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NASA: El planeta en llamas

El planeta en llamas

Axomalli Villanueva

La NASA revela mapa de temperaturas extremas en gran parte del mundo

Fuentes: La izquierda diario

La agencia espacial es­tadunidense NASA difun­dió una imagen que muestra, en diferentes to­nalidades, la afectación de la ola de calor que ha causado la peor temporada de incendios en Europa, el norte de África, Oriente Medio y casi to­da Asia.

La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), publicó un mapa en el que se muestran las altas temperaturas del aire en gran parte del hemisferio oriental del 13 de julio. Esto a parte la combinación de observaciones con una versión del modelo global del Sistema de Observación de la Tierra Goddard (GEOS, por sus siglas en inglés).

La ola de calor está afectando gravemente diversas partes del mundo, principalmente a Europa, el norte de África, el Medio Oriente y Asia; en donde las temperaturas han pasado los 40 grados Celsius en varios lugares.

En el mapa hay un patrón evidente de una «onda atmosférica» con valores alternos cálidos (más rojos) y fríos (más azules) en diferentes lugares, esta gran área de calor extremo es otro indicador claro de que las emisiones de gases de efecto invernadero, son las causantes de la crisis climática ocasionada por la actividad industrial capitalista.

Tal calor extremo tiene impactos directos en la salud humana, así como otras consecuencias, incluidos estos incendios que están ocurriendo ahora en Europa y África, y que han estado descontrolados durante los últimos años en América del Norte, así como la aceleración de la degradación de ecosistemas.

Europa occidental registra récords de temperatura desde hace varios días. Gran Bretaña superó por primera vez los 40 °C. Portugal se acercó esta semana al récord europeo de 48.8°C, registrado en la isla italiana de Sicilia el año pasado.

En el caso de África, el país más afectado ha sido Túnez ya que debido a las altas temperaturas se iniciaron incendios que terminaron por dañar la cosecha de cereales, al igual, el 13 de julio el país rompió el récord de la temperatura más alta en la región, después de 40 años, alcanzando los 48 grados Celsius.

En Asia, Irán a finales de junio el país logró alcanzar una abrasadora marca de 52 grados Celsius. Por último, en China el calor ha logrado arquear carreteras, derretir el alquitrán y reventar los tejados, mientras que el 13 de julio la alta humedad y los elevados puntos de condensación, junto con temperaturas cálidas durante la noche, crearon condiciones potencialmente mortales.

Esta oleada de calor que afecta Europa es parte de los efectos de una crisis climática que se ha impuesto a pesar de los discursos negacionistas. La expansión de fenómenos naturales extremos por todo el globo ha dejado tras de sí pérdidas humanas y destrucción ambiental.

Mientras los gobiernos culpan al clima, siguen aprobando medidas que aceleran el calentamiento global. El retorno a combustibles fósiles contaminantes para alimentar la industria energética es una muestra de cómo en estas decisiones lo que prima no son las vidas de millones de trabajadores y sus familias, sino los intereses de las empresas y políticas de ajuste al gasto público que, por ejemplo, desfinancian programas de protección del medio ambiente o mitigación de siniestros.

Imagen satelital de los incendios en Portugal tomada el 13 de julio que hasta ahora llevan 3.000 hectáreas.

 

Fuente: https://www.izquierdadiario.es/El-planeta-en-llamas-NASA-revela-mapa-de-temperaturas-extremas-en-gran-parte-del-mundo

Fuente de la Información: https://rebelion.org/el-planeta-en-llamas-2/

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India: ¿Aprenderán a leer y escribir nuestras hijas e hijos? ¿Mirarán el futuro con dignidad?

¿Aprenderán a leer y escribir nuestras hijas e hijos? ¿Mirarán el futuro con dignidad?

Vijay Prashad

Fuentes: Instituto Tricontinental de Investigación Social

El mundo está a la deriva en las mareas del hambre y la desolación. Es difícil pensar en la educación, o en cualquier otra cosa, cuando tus hijos no pueden comer.

Y sin embargo, el fuerte  ataque a la educación durante esta última década nos obliga a considerar el tipo de futuro que heredará la juventud. En 2018, antes de la pandemia, la ONU calculó que 258 millones, o uno de cada seis niños y niñas en edad escolar estaban sin escolarizar. En marzo de 2020, el inicio de la pandemia, la UNESCO estimó que 1.500 millones de niños, niñas y adolescentes se vieron afectados por el cierre de las escuelas; un asombroso 91% de las y los estudiantes de todo el mundo vieron interrumpida su educación por los confinamientos.

Un nuevo estudio de la ONU publicado en junio de 2022 ha revelado que el número de niñas y niños que sufren dificultades en su educación casi se ha triplicado desde 2016, pasando de 75 millones a 222 millones en la actualidad. «Estos 222 millones de niños y niñas se encuentran en un espectro de necesidades educativas: alrededor de 78,2 millones (54% mujeres, 17% con dificultades funcionales, 16% desplazados forzosamente) están fuera de la escuela, mientras que 119,6 millones no alcanzan la competencia mínima en lectura o matemáticas en los primeros grados, a pesar de asistir a la escuela», señala el programa de la ONU “La educación no puede esperar”. Se presta muy poca atención a la calamidad que esto supondrá para las generaciones venideras.

El Banco Mundial, en colaboración con la UNESCO, ha señalado que el financiamiento de la educación ha disminuido en los países de ingresos bajos y medios bajos, el 41% de los cuales «redujo su gasto en educación con el inicio de la pandemia en 2020, con una disminución promedio del gasto del 13,5%». Mientras que los países más ricos han vuelto a los niveles de anteriores a la pandemia, en los países más pobres la financiación se ha situado por debajo de los promedios anteriores a la pandemia. Esta disminución producirá una pérdida de casi 21 billones de dólares en ingresos de por vida, mucho más que los 17 billones de dólares estimados en 2021. A medida que la economía se tambalea y que los propietarios del capital asumen el hecho de que sencillamente no van a contratar a miles de millones de personas que se convierten —para ellos— en una «población excedente», no es de extrañar que la atención a la educación sea tan marginal.

Los experimentos de liberación nacional de otras épocas revelan una serie de valores totalmente diferentes, que daban prioridad a acabar con el hambre, aumentar la alfabetización y garantizar otros avances sociales que mejoraran la dignidad humana. El Instituto Tricontinental de Investigación Social presenta una nueva serie llamada Estudios de Liberación Nacional. El primer estudio de esta serie, La educación política para la liberación del PAIGC en Guinea-Bissau, 1963-74, es un texto magnífico basado en la investigación de archivo de Sónia Vaz-Borges, historiadora y autora de Militant Education, Liberation Struggle, and Consciousness: The PAIGC education in Guinea Bissau, 1963–1978 (Peter Lang, 2019).

El PAIGC, abreviatura de Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde, fue fundado en 1956. Como muchos proyectos de liberación nacional, el PAIGC comenzó en el marco político establecido por el Estado colonial portugués. En 1959, los estibadores de los muelles de Pidjiguiti se declararon en huelga para reclamar mayores salarios y mejores condiciones de trabajo, pero se encontraron con que los portugueses negociaban con las armas cuando mataron a unos cincuenta trabajadores e hirieron a otros. Esta masacre convenció al PAIGC de proseguir la lucha armada, estableciendo zonas liberadas del dominio colonial en la entonces Guinea (hoy Guinea-Bissau).

En estas zonas liberadas, el PAIGC puso en marcha un proyecto socialista, que incluía un sistema educativo que pretendía abolir el analfabetismo y crear una vida cultural digna para la población. Es esta búsqueda de un proyecto educativo igualitario lo que nos llamó la atención, ya que incluso en un país pobre que se enfrentaba a la represión armada del Estado colonial, el PAIGC seguía apartando recursos preciosos de la lucha armada para construir la dignidad del pueblo. En 1974, el país se independizó de Portugal y hasta el día de hoy los valores de este proyecto de liberación nacional siguen resonando.

El proyecto de liberación nacional en el que se embarcó el PAIGC tenía dos objetivos simultáneos:

  1. Derrocar las instituciones coloniales de opresión y explotación.
  2. Crear un proyecto de reconstrucción nacional para perseguir la liberación económica, política y social del pueblo y para luchar contra los residuos tóxicos dejados por las estructuras coloniales en los cuerpos y las mentes del pueblo.

Hasta 1959, no había escuelas secundarias en Guinea-Bissau, que la monarquía portuguesa controlaba desde 1588. En 1964, el primer congreso del PAIGC, bajo la dirección de Amílcar Cabral, hizo la siguiente promesa:

Crear escuelas y desarrollar la instrucción en todas las áreas liberadas (…) Mejorar el trabajo en las escuelas existentes, evitar un número de alumnos muy elevado que puede perjudicar el aprovechamiento de todos. Crear escuelas, pero tener en cuenta las posibilidades reales para evitar que después tengamos que cerrar algunas escuelas por falta de medios (…) Crear cursos especiales para formación y perfeccionamiento de profesores (…) Crear cursos para enseñar a leer y escribir a los adultos, sean ellos combatientes o elementos de la población (…) Crear poco a poco, bibliotecas simples en las zonas y regiones liberadas, prestar a otros los libros de los que disponemos, ayudar a otros a aprender a leer un libro o periódico y comprender lo que se lee.

“Todos los que saben deben enseñar a los que no saben”, dijeron los cuadros del PAIGC mientras se esforzaban por enseñar la alfabetización básica, la historia de su tierra y la importancia de su lucha por la liberación nacional.

Nuestro estudio explica todo el proceso del sistema educativo establecido por el PAIGC, incluyendo una evaluación de las formas y prácticas educativas. El estudio se centra en la pedagogía del PAIGC y en su plan de estudios anticolonialista y centrado en África. Como señala nuestro estudio:

Las experiencias de los pueblos africanos, su pasado, su presente y su futuro debían estar en el núcleo de esta nueva educación. Los planes de estudio tenían que abordar y a la vez ser conformados por las formas de conocimiento que existían en las comunidades locales. Con estos nuevos enfoques del conocimiento, el PAIGC trataba de cultivar en las y los estudiantes un sentido personal de obligación consigo mismos, sus compañeros y sus comunidades. Tan temprano como en 1949, Cabral abogó por que la producción de conocimiento se centrara en las realidades africanas existentes a través de sus experiencias de investigación de las condiciones agrícolas en Portugal y sus territorios africanos. Argumentaba que una de las mejores formas de defender la tierra consistía en aprender cómo utilizar el suelo de forma sostenible y mejorar conscientemente los beneficios que obtenemos de él. Conocer y entender la tierra era una forma de defender al pueblo y su derecho a mejorar sus condiciones de vida.

El estudio es apasionante, una ventana a un mundo vencido por la austeridad del ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional que ha arrastrado a Guinea-Bissau a la debacle desde 1995, con una tasa de alfabetización que se acerca al 50%, lo que resulta chocante para un país con el tipo de posibilidades de liberación nacional que puso en marcha el PAIGC. La lectura del estudio abre ventanas pasadas, esperanzas que permanecen vivas mientras nuestros movimientos permanezcan atentos y vuelvan a la fuente para construir futuros mejores.

El líder del PAIGC, Amílcar Cabral, fue asesinado el 20 de enero de 1973, un año antes de que el colonialismo portugués sufriera una derrota histórica. El PAIGC sufrió la pérdida de su líder. En 1946, Cabral escribió un poema lírico, «Regresso», que señalaba la ética del movimiento por el que dio su vida. «Regreso» era un término importante en el vocabulario de Cabral, la frase «retorno al origen» era fundamental para su visión de que la liberación nacional debe tratar el pasado como un recurso y no como un destino. Escuchen a la gran cantante de Cabo Verde, Cesária Évora, cantar el poema de Cabral arriba, y léanlo abajo, una puerta a las esperanzas que tenemos en la educación liberadora:

Mamá vieja, venga a oír conmigo
el latir de la lluvia en su puerta.
Es un ritmo amigo
que vibra dentro de mi corazón.

La lluvia amiga, mamá vieja, la lluvia
que no ha latido así desde hace tanto tiempo…
Oí decir que la Ciudad Vieja,
—toda la isla—
En pocos días se convirtió en un jardín…

Dicen que el campo se cubrió de verde,
el color más bonito, porque es el color de la esperanza.
Que la tierra, ahora, es realmente Cabo Verde.
– Una tormenta que se convirtió en bonanza…

Venga conmigo, mamá vieja, venga,
recupere sus fuerzas y venga a la puerta.
La lluvia amiga ya dijo que se mantenga
¡y late dentro de mi corazón!

Fuente: https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/guinea-bissau-liberacion/

Fuente de la Información: https://rebelion.org/aprenderan-a-leer-y-escribir-nuestras-hijas-e-hijos-miraran-el-futuro-con-dignidad/

 

 

 

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Ecuador: Mitad demonios, mitad niños, estructuras de raza en Ecuador

Mitad demonios, mitad niños, estructuras de raza en Ecuador

Gabriela Bernal Carrera

Fuentes: Revista Ñawpa – Foto Crédito: Andrés Camacho. Paro Nacional 2022.

En la gramática social colonial lo indio surgió como un elemento destinado a ser adjetivo: sucio, apestoso, traicionero, ladino, manipulable, salvaje entre otros. En los sintagmas sociales, todo lo nombrado como indio, fue destinado a ser un calificativo. Durante 500 años, esos adjetivos siempre fueron negativos. En el Ecuador de finales del s. XX, tras la irrupción, tan violenta como definitiva, del movimiento indígena, lo indio empezó un camino sin vuelta atrás: un cuestionamiento sustancial a esa gramática social colonial.

A lo largo del último paro nacional (junio 2022), hemos sido testigos de la explosión de una multiplicidad de violencias. Sin embargo, muchos de los discursos expresados por analistas políticos, periodistas, actores políticos y gente común y corriente, pretenden comprender la profundidad de estos fenómenos políticos a través de una única perspectiva: la brutalidad de los indios; en el mejor de los casos la explicación se ubica entre los intersticios de lo políticamente correcto y el desprecio históricamente recurrente. Los epítetos usados para describir los hechos se esconden en la dinámica ubicua de las redes sociales y plataformas como Whatsapp; ahí donde lo público y lo privado desdibujan fronteras, aflora de forma inconfundible y casi imposible de rastrear, el racismo. Este escrito pretende ofrecer algunas pistas para reflexionar.

Me gustaría empezar señalando que, en este texto, usaré intencionalmente la palabra indio para recoger el desprecio atávico hacia aquellas personas que colonialmente fueron catalogadas como tales. Los pactos silenciosos que estructuran nuestra acción individual y social implican significados claramente establecidos[1]. En la práctica conocemos los usos y funciones que las palabras ocupan no solo en la gramática de nuestro español kichwizado, sino en la gramática social que nos permite comprendernos y ubicarnos en la sociedad; cada persona sabe lo que significa ser llamada: indio, india, longo, longa; todos ellos sustantivos que al ser adjetivados (indio sucio, longo atrevido, india puta, longa vaga), ponen en evidencia la gramática social colonial. Es necesario desarmar la vida cotidiana de los “ecuatorianos” para comprender qué les permite actuar de forma exitosa, “coherente”, dentro del sistema. Es decir, develar un poco la gramática social colonial que nos estructura como sistema.

Nos guste o no, hay que reconocer una “larga duración”. Una larga duración que en países como el Ecuador está profundamente vinculada al hecho colonial, que difícilmente se ha desgastado y menos aún, transformado. Braudel (1979, pág. 70) al hacer referencia al tiempo en la construcción histórica, vincula la larga duración a una noción de estructura que reconoce como: “una organización, una coherencia, unas relaciones suficientemente fijas entre realidades y masas sociales. Para nosotros los historiadores, una estructura es un ensamblaje, una arquitectura; pero más aún, una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar. Y transformar”. La sociedad ecuatoriana actualiza de forma reiterada, más aún cuando el conflicto se desata en las calles, los elementos que organizaron el régimen colonial y que sustentaron la expoliación de los llamados indios, sus posesiones y territorios.

Jaime Litvack (1933-2006), arqueólogo mexicano sintetizaba bien en sus clases las paradojas que se derivaron del “descubrimiento” y conquista de América. Las discusiones acerca de la humanidad de los indios, señalaba, encerraban dos dilemas a los que se enfrentaron los conquistadores: si los indios eran humanos, la guerra en su contra era injusta y había que proceder a devolver lo robado; pero si los indios no eran humanos, toda la violencia sexual, legitimada como mecanismo de conquista (y reivindicada luego como crisol originario del mestizaje), en realidad era pecado de bestialismo. La forma en que estas paradojas se superaron fue reconocer la humanidad de los indios, pero considerándolos “inocentes” como niños, de tal manera que era necesario administrar sus bienes y posesiones. Esta forma de disponer de los bienes ya se aplicaba a las mujeres españolas a través del tutelaje. Esta figura jurídica se asentaba en la idea de la fragilidad femenina misma que provenía de la fragilidad física y que se asimilaba con debilidad mental (Sánchez Vicente, 1985)[2]. La deshumanización de indios y mujeres hace parte del entramado primigenio sobre el que se construyó este país, que en el s. XXI actualiza una vez más las estructuras de larga duración.

Para comprender pues el racismo, hay que reconocer la existencia unas estructuras de larga duración que se actualizan de forma periódica. Esta actualización de las estructuras de larga duración se da especialmente en momentos de conflicto, cuando la tensión generalizada permite que afloren los núcleos duros que estructuran la sociedad y al calor de las discusiones se adaptan a las formas, nociones y mecanismos que el contexto provee. Las formas que hemos presenciado durante los paros de 2019 y 2022, son en general, una actualización en el s. XXI de aquello que nos configura como sociedad.

Sin embargo, la novedad de estos dos últimos momentos es que la raza ha salido del armario. Por distintas razones sobre las que no me extenderé ahora, durante gran parte de la historia republicana del Ecuador, la administración de la población indígena se desplazó hacia el ámbito doméstico (Guerrero, 2000, pág. 45). Y es justamente, ese espacio doméstico, casi inaprensible, el que ha sustentado los procesos de dominación y racialización que operan más allá de los grandes procesos sociales e instala en las subjetividades los lineamientos que delimitan las formas y las acciones[3].  Las redes sociales, sin embargo, han abierto una ventana a los entramados domésticos y la raza y el racismo han saltado a la esfera pública. Si bien los debates políticos tienen lugar preferentemente en la esfera de lo público, las redes sociales han permitido que se entrecrucen con aquellos temas que permanecían en el espacio privado. Los resultados, como hemos visto son explosivos.

Si bien siempre política y racismo han sido debates ubicuos puesto que se dan paralelamente en los espacios considerados públicos y en los espacios menos formales, considerados más bien “privados” – domésticos, las reglas (no dichas) con las que se gestionan estos espacios impedían que se entrecrucen y exploten. Sin embargo, las redes sociales abren vías de tránsito entre lo público y lo privado-doméstico y generan conflictos entre ambos espacios. Expresiones coloquiales, cuerpos que se exhiben y desean abiertamente[4], son consideradas en el ámbito de lo público como poco “educado” o “indecente” y guste o no, hoy intersecan con el debate acerca de las políticas públicas. Las expresiones que censuran estas formas, parten del reconocimiento de un código doméstico que abre al infinito expresiones de todo tipo y que fundamentalmente permite la discriminación y la violencia sustentadas en el género y la raza (“trapos sucios se lavan en casa”). Del lado contrario, se exige que lo público sea manejado con “decencia” y “respeto” [5] que se asimilan a formas blancas. Las aparentes contradicciones que operan en lo público y lo privado-doméstico, en realidad permiten la existencia de decisiones y acciones políticas que sustentan la estructura colonial de la sociedad ecuatoriana y que inherentemente poseen estructuras violentas.

Sin embargo, la negación de la existencia del racismo y sus formas de racializar toda experiencia vital no es casual, tiene una doble función: por una parte, permite que las reglas racializantes implícitas tanto en lo público como en lo privado puedan ejercerse sin ponerse en cuestión; y por otra, su ocultamiento permite que en el ámbito doméstico se ejerzan un sinnúmero de violencias estructurales que se diluyen en los códigos del ámbito de lo privado. Las “violencias encubiertas” (Rivera Cusicanqui, 2010) del racismo como un sistema organizado de reglas y disposiciones que gestiona el funcionamiento de lo privado, se instalan en los cuerpos sexuados. Género y raza van configurando las estructuras en las que operará el sistema de significados de la racialización[6]. La codificación de un orden que racializa signos y símbolos que rigen el espacio doméstico/privado, permite y obliga al silencio y la complicidad propios de esta esfera, pero sobre todo impide que se llegue a las discusiones públicas. Esta imposibilidad de ubicar cualquier debate acerca de la raza en el orden público tiene profundas consecuencias en las nociones de igualdad, autonomía y democracia que deberían sustentar la política nacional. La irrupción de las redes sociales desestabiliza los pactos de silencio de lo doméstico y pone en la discusión aquello que se debe ocultar siempre.

Como ya he mencionado en las primeras líneas, las reacciones sociales, privadas y ahora públicas a través de las redes sociales, ponen en evidencia ciertos núcleos discursivos que permean el tiempo, desde las primeras crónicas españolas que se refieren a los indios de Quito como “behetrías”, pasando por los escritos indigenistas, hasta las reacciones en redes sociales de gente del común y analistas políticos o periodistas[7]. Dos elementos centrales parecen nuclear estas continuidades: por una parte, la irracionalidad, propia de lo indígena, y que inevitablemente deriva en violencia (salvajismo). En segundo lugar, la falta de educación de los indígenas como uno de los ejes centrales para su situación y reacción frente al Estado y la sociedad. Estas dos afirmaciones constituyen un núcleo argumentativo al que se articula un repertorio de posiciones que oscilan entre lo positivo (el buen salvaje idealizado, inocente como un niño), y lo negativo (el salvaje brutal como un demonio), con la educación como una herramienta para ir del extremo negativo al extremo positivo. Sin embargo, la lógica que plantea la irracionalidad como característica fundamental de lo indígena impide salir del denominativo salvaje.

No obstante, mientras el Estado y la sociedad mantienen sin cambios profundos sus argumentos con relación a los mundos indígenas -subrayo el plural-, las dinámicas de los pueblos y nacionalidades indígenas han cambiado dramáticamente en estos últimos 30 años. Mientras la mirada racializante del Estado y la sociedad continúan comprendiendo el mundo indígena desde la lógica del irracional buen o mal salvaje, los integrantes del mundo indígena se han embarcado en procesos de modernización complejos, dolorosos y diversos. Así, mientras el Estado y grandes sectores intelectuales insisten en comprender el mundo indígena desde lo estático, las nuevas generaciones de jóvenes indígenas están en un movimiento constante y rico en experiencias. Las nuevas generaciones indígenas están lejos, muy lejos, no solo de la experiencia de sus padres y abuelos (sometidos a la brutalidad de las violencias explícitas del régimen de la hacienda o las dolorosas vivencias de las experiencias migratorias nacionales o internacionales), sino de los cánones construidos desde la raza como factor de análisis de la sociedad ecuatoriana. Los jóvenes indígenas viajan dentro y fuera del país, conforman circuitos comerciales y culturales de una complejidad muy rica[8] que es desconocida o invisibilizada ya que se encuentra fuera de aquello que racialmente les está permitido o desde lo que la academia cree que se debe estudiar.

A lo largo de los últimos años, siendo profesora universitaria he podido presenciar de primera mano, uno de los elementos más dramáticos que afecta a estos jóvenes: el “techo de cristal”[9] del racismo. Esta barrera invisible opera de forma constante sobre los y las jóvenes de manera diversa, pero en todos los casos, limita su acción, sus ambiciones y la concreción de sus deseos. Todo el desarrollo del marco jurídico ecuatoriano, reconocido a nivel mundial, no ha incidido directamente en el cambio de los patrones que se establecen a partir de la racialización de la sociedad y que definen lugares permitidos, comportamientos aceptados, relaciones o enlaces apropiados, participaciones legítimas, discursos aceptables, ropa aceptable, etc. De los jóvenes indígenas se espera una actitud silenciosa y sumisa por el solo hecho de ser indígenas, pero ésta va totalmente a contracorriente de sus experiencias vitales. Los abismos entre la construcción de sujetos indígenas, runas o kichwas, shuar, saraguros u otavalos, como prefieran denominarse, y la experiencia social reconstruye la violencia, crea muros infranqueables.

Y es que en la gramática social colonial lo indio surgió como un elemento destinado a ser adjetivo: sucio, apestoso, traicionero, ladino, manipulable, salvaje entre otros. En los sintagmas sociales, todo lo nombrado como indio, fue destinado a ser eternamente calificativo. Durante 500 años, esos adjetivos siempre fueron construidos en negativo. En el Ecuador de finales del s. XX, tras la irrupción, tan violenta como definitiva, del movimiento indígena, lo indio empezó un camino sin vuelta atrás: un cuestionamiento sustancial a esa gramática social colonial. Ese camino, como tantos otros, ha venido siendo hecho con mingas. Fuera de las mingas, la Revolución Ciudadana de Correa (2007-2017) pretendió cambiar el eje paradigmático: en el escenario de la política nacional lo indio dejó de ser presentado como sucio, feo o pobre. De la mano de camisas bordadas, collares, aretes y/o blusas, lo indio se transformó en una cenefa, discreta pero agradable que acompañó la política represiva de las organizaciones indígenas contemporáneas.

Con los compases y discursos rimbombantes de “Patria Tierra Sagrada” además del uso de la estética indígena, la ambición de la Revolución Ciudadana fue crear un proyecto de nación que invistiera de legitimidad a quienes lo llevaban adelante. Una expropiación simbólica de luchas sociales, que en la memoria de individuos y organizaciones se remontan más allá de las crónicas coloniales de la resistencia andina, y la anclan en el discurso mítico del Pachacuti y el retorno del Inca. Pero, las pretensiones correístas no pudieron con las poderosas dinámicas que el proceso organizativo, entre otros, había abierto para los mundos indígenas (me interesa que se resalte el uso del plural). De hecho, ni siquiera las organizaciones que en los 90 pusieron contra las cuerdas al Estado republicano gestado por los criollos, podían imaginar los derroteros que su trabajo político iba a gestar.

Considero que dos hechos deberían interpelar a la sociedad ecuatoriana tras los sucesos de julio de 2022. La primera, la ceguera social frente a las características de los procesos de subjetivación indígena que se vienen gestando desde finales del s. XX y lo que va del XXI. Nadie parece darse cuenta que no existe la masa indígena que se moviliza al tenor del humor de sus “despóticos” dirigentes. Existen sujetos indígenas modernos como el que más. Mucho más sujetos que muchos mestizos que no han vivido los procesos de prueba que para llegar a ser sujeto debe experimentarse (Araujo, 2009) (Araujo & Martuccelli, 2010). Desde el 2019 insisto en que la violencia, la rabia, no puede ser explicada desde la racista mirada del salvaje (bueno o brutal, pero salvaje, al fin y al cabo). Hay que comprender los cambios sociales, culturales, políticos y económicos que han experimentado las sociedades denominadas “indígenas”.

El segundo hecho relevante, es cómo, los procesos modernizadores que hemos vivido a lo largo del s. XXI, han actualizado la economía moral de la hacienda, expresión más fuerte del racismo en Ecuador. Thompson (Aguirre Rojas, 2010), el historiador inglés, muestra como entre el “código legal” generado en el marco de los procesos modernizadores, y el “código popular” pueden existir abismos. El autor retrata como en el s. XVIII inglés, las clases dominantes agudizaron represión y castigos mientras que los oprimidos intensificaron transgresiones abiertas y motines populares. La economía moral apela a “modelos de comportamientos establecidos por la costumbre, que norma en general las acciones de la multitud, y que establece los límites de lo que es todavía soportable, o en otro caso de lo que es intolerable, de lo legítimo o por el contrario de lo inaceptable, en cada situación específica o determinada” (Aguirre Rojas, 2010: 5). Sostengo desde hace algunos años, que, en este país, colonial y racista desde su origen, vivimos desde los códigos y normas establecidos por la hacienda y sus dinámicas, valga la redundancia, racistas, coloniales y violentas. Dominados y dominadores nos comprendemos, permitimos y sancionamos desde esos códigos. Comprenderlos, traerlos a la conciencia es una de las tareas básicas para poder combatir el racismo.

Las aguas han bajado y hoy vivimos una tensa calma que se construye sobre heridas profundas y brechas cada vez mayores. Las redes sociales nos enrostran aquello de lo que pretendemos huir constantemente y la ausencia de debates realmente políticos sobre este y otros temas, alimenta las violencias encubiertas; esas que se esconden detrás de los llamados a “nuestros hermanos (menores) indígenas” a la paz y que refuerzan la idea de que los indígenas son como niños a los que debemos llamar al orden.

Referencias

Aguirre Rojas, C. (2010). Economía Moral de la Multitud. Obtenido de Instituto de Investigaciones Sociales. Universidad Autónoma de Méxicp: http://conceptos.sociales.unam.mx/conceptos_final/424trabajo.pdf

Araujo, K. (2009). Configuraciones de sujeto y orientaciones normativas. Psicperspectivas, VIII (2), 248-265. Recuperado el 04 de 05 de 2022, de https://www.psicoperspectivas.cl/index.php/psicoperspectivas/article/view/60

Araujo, K., & Martuccelli, D. (2010). La individuación y el trabajo de los individuos. Educacao e Pesquisa. Sao Paulo, V. 36. n. especial, 77-91. Recuperado el 04 de 05 de 2022, de https://www.scielo.br/j/ep/a/QC9nJ5szz7hh8c3zGHwkyrn/?format=pdf

Braudel, F. (1979). La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza.

Colloredo-Mansfeld, R. (1998). Dirty Indians., radical indígenas, and the political economy of social difference. Bulletin of Latin American Research. V. 17. No. 2, 379-403.

De La Cadena, M. (2004). Indígenas mestizos: raza y cultura en el Cusco. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.

De La Cadena, M. (s/f). Formaciones de indianidad. Articulaciones raciales, mestizaje y nación en América Latina. Envión.

De La Torre Espinoza, C. (1996). El racismo en el Ecuador: experiencias de los indios de clase media. . Quito: Centro Andino de Acción Popular.

Guerrero, A. (2000). El proceso de identificación: sentido común ciudadano, ventriloquía y transescritura. En A. Guerrero, Etnicidades (págs. 9-77). Quito: FLACSO.

Rivera Cusicanqui, S. (2010). Violencias (re)encubiertas en Bolivia. La Paz: La mirada salvaje.

Sánchez Vicente, M. P. (1985). La condición jurídica de la mujer a través de las partidas. Memoria de licenciatura. Oviedo: Universidad de Oviedo. Recuperado el 11 de 07 de 2022, de https://ria.asturias.es/RIA/bitstream/123456789/78/1/Archivo.pdf

Wade, P. (2000). Raza y etnicidad en Latinoamérica. Quito: Abya Yala.

Weismantel, M. (2016). Cholas y pishtacos. Relatos de raza y sexo en los Andes. LIma: Instituto de Estudios Peruanos. Universidad del Cauca.

Weismantel, M., & Eisenman , S. (Vol. 17, No. 2 (May, 1998)). Race in the Andes: Global Movements and Popular Ontologies. Bulletin of Latin American Research.


[1] Para una descripción gráfica de cuán racializada es nuestra experiencia individual y social, sugiero a quienes leen este texto revisen el contenido de “Es que soy Brandon”, youtuber quiteño que ha logrado plasmar en 3 videos como funciona la racialización en nuestro país. https://www.youtube.com/watch?v=-yNy8JiO95U

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/mitad-demonios-mitad-ninos-estructuras-de-raza-en-ecuador/

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Pedagogía de la independencia

Reseña del libro de Martín Almada «Paraguay: Educación y dependencia»

Martín Almada escribe este libro y con el libro escribe su vida. Cuenta simultáneamente su historia personal y la historia de su pueblo guaraní, de su país, de su continente.

Martín, el compañero de tantas luchas, intentó llevar a la práctica en Paraguay la experiencia de Paulo Freire, promoviendo una escuela que hiciera “educación como práctica de la libertad”, el Instituto Juan Bautista Alberdi de San Lorenzo. La osadía le costó la represión, la muerte de su compañera de vida, Celestina Pérez de Almada, y la cárcel.

Martín Almada escribe con la tinta del sobreviviente. Con la sangre de su compañera y la de sus compañeros asesinados por la dictadura de Stroessner, Martín escribe sobre la educación en Paraguay. Escribe con dolor. Pero también, escribe con rebelde esperanza.

Fundamenta en estas páginas que la educación dominante es uno de los engranajes aceitados que posibilitan y naturalizan la dependencia. Bucea en la historia del continente, buscando claves de interpretación del drama paraguayo. El papel de la oligarquía, de la Iglesia, del Estado, de las fuerzas armadas, de los gobiernos y de las oligarquías de los países vecinos, de los distintos agentes del poder, son analizados en esta perspectiva latinoamericanista.

Dice Martín Almada en el artículo que completa este libro –escrito 30 años después-, que esta publicación … “en el fondo es la carta de un sobreviviente dirigida a sus torturadores. Es la carta de un educador sobreviviente que busca un remedio para curar dolores del alma. No olvidemos que debajo del dolor está el amor…. Es la historia de la reconstrucción de mi mismo luego de tutearme con la muerte”.

En esa identidad de sobrevivientes se escribieron muchas páginas en Nuestra América, y en especial en Paraguay, donde el pueblo hermano sufrió sucesivos genocidios, el del pueblo guaraní, y de otros pueblos originarios, durante las guerras de conquista, las guerras por territorio y por petróleo, la Guerra de la Triple Alianza, y la prolongada dictadura stronista.

Me interesa decir en estas líneas, que el pueblo argentino no puede permanecer indiferente frente a la opresión vivida por el pueblo paraguayo. Hay una responsabilidad de la oligarquía argentina en la Guerra de la Triple Alianza, y en el sostén a la dictadura de Stroessner. También en las modalidades de opresión que llegan hasta la actualidad, con los acuerdos leoninos de saqueo de recursos hidroeléctricos. Tal vez estos tiempos en los que se buscan nuevas posibilidades de integración latinoamericana, sean momentos para poner en marcha profundas reparaciones frente a todo lo destruido, lo saqueado, y lo aniquilado por la imposición de los intereses imperialistas, que contaron con diversos gobiernos argentinos como instrumentos de ejecución de sus políticas. Y esto sólo puede ser impulsado activamente desde abajo y desde la izquierda, donde se tejieron también los lazos de solidaridad profundo con las víctimas de la dictadura, que por miles recibieron abrigo en nuestras tierras.

Pero Martín Almada no es sólo un sobreviviente. Es también un creador de nuevas posibilidades para la aventura libertaria. Abogado de causas justas. Defensor de los derechos humanos. Inventor de modelos que buscan el estímulo a la producción agroecológica, promoviendo los usos populares de la energía solar, impulsando la creación de aldeas solarizadas, y hasta editando un libro de recetas solares elaboradas con alimentos locales. Siendo la educación popular -fundamentalmente- pedagogía de la autonomía, Martín Almada contribuye en esta dirección, estimulando maneras de pensar la vida que no se basen en los paradigmas del desarrollo que destruyen a la naturaleza y a la gente en ella.

Educador. Investigador –por su obsesiva búsqueda de la verdad fue posible el descubrimiento de los “Archivos del Terror” y por su terca voluntad de denuncia fue posible la creación del Museo de las Memorias-. El descubrimiento y estudio de los Archivos del Terror, en los que se encontraron los documentos del Plan Cóndor, son una pieza fundamental para el momento actual de lucha por la justicia que se está llevando adelante en los Tribunales argentinos, con el enjuiciamiento a los criminales de lesa humanidad. Es un material de enorme valor, para desnudar la complicidad de los gobiernos latinoamericanos, y del gobierno norteamericano en la ejecución de las políticas de terrorismo de estado. Por estas contribuciones realizadas a la lucha por la justicia, Martín Almada recibió en el año 2002 el Premio Nobel Alternativo de la Paz, que al mismo que otros muchos premios que le fueron otorgados, es un reconocimiento a su coraje, a su coherencia como defensor de los derechos humanos, como pedagogo de la justicia.

Quiero decir que siempre pensé que Martín Almada cumple cabalmente con la recomendación de Paulo Freire, que es la de vivir “sanamente locos, y locamente sanos”, como condición para seguir siendo creadores… y creadores revolucionarios. Como el loco Simón Rodríguez, ha puesto en la libertad y en la educación su pasión completa.

Escribe Martín Almada: “El miedo, en nuestro país, se volvió cultural. La segunda piel del paraguayo es el miedo, porque la ignorancia y la tortura fueron la base de la represión, fueron el corazón del sistema dictatorial”. Con ese miedo, y contra ese miedo es la vida y la lucha de este pedagogo de las luchas libertarias. Y sabe que la educación, es uno de los caminos para aportar a la organización del pueblo en la lucha emancipatoria. Y que es la acción colectiva, un largo proceso de desafío al miedo que tiende a aislarnos y a desorganizarnos.

En este libro, el repaso de las prácticas educativas en Paraguay, terminan constituyendo una radiografía de la dominación, y también una búsqueda activa de caminos para la descolonización y para la desmercantilización de la enseñanza en América Latina, porque tal como él investiga y denuncia, las políticas educativas son producto de una estrategia continental ordenada por instituciones del gobierno mundial, que administran la subordinación cultural, en diferentes terrenos -incluido el pedagógico-. Martín Almada se concentra en el estudio de Paraguay, pero lo pone en espejo con los modelos educativos de Chile, y de otros países latinoamericanos. Hoy, cuando muchos de los gobiernos que se llaman progresistas siguen utilizando chalecos de fuerza como los modelos educativos que impone el Banco Mundial, o como las Leyes Antiterroristas que impone el CIADI[1], es interesante utilizar este texto para pensar una nueva pedagogía, que nazca y crezca contra todas las formas de dominación, las históricas y las actuales. Una pedagogía descolonizadora que sea regada desde las raíces con nuestras propias miradas del mundo. Una pedagogía originaria, libertaria, y audazmente democratizadora. En esta dirección, el libro de Martín Almada es sobre todo una invitación para esa búsqueda, y para crear –con la audacia y el riesgo ineludibles en todo acto transformador- un camino en el que todas las tradiciones de lucha de Nuestra América, se rebelen junto con los nuevos gritos de Ya Basta, frente a la mediocridad y el conservadurismo. Le agradezco por ello a Martín y a su locura, la posibilidad de mirarnos sin anteojeras, de pensarnos sin muros, y de atrevernos a caminar sin chalecos de fuerza, con la pasión intacta y ese alegre dolor que nos sigue conmoviendo.

Notas:

[1] Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones. Organismo del Banco Mundial que tiene por objetivo propiciar la solución de disputas entre gobiernos (N. del E.).

MARTÍN ALMADA

(Paraguay, 1937) Profesor, abogado y reconocido activista y defensor de los Derechos Humanos en su país natal durante la dictadura de Alfredo Stroessner. Líder del movimiento “Por un techo para cada educador” de la Federación de Educadores del Paraguay, fundador y director de la Escuela Juan Bautista Alberdi en San Lorenzo, que fue cerrada en 1974 por órdenes dictatoriales.
Ese año, Almada presenta su tesis doctoral “Paraguay, Educación y Dependencia” en la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina, siendo calificada de “subversiva y terrorista” por la Policía Federal Argentina, lo que le significó ser detenido y torturado, y que su primera esposa, Celestina Pérez, falleciera de un infarto al escuchar telefónicamente las torturas a las que era sometido Almada.
En 1977 es liberado después de una huelga de hambre y el apoyo de distintos grupos de derechos humanos, asilándose en Panamá, retornando a su país después de la caída del dictador Strossner, en 1989.
Con la ayuda del juez José Agustín Fernández, el 22 de diciembre de 1992, en la ciudad de Lambaré (Paraguay) descubre los “Archivos del Terror”, la prueba documental de la existencia de la Operación Cóndor en América Latina, que contiene las comunicaciones y acuerdos entre las autoridades militares y policiales, para reprimir las sociedades y mantener las dictaduras de Paraguay, Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, entre 1970 y 1980.
Martín Almada ha recibido varios galardones internacionales por su actividad a favor de la aclaración histórica de la Operación Cóndor y de las violaciones de Derechos Humanos en Sudamérica, donde destaca el Premio Right Livelihood, o Premio Nobel Alternativo de la Paz, en 2002.

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El libro “Identidad migrante” levanta la voz contra el racismo, la esclavitud contemporánea o la vida en los campos de refugiados

Por: Enric Llopis

 

Trece entrevistas mutan en crónica y en grito de denuncia en un volumen elaborado por los periodistas Carles Senso y Vicente Tafaner durante los últimos años, con una pandemia entremedio que intensificó el miedo de aquellos y aquellas que viven bajo la mirada de la irregularidad, la desesperación y el olvido.

Trece voces que son miradas únicas y, paralelamente, universales y que claman contra la anestesia colectiva, la deshumanización y la condescendencia. Trece voces, además, que son bramidos optimistas, empáticos e esperanzados.

La migración habla. Grita, protesta. Contra la discriminación, contra el racismo. Contra la trata de personas, contra la ablación de las niñas, contra la homofobia, contra las violaciones, contra la violencia estructural. Habla Nigeria, Colombia, Afganistán. Protesta Palestina, Mali, Marruecos, el Sáhara… Reflexionan Tetrit, José, Vivian, Yolanda, Rawaa, Áurea… Y muchos y muchas más. Les sirven de cómplices, en primera instancia, los periodistas Carles Senso y Vicente Tafaner, con una dilatada experiencia tanto en el mundo de la comunicación y de la investigación científica como en la ayuda a personas migrantes. Decenas de horas de escucha que fueron altavoz, empatía, implicación. Y todo toma forma en «Identidad migrante», de la mano de Reclam Editorial.

Un volumen elaborado a través trece entrevistas que reflexionan, desde el reducido prisma de la vida de cada persona, sobre la situación de los y las migrantes, desde sus países de partida hasta el de llegada. Casos de esclavitud sexual, ablación femenina, homofobia estatal, leyes que obligaban a mujeres violadas a contraer matrimonio con sus agresores, la vida en los campos de refugiados del Líbano o Argelia, la situación de la mujer en Afganistán o la violencia estructural en Colombia.

Según explica Senso: “La vida nunca es un fragmento. La simplificación mutila el conocimiento y dilapida la empatía. Sin embargo, está este libro plagado de retazos, de vidas diseccionadas, de facciones de un todo. Conscientemente. Es una mirada particular de un mundo concreto. De ese espacio que crea cada uno de los casi ocho mil millones de habitantes de este planeta complejo, disímil y ambivalente. Para entenderlo se precisan guías globales, contextos generales y bagajes históricos. Para comprenderlo se necesitan miradas únicas, voces sinceras y la música de la proximidad. Un ejercicio político, un posicionamiento en un mundo que vive un decaimiento moral, con la propagación de mensajes de odio que enfrentan comunidades y culpan a los perseguidos. Discursos imparables en ámbitos digitales, alimentados por el ego, la salvajada más bravucona y la descontextualización más desinformativa. El relato, aquí, como respuesta. Un altavoz para el silenciado, la acallada o la amordazada. Tomar partido. Hacer que hagan. Permitir que se escuche”.

Por su parte, Tafaner aduce: “Las personas migrantes no pueden ser reducidas a cifras, a problemas geoestratégicos o a miradas condescendientes cimentadas en la perspectiva occidental y etnocéntrica. Hay que aproximarse a ellos y ellas desde un enfoque y reivindicación de derechos, conociendo sus realidades más próximas y con mirada de género. Y eso sólo es posible desde el conocimiento e interacción con la diversidad, la formación periodística constante y desacomplejada y la concepción de relatos alternativos. La compleja realidad migratoria no es posible trasladarla y traducirla desde las redacciones. Calle. Es necesaria la calle para cotejar la violencia estructural, simbólica y particular que mueve a las personas, para conocer a los testigos que han sobrevivido y reconstruyen desde la confianza en el cambio, para interactuar con los protagonistas que sólo se sinceran ante la cercanía de la vecindad, para tocar lo que ha sido negado en el lugar de partida, silenciado en el de llegada o quebrado en el interior de cada persona. La palabra como arma. La conciencia de la escucha frente al letargo oficial y el olvido. Retazos de mundo contra la anestesia colectiva. Voces que claman. Personas que ofrecen. Sociedades a través de mujeres y hombres. Problemas con voz. La mirada de la herencia de la esclavitud. Una frase que es ablación. Un gesto que muestra la trata. Una entonación que protesta por la homofobia. Racismo internacional, discriminación local”.

Carles Xavier Senso Vila es doctor en Historia y licenciado en Periodismo. Ejerce de profesor de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Castilla la Mancha y también en el Cefire, el centro valenciano de formación del profesorado, y es jefe de prensa del Ayuntamiento de Alberic. Trabajó diez años en el diario Levante-EMV. El título de doctor lo obtuvo con Matrícula Cum Laude por una tesis sobre los medios de comunicación de la etapa final del franquismo y la Transición. Ha publicado una quincena de libros sobre temas como la deportación española a campos nazis, el papel histórico de la pilota valenciana o la expansión de la extrema derecha. En 2018 ganó el Premio Ramón Barnils de Periodismo de Investigación. Por su parte, Vicente Tafaner Portalés (20/07/1995, Alberic) es graduado en Periodismo, experto en redes sociales y asesor institucional. Ha trabajado en el diario Levante-EMV, en el Valencia CF y en el Grupo Mediapro. Ha participado en proyectos deportivos de primer nivel a través de la optimización de perfiles digitales, así como en la activación de marcas y empresas que abarcan desde el sector alimenticio hasta el educativo. Ambos dirigen, conjuntamente y siempre de la mano, la agencia Kerouac Comunicación.

FRAGMENTOS:

Tanana Traoré (Mali)

“He hablado con mis hermanas para que no lo hagan con sus hijas. Cuando me piden dinero, no les doy si lo han hecho o piensan hacerlo. Y así he conseguido convencer a dos pero esas niñas serán discriminadas en el colegio y entre sus amigas porque dicen que el clítoris, si no se lo cortan, convierte a las niñas en niños. Eso hace que algunas niñas lo hagan por su propia cuenta”.

Alex Milton (Guatemala)

“Yo soy psicólogo y no me he podido autoterapiar por el miedo que se sufre al caminar por la calle sin papeles y pensar que en cualquier momento va a aparecer la policía y te va a expatriar. Te sientes como una cucaracha. Fatal, fatal, fatal, fatal… yo tengo pavor a los policías”.

Vivian Ntih (Nigeria)

“Soy una bolsa de basura. Una simple bolsa de basura. Sólo, una bolsa de basura. Una bolsa de basura porque alguien tiene que serlo. Si hay basura, tiene que haber bolsas de basura. Unos fabrican la mierda y otros nos la comemos”.

Tetrit Taglit (Marruecos)

“Me vendieron que en Occidente existía un futuro mejor, vinculado a la dignidad como persona y por ello quise conquistarlo. Ir allí donde se me respetase. Viví muchas etapas dentro de dicha migración. Salí de mi casa cuando tenía veintidós años. Era la primera vez que dejaba a los míos y lo hice para escapar de mi violador y de la sociedad que lo amparaba”.

José Armando González (Colombia)

“Pese a que tarde o temprano las personas acabarán muertas o en la cárcel, muchas eligen el camino del narcotráfico, el de la violencia sistémica, el de la cultura de la muerte. En torno a ese submundo hay una industria brutal de prostitución, e incluso hay familias contentas porque un narcotraficante se ha fijado en su niña de trece años, porque significa una redención para ellos. También el contexto lo favorece. La presión por llevar lo último en tecnología, la ropa, los vicios, el ritmo de la vida… todo es más fácil si cuentas con el dinero de la droga. La gente se deja llevar por lo que quiere y no por lo que es realmente”.

Yolanda Campo (Colombia)

“La mujer maltratada en Colombia es una mujer preocupada, asustada, sin vida propia, con ganas de escapar, pero no puede por el temor y por el miedo. Las amenazas son constantes. Corremos el peligro de que, si ponemos una demanda a nuestras parejas, nos manden a matar. Estamos cautivas, presas. Allí te violan y te matan sin ningún tipo de reparo”.

Áurea Smith (Guinea Ecuatorial)

“Acudí a una entrevista de trabajo para incorporarme como asistenta del hogar y la niña pequeña, nada más verme, dijo que era un monstruo. ¿Por qué ocurre eso? Es lo que ven en casa. Los pequeños imitan los comportamientos de sus padres, por tanto, el problema está en la educación.

Baba Abdalahi (Sáhara Occidental)

“La juventud está cabreada, no se siente útil por lo que desarrolla un cansancio porque no ve ninguna puerta abierta. Día tras día vemos la pasividad de España en el terreno político. No en el humanitario. Pero, al fin y al cabo, esto es una causa política. Ante esta situación de inmovilidad, surgen chispas como el estallido de la guerra”.

Tahereh Heidari Rezaei (Afganistán – Irán)

“No existe libertad. Te obligan a hacer cosas que no tienen sentido, como llevar el hyjab puesto. Es un problema de base, de educación. No hay respeto por la figura de la mujer. Están sometidas a una degradación constante”.

Aysa Mustapha (València – Palestina)

“El tema de la identidad también ha sido como un viaje. Te sientes de muchos sitios pero de ninguno en concreto. Soy valenciana, también palestina, no hablo árabe, pero al final, por toda mi vida aquí, he construido toda mi personalidad en respuesta a todos los inputs que he recibido desde que nací. Siempre he tenido que justificar que era de aquí”.

Elena Alysse (EEUU – Palestina)

“La mejor fuente para contar el conflicto a una persona externa eres tú, que lo has vivido. Por ello me siento siempre en la obligación de estar actualizada con todo lo que pasa, para saber explicarlo todo. Para defender mis raíces”.

Rawaa Abu Abdou (Líbano – Palestina)

“Muchos tienen el sueño de ver el mar, que está muy cerca de allí, pero saben que si salen del campamento no van a poder volver a entrar. No hay zonas de ocio, no hay jardines, no hay nada. Es el mismo campamento de un kilómetro cuadrado que el gobierno del Líbano dio a los refugiados en 1948 pero la población crece y se queda pequeño”.

Ahmad el Sabee (Líbano – Palestina)

“Trabajé tres o cuatro años en una ONG y poco a poco pude ir avanzando. Hay gente muy formada, con tres o cuatro carreras, que no puede trabajar de nada en Líbano y se dedica a vender verduras en un carrito. Trabajamos para que nuestros hijos no tengan que vivir eso. Por ello instamos a las embajadas la obtención de una nacionalidad y un pasaporte. Era una opción. No había muchas. Otra era echarse al mar. Mucha gente trabaja muchos años para ahorrar 10.000 dólares para pagarse el viaje que, al principio parece legal, pero luego no cuenta con todas las garantías”.

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Palestina: Sobre Kanafani y la necesidad de redefinir el papel de «víctima intelectual»

Sobre Kanafani y la necesidad de redefinir el papel de «víctima intelectual»

Ramzy Baroud

Fuentes: Monitor de Oriente [Foto: El escritor palestino Ghassan Kanafani]
Dedicado a la memoria de Ghassan Kanafani, emblemático líder palestino e intelectual comprometido que fue asesinado por el Mossad israelí el 8 de julio de 1972

Años antes de que Estados Unidos invadiera Irak en 2003, los medios de comunicación estadounidenses presentaron a muchos personajes nuevos, promoviéndolos como «expertos» que ayudaron a reforzar la propaganda estadounidense, lo que en última instancia permitió al gobierno de Estados Unidos asegurarse un apoyo popular suficiente para la guerra.

Aunque el entusiasmo por la guerra empezó a decaer en los últimos años, la invasión de Irak se inició con un mandato popular relativamente fuerte que permitió al presidente estadounidense George W. Bush atribuirse el papel de liberador de Irak, de luchador contra el «terrorismo» y de defensor de los intereses globales de Estados Unidos. Según una encuesta de CNN/USA Today/Gallup realizada el 24 de marzo de 2003 -pocos días después de la invasión- el setenta y dos por ciento de los estadounidenses estaba a favor de la guerra.

Sólo ahora estamos empezando a apreciar plenamente el enorme edificio de mentiras, engaños y falsificaciones que se utilizó para dar forma a la narrativa de la guerra, y el siniestro papel desempeñado por los principales medios de comunicación en la demonización de Iraq y la deshumanización de su pueblo. Los futuros historiadores continuarán con la tarea de desentrañar la conspiración de la guerra durante años.

Por consiguiente, también es importante reconocer el papel desempeñado por los propios «informantes nativos» de Iraq, como los describiría el difunto profesor Edward Said. El «informante nativo (es un) servidor voluntario del imperialismo», según el influyente intelectual palestino.

Gracias a las diversas invasiones e intervenciones militares estadounidenses, estos «informantes» han crecido en número y utilidad hasta el punto de que, en diversos círculos intelectuales y mediáticos occidentales, definen lo que se considera erróneamente como «hechos» relativos a la mayoría de los países árabes y musulmanes. Desde Afganistán hasta Irán, pasando por Siria, Palestina, Libia y, por supuesto, Irak, entre otros, estos «expertos» repiten constantemente como loros mensajes que se adaptan a las agendas occidentales de Estados Unidos.

Estos «expertos» se presentan a menudo como disidentes políticos. Los gobiernos occidentales los reclutan -ya sea oficialmente a través de grupos de reflexión financiados por el gobierno o de otro modo- para que ofrezcan una descripción conveniente de las «realidades» de Oriente Medio -y de otros lugares- como justificación racional, política o moral para la guerra y otras formas de intervención.

Aunque este fenómeno está siendo ampliamente comprendido -especialmente cuando sus peligrosas consecuencias se hicieron demasiado evidentes en los casos de Irak y Afganistán-, hay otro fenómeno que rara vez recibe la atención necesaria. En el segundo escenario, el «intelectual» no es necesariamente un «informante», sino una víctima, cuyo mensaje está totalmente moldeado por su sentido de autocompasión y victimismo. En el proceso de comunicar ese victimismo colectivo, este intelectual perjudica a su pueblo al presentarlo como desventurado y sin ninguna capacidad de acción humana.

Palestina es un ejemplo de ello.

El «intelectual víctima» de Palestina no es un intelectual en ninguna definición clásica. Said se refiere al intelectual como «un individuo dotado de una facultad para representar, encarnar, articular un mensaje, un punto de vista, una actitud, una filosofía o una opinión». Gramsci sostenía que los intelectuales son «(aquellos) que sostienen, modifican y alteran los modos de pensamiento y comportamiento de las masas». Se refería a ellos como «proveedores de conciencia». El «intelectual víctima» no es ninguno de ellos.

En el caso de Palestina, este fenómeno no fue accidental. Debido a los limitados espacios de que disponen los pensadores palestinos para hablar abierta y verdaderamente sobre los crímenes israelíes y sobre la resistencia palestina a la ocupación militar y al apartheid, algunos han optado estratégicamente por utilizar cualquier margen disponible para comunicar cualquier tipo de mensaje que pudiera ser nominalmente aceptado por los medios de comunicación y las audiencias occidentales.

En otras palabras, para que los intelectuales palestinos puedan operar dentro de los márgenes de la sociedad occidental dominante, o incluso dentro del espacio asignado por ciertos grupos pro-palestinos, sólo se les puede «permitir narrar» como «proveedores» de victimismo. Nada más.

Quienes estén familiarizados con el discurso intelectual palestino, en general, especialmente tras la primera gran guerra israelí contra Gaza en 2008-9, habrán notado cómo las narrativas palestinas aceptadas en relación con la guerra rara vez se desvían del discurso victimista palestino descontextualizado y despolitizado. Si bien es fundamental comprender la depravación de Israel y la horrenda naturaleza de sus crímenes de guerra, a las voces palestinas que tienen un escenario para abordar estos crímenes se les niega con frecuencia la oportunidad de presentar sus narrativas en forma de sólidos análisis políticos o geopolíticos, y mucho menos denunciar la ideología sionista de Israel o defender con orgullo la resistencia palestina.

Se ha escrito mucho sobre la hipocresía de Occidente a la hora de gestionar las consecuencias de la guerra entre Rusia y Ucrania, especialmente si se compara con la ocupación israelí de Palestina durante décadas o con las guerras genocidas israelíes en Gaza. Pero poco se ha dicho sobre la naturaleza de los mensajes ucranianos si se comparan con los de los palestinos: los primeros son exigentes y tienen derecho, mientras que los segundos son mayoritariamente pasivos y tímidos.

Mientras que los altos funcionarios ucranianos suelen tuitear declaraciones como que los funcionarios occidentales pueden «irse a la mierda», los funcionarios palestinos no dejan de suplicar y rogar. La ironía es que los funcionarios ucranianos atacan a las mismas naciones que les han suministrado miles de millones de dólares en «armas letales», mientras que los funcionarios palestinos se cuidan de no ofender a las mismas naciones que apoyan a Israel con las mismas armas que se utilizan para matar a los civiles palestinos.

Se puede argumentar que los palestinos están adaptando su lenguaje para acomodarse a cualquier espacio político y mediático que esté disponible para ellos. Sin embargo, esto no explica por qué muchos palestinos, incluso en entornos políticos y académicos «amistosos», sólo pueden ver a su pueblo como víctimas y nada más.

Este fenómeno no es nuevo. Se remonta a los primeros años de la guerra israelí contra el pueblo palestino. El intelectual palestino de izquierdas Ghassan Kanafani, como otros, era consciente de esta dicotomía.

Kanafani contribuyó a la concienciación intelectual de varias sociedades revolucionarias del Sur Global durante una época crítica para las luchas de liberación nacional en todo el mundo. Recibió a título póstumo el Premio Lotus de Literatura de la Conferencia de Escritores Afroasiáticos en 1975, tres años después de haber sido asesinado por Israel en Beirut, en julio de 1972.

Al igual que otros miembros de su generación, Kanafani se empeñó en presentar la victimización palestina como parte de la compleja realidad política de la ocupación militar israelí, el colonialismo occidental y el imperialismo dirigido por Estados Unidos. A menudo se cuenta una famosa historia sobre cómo conoció a su esposa, Anni, en el sur del Líbano. Cuando Anni, una periodista danesa, llegó a Líbano en 1961, le preguntó a Kanafani si podía visitar los campos de refugiados palestinos. «Mi gente no son animales en un zoológico», respondió Kanafani, y añadió: «Debes tener una buena información sobre ellos antes de ir a visitarlos». La misma lógica puede aplicarse a Gaza, a Sheikh Jarrah y a Jenin.

La lucha palestina no puede reducirse a una conversación sobre la pobreza o los horrores de la guerra, sino que debe ampliarse para incluir contextos políticos más amplios que condujeron a las tragedias actuales en primer lugar. El papel del intelectual palestino no puede limitarse a transmitir la victimización del pueblo de Palestina, dejando el papel mucho más consecuente -e intelectualmente exigente- de desentrañar los hechos históricos, políticos y geopolíticos a otros, algunos de los cuales suelen hablar en nombre de los palestinos.

Es bastante edificante y gratificante ver que por fin se incluyen más voces palestinas en el debate sobre Palestina. En algunos casos, los palestinos están incluso ocupando el centro de estas conversaciones. Sin embargo, para que la narrativa palestina sea realmente relevante, los palestinos deben asumir el papel del intelectual gramsciano, como «proveedores de conciencia» y abandonar por completo el papel de «intelectual víctima». De hecho, el pueblo palestino no es un «animal en un zoológico», sino una nación con agencia política, capaz de articular, resistir y, en última instancia, ganar su libertad, como parte de una lucha mucho mayor por la justicia y la liberación en todo el mundo.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

Fuente: https://www.monitordeoriente.com/20220629-los-palestinos-no-son-animales-en-un-zoologico-sobre-kanafani-y-la-necesidad-de-redefinir-el-papel-de-victima-intelectual/

Fuente de la Información: https://rebelion.org/sobre-kanafani-y-la-necesidad-de-redefinir-el-papel-de-victima-intelectual/

 

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«Nuestra arma principal escupe palabras, no balas»

Por Jorge Majfud/Rebelión 

Las guerras contra Vietnam, Irak y Afganistán fueron derrotas para Estados Unidos. Sin embargo, los medios dominantes y la industria cultural las presentaron no solo como victorias morales, sino también como victorias militares.

El experto en propaganda computacional, Samuel Woolley, en 2020 publicó en su libro The Reality Game la historia de Jascha, quien se había instalado en Ucrania en 2013, un año antes del golpe de Estado. Durante este período, “fue testigo de nuevas formas de manipular la opinión pública usando información de muy baja calidad destinada a determinados grupos en el país. Más tarde nos dimos cuenta de que Ucrania era la avanzada de la propaganda computacional en el mundo. Ahora [2020] cuando queremos tener una idea de hacia dónde va el futuro de las fake news y de los bots políticos, simplemente miramos hacia Ucrania usamos Ucrania como caso de estudio”. En Computacional Propaganda, libro en el que reunió en 2019 una decena de expertos, reiteró la idea: la manipulación de la opinión pública a través de la propaganda computacional ha sido una guerra entre Rusia y Occidente en Ucrania desde los primeros años del siglo XXI.

Aparte de la CIA, desde 1997 la OTAN se aseguró de fundar agencias en Ucrania, para que las milicias cibernéticas aprendan el arte de la guerra moderna, es decir, de la propaganda computacional, con la fundación del “Centro de Información y Documentación (NIDC)”. Según sus declaraciones de principios, se trataba de un mecanismo que apuntaba a “crear conciencia y comprensión sobre los objetivos de la OTAN en Ucrania”, formando por décadas a “periodistas independientes”.

Los diagnósticos de los expertos han sido abundantes y consistentes, pero ninguno ha alcanzado los titulares de los grandes medios occidentales. El 16 de marzo de 2022, Sean McFate, integrante del Atlantic Council, fue directo: “Rusia puede estar ganando la guerra en el campo de batalla, pero Ucrania está ganando la guerra de la información. Esa es la clave para obtener el apoyo y la simpatía de los aliados”. Un oficial del Departamento de Estado señaló que “los ucranianos han dado una clase magistral en guerra de información”. Otro alto funcionario de la OTAN, en calidad de anonimato, le reconoció al Washington Post que el gobierno de Ucrania estaba haciendo un “excelente trabajo de comunicación” y de “operación psicológica” junto con un centenar de compañías publicitarias y medios internacionales. Es probable que esta funcionaria anónima sea Natalia Popovych, presidenta de One Philosophy, poderoso grupo que gestiona la imagen de gigantes como Microsoft, McDonald’s, MasterCard y Opel, financiadas, a su vez por varios gobiernos europeos, por la embajada de Estados Unidos en Ucrania, la USAID y el Institute for Statecraft de Inglaterra.

La guerra de Washington en Vietnam, como en Irak o en Afganistán más recientemente, fue una vergonzosa derrota que los medios dominantes y la industria cultural se empeñaron en presentar como una victoria moral. Más que eso, se vendió como una victoria militar, sobre todo en las películas, al extremo que hasta estudiantes universitarios aún hoy se sorprenden cuando escuchan que su país perdió la mítica guerra de Vietnam, recordada en millones de gorras de baseball que usan los “héroes ancianos” en McDonald o en Walmart para que los dejen pasar primero en la fila de la caja y, de ser posible, se arrodillen y les repitan aquello de “gracias por su servicio”, “gracias por proteger la libertad de nuestra nación”.

Al igual que la humillación de Bahía Cochinos en 1961, en Vietnam la derrota se basó, en alguna medida, en un defecto de la propaganda, pese al tsunami de millones de dólares inyectados por la administración de Johnson para demonizar a los disidentes más conocidos (Martin Luther King, Mohammed Ali, Noam Chomsky, Edward Said…) y a estudiantes que protestaban contra la guerra, hasta el extremo de reprimirlos a tiros en varias universidades. El resultado fue parcial pero sintomático: los padres de los estudiantes masacrados en universidades como Kent State University justificaron la violencia policial para evitar alguna forma de antipatripitsmo.

En Cuba se debió a la observación del médico argentino Ernesto Guevara, quien en 1954 se encontraba en Guatemala cuando la CIA destruyó esa democracia manipulando los medios. Cuando la Revolución cubana triunfó en 1959, una anomalía histórica en América latina, Guevara aseguró: “Cuba no será otra Guatemala”. Las enigmáticas palabras revelaban mucho para quienes tenían algún conocimiento de la realidad, como el agente de la CIA David Atlee Phillips quien, luego de la vergonzosa derrota, afirmó: “Castro y Guevara aprendieron de la historia; nosotros no”. Una década después, ocurrió algo similar en Vietnam. La millonaria maquinaria propagandística de Washington había regado ese país no sólo con armas de destrucción masiva, como el Agente Naranja, sino también con seis mil millones de panfletos para convencer a la población de su superioridad moral. El resultado fue catastrófico: los vietnamitas usaron los panfletos como papel higiénico.

Tanto en las Guerras Bananeras, como en la Primer Guerra Fría, como en esta Segunda Guerra Fría, las estrategias de la propaganda imperial son las mismas. Una de las consecuencias directas de la guerra psicológica consiste en el objetivo maniqueo que el presidente George W. Bush resumió en su paranoia belicista: “O están con nosotros o están contra nosotros”. Como decía la CIA en los años 50, “nuestra principal arma escupe palabras, no balas”. De esta forma se secuestran los pueblos para que se identifiquen con sus gobiernos que, básicamente, son instrumentos de las multimillonarias corporaciones. Ese “nosotros” apela a lo que hace dos décadas llamamos “La enfermedad moral del patriotismo” (ver también, “Las fronteras mentales del tribalismo”). Nada diferente al lema de la dictadura brasileña: “Brasil, ame-o ou deixe-o”. Por “Brasil” querían decir “nuestra ideología, nuestra oligarquía, los dueños del país”. Bajo este lema expulsaron al pedagogo y teórico Paulo Freire, “por ignorante” y antipatriota.

Esta estrategia de la propaganda convierte a cualquier crítico en un enemigo, tal como lo definiera la socialista convertida en halcón conservador del gobierno de Ronald Reagan, Jeane Kirkpatrick (no hay seres más resentidos que los conversos). Según la consejera y luego embajadora ante las Naciones Unidas, “aquellos que nos definen como una fuerza imperialista, racista, colonialista, genocida y guerrera, no son auténticos demócratas, no son amigos; se definen como enemigos y deben ser tratados como enemigos”.

Por esta lógica profundamente antidemocrática, gente decente que podría hacerle algún bien real a su propio país y al mundo se convierte con extrema facilidad en ciudadanos dóciles, autocensurados y funcionales a los intereses ajenos—en nombre de sus propios intereses, claro, porque en eso consiste cualquier tipo de propaganda.

Según mi modesto entender, no existe democracia sin dos requisitos fundamentales:

1) Tanto el poder político, económico como mediático deben estar supervisados y controlados por el pueblo (en el caso de las redes sociales, a través de comités internacionales);

2) Una democracia verdadera se mide por su tolerancia a la crítica radical, porque el pueblo también puede equivocarse, aún en un estado ideal donde su opinión no ha sido manipulada por el poder de turno.

Foto: Liberación de Saigón: evacuación cerca de la embajada de EE.UU., 30 de abril de 1975.

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