Si sirve para atender necesidades sociales pero no contribuye a la sostenibilidad tampoco estamos en el camino correcto. En muchas ocasiones, la atención a lo social (o a nombre de ello), relaja las consideraciones ambientales, y lo que es peor, beneficia más a terceros que a los que se pretende beneficiar en nombre del carácter social.

Tan importante como que la administración se acerque al bosque es que el bosque (la realidad) se acerque a la administración (mejor aún si la administración se hace directamente donde se encuentran los bosques).

Ahora bien, si asumimos que el marco político y normativo está orientado a un proceso de mejora continua y de fuerte orientación a la atención de los usuarios forestales con los más altos estándares de calidad (que incluye la sostenibilidad de los bosques indefectiblemente), entonces tan importante como comunicar o capacitar es escuchar, es reconocer la realidad para que permanentemente se busque afinar, ajustar, sincronizar el marco político y normativo para que dé cuenta de la mejor manera la diversidad biológica, ecológica, cultural, lingüística y de significados. Tan importante como que la administración se acerque al bosque es que el bosque (la realidad) se acerque a la administración (mejor aún si la administración se hace directamente donde se encuentran los bosques).

Escuchar es fundamental en una propuesta de gestión forestal empática que no solo se atiene a consideraciones técnicas sino que además se interesa vivamente en la historia del usuario forestal, sus necesidades, sus sueños, sus proyecciones, sus afirmaciones, sus preguntas, sus incertidumbres, sus vacíos, sus temores y sus alegrías. No es la distancia fría entre administrador y administrado sino es una relación humana afectiva de vivo interés por el otro, de escucharlo, se sentirlo, de darle voz, darle espacio y oportunidades.

Lo que estoy señalando es fundamental para realidades de alta diversidad biológica y cultural como las nuestras. Es reconocer la riqueza de la sociodiversidad y los subgrupos (subculturas) que existen en grandes categorías como madereros, castañeros, shiringueros, manejadores de fauna, cazadores, entre otros. Nuestros mapas de actores forestales tienen entonces el encargo de recoger la diversidad dentro de la diversidad de cada grupo. Asimismo, es importante que podamos recoger los diferentes significados existentes entre los diversos actores con su propia diversidad interna. Esto es de suma importancia porque conceptos como árbol, Estado, democracia, formalidad, legalidad, manejo, entre otros tantos, tienen diferentes formas de ser entendidos, sentidos, vivenciados y valorados. Algo que no hemos constatado por ejemplo es el concepto de “Estado” que existe entre los diversos actores. Esta a-sintonía semántica crea muchas fracturas o vacíos de los que no hemos percibido o no hemos querido percibir en nombre de la uniformidad o de la generalidad.

Desde esta perspectiva de gestión forestal sostenible con enfoque de complejidad no se actúa solamente para imponer sino fundamentalmente para entender las lógicas, los sentidos que tienen los actores forestales en su actuación forestal. Incluso lo que desde la perspectiva mayoritaria pueda ser entendida como informal o ilegal. Si no nos metemos al corazón de los informales o ilegales nunca vamos a poder entender sus motivaciones, sus significados, sus patrones de referencia. Pero esta mirada acogedora del informal o del ilegal no es para justificar la destrucción de bosques sino es para generar las condiciones de diálogo que contribuyan a encontrar juntos salidas sostenibles. Tenemos que superar enfoques de exclusión que en nombre de las normas condenamos a miles de hombres y mujeres. Además no solo tenemos que preguntarnos porqué esos actores actúan de manera informal o ilegal sino qué factores son los que han producido (producen o reproducen) esa situación. Preguntarnos también ¿Cuál es el efecto de la forma cómo hemos venido haciendo la gestión forestal en la informalidad e ilegalidad existente? Necesitamos abrir paso a las preguntas valientes y transformadoras. Es solo desde la empatía, desde la comprensión, desde el diálogo generativo y transformador que vamos a tender los puentes necesarios para encontrar salidas compartidas, sensatas, justas, equitativas y sostenibles.

Necesitamos avanzar hacia la gestión sostenible de los bosques, pero en todo lo que ello implica, con responsabilidad y con visión de país y visión planetaria. Tenemos grandes retos para contribuir efectivamente hacer frente al cambio climático, para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y ello implica extender nuestra mirada y actuación más allá de lo biofísico (sin que ello quiera decir minimizar su atención) para incorporar un enfoque más humano en comunión con la naturaleza y el cosmos. Necesitamos fortalecer los procesos de gobernanza forestal y de diálogo forestal para que podamos construir el concepto de corresponsabilidad en la gestión sostenible de los bosques. Solos, ningunos de los actores va a poder avanzar, juntos en la sensatez, en la sostenibilidad, en las grandes visiones compartidas y con gran espíritu colaborativo vamos a poder aprovechar las grandes oportunidades y atacar de manera creativa los grandes problemas forestales.

No más exclusión por defecto, no más visiones reduccionistas que no reconocen la complejidad forestal, no más cegueras o sorderas frente a la corrupción forestal, no más decisiones técnicas tomadas ligeramente y que no se basan en sustento científico o los aportes valiosos de los conocimientos locales. Nadie niega el carácter de los negocios forestales, ni las oportunidades de aprovechar las riquezas de los bosques pero este deben hacerse bajo la garantía de la justicia, equidad y sostenibilidad. Para lograr un desarrollo forestal sostenible se requiere voluntad política, ciudadanía forestal activa, participación social, diálogo, compromiso y sentido de trascendencia. Ello requiere también de ciencia con consciencia y con valores. Fundamentalmente, reconocer que los bosques no solo pueden y deben contribuir a la riqueza económica, sino también a la riqueza espiritual y cultural. Nuestros hijos nos demandarán por ello.

Fuente artículo: https://www.servindi.org/actualidad-noticias-opinion/27/12/2016/porque-amo-los-bosques-pienso-en-las-personas-apuntes-para-la

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Domesticar la comunicación a favor del buen conocimiento y la gobernanza democrática

23 de diciembre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

A despecho de lo que podríamos pensar en el mundo político, la mayor información que circula en los medios de comunicación no garantiza mejor conocimiento y menos la pureza de la verdad. ¿Pero qué es la verdad en medio de la vorágine de los dichos y contradichos? ¿Quién tiene la verdad? ¿Cómo es esa verdad?

La profusa información circulante en los medios crea la falsa ilusión que la verdad está conformada por aquello que se repite persistentemente (en prensa hablada y prensa escrita) sin necesariamente considerar la dosis de realismo y certidumbre. No importa, dicen los interesados en construir un sentido de la realidad, sentido además que se ajusta más a los intereses de los grupos de poder (de manera abierta o soterrada) que a los intereses legítimos de la sociedad como un todo solidario. Por ello el viejo adagio que dice: “miente, miente, algo queda” o la otra que dice “las mentiras repetidas terminan por convertirse en realidad”

El problema de fondo es que existe una guerra no declarada de comunicación en la que uno de los bandos (con propósitos políticos nefastos) diseña sesudas campañas comunicacionales para vender ideas disfrazadas de verdad y el otro bando (el democrático) ni siquiera se ha dado cuenta que está en guerra y es sujeto de un aluvión de mensajes distorsionados. Muchos terminan creyéndoselos, apropiándoselos, defendiéndolos y pregonándolos. Otros quedan presos de angustia o paralizados de impotencia pero sin atinar a respuestas certeras en tanto su reacción es más defensiva que propositiva y estratégica.

Esta guerra mediática no declarada se da en nombre de la libertad de expresión. El sujeto cree ser libre y autónomo pero no se ha dado cuenta que es una pieza más de un coro orquestado con director incluido pero no lo ve, no lo quiere ver y afirma orondo ser dueño de la verdad. Encima, descalifica ligeramente al otro, lo estigmatiza y lo hace aparecer como retrógrado, como desfasado de la realidad incuestionable de la teología del mercado.

¿Pero qué nos ha llevado a esta situación? Algunas explicaciones podrían ser: pensamiento reduccionista, acrítico, dicotómico, y simplificante. Preocupa la devaluación de la política, de la palabra. Se complementa con el espíritu egocéntrico, la cultura light de aprendizaje, la ley de máxima felicidad con el menor esfuerzo, el espíritu del sálvese quien pueda. Todo ello ha derivado en la cosificación, en la deshumanización, donde solo valen mis intereses, aquí y ahora. En ese marco prima la desconexión con el otro, con la naturaleza, con la democracia, con el valor de la palabra.

Agentes perversos por voluntad propia o de manera rentada empaquetan la realidad en memes y etiquetas para distorsionar la realidad. Otros usan los espacios formales y democráticos para manifestar sus despropósitos con aires de académicos, funcionarios o ciudadanos correctos. El hecho que la democracia te haya convertido en un representante no te vuelve necesariamente en una fuente digna de información y peor aun cuando solo estás pensando en términos de conveniencia política. El hecho que profeses la teología del mercado basado en el individualismo, el consumismo y el hedonismo no significa que todos vayan a comerse el mismo cuento. Un sector pensante de la sociedad y comprometido con los valores democráticos quiere creer que es posible la convivencia humana con base en el respeto, el diálogo y la solidaridad.

En este proceso de comunicación líquida como diría el filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman, ya no interesan los argumentos, la consistencia, las evidencias como tampoco interesan los principios y valores, solo interesa la idea incisiva que daña al otro, lo aplasta, lo descalifica, lo denigra. El éxito comunicacional se mide por tanto no por lo que construyen sino por lo que destruyen. Lo peor es cuando te enorgulleces (y encima los felicitas) por los atropellos en nombre de los intereses políticos y defiendes lo indefendible maltratando la democracia, los principios, los valores, la equidad, la justicia y la sostenibilidad.

Por todo ello, se requiere que recuperemos el valor de la palabra, la deliberación, la investigación, el valor de las evidencias, el pensamiento crítico, la confianza en la sociedad empática con valores democráticos. Ser conscientes que existen poderosas fuerzas que tratan de moldear nuestro pensamiento y que tenemos capacidades para desarrollar pensamiento propio con apego a los principios por los que toda la humanidad ha luchado y seguirá luchando. Que las redes comunicacionales no sean para terminar enredados sino para construir verdaderas redes de sinergias, colaboración, construcción y sociedades sustentables.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-domesticar-la-comunicacion-a-favor-del-buen-conocimiento-y-la-gobernanza-democratica/

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Gestión territorial y gobernanza

14 de diciembre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

En tanto el territorio es un concepto sistémico totalizador (masa, energía, información y sentido; dimensión biofísica y dimensiones socioculturales; tangibles e intangibles) es importante que podamos tener muy claro cuáles son sus límites. Simplificando podríamos identificar dos categorías: (1) Circunscripciones jurisdiccionales establecidas (criterios geográficos políticos), y (2) unidades convergentes.

En la primera categoría podríamos ubicar una comunidad, una localidad, una región, una provincia, un distrito (según la tipología que tenga cada país) y en la segunda categoría se ubican muchos sistemas que no necesariamente se inscriben en la categoría anterior y que tienen dinámica propia. Por ejemplo podemos estar hablando de unidades ecológicas, unidades hidrológicas (cuencas), corredores ecológicos, corredores económicos, corredores históricos, corredores culturales (caminos de las semillas),  entre otros criterios. Un ejemplo interesante de esta segunda categoría corresponde al territorio del pueblo Wampis.

Para la gestión sostenible del territorio necesitamos considerar 5 elementos fundamentales, estos son: buenos propósitos, buena gestión, buena ciencia,  buena comunicación y buena gobernanza. Explicaremos cada uno de estos elementos que en la práctica son convergentes e interrelacionados.

Buenos propósitos: refiere a la formulación participativa de los grandes objetivos de desarrollo, buen vivir, vivir bien o vida plena según prefieran llamarlo el conjunto de los actores. Alude a las grandes visiones o acuerdos concertados del ideal de vida para que las personas puedan desplegar a plenitud sus capacidades, facultades y potencialidades con pleno respeto a su dignidad, sus derechos y todas sus posibilidades siempre con respeto, solidaridad, reciprocidad entre todos los actores (hombres, mujeres, niños, niñas, discapacitados y otros) y con la naturaleza y el cosmos. Alude a la cultura de paz, la capacidad de adaptación y resiliencia; la fluidez de la creatividad y la innovación respetuosa de la vida. En estos tiempos es de suma importancia considerar el desarrollo territorial bajo de emisiones o desarrollo “descarbonizado” por todos los retos que nos imprime el cambio climático.

Los alcances y conceptos clave deben ser producto de amplios procesos democráticos de diálogo, deliberación y consensos.

Buena gestión: alude a los principios, mecanismos, herramientas, procedimientos, protocolos a tener presente para la correcta administración de la energía material y cultural del territorio. Alude a las condiciones objetivas y subjetivas para lograr los grandes propósitos establecidos en el elemento anterior con efectividad, justicia, equidad y sostenibilidad.

Buena ciencia: implica reconocer que las buenas decisiones parten de buenos sistemas de información que capitalizan los conocimientos, los aprendizajes. Significa contar con centros de excelencia de producción de conocimientos con capacidad para afrontar los problemas de frontera, aprovechar las oportunidades existentes. Implica grupos de pensamiento creativo y transformador de realidades siempre acorde con los grandes propósitos. En este elemento se toma en cuenta el valor de los conocimientos ancestrales y tradicionales bajo perspectivas de diálogo intercultural.

Buena comunicación: alude al hecho de generar mecanismos para la fluidez de la información, la conectividad, las redes que hacen posible pensamiento crítico, pensamiento autónomo y una cultura dialógica, democrática y participativa para la construcción de propuestas de mejora continua.

Buena gobernanza: significa la forma en la que todos los actores se organizan para la toma de decisiones, para resolver sus diferencias, controversias y conflictos, la forma cómo favorecen la mejor administración de la energía del territorio. Implica tomar en cuenta mecanismos para la transparencia, rendición de cuentas y lucha decidida contra la corrupción.


gestión forestal

Imagen cortesía de Tuomas Lehtinen en FreeDigitalPhotos.net


Es en este marco que se puede inscribir la gestión de los paisajes forestales sostenibles en los que bajo criterios de gestión holística se definen los elementos de convivencia entre las diversas propuestas productivas con consideraciones de mitigación y adaptación al cambio climático y la construcción de resiliencia de ecosistemas y de sociedades.

Bajo enfoques de gestión territorial sostenible se eliminan las falsas contradicciones entre enfoques productivistas y enfoques conservacionistas. Gestionar bosques con criterios de sostenibilidad permite que se pueda hacer un aprovechamiento económico responsable pero siempre con profundo respeto a la naturaleza de tal manera que no se afecte la capacidad productiva y reproductiva de los ecosistemas.

Implica también reconocer el papel de la agricultura adaptada al clima en la que tienen cabida los sistemas agroforestales de producción, enfoques de producción agroecológica y la importancia de la gestión de la agrobiodiversidad.

De ahí que el concepto de socioecosistemas tome real sentido en tanto la gestión toma en cuenta la estrecha relación entre el ser humano y la naturaleza (el ser humano es naturaleza) y no sucumbe bajo pensamientos colonizadores que pregonan que la naturaleza está al servicio del ser humano y por tanto se cuenta con licencia para explotarla, expoliarla, contaminarla.

A la luz de estas consideraciones es muy importante ser capaces de gestionar nuestros paradigmas, niveles de conciencia, creencias, discursos y acciones que construidos bajo el marco epistemológico de dominio del hombre sobre la naturaleza hemos provocado una crisis civilizatoria y ambiental que está poniendo en cuestión la propia viabilidad de la vida en el planeta.

Para hacer posible estos elementos de la gestión territorial sostenible se requiere sociedades dialogantes con alta capacidad para el pensamiento creativo y compromiso con la transformación positiva. Personas que no solo saben dialogar con otros sino también consigo mismo y con la naturaleza. Personas que no imponen sus intereses a toda costa sino que son capaces de reconocer la estrecha interrelación entre individuo-sociedad-especie y por tanto se reconocen como ciudadanos planetarios con responsabilidad con los ecosistemas que le han sido prestados y tienen la obligación de dejarlos saludables para las futuras generaciones.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-gestion-territorial-y-gobernanza/

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El reto del desarrollo de capacidades en la perspectiva del buen vivir o el desarrollo sostenible

09 de diciembre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Separar el mundo entre “capacitadores y capacitados” nos podría lleva a pensar que unos son los que tienen los conocimientos, habilidades y destrezas y los otros son los que lo necesitan. De primera instancia podríamos pensar que esto es así pero antes de legitimar expresiones ligeras debemos profundizar al respecto.

Habría que reconocer que todas las personas tienen diversos, grados de conocimientos, aptitudes, y destrezas y esto vale tanto para los “capacitadores” como para los “capacitados”. Estos elementos de aprendizaje son adquiridos vía espacios y modalidades formales, informales y no formales en el que la cotidianeidad laboral, familiar o social tiene un lugar importante. Estos procesos se ven favorecidos cuando las oportunidades que brindan las experiencias avanzan hacia procesos más sistemáticos de reflexión, verbalización y socialización.

Tan importante como aprender haciendo es hacer aprendiendo es decir encontrando nuevos elementos que permitan un mejor entendimiento de la realidad y la generación de propuestas de cambio positivo. Solo así podremos superar posturas polarizadas cuando lo que se trata es de reconocer un amplio espectro de posibilidades de aprendizaje. En esta misma dirección podremos avanzar hacia culturales organizacionales que aprenden.

Si reconocemos el desarrollo de capacidades como un sistema tenemos que reconocer cuáles son sus componentes. Primero aclarar que desarrollo de capacidades no es sinónimo de capacitación. El desarrollo de capacidades considera a la capacitación como uno de sus componentes pero se incorporan además otros elementos como la asistencia técnica, la asesoría, la información, comunicación y acompañamiento. Este último término no hay que entenderlo en el sentido de compañía física únicamente si no la posibilidad de convivir y aprender sobre la práctica.

El desarrollo de capacidades pone en valor las experiencias, saberes, preguntas, inquietudes y dudas de cada uno de los actores presentes en el proceso interactivo de construcción conjunta. Por eso es importante señalar que el proceso de desarrollo de capacidades pasa por saber gestionar nuestros propios aprendizajes a partir de nuestra experiencia vital. Entonces, figurativamente podemos decir que cada persona es una escuela caminante como podríamos hablar de organizaciones escuela si es que así se lo proponen sus miembros.

Incorporar un enfoque de sistemas al proceso de desarrollo de capacidades implica consecuencia. Eso implica que te amplía la posibilidad que no te quedes únicamente en las estrechas posibilidades desde tu condición de actor, de tu referente político administrativo o de tu interés económico. Necesitas mirar el todo, sus articulaciones y sus interacciones. Solo así es posible incorporar enfoques sistémicos, perspectiva de gestión de cuencas y de ecología de paisajes, reconocerse parte de un sistema mayor (que puede ser el país o humanidad según sea el caso).

Ahora bien, hablar de desarrollo de capacidades está en función del grado de acercamiento a grandes campos o categorías de conocimiento. Como en la práctica no todos comparten la cercanía y la familiaridad con esos campos de conocimiento, entonces tenemos que reconocer que las personas tendrán mayores o menores capacidades específicas según su experiencia vital. Es posible por ejemplo que un campesino no conozca de leyes o un especialista en derecho no conozca de técnicas para combatir las plagas de los cultivos de manera orgánica.

Siendo todos parte de un mismo sistema cultural entonces reconocemos que todos necesitamos desarrollar nuestras capacidades en aquellas categorías temáticas que incrementen el potencial de bienestar de las personas y con repercusiones en el colectivo. Vista así las cosas podríamos pensar en un sistema en que tanto “capacitadores y capacitados” aportan al todo. Ahora es posible superar la dicotomía “capacitadores y capacitados” porque en la práctica estos roles pueden y deben ser intercambiables y entramos más bien a los procesos de interaprendizaje.

Aceptada la pertinencia del desarrollo de capacidades pasamos entonces a explorar aspectos ligados a sus grandes objetivos. Esto es absolutamente pertinente en tanto tenemos que tener una articulación muy clara entre el desarrollo de personas, desarrollo institucional, desarrollo comunal, desarrollo regional, desarrollo nacional y buen vivir/desarrollo sostenible en general. Tenemos que delimitar claramente cuál es el alcance de nuestro proceso de desarrollo de capacidades porque de eso depende de cómo vamos a organizar los contenidos, estructuras, procesos y metodologías. Esto no quita reconocer que podemos desarrollar programas de capacidades que articulen la jerarquía aludida de objetivos.

Otra entrada para analizar el desarrollo de capacidades es si contribuyen al desarrollo de personas, al desarrollo institucional o al desarrollo de capacidades para que la persona aludida pueda desempeñarse mejor en su centro laboral u organizativo, en el caso de servidores públicos por ejemplo el objetivo puede ser planteado en términos de brindar al ciudadano o ciudadana servicios públicos de calidad, pero también podría ser planteado en términos de cómo el desarrollo de capacidades contribuye a fortalecer democracia, institucionalidad, gobernabilidad, gobernanza o la gestión del buen vivir o el desarrollo sostenible.

En la práctica estos objetivos no son excluyentes porque el desarrollo personal debe llevar al desarrollo institucional y un buen desarrollo institucional implica también una mejor gestión de los talentos humanos y el cumplimiento de los objetivos institucionales. No obstante, reconocer estas articulaciones, otra vez es menester señalar con claridad cuáles son los alcances que le puedes atribuir al programa de desarrollo de capacidades justamente para saber sobre qué se debe rendir cuentas.

Una vieja discusión refiere a una dicotomía entre atender la demanda de desarrollo de capacidades de los actores y atender las necesidades de desarrollo de capacidades del ámbito organizacional o institucional en el que se inscribe el programa de desarrollo de capacidades. Reconocer que esta tensión tiene origen en una serie de premisas que se han generado y aún subsisten en el mundo del desarrollo. Por ejemplo las tensiones entre gobierno de arriba hacia abajo o gobierno desde abajo hacia arriba, gobernantes y gobernados, administradores y administrados.

En esta misma lógica, es importante reconocer cuáles son los alcances de procesos participativos de diseño, gestión y seguimiento de procesos de desarrollo de capacidades. En esta dinámica los procesos participativos significan un proceso de diálogo y negociación en lo que los actores involucrados llegan a acuerdos sobre las características del proceso de desarrollo de capacidades.

La pertinencia del factor participación en el proceso de desarrollo de capacidades radica en que en sociedades sociodiversas y pluriculturales como las nuestras donde ingresan al sistema significados, emociones, valores, creencias, visiones, perspectivas, intereses, relaciones de poder, derechos, historias, entre otros elementos, es necesario administrar toda esta energía cultural para que el programa de desarrollo de capacidades resultante sea producto de un proceso negociado, esto es un proceso en que las partes han deliberado y han tomado decisiones sobre los objetivos, alcances y características del proceso. Esto implica reconocer que los procesos de desarrollo de capacidades no significan legitimar las asimetrías e inequidades o generar nuevas dinámicas de conflictividad. No es problema que existan diferencias o intereses, el tema es cómo los actores se organizan para procesar esas diferencias. Como resultado de estos procesos dialogados y negociados de desarrollo de capacidades éste se ubica en una perspectiva transformativa guiada por principios de justicia, equidad y sustentabilidad.

También es importante reconocer que la alta diversidad cultural no se refiere únicamente a grupos en tanto esta diversidad alcanza al interior de los grupos. Un grupo o sector no es una entidad absolutamente homogénea y por tanto es importante considerar perspectivas de interculturalidad e intraculturalidad. Cada grupo con su particular forma de aprender y de valorar procesos más sistemáticos de desarrollo de capacidades.

Como se ha mencionado la información forma parte del desarrollo de capacidades. Este es un tema especialmente importante en sociedades donde prima una cultura oral y limitaciones para el acceso a las posibilidades que ofrecen las tecnologías de información y comunicación. Con la cantidad de información que existe y con el proceso impresionante de ampliación cotidiana de la información es importante no caer en la angustia de tener y dominar toda la información, eso ahora es imposible. Lo que interesa en el fondo es desarrollar la capacidad de aprender a aprender. Pero además es importante entrar a la arena del desarrollo de capacidades con la suficiente humildad como para ser capaz de deconstruir y desaprender, apertura necesaria justamente para volver aprender y así consolidar un esquema espiralado pero ascendente de aprendizaje. Significa también que soy capaz de entrar en el proceso con la predisposición para resignificar o resemantizar mis creencias, convicciones y discursos.

Con relación a la información como componente del desarrollo de capacidades encontramos diversos comportamientos: los que producen información y los que consumen información. Otra forma de plantearlo es los que buscan la información y los que se contentan con la información que les llega sin esfuerzo o con el mínimo esfuerzo. Otra tipología señala a los que almacenan la información y los que usan la información. Otros dan un salto cualitativo y producen conocimientos a partir de la información con la que disponen o la que buscan y obtienen. Lo importante es caer en cuenta que las personas que saben gestionar mejor la información tienen mejores posibilidades para desarrollar sus capacidades. Aquí no estamos hablando únicamente de información digitalizada sino de toda fuente de información en el que también reconoce la cultura oral.

La efectividad de los procesos de fortalecimiento de capacidades no se mide solo por cuánto se ha aprendido sino también por la medida en que se aplica, en la medida en la que se recrea innovadoramente nuevas alternativas. El proceso de desarrollo de capacidades no es completo si es que no acompañado de indicadores que midan el cambio sea a nivel de desempeño o a nivel de impacto.

Los procesos de desarrollo de capacidades no pueden ser planteados serios, acartonados o aburridos por ello la importancia de una visión ontológica, de considerar la persona en su integralidad como cuerpo, como mente, como corazón, como espíritu, como fisiología y como palabra. Es por ello que aspectos emocionales también tienen lugar. Es importante que sean concebidos como procesos dinámicos, flexibles en la que la diversidad sea una de sus principales características.

Mucho de nuestro proceso formativo actual tiene que ver con prepararse para lo previsible y para lo imprevisible. Nos debemos preparar aún para procesos que todavía no están claramente definidos, para problemas que aún no existen. Gran reto de ir ganando certidumbres temporales para procesos inciertos.

Todos podemos y debemos ser sujetos de desarrollo de capacidades en esta suerte de roles intercambiables entre los actores, unas veces aprendiendo entre pares otras veces aprendiendo de los diversos y entre los diversos. El desarrollo de capacidades es un derecho y una obligación lo que reconstruye su sentido de corresponsabilidad en la gestión de buen vivir o el desarrollo sostenible. Es la posibilidad de desplegar todo el conjunto de facultades y potencialidades de las personas para que en base al diálogo y la creatividad puedan generar procesos de armonía social y de convivencia con la naturaleza y el cosmos.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-el-reto-del-desarrollo-de-capacidades-en-la-perspectiva-del-buen-vivir-o-el-desarrollo-sostenible/

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Filosofía forestal

07 de diciembre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

La búsqueda de pistas que nos conduzcan a definir los criterios, pautas y atributos del desarrollo forestal nos deben llevar irremediablemente a la indagación del pasado y del futuro para construir nuestro presente.

Muchas de las raíces profundas de los problemas actuales forestales tienen que ver con el reconocimiento del momento (que debió haber sido más bien un proceso) en el que el ser humano rompe su relación con la naturaleza y su pretensión de dominio a la naturaleza queda legitimada social y culturalmente. Esta disyunción se traduce “científicamente” en la economía que hace que finalmente solo interesen los actores que están en la transacción de bienes (y luego abarca incluso los servicios del bosque) que son perfectamente apropiables, se les puede asignar precios y pueden ser vendibles.

Se construyen entonces discursos legitimantes del valor del crecimiento económico que a fuerza de poderosos mecanismos de domesticación ideológica nos las terminamos creyendo y entonces se edifican culturas y estructuras psíquicas profundas que imponen sutilmente el discurso del desarrollo forestal fundamentalmente asociado al mercado.

Es claro que el desarrollo forestal colectivo que tenemos en el imaginario social lo asocia fuertemente a la contribución económica de la comercialización de bienes y servicios ecosistémicos. Todo aquello que ha podido traducirse en mercado de una u otra manera ha sido abordado por el desarrollo forestal. Ha habido dificultades para tratar aquellos servicios ecosistémicos que no son fácilmente asimilables en términos de mercado y tampoco son capitalizables en términos políticos. Así, los servicios ecosistémicos de regulación (control del clima y de las enfermedades); apoyo (ciclos de nutrientes y la polinización de cultivos), y cultural (beneficios espirituales) han recibido poca atención en los esquemas de desarrollo forestal.

Los evidentes límites del modelo de desarrollo hegemónico basado fundamentalmente en la teología del mercado han llevado a países y centros de excelencia a buscar nuevas formas de medir el desarrollo. Es así que se ha ido incorporando mediciones de desarrollo que incorporan temas como la desigualdad, la igualdad y equidad de género, índices de desempeño ambiental, índices de desempeño de sostenibilidad, índices de vida mejor, bienestar, bienestar subjetivo, entre otros.

Resulta ilustrativo el concepto de Progreso Multidimensional entendido como un espacio de desarrollo con límites normativos contundentes: “nada que disminuya los derechos de las personas y las comunidades, ni nada que amenace la sostenibilidad ambiental del planeta, puede considerarse progreso” (PNUD, 2016). Interesante mencionar que todos estos valiosos esfuerzos todavía se dan en el marco del desarrollo asociado al mercado.  Pero no solo se trata de ajustes sino también de esfuerzos para ir definiendo otros marcos epistemológicos para la construcción de modelos alternativos de desarrollo. El sector forestal no es una isla y tampoco escapa de estas corrientes que van superando a pasos raudos un enfoque que solo se concentra en el mercado.

También es importante mencionar los esfuerzos, dentro de una lógica de mercado, para tratar de superar las fallas de mercado a través de la economía institucional que nos habla de la necesidad de contar con buenas políticas, normas, acuerdos, pactos; organizaciones reguladoras, organizaciones que protegen a los consumidores, organizaciones que luchan contra los monopolios. Inclusive los conceptos de gobernanza, inclusión social, asistencia social forman parte del paquete de herramientas para amortiguar los efectos de una economía demasiada enfocada en el crecimiento económico. No obstante, todos estos esfuerzos, la corrupción aparece como una enfermedad de difícil tratamiento y eliminación.

Desde las empresas también se dan corrientes de revisión de un modelo excesivamente concentrado en el lucro y aséptica de los actores y el espacio en el que desarrollan sus actividades. Esto es producto tanto de la influencia de corrientes de pensamiento que vienen de la sociedad civil, organismos internacionales como de la propia sensibilidad de algunas empresas. A las corrientes de las certificaciones ambientales, certificaciones de responsabilidad social se suman las Empresas B que “combina el lucro con la solución a problemas sociales y ambientales aspirando a ser la mejor empresa PARA el mundo y no solo del mundo” (Sistemab). 

En términos de visión de futuro es importante mirar las tendencias que incluyen no solo el cambio de la demanda de productos procedentes de bosques naturales hacia productos forestales que proceden de plantaciones forestales. Pero además es importante mencionar la aparición de nuevos materiales que producto del desarrollo tecnológico serán más flexibles a la vez que más resistentes. También es importante mencionar la emergencia de consumidores más responsables que demandan productos orgánicos, productos que den cuenta de su procedencia y de su cadena de valor más respetuosos con el ambiente, la sociedad y los derechos humanos de los trabajadores forestales.

No podemos desconocer el hecho que todavía tenemos un modelo de desarrollo forestal fuertemente influenciado por la economía de mercado, como tampoco la necesidad de seguir explorando nuevas opciones que abran el abanico de posibilidades para una relación más respetuosa con la naturaleza y el cosmos, más respetuosa con la sociodiversidad de los actores forestales, sus derechos, sus sueños, sus indicadores propios de bienestar. En el modelo de desarrollo forestal que aspiramos buscamos que la corrupción no sea un concepto negado o maquillado y que se la ataque frontalmente para erradicarla, que la improvisación no sea el reflejo de una institucionalidad descoordinada e incomunicada.

Buscamos un desarrollo forestal basado en el amor a la naturaleza (lo que no impide el aprovechamiento forestal respetuoso y cuidadoso de los procesos ecológicos, su capacidad de adaptación y resiliencia); que signifique oportunidades sostenibles para todos (para la gente y para los bosques); que implique institucionalidad al servicio del bienestar de la gente y de sus bosques; que implique grandes acuerdos, espacios de diálogo y espacios para procesar las diferencias con sentido de sostenibilidad; que conceptos como ética, estética, valores no sean ajenos; que la ingeniería conviva con la poesía, con la intuición, con las emociones, con la filosofía.

Buscamos que el desarrollo forestal sea capaz de dialogar de manera empoderada y contributiva con otros sistemas, procesos, programas, planes, estrategias y acciones ligadas al desarrollo rural, lucha contra la erradicación de la desnutrición infantil, derechos humanos, igualdad y equidad de género, vivienda digna, entre los múltiples aspectos del desarrollo multidimensional del cual el sector forestal forma parte consustancial.

Para avanzar hacia ello necesitamos impulsar procesos de desarrollo forestal con enfoque territorial que construya confianza, capacidades, emprendimiento, creatividad, innovación pero sobre todas las cosas que construya solidaridad, reciprocidad y que se manifieste en bienestar subjetivo, con tanta importancia como los números de la contabilidad de contribución tangible al desarrollo nacional.


Bibliografía revisada.

PNUD. (2016). Progreso multidimensional: bienestar más allá del ingreso. Informe regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe. New York: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

Sistemab. La Empresa B.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-filosofia-forestal/

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