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El patriarcado no es un señor viejo que me mira raro

Por Maria Acaso

Si en las escuelas pudiésemos analizar la realidad desde una perspectiva crítica, cuestionaríamos todos los mitos con los que nos seduce el romanticismo patriarcal. El objetivo es que nos creamos todo el cuento, y nos entretengamos en soñar un paraíso individual con el que olvidarnos del mundo.

Coral Herrera

Un buen día, mi hija de diez años me preguntó quién era el patriarcado. Me preguntó: «¿El patriarcado es un señor muy viejo que es cascarrabias y te mira con ojos raros?», y yo le dije que no, que el patriarcado éramos nosotras, porque había que diferenciar entre el patriarcado[1] y el sujeto patriarcal, ese sujeto que, tenga los genitales y las preferencias sexuales que tenga, subroga su tiempo de cuidados hacia aquellos que se ven en la obligación de cuidar, y que dispone de más tiempo y privilegios que quienes cuidan.

Estos días resuenan en los medios de comunicación, en las ciudades y también en nuestros cuerpos, los ecos de la lucha contra el proyecto patriarcal hegemónico. Voces como Yayo Herrero, Joan Tronto o Coral Herrera reivindican la educación como un eje fundamental para llevar a cabo esta lucha. Pero, dentro de este consenso, echo en falta el papel de la educación artística como una herramienta clave.

La educación artística es necesaria por varios motivos. Para empezar,es necesaria para aprender a trabajarnos el amor romántico y ser capaces de deconstruir los estereotipos sociales que nos rodean. Es necesaria para poner en funcionamiento procesos de autocrítica constructiva que nos lleven a detectar, analizar y transformar los relatos que construyen el ideal del amor romántico, como los cuentos populares, las letras de la música pop, el cine mainstream o la prensa del corazón, por citar solo algunos. La educación artística es la única asignatura del currículum formal que incluye objetivos relacionados con la alfabetización visual, razón por la que se ha visto reducida en la ESO y ha pasado de obligatoria a optativa en primaria.

En segundo lugar, para identificar los cuidados como un valor universal, y no como un valor exclusivamente femenino(http://www.eldiario.es/catalunya/barcelona/Cuidar-natural-mujeres-privilegio-hombres_0_564493953.html). En el terreno de la educación artística, especialmente en las instituciones culturales, es difícil encontrar puestos de trabajo ocupados por hombres heterosexuales, y esta realidad tiene que ver con lo que las anglosajonas llaman la continuación del caring and sharing, es decir, el erróneo entendimiento de la educación artística como un lugar donde se prolonga el cuidado infantil. Este error surge porque, en el imaginario social, la educación artística no se asocia con lo intelectual: son niños pintando, atendidos por una mujer o un hombre gay, que fabrican una obra de arte en 45 minutos. Desestabilizar el patriarcado pasa por reducir este desequilibrio y, sobre todo, por transformar un imaginario social que nos dice que es preferible que las profesiones poco intelectuales y sin consideración social −como las relacionadas con la educación− las ejerzan las mujeres.

En tercer lugar, una de las herramientas que ha utilizado el patriarcado para conservar sus privilegios es la invisibilización de los logros femeninos. Las mujeres poderosas siempre aparecen como las malas de la película y las malas de la clase: un niño inteligente y motivador es un líder; una niña inteligente y motivadora es una mandona (https://www.ted.com/talks/sheryl_sandberg_why_we_have_too_few_women_leaders?language=es). La educación artística nos enseña, desde el pensamiento crítico visual, a desenmascarar esta doble moral relacionada con el poder, y nos alienta a darle la vuelta.Porque si los trabajos en educación son mayoritariamente femeninos, ¿por qué los ganadores de los últimamente famosos «Nobel de la Educación» siguen siendo hombres?

En cuarto lugar, el sujeto patriarcal no necesita cosificarnos, ya nos cosificamos nosotras mismas. Somos nosotras las que nos ocupamos de depilarnos, de andar con tacones, de teñirnos y de pintarnos las uñas; de hacer dietas interminables y levantarnos cada mañana esperando perder esos cinco kilos que siempre nos sobran; de impedirnos respirar con unos vaqueros que nos asfixian y de pasar frío con una ropa que no nos abriga pero que nos sienta bien. Tenemos tan naturalizados estos sacrificios patriarcales que los vemos como gestos comunes, lógicos y razonables. Solo los procesos educativos que recuperen el cuerpo como un espacio de libertad, que identifiquen estos actos de autocosificación y los subviertan podrán llevarnos a la igualdad.

Y, en quinto lugar, otros imaginarios de la sexualidad son necesarios. El porno mainstream es la herramienta del sujeto patriarcal que, desde las políticas de la vergüenza, suprime la posibilidad del placer femenino. Un placer que empieza a tornarse en un sentimiento vergonzoso en la adolescencia de las mujeres, mientras que, en la adolescencia masculina, es alentado y está bien considerado. ¿Dónde están las mujeres que visibilizan su placer y que demuestran su deseo? Es urgente y necesaria una programación curricular que incluya la deconstrucción del porno e incorpore el posporno y otros imaginarios de las sexualidades.

Además de como contenido, la educación artística es necesaria como metodología, dado que las artes ofrecen una forma de hacer que las convierte en la herramienta metodológica perfecta para despatriarcalizar la educación. Incorporan el pensamiento divergente frente al pensamiento lógico, positivista, convergente, y sus lógicas heredadas del sujeto patriarcal. Las artes llevan de fábrica el pensamiento crítico, ese que nos invita a reflexionar sobre lo establecido, sobre lo duro, sobre lo que siempre hemos pensado que tiene que ser.

La artes, desde la importancia que otorgan a la experiencia estética,demandan el placer, el extrañamiento, procesos de adquisición del conocimiento cargados de retórica, de ficciones, de subjetividades, desde la intuición y lo poético, y se encuentran en otros lugares alejados de aquellos normalizados por el sujeto patriarcal, tan defensor de la ciencia y de las demostraciones científicas.

Las artes se producen desde lo común, lo colaborativo y la sororidad; huyen tácitamente de lo individual, que es uno de los sinsentidos del proyecto de la genialidad masculina, un proceso de creación que nos creemos que no necesita de nada ni de nadie, que emerge mágicamente en determinados sujetos virtuosos y que imposibilita las prácticas artísticas a todas las demás, cuando todas sabemos que la inteligencia es colectiva, la creatividad es social, y el remix es la única forma de creación de conocimiento.

El patriarcado no es un señor viejo que nos mira raro, el patriarcado somos nosotras, las ideas que nos construyen, la cultura que nos moldea. Solo si aprendemos a desaprender seremos capaces de derribarnos, de construir otras ideas y otras culturas dentro de nosotras. La educación es la herramienta clave para avanzar en nuestra lucha, y la educación artística −el área más arrinconada y menospreciada de la educación−, la herramienta de trabajo más potente y transformadora para llevarla a cabo.

[1] El «Patrix», como lo llama Rosario Hernández Catalán en el prólogo del libro Maternidades subversivas de María Llopis.

*Todas las fotos de este artículo representan diferentes experiencias de la Escuela de Art Thinking 2017/18 y están realizadas por Borja Llobregat

Fuente: http://www.mariaacaso.es/patriarcado-no-senor-viejo-me-mira-raro/

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Innovación y desarrollo, una historia con ¿final feliz?

¿Es la Agenda 2030 de la ONU un reto posible o imposible? Esta pregunta ha centrado el debate sobre cómo alcanzar los objetivos, organizado por el Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano de la Universidad Politécnica de Madrid

Por Alejandra Agudo

Para Carlos Mataix, director del Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano de la Universidad Politécnica de Madrid (itdUPM), los Objetivos de Desarrollo Sostenible son «como una librería en la que se pueden encontrar historias con un final feliz». Así, si se logra el número 11 —que las ciudades sean inclusivas y seguras— «viviremos en urbes en armonía con la naturaleza, en entornos más gratos donde la desigualdad será casi inexistente», imaginaba el experto este miércoles en una charla sobre la también conocida como Agenda 2030 de la ONU. Sin embargo, de no conseguirse, el desenlace puede ser terrorífico: «Si no cambiamos las cosas, las ciudades del futuro se pueden parecer más a las que aparecen en la película Mad Max«.

Este tipo de esperanza es la que hizo que Rita, una enfermera nigeriana que trabaja en el sistema de salud público británico, regresase a su país natal. Creyó en que con una buena idea era posible cambiar la realidad de las personas que, como su propia tía, sufren derrame cerebral en Nigeria. Su historia ha sido contada en el encuentro en Madrid por María Zapata, directora internacional de operaciones de Ashoka y responsable del programa global Changemakers.

«Rita está tratando de cambiar la idea de que un derrame cerebral es un castigo divino y concienciar de la importancia de identificarlo y pedir ayuda en las cuatro primeras horas. Ella está activando a las comunidades, a las victimas y a los familiares para que se conviertan en palanca de cambio en Nigeria», ha explicado Zapata. Ashoka la apoya, como a otros tantos miles de emprendedores sociales que no solo implementan una idea para mejorar la vida de unos pocos (o muchos), sino que además, despiertan a quienes les rodean para que también cambien el mundo (los changemakers agentes del cambio, en inglés en términos de la organización). «Este binomio, esta receta es la clave para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)», ha añadido.

Jorge Barrero, director general de la Fundación COTEC para la Innovación, tiene otra fórmula. «Hay una idea que es un error, la de que tú, transformando tu entorno, vas a cambiar el mundo a gran escala y en el largo plazo. Y el enemigo lo sabe, la gente que no quiere cambiar las cosas, lo sabe», ha dicho. «Para que un cambio sistémico ocurra se requieren expertos, gente que sepa lo que hay que hacer. Pero eso no basta. También hacen falta influencers: periodistas, blogueros, líderes empresariales, profesores en las aulas y cualquiera de nosotros en una cena familiar… Y tercero, los facilitadores: los que saben cómo hacerlo, cómo aterrizar una buena idea», ha razonado.

Hay una idea que es un error, la de que tú, transformando tu entorno, vas a cambiar el mundo a gran escala y en el largo plazo
El resto de intervinientes han coincidido con Barrero en que en este proceso de tener una buena idea e implementarla no solo vale con las acciones individuales de la sociedad civil. Para lograr los ODS hace falta innovar en las políticas públicas y también en el sector empresarial. Los Gobiernos, encargados de las primeras, tienen el problema de que «no pueden probar nuevas ideas antes de llevarlas a cabo gran escala», según Barrero. ¿Cómo saber entonces que funcionan y que contribuyen al objetivo para que el que han sido diseñadas? «Hay que trabajar en la evaluación y ver qué funciona y qué no», ha indicado. Porque algunas innovaciones funcionarán, pero otras «son ocurrencias y hay que desecharlas cuanto antes», ha continuado.

En este sentido, Zapata ha sugerido que los proyectos de los emprendedores sociales como los que apoya Ashoka pueden ser ese banco de pruebas de los Gobiernos. Y si algo funciona, que sean los Estados los que los amplifiquen. De tal modo, Nigeria podría tomar la idea de Rita, quien ha abierto clínicas para el tratamiento del derrame cerebral en unas pocas zonas rurales del país y ha creado un modelo de sensibilización respecto a este problema de salud con éxito, e implementarlo con fondos públicos en todo el territorio.

Guadalupe de la Mata, representante residente para el Fondo Europeo de Inversiones de la Unión Europea y cofundadora de InnovationforChange yPlanetforChange, ha recordado que el sector privado también tiene que estar implicado en la consecución de los ODS. Ha expuesto algunos ejemplos de empresas que están llevando a cabo proyectos en este sentido, «como Unilever, que forma a mujeres en India para que se conviertan en distribuidoras de sus productos y las incluyen en su cadena de valor». Para Mataix, estos ejemplos «son islas». «Nos está quedando una versión dulcificada. Y tenemos que desafiar a los sistemas de poder». ¿Lo conseguirán la ciencia y la innovación? ¿Es posible que las buenas ideas eviten que acabemos viviendo como en Mad Max?

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El neoliberalismo en Educación: Mercantilizar la escuela

Existen visiones opuestas de lo que es la educación y el conocimiento. Es un bien más de mercado, como promueve el Gobierno, o un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado.

Si bien naturalizamos esta situación y no la visualizamos ni la vivenciamos a diario como un derecho conquistado, en determinado contexto, a través de ciertos discursos (y las representaciones sociales que ellos construyen) y fundamentalmente con consecuentes políticas públicas, el espacio público “la plaza” podría sencillamente dejar de serlo. Para ello bastaría que el Estado no invierta en ella, los juegos se deterioren, el pasto crezca, se ensucie, la luminaria no funcione, se acreciente la inseguridad. Poco a poco, los vecinos dejarían de concurrir, y se replegarían en sus hogares privados o el algún otro espacio que les brinde, por un precio módico, lo que antes les daba la plaza en forma gratuita. También podría suceder que el Estado proponga que los vecinos que quieren usar la plaza paguen un “precio bajo” por dicho uso. En este caso bastaría con ponerle rejas y un molinete. En muchas plazas las rejas ya son una realidad. ¿Qué vecino no estaría dispuesto a pagar unos pocos pesos por un rato de plaza limpia, segura y e iluminada? Horas de programas de televisión, debates acalorados, páginas de diarios, eternas reuniones vecinales se llevarían a cabo discutiendo cuál es el precio de una buena plaza y quién debe pagarlo. ¿Por qué pagar por lo que no uso? ¿Por qué los que la usan no pagan?

Cualquier semejanza con los discursos actuales sobre el financiamiento del sistema sanitario público no es pura coincidencia. Todo puede mercantilizarse, todo puede volverse precio, todos podemos dejar de ciudadanos para ser sólo consumidores si dejamos que así suceda.

El neoliberalismo propone su utopía de mercantilizar todo y lo traduce en proyectos políticos acordes a tal fin. Bajo un discurso de competencia y meritocracia (que sólo sufren las clases populares) se esconde el mundillo de los privilegios, las herencias, los círculos rojos, las posiciones dominantes y las empresas offshore, de las elites.

En el discurso ante la Asamblea Legislativa del Congreso Mauricio Macri afirmó si pruritos que: “La calidad en la educación es un compromiso que tenemos que asumir juntos, familias, docentes y toda la comunidad educativa. Los padres no podemos desentendernos, no podemos dejar a los maestros solos en esto. Todos tenemos que ser parte de este proceso de mejora. Y para poder involucrarnos, tenemos que poder saber cómo le está yendo a la escuela donde van nuestros hijos. Hoy, está prohibido por ley que se publiquen los resultados de las evaluaciones por escuela y eso no tiene sentido. Les pido que este año legislativo avancemos para cambiar esta norma”.

Sin mencionarla, cuando el presidente dice “esta norma” se refiere a la Ley 26.206 de Educación Nacional sancionada en 2006. Dicha norma reemplazó a Ley Federal de Educación (1993), sancionada durante el gobierno neoliberal menemista y que, junto a la Ley de Transferencias de los servicios educativos (1992) y la Ley de Educación Superior (1995) estructuraron el paquete de reformas educativas pro mercado recomendadas por el Banco Mundial a cuya implementación condicionaba los créditos a un gobierno que, como el actual, se propone vivir, mientras pueda, de la especulación, la deuda y la timba financiera.

El artículo en cuestión, que le “molesta” al presidente, es el número 97 de la Ley de Educación Nacional que determina que “la política de difusión de la información sobre los resultados de las evaluaciones resguardará la identidad de los/as alumnos/as, docentes e instituciones educativas, a fin de evitar cualquier forma de estigmatización, en el marco de la legislación vigente en la materia”.

Dicho artículo, como tantos otros de la mencionada Ley, intenta evitar situaciones como la presente, en la que un gobierno neoliberal busca utilizar los resultados del operativo nacional de evaluación (a pesar de haberlo negado cuando los sindicatos docentes lo advirtieron al momento de implementación del operativo aprender 2016), para generar competencia entre las escuelas públicas, hacerles perder su matrícula, justificar el cierre de secciones y bajar el presupuesto educativo. La publicación de un “ranking” de escuelas (en los noventa el ranking se confeccionó y llegó a las escuelas pero no a las familias) en función de los resultados del operativo nacional de evaluación, reduce la calidad educativa al rendimiento académico y este al resultado obtenido en una evaluación estandarizada, desconoce el contexto institucional y de las familias, desresponsabilizada al Estado y culpabiliza a las escuelas y, en especial, a los docentes, responsables, según el Banco Mundial (2015), de la “baja calidad educativa” en la región.

No sería extraño, como se ha propuesto en otros países, que la idea final sea la de financiar la demanda (por ejemplo a través de bouchers que se entreguen a las familias carenciadas para que estas los utilicen como pago de cualquier escuela (pública o privada)) disminuyendo la inversión en educación, es decir, dejando de financiar la oferta. Dicho de otro modo, el paulatino reemplazo de políticas públicas universales por políticas focalizadas. La reforma previsional, el fin de la moratoria y su reemplazo por una pensión a la vejez, son un claro ejemplo reciente.

En definitiva, lo que está en juego son visiones opuestas de lo que es la educación y el conocimiento. O es un bien más de mercado y como toda mercancía cuánto más escasa mejor para quienes la poseen, o la educación y el conocimiento son, como establece la Ley Nacional de Educación, un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado.

Como mencionaba Bordieu, el proyecto neoliberal se propone crear las condiciones bajo las cuales la “teoría” puede realizarse y funcionar: un programa de destrucción metódica de los colectivos. Las paritarias a la baja, el ataque sistemático al sindicalismo, el cierre de escuelas, la culpabilización del docente, los incentivos para quienes no falten y los premios para quienes no hagan huelga, son la versión vernácula de esa destrucción metódica de los colectivos de la que nos hablaba el sociólogo francés a fines de la década del noventa. Pero los colectivos resisten.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/102189-mercantilizar-la-escuela 

Imagen: Jorge Larrosa
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La inclusión del alumnado sordo, un camino todavía por hacer

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

La visión patológica que pretende que niñas y niños sordos recuperen audición y puedan hablar debe cambiarse por otra más global, que permita el acceso a todas las herramientas de comunicación, como la lengua de signos en la educación.

La inclusión está de moda, como la innovación educativa. El trato personalizado al alumnado para el mejor aprovechamiento de sus potencialidades. La utópica capacidad de los centros educativos de “absorber” a todo tipo de población, independientemente de su situación personal, familiar, social o económica. Es el lugar al que el sistema educativo parece querer tender, a pesar de las muchas dificultades que se le plantean.

Hace unos días conocíamos de la pelea de familias de alumnos sordos de Cataluña para que el Departament d’Ensenyament aplicase correctamente los preceptos de la ley sobre el uso de la lengua de signos catalana en el sistema educativo. Una noticia que nos hizo preguntarnos por la situación en el resto del Estado.

Precisamente hoy se cierra el plazo de información pública al que se ha sometido durante días al real decreto que desarrollará las condiciones de utilización de la lengua de signos española, redactado por el Ministerio Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

Y al preguntarnos por la situación del uso de la lengua de signos en el sistema educativo, por la inclusión de niñas y niños sordos en los colegios e institutos uno no para de descubrir la falta de información que circula sobre tal hecho.

En primer lugar porque hoy, como hace 200 años, lo que el sistema educativo, la sociedad en general, lo que pretende es conseguir que las personas sordas recuperen la mayor cantidad de capacidad auditiva posible. Al menos entre quienes no son sordos profundos. Que niñas y niños escuchen y hablen lo másximo posible. De ahí la extensión de audífonos e implantes cocleares.

“Tú puedes usar un implante o un audífono y te puede ayudar. Pero nunca vas a oír como una persona oyente”, asegura Arancha Díez, experta en familias y educación de la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE), “va a haber ruidos a los que no vas a acceder”. La experta asegura que socialmente, la persona sorda que consigue oír y hablar, aunque solo sea un poco, es considerada un caso de éxito. Pero el problema es que en su vida cotidiana seguirá teniendo múltiples dificultades.

Para Díez, el uso de la lengua de signos es fundamental y ha de comenzar lo antes posible. Y lo es como una herramienta más para facilitar la comunicación de las personas sordas. La comunicación, así como el acceso a todo tipo de información y conocimiento. Englobado esto en lo que se conoce como una educación bilingüe y bicultural que ofrece al alumnado todo lo que necesite.

¿Se está produciendo esto en el sistema educativo ordinario? le preguntamos. “Hay colegios en ciudades como Madrid y Barcelona. Y alguna experiencia en colegios en los que se han adaptado y han enseñado lengua de signos, pero son experiencias muy residuales. Depende de la buena voluntad, de la actitud abierta hacia la discapacidad auditiva del profesorado, de los profesionales que lo asuman”.

En España, según los datos del Gobierno hay 7.531 niños y niñas sordos. La mayor parte de ellos, 7.024, están matriculados en centros ordinarios públicos y concertados. El resto están en centros de educación especial. Pero, que la inclusión sea mayoritaria no quiere decir que el uso de la lengua de signos como lengua vehicular sea algo más que anecdótico.

“A pesar de que, explica Díez, contamos con una ley que claramente recoge el derecho a la libre elección de las familias y de los niños a escoger la lengua de signos como lengua vehicular”. Es la Ley 27/2007, la que ha de ser desarrollada por el Real Decreto que hoy cierra el plazo de información pública.

Para la experta, hay un problema de organización. A pesar de que la ley habla de libertad de elección por parte de las familias y el alumnado sordo de la lengua de signos como lengua vehicular en su educación, lo cierto es que por unas cosas y otras esto no es real. “Tienes que luchar, mover montañas, ir contra el propio sistema educativo en general, contra la organización. Es una lucha que te roba mucho tiempo y dedicación y que es agotadora”.

Describe cómo cada mes de septiembre las familias que lo quieren han de luchar para que la Administración provea al centro en el que se encuentra matriculado su hijo, de intérpretes de lengua de signos para poder seguir las clases con normalidad. Cada mes de septiembre. Y, cada curso, esta figura del intérprete llega un mes o mes y medio más tarde de comenzado el curso, con lo que supone de pérdida de tiempo y aprendizaje por parte del alumnado sordo.

La defensa que Díez hace del aprendizaje de la lengua de signos, o del uso de intérpretes se justifica sola: “Puedo elegir cómo me comunico y cómo recibo la información”. Pero socialmente se prima la recuperación auditiva, y con ella, el desarrollo del habla.

Ejemplifica contando cómo fue un día al médico con uno de sus hijos, de tres años entonces. Arancha Díez es hija de una pareja de sordos y sus dos hijos también lo son. Un caso extraordinario. El 95% de las personas sordas son hijas de oyentes. El caso es que en la consulta de su médico, a la que acudió por un problema que ella tenía, pidió al doctor que le escribiera lo que le decía porque no lograba comprenderlo. Pero su hijo sí lo hizo y le transmitió una pregunta del médico. Desde ese momento, el sanitario comenzó a comunicarse con el menor. Ella tuvo que llamarle la atención y explicarle que su hijo tenía 3 años y no era un intérprete. “Se da más valor a la persona que habla que a la que no. Yo no hablo, valgo menos”. Situación que, además, se da también entre personas sordas, según Díez, quien explica cómo las hay que, al hablar y oír, llegan a asegurar que no necesitan más apoyo, como el del uso de la lengua de signos.

Para que la inclusión del alumnado sordo fuera más real, tanto la administración, como los docentes y las familias deberían fomentar un mayor uso y conocimiento de la lengua de signos española para que estas niñas y niños pudieran contar con una herramienta que parece decisiva en su aprendizaje. Pero también en la socialización con otros niños y niñas.

¿Cómo tendría que ser la inclusión del alumnado sordo en un colegio? Díez lo tiene claro. El ejemplo lo tiene en un colegio público de un pueblo de Ciudad Real en donde hay una niña sorda matriculada. En vez de esperar a que la niña haga el mayor esfuerzo posible de adaptación al sistema ordinario escolar, toda la comunidad del centro, docentes y alumnado, han aprendido lengua de signos. “Todos están haciendo el esfuezo de adaptación y de cambio de su forma de enseñanza, de su forma de comunicación, de su actitud, para que esa niña pueda estar incluida. Esa es la inclusión”.

Además, los niños y niñas oyentes verán la sordera como algo natural al haber hecho este esfuerzo con sus compañeros. De manera que cuando lleguen a la edad adulta, verán a personas sordas con normalidad. Este, a juicio de Díez, es parte del camino que conseguiría, al menos, un cambio social en la manera de mirar la sordera. La educación inclusiva no da tanta importancia a que la persona sorda hable u oiga. “Le da la improtancia a la persona de forma holística, general, global. No es: ‘A ver si oyes o hablas’, sino cómo te vas a desarrollar”.

Todos, personas oyentes y sordas, han de hacer el esfuerzo, defiende Díez. Y esto, asegura, no ocurre con las personas sordas puesto que se les reprocha, por ejemplo, que no hablen porque no quieren. “Bueno, perdóname, yo siempre he ido a un centro en donde no se ha podido usar la lengua de signos -explica-, he estudiado en la universidad, soy psicóloga, pedagoga, he hecho mis másters… pero no hablo bien. Y he tenido recuperación logopédica”.

Las personas sordas “piden intérprete. ¿por qué no se les facilita? Necesitan comunicarse, entender, expresarse, aunque hablen fantásticamente y puedan oír”.

Atención a las familias. Formación docente

Díez estuvo en Ginebra hace unas semanas para hablar ante el comité de la ONU sobre el desarrollo de la Declaración de derechos de las personas con discapacidad. Allí habló de la situación de las personas sordas, de sus familias también. Desde la Confederación están buscando financiación para ofrecer cursos de formación para madres y padres, porque depender de la financiación pública se ha demostrado muy inestable.

“Es primordial la atención de calidad para las familias”, asegura, como lo es también la atención temprana de calidad para niñas y niños. Una atención temprana muy contestada en los últimos meses desde ámbitos diferentes. Entre otras cosas para evitar que tu situación socioeconómica determine tu capacidad de desarrollo posterior.

La presión para que las personas sordas hablen y oigan, no utilicen la lengua de signos, es grande. Pero, recuerda Díez, la capacidad de audición es diferente en cada niña y cada niño. Y la presión, la prohibición en muchos casos del uso de la lengua de signos puede provocar problemas de salud mental. “En nuestro colectivo se cuadruplican los problemas de salud mental si lo comparamos con la comunidad oyente”.

Arancha Díez justifica la decisión de las familias por la supresión de la lengua de signos frente a la recuperación auditiva y el trabajo de logopedia para conseguir hablar. Es lo que recomiendan la mayor parte de expertos y es a lo que se agarran madres y padres. Desde la Confederación lo que defienden es dar el mayor número de herramientas posibles para aumentar las posibilidades de comunicación y comprensión. También para que las diferencias socioeconómicas no determinen el desarrollo de estas niñas y niños. “Las familias que tienen dinero, lo tendrán más fácil. Es la realidad que vivimos. Si la familia se mueve, conseguirá llegar más lejos, pero si es más pasiva, la persona sorda se va a quedar atrás. La población sorda es fácil que esté excluida, porque el sistema general no está preparado para adaptarse a nosotras”.

A estas dificultades se suman otras como el que haya profesores que no quieren tener intérpretes de lengua de signos dentro de sus aulas. “Cada vez pasa menos”, asegura Díez, pero hay quienes entienden que haya otra persona adulta en su clase es una forma de controlar lo que hacen.

O que no haya prácticamente maestros y maestras sordas en el sistema educativo ordinario. ¿Cuántos? “No sé decirte, a lo mejor 15”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/03/20/la-inclusion-del-alumnado-sordo-un-camino-todavia-por-hacer/

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Decálogo para impulsar la participación de las familias

Por: Jaume Carbonell

Diez propuestas para avanzar hacia una participación más democrática y eficiente.

Las familias no forman parte del problema sino de la solución; y, por tanto, familia-escuela están condenadas a entenderse. Mal andamos si no partimos de estas dos premisas. Ello exige alianzas, sinergias y complicidades para compartir, cooperar y participar en todo aquello que contribuye al bienestar de la infancia, a la mejora de la enseñanza y a la transformación educativa. Para ello tienen que buscarse formas para conocerse mejor y para ponerse en la piel del otro. Hay centros que lo facilitan o se resisten a ello. Veámoslo con un ejemplo sobre las entradas y salidas. Hay situaciones en que las familias aguardan a sus hijos en la calle, tras la verja del patio. En otras se alcanza franquearlo y llegar hasta la entrada del edificio. Y las hay que incluso pueden permanecer un rato en el aula y a menudo se les invita a colaborar en distintas tareas complementarias y de acompañamiento. ¿Y por qué no tienen derecho a disponer de un espacio propio, al igual que existe la sala de profesores? ¿Acaso ello no enriquecería el contacto entre las familias y con el centro? Diversas investigaciones muestran que los vínculos, con frecuencia, se refuerzan más en momentos y espacios no formales que en las reuniones al uso.

Son varias las razones que explican las dificultades de la participación por parte de los diversos actores educativos. Una tiene que ver con estas preguntas: ¿Mi participación será efectiva? ¿Podré intervenir en la toma de decisiones? ¿Y lo que se decida, será importante? El tiempo es escaso y a nadie le satisface perderlo sintiéndose como un convidado de piedra o un comparsa de lo que otros deciden. Pongamos que hablamos, por ejemplo, de los consejos escolares o de otros órganos de representación formal en que padres y madres -por no hablar del alumnado- perciben que los debates ya han tenido lugar en otras instancias y que los acuerdos ya han sido prácticamente cerrados: solo se les pide su ratificación. Y poco más. La disyuntiva es clara: ¿Se sigue apostando prioritariamente por meros organismos de representación formal o estos u otros logran transformarse en organismos vivos de participación sostenible y de profundización democrática?

¿Cómo avanzar hacia esta necesaria colaboración familia-escuela mediante esta nueva dinámica democrática? A título ilustrativo mencionamos diez puntos que afectan de lleno al porvenir de las escuelas.

  1. 1.A favor de la inclusión y contra toda segregación. Es responsabilidad de todos los actores de la comunidad educativa velar por que se haga efectiva la igualdad de oportunidades y la equidad; para evitar que el centro se convierta en un gueto o que promueva la estigmatización y clasificación del alumnado; y para combatir cualquier discriminación en razón de sexo, etnia o ideología con el objeto de garantizar el pluralismo y la inclusión.
  2. Calidad de la enseñanza. Un principio que tiene que ver con las ratios en las aulas, el tamaño del centro, con los diversos equipamientos, servicios y recursos. También con la suficiente dotación y formación del profesorado y de otros profesionales para atender las crecientes necesidades psicosociales del alumnado.
  3. Educación a tiempo completo. La enseñanza no se reduce al currículo sino que incluye el conjunto de las llamadas actividades extraescolares o complementarias. Todo ello forma parte del derecho a la educación y la comunidad tiene la responsabilidad de hacerlo efectivo en todos los centros escolares, y de modo especial en los que optan por la jornada continua.
  4. Expansión del proyecto educativo a todo el territorio. Porque, en cierto sentido, también este forma parte del aprendizaje situado que conecta con la realidad. De ahí la importancia de movilizar todos los espacios, servicios, actores y oportunidades educativas. Que no son pocas.
  5. Intercambio de conocimientos. Se basa en la idea de trueque y en el principio de reciprocidad en el que se intercambian tiempos, saberes y habilidades entre docentes, alumnos, padres y madres y cualquier vecino mediante una red territorial en la que se cubren necesidades y ofertas. Al propio tiempo también se modifican los roles.
  6. Deberes y tareas compartidas. Se trata de compartir en casa y en familia lecturas, visionados de películas y documentales, diarios de viaje, libros de vida e historias familiares, preguntas y consultas en torno a proyectos u otras actividades escolares. Siempre con el propósito de hacer partícipes a los padres del proceso de enseñanza y aprendizaje.
  7. Espacios más ricos y diversificados. Pensar en una escuela más verde y sostenible, con energías renovables, una alimentación más sana con productos de proximidad y una mayor presencia de la naturaleza. En este sentido convine una transformación radical de los patios para optimizar sus posibilidades como espacio de juego, aventura, encuentro y aprendizaje.
  8. Escuela de madres y padres. Promover su formación permanente para establecer puentes entre la educación escolar y familiar a través de espacios de debate sobre cuestiones relevantes, dinámicas grupales, servicios de asesoramiento y orientación y otro tipo de ofertas en colaboración con las entidades del territorio.
  9. Comunicación virtual y presencial. Hacer un buen uso de los canales de de las redes sociales no solo para facilitar información sino también para intensificar la comunicación. Y, al propio tiempo, buscar nuevas fórmulas atractivas para las reuniones presenciales, complementadas con manifestaciones artísticas o presentación de nuevos materiales y trabajos escolares.
  10. Comisiones mixtas. La mejor forma de trenzar vínculos entre familia-escuela es la de compartir espacios de debate, propuestas y toma de decisiones en torno a los más diversos ámbitos del centro: actualización del proyecto educativo, programación de actividades, gestión del comedor, inventario de necesidades y mejoras, transformación del patio escolar,…

Pueden ser estas diez u otras veinte. En cualquier caso, lo imprescindible es potenciar la democracia participativa y compartida de los actores educativos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2018/03/21/decalogo-para-impulsar-la-participacion-de-las-familias/

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Tener agua cerca significa ir al colegio

Por: El país

La instalación de 212 grifos y un tanque en la zona del Alto Nilo de Sudán del Sur evita que las niñas pasen cuatro horas de camino al río

Ellas son lo primero. Nyanbol, de 14 años, y Acha, de 13, han sido liberadas. Ya no les atormentará más la tarea de la que se han encargado generaciones de mujeres en Sudán del Sur. ¿De qué estamos hablando? Del trabajo diario de andar hasta el río, unas cuatro horas a través de un terreno hostil, que obligaba a las niñas a dejar el colegio y perder el resto de su infancia. El miedo que las mujeres sentían por lo que pudiera haber escondido en los arbustos a lo largo del camino, el terror a ser violadas, o incluso el pánico a los hipopótamos o cocodrilos que podían atacarlas mientras cogían agua sucia con sus cubos, ha acabado. Por primera vez en sus vidas, más de 23.000 personas que huyeron del conflicto en el estado del Alto Nilo de Sudán del Sur están recibiendo agua potable de grifos de la comunidad cerca de las puertas de su casa. Un hecho que nunca habían imaginado.

Nyadhiang Athiei Deng no sabría decir qué edad tiene con exactitud, pero su cabello gris, su espalda encorvada y el recuerdo de los acontecimientos del pasado lejano sugieren que está cerca de sus 80 años. Señala unas marcas en la parte superior de su cabeza, «del agua» y explica que durante toda su vida, ha traído agua del río en dos contenedores de 40 kilos y los ha transportado balanceándolos sobre su cabeza. Sus hijas sentadas a su lado, de entre 30 y 40 años, tienen sentimientos similares. En esta comunidad, ir a buscar agua es una responsabilidad totalmente femenina. Sin embargo, la próxima generación no tendrá que pasar por esto. «Ahora, sabemos que nuestras hijas podrán ir a la escuela y continuar estudiando en el futuro porque no tienen que irse lejos para obtener agua», dice Abeuk, una madre de 30 años con cinco hijos y una de las nueras de Nyadhiang. «No he recibido educación debido a esas responsabilidades que tenía en el pasado. No puedo comparar las vidas de mis hijas con la mía, ellas estarán mucho mejor», dice con la esperanza reflejada en sus ojos.

Nyadhiang Athiei, a sus 80 años, tiene marcas en la parte superior de su cabeza de acarrear el agua

Hace tres años, la vida se vino abajo para Nyadhiang, sus hijas y nietos. El hogar que conocían, aquel en el que habían vivido durante generaciones, fue atacado y las casas incendiadas; su pueblo, Baliet, quedó atrapado en el conflicto dentro de Sudán del Sur. «Todos corrieron», dice Nyadhiang. «Me quedé sola», dice. Nyadhiang cojeaba, preocupada. No podía moverse rápido. Dudaba de que pudiera llegar a los campos de los que había oído hablar (una zona segura para las personas desplazadas por el conflicto), que estaba a una semana de distancia. «Conocí a personas que me ayudaron y vine con ellos», añade. «Después de que todos nos dispersáramos, nos encontramos aquí de nuevo». Pero no todos estaban allí. El hijo de Nyadhiang fue asesinado en el conflicto. Otra nuera murió en la fuga. Esos campos seguros son ahora una aldea improvisada, hogares para 13.700 personas que escaparon inicialmente del conflicto.

Obtener agua potable era uno de los principales desafíos: «Cuando llegamos, bebíamos agua directamente del río. Los niños y ancianos tuvieron diarrea, la gente a menudo enfermaba», dice Malech Thon, de 43 años, hija de Nyadhiang. «Sin embargo, si no hubiéramos cogido agua de allí, la gente habría muerto de sed», agrega Abeuk. Para las agencias humanitarias que respondieron al aumento de la llegada de refugiados, proporcionar agua potable a las personas se convirtió en una prioridad. Se estableció un servicio de agua de emergencia gracias a los donantes, se desplegaron enormes piscinas de goma inflables, se bombearon 20.000 litros de agua de río y el agua se trató con sulfato de aluminio y cloro. Los especialistas de World Vision controlaban rutinariamente el agua para asegurarse de que fuera segura para el consumo humano.

«Ese primer día que dimos agua a la gente, 3.000 personas se reunieron e hicieron cola. Estaban visiblemente felices de tener agua potable cerca de sus hogares», dice Jimmy Warren, gerente de Agua, Saneamiento e Higiene de World Vision en Melut. En los meses siguientes, World Vision amplió a cuatro el número de sistemas de tratamiento de aguas superficiales, instaló una planta de tratamiento en la ciudad cercana para que la comunidad anfitriona evitara futuros conflictos por el agua, construyó un tanque elevado de 72.000 litros e instaló 212 grifos en todo el asentamiento de refugiados y la comunidad cercana. Hoy en día World Vision continúa brindando agua a 28.153 personas todos los días. Para las mujeres y niñas, los grifos han cambiado sus vidas. Dene, de 11 años, dice que en el pasado solía sentir miedo cuando acompañaba a su madre al río: «Ahora está bien, ya no tenemos miedo”.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/03/21/africa_no_es_un_pais/1521631482_312251.html

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Evaluación y acreditación de programas de educación superior

Por: Roberto Rodríguez

En México se cuenta con dos mecanismos oficialmente reconocidos para dar evidencia de la calidad de los programas académicos de nivel licenciatura. El primero es la evaluación de programas a cargo de los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES) y el segundo la acreditación de programas a cargo de organismos acreditadores reconocidos por el Consejo para la Acreditación de la Educación Superior (COPAES).

La evaluación que, en ambos casos, se realiza es similar. Se basa en indicadores de desempeño, incluye visitas in situ de evaluadores, así como entrevistas y otras formas de registro y sistematización de información. Tanto la evaluación de pares como la acreditación son reconocimientos por tiempo limitado, aunque renovables. La vigencia de las evaluaciones CIEES es de cinco años en caso de obtener dictamen de Nivel 1a, o de tres años en caso de obtener dictamen de Nivel 1b. La acreditación tiene una vigencia de cinco años.

Evaluación CIEES

Los CIEES se conforman por nueve comités (siete de programas académicos y dos de funciones institucionales), se coordinan a través del organismo del mismo nombre, y su función principal es evaluar y dictaminar sobre la calidad de los programas y funciones evaluadas. El organismo es una Asociación Civil, en cuyo órgano de gobierno (Asamblea General de Asociados) participan la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES), la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), el Consejo para la Acreditación de la Educación Superior (COPAES) y un representante de las Comisiones Estatales para la Planeación de la Educación Superior (COEPES).

Cada comité está integrado por diez académicos de reconocido prestigio y experiencia en su campo provenientes de las diversas instituciones de educación superior del país. Cada comité es presidido por un Vocal Ejecutivo. El organismo está dirigido por un Coordinador General nombrado por la Asamblea General de Asociados de los CIEES.

La evaluación de programas genera un informe que comunica a la institución sus áreas mejora. A través del mismo la institución puede saber cuáles son los aspectos más importantes que corregir para tener un mejor programa educativo. Son evaluables aquellos programas que cuentan con egresados con al menos seis meses de antigüedad. En los CIEES se realizan dos grandes tipos de evaluaciones: diagnóstica y de seguimiento. La diagnóstica es para programas que no han sido previamente evaluados por CIEES y la de seguimiento es cualquier evaluación posterior a la primera.

Acreditación COPAES

El Consejo para la Acreditación de la Educación Superior A.C. (COPAES) es una asociación civil que actúa como la única instancia autorizada por el Gobierno Federal (SEP), para conferir reconocimiento formal y supervisar a organizaciones cuyo fin sea acreditar programas académicos del tipo superior que se imparten en México, en cualquiera de sus modalidades (escolarizada, no escolarizada y mixta). Participan en su Asamblea de Asociados: Subsecretaría de Educación Superior; Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior; Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior; Academia Mexicana de Ciencias; Barra Mexicana, Colegio de Abogados; Instituto Mexicano de Contadores Públicos; Academia Nacional de Medicina de México; Academia de Ingeniería de México; Colegio de Ingenieros Civiles de México; Federación de Colegios y Asociaciones de Médicos Veterinarios Zootecnistas de México; y Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior A.C.

El COPAES coordina la operación de treinta organismos acreditadores reconocidos (ocho de ciencias sociales, seis de ciencias de la salud, seis de ciencias, dos de tecnologías, y ocho de otras disciplinas). Cada organismo acreditador desarrolla y cuenta con criterios para la evaluación de calidad y pertinencia de los programas. No obstante, COPAES ha establecido un Marco General de Referencia del cual surgen los lineamientos técnico-metodológicos para realizar el proceso de acreditación. En él se establecen los documentos y pruebas necesarias (evidencias) para el proceso de acreditación, los atributos a evaluar a través de los indicadores y la definición de cada una de las etapas del proceso.

Es condición de un programa para ser evaluable, que cuente con al menos una generación de egresados, y que a partir de ello haya transcurrido al menos un año calendario. Las etapas del proceso de acreditación son: solicitud, autoevaluación, evaluación externa, dictamen y seguimiento para la mejora continua. Las acreditaciones se emiten por un periodo de cinco años y son renovables a través de una nueva evaluación.

Puesto que las evaluaciones CIEES y las acreditaciones COPAES son reconocidas como evidencia objetiva de la calidad de los programas de educación superior, la SEP ha definido como un indicador relevante de la planeación sectorial la proporción de estudiantes inscritos “en programas de buena calidad”. A inicios del sexenio fue propuesta la meta de alcanzar, en el 2018, un 72 por ciento de matrícula en esa condición a partir de una línea base de 61.7 por ciento en 2012. Los datos disponibles hacen evidente que esa meta no se logrará, sino al contrario, la proporción del indicador habrá disminuido al término del periodo gubernamental. Por dos razones, principalmente: el sistemático recorte al presupuesto del Programa de Fortalecimiento de la Calidad de las Instituciones Educativas, y la vigencia de las evaluaciones y acreditaciones emitidas por los organismos competentes.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/evaluacion-y-acreditacion-de-programas-de-educacion-superior/

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