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De la seguridad al coronavirus

Por: Raúl Zibechi

Desnudos ante el poder: Si aceptamos el confinamiento y la decisión unilateral del ejecutivo de restringir libertades y de imponer formas de conducta como el distanciamiento social; si las mayorías las aplauden mientras condenan a quienes las transgreden, es porque la sociedad ha sido ablandada y modelada por décadas de políticas de seguridad.

Los institutos de opinión pública uruguayos detectaron un cambio abrupto en la percepción de la población respecto a los problemas principales que enfrenta. Así, el diario La República titula en su edición del 23 abril “La salud desplazó a la inseguridad y ahora es la primera preocupación de los uruguayos”

La directora de Equipos Consultores, Mariana Pomiés, asegura. “Nos llevamos una sorpresa porque hace años la principal preocupación era la inseguridad y ahora se desplomó”. En su evaluación, la preocupación por la seguridad cayó del 58 al 5%, siendo desplazada por la salud y la economía, por ese orden.

La serie histórica que Equipos presentó el 14 de abril de la mano de Ignacio Zuasnábar, en canal 12, no deja lugar a dudas. Desde 2008 la seguridad y la delincuencia desplazaron a la desocupación como tema excluyente de los uruguayos. El año pasado, el 72% lo consideraron el problema principal en sus vidas.

Son datos relevantes ya que la serie histórica recorre más de una década, desde 2007, atravesando casi todo el período de los gobiernos progresistas. La seguridad es el dato central que permite explicar los resultados electorales de octubre y noviembre, o sea la derrota del Frente Amplio y el triunfo de una coalición multicolor que llevó a Luis Lacalle a la presidencia, pese a no existir nada que se parezca a una crisis económica en Uruguay, a diferencia de otros países de la región.

Aunque los datos son reales e indiscutibles, el enfoque me parece desacertado. La pandemia de coronavirus no desplaza a la seguridad como tema principal, porque se trata del mismo fenómeno social. El coronavirus es la expresión, en este período, de la preocupación ciudadana por la inseguridad, excusa para la aplicación de las políticas de seguridad desplegadas en los últimos 20 años, no sólo en Uruguay sino en toda América Latina.

Estamos ante una construcción política que está íntimamente ligada a lo que el filósofo Giorgio Agamben denomina como “estado de excepción”, devenido en el “paradigma de gobierno” en el período actual*. En su estudio sobre el origen el estado de excepción se remonta al “estado de sitio” durante la revolución francesa, ligado a la guerra contra enemigos externos que enfrentaba la Asamblea Constituyente en 1791. Posteriormente, a lo largo de los siglos XIX y XX, el estado de sitio se emancipa de la situación bélica que lo generó, “para ser usado como medida extraordinaria de policía frente a desórdenes y sediciones internas, deviniendo así de efectivo o militar en ficticio o político” (p. 29).

Insiste, mal que nos pese, en que fue la tradición democrático-revolucionaria y no la absolutista, la creadora del estado de excepción. Los “plenos poderes” que asume el poder ejecutivo supone en los hechos un vacío de derecho. Lo sucedido durante las dos guerras del siglo XX, con el ascenso del nazismo en el seno de regímenes democráticos, llevó a Walter Benjamin a decir que “el estado de excepción…ha devenido la regla”.

Agamben registra que la ampliación de los poderes del ejecutivo va mucho más allá de las conflagraciones bélicas, cuando todos los países en guerra aplicaron el estado de excepción. Bajo esa tendencia inexorable, “es la totalidad de la vida político-constitucional de las sociedades occidentales lo que comienza progresivamente a asumir una nueva forma, que quizá sólo hoy ha alcanzado su pleno desarrollo” (p. 43).

¿Cuáles son los mecanismos que llevaron a que el estado de excepción se haya convertido en el paradigma de las democracias? La mutación principal, consiste en que “la declaración del estado de excepción está siendo progresivamente sustituida por una generalización sin precedentes del paradigma de la seguridad como técnica normal de gobierno” (p. 44).

El filósofo sostiene, en una reciente entrevista, que el control a través de videocámaras y teléfonos celulares, “excede, por mucho, cualquier forma de control utilizada bajo regímenes totalitarios como el fascismo o el nazismo” y que las medidas que limitan nuestra libertad “nunca se habían aplicado en la historia de nuestro país”.

Si aceptamos el confinamiento y la decisión unilateral del ejecutivo de restringir libertades y de imponer formas de conducta como el distanciamiento social; si las mayorías las aplauden mientras condenan a quienes las transgreden, es porque la sociedad ha sido ablandada y modelada por décadas de políticas de seguridad.

Porque nos hemos acostumbrado a que el poder decida, con la sola aprobación de “técnicos” y “especialistas”, una gama cada vez más amplia de decisiones: quiénes son pobres y quiénes indigentes, quiénes pueden recibir ayudas y subvenciones, qué empresas están exentas del pago de impuestos y cuáles pueden vulnerar la soberanía nacional, y un largo etcétera. Hasta llegar a decidir en qué lugares debo usar tapabocas, cuántos pueden estar en un almacén y a qué distancia de otras personas debo sentarme.

¿Quién decidió que la pandemia es una guerra que debe ser enfrentada con métodos y modos militares? Los gobiernos, sin el menor debate público, argumentando la urgencia, la salvación de la población, el bien público, y otros similares. Todo ello sin que mediara el menor debate en la sociedad. Porque la fruta de la militarización de la sociedad fue madurando durante décadas de gestión de la seguridad con políticas de control policial.

El Estado/policía toma las decisiones y aplica las penas luego de marcar la falta, aunque en muchos casos el policía sea sustituido por un asistente social. La sociedad queda, de ese modo, desnuda ante el poder. Una desnudez, como dice Agamben, que es “una producción específica del poder y no un dato natural”.

* Giorgio Agamben, Estado de excepción, Adriana Hidalgo, 2004.

Fuente  : https://zur.uy/de-la-seguridad-al-coronavirus/

Imagen: https://www.shutterstock.com/image-photo/digital-crime-by-anonymous-hacker-1095422036?irgwc=1&utm_medium=Affiliate&utm_campaign=Pixabay+GmbH&utm_source=44814&utm_term=https%3A%2F%2Fpixabay.com%2Fimages%2Fsearch%2Fseguridad%2F

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Movimientos en la pandemia: un nuevo comienzo rebosante de dignidad y autonomía

Por: Raúl Zibechi

Mientras el foco informativo mira la evolución del covid-19, diversos movimientos sociales continúan luchando por el derecho al territorio, a la vivienda y a vivir en paz.

“No queremos tus donaciones. No queremos tus víveres disfrazados de intenciones de exploración”, dice el comunicado de comuneros y autoridades de rondas campesinas de las provincias de Huancabamba y Ayabaca, en la región Piura, norte del Perú.

De ese modo, el 21 de abril las comunidades afectadas por la empresa minera Río Blanco Cooper SA, rechazaron la maniobra de la minera que desde hace años pretende ingresar en esa zona y que ahora se aprovecha de las necesidades para dividir a la población.

El comunicado destaca que la empresa “disfraza sus verdaderas intenciones a través de donaciones”, ya que “desde que llegó a nuestra provincia solo ha traído muerte y ahora viene tendiendo actos de persecución y juicios iniciados contra nuestros dirigentes”. Les dicen que las medicinas que dona “no servirán cuando contamines nuestro medio ambiente y nuestras aguas” y que la ropa que quieren donar “no servirá cuando destruyas nuestros bosques de neblina”.

Además responsabiliza a la minera Rio Blanco “de las acciones que tome cada base o central de rondas contra sus promotores en la zona quienes deben estar en su casa y no dividiendo a nuestra población”.

La oposición a la megaminería en la selva amazónica o en las regiones andinas no han parado con la crisis del covid-19

Raphael Hoetmer, que ha acompañado las resistencias y marchas de los comuneros de Ayabaca, reflexiona por teléfono sobre la importancia del páramo y de los bosques de neblinas para el abastecimiento de agua de Piura y Cajamarca. “Es una zona de fuerte organización campesina, con rondas autónomas y autogestión de la vida. Rechazan la minería porque, aunque se saben pobres, quieren conservar un modo de vida que les ofrece bienestar y libertad, que empeoraría con la minería”.

Otra muestra de dignidad la ofrecen las comunidades de Morona Santiago (Ecuador), que son denunciadas por la minera Explorcobres, por haber atacado el campamento La Esperanza el 28 de marzo. Siempre según la empresa, los comuneros —a los que tilda de “delincuentes”—, tomaron el campamentos , “quemaron varias instalaciones, equipos y un vehículo”.

También en Ecuador, la comunidad San Pedro Yumate, que resiste a la minera Río Blanco en el macizo de Cajas, a una hora de Cuenca, instaló el lunes la tercera pluma (barrera) frente a la vía Cuenca-Molleturo-Naranjal, en una minga para impedir el paso a carros y personas no autorizadas por la asamblea comunitaria, nos escribe Paul desde su momentáneo confinamiento entre los shuar, en la Amazonía.

Mientras las mineras destruyen vidas, contaminan aguas y montes poniendo en riesgo la continuidad de las comunidades, los campesinos e indígenas no golpearon ni atacaron a ninguna persona, solo las instalaciones de las empresas multinacionales.

Seguimos en la región andina. El compañero y antropólogo Rodrigo Montoya nos envía un texto maravilloso, titulado “Aquí termina Lima”. Relata que miles de pobladores de Lima, que migraron años atrás desde diferentes provincias andinas, emprendieron una marcha de retorno a sus pueblos. “No se trataba de manifestante camino a una plaza pública para protestar”. Tenían en común su deseo de irse de la mega ciudad.

“La mayoría de caminantes era joven y tenía rostro andino”, escribe Rodrigo, que a sus casi 70 años fue alumno de la escuelita zapatista. Traigo este recuerdo porque es un compañero que ha hecho de su compromiso una forma vida. Aunque no sabe si desean irse de la capital para siempre, constata que se trata de un hecho “tal vez, demasiado importante”.

Se van de Lima porque no tienen trabajo, pasan hambre, y porque el individualismo de la gran ciudad golpea sus corazones. “A los viajeros de regreso les queda la reciprocidad del ayni —un día de trabajo por un día de trabajo, una carga de leña por una carga de leña— y la minga —un día de trabajo por una comida, con música, bebida y baile— entre familiares de un mismo ayllu o comunidad, como el último recurso en las tierras altas, allí donde los retornantes sin virus esperan llegar y ser bien recibidos”.

Tal vez estamos ante el comienzo de un ciclo inverso, la migración de la ciudad al campo, como nos proponen estos días los rebeldes de Rojava, “volver a la tierra” para “repoblar aldeas rurales”, como reza el comunicado del Comité de Solidaridad con Kurdistán de Ciudad de México. Siento que lo que están haciendo unos cuantos andinos, es todo un programa para enfrentar el colapso del sistema.

En Montevideo (Uruguay), desde enero ha tenido lugar “la mayor ocupación de terrenos en 50 años” producto de una explosión social “como la de Santiago de Chile”

Desde la región andina vamos hasta Montevideo (Uruguay). Allí se produjo lo que un jerarca del gobierno municipal definió como “la ocupación urbana más grande de los últimos 50 años”. Se trata de unas mil familias que ocupan un enorme predio de una empresa de servicios portuarios, abandonado desde hacia 50 años, cuyos dueños tienen una elevada deuda con el Estado..

La ocupación comenzó en enero con apenas 28 familias, en Santa Catalina, la periferia pobre del oeste de Montevideo. La necesidad provocó un estallido de familias que decidieron correr el riesgo de tomar un terreno privado, para superar el hacinamiento en el que viven. El jueves 16 de abril el Ministerio del Interior desplegó un fuerte operativo con decenas de policías, helicópteros y drones, deteniendo a cinco vecinos. Dos de ellas fueron procesadas con prisión domiciliaria.

El lunes 20 de abril, desafiando la cuarentena, entre 50 y cien ocupantes se manifestaron frente a la casa de Gobierno. Resistieron el desalojo, tomaron la iniciativa y desafiaron la cuarentena. Se trata de trabajadores empobrecidos, desocupados, empleadas domésticas, changarines, pescadores y hasta algunos policías, que no pueden siquiera pagar un modesto alquiler en una zona que fue cuna del movimiento obrero.

El abogado Pablo Ghirardo, que representa sindicatos y trabajó durante varios meses con los ocupantes del barrio que bautizaron Nuevo Comienzo, asegura que lo hicieron “por el hacinamiento, ya que viven hasta siete personas en un mono-ambiente que se llueve, además de la fuerte especulación inmobiliaria que hace impagables los alquileres”. En la concentración portaban pancartas donde se leía: “Tierra para quienes la habitan” y “No nos condenen por ser pobres”.

En el barrio funciona un merendero con donaciones de varios sindicatos y de vecinos solidarios. Trazaron las futuras calles y dejaron lugares libres para espacios colectivos y el salón comunal. Están tan bien organizados que la policía no pudo desalojados. La estaca que un día de enero colocó una vecina para marcar su espacio en un terreno baldío, se multiplicó hasta convertirse en barrio.

Jorge Zabalza califica la masiva ocupación como “una explosión social como la que iniciaron aquellos estudiantes que saltaron los controles en el metro de Santiago de Chile”. Cientos de miles son expulsados por el modelo extractivo a los márgenes de la ciudad. Para Zabalza, “la iniciativa individual que se volvió alud colectivo permite adivinar la existencia de un imaginario que anticipa futuras rebeldías populares”.

Fuente e imagen: https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/movimientos-en-la-pandemia-nuevo-comienzo-rebosante-dignidad-autonomia

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Paulina Fernández: la ética de la rebeldía

Por: Raúl Zibechi

Las personas somos lo que hacemos. Los caminos que recorremos a lo largo de nuestra vida, las trochas que abrimos y las estelas que dejamos, son las que nos explican como seres humanos; el barro con el que nos amasamos. No hay más. Ni discursos, ni proyectos ni sueños.

Siento que el legado mayor de Paulina Fernández Christlieb fue su maravillosa obra “Justicia Autónoma Zapatista. Zona Selva Tzeltal”, publicada en 2014. Con su natural austeridad y su notable discreción, no detalla los tiempos largos de su investigación, grabador en mano, recorriendo los municipios autónomos de la región que escogió para su trabajo. En su libro, sólo aparecen los pueblos, los colectivos zapatistas, nunca ella ocupando algún lugar destacado, como suele suceder con tantos académicos.

A lo largo de casi 500 páginas, explican los modos de la justicia zapatistas, anclada en la cultura comunitaria “de donde derivan muchos de los elementos componentes de la autonomía zapatistas” p. 105). Siempre hablan los pueblos, las autoridades colectivas, varones y mujeres que participan en algún nivel de la autonomía. Tuvo la sensibilidad y la humildad de dejar hablar, de escuchar.

Aborda situaciones como los asesinatos y el modo como la justicia zapatista actúa en esos casos: “Llegan a un acuerdo el doliente y el asesino. La Junta de Buen Gobierno propone si le da una parte de tierra o unos animales para que vivan los dolientes” (p. 284). Esta justicia no busca el castigo, sino la recomposición de la confianza comunitaria.

“Este es un acuerdo de las partes. En estos casos, largo tiempo para resolverlos. Tienen que venir a la Junta los familiares de la viuda, sus hijos, toda la situación de la familia. Tenemos que tomarle mucho su palabra de la familia. Apoyar y que sobreviva la familia. Tiene también que ser todo su voluntad del asesino, de que lo cumpla. También la comunidad presiona a que cumpla el asesino, si no, lo puede expulsar”.

La justicia autónoma zapatistas teje y recompone vínculos, tomando distancia de la in-justicia del Estado. Por eso tantas familias no zapatistas, partidistas, priístas, acuden a las Juntas de Buen Gobierno. Porque no son corruptas, porque reconocen su legitimidad.

Creo que el trabajo de Paulina, en particular sus modos, abren una ventana para conocer el mundo zapatista. Dirán, los escépticos, que muchas de las cosas que trae su trabajo eran ya conocidas. Puede ser, pero aquí son los pueblos los que dicen su palabra. En algún momento que no puedo recordar, el subcomandante Galeano dijo que su libro era el primero que en el que no se habla “de” los pueblos, sino que lo hacen directamente los pueblos.

Rigurosa como era, aborda también los problemas. El cansancio en las filas zapatistas. El machismo. “En múltiples asambleas comunitarias y entrevistas colectivas con autoridades de pueblos, MAREZ y Zona, se pudo observar que las jóvenes son las que menos se atreven a hablar, mientras que muchas mujeres maduras destacan al participar con pleno conocimiento y seguridad de lo que están haciendo” (p. 330).

En otros momentos, pudo comprender “el sufrimiento que hace padecer a las más jóvenes la sola invitación a expresar su opinión”. Algunas elegidas para cargos, “se retuercen de pena” cuando les toca hablar, jóvenas de dieciséis años, por ejemplo. Aquí lo notable es el respeto y la comprensión con las que Paulina escucha a sus interlocutoras, sin juzgar, sólo escuchando.

El cambio producido por la revolución zapatista, como se titula uno de los últimos apartados del libro, “es que nosotros mismos lo hacemos” (p. 345). Nada más, y nada menos. Quizá la revolución sea eso, “tener autoridades propias en cada comunidad para arreglar los problemas”; porque ahora “la justicia ya no es con chicote”, sino por acuerdo entre las comunidades.

Habría mucho más para decir. Creo que esas gotas de amor rebelde que nos legó Paulina, enseñan dos cuestiones básicas: que los pueblos viven y deciden de otro modo, sin el caudillo patriarcal de turno sino por mano propia; y que es posible investigar y comunicar dejando a un lado los egos intelectuales y académicos.

Mientras éstos ignoran a los pueblos originarios o los toman como “objetos de investigación”, Paulina Fernández los considera sujetos de sus vidas y actúa en consecuencia.

En este ejercicio Paulina fue maestra, poniendo la vara de la ética muy arriba, tanto como su sencilla rigurosidad.

Fuente: https://desinformemonos.org/paulina-fernandez-la-etica-de-la-rebeldia/

Imagen: https://stock.adobe.com/images/zapatista-marcos-dolls-for-sale-in-san-cristobal-de-las-casas-chiapas-mexico/249056923?as_channel=affiliate&as_campaign=pexels&as_source=arvato&tduid=fdcfc7c5e73fed5f96d9100b6b868d89&as_channel=affiliate&as_campclass=redirect&as_source=arvato

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Feministas y pueblos originarios orientan nuestros pasos

 

Las calles de Santiago de Chile siguen ocupadas por miles de personas que no las abandonan, pese a la represión y tampoco por el pacto firmado entre el gobierno y la oposición para desmovilizar las protestas. Se trata del Acuerdo por la paz y la nueva Constitución, que no garantiza ni la una ni la otra y es una muestra de que los políticos siguen dando la espalda a la población.El 14 de noviembre todos los partidos, de izquierda y derecha, con excepción del Partido Comunista, rubricaron un acuerdo que prevé que en abril de 2020 se realice un plebiscito donde la población decidirá si quiere una nueva Constitución y si los convencionales serán mitad parlamentarios y mitad electos o si todos deberán ser elegidos. Además exige que haya dos tercios para aprobar los acuerdos.

Por la izquierda, lo firmaron el Partido Socialista, el Partido por la Democracia, Revolución Democrática y el Frente Amplio, del cual se fugaron decenas de dirigentes que consideraron que es contrario en esencia a las demandas que las diferentes y diversas manifestaciones han enunciado en las calles de Chile (https://bit.ly/2KBPmgV).

Como está sucediendo en los principales conflictos en toda América Latina, han sido las feministas y los pueblos originarios los que han nombrado los hechos de forma más clara y contundente.

Un comunicado de la Coordinadora Feminista 8M rechaza la impunidad y asegura: este acuerdo salva de su propia crisis a un gobierno criminal que ha gobernado con las manos manchadas de sangre. Achaca al presidente Sebastián Piñera muertes, mutilaciones, violencia política sexual, torturas, secuestros y desapariciones.

Aseguran las feministas que la convocatoria de una constituyente en estas condiciones es un nuevo Congreso a la medida de los partidos, a la medida de quienes causaron esta crisis y que han administrado la precarización de nuestras vidas (https://bit.ly/35o0vu1). Sostienen que el objetivo final del acuerdo es retirarlas de las calles para convertirnos en espectadores una vez más.

El mundo mapuche se expresó a través de tres organizaciones, por lo menos: la Alianza Territorial Mapuche, el parlamento de Koz Koz y el colectivo informativo Mapuexpress.

Este colectivo hace un recuento de daños provocados por la represión, destacando la violencia sexual y las torturas. Por eso destaca que el acuerdo por la paz fue firmado en el contexto de terrorismo de Estado, mediante la aplicación de la Ley de Seguridad Interior de la dictadura de Pinochet. El riesgo mayor es que las fuerzas político-empresariales que apoyaron la dictadura y se hicieron con la mayoría del Parlamento en democracia terminen siendo las que redacten la nueva Constitución.

El Parlamento Mapuche Koz Koz, conmemora con ese nombre el histórico encuentro que las comunidades mapuche sostuvieron en la zona de Panguipulli (provincia de Valdivia) poco después de finalizar la guerra de ocupación militar chilena del territorio. Su comunicado asegura que el acuerdo apuesta a la desmovilización y aleja la posibilidad de cambios reales (https://bit.ly/2qt4zKv).

Valora que se trataría de confundir al movimiento social, ya que sólo busca crear una base para seguir usurpando el poder. La Alianza Territorial, por su parte, llama a construir una asamblea de naciones y movimientos, que puede ser similar al parlamento indígena y popular del Ecuador, ya que se propone como un espacio de articulación permanente entre organizaciones sociales (https://bit.ly/2ramG7S).

A mi modo de ver, la irrupción de pueblos originarios y feministas está modificando la vieja cultura política con mayor profundidad que cualquier debate ideológico. El impacto es altísimo y no es fácil de medir. Una pista nos la ofrece que la bandera mapuche sea la más ondeada en las manifestaciones y que ya nadie acepte depender de estructuras organizativas jerárquicas, ni se doblegue ante caudillos.

Las mujeres antipatriarcales y los pueblos indígenas nos enseñan el valor de los liderazgos colectivos, rechazando a los caciques de izquierda, a los partidos y al vanguardismo.

La prioridad para las personas organizadas y movilizadas es la construcción de espacios propios y seguros, con relaciones cara a cara, de confianza mutua, lo que resulta de mayor importancia que programas abstractos que tienen poca utilidad, ya que cuando llega el momento de ponerlos en acción, esos mismos caudillos que los redactaron los hacen a un lado. Los cabildos abiertos van en esa dirección.

Como lo enseñan las intervenciones de Silvia Rivera Cusicanqui, Rita Segato, María Galindo y Mujeres Creando, así como sectores de la Conaie y de las mujeres ecuatorianas, aparece un rechazo explícito a la cultura macho-vanguardista de colocar todas las fuerzas para aniquilar al enemigo.

Desde el alzamiento zapatista debatimos si para cambiar el mundo hay que ocupar el Estado. Ellas corrieron el debate. Está naciendo un modo antipatriarcal y anticolonial de hacer política.

Fuente del artículo: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=262752

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Caos geopolítico y lucha de clases

Por: Raúl Zibechi

La crisis venezolana puede   saldarse con una guerra civil e internacional si no se consigue frenar el militarismo rampante de quienes quieren voltear al gobierno de Nicolás Maduro, apelando a un golpe de Estado que complemente la desestabilización que se promueve desde Washington. Sería un desastre para los venezolanos y para toda la región.

Desde una posición de principios, la no intervención en los asuntos internos de otros países es un asunto básico. El respeto a la soberanía nacional es absolutamente independiente de la posición que cada quien tenga sobre lo que sucede en el país, el carácter del gobierno y la calidad de sus instituciones.

Quienes sufrimos las dictaduras en el Cono Sur, nunca pedimos la intervención extranjera para derribarlas. Ni ahora pedimos que se intervenga en Arabia Saudita por ser una régimen deplorable que, además, desató una guerra genocida en Yemen.

Lo que está sucediendo en Venezuela implica la interacción entre tres actores: el pueblo venezolano, el gobierno, las fuerzas sociales, políticas y militares que lo apoyan y las grandes potencias, en particular Estados Unidos. Los tres tienen intereses distintos que en algunos casos convergen y en otros son antagónicos.

Quien esto escribe apoya al pueblo venezolano, rechaza el intervencionismo pero no respalda al gobierno de Maduro, que muestra una deriva autoritaria y antipopular. El problema de quien mantiene esta posición, es que el concepto pueblo venezolano está siendo manipulado desde todas las tiendas, pero además no existen organizaciones o convergencias que encarnen una representación significativa de ese pueblo.

Creo que la situación actual amerita varias consideraciones.

La primera es que vivimos un periodo de hondo caos geopolítico que durará algunas décadas. Dos grandes grupos de países juegan sus intereses en Venezuela: Estados Unidos apoyado por la Unión Europea y China apoyada por Rusia. El que tiene la iniciativa (lo que no quiere decir que vaya a prevalecer) es Estados Unidos, que busca revertir sus derrotas en Medio Oriente y en el mar del Sur de China, hacerse fuerte en el Caribe y en el resto de América Latina para enlentecer su decadencia hegemónica.

El nuestro es el único continente donde Washington ha cosechado victorias en la pasada década. Ha sido su patio trasero durante más de un siglo y desde finales del siglo XIX invadió países, desestabilizó y derribó gobiernos que no le eran afines promovió el ascenso de dictaduras y gobiernos conservadores. En las pasadas décadas apoyó y armó la contrarrevolución en Nicaragua en la década de 1980, la invasión de Granada en 1983, la invasión de Panamá en 1989 y la invasión de Haití en 1994, derribando gobiernos legítimos e imponiendo a sus aliados. En 2002 Estados Unidos apoyó el fallido golpe de Estado en Venezuela.

En los próximos años asistiremos a la profundización de este caos. Se sucederán gobiernos de signos opuestos y llegarán al poder ultraderechas que parecían erradicadas del panorama político. El ministro de Educación de Jair Bolsonaro se despachó con una frase que representa a esta nueva derecha: La universidad no puede ser para todos, hay que reservarla a una élite intelectual (goo.gl/Fu2aAp).

La segunda cuestión es que los pueblos no tienen una organización que los represente, ni un caudillo, ni un partido o movimiento. Esto puede ser positivo, ya que venimos de un periodo de unificación de fuerzas que al homogeneizarse perdieron su capacidad de resistir y combatir. Tanto la resistencia como la creación de lo nuevo son múltiples, heterogéneOs en sus tiempos y modos de hacer y caminar.

Pero el hecho de que exista mucha dispersión y que las fuerzas y pueblos que resisten no construyan convergencias y establezcan códigos comunes que les permitan dialogar y aprender mutuamente, es una desventaja en estos momentos en los que necesitamos reconocernos y encontrarnos entre los abajos.

Entiendo que estas confluencias están siendo muy complejas, y encuentran dificultades por las diferentes trayectorias y culturas políticas de cada quien, por los egos de muchas organizaciones y de muchas personas entre las que resistimos. Pero sobre todo están jugando en contra las iniciativas de la banca mundial aplicadas por los gobiernos, conservadores y progresistas, que se resumen en políticas sociales que alivian la pobreza aunque no la resuelven, pero garantizan la gobernabilidad y la división del campo popular.

La tercera cuestión son los gobiernos. Tenemos un buen puñado que practican el discurso antisistema. El principal es el de Brasil, pero la mayoría han adoptado ese popular discurso. Las diferencias son mínimas: conservadores y progresistas gobiernan para los de arriba. Están ahí para ahogar las autonomías de abajo porque, a la larga, saben que son las únicas capaces de transformar el caos sistémico en mundos nuevos, donde los pueblos sean los protagonistas y no el capital. Ninguna transición en la historia se hizo desde arriba.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=252045

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La expansión del movimiento mapuche

Por: Raúl Zibecchi

Saliendo de Temuco,  corazón del territorio mapuche, las extensas plantaciones de pinos envuelven aldeas y pueblos, como olas que se ciernen sobre las gentes de la tierra, alambradas naturales de un descomunal campo de concentración. Las carreteras y caminos atestadas de carabineros en sus camionetas verdes, complementan el cerco de las plantaciones con un asedio implacable, tatuado en fuego y metralla sobre cuerpos morenos.

Las vendedoras en torno al mercado de Temuco están siendo desplazadas por una orden municipal, que los armados ejecutan con puntual soberbia. Ellas siguen acudiendo, cobijadas en una amplia clientela que persiste en comprarles pese a las amenazas de multas. Colgaron cantidad de globos negros cuando supieron del asesinato por la espalda de Camilo Catrillanca, el 14 de noviembre, en la comunidad de Temucuicui.

Quien quiera conocer más detalles del crimen, de las mentiras del poder y de la crisis política que acorrala al gobierno, puede acudir a la página mapuexpress.org, donde no le faltará información.

Lo que sigue es el resultado de intercambios y escuchas con miembros de diversas organizaciones, urbanas y rurales, de comuneros y académicos, presos políticos y familiares, estudiantes y feministas, recogidas en Santiago y Temuco durante los primeros días de diciembre.

El primer punto es constatar la expansión territorial del movimiento mapuche. En la Araucanía o Wallpampu no dejan de recuperar tierras, cuestión que fortalece a las comunidades que estaban cercadas y sometidas en reducciones. Siguen con el agua al cuello, pero empiezan a respirar, por eso las arremetidas del poder que no ha logrado frenarlas en la última década, digamos entre los asesinatos de Matías Catrileo (2008) y Camilo Catrillanca (2018).

En algunas áreas, como el triángulo entre Ercilla (al norte de Temuco), la costa de Tirúa y Loncoche (al sur), las recuperaciones de tierras van conformando una mancha de poder comunitario mapuche. Un ejemplo: en las mil 200 hectáreas del ex fundo Alaska, recuperado en 2002, viven hoy dos comunidades (Temucuicui Tradicional y la Autónoma), en tierras que fueron de la Forestal Mininco del grupo Matte, que posee 700 mil hectáreas usurpadas a las comunidades.

El segundo, es constatar la multiplicación de organizaciones de todo tipo, en todo lugar, tanto en Wallmapu como en las grandes ciudades. La Coordinadora de Organizaciones de Estudiantes Mapuche (COEM), en Santiago, formada hace cuatro años, reúne agrupaciones de casi todas las universidades y han creado una escuela de mujeres indígenas que defienden un feminismo mapuche. Ellas se definen como antipatriarcales pero no feministas porque, como señala Angélica Valderrama, de Mapuexpress, no queremos pensar nuestra realidad con los parámetros del feminismo blanco.

La Comunidad de Historia Mapuche forma parte de este notable crecimiento y diversificación del movimiento, lo que Simona Mayo define como la multi sectoralidad de la organización mapuche. Varios colectivos que podrían definirse como defensores de los derechos humanos, integran esta diversidad y, en algún caso, se consideran mapuche porque han asumido esa identidad aún teniendo piel blanca.

El tercero, el más sorprendente para quien escribe, es la creación de espacios mixtos (integrados por mapuche y huincas o blancos), como algo natural y normalizado, sin que existan jerarquías en el seno de los colectivos. Tanto la COEM como el colectivo de información Mapuexpress, son espacios de mapuches y blancos, así como varios grupos feministas, ambientalistas y estudiantiles.

Se están construyendo sujetos heterogéneos, como destacó el historiador Claudio Alvarado Lincopi en un conversatorio, algo que no está pudiendo hacer la izquierda porque en su endogamia sólo le valen sus propias tradiciones. Estos espacios mixtos así como el feminismo mapuche, casi no existían una década atrás, o bien eran muy incipientes, pero están floreciendo y multiplicándose de forma exponencial.

El cuarto, es la expansión de la lengua mapuche, el mapudugun, en lugares insospechables, como barrios populares y de clase media urbana. En la Villa Olímpica, en la comuna de Ñuñoa, barrio de clase media de Santiago, la hija de mi anfitriona estudia mapudungun en su escuela, por propia elección. Lo mismo sucede en otras tres escuelas del distrito. Hay consenso en la extraordinaria expansión de la lengua mapuche, mucho más allá de las fronteras de Wallmapu.

El quinto, es la masiva reacción de la población chilena ante el asesinato de Catrillanca. Hubo movilizaciones en por lo menos 30 ciudades de todo el país, incluyendo las del lejano norte. En Santiago se registraron en los días siguientes alrededor de 100 cortes de calle, con barricadas y hogueras, durante horas, con cientos de vecinos. Los que no salían a la calle, golpearon cacerolas en barrios enteros, sobre todo en la periferia. En algunas zonas las movilizaciones se prolongaron durante 15 días.

Esto revela que el pueblo mapuche se ha convertido en referencia para la enorme porción de chilenos y chilenas que albergan sentimientos antisistémicos, en un país donde la mitad de la población nunca vota. La tenaz resistencia del pueblo mapuche y la mediocridad de las izquierdas, lo colocaron en ese lugar, pese a las campañas en su contra.

Por último, destacar la importancia estratégica del Manifiesto de Temucuicui emitido el primero de diciembre ante una multitud concentrada en la comunidad donde fue asesinado Camilo. Defiende la desmilitarización de Wallmapu, el derecho al territorio ancestral con un llamado a las comunidades a fortalecer el ejercicio de recuperación y control territorial, y a formar una comisión de esclarecimiento histórico que recupere la verdad de cómo fue ocupado su territorio por el Estado de Chile (goo.gl/8dN3gg).

En el ejercicio de su libre determinación, todas las corrientes mapuche finalizan con un llamado a la desobediencia como forma de hacer realidad la descolonización.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=250615

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Frantz Fanon: de la descolonización al pensamiento crítico

Autor: Raúl Zibechi

Uno debe ponerse del lado de los oprimidos en cualquier circunstancia, incluso cuando están equivocados, sin perder de vista, no obstante, que están hechos del mismo barro que sus opresores (Emil Cioran)

Frantz Fanon fue un ser extraordinario. Vivió su breve vida entre cuatro países: en su Martinica natal, en Francia y en Argelia-Túnez, donde se comprometió con la lucha por la independencia integrándose como militante al Frente de Liberación Nacional (fln). La coherencia entre su vida y su obra es un faro que nos debe guiar en estos momentos de incertidumbre, cuando afloran riesgos notables que ponen en peligro la existencia misma de la humanidad de abajo.

Intervino en una de las guerras más crueles de la historia moderna. El fln estimó que fueron asesinados un millón 500 mil de argelinos entre el comienzo de la guerra en 1954 y la proclamación de la independencia en 1962, lo que representa el quince por ciento de una población que no llegaba a los 10 millones. Historiadores franceses reducen esa cifra a un tercio, lo que sigue siendo un porcentaje asombroso. Una cantidad similar de argelinos fueron torturados.

Como médico-jefe del hospital psiquiátrico de Blida (nombrado en 1953), Fanon tuvo una experiencia fenomenal: recibió y atendió tanto a franceses torturadores como a argelinos torturados, lo que le permitió acceder a los recovecos más recónditos de la opresión y la humillación coloniales. Uno de los aspectos menos conocidos de su maravillosa vida fue haber convertido el hospicio-prisión en “una nueva comunidad que introdujo el deporte, la música, el trabajo, y donde se tiraba un periódico escrito por enfermos”.

Su profesión como psiquiatra le permitió comprender actitudes de los seres humanos que nunca fueron explicadas adecuadamente por el pensamiento crítico. En esos años se había consolidado el giro hacia el economicismo y el materialismo vulgar, que todo lo apostaban al desarrollo de las fuerzas productivas, camino en el cual las ideas emancipatorias tendieron a mimetizarse con los postulados capitalistas.

La interiorización de la opresión

La generación militante de las décadas de 1960 y 1970 conocimos a Fanon a través de Los condenados de la tierra , su obra póstuma publicada en 1961. Es el libro/manifiesto de un combatiente que afirma la necesidad de la violencia para enfrentar y superar la colonización, porque sabe que “el colonialismo no cede sino con el cuchillo al cuello”.

Los condenados… es un texto luminoso, plagado de ideas que marchan a contrapelo del sentido común revolucionario de la época, como su defensa del campesinado y del lumpen-proletariado como sujetos políticos, ya que observa que en las colonias los proletarios son el sector más “mimado por el régimen colonial”. Critica también la cultura política de las izquierdas, que se dedican a captar a las personas más “avanzadas” –“las élites más conscientes del proletariado de las ciudades”, constata Fanon- sin comprender que en el mundo del colonizado el lugar central, y liberador, lo juegan la comunidad y la familia, no el partido o el sindicato.

Su apasionada defensa de la violencia del oprimido debe ser tamizada. Siempre es necesario recordar, como enfatiza Immanuel Wallerstein, que “sin violencia no podemos lograr nada”. No es un tema menor, porque el grueso de los partidos y movimientos antisistémicos parecen haberlo olvidado en su apuesta por incrustarse en las instituciones estatales.

Pero también es cierto, como reconoce el sociólogo, que la violencia por sí misma no resuelve nada. Fanon va más lejos cuando afirma que “la violencia desintoxica”, porque “libra al colonizado de su complejo de inferioridad”. En esa línea de argumentación, en Los condenados de la tierra concluye: “La violencia eleva al pueblo a la altura del dirigente.” Sabemos que las cosas son más complejas, como lo enseña medio siglo de lucha armada en América Latina.

Pese a la importancia que tuvo en nuestra generación el último libro de Fanon, considero que el primero, Piel negra, máscaras blancas, de 1952, es el que nos brinda mejores pistas sobre un siglo de fracasos de las revoluciones triunfantes. Aporta una mirada desde la subjetividad del oprimido, algo que los marxistas nunca habíamos conseguido desentrañar de forma tan cristalina. Nos dice que el complejo de inferioridad del colonizado tiene dos raíces: la económica y la interiorización o “epidermización” de la inferioridad. El varón negro desea blanquearse la piel y tener novia rubia. La mujer negra se plancha el pelo y sueña con un varón blanco. Deben abordarse ambos aspectos o la liberación será incompleta.

Fanon pone el dedo en la llaga cuando afirma que “el colonizado es un perseguido que sueña permanentemente en convertirse en perseguidor” (Los condenados de la tierra). En consecuencia, el colonizado no sólo quiere recuperar la hacienda del colono, sino que también desea su lugar, porque ese mundo le suscita envidia. Mira de frente el núcleo duro de los problemas legados por las revoluciones y que no podemos seguir eludiendo, en vista de dramas como los que atraviesa Nicaragua. ¿Por qué los revolucionarios se colocan en el lugar, material y simbólico, de los opresores y los capitalistas, y en ocasiones de los tiranos contra los que lucharon? Nos deja con la pregunta, ofreciendo apenas pistas sobre los caminos posibles para salir de este terrible círculo vicioso que reproduce la opresión y el colonialismo interno en nombre de la revolución. Fanon recorre los vericuetos de la psiquis del oprimido, con el mismo rigor y valor con que cuestiona a los revolucionarios que, cegados por la rabia, cometen abusos en el cuerpo de los colonizadores.

Las similitudes entre oprimidos y opresores sólo pueden desbordarse desde una lógica distinta a la del poder, y sólo pueden desarmarse si somos capaces de reconocerlas. Los dirigentes sandinistas comenzaron ocupando las residencias de Somoza y usando sus coches por razones de “seguridad”, hasta que el clan gobernante terminó actuando como el dictador.

La zona del no-ser

Fanon comprendió en carne propia que existe una zona de nuestras sociedades donde la humanidad es vulnerada sistemáticamente por la violencia del opresor. Se trata de un lugar estructural, que no depende de las cualidades de las personas. Estima que es justamente en esa zona, que denomina “zona del no-ser”, donde puede nacer la revolución por la que está dando su vida, y advierte que el mundo colonial tiene compartimentos cuyas fronteras están señalizadas por cuarteles y estaciones de policía. Esos dos mundos tienen vida propia, reglas particulares y se relacionan jerárquicamente. Sostengo que el período actual de acumulación por despojo/cuarta guerra mundial, implica la actualización de las relaciones coloniales. Es probable que la potente actualidad de Fanon venga de la mano de la creciente polarización entre el uno por ciento más rico y la mitad más pobre y humillada de la humanidad, rasgos propios del período colonial.

En todo su trabajo, el autor se empeñó en mostrar que lo que vale para una zona, no necesariamente puede trasladarse a la otra. Que los modos de hacer política en la metrópoli no pueden ser los mismos que en la colonia. Que las formas de organización legales y abiertas de las zonas donde rigen los derechos humanos de los ciudadanos, no pueden ser copiadas por quienes viven en territorios arrasados como las favelas, los palenques, las comunidades de los pueblos originarios y las barriadas de las periferias urbanas.

Para Fanon, los pueblos oprimidos no deben caminar detrás de los partidos europeos de izquierda, cuestión que en el mismo período denunció su maestro Aimé Césaire en la Carta a Maurice Thorez, donde enuncia el “paternalismo colonialista” del Partido Comunista Francés, que consideraba la lucha de los pueblos contra el racismo como “una parte de un conjunto más importante”, cuyo “todo” es la lucha obrera contra el capitalismo.

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En América Latina existen varios movimientos que muestran cómo los oprimidos y las oprimidas van resolviendo a su manera los dos asuntos que he abordado. Los textos “Economía Política i y ii ” del subcomandante insurgente Moisés del ezln , las memorias del dirigente nasa-misak del Cauca colombiano, Lorenzo Muelas, así como las reflexiones y análisis de autoridades mapuche, entre muchas otras que no puedo citar, son buenos ejemplos de pensamiento critico en la zona del no-ser.

En el mismo sentido, las voces de las mujeres de abajo pueblan el grueso volumen recopilado por Francesca Gargallo, Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América. A esa multiplicidad de voces habría que sumar otras formas no occidentales de expresar cosmovisiones, desde el tejido y la danza hasta el cuidado de los animales, las plantas y la salud.

En segundo lugar, descubren que para despojarse de la imagen del opresor no alcanza con recuperar los medios de producción. Es un paso necesario sobre el que debe crearse algo nuevo, pero sobre todo diferente al mundo viejo, tejido de relaciones sociales no jerárquicas ni opresivas. La historia de las revoluciones nos enseña que este es el aspecto más complejo y la piedra con la que hemos tropezado una y otra vez.

Fanon advirtió los riesgos de que la acción rebelde termine reproduciendo la lógica colonial, en una luminosa y premonitoria referencia a Nietzsche: al final de Piel negra, máscaras blancas advierte que siempre hay resentimiento en la reacción. Sólo la creación de lo nuevo nos permite superar las opresiones, ya que la inercia reactiva tiende a invertirlas.

Medio siglo después podemos celebrar que muchos movimientos están empeñados, aquí y ahora, en vivir con dignidad en la zona del no-ser, esquivando las jerarquías estadocéntricas y patriarcales. Imaginemos que en esas creaciones late el corazón generoso de Fanon, desbordante de compromiso y creatividad.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=245239

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