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El fascista que todos llevamos dentro

Por: Ilka Oliva Corado

Para que un fascista gane la presidencia de un país se necesitan millones de fascistas que en tiempos de democracia acaben con la misma dándole su voto a un extremista de derecha. Porque una cosa es una dictadura sangrienta y otra es que millones de personas por su propia voluntad voten por un fascista y lo hagan presidente.

El nombre del fascista es lo de menos, estamos rodeados de ellos, nosotros somos ellos: todos tenemos un fascista en nuestras familias, amistades, conocidos, compañeros de trabajo, en nuestra comunidad, nosotros mismos tenemos algo de fascistas. ¿No? Veámonos en un espejo. Tengamos las agallas y la responsabilidad de hacernos cargo de lo que somos y lo que representamos: de lo que nutrimos. Porque nosotros y solo nosotros somos los que mantenemos este sistema vigente.

Por solapar cualquier tipo de violencia por mínima que sea, por alimentar estereotipos, por ese ego que no nos cabe en el pecho, por el descaro de solapar en lugar de denunciar y provocar un cambio, por pequeño que sea. Por cómodos y defender nuestra pequeña burbuja de fantasía de una holgada estabilidad y con eso arremeter contra quienes ponen el lomo para que nosotros podamos joderlo todo con nuestras mentes colonizadas.

Somos machistas, misóginos, patriarcales; somos racistas a morir, clasistas como solo nosotros mismos, no hay quién nos gane, homofóbicos y; es muy fácil que con ese tipo de mediocridad llegue un representante de la ultraderecha y nos encienda el odio de un chispazo y arrasemos con todo pensando como buenos idiotas que los perjudicados serán otros.

Entonces señalamos: la culpa es de los pobres que se dejan manipular por los medios de comunicación: cuando sabemos que el obrero, el que trabaja de sol a sol ni a televisión ni a radio llega, apenas tiene para comer un tiempo al día si bien le va.

Yo al oprimido le perdono todo, porque no ha tenido una sola oportunidad en la vida y se ha fajado buscándola, pero responsabilizo de un voto al fascismo a quien ha tenido acceso a la educación, quien se ha formado un criterio propio y ha podido discernir y que aun así vota para joder al de abajo. Estas personas merecen cadena perpetua: por traidores e inhumanos.

Explicaciones científicas, psicológicas y políticas las hay, somos buenos para culpar a otros. Ahí están quienes en el caso de Brasil han culpado a los gobiernos de Lula y Dilma, ¿pero qué pueden hacer 15 años de democracia ante 500 años de opresión? La lucha es monumental, en 15 años no se logran resolver los problemas de siglos no de décadas. Esto es un proceso largo en el que debemos contribuir todos. Tenemos que arrancar la raíz y la raíz es un sistema patriarcal y misógino primordialmente.

¿Fallaron? ¿Y si fallaron por qué hubo tanta vida en Brasil en 15 años? Lo que sucede es que fueron mal agradecidos con quienes les dio de comer.

Culpamos a los injerencistas, pero es que las injerencias pueden llegar pero si la gente no se vende, si la gente tiene integridad y respeto y amor a su pueblo no hay quién les abra la puerta desde dentro para dejarlos pasar. La culpa no es de los injerencistas, la responsabilidad absoluta es de quienes desde dentro venden a sus pueblos. Dejemos de culpar Trump, es cómodo culpar para desligarnos de nuestras responsabilidades. Trump es un mortal como nosotros, de Bolsonaros están llenas las calles.

Hasta que no nos hagamos responsables de nuestros propios actos, de lo que solapamos y de lo que nutrimos, Latinoamérica ni el mundo cambiarán. Hay un fascista en cada uno de nosotros, unos son más visibles que otros pero el ADN lo tenemos. ¿Qué haremos al respecto? ¿Seguir culpando a otros? ¿A los medios de comunicación? ¿A los injerencistas? ¿A los pobres? Pobres somos nosotros: en espíritu, agallas y cerebro.

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com

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De la actualidad de Paulo Freireg

Por: Xavier Besalú

¿Por qué revindicar a Freire hoy, 21 años después de su muerte, casi 50 años después de que viera la luz su Pedagogía del oprimido?

Freire vivió en el entonces llamado Tercer Mundo, entre el bloque capitalista, capitaneado por los Estados Unidos, y el bloque socialista, encabezado por la Unión Soviética; un mundo dividido, en una denominada guerra fría, que prácticamente obligaba a todos, estados, pueblos y personas, a elegir entre ambos bloques. Él lo vivió desde América Latina, el patio trasero de los Estados Unidos, donde los intentos de revertir su situación neocolonial resultaron casi siempre infructuosos.

Pero el mundo de hoy es bien distinto: desaparecido el bloque socialista, la economía de mercado, el capitalismo, exhibe exultante su triunfo incontestable, mientras los llamados estados del bienestar cada vez lo son menos y se pone en duda su misma viabilidad. Igual que la economía, también la política ha sufrido el impacto de la globalización: al mismo tiempo que se pretende reducir la democracia a las citas electorales periódicas, lo cierto es que las tecnologías digitales han abierto un mundo de posibilidades a la participación de la ciudadanía, que ve incluso factible prescindir de las mediaciones (los partidos políticos, los sindicatos, los medios de comunicación, los representantes elegidos…).

Este es el mundo que nos interpela, esa es la realidad que debemos desocultar, esos son los desafíos del presente: ¿Cómo hacer frente a la creciente desigualdad y al desmantelamiento de los estados del bienestar? ¿Cómo dar un nuevo sentido a la solidaridad entre los pueblos sin generar nuevas formas de dependencia? ¿Cómo defender la importancia de las organizaciones, hoy tan desacreditadas, para poder negociar de tú a tú con unos poderes fácticos tan descomunales? ¿Cómo conjugar las posibilidades que nos ofrecen las redes sociales, su inmediatez y horizontalidad, con la imprescindible reflexión y responsabilidad?

Por otra parte, no se puede comprender a Freire si lo desvinculamos de su fe y de su compromiso cristiano. Si la religión católica se asoció tradicionalmente al poder y a los poderosos, especialmente en América Latina, el concilio Vaticano II abrió las puertas a la teología de la liberación, una lectura del evangelio en clave no solo moral, sino también política y social, y Mounier le mostró el camino para edificar un nuevo humanismo esperanzado y trascendente, en diálogo crítico con el marxismo.

También ha cambiado el panorama religioso en nuestro país, en aquel entonces situado entre el nacionalcatolicismo rampante a nivel jurídico y jerárquico, y una iglesia de base, refugio del antifranquismo. El proceso de secularización experimentado ha sido impresionante, pero el interrogante religioso, el vínculo con el misterio, sigue ahí, tal vez para enfrentar con alguna garantía el insoportable peso negativo de las numerosas indeterminaciones que gravitan sobre nosotros y nos hunden en la perplejidad y, a menudo, en la desesperación, en palabras de Duch.

¿Es posible ser freireano sin esa pulsión religiosa y esperanzada que guió siempre sus pasos? ¿Debemos integrar la dimensión religiosa en una educación efectivamente integral? ¿Cómo fortalecer la subjetividad y la independencia de las personas cuando son tan poderosas las variables situacionales y tan persistentes los riesgos de alienación? ¿Cómo dar un sentido a nuestra existencia para no caer en la indiferencia que imposibilita cualquier posibilidad de lucha por la transformación social?

Freire fue además un intelectual riguroso y reconocido, un pensador de sólidas bases filosóficas, bien conectado con las inquietudes de su tiempo. Una de las columnas maestras de su pensamiento fue el marxismo, de manera especial el de Gramsci, que le transmitió la importancia para la práctica de la lucha cultural, de la ideología, de los imaginarios, de la educación como un factor estratégico de primer orden para la transformación de las personas y de las sociedades. Otra columna fue el pensamiento postcolonial, que bebió directamente de Fanon, como es perceptible en esas palabras de Freire: Mi punto de vista es el de los condenados de la tierra. Y aún deberíamos mencionar a los existencialistas y su visión del individuo como persona libre, sí, obligada a tomar las riendas de su propia vida, a pesar tener que andar a tientas en la oscuridad y de la falta de referentes, porque no debemos esperar que nadie, que ningún absoluto, nos saque las castañas del fuego…

Si el mundo de Freire –como hemos visto- era el de las ideologías fuertes, el pensamiento sólido, las narrativas de salvación, el mundo de hoy es el de la liquidez, el del pensamiento débil, o único, el de la flexibilidad y adaptabilidad… Y una vida líquida es una vida siempre en precario, vivida en condiciones de incertidumbre permanente, de soluciones a corto plazo, sin pasado y sin futuro…

Paulo Freire nos invita, hoy como ayer, a pensar quienes son los condenados de la tierra, quienes son los oprimidos, y a renovar nuestro compromiso teniendo claro a favor de quienes y de qué trabajamos y educamos, y en contra de quienes y de qué. Nos desafía a ser de nuevo críticos y propositivos, a fundamentar sólidamente nuestras posiciones y a ser coherentes en nuestras acciones. Cuando son tan insistentes las llamadas a la innovación, cuando aparentemente las tecnologías digitales van a resolver o a disolver todo tipo de problemas, cuando la privatización de la enseñanza avanza en todos los frentes, los educadores que nos queremos progresistas debemos estar presentes en estos debates y mostrar que las prioridades tal vez deberían ser otras, que no todo es susceptible y razonable de ser eliminado y sustituido, que lo público no es una cuestión exclusivamente instrumental, que el saber es importante más allá de su utilidad…

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/10/15/de-la-actualidad-de-paulo-freire/

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Funding Africa’s Education Revolution

By: Strive Masiyiwa

If Africa’s children are educated and equipped with the skills to succeed in the twenty-first-century economy, the entire continent will prosper. But if they are denied a quality education, Africa’s economic progress will be slowed, stunted, or even thrown into reverse.

In mid-July, former US President Barack Obama used a speech in South Africa to implore the world to invest more in the education of Africa’s youth. A month later, UK Prime Minister Theresa May made a similar plea, predicting that “Africa’s young people could enrich not only this continent but the world economy and society at large.”
trump supporter

Statements like these underscore something Africans have known for a long time: the continent’s future will be determined by the fate of its young people. The question now is whether these statements will help spur the educational revolution that Africa so desperately needs.

Simply put, if Africa’s children are educated, prepared for the modern workforce, and equipped with the skills to be successful entrepreneurs, they will flourish and Africa will prosper. But if our children fall any further behind their peers in developing countries, economic progress will be slowed, stunted, or even thrown into reverse. To ensure the former and prevent the latter, Africa must invest more in education.

To succeed in the twenty-first-century economy, young people will need to solve problems, think critically, and persevere in the face of challenge and failure. At the moment, however, very few African students are learning these skills. This urgent need inspired my wife and I to establish the Higherlife Foundation, which provides tuition and scholarships to some of Africa’s most vulnerable populations.

But philanthropy alone cannot solve Africa’s educational challenges. If current trends continue, Africa will be home to one billion young people by 2050, and as many as a third of them will never achieve basic competency in reading, writing, or math. Closing Africa’s education gap will take time. It will also take more money than donors can provide.

That is why one of the biggest obstacles to fixing education in developing countries is financing. Today, just 10% of official development assistance from OECD countries is allocated to education reform in the Global South. But even if the most optimistic funding targets were met, we would still not have enough capital to ensure that all children are in school and learning. To achieve this ambitious goal, we must completely rethink how to pay for education reforms.

Long reads, book reviews, exclusive interviews, full access to the Big Picture, unlimited archive access, and our annual Year Ahead magazine.

For the last several years, I have served as a commissioner with the International Commission on Financing Global Education Opportunity (the Education Commission). This global group of leaders from government, business, academia, and civil society was brought together to brainstorm new funding mechanisms that could leverage existing commitments and motivate countries to increase their own spending on education. And now, after extensive research and analysis, we have arrived at a solution: the International Finance Facility for Education (IFFEd).

By 2020, the Facility will unlock some $10 billion in grants and loans to help countries strengthen their education systems. This will be accomplished by applying innovations in global finance to help multiply donor funding so that the money raised goes further, creates affordable terms for human capital finance, and incentivizes government participation. To that end, the IFFEd will favor countries that are committed to implementing reforms and monitoring results.

Moreover, by collaborating with countries that are increasing their own investments in education, the Facility will also contribute to meeting universal education targets. For example, the first round of IFFEd allocations will fund some 200 million new school places for children and young people; millions more could follow.

These are not impossible goals; the IFFEd is already endorsed by the World Bank, the G20, regional development banks (like the African Development Bank and the Asian Development Bank), and the United Nations. Last month, during the UN General Assembly in New York, leaders from Bangladesh, Canada, Côte d’Ivoire, Denmark, Malawi, the Netherlands, Norway, Pakistan, the United Arab Emirates, and the United Kingdom strongly supported the creation of the Facility.

I agree with Obama that talent exists everywhere in the world. It’s time to give Africa’s young talent the opportunity to flourish.

Fuente: https://www.project-syndicate.org/commentary/africa-education-for-all-funding-by-strive-masiyiwa-2018-10

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Rethinking the Purpose of Education

By E.J. Hutchinson

If most politicians — on both left and right, “liberal” and “conservative,” Democrat and Republican — could have their way, “education” would mean little more than training docile cogs to enter the “workforce.”

Recall Marco Rubio’s quip three years ago that “[w]e need more welders and less [he meant ‘fewer’] philosophers.” (He recanted earlier this year, realizing that, after all, both are important.)

There is, of course, a great lie at the heart of this point-of-view — one in which employers are complicit — that leads untold numbers of young adults to amass untold amounts of debt in pursuit of a career for which, in fact, a four-year degree is unnecessary.

But there is another, more ennobling way of construing the function of education. Frivolous as it may seem to technocrats, it situates education firmly in much more fundamental questions about ourselves and the world that compel us to pursue knowledge of self and of reality, not first and foremost for the sake of a job but simply because such things are worth knowing, irrespective of vocation.

This way of thinking can be found in the tradition of the Italian humanist Giambattista Vico as interpreted by contemporary philosopher Donald Philip Verene. According to this strand of humanistic reflection, we might consider the goal of education to be threefold.

First, education aims at “wisdom.” What is wisdom? It is, in the opinion of the ancient philosophers Cicero and Seneca, “knowledge of things human and divine.” It is an ordered reflection on the nature of reality in the broad sense. It is reflection on how the parts comprise a whole, and it is knowledge of that whole. Wisdom knows the human arts and sciences, it has some sense of the way those are ordained and arranged by God, and it knows how to tell the difference between the two.

Second, education aims at “prudence.” What is prudence? It is improvisatory wisdom. It is the application of the contemplative knowledge of the whole to the practical considerations of everyday life. It asks, “What does wisdom require of me in this situation?” And it knows how to answer.

Third, education aims at “eloquence.” What is eloquence? It is not flowery speech. It is not purple prose. It is not verbal pyrotechnics. It is the cultivated ability to discuss a subject with intelligence from all angles and comprehensively. It is the transformation of wisdom’s knowledge into human speech. This third aim is not optional, but is demanded by our very nature. For man is a speaking animal, and if ratio, “reason,” compels us to seek the fellowship of other rational animals, no less does oratio, “speech,” compel us to find the company of other creatures as loquacious as we are. Eloquence, furthermore, makes what we have learned available to others and makes it known in a persuasive way.

There is little hope that such a view of education will make great waves with our current educational establishment. It is too impractical, offers few material or corporate rewards, and creates too much potential for thought and the unapproved opinions to which such thought will give birth. Still, perhaps it’s not too late to see that this view is more in keeping with the kind of beings we are — those whose heads are raised from the earth — and is therefore better attuned to our higher aspirations. We are men before we are employees. Perhaps it is time for our educationalists to acknowledge that fact.

Fuente: https://www.realcleareducation.com/articles/2018/10/30/rethinking_the_purpose_of_education_110301.html

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La educación en Chile y El Debido Proceso

Por: Andrea Kohen.

No tiene ninguna justificación recurrir a la violencia en un país como Chile

La educación en Chile tiene problemas. No son exclusivamente curriculares sino de cultura. Resulta que el adoctrinamiento estatal de años ha traído como resultado, la adhesión de miles de jovenzuelos a movimientos que entienden la democracia como un pase libre para la violencia y un derecho irresponsable de aplastar a quienes consideran indignos de respeto, entre ellos autoridades y compañeros que se atrevan a discrepar con sus puntos de vista.

Lo curricular se puede arreglar, pues cientos de países efectúan cambios constantemente para estar al corriente con las mejores técnicas de enseñanza aprendizaje y las habilidades necesarias para enfrentar el futuro. Por ese lado, se puede hacer mucho y ese es un debate serio que propende a la obtención de calidad. Sin embargo, el problema en Chile tiene otras características.

Resulta que el proyecto de ley “aula segura” fue rechazado por  la comisión de constitución del senado, por 3 votos contra 2. Obviamente los votos en contra fueron de oposición, declarando que la iniciativa les parece inconstitucional por la ausencia de debido proceso, ya que acorta  de 25 a 5 días el tiempo de expulsión de un estudiante sorprendido en conductas delictuales tales como destruir mobiliario escolar con violencia, rociar con combustible a profesores o lanzar molotovs.

Los parlamentarios insistieron en que falta especificar las instancias de defensa del alumno. Es como si ignoraran que ese privilegio que tienen los colegios privados de tener clases en un contexto de seguridad, es un mínimo del cual se debe partir para avanzar en educación y que la violencia escolar no amerita proceso sino expulsión. Sin embargo, bien por el gobierno que insistirá en su aprobación pese al bloqueo izquierdista.

Que no se desviste un santo para vestir a otro y que estos alumnos igual tendrán que ser recibidos por otro establecimiento fuera de la comuna afectada. El punto es que no necesariamente esa tiene por qué  ser la resolución.

También existe la posibilidad de dar exámenes libres, lo que implica una especie de home school, también se pueden abrir centros especiales para jóvenes con serios problemas de disciplina y esto no es estigmatizarlos, sino enseñarles a tiempo, que las acciones tienen consecuencias.  (a falta de padres sensatos que se lo enseñen) condenar al estudiante a tratamiento psicológico o psiquiátrico de ser necesario, añadir trabajo comunitario, para que salgan del enorme ego en el que viven y así, no negarles el derecho a la educación ni a la movilidad social tan necesaria para que ojalá, cuando maduren y tengan familia, sepan educarla mejor de lo que ellos lo fueron.

Es que el debido proceso no es perdonarles sus delitos indefinidamente o aplazar una decisión sensata como la expulsión, pues se trata de delitos flagrantes. No hay defensa posible para ello, pues no existe contexto que la pueda justificar.

Debido proceso es post expulsión y eso se puede perfectamente establecer en la misma normativa que le permite a los establecimientos expulsar a los estudiantes violentos por la seguridad no solo de su personal sino del resto del alumnado que sí necesita aprovechar su oportunidad de educarse para mejorar sus opciones en la vida.

La idea de que no existe contexto posible para establecer un “debido proceso” previo expulsión, es porque el debido proceso es la expulsión misma frente a un acto directo de violencia. No tiene ninguna justificación recurrir a la violencia en un país como Chile.

Chile es un país libre y democrático. Sí, libre, con una economía de mercado que nos permite tomar decisiones sin coerción, pero que también nos deja asumir las consecuencias. En este sentido, si alguien está descontento con la calidad de la educación, bien puede pedir vía carta, misiva colectiva, conferencia de prensa, cita en el congreso, etc. La consideración de mejoras educativas que se orienten a la movilidad social. No hay absolutamente ninguna excusa para recurrir a la violencia de ningún tipo.

En Chile los estudiantes no son oprimidos. Incluso muchos que no tienen gratuidad universitaria, entienden que la educación es una importante inversión que la vida laboral les devuelve con creces y que la calidad solo puede mejorar cuando el nivel ofrecido por ellos como estudiantes mejora al exigirse, al forzarse a ser mejores.

Es triste que todo este escenario de benevolencia legislativa hacia obvios infractores de la ley, no sea más que una extensión de una generación de padres complacientes que no educan ni dejan educar, que para contrarrestar su ausencia y desinterés, fuerzan al sistema a pintarles de color de rosas la vida a sus hijos.

Que ni se le ocurra al sistema enfrentar a los niños a cualquier tipo de fracaso, porque no tienen ganas de ser padres responsables y enseñarles que los fracasos son lecciones para mejorar, para auto exigirse y lograr objetivos. Abundan estos padres con la mentalidad de que hay que premiar por participar y no por ganar algo.

Quieren a sus hijos ricos y exitosos, pero sin enseñarles la disciplina necesaria para ello. Solo buscan atajos para los nenes pues no tienen tiempo ni ganas de realmente educarlos para la vida.

Simplemente les enseñan que tienen derecho a todo por existir, así en su ausencia, los “niños” podrán sortear sus obstáculos con berrinches infantiles obligando a los adultos a ceder solo porque el ruido es molesto.

Eso es más fácil que sentarse a explicarles que el amor implica dar el 100% de lo que los hijos necesitan y por su propio bien, solo el 20% de lo que quieren, haciendo que se esfuercen y trabajen por sus anhelos, pues esto les provee metas de corto, mediano y largo plazo y conseguirlas es constructivo para el carácter.

Muchos de los padres actuales, solo tienen hijos para chequear la lista de cosas por hacer en la vida, pero no para generar valor en la sociedad al heredar hijos que aporten y contribuyan al desarrollo.

La ley aula segura no es inconstitucional pues resguarda el contexto mínimo de paz necesario para el proceso de enseñanza aprendizaje y la obstrucción legislativa de la oposición solo revela su mezquindad con aquellos que dicen defender. Los más pobres son los más afectados por no poder estudiar en paz y esa santurronería dela izquierda buenista, con sus perdonazos y obstrucciones politiqueras, solo les disminuyes sus legítimas posibilidades de movilidad social.

Fuente del artículo: https://es.panampost.com/andrea-kohen/2018/10/13/educacion-en-chile/?cn-reloaded=1

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¿Por qué Brasil votó así?

Por: Alfredo Serrano Mancilla. 

¿Por qué ganó Jair Bolsonaro con más de 57 millones de votos y 10 puntos de diferencia con respecto al candidato del PT, Fernando Haddad? Esta es la pregunta que medio mundo se está haciendo luego del resultado electoral en Brasil. No hay respuesta sencilla ni basada en un único argumento. Son múltiples los factores, algunos propios de un clima global y otros más ajustados al contexto nacional. Aquí se esbozan algunas ideas para comprender este fenómeno.

  1. La volatilidad de las preferencias electorales. Cada día la realidad es más efímera. Todo cambia a una velocidad incomprensible. En la actualidad, con un simple clic somos capaces de cambiar de país, de conversación, de relaciones personales… Las nuevas tecnologías y las redes sociales permiten creer que todo se puede modificar en un segundo. Esto se va instalando como marco lógico hasta el punto de tener un poder de influencia mayor de lo previsto a la hora de tomar decisiones en otros asuntos. En lo electoral, en un marco de crisis de representatividad de los partidos tradicionales, también está presente esta nueva manera de actuar, que se percibe en un patrón electoral volátil, en el que el voto se mueve de lado a lado sin tiempo real para que se produzcan grandes cambios estructurales en el medio. Un dato lo ejemplifica: Dilma Rousseff obtuvo casi 55 millones de votos hace cuatro años; ahora Bolsonaro, la antítesis, 57 millones.
  2. Cuando la democracia ya es cualquier cosa. Decía Gilbert Rist que “el desarrollo ya puede ser concebido como cualquier cosa” porque “el desarrollo es la construcción de una letrina allá donde se necesita, pero también es un rascacielos en una gran ciudad”. Lo mismo puede suceder con el término democracia, cuando ésta se basa en un mínimo excesivamente mínimo. Así, tan vaciada de contenido, limitada a un voto cada cuatro años, sin importar nada más que eso, entonces, la ciudadanía puede llegar a frivolizarla tanto como cualquier votación que se produce para elegir al ganador de un reality show. Esta democracia tan banalizada, en forma light, es un terreno demasiado fértil para que los candidatos poco demócratas sea elegidos.
  3. Una nueva cancha embarrada de juego. Vale todo. En el caso de Brasil, la elección se dio luego de un golpe parlamentario que arrebató a Dilma su condición de presidenta electa y con Lula, el candidato mejor valorado, en la cárcel. Además, como así también pasó en la campaña del 2014 con la muerte de Eduardo Campos, esta vez, también apareció un hecho sospechoso: la puñalada que sufrió Bolsonaro, que tuvo un tratamiento mediático de telenovela con final feliz. Y tampoco hay que olvidar las fake news que se fueron propagando gracias a un control del uso de datos privados, de teléfonos, con el envío masivo de mensajes de WhatsApp. Se mire por donde se mire, en estos tiempos que corren, ya no hay elecciones en condiciones limpias.
  4. Cuando gana lo auténtico y no lo políticamente correcto. Viendo a Bolsonaro, a uno se le caen todos los mitos del marketing electoral de los últimos años. Pareciera que nace un contramanual de Durán Barba. Ni globos de colores ni mensaje de felicidad eterna; ni ambientalismo ni animalismos. En el caso de Bolsonaro, así como ocurrió con Trump, venció lo genuino, el “no disimular casi nada”. Decirle al pan, pan, y al vino, vino. Un lenguaje más directo, sin rodeos, sin diplomacia, en el que la mayoría de la ciudadanía se siente reflejada.
  5. El odio y el “que se vayan todos”. El hartazgo se impone. Se creó un clima de opinión, en gran medida provocado por los medios de comunicación, marcado por la animadversión y hostilidad. La corrupción fue una de las principales variables elegida para crear un ambiente antipetista. Pero también se utilizó la elevada inseguridad, para construir ese sentimiento de repulsión contra el estatus quo. En el caso brasileño, como así ocurrió también con Trump, se impone cada vez más una propuesta del anti, del rechazo, del encono, buscando una mayor sintonía con aquella sensación de infelicidad que tiene una buena parte de la ciudadanía que vive en condiciones económicas y materiales muy negativas.
  6. La mentira que nos contaron: era mejor no confrontar. Fue absolutamente desacertado creer que había un exceso de confrontación por parte de muchos líderes-presidentes representantes del progresismo latinoamericano. ¿Cómo encaja Bolsonaro en este paradigma? ¿Y Trump? Por lo visto electoralmente, a la ciudadanía le agrada mucho más aquel político que interpela de frente en vez de ser una suerte de “chicha ni limoná”. Debemos distinguir mejor entre el porcentaje de imagen favorable y la verdadera intención de voto; e incluso puede ocurrir que se puede ganar elecciones a pesar de tener un alto porcentaje de rechazo en las encuestas.
  7. El repliegue sobre el individuo. El Balón de Oro en fútbol es casi tan importante como un campeonato; Messi es tan poderoso o más que un club de fútbol. El personalismo en la política pisa fuerte. Es por ello que Bolsonaro no necesitó ni de partidos ni de ningún gran movimiento colectivo que lo arropara. Una suerte de superhéroe que muchos aspiran a ser.
  8. Regresa el nacionalismo en la época global. Nunca dejó de ser un valor, pero ahora el nacionalismo retoma un papel más protagónico en una era donde todo es global. La gente busca mucho más aferrarse a algo cercano, a un referente más nacional. Bolsonaro lo logró mostrándose como militar, con un lenguaje de repulsión a todo lo que tuviera que ver con lo extranjero.
  9. El laberinto de nuestras burbujas. Un mal endémico es querer hacer análisis en función de nuestro particular focus group entre la gente más cercana que nos rodea. O mucho peor aún es preguntarnos lo siguiente: ¿por qué la gente vota a un fascista, homofóbico y que defiende a la dictadura? Esto es tener mal el foco de mira. ¿Por qué? Pues seguramente porque no hay 57 millones de brasileños y brasileñas que tienen esos mismos valores. Lo cierto es que cada quién tiene la información que tiene, que le llega por muchas vías diferentes, y no siempre es la misma que tenemos en ciertos círculos endogámicos en los que el deber ser, en lo ético y en lo político, prevalece por encima de cualquier mirada de lo que está ocurriendo en cada esquina.

Entre tantas otras, las razones aquí expuestas en su conjunto hacen que hoy estemos ante un país, Brasil, que ha elegido mayoritariamente a Bolsonaro, con el 55% de los votos. Sin embargo, lo difícil está en otro punto: a partir de ahora saber cómo hacer para que no lleguen más Bolsonaros a ser elegidos presidentes de cualquier país.

Fuente del artículo: https://www.celag.org/por-que-brasil-voto-asi/

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La educación, ¿prioridad nacional?

Por: Manuel Alvarez Trongé.

El Estado debe convertirla en prioridad. Para ello debe hacer todos los esfuerzos y destinar la inversión que corresponda. La democracia no logra formar cabalmente a los ciudadanos que darán la legitimidad necesaria al sistema que tanto nos costó conseguir en 1983. Y esto es grave.

«A veces los argentinos no queremos escuchar la verdad porque no queremos que nuestras ilusiones se vean destruidas”. Esta es una frase adaptada del genial Friederich Nietzsche, quien no la dirigió a los argentinos, sino a la gente en general que tiene la tendencia aautoengañarse en aras de no destruir sus creencias.

Lamentablemente, hoy nos está sucediendo eso a los ciudadanos de esta República. Pese a que los datos nos indican que más del 60% de aquellos que comenzaron su educación obligatoria no la terminan y que entre aquellos que si la terminan, siete de cada diez no reúnen los conocimientos básicos, nuestra ilusión es que nuestros hijos aprenden y están siendo bien educados o, por lo menos, más del 80% de los padres responde de este modo.

La delicada situación que vivimos no conoce de diferencias sociales, afecta a todos: en los niveles socioeconómicos más bajos la debacle es más notoria, seis de cada diez no comprenden lo que leen pero los niveles más altos tienen también un problema mayúsculo ya que los resultados de las escuelas de mayor calidad del país se ubican por debajo de las peores escuelas del mundo desarrollado (un alumno de las escuelas de elite argentinas está en el nivel de las peores de Europa y muy por debajo de las escuelas de peores resultados de Finlandia o Corea).

Además de estos resultados tan penosos, no se cumple en Argentina con la Ley de días mínimos de clase ni tampoco con la norma que exigió jornada extendida.

Estos datos, vergonzosos por la violación al derecho constitucional de aprender y al derecho humano de educar, serían demoledores en cualquier país del mundo, pero en la Argentina no hacen mella: la gente no reacciona y se engaña pensando que el problema es del otro. El Gobierno, a su vez, no hace el foco especial que debiera y el tiempo continúa pasando sin que notemos el deterioro. Lo peligroso es que este deterioro se disfraza de enemigo invisible y persevera en la destrucción de nuestro capital humano sin que lo veamos, dándole la razón a Jacinto Benavente, quien decía que la única palabra que podía armarse con las letras de “argentino” era “ignorante”.

La escuela secundaria, en Santa Teresa, cambió su modelo educativo y consiguió mejoras en todos sus resultados. (Foto: gentileza Prensa Bolsa de Comercio de Rosario) Santa Fe Santa Teresa la escuela que se animo al cambio y logro mejorar en todos sus resultados escuela secundaria ISPI 9073

La escuela secundaria, en Santa Teresa, cambió su modelo educativo y consiguió mejoras en todos sus resultados. (Foto: gentileza Prensa Bolsa de Comercio de Rosario) Santa Fe Santa Teresa la escuela que se animo al cambio y logro mejorar en todos sus resultados escuela secundaria ISPI 9073

Lo más grave, quizás, es que nuestra sociedad no pueda comprender lo que significa esta grave situación por el nivel educativo descripto. Esta hipótesis es alarmante.

Para explicarlo quiero detenerme en un aspecto. Que más del 60 % de los alumnos que inician su educación obligatoria no termine el secundariosignifica que esos jóvenes no están habilitados para “el ejercicio pleno de la ciudadanía” como dice expresamente la Ley de Educación Nacional (LEN art.30).

¿Qué quiere decir esto? Que la democracia argentina no está logrando formar cabalmente a los ciudadanos que darán la legitimidad necesaria al sistema que tanto nos costó conseguir en 1983. Y esto es grave.

Lo que pareciera no entenderse es que el aprendizaje garantizado por nuestras normas a todos los argentinos no es una alternativa. No estamos frente a una opción, estamos frente a una obligación pública de las autoridades que deben cumplir integralmente para asegurar la viabilidad de la Nación, su democracia y las libertades de absolutamente todos los ciudadanos del país.

No hacerlo es un ataque suicida al futuro de la República. Si el abandono, la mala calidad y la tremenda inequidad educativa están amenazando nuestro futuro, es urgente que reaccionemos. A esto se le llama actuar en defensa propia.

Pero más allá del reclamo ciudadano, es el Gobierno Nacional quien está obligado a liderar un cambio copernicano y hacerlo con todo el poder del que dispone. No se trata de proponer planes y dejarlos morir en el intento. Se trata de cumplir la ley. Y para esta tarea que, vale la pena reiterarlo, es obligatoria, el Gobierno nacional y los gobiernos provinciales deben comenzar por colocar la Educación como el principal desafío de la Argentina.

El artículo 3 de la LEN establece con claridad que “La educación es una prioridad nacional …”. Pues bien, el Estado debe convertirla en prioridad absoluta y para ello debe hacer todos los esfuerzos posibles y destinar la inversión que corresponda.

Esta obligación se agiganta en época de crisis puesto que se trata de cumplir un mandato que es nada menos que prioridad nacional y las prioridades mandan. Deberá realizar campañas, fijar metas, hacer seguimiento (cumplir con el artículo 120 LEN) e informar a los ciudadanos periódicamente sobre el cumplimiento de su obligación.

Pero esta tarea no depende solamente del Estado. Convertir a la Educación en prioridad requiere de un cambio de mentalidad en los medios de comunicación, en el empresariado local, en los sindicatos, en las agrupaciones de padres, en los partidos políticos y en el mundo académico.

Este es el camino. Cuando las prioridades están claras las decisiones se hacen más fáciles. Aprender es un derecho. Hagámoslo realidad.

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/educacion-prioridad-nacional_0_HNQc9bhmT.html

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