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Líbano: Trabajadoras domésticas migrantes: la ruta de la deuda

Trabajadoras domésticas migrantes: la ruta de la deuda

En Líbano el trabajo doméstico está ocupado mayoritariamente por mujeres, principalmente las originarias de Asia y África, que generalmente han tenido que endeudarse en su país de origen para migrar. Una vez en Líbano, hacen frente a restricciones y violencia en el trato, además de las dificultades financieras que encuentran para sobrevivir a diario. La crisis económica que actualmente abruma a Líbano aumenta las necesidades financieras de estas mujeres que a veces no tienen otra opción que endeudarse de nuevo para irse, a menudo a sus países de origen. Por lo tanto, el de estas mujeres en lucha es un viaje migratorio marcado por el yugo de la deuda.

Una migración doméstica no árabe y femenina en Líbano

Después de la guerra civil libanesa que duró de 1975 a 1990, Líbano se inscribe en el movimiento de globalización económica que fomenta las desigualdades y la mundialización de los movimientos migratorios[1]. Hoy en día, además de los 4,3 millones de personas residentes libanesas, la presencia estimada de más de 1,2 millones de personas sirias y 200.000 palestinas, han llegado al Líbano un gran número de trabajadoras domésticas provenientes especialmente de Sri Lanka, Filipinas, Etiopía, Madagascar y otros países africanos y asiáticos, ocupando principalmente puestos de trabajo en el sector de servicios (comercio, restauración, hostelería y especialmente limpieza). Actualmente, se estima entre 250.000 y 300.000 las trabajadoras domésticas extranjeras en el Líbano; es decir, alrededor del 15 % de su población activa .

Si el trabajo doméstico era ocupado principalmente por mujeres libanesas o sirias provenientes del campo, a partir de la década de 1980 las mujeres de países asiáticos y africanos fueron viniendo gradualmente a participar en el mercado laboral doméstico[2] Esta desarabización se aceleró después de la década de 1990, cuando las mujeres libanesas, que tenían mayor tasa de escolaridad, se integraron en sectores más cualificados. Finalmente, desde la guerra de 2006, este sector ha estado ocupado principalmente por mujeres migrantes no árabes. Sin protección social, estas mujeres migrantes están altamente concentradas en los sectores no valorados, correspondientes al llamado trabajo de reproducción social[3]. Esta sobrerrepresentación de las mujeres minoritarias y racializadas está en el corazón de un sistema capitalista, racial y patriarcal que se basa en el trabajo de las «sirvientas de la mundialización»[4]. Así pues, las trabajadoras domésticas sufren tres formas de dominación: como migrantes, como mujeres y como trabajadoras. En Líbano, esta división sexual, social e internacional del trabajo produce relaciones de dominación mantenidas por el sistema que organiza esta migración, la kafala.

La kafala, una práctica en las fronteras de la legalidad

La kafala o sistema de patrocinio es un dispositivo migratorio a través del cual muchas mujeres africanas y asiáticas vienen a establecerse como trabajadoras domésticas en el Líbano quedando su derecho de residencia vinculado a la persona empleadora-patrocinadora. Por lo tanto, la relación de servicio entre estas mujeres y una persona kafil (tutor o tutora) está eminentemente marcada por el yugo de la dominación[5].

Tal como se practica en Líbano, la kafala es una práctica al límite de la legalidad, ya que el sector del empleo doméstico está explícitamente excluido del derecho laboral. La kafala se basa en decretos administrativos y restricciones paralegales impuestas por las agencias de contratación y las empleadoras y empleadores. Desde 2009 hay redactado un contrato de trabajo unificado con la intervención del Ministerio de Trabajo y las  embajadas, sin que las autoridades competentes prevean ningún control de su cumplimiento. Además, este contrato establece la obligación de residir en la residencia de las personas empleadoras, ignora la confiscación de pasaportes, la prohibición de salida de la empleada de la vivienda, el pago de salarios o un salario mínimo. Otras tantas violencias coercitivas vistas las cuales estas relaciones laborales no libres pueden describirse como esclavitud moderna, como hacen algunas organizaciones internacionales y locales y algunas de estas propias mujeres[6].

Estas situaciones de explotación se basan en un racismo institucionalizado que estructura el mercado laboral interno en el Líbano. Por ejemplo, emplear a una trabajadora filipina es más caro porque se la considera mejor educada, con conocimientos de inglés, más limpia, que cuida bien a los niños. Las mujeres de Sri Lanka o las mujeres etíopes parecen sufrir más por el color de su piel porque son consideradas por las y los libaneses como mujeres obstinadas, sin educación. El trabajo de estas mujeres migrantes y su viaje migratorio están también marcados por procesos históricos coloniales y racistas, así como por sus condiciones de vida iniciales. El proyecto migratorio de estas mujeres a menudo responde, pero no se limita, a factores macrosociales y también a la voluntad de las mujeres de salir de una situación de pobreza e intentar el ascenso social a través de la movilidad migratoria.

Endeudamiento para migrar y servidumbre por deudas

A menudo, la partida de estas mujeres se debe a la huída de una situación económica que se ha vuelto difícil en el país de origen por los planes de ajuste estructural del FMI y las políticas de austeridad impuestas para pagar el servicio de la deuda pública de los países. La partida de estas mujeres responde a situaciones sociales premigratorias relativamente diferentes, pero en las que el factor económico les es común[7]. Para facilitar el movimiento de estas mujeres que trabajan como empleadas domésticas, las autoridades confían en una red de agencias de contratación que trabajan en el país de origen y que, para registrar una solicitud, ofrecen tarifas variables para estas mujeres[8]. Incapaces de pagar esta cantidad antes de partir, generalmente las mujeres cubren sus costos de contratación con préstamos a tasas de interés usurarias. También se puede retener dinero de los primeros salarios por parte de las agencias asociadas libanesas, lo que coloca ya a las mujeres migrantes en una situación de endeudamiento y, por tanto, dependencia y vulnerabilidad.

Los gastos comprometidos y pagados a las agencias de contratación someten a las trabajadoras a la llamada servidumbre por deudas[9], lo que reduce significativamente el poder de negociación de las trabajadoras respecto a sus condiciones de trabajo y de vida. La servidumbre por deudas está definida como una forma de trabajo forzoso. La parte endeudada está obligada a prestar servicios como garantía del pago de la deuda, pero estos servicios no se valoran racionalmente, o no se define su naturaleza ni el período de su prestación[10]. Una vez en el Líbano, estas mujeres pueden verse obligadas a contratar otras deudas para pagar los gastos de transporte al lugar de trabajo, gastos de subsistencia diarios o gastos de emergencia, como gastos médicos. Así, eventualmente, la deuda vincula a la trabajadora con la o el empleador por un período indefinido, ya que debe continuar trabajando para pagar la deuda que ha acumulado debido a los altos costos de la migración, pero también para asegurarse los medios de vida diarios. El recurso económico, inicialmente modesto, que representa el salario de estas mujeres se reduce aún más en una ciudad como Beirut, donde el costo de la vida diaria es alto. Estos factores comprometen el enriquecimiento y el ahorro esperados, sin embargo recursos esenciales en el contexto de la movilidad económica y la precariedad.

En el corazón de la crisis económica y sanitaria: ¿endeudarse para volver a irse?

Hoy, cuando asistimos a la salida de miles de libaneses y libanesas, las condiciones de vida y de trabajo de las trabajadoras domésticas migrantes varadas en Líbano han empeorado aún más con la crisis económica que ha golpeado al país desde 2019. La desigualdad de ingresos sigue aumentando con fuerza[11], el índice de pobreza ha aumentado por encima del 50% de la población[12] y alrededor de un tercio de la población vive con menos de 4 dólares al día. Esto pone en cuestión las políticas económicas ultraliberales aplicadas desde el final de la guerra civil en 1990 que fortalecieron el sector financiero, convertido en la principal locomotora de una economía de renta. Hoy en día los bancos poseen conjuntamente casi el 80% de la deuda pública de esenciales en el contexto de la movilidad económica y la precariedad.

En el corazón de la crisis económica y sanitaria: ¿endeudarse para volver a irse?

Hoy, cuando asistimos a la salida de miles de libaneses y libanesas, las condiciones de vida y de trabajo de las trabajadoras domésticas migrantes varadas en Líbano han empeorado aún más con la crisis económica que ha golpeado al país desde 2019. La desigualdad de ingresos sigue aumentando con fuerza[11], el índice de pobreza ha aumentado por encima del 50% de la población[12] y alrededor de un tercio de la población vive con menos de 4 dólares al día. Esto pone en cuestión las políticas económicas ultraliberales aplicadas desde el final de la guerra civil en 1990 que fortalecieron el sector financiero, convertido en la principal locomotora de una economía de renta. Hoy en día los bancos poseen conjuntamente casi el 80% de la deuda pública de Líbano, lo que representa el 170% del PIB del país a principios de 2019. A principios de marzo de 2020, ante la devaluación desenfrenada de la libra libanesa, Líbano anunció el primer impago en su historia de una parte de su deuda externa pública (1.200 millones de un total de 90.000 millones de dólares)[13].

Con la difícil situación sanitaria ligada a la gestión de la pandemia de la Covid-19[14] a la que las trabajadoras domésticas son particularmente vulnerables[15], y la doble explosión del puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020, muchas y muchos empleadores se han visto obligados a abandonar a sus trabajadoras domésticas, sin dinero ni papeles. Hoy en día, muchas de ellas quieren regresar a su país de origen, pero pocas tienen los medios o documentos necesarios. Entonces, la única salida es pagar multas astronómicas y salir después de obtener un salvoconducto. A esto hay que añadir el precio del billete de avión al país de origen, a veces lejano. Por estas razones, generalmente tienen que volver a endeudarse para regresar a sus países de origen.

Mientras tanto, estas mujeres se están organizando, resistiendo y luchando contra esta violencia sistémica. Durante el verano de 2020 se multiplicaron las manifestaciones de estas mujeres frente a los consulados demandando a su país que las repatrien. Pero en términos más generales, estas mujeres están luchando para asegurar que sus trayectorias ya no estén restringidas, sino que se construyan fundamentalmente dentro de un marco de libertad de movimientos. Que no estén basadas violencia coercitiva, sino desplegadas en un espacio de autonomía de su proyecto migratorio. Por lo tanto, es fundamentalmente el sistema de opresión inherente al sistema capitalista, racista y patriarcal, del que la división sexual del trabajo es uno de sus engranajes, lo que cuestiona la situación de estas mujeres, y sus luchas.

Fuente de la Información: https://vientosur.info/trabajadoras-domesticas-migrantes-la-ruta-de-la-deuda/

 

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La vuelta al mundo: la situación de los refugiados sirios en Líbano, Turquía y Francia

Desde hace una década, más de 5,7 millones de sirios han huido por la guerra en su país. En Líbano, los refugiados sirios viven en difíciles condiciones debido a las restricciones del Gobierno y la crisis económica. En Turquía habitan unos 3,6 millones de sirios; allí la situación ha cambiado debido a que una parte de la población turca desea que regresen a su país. Francia, la segunda nación europea con el mayor número de refugiados sirios, se comprometió a recibir a 10.000 personas de todas las nacionalidades para el período 2020-2021, la mayoría ciudadanos sirios.

Fuente: https://www.france24.com/es/medio-oriente/20210316-vuelta-mundo-siria-refugiados-libano-turqu%C3%ADa-guerra

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Estudiantes regresan a la escuela en Líbano

Asia/Líbano/06-12-2020/Autor(a) y Fuente: Spanish. xinhuanet. com

BEIRUT, 2 diciembre, 2020 (Xinhua) — Estudiantes toman clases en una escuela en Beirut, Líbano, el 2 de diciembre de 2020. Los estudiantes regresaron a la escuela conforme Líbano comenzó a levantar gradualmente las medidas de confinamiento a partir del lunes. (Xinhua/Bilal Jawich)

BEIRUT, 2 diciembre, 2020 (Xinhua) — Estudiantes esperan para retirarse en una escuela en Beirut, Líbano, el 2 de diciembre de 2020. Los estudiantes regresaron a la escuela conforme Líbano comenzó a levantar gradualmente las medidas de confinamiento a partir del lunes. (Xinhua/Bilal Jawich)

 BEIRUT, 2 diciembre, 2020 (Xinhua) — Estudiantes toman una clase en una escuela en Beirut, Líbano, el 2 de diciembre de 2020. Los estudiantes regresaron a la escuela conforme Líbano comenzó a levantar gradualmente las medidas de confinamiento a partir del lunes. (Xinhua/Bilal Jawich)

 BEIRUT, 2 diciembre, 2020 (Xinhua) — Estudiantes toman clases en una escuela en Beirut, Líbano, el 2 de diciembre de 2020. Los estudiantes regresaron a la escuela conforme Líbano comenzó a levantar gradualmente las medidas de confinamiento a partir del lunes. (Xinhua/Bilal Jawich)

Fuente e Imagen: http://spanish.xinhuanet.com/photo/2020-12/03/c_139559980.htm

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Uno de cada cuatro niños podría quedarse sin escuela en Beirut a causa de la explosión

Asia/Líbano/semana.com

Una cuarta parte de los niños de la capital libanesa podrían haber quedado privados de escuela tras la devastadora explosión ocurrida en el puerto de Beirut a principios de agosto. Estas proyecciones no tienen en cuenta la deserción por la pandemia.

“Con 163 escuelas dañadas durante la explosión en Beirut, al menos un niño de cada cuatro en la ciudad podría haberse quedado sin escuela”, consideró el IRC en un comunicado la ONG International Rescue Comittee (IRC).

La gigantesca explosión ocurrida en el puerto de Beirut el 4 de agosto causó la muerte de más de 190 personas e hirió a otras 6.500, al tiempo que arrasó barrios enteros de la capital. El estallido fue causado por un incendio en un almacén que contenía desde hace seis años varias toneladas de nitrato de amonio, según las autoridades.

El ejército libanés indicó que más de 85.000 inmuebles resultaron dañados, incluyendo viviendas, hospitales y escuelas.

“Había más de 85.000 alumnos inscritos en las escuelas dañadas y hará falta hasta un año para reconstruir los edificios más destruidos”, agregó el organismo.

“De forma general, esperamos que haya muchos menos niños inscritos en las escuelas y una alta tasa de abandono escolar a medida que vaya avanzando el año”, agregó el director del IRC en Líbano, Mohammad Nasser.

Este potencial abandono escolar podría deberse a una eventual lentitud en la reconstrucción, a la preocupación de los padres por los costes adicionales y por la seguridad de sus hijos durante su trayecto hasta el nuevo establecimiento o a que los niños se vean obligados a trabajar para ayudar a su familia.

El IRC basa sus estimaciones en la escolarización teniendo únicamente en cuenta las consecuencias de la explosión y dejando de lado las relacionadas con la pandemia.

Sin embargo, las escuelas libanesas todavía no han reabierto a causa de un importante repunte en el número de casos de covid-19 en las últimas semanas, y no prevén hacerlo hasta mediados de octubre.

Según las cifras oficiales, en Líbano se registraron más de 35.000 contagios de coronavirus, incluyendo 340 decesos.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/uno-de-cada-cuatro-ninos-podria-quedarse-sin-escuela-en-beirut-a-causa-de-la-explosion/202046/

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Los más vulnerables en Beirut tras la explosión: los niños

Asia/Líbano/15 septiembre 2020/elpais.com

Un mes después de la explosión que sacudió la capital del Líbano, numerosas organizaciones internacionales y locales han lanzado campañas de ayuda humanitaria para paliar los efectos de la catástrofe entre los más pequeños

La explosión en el puerto de Beirut dejó 190 muertos, 6.500 heridos y 300.000 personas afectados por la destrucción o daños en sus hogares, y el impacto del desastre sobre los niños ha sido grave. Según los últimos datos de la agencia de Naciones Unidas para la Infancia, entre los fallecidos había cuatro niños y 1.000 heridos, y se estima que unos 100.000 se vieron desplazados de sus hogares. Desde entonces numerosas ONG trabajan en el terreno para dar apoyo humanitario y protección urgente a los más pequeños y sus familias.

“Un mes después de las devastadoras explosiones, las necesidades siguen siendo graves y debemos mirar hacia el futuro”, declaró Yukie Mokuo, representante de Unicef en Líbano, en una rueda de prensa celebrada en Karantina, uno de los barrios más damnificados por la explosión del 4 de agosto, cuando se cumple un mes del trágico suceso.

Tras guardar un minuto de silencio en homenaje y recuerdo de las víctimas de la detonación, la responsable de Unicef en el Líbano ha asegurado que, aunque haya “pasado un mes de la explosión, el corazón de todos está roto. Todo el mundo ha quedado conmocionado después del gran impacto”. Ahora “el bienestar de los niños es nuestra prioridad” y “el futuro del Líbano depende de que los niños crezcan sanos, en un entorno seguro”.

Actualmente, la repuesta de Unicef se centra en mantener seguros a los niños y rehabilitar servicios básicos como el acceso a la atención médica, educación y agua segura. En este sentido, la entidad ha enviado 18 cargamentos de ayuda humanitaria esencial, ha reconectado más de 160 edificios al sistema público de agua, ha instalado alrededor de 870 tanques de agua en hogares afectados, y ha distribuido 4.485 kits de higiene y 462 para bebés entre las familias. Asimismo, Unicef ha proporcionado apoyo psicosocial a 1.406 niños, padres y cuidadores y planea facilitar apoyo para que las familias puedan reconstruir sus casas y medios de vida. Todo ello, junto con la movilización de 2.000 jóvenes que se han echado a las calles para limpiar, hacer pequeñas reparaciones en viviendas y distribuir comidas.

Para cubrir las necesidades más inmediatas de los niños y sus familias durante los próximos tres meses, la agencia de la ONU para la infancia dijo que necesitaba 42 millones de euros y ha lanzado un llamamiento a la comunidad internacional para recaudar estos fondos.

A los esfuerzos de Unicef se suman los de otras organizaciones de la sociedad civil libanesa como la Cruz Roja, que hasta el momento ha podido ofrecer kits de higiene y paquetes de comida a más de 51.000 personas y asistencia médica y psicológica a otras 11.000. Además, ha organizado una campana de donación de sangre en sus centros de transfusion, ha completado alrededor de 11.500 evaluaciones de edificios dañados y reubicado a más de 100 familias que no pueden regresar a sus hogares.

Por su parte, la ONG libanesa Offrejoie respondió rápidamente poniendo en marcha un programa de rehabilitación de emergencia en dos de los vecindarios más golpeados, —Karantina y Mar Mikhael— e iniciando obras de rehabilitación en 44 edificios y pequeñas viviendas. “El objetivo es ayudar a más de 300 familias a volver a su vida normal con dignidad y seguridad antes del invierno”, explica Carla Jreidini, jefa del equipo de comunicación y captación de fondos de Offrejoie. Además, la asociación distribuye diariamente desayunos y almuerzos calientes a unas 80 familias y organiza actividades psicosociales una vez a la semana para decenas de niños de diversos orígenes afectados por la explosión.

Otra de las organizaciones que también está ayudando a paliar las consecuencias de la deflagración es el Banco de Alimentos Libanés (LFB). La entidad ha repartido aproximadamente 100 toneladas de alimentos entre las familias más necesitadas y planea preparar paquetes de alimentos para niños que incluyan dibujos, juguetes y comida infantil, según ha explicado por teléfono Soha Zaiter, directora ejecutiva de LFB.

No obstante, a pesar de la gran cantidad de asistencia facilitada o prometida, algunas personas que se vieron afectadas por la explosión lamentan que la ayuda aún no les ha llegado. Tres familias asiladas sirias que viven en la zona cristiana de Achrafiyeh (otro vecindario muy dañado por la detonación), aseguran a Planeta Futuro que, aunque vino gente de distintas ONG a comprobar cómo estaban y prometieron ayudarles, todavía no han recibido ningún tipo de apoyo. “La ayuda solo la está dando la comunidad local”, afirma Mohammad, padre de una de las familias sirias y cuyo hogar resultó parcialmente destruido por el efecto de la onda expansiva.

El último golpe a un país en crisis

Las secuelas de la apocalíptica explosión en la zona portuaria de Beirut se han entremezclado con los numerosos problemas que arrastra el Líbano desde hace meses. El país de los cedros atraviesa una profunda crisis económica y política, agravada por la pandemia, y que ha provocado que la moneda nacional haya perdido más del 80% de su valor, que los precios de productos básicos se hayan disparado un 60% y que la tasa de paro aumente hasta el 35%; todo ello en un país que con el mayor número de refugiados per cápita del mundo.

Con más de un millón y medio de desplazados sirios, el Líbano alberga a unos 630.000 niños refugiados de entre 3 y 18 años y, además acoge a más de 400.000 de origen palestino y a 20.000 de otras nacionalidades.

Precisamente, la difícil coyuntura que atraviesa el país ha perjudicado, sobre todo, a las familias y niños en contextos más frágiles. Alrededor de 3,3 millones de personas en el Líbano —más de la mitad de la población total— está clasificada como vulnerable, y se estima que 2,7 millones están clasificadas como «pobres». En un estudio publicado a final de julio, Save the Children advirtió que más de 900.000 personas, entre ellos aproximadamente 550.000 niños, no tenían suficiente dinero para comprar productos básicos como alimentos.

Ahora, tras la devastadora explosión en la capital libanesa, los niños y las familias desfavorecidas están más expuestas que nunca. Por ello, organizaciones como Save the Children ha puesto en marcha un fondo de ayuda para la infancia en el Líbano con el que dar respuesta a las necesidades más urgentes de niños y familias vulnerables.

Voluntarios de la ONG libanesa Offrejoie realizan juegos con los niños del barrio de Karantina.
Voluntarios de la ONG libanesa Offrejoie realizan juegos con los niños del barrio de Karantina. OFFREJOIE

Otro factor peligroso para los niños y familias es la interrupción de la atención médica primaria. Por un lado, al menos 16 centros sanitarios de atención primaria, que atienden a 160.000 personas, sufrieron daños. La detonación también dejó totalmente destruida la unidad de cuidados intensivos para recién nacidos del Hospital de Karantina. Igualmente, una decena de contenedores con cientos de miles de guantes, batas y mascarillas fueron destruidos, al igual que cinco de las siete cámaras frigoríficas para vacunas de un almacén de cuyo mantenimiento se encarga Unicef.

Además de los daños materiales en los centros médicos y hospitales, el caos y las aglomeraciones tras el brutal estallido aceleraron la expansión de la covid-19 en el Líbano. En el ultimo mes se ha registrado un aumento significativo de los contagios y, desde el inicio de la pandemia en febrero, se han contabilizado más de 20.426 positivos y 191 muertes, según datos del Ministerio de Salud Pública libanés.

Ante esta situación de emergencia sanitaria, Unicef ha adquirido dos neveras solares nuevas que se instalarán en el Hospital Rafic Harriri y ha suministrado más de 430.000 mascarillas de tela a la población y Equipos de Protección Personal (EPI) a centros de atención primaria. Del mismo modo, la Cruz Roja Libanesa ha estado trabajando las 24 horas del día para dar apoyo en el transporte en ambulancia de casos confirmados y sospechosos de COVID-19 y de tests PCR.

Una vuelta a las aulas marcada por la incertidumbre

La interrupción del año escolar vinculada a las manifestaciones antigubernamentales en octubre-noviembre y, más tarde, al caos económico y al cierre de las escuelas por la pandemia, ha hecho que muchos niños no hayan podido mantenerse al día con su trabajo escolar debido a un aprendizaje remoto inaccesible o inadecuado, revela una encuesta de Save the Children. A esto se añade que, tras la explosión muchas familias han visto reducidos sus ingresos a cero, por lo que sus hijos corren el riesgo de tener que renunciar a su educación.

De nuevo, esto afecta principalmente a los niños y jóvenes en situación de desplazamiento, quienes a menudo ya habían perdido años de educación debido a la guerra y, además, el 70% de ellos viven en hogares bajo el umbral de pobreza. Así, incluso antes de los cierres, más de la mitad de los niños sirios entre 3 y 18 años (el 58%) estaban fuera de la enseñanza formal, de acuerdo con datos de la ONU.

Actividades de juego que organiza la ONG libanesa Offrejoie en el barrio de Karantina.
Actividades de juego que organiza la ONG libanesa Offrejoie en el barrio de Karantina. OFFREJOIE

Por otro lado, la explosión también ha dejado huella en muchas escuelas del Líbano y unos 183 centros educativos están dañados o destruidos, algo que afecta a más de 77.000 niños y adolescentes.

Unicef —actor clave en la provisión de educación en el Líbano— ha recordado que se necesita actuar urgentemente y aumentar la ayuda para garantizar que todos los niños afectados por las explosiones de Beirut puedan tener acceso a la educación cuando a finales de mes cuando comience el nuevo curso escolar.

“Cuando se produce un desastre como este, la educación puede suponer un salvavidas para los niños cuyas vidas se han vuelto del revés, ya que proporciona un espacio seguro si pueden ir a la escuela, y una sensación de normalidad en medio del caos”, expone la representante de Unicef en Líbano, Yukie Mokuo. Por ello el organismo ha pedido a la comunidad internacional que aumente con urgencia su apoyo a la educación de los niños en Beirut y los recursos se están movilizando con rapidez para iniciar la rehabilitación de las instituciones educativas menos dañadas (un 80% de los centros totales) y que puedan estar operativas antes del comienzo del nuevo año escolar en octubre.

Asimismo, la covid-19 es una dificultad añadida y, debido a ella, todas las escuelas planean implementar un enfoque mixto que combine la educación presencial con la online. “Debemos asegurarnos de que los niños estén protegidos contra la infección por la covid-19”, ha incidido Mokuo en la rueda de prensa, haciendo hincapié en que la planificación del “nuevo año escolar con el apoyo de la educación a distancia” es una “prioridad máxima”.

Sin embargo, estos planes también se han complicado debido al impacto de la explosión. Dado que muchas familias perdieron sus hogares y sus medios de subsistencia, ahora se enfrentan a problemas para tener conectividad y adquirir materiales educativos.

“Es fundamental que encontremos soluciones urgentes para que los niños retomen su educación —también en remoto— lo antes posible”, sostiene Mokuo. “Con el tiempo que puede llevar reconstruir y rehabilitar las escuelas dañadas y reemplazar los muebles y el material escolar perdido, urge impulsar alternativas de aprendizaje remoto para los niños afectados”, agrega. Para ello Unicef ha adelantado que durante los próximos tres meses suministrará material escolar y dispositivos electrónicos y proporcionará Internet a los estudiantes, así como capacitación y apoyo a los maestros “para garantizar que los niños, especialmente los de las áreas afectadas más pobres, reciban no solo un aprendizaje remoto de calidad, sino también el nivel de atención psicosocial que necesitan para superar el trauma”, detalla la responsable de Unicef en el Líbano.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/09/07/planeta_futuro/1599466838_440585.html

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Líbano: Socorristas dijeron que ya no encuentran “ninguna señal de vida” entre los escombros de la explosión en Beirut

Socorristas dijeron que ya no encuentran “ninguna señal de vida” entre los escombros de la explosión en Beirut

Los socorristas libaneses, ayudados por un equipo de “topos” chilenos, indicaron este sábado por la noche que no habían encontrado “ninguna señal de vida” en las ruinas de un edificio siniestrado de Beirut, un mes después de la devastadora explosión ocurrida en el puerto.

Un equipo de socorristas chilenos, pertenecientes a la unidad Topos Chile, que ayuda en las tareas de rescate en la capital libanesa detectó el jueves latidos cardíacos débiles bajo los escombros de un edificio gracias a un perro rastreador y escáneres térmicos. Esta noticia suscitó la esperanza de encontrar un superviviente de la trágica explosión en el puerto de la capital, que destruyó el 4 de agosto vecindarios enteros y dejó al menos 191 muertos y más de 6.500 heridos.

Después de tres días apartando una gran cantidad de escombros, sobre todo a mano, Francesco Lermanda, un socorrista especializado chileno, indicó el sábado por la noche que no se había detectado ninguna otra señal de vida entre las ruinas del inmueble.

“Lamentablemente, hoy podemos decir que técnicamente no tenemos ninguna señal de vida dentro del edificio”, declaró a la prensa.

Dos socorristas se introdujeron el sábado por un túnel hasta el último reducto de aire en el que podría haberse encontrado víctimas, pero no hallaron a nadie, precisó.

“Sin perjuicio de eso, la cooperación y los protocolos continúan para poder dejar la zona segura y seguir buscando alguna victima en el interior”, explicó Lermanda.

Por la tarde, el ingeniero que supervisa las operaciones, Riyadh al Asad, comentó que se habían evacuado varias capas de escombros, en vano.

“Llegamos al hueco de la escalera y no había nada”, lamentó. “El perro nos dio esperanzas pero eso también puso de manifiesto los fallos de todo el sistema. Este edificio debería haber sido despejado hace varias semanas”, dijo.

El Líbano no cuenta con material ni con personal capaz de llevar a cabo ese tipo de operaciones de búsqueda y rescate. Por ello, llegaron al lugar expertos procedentes de Chile, Francia y Estados Unidos.

Todavía quedaban escombros por retirar en la escalera pero la operación parecía haberse complicado.

El director de operaciones de la Defensa Civil libanesa, George Abou Moussa, había declarado el sábado por la mañana que las probabilidades de encontrar supervivientes eran “bajas”.

Por su lado, uno de los socorristas chilenos, Walter Muñoz, dijo a los periodistas que la esperanza de encontrar un superviviente es del “2%”.

El gobernador de Beirut, Marwan Abboud, declaró el jueves a la prensa que podría haber uno o dos cuerpos e incluso un superviviente.

Este anuncio, un mes después de la explosión apocalíptica causada por varias toneladas de nitrato de amonio almacenadas durante años en el puerto sin medidas de seguridad, suscitó una esperanza entre gran parte de la opinión pública traumatizada.

“Es nuestro último latido”, escribió el viernes en Facebook Nasri Sayegh, artista visual y actor beirutí.

Con información de Infobae – AFP

Fuente de la Información: https://lahora.com/2020/09/06/socorristas-dijeron-que-ya-no-encuentran-ninguna-senal-de-vida-entre-los-escombros-de-la-explosion-en-beirut/

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Los problemas profundos de Líbano que desvela la explosión en el puerto de Beirut

Por: Alberto Rodríguez García

 

El 4 de agosto de 2020 a las 18:08 el tiempo se paró en Beirut. El almacén doce del principal puerto de Líbano estallaba haciendo desaparecer parte de la ciudad y destruyendo definitivamente toda esperanza para un país que se dirige hacia su colapso. Porque la explosión del puerto de Beirut no es el síntoma de que algo falla, sino la consecuencia de un sistema cleptocrático, sectario, clientelar y disfuncional.

No se pueden entender los problemas actuales del Líbano sin echar la vista atrás; hasta su configuración como estado moderno bajo el mandato francés. El Líbano de hoy lejos de ser el resultado de un proceso de construcción y liberación nacional, es el hijo maldito del colonialismo francés.

Cuando Francia llegó a Siria tras desintegrar el Imperio Otomano con el tratado de Sèvres, se encontró con un pueblo que bajo el liderazgo del rey Faisal, no quería someterse a otro imperio. Y fue tras la batalla de Maysalun de 1920 en la que las tropas francesas masacraron a la revuelta árabe, cuando Henri Gouraud después de escupir sobre la tumba de Saladino entendió la importancia del «divide y vencerás» en la región. Es por ello que en septiembre del mismo año anunció la creación del ‘Gran Líbano’ como campo de prácticas para la cantonalización del resto de la Siria natural.

A falta de una identidad colectiva, la población se ha refugiado durante años en sus líderes espirituales, dividiendo incluso los barrios en base a la confesión, los partidos y las milicias.

Bajo el mandato, los franceses establecieron una élite rentista de cristianos maronitas principalmente. Dedicados al mercadeo, el estado libanés se mantenía dependiente de su vecino sirio, del mismo modo que los sirios (divididos en cantones) dependían de Beirut como el principal puerto de entrada y salida de materias en la zona. Mantener las divisiones en un puzzle étnico y religioso tan complejo como el de la región resultó ser la mejor estrategia para mantenerla débil, sumida en disputas internas y, como ha sucedido con Líbano desde el 75, en guerras fratricidas. De este contexto nacen los actuales problemas de Líbano y su clase dirigente. A falta de una identidad colectiva, la población se ha refugiado durante años en sus líderes espirituales, dividiendo incluso los barrios en base a la confesión, los partidos y las milicias. Cuando el estado no existe, cada uno encuentra refugio en su Fé, tanto espiritual como mundana, materializada en el partido. Si hubiese que simplificar algo tan complejo, no sería desacertado afirmar que Líbano, hasta cierto punto, es la simbiosis entre el sistema tribal y el estado moderno.

Un modelo económico volátil basado en el sistema financiero, en la especulación inmobiliaria y el turismo, puesto en práctica en un país donde la élite corrupta, depredadora, ha arrasado con todo y es incapaz de proveer a sus ciudadanos de los servicios más básicos, como luz y agua de grifo potable, y un sistema que sobrevive gracias a los préstamos, acumulando una deuda que las instituciones ocultan. Así podríamos resumir ahora lo que es Líbano.

Y para entender el contexto en el que se ha dado la explosión en el puerto de Beirut deberíamos sumar todavía más elementos a un cóctel de por sí venenoso: una crisis sin precedentes y la pandemia del covid-19, que ha impedido a muchos trabajar y ha hecho desaparecer el turismo. Desde octubre de 2019, cuando apareció en el vocabulario diario de los libaneses la palabra Thawra (revolución), la Libra Libanesa se ha devaluado un 90 % y la deuda suma 90.000 millones de dólares; alrededor del 170 % del PIB libanés. Y en un escenario de por sí catastrófico, sucedió la peor de las catástrofes, con la desaparición del principal puerto de un Líbano que importa prácticamente todo, con la destrucción del silo que guardaba grano para todo un año, con la muerte de cientos, el dolor de miles y una clase política incapaz de proponer soluciones. 300.000 beirutíes han perdido sus hogares o se han visto obligados a desplazarse.

El sistema es el problema

Entendiendo que la política libanesa no funciona en base al bien colectivo, sino al beneficio de cada bloque político y confesional, es fácil deducir por qué no se pueden solucionar los problemas del país si no se reforma el sistema y se sustituye a la élite política por perfiles que no sean los actuales señores de la guerra civil (Aoun, Berri, Geagea, Gemayel, Joumblatt…). Pero el cambio es complicado, porque la sociedad civil dispuesta a extirpar el tumor, es todavía una minoría.

Una parte nada desdeñable de la sociedad, aunque consciente de los problemas y hastiada del statu quo, sigue pensando en clave sectaria y colonial. Por un lado, el bloque del 14 de Marzo, con una clara tendencia occidental y liberal, no propone más que el sometimiento al mercado. ¿Por qué? Los humildes, generalmente los más empobrecidos del norte (Trípoli), anteponen el acercamiento a Arabia Saudí a un sistema propio y soberano. Los cristianos de Fuerzas Libanesas representan a esa población afrancesada, a esa élite establecida durante el mandato que desde 2006 ha visto cómo sus privilegios cada vez están más amenazados por una población chií reforzada con Hezbolá, que demográficamente no para de crecer mientras que los cristianos en Oriente Medio no dejan de disminuir.

Con un sistema impuesto desde fuera pero apuntalado por las élites de dentro, dan igual las promesas, porque ni el gobierno va a ser justo, ni la comunidad internacional va a ser justa.
El bloque del 8 de Marzo, por su propia unión forzada y artificial, no puede articular una estrategia de éxito. El Movimiento Patriótico Libre intenta jugar a varias bandas, con un modelo liberal, mientras se encuentra con fuerzas socialistas que tienen objetivos muy distintos. Por otro lado, Amal, la principal fuerza chií en el gobierno, está dentro del 8 de Marzo, pero bien podría ser parte del 14 de Marzo; con una agenda propia y un Nabih Berri que ha negociado la disolución de su propio gobierno con Walid Jumblatt como representante de los intereses del 14 de Marzo (y sus redes clientelares dentro de la comunidad drusa).

En estos tira y aflojas, en estos tejemanejes donde se disuelven gobiernos, se crean otros nuevos de rostro tecnócrata para volver a disolverlos… no se cuestiona el problema esencial del sistema, porque todos los partidos son el problema. Para la élite no es más que un juego. Lo que hoy quiere uno, mañana lo quiere el otro y donde diije digo… digo Diego; lo que da fuerza a una de las consignas más políticas de los manifestantes antigubernamentales: «Todos es todos». Sin excepción.

Ahora que la población está al borde del abismo de nuevo, es cuando se abren las heridas más profundas de Líbano. De un país creado desde la segregación y el individualismo colectivo (por comunidades ). De un Gran Líbano que nunca fue tal. Con una clase dirigente incapaz de aportar soluciones, cada vez más ciudadanos se refugian en la resistencia islámica en el sur, en Francia en el centro y en Turquía en el norte.

El gobierno se ha desmoronado con dimisiones en bloque, forzando la disolución del mismo, cara a forzar unas nuevas elecciones bajo la ley sectaria de siempre, abriendo un abanico de escenarios inciertos fruto de la improvisación. Ya se intentó crear algo nuevo con Hassan Diab –un perfil tecnócrata– a la cabeza, pero bajo las viejas dinámicas, es imposible. Con un sistema impuesto desde fuera pero apuntalado por las élites de dentro, dan igual las promesas, porque ni el gobierno va a ser justo, ni la comunidad internacional va a ser justa.

Líbano no puede permitirse volver a apostar por su viejo sistema, como tampoco puede permitirse apostar por los amigos lejanos de fuera. La única solución para el país debe ser entorno a dos claves: identidad y comunidad.

  • Identidad

La mafia sectaria se ha beneficiado durante un siglo de las redes clientelares para servir a ‘los suyos’. Mientras la comunidad fuese bien, no había problema… pero el estado poco a poco iba muriendo. Nunca se rompió realmente con el mandato, y Líbano nunca perteneció a los libaneses. Incluso tras la guerra civil, no se rompió con el sistema sectario en pos de la unidad para evitar la repetición de los errores del pasado. En 1989 se firmó el acuerdo de Taif, que apuntalaba el Líbano desigual, en el que los ciudadanos no valen lo mismo, en el que la gente vota en base a sus intereses religiosos; en el que el voto cristiano vale dos tercios y el del resto un tercio.

Ni Irán, ni el Golfo, ni Francia, ni EE.UU.; Líbano pertenece al Levante. Y frente al divide y vencerás, no hay más fuerza que la unidad: la social y la regional

Sin una identidad colectiva, nacional, es imposible que haya políticas colectivas, nacionales. El libanés no es el chií que porta las banderas de Amal y Hezbolá. No es el cristiano que se envuelve en las banderas de las Fuerzas Libanesas o, si es más de izquierda, en las del Movimiento Patriótico Libre. No es el suní que apoya al Movimiento Futuro de Hariri. No es un tonto útil de los partidos corruptos; es algo más. Es mucho más.

  • Comunidad

Líbano no es «la Suiza de Oriente Medio». Tampoco es «la pequeña París». Líbano es Líbano, punto. Y un libanés tiene muchas más opciones de prosperar si en lugar de creerse cercano a París, asume que sus vecinos están en Damasco y en Amán. El mandato francés quiso convertir el Líbano en un territorio aislado, escondido entre el mar y la montaña, ajeno a Oriente Medio. Líbano no puede dar la espalda a los hechos, y es que el 28 % de todos los dólares de sus bancos, son dólares de sirios. Integrar la economía de ambos países, es volver a introducir al Líbano en su espacio natural.

Las limosnas francesas que ahora recauda Macron no son nada en comparación con lo que podría resultar de integrar al país en la Nueva Ruta de la Seda de China. Ni Irán, ni el Golfo, ni Francia, ni EE.UU.; Líbano pertenece al Levante. Y frente al divide y vencerás, no hay más fuerza que la unidad: la social y la regional. Esa fue siempre la pesadilla de Gouraud.

Fuente e imagen:  https://actualidad.rt.com/opinion/alberto-rodriguez-garcia/362777-problemas-profundos-libano-explosion-puerto-beirut

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