Una segunda oportunidad: cómo sacan a los adolescentes del delito

Por:  Silvina Heguy

“Ella, Juli, me convenció. Me hizo cambiar de idea. Me hizo entender que había una oportunidad para mí. Que podía salir adelante. Antes me drogaba, andaba robando, hacía mil maldades. Acepté internarme y salí para adelante. Entendí que tenía opciones. Ahora estoy acá”.

“Acá” es el barrio de siempre, el Salamanca al fondo de González Catán; la misma esquina con los mismos pibes que siguen consumiendo paco y robando. Pero para Walter, 16 años, ya no es lo mismo. “Juli” es Juliana Lombardi, de 26 años, una operadora territorial. Se podría decir que es una de los 15 “rescatistas” que andan por La Matanza para trabajar con chicos que cometieron delitos, fueron detenidos y la Justicia los declaró inimputables por ser menores de 16 años. Ella, como el resto de sus compañeros, tiene la misión de hacerlos comprender que el delito no es la única opción, que ellos tienen una segunda oportunidad en la vida.

En la Argentina existen programas estatales que muestran buenos resultados al trabajar cuerpo a cuerpo con adolescentes que tuvieron problemas con la ley penal. En La Matanza, en la Provincia de Buenos Aires; en Mendoza y en Neuquén se aplican políticas públicas que apuntan a terminar con la reincidencia. Ejemplos que suelen dejarse de lado cuando ante un crimen cometido por un menor se plantea qué hacer con los adolescentes y la violencia.

Walter, su nombre es falso para proteger su identidad, llegó por una de las dos vías que tiene el programa Propiciar de La Matanza. Una organización barrial dio aviso de su situación. En el último robo la carátula fue también la de intento de homicidio. “Casi lo matamos”, cuenta un año y medio después. Fue declarado inimputable y volvió a su casa.

“Superman” hace un día que cumplió 16 años y tiene unos ojos negros que parecen ir a la velocidad de la luz debajo de la gorra que se niega a sacar. El llegó al programa derivado por la Justicia, la segunda vía para llegar al programa, y después de haber cometido varios robos. Pero al comienzo nada fue tan fácil.

“Estaba detonado en mi casa”, cuenta. “Superman” consumía pasta base y al escuchar que los asistentes sociales tocaban la puerta respondió con piedras. Ellos insistieron, fueron varias veces, hasta que un día los estaba esperando con mate y galletitas. Ese fue el inicio.

“Nuestro trabajo es consolidar un vínculo de confianza con ellos. A partir de eso se hace todo más fácil. Podemos pensar juntos que hay otra chance, otra posibilidad, otro proyecto de vida superador”, explica Juliana, que estudió trabajo social. Ella con un compañero, siempre se trabaja en dupla, tienen a su cargo a 35 chicos. Su tarea es acompañarlos para que estudien, les consiguen vacantes si no las tienen; los ayudan a internarse en comunidades terapéuticas cuando lo piden. El programa va recurriendo a otros organismos o planes del Estado. Walter cuenta que le gustaría ser peluquero. Lo descubrió en un taller ocupacional en su barrio. “Superman” es bueno rapeando, también lo supo en una actividad estatal.

Una segunda oportunidad: cómo sacan a los adolescentes del delito

Confianza. Los operadores establecen con los chicos que tuvieron problemas con la ley un lazo de confianza que es clave para cambiar de vida. Foto: Lucía Merle

El programa Propiciar es municipal, surgió en 2009 y tiene a 230 adolescentes. Está dentro del Envión, que pertenece a la Provincia y sólo en La Matanza contiene a 7.000 chicos con actividades de todo tipo que también funcionan como prevención. En ese municipio, por ejemplo, hay 670.000 menores de 17 años; solo 17 de ellos están encerrados por delitos.

El mapa de la Provincia mantiene esa proporción de jóvenes y delito. Según los últimos datos de la Corte Suprema provincial, en 2015 el 3,59% de los casos investigados en las fiscalías bonaerenses involucraron a menores de 18 años. Este porcentaje se mantiene estable desde 2009. El 7,13% de las causas fue por robo agravado por uso de armas y el 1,1% a homicidios, más de la mitad en grado de tentativa. La mayoría (87,88%) fue por amenazas, delitos contra la propiedad y lesiones.

En Neuquén, los chicos que llegan al programa provincial es por una derivación de la Asesoría Penal Juvenil por un delito grave o por reiteraciones. Un equipo técnico -formado por un psicólogo, un trabajador social y un operador de calle- analizan el hecho, cuáles son las vulnerabilidades del adolescente y deciden una estrategia. “Siempre hay dos ejes: la responsabilidad subjetiva ante el delito y la restitución de derechos. Porque no necesariamente todos los chicos menores de 16 años que cometieron delitos han sido vulnerados en sus derechos, pero sí la mayoría. Con esto me refiero a derecho a la educación, a la salud”, explica la psicóloga Adriana Belarra. del Programa que depende del Ministerio de Acción Social neuquino.

La iniciativa comenzó con un programa piloto hace tres años y la experiencia también les demostró que debían trabajar con los adolescentes y su entorno familiar . Actualmente tienen 8 chicos y, a lo largo de los tres años, pasaron 65. Los resultados dicen que 50 de ellos no reincidieron. Para Belarra, son varios los factores de éxito. “Es la primera vez, tanto para los adolescentes como para los adultos vinculados a ellos que encuentran un espacio para hablar, para trabajar sobre situaciones concretas. Los padres no saben cuáles son los límites favorables para ponerles”. El desafío es que el programa se extienda más allá de la capital.

En los últimos dos años, hubo dos casos que conmocionaron a los mendocinos: un chico de 15 mató a un hombre de 72 y otro de 11 acuchilló a sus padres, no los mató. “Más allá del debate que surgió, al Poder Ejecutivo le cabe la posibilidad del abordaje y la protección de los derechos de los menores de 16 en conflicto con la ley”, explica la subsecretaria de Desarrollo Social provincial. Y asegura que así lo hicieron.

“En el primer caso tuvimos que actuar sobre la urgencia, después creamos un programa que es una guardia permanente interdisciplinaria. Estamos en condiciones de decir que esas medidas sí funcionan y que no son necesarias medidas drásticas”, explica la funcionaria. “Las estrategias son individuales, dependen de cada caso y son efectivas porque los adolescentes superaron la situación, van a la escuela. Fueron también importantes los talleres para los padres”.

La pregunta que surge es si ese trabajo artesanal puede funcionar a gran escala. “Cuando hablamos de adolescentes en conflicto con la ley no son números tan grandes, en Mendoza ha habido dos en dos años. Por eso amerita una intervención personalizada, si fuera mucho más quizás se necesitarían acciones colectivas. La responsablidad del Estado es elaborar estrategia para no vulnerar los derechos adolescentes y que no lleguen a situaciones de delito”.

Rocío Rodríguez tiene 24 años, es de Isidro Casanova, estudió como Juliana asistencia social y todos los lunes arma su rutina laboral junto a otro de sus compañeros. Es un itinerario que la lleva por La Plata, Mercedes y Azul a visitar a los chicos encerrados en institutos. “Obviamente la situación de encierro deja huellas, sobre todo en los más chicos. Con ellos intentamos mostrarles otras situaciones. Lo que pasó ya está, pensar a partir de ahora cómo seguir.” “Una de las propuestas, para chicos con medidas de seguridad, es priorizar la salud porque muchos tienen un gran problema de consumo. Entonces ¿el encierro es la solución? Walter y “Superman” estuvieron en una comunidad terapéutica y hoy están en sus barrios, hacen actividades en la comunidad. Siguen el tratamiento de otra manera”, explica Agustín García, coordinador de Propiciar.

Una segunda oportunidad: cómo sacan a los adolescentes del delito

En la esquina. La reincidencia de los delitos en los adolescentes baja con programas de seguimiento y de restitución de derechos como la educación y la salud. Foto: Lucía Merle

“Me veía mal, arruinado. Me sentía solo. Vivía en la esquina. Después me invitaron a una comunidad y dije que “sí”, recuerda “Superman”. “Cuando él se internó por primera vez, pensé qué estaba haciendo yo. Pensé y pensé. Le dije a mi mamá. Pedí ir. Te entretenés y no estás en la esquina robando. Después mi hermano pidió ir. El estaba peor y cambió. Ahora está bien”, dice Walter y se acuerda exactamente cuando Superman volvió y todo cambió. “Estaba re bien, lo felicité. Yo andaba re mal”.

“Le dije: rescatate -recuerda “Superman”-. Después me invitó a drogarme y le respondí que mejor me iba a mi casa”. Mientras él se alejaba, Walter dice que pensó que si él pudo, él también podría. Ahora los dos están en la misma esquina, pero van a la escuela y no roban ni se drogan. “No estamos bien, bien”, dice Walter, “Pero cambiamos muchas cosas”.

RECUADRO: El debate

A principio de año, en la Argentina, se abrió el debate sobre la Ley de Responsabilidad Penal Juvenil. Una reforma de ley que muchas veces solo gira en torno a la baja de la ley de imputabilidad. Desde Unicef, su directora Florence Bauer explica que apoyan la reforma porque la ley actual no respeta los standares internacionales. “Recomendamos que tenga como objetivo la recuperación y reinserción del joven no desde la perspectiva punitiva. La baja de la edad es una medida excepcional. Son muchos los estudios que muestran que cuando un chico está privado de la libertad la probabilidad de reincidencia es muy alta. Hay que fortalecer los programas de intervención que se combinan con la ley de protección integral a los niños y adolescentes. La privación de la libertad debe ser un último recurso para los más graves”.

Fuente: https://www.clarin.com/suplementos/zona/segunda-oportunidad-sacan-adolescentes-delito_0_B1eAj_SEW.html

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Del silencio a la agresión, la discriminación crece

Por: Silvina Heguy

Maja Nenadovic viene de un país que desapareció. Salió a los 10 años de su casa empujada por la guerra en los Balcanes y con sus raíces, que hasta hacía poco eran naturalmente diversas, en pugna. Madre croata, padre serbio, una familia yugoslava era imposible que sobreviviera entre los escombros. Fue, entonces, que entendió lo que era ser refugiada y también la guerra y la discriminación. Veinticinco años después recorre el mundo para dar entrenamiento a estudiantes y profesores. Busca hacer algo para evitar las distintas formas de violencia. Lo que ve le preocupa, asegura. En todas partes aparece el silencio, la falta de comunicación, ese no ruido le recuerda el que precede a las balas: la discriminación.

“Cuando a los estudiantes del programa educativo MICC, (Modelo Internacional de la Corte Criminal de Justicia) les cuento cómo empiezan las guerras les digo que no es con balas si no con palabras. Son aquellas que establecen divisiones entre nosotros, los buenos, y ellos, los malos. Lo que no olvido decirles es que entre las balas y las palabras hay un período de silencio en que entre los dos grupos ya no quieren hablar. Porque ya no se ve al otro como un ser humano. Ese silencio me preocupa porque lo encuentro en muchos lugares. Yo entiendo que es natural tener un “nosotros” y un “ellos”. Pero empezamos a hablar de la guerra y siempre terminamos hablando de los refugiados, de la discriminación, del maltrato a las minorías, sobre la homofobia y el bullying. No importa el lugar del mundo”, dice en una sala del Centro Ana Frank, en Saavedra.

En el patio hay un grupo de docentes recibiendo una capacitación para tratar en el aula temas relacionados con la violencia y las violaciones a los derechos humanos. En el piso de arriba, estudiantes secundarios se dividen los roles en una imitación del juicio de la Corte Internacional Penal, el programa que Maja lleva por diferentes países. Ahora como politóloga, a los 35 años, tiene un diagnóstico preciso mezcla de la academia holandesa donde estudio, su experiencia como refugiada y un trabajo personal que ella describe como haber invitado a tomar el té a sus demonios. “La polarización está en todas partes. Lo veo en Estados Unidos, en Bosnia, en Croacia, lo veo en Holanda, en Alemania, en la Argentina. En Austria, que me recibió como refugiada y ahora rechaza a los sirios que llegan en esa calidad”.

Refugiados sirios itentan llegar a Grecia, un policía les impide pasar la cerca del campo de recibimiento. REUTERS

Refugiados sirios itentan llegar a Grecia, un policía les impide pasar la cerca del campo de recibimiento. REUTERS

“La manera de comunicarse entre los individuos y la forma en que los partidos políticos lo hacen me da miedo. En Yugoslavia antes de la guerra, la gente solo hablaba entre quienes pensaban igual. El argumento era ‘vas a aceptar lo que estoy diciendo o sos malo’. Esa falsa antinomia es lo más peligroso”, dice. “El silencio es sólo un síntoma de una violencia que crece en el mundo”.

Ejemplos sobran. En EE.UU. , el 52% de la población identificada como “latina” aseguró que ha sufrido actos de discriminación, según una encuesta del Pew Research Center. La violencia policial contra la comunidad negra es denunciada a menudo. Sin mencionar las declaraciones del candidato republicano Donald Trump. En Europa, en un pico histórico de número de refugiados, la discriminación e incluso las medidas xenófobas se repiten en Alemania, Dinamarca, Grecia y países históricamente amigables con ellos. En Cardiff, Gales, por ejemplo, los obligan a llevar pulseras rojas.

Contra la brutalidad policial en Estados Unidos. Una marcha de septiembre de 2016 para protestar por el asesinato de un miembro de la comunidad negra por gatillo fácil en Charlotte, Carolina del Norte. AFP/ NICHOLAS KAMM

Contra la brutalidad policial en Estados Unidos. Una marcha de septiembre de 2016 para protestar por el asesinato de un miembro de la comunidad negra por gatillo fácil en Charlotte, Carolina del Norte. AFP/ NICHOLAS KAMM

El fenómeno de la discriminación creciente es un fenómeno también que se da en la Argentina. En lo que va de 2016, el Instituto Nacional contra la Discriminación –el INADI– recibió 1.720 denuncias. Un aumento del 50% en relación al mismo período del año pasado. El número es de quienes cumplieron los pasos administrativos. Si se toman solo las denuncias la cantidad se triplica. Salud, aspecto físico, cuestiones de género, discapacidad y migrantes. En ese orden son los temas más denunciados. Tanto Maja en su recorrido por el mundo como en el INADI ven en la escuela las manifestaciones de estas divisiones y también un espacio apropiado para poder revertirlas. “Es preocupante porque nos están llegando cada vez más pedidos de talleres de capacitación o sensibilización por parte de las escuelas públicas o privadas”, dice Gabriela Amenta, directora de Promoción y Desarrollo de Prácticas contra la Discriminación del INADI. Muchos son pedidos de los alumnos. Bulling, ciberbulling, acoso escolar se repiten.

Los alumnos del colegio Alemán de Lanús que se disfrazaron de nazis en Bariloche para agredir a una división de la ORT, realizan una actividad en el Museo del Holocausto para comprender los alcances discriminatorios de sus actos.  ARCHIVO

Los alumnos del colegio Alemán de Lanús que se disfrazaron de nazis en Bariloche para agredir a una división de la ORT, realizan una actividad en el Museo del Holocausto para comprender los alcances discriminatorios de sus actos. ARCHIVO

“Le pego porque tiene cara de pobre”. “A vos te ven vestido así y te dicen: sos de la villa, sos un villero”. “A mí me cargan por ser petisa”. “Es negra y paraguaya”. “Me mira mal y eso termina a las piñas”. Las frases son reales y fueron recolectadas durante una investigación realizada en escuelas del Conurbano por Carina Kaplan, doctora en Educación, profesora de la UBA y de La Plata e investigadora del CONICET.

“Hemos identificado a través de los relatos de los estudiantes, prácticas de humillaciones en las cuales unos se sienten superiores, rebajando a los otros. Los motivos de burla son: la vestimenta (zapatillas, gorrita, ropa deportiva), la apariencia física (color de piel, corte de pelo, estatura, contextura), la nacionalidad”, enumera Kaplan.

En los resultados preliminares de su estudio aparece, además, que la violencia se vincula a los sentimientos de exclusión. “Los estudiantes manifiestan que recurren a formas de violencia (física o simbólica) cuando se sienten inferiorizados. La dinámica de estos conflictos puede devenir en violencia”. Kaplan explica que los prejuicios no los crea la escuela sino que son culturales. En el aula se suelen reproducir los estereotipos sociales que ven en el hogar o los medios. “Pero a su vez puede contrarrestarlos. Cuando lo hace, los estudiantes llevan a sus hogares valores como el respeto, la cooperación y la solidaridad”, explica. Para lograrlo dice que primero hay que identificar la conflictividad para intervenir antes, durante y después de un hecho de violencia. Se trata de anticipar y crear espacios de diálogo para que los chicos puedan expresar sus miedos. El docente debe poder trabajar sobre el sentido del cuidado de sí mismo y de los otros”.

Amenta coincide en que los niveles de violencia en el sistema educativo argentino la mayoría de las veces son producto de actos discriminatorios. Por eso desde el INADI trabajan con la escuela y su comunidad. “Los desafíos son grandes”, sostiene. Actualmente están fortaleciendo la web y planificando una campaña contra la islamofobia ante la posible llegada de refugiados sirios con esa fe.

Fuente: http://www.clarin.com/zona/silencio-agresion-discriminacion-crece_0_1664833633.html

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El desafío de los chicos digitales: ¿está la Argentina preparada para las aulas del futuro?

Aregentina/01 juno 2016/Autor: Silvina Heguy/Fuente:Clarin

Fueron bautizados como “Pulgarcita”, pero son cientos de miles de pulgarcitas y pulgarcitos y ya hace mínimamente dos años que llegaron a las universidades argentinas y llenan las aulas de las escuelas. Son los chicos y chicas que tienen la cabeza en la computadora o en un dispositivo. El que descubrió lo que todos veían sin poder ponerlo en palabras fue el filósofo francés Michel Seres. Producen a coro un murmullo que ensordece al portavoz de la escritura, al maestro o profesor, porque ese saber a trasmitir ya lo tiene todo el mundo al alcance del pulgar, escribió en 2013. “Explicado, documentado, sin más errores que en las mejores enciclopedias”, siguió. “Ya nadie necesita a los portavoces de antaño, salvo si uno, original y raro, inventa”, desafió. Para concluir que “es el fin de la era del saber” y el principio de la necesidad de crear el aula del futuro.

“El fenómeno ‘Pulgarcita’ lo constatamos a diario los que estamos al frente de un aula. Ahora bien, ¿hay una salida para esto?”, se pregunta Mariana Maggio, pedagoga y directora del Posgrado en Tecnología Educativa de la UBA. Y contesta que sí, que obviamente la hay y que, incluso, hay escuelas en la Argentina que están trabajando en ese sentido.

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“Lo primero que hay que romper es la triste secuencia de la didáctica clásica, que consiste en repetir contenidos a toda velocidad. Poniendo más pruebas, verificando si los alumnos aprendieron el contenido anterior para seguir avanzando. Todo sabemos que ese esquema dejó de funcionar”, explica Maggio y es clara cuando dice: “La realidad es que los chicos no están aprendiendo. Hay un punto esencial: todos sabemos cuáles son los problemas que tiene el sistema educativo, no hay que evaluarlo. Lo que hay que hacer es reconstruir la práctica”.

Serres en ese aspecto vuelve a ser universalmente válido: los sujetos culturales que se educan en las aulas de la primaria, secundaria o de la universidad no son los mismos que antes. “Son chicos que están con un dispositivo en la mano, sobre todo en los sectores urbanos donde hay acceso de conectividad de calidad, o con una máquina del programa Conectar-Igualdad. En el dispositivo tienen resueltas muchas de las cosas que les ofrecía la escuela antes en exclusiva. Por otro lado, el conocimiento disciplinar en historia, geografía o matemática no se construye como se construía hace décadas. Se construye desde una perspectiva que está totalmente atravesada por la tecnología”, explica Maggio.

¿Por dónde empezar cuando se logra superar la discusión del tema salarial con maestros agobiados por cantidad de contenidos a dar y con poca capacidad tecnológica frente a una “pulgarcita”?

Maggio distingue tres claves esenciales. Una es un proceso de reinterpretación curricular: no se puede enseñar la cantidad de contenidos establecidos. “Tenemos que construir acuerdos sobre qué es lo relevante”. Segundo trabajar con la realidad que está fuera del aula. Dejar de dar un ejercicio como tarea, reconocer un problema que convoque a los chicos y trabajar con él, en conjunto para producir un conocimiento valioso. En ese proceso, asegura, se aprende las asignaturas tradicionales también. La última clave es la “evaluación ecológica”, es decir de manera más naturales al terminar el proyecto y poder determinar que todos saben lo que tienen que saber.

“Alivio”. Ese sería el otro concepto de un cambio hacia el aula del futuro. Se necesita un alivio de la sobrecarga curricular; otro de tiempo. En el aula del futuro la gente no debería correr para llegar a metas falsas. Y un alivio del espacio, las paredes de aula hay que llenarlas de vida, aire para que se pueda inventar y así desarrollar capacidades como la creatividad, el pensamiento crítico, las posibilidades de negociar con otro, de colaborar.

Cristóbal Cobo es chileno, director del Centro de Estudios-Fundación Ceibal e investigador asociado del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford, Gran Bretaña. Coordina estudios sobre innovación y aprendizaje, traducción del conocimiento, cultura digital y el futuro de la educación. Para él, “el desafío de la educación de nuestros días no se limita a que los docentes utilicen mucho tiempo las tecnologías digitales en el aula sino a algo que resulta más profundo. Es decir, que favorezcan espacios de construcción de saberes que van más allá del currículum, más allá de una asignatura en particular, más allá de una calificación puntual, más allá del saber experto, y que permitan la posibilidad de articular el dominio de alfabetismos tradicionales con el desarrollo de un conjunto de habilidades socio emocionales, que hoy juegan un papel fundamental. Que las tecnologías pueden ayudar en esto no hay duda, pero la innovación pedagógica será al final del día el factor determinante”.

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“En la Argentina estamos en una conversación vieja”, dice José Luis Roces, rector del ITBA. “Si bien hay que resolver problemas serios sociales como el de los Ni-Ni (los adolescentes que no trabajan ni estudian) no se puede dejar de resolver ese aspecto sin pensar en lo que viene porque, te quedás sin futuro”, reflexiona.

Con la mirada puesta en esa dirección, Roces asegura que “casi milagrosamente estamos volviendo a una educación del pasado en el sentido en que la tecnología facilita la rutina y despeja el camino a una mayor personalización. Porque, en realidad, hay un supuesto en el modelo tradicional -el que todos aprenden al mismo ritmo y el mismo contenido- y es inválido. Una de las características de la educación del futuro para ser efectiva es que tendrá que ser más personalizada”, dice. Esto encierra a su vez un desafío estratégico porque para hacerla más personalizada “se necesitan docentes preparados para atender el caso a caso, para ser facilitadores del aprendizaje y no generadores de información”.

Como fenómeno de época, además de la aparición de Pulgarcita en el centro del aula, está la distancia entre el perfil profesional que demanda el mundo del trabajo y el que producen las aulas. Pavel Luksha es un experto ruso en tecnología educativa, uno de los creadores del Atlas de las profesiones del futuro y director de Global Education Futures, una plataforma colaborativa internacional que ayuda a desarrollar innovaciones educativas en todo el mundo. “En todas partes la pregunta es cómo cambiar la pedagogía; cómo se reconvierte el aula. Pasamos a un mundo muy complejo, que no lo puede entender una única persona ni dar respuestas. No habrá un ingeniero genio que invente el iPhone, serán 300 personas trabajando en colaboración”, explica. Para Luksha, los docentes frente al aula del futuro deberán permita a los alumnos colaborar, lograr que sean emocionalmente abiertos para formar profesionales que puedan entender los procesos de los individuos, deberán estar preparados para aprender con sus alumnos y entender su manera de pensar.

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Las paredes imaginarias entre las asignaturas y también entre las instituciones parece que estallarán por el aire en las aulas del futuro. Roces habla de un sistema educativo con varios segmentos. Habrá a distancia por Internet; también existirán universidades más especializadas en sectores de referencia como los biotecnológicos y otras menos especializadas y más masivas, pero que deberán intercambiar sus saberes como también relacionarse con sectores de la sociedad como las empresas.

Maggio cuenta que, después de cada charla que da frente a un auditorio de maestros, siempre hay alguien que se acerca y le expone la realidad de la escuela argentina en la cara: en las condiciones en que se trabaja no es posible pensar en un aula del futuro. “Y probablemente tenga razón. Por eso lo primero que hace falta frente a los docentes es preguntarse qué práctica hacemos no cómo evaluamos, como se castiga. Hay que darles a la hora de pedir condiciones que alienten prácticas acordes con estos tiempos. Con más tiempo, sin la obligación de dar esa cantidad nefasta de contenidos”, insiste.

Entonces, en las condiciones actuales ¿cómo se puede hacer que las aulas del futuro se constituyan en un movimiento? Para Maggio, creando condiciones para que los maestros puedan volver a pensar lo que están haciendo. «En las escuelas se enseñan en condiciones muy difíciles, hay que dar alivios, reinventar prácticas porque se enseña con una didáctica clásica que no es la forma en que se construye el conocimiento en este momento. Es todo más complejo. Además en las próximas décadas habrá grandes cambios». Frente a este panorama la pregunta a responder cambia: ¿Tenemos una escuela que mira hacia atrás o hacia adelante?.

Fuente:

http://www.clarin.com/zona/desafio-chicos-digitales-Argentina-preparada_0_1580842022.html

 

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