Despatriarcalizar la memoria: evocaciones a partir de Rosa

Escrito por: Mariana Menéndez Díaz

Apelamos a la memoria larga y cantamos en las calles “somos la nietas de todas las brujas que no pudieron quemar” y en ese grito trajimos a nosotras toda la fuerza de aquellas mujeres que lucharon antes. Entre esas brujas, llegó Rosa.


A Mariana y su hija Matilda, para celebrar la vida nueva

Las luchas pasadas le regalan al presente pistas para la transformación, la memoria colectiva se activa entra en conversación y reescribe la historia. La rebelión feminista de estos últimos seis años en el Río de la Plata trajo consigo bellas palabras e imágenes del pasado. Buceamos lejos en el tiempo ávidas de palabras que nos ayudaran a nombrar nuestra experiencia, nos fuimos enlazando con tradiciones de luchas diversas. Mezclamos todo porque no nos creemos que de lo Uno, lo homogéneo, nazca la fuerza. Apelamos a la memoria larga y cantamos en las calles “somos la nietas de todas las brujas que no pudieron quemar” y en ese grito trajimos a nosotras toda la fuerza de aquellas mujeres que lucharon antes, incluso antes que el capitalismo se consolide como el sistema de muerte que conocemos.

Entre esas brujas, llegó Rosa. Sus textos circularon entre nosotras en distintos momentos. También leímos sus cartas personales y vibramos con sus deseos, miedos y preocupaciones. Han sido sobre todo los desafíos que abrió el paro del 8M del 2017 lo que nos llevó a releer sus reflexiones sobre la huelga, y en general nuestra búsqueda de entrar en conversación con las mujeres que lucharon antes a retomar otras aristas de su pensamiento. Rosa ha sido siempre un nombre icónico para las que venimos de las experiencias de izquierda pero ahora podíamos revistarla con nuevas preguntas.

La larga pollera de Rosa

Una amiga y compañera de Minervas, Mariana, me dijo que cuando pensaba en Rosa siempre le venia a la cabeza su larga pollera. ¡Es cierto! Al inicio de nuestra experiencia feminista siempre nos impactaba mucho su cuerpo de mujer en medio de la política masculino-patriarcal de izquierda. Tengo grabada la imagen de su pollera en medio de un acto, tomando la palabra rodeada de varones. Pero las imágenes, como las palabras, pueden ser fuente de fuerza y sentido o piedras que aplastan la imperiosa necesidad de significar cada experiencia de lucha a partir de sí y en diálogo con el pasado. Dicho de otro modo, a veces la imágenes se cristalizan y se constituyen en modelos a seguir, en referencias idealizadas siempre frustrantes que nos hacen sentir que nunca estaremos a la supuesta altura de los acontecimientos. Y el nombre de Rosa lo han usado muchas veces en nuestra contra para achacarnos su grandeza y escupirnos impotencia.

Pero por suerte muchas veces las imágenes se vuelven inspiradoras[1], se componen con otras y dejan pasar a través de sí nuevos deseos de revolucionarizar. Entonces en lugar de modelo a seguir nos  fuimos haciendo amigas de Rosa, leímos sus cartas de amor, supimos de su gusto por las plantas, los pájaros y la lectura[2]. Nos emocionamos con su deseos de una vida tranquila y tal vez hijxs. Nos regocijamos con su testimonio de que su yo íntimo se parecía más a los gorriones que a sus camaradas. Todos esos gestos vitalistas que la alejan del bronce y la acercan a la sensibilidad de una mujer que vibra con la vida y la lucha, y no las separa. Pienso en Audre Lorde (2003), quien afirmaba que no pensaba renunciar a ninguna de las dimensiones de su experiencia, y evocar a Rosa implica retomar toda la polifonía de su existencia y creatividad. Pensarla como militante revolucionaria y como teórica, y también como mujer y como judía. Todos sus desacatos y sus pasiones por lo vivo los guardamos como un tesoro. En palabras de otra amiga “ella nos cuida y nos ronda”, algo así como un paganismo feminista.

Cada fragmento de su vida y su pensamiento, como el de otras tantas luchadoras, tienen para nosotras un valor incalculable porque ha sido un arduo trabajo retejer memorias a contrapelo de las narrativas dominantes en el campo de las luchas. Porque la memoria es un terreno de disputas, y si la historia oficial siempre olvida a los vencidos, al decir de Benjamin, al interior de los vencidxs se dan injusticias similares[3]. Los relatos suelen estar centrados en protagonismos masculinos y blancos o blanquizados y en el terreno del conflicto capital-trabajo asalariado. Retomar otros  hilos de memoria, tomarse en serio el pensamiento político elaborado por mujeres teóricas y militantes y alumbrar otros terrenos de lucha, como por ejemplo las luchas reproductivas, son modos de despatriarcalizar[4] la memoria. Pero no solo se trata de señalar la producción de olvido y desarmar las genealogías patriarcales – y coloniales- sino de “habilitar un retejido de memoria que recupere a las mujeres y sus horizontes políticos, que permita inscribirse en linajes feministas (…) pensar la memoria desde una clave reapropiatoria, en tanto despatriarcalizar supone establecer estrategias contra el despojo y la expropiación” (Sosa, Menéndez & Castro: 2020).

El ejercicio de inscribimos en linajes feministas, abiertos y plurales, como plantea nuestra compañera Noel Sosa (2020) es un proceso para desplazarnos de la orfandad en la que han querido instalarnos; a contra pelo de la separación creada entre nosotras por el pacto entre varones nos disponemos a retejer diálogos con las mujeres que lucharon antes sin mediaciones patriarcales (Gutierréz, Sosa & Reyes, 2018). En este sentido, son conocidos los debates interminables entre feminismos e izquierdas, y el tal “matrimonio mal avenido”[5], aquí en nuestro país se habla también de un amor no correspondido. En cualquiera de los dos casos mas vale huir, y desordenar para armar otras constelaciones posibles. La relectura y los diálogos con la obra de Rosa en medio del tiempo de rebelión feminista es parte de estas nuevas constelaciones.

Conversaciones con Rosa

Para nosotras ha sido una conversación plural y a dos tiempos, porque leíamos a Rosa a la vez que íbamos encontrando los debates que diversas mujeres en los años 60’ y 70’ mantenían entre sí respecto a Rosa. Por ejemplo el filoso libro de Raya Dunayevskaya, “La liberación femenina y la filosofía marxista de la Revolución” (1981), donde la autora en el segundo capítulo retoma el pensamiento de Rosa y de Marx en diálogo con la lucha por la liberación femenina y negra. Raya afirma que el movimiento de liberación femenina de su época no se pareció en nada al anterior, porque implicó la novedad de proceder de la propia izquierda y a la vez dirigió duras críticas contra ella. En los 70’ esos conflictos y fricciones incluían la figura de Rosa, y las consideraciones acerca de su posicionamiento feminista y su rol en la lucha de las mujeres respecto a la política partidista. Desde los feminismos negros Doris Wrigth plantea: “Dejen de hablarnos, ni aún con las voces de las mujeres (de la antigua izquierda), de lo grande que fue el Movimiento de Mujeres Socialistas Alemanas. Ya sabemos cuántos grupos de trabajadoras organizó Clara Zetkin (…) Y también sabemos que ninguna de ellas, había expuesto el chauvinismo masculino en el partido (…) Ahora les preguntamos ¿es accidental que los dirigentes varones del SPD se lanzaran tan fácilmente a aquellas malolientes observaciones chauvinistas masculinas cuando Rosa Luxemburgo rompió con Kaustky y Bebel?”[6]. Gestos como este generaba tirria entre las feministas ya que implicaban la utilización por parte de los varones de izquierda del nombre de Rosa para menospreciar la lucha feminista y silenciar las criticas en nombre de la disciplina partidaria.

Dunayevskaya (1981) por su parte crítica las posiciones feministas que no retoman el pensamiento político de Rosa aduciendo que no tenía nada que decir sobre la política feminista, porque ve en ello una gran pérdida para lucha por la liberación de las mujeres. Es más, la autora afirma que no se puede leer la relación entre Rosa y Clara sin comprender su profunda amistad política y alianza, y esto incluye su trabajo mancomunado en el movimiento de mujeres. Además sabemos que Rosa elaboró varios artículos sobre la lucha de las mujeres en el periódico alemán “Igualdad” dirigido por Zetkin y en otras publicaciones. Por ejemplo, en 1902 escribe: “(…) con la emancipación política de las mujeres, un fresco y poderoso viento habrá de entrar en la vida política e intelectual (de la socialdemocracia) disipando la atmósfera sofocante de la actual vida familiar filistea que tan confundiblemente pesa sobre los miembros de nuestro partido, tanto en los obreros como en los dirigentes” (Luxemburgo citada por R. Dunayevskaya). Recordemos que algunos años después, en medio de la revolución rusa se abre el debate sobre el matrimonio y la familia, el amor libre y el llamado matrimonio proletario en palabras de Lenin[7].

La huelga, su pensamiento y sus metáforas

Entre 1906 y 1909 se suceden una serie de huelgas en Rusia y en su tierra natal Polonia, un terreno fermental para el pensamiento de Rosa quien saco importantes conclusiones teóricas y político-organizativas a partir de dichos acontecimientos revolucionarios.  En ese periodo escribe dos textos claves, ahora muy conocidos, “Huelga de masas, partido y sindicatos” y “La revolución rusa”. No es casualidad el revuelo y las estrategias de borramiento que provocaron ambos, tanto en Alemania como en Rusia. En el primero Rosa proponía, interviniendo en un debate crispado entre anarquistas y marxistas, la huelga de masas como elemento central de la estrategia revolucionaria. Afirma que la organización no precede a la acción, y plantea repensar la relación entre “dirección consciente” y espontaneidad, “Si el elemento espontáneo desempeña un papel tan importante en las huelgas de masas en Rusia, no es porque el proletariado ruso sea «insuficientemente educado», sino porque las revoluciones no se aprenden en la escuela” (Luxemburgo, 2015: 66).

Más que enseñar en los tiempos extraordinarios de rebelión/revolución se trata de aprender. Su modo de acercarse a las huelgas nos muestra una práctica de pensamiento que teoriza a partir del despliegue concreto y situado de la lucha[8]. Donde teorizar no es una abstracción desentendida de los procesos y acontecimientos sociales, sino una elaboración permanente que es capaz de dar cuenta de los movimientos, de los desplazamientos. Donde se parte de una experiencia subjetiva antagonista, que integra procesos vividos en primera persona, para crear un conocimiento localizado[9] valiosísimo. Un modo en sintonía con la acepción de teoría como aquella “visión o perspectiva alcanzada tras un viaje corporal, cognitivo y espiritual” (Brown, 2019: 95).

Para Rosa cada huelga elabora su propio pensamiento político, en sus palabras no puede ser “ejecutada con prudencia y según un plan decidido por las instancias supremas de los sindicatos, vemos un fragmento de vida real hecho de carne y de sangre que no se puede separar del medio revolucionario en su totalidad” (Luxemburgo, 2015: 57). Y para describir ese cuerpo vivo hecha mano a bellas metáforas acuáticas, para dar cuenta del movimiento permanente y lo interconectado dice  “(…) todas esas formas de lucha se entrecruzan o se rozan, se atraviesan o desbordan una sobre la otra; es un océano de fenómenos eternamente nuevos y fluctuantes” (Luxemburgo, 2015: 58).

En sus ideas y metáforas resuenan nuestras huelgas feminista (8 de marzo, 2017-2020), en la posibilidad de construir un cartografía concreta y situada de las potencias y los límites de la lucha. Porque como dice Rosa la huelga no es un acontecimiento único sino un proceso, de él surgen renovadas estrategias y formas de antagonismo – en nuestro caso antipatriarcales, pero no sólo-. No hay proyección y plan fijo posible, allí donde aparece un límite inamovible acontece un desplazamiento capaz de remover profundamente lo que pensábamos. La huelga feminista, tal como se desplegó en el Río de la Plata, Uruguay y Argentina, no sólo habilitó procesos de auto organización, sino que permitió un nuevo desborde de la lucha feminista (Menéndez, 2019). Porque si bien el catalizador central de las acciones masivas en las calles fue la impugnación a la violencia feminicida, la herramienta de huelga recreada por la política feminista permitió señalar la relación orgánica entre violencia y acumulación capitalista (Gago, 2019), o como afirma Cristina Vega (2019) enlazó el problema de la violencia machista con el de la explotación. Es más, transformo de forma honda los debates sobre las posibilidades de transformación social en  nuestra región, visibilizando y dándole carácter político al trabajo de reproducción y sostenimiento de la vida. Trabajo central para seguir con vida, ganar terreno en nuestra posibilidades de autodeterminación y mantener abierta la lucha, o como dice Silvia Federici  “la zona cero de la revolución”. Nuestra huelga posee su propio pensamiento, y Rosa lo ha nutrido como las abuelas amorosas nutren a sus nietas.


[1] Un debate similar sobre las imágenes de cambio es trabajado por Amador Fernández-Savater en su libro Habitar y gobernar. Inspiraciones para una nueva concepción política.

[2] Ver de Pierina Ferreti, (2020) “Rosa, la última lectora” 

[3]Se puede consultar para este debate: Diego Castro (2019) Autodeterminación y composición política en Uruguay. Una mirada a contrapelo de dos luchas pasadas que produjeron mandatos. Tesis para obtener el grado de Doctor en Sociología. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

[4]La propuesta de despatriarcalización  es trabajada por Mujeres Creando (Bolivia) y por una de sus fundadoras María Galindo en No se puede Descolonizar sin Despatriarcalizar, 2013.

[5]Título del articulo clásico de Heidi Hartmann, “Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo”.

[6]Doris Wright, “A Black Woman Writes” (1971) citada por Raya Dunayevskaya en Rosa Luxemburgo. La liberación femenina y la filosofía marxista de la revolución.

[7]Se puede consultar Wendy Goldman (2010). El Estado, la mujer y la revolución. Buenos Aires: Ediciones IPS.

[8]Raquel Gutiérrez desarrolla este debate en Los ritmos del Pachakuti: movilización y levantamiento indígena-popular en Bolivia, 2009.

[9]La idea de localización es una propuesta de la feminista Adrianne Rich en su texto “Apuntes para una política de la ubicación”, 1984.

Referencias

Brown, Wendy ( 2019). Estados de agravio. Poder y libertad en la modernidad tardía. Madrid: Lengua de trapo.

Dunayevskaya, Raya (2005). Rosa Luxemburgo. La liberación femenina y la filosofía marxista de la revolución. México: Fondo de Cultura Económica.

Gago, Verónica (2019). La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo. Buenos Aires: Tinta Limón.

Federici, Silvia (2010). Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes. Buenos Aires: Tinta Limón.

Lorde, Audre (2003). La hermana, la extranjera. Madrid: Horas y horas.

Luxemburgo, Rosa (2012). Cartas de amor. Montevideo: Casa Bertolt Brecht – FRL.

Luxemburgo, Rosa (2015). Huelga de masas, partido y sindicatos. Madrid: Siglo XXI.

Luxemburgo, Rosa (2017). La revolución rusa. Madrid: Akal.

Menéndez, Mariana (2019). “Entre mujeres: nuestro deseo de cambiarlo todo. Apuntes sobre el reemerger feminista en el Río de la Plata”. En Producir lo común. Entramados comunitarios y lucha por la vida, VV. AA. Madrid: Traficantes de sueños.

Sosa, Maria Noel (2020) De la orfandad al linaje. Hacia una genealogía de las luchas feministas en el Uruguay post dictadura. Tesis para optar por el título de Doctora en Sociología, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Sosa, María Noel, Menéndez, Mariana y Castro Diego (2021). “Despatriarcalizar y desestatalizar la memoria de las luchas sociales” (en prensa).

Vega, Cristina (2018). Rutas de la reproducción y el cuidado por América Latina. Apropiación, valorización colectiva y política. En Comunalidad, tramas comunitarias y producción de los común. Gutierrez, Raquel (coord). México: Editorial Pez en el árbol.

Fuente:  https://zur.uy/despatriarcalizar-la-memoria-evocaciones-a-partir-de-rosa/

Imagen:  Agustina Faulord

Comparte este contenido:

La ‘parresía’ o “el discurso valiente”. De Michel Foucault a Judith Butler

Por: Xisca Homar

Imagen: Àngels Beltran

La ‘parresía’ o “el discurso valiente”. De Michel Foucault a Judith Butler

El último libro publicado por Judith Butler, Sin miedo. Formas de resistencia a la violencia de hoy, se abre con un capítulo dedicado a la parresía. Judith Butler realiza así una lectura atenta de Foucault, relacionando la parresía con ciertas formas de resistencia contemporáneas.


Parresía es una palabra griega que significa “hablar franco”, sin reservas, libre, “decir veraz” o, en palabras de Judith Butler, “discurso valiente”. Aparece en la literatura por primera vez con Eurípides. La parresía implica un compromiso del sujeto que habla con la verdad de lo que dice, un compromiso radical, porque a menudo lo pone en peligro.

Pues bien, la noción de parresía ocupa un lugar central en las últimas investigaciones de Michel Foucault. La fascinación que siente el autor por el concepto no es extraña si atendemos al juego que éste opera entre las tres nociones que articulan la obra foucaultiana: el sujeto, la verdad y el gobierno. O, para decirlo con Deleuze, el saber, el poder y la subjetividad.

Foucault empieza a aproximarse a la noción de parresía en el curso de 1981-1982, La hermenéutica del sujeto. En estos primeros momentos de la investigación, estudia la parresía en el ámbito ético, analizando las prácticas de dirección de conciencia y las técnicas del cuidado de sí. Pero muy pronto explora el origen político de la parresía, íntimamente ligado al nacimiento de la democracia. Encontramos estas indagaciones políticas en los dos últimos cursos del Collège, El gobierno de sí y de los otros (1982-1983) y El coraje de la verdad (1984), así como en un seminario que impartió en Berkeley, en el año 1983, publicado con el título Discurso y verdad.Precisamente, a este seminario nos remite el último libro publicado por Judith Butler. Sin miedo. Formas de resistencia a la violencia de hoy, se abre con un capítulo dedicado a la parresía. Un texto precioso que intenta arrastrar el concepto hasta la actualidad. Nos encontramos en este primer capítulo, titulado “Discurso valiente y resistencia”, con una lectura atenta del seminario que pronunció Foucault en Berkeley, una lectura que hace jugar la noción de parresía del lado de ciertas formas de resistencia contemporáneas. Antes de acercarnos a esta actualización que ofrece Butler, primero pasearemos por la cartografía foucaultiana.

La parresía en Foucalt

Michel Foucault nos presenta la parresía como una práctica cruzada por tres rasgos definitorios. En primer lugar nos encontramos con la intención del sujeto que habla de decir la verdad. Lo relevante en la parresía no es la verdad del discurso, sino el compromiso del sujeto con esta verdad, es decir, su franqueza. Se establece un vínculo entre el sujeto que toma la palabra y la verdad que enuncia. En segundo lugar, la verdad de la parresía no es inofensiva, supone un riesgo para quien la enuncia, “puede decirse que alguien emplea la parresía y merece consideración como parresiastés solo si decir la verdad entraña un peligro o un riesgo pare él o para ella”. Además, apunta Foucault, el parresiasta está siempre en relación de inferioridad respecto a aquel a quien su verdad afecta, por tanto, al hablar se expone, se hace vulnerable. Tomar la palabra en esta situación puede tener un coste y el parresiasta “está dispuesto a pagar con su vida el precio de su verdad”. En tercer lugar, la parresía, este compromiso subjetivo con la verdad, exige un determinado coraje, una fortaleza de ánimo, sin la cual sería impracticable. El compromiso de decir la verdad, una verdad que puede encender la cólera de quien escucha, implica valentía.

Entonces tenemos que la parresía requiere por parte de quien habla la creencia en la verdad de lo que dice, lo que le expone, en el mismo acto, a un riesgo político (el exilio, la muerte, el castigo). El cuerpo del parresiastés está en peligro cuando toma la palabra. El ejemplo que da Foucault es el del “filósofo [que] se dirige a un soberano, a un tirano, y le dice que su tiranía es molesta y desagradable, porque la tiranía es incompatible con la justicia”. En tal caso se cumplen las tres condiciones: quien habla cree estar diciendo la verdad, quien habla asume un riesgo por el mero acto de hablar, es decir, pone en práctica un coraje.

Así pues, hablar como parresiastés implica asumir cierto riesgo. Puede ser el de perder amistades o popularidad, sufrir la marginación o el estigma. Incluso, de “forma extrema”, el acto de decir la verdad es un juego de vida o muerte. Y solo quienes están bajo el poder de otros pueden embarcarse en la parresía. El rey o el tirano, nos dice Foucault, no arriesgan nunca nada y, por tanto, no pueden ser parresiastés.

Judith Butler y la parresía en la actualidad

Después de este breve paseo por el análisis que hace Foucault de la noción de parresía, vamos a acercarnos a la apuesta de Judith Butler. La pregunta que articula su lectura es la siguiente: ¿la parresía es necesariamente el acto de comunicación de un individuo, o puede “representarse” o “expresarse” por medio de movimientos sociales y en múltiples voces? Tendemos a atribuir la parresía a un individuo, ¿pero podría entenderse como una expresión colectiva? Y, en este caso, qué forma adoptaría y qué implicaciones tendría en el presente? En último término, Butler defiende que, quizás, preguntándonos por cómo funciona el discurso valiente en el presente, descubramos algo importante acerca del sentido de la resistencia contemporánea.

Los primeros interrogantes que salen al paso en relación al discurso valiente contemporáneo son “¿quién se dirige a quién, o delante de quién, y de qué hablan?” Y “¿dónde está el miedo en este contexto?” “¿Qué lugar o qué sentido tiene la valentía hoy? ¿Qué es lo que tememos?” Es decir, ¿cómo funciona “el poder” en el presente y qué nos ocurriría si tomamos la palabra para cuestionarlo? Para responder a todos estos interrogantes, Judith Butler explora las formas de resistencia migrante, que nacen íntimamente ligadas al miedo, y redefine la parresía fuera del marco del individualismo.

Las poblaciones refugiadas padecen una injusticia sistemática. Miles de refugiados son retenidos en campos de detención, son privados de derechos, no disponen de libertad de expresión con garantías, viven al margen del derecho positivo, en tierra de nadie, allí donde el derecho internacional queda suspendido una y otra vez bajo el peso de la “seguridad”. Y podríamos preguntar, con Butler, ¿la seguridad de quién se protege? Pero la pregunta es ofensiva, pues “bajo la rúbrica de la seguridad, el racismo campa a sus anchas”.

En estas condiciones, los migrantes detenidos tejen múltiples formas de resistencia, actúan junto con otros detenidos, reivindican sus derechos a menudo en colaboración solidaria con diferentes grupos de activistas. Precisamente, “el derecho a tener derechos” (en expresión de Arendt) no depende de ninguna declaración individual, sino que cobra sentido en estas formas migrantes de resistencia. Entonces, afirma Butler, se articula un discurso plural, por parte de los detenidos y de los que trabajan en solidaridad con ellos, que reclama leyes nuevas, leyes “que desafíen las formas violentas y degradantes del poder legal, la violencia legal que caracteriza la detención indefinida”.

De esta manera, Judith Butler sitúa la parresía en un terreno nuevo, que no encontramos en los análisis foucaultianos. Va más allá de la valentía como virtud individual y del discurso como expresión del individuo. La palabra valentía nos lleva a pensar en individuos valientes, nos remite a cierta “ética de la virtud”, pero Butler alumbra una valentía de otro tipo, la que nace de la solidaridad, la que nace del actuar de común acuerdo. Una valentía que es rasgo y efecto de las relaciones de solidaridad. Por otra parte, defiende que la expresión política no siempre se apoya en el “discurso” en sentido estricto, ya que “las modalidades plurales de expresión política pueden manifestarse en forma de discurso, gesto, movimiento, poniendo en primer plano el cuerpo como escenario de la contienda política”.

Se abre así la posibilidad de pensar bajo otra luz la noción de parresía. Quienes alzan la voz o ponen su cuerpo para “tener derechos” pueden ser acusados de amenazar la seguridad y, por fuerza, toman la palabra o actúan con miedo. Alzan las voces contra la injusticia, sabiendo que es posible que reciban una injusticia aún mayor por el simple hecho de haberse pronunciado. Es por eso que el discurso, en tales circunstancias, será siempre temeroso. De hecho, Judith Butler no cree que haya que hablar sin miedo para mostrar valentía política. A veces, cuando nos pronunciamos contra un poder determinado conocemos de sobra las consecuencias peligrosas que puede tener “tomar la palabra”, y puede que hablemos con miedo y coraje a la vez. No es una contradicción, es una ambivalencia. Tememos hablar, pero hablamos. Preferimos asumir el riesgo, temerosos, que esperar en silencio.

La parresía se convierte, entonces, en una ocasión para la solidaridad y para la resistencia, en la que el miedo convive con la valentía. Y en este sentido, quizás, Ángel González lo dice con más belleza:

HAY QUE SER MUY VALIENTE

Hay que ser muy valiente para vivir con miedo.
Contra lo que se cree comúnmente,
no es siempre el miedo asunto de cobardes.
Para vivir muerto de miedo,
hace falta, en efecto, muchísimo valor.

Fuente original: elsaltodiario.com

Comparte este contenido:

En nuestros cuerpos habita la lucha antirracista

Por:  Zur

 

El pasado 4 de julio, las mujeres del Bloque Antirracista convocaron a una movilizaron en Gonzalo Ramirez y Yaro, en repudio al racismo en Uruguay, en la región y en el mundo, porque el colonialismo se dibuja de múltiples formas y porque no quieren que otres hablen por  y en nombre de elles.Compartimos la proclama colectiva leída en la actividad y la cobertura fotográfica de Rebelarte.


«Desde el Bloque Antirracista nos pronunciamos en contra de toda práctica racista, estructural, institucional y simbólica en Uruguay y en la región.

El pasado 25 de mayo de 2020, en la ciudad de Mineápolis, Minniesota (Estados Unidos), George Floyd fue asesinado como resultado de su arresto por parte de cuatro policías locales. Se le detuvo por la sospecha de haber utilizado un billete de 20 dólares falso. George era inocente, tenía 46 años.

Este actuar policial remite a casos anteriores como el caso de Breonna Tylor, el 13 de marzo 2020, de 26 años, técnica en emergencias médicas. Recibió 8 disparos, cuando los agentes ingresaron a su departamento en Kentuchy. Estaban realizando una orden de allanamiento por una investigación de drogas en su edificio, no encontraron nada.

No son casos aislados: basta investigar sucesos para darse cuenta que las manifestaciones de discriminación racial que vivimos les afrodescendientes no son anecdóticas sino que tejen relatos de una historia de violencia estructural, de larga data y sumamente legitimada en las formas de hacer política a nivel mundial.

El racismo culpabiliza, restringe,vulnera y mata.

Ser un hombre afro es sinónimo de peligro y desconfianza para la sociedad y para las instituciones, sin embargo, la realidad demuestra que ser un hombre negro implica estar más expuesto a riesgos, amenazas y represión de toda índole. En concreto, la represión policial se ceba con ellos y la presunción de inocencia no se aplica. Se les trata como culpables en todo momento y se les niegan sus derechos humanos.

El racismo cosifica, violenta, viola y mata.

Ser mujer afro es sumar a lo anterior un fetichismo exacerbado de nuestros cuerpos a través de una hiper sexualización y un despojo continuo de nuestra condición de personas, cosifi­cándonos y tratándonos como mercancía y objetos, reproduciendo lógicas capitalistas y machistas. Las consecuencias para las mujeres negras, base de la pirámide racial, son demoledoras, las opresiones y la violencia de todo tipo (emocional, sexual, física, económica y política) y desde todas las esferas (sociedad civil, instituciones) cobran más fuerza sobre nuestros cuerpos.

No es casual que sean las mujeres afro, las personas más perseguidas y asesinadas de todes les actores involucrades en los movimientos sociales. Se ejemplifica con los casos de las lideresas asesinadas como castigo ejemplarizante para acallar los movimientos sociales.

Estamos aquí en la calle, haciendo frente a ese racismo cotidiano, a la violencia policial, no sólo la norteamericana, la violencia policial y los crímenes policiales que suceden aquí en Uruguay y en la región. En Brasil tenemos el caso de Mical Silva, joven de 11 años baleado y asesinado en la ciudad de Salvador durante acción de la policía militar en el transcurso de este año, entre otros casos que no hacen más que evidenciar que la vida en dicha región no vale nada, y cuando es racializada se hace más evidente.

Las muertes de mujeres activistas y representantes de movimientos sociales que están siendo asesinadas en Brasil y en la región no pasa desapercibido por nosotres, compañeres de lucha. La muerte más cercana de la socióloga, feminista, política brasileña y militante de los derechos humanos, y concretamente de los derechos de las mujeres negras en Brasil, Marielle Franco, PRESENTE!

Los y las indígenas de nuestra región son otra de las caras de este racismo desmedido, que vienen siendo estigmatizados por muchísimos años y en diferentes planos. Los Pueblos Originarios y regiones donde habitan son los más afectados y más abandonados a suerte en el tratamiento de la pandemia por el COVID 19. Y no sólo por los gobiernos. En la propia población, la «sociedad civilizada» que supieron construir, que haciendo gala de una profunda ignorancia, falta de solidaridad, falta de conciencia de todo tipo, esgrime la excusa del virus para marcar «la diferencia» presentándose a la vieja y macabra lucha de pobres contra
pobres.

Nos imponen su cultura capitalista, cultura de la escasez, estimulando las peores características del ser humano, pretendiendo desalentar los valores vitales con el sentimiento que mejor han sabido sembrar: el miedo.

Este miedo que mueve estrategias políticas, que en Uruguay está cobrando fuerza. La Ley de urgente consideración (LUC) viene por todes.

La falta de un abordaje urgente en violencia de género y sobre las cuerpas racializadas están a la vista.

La Luc está lejos de profundizar sobre las urgencias de las mujeres y las mujeres afro en particular y sobre la violencia que vivimos. En la que también afecta a los y las migrantes que viven en nuestro país.

Nos preocupa cuáles van a ser las formas de violencia policial que vamos a seguir padeciendo con una ley que buscará profundizar la represión y la criminalización de las cuerpas de las mujeres y disidencias, sobre todo porque en este punto habrá un claro retroceso en Derechos Humanos.

Con la nueva Ley de Urgente Consideración (LUC) ¿qué garantías tenemos como mujeres afro si desde siempre hemos sido estigmatizadas? La habilitación de un desmedido y peligroso uso de la fuerza policial es inminente y nos deja desamparadas. Vulnera nuestro derecho a protesta, a manifestarnos libremente, nos criminaliza habilitando la represión con armas de fuego y legitimando la presunción de inocencia de los efectivos policiales.

Desde el Bloque Antirracista condenamos, repudiamos y nos unimos al dolor y las movilizaciones mundiales que están teniendo lugar por el asesinato de Floyd, pero:

Entendemos necesario y urgente que la sociedad uruguaya profundice y se interpele sobre las prácticas relacionadas con el racismo, la xenofobia y la discriminación. ¿Somos conscientes de que en Uruguay hay racismo? ¿Por qué Uruguay se moviliza y manifiesta ante casos de racismo extranjeros y no lo hace ante los casos denunciados en nuestras fronteras y en nuestro país?

Es algo que ineludiblemente hay que revisar, porque si no lo hacemos seguiremos señalando afuera, pero reproduciendo adentro el racismo que se expresa día a día en nuestra sociedad y en el seno del Estado uruguayo.

El primero de este mes, Gustavo Castro Mercada, joven afro, en situación de calle, muere de hipotermia. Le negaron el acceso a un refugio, lo sacan por la fuerza policial. La respuesta fue el aparato represivo del Estado. Esta vida negra, no importa?

Hace unas semanas, un programa radial de importante audiencia, se burla de personas afro de la ciudad de Rivera, llamándolos «africanitos y bahianos», esos dichos y burlas tampoco importan?

En 2018, se realizó una marcha que convocaba por justicia por el maltrato del joven afro con discapacidad en una estación de servicio. En este hecho los propios compañeros de trabajo, maltrataban al joven afro, atándolo y golpeándolo mientras decían «así tratamos a los negros en Uruguay». A esta marcha, MUY POCAS personas tomaron las calles para decir que esta vida negra importa.

Entonces, ¿Cuáles son los casos de racismo que nos conmueven? ¿Cuáles son las vidas que importan? ¿Son las vidas negras de Uruguay?

Repudiamos la represión policial y su consecuente violencia, la criminalización de la pobreza y la violencia étnico racial a la que nos vienen sometiendo los gobiernos neoliberales en la región. Sabemos que nuestras cuerpas racializadas se convierten en objetivo.

Estamos despiertas,estamos en alerta.

Es preciso que escuchen nuestra voz. Esa tarea implica revisar constantemente nuestras prácticas machistas y sobre todo racistas, ya que, sin revisión continuará existiendo la voluntad de que otres hablen por nosotres y en nombre de nosotres. El colonialismo se dibuja de múltiples formas.

Esta acción busca posicionarse ante la lucha antirracista en nuestro territorio, recordando las voces afros, migrantes e indígenas.

Sepan que, donde habitan nuestros cuerpos habita la lucha antirrracista!»

Fuente e imagen:  https://zur.uy/en-nuestros-cuerpos-habita-la-lucha-antirracista-2/

Comparte este contenido:

Pandemia Online

Por: Magdalena Chouhy

Recetas caseras para inmunizar la razón y defender el cuerpo.

Hace dos años cuando se acercaba el nacimiento de mi hijo, la articulación capital-patriarcado-ciencia médica se me hizo, como nunca, cercana a mi cuerpo. La posibilidad de que mi parto fuera respetado en su fisiología y espiritualidad se tornó una búsqueda vivificante de conocimientos, personas e instituciones para que nos acompañaran y asistieran. El alto índice de cesáreas en nuestro país, Uruguay, (de las cuáles solo una parte es estrictamente necesaria) indicaban que algo estaba muy desviado, y hacían del parto venidero un hecho profundamente político, además de trascendente.

Una cesárea no solo es un acto médico redituable económicamente. La intervención excesiva en el parto es una forma de extracción del poder que en ese momento mueve el cuerpo de la mujer que pare. Una forma de violencia en sí, que muchas veces se ha acompañado de otro tipo de violencia más “directa”. Así que ganancia económica, apropiación simbólica y material del cuerpo y sus fuerzas y violencia hacia la mujer, muchas veces se unen en la sala de parto.La ciencia médica y su gran avance está ahí disponible para asistirnos cuando es necesario. Las cesáreas y otras intervenciones permiten la vida allí donde esta podría complicarse para la mamá y/o bebé. Una cesárea es más que bienvenida cuando es necesaria y al fin y al cabo lo que importa es el nacimiento.

Otras veces en torno a la salud de nuestro hijo investigamos acerca de algunas soluciones usuales de la medicina occidental, estudiando lo más posible de diversas fuentes, tanto fuera como dentro de la propia investigación médico-científica. No se trata de una desconfianza radical, (aunque la cada vez mayor inclinación farmacológica de la medicina podría justificarla). Sino, sobre todo, de qué posibilidades le damos al cuerpo y a la inmunidad natural, de saber cuándo es necesario intervenir y cuál sería la mejor forma de hacerlo de acuerdo con los conocimientos disponibles.

Para tomar el timón se precisan conocimientos, y nos hemos acostumbrado a que es el médico el que sabe y cuando ponemos este saber en duda nos mandan, con ironía, a estudiar medicina. Bienvenida la tarea del timonel, pero el barco es nuestro cuerpo.

Sabiendo que vulnerabilidades o privilegios se articulan y potencian, es decir, niveles de instrucción, de ingresos y salud van de la mano, la actitud que estoy planteando se dificulta cuando salimos de un estrecho universo privilegiado y letrado.

Pero ¿a qué viene todo esto, no íbamos a hablar de la pandemia?

Con especial contundencia el contexto me llama a preguntarme por qué un otro decide sobre mi cuerpo, sobre el cuerpo de todes. Decir que se trata de un gran poder es oscuro y dificulta el análisis. Nos rige una biopolítica compleja, donde una verdad sanitaria suspende en apariencia a la política, una articulación difusa de poderes cuya narrativa central parte de la ciencia médica. Que incluye a los grandes medios y redes sociales, no solamente como vectores de esa narrativa sino como productores de su sentido.

Sin estas redes no sería posible este escenario inusual. Esto no había ocurrido con anteriores pandemias, aunque los medios han jugado siempre un papel constitutivo, y no meramente informativo, de eventos catastróficos como las guerras. No solo en la imaginación de Orson Wells la prensa es un actor clave, el ciudadano Kane no es del todo ficción. Según algunos análisis Trump y Bolsonaro no serían hoy presidentes sin las actuales redes sociales y las fake news.

Decir que esto no es como una guerra, que es un hecho biológico, no social ni político, es como decir que los llamados desastres naturales son independientes del modelo económico-productivo. El ambientalismo crítico explica por qué estos son, en realidad o en buena medida, desastres sociales, que el capitalismo es el desastre. También se sabe que en nuestra era de desequilibrio ecológico virus y epidemias serán cada vez más frecuentes.


Biología es política

Pensamos dicotómicamente la vida, el mundo: naturaleza o sociedad, filosofía o biología. En el mundo global occidental moderno/colonial capitalista esta cosmovisión dualista es la base de nuestra epistemología y sentido común. Cabe mencionar que otras sociedades conciben y viven mundos diferentes, relacionales, otros cuerpos, otras concepciones de salud-enfermedad y otras medicinas.

Desde una sociología de las ciencias, en la ciencia occidental moderno/colonial la materialidad dada de antemano se presenta como realidad irreductible. Un núcleo duro donde generalmente nuestro pensamiento, nuestro cuestionamiento social (y político) encuentra un límite. Aquí el hecho biológico es esa invisible bolita con pelos, ese implacable microorganismo que enfrentamos como humanidad, el virus. Él ha inaugurado un tiempo apocalíptico, en su nombre la política puede suspenderse, porque la vida está en juego.

En esta epistemología “lo real” (la materia) compete a las ciencias naturales, bioinformáticas mientras que lo simbólico, cultural, político (“lo subjetivo”) ocupa a las ciencias sociales, humanidades, pensamiento crítico, etc. Dejar “lo real” a portavoces autorizados puede dar lugar a que otros decidan sobre nuestro cuerpo en nombre de verdades que no podemos cuestionar porque salen de laboratorios, espacios asépticos donde se supone que el dato queda a resguardo de las intencionalidades humanas. Pero hace tiempo se ha entendido que la objetividad científica absoluta no es más que otra ilusión, un sueño positivista.

De todas maneras, la actual pandemia y su manejo excede a los problemas de las verdades provisorias, perfectibles pero nobles, de la ciencia. Si al menos fuera siempre una ciencia ética y humana. Pero la articulación en distintos niveles entre ella y capital, entre investigación e intereses corporativos (farmacéuticos, por ejemplo), bélicos (tantas veces motores de los progresos técnico-científicos), y geopolíticos, ya nos debería tener acostumbrades a dudar. A dudar fuerte.

Qué poderes, qué conspiraciones

El miedo cunde a ritmo de bite. En una cascada de hechos sin precedentes se va suspendiendo todo ámbito de la vida social a la voz de cuarentena. Cuidarse es encerrarse, no tocarse, no reunirse. Salir de casa a recrearse es un acto peligroso desde el punto de vista sanitario, es un antisocial descuido de la comunidad.  Quedarse en casa es defender la sociedad. No solo el contacto sino la propia respiración puede dispersar al patógeno.
En el mito local de origen este llegó de Italia en un avión, y se esparció luego en un casamiento nefasto. Una mujer de clase alta contaminada no cumplió con el tabú (que entonces estaba en el futuro) poniendo en peligro al vulgo.

En las redes en lugar de las usuales convocatorias a actos y marchas en las calles, denuncias, notas variadas, empiezan a abundar los tips y contenidos artísticos y culturales. La cuarentena es un hecho, hay que pasarla, en todo caso, lo mejor posible. El teletrabajo acerca un futuro que parecía lejano. Pero solo para algunos trabajos, en tanto la mano de obra analógica y algunos trabajos se muestran esenciales.

Miles de infiernos arden puertas adentro de las casas, los lugares que, no nos cansamos de decir, son los menos seguros para muchísimas mujeres y niñes. Los hogares donde la violencia no es la norma, enfrentados al encierro en espacios reducidos, como en un experimento de ingeniería social o una investigación conductista de otro siglo.

Todo esto, nadie lo niega, se debe a un virus que no enferma en todos los casos y que solo en un 4 o 5 % de estos se complica, sobre todo en ancianos y ancianas o personas con enfermedades previas. Un 1% de los contagiados muere, pero son múltiples los problemas de medición y estadística, porque presumen que el número de portadores asintomáticos pueden ser igual o mayor a los que presentan síntomas y entonces la tasa de muertes podría ser mucho menor. Los diagnósticos se hacen mayormente a pacientes con síntomas severos, lo que pone en duda las tasas de mortalidad difundidas.

Asimismo, ya mueren por otros coronavirus conocidos asociados a resfriados comunes de 30 a 100 personas por día . Italia se destaca por su tasa de morbilidad por enfermedades respiratorias, tres veces mayor que cualquier otro país europeo. En España murieron 6.300 personas de gripe en 2019 y 15.000 en 2018, frente a las 5.628 muertes por coronavirus que figuran en la prensa hoy  y en EEUU unas 40.000 personas mueren de gripe por año. Estos y otros datos, que también circulan, no parecen ser suficientes para desafinar el coro. Además, nuestras fuerzas ya están yendo a las emergencias sociales agudas y emergentes, demasiado reales.

Quedarse en casa, privilegio de algunes, infierno de muchxs

Lenta o rápidamente comenzamos a dar cuenta de que disfrutar la cuarentena es un privilegio de pocxs. Innumerables situaciones de desamparo se provocan o agudizan. Muchos pequeños comercios y emprendimientos, se sabe, no aguantarán. La crisis económica y social será aguda, ya lo es. Al cabo de 13 días del anuncio de emergencia sanitaria en Uruguay hay 65.000 solicitudes al seguro de paro . Los casos de coronavirus son al día de hoy 310.

Desde una perspectiva feminista de la salud comienza una crisis de cuidados . La crisis no afecta por igual, somos desiguales, tras las catástrofes los pobres se tornan más pobres, entre estos mayormente las mujeres  y entre estas las mujeres negras.

Se exige a los gobiernos que desembolsen, que la crisis no la paguen los pueblos. Renta básica universal. El horizonte de posibilidades de reorganización social, política, económica, se amplía. Auguran un jaque al capitalismo, el surgimiento de economías socialistas y formas sociales comunitarias. Otros, al contrario, una mayor concentración del capital. Tal vez ambos coexistan en el mundo que está a punto de nacer. En Uruguay se agudizan los reclamos al gobierno, explotan las ollas populares, expresiones y llamados de solidaridad van desplazando a los memes de la cuarentena en las redes. Respiramos, aunque con barbijo.

Te lo estoy pidiendo bien

Desde las ciencias sociales y activismos, nos ocupamos de los efectos sociales, las consecuencias económicas, los impactos de esta crisis, las desigualdades previas que se agravan. Pero dejamos el problema inicial, núcleo (virus, epidemia, pandemia) y la solución (cierre de fronteras, reclusión, aislamiento) a los que saben del tema. Nos conformamos con narrativas terminantes y monolíticas, fuentes no contrastadas. Delegamos así algunos asuntos que, parece, podrían ser claves biopolíticas del poder en el siglo XXI, hasta donde sea que este llegue.

Se oyen pocas reflexiones sobre la peligrosidad de la epidemia y la pertinencia de la cuarentena, a excepción de alguna voz que se extingue sin contestar si esta pandemia es un verdadero peligro o un fiasco. Pocas bocas no repiten los nuevos mantras del cuidado y de quedarse en casa, de la distancia física, el aislamiento. Las biodisidencias desde el día uno ocurren, invisibles a nuestros ojos desorbitados de miedo.

Desde una radical y pesimista visión del mundo, la frase “Quedate en casa” esconde al lobo feroz bajo la piel de la abuela. Pero lo más racional sería descartar las dicotomías y verdades absolutas, no abrazar una actitud negativa a priori de lo que pasa, así como tampoco aceptarlo sin examinarlo, siendo que todo (todo) está en juego.

El problema de la racionalidad sanitaria y humana del aislamiento se soslaya, pese a que ha sido impuesto sin sopesar sus inmensas consecuencias, ni dar tiempo a que una ciencia ciudadana pudiera ejercer un atisbo de participación en las decisiones. Claro, dicen que el virus avanza muy rápido y la tasa de contagio no da tiempo. Allá en China dio resultados, ya no tienen casos.

En un capítulo de los Simpson, un personaje muy poderoso convoca a una reunión a un selecto grupo para conspirar: les propone lanzar una epidemia. Un participante presenta un virus que se inoculará a los gatos para introducirlo en las casas y sembrar el pánico, con consecuencias letales para los felinos. No estoy denunciando una conspiración que no puedo probar. Me pregunto cómo una pandemia genera, como en Springfield, un tsunami de pánico, aunque su mortandad sea en verdad baja. (Vamos a quemar todo antes que el miedo nos vuelva paranoicos, dice Homero).

De todas maneras, ¿y qué si la noche nos encuentra, con una cerveza, imaginando conspiraciones? En medio de una suspensión repentina del movimiento y del sentido ¿nos podemos exigir acaso una racionalidad compulsiva y sin descanso?


¿Por qué cuarentena?

El fundamento último es la atenuación de una curva de contagios para evitar saturar el sistema sanitario. Pero: ¿por qué colapsaría el sistema? ¿Cuánto aumentan la demanda los casos severos y cuánto las consultas por síntomas que, en otro escenario, la gente atravesaría sin hacerlo? Alternativas como un responsable y buen manejo de información por parte de las autoridades y los medios, sumado a una campaña fuerte de prevención y protección de las poblaciones de riesgo no son difíciles de imaginar. Un buen sistema de atención y filtrado de casos desde el inicio. Además, si es un problema logístico ¿por qué la solución no lo es?

Se dice que no importa si es un virus nuevo, viejo, creado, sino sus consecuencias sanitarias y sociales. Pero una pregunta razonable que hacen virólogos que cuestionan la narrativa oficial es si no es su medición lo único nuevo. Por otro lado, la definición de pandemia de la OMS se flexibilizó en 2009: ya no es necesaria una mortandad significativa sino la propagación mundial de una nueva enfermedad .

Hace demasiado poco tiempo adheríamos a la campaña “El miedo no es la forma”, en contra de la reforma represiva de Larrañaga, “Vivir sin miedo”. Ahora exigimos al gobierno que decrete la cuarentena en lugar de solo exhortar a la distancia social. Eso permitiría, como en España, un mayor accionar policial, un control jurídico de los incumplimientos. Seguramente traería represión y agudizaría expresiones xenófobas y fascismos, denuncias entre vecinos, como se ha visto en otros países.

Una periodista uruguaya en España cuenta por la radio que los casos aumentan y se recrudece el control y las multas. Prohibieron ahora salir a pasear el perro porque la gente lo usa como excusa para hacer deporte. ¿Excusa para hacer deporte? Ok.

¿Cuál es el argumento sanitario final? Un gif animado que ha circulado explica con una bella simpleza la mecánica del contagio, en ramas que se multiplican exponencialmente. O que no, si te guardas en tu casa. Pero para algunos expertos epidemiólogos esto no funciona así, el contagio depende de una coincidencia del agente externo (el virus) con factores genéticos y ambientales, con tasas de probabilidad muy inferiores .

El gobierno uruguayo, de derecha, no quiere la cuarentena estricta probablemente por motivos nada humanitarios. La insólita actitud del ultraderechista Bolsonaro de no actuar ante el virus, desconcierta. Su invocación desacredita toda puesta en duda de la cuarentena y apaga cualquier chispa de librepensamiento. Si él no la quiere, debe ser buena.

Son tiempos raros y se pone difícil pensar en los marcos de sentido habituales. Los gobiernos nacionales no parecen tener mayor incidencia y solo matices los diferencian en la aplicación de una receta simple, totalitaria y planetaria, cuyos efectos adversos no han sido siquiera mencionados en el prospecto, pero ya duelen. Izquierda y derecha coinciden en el acatamiento a la cuarentena sagrada y el detenimiento de todo.

Lxs médicxs, seguramente de buena fe, actúan confiando en la necesidad de la receta preventiva y la necesidad de una guerra salvadora contra el peligroso patógeno, una guerra santa. A muchos de estos, decir qué hacer en tono paternal se les da bien. También con miedo expreso a que el sistema sanitario colapse, tienen que manejarse con las herramientas con las que cuentan. Y recordemos que no les fue consultado a lxs doctorxs del sur desde el principio, ni se han arrimado, siquiera, a la cocina.

Bueno pero, después de todo ¿por qué cuarentena?

La curva de contagios, 800 muertes por día en Italia, hospitales colapsados y gente muriendo por falta de respiradores en España. Suena muy mal y me interpela. Pero no puedo dejarlo allí, como antes no podía quedarme con el relato manipulador sobre la inseguridad de los canales de TV o algunos medios de prensa.

Por otro lado ¿se ha demostrado la efectividad de la medida de cuarentena? Aunque en cuarentena estricta, en Italia no descienden los casos y las muertes. Dicen que si la cuarentena no funciona es porque aún hay gente que no acata, por lo que solo resta ajustar más, ser más rigurosos. Lo que no veo es el rigor científico, la duda, la evaluación.

Otro estándar de una buena ciencia sería la de contrastar datos epidemiológicos, es decir comparar distintas epidemias como hicimos someramente más arriba. También ver otras opiniones científicas. Que las hay.

Dejemos claro: no estoy llamando a incumplir, ni siquiera a rechazar la cuarentena ni cualquier otra medida sanitaria pública con relación a la actual pandemia. Sí a no perder en los escenarios más desconcertantes, la capacidad de dudar y reflexionar. Inquiramos las verdades médicas absolutas, pidamos segundas, terceras y cuartas opiniones, animémonos a entrar en esos laboratorios. Quizás despejaremos mejor los factores, muchas veces nada científicos o sanitarios, que intervienen en la definición de los problemas y las propuestas de solución.

Como muchos santos se están desvistiendo para vestir a otro, busquemos saber quién es ese santo y cuáles son sus milagros.

Fuente e imagen: http://zur.org.uy/content/pandemia-online

Comparte este contenido:

Las enseñanzas de Marx: Educación popular y formación política

Por: Zur Pueblo de Voces

El pasado 5 de mayo se cumplieron 199 años de nacimiento de uno de los críticos más potentes de la formación capitalista. Aquí Hernán Ouviña comparte una faceta poco difundida, su preocupación por la formación política y la educación.

Si bien puede parecer redundante o conocido, es importante recuperar cómo la larga tradición del marxismo revolucionario supo tener a lo formativo y a la educación popular como algo central en su derrotero militante. En especial porque aunque suene paradójico, en coyunturas adversas como la que vivimos en América Latina, o en momentos donde la movilización popular nos encuentra de manera constante en las calles, los procesos de formación, de análisis y estudio, de lectura e investigación de la propia realidad que se pretende transformar, se resienten o bien ostentan -salvo contadas excepciones- un lugar residual al interior de las organizaciones de izquierda. A contrapelo, y en sintonía con los planteamientos de buena parte del marxismo crítico, es precisamente en contextos como el actual donde más urgentes resultan este tipo de apuestas pedagógico-políticas.

Consideramos un ejercicio imprescindible revisitar desde este ángulo las propias biografías e itinerarios de quienes constituyeron una referencia fundamental en la conformación del marxismo revolucionario, comenzando por el propio Karl Marx (1818-1883). En general predomina -a nuestro modo de ver, no casualmente- una visión de Marx como un genio solitario, dedicado casi exclusivamente a escribir libros y artículos detrás de un escritorio, sumergido cual ratón de biblioteca en la sala de lectura del Museo Británico durante años para elaborar El Capital. Sin embargo, se omite que desde su juventud hasta los últimos momentos de su vida, siempre produjo, intervino y reflexionó en diálogo constante con la realidad y las luchas que lo estimulaban a pensar y actuar como militante revolucionario, por lo que podemos definirlo como un verdadero intelectual orgánico de las clases populares.

Desde sus primeros artículos periodísticos de denuncia de las condiciones de miseria y explotación que padecían los campesinos de Mosela, pasando por el enorme aprendizaje político que resulta de sus diversos encuentros e intercambios en buena parte del continente con organizaciones clandestinas, sindicatos y asociaciones de exiliados, hasta la elaboración de sus incendiarios documentos y comunicados políticos al calor de la revolución de 1848 (entre los que se destaca elManifiesto Comunista, escrito a pedido de la Liga en la que participaba junto con Engels, y cuyo antecedente había sido el Comité de Correspondencia Comunista), puede decirse que su formación estuvo signada por el vínculo estrecho con -y el aprendizaje a partir de la experiencia vital de- las organizaciones y movimientos en lucha en toda Europa.

Sería infructuoso reseñar en detalle su abultada producción teórico-política, pero vale la pena recordar algunos de sus principales materiales y momentos de intervención, para dar cuenta de la importancia que siempre tuvo el estudio y la formación para Marx. No podemos dejar de mencionar las Tesis sobre Feuerbach, temprano borrador de 1845 cuya extensión es inversamente proporcional a su densidad filosófica y política, en la medida en que condensa en unos pocos párrafos una caracterización profundamente revolucionaria respecto del conocimiento de la realidad, y postula como criterio de verdad a la praxis, la cual presupone una unidad indisoluble entre reflexión y acción, así como el papel activo y dinámico que tienen los sujetos tanto en la comprensión como -sobre todo- en la transformación del mundo. A su vez, textos pedagógicos y de amplia difusión popular bajo el formato de folletos, como Trabajo asalariado y capital o Salario, precio y ganancia, son en realidad conferencias que fueron pensadas para el esclarecimiento teórico y la batalla política, en el seno de las organizaciones de base de trabajadores y activistas que el propio Marx frecuentaba. Su obsesión por lograr que la clase obrera pudiese acceder a los sucesivos tomos de El Capital a través de su desdoblamiento en fascículos sueltos divulgados a precios populares -tal como deja traslucir en más de una carta intercambiada con Engels y con su editor- tiene la misma vocación formativa.

Asimismo, dentro de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), una de las propuestas que supo impulsar fue la de una investigación “de la situación de la clase obrera en todos los países, llevada a cabo por la clase obrera misma”, donde uno de los puntos más relevantes era la educación del proletariado en términos mentales, físicos y tecnológicos, es decir, desde una perspectiva integral.Sumamente entusiasmado por concretar esta propuesta redactada en 1866 (no casualmente, escasos meses antes de que salga a la calle la primera parte de El Capital), Marx expresará que “al iniciar tan gran obra, los obreros mostrarán que son capaces de tomar sus destinos en sus propias manos”. En efecto, poco tiempo atrás, en ocasión del nacimiento de la Asociación Internacional de los Trabajadores, ya había escrito en su Manifiesto Inaugural que “la clase obrera posee un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber”.

No está de más recordar que otro texto imperecedero de Marx, publicado luego bajo el título de La guerra civil en Francia, fue en rigor un documento político redactado por él a pedido del Consejo General de la AIT (de hecho, sus integrantes fueron quienes firmaron como “autores” colectivos la primera edición de este material), con el propósito de brindar una lectura desde el punto de vista de la clase trabajadora, acerca de los sucesos ocurridos en París durante la instauración de la Comuna entre marzo y mayo de 1871, a tal punto que las diversas ediciones en inglés y en otras lenguas -por lo general como folleto- fueron vendidas entre los obreros a precios reducidos y se agotaron rápidamente. Es interesante destacar que el interrogante teórico-práctico que obsesionó a Marx durante casi dos décadas (¿con qué sustituir al Estado burgués tras la conquista y destrucción del poder político a través de una revolución?), no pudo ser respondido por él en términos intelectuales o eruditos, sino que fueron las y los desposeídos parisinos que osaron “tomar el cielo por asalto”, quienes resolvieron este enigma y le enseñaron a Marx -a partir de su experiencia colectiva y sin receta alguna- la forma política “al fin descubierta” que debía asumir el autogobierno popular luego de la desarticulación del poder estatal y capitalista.

Ya en su última década de vida, además de insistir en la necesidad de entender y analizar a las sociedades a partir del principio epistemológico de la totalidad (que implica concebir al capitalismo como un sistema, no disociando por tanto, salvo en términos estrictamente analíticos, las diferentes y complementarias relaciones de opresión, dominio y resistencia que lo constituyen como tal), Marx confrontará con aquellas corrientes que, como la liderada por Lasalle en Alemania, pregonaban la posibilidad de construir el socialismo de manera gradualista y desde el Estado. Conocido como “Crítica al Programa de Gotha”, este manuscrito póstumo redactado en 1875 cuestiona de manera radical los núcleos principales de un programa político que, elaborado en el marco de la unificación de las dos principales organizaciones obreras alemanas, se encontraba en las antípodas de su concepción revolucionaria. Frente a la sugerencia de los lasalleanos de subsumir toda propuesta de trabajo cooperativo y de educación popular a la lógica estatal, Marx responderá indignado: “Eso de ‘educación popular a cargo del Estado’ es absolutamente inadmisible. ¡Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza, etc., velar por el cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores del Estado (…) y otra cosa, completamente distinta, es nombrar al Estado educador del pueblo! (…) es, por el contrario, el Estado el que debe recibir del pueblo una educación muy severa”.

Unos años más tarde, retomará con mayor fuerza aquella vocación por la formación, el estudio y la investigación militante, a través del diseño y la difusión de una “encuesta obrera”, que tenía por propósito el indagar en la situación de explotación que padecía la clase trabajadora europea, pero también conocer sus condiciones de vida y reproducción más allá de la fábrica, así como sus formas organizativas y sus repertorios de lucha. Elaborada en 1880 para que sean los propios trabajadores quienes la implementen en sus ámbitos laborales, llegó a contemplar más de 100 preguntas, la mayoría de las cuales eran interrogantes “generadores”, que buscaban fomentar, a partir de su lectura y el debate colectivo que disparaban, un proceso de desnaturalización y cuestionamiento de la situación padecida, en paralelo a la autoconsciencia por parte de los obreros mismos, de su potencialidad como clase revolucionaria y con intereses antagónicos a los de la burguesía.

Este viejo Marx se encargará incluso de fustigar, junto con Engels, a la dirigencia socialdemócrata alemana que por aquel entonces ya dejaba traslucir su tendencia a la burocratización y comenzaba a denostar la capacidad de las y los trabajadores de liberarse del yugo capitalista sin tutela alguna. En una extensa y premonitoria carta, denunciarán a quienes consideran que “la clase obrera es incapaz de conquistar por sí misma su propia emancipación” y consideran que “para lograrla debe ponerse bajo la dirección del burgueses ‘cultos y pudientes’, los únicos que poseen el ‘tiempo y las oportunidades’ para informarse de lo que es bueno para los obreros”. A contrapelo de esta concepción paternalista y vertical, dirán: “Cuando se constituyó la Internacional, formulamos expresamente el grito de combate: el emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma. Por ello no podemos colaborar con personas que dicen que los obreros son demasiado incultos para emanciparse por su cuenta y que deben ser libertados de arriba por los burgueses y pequeños burgueses filántropos”

El 14 de marzo de 1883 su vida se apagará definitivamente. A partir de ese momento, las querellas e interpretaciones en torno a su legado y herencia serán una constante en el seno de las izquierdas (e incluso por fuera de ellas). Quizás previéndolo, el viejo Marx supo responder de manera irónica: “lo único que sé es que no soy marxista”. Sabias palabras éstas frente a quienes pretendían hacer de su pensamiento y su praxis revolucionaria un nuevo dogma al margen de todo tiempo y espacio.

Por ello lo fundamental es no vislumbrar a Marx ni al sin fin de grandes revolucionarios/as (desde Lenin y Gramsci a Rosa Luxemburgo, de Mariátegui y Amilcar Cabral al Che Guevara) como iluminados/as y sabelotodos/as que esclarecieron y guiaron a organizaciones y pueblos “ignorantes”, carentes de conciencia por sí mismos/as y meros/as ejecutantes de una estrategia que les era incorporada “desde afuera”. Si bien en todos los casos tuvieron un papel destacado en sus respectivos procesos revolucionarios, vale la pena recordar una de las tesis sobre Feuerbach escrita precisamente por el joven Marx, que criticaba aquellas lecturas unidireccionales que olvidan que “el educador a su vez debe ser educado”. De ahí que quizás sea más equilibrado afirmar que fue la praxis colectiva y el devenir histórico-político dentro del cual se situaron con creatividad y audacia en tanto aprendices-sistematizadores/as (o educadores-educandos), lo que les permitió destacarse como dirigentes e intelectuales revolucionarios/as a cada uno/a de ellos/as en los proyectos donde intervinieron.

A pesar de la indudable centralidad que han tenido estos/as referentes del marxismo en impulsar y sostener iniciativas de producción de conocimiento, investigación militante y educación popular liberadora, resulta imprescindible resituar -comenzando por el propio Marx- tanto sus liderazgos como los aportes teórico-prácticos que han generado, en el marco de procesos y sujetos de carácter colectivo, así como en función de una constelación de luchas e iniciativas emancipatorias, que constituyeron las verdaderas escuelas en la que se forjaron como intelectuales orgánicos de los pueblos.

El estancamiento del pensamiento crítico y la dogmatización han sido un peligro constante en los diferentes proyectos revolucionarios encarados por las fuerzas de izquierda, y hoy cobra nuevos bríos como tendencia en la actual coyuntura que vivimos. Acudir nuevamente a autores, corrientes, matrices de análisis e itinerarios de trastocamiento del orden social y político, que en algún contexto u época diferente quizás prosperaron o resultaron viables para caracterizar y transformarotra realidad, se torna una tentación difícil de escamotear y nos ahorra el ejercicio de pensar y actuar con cabeza propia, a partir del estudio riguroso y situado del propio territorio y desde el tiempo histórico que pretendemos revolucionar.

Como es sabido, la historia no se repite salvo como tragedia o como farsa. Por ello, frente al seductor recetario de manuales y esquemas abstractos en estos momentos sombríos donde prima el desconcierto y el desarme teórico, el planteo de Mariátegui de no calcar ni copiarconstituye un faro estratégico, desde ya sin que esta consigna implique partir de cero, pero sí cepillando a contrapelo y asumiendo la necesaria actualización y revitalización crítica de los aportes de Marx.

Ludovico Silva, uno de los intelectuales venezolanos más potentes para formarnos de manera des-manualizada, solía decir que “si los loros fueran marxistas, serían marxistas ortodoxos”. Por cierto, es sobre la base del análisis concreto de nuestra realidad específica -en la que finalmente actuamos e intervenimos a diario- que podemos traducir y (re)elaborar conceptos e ideas, así como construir una estrategia revolucionaria acorde a los desafíos que nos depara nuestro presente. No se trata, en suma, de “aplicar” esquemas o categorías prefabricadas, ni de concebir a la obra de Marx como un sistema acabado o un conjunto de verdades irrefutables, sino de recrear sus presupuestos y basamentos, a partir de su confrontación con la cada vez más compleja realidad en la que estamos inmersos. Pero a no dudarlo: Marx tiene todavía mucho que enseñarnos como “maestro de vida”.

Fuente: http://www.zur.org.uy/content/las-ense%C3%B1anzas-de-marx-educaci%C3%B3n-popular-y-formaci%C3%B3n-pol%C3%ADtica

 

 

Comparte este contenido:

Rosa Luxemburgo: pensamiento crítico y educación popular

Por: Zur Pueblo de Voces

En un nuevo aniversario de su asesinato, el politólogo argentino Hernán Ouviña analiza la trayectoria política y teórica de esta referente del pensamiento emancipador, en un recorrido que va “de la educación popular a la (auto)afirmación de las masas”.

Rosa Luxemburgo (1871-1919) fue una de las marxistas que, en tanto educadora popular, más esfuerzos destinó en favor de los procesos formativos como algo prioritario para la militancia. Paradójica y erróneamente, se la sigue caricaturizando como una “espontaneísta” que denostaba la teoría y la necesidad de la organización política, algo alejado por completo de su concepción revolucionaria. Desde sus primeros pasos como activista clandestina en su Polonia natal, hasta su destacado papel en el seno de la izquierda alemana y europea, siempre abogó por construir y dotar de centralidad a los espacios orgánicos y a los momentos del autoaprendizaje de las masas.

De hecho, al poco tiempo de sumarse a militar en Alemania es invitada a incorporarse en la escuela de formación del Partido Socialdemócrata por su experiencia en ese plano. Salvo en los diferentes interregnos que estuvo encarcelada, Rosa dedicó buena parte de su militancia diaria a esta tarea, a razón de cuatro veces por semana, desde 1907 hasta 1914 (momento en el que, como consecuencia de su agitación contra la guerra, sufrirá sucesivos y prolongados períodos de encierro en la cárcel). En los talleres y cursos que coordinaba por aquellos años, no permitía que se tomasen notas en el momento, ya que consideraba que era mejor que quienes asistían pudiesen seguir, sin interrupción y con la mayor atención posible, la dinámica de intercambio y exposición que orientaba a cada encuentro. “Uno no quiere simplemente repetir”, convertirse “en un fonógrafo”, sino “recoger material fresco para cada nuevo curso, ampliar, cambiar, mejorar”, que se fomente la discusión y “un tratamiento profundo de la materia mediante preguntas y conversación”, confesará en una de sus cartas.

Una parte sustancial de estas clases, en cuyos borradores Rosa trabajó para su publicación incluso durante los años que estuvo en la cárcel, fue editada póstumamente bajo el título de Introducción a la economía política, y vale la pena leer estos manuscritos porque no solamente desmitifica en ellos al pensamiento de los “sabios burgueses”, sino debido a que aborda de manera detallada -y hasta reivindica- las formas comunitarias de vida social existentes en la periferia del mundo capitalista, entre ellas las de los pueblos indígenas que aún perduran hoy en día en Nuestra América. Podemos imaginarnos lo que implicó que una mujer, polaca y judía ingrese como “profesora” en ese espacio construido y habitado casi de manera exclusiva por hombres, que además de subestimar la capacidad intelectual y política de las mujeres, en no pocas ocasiones reproducían los peores prejuicios antisemitas.

Hoy sabemos que la batalla de Rosa fue en varios frentes: contra el capitalismo como sistema de dominación múltiple, que además de intensificar la explotación de la clase trabajadora, exacerbaba el militarismo bélico y desplazaba su crisis hacia los países coloniales y la periferia global a través de la acumulación por despojo, pero también contra lo que Raya Dunayevskaya llamó “chauvinismo masculino”, que imbuía al propio partido en el que ella militaba, incluyendo a sus principales referentes teóricos y políticos, Karl Kautsky y August Bebel. Algunos de sus textos más disruptivos son producto de las querellas libradas contra las tendencias burocráticas al interior de la organización, que subestimaban de manera simétrica la capacidad de lucha y autoconsciencia de las clases populares. Uno de sus primeros escritos ¿Reforma o revolución?, constituye una brillante respuesta a las hipótesis reformistas de Eduard Bernstein, donde además explicita la centralidad del estudio y la discusión teórica: “no se puede arrojar contra los obreros insulto más grosero ni calumnia más indigna -dirá- que la frase ‘las polémicas teóricas son sólo para académicos’”. Es que para ella, como afirmará en una de sus cartas, “el socialismo no es precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo”, por lo que la disputa intelectual y la formación política tenían una relevancia ineludible.

Pero esto no significaba desmerecer las acciones militantes en la calle, sino por el contrario concebirlas, también, como profundamente formativas, en un ida y vuelta con la reflexión crítica. Huelga de masas, partidos y sindicatos, otro de sus libros más sugerentes, es un claro ejemplo de su concepción dialéctica de la realidad y del autoaprendizaje en torno a ella. A partir de la reconstrucción y análisis del proceso revolucionario vivido en Rusia en 1905, demuestra cómo la supuesta “espontaneidad” de las masas populares en las calles y barricadas de ese “bárbaro” país oriental, tenía mucho para enseñarle a la cómoda dirigencia socialdemócrata de Alemania e incluso al conjunto de Europa, respecto de cuál era el horizonte de lucha al que apuntar: “un año de revolución ha dado al proletariado ruso esa ‘educación’ que treinta años de luchas parlamentarias y sindicales no pueden dar artificialmente al proletariado alemán”, sentenciará en sus páginas más ardientes. Tal enfado generó este opúsculo escrito por Rosa, que la dirección de los adormecidos sindicatos alemanes decidirá destruir e incendiar la edición que esperaba ser difundida por esas tierras. Este texto en particular brinda una enseñanza vital en términos formativos, debido a que postula que la experiencia práctica, el aprender haciendo, resulta fundamental en el proceso autoeducativo de las masas en su caminar revolucionario.

En el contexto del desencadenamiento de la primera guerra mundial, Rosa utilizará su pluma -bajo seudónimos varios- como arma de combate y polémica contra las fuerzas nacionalistas que instaban al intervencionismo militar alemán en el conflicto bélico y advertirá sobre una disyuntiva civilizatoria que pasará a la historia como consigna de las causas populares a nivel mundial: “¡Socialismo o barbarie!”. Pero también tendrá oportunidad de realizar una lectura crítica de los primeros momentos del proceso revolucionario vivido en la Rusia soviética de 1917. Escrito entre rejas, el manuscrito Crítica de la Revolución Rusa resulta un texto clave no solamente para todo proyecto de formación política en cuanto a su método de análisis y autocrítica fraterna desde el marxismo, sino porque en él se explicita la centralidad que este tipo de propuestas adquiere en la transición al socialismo, e incluso antes de él. “El dominio de clase burgués -dirá Rosa sin medias tintas- no tenía necesidad de una instrucción y de una educación política de las masas populares, por lo menos más allá de ciertos límites muy estrechos. Para la dictadura proletaria, en cambio, ambas cosas constituyen el elemento vital, el aire, sin el cual no podría subsistir”. En efecto, la nueva sociedad implica la participación activa y consciente del pueblo, razón por la cual “la práctica socialista exige una completa transformación espiritual en las masas degradadas por siglo de dominación burguesa”. De acuerdo a la militante espartaquista, “la escuela misma de la vida pública, de la más ilimitada y amplia democracia, de la opinión pública”, es lo que iba a permitir el avance hacia un socialismo no burocratizado ni autoritario. Por ello concluirá afirmando que “la democracia socialista no comienza solamente en la tierra prometida”, sino que debe prefigurarse en el presente, ensayarse como proyecto formativo de autogobierno cotidiano.

Incluso en los momentos más duros y adversos, Rosa no temió ejercitar de manera fraterna y honesta la autocrítica, en aras de evitar un desencuentro cada vez mayor entre libertad e igualdad, algo que vislumbraba como peligro en la Rusia soviética: “La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre libertad para el que piensa de manera diferente”, se atrevió a advertirles de manera premonitoria a los camaradas bolcheviques en uno de los párrafos finales de su manuscrito, donde a la vez denuncia la falta de canales de participación real de las masas y la ausencia de debate público en torno a los principales problemas que aquejaban al proceso revolucionario. Sin embargo, sus propios compañeros espartaquistas la regañaron y le sugirieron no difundir el escrito producido por ella en la cárcel, por miedo a que le hiciera “el juego a la derecha”.

A contrapelo, para Rosa el análisis autocrítico y (en caso de ser necesaria) la rectificación, constituían un ejercicio teórico-político ineludible, ya que según su convicción, flaco favor se le hace a los proyectos emancipatorios si la militancia se convierte en mera aplaudidora de sus virtudes y, “haciendo de la necesidad virtud”, omite sus contradicciones, ambigüedades, errores y flaquezas por temor a ser excomulgada o considerada “traidora”. Hay que asumirlo de una vez por todas: ausencia de reflexión crítica, estancamiento y dogmatización van de la mano, y de acuerdo a Rosa nos sumergen en un círculo vicioso del que es cada vez más difícil salir.

Por ello, además del ejercicio de la autocrítica como una responsabilidad ética de todo/a militante, para ella resultaba imperioso romper con dos flagelos que, de una u otra manera, tienden a permear a buena parte de las organizaciones de izquierda: “recaer en la secta o precipitarse en el movimiento reformista burgués”. Para superar ambos vicios que rascan donde ni pica, se requiere según Rosa establecer un nexo dialéctico entre, por un lado, las múltiples luchas cotidianas que despliegan las clases populares y, por el otro, el objetivo final de trastocamiento integral del capitalismo como sistema, de manera tal que cada una de esas resistencias, potenciadas entre sí, devengan mecanismos de ruptura y focos de contrapoder, que aporten al fortalecimiento de una visión estratégica global y reimpulsen, al mismo tiempo, aquellas exigencias y demandas parciales desde una perspectiva de largo aliento.

Esta es, en última instancia, la verdadera diferencia sustancial entre una perspectiva socialista y una de tipo reformista: mientras que la primera considera siempre las reivindicaciones inmediatas y las conquistas parciales en relación con el proceso histórico contemplado en toda su complejidad y apostando al fortalecimiento de un poder popular y de clase antagónico, en la segunda se evidencia la ausencia total de referencia al conjunto de las relaciones que constituyen a la sociedad capitalista como sistema de dominación múltiple, lo que lleva a desgastarse en la rutina de la pequeña lucha cotidiana por reformas que -al no estar conectadas con el objetivo final de ruptura y superación revolucionaria del orden burgués- terminan perpetuando la subordinación de las clases populares.

En plena ebullición obrera en las calles de Berlín, y pocas horas antes de ser asesinada junto a Karl Liebknecht el 15 de enero de 1919, Rosa no dudó en redoblar su confianza en la capacidad autoemancipatoria de las masas, exclamando: “El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de esta derrota”. A la vuelta de la historia, y en un nuevo aniversario de su desaparición física, su herencia se mantiene más viva que nunca en la infinidad de proyectos e iniciativas que germinan, desde abajo y a la izquierda, en diversas latitudes del mundo, con la plena certeza de que muchas derrotas renacerán -más temprano que tarde- como luminosas victorias. Porque las revoluciones venideras serán la conquista del pan, pero también el florecimiento de las Rosas.

Fuente: http://www.zur.org.uy/content/rosa-luxemburgo-pensamiento-cr%C3%ADtico-y-educaci%C3%B3n-popular

Comparte este contenido: