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Ayuda en Acción promueve la educación en África

Africa/28 julio 2016/ Fuente: En Positivo

Una vez más la ONG Ayuda en Acción muestra su importante labor solidaria en el mundo desarrollando interesantes proyectos pensando en los más vulnerables.

En esta ocasión la ONG se ha asociado con la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura en aras de suscribir un convenio de colaboración para implementar “Luces para Aprender” (LPA) en Mozambique.

Este programa educativo se inició en 2011 desplegado en 13 países latinoamericanos llegando a 482 escuelas rurales, 22.815 estudiantes y 1.041 docentes beneficiados.

Los países que han desarrollado esta iniciativa hasta la fecha son: Argentina, Bolivia, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay [1] y Panamá. Costa Rica ha iniciado su ejecución en el 2016 y en México, Brasil y Ecuador se están realizando negociaciones con los Ministerios de Educación Nacionales para desarrollar el programa.

Gracias a este convenio “Luces para Aprender” se adentra en los países lusófonos de África comenzando en Mozambique con el desarrollo de un proyecto piloto. Esta iniciativa se enmarca dentro del Programa Iberofonía, el cual desde la perspectiva de cooperación Sur-Sur busca apostar por procesos e instrumentos de intercambio, apoyo y cooperación que concreticen los principios de soberanía, de solidaridad y del respeto a la diversidad, entre los países iberoamericanos y los PALOP-TL–Programade Cooperación PALOP-Timor Leste–.

En Mozambique está previsto que se ponga en marcha en dos fases. La primera a partir de las negociaciones locales, la fase de identificación y diseño del proyecto piloto.

En la segunda se espera su ejecución para poner en valor todos sus componentes que incluye algunos como:

1. Tecnología: dotación de servicios de electricidad (mediante tecnología fotovoltaica) a las escuelas sin electricidad seleccionados.

2. Conectividad: hace referencia a las actividades necesarias para que las escuelas dispongan de equipos informáticos y de conectividad a internet.

3. Formación docente: tiene como objetivo que los docentes de las escuelas que participen en el LPA tengan las capacidades suficientes para manejar los servicios que proporciona el proyecto e incluir las TIC en el aula, para contribuir con la innovación educativa en el centro escolar.

4. Fortalecimiento comunitario: apoyar la organización y formación de las comunidades para el uso, mantenimiento y cuidado de la tecnología instalada, así como para los procesos que ha de consolidar el desarrollo tecnológico en los centros educativos y sus comunidades.

Fuente: http://enpositivo.com/2016/07/ayuda-en-accion-promueve-la-educacion-en-africa/

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África: 3 de Julio de 2016 El drama de los chicos excluidos de la educación

África/ Julio de 2016/La Capital

En el mundo son más de 260 millones los niños, niñas y jóvenes que todavía permanecen fuera de la escuela.

En el mundo más de 260 millones de niños, niñas y jóvenes están aún fuera de la escuela. Las nenas son las que corren con mayor desventaja. Desde la Unesco instan a los gobiernos a garantizar políticas inclusivas para alcanzar la meta mundial de llegar a 2030 con todos los chicos aprendiendo en las aulas.

Unos 263 millones de niños y jóvenes, cifra equivalente a la cuarta parte de la población de Europa, no están escolarizados, según nuevos datos del Instituto de Estadística de la Unesco. La cifra total incluye 61 millones de niños en edad de cursar la educación primaria (6-11 años), 60 millones en edad de cursar el primer ciclo de secundaria (12-14 años) y, por primera vez, la estimación de los jóvenes en edad de cursar el segundo ciclo de educación secundaria (15-17 años), que ascienden a 142 millones.

Estos datos se presentan en un nuevo documento publicado conjuntamente por el Instituto de Estadística de la Unesco y el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo. «Los países han prometido que, para 2030, todos los niños podrán cursar la educación primaria y secundaria. Estos nuevos datos muestran la ardua labor que tenemos por delante para alcanzar este objetivo», afirmó la directora general de la Unesco, Irina Bokova, quien agregó: «Debemos centrarnos en la inclusión desde la edad más temprana y durante el ciclo completo de aprendizaje, en las políticas destinadas a eliminar las barreras en cada etapa, prestando especial atención a las niñas, que siguen encontrándose en una situación de mayor desventaja».

La región más excluida

De todas las regiones del mundo, el Africa Subsahariana es la que tiene los índices más altos de exclusión. Más de una quinta parte de los niños de edades comprendidas entre los 6 y los 11 años no están escolarizados, seguidos por una tercera parte de los jóvenes de entre 12 y 14 años. De acuerdo con los datos del Instituto de Estadísticas de la Unesco, casi el 60% de los jóvenes de entre 15 y 17 años no asiste a la escuela. Un obstáculo importante para alcanzar la meta son las disparidades que siguen existiendo en lo que respecta a la participación en la educación y que tienen que ver con el sexo, la ubicación y los recursos económicos.

Los conflictos armados constituyen otra importante barrera a la educación. En todo el mundo, el 35% del total de los niños no escolarizados en edad de cursar la educación primaria (22 millones), el 25% de los adolescentes en edad de cursar el primer ciclo de secundaria (15 millones) y el 18% de los jóvenes sin escolarizar en edad de cursar el segundo ciclo de secundaria (26 millones) viven en zonas afectadas por conflictos.

En general, los jóvenes de más edad (15-17 años) tienen cuatro veces más probabilidades de no estar escolarizados que los niños de edades comprendidas entre los 6 y los 11 años. Esto se debe en parte a que la educación primaria y el primer ciclo de la educación secundaria son obligatorios en casi todos los países, mientras que el segundo ciclo de secundaria no lo es. Al mismo tiempo, esos jóvenes suelen tener la edad legal para trabajar. Muchos de ellos no disponen de más opción, mientras que otros intentan combinar la asistencia a la escuela con el empleo.

Diferencias de género

Las niñas tienen más probabilidades que los niños de no asistir nunca a la escuela, pese a todos los esfuerzos realizados y los avances logrados en las dos últimas décadas. De acuerdo con los datos aportados por Unesco, 15 millones de niñas en edad de cursar la educación primaria no tendrán nunca la oportunidad de aprender a leer ni a escribir en la escuela primaria, en comparación con 10 millones de niños. Más de la mitad de esas niñas (9 millones) vive en el Africa Subsahariana.

La pobreza constituye un obstáculo adicional para las niñas. De acuerdo con los análisis que figuran en el Informe de Seguimiento, en Africa Septentrional y Asia Occidental, las diferencias son aún mayores entre la población más pobre de la región: solo 85 niñas por cada 100 niños en edad de cursar el primer ciclo de educación secundaria asisten a la escuela. Entre los que tienen edad de cursar el segundo ciclo de secundaria, solo 77 de las niñas más pobres por cada 100 de los niños más pobres asisten a la escuela.

Fuente: http://www.lacapital.com.ar/el-drama-los-chicos-excluidos-la-educacion-n1195536

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«Luces para aprender» llega a Mozambique

Monzanbique/ Julio de 2016/Energía

Ayuda en Acción y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) han suscrito un convenio de colaboración para implementar “Luces para aprender” en Mozambique. El proyecto se basa en el uso de la energía solar fotovoltaica para proporcionar electricidad a escuelas rurales y así, además de ampliar sus posibilidades de uso, que puedan disponer de equipo informáticos y conexión a internet para facilitar el aprendizaje de los niños,

El programa “Luces para aprender” de la OEI arrancó en 2011 y hasta el momento se ha puesto en marcha en 13 países latinoamericanos, llegando a 482 escuelas rurales, 22.815 estudiantes y 1.041 docentes.

Los países que han desarrollado esta iniciativa hasta la fecha son: Argentina, Bolivia, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Panamá. Costa Rica ha iniciado su ejecución este año y en México, Brasil y Ecuador se están realizando negociaciones con los Ministerios de Educación nacionales para desarrollar el programa.

Con el convenio suscrito entre la OEI y Ayuda en Acción a finales del pasado mes de junio, “Luces para Aprender” llega por primera vez a África, en concreto a los países lusófonos comenzando en Mozambique.

El proyecto se realizará en dos fases. En la primera, se llevarán a cabo las negociaciones locales, la fase de identificación de las escuelas y el diseño del proyecto. 

En la segunda, la fase de ejecución, se pondrán en funcionamiento todos los componentes del proyecto. En primer lugar, se instalarán los equipos solares y todos los demás elementos de la instalación, para proceder, a continuación a la adquisición de los equipos informáticos y las tareas de conectividad a internet.

Esta segunda fase también incluye un importante componente de formación para el profesorado ya que se pretende capacitar a los docentes de las escuelas que participen en la iniciativa para manejar adecuadamente las TIC y así contribuir con la innovación educativa en el centro escolar.

También busca formar a las comunidades beneficiarias en el uso, mantenimiento y cuidado de la tecnología instalada, y consolidar el desarrollo tecnológico en los centros educativos y sus comunidades. Asimismo, se va a desarrollar un plan para formar a jóvenes de la comunidad en el mantenimiento de las placas solares y el sistema energético.

Fuente: http://www.energias-renovables.com/articulo/luces-para-aprender-llega-a-mozambique-20160722

 

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Nuevas luces para África: conectarse es un derecho

Mozambique/23 Julio 2016/Autora: Alicia Oliva/Fuente: El Diario

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) forman parte de nuestra vida cotidiana; de hecho, resulta difícil imaginar nuestro día a día sin poder hacer una búsqueda en Google o consultar nuestra bandeja de emails.

En los últimos quince años, las TIC han experimentado un crecimiento sin precedentes. El mundo avanza a pasos agigantados y todo transcurre a una velocidad vertiginosa que a muchos asusta. El tiempo y el espacio no se perciben de la misma manera que hace unos años y es que, hoy en día, vivimos en el mundo de lo inmediato. Un mundo en el que gracias a las TICs muchos procesos se han visto facilitados. Sin embargo, no todo el mundo participa en esta revolución tecnológica por igual, son muchos los que viven desconectados.

En el ámbito educativo, cada vez con mayor fuerza se tiene en cuenta la necesidad de incluir las TIC, pues son una herramienta fundamental que permite que miles de niñas y niños, estudiantes y docentes puedan acceder a un sinfín de información y conocimientos en la red. Las TIC potencian las estrategias de trabajo docente y enriquecen los aprendizajes de los alumnos; mejorando de esta forma la calidad del sistema educativo. Es fundamental que estas nuevas tecnologías y las oportunidades que crean se utilicen para acortar la brecha digital, sobre todo, entre el campo y la ciudad, y luchen por democratizar la educación.

De la mano de la OEI, «Luces para aprender»

Ante esta realidad nace « Luces para aprender» en septiembre de 2011. Aprobado en la XXII Conferencia Iberoamericana de Ministros de Educación, «Luces para aprender» es un proyecto liderado por la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura) con el objetivo de llevar energía solar y acceso a internet a más de 66.000 escuelas en Iberoamérica. La mayor parte de ellas se encuentran ubicadas en zonas rurales y de difícil acceso donde conectarse a la red eléctrica es complejo, además de suponer enormes gastos.

Desde el inicio de la implementación de este programa, se ha puesto en marcha en 13 países latinoamericanos llegando a 482 escuelas rurales, 22.815 estudiantes y 1.041 docentes beneficiados. Los países que han desarrollado esta iniciativa hasta la fecha son: Argentina, Bolivia, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay (gracias al proyecto, se ha llegado a electrificar el 100% de las escuelas rurales sin energía eléctrica) y Panamá. Costa Rica ha iniciado su ejecución en 2016 y en México, Brasil y Ecuador se está realizando negociaciones con los Ministerios de Educación Nacionales para desarrollar el programa.

Se trata de un proyecto sin precedentes que aporta un cambio completo de paradigma y lucha por la justicia social. Se presenta como una oportunidad deampliar horizontes para niñas y niños de escuelas en las zonas rurales, pero también para los docentes y las comunidades. Las niñas y niños que, gracias a este proyecto acceden a internet, viven un cambio crucial en la escuela, se conectan al mundo. Desde los puntos más remotos logran con una sencilla búsqueda no solamente resolver todas las dudas y preguntas que les rondan la cabeza; sino transmitir y contar la realidad de su comunidad dándole voz y situándola en este mundo conectado. El cambio ocurre en la escuela, pero desconectarse al salir por la puerta no es una opción. Los más pequeños trasladan lo aprendido a sus familias y, en consecuencia, toda la comunidad se ve beneficiada.

En el ámbito educativo se tiene en cuenta cada vez con mayor fuerza la necesidad de incluir las TIC. Foto: OEI

En el ámbito educativo se tiene en cuenta cada vez con mayor fuerza la necesidad de incluir las TIC. Foto: OEI

Gracias a la iniciativa de Ayuda en Acción, «Luces para aprender» llega a África. La OEI y Ayuda en Acción han suscrito a finales del mes de junio un convenio de colaboración para implementar el proyecto en el continente africano, comenzando por Mozambique.

“Si quieres ir rápido camina solo, si quieres llegar lejos ve acompañado”

Ayuda en Acción y la OEI no tienen prisa, pero sí quieren llegar lejos; es por ello que, juntos, dan un salto de continente: permitir la extensión del proyecto en otras zonas es un paso muy importante.

El proyecto se ejecutará en primer lugar en Mozambique, donde Ayuda en Acción trabaja desde el año 1998. Gracias a su profundo conocimiento del país y, en concreto, de las comunidades donde se llevará a cabo el proyecto, y a la experiencia de la OEI en su implementación previa y consolidada de «Luces para aprender», se esperan resultados tan satisfactorios como los que presentan las regiones de Iberoamérica.

En un mundo como el actual, la tecnología vino para quedarse. Vivir desconectado no es una opción, pero estar conectado sí es un derecho. «Luces para aprender» abre una puerta al exterior en aquellas comunidades que han sido durante mucho tiempo relegadas al aislamiento. El proyecto se fundamenta en el derecho a la igualdad de oportunidades que tienen todas las niñas y niños, en el derecho de recibir una educación de calidad y en la necesidad de mejorar los procesos de aprendizajes y de la información.

La educación es la clave para el desarrollo sostenible; por ello Ayuda en Acción y la OEI quieren proporcionar una educación de calidad en aquellas comunidades rurales que tradicionalmente han sufrido bajos niveles educativos y altas tasas de deserción. Se busca generar un cambio en los modelos de enseñanza y en las vidas de las comunidades a través de la conectividad.

Fuente: http://www.eldiario.es/ayudaenaccion/Nuevas-luces-Africa-conectarse-derecho_6_539706031.html

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Mozambique: Refugiados invisibles de un conflicto inexistente

Mozambique/19 de julio de 2016/ Fuente: el país

Malawi y las agencias se afanan en acoger a miles de mozambiqueños que huyen de la violencia.

El olor a humo se extiende por el campamento y pica en la garganta. El sol empieza a esconderse, y los refugiados de Luwani encienden fuegos para preparar la cena. Mientras, la temperatura afloja en el cálido invierno de esta zona del sudeste de Malawi, a algo más de 50 kilómetros de la frontera con Mozambique. Hace unos meses, en casa de Oskar, al otro lado de la línea imaginaria que divide ambos países, también acababan de hacer la comida. Este chico de 21 años y mirada vacía almorzaba con sus padres y sus dos hermanos cuando un grupo de soldados que identifica como «de Frelimo» (el partido izquierdista que ha gobernado Mozambique desde su independencia en 1975) apareció y les hizo entrar en la vivienda. «Sentí que corríamos peligro», recuerda. Así que abrió una ventana y salió corriendo en busca de ayuda. Minutos después el humo le hizo volver la cabeza. Su casa ardía con su familia dentro.

En Luwani, un campo de refugiados que llevaba cerrado desde 2007, se escuchan decenas de historias similares: hogares reducidos a cenizas, tiroteos, soldados buscando a partidarios de «los otros» para «hablar con ellos»… Las atrocidades propias de una guerra civil como la que desangró a Mozambique entre 1975 y 1992. Tras la instauración de elecciones multipartidistas, el fin del conflicto parecía certificado y en los últimos años la antigua colonia portuguesa ha sido la joya de la cooperación internacional y uno de los países con mayor crecimiento de África. Pero «unos» y «otros», siguen siendo los mismos. Frelimo, y Renamo (el partido conservador que lucha por el poder desde entonces).

“No imaginas cómo es volver a sentirse seguro. Este lugar me da esa sensación”

Tras las presidenciales de 2014, el derrotado líder de Renamo, Afonso Dhlakama, denunció fraude electoral aunque su partido había crecido en representación. Y en marzo del año pasado anunció su intención de gobernar en las seis provincias del centro y el norte del país donde reclama legitimidad. Habitantes de esas áreas que han huido de sus tierras por los enfrentamientos entre ambas fuerzas acusan sobre todo a los de Frelimode dejar un rastro de muerte y destrucción en su persecución contra los opositores.

Ilidio, un anciano que no recuerda su edad, aún tiembla al recordar la mañana que fue a visitar a sus nietos y a medio camino vio una nube de humo que ascendía desde su pueblo. «Intenté volver a casa, pero escuché tiros. Un amigo me dijo que uno de esos disparos había matado a mi mujer». Ese temor es el que ha llevado a varios miles mozambiqueños a dejarlo todo (cuando quedaba algo que dejar) y escapar con lo puesto, a pie durante varios días, para cruzar la frontera y buscar refugio en Malawi.

Un grupo de chicos bombea agua en el asentamiento de Kapise. CARLOS MARTÍNEZ

A tres kilómetros de la aldea malauí de Kapise II, el límite entre ambos países es un camino de tierra en el que solo un mojón de piedra indica que cambias de territorio. A este pueblo empezaron a llegar hace justo un año cientos de mozambiqueños aterrorizados. Los vecinos de la comunidad los recibieron con los brazos abiertos y les cedieron terreno para que levantaran sus refugios. El hecho de que la mayoría de los que llegaban compartieran etnia y lengua (el chichewa) con la población local facilitó las cosas. «A algunos ya les conocíamos porque cruzábamos de un lado a otro para comerciar», explica William Matiwe, el jefe local. El Ejecutivo de Malawi también los admitió.

A medida que más y más personas arribaban a Kapise y otros puntos, el Gobierno y las organizaciones internacionales declararon una emergencia. Se pasó de unas 700 personas en todo julio hasta un goteo de casi 300 al día a mediados de febrero de este año, hasta superar con creces la barrera de los 10.000. Bajo la supervisión del Ejecutivo malauí y la coordinación de Acnur (el alto comisionado de la ONU para los refugiados), Médicos sin Fronteras, Acción contra el Hambre, Plan International y otras agencias y ONG acudieron a dotar a los refugiados y solicitantes de asilo de letrinas, pozos de agua, material para refugios, atención médica y hasta una escuela.

“Intenté volver a casa, pero escuché tiros. Un amigo me dijo que uno de esos disparos había matado a mi mujer”

En estas colinas de tierra rojiza, frías en esta época, decenas de inestables y minúsculas chozas de madera y paja se arraciman sin apenas dejar espacio con las construcciones locales mientras le comen terreno al bosque. La situación se tornó insostenible por la previsión de nuevas llegadas y, sobre todo, por la sensación de inseguridad. A solo dos minutos de la frontera, muchos se sentían desamparados. «En Kapise estaba muerto de miedo», recuerda el anciano Ilidio. Más aún cuando entre abril y mayo se avistaron soldados de Frelimo en una loma visible desde allí. Tampoco ayudó que miembros del Gobierno mozambiqueño insistieran en que se les dejara reunirse con los refugiados y algunos llegaran a acercarse allí— para animarles a volver, como si no pasara nada.

Porque ese es el drama. Si los refugiados y desplazados del continente africano ya cuentan poco para la comunidad internacional, es todavía más complicado aceptar tu situación cuando la lucha de la que huyes, en teoría, no existe. Las autoridades de Maputo se resisten a reconocer los enfrentamientos y solo admiten ataques de por parte de Renamo mientras desmienten noticias como la aparición de fosas comunes, aunque después se encuentren evidencias que sugieran su existencia. Y la opinión pública mundial es prácticamente ajena a todo esto.

Atardecer en el campo de Luwani.ver fotogalería
Atardecer en el campo de Luwani. CARLOS MARTÍNEZ

Para acoger a todos en condiciones, las autoridades malauís decidieron reabrir el viejo campo de Luwani, donde ya se cobijaron en su día miles de mozambiqueños junto con otros tantos ruandeses, a más de 50 kilómetros de la frontera. «No imaginas cómo es volver a sentirse seguro. Este lugar me da esa sensación», asegura Thomas, un profesor que cuenta que huyó tras esconderse entre los conejos de la casa de su hermano cuando los hombres de Frelimo fueron a buscarle allí. Le acusaban de colaborar con Renamo.

Los trabajos de reacondicionamiento en Luwani avanzan a marchas forzadas por la falta de recursos. «Tenemos que tirar de imaginación y aprovechar todo lo que nos llega», explica Fadela Novak-Irons, responsable de Acnur para la emergencia. «Eso requiere un enorme trabajo de coordinación entre todas las agencias que trabajamos aquí». Porque todo ha sucedido de improviso. «Esta crisis no estaba en el radar de nadie», reconoce Novak-Jones. Los técnicos de Acnur se afanan en demarcar zonas para levantar nuevas viviendas, cada una con su zona de cultivo (para que los habitantes del campo puedan intentar generar sus propios ingresos o alimentos), construir letrinas y zonas comunes para niños o mujeres. Ya han instalado pozos de agua, rehabilitado el centro médico y reforzado la escuela local. Las labores continúan, pero «todo depende de los fondos», señala la responsable de Acnur.

Y el principal problema, una vez más, es la comida. «Estamos contentos con la educación de los niños, pero la comida no alcanza», cuenta Hilario, de 36 años, mientras protege con una mano enorme a uno de sus cinco hijos del humo que desprende la fogata en la que su mujer prepara la cena tirando de inventiva. Hilario es de los que tuvo que huir por la amenaza de los opositores de Renamo, que se llevaron a su padre, un jefe local con los consiguientes vínculos con el Gobierno. «Me dicen que aún me andan buscando».

A mediados de abril empezaron los traslados al campo reabierto desde el asentamiento de Kapise, que Malawi quiere despejar para que sea solo un centro de tránsito para los recién llegados. Pero muchos se han negado a cambiar de lugar. Las razones son variadas. Algunas lógicas, como las de quienes esperan la llegada de familiares o conocidos antes de alejarse de su país de origen. Otras no están tan claras. Parece que gente que vivía cerca de la frontera se unió en la huida a los que procedían del interior, por miedo a que la violencia les alcanzara. Muchos de estos últimos han regresado. «Hemos visto que algunos van y vienen, otros se quedan allí. También hay quien va a cuidar sus cultivos al otro lado», explica Elsie Mills Tettey, responsable de campo de Acnur. En cualquier caso, varios rumores extendidos por Kapise desde que en Luwani hubo brotes de cólera en el pasado hasta que los traslados son tretas para lanzar a los refugiados a los cocodrilos alimentan la resistencia de quienes lo perdieron todo y fueron perseguidos.

Una hilera de refugios en el campo de Luwani.

Iris, una mujer casi en la cincuentena que está aquí con su marido Hidayat, ciego y bastantes años mayor que ella, tampoco quiere cambiar de lugar. La excusa que ofrece al personal del campo es que acaba de hacer la colada y no quiere mudarse con la ropa mojada. Aunque al final acepta que no le quedará otra, porque en Kapise donde en el último recuento a finales de junio quedaban casi 800 personas se dejará de prestar asistencia. «Iremos porque es la única opción que tenemos: no podemos volver a casa». Algunos que van y vuelven les cuentan que la lucha continúa. Allí, en Mozambique este matrimonio tenía una casa de ladrillo, animales y una granja con gente que trabajaba para ellos. Los soldados de Renamo acamparon en los alrededores y cuando llegaron los de Frelimo comenzaron los disparos. «Quemaron nuestras casas y graneros, y no pudimos traer nada».

Sus vidas, como las de Oskar, Ilidio o la de Ilario y su familia, transcurrían con tranquilidad en unos casos y con dificultades en otras, pero en paz, hasta que un día todo quedó consumido por las brasas. Ahora se dejan llevar, con la esperanza de encontrar un quehacer o tener al menos una pequeña parcela que cultivar para no depender totalmente de la asistencia. «Tal vez en Luwani nos den un trozo de terreno», suspira Iris.

El olor del humo, probablemente grabado a fuego en las pesadillas de todos estos refugiados, se hace más fuerte a medida que cae el sol. Aunque no tienen harina suficiente, Ilario, su familia y sus cinco hijos, invitan a los periodistas a cenar con ellos. Confían en que todo mejore. Y como la mayoría de los más de 1.800 nuevos vecinos de Luwani ponen de su parte para adaptarse a su nueva vida. Oskar, el chico que perdió a toda su familia, no puede ni pensar en volver. «Mozambique está lleno de matanzas, siempre hay enfrentamientos y la gente es asesinada y traicionada», escupe con rabia. «He prometido que nunca regresaré a mi país. Las experiencias que viví no me lo permiten. Haré de Malawi mi casa».

Se han asignado nombres ficticios a los entrevistados para proteger su identidad.

Este reportaje se ha realizado con la colaboración del Comité Español de Acnur (www.eacnur.org)

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/07/13/planeta_futuro/1468425753_198904.html

Imagen: http://ep02.epimg.net/elpais/imagenes/2016/07/13/planeta_futuro/1468425753_198904_1468518619_noticia_fotograma.jpg

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Tracoma, el mal que ciega el futuro del África negra

África/18 de Julio de 2016/La Rioja

Hay pocos lugares del mundo donde el futuro se sienta más borroso que en poblados como el de Mayuge, en Uganda. Por eso, el doctor Bandobere Eleager se afana desde hace años en operar tantos ojos como puede. Practica una media de seis operaciones cada mañana a pacientes que sufren tracoma, una enfermedad que no tiene cura y en la que, solo a veces, se puede hacer algo por salvar parcialmente la visión del afectado. A la pregunta de cuántas operaciones hace, responde que «demasiadas». «Además, muchas veces tienen que volver en unos días y hay que repetir la intervención», explica sin dejar de coser los ojos de un anciano que soporta con estoicismo los bisturíes y el remiendo sobre sus párpados. Junto a Eleager, otro colega opera a toda velocidad en el humilde pero aséptico quirófano del dispensario del pueblo apoyados por otros dos facultativos. Fuera, un nutrido grupo de hombres y mujeres esperan su turno.

Más de 200 millones de personas de 51 países de África, Asia y América Latina corren el riesgo de padecer tracoma, conocida como la ceguera de los pobres porque solo se registra en los países con graves carencias en su desarrollo. De hecho el 90% de los invidentes del mundo se concentran en ese medio centenar de estados, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Este organismo insiste en que África es el continente más afectado. La desnutrición, la exposición al aire libre en zonas de arena y polvo y la intensidad de la luz solar forman un cóctel explosivo, que acaba de ‘eclosionar’ debido a las graves carencias de salud. En Mayuge se da toda esta combinación de factores. «Aquí el tracoma era endémico hasta hace nueve años -continúa el doctor Eleager mientras sus larguísimos dedos operan con soltura-. Uno de cada siete niños lo padecía, ahora hemos bajado esa cifra hasta el 2%», afirma orgulloso.

 «La combinación de agua potable y unas simples letrinas ayudarían a detener el mal»

En esas cifras ha tenido bastante que ver la cooperación global. La Iniciativa Internacional contra el Tracoma (ITI), junto a la Coalición Internacional para el control del Tracoma (ICTC), tienen como ambicioso objetivo erradicar la dolencia en 2020. Pero los antecedentes son esperanzadores. Estados como Omán, China, Irán, Marruecos o Vietnam fueron declarados libres de tracoma en 2012. En los últimos 30 años, los afectados en el mundo han bajado de 360 millones a menos de 80. Pero todavía hay 230 millones de personas en riesgo.

La ITI, creada por la Fundación Edna McConell Clark, y la farmacéutica Pfizer, ha donado 500 millones de dosis de zitrimocina, un antibiótico que se ha mostrado eficaz contra la ‘Chlamydia trachomatis’, la bacteria que provoca la dolencia. Un avance para paliar sus efectos, que se agravan por las dolorosas úlceras de las córneas. El contagio se produce por secreciones oculares y nasales entre personas, gente que comparte objetos de higiene personal o ropa y luego se frotan los ojos. Los insectos son otro ‘aliado’ de la propagación. En Uganda ocho de sus 40 millones de habitantes viven en alguno de los 41 distritos en los que la enfermedad es endémica. Pero el mundo está lleno de escenarios como Mayuge. Zonas rurales de África (en especial subsahariana), América Central y del Sur, Oriente Medio y Asia. Lugares en los que «la combinación de agua potable y unas simples letrinas contribuirían a detener el mal», concluye el oftalmólogo Eleager mientras remata el cosido de su último paciente.

Un paciente con tracoma en lugares con tantas carencias se convierte en una vida lastrada y que agota una parte importante de los recursos y esfuerzos de la comunidad que debe atenderle. Una vez más, el futuro está en las aulas. En la cercana escuela comunal de Kyebando, a unas pocas decenas de metros del hospital, estudian algo más de mil niños en aulas que superan de largo los 60 o 70 críos. Pero todos participan en los programas para evitar pasar por la misma dolencia que sus padres y abuelos. Cuando su profesor pregunta «¿quién tiene un familiar que sufra tracoma?» solo un chico extiende la mano. «Hace una década la habría levantado más del 60%», dice con orgullo su director, Muwubani Fred. Son barracones muy sencillos pero, en el programa educativo del centro, los planes de formación incluyen maestros de apoyo para responder a las necesidades específicas de cada alumno: «incluidos los que puedan estar afectados en casa por una pandemia como el tracoma», saca pecho el maestro Fred.

Fuente: http://www.larioja.com/culturas/201607/17/tracoma-ciega-futuro-africa-20160717000405-v.html

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Los efectos de El Niño aún no han terminado: 26 millones de niños en África necesitan ayuda

África/14 de julio de 2016/Fuente: iagua

A pesar de que el fenómeno climático El Niño –activo durante 2015 y 2026- ha llegado a su fin, su impacto devastador sobre los niños está empeorando. Esto se debe a que el hambre, la desnutrición y las enfermedades continúan aumentando después de las graves sequías e inundaciones que ha generado este fenómeno, uno de los peores en la historia.

Son algunas de las conclusiones del informe de UNICEF «Aún no ha terminado: Las consecuencias de El Niño sobre la infancia«. La publicación alerta además de las grandes posibilidades de que La Niña –el fenómeno inverso de El Niño– comience su actividad en algún momento de este año, agravando aún más la dura crisis humanitaria que está afectando a millones de niños en algunas de las comunidades más vulnerables.

Los niños que viven en las zonas más afectadas ya están pasando hambre. En África oriental y meridional –las regiones que han sufrido las peores consecuencias de este fenómeno– unos 26,5 millones necesitan ayuda, incluidos más de 1 millón que necesitan tratamiento para la desnutrición aguda grave.

En África oriental y meridional unos 26,5 millones necesitan ayuda, incluidos más de 1 millón que necesitan tratamiento para la desnutrición aguda grave.

En muchos países, los recursos que ya eran escasos han llegado a su límite, y las familias afectadas han agotado sus mecanismos para superar la situación llegando a saltarse determinadas comidas o a vender sus activos. Si no se moviliza ayuda que incluya el envío urgente de suministros nutricionales para los niños pequeños, la situación podría socavar varias décadas de progreso en favor del desarrollo.

El Niño ha afectado también el acceso de poblaciones de numerosos países al agua potable y se ha relacionado con un aumento de enfermedades como el dengue, la diarrea y el cólera, que son las principales causas de mortalidad infantil. En América del Sur, y especialmente en Brasil, El Niño ha generado unas condiciones favorables para la reproducción del mosquito Aedes, que puede transmitir el virus del Zika, así como el dengue, la fiebre amarilla y la chikungunya. Si La Niña evoluciona, podría contribuir a la propagación del virus del Zika en zonas que no han sufrido sus efectos hasta la fecha.

Para UNICEF es también preocupante la posibilidad de que en África meridional, el epicentro mundial de la pandemia del SIDA, se produzca un aumento en la trasmisión del VIH como consecuencia de los efectos de El Niño. La falta de alimentos influye en el acceso a la terapia antirretroviral, ya que los pacientes tienden a no tomar el medicamento con el estómago vacío y, además, muchas personas prefieren utilizar sus limitados recursos para obtener alimentos en lugar de emplearlos en el transporte a un centro de salud. La sequía también puede forzar a las adolescentes y las mujeres a practicar relaciones sexuales transaccionales para sobrevivir. La mortalidad de los niños que viven con el VIH es de dos a seis veces mayor entre los niños que están gravemente desnutridos en comparación con aquellos que no lo están.

Millones de niños y sus comunidades necesitan apoyo para poder sobrevivir. Necesitan ayuda para prepararse ante la eventualidad de que La Niña agrave la crisis humanitaria que confrontan. Y necesitan ayuda que les permita acelerar las medidas para la reducción del riesgo de desastres y la adaptación a los cambios climáticos que están causando fenómenos meteorológicos extremos más intensos y más frecuentes”, dijo la directora de programas de emergencia de UNICEF, Afshan Khan. “Los mismos niños que han sufrido los efectos de El Niño, y que están amenazados por La Niña, se encuentran en primera línea ante el cambio climático”.

Fuente: http://www.iagua.es/noticias/unicef/16/07/08/efectos-nino-aun-no-han-terminado-26-millones-ninos-africa-necesitan-ayuda

Imagen: http://img.rtve.es/i/?w=1180&i=1467944642773.jpg

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