Vuelta al cole: cómo empezar bien el nuevo curso y no morir en el intento

Por: Rafael Guerrero Tomás 

Las vacaciones de verano ya han terminado e irremediablemente comienza un nuevo curso escolar para los más pequeños y los no tan pequeños

Las vacaciones de verano ya han terminado e irremediablemente comienza un nuevo curso escolar para los más pequeños y los no tan pequeños. En este artículo me voy a centrar en los niños de la etapa de Educación Infantil, pues son los que más suelen sufrir al incorporarse a las clases una vez concluido la etapa de piscinas, playas, juegos y casi ausencia de horarios. La gran mayoría de niños se suelen adaptar bien a la nueva etapa, pero no siempre es así.

No hay más que ir a las nueve de la mañana a la puerta de un colegio, una escuela infantil o guardería para ver lo mal que lo pasan algunos niños en estos primeros días de clase. Llantos, gritos, mocos y súplicas. Algunos niños van relativamente tranquilos el primer día de clase hasta que se encuentran con otros compañeros que están llorando desconsoladamente. El efecto contagio no suele ayudar. Debemos entender que esta etapa supone una nueva adaptación que requiere tiempo, cariño y paciencia. Es un duelo en el que tenemos que acompañar a nuestros hijos para favorecer una adaptación lo menos difícil o traumática posible. Además, cada niño es un mundo, debiendo amoldarnos a sus ritmos, características y momento evolutivo. Por si todo esto no fuera poco, son muchos los niños que cambian de colegio, de etapa educativa y de profesor. Algunos pasan al colegio de mayores. El aula es nueva y seguramente haya compañeros nuevos. Todo esto, metido en un mismo recipiente y agitado, tiene distintos resultados. Algunos de nuestros hijos y alumnos no digieren bien esta mezcla de tantos ingredientes y la consecuencia son algunos días algo agitados y convulsos. Ya sé que muchos padres se plantearían como objetivo de estos primeros días que sus hijos no sufran, pero debemos ir más allá. Mirar más a largo plazo. El objetivo debería ser hacer de la experiencia un aprendizaje. Seamos conscientes de que este será uno de los primeros cambios significativos de los muchos que tendrán en su vida. Aprovechemos la oportunidad de construir aprendizaje y resiliencia.

Son muchas las emociones que nos asaltan a padres e hijos en estos primeros días de colegio: nervios por el comienzo de la nueva etapa, tristeza por dejar atrás el verano, alegría por volver a ver a los compañeros de clase, curiosidad por cómo será el nuevo profesor, miedo a no encontrarme cómodo en clase y a la separación, etc. Todas estas emociones son normales y deben ser reconocidas, permitidas y legitimadas. No podemos hacer nada para que estas emociones tan variopintas surjan. Los niños más pequeños tienen miedo a la separación de sus padres. No pasa nada, es normal. Es un miedo universal. Miedo a ser separados de las personas de las que depende su supervivencia. Este miedo se activa, evidentemente, cuando la situación es novedosa o desconocida, cuando hay un potencial peligro. Y todo aquello que es nuevo para un niño puede ser concebido como peligroso. Es por ello por lo que el periodo de adaptación suele ser más llevadero para los niños que siguen en la misma clase, con el mismo profesor y con los mismos compañeros que aquellos que entran “de nuevas”. Lo ideal sería que nuestros hijos comenzaran el colegio de manera progresiva. En verano están con nosotros las 24 horas al día y, de repente, se separan bruscamente de nosotros. Sería fantástico que el primer día, en vez de estar de sopetón seis u ocho horas, estuvieran un par de horas acompañados por sus padres, pero desgraciadamente son pocos los centros que así lo organizan.

A continuación se desarrollan algunas ideas u orientaciones que os pueden resultar de interés para preparar de manera anticipada estos primeros días de colegio:

Legitimar todas las emociones que experimenten: como veíamos antes, son muchas y variadas las emociones que pueden vivir en estos primeros días. Es fundamental que todas ellas sean permitidas y reconocidas. Las emociones no se pueden controlar, lo que sí que podemos gestionar es la conducta asociada a la emoción. Es normal que el niño no quiera ir al colegio los primeros días, es normal que lloren, que estén más nerviosos, etc. Todo esto debe ser legitimado y permitido.

– Expresa tus emociones de manera controlada: las emociones son un denominador común a todos los mamíferos. Por esa razón debemos normalizarlas. Y qué mejor manera que seamos los padres los que manifestemos nuestras sensaciones y emociones ante esta nueva etapa que en breve comenzará. No hay ningún problema en que los padres les digamos frases como “yo también estoy un poco nervioso por el comienzo del curso”. Eso sí, la expresión de las emociones debe estar acompañada de firmeza y serenidad para evitar el descontrol y el caos.

– Comunicación emocional durante las cenas y comidas: podemos aprovechar los momentos de estar juntos alrededor de la mesa para hablar de los diferentes acontecimientos, sensaciones y emociones que surgen con relación al comienzo del curso (hablar de cómo habrá pasado nuestro profe el verano o, si es nuevo, cómo nos imaginamos que será). Podemos normalizar pero sin ser pesados con el tema.

Anticipación: ya decía hace casi un siglo Freud que uno de los mecanismos más efectivos que tiene el ser humano es la anticipación. Por eso, habla con tus hijos con total naturalidad los días previos al comienzo del curso. También podemos adelantarles que, dado que el primer día es un día cargado de emociones, es posible que algunos niños lloren, incluso ellos. Explicarles paso a paso cómo será el primer día: nos levantamos, desayunamos, nos vestimos, vamos hacia el colegio, nos despedimos, tú te quedas en el cole con tu profe y tus amigos, mamá y papá se van a trabajar y por la tarde iremos a recogerte.

Poner palabras a su caos emocional: para muchos niños, los primeros días de colegio son un verdadero suplicio. No pueden soportar separarse de mamá y de papá. Por eso es conveniente los días previos hablar con ellos de cómo viven ese primer día de colegio. Es fundamental ponerle palabras y orden a su caos y sus miedos. Podemos hablarles de cómo vivimos nosotros de pequeños los primeros días de cole. Por lo tanto, normalizar y explicitar todo lo que sienten o lo que pueden sentir el primer día de colegio.

Ajustar las expectativas: es importante no crear falsas ideas o expectativas del estilo “mañana va a ser un gran día” porque a lo mejor no lo es. Decirles lo que puede ocurrir y normalizar las emociones desagradables que puedan experimentar. Es posible que el niño se muestre triste o tenga miedo. Nunca caer en el error de mentirles: “enseguida vengo”.

Una vez que ya hemos preparado el terreno en los días previos, ya solo queda esperar a que todo lo que hemos trabajado con nuestros pequeños tenga su efecto positivo. ¿Qué cosas debemos tener presente para el primer día de colegio?

Despedida rápida y firme: no conviene prolongar más de lo debido la entrada al colegio y a la clase. Debemos estar seguros y mostrarnos firmes en la decisión de llevar a nuestro hijo a su aula, a la vez que cariñosos y comprensivos con su estado anímico.

Recuerda, es normal que llore: ten presente que es posible que prefiera estar contigo que quedarse en el colegio. Es normal y legítimo. Esto es una buena señal Qué mejor noticia que nuestros hijos quieran estar con nosotros. Esto implica que la relación de apego entre nosotros es segura.

Amabilidad y firmeza: como venimos diciendo a lo largo de todo el artículo, es importante que estemos tranquilos, seguros y convencidos de lo que estamos haciendo. Como bien establece la disciplina positiva, debemos mostrarnos amables pero firmes con nuestros hijos en la tarea de llevarles al colegio. Entendemos y respetamos sus miedos pero deben ir al colegio.

¿Y qué cosas debemos tener en cuenta para el momento de ir a recogerles los primeros días de colegio? Veamos algunas ideas:

No somos salvadores: es importante evitar darles el mensaje de que somos los que les “salvamos” del profesor y del colegio. Una cosa es que lo pasen mal y que lloren, y otra bien diferente es que aparezcamos como las figuras que les salvan de los “malos del cole”.

Evitar los chantajes emocionales: decíamos antes que el objetivo es aprender estrategias y sacar fortalezas de esta nueva experiencia. Por ese motivo no debemos caer en el error de decirles “como te has portado muy bien en clase te voy a comprar una bolsa de chuches”. Recordemos que el mejor refuerzo para nuestros hijos somos nosotros.

Reconoce el gran esfuerzo que ha hecho: estar todas las horas que están los niños en el colegio no es tarea sencilla, y menos los primeros días. Por ello es por lo que resulta muy efectivo felicitarle por el gran esfuerzo realizado. Mejor reforzar actitudes (“te has esforzado mucho”) que conductas (“te has portado muy bien”).

¿Qué podemos decirles cuando los recogemos?: Lo mejor que podemos hacer al recoger a nuestros hijos en la puerta de su clase, además de recibirles con una gran sonrisa y los brazos abiertos, es preguntarles por cómo lo han pasado. Dejemos a un lado su comportamiento, si han pegado o no, lo que han comido, etc.

Consecuencias de los primeros días de colegio: es probable que las consecuencias de estos primeros días tan cargados de emociones se vean reflejados en otras áreas del desarrollo del niño. Por ejemplo, es probable que el patrón de sueño pueda cambiar. Les puede costar más dormir, no solo por el cambio horario de verano a ahora, sino por lo emocionante del día. Aunque estén cansados, puede ser que no caigan rendidos en la cama debido a su excitación emocional. Además, pueden tener sueños y pesadillas sobre estos momentos de separación. No os preocupéis, son consecuencias naturales y sanas de la adaptación. En cuanto a la alimentación, es posible que tengan menos hambre o que devoren la nevera. Ambos extremos son normales. Cada niño lo exterioriza de una manera diferente y única. Y los más pequeños de la casa pueden experimentar regresiones como que vuelvan a querer el chupete, que se hagan pis en la cama, que estén más agresivos de lo normal, etc.

Para concluir, seamos conscientes que nuestros hijos pasarán por esta etapa de la mejor manera posible (y lo harán con nota) pero necesitan nuestro apoyo, cariño y paciencia. Son días muy difíciles y complejos para todos, sobre todo para los más pequeños. Como dice mi cuñada, para estos días debemos recetarnos a nosotros mismos muchas tortillitas de paciencia. Mucho ánimo para estos primeros días de curso. Recordad que sois los mejores padres que pueden tener vuestros hijos.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/09/06/mamas_papas/1567766371_825256.html

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Aviso a los padres: en el parque también se educa

Por: Rafael Guerrero

Sobreprotección, compartir juguetes y otros aspectos sociales que debemos tener en cuenta o evitar cuando nuestros hijos disfrutan de su tiempo libre

El juego es el lenguaje natural de los niños. Una parte importante de sus necesidades de contenido emocional y social se cubren mediante el juego: aprenden a identificar y gestionar sus emociones, asumir el rol que les corresponde como niños, aprender normas y límites, establecer turnos en las conversaciones y en la utilización de los juguetes, aprender a respetar a los demás, valorar las diferencias entre las personas, favorecer su autonomía, aumentar su sentido de pertenencia, etc. Pero claro, todo esto se consigue con ayuda de las figuras de apego que están pendientes de ellos. Para que haya un correcto desarrollo de la personalidad y la sociabilidad de nuestros hijos, es imprescindible que nuestros hijos se relacionen tanto con nosotros como con sus iguales. Son como las dos caras de una misma moneda. Tan necesario para su desarrollo es relacionarse con sus padres (adultos) como con sus amigos y compañeros de colegio (grupo de iguales).

Los parques son lugares ideales para desarrollar todas estas habilidades sociales y emocionales que acabamos de mencionar, pero ¿acaso son todo buenas noticias las que ocurren en los parques infantiles? Parece ser que no. Si todos los padres cumpliéramos de manera religiosa con nuestras funciones, los parques serían un lugar idóneo para entrenar a nuestros hijos en muchas de las habilidades que deben adquirir. Y yo me pregunto: ¿por qué los parques infantiles sacan, en ocasiones, lo peor de los padres? Son como la jungla, en donde cada uno hace la guerra por su lado. Si hiciéramos un ejercicio de sinceridad, ¿realmente estamos cumpliendo con nuestras obligaciones cuando dejamos a nuestros hijos jugar y relacionarse en el parque? ¿Cuál es realmente nuestra función? Podríamos resumir en dos las funciones que los padres debemos cubrir a nuestros hijos en los parques: por un lado fomentar su curiosidad, su necesidad de exploración y de aprender a ser lo más autónomos posibles y, por otro lado, proteger y calmar a nuestros hijos ante el miedo, el conflicto y otras emociones desagradables. ¿Os habéis dado cuenta como los niños que están llorando buscan con la mirada a sus padres para ser protegidos y atendidos? En ocasiones los padres están físicamente tan distanciados de sus hijos que cuando estos lloran por una disputa, no pueden ser calmados y tranquilizados por ellos. Siempre he creído que los padres deberíamos ser en los parques como los coches de choque. Tendríamos que llevar un palo en nuestra espalda con una banderita de un color que coincida con el color de nuestro hijo, de tal manera que sea sencillo poder identificar quien es el padre o madre del niño que ha entrado en crisis. Solo así podemos actuar de manera rápida. En ocasiones veo niños llorando en el parque que buscan desesperadamente a sus padres y por más que trato de averiguar quiénes son sus progenitores, no lo consigo. Me da la sensación que algunos padres van a los parques a descansar y a hablar más que a educar a sus hijos, porque aún en el juego seguimos educando a nuestros hijos. Recordemos que para educar a un niño hace falta la tribu entera.

Un capítulo aparte merece el polémico tema de compartir los juguetes. ¿Por qué obligamos a nuestros hijos a que compartan todos sus juguetes? ¿Acaso obligas a tu marido o tu mujer a que comparta el móvil con los demás? ¿Y el coche? ¿Y tu casa? Pero si está muy bien compartir, ¿no? En mi opinión, no estamos respetando en absoluto a nuestros hijos. Si no quieren compartir, están en su pleno derecho. Eso sí, hay que ser consecuentes, en el sentido de que si tú no sueles compartir es posible que en un futuro no quieren compartir contigo. Hay que respetar sus decisiones pero también hay que invitarles a ser consecuentes, a que piensen en el futuro y en cómo se pueden sentir sus amigos si no comparte con ellos, pero respetando al cien por cien su decisión. Debemos educar también en el respeto hacia aquello que no es tuyo. El otro día en un parque un niño de unos dos años le cogió sin permiso la bicicleta a mi hijo mientras este último jugaba en la arena. Como los padres no estaban atentos a su hijo, me tocó a mí educar al suyo. ¿Qué hacer ante esta situación? Yo lo tengo claro. Le pregunté al niño si le había pedido permiso al dueño de la bicicleta. Al decirme que no, le recomendé que lo hiciera. Una vez que el niño se encamina a pedir permiso al propietario, ya delego en ellos lo que puedan acordar. Ojo, estas situaciones no son culpa del niño sino responsabilidad de los padres, pero como estos últimos no estaban en primera línea, me tocó a mí actuar. Entiendo perfectamente que los niños pequeños son, por naturaleza, impulsivos y no vienen de serie con estos extras. Considero que es importante que los niños entiendan que si no son dueños de algo que quieren, deben pedir permiso al propietario, y en caso de que no lo encuentren, no podrán utilizarlo. Es una cuestión de educación y de valores. ¿Por qué en estas situaciones nos tenemos que ocupar de la educación de los demás niños del parque? Considero que debemos hacerlo por el bien de todos los niños que están en ese momento en el parque; de nuestros hijos y del resto.

Tengamos muy presente que los niños son libres de poder dejar o no dejar sus juguetes a quienes consideren. Y subrayo niños. En ningún momento digo “padres”. Recuerdo que hace unas semanas en la piscina de nuestra comunidad mi hijo de casi tres años me dijo que había un dinosaurio de un amigo suyo que quería coger. Le dije que no podía jugar con él a menos que le preguntara a su dueño si le daba permiso para poder jugar con el dinosaurio. En ese momento, el padre del dueño del dinosaurio, que había escuchado nuestra conversación, le dio permiso a mi hijo a coger el dinosaurio: “Yo que soy su padre, te dejo que lo cojas”. Yo insistí, prudentemente, en pedir permiso al dueño y no al padre del dueño. Cuál fue nuestra sorpresa cuando fuimos a buscar al propietario del dinosaurio de goma y al preguntarle mi hijo si podía coger el muñeco su respuesta fue negativa. Moraleja: pide siempre permiso al propietario y no te dejes llevar por las decisiones de sus padres. En esta materia, ellos llevan el timón.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/07/17/mamas_papas/1563359176_688024.html

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