Ser refugiado, sirio y gay en Alemania

Por: Rose  Delaney

Los homosexuales sirios que buscan refugio en Europa padecen diversas dificultades, como la violencia en los campos de refugiados y la creciente islamofobia.

Los llamativos ojos azules, el físico trabajado y la ropa a la moda de Omar hacen pensar que se trata de un joven sin preocupaciones, agraciado por la belleza. Pero las apariencias engañan. El trauma de la guerra, el desplazamiento y su homosexualidad persiguen a este refugiado sirio en Alemania.

En 2013, tras la muerte de su mejor amigo en la guerra civil que comenzó en marzo de 2011, Omar huyó de Siria y finalmente se desplazó hasta territorio alemán. Desesperado y en busca de un refugio seguro, pagó 15.000 euros por un pasaporte nórdico falso que le fue confiscado cuando ingresó a Alemania por el aeropuerto de Hannover.

«Cuando llegué por primera vez, el pueblo alemán era hospitalario y de buen corazón, pero ahora está saliendo a las calles en protesta. Quieren que nos vayamos, creen que todos somos extremistas”: Omar, refugiado sirio.

La travesía de Omar, similar a la de miles de jóvenes refugiados en su mayoría de Siria e Iraq que llegaron a Alemania en los últimos años, no ha sido para nada fácil.

Los refugiados jóvenes como él son “personas de interés” para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), y en gran parte su situación permanece indocumentada e insuficientemente representada. En este caso, la situación de Omar como joven desplazado fue especialmente difícil ya que él se identifica como gay.

Aunque llegó a Alemania en 2013, asegura que cada día de su vida lo pasa reviviendo el derramamiento de sangre y la guerra que presenció en Siria. “Cada vez que veo pasar un avión me atraviesa un temblor de terror”, afirmó en diálogo con IPS. Gran parte de su ansiedad también se debe al tiempo que pasó en un campo de refugiados, cuando recién llegó.

“En el campo sentía como si hubiera sido capturado y enjaulado como un león derrotado. Recuerdo tratar de saltar por encima del muro para escapar… cerraban todas las puertas a las 21 horas todas las noches”, relata.

La necesidad de ponerse una “máscara de heterosexualidad” para ocultar su orientación sexual también fue una forma de encarcelamiento para él.

“Era menos que una persona, sin el derecho a expresar mi verdadera identidad entre mi propia gente”, observó. Los hombres del campamento que se identificaban abiertamente como homosexuales o que eran percibidos como “femeninos” por los demás refugiados eran sometidos a violencia, tormento y humillación.

Omar expresó su alegría por el hecho de que en los últimos meses se instalaran campos exclusivamente para brindar refugio a las personas que se identifican como lesbianas, gays, bisexuales o transgénero.

La transición del campamento a su alojamiento financiado por el gobierno en Berlín lo obligó a Omar a superar muchos obstáculos. La realidad de su situación resultó muy lejana a la del “sueño europeo” con el que había fantaseado en Siria.

“Durante mi primer año, con el fin de enviar dinero a mi familia, empecé a vender drogas. Era uno de muchos sirios empujados a este negocio clandestino. Los sentimientos de depresión y desesperación hacen que los jóvenes caigan en esta trampa”, manifestó.

Omar explicó que el mercado legal jamás podría darle lo suficiente para llevar una vida sostenible y además financiar la educación universitaria de sus hermanas y mantener a sus padres. Otrora de buen pasar, la familia perdió su próspera empresa a causa de la guerra.

“Nadie podría entender lo difícil que es la vida para los sirios como yo. Mi principal prioridad es conseguir que mis hermanas terminen su educación. En este punto solo puedo pensar en ellas, mi familia se ha quedado sin nada”, dijo a IPS.

Un estudio sobre jóvenes desplazados publicado por ACNUR señala que la mayoría se ve obligada a asumir el papel de sostén de sus familias. Esto, a su vez, obliga a los hombres desplazados como Omar a involucrarse en negocios ilícitos y actos delictivos para atender las necesidades básicas de sus seres queridos.

Omar abandonó el tráfico de drogas para convertirse en trabajador sexual. “En tiempos como estos no se puede pensar en el amor o el respeto”, subrayó. Avergonzado, les dijo a amigos y familiares que trabajaba como modelo para salir adelante.

“Uno puede ganar normalmente entre 100 y 150 euros por hora en este trabajo. Encontrar a un hombre acomodado que pague las cuentas, la prostitución e incluso la pornografía” se convirtieron en formas para que muchos de los amigos refugiados de Omar se mantengan a sí mismos y a los seres queridos que dependen de ellos en Siria, indicó.

Hasta el amor puede ser difícil de encontrar debido a la creciente islamofobia en Alemania. En Grindr, una popular aplicación de citas utilizada por la comunidad homosexual en sus celulares, Omar y muchos de sus amigos sufrieron discriminación y abuso verbal por otros hombres que utilizan el servicio.

“Vuelve a casa, no queremos al Estado Islámico en nuestro país” y “Eres un terrorista musulmán” son algunos de los mensajes que recibe a diario. El joven antes sentía la necesidad de ocultar su sexualidad, pero ahora considera que es más importante ocultar su religión y nacionalidad.

“Cuando llegué por primera vez, el pueblo alemán era hospitalario y de buen corazón, pero ahora está saliendo a las calles en protesta. Quieren que nos vayamos, creen que todos somos extremistas”, se quejó.

Actualmente, Omar abandonó el mundo de la prostitución y las drogas que siente que lo deshumanizó de muchas maneras. Tiene esperanzas en el futuro, ya que ahora domina el alemán y está en proceso de convertirse en un entrenador personal.

IPS le preguntó si pensaba que la guerra civil siria acabaría pronto. “Una Siria en paz no es posible en el futuro próximo. Está en la misma situación que Iraq. La intolerancia religiosa conduce al conflicto, aunque es un estado laico. Nadie perdona y olvida, es un círculo vicioso”, opinó.

A pesar de todo, Omar aún sueña con volver a su patria. “Si la guerra cesara, volvería a Siria en un santiamén. Sin embargo, hablando en nombre de la mayoría de los gays sirios, no tienen ninguna prisa en volver a una sociedad que nunca los aceptó en primer lugar”, precisó.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2016/07/ser-refugiado-sirio-y-gay-en-alemania/

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Los derechos de las mujeres se juegan en el transporte público

Por: Rose Delaney

El acoso que sufren las mujeres en el transporte público está tan generalizado en todo el mundo, que lo más común es que se callen y no denuncien el acoso verbal, sexual y físico que sufren en ese espacio.

Hay estudios que estiman que alrededor de 1,5 millones de las niñas que en 2030 serían susceptibles de sufrir algún tipo de violencia y acoso por su condición de género en el transporte público, residirán en las ciudades. Si en tanto que comunidad internacional de mujeres, hacemos la vista gorda a las miradas que chorrean saliva y al contacto denigrante de los hombres, ¿no estaremos avivando un “mercado de carne” y sucumbiendo a la objetivación sexual de las mujeres a escala global?.

En Bogotá, la ciudad colombiana considerada como la que tiene el transporte público más peligroso del mundo para la población femenina, seis de cada 10 mujeres denunciaron haber sido víctimas de acoso físico mientras viajan. ¿Acaso la renuncia de las mujeres a reconocer el temor generalizado que les provocan bien adentro no le da a los hombres que chistan un poder imbatible?.

Al desestimar el acoso, ¿las mujeres no estarán fortaleciendo la cadena represiva del patriarcado al no cuestionar ni reprender ese comportamiento? Una buena oportunidad para hacer frente al acoso sexual y a la amenaza que soportan las mujeres en el transporte público y luchar por su derecho básico a la libertad de movimiento en su propio entorno es la Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre vivienda y desarrollo urbano sostenible (Hábitat III). En especial porque en el encuentro, organizado por ONU Hábitat y que tendrá lugar en Quito del 17 al 20 de octubre, se discutirá una Nueva Agenda Urbana mundial.

Muchas personas podrán considerar que chistar o que un “pequeño manoseo” son inofensivos, pero el retroceso que implica que los hombres supongan una amenaza para ellas en el transporte público es vital. La gente no se pone a considerar que un comentario amenazante ni que una mirada lujuriosa puede representar un obstáculo para la libertad y el desarrollo educativo y social de las mujeres. Según los últimos debates dirigidos por el espacio digital de debates Wikigender, las cuestiones relacionadas con la accesibilidad y la seguridad pueden disuadir a las mujeres de usar espacios públicos, de continuar su educación, de aprovechar oportunidades económicas y de recibir atención médica.
Si la Nueva Agenda Urbana que saldrá de Hábitat III se concentra en cómo hacer para que el transporte público contemple a las mujeres, se estará más cerca no solo de lograr el quinto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que promueve la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas. También ayudará a cumplir con el 11 ODS, que se propone lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

La necesidad de erradicar los sistemas de transporte que son omisos frente a las cuestiones de género es especialmente importante en la coyuntura actual y por primera vez en la historia, pues hay más personas viviendo en las ciudades que en las áreas rurales. No hay mejor momento para implementar iniciativas inclusivas de género en el transporte que el actual. En los países en desarrollo, cinco millones de personas comienzan a vivir en las ciudades cada mes. Un informe de la organización humanitaria a favor de la infancia y la adolescencia Plan International indica que el miedo a la violencia que sienten las adolescentes prevalece particularmente en ciudades de países en desarrollo como Kampala, Nueva Delhi y Lima, donde se realizó la investigación.

Las conclusiones hablan a gritos del terror y de la incomodidad que genera un sistema de transporte que no contempla las cuestiones de género en perjuicio de niñas de apenas 12 años. En Nueva Delhi, solo 3,3 por ciento de las consultadas dijeron sentirse seguras en un medio de transporte público. En tanto, en Lima, solo 2,2 por ciento dijeron sentirse seguras cuando caminaban en espacios públicos. Mientras que en Kampala, más de 80 por ciento de las jóvenes mujeres entrevistadas dijeron no sentirse seguras en la transición urbana, en general. El estudio se realizó en distintas partes del mundo, sin embargo, el silencio fue el común denominador en todas partes. La duda de las mujeres a la hora de denunciar situaciones difíciles permite que se mantenga el círculo vicioso de victimización, acoso y amenaza en el transporte público. Las entrevistadas subrayaron el hecho de que sus opiniones no fueron consideradas a la hora de realizar la planificación urbana y compartieron un sentimiento generalizado de exclusión en lo que respecta a la toma de decisiones clave en sus respectivas ciudades. Y lo que es irónico, muchas jóvenes restaron importancia o excusaron las acciones de los acosadores y agresores. Durante las entrevistas para el informe de Plan International, palabras como “agresión” y “acoso” fueron reemplazadas por “tonteo inocente” en Nueva Delhi y por “contacto inapropiado” en El Cairo. Eso revela que la renuncia de las mujeres que sufren acoso y violencia a condenar a los agresores deriva de un sentimiento intrínseco de la vergüenza que les ha sido inculcada. Y en lo que puede considerarse como un proceso de revictimización, el profundo temor social de ser responsable del acoso, la consiguiente consecuencia de ser objeto de burla, de ridículo y hasta de sufrir castigos, funciona como eje del silencio que rodea al acoso contra las mujeres en el transporte público. A la larga, la recurrente negación del derecho fundamental que tienen las mujeres a desplazarse en las ciudades no genera nada menos que indignación.

La incomodidad y la inseguridad femenina ya no pueden considerarse una “norma social” o una consecuencia asociada o vinculada al hecho de ser mujer. La apatía de los testigos del acoso es consecuencia de un miedo subyacente a intervenir de alguna forma en la situación. Si nadie elige condenar la agresión, seguirán existiendo los obstáculos a la libre circulación de las mujeres. Es fundamental comprender que este asunto no es menor ni específico de las mujeres, sino que es una epidemia mundial avivada por un sentimiento de machismo adquirido. De hecho, una investigación realizada por Hollaback, un movimiento internacional contra el acoso callejero, y  la estadounidense Universidad Cornell, en base a 16.000 entrevistas en 22 países, concluyó que entre 80 y 90 por ciento de las mujeres sufren acoso en espacio públicos.

La evidencia revela la impactante dimensión del acoso público al punto que 66 por ciento de mujeres alemanas consultadas dijeron que las habían manoseado o toqueteado en público y que 47 por ciento de las indias fueron testigos de distintos tipos de exposición masculina en espacios públicos. En Nueva York, se estima que no se denuncian 96 por ciento de los casos de acoso sexual ni 86 por ciento de las agresiones sexuales que ocurren en los trenes metropolitanos subterráneos. En Bogotá, la ciudad colombiana considerada como la que tiene el transporte público más peligroso del mundo para la población femenina, seis de cada 10 mujeres denunciaron haber sido víctimas de acoso físico mientras viajan.

Esos datos revelan que el continuo acoso de los hombres es una amenaza generalizada y perjudicial para el futuro de la igualdad de género.  Por eso es fundamental que la Nueva Agenda Urbana de Hábitat III implemente iniciativas con un fuerte énfasis en lograr que la movilidad de las mujeres y las niñas sea segura en los entornos urbanos.  Al garantizar un transporte seguro y la protección de las mujeres, crear una red de apoyo y reconocer el significado fundamental de la voz femenina en los procesos de decisión en los ámbitos urbanos, estará allanado el camino para que se desplacen libremente en las ciudades. De esa forma, la próxima mujer o niña que se sienta amenazada por una mirada denigrante o por un comentario humillante no temerá a las consecuencias de los reproches, y en cambio denunciará al acosador y ayudará a poner fin a la inseguridad y a la victimización en el transporte público.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216734&titular=los-derechos-de-las-mujeres-se-juegan-en-el-transporte-p%FAblico-

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