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Que la educación no sea una deuda impagable

Por Gabriel J. López Arrieta

Siempre que recuerdo cuando estudié en la universidad, es notable mi nostalgia, orgullo y deseos de regresar, por ser de los momentos más importantes, especiales y enriquecedores que he vivido (por supuesto, luego del nacimiento de mi hija). Y desde mi punto de vista, por más extraordinaria que fue la universidad en mi crecimiento personal y profesional, al igual que a muchos otros estudiantes, fue una experiencia que estuvo llena de satisfacciones y frustraciones.

Para ponerles en contexto, y para los que somos parte de la generación “X”, que nacimos entre los años 1965 al 1979, y que nos encontramos como el “jamón del sándwich”, entre la generación de los “baby boomers” que nacieron entre los años 1946 y 1964 y la generación “Y” o “millenials” que nacieron entre los años 1980 al 1999; llegar a la universidad era la aspiración más importante, y hasta casi por obligación, que tenía cualquier estudiante de cuarto año o grado 12.

En gran medida, esto se debía a la cultura laboral del momento, y que aún permea, de obtener un trabajo “inmediato” luego de graduarte ante la necesidad que existía de suplirle en gran parte la empleomanía al sector de la manufactura. Este sector representó, según el estudio Encuesta de Establecimientos que realizó el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos (período: 1990 a 2014), sobre 160,000 empleos directos y hasta 200,000 empleos, incluyendo los indirectos. Sin duda, la generación de los “baby boomers” fue la “zapata” en el crecimiento económico que tuvo Puerto Rico por casi 20 años.

¿Pero era la realidad de nuestra generación “X”, es la realidad de los “millenials” o será la realidad de los “Z”, de los “alfa” y demás generaciones que continuarán surgiendo, el graduarte de la universidad, pública o privada y tener “seguro” un empleo en lo que estudiaste? Estoy convencido que no fue así, ni es, y mucho menos será. Seguro, esta es la mayor frustración de un estudiante universitario, y me incluyo, que con ilusión y sacrificio y entre becas, préstamos y hasta tarjetas de crédito, se han pagado y continúan costeando sus estudios. Sin pasar por alto a los padres de muchos otros estudiantes universitarios, que igualmente hicieron y hacen grandes sacrificios económicos con préstamos personales y hasta refinanciando las hipotecas de sus hogares para asumir dicha carga económica.

Es importante que sepamos que, de acuerdo con el Consejo de Educación de Puerto Rico, cada año entre las universidades públicas y privadas se gradúan aproximadamente 50,000 estudiantes. Conociendo este dato, tenemos que cuestionarnos y repensar si dicha oferta responde a la demanda laboral, ante el escenario actual que atraviesa el país de un proceso de quiebra con $72 mil millones en deuda pública y una emigración anual a Estados Unidos que continúa en aumento entre 114,000 a 213,000 puertorriqueños (fuente: Estimates of Post-Hurricane Maria Exodus from Puerto Rico por el Centro de Estudios Puertorriqueños del Hunter College de City University of New York), la cual se agudizó con la devastación que dejó el huracán María de categoría 5. Evidentemente esto provoca la continua fuga del talento joven, que a su vez se convierten en la diáspora, pero por obligación.

Los invito a reflexionar ya que nos encontramos en una coyuntura difícil, compleja e histórica en Puerto Rico, donde precisamente se está discutiendo con pasión el tema de la educación. Es momento de analizar de manera responsable, sensata y prudente, un cambio en la dirección que se le ofrece al estudiantado en todos sus niveles. Necesitamos que tanto el sistema público como el privado integren en sus currículos de enseñanza el tema del emprendimiento y empresarismo de manera permanente y consistente desde los años preescolar, superior y universitario. De igual manera, se deben reforzar las disciplinas de ciencias, matemáticas y tecnología, pero más importante aún, lo que no sea necesario en ese currículo descartarlo, y así, no resulte engorrosa y frustrante la preparación académica de cualquier individuo.

Por todo esto y mucho más, es que los sistemas de educación público y privado tienen que adelantarse a la historia, y no permitir que la historia se les adelante. Puerto Rico lo necesita con urgencia, para que la educación no sea una deuda impagable.

Fuente del Artículo:

https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/quelaeducacionnoseaunadeudaimpagable-columna-2403072/

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Educación, un desafío que trasciende el presupuesto

Por: DIEGO PENIZZOTTO

Una vez más, la inminencia del comienzo de clases y los reclamos salariales, hacen renacer el debate acerca de la calidad del sistema educativo argentino.

La multiplicidad de matices que presenta la problemática exige un abordaje complejo. La incertidumbre que presenta el futuro para los niños y adolescentes de hoy, obliga a ser certeros en la elaboración de políticas públicas y en la asignación de recursos, para atender el contexto de híperconectividad y el nuevo perfil de los alumnos en el siglo XXI. Diferentes estudios acerca del futuro del empleo global, indican que el 65% de los alumnos que ingresan este año a la escuela primaria, trabajarán en empleos que aun no existen. El desafío es inconmensurable.

El análisis no se agota en los datos, pero los mismos permiten obtener un panorama amplio como punto de partida.

La incidencia del gasto

El interrogante es si mayor presupuesto implica per sé, mayor calidad educativa. Si la respuesta se busca solo en el rendimiento académico, el resultado puede ser decepcionante. Sin embargo, la calidad educativa no reside solo en el resultado de un test que se lleva a cabo una vez al año. La infraestructura, la construcción socio cultural, y la contención emocional, también son condiciones necesarias para lograr una mejora cualitativa.

El infograma adjunto muestra el gasto por alumno a valores del año 2017. La tendencia muestra que en Argentina el gasto por alumno creció un 25,8% entre 2003 y 2015, y cayó un 6,2% en 2016 (último dato disponible). En la región, el nivel de gasto es sensiblemente mayor y creció más que a nivel nacional. En Río Negro el gasto creció 34% entre 2003 y 2015, y cayó un 11% en 2016, y en Neuquén lo hizo un 43% y la merma de 2016 llegó al 6%.

Suele señalarse que el Estado asigna un gran presupuesto para un sistema público que expulsa alumnos hacia el sector privado. Una lectura que debiera ser matizada no solo a la luz del gasto educativo, si no en base a la evolución de las condiciones de vida de los alumnos. La estadística muestra que entre 2003 y 2015 la matrícula privada a nivel nacional creció un 27% en las escuelas privadas y cayó un 12% en las escuelas públicas. Tal evolución solo es posible si durante el mismo periodo se produjo una mejora en el poder adquisitivo de la familia media, que puede acceder al pago de una cuota.

Por lo pronto, cierto es que el fuerte incremento en las partidas, no pareciera traducirse en una mejora radical de los resultados obtenidos, no solo en cuanto al rendimiento de los alumnos, sino también en la escuela como red de contención social.

Resultados preocupantes

El desembarco de la nueva gestión nacional a fines de 2015, significó el reemplazo del antiguo Operativo Nacional de Evaluación (ONE), por el renovado operativo Aprender. Hasta el momento solo se conocen los resultados de Aprender 2016, y la foto es preocupante. El relevamiento indica que a nivel nacional solo el 34% de los alumnos de 6° grado, alcanza un nivel satisfactorio en lengua y un 39% lo logra en matemáticas. El registro es mejor en Río Negro y Neuquén donde el 36% alcanza un nivel satisfactorio en lengua y un 40% lo hace en matemática.

Entre los alumnos que finalizan el nivel secundario, el nivel es aun más bajo. Los resultados indican que a nivel nacional el 44% de los alumnos alcanza un nivel satisfactorio en lengua, pero hay un 23% de los alumnos que no alcanza el nivel más básico en la materia. Las dificultades en la escritura o la comprensión de textos se manifiestan más tarde al avanzar a la educación superior, o sencillamente al buscar empleo. Mucho más preocupante es el resultado en matemática, donde solo el 25% de los alumnos de 5° año alcanza un nivel satisfactorio, mientras que el 41% está por debajo del nivel básico. En la región, los datos son más positivos, pero no menos alarmantes. En Río Negro el 36% de los alumnos de 5° año no logran el nivel básico de matemática, mientras que en Neuquén el registro llega al 30%.

Salarios deprimidos

A la hora de discutir sobre presupuesto y gasto, el principal ítem corresponde a los salarios. En las provincias, el 85% del presupuesto educativo corresponde a la masa salarial, y pese a ello, los salarios han visto reducido su poder de compra en los últimos tres años. Un reciente estudio publicado por el Centro de Economía Política Argentina (Cepa) da cuenta de ello. El informe toma como caso testigo la evolución del salario docente en la provincia de Buenos Aires, incluyendo la incidencia del Fondo Nacional de Incentivo Docente (Fonid), expresado a valores del año 2017. La propuesta del gobierno provincial para 2018, es un aumento del 15% anual más un plus por presentismo. El infograma adjunto muestra que aún con el plus por presentismo, la propuesta implica una merma del 3% en el poder adquisitivo del salario en 2018, que se acumula a la pérdida del 7% registrada entre 2015 y 2017. El estudio realiza una estimación del incremento necesario para sostener el poder adquisitivo en el mismo nivel de 2017, utilizando el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) elaborado por el Banco Central. Concluye que el aumento no debería ser menor al 20% para evitar que la inflación de 2018 deprima el poder de compra de los salarios docentes.

1. ¿Cuál es el principal problema del sistema educativo argentino?
2. ¿Cree que publicar los resultados por escuela mejoraría la calidad?
3. ¿Mayor presupuesto se traduce en mejor calidad?
4. ¿Es adecuada la descentralización de la política educativa?
Alejandra Cardini
Dra. en Educación
Lic. en Sociología
Dir. de Educación del Cippec

1) Uno de los mayores desafíos es el nivel secundario. El secundario enfrenta serios retos para atraer, retener y graduar a todos los jóvenes. Es necesaria una propuesta transformadora, más cercana a los intereses de los jóvenes, centrada en el acompañamiento y sostén de sus trayectorias y en el apoyo a la confección de proyectos de vida con inclusión. Otro nudo estructural es la carrera docente. Es necesario cambiar la carrera profesional vertical (cuyos ascensos y aumentos salariales dependen de la antigüedad) por otra horizontal, que contemple recorridos y puestos diferentes para las distintas tareas escolares.

2) Dar a conocer los resultados por escuela despierta controversias. Los resultados no necesitan ser públicos para que las escuelas trabajen y armen estrategias de mejora. Hacerlos públicos implica responsabilizar a las escuelas por los resultados, cuando las pruebas muestran solo un aspecto de lo que sucede en las escuelas y, sobre todo, lo hacen de manera descontextualizada.

3) Existe una relación entre presupuesto y calidad educativa, pero no es directa. Hay consenso internacional acerca de la necesidad de invertir en educación al menos 6% del PBI, algo que Argentina alcanzó con la Ley de Financiamiento Educativo. Pero el impacto de esta inversión sobre la mejora educativa se dirime en la calidad de ese gasto, en el tipo de políticas implementadas.

4) El rol compensador del Estado nacional es fundamental. En la Argentina, la gestión de la educación está en manos de las provincias. Esto deriva en realidades y sistemas educativos profundamente desiguales, dada la intersección entre las desigualdades históricas del desarrollo regional y el injusto esquema de reparto de recursos fiscales vigente (la Coparticipación Federal de Impuestos).

Alberto Taquini
Dr. en Medicina. Exdecano de la Facultad de Farmacia (UBA).
Miembro Acad. Nac. de Educ.

1) Vivimos en un mundo global, donde los mecanismos de aprendizaje han cambiado sustancialmente. Los medios de comunicación, internet y la telefonía móvil han cambiado el acceso al conocimiento. La instrucción hoy debe enfocarse en el aprender a aprender, para generar un alumno autónomo que maneje la lectoescritura, el pensamiento lógico matemático y el método científico. Parte de la crisis del sistema educativo argentino, tiene que ver con la obsolescencia global de la enseñanza. A ello se suma en Argentina el desorden administrativo del sistema, que lleva a una mala aplicación de los fondos.

2) Cuanto mayor transparencia en la información, mejor. En algunas regiones, por ejemplo en zonas rurales, donde no hay competencia escolar, dar transparencia en la información es complicado. Pero en ciudades medianas y grandes, donde hay distintos establecimientos públicos y privados, soy partidario de dar a conocer todos los datos.

3) El porcentaje del PBI que Argentina dedica a la educación, es adecuado, pero la utilización de los recursos es insuficiente. La descentralización y la ejecución presupuestaria por unidad de gestión, aumenta la eficiencia y evita duplicaciones. La gestión escolar no debería estar en manos de los docentes, sino a cargo de administradores del sector público.

4) Como concepto, estoy a favor de la descentralización, tanto a nivel de las provincias, como dentro de las regiones provinciales, y en las escuelas. No quiere decir que se desconoce el valor de un organismo provincial integrado en el Consejo Federal para capacitación y ordenamiento de las políticas. La conectividad permitiría hoy que todos los desarrollos tecnológicos y pedagógicos en las provincias estén integrados.

Gustavo Iaies
Mg. en Educación
Lic. en Cs. de la Educación
Coord. Gral. Escuela Iberoamericana de Gob. Educ.

1) El principal problema hoy, es la dificultad para cambiar. Es un sistema muy conservador y el Estado tanto nacional como provincial tiene un nivel de gobernabilidad muy bajo sobre las escuelas. Es por ello que las familias optan cada vez más por opciones de gestión privada, una tendencia muy marcada durante los últimos 15 años. Probablemente, la migración no se trate solo con la calidad, sino simplemente con la cantidad de días de clase, cantidad de maestros o de contenidos mínimos.

2) Yo no empezaría por abrir los resultados a los padres, sino por abrir los datos al equipo de la escuela, donde está el insumo más importante de la mejora. Es saludable decirle al director y a los maestros donde están los problemas de los alumnos y como trabajar para mejorar. Una vez que uno generó ese hábito, está bien comunicárselo a la comunidad, porque la comunidad es dueña de esos datos.

3) El presupuesto es una herramienta de política, pero debe ser pensado en términos de mejora. Así como venimos, pagando más por cualquier cosa, no creo que haya mejoras. Pero si uno empieza a incorporar incentivos a la calidad, al presentismo, a la retención de alumnos en la escuela, es posible que haya mejoras. Por ahora dentro del sistema, nadie siente que el componente financiero juegue contra su propia realidad.

4) El sistema dejó de manejarse únicamente desde arriba, y mucho de lo que pasa surge abajo. Lo que pasa en la escuela tiene mucho que ver con su entorno. Hay que trabajar en un esquema con un polo arriba y un polo abajo. Políticas que se gestionen en la escuela, con objetivos de mejora, y el Ministerio bajando lineamientos en cuanto a evaluación y materiales. Es muy difícil hoy decirle a cada escuela lo que tiene que hacer en cada lugar.

Dato
41%
De los alumnos del último año de secundaria, no alcanzan el nivel más básico en matemática.
Fuente del Artículo:
https://www.rionegro.com.ar/pulso/educacion-un-desafio-que-trasciende-el-presupuesto-CM4583015
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Agentes de cambio y educación (2)

Por. David Calderón

Corremos el riesgo de pasar del entusiasmo fundacional a una visión demasiado optimista por parte de las autoridades mayores de educación, con números alegres y con frecuencia poco atenta a las críticas y divergencias, para luego caer en un tirón inverso en el péndulo; es decir, una evaluación muy negativa del proceso que siguió a la reforma constitucional y legal, que habla de agravio y de molestia, pero que puede desconocer la evidencia.

En “La Escuela que Queremos” (puede descargarse sin costo en www.mexicanosprimero.org), analizamos con datos oficiales y públicos, respaldados por solicitudes de información, los avances y los pendientes en 16 procesos de política pública, siguiendo lo que cambió en la realidad –y lo que no– a resultas de las adiciones y reformas del Artículo Tercero y su continuación en la Ley General de Educación, las dos nuevas leyes de observancia general, y los ajustes a las leyes estatales de las 32 entidades de la República.

En la obra sostenemos que, para pasar de los postulados de las leyes a la realidad de las aulas, además de los tres aspectos que expuse en el artículo anterior –mecanismos de participación y comunicación, completar el marco normativo y hacer accesible la información relevante y su uso– hay otros dos pendientes más que también son cruciales.

Uno es la presencia y desarrollo de capacidades para dar sustancia al compromiso. La clave de la transformación educativa, además de las propuestas hechas con solidez en su diagnóstico de arranque y metas de logro en su ejecución, están en el compromiso y la capacidad de los agentes de cambio. La actitud de esas personas –secretarios estatales, funcionarios intermedios, supervisores, directores, maestros, ATPs, miembros de los Consejos de Participación– es fundamental, pero dicho compromiso se queda sin substancia si no hay oportunidades de desarrollar sus capacidades técnicas.

Para la tarea educativa no todo es disposición e intuición; hay que respetar la lógica propia de la gestión educativa, que requiere de conocimiento experto, el cual no se improvisa ni tiene atajos. Los funcionarios educativos de cada periodo no pueden ser los alumnos que cuestan más caro al sistema educativo nacional, ni los nombramientos a esas tareas pueden tener como lógica la afinidad política y el reparto de un botín. Hay que ser tajantes: lo que es inaceptable entre maestros lo es igualmente entre funcionarios; el nombramiento debe traer méritos, conocimiento del sistema, independencia de lo gremial y lo político. Empujar las exigencias específicas de idoneidad de funcionarios será parte de las luchas próximas en materia educativa.

Otro pendiente es contar con los recursos necesarios para las transformaciones que marca la ley, lo que significa que para empezar estén claramente asignados, y para seguir, que sean ejercidos en forma honesta, oportuna, eficiente y transparente. Los recursos, especialmente la inversión de dinero, son el instrumento necesario de la política pública educativa, como hemos afirmado desde nuestro estudio (Mal)gasto. Hay que poner la bolsa donde se puso la boca. Si una propuesta de cambio en políticas públicas no tiene viabilidad financiera, entonces es una ilusión y probablemente una mentira. En el caso de la transformación educativa, hemos dejado perder oportunidades preciosas de mejora en esta etapa reciente porque no se previó el recurso necesario, porque se desvió o ejecutó con ineficiencia y negligencia.

Tres botones de muestra: a) No se previó pago suficiente para las tutorías de los profesores novatos, que se han hecho en forma tardía, intermitente e incompleta; b) No hay dinero asignado con toda claridad para los reconocimientos de promoción en la función, aumento de horas y reconocimiento de ingresos con lo alcanzado en Carrera Magisterial, lo que trajo la decepción y rechazo a otros procesos de reforma justo por parte de los mejores educadores profesionales del país; c) No se costeó la inversión para una formación dedicada, presencial y de aprendizaje entre pares para la apropiación por parte de los maestros del Modelo Educativo y menos para la dimensión socioemocional y el componente de Autonomía Curricular. Lo que más promete en lo pedagógico, lo propiamente educativo, está crónicamente subfinanciado.

Aquí está el reto a las autoridades actuales. Aquí también lo que han de solucionar los candidatos, y no alianzas gremiales o promesas de paja.

Fuente del Artículo:

Agentes de cambio y educación (2)

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Theotonio dos Santos y la moda en los intelectuales

Por: Enrique Dussel

Se nos ha ido un gran intelectual latinoamericano, que con otros críticos en la década de 1960 lanzó uno de los grandes hallazgos de la cultura latinoamericana que se expandió globalmente, junto al boomliterario y la teología de la liberación, la denominada teoría de la dependencia. Theotonio dos Santos, quien hace todavía unos meses nos visitó en la universidad en Toluca, siguiendo los pasos, entre otros, de Mauro Marini, definió los términos de esa teoría que estuvo de modahasta 1975 aproximadamente, cuando en el importante congreso de Quito de sociología fue declarada no marxista, por no tener espacio teórico en el pensamiento marxista, opinión, por ejemplo, de Agustín Cueva.

Lo cierto es que en 2000 Theotonio volvió a exponer la teoría de la dependencia, mostrando su vigencia y el error de los que la descartaron de la interpretación de una de las causas de la pobreza latinoamericana, por la transferencia de plusvalor de los capitales globales nacionales de los países subdesarrollados hacia los más desarrollados (cuestión que hemos tratado largamente en nuestra obra 16 tesis de economía política, Siglo XXI, 2015). Theotonio no se manejaba por las modas, las creaba, las imponía, y por ello la teoría de la dependencia permanece debajo del tema de la globalización y la descolonización necesaria de la economía latinoamericana.

En efecto, los creadores, los innovadores no se atienen a las modas pasajeras, porque las modas desaparecen pronto. Los creadores no siguen las modas, sino que las imponen al descubrir nuevos aspectos esenciales de la realidad presente, que, de paso, se encuentra debajo de las modas futuras.

De la misma manera hay intelectuales que opinan que la descolonización epistemológica(que Nelson Maldonado-Torres llama giro descolonizador) es una modaque esperamos pase pronto. Aunque sean colegas amigos y críticos, queremos expresarles que ni la teoría de la dependencia ha pasado, ni tampoco la descolonización epistemológica es una moda pasajera. Los que así opinan son los que pueden o no adoptar una moda, pero no son los que descubren creadoramente hipótesis de trabajo que responden a aspectos reales de profundidad, debajo de las apariencias, y por ello no son modas y menos pasajeras, sino supuestos epistemológicos de largo plazo.

La teoría de la dependencia y la descolonización epistemológica, que están modificando las preguntas, el cuestionamiento, la currícula de las ciencias sociales y los campos de estudios de las universidades en todo el mundo, organizándose aun como secretarias o ministerios en los estados del sur global, que ponen en crisis el concepto de modernidad, de eurocentrismo, de capitalismo, lejos de ser una moda están recién dando sus primeros frutos crítico-teóricos. Quizá desde Europa el panorama es diferente, pero no desde América Latina. Y ambos presupuestos teóricos se ar­ticulan ­recíprocamente.

He dicho que la teoría de la dependencia estudió la transferencia de plusvalor de los capitales globales nacionales de los países subdesarrollados (es decir, en la terminología de K. Marx: con composición orgánica inferior) hacia capitales nacionales de los países más desarrollados. El concepto de desarrollo es estrictamente de Marx (inspirándose en Hegel) y no se trata de algo extraño al pensamiento de Marx de inspiración burguesa. Si la explotación vertical del capital sobre el trabajo fue expuesto largamente por Marx en el tema de la acumulación del plusvalor como capital, la explotación horizontal de un capital (más desarrollado) sobre otro (menos desarrollado) en la competencia del mercado mundial fue igualmente sugerida por Marx. Hoy México sufre una transferencia gigantesca del sur global al norte más desarrollado en las mal llamadas reformas estructurales. La teoría de la dependencia y la descolonización práctica y epistemológica muestran esa transferencia y están justificando gobiernos que se opongan al neoliberalismo que empobrece nuestras naciones. Pensar que son modas pasajeras es escuchar el canto de las sirenas que propalan los medios de comunicación, la mediocracia.

Hoy es necesario conocer y justificar teóricamente las explicaciones más coherentes que muestran las causas estructurales de la pobreza en México y América Latina, y no opinar que son meramente modas pasajeras que es bueno que desaparezcan en el corto plazo, por un falso prurito de no estar con las masas que siguen modas, y mantenerse en la caja de cristal con las manos limpias (que tanto criticaba J. P. Sartre de la izquierda de su tiempo). Y es ese miedo a las manos sucias el que paraliza a los intelectuales que intentan por todos los medios que no se piense que colaboran con proyectos ambiguos populistas (llamados bonapartistas por el partido de izquierda del pasado, confundiendo con E. Laclau lo popular con el populismo). Ellos están en proyectos de largo alcancelimpios de ambigüedades, aunque también lejanos a la historia empírica cotidiana y protegidos por la lejanía de situarse en los cielos puros de las ideologías revolucionarias imposibles fácticamente.

Theotonio perteneció a la izquierda que se ensuciaba las manos junto al pueblo brasileño, después del largo exilio en Chile y en México. Fue un auténtico intelectual orgánico en las luchas populares del gran país de América del Sur, que no le tocará ya ver nuevamente a Lula como presidente, para dar dos pasos adelante nuevamente, después del paso atrás que se está dado en la historia reciente de nuestra América.

Fuente del Artículo:

http://www.jornada.unam.mx/2018/03/05/politica/018a1pol?partner=rss

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Killing Children in the Age of Disposability: The Parkland Shooting Was About More Than Gun Violence

By: Henry A. Giroux

Donald Trump may have startled Republican lawmakers with his sudden and unexpected support for background checks and other gun control measures, but a closer look at his comments to lawmakers reveals his continued adherence to the core of the pro-gun script that he has been following all along.

At his meeting with lawmakers on February 28 Trump buckled down on the idea that the real problem is the existence of gun-free zones, arguing that eliminating gun-free zones «prevent [mass shootings] from ever happening, because [the shooters] are cowards and they’re not going in when they know they’re going to come out dead.»

The president’s repeated efforts to disparage the idea of gun-free zones fit with the earlier call for arming teachers made by Trump and one of his most powerful financial and ideological backers — the dark knight of gun violence, NRA leader Wayne LaPierre. Meanwhile, Trump has shown no interest in preventing school shootings by hiring more guidance teachers, support staff and psychologists. Trump’s call for a comprehensive gun bill may have made for «captivating» television, but it rattled NRA lobbyists and initiated a tsunami of calls to their allies on Capitol Hill. Nothing surprising to this reaction. It gets worse. Chris Cox, the top lobbyist for the NRA, met with Trump a few days after Trump made his remarks and suggested in a tweet that the president had backed away from his apparent embrace of gun control.

Moreover, there is little confidence following Trump’s remarks that Republicans would even remotely endorse legislation for gun control. The NRA «paid $5 million to lobbyists last year» and there is no indication that the time and money spent buying off cowardly politicians will prove ineffectual.

Trump’s proposal to arm teachers suggests that the burden of gun violence and the crimes of the gun industries and politicians should fall on teachers’ shoulders.

The deeply troubling call for eliminating gun-free zones and arming teachers comes at a time when many schools have already been militarized by the presence of police and the increasing criminalization of student behaviors. Suggesting that teachers be armed and turned into potential instruments of violence extends and normalizes the prison as a model for schools and the increasing expansion of the school-to-prison pipeline. What is being left out of this tragedy is that the number of police in schools has doubled in the last decade from 20 percent in 1996 to 43 percent today. Moreover, as more police are put in schools, more and more children are brutalized by them. There is no evidence that putting the police in schools has made them any safer. Instead, more and more young people have criminal records, are being suspended, or expelled from school, all in the name of school safety. As  Sam Sinyangwe, the director of the Mapping Police Violence Project, observes:

The data … that does exist … shows that more police in schools leads to more criminalization of students, and especially black and brown students. Every single year, about 70,000 kids are arrested in school…. [Moreover] since 1999, 10,000 additional police officers have been placed at schools, with no impact on violence. Meanwhile, about one million students have been arrested for acts previously punishable by detention or suspension, and black students are three times more likely to be arrested than their white peers.

Trump’s proposal to arm teachers suggests that the burden of gun violence and the crimes of the gun industries and politicians should fall on teachers’ shoulders, foolishly imagining that armed teachers would be able to stop a killer with military grade weapons, and disregarding the risk of teachers shooting other students, staff or faculty in the midst of such a chaotic moment.

In addition, the proposal points to the insidious fact that mass shootings and gun violence have become so normalized in the United States that, as Adam Gopnik points out, «we must now be reassured that, when the person with the AR-15 comes to your kid’s school, there’s a plan to cope with him.» Such statements make visible a society rife with the embrace of force and violence. How else to explain the fact that, at the highest levels of government, horrendous acts of violence, such as mass shootings involving school children, are now discussed in terms of containing their effects rather than eliminating their causes.

Protecting guns and profits have become more important than protecting the lives of young people.

In this logic the underlying causes of mass shootings and gun killings disappear and the emphasis for dealing with such violence reproduces an act of political and moral irresponsibility in its call to curtail or contain such violence rather than address the underlying causes of it.

We live in an age in which the politics of disposability has merged with what Jeffrey St. Clair has called the spectacle of «American Carnage.» The machineries of social death and misery now drive a mode of casino capitalism in which more and more people are considered waste, expendable and excess. The politics of disposability now couples with acts of extreme violence as pressure grows to exclude more and more people from the zones of visibility, justice and compassion. This is especially true for children. Violence against children in the United States has reached epidemic proportions. As Marian Wright Edelman points out,

Pervasive gun violence against children is a uniquely shameful all-American epidemic. Consider that since 1963, over three times more children and teens died from guns on American soil than U.S. soldiers were killed by hostilities in wars abroad. On average 3,426 children and teens — 171 classrooms of 20 children — were killed by guns every year from 1963 to 2016. And gun violence comes on top of other major threats of global violence that threaten our children.

A culture of cruelty, silence and indifference to the needs of children, built on the backs of the conservative media politicians and the gun industry and lobby, has become a central and ethically disturbing feature of American society. This is a culture of political corruption and social abandonment that «has a remarkable tolerance for child slaughter, especially the mass murders of the children of others.» This culture of violence has a long history in the United States, and has become increasingly legitimated under the Trump regime, a regime in which lawlessness and corruption combine to ignore the needs of children, the poor, elderly, sick and vulnerable. In the age of neoliberal brutality, protecting guns and profits have become more important than protecting the lives of young people. As is apparent from its policies, our society no longer views young people as a worthy social investment or the promise of a decent future. On the contrary, as John and Jean Comaroff note in Frontiers of Capital: Ethnographic Reflections on the New Economy, instead of becoming a primary register of the dreams of a society, youth have become «creatures of our nightmares, of our social impossibilities, and our existential angst.»

Viewed largely as a liability, the institutions that young people inhabit have been discarded as citadels of critical thinking and social mobility. As a result, such institutions, including schools, have become zones of social abandonment — often modeled after prisons — that appear to exist in a state of perpetual danger and fear, especially for students marginalized by race and class, for whom violence operates routinely and in multiple ways. Children are now defined largely as consumers, clients and fodder for the military or the school-to-prison pipeline. As a result, their safety is now enmeshed with the weaponized discourse of surveillance, and security personnel and police patrol their corridors. Horrific shootings boost the ratings and profit margins of the mainstream press, undercutting these news outlets’ will and ability to use their resources to address the culture and political economy of violence that now amounts to a form of domestic terrorism in the United States.

The message to students is clear. They are not worth protecting if they threaten the profits of the gun industries and the purses of the politicians who have become the lackeys for them.

As Brad Evans and I have argued in Disposable Futures: The Seduction of Violence in the Age of the Spectacle, violence has now become the defining organizing principle for society in general. It is also worth noting that the spectacle, marketing and commodification of violence powerfully mediates how the American public both understands the relations of power that benefit from the production of violence at all levels of society and how the visceral suffering that is produced can be neutralized in a culture of immediacy and «alternative facts.»

Of course, this logic is part of the politics of distraction that has become a trademark of the Trump administration. At the same time, it creates more profits for the gun industries and makes clear that most people, including children, have no safe space in the US. The message to students is clear. They are not worth protecting if they threaten the profits of the gun industries and the purses of the politicians who have become the lackeys for them. It gets worse. Rather than engage young people and other gun rights advocates in a debate about gun control, some conservatives mimic the discourse of humiliation and lies used relentlessly by Trump in claiming that «bereaved students were being manipulated by sinister forces, or even that they were paid actors.»

As objects of moral and social abandonment, young people are beginning to recognize that the response to their call for safety, well-being and future without fear is cruel and cynical. In addition, their struggle against gun violence makes clear that the Trump administration, the NRA, and the industries that trade in instruments of violence and death, are waging a war against democracy itself. The call to arm teachers also speaks to the Trump administration’s efforts to further militarize and expand the weaponization not only of the armed forces but also of spaces in which large numbers of students congregate. In his call to arm 20 percent of all teachers, Trump is suggesting that 640,000 teachers be trained and given guns. The Washington Post estimates that the costs of training teachers sufficiently could reach as high as $718 million while the cost of providing teachers with firearms could amount to an additional $251 million. According to the Post, «the full-price, more expansive training and the full-price firearm … creeps past $1 billion.» Furthermore, putting 640,000 more guns in schools is not only a reckless suggestion, it also further enriches the profits of gun makers by adding millions of dollars to their bottom line. Why not invest this amount of money in providing support staff and services for students — services that could meaningfully support those facing mental health issues, bullying, homelessness and poverty?

When combined with a culture of fear and a massive government investment in a carceral state, the politics of disposability eerily echoes the damaging legacy of a fascist past in the US, with its celebration of violence, concentration of power in the hands of the few, massive inequities in wealth and militarization of all aspects of society. There is no defense for weapons of war to be sold as commodities either to children or anyone else. Gun violence in the US is not simply about a growing culture of violence, it is about the emergence of a form of domestic terrorism in which fear, mistrust, lies, corruption and financial gain become more important than the values, social relations and institutions that write children into the script of democracy and give them hope for a decent future.

When the only self available to the public is rooted in the discourse of entrepreneurship, it is not surprising for a society to produce generations of people indifferent to the effects of mass violence.

A war culture now permeates American society — extending from sports events and Hollywood films to the ongoing militarization of the police and the criminalization of everyday behaviors such as violating a dress code or doodling on a desk. War has become a permanent element of everyday life, deeply etched into our national ideals and social relations. And those responsible for the bloodshed it produces appear immune from social criticism and policies that limit their power.

This debate about school shootings is not simply about gun violence; it is about a neoliberal order that has tipped over into authoritarianism, one for which the highest measure of how a society judges itself ethically and politically is no longer about how it treats its children. Violence on a grand scale certainly has produced a high sense of moral outrage within the US public at times, but not over the fate of young people.

People in the US need a new language to talk about violence in order to capture its many registers and the threads that tie them together. Under such circumstances, school violence cannot be understood outside of the deeply inordinate influence of money and power in US politics. The call to model schools after prisons would have to be examined against the rise of the punishing state and the Trump administration’s celebration of a «law and order» regime. The anger fueling what might be called white rage would have to be analyzed against the gutting of jobs, wages, pensions, health care benefits and the massive growth of inequality in wealth and power in the United States.

US society has become an abyss in which violence, disposability and the logic of social abandonment and terminal exclusion work against the interests of most children and for the interests of the rich and powerful. Weapons now operate in the service of what might be called the necro-power of casino capitalism. How else to explain the fact that there are more than 13,000 homicides a year in the United States, or that on average, seven teens are killed with guns daily. Yet the response on the part of politicians is either silence and inaction, or a more aggressive push to put more guns in circulation?

A cult of militarism has dragged extreme violence into the very soul of the US and has become a source of pride rather than alarm and anger. This depraved transformation is accelerated by a crisis of agency in which every relation is reduced to an exchange relation, one in which, as political theorist Wendy Brown has argued, «everything from learning to eating become matters of speculative investments — ranked, rated, balanced in your portfolio.» When the only self available to the public is rooted in the discourse of entrepreneurship, it is not surprising for a society to produce generations of people indifferent to the effects of mass violence, unsympathetic to the growing multitudes of disposable individuals and groups, and unmoved by a culture of deepening collective cynicism. Casino capitalism has numbed large segments of the American public into moral and political callousness. One consequence is an indifference to a society in which the killing of children is routine.

Mass shootings and gun violence in the US cannot be abstracted from what I call the death of the social, which involves the collapse of an investment in the public good, the ongoing destruction of democratic values, and the undermining of the common good. A toxic mix of rugged individualism, untrammeled self-interest, privatization, commodification and culture of fear now shapes American society, leaving most people isolated, unaware of the broader systemic forces shaping their lives, and trapped in a landscape of uncertainty and precarity that makes them vulnerable to having their anxieties, anger and rage misdirected.

The students from Parkland, Florida, are fighting back, embracing new forms of social solidarity and collective struggle.

All too often, the only discourse available for them to deal with their problems is provided by the disingenuous vocabulary of fear and security delivered in the call for gun ownership, the allure of violence as an antidote to their individual and collective anxieties, and a hateful appeal to racism, Islamophobia and demonization.

The hijacking of freedom and individual responsibility by extremists is corrosive and rots society from within, making people susceptible to what C.W. Mills describes as «organized irresponsibility» in his book The Politics of Truth. The right-wing attack on the welfare state, community and democracy functions to dissolve crucial solidarities and bonds of social obligation, and undermines mutual responsibilities. In the absence of the discourse of community, compassion and mutual respect, fear and violence have become the new currency mediating social relations at all levels of society. In a society in which the war of all against all prevails, the call for more guns is symptomatic of the shredding of the social fabric, the hardening of society, the evisceration of public trust, and a ratcheting up of a political and economic investment by the ruling elite in the machinery of cruelty, inequality and militarism.

Violence in the United States is part of a wider politics of disposability in which the machineries of social and political death accelerate the suffering, hardships and misery of children. For too long, youth have been written out of the script of justice and democracy. Gun violence, mass shootings and state violence are simply the most visible elements of a society that organizes almost every aspect of civil society for the production of terror and fear, and which views young people within the specter of uselessness and indifference.

Fortunately, the students from Parkland, Florida, are fighting back, shunning the coarse language used by apologists for systemic violence while embracing new forms of social solidarity and collective struggle. These young people are refusing to privatize hope or allow the ethical imagination and their sense of moral outrage and social responsibility to be tranquilized. They are not only outraged over the brutal actions of the defenders of gun violence, they feel betrayed. Betrayed, because they have learned that the power of the gun industries and the politicians who defend them do not consider their lives worthy of protection, hope and a future free of violence. They recognize that US society is unusually violent and that they are a target. Moreover, they are arguing convincingly that mass shooting in the United States have a direct correlation with the astronomical number of guns present in this country. But there is more at stake here than an epidemic of gun violence, there is the central idea of the US as defined by carnage — violence that extends from the genocide of Native Americans and slavery to the rise of mass incarceration and the instances of state violence now sweeping across the US.

At least for the moment, young people are refusing to live with a modern system of violence that functions as a form of domestic terrorism. Engaged in a form of productive unsettling and collective dissent, they are fighting back, holding power accountable and giving birth to a vibrant form of political struggle. The distinctiveness of this generation of survivors is clear in their use of social media, their willingness to speak out, their planned marches, their civic courage, and their unwillingness to continue to live with the fear and insecurity that have shaped most of their lives. Hopefully, this moment will transform itself into a movement.

Source:

http://www.truth-out.org/news/item/43732-killing-children-in-the-age-of-disposability-the-parkland-shooting-was-about-more-than-gun-violence

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Reforma protestante, educación y ética evolucionista

Por: Álvaro Espina Montero

Mandamos que de aquí en adelante ninguno de nuestros súbditos y naturales, eclesiásticos o seglares…, ni ningún otro pueda ir ni salir de estos reinos a estudiar, enseñar ni aprender, ni a estar o residir en Universidades, Estudios o Colegios fuera de estos reinos… Y que las personas que incumplan lo mandado en esta carta… caigan e incurran en perdimiento de todos sus bienes y en destierro perpetuo de estos reinos. Y que los grados y cursos que en las tales Universidades hicieren no les valgan para ninguna cosa ni efecto alguno.

Pragmática de Felipe II. Aranjuez, 22-XI-1559

Si buscamos la causa general que da a la Reforma protestante su carácter esencial encontramos que se trata de un gran impulso de libertad del espíritu humano, de una insurrección contra el poder absoluto en el orden espiritual…, resultado de la acumulación de medios de instrucción y del rejuvenecimiento del espíritu humano producido por el renacimiento de la antigüedad.

Alberto Jiménez Fraud, Historia de la Universidad española, Alianza, 1971, p. 231

Nadie puede disputar a Alberto Jiménez Fraud la condición de gran reformador de la universidad española, como secretario de la Junta para la Ampliación de Estudios —con que se trató de revertir definitivamente la prohibición de estudiar fuera dictada por Felipe II 350 años antes— y de director de la Residencia de Estudiantes, verdadera cuna de la intelectualidad y la elite cultural más innovadora con que contó España durante el siglo XX, declarada Patrimonio Europeo tras su restauración en 2007.

Aunque la Pragmática de Felipe II pretextaba otras razones para prohibir estudiar fuera, resulta obvio que trataba de atajar el peligro de contagio de la herejía y de la revolución religiosa, que es el fundamento mismo de la quiebra del absolutismo monárquico, ya que sin reforma protestante el sentido de la responsabilidad individual en que se basa todo el constitucionalismo moderno —cuyo punto de partida es la persona, la libertad, la autonomía y los derechos individuales—, no sería lo que hoy es, como señalaba recientemente en El PaísFernando Rey Martínez.
Su trabajo me ahorra extenderme en el papel desempeñado por la Reforma en la quiebra del absolutismo político y el totalitarismo doctrinal. Baste para ratificarlo constatar que en el navío con que invadieron Inglaterra los nuevos reyes protestantes Guillermo III de Orange y María II, tras la revolución gloriosa de 1688, viajaba John Locke, padre del gobierno representativo con separación de poderes y quien estableció definitivamente el principio de Tolerancia, que se inscribiría en el Bill of Rights de 1689, matriz de todas las declaraciones de derechos fundamentales de la modernidad.

Aquí deseo ocuparme del impacto del protestantismo sobre la educación y la ética. Al romper la subordinación de la conciencia individual respecto de toda autoridad política o religiosa —haciendo del individuo su propio sacerdote-mediador con el ser supremo—, la Reforma adquirió el compromiso histórico de dotar al creyente de los medios para acceder directamente a la interpretación de las escrituras, estableciendo el imperativo categórico de generalizar la educación para todos. Esa fue la gran diferencia entre la Europa protestante y la Europa católica, ya que en esta última la educación del pueblo se consideró más bien como un factor de disolución del orden social absolutista, mientras se entregaba la educación de las elites a los jesuitas, tras neutralizar el concilio de Trento su aliento revolucionario, como señaló Jiménez Fraud.

El modelo educativo protestante lo había establecido cincuenta años antes Jon Ámos Comenius, obispo y líder protestante de la iglesia de Moravia, tras subir al trono de Bohemia Fernando de Austria en 1618 y expulsar a los pastores protestantes. Para suplir su ausencia Comenio diseñó un sistema universal de enseñanza de la lectura y la escritura —inventando la cartilla y el libro de texto—, con el fin de que todo individuo pudiera acceder directamente a la lectura de la Biblia. En su obra La Reforma de la Escuela fue mucho más allá, fundando la tecnología educativa moderna, que combina la educación de la razón y el espíritu con la de los sentimientos, las emociones (base de la moral), el aprendizaje a través de la práctica y la facultad de comunicación con los demás.

Comenio estableció también la pauta protestante de la sabiduría, basada en la integración de tres fuentes de verdad: la revelación, conocida a través de la Escritura; la naturaleza, conocida inductivamente a través de los sentidos, y la razón, conocida a través de la lógica, que constituye todavía el ideal fundacional de la enseñanza superior norteamericana pluralista y cosmopolita, que anticipa la Ciencia Nueva de Vico, que afirma: «Buscamos un tesoro universal de sabiduría para el interés común y el beneficio de toda la humanidad y es justo que todas las naciones, sectas, edades e ingenios puedan contribuir a formarlo».

Por otra parte, al romper con el dictado exterior y centralizado de los imperativos éticos, la Reforma hizo responsable únicamente al individuo de sus decisiones morales (ayudado en muchas ocasiones por la lectura bíblica colectiva y los comentarios del pastor, elegido por la congregación), de modo que la elaboración de la ética se convierte en una tarea común, no impuesta de manera autoritaria, capaz de evolucionar y adaptarse al tiempo presente.

Como afirmó Max Weber tal cosa permitió establecer pesos y contrapesos entre la ética de los fines y convicciones y la ética de la responsabilidad —como hicieron antes F. C. S. Schiller, C. S. Peirce, John Dewey y los otros grandes pragmatistas norteamericanos, hasta hoy, para quienes el significado de nuestras creencias debe buscarse en sus consecuencias sobre los demás.

No es extraño, pues, que la gran reforma cultural y educativa en la España de finales del XIX y primer tercio del XX la llevaran a cabo los discípulos de Julián Sanz del Río, quien introdujo en España el Krausismo, una doctrina —elaborada por K.C.F. Krause, discípulo de Fichte y Schelling— cuyo idealismo panteísta (el de Spinosa y Giordano Bruno) combinó con la consideración de que el mundo no es otra cosa que el desarrollo de la intuición que el Ser supremo tiene de sí. Según Sanz del Río esta concepción guardaba armonía con el «alma española», por su tendencia ascética, por la identificación entre ciencia, filosofía e imperativo religioso, y por la mezcla de misticismo y racionalismo. Ahí es donde Jiménez Fraud asentó las raíces de la gran reforma cultural de España.

La exposición conmemorativa del V centenario de la Reforma protestante en la Biblioteca de Universidad Complutense plantea con gran acierto el nexo de aquel gran proyecto de renovación con la lucha por la libertad de cultos y creencias, que no se admitió en España hasta fines del siglo XIX, y que dio pie a las grandes reformas educativas, de las que somos deudores.

Fuente: http://www.huffingtonpost.es/alvaro-espina-montero/reforma-protestante-educacion-y-etica-evolucionista_a_23381466/

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Los contenedores virtuales, un avance en el aprendizaje ‘on line’

Por: Alberto Corbi

Utilizar las mismas estructuras académicas que se aplicaban hace 20 años impide aprovechar las nuevas y personalizadas formas de aprender que ofrecen los avances tecnológicos. Además, la implementación de nuevas fórmulas en el ámbito educativo está yendo por detrás de las habilidades tecnológicas de la sociedad. Por esta razón, investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja plantean aplicar lo que han denominado un enfoque de “aprendizaje transgénico”, que permite alterar el ritmo de evolución de la educación con la introducción de cambios significativos en momentos seleccionados.

Investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) exploran en un experimento el concepto de “aprendizaje transgénico”, un acercamiento disruptivo al aprendizaje on line mediante el cambio de métodos convencionales de distribución de software por contenedores virtuales, una tecnología que permite el desarrollo de aplicaciones en cualquier infraestructura con un mínimo de soporte.

Los investigadores realizaron el experimento con esta tecnología –concretamente con una implementación específica llamada Docker– en una asignatura de física en la Escuela de Ingeniería de UNIR. Los contenedores fueron utilizados para distribuir a los estudiantes las tareas propuestas.

El estudio muestra que aumentó la satisfacción de los estudiantes, así como su participación durante el tiempo que estuvo disponible el contenido

Los contenedores estaban “enriquecidos” con las herramientas necesarias de software, así como con ejemplos y manuales complementarios de soluciones. El estudio muestra que aumentó la satisfacción de los estudiantes –un 80% indicó estar satisfecho o muy satisfecho– así como su participación durante el tiempo que estuvo disponible el contenido, que fue tratado como un Recurso Educativo Abierto al que los estudiantes pudieron acceder libremente durante seis meses.

El estudio, publicado en la revista Distance Education, concluye que la combinación de los recursos educativos en contenedores virtuales con canales de distribución abierta puede ser uno de los ejes principales para el aprovechamiento de la Educación Abierta en las áreas STEAM (acrónimo de ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas, por sus siglas en inglés).

“La utilización de los contenedores virtuales representa un acercamiento disruptivo para enseñar y aprender física, y sigue el principio de aprendizaje transgénico: hemos seleccionado y extraído una pieza de la cadena de aprendizaje para modificarlo y mejorarlo, poniéndolo de vuelta en el proceso”, indica Daniel Burgos, coautor del trabajo.

La tecnología ofrecida por los contenedores virtuales, a pesar de contar con grandes ventajas gracias a la simplificación que permiten y a su capacidad de adaptación (tanto en escenarios de desarrollo como de producción), no ha sido hasta el momento utilizada en el ámbito académico ni en el del aprendizaje on line.

“Están considerados como la mejor solución para asegurar que el software funcione cuando se transfiere de un entorno a otro; de hecho, estos contenedores están atrayendo la atención de grupos de investigadores, ya que aseguran la reproductibilidad de los resultados de experimentación”,

Fuente: https://laflecha.net/los-contenedores-virtuales-un-avance-en-el-aprendizaje-on-line/

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