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Un macroestudio sobre 5.000 niños genio desvela las claves que los distinguen

Por: Hector G. Barnés

En 1968, el profesor Julian Stanley, un matemático fascinado por los misterios del talento intelectual, conoció a Joseph Bates, un prometedor niño de 12 años. La vida de ambos nunca volvería a ser igual, y de su encuentro nació el que quizá sea el proyecto más ambicioso jamás diseñado para entender el funcionamiento de la mente de los niños mucho más inteligentes que la media. Bates, desde luego, era uno de ellos: a su edad ya había aprobado un curso de informática en la Universidad John Hopkins y en sus ratos libres le explicaba a otros estudiantes universitarios el lenguaje de programación FORTRAN.

Bates se convirtió en el estudiante cero del SMPY (Study of Mathematically Precocious Youth, “Estudio de los Jóvenes Matemáticamente Precoces”), que comenzó como una modesta investigación sobre los rasgos de la genialidad infantil y a día de hoy, 45 años después, recoge los datos de la carrera de 5.000 individuos que han dado lugar a 400 investigaciones y libros como ‘Lives of Promise’ de Karen Arnold. Su objetivo no era únicamente identificar rasgos diferenciales, sino también entender de qué factores depende su éxito posterior, por lo que ha terminado convirtiéndose en una guía para el desarrollo de programas de fomento del talento.

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Muchos de ellos obtienen en el SAT calificaciones que les permitirían entrar al instante en una de las universidades de élite norteamericanas

Uno de ellos es el Centro para Jóvenes Talentosos de la Universidad John Hopkins, abierto por el propio Stanley a principios de los años 80. Por él pasaron estudiantes como Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, Lady Gaga o el cofundador de Google, Sergey Brin. Todos ellos tenían algún en común, como recordaba un reportaje publicado en ‘Nature’: formaban parte del 1% con mejores notas en los exámenes de acceso a la universidad, que es el primero de los hallazgos con los que se topó el proyecto.

La Selectividad (americana), una buena guía

Durante décadas, los psicólogos cognitivos se preguntaron cuál podía ser el mejor método para identificar a los jóvenes más privilegiados. Lewis Terman, por ejemplo, comprobó decepcionado cómo aquellos con un mayor coeficiente intelectual no solían llegar siempre lejos, mientras que algunos de los que habían sido descartados por ese criterio habían obtenido el Nobel, como Willian Shockley o Luis Álvarez. Así que Stanley le pidió a Bates que hiciese una serie de exámenes, entre los que se encontraba el SAT, un equivalente a la Selectividad española que se utiliza para determinar el acceso a la universidad.

Lady Gaga pasó por el Centro para Jóvenes Talentosos de la Johns Hopkins. (Reuters/Mark Blinch)
Lady Gaga pasó por el Centro para Jóvenes Talentosos de la Johns Hopkins. (Reuters/Mark Blinch)

Ese examen ha terminado convirtiéndose en una brújula para conocer el talento innato de los estudiantes: a pesar de estar destinado a alumnos de alrededor de 18 años, muchos de los que lo realizaban eran capaces de obtener a los 12 notas que los permitirían ingresar en un centro de élite y a encontrar solución a problemas para los que en teoría no les habían preparado en sus clases.

Se nace, pero luego se hace

¿Hasta qué punto determinan las capacidades innatas el rendimiento posterior? El SMPY ha ofrecido una respuesta un tanto incómoda: disponer de una gran capacidad cognitiva en la infancia es mucho más importante a la hora de alcanzar el éxito que otros factores como el entrenamiento, o –buena noticia– pertenecer a uno u otro estrato socioeconómico. Sin embargo, el proyecto también pone de manifiesto que esta predisposición es inútil si dicho talento no se refuerza más tarde a través de una intervención adecuada. Esta idea sugiere una cierta predestinación entre aquellos llamados a liderar la sociedad. Como señalaba el psicólogo del programa de talento de la Universidad de Duke Jonathan Wai a ‘Nature’, “los niños cuyas notas forman parte del 1% tienden a convertirse en científicos y académicos eminentes, CEOen empresas de Fortune 500 y jueces, senadores y multimillonarios”.

Muchos de los que obtenían buenas notas en habilidad espacial terminaban convirtiéndose en arquitectos, cirujanos o ingenieros de primera fila

La habilidad espacial, determinante

En 1976, Stanley dio arranque a la segunda fase de su estudio incorporando en los test la habilidad espacial, entendida como la capacidad de entender, memorizar y recordar las relaciones de posición y tamaño entre objetos. El psicólogo sospechaba que era un factor clave y, casi cuatro décadas después, un metaestudio publicado en ‘Psychological Science’ a partir de los datos del SMPY confirmó que, efectivamente, “la habilidad espacial tiene un rol único en el desarrollo de la creatividad”. Muchos de aquellos que obtenían buenas notas a este respecto terminaban convirtiéndose en arquitectos, cirujanos o ingenieros de primera fila.

Saltarse un curso es positivo

Otra polémica conclusión del SMPY es que adelantar a los estudiantes algún curso que otro redunda en su beneficio. Al fin y al cabo, sugiere esta lógica, si son capaces de sacar las notas más altas en la Selectividad, ¿para qué necesitan cursar asignaturas que ya conocen? A menudo se argumenta que los estudiantes adelantados a su curso suelen tener problemas de adaptación, pero según las conclusiones del proyecto estadounidense, los beneficios no son solo académicos, sino también emocionales.

“Los niños no necesitan algo nuevo o innovador, sino simplemente acceder antes a lo que ya está disponible para los mayores”, explica el psicólogo David Lubinski, actual responsable del programa. De ahí que se anime a los padres a que sus hijos se enfrenten a materiales escolares o lecturas por encima de lo correspondiente a su edad. El propio Bates lo experimentó en sus propias carnes, cuando tras sufrir en el instituto, descubrió que se sentía como un pez en el agua en la universidad al conocer a otras personas como él.

El examen comenzó analizando únicamente la competencia matemática. (iStock)
El examen comenzó analizando únicamente la competencia matemática. (iStock)

¿Cómo criar a un niño con talento?

Como hemos explicado anteriormente, no basta con tener las condiciones necesarias si estas no se desarrollan correctamente. Estos son algunos de los consejos de los psicólogos del desarrollo para que los padres ayuden a los hijos sin que su condición excepcional suponga una carga:

  • Exponerlos a diferentes experiencias. Los padres deben apoyar a sus hijos cuando muestran interés por algo, ayudarles a encontrar su vocación o hacerles entender que la adopción de riesgos y el fracaso los ayudan a mejorar.
  • Esfuerzo, no habilidad. A pesar de haber nacido con unas condiciones especiales, los niños deben entender que de su capacidad para explotarlo depende su éxito futuro, por lo que no pueden dormirse en los laureles. La clave está en crecer continuamente.
  • Trabaja con los profesores. Los expertos pueden jugar un papel importantísmo a la hora de que los niños exploten su potencial y que los padres entiendan sus necesidades, que muchas veces pasan por disfrutar de una mayor libertad. Examinar las habilidades del niño puede ser clave cuando es momento de asignarles tareas más avanzadas o, en otros casos, de detectar otros problemas asociados como la dislexia o los desórdenes de hiperactividad.

Cuidado con las etiquetas

El SMPY ha sido a menudo criticado por su obsesión por determinar las posibilidades de éxito de los alumnos desde una edad muy temprana, lo que puede tener efectos muy negativos para todos ellos. Para aquellos que obtienen mejores calificaciones en las pruebas, porque sienten una presión añadida a la hora de triunfar que puede truncar sus expectativas; de ahí que sea tan importante el apoyo emocional de la familia. Para los que no forman parte de este club selecto, puede ser una manera de rebajar sus expectativas a una corta edad. Como recuerdan estos detractores, hay otros factores como la motivación o la personalidad que son determinantes en el desarrollo de los adolescentes.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-09-19/smpy-estudio-ninos-genio_1444115/

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De huracanes y solidaridad, unas décimas de Nicolás Guillén

Por: Pedro de La Hoz

En estos afiebrados días de restañar las heridas del potente huracán Irma y sin perder pie ni pisada a la temible María que vuelca su furia de viento y agua sobre las castigadas Antillas, Nicolás Hernández Guillén, nieto de nuestro inmenso poeta Nicolás, puso ante mí estos versos: «En este camaronero / Máximo Gómez llamado, / hacia un pueblo desdichado / va el auxilio compañero. / No importa el chubasco fiero / que altera y pica la mar, porque no podrá apagar / el ansia que el pueblo siente / de llevar rápido a Oriente / lo que allá pueda faltar».

Fueron escritos por Nicolás Guillén en la noche del 17 de octubre de 1963 a bordo de una embarcación que surcaba el Golfo de Guacanayabo desde Santa Cruz en dirección a Manzanillo, para llevar vituallas a los damnificados por el huracán Flora.

Experiencia dura aquella que segó vidas, desbordó ríos y arrasó viviendas y plantaciones en su enrevesada trayectoria, pero de la que la Revolución extrajo lecciones permanentes, decisivas para la prevención de las situaciones y la mitigación de los daños derivados del embate de los organismos tropicales que se han sucedido en el tiempo.

De Guillén es bien conocida la definición del Mar Caribe registrada en su ingeniosa colección de viñetas poéticas titulada El gran zoo: «… este animal / marítimo y enigmático / tiene una gran cresta de cristal, / el lomo azul, la cola verde, / vientre de compacto coral, / grises aletas de ciclón. / En el acuario, esta inscripción: / Cuidado, muerde». Con ese original bestiario lírico publicado en 1968, el poeta renovó ímpetu y lenguaje para sorpresa de muchos, como lo hizo poco después con El diario que a diario al cumplir 70 años.

Como periodista de raza, seducido desde la niñez por el olor a tinta de imprenta y el laboreo entre linotipos y chibaletes –no llegó a vivir la era de las computadoras personales y la comunicación digital–, el poeta, nunca dejó de ejercer el oficio en diversos medios de prensa, tanto en su condición de redactor de planta como en el de asiduo colaborador.

Por ello, convocado por las autoridades del Gobierno Revolucionario para recorrer los sitios devastados por Flora y llevar asistencia a familias y comunidades del Oriente cubano, Guillén, no puede renunciar a compartir sus vivencias con los lectores del diario Noticias de Hoy (faltaban dos años justamente para que, por iniciativa de Fidel, ese periódico se fundiera con Revolución para dar cauce a Granma). Publica cuatro crónicas los días 24, 25, 29 y 31 de octubre, en las que cuenta sus impresiones sobre las huellas del cataclismo, pero también da cuenta del empuje y la unidad de la población en el enfrentamiento a las secuelas del huracán. Pueden leerse en el tercer volumen de Prosas de prisa, compiladas posteriormente por su colega, biógrafo y amigo Ángel Augier.

Por cierto, al llegar al central azucarero antiguamente nombrado Elia (hoy Colombia, municipio perteneciente a Las Tunas tras la división político-administrativa de 1976), advierte la peligrosa asociación del río Tana con la comunidad en tiempo de ciclones. Domar el río será la solución, en palabras del poeta cronista, «hacerlo inofensivo, más aún, hacerlo útil». ¿Acaso no fue esta una anticipación visionaria de la voluntad hidráulica que a partir de Flora y bajo la inspiración de Fidel, ha prevalecido en la Isla?

Abocado muchos años después a hilvanar sus memorias –más bien crónicas concebidas desde una perspectiva autobiográfica, editadas en 1982 por Nancy Morejón, bajo el título Páginas vueltas–, Guillén regresó a los días del huracán para hablar no solo de aquella puntual circunstancia sino también para ofrecer su punto de vista acerca de la convivencia histórica de los cubanos con los ciclones.

Revive entonces lo que en su tiempo y el nuestro, salvando distancia, ocurre ante la inminencia del paso de un meteoro: «La radio entra en funciones. Toda la actualidad, por grávida que sea, se desplaza y cede el primer sitio al estado del tiempo. Este sigue empeorando. En la calle, en cada casa, en cada café, la radio funciona a todo volumen y los partes meteorológicos, repetidos con una frecuencia de ametralladora, nos persiguen implacablemente. El ciclón se convierte en un ser animado…».

Pero lo que seguramente motivó el viaje de Guillén al pasado fue el hallazgo a unas décimas olvidadas, o mejor dicho, puestas a bien recaudo, si tomamos en cuenta su propia percepción sobre la calidad de los textos revisitados. En Páginas vueltas nos dice: «Puedo contar que por aquellos días viajé al lugar de los hechos y hasta escribí unas décimas populares relativas a aquel brutal topetazo con la naturaleza. A pesar de su escaso mérito literario, estos versos –estas memorias– son un documento de cierto interés, pues fueron escritos in situ, al lado del timonel, en un pequeño arco y bajo la mirada no del todo tranquila del hombre, que tenía más de un motivo para pensar que yo había enloquecido, o por lo menos no tenía muy en su sitio el tanque de pensar».

Ochenta versos, ocho décimas escritas de un tirón entre el oleaje y la noche. Dos de ellas, particularmente, parecen haber sido compuestas para días como los que corren:

Pues como este barco fiel
cien barcos vienen y van:
el amor es capitán
y la vida timonel.
Aquí vio el propio Fidel
cómo se abre el corazón,
cómo es ancha la pasión
y serena la esperanza
de un  pueblo cuya confianza
es más fuerte  que un ciclón.

Adelante, compañeros,
que ningún ciclón nos mata
mientras vuele una fragata
y corran camaroneros.
Con campesinos y obreros
nuestra Patria se mantiene,
y si otra desgracia viene
la sabremos afrontar…
¡Patria o Muerte! A trabajar
¡Comandante en Jefe, ordene!

Una corrección al poeta: no importa sea menor el mérito literario; grande es, y alentador y necesario, el valor humano de una poesía solidaria.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-09-21/de-huracanes-y-solidaridad-unas-decimas-de-nicolas-guillen-21-09-2017-21-09-05

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Una semana en #ModoSesqui

Por: Ignacio Mantilla

Durante toda esta semana, en la Universidad Nacional de Colombia hemos celebrado con una serie de eventos las 15 décadas de vida de nuestra alma máter.

En sus ocho sedes, a lo largo y ancho del país, se organizaron actividades que buscaban generar la integración entre sus estudiantes y una mayor conciencia de nuestra historia y nuestros deberes como universidad del Estado.

Por supuesto, también hubo espacio para la música y el baile. El miércoles tuvo lugar uno de los eventos más concurridos: el Concierto Nacional, en el que brillaron la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional, el grupo Herencia de Timbiquí y Yuri Buenaventura, en la plaza central de la universidad. El evento no sólo contó con la presencia de estudiantes, sino también de los vecinos de la Ciudad Universitaria, que se acercaron para disfrutar de lo mejor de la música clásica y los sonidos del Pacífico y a escuchar a uno de los mejores exponentes de la salsa. Estimamos que hubo unos 18.000 asistentes.

En las redes sociales ha tenido gran acogida el hashtag #ModoSesqui, utilizado para sumarse a nuestra celebración y tener acceso a la agenda de los eventos de una manera más rápida.

En esta semana también tuvimos dos actividades que hacen parte de la esencia de la universidad y que muchos de sus integrantes esperan durante meses: las distinciones para empleados administrativos y profesores. Quisiera compartir con ustedes un apartado del discurso que pronuncié el jueves en horas de la noche y que tenía como punto de reflexión la importancia de la labor docente y del buen maestro en la consolidación de la excelencia académica.

Bogotá, 21 de septiembre de 2017

Distinciones docentes

Auditorio León de Greiff

“En la vida de un académico es muy difícil recordar el rostro de todos los docentes con los que se ha tenido contacto. Pero si hiciéramos el ejercicio de destacar apenas a tres profesores que hubieran influido decisivamente en nuestras vidas, recorriendo desde la primaria hasta el posgrado, encontraríamos que, en efecto, hemos tenido muchos profesores que han ejercido una importante influencia con su ejemplo y sus consejos, más que con sus exposiciones sobre los temas de estudio, y el ejercicio propuesto se tornaría muy difícil.

En caso de poderlos elegir, esos tres destacados con certeza pertenecerían al selecto grupo de aquellos a los que damos el nombre de maestros, y seguramente sus palabras marcaron nuestro futuro y nos hicieron desistir de pasiones coyunturales.

Si pudiésemos fabricar en un laboratorio un buen maestro, necesitaríamos de los siguientes ingredientes (es mi propia receta): una buena porción de paciencia, otra de sensibilidad, una buena cantidad de respeto, una dosis de empatía y otra de sabiduría. Y no debe faltar una pizca de humor. Con esto garantizaríamos que todos los estudiantes puedan sentir el salón de clase como el verdadero hogar académico. El buen maestro no es aquel al que los estudiantes por lo general reconocen como “madre”, aun cuando hay muchos buenos maestros que lo son. El buen maestro es aquel que guía al estudiante para vencer toda barrera académica y lo acompaña con la generosidad de su conocimiento a romper los límites que el estudiante se ha impuesto.

El buen maestro no es el que tiene todas las respuestas, pero sí el que atiende todas las preguntas. Ante todo, escucha, y sabe aprovechar las deficiencias de sus estudiantes, no para reprenderlos sino para formarlos. Es decir, le da prelación al audífono sobre el micrófono. Pero, antes que nada, el buen maestro, parafraseando al filósofo español José Ortega y Gasset, siempre que enseña algo, enseña a la vez a dudar de lo aprendido.

Estoy seguro de que todos los distinguidos esta noche pertenecen a esa lista privilegiada que los estudiantes tienen de los tres maestros que fueron decisivos en su vida. Tanto para ustedes como para mí, es un privilegio que justamente en el sesquicentenario de nuestra universidad podamos reunirnos en este acto de la esencia de la academia y de los emblemas de la Universidad Nacional. Los que hoy son distinguidos han entendido y comprendido que, aunque en su mayoría culminaron el ciclo obligatorio de estudios cursando un doctorado, las exigencias que trae formar el capital humano de un país no da tregua y, por el contrario, hay que estar en pleno actualizados en los desarrollos y avances de sus áreas. Gracias a su labor cotidiana y constante es que hoy continuamos siendo la mejor y más importante universidad del país.

Una de mis primeras preocupaciones al llegar a la Rectoría de la universidad fue precisamente buscar la manera de hacer sentir cómodos a los mejores profesores. Y, por fortuna, en la Universidad Nacional hoy en día existe el reconocimiento de la tenencia de cargo, figura que el Consejo Superior Universitario acogió en el año 2013 ante mi solicitud, para que aquellos profesores que han demostrado la excelencia en su trabajo y el compromiso institucional a lo largo de los años de vinculación a la universidad no estén sometidos a incómodas y a veces irrespetuosas evaluaciones para decidir su continuidad. Pero también con el claro mensaje de poder hacer un real llamado a todos ustedes, que son una muestra de los mejores, a que permanezcan en la institución hasta la edad de su retiro forzoso. Así que los quiero ver a todos hasta la edad de los 80 años activos, en la Universidad Nacional”.

Nos quedamos sin espacio para hablar sobre la presencia de varios rectores latinoamericanos en el Foro de Rectores por la Paz, la visita del expresidente ecuatoriano Rafael Correa a la Universidad Nacional y el lanzamiento de los libros que recogen la memoria de la universidad en 12 tomos y siete volúmenes. Además, los eventos aún no terminan. Les compartiré más detalles la próxima semana.

Fuente: https://www.elespectador.com/opinion/una-semana-en-modosesqui-columna-714572

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El incesto, un delito oculto

Por: Carolina Vásquez Araya

Las consecuencias del incesto alcanzan y atraviesan a generaciones completas. Al ser cometido por personas del círculo familiar, cuenta de manera casi automática con un pacto de silencio cuyas repercusiones son devastadoras para las víctimas, pero también para quienes conocen el drama y lo callan.

Será imposible calcular la dimensión del delito de incesto al menos que se denuncie.

Esta es una de las razones del porqué el incesto es uno de los crímenes más impunes y difíciles de erradicar. Sucede en la intimidad del hogar, un ambiente exento de vigilancia externa gracias a un condicionamiento social que lo considera el ámbito amoroso, seguro y educativo por excelencia. Este prejuicio es un castigo adicional para sus víctimas, condenadas al silencio absoluto por miedo y vergüenza. Hablar de incesto, por lo tanto, resulta extremadamente difícil aun cuando los delitos sexuales ya comienzan a ser debatidos en foros públicos y círculos familiares, aun cuando los perpetradores de esta clase de violencia deben enfrentar la acción de la justicia y la exposición pública de su conducta.

Si todas las víctimas de incesto hablaran, el coro sería ensordecedor. Quienes se han atrevido a exponer públicamente su tragedia resultan ser una minoría insignificante en comparación con quienes la ocultan. Las experiencias compartidas hablan de una patología social y no de actos aislados, como se suele –o se desea- creer. Niñas, niños y adolescentes son presa fácil de un depredador que los tiene a su alcance día y noche, en la soledad de un hogar supuestamente seguro. Cuando el hecho es revelado por la víctima, se estrella contra el conflicto de familiares más preocupados por el alcance social de la vergüenza que por el derecho del menor a ser protegido de su victimario.

Uno de los estereotipos frecuentes alrededor de este delito, es la creencia de que lo comete alguien desequilibrado por el alcohol o de conducta violenta. En la realidad, el depredador sexual puede ser una persona amable, respetable y cariñosa, por lo cual su víctima –especialmente si es muy joven- sufre una gran incertidumbre, por creer que la violación es también un acto de amor. Esto convierte al incesto en uno de los delitos más perversos y destructivos contra un ser humano indefenso.

Las consecuencias del incesto alcanzan y atraviesan a generaciones completas. Al ser cometido por personas del círculo familiar, cuenta de manera casi automática con un pacto de silencio cuyas repercusiones son devastadoras para las víctimas, pero también para quienes conocen el drama y lo callan. En este escenario amparado por un sistema patriarcal dominante, se colocan sobre la balanza la respetabilidad de la familia y la integridad del o la menor afectado, resultando por lo general más livianos los derechos de las víctimas en este juego de apariencias.

Quienes son presa de un padre, un hermano o un tío agresor muchas veces callan por miedo a la incredulidad de quienes deben protegerlos, agravándose todavía más el profundo daño psicológico y la sensación de indefensión, sentimientos cuyo efecto durará todo el resto de su vida manifestándose en patologías como baja autoestima y relaciones de codependencia. La sociedad tampoco ayuda al imputar toda la culpa a quienes padecen esta situación aparentemente irremediable en el seno de su hogar.

¿Cuál es la salida, entonces, a un fenómeno de tales dimensiones? Educación, vigilancia, justicia y sobre todo asumir que la denuncia de una niña, un niño o un adolescente es verdadera. La reacción automática de rechazo ante una verdad cruda como el incesto es un golpe adicional contra la integridad de un ser humano incapaz de defenderse e incluso de comprender aquello que le afecta. Quitar los obstáculos a la expresión libre es un paso vital en la lucha contra el secretismo de los delitos sexuales, no importando su naturaleza. La protección de la niñez no es un asunto negociable.

EL SILENCIO ES EL PEOR CASTIGO PARA UNA VÍCTIMA DE DELITOS SEXUALES, NO IMPORTANDO QUIEN SEA EL AGRESOR.

Fuente: http://kaosenlared.net/incesto-delito-oculto/

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La vida, la política y nuestras escuelas

Por: Pablo Gentili

¿Por qué los neoliberales le temen a la educación?

La escuela es siempre un espacio político, aunque algunos se esfuercen en ocultarlo o condenarlo. No se trata de una elección o de una decisión. La escuela es un espacio inherentemente político porque es la institución que las sociedades democráticas consagran al ejercicio de un derecho tan esencial que su garantía potencia, amplía y vuelve efectivos otros derechos humanos fundamentales. Por eso, los conservadores siempre desconfían de la escuela pública, la atacan y tratan de desprestigiarla. Porque, ejerciendo su politicidad, la escuela es un laboratorio de participación y de formación ciudadana. Un espacio de construcción colectiva de la emancipación y de la libertad humanas.

El 1 de agosto, fuerzas militares de la Argentina dispersaron de forma violenta una ocupación de tierras en la provincia de Chubut, al Sur del país. Los territorios, que ahora pertenecen al magnate italiano Luciano Benetton, son reclamados ancestralmente por el pueblo mapuche, una de las naciones indígenas más perseguidas, reprimidas y segregadas tanto en Chile como en la Argentina. A la ocupación mapuche se había acercado días antes Santiago Maldonado, un joven artesano de 28 años, oriundo de Buenos Aires y que vivía en la localidad de El Bolsón, a pocos kilómetros de allí. Santiago fue visto por última vez durante la represión de las fuerzas de seguridad. Diversos testigos indican que lo vieron correr y ser apresado por los efectivos de la llamada Gendarmería Nacional. Desde entonces, nunca más se supo de él.

La desaparición generó una gran movilización ciudadana, que rápidamente fue amplificándose por las redes sociales con el lema #DondeEstaSantiagoMaldonado y recibió apoyo de líderes políticos, sociales y personalidades del mundo artístico.

La ministra de seguridad del gobierno de Mauricio Macri, Patricia Bullrich, sostuvo de inmediato que nada unía la desaparición de Santiago a la represión de las fuerzas de militares. En seguida, atacó a la población mapuche, sosteniendo que ésta, con acciones violentas, pretendía formar una república independiente dentro del país. Aunque se supo que su jefe de gabinete había ordenado y diseñado junto al comando de Gendarmería la violenta desocupación de la comunidad indígena, defendió al funcionario, diciendo que estaba en el lugar (un páramo distante a más de 1.500 kilómetros de Buenos Aires) porque “pasaba con su coche”. Durante los días siguientes, la ministra divulgó pistas que resultaron ser notablemente falsas, dejó trascender el nombre de un testigo protegido y manifestó que se estaba politizando el caso. Su verborragia le hizo cometer fallidos irrecuperables, como sostener que era del “bando de los que no querían encontrar a Santiago”, y no desaprovechó la oportunidad para minimizar las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar. Las declaraciones de la ministra de seguridad no contribuyeron a otra cosa que a generar más indignación pública en una sociedad que ha demostrado no estar dispuesta a volver al pasado y continúa aún hoy juzgando a los genocidas que participaron de la desaparición forzada de 30 mil argentinos y del secuestro de centenares de bebes, niños y niñas.

Las escuelas y las universidades, junto a las organizaciones docentes y estudiantiles, desplegaron diversas acciones exigiendo la inmediata aparición con vida de Santiago Maldonado. En los últimos 35 años, desde el retorno a la democracia, el campo educativo ha sido uno de los que más activamente se ha movilizado en defensa de los derechos humanos. El 30 de agosto, la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, CTERA, comenzó su campaña nacional: ¿Dónde está Santiago Maldonado?, utilizando una serie de cartillas y materiales de discusión sobre derechos humanos y la desaparición forzada de personas para trabajar en las escuelas.

La acción del sindicato magisterial fue apoyada por miles de maestros y maestras en todo el país. La iniciativa se sumó a las que ya se estaban llevando a cabo desde el mismo día en que se conoció la desaparición del joven artesano. #DondeEstaSantiagoMaldonado se multiplicó como tema de reflexión y controversia en las escuelas.

Las acciones de debate escolar alrededor del caso Maldonado generaron una fuerte reacción negativa del gobierno nacional y de algunos gobiernos locales, como el de la Ciudad de Buenos Aires, bastión electoral del presidente Mauricio Macri. El rechazo a discutir el tema en las escuelas fue replicado por activistas de las redes sociales y por algunos medios de comunicación favorables al gobierno. También, por padres y madres indignados ante la inclusión del tema y, particularmente, de los materiales de CTERA en las escuelas. Se realizaron declaraciones públicas con miles de firmas y se recomendó que quienes no quisieran que sus hijos discutieran el asunto, exigieran que se los retirara del aula cuando el tema fuera tratado. Reunidos alrededor del hashtag #ConMisHijosNo, la campaña fue creciendo, denunciando que se trataba de politizar las escuelas.

La ministra de seguridad del gobierno de Mauricio Macri, Patricia Bullrich, sostuvo de inmediato que nada unía la desaparición de Santiago a la represión de las fuerzas de militares

La ministra de educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, sostuvo que no se debía “pasar el límite de la politización”, sin indicar qué unidad de medida debía utilizarse para establecer el índice de politización de un asunto tan complejo como la desaparición de un ser humano

El mismo día 30 de agosto, el secretario de derechos humanos de la Argentina, Claudio Avruj, declaró que comprendía a los padres que se nucleaban bajo el lema #ConMisHijosNo, Sostuvo que consideraba “doloroso y peligroso” llevar el caso de Santiago Maldonado a las aulas. Después de casi 35 años de democracia, era la primera vez que un alto funcionario de derechos humanos, cuya función es proteger la lucha por la memoria, la verdad y la justicia, símbolos indelebles de la democracia en la Argentina, se apoyaba ahora en el olvido, en el silencio y la indiferencia ante la desaparición forzada de un ser humano.

El gobierno del país que más ha avanzado en la condena a los genocidas militares y civiles, capaz de movilizarse multitudinariamente ante la más mínima sospecha de que podría volverse atrás en la lucha por los derechos humanos; el del país que sigue recuperando nietos, nietas, hijos e hijas secuestrados en los años setenta; el gobierno del país de las abuelas y de las madres de Plaza de Mayo; el del país del Nunca Más, ahora se horrorizaba ante el debate escolar generado por un caso de desaparición forzada. El gobierno del país de la lucha por la aparición con vida de 30.000 víctimas de la dictadura, consideraba que las escuelas y los docentes estaban politizando el caso de un nuevo desaparecido, esta vez, en democracia.

El 30 de agosto, los sindicatos docentes argentinos lazaron su campaña nacional para discutir la desaparición de Santiago Maldonado. El 30 de agosto, el secretario nacional de derechos humanos, Claudio Avruj, sostuvo que hacer esto era “peligroso”. La fecha no fue una simple coincidencia. El 30 de agosto fue declarado por las Naciones Unidas como el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Los docentes argentinos y el gobierno de Mauricio Macri decidieron celebrarlo, cada uno a su manera.

¿Por qué?

«Esta semana comenzarán las clases en Cataluña. Cada sala de clase, cada centro educativo se llenará de niños y niñas. También se llenará de preguntas, de dudas, de miedos, de silencios, de interrogantes vitales. Comenzarán las clases y nos preguntaremos: ¿por qué? ¿Por qué ocurrió un atentando tan brutal y devastador en una ciudad pacífica y abierta como Barcelona? ¿Por qué nos preguntarán nuestros alumnos y alumnas? ¿Por qué?»

Así comenzaba su intervención el periodista y educador Jaume Carbonell en un homenaje que, hace pocos días, CLACSO le realizó al gran teórico de la educación, José Gimeno Sacristán, en Valencia.

Como Carbonell, muchos aprendimos de la obra de Gimeno Sacristán que la escuela no se vuelve o se transforma por un acto de voluntad individual en un espacio político. La escuela es siempre un espacio político, aunque algunos se esfuercen en ocultarlo o condenarlo. No se trata de una elección o de una decisión. La escuela es un espacio inherentemente político porque es la institución que las sociedades democráticas consagran al ejercicio de un derecho tan esencial que su garantía potencia, amplía y vuelve efectivos otros derechos humanos fundamentales. La escuela es siempre política porque allí se educan las nuevas generaciones y se educan, con ellas, los que han sido educados para educarlas. La escuela es política porque allí se ejerce el derecho a vivir en una sociedad donde el conocimiento es un bien público y común. Porque, siendo el primer espacio donde se practica el diálogo y la deliberación entre sujetos diversos y plurales, comienzan a ejercitarse y a construirse los valores que sustentan cualquier democracia efectiva, toda ciudadanía crítica y activa.

Por eso, los conservadores siempre desconfían de la escuela pública, la atacan y tratan de desprestigiarla. Porque, ejerciendo su politicidad, la escuela es un laboratorio de participación y de formación ciudadana. Un espacio de construcción colectiva de la emancipación y de la libertad humanas. Aunque se esfuercen por denunciar que la politización de la escuela avasalla y limita la libertad de opinión y de elección individual, no hay nada más político que el esfuerzo conservador por proclamar el carácter apolítico de la educación. Un esfuerzo discursivo que redoblan cuando reducen la cuestión de la calidad de la educación a un asunto eminentemente técnico, normativo o procedimental; esto es, cuando limitan el debate sobre la calidad educativa a las pruebas de aprendizaje estandarizado, como la que propone la OCDE con el Programa PISA.

La necesidad de despolitizar la escuela es una de las más urgentes cruzadas moralizadoras del neoliberalismo, reduciendo la educación de los más ricos a un espacio reproductor y amplificador de sus privilegios, y la educación de los más pobres a una simple preparación para el ejercicio y la disciplina de un mercado de trabajo que les exigirá sumisión, silencio, ignorancia y obediencia.

La discusión de situaciones que involucran una clara y brutal agresión a los derechos humanos (como la desaparición de ciudadanos por parte del Estado, o los atentados sufridos por la población civil indefensa), constituyen un insumo pedagógico fundamental para el desarrollo de comunidades de aprendizaje críticas y activas, como las que deben aspirar a construir las escuelas de calidad. Y lo es, porque es en la escuela donde comienzan a edificarse los principios republicanos y democráticos del bien común; el lugar donde la ética deja de conformarse con la retórica evasiva de una promesa sólo accesible a los virtuosos, para transformase en un saber práctico que guía la construcción colectiva de la igualdad y de la justicia social. La política no “entra” en las escuelas. La política impregna las escuelas, las constituye y les da sentido, como el oxígeno le da sentido al aire, como el sol le da sentido a la flor. La política dota a la escuela de sentido, porque lo que se pone cada día en juego en la escuela es nada menos que la interpretación del pasado y la construcción del futuro, porque es en la escuela en donde los seres humanos comienzan a transformarse en sujetos del presente.

Que la escuela no sea otra cosa que un espacio anodino, sin otro horizonte que el del entrenamiento repetitivo y desinteresado, o el del disciplinamiento idiotizante,la locomotora que conduce y reproduce una sociedad de papanatas indolentes, también es la forma en que, con pasmosa frecuencia, la escuela ejerce su papel político.

No hay política en la escuela. Es que la política, para transformarse en un elemento vital para la construcción de sociedades libres, emancipadas y autónomas, necesita convertirse en escuela, volverse pedagogía, constituirse en práctica docente y confundirse, mezclarse, mimetizarse con el concierto cacofónico que se ejecuta, cada día, en una sala de clase.

Por eso, esta semana, cuando los niños y las niñas de Cataluña y de toda España vuelvan a sus escuelas, se preguntarán por qué. Y nadie podrá silenciar esa pregunta. Ni siquiera los burócratas, quienes, por detrás de la aspiración de neutralidad ideológica de la escuela, pretenderán hacer del silencio el eufemismo de la ignorancia.

Si la escuela está impregnada, construida y cimentada de política, la vida humana no le puede ser indiferente. Ni en Buenos Aires, ni en Barcelona, ni en ningún sitio.

Fuente del Artículo:

https://elpais.com/elpais/2017/09/13/contrapuntos/1505337330_354035.html

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La escuela no es una isla

Por: Juan Carlos Yáñez

Pobreza cultural y material, hambre, inseguridad, desaliento, penetran en las mochilas de niños y maestros, menguan poder a la acción pedagógica de la escuela y desafían presente y futuro.

Raffaele Simone, lingüista y profesor italiano en la Universidad de Roma III, aseguró que no hay islas felices en archipiélagos de tristeza. En el mundo de la escuela están documentadas lasvinculaciones múltiples entre la institución educativa y el entorno social, cultural y económico; entre las islas y el archipiélago.

Las escuelas no son ajenas a la calle, al pueblo, a la ciudad; ella le da sentido a lo que los alumnos acumulan y llevan a las aulas. El valor de la familia es fundamental para potenciar posibilidades formativas del centro escolar.

Contextos culturales ricos, atmósferas familiares donde imperan hábitos ligados a la vida escolar, como viajes o lectura cotidiana, promueven condiciones favorables para el desempeño escolar, pero no bastan. De ámbitos ajenos también pueden provenir buenos estudiantes; quizá el ejemplo mundialmente más paradigmático sea Albert Camus y Germaine, su maestro de infancia.

En muchos países latinoamericanos el contexto de la escuela es adverso. Fuera de la escuela, a los alumnos (y maestros) los circundan factores contrarios a los proyectos pedagógicos: banalización cultural, un predominio mediático que no tiene reposo en su capacidad de penetración y en la construcción de sentidos comunes donde priman instantaneidad y fugacidad, entre otros fenómenos. Los problemas económicos persisten en la segunda década del siglo, con fantasmas como el hambre, miseria y desamparo, que carcomen la vitalidad cotidiana en millones de familias y dejaron a alumnos (y educadores) con déficits serios en satisfactores materiales y simbólicos; por otro lado, amenaza una pinza mortal nutrida de violencia, muerte e inseguridad en una sociedad atónita.

Eliminar ese coctel parece lejano y por momentos imposible; su impacto mutila esperanzas e inyecta bombas de desaliento. Su presencia no es ajena, no se queda a las puertas de escuelas y aulas. Pobreza cultural y material, hambre, inseguridad, desaliento, penetran en las mochilas de niños y maestros, menguan poder a la acción pedagógica de la escuela y desafían presente y futuro.

En el interior de la institución escolar los problemas florecen: niveles deficientes en los aprendizajes y resultados de los estudiantes, a juzgar por los indicadores que arrojan las pruebas estandarizadas. En matemáticas, lenguaje y ciencias, áreas privilegiadas en esos instrumentos, las estadísticas no alientan optimismo, aunque las precisiones obligan a matizar juicios, pues los resultados no son variables independientes y están condicionados. En la experiencia cotidiana muchos maestros sentimos que las carencias son inadmisibles, o no comprendemos por qué persisten; a lo cual sumamos la apatía que los estudiantes muestran por la escuela y sus rituales, como tareas, lectura, atención en clase o disciplina. Por supuesto, no caben las generalizaciones. El problema no es individual, ni de voluntarismos. La historia de la profesión se cinceló con ese martillo.

La precariedad material es signo de oprobio, de atraso económico e incongruencia ética. En gran parte de las escuelas públicas no hablamos de bibliotecas o espacios alternos para el aprendizaje de idiomas, herramientas tecnológicas o saberes prácticos, sino de edificios, mesas y sillas, pizarrones, sanitarios, drenaje o servicios de agua y electricidad.

A estos fenómenos perennes se agregan nuevos. En México, un portal digital y una organización de la sociedad civil recientemente pusieron al descubierto una enorme telaraña de corrupción gubernamental. La operación, llamada “La estafa maestra: graduados en desaparecer recursos públicos”, habría desaparecido solo en 2 años más de 400 millones de dólares entre ministerios del Estado, empresas nacionales (como la importante Petróleos Mexicanos), empresas fantasma y universidades públicas. En un país carcomido por la corrupción, la impunidad y el cinismo, el hecho indignó a muchos sectores sociales y alertó por la complicidad de rectores y autoridades de las 8 universidades implicadas.

La penetración de esos males en el mundo universitario tampoco es inédita; pero alarma por lo que podría estar ocultando, especialmente porque la educación superior sigue siendo privilegio de una minoría de los jóvenes en edad de cursar estudios universitarios, como así lo constata el reciente informe de la OCDE, Panorama Educativo 2017, que coloca a México como el vagón en la cola del indicador.

Si no fuera poco, crece incesante un desafío que rodea al tercer sistema educativo más grande de América Latina, el mexicano: la violencia, expresada en las cifras de ejecuciones del crimen organizado, o de los cuerpos del Estado en la batalla contra los carteles de la droga y decenas de miles de desaparecidos. Un balance letal que interpela a la escuela, vulnerada y vulnerable, urgida de provisiones mayores.

En un contexto inédito, atiborrado de retos, con problemas en el entorno y dentro de la escuela, el maestro sigue funcionando en solitario, como caballero andante abandonado, en un jamelgo desprolijo, sin brújula y sueños maltrechos; sin embargo, se mueve, y mientras se mantenga en movimiento, la esperanza persistirá, aunque el contexto asfixie.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/author/juancarlos/

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Robótica y programación con Camp Tecnológico

Por: Susana Velasco

Son las 9 de la mañana del 31 de agosto y una veintena de niños entra por la puerta de GarAJE, el local de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Madrid, con una pequeña mochila y ojos brillantes de expectación. Aún no ha empezado el colegio pero dedicarán toda la semana, a razón de 5 horas al día, a aprender divirtiéndose. Sobre la mesa blanca ya están alineadas las cajas. En su interior, piezas de Lego de todos los tamaños y colores, sensores, conectores, motores… y todo tipo de accesorios para que los chavales, desde los 5 años, construyan sus propios robots y los programen para que sigan unas pautas y cumplan el objetivo marcado de antemano.

Hace ya 4 años que Jesús Ángel Bravo fundó Camp Tecnológico en Bilbao, un Proyecto Educativo cuyo objetivo de despertar el interés de los más jóvenes por la Ciencia, la Tecnología, la Ingeniería y las Matemáticas a través de la Tecnología Educativa. “Este tipo de formación no sólo es útil para aquellos niños que en el futuro deseen ser programadores o ingenieros sino que resulta muy eficaz para el aprendizaje de cualquier asignatura en el colegio y para que los niños aprendan a pensar, crear, buscar soluciones…”, explica Bravo.

Camp Tecnológico Lego MindstormsDe Bilbao se extendió a todas las capitales vascas y pronto se abrieron nuevas sedes en Santander, Mondragón, La Rioja y Tarragona. Y a lo largo del último año la formación en robótica y programación se puede encontrar también en ciudades como Santiago de Compostela, Huesca, Girona o Guadalajara. “Este verano hemos realizado 30 talleres simultáneos y más de 3.000 chicos y chicas se han estado formando con nosotros para ser futuros tecnológos”.

En el campamento que organiza Camp Tecnológico en Madrid, el grupo de 5 a 7 años sigue concentrado en sacar todo el partido posible al kit de construcción de Lego Wedo, con el que ya están aprendiendo conceptos básicos de robótica a la vez que se divierten. A lo largo de la semana construirán modelos de máquinas y animales (algunos establecidos y otros de propia creación), programarán acciones y comportamientos, medirán distancias en centímetros y velocidades en rotaciones, investigarán el funcionamiento de las máquinas…

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PabloLego_pMientras, en la mesa de al lado, chavales de 8 a 13 años construyen helicópteros, vehículos con sensores discriminadores de color, máquinas expendedoras… Se trata del kit de Lego Mindstorms que incluye motores, una placa que hace las funciones de “cerebro” y sensores de luz, sonido, ultrasonido y tacto. Después, programan sus robots con un software sencillo, que les permite transmitir a los robots las pautas que éstos deben seguir como si se tratara de un puzzle.

“Los cursos de Camp Tecnológico siguen tres líneas: robotica electrónica, acercamiento al mundo de la programación con lenguajes gráficos tipo ScratchKodu Tkinker con PCs y tablets; después dan el salto al código con Python y utilizan Minecraft como vehículo para diseñar mundos, plugins y mods. Por último, los más mayores aprenden Java o Python para crear y modificar código fuente”, explica Bravo.

IMG_7756_pAdemás de campamentos tecnológicos propiamente dichos, en Camp Tecnológico es posible que los chavales sigan aprendiendo y divirtiéndose durante el curso escolar en el denominado Club Tecnológico, un espacio donde reunirse y dar rienda suelta a su potencial. Pueden elegir entre el Club Robótica, el Club Code o el Club Minecraft. Además, la empresa también organiza actividades extraescolares tecnológicas en cualquier centro escolar. Y este año será el primero de la Escuela de Padres: “Muchas madres y padres nos están demandando cursos al ver lo que aprenden sus hijos y lo bien que se lo pasan. Por eso hemos decidido  impartir talleres de tecnología y entornos digitales con el objetivo de minimizar la brecha de alfabetización digital y tecnológica entre los padres/madres y sus hijos/as”, añade.

 

Fuente: http://www.educaciontrespuntocero.com/formacion/robotica-y-programacion-con-camp-tecnologico/28888.html

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