Page 8 of 10
1 6 7 8 9 10

Una educación para llegar a ser

Venezuela/12 de Julio de 2016/OVE

Por: Rose Mary Hernández Román

Hoy, es preciso conversar sobre la preocupación que muchos jóvenes padres  en relación a cómo criar a un hijo en medio de esta crisis de valores,  a la que no escapa el resto del mundo, siendo este un tema que implica la educación en distintas percepciones. Desde la experiencia, argumento que, en la mayoría de los casos, la educación que se imparte en las aulas está concentrada en su mayor porcentaje en los contenidos académicos, es decir, nuestros niños, niñas y jóvenes, e incluso, en la educación de adultos, son considerados como equipos tecnológicos, tal vez como computadoras biológicas que deben programarse  con software de última generación para que de esta manera las personas tengan alguna oportunidad de convertirse en exitosos o de salir adelante en la vida, lo que en nuestra cultura se traduce en: conseguir un empleo, criar a los hijos y costear un funeral decente. Es como si se tratara de llenar de conocimientos para que sobrevivan en medio de las dificultades de la existencia.

Contradictoriamente, a mi juicio, la única herramienta que permite a una persona “llegar a ser”, no está contenida en  los sistemas educativos cargados de conocimientos, aislados de la esencia de los valores de hogares, independientemente del tipo de familia, pues no todos corren con la misma suerte de vivir con padres y madres, y no por eso se deja de tener en su crianza verdaderos valores de familia. Es necesario una escuela con maestros y maestras que, junto con los padres, trabajen el rescate del sentimiento del ser humano, para aprender a compenetrarse emotivamente con su mundo, con su entorno, consigo mismo y con la otredad.

En esa exigencia, y ante una sociedad tan convulsionada pareciera que se han perdido los valores, pero estoy convencida que en el fondo lo que está extraviado es la posibilidad de conectar lo que sentimos con la realidad que transitamos y no los valores en sí mismos. Esto se convierte en una situación que debe atenderse y resolver, pero para ello debe concienciarse que la única manera de defender un valor, innegablemente, éste deberá estar conectado con el sentimiento, con el corazón, de lo contrario, los valores se convierten en un ropaje de moda, que se cambia según las conveniencias y cuadres que se nos presentan en la realidad concreta.

Sencillamente porque el niño, la niña  y el joven, en algunos casos son adiestrados exclusivamente para la resolución de problemas en los que se comparan y analizan escenarios de utilidad y conveniencia externos, ajenos a ellos, pero jamás estados emocionales y sentimentales. Y en casos peores, ninguna de las anteriores. De allí que, lo verdaderamente perdido es la emoción que antiguamente conectaba con el valor o principio defendido. Para ello debe estructurarse en los individuos como sociedad, la aceptación que lo más hermoso de la condición humana es la capacidad espiritual, y la misma no es otra cosa que la perseverancia del ser en medio de la adversidad, solo así seremos capaces de disponernos a recibir una mejor educación, y las dimensiones humanas como: espiritualidad, conocimiento, emociones estarán siendo asumidas por quienes tienen la hermosa tarea de educar para una mejor sociedad.

Comparte este contenido:

Yo trabajo, tu trabajas, el trabaja  …. la institución escolar y el mundo productivo

Luis Bonilla-Molina[i]

Era jueves y llovía, estudiantes y los maestros(as) Zulay, Saúl, Iván, Francis y yo, trabajamos en los proyectos productivos escolares. Mientras escampaba corrimos al galpón de las gallinas. Mario, José y Ana juntaron los huevos en un tobo y los llevaron al galpón de al lado donde Martín y Francisco los estaban acomodando en los cartones y apilándolos en cajas. Roscio, Javier y Ernesto abrieron el chorro de agua y con la manguera comenzaron a limpiar el piso lleno de excrementos; cuando terminaron Pedro, Josefa, Ricardo y Jorge comenzaron a colocar alimento y agua en las jaulas, tanto en el galpón de las gallinas como en el de los pollos. A lo lejos se escuchaba la risa de Carlos, Juan, Eva y Eulalio quienes hacían lo propio en los galpones de los cerdos; cuando me asomé a ver qué ocurría, vi que Juan les estaba contando chistes a sus compañeros, mientras hacían su trabajo. Dos maestros más, junto a otros grupos de estudiantes, se encontraban del otro lado de la escuela terminando de limpiar las vaqueras, dándoles alimento a las vacas y ordeñándoles. Todos estaban felices porque ese día aprenderían a hacer queso y cuajada.

Escampó y había que aprovechar al máximo el tiempo para recoger la cosecha de tomates, pimentón, acelga, repollo, rábanos, lechugas, yuca.  Los dos últimos días se había recogido el fruto de la media hectárea de café sembrada. El café se estaba secando al sol en el patio que estaba detrás del aula de quinto grado, para luego desbabarlo y trillarlo antes de tostarlo y molerlo. Cuando apresurados caminábamos a iniciar la recolección de las legumbres y hortalizas, pasamos por el salón de usos múltiples, donde la maestra enseñaba manualidades a otro grupo de niñas y niños.  Estaban terminando de confeccionar desde porta vasos hasta unos hermosos edredones.

trabajo infantil 2

Al terminar la tarde, estudiantes y profesores separamos los productos destinados para el consumo semanal de la escuela, de aquellos que al día siguiente se consignarían a la cooperativa del pueblo y, los que se venderían a puertas de la institución entre la comunidad. Gerardo, uno de los miembros del personal obrero de la escuela se acercó con un cuatro y comenzó a interpretar hermosas melodías que todos tarareamos.

Rodrigo uno de los chicos más despiertos nos preguntó a los docentes respecto al destino del dinero reunido por la venta de los productos. La profesora Zulay le explicó que con ese dinero se volvían a comprar semillas e insumos y si sobraba algo se invertía en la adquisición de herramientas y útiles de limpieza. A lo cual el niño replicó:  Pero maestra, ¿por qué nunca nos dan cuenta de eso, ni nos dan un poco de la ganancia para comprar algo el fin de semana?.  La maestra le contestó: –Ustedes reciben la educación, aquí aprenden a trabajar y logran dominar tanto la ciencia como el conocimiento.  Es el mejor pago que le podemos hacer por su esfuerzo. Saúl, otro de los docentes añadió: -Además no sería legal que le demos dinero a niños porque nos pueden acusar de promover el trabajo infantil.

La cara de desaprobación de Rodrigo por las explicaciones  que los docentes les habíamos expresado me catapultó a mis tiempos de estudiante de bachillerato en una escuela técnica agropecuaria, antes de ingresar a la carrera docente en la Pedagógica.  Recordé que me politicé en la escuela técnica, exigiéndole al director las cuentas por la administración de los cultivos de caña, café, la venta de cerdos, leche y otros productos que se generaban en la institución. No pude evitar sonrojarme de vergüenza, al darme cuenta de cómo cambiaron mis perspectivas e interpretaciones del mundo de estudiante a docente. Con la mirada a ras de suelo recordé cada uno de los argumentos respecto a la justicia social que iluminaron mis años juveniles.  Mi mente voló por los pasillos y aulas del pedagógico donde estudie para maestro, mención educación para el trabajo, recordando mis argumentos sobre el trabajo remunerado y la plusvalía en los espacios escolares, el trabajo esclavizado en la escuela, los límites del trabajo voluntario y otros temas.  Recordé mis denuncias sobre la escuela religiosa medieval que sometía a situaciones de semi esclavitud a niños y jóvenes, a cambio de un trozo de pan y aprender a garabatear algunas letras y aprender las operaciones matemáticas básicas.

Esa noche, me senté frente a la máquina de escribir –no eran tiempos de escritura digital-  y redacté una solicitud de inclusión del punto para el próximo consejo de maestros. En el texto planteaba que nuestras escuelas no habían llegado a la revolución industrial y el emerger de los derechos laborales, y que por el contrario, se habían quedado en el estadio feudal de algunos modos de trabajo no remunerado. El punto entró en agenda del consejo docente que se realizó una semana después, pero el debate fue medio bizarro.  Los argumentos a favor y en contra oscilaron entre las limitaciones jurídicas existentes para la distribución de la plusvalía para niños y jóvenes, el tema de las prohibiciones respecto al trabajo infantil, hasta el papel enaltecedor del trabajo escolar; todos los argumentos en contra me hicieron comprender que este no era un debate localizado a un plantel, sino que demandaba un amplio debate nacional sobre el papel del trabajo productivo en el sistema educativo, desde la educación inicial hasta los postgrados.  

Hoy, veinte años después de este incidente continúo queriendo aprender al respecto con las voces y experiencias de muchos que han trabajado el tema.  En el presente hasta magnates como Bill Gates donan gallinas para proyectos productivos en escuelas y liceos de distintos países sin que nadie vuelque la mirada por un tema tan complejo como la distribución de la ganancia en los proyectos educativos.

¿Estarías dispuesto a juntar tu voz en esta tarea?  Nos acostumbramos a escuchar que ahora los jóvenes no les gustan trabajar, pero ¿tú trabajarías sin salario a cambio de tu esfuerzo? ¿podemos decirles a los niños y jóvenes que amen el trabajo mientras en la escuela viven la experiencia de esfuerzo sin compensación salarial? ¿no crees que la ética del trabajo se redimensionaría si los niños y jóvenes conocen la relación costos-.beneficios a plenitud y deciden democráticamente su destino?  ¿es posible reconciliar responsabilidad social con remuneración por el trabajo productivo en cualquier etapa?  ¿entra el trabajo productivo escolar en formas de trabajo infantil proscritas por las convenciones internacionales y las legislaciones nacionales? ¿Cuáles son los límites del trabajo voluntario?  Abrámos el debate ¡!!!

[i] Docente con 37 años de experiencia pedagógica en los distintos niveles y modalidades del sistema educativo venezolano.  Docente invitado en varios posgrados de América Latina

Comparte este contenido:

El reto de enseñar desde lo que debiera ser cotidiano.

En mis estudios universitarios, desde el primer año, entré en contacto con aspectos básicos de la economía política, algo que no tuvo continuidad posterior de manera formal. El llamado de nuestros docentes era, a principios de los convulsionados años noventa del siglo XX, a que entendiéramos el papel que la política como hecho cotidiano y social, tenía sobre el resto de acciones humanas en sociedad. Estudiaba entonces Ciencias Políticas, y parece obvio que la perspectiva de nuestros profesores era hacia la primacía de la política sobre el hecho social. Sin embargo, en esa experiencia universitaria se destacaron tres elementos que sólo puede ver después, cuando yo misma por el devenir del tiempo, me convertí en acompañante de procesos de aprendizaje de otros y otras.

Comenzaré por lo básico. Prácticamente todos los docentes con los que interactué a lo largo de la carrera y que pertenecían a la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Los Andes, eran hombres. Prácticamente todos porque me acompañaron en total cuatro docentes mujeres a lo largo de toda la carrera. A la profesora Raquel Morador la recuerdo con especial cariño y, mientras escribo estas líneas se revela ante mi que parte del modo en que hablo con los participantes de talleres y cursos viene de allí. Las otras tres docentes no eran investigadoras del área de ciencias políticas, sino venidas de las humanidades y la economía. De modo que una de las primeras cosas que, en retrospectiva, me llamó la atención es el bajísimo porcentaje de docentes mujeres en la carrera.

Un segundo elemento que me llamó la atención fue la disputa casi de antología entre quién explicaba mejor el hecho político, si el pensamiento político o la sociología política. Cursé cuatro sociologías políticas y una introducción, y cuatro pensamientos políticos y una introducción y, créanme, quedé con la sensación de que el enfoque asumido por los docentes del área no era el más pertinente. Ni en los contenidos de sociología ni en los de pensamiento político pude encontrar respuestas a preguntas muy básicas que me asaltaban en ese momento de mi formación universitaria donde las relaciones entre Estado y sociedad en mi país estaban siendo mediadas de un modo no recordado, por el conflicto, la reacción y la violencia. El área de la administración pública y las relaciones entre actores políticos era, a su vez, atendida desde su perspectiva legal(ista) y, entonces, nuestra visión de la sociedad, como politólogos y politólogas en formación, terminaba totalmente fragmentada por una sociología que no atinaba a explicar juegos de actores, un pensamiento político secuestrado por el recuento histórico cronológico de hechos y aportes filosóficos no hilvanados, y una administración pública que se acuartelaba detrás de leyes y decretos sin poder dar cuenta de la emergencia de movimientos sociales en las estructuras burocráticas. Había una arista adicional: la de los partidos políticos funcionando en términos curriculares como un corpus doctrinario capaz de, parecía ser, dar cuenta de ese tejido de conocimientos a medio acabar y apenas construido.

Pero, quizás, lo que con el correr de los años finalmente me resultó más extraordinario, es ver que prácticamente ningún contenido de los impartidos en Ciencias Políticas, tributaron a comprendernos como un petro-Estado y entender nuestro papel simbólico y efectivo en la construcción de una política regional. Una ciencia política que, como disciplina, no se cuestionaba desde sus insuficiencias, y venía eregida desde la arrogancia de asumir que ya estaba dicho todo y apenas había que repasarlo como si leyéramos un libro del Almanaque Mundial, estaba formando a profesionales con minusvalías notables para dar cuenta de la realidad más básica de nuestra sociedad: la cultura del petróleo.

De esto último me di cuenta cuando, varios lustros después de egresar, comencé a trabajar con estudiantes de Hotelería y Servicios de la Hospitalidad, una asignatura que en su malla curricular se llama Desarrollo Socioeconómico y adopté como estrategia, comenzar a mirar fuera de la caja (el turismo) para ayudarnos a comprender estructuras y prácticas sociales y económicas de vieja data que condicionan de modo rotundo la manera en que nos aproximamos como sociedad al hecho económico … y el turístico.

Nuestro pueblo agricultor no se permite, de ninguna manera, desconocer lo básico del funcionamiento y evolución de las semillas que utiliza, cuál es el ciclo de cada cultivo, la tierra más apropiada para cultivarla y el rendimiento por planta. Sin embargo, el pueblo petrolero que somos todas y todos, desconocemos de modo evidente, el básico funcionamiento del proceso de extracción petrolera, o las raíces más profundas de algunos comportamientos (distorsionados) que evidenciamos en nuestro país en los últimos años de modo exacerbado. La comprensión de lo que somos como país petro-Estado, estoy segura de que debiera ser columna vertebral de nuestros contenidos curriculares aún los más básicos.

El hecho de nosotros como país petrolero y sus implicaciones para nuestras relaciones económicas, humanas y sociales es, desde mi perspectiva, el hecho cotidiano más sistemáticamente ocultado para nosotros y nosotras. Conocer nuestra realidad como país es comprender ese contexto. Comprenderlo es, además, un camino hacia la verdadera apropiación y significación del conocimiento y reconstrucción de lo que somos como sociedad.

Ese camino hay que andarlo antes que después y una forma de hacerlo es reivindicar que, quizás, como sociedad venezolana, es ese contexto cotidinao es el que resulta más determinante en nuestro futuro inmediato.

Comparte este contenido:

¡Meras cuestiones educativas y afectivas!

       Venezuela/05 de Julio de 2016/

Por: Rose Mary Hernánez Román

          La educación es un fenómeno complejo que se permea de un sinfín de aristas y en derivación es abordado investigativamente por diversas ciencias y en cada una de ellas desde diferentes perspectivas, pudiendo ser epistemológicas y metodológicas. Sin embargo, las reflexiones que a continuación propongo se enmarcan dentro de lo psicológico y específicamente en el nivel subjetivo individual, producto de la experiencia particular vivida.

           En ese sentido, el objetivo principal de esta propuesta es dirigir la atención hacia la necesaria reconstrucción de la educación rescatando su perspectiva liberadora del individuo y poniendo énfasis en su carácter preventivo como preparación para la vida, tal como se contempla en el preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y en la vigente Ley Orgánica de Educación Nacional. En tal empeño resulta esencial propiciar una práctica educativa que privilegie en su actuación el desarrollo de la afectividad del sujeto y la formación de sentidos subjetivos a través de la experiencia.

          Sobre todo porque, en la sociedad se operan múltiples procesos que transforman a sus miembros, que modifican su personalidad, sus modos de actuación y en general su vida. La educación es uno de estos procesos. A mi juicio, su rasgo distintivo es que los cambios que produce en los individuos, son socialmente deseables, responden a los intereses cardinales de las clases que tienen el poder real, o sea el económico y el político. Numerosos son los sujetos sociales (personas, grupos, organizaciones, instituciones, entre otros) que participan en la educación.

      No toda transformación socialmente deseada, transcurre en condiciones formalizadas, dirigidas, institucionalizadas. Cabría preguntarse, por ejemplo: ¿si es educación o no los cambios que se operan en la conducta  de un adolescente? esto como resultado de su deseo de ser bien valorado por una conquista amorosa y que no se lograron mediante un currículo, ni a través de actividades docentes concebidas en la escuela?

        Las tradiciones, las normas de funcionamiento de algunos grupos, la formación de la opinión pública, entre otros, son ejemplos de fenómenos educativos que surgen bajo cierta espontaneidad. Con ello sólo quiero llamar la atención sobre aquella parte de la educación que no es formalizada, institucionalizada o escolarizada, pero que sí responde a los ideales sociales vigentes y resultan socialmente deseadas.

       Sin embargo, las influencias pedagógicas, son aquellas que transcurren en un marco institucionalizado, son dirigidas, planificadas, controladas, evaluadas… Tal distinción, en momentos en que hay reconocimiento creciente del carácter selectivo y activo del sujeto, permite comprender como en no pocas ocasiones algunas influencias pedagógicas fracasan, ya que no comprometen al sujeto, que sí resulta sensible, orientado y selectivo a influencias sociales no educativas.

      Determinados vínculos del sujeto con otras personas u actividades, llegan a alcanzar un alto grado de significación para el sujeto, comprometiendo sus motivaciones e intelecto, condicionando su orientación, selectividad y sensibilidad a sus influencias. Cuando esto ocurre en una dirección socialmente deseada estamos hablando de educación.

      No se trata de meras cuestiones teóricas y especulativas, son también problemas prácticos concretos, con los cuales se enfrentan los educadores cotidianamente. En la solución de cada uno de estos problemas a la psicología le corresponde un lugar especial. Una de las tareas más importantes consiste en la traducción educativa del inmenso caudal de conocimientos psicológicos acumulados en las diferentes ramas del saber psicológico

        Por tanto, debemos reflexionar si en el transcurso de un tiempo rigurosamente delimitado y desde el espacio escolar es posible incidir en la construcción de sentidos subjetivos, de nuevas necesidades y motivos movilizadores del comportamiento en todos los contextos de actuación del sujeto. Sin negar el valor esencial de los conocimientos y de la actividad cognoscitiva en la formación de la personalidad, considero que igualmente resultan esenciales otros escenarios de interacción educativa que privilegien lo motivacional afectivo, no de modo indirecto a través de lo cognitivo, sino directamente, desde el comportamiento del propio sujeto, de su comunicación y la expresión de sus emociones y vivencias afectivas.

Comparte este contenido:

Ustedes, que hablan así …

Creo que con los cuarenta llegan muchos regalos. Cuando los cumplí experimenté una especie de epifanía sobre cómo debía hacer para transmitir lo que quería decir de un modo mucho más claro.
Vi que, en ese momento, se completaba un proceso de reflexión que, habiendo comenzado casi unos diez años antes, encontraba allí una conclusión: cuando el lenguaje que utilizamos no ayuda a andar a quien acompañamos, algo puede hacerse mejor. Así que desde ese momento comencé a hacer de forma consciente algo que ya intentaba aplicar de forma intuitiva: ajustar mis expresiones, mi vocabulario, mi postura corporal y el modo de presentar las ideas en aulas y talleres, a quienes serían receptores de la actividad.
 
Ese rol de la palabra en la vida cotidiana, más allá de la comunicación básica, se fue revelando desde mi incorporación progresiva a distintas formas a labores de enseñanza-aprendizaje. La maternidad, quizás fue la principal, pero no la única. Aprender de mi madre la labor de la repostería y ayudarla a diseñar sus trabajos fue otra. En todas esas tareas antes que todo, me sentí como una aprendiz que acompañaba a otros y otras y, además iba aprendiendo.
 
Quizás una de las experiencias que marcó de un modo significativo mi búsqueda sobre la palabra en el aula, fue la enseñanza en Misión Sucre. Allí trabajé con tres grupos de participantes adultos que cursaban Estudios Jurídicos y que, debo confesar, tenían muchas más expectativas de mi desempeño que yo misma. Según percibí, su principal expectativa venía de mi título y la universidad que lo certificó. Confieso que el ser egresada de la ULA para mi significaba mucho menos, entre otras cosas porque ya llevaba décadas convencida de que la formación profesional, la verdadera, ocurre en el tránsito de la vía de los estudios y también después de la obtención del título, y estaba segura de que el título de politóloga certificaba más la senda que había decidido transitar que mi nivel de conocimiento puntual.
 
Había en esos grupos de Misión Sucre una suerte de carácter combativo por ser también grupos politizados, y también el natural temor a equivocarse que, no puede dudarse, se siente mucho más marcado en adultos. Siendo el habla una de las primeras cosas que nos corrigen según vamos comenzando a articular palabra, era lógico pensar que una de las cosas que causaría un poco más de aprehensión entre los participantes, era escribir o decir algo equivocado ante una profesora a la que tenían en tanta estima porque era egresada de una universidad.
 
Recordé entonces, un temor que había también en mi madre, esa mujer que de un curso de repostería hecho en una escuela de labores en El Vigía, ideó el modo de pintar tortas a mano y las adornaba como si fueran lienzos. Cuando avanzaba mis estudios en la universidad, ella me confesó, disgustada que es como a veces se cuentan las cosas que duelen, que temía que nosotros, que hablábamos de esa forma que aprendíamos en la universidad, nos avergonzáramos de ella. Se refería a mi hermano, casi graduado de médico en esa fecha, y  a mi, que avanzaba en los estudios de ciencias políticas. Sus estudios formales habían llegado hasta tercer grado, aunque luego se desempeñó como secretaria comercial en INDULAC, lugar donde conoció a mi padre. Nunca vi a madres de mis compañeras de estudios leer del modo en que leía mi mamá, o resolver con ingenio cosas cotidianas, pero ella sentía que la palabra dominaba un espacio que ella aspiraba fuera de nosotros, y se negaba para si.
 
Entonces, con estos participantes de Misión Sucre aprendí a hablar de un modo que me permitió habitar sus espacios, con la excusa de aprender de participación ciudadana y política, de proyecto sociointegrador, y con la esperanza de poder resolver algunos problemas cotidianos. Habitaban ellos mi aprendizaje particular sobre los modos en que podíamos hablar de teorías políticas y desarrollo socioeconómico en contextos específicos de comunidades del sector Zumba o Ejido, eran mis maestros formadores y mis primeros tutores en las andanzas de la enseñanza, todo ello mientras la palabra, no sin accidentes, nos ayudaba a construir puntos de encuentro para ese convivir tan particular que es la formación militante para la transformación social.
Imagen destacada tomada de: https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/736x/5b/21/06/5b21069082bae9007517ee7d2c0aa71c.jpg
Comparte este contenido:

El Maestro nuevo y la formación de ciudadanos

Ese día la escuela tenía maestro nuevo quien había sido trasladado de un liceo ubicado en la frontera entre Colombia y Venezuela a una pequeña escuela granja anclada en una montaña de los andes tachirenses. La escuela era una institución pública, con internado para los niños con carencias familiares severas y comedor escolar permanente.

El Director, al inicio de la jornada diaria reunió brevemente a los docentes y presentó al colega que se incorporaba a trabajar como docente y en los proyectos productivos de la escuela. Todos y todas le dieron la bienvenida y se incorporaron a sus labores cotidianas del aula.

Más tarde el Director pasaría por cada uno de los salones presentando ante los niños y niñas al maestro que llegaba. Al entrar a cada salón los estudiantes se levantaban al unísono y decían: –Buenos días señor Director. El Director y el maestro respondían el saludo e indicaban que se podían volver a sentar. Uno que otros cuaderno, lápiz o sacapuntas se caía cuando apresurados los pequeños volvían a sentarse en los pupitres.

Al mediodía, todos, internos y externos, maestros y estudiantes, se reunían en el comedor escolar.  Unas largas mesas eran flanqueadas por banquetas de madera que compartían para sentarse. Era costumbre que uno de los docentes les diera algún breve mensaje de 3 a 5 minutos antes de iniciar la comida. El Director le había pedido al maestro recién llegado que asumiera esa tarea. Los niños estaban comenzando a entrar y el novel maestro tomó una silla, comenzando a bajar los carteles del comedor que decían: “te damos gracias señor por esta comida”,  “señor bendice esta comida que nos das”, “padre nuestra gracias por el pan que nos das”. El Director le comentó a sus colegas: –el maestro nuevo va a cambiar los carteles que ya están viejos por unos nuevos. Al retornar a la mesa el Director le dijo: –Yo ya había pensado en mandar a hacerlos de nuevo, pero qué bueno que usted lo va a hacer. El maestro miró al Director y no contesto nada. La charla del maestro fue sobre los derechos ciudadanos y la alimentación como un derecho constitucional que tenían los niños de la escuela. Les invitó a aprender a conocer sus deberes y derechos como parte de su tarea ciudadana. Al retomar a la mesa que compartía con los demás docentes el silencio fue sepulcral. Luego, una de las maestras procedió a dirigir la oración del Padre Nuestro.

Pasaron tres días sin variaciones; al cuarto día los carteles nuevos con el mismo contenido volvieron a aparecer.  El maestro nuevo los volvió a bajar, esta vez antes de iniciarse las labores del comedor. Esa tarde, el Director pasó una circular convocando a un Consejo de Docentes para el próximo viernes. El punto sexto (6) de la agenda eran los carteles del comedor.

Todos llegaron puntuales al Consejo Docente. Se habló de la organización de los próximos juegos rurales, del fortalecimiento de los proyectos productivos, de las prácticas docentes que realizarían los estudiantes del Pedagógico, entre otros temas. Al llegar al sexto punto el Director comentó que los carteles del comedor habían sido quitados por el maestro nuevo pero que este aún no los había sustituido; más aún la maestra de tercer grado los había vuelto a colocar reelaborados y el maestro los había vuelto a bajar. El Director señaló que se imaginaba que pronto los repondría el maestro. El maestro intervino expresando que “la escuela era una institución pública y no privada, por ende laica. Además la Constitución Nacional y la Ley Orgánica de Educación señalaban que nuestra educación era laica. Entonces –continuó-  cualquier acto de inclinar por una determinada fe no es legal. Apuntó: he hecho una pequeña investigación y de mis estudiantes el 80% son de distintas religiones cristianas pero el restante 20% o son de otras creencias religiosas o no son creyentes. Cerró su intervención interrogando a los asistentes al Consejo Docente: ¿la mayoría tiene el derecho de imponer un ritual religioso a una minoría que no lo comparte? ¿Debemos decirle a nuestros estudiantes de la escuela que la comida cae del cielo y no enseñarles que es una conquista social con rango constitucional? ¿No es una de nuestras tareas la construcción de ciudadanía?  El debate se prolongó por casi una hora. Solo otra maestra se solidarizo con el maestro recién llegado y dos de los docentes no opinaron. El Director comisionó a una de las docentes para que repusiera los carteles.  De vez en cuando estos desaparecían y eran rápidamente vueltos a colocar. Los oficios religiosos, primeras comuniones y charlas de religión a los representantes siempre contaban con un ausente.  Dieciocho años después, cuando el maestro se marchaba de la escuela escuchó a lo lejos la letanía de la oración del Padre Nuestro rezada por los estudiantes bajo la conducción de un docente.

¿Qué piensas tú de este incidente? ¿Consideras que nuestra escuela es laica o confesional?  ¿Crees que es correcta nuestra definición constitucional de la escuela laica? ¿Es compatible la educación para la tolerancia y la hegemonía de una religión? ¿te atreverías a plantear que en una iglesia te permitieran dar clases semanales de evolución del mono en hombre? ¿Para ti la escuela es un espacio teológico o científico? Cada vez que ves un atentado por razones de intolerancia religiosa, ¿Que piensas al respecto sobre tu contribución desde el aula? ¿Tú colocarías los carteles, los bajarías o no tomarías partido?

Comparte este contenido:

Proyecto Institucional Comunitario (P.I.C.) y La Escuela con Padres Una alternativa en la Formación de Valores.

Autor: José Eduardo Hermoso

Para el año 2007, la educación pública en la República Bolivariana de Venezuela se encontraba en pleno auge, muchos estudiantes de todas las clases sociales se inscribían en las escuelas y liceos públicos del Estado, que además eran gratuitos, estas instituciones brindaban una calidad educativa por excelencia a través de las escuelas y liceos que se denominaban Bolivarianos, estos centros educativos se caracterizaban por jornadas escolares desde las 7:00 am hasta las 4:00 pm, donde predominaban la enseñanza de la música, teatro, canto, poesía, deportes,…, en estos centros educativos se implementaron los comedores escolares que distribuían el desayuno, el almuerzo y una merienda a todo los estudiantes y el personal que laboraba en la institución. En este año se había iniciado la reubicación de los damnificados que vivían en zonas de riego, este programa era parte de la gran la misión vivienda Venezuela. En la parte posterior a la institución en la cual yo laboraba se creó la zona residencial de “Arsenal” y se les otorgó privilegio de adjudicación de viviendas a las clases más desposeídas, esto dio como resultado, que un gran grupo significativo de estudiantes de muy bajos recursos se inscribiera y estudiaran en liceo donde yo daba clases.
El liceo tenía muchos actos culturales, al menos 3 por mes, estos actos eran de diversas índoles, pero se caracterizaban por la participación de casi todos los estudiantes, por lo general se hacían en la parte interna de la institución, la cual contaba con un patio central, en este año la matrícula de alumnos había aumentado de 700 a más de 1.000 en toda la institución, teníamos alrededor de más de 40 estudiantes por aula y 5 secciones por cada año escolar, es decir la institución era desde 1er año de bachillerato hasta 5to año, por supuesto el control de la disciplina de esta cantidad de estudiantes se hacía permanentemente por los docentes, el personal administrativo y obrero, y se reforzaba en los actos culturales.
En la celebración del epónimo del liceo Santos Michelena, que se realizaban en la primera semana de noviembre, se planificaban un sinfín de actividades, que en su mayoría se hacían en el patio central. El día de la presentación de las danzas del liceo, la directora de la institución visualiza que, en el 2do piso del edificio, se encontraba un grupo de estudiantes con actitud sospechosa, es decir, estaban cantando, en tono alto, al compás de la música de las danzas, pero sin embargo, misteriosamente estaban ocultos en una esquina. La directora me encomendó subir y ver que estaba pasando, al hacerlo me fui oculto para que no vieran, de tal modo de, llegar sin ser detectado. Mi sorpresa fue que al llegar a una esquina vi a una estudiante de 4to año bailando muy sensualmente, en una de las columnas de forma circular, tipo pole dance, mientras el resto de los estudiantes cantaban y aupaban a la bailarina, ella, llego a tal punto que, se desabotono los primeros botones de la camisa y mostró una especie de franelita, fue en ese instante donde interviene y por supuesto, al estar todos concentrados en una esquina no les dio chance de escapar, y como era de esperarse, la gran mayoría de los estudiantes fueron llevados a dirección para que la directora aclarara el asunto, y así, comenzamos a conversar con más de 15 estudiantes que estaban involucrados en el hecho, la idea era simplemente, hacerles un llamado de atención porque pensamos que era solo una simple tremendura, mas sin embargo, descubrimos que la estudiante cobraba a sus compañeros para hacer los bailes y de paso no era la primera vez, de igual forma la estudiante bailarina tenía una actitud rebelde y no aceptaba la responsabilidad de lo ocurrido, alegando que ella no veía nada de malo en eso, esto nos obligó a llamar a la madre de la estudiante, la cual se presentó en pocos minutos en el Liceo.
Al llegar la madre de la estudiante Bailarina al liceo, nos quedamos atónitos, pues, estaba vestida con ropa ceñida y de una manera muy sensual, tenía un cuerpo muy esbelto y de figura atlética, de cabello negro largo, ella, la madre, al ver a su hija en la dirección, se acercó de forma muy violenta y halándola por el brazo le dijo: “Cuantas veces tengo que decirte que te portes bien”, “cuantas veces tengo que decirte que no estés por allí haciendo eso”, “que no está bien”, “que eres una menor de edad y te vas a meter en problemas”, “que debes cumplir la mayoría de edad para hacerlo de forma profesional”, “que no puede ser en cualquier lado”, entonces se voltea hacia los profesores que estábamos en la dirección, y dice: “profesores por favor discúlpenla pero ella me ve a mi haciendo eso y cree que ella puede hacer”, ella no ve que yo lo hago de forma profesional”, “cree que es un juego y por eso cobra barato”, “pero yo le he dicho que no, que espera a la mayoría de edad y que cobre lo justo”, todos los profesores que nos encontrábamos en la dirección, no salíamos del asombro de ver tal situación y al escuchar a la madre todo lo que decía. Esto prendió las alarmas e inmediatamente y pensamos ¿qué estaba pasando con los valores de nuestros nuevos estudiantes y representantes?, ¿que podíamos hacer referente a esta situación?.
Al día siguiente, se convocó a una reunión extraordinaria de profesores, allí se plateó como objetivo del proyecto institucional Comunitario (P.I.C.) el rescate de los valores y las buenas costumbres, entre estudiantes, representantes y todo el personal, entre las estrategias a implementar en el Proyecto de Aprendizaje (P.A.), se encontraban el involucrar a todos los docentes y todas las materias a fin de que, como eje transversal, se tomara lo valores y las buenas costumbres en todos los contenidos a dictar, de igual forma se implementó la Escuela con y para padres: esta escuela tendría la labor de ir incorporando a las madre, a los padres y representantes en las actividades del liceo y al mismo tiempo entender y comprender la situación en que se encuentran, para poder luego, diagnosticar los valores presentes en el hogar y trabajar así, el rescate de los valores y las buenas costumbres, se impartieron talleres con la defensoría del Pueblo, la casa de la mujer, defensoría del menor, el consejo comunal, entre otros.
La labor aquí fue titánica pero enriquecedora, Los docentes de la institución, a partir de estas experiencias, nos permitió entender el mundo de vida de nuestros nuevos representantes y verlos como sujetos de cultura y contexto diferente, que se integraban a una sociedad distinta de la que venían, producto esto, de más de 40 años de decidía por parte de los gobiernos anteriores y de exclusión social.

Comparte este contenido:
Page 8 of 10
1 6 7 8 9 10