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Escribir sobre educación desde América

Por: Juan Carlos Yáñez

Escribir es el privilegio de la posibilidad de pronunciarse y convocar al diálogo, sin el cual no hay educación. Es asumir posturas, expresar problemas, visibilizar territorios ignorados, afrontar riesgos, someterse al examen de los otros

Con esta colaboración concluye el ciclo anual propuesto por el editor de El Diario de la Educación, Pablo Gutiérrez. En total son 11 artículos los que escribí durante estos meses; la ocasión es propicia para reflexionar sobre el sentido y la necesidad de abordar temas educativos en la prensa impresa o digital.

Discúlpenme que escriba en primera persona en los párrafos siguientes, pero tengo necesidad de confesarme un poquito.

Mi andadura por estos parajes es larga. Inicia a principios de la década de 1990 y prácticamente no ha cesado en distintos medios mexicanos. No solo escribo de temas educativos, pero principalmente de las escuelas, los maestros, la relación escuela-sociedad, los retos de la pedagogía, la formación de maestros y las políticas educativas.

Luego de un periplo por el Cono sur, cuando creí que había agotado posibilidades expresivas en medios, una invitación del propio Pablo me reinyectó la vitalidad que necesitaba para encender la pasión con que debe analizarse la educación como objeto periodístico y buscar ángulos diferentes. En el empeño sigo.

Los años recientes, primero en el periódico Escuela y ahora en El Diario de la Educación, han sido un desafío permanente a la vigilancia temática y social, a la disciplina y el rigor, a la escritura desde un punto del mundo para lectores ubicado en otras coordenadas geográficas, institucionales y culturales. No sé cómo salgo librado en la valoración del medio y lectores, pero la apuesta es a la superación permanente.

En la ceremonia memorable en que Federico Mayor Zaragoza recibió el doctorado honoris causa en la Universidad de Colima (Colima, México), pronunció un discurso magistral del cual grabé un fragmento que repito porque vale la pena: “La educación no es un empleo, es una misión de transformación social, por tanto, no puede ser epidérmica”.

El educador es el primer sujeto de su transformación. Escribir es asumir posturas, expresar problemas, visibilizar territorios ignorados, afrontar riesgos, someterse al examen de los otros; es un ejercicio obligado, porque también aprendimos, con Paulo Freire, que la educación es sustancialmente política y accesoriamente pedagógica. No puede reducirse la acción de la escuela ni la obra del maestro a los muros escolares. Es una tarea social y política de hondas implicaciones y trascendencia. Escribir es el privilegio de la posibilidad de pronunciarse y convocar al diálogo, sin el cual no hay educación.

Un dilecto amigo y colega sevillano, Juan Miguel Batalloso, escribió hace tiempo un bello texto sobre el agradecimiento, del cual retomo algunos pasajes para agradecerle a El Diario de la Educación, a Pablo Gutiérrez y a los lectores, con la esperanza de reencontrarnos muy pronto.

En una sociedad en la que todo se ha mercantilizado, en la que todo se compra y se vende sometiéndose al imperio del valor fijado por la oferta y la demanda, gratuidad y gratitud no son cualidades extendidas. Hemos interiorizado que todo debe pagarse, que todo es un juego de ganancias y pérdidas.

El agradecimiento lo hemos convertido en el pago o retribución a que sometemos nuestra mal entendida generosidad siempre condicionada por expectativas de ser considerado bueno o virtuoso. Es como una feria de humillaciones y vanidades, que por un lado rebaja la dignidad y denigra al que recibe, al tiempo que ensalza a quien dona.

Pues no, no todo tiene un precio, las cosas y acciones que no tienen precio y no pueden reducirse a mercancía son las infinitamente valiosas, de las que recibimos los mayores bienes para nuestra salud, felicidad y vida.

Hacer simplemente una parada para visualizar todas aquellas cosas de las que disponemos, aquello que hemos recibido gratis; pensar y sentir muy cerca de nosotros a aquellas personas que nos han dado tanto o nos han amado incondicionalmente, es un excelente ejercicio para sentirnos contentos, alegres, serenos y en camino de conquistar una estable y profunda paz interior.

Agradecer es un acto de donación incondicional y reconocimiento de que no somos nada sin el otro que nos mira, nos escucha o nos acoge.

Gracias por el tiempo y la lectura. ¡Hasta pronto!

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/09/escribir-sobre-educacion-desde-america/

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Manada monosex

Por: Elena Simón

Las manadas o rebaños monosex, son muy perjudiciales para la salud, porque no se reequilibran los aprendizajes de género, no se mestizan ni interactúan y, por tanto, no se transforman.

Fin de curso, de carrera, fiestas populares, despedidas, bienvenidas, bodas, bautizos, comuniones, divorcios, aniversarios, cumpleaños, homenajes, comidas de empresa. Noches veraniegas. Tiempo de fiestas.

Por donde vayas vas viendo manadas humanas que, según el DLE significa: “Conjunto de animales de una misma especie que andan reunidos”, y también: “Hato, rebaño, cuadrilla o pelotón de gente”. Y rebaño: “Conjunto de personas que se mueven gregariamente o se dejan dirigir en sus opiniones, gustos, etc…”.

Pues así están compuestas en gran parte nuestras fiestas y celebraciones. Pero como somos seres humanos sexuados y generizados, hemos de añadir a conjunto de personas… del mismo género. Cierto es que el término “manada” ha tomado unos tintes específicos y restringidos, referidos nada más al grupo de violadores en Sanfermines 2016.

Desde que niñas y niños van a la escuela juntos, a una escuela mixta pero no coeducativa, los grupos unisexuales se exacerban, tanto en las aulas y patios como en las calles y plazas. Su socialización no es mixta: los mensajes, modas y mandatos de género para unos y otras son cada vez más diferenciadores por géneros, más desigualitarios y más excluyentes de la otra mitad. Observemos la aversión de los niños hacia todo lo que huela a niña, a femenino, a rosa y, observemos también el rechazo –aunque algo menos fuerte– que las niñas muestran por los juegos, juguetes y ropas masculinas.

Cuando van creciendo, se van separando por intereses. Cuando van saliendo o celebran cumpleaños, vemos cómo se juntan en rebaños monosex, se uniformizan en las vestimentas por géneros separados y hacen sus planes en grupos no mixtos. Sólo se juntan cuando pretenden ligar, pero eso es de dos en dos, no en manada.

Todo ello favorece la exageración de los roles y estereotipos o, dicho de otro modo, la hiperfeminización y la hipermasculinización.

Siempre habrá voces que apoyen estas formas de estar en el mundo, como “natural” y “normal”. Los chicos: hombre-hombre, con intereses definidos por la fuerza, los juegos de poder y las bromas pesadas y cargantes, la competitividad 24 horas, la exhibición de logros conseguidos con riesgo, la conquista de las mujeres como si fueran castillos que tomar o fronteras que violar y traspasar para estar a la altura.

También habrá voces, privadas y públicas, que apoyen la feminidad de las chicas, que aprenden unas con otras y de otras, en manada, en rebaño, con intereses definidos por la moda, la rivalidad entre ellas, la búsqueda a la desesperada del amor como imprescindible para vivir y estar completa. Y, el aprender a excusar los comportamientos de exceso de los varones, a aceptar que las relaciones sexuales las imponen ellos y que las más de las veces les resultan molestas o dolorosas a ellas.

El plato está servido para instaurar de forma normalizada la “cultura de la violación y de la prostitución”: los varones crecen pensando erróneamente que su deseos sexuales (como modelo dominante: heterosexuales) son inaplazables y exigentes y que si no es por las buenas y a la primera, será por las malas y a la cuarta o, en último extremo, pagarán para tener carta blanca en sus demandas, a través del dinero, la fuerza y el poder que les otorga una cultura machista y misógina, que justifica todo ello sin culpabilizarlo y por el contrario, culpabiliza en las mujeres que se “dejen”, como objeto de abuso masculino.

Las manadas o rebaños monosex, son muy perjudiciales para la salud, porque no se reequilibran los aprendizajes de género, no se mestizan ni interactúan y, por tanto, no se transforman. Parece que hay que adcribirse a una forma binaria y hegemónica de estar en el mundo y, cuanto más se aleje una de otra, más placer identitario se experimenta.

Como personas adultas responsables de la socialización y educación de menores, tenemos que trabajar por la no segregación, desde la escuela y desde las casas, en el tiempo libre y en las propuestas lúdicas o extraescolares que hacemos para nuestras hijas e hijos, como profesionales o como representantes de asociaciones.

Observo, por la calle y en la salida de los colegios, niños varones ejerciendo su amistad con otros de manera violenta, a base de insultos duros, patadas, collejas, carreras, zancadillas, etc… Cuando se hacen grandes y practican el rebaño, nos invaden con sus risotadas, gritos y chillidos acompañados de gestos duros y de patente desprecio. Invaden los espacios comunes y no se percatan de que no tienen ningún derecho a hacerlo. Bien al contrario, parecen ejercer privilegios por derecho divino. Así se normalizan estos comportamientos y así siguen ellos ejerciendo supremacía.

¿Qué podemos hacer? Pues, al menos, percibir todo esto como negativo y no normalizarlo, afear esas conductas y proponerles modelos de relación que respeten a las personas, su dignidad y su singularidad, sean mujeres o niñas u hombres o niños. Es muy urgente romper las dicotomías y jerarquías sexo-genéricas e inaugurar caminos de encuentro, mestizaje y colaboración positiva y divertida.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/10/manada-monosex/

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Educación en las redes sociales, o cuando la discusión está servida

Por: Saray Marqués

Las redes sociales, particularmente Twitter, se han convertido en foros de discusión y de ‘pelea’, también en lo educativo. Repasamos algunas de las vividas este curso.

El hashtag #yomequejo ha sido el último. Con él se producía una dura contestación a un tweet de David Calle en el que aseveraba: “Cada día más cansado de todos esos profesores que no paran de quejarse. Más autocrítica, menos quejas, más energía, más pasión y menos excusas para justificar su pereza. Porque ese es el ejemplo que dan a sus alumnos. Y así nos va”. Calle, profesor de apoyo –en academia y a través de YouTube– quedó entre los 10 finalistas el curso pasado al Global Teacher Prize, y, desde entonces, como le pasara a César Bona, se ha convertido en una especie de celebrity en el terreno educativo. Esa misma tarde, la del pasado 14 de junio, había participado en un debate retransmitido en directo en Facebook Live por Banco Sabadell, junto con Toni Nadal, ¿Cómo tienen que estudiar nuestros hijos?

David Calle@davidcpvm

Cada día más cansado de todos esos profesores que no paran de quejarse. Más autocritica, menos quejas, más energia, más pasión y menos excusas para justificar su pereza. Porque ese es el ejemplo que dan a sus alumnos. Y así nos va.

A su tweet a modo de reflexión le empezaron lloviendo duras críticas. En los primeros momentos él trataba de responderlas, e incluso se mostraba satisfecho de haber abierto un debate pero, quizá por la intensidad que cobró la refriega en redes sociales, terminó bloqueando, abrumado, aquellas cuentas en las que se le afeaba su comentario. A raíz de la polémica, Calle vio incrementarse su número de seguidores en Twitter.

En cierto modo, es como si el tweet de Calle hubiera dado pie a una especie de catarsis colectiva, bajo el hashtag #yomequejo. La corriente crítica con la innovación educativa, con los influencers y gurús, saltaba a la yugular de Calle, que en un intento de apaciguar los ánimos se autojustificaba y se arrancaba tal etiqueta. A día de hoy prefiere no hacer valoración alguna de este episodio, pues no serviría, responde por teléfono, sino “para echar más leña a la hoguera”.

David Calle@davidcpvm

Cada día más cansado de todos esos profesores que no paran de quejarse. Más autocritica, menos quejas, más energia, más pasión y menos excusas para justificar su pereza. Porque ese es el ejemplo que dan a sus alumnos. Y así nos va.

Señorita Rotesmeyer@larotesmeyer

A veces, quejarse del sistema sirve para denunciar sus carencias. Quejarse del día a día sirve para descargar tensiones. Y nada de ello significa, que al día siguiente, no lo vuelvas a dar todo. Todo, y más. Pero quejarse de los compañeros, aprovechando tu posición mediática, uff

David Calle@davidcpvm

Y añado. Ni innovador, ni guru, ni experto en nada. Solo soy un padre de una niña de 15 años y un profesor de academia que dedica su tiempo libre, altruistamente, a grabar videos con un rotulador y toneladas de pasión para dar las mismas oportunidades a todos.

Este intercambio subido de tono refleja bien lo que para el investigador Iñaki Murua es Twitter: una “gran taberna digital”. ¿Es o se ha convertido? “Mucho se habla del cambio (para mal), del ‘ambiente insoportable’ en este entorno, pero yo sigo pensando que depende a quién sigas, con quién te relaciones, de qué modo consigues evitar en la medida de lo posible el ‘ruido tuitero’ para que te resulte útil como parte de tu PLE (entorno personal de aprendizaje)”. En su caso, reconoce que no es mucho de meterse en ese tipo de batallas, “y además en muchas de esas controversias intuyo que hay más de uno y de dos trolls (perfiles anónimos), con los que no me gusta jugarme los cuartos”.

Nando J. López, profesor de ESO y Bachillerato en excedencia, y autor de Dilo en voz alta y nos reímos todosCuando todo era fácil o #malditos16, asegura, por su parte, que suele participar “poco o nada” en peleas tuiteras: “Son muy estériles. Al final son más una lucha de egos, y hay gente que las aprovecha para ganar seguidores y popularidad”. El #yomequejo ha sido, en cierto modo, una excepción, pues López también se ha sentido interpelado: “Me parece muy importante que se ponga de relieve la realidad de las aulas, sobre todo a raíz de las acusaciones de ciertos supuestos influencers, que hablan simple y llanamente por su propio interés y juzgan el trabajo de toda la comunidad docente. Ese hashtag ha demostrado las carencias que hay en nuestras aulas, sobre todo en la escuela pública, la necesidad de inversión… Quizá para mí lo más significativo de Twitter este año es que por primera vez se ha cuestionado de una manera rotunda y clara el concepto de gurú, toda esa filosofía fácil de gente que no está en el aula o la ha dejado pero que cree que puede dar recetas o fórmulas mágicas que realmente no son aplicables a la realidad. Lo segundo que destacaría es el reconocimiento del trabajo real del docente: frente al concepto de influencer, de gurú, de la charla magistral en que supuestamente se aportan métodos novedosos y rompedores, paradójicamente desde una charla magistral, se ha vuelto a poner de relieve el trabajo cotidiano, diario, práctico y a veces muy duro de muchos profesionales”.

Nando López@Nando_J

Autocrítica, sí. Generalizaciones, las justas

Cuando hace publiqué , hubo quien me acusó de «desnudar las aulas» y «ser muy crítico». Me lo tomé como un elogio, pues detesto el corporativismo y creo que defender lo que se ama -la educación- exige ser crítico.

Según Toni Solano, que retrata aquí bien lo que está siendo este verano en Twitter, “hay varios debates continuos que, sin ser trending topic, acaban polarizando las discusiones. El de los influencers es quizá el más vistoso, pero hay otros: contenidos vs competencias, inclusión vs segregación, deberes sí, deberes no…”. El primero, señala Solano, director del IES Bovalar de Castellón, se trata de “un clásico que enfrenta a los tradicionales con los innovadores: quienes defienden un mayor peso de las competencias se ven acusados de renunciar a los contenidos y ofrecer un aprendizaje vacuo, mientras que los que defienden los contenidos reciben acusaciones de priorizar la memoria y saberes poco duraderos más allá del examen”.

Toni Solano@tonisolano

-Lo peor, los flippers, esos sí que fastidian la educación
-Y los que gamifican
-Los gamificadores, uf, y los youtubers, qué asco…
-Pues anda, que la pedagogía tradicional
-O memorística, no te olvides
-Y ¿qué me decís de los astronautas?

(Verano en Twitter, fragmento)

Maestra de pueblo@maestradepueblo

-Soy experto en flipped learning, coaching, gamification y gromenagüer
-¿En qué centro dices que trabajas?
-No, yo es que doy charlas y eso.

El segundo enfrenta a quienes reniegan de la escuela inclusiva, “que alegan que la falta de recursos y formación provoca una igualación a la baja que, al tener en clase niveles y capacidades tan distintas, el profesor siempre tiene que avanzar al ritmo más lento”, y a quienes la defienden, con la igualdad de oportunidades y la necesidad de atender a la diversidad por bandera, “aportando más recursos para que todos puedan aprender a su ritmo”. En cuanto al debate de los deberes, siempre vuelve, “sobre todo al inicio de las vacaciones”: “No hay estudios que avalen la eficacia de los deberes, ni tampoco lo contrario. Así que ahí seguimos, con quienes piensan que los deberes marginan a los que menos ayuda familiar tienen y los que defienden su necesidad para asentar conocimientos”.

Si el tweet de David Calle encendió los ánimos de la corriente antiinnovadora, el discurso de Francisco Tomás y Valiente en la entrega de los premios a la Excelencia para estudiantes de ESO, Bachillerato, FP y Enseñanzas Artísticas Profesionales de la Comunidad de Madrid, hacía lo propio con el debate entre excelencia y equidad, y daba pie a interesantes hilos como el de Lucas Gortázar.

Para muchos, el debate sobre el bilingüismo, o mejor, el modo en que se está implantando, que ha dado pie a hashtags satíricos como #bilingüismoCañí, es la otra cara de la misma moneda, como muestra este hilo de Maestra enfurecida. Y en muchos casos, la defensa del modelo desde la Administración, no contribuye sino a reavivar la polémica.

YoAdoctrino@YoAdoctrino

A los docentes nos han acusado de adoctrinar en nuestras aulas.
Hoy respondemos.

Por otra parte, al hilo de la actualidad de este último curso, al comienzo de este, y tras las acusaciones de adoctrinamiento en las escuelas de Cataluña, se creó una campaña pidiendo respeto por la labor de los docentes y que se les deje aparte de los conflictos políticos bajo el hashtag #YoAdoctrino. Un mes después, el hashtag #Fraudeinterino lograba una gran repercusión apostando por un plan para la estabilidad del colectivo. Fue el curso, también, en que al penúltimo ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, se le ocurrió por enésima vez rescatar el concepto de MIR educativo, que también dio lugar a un buen puñado de tweets a principios de 2018. Y el curso en que el penúltimo intento de pacto naufragó. Cuando nadie lo esperaba, a final del tercer trimestre, cambia el signo del Gobierno, y algunos se preguntan si esta vez sí. También a final de curso, Ciudadanos Madrid creyó que sería una buena idea mantener los colegios abiertos a los alumnos hasta el 1 de julio y desde el 1 de septiembre en aras de la conciliación, logrando un buen aluvión de críticas por parte de los docentes.

También a través de Twitter nos enteramos de historias, como esta, tan emotiva, que el periodista Eduardo Suárez compartía con motivo del 8 de marzo, que en este 2018 ha adquirido una significación especial. O de esta otra, bastante triste, que relataba Ester sobre el destino del IES Politécnico de Cartagena, historia finalmente, parece, con final feliz. De nuevo, la inclusión y la segregación en pugna.

Gracias a Twitter descubrimos estudios o nos reímos con propuestas como la de Maestro Jota bajo el hashtag #CuadrosDocentes. Siempre queda el humor, como ha sucedido este curso con el tweet de Maestra de pueblo sobre la organización de un autobús en las excursiones escolares, a veces sea fuente de polémicas también.

Dilo en voz alta@envozalta_libro

-Este trabajo lo haremos en parejas.
-¿Pueden ser de 3?

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/10/educacion-en-las-redes-sociales-o-cuando-la-discusion-esta-servida/

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El diálogo educativo: condición de posibilidad de una ética de la vida.

Por: Juan Pablo Espinosa Arce

  1. El filósofo y educador japonés de tradición budista Daisaku Ikeda en su obra El nuevo humanismo sostiene, a propósito de la educación que busca formar ciudadanos del mundo, sostiene: “la escuela no existe en los edificios inanimados, sino en los maestros que se dedican a servir a los alumnos; aquéllos son, en sí mismos, una escuela viviente. No soy el único en sostener que la vida de los alumnos no se transforma a fuerza de escuchar disertaciones, sino gracias al contacto estimulante con seres humanos. Por esta razón es tan importante el vínculo entre docentes y alumnos”[1]. Aquí encontramos la primera clave de nuestra reflexión, a saber, sólo mediante el diálogo – como vehículo del aprendizaje – se puede acceder a una auténtica educación transformadora.

 

  1. Daisaku Ikeda reinterpreta una acción clave en la formación de la cultura: el uso público de la palabra y el encuentro estimulante entre los que conformamos la res educativa. Una auténtica educación pasa, necesariamente, por estas instancias de diálogo, de encuentro, de confrontación de ideas y de experiencias. La educación no se construye en las oficinas cerradas de las grandes metrópolis de los países con teóricos que no conocen la experiencia de estar con estudiantes. Eso sería construir “edificios y escuelas inanimadas”, en palabras de Ikeda o educación bancaria y repetitiva, alienante y domesticadora en palabras de Paulo Freire. Para el padre de la pedagogía crítica latinoamericana la verdadera “vocación ontológica de humanidad que cada uno de nosotros tenemos”[2] pasa por el “amor humanista”[3], que no es otra cosa que construir una antropología política que tenga como base la “compasión y solidaridad auténticamente humanistas, creencia y fe en los hombres y las mujeres y certeza de la transformación del mundo a partir de los oprimidos y de las víctimas de las injusticias”[4]. En otras palabras: una auténtica educación que busque transformar el mundo y la historia, esto es, pasar de condiciones menos humanas y estructuras más humanas, tiene que ser una educación para la vida, para el bienestar o el buen vivir.

 

  1. Hacia allá apunta nuestra reflexión. Una educación para la vida que tenga como correlato una ética de la vida. Sin diálogo humanista no hay ética humana, sin ética humana no hay construcción de condiciones mínimas de bienestar, sin bienestar no hay justicia ni tampoco inclusión. La educación debe aprender a generar una práctica y un discurso que establezca espacios mínimos de humanización. Sólo así estaremos en condiciones de trabajar sobre una auténtica ética de la vida.

 

  1. En primer lugar, rastreemos el concepto “ética”. En la RAE[5] encontramos cinco acepciones del concepto:

 

  1. adj. Perteneciente o relativo a la ética.
  2. adj. Recto, conforme a la moral.
  3. m. desus. Persona que estudia o enseña moral.
  4. f. Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Ética profesional, cívica, deportiva.
  5. f. Parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores.

 

En estas acepciones, todas muy acertadas, falta una cuestión central y que nos traslada al origen mismo de la palabra. Ética proviene del griego éthos, cuyo significado más antiguo es “residencia”, “morada”, “lugar donde se habita”[6] o también espacio de convivencia. Por esta acepción entendemos que el éthos de una comunidad involucra entre otras cosas: las relaciones interpersonales, las tradiciones, los mitos fundadores, las cuestiones políticas, las formas de comprender el mundo, las experiencias religiosas, las vinculaciones sociales y culturales. En el éthos nos movemos, existimos y somos, pero siempre en referencia a otros muchos rostros.

 

 

  1. En este éthos toma un lugar central el lenguaje humano, el diálogo, la reciprocidad comunicativa. Somos los animales que tenemos la capacidad neurológica de inventar lenguaje, palabras, sentidos y sentimientos que se comunican a otros seres capaces de recibir, decodificar y retransmitir el mensaje original. No hay éthos sin lenguaje y diálogo y el diálogo es también una forma ética. De hecho, la realidad misma está construida lingüísticamente y nuestra educación se basa en este intercambio transformador y vivificante. Como lo hace notar el biólogo chileno Humberto Maturana “nosotros, seres humanos, acontecemos en el lenguaje, y acontecemos en éste como el tipo de sistema viviente que somos. No tenemos ninguna posibilidad de referirnos a nosotros mismos o a cualquier cosa fuera del lenguaje. Aun para referirnos a nosotros mismos como entidades no lenguajeantes debemos estar en el lenguaje”[7].

 

  1. Ahora bien, ¿qué tiene que ver el lenguaje, la ética, la educación y la ética de la vida? ¿dónde llegan los puntos comunes entre estos conceptos? El punto común es justamente la ética de la vida, de la convivencia, de la experiencia dialógica y educativa. Ética para la vida es lo mismo que decir bioética, biós ethós, la convivencia de los vivientes, la reciprocidad de los que se encuentran, las prácticas del amor y del lenguaje, del cuidado y de la responsabilidad por el otro. ¿Qué experiencias filosóficas, éticas, antropológicas, creyentes, sociales o culturales tenemos ante la enfermedad, la vulnerabilidad, el estigma social, el gasto económico, la relación familiar y amorosa, las búsquedas del sentido ante el sin sentido?

 

  1. Quisiera ofrecer tres cuestiones a modo de pre-texto para poder seguir conversando, actuando, transformando. Así se construye educación. No hay otra lógica que la lógica del logos. El logos del logos se acentúa en el encuentro y, sobre todo, en el cuidado amoroso, en la práctica de una ética de la vida amorosamente sustentable para todos.

 

  1. Una ampliación antropológica de la vulnerabilidad. La modernidad con su mito del progreso supuso la creación de nuevas herramientas para la consecución de proyectos, para evitar el dolor, para no toparse con la vulnerabilidad ni con la muerte. Estamos inmersos en un temor hacia la vulnerabilidad. Nos espanta la idea de convivir con ella. Nuevamente el tema de la convivencia – éthos. Las historiadoras Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob recuerdan cómo “el desarrollo de la nueva idea de progreso no dejó mucho espacio para apreciar el pasado en sus propios términos”[8]. El progreso se opone a vulnerabilidad. Mientras el primero es auspicioso, la segunda es amenazante. El primero nos propone un futuro estable, la segunda nos pone en el terreno de lo incierto.

 

  1. En vistas a ello el desafío ético está en la ampliación antropológica de la vulnerabilidad, de no considerarla como enemiga, sino como un momento constitutivo de nuestra propia humanidad. La filósofa estadounidense y teórica del feminismo Judith Butler reconoce incluso alcances políticos en la experiencia de la vulnerabilidad. Dice Butler: “de hecho, la vulnerabilidad es una de las condiciones de la sociabilidad y de la vida política que no puede ser estipulada en términos contractuales y cuya negación y manipulación no es más que un intento de destruir o manejar la interdependencia social de la política”[9]. Sólo en la vulnerabilidad del otro [constitución política de la misma] reconocemos que nosotros también somos vulnerables y vulnerados. La vulnerabilidad es la medida de nuestra humanidad. La vulnerabilidad nos es connatural y por ello es necesaria una ampliación antropológica en cuanto debemos ser capaces de amar, acoger, respetar y asumir el dolor, el sin sentido, la vulnerabilidad. Ello fundamenta, a su vez, la propia dinámica ética y pedagógica.

 

  1. En este tiempo es urgente asumir la vulnerabilidad como espacio de reconocimiento del otro, sobre todo del otro que sufre. La teóloga chilena Carolina Montero sostiene: “la vulnerabilidad humana sería la permeabilidad necesaria para dejarse afectar por otros. Si fuésemos autosuficientes, impermeables, del todo independientes, no nos podrían herir, pero también estaríamos condenados al más monótono y absoluto solipsismo”[10]. Esta es la lógica del bienestar, de la ética de la vida que tiene como marca profundamente humana la responsabilidad de condolernos con el dolor del otro, de alegrarnos con su alegría, de vivir prácticas espirituales – en el amplio sentido – de compasión, justicia y donación. Entre más amantes de la vulnerabilidad más profundo podremos construir nuestra humanidad.

 

  1. La vinculación del amor y la vulnerabilidad o el amor como experiencia de vulneración. La vulneración tiene, en segundo lugar, una fuerte vinculación con el amor. La afectividad tiene un valor ético y también responde a una dinámica del cuidado mutuo. En el amor se juega el diálogo, el encuentro, la reciprocidad, el cuidado mutuo. Hay una centralidad humana del amor. El filósofo español Mariano Crespo sostiene: “no cabe duda que amar y sentirse amado son experiencias que engloban a la persona en su totalidad. Quien ama y quien experimenta ser amado llega incluso a percibir la realidad habitual que le rodea de una forma diferente”[11]. El amor posibilita la vida, la vida se comprende de forma más integral en el amor, sobre todo en la donación al otro. El cuidado y la responsabilidad por el otro que me constituye, que me define, que me permite ampliar mi horizonte de comprensión, debe asumirse como expresión de un amor, de una sexualidad, de una intimidad segura e integral que, en consecuencia, no se puede reducir a lo genital.

 

En las dinámicas del cuidado, de las prácticas del bienestar, el ser humano apuesta en gran medida por su propia humanidad. El filósofo español Jorge Úbeda reconoce que “cuidar y amar también es reconocer y ofrecer un espacio y un tiempo para desplegar la propia vida. Quien cuida y ama también espera al otro, le ofrece tiempo para que muestre lo que es y lo que puede ser. Cuidar, amar y confiar son tres verbos que se conjugan al mismo tiempo”[12].

 

  1. Renovar nuestra educación con una mirada integradora de la vida humana. Finalizo mis reflexiones volviendo sobre lo educativo. Al comienzo recordábamos cómo dos pedagogos, Daisaku Ikeda y Paulo Freire, colocaban acentos en la necesidad de entender la educación como encuentro en el diálogo y en la práctica de la humanidad. La vida humana supone espacios de reconocimiento, de cuidado, de compartir experiencias y nuevas formas de comprender la historia, la vida, la enfermedad, la muerte. En ello la filosofía, la teología, la educación son voces necesarias para lograr una interpretación más global del fenómeno humano. La vida humana no es sólo la suma de procesos biológicos estándar que se suman para buscar lógicas cromosómicas, de procesos físico-químicos o de reproducción. La vida humana es una hondonada en la cual hemos de adentrarnos para conocernos a nosotros mismos.

 

  1. El teólogo alemán Eberhard Schockenhoff en su obra Ética de la vida reconoce hasta seis comprensiones de la vida: como totalidad funcional, como reciprocidad entre la parte y el todo, como expresión de un mundo interior y como manifestación de la libertad, como encuentro y finalmente como un tener que morir[13]. El desafío es lograr comprender cómo todas estas aristas del fenómeno de lo humano se concretizan también en las situaciones que tejen nuestro ser humanos. La vida humana tiene una multiplicidad de expresiones que son necesarias comprender, amar, respetar, valorar y educar. Sólo en este espíritu de diálogo podremos encontrar más de una lección, una nueva enseñanza, otra forma de educarnos y de ampliar nuestros horizontes de entendimiento de los complejos fenómenos que tejen la trama histórica, social y cultural.

[1] Daisaku Ikeda, El nuevo humanismo (FCE, México 2013), 88.

[2] Paulo Freire, Pedagogía de la indignación: cartas pedagógicas en un mundo revuelto (Siglo XXI, Buenos Aires 2012), 15.

[3] Paulo Freire, Pedagogía de la indignación, 15.

[4] Paulo Freire, Pedagogía de la indignación, 15-16.

[5] http://dle.rae.es/?id=H3y8Ijj|H3yay0R [Recuperado el 21 de Junio 2018]

[6] https://confilosofia.wordpress.com/tag/semantica/ [Recuperado 21 de Junio 2018]

[7] Humberto Maturana, La objetividad: un argumento para obligar (J.C SAEZ Editor, Argentina 1992), 48.

[8] Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, La verdad sobre la historia (Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile 1994), 69.

[9] Judith Butler, Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea (Paidós, Argentina 2017), 212.

[10] Carolina Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación. Praxis cristiana y plenitud humana (Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile 2012), 44.

[11] Mariano Crespo, El valor ético de la afectividad. Estudios de ética fenomenológica (Ediciones UC, Santiago de Chile 2012), 115.

[12] Jorge Úbeda, Ética humana (La Huerta Grande, España 2016), 39.

[13] Eberhard Schockenhoff, Ética de la vida (Herder, Barcelona 2012), 26-38.

*Fuente de la imagen: https://pamplona2016.wordpress.com/2009/11/23/accion-2-reinverntar-la-educacion/

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Día Internacional del Cooperativismo, su dilema actual ante el genocida neoliberal

Por: José Yorg

“Las cooperativas serán la única alternativa al modelo económico fundado en el egoísmo que fomenta las desigualdades” 
Joseph Stiglitz

La destrucción de las condiciones políticas de la vida decorosa impulsaron, como reacción, el surgimiento del cooperativismo en 1844 en Inglaterra en plena Revolución industrial, hoy, esa misma reacción en potencia, debería darse ante el neoliberalismo desde el seno del actual cooperativismo”
J.Y.

Se celebrará en todo el mundo este primer sábado de julio el Día Internacional del Cooperativismo, una brevísima referencia es oportuna, entonces. En 1923 el Comité Ejecutivo de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) recomendó conmemorar un día internacional de las cooperativas. La ACI fue fundada en Londres en 1895, y es la organización que nuclea a todos los movimientos cooperativos del mundo.

El 16 de diciembre de 1992 la Asamblea General de la ONU (Naciones Unidas), a través de la resolución 47/90, proclamó la necesidad de realizar un «Día Internacional de las Cooperativas» a partir de julio de 1995 se efectivizó.

Ahora, ¿Cuál es su significación ante el genocidio neoliberal?

No puede y de hecho no está en discusión los nobles propósitos que promueve y evidencian los valores y principios que animan al sistema cooperativo. Sin dudas, y tal como lo han dicho muchos pensadores y organizaciones, “el cooperativismo debe emerger de las catacumbas, como en algún momento de la historia lo hicieron los cristianos” (Osvaldo A. González Salinas. Revista Idelcoop -1985.)

Entonces-1985-se preguntaba González Salinas ¿Por qué las cooperación no es popular? Claro en el sentido en que las poblaciones agredidas por las políticas neoliberales no identifican al cooperativismo como camino a una sociedad mejor, un mundo mejor.

Pero es que aún desde el propio seno de las dirigencias no terminan de convencerse de que el tiempo de las catacumbas ya fue.

El neoliberalismo global sólo genera pobreza y decadencia institucional, sufrimiento social, infortunio de los pueblos en todo el mundo.

¿Y en Latinoamérica?

A través del avance denominado recolonización o neocolonización, está destruyendo la economía y la vida social, puesto que han socavado a tal punto sus economías, como sistemas, son inviables para lo que se supone que son, satisfacer el buen vivir.

Así las cosas, el cooperativismo debe sacudirse y reflexionar ante este panorama. El cooperativismo del Siglo XXI ya no puede ser igual que sus predecesores, so pena de sucumbir o quedar neutralizado y empantanado de realizar su máxima misión “transformar el mundo por sus propios medios”.

El agotamiento del tercer sistema socio-económico que ha conocido y transitado la humanidad hasta nuestros días, es evidente, si lo queremos ver y comprobar dondequiera que sea, ya no funciona para las poblaciones de las naciones denominadas desarrolladas, quienes se ven continuamente socavadas en sus vidas.

El presente neoliberal financiero está configurando otro mundo, un mundo inviable e incompatible con la vida social y la existencia de la naturaleza.

El cooperativismo en la presente celebración debería resaltar sus potencias democráticas participativas, revocación de mandatos, su proporcional distribución de los beneficios socialmente alcanzados y sobre todo, su profunda vocación humanista, su preocupación y ocupación por la comunidad.

En la ciudad capital de la Provincia de Formosa (Argentina) está erguido un emblema de la cooperación, la Plazoleta de la cooperación y la mutualidad “Dr. León Schujaman”, ella es un sitio público en homenaje a Don León y a los dos movimientos, idea que surgió desde mi mente y corazón y que el sábado 7 de julio del presente año lanzaremos estas declaraciones al mundo que serán replicados mediante el generoso aporte de los medios de comunicación social, que mucho agradecemos.

*Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243842&titular=d%EDa-internacional-del-cooperativismo-su-dilema-actual-ante-el-genocida-neoliberal-

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Chupinazo y barbarie

Por: Lidia Falcón

Se difunde una consigna pidiendo a las mujeres que asistan a los Sanfermines vestidas de negro para mostrar su duelo por las violaciones que sufrió la víctima a manos de La Manada. Otras se oponen alegando que lo tradicional es ir vestidas de blanco con el pañuelo rojo y que por tanto hay que ser fiel a las tradiciones, que la calle es tan suya como de los hombres y que se pueden solidarizar con la víctima portando una enseña determinada.

Para entrar en esta discusión y tomar partido me llama la televisión y mi interlocutora se sorprende de que le diga que ni yo ni el Partido feminista apoyamos ni una ni otra acción. Que a los Sanfermines no hay que ir, simplemente. Que es la fiesta de la barbarie.

No opino esto ahora, a consecuencia de las agresiones cometidas por los mozos -no sólo los de La Manada han violado, abusado, agredido, manoseado y humillado a muchas de las mujeres que asisten. La llamada fiesta de los toros, en sus diversas variantes, es una de las reminiscencias del salvajismo antiguo que pervive en nuestro país. Y las de Sanfermin en Pamplona constituyen el culmen del mismo.

Hace mucho tiempo ya me granjeé la enemistad de los amantes de la fiesta escribiendo contra ella, y recibí multitud de mensajes, cartas por correo incluidas, en tono amenazador e incluso insultante para demostrarme la cultura de los que así se comunicaban conmigo. La cultura que aseguraban les avalaba citándome a Picasso, a Bergamín y a Hemingway como popes indiscutibles de su apoyo a la milenaria fiesta torera.

Pero como al paso de los años muchas más personas sensibles y buenas se han unido a la lucha contra el maltrato animal e incluso se han organizado en el partido PACMA, difundiendo eficazmente su reclamación, no he insistido tanto en el mensaje. Pero no puedo soportar que se pretenda que asistir a esa fiesta de barbarie es feminista.

Los espúreos argumentos que se utilizan para defender la participación de las mujeres en los encierros y las corridas, seguidas de borracheras, vomitonas, imprecaciones soeces y obscenas que enardecen a violadores y maltratadores, y a los que estas chicas abducidas por la cultura machista imitan, son inaceptables. Esa es la fiesta propicia para que los machos se atrevan a todas las agresiones, como se está demostrando.

El feminismo no pretende la igualdad entre hombres y mujeres para todo, incluida la maldad. El feminismo es una ideología liberadora de las explotaciones y opresiones humanas. El movimiento feminista ha luchado bravamente, durante más de dos siglos por implantar un poco de libertad y justicia en este planeta. El feminismo como movimiento social, como ideología filosófica, como programa político, lucha por alcanzar un mundo libre de toda clase de opresiones, de clase, de sexo, de raza, de pueblos, de animales, de depredación del planeta.

El feminismo no se puede entender, con esa interpretación reduccionista, como la reivindicación de que las mujeres imiten a los hombres en todos los órdenes de la vida, incluso los más detestables, los que han convertido el planeta en un espacio de violencia, guerras y destrucción.

Esa ridícula imitación de las agresivas y crueles conductas masculinas que lleva a algunas mujeres a practicar la lucha libre, boxear, ser toreras o banderilleras, ingresar en el Ejército y portarse como los machitos más provocadores y agresivos no tiene nada que ver con el feminismo. Que por sí mismo es pacifista.

Hoy se presenta en la Asamblea de Madrid la petición de que se prohíba la asistencia de menores a las corridas, porque todavía, en este 2018, los niños y niñas españoles pueden ser instruidos y socializados en la afición a la fiesta. Como si no hubiese transcurrido un siglo desde que se constituyera la Liga Protectora de Animales y Plantas de la que mi abuela, Regina de Lamo, fue creadora. Y que tras muchos años de lucha logró que se le pusieran petos de cuero a los caballos en las corridas, para impedir que el toro los desventrara en plena fiesta, esparciendo los intestinos en la arena.

Y a ese espectáculo tan pedagógico y aleccionador hay familias que llevan a los menores sin que todavía se les prohíba.

La fiesta de los Sanfermines es la culminación de la barbarie masculina, y no hay espectáculo más patético que ver a las mujeres corriendo el encierro en la calle Estafeta, empujándose, golpeando al toro, cayéndose en los adoquines, sudorosas y contentas de ser una más en la tarea de torturar al animal. Y de allí a la plaza a aplaudir “la faena” de los profesionales dedicados a la complicada tarea de clavarle al toro banderillas y picas, de marearle y estresarle con “las suertes” que le aplican, para acabar clavándole un espadón en la cerviz.

Quienes defienden semejante diversión mantienen el nivel de barbarie de los siglos pasados. Otras fiestas igualmente crueles y repugnantes se mantienen en nuestro suelo, para disfrute de españoles y turistas instalados en la crueldad. Se lanza una cabra desde un campanario, se le arranca la cabeza a un ganso, se acosa a vaquillas, pinchándolas y persiguiéndolas, se le prende fuego a los cuernos de un toro, se acosa a otro astado durante kilómetros hasta lanzarlo al agua, en representación actual de la tradición cruel que rigió nuestro país durante siglos.

Pero si tan penoso era aceptar que de momento esas horribles diversiones no se iban a eliminar, al menos las teníamos clasificadas como una expresión más del machismo imperante en un país atrasado. Si había que soportar esa horrible fiesta y ver cómo se hacía propaganda de ella, al menos que fuera exclusivamente masculina. Si hay que apalear, pinchar, perseguir, torturar y matar toros, que lo hagan los hombres. No había que participar y apoyar una cultura machista como esa.

Lo inaceptable ahora es que mujeres, que además se reivindican feministas, se unan a las huestes de maltratadores asegurando que la igualdad consiste en esto. Aceptando esta perversión del discurso de la igualdad, las mujeres se harán también torturadoras y verdugas. Ya vimos la penosa actuación de una soldada del Ejército estadounidense arrastrando a un prisionero de la guerra de Irak, atado e inerme. ¿Es esa la igualdad que queremos? ¿Para alcanzar ese grado de sensibilidad y civilidad hemos luchado y sufrido tanto las feministas durante dos siglos?

Por ello, que toda la acción de repulsa de la violación de la Manada sea vestirse de negro o ponerse una pegatina, resulta absolutamente ridículo. Sería más decente que se diera la consigna de no ir a esas celebraciones. Resultaría también mucho más denunciador.

Nuestro país no progresará en moral y conciencia social hasta que no suprima todo maltrato animal y prohíba las fiestas que lo practican.

Pero el feminismo tampoco progresará hasta que todas las tendencias y movimientos comprendan que no se persigue la igualdad para que las mujeres sean tan bárbaras como los peores hombres sino para que todos, hombres y mujeres alcancemos un nivel superior de sensibilidad y solidaridad con todos los seres vivos.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2018/07/05/chupinazo-y-barbarie/

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«Cerrado por fútbol» (recordando a Galeano)

Por: Aram Aharonian
Cuando el Mundial comenzó, en la puerta de mi casa colgué un cartel que decía: Cerrado por fútbol. Cuando lo descolgué, un mes después, yo ya había jugado sesenta y cuatro partidos, cerveza en mano, sin moverme de mi sillón preferido. Esa proeza me dejó frito, los músculos dolidos, la garganta rota; pero ya estoy sintiendo nostalgia.”, escribió el escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien no diferenciaba muy bien a un hincha de un fanático.

La mayoría de sus textos sobre fútbol quedaron dispersos en su obra publicada, pero también varios inéditos y verdaderos hallazgos hizo el periodista Ezequiel Fernández Moores en “Cerrado por fútbol”, que reúne todo lo que Galeano ha escrito, antes y después de ese texto célebre, sobre el deporte que más amó: historias dispersas o escondidas en todos sus libros, además de textos completamente inéditos, perdidos o…

En él recopila anécdotas conmovedoras y divertidas del Galeano “futbolero” y testimonios de sus amigos Joan Manuel Serrat, Chico Buarque y Jorge Valdano, como la crónica en la que, con sólo 23 años, llama “traidor” al Che Guevara en persona por haber adquirido en Cuba la pasión por el béisbol.

Durante años, décadas, Galeano recopiló anécdotas sobre fútbol, en mesas de bares y restoranes, en servilletas de papel (primero) o en pequeñas libretitas (luego) desde la de un jugador que recibía una vaca por cada gol, pasando por el relato de los diez futbolistas que se pintaron la cara de negro en solidaridad con su compañero discriminado por la hinchada.

Y cuando llegaba la hora de algún partido de fútbol trascendental, se encerraba en su estudio, televisor por medio, y admitía allí solo a pocos amigos. Solo a aquellos que compartían la misma pasión por Nacional de Montevideo o por el celeste de la selección uruguaya y estaban dispuestos a no hablar por hora y media.

Galeano miraba el fútbol como “cochino negocio”, como espectáculo, como soporte publicitario, y pese a todo, como espejo fiel de la realidad y espacio para el encuentro colectivo y la pasión popular. Para él, el fútbol expresaba emociones colectivas, esas que generan “fiesta compartida o compartido naufragio, y existen sin dar explicaciones ni pedir disculpas”.

“Desde chico quise ser jugador de fútbol. Y fui el mejor de los mejores, pero sólo en sueños, mientras dormía. Al despertar, no bien caminaba un par de pasos y pateaba una piedrita en la vereda, ya confirmaba que el fútbol no era lo mío. Estaba visto, yo no tenía más remedio que probar algún otro oficio. Intenté varios, sin suerte, hasta que por fin empecé a escribir”.

Era un patadura. Por suerte se dedicó a dibujar primero y a escribir después. Pero se apresuró en irse: teníamos cita para ver este Mundial (por televisión), recordando que una vez, cuando éramos muy chicos y no existía la televisión, escuchamos por radio la transmisión del partido desde el estadio Maracaná de Río de Janeiro –en la voz del inolvidable Carlos Solé- en la que la Celeste se consagraba campeón del Mundo.

“Era incomprensible: los uruguayos, tan distantes y respetuosos siempre, se abrazaban en las calles. Centenares en 18 de Julio (la principal avenida de Montevideo) escuchaban por altoparlantes ubicados en General Electric, La Vascongada y el London Paris, la transmisión de don Carlos Solé. “El fútbol produce milagros”.

Hasta hoy, 68 años después, escuchamos en las radios el relato de aquel golazo del Ñato Ghiggia, con un lagrimón rodando por la mejilla. Es difícil ser uruguayo y no amar el fútbol, después de dos consagraciones olímpicas en 1924 y 1928 y el primer campeonato mundial en 1930, en el Estadio Centenario de Montevideo. Es que Uruguay ingresó a la geografía mundial a las patadas, diría Galeano.

Antes de la final contra Argentina en las Olimpíadas de 1928, el periodista Nobel Valentini y el futbolista Álvaro Gestido crearon, sobre un motivo mundial popular, un verdadero himno de guerra: «Vayan pelando las chauchas/ aunque les cueste trabajo/donde juega la Celeste, todo el mundo boca abajo».

La letras no tiene nada de provocatico: En aquella épocas de amauterismo, en las ligas se jugaba por el asado o por el puchero, y el equipo que perdía debía pelar las chauchas para la ensalada

Xico Sá, amante del fútbol real como buen brasileño, señala que Oscar Tabárez, de 71 años, entrenador del equipo que eliminó a Portugal de la Copa del Mundo, con el espíritu del profesor primario, oficio que ejerció por décadas en las afueras de Montevideo, no deja de dar instrucciones hasta hoy a jóvenes jugadores uruguayos, con visitas a museos, estudios de mapas y visiones sobre botánica, entre otros diálogos sobre la existencia. El fútbol, ​​para el técnico, no es sólo una cuestión de fuerza física y esquemas tácticos, pasa por la idea de formación de las personas.

Diego Lugano, el excapitán de la Celeste por muchos años, deletreó parte de la cartilla del maestro: «Antes de ser jugador de la selección uruguaya, usted necesita ser un buen ser humano para jugar con ella. Tabárez sólo convoca profesionales con valores éticos. Eso importa más para él que ser un gran jugador. Si coincidirán las dos cosas, eso es óptimo, pero esa es su idea. Para estar en la selección, primero uno debe tener esos dos requisitos: valores y ética. Si uno es un buen jugador o no, viene después”.

Galeano sostenía que no era fácil ser cronista o periodista deportivo. Cuando uno escribía bien, enseguida lo pasaban a otra sección “más seria”. Y recordaba el vía crucis de Osvaldo Soriano, gran escritor argentino, quien murió sin poder ser periodistas deportivo: “Pero no, Gordo, estás loco, ¿en Deportes? No. Lo tuyo está en Sociedad o en Cultura”, le dijo Rodolfo Walsh cuando Soriano intentó cubrir Deportes en el diario Noticias. Y el Gordo, mascullando bronca, dio media vuelta y se fue.

Me retracto: Galeano sí sabía la diferencia entre un hincha y un fanático.

*Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243793&titular=%22cerrado-por-f%FAtbol%22-(recordando-a-galeano)-

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