Antonio Gramsci y una educación desde una perspectiva revolucionaria

Por: Virginia Pescarmona y Federico Puy.

La pandemia y la educación han traído diferentes debates en todo el mundo. Traer al pensador Italiano Antonio Gramsci, tan reconocido, leído e interpretado con diferentes “usos” en los ámbitos educativos y políticos, nos permite repensar la escuela, el Estado, la docencia, al calor de sus ideas y su vida militante.

Está lleno de debates de “expertos” (hasta lo que podemos seguir en habla hispana) acerca de qué pasa con los conocimientos, sobre si es posible acreditar, clasificar, evaluar lo que acontece en estos días de cuarentena y hasta incluso, hay quienes ponen en cuestión la gradualidad y el propio calendario escolar, así como toda la organización escolar: horarios, recreos, espacios, etc. Tras tantos años de cuestionar el hacinamiento y la superpoblación en las aulas, esta crisis pone en el tapete que así, no se puede seguir.

Más allá de las distancias históricas y de los debates puntales que Antonio Gramsci hizo con distintas corrientes de pensamiento, sus escritos sobre la educación, sus cuestionamientos y pensamientos sobre la enseñanza en el marco del sistema capitalista y cuestiones como las peleas inmediatas y sus ideas motoras para un nuevo tipo de estado, ofrecen herramientas conceptuales pertinentes para debatir la educación actual y construir una alternativa política pedagógica crítica, coherente con el propio Gramsci en sus objetivos de cambio social revolucionario.

Partimos en primer lugar del presupuesto de que no hay en Gramsci una idea de que la “batalla cultural” (como es utilizada por cierta corrientes de pensamiento) pueda reemplazar las relaciones de fuerzas sociales y políticas, por lo tanto la lucha de clases. Una “batalla cultural”, aunque es parte de la lucha política, y ha tenido innumerables formas en la historia de la clase obrera, incluso institucionales como teatros, bibliotecas, periódicos, centros culturales, etc, no es la forma insinuada o propuesta de instaurar un cambio político como una vía alternativa a la revolución. La importancia otorgada a la cultura no implica necesariamente la perspectiva de instaurar una “hegemonía cultural” previo a la revolución [1].

El Estado integral, y la escuela como disciplina y hegemonía

Gramsci planteó diferentes esbozos del concepto de Estado Integral, en diferentes momentos. En un pasaje escrito en 1931, plantea que “en la noción general de Estado entran elementos que se refieren a la noción de sociedad civil (en el sentido, se podría decir, que Estado es sociedad política + sociedad civil, o sea hegemonía acorazada de coerción). También en un pasaje redactado en octubre del mismo año, define al Estado integral del siguiente modo: el “estado, en su significado integral: dictadura + hegemonía” [2].

Entonces no son contrapuestos en forma orgánica los elementos que componen el Estado integral. La categoría implica la distinción metodológica entre sociedad civil (partidos, sindicatos, clubes, periódicos, asociaciones culturales, y un largo etcétera) y sociedad política o Estado, en un proceso histórico donde ambos polos se entrecruzan, siendo característico del Estado integral que el propio aparato del Estado establece ciertas funciones “consensuales” (reconocimiento de ciertos derechos sociales garantizados por el Estado), mientras que la sociedad civil también puede cumplir funciones represivas. Es un “consenso” como producto de la relación de fuerzas [3].

Entendemos que Gramsci no ubica esquemáticamente a la escuela en alguno de los dos polos de la definición de Estado integral [4], y justamente por eso esta definición nos ayuda a complejizar el rol de la misma en sus dos aspectos, tanto de disciplina (normas, organización escolar, verticalidad), como de hegemonía (igualitarismo, acceso, consenso). La escuela, históricamente se consideró como parte de la “sociedad civil” pero ante la necesidad del propio capital para que el estado desarrolle grandes sistemas educativos masivos, también se integra como institución directa del Estado.

Interpretamos que, para Gramsci el sistema escolar es una cosa y la otra. Puede ser disciplina y puede ser consenso. Como las demás organizaciones culturales que actúan en la sociedad civil, la escuela es uno de los factores de hegemonía de una clase social. La supremacía de una clase social no es solo dominación sino, como hegemonía, es lo que llama dirección intelectual y moral. Pero también la podemos ubicar del lado de la disciplina, ya que la escuela tiene una serie de valores y normas de clase (acompañada por el contenido de lo que se enseña) y de rígidas normas verticales que van desde el orden, la autoridad, la calificación, y un sin fin de políticas que podemos encontrar en lo que muchos pedagogos han llamado el “currículum oculto” [5]. Mantener horarios a pesar de la cuarentena, asistencia y hasta calificaciones dejan bastante al descubierto esta función ordenadora en nuestros días.

En esta definición de estado integral, la escuela opera desde una función ética y política, y su objetivo es organizar los aspectos centrales de la tarea formativa del Estado, guiada por la elaboración de un consenso hegemónico. Esta tarea consiste en elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral, en correspondencia a las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas y necesidades del capital, por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes como un “complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no solo justifica y mantiene su dominio, sino también logra obtener el consenso de los gobernados” [6].

Esta escuela capitalista, y sobre esto hay bastante consenso desde diversas corrientes de pensamiento pedagógico, imparte un sistema de valores, creencias y saberes elegidos y determinados por la clase dominante. Por tanto, ella transmite ideología en términos amplios, que incluye de modos de vivir, sentir, etc. Hablar de escuela es pensar desde las reformas educativas hasta un sistema meritocrático de premios y castigos, pasando por las evaluaciones punitivas y un sistema jerárquico vertical. Horarios rígidos, toques de timbre/campana, exámenes de ingreso, pruebas estandarizadas y un sinfín de normas institucionales de respeto a la autoridad, a símbolos, a formas de hacer y resolver, que buscan entrenar a la juventud para ser un “ciudadano” del Estado democrático burgués y aceptar la regimentación del capital sobre el trabajo. Pablo Pineau en su trabajo “¿Por qué triunfó la escuela? o la modernidad dijo: ‘Esto es educación’, y la escuela respondió: ‘Yo me ocupo’” [7], llama a todos estos dispositivos “regulación artificial”. Varios autores desarrollan esa idea interesante aunque polémica, de que la escuela como “gran empresa moderna” mientras alfabetizó millones ha creado la argentinidad, por ejemplo.

Dividir la escuela en un polo u otro del concepto de Estado integral, creemos que es un error orgánico y metodológico, que se se expresa en reinterpretaciones de la función de la escuela como parte de los “aparatos ideológicos del Estado”, aboliendo efectivamente el propio método integral que propone Gramsci de no disociar sociedad política y sociedad civil. En general dan a la escuela solo un lugar de reproducción de la ideología dominante del estado burgués sin ningún tipo de posibilidad de lucha. Por el otro lado, y ubicándose desde del pos marxismo y contrario/contrapuesto a los “reproduccionistas”, se encuentran corrientes donde la escuela cae en un lugar de disputa por excelencia (sin importar el contenido de clase) siguiendo por ejemplo el pensamiento de Freire, Giroux, Tamarit, entre tantos otros. Como punto de contacto y en el mismo sentido de estos últimos, hay otros autores terminan determinando a Gramsci solo como un teórico del consenso en la sociedad civil y de la “guerra de trincheras” como única estrategia posible. Esto, desde luego lleva a diferentes políticas que van desde el eurocomunismo y reformistas a, en Argentina, “nacionales y populares”.

Combinado con esta pelea, hay un planteo de que no es la escuela el único lugar pedagógico. La función pedagógica la encontramos en las peleas que dan los trabajadores en la sociedad Civil (sindicatos, clubes obreros) y como una parte importante de la pelea del partido de los trabajadores por elevar la conciencia de las masas, en su búsqueda de la toma del poder y la construcción de una sociedad sin oprimidos ni explotados.

En el mismo sentido que está planteado por A. V. Lunacharsky (El comisario del pueblo para la Instrucción Pública), en el “Decreto sobre la a educación popular” del estado Obrero en Rusia durante la Revolución, donde hacia una importante distinción planteando:

…es preciso señalar la diferencia entre enseñanza y educación Enseñanza es la transmisión de conocimientos ya definidos por el maestro al alumno. La educación es un proceso creador. Durante toda la vida la personalidad del hombre se ‘educa’, se extiende, se enriquece, se afirma y se perfecciona.

Una escuela unitaria ligada a una nueva organización del trabajo

Gramsci plantea una pelea por una escuela totalmente diferente. Una escuela planteada como una pelea de clase trabajadora y también la piensa en función de una nueva sociedad.

Esta perspectiva de “escuela unitaria”, podemos pensar que Gramsci la pensó sobre la cercana experiencia política y pedagógica de la Revolución Rusa de Lenin y Trotsky, en sus mejores años de la revolución. Conoció en persona la Rusia soviética entre los años 1922 y 1923. Vemos en sus escritos que los primeros acercamientos a un pensamiento pedagógico se pueden encontrar en las Cartas con su compañera, interesado por la educación de sus propios hijos, donde realiza diferentes conjeturas en relación a lo social e individual del desarrollo de los niños. Sin haber conocido la obra de Lev S. Vigotsky hay una concepción del mundo en Gramsci que va a llevar en su concepción política y pedagógica.

Críticamente debemos elaborar estas experiencias; delimitar cuánto hay de ellas de meramente ruso, y dependiendo de las particulares condiciones en las cuales en la República de los Soviet encontró la sociedad rusa su advenimiento; discernir y fijar cuánto en ellas es permanente necesidad de la sociedad comunista, dependiente de las necesidades y de las aspiraciones de la clase de obreros y campesinos explotada de igual modo bajo todas las latitudes [8].

Pensando en perspectiva, continuaba escribiendo y pensaba que:

En el Estado de los Consejos [9], la escuela representará una de las más importantes y esenciales actividades públicas. Digamos más: al desarrollo y al éxito de la escuela comunista está ligado al desarrollo del Estado comunista, el advenimiento de una democracia en la cual sea absorbida la dictadura del proletariado [10].

Si el método es dialéctico y se piensa el conocimiento en tanto construcción y proceso, determinado por lo material, en primer lugar nos sugiere que no se debería hacer tabula rasa de la cultura existente, ni se la debería “reemplazar por otra completamente nueva y ya formulada. La tarea de la escuela radical consiste más bien en un proceso de transformación (orientado a producir una nueva forma) y rearticulación de elementos ideológicos existentes”. Una vez más, la cultura dominante tenía que ser comprendida críticamente antes de que pudiera ser transformada. Nos recuerda a Lenin planteando esa idea de que

con la trasformación de la vieja sociedad capitalista, la enseñanza, la educación y la instrucción de las nuevas generaciones, destinadas a crear la sociedad comunista, no pueden seguir siendo lo que eran. Ahora bien, la enseñanza, la educación y la instrucción de la juventud deben partir de los materiales que nos ha legado la antigua sociedad. No podemos edificar el comunismo si no es a partir de la suma de conocimientos, organizaciones e instituciones, con el acervo de medios y fuerzas humanas que hemos heredado de la vieja sociedad (…) Por ello debemos examinar en detalle qué debemos enseñar a la juventud y cómo debe aprender ésta si quiere merecer realmente el nombre de juventud comunista, cómo hay que prepararla para que sepa terminar y coronar la obra que nosotros hemos comenzado”. “La vieja escuela era libresca, obligaba a almacenar una masa de conocimientos inútiles, superfluos, muertos, que atiborraban la cabeza y trasformaban a la generación joven en un ejército de funcionarios cortados todos por el mismo patrón. Pero concluir de ello que se puede ser comunista sin haber asimilado los conocimientos acumulados por la humanidad, sería cometer un enorme error [11].

Este tema tiene importantes implicaciones para las relaciones entre profesor y estudiante en una teoría crítica de la pedagogía.

Su visión materialista del trabajo como principio y fundamento de una escuela elemental parte del razonamiento de un elemento educativo fundamental, donde las primeras nociones de ciencias naturales y las nociones de los derechos y deberes del ciudadano, son como elementos “culturales” los que determinan la naturaleza y la función educativa del trabajo en el pensamiento de Gramsci, en cuanto las leyes de la sociedad (“civiles y estatales”, dice) y

sitúan a los hombres en la posición más adecuada para dominar las leyes de la naturaleza”, es decir, “para facilitar su trabajo, que es la forma propia del hombre de participar activamente en la vida de la naturaleza a fin de transformarla y socializarla.

Estos conceptos teóricos sobre el trabajo y la escuela, en el debate de la época, es la premisa de la propuesta de una “escuela única inicial de cultura general, humanística, formativa, que ajuste precisamente el desarrollo de la capacidad de trabajar en forma manual (técnica e industrialmente), y el desarrollo de la capacidad del trabajo intelectual”. Gramsci considera la tendencia a eliminar todo tipo de escuela formativa y debate con la idea de pensar multiplicar las escuelas profesionales especializadas, como un proceso de progresiva degeneración y encuentra incluso paradójico que esta tendencia venga presentada como democrática.

¿Una escuela para que todo obrero pueda ser “gobernante”?

Para Gramsci en la educación no se puede consentir estratificaciones internas en los distintos grupos sociales, sobre la base de una unilateral especialización en el trabajo.

La posibilidad de que el peón llegue a ser un obrero cualificado, porque esto no suprimiría en absoluto la impronta social, es decir, la discriminación, que consiste, precisamente, en el hecho de que cada grupo social posee su escuela. La escuela, para que no sea socialmente cualificada o discriminante, debe educar de tal modo, que todo ciudadano pueda llegar a ser “gobernante” [12].

La escuela que pensaba Gramsci, exige en primer lugar que el Estado pueda asumir los gastos que solventa la familia para que asistan sus hijos e hijas, o sea que transforma completamente el balance financiero de ministerio de educación nacional, ampliándolo. Es decir, que toda la función de educación y formación de las nuevas generaciones deja de ser privada para hacerse pública.

Pero esta transformación de la actividad escolar también exige una enorme ampliación de la organización práctica de la escuela, es decir, de los edificios, del material científico, del cuerpo docente, etc. Sobre todo el cuerpo docente debería ser aumentado, ya que tanto mayor e intensa es la escuela cuanto más directa es la relación entre maestro y alumnos, lo que plantea otros problemas de no fácil y rápida solución. Tampoco la cuestión de los edificios escolares es simple, ya que este tipo de escuela debería ser una escuela-colegio, con dormitorios, refectorios, bibliotecas especializadas, salas apropiadas para el trabajo de seminario, etc. [13].

…paralelamente a la escuela unitaria se debe desarrollar una red de asilos infantiles y otras instituciones en las que aún antes de la edad escolar los niños se acostumbren a cierta disciplina colectiva y adquieran nociones y aptitudes preescolares. La escuela unitaria debería ser organizada como colegio, con vida colectiva diurna y nocturna, liberada de las actuales formas de disciplina hipócrita y mecánica, y el estudio debería hacerse colectivamente, con la asistencia de los maestros y de los mejores alumnos, también en las horas de la así llamada aplicación individual [14].

Con respecto a la organización por edades de los sistemas escolares, Gramsci consideraba que:

Un punto importante en la organización práctica de la escuela unitaria es el relativo a la carrera escolar en sus diversos grados, según la edad y el desarrollo intelectual-moral de los alumnos y los fines que la escuela quiere alcanzar. La escuela unitaria (…) debe proponerse incorporar a los jóvenes a la actividad social, después de haberlos elevado hasta un cierto grado de madurez y de capacidad, de creación intelectual y práctica, y de autonomía en la orientación y en la iniciativa” [15].

Para Gramsci, entonces “el advenimiento de la escuela unitaria significa el comienzo de nuevas relaciones entre trabajo intelectual y trabajo industrial no solo en la escuela, sino también en toda la vida social”. Pero en función de una sociedad como una comunidad nueva (“un orden nuevo”), animada por las ideas socialistas, una sociedad donde la escuela se inserta como elemento activo y propulsor para la educación de las nuevas generaciones, en una sociedad que no entre en contradicción con la escuela. En la visión gramsciana, el problema de lo social es esencial. Al igual que muchos pedagogos de la experiencia bolchevique, estaba convencido de que la revalorización del trabajo como actividad humana y social, la construcción de una sociedad capaz de realizar las más válidas aspiraciones del hombre no puede encontrar una solución satisfactoria en el mero activismo pedagógico por cuanto que la educación social ha de ir unida a la idea de transformación social. Un pedagogo de su época, L.S. Vigotsky escribió que “la vida se convierte en creación solo cuando se libera definitivamente de las formas sociales que la deforman y mutilan. Los problemas de la educación se resolverán cuando se resuelvan los problemas de la vida”. Hablaba de la educación atravesada por la alienación del trabajo capitalista.

Y creemos que acá se abren algunas coordenadas para pensar más en profundidad ¿qué?, ¿cómo? y ¿cuándo? de una pedagogía crítica radical y el papel que podemos desempeñar educadores y educadoras en los marcos de este sistema, en la aspiración de su profunda transformación.

Como vimos, Gramsci no pensó en la escuela tal cual la conocemos ahora, sino que pensaba en una enseñanza de tipo liberadora, una unidad del trabajo manual e intelectual y preparación para el trabajo que mantenga en todo lo posible los elementos sociales de la realidad, sin trabajadores de la educación en una pasividad intelectual.

Desde esta perspectiva resulta claro que el objetivo de la escuela unitaria es elevar a las masas a la cultura, en contra de las tendencias que se proponen mantener a los trabajadores en un nivel determinado del espectro de conocimientos “propios de su cultura” o de “su clase”. En consecuencia, la escuela unitaria para Gramsci es “un elemento básico en la lucha por la hegemonía de las clases populares” [16].

Por eso, de conjunto, el pensamiento del revolucionario italiano lejos está de pensar la escuela como un “lugar en disputa” (guerra de trincheras en la escuela) en el sentido de cambiar un poco el contenido y la forma metodológica y de una pelea solo dentro de los márgenes de la escuela, sino que discute una “filosofía de la práxis”, es decir una guía para la acción revolucionaria. Pensó la educación no escindida sino como parte de una sociedad que es necesario desnudarla, criticarla, en vistas de lo que llamó un “orden nuevo”, que implica una revolución que termine con el capitalismo.

Algunas primeras conclusiones

Hoy la situación del capitalismo es diferente a la conocida y pensada por Antonio Gramsci, y por lo tanto el rol de la escuela también fue cambiando de aspecto acorde a las necesidades del capital y al estadio de desarrollo de las fuerzas productivas, una escuela cada vez más transformada por los organismos de créditos internacionales como el FMI, el banco mundial o la OCDE, donde los gobiernos la consideran cada vez más como depósitos de niños, para que sus familias tengan y puedan ir a trabajar en horarios extensos, garantizando un gran ahorro a los capitalistas en las tareas de cuidado y crianza.

Como corolario y combinación de esta transformación, vemos a millones de estudiantes jóvenes trabajando en forma totalmente precaria para el capitalismo de plataforma, muchos dando sus vidas con sus bicicletas para las aplicaciones, Rappi, o lugares llamados de comidas rápidas, y donde una gran porción de la población joven que concurre a las escuelas tiene que debatirse entre pelear un plato de comida o continuar en la escuela.

Volvemos a estos aportes y debates de Gramsci, en el medio de una situación que combina crisis social con crisis económica, y sobre la cual muchos analistas ya opinan que es superior a crisis como la de 1929 o 2008. Creemos que esta vuelta al revolucionario italiano nos sirven para pensar y pensarnos en la relación entre una práctica pedagógica crítica dentro de la escuela y una política revolucionaria para el conjunto de la sociedad, tal como lo pensaba Antonio Gramsci.

Porque creemos que con más y mejor educación no alcanza para la conquista de otra sociedad sin explotación ni opresión. Se puede practicar una pedagógica crítica, donde desnudemos de conjunto los contenidos de la escuela, su organización vertical, la ideología de clase que la rodea. Pero también sabemos que el estado burgués no se puede extinguir por mera evolución de la conciencia, por eso es necesario que los y las trabajadoras puedan hacerse del poder y donde gobierne la mayoría para abrir la posibilidad de una nueva educación.

Es un momento donde tenemos que repensar la necesidad estratégica de reconstruir un movimiento pedagógico crítico uniéndolo a la lucha de clases de las y los trabajadores y de la juventud que en el mundo se empieza a levantar, a pesar del aislamiento, a pesar de la crisis sanitaria, y justamente por sus consecuencias materiales. Tenemos una tarea que es preparar las condiciones para unir y pasar del cuestionamiento de las clases escolares, la regimentación de la escuela y sus valores y normas burguesas, al cuestionamiento de la sociedad de clases.

Será tarea de educadoras y educadores ser “no solamente maestros”, al decir de L.S. Vigotsky en Psicología y Pedagogía, si no que en la completa participación en la vida social y política, ser constructor de esta perspectiva pedagógica crítica, como parte de un proyecto de transformación radical de la sociedad.

NOTAS AL PIE
[1Juan Dal Maso, Hegemonía y lucha de Clases. Tres ensayos sobre Trotsky, Gramsci y el Marxismo. 2019, Buenos Aires, Ediciones IPS. 2018, Página 220.
[2Juan Dal Maso, El Marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la Cárcel, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2016, Página 63.
[3Juan Dal Maso, “Antonio Gramsci, estratega de la hegemonía”La Izquierda Diario.
[4“El marxismo de Gramsci”, Entrevista a Juan Dal Maso por Fernando Rosso.
[5Tomamos la definición de Curriculum Oculto como “un conjunto de normas, costumbres, creencias, lenguajes y símbolos que se manifiestan en la estructura y el funcionamiento de una institución.” (Barriga, 2009). Paulo Freire extiende luego esta definición, donde el Curriculum Oculto “se transmite de manera implícita y tiene gran influencia en el aula y en las instituciones educativas, también recibe el nombre de implícito o no intencional, el cual no se encuentra en las normativas o si no que viene hacer el resultado de las practicas institucionales que no figuran en el reglamento y por lo general terminan siendo más efectivas en la adquisición de conocimientos, actitudes y valores; al no estar escrito permite que se pueda aprender más por las relaciones sociales y por las aptitudes y así se aprende más por lo que se hace que por lo que se dice”.
[7Reescritura del artículo “La escuela en el paisaje moderno. Consideraciones sobre el proceso de escolarización”, presentado en el Seminario “Historia de la Educación en Debate”, Universidad Nacional de Luján y publicado en Héctor Rubén Cucuzza (comp.), Historia de la educación en debate, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1996.
[8Artículo del L´Ordine Nuovo.
[9Cuando habla de “Estado de los consejos” Gramsci se refiere a un Estado proletario de los “consejos obreros”, en relación a la experiencia la huelga general de Turín de abril de 1920, donde la clase obrera Turinesa ocupó las fábricas, impuso el control obrero de la producción y se organizaba de abajo hacia arriba en un sistema de delegados y representaciones obreras. Para ver más información en http://gramsci.org.ar/1917-22/21-mov-turin-cons-fab.htm.
[10Artículo del L´Ordine Nuovo.
[11V. I. Lenin, “Tareas de las Juventudes Comunistas. Discurso en la I Sesión del III Congreso de Juventudes Comunistas de Rusia”, Moscú, 2 de octubre de 1920.
[12Mario Manacorda, Marx y la pedagogía moderna, Barcelona, Oikos-tau, 1969, Página 151.
[14Ídem.
[15Ídem.
[16“Las ideas pedagógicas de Antonio Gramsci”. En Signos Teoría. y Práctica de la Educación. Número 4, Julio-Diciembre 1991.
Fuente del artículo: https://www.laizquierdadiario.com/Antonio-Gramsci-y-una-educacion-desde-una-perspectiva-revolucionaria-158942
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¿Qué escuela defiende Macri?

Por: Virginia Pescarmona

Tenemos un presidente que por cadena nacional anuncia el apocalipsis educativo y ante la población afirma que “nos comprometemos a comprometernos”. Uno que declaró la guerra abiertamente a la escuela pública en momentos que la docencia de todo el país enfrenta en las calles las políticas de ajuste.

Tenemos un presidente que afirmó que “hay una terrible inequidad entre los que pueden ir a una escuela privada y los que tienen que caer en una pública”.
Pero aunque haya afirmado en la mesa de Mirtha Legrand que la educación le quita el sueño, si un gobierno ataca a los docentes, ataca a la educación pública.

Pero no debería extrañar, teniendo en cuenta su currículum. El gobierno PRO y todo su gabinete de larga tradición de educación privada, está públicamente decidido a avanzar contra una gran conquista de los trabajadores y el pueblo: la educación pública, gratuita y laica.

Un dato que lo pinta entero: durante su gestión en la Ciudad como Jefe de Gobierno aumentó el presupuesto para las privadas un 50% sólo en sus primeros 3 años. Un shock de transferencia de recursos, mientras cerraba cursos en la pública, o reducía el presupuesto para infraestructura.

Las consecuencias del ajuste son obvias, y su repercusión sobre la llamada calidad educativa ni hablar. Ante esto el discurso oficial es que la responsabilidad de la crisis de la educación, otra vez, y cuando no, es de los docentes.

Los argumentos para salir por TV a atacar a los maestros salen de un Operativo de evaluación externa y estandarizada, que fue enormemente repudiada, cuestionada, criticada por diversos sectores de los trabajadores de la educación y movimiento estudiantil. Pero hay más: el Operativo Aprender 2016 lo impusieron con miedo y amenazas. Un Operativo al cual, por ejemplo, se opuso la docente Paola Vignoni de Mendoza, en Guaymallén, y por ello fue echada de la escuela, con la anuencia de la DGE. Esto, además de la ideología que lo fundamenta, ya debería poner en cuestión todos los resultados.

Cuando hablan de crisis repiten el esquema de todos los gobiernos anteriores. Responsabilizan a los docentes, y de paso los atacan: “vagos”, “conflictivos”, “trabajan 4 horas”, etc, etc.

El discurso de guerra contra los trabajadores y las trabajadoras que somos los sostenemos diariamente con nuestro trabajo y nuestra lucha a la educación pública, por un lado evita hacerse cargo de que son ellos quienes la desfinancian y atacan. Pero centralmente es la condensación de una política “educativa” que incluye aprietes, amedrentamientos, mordazas ideológicas, persecución y una política antihuelga con “carneros” pagos, “trolls” pagos en las redes, listas negras, visitas de la policía a las escuelas para pedir listas de huelguistas, descuentos de miles de pesos, entre otras prácticas.

¿De qué escuela habla Macri?

Cada peso que el Estado destina a la educación privada es en detrimento del presupuesto para la pública. Y es más, los millones que destinan a escuelas privadas son para el salario de docentes que se eligen, al igual que el alumnado, según “el perfil” del empresario o cura a cargo de la escuela. Es decir que claramente hay una política de preferencia del negocio de los empresarios de la educación.

En sus discursos las escuelas privadas son un modelo a seguir. Pero para quienes conocemos de qué se trata, en las privadas trabajadores, padres y estudiantes es sólo un número ajustable.

Macri miente

Miente porque no dice que en las escuelas privadas y públicas trabajamos los mismos docentes. Los docentes de las públicas y de las privadas nos capacitamos fuera del horario escolar y tomamos dos o tres turnos para llegar a fin de mes.

Trabajamos dentro y fuera del horario escolar. Nos ocupamos de matrículas desmedidas y de problemáticas sociales y familiares diversas. En fin: vamos a trabajar con el objetivo de educar, en las condiciones que nos tocan, y ponemos lo mejor de nosotros y nosotras.

Miente porque no dice que la diferencia es la precarización. En la privada no hay derecho a huelga, ni días de estudio, no hay derechos para las madres con hijos enfermos, entre otras conquistas avasalladas.

¿Y para los estudiantes? Ya se sabe: cuando una familia se atrasa en su cuota, no tienen pruritos en excluirla de actividades o incluso no renovarle la matrícula del año siguiente.

Estas escuelas que tanto reivindican discriminan de acuerdo al tamaño del bolsillo. Pero además imparten contenidos religiosos que no todas las familias comparten y que no figuran en los diseños curriculares. Esto es lo que sostienen con subsidios. Esto es lo que opinan que es una mejor educación.

Claramente, la educación pública tal cual está merece ser discutida. Nadie lo niega. Pero no es la educación privada la que garantiza una educación científica y de calidad. El fin de lucro no es un buen valor para educar las futuras generaciones.

Tampoco la segregación y la discriminación. La meritocracia como ideología y prácticas pedagógicas que atrasan décadas no pueden ser la solución a un problema cultural y social, del cual no se hacen cargo, porque el plan es de ajuste.

Todos los docentes nos preguntamos todos los días cómo hacer para educar, enseñar, de manera diferente y cada vez mejor, en la realidad que le toca. Pero la educación pública también preocupa al conjunto de la clase obrera y el pueblo pobre.

Es por eso que tenemos que coordinar, organizarnos y movilizarnos en su defensa, contra los discursos privatistas, contra el ajuste y el ataque a los derechos laborales de los docentes. ¡Si avanzan sobre los trabajadores de la educación, irán por todo!

Hoy más que nunca: defendamos la educación pública, como enorme conquista de todos los trabajadores.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Que-escuela-defiende-Macri

 

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Maestras: Las que luchan

Por: Virginia Pescarmona

Bombones, flores, adornos, bijouteri y muchas cartas se preparan en las manos de los niños y niñas para agasajar a sus maestras. Queremos el pan, pero también las rosas. Las maestras que tenemos un enorme historial de lucha y resistencia todavía por conocer.

Según se puede leer, el 11 de septiembre de 1943, durante la Primera Conferencia de Ministros y Directores de Educación de las repúblicas Americanas, se resolvió homenajear a Sarmiento como educador en la fecha de su muerte. Pero que el Día sea del Maestro, en masculino ya implica una discusión y que sea en homenaje a Sarmiento es también toda una contradicción.

Se homenajea a una figura controvertidísima de la historia nacional gracias a la llamada Revolución del `43 de los milicos Rawson, Ramírez y Farrell. La resolución decía: «Considerando: que es actividad fundamental de la escuela la educación de los sentimientos, por cuyo motivo no debe olvidarse que entre ellos figura en primer plano la gratitud y devoción debidas al maestro de la escuela primaria, que su abnegación y sacrificio guían los primeros pasos de nuestras generaciones y orientan el porvenir espiritual y cultural de nuestros pueblos; que ninguna fecha ha de ser más oportuna para celebrar el día del maestro que el 11 de septiembre, día que pasó a la inmortalidad, el año 1888, el glorioso argentino Domingo Faustino Sarmiento».

En nuestro país más del 90% de los maestros primarios son maestras, es decir, mujeres. En 1870 Nicolás Avellaneda decía: «La experiencia ha demostrado efectivamente que la mujer es el mejor de los maestros, porque es más perseverante en la dedicación a la enseñanza, (…) y porque se halla, en fin, dotada de todas esas cualidades delicadas y comunicativas que la hacen apoderarse fácilmente de la inteligencia y de la atención de los niños». Los datos dicen que entre 1874 y 1921 se graduaron 2.626 maestras y sólo 504 maestros.

Transcurren sólo treinta años entre la apertura de la Primera Escuela Normal, en 1870, y la conformación de un cuerpo docente predominantemente femenino. Según las revistas, documentos y libros de la época, las maestras suponen un cúmulo de cualidades que la hacen ideal para la tarea: prudencia, sencillez, humildad, amor a los niños y a la patria. Todas cualidades morales y cívicas, pero ninguna relacionada con capacidades intelectuales. Para el 1900 el requisito para obtener un título de maestra era rendir un «examen de moral, religión y buenas costumbres». Pero la señorita maestra: devota, abnegada, sacrificada y quien sostiene el porvenir espiritual y cultural de la Nación, por suerte ha sido mucho más que eso.

Son maestras las que luchan y enseñan a luchar

Desde fines del SXIX las maestras no paran de denunciar las condiciones en que trabajan, en las que hay que enseñar y aprender. Las condiciones en que viven los niños, niñas y jóvenes. La docencia ha librado luchas enormes en todo el país en las últimas décadas que, en algunos casos, han trascendido los reclamos salariales convirtiéndose en verdaderas luchas del conjunto de la clase obrera y el pueblo. Como vimos en ese 2007, tanto en Santa Cruz, en Salta, como en la provincia de Neuquén. La última etapa de la era kirchnerista ha visto a la docencia luchar en las calles por el salario y las condiciones laborales y edilicias, junto a los estudiantes y familias. Ahora con el macrismo nuevamente se pone en el tapete la discusión sobre la educación pública y la defensa de los derechos adquiridos.

El trabajo docente es muy complejo. Incluye innumerables tareas fuera y dentro del aula. Se exige a la docencia una polifuncionalidad que conlleva un fuerte y cotidiano desgaste psíquico y físico que se expresa en el deterioro de la salud. La lista de afecciones es interminable e incluye enfermedades que no son reconocidas como laborales como el síndrome de Burnout, cuyos síntomas son cansancio y desgaste emocional, pérdida de energía, desmotivación, desorientación, incapacidad de concentración y sentimientos depresivos.

Con salarios que no alcanzan, se suman turno, horas, módulos para llegar a fin de mes. A esto se le suman las jornadas de trabajo doméstico no remunerado, algo que recae en la mayoría de los casos sobre las mujeres. Que las maestras dejemos nuestras vidas en la escuela no puede ser algo “normal”, pero pasa.

Las maestras no son entes neutrales, blancas y puras, abnegadas conservantes de las buenas costumbres y la moral dominante. Su saber y su accionar no es “neutral”. Enfrenta patrones, gobiernos, regímenes políticos. La docencia se ha ganado un lugar en la lucha por sostener la educación pública, más allá de las permanentes campañas de descrédito que lanzan los distintos gobiernos y los medios de comunicación. Las maestras son la clave para la articulación entre la escuela, los pibes y sus padres que son parte de la clase trabajadora y el pueblo pobre, que sufre penurias sociales de todo tipo. Son la llave para empezar a cuestionar hasta lo más naturalizado: ¡hasta el Día del Maestro!

Tomado de: http://www.laizquierdadiario.com/Maestras-las-que-luchan

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