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El investigador español que ha sacado a la luz la mafia de las editoriales académicas

Por: Hector G. Barnés

El lector que, por casualidad, revise el último ejemplar de ‘The Embo Journal’, se encontrará con un artículo que propone un nuevo método para analizar la biomecánica de la morfogénesis. El trabajo, realizado por investigadores españoles, ayudará a explicar procesos como la reparación de tejidos o la invasividad en la metástasis. Pero también puede conseguir algo con lo que jamás habrían soñado sus autores: sacar a la luz el lado oscuro de los procesos de publicación de investigaciones académicas en revistas de alto impacto.

Han pasado casi cinco años (y cientos de reescrituras) hasta que finalmente el trabajo ha tenido luz verde para la publicación en una revista académica, explica Enrique Martín-Blanco, científico del Instituto de Biología Molecular de Barcelona (IBMB-CSIC) a El Confidencial. Hace casi ocho años que comenzaron su trabajo, y en todo este tiempo, uno de los desarrolladores de la metodología, Philippe-Alexandre Pouille, ha fallecido de cáncer, otros han abandonado el laboratorio y el grupo de investigación ha visto cómo su actividad disminuía. La historia de ‘Polarized cortical tension drives zebrafish epiboly movements’ (así se llama la investigación) es, también, una historia de terror para los investigadores.

Lo revisa gente que tiene su opinión sobre cómo deben funcionar las cosas, y nuestro trabajo iba en contra de conceptos establecidos

¿Qué ha pasado en este caso? Como señala Martín-Blanco, la principal dificultad con la que se han encontrado es que se trataba de una investigación multidisciplinar, que mezclaba matemáticas, física o biología. “Las revistas y editoriales no tienen ‘background’ para tomar una decisión honesta, por lo que mandan el artículo a revisión a gente que es un poco ‘opinionada’”, explica. “Es decir, tienen su opinión sobre cómo deben funcionar las cosas. El problema respecto a nuestro trabajo es que la parte más física iba en contra de algunos conceptos muy establecidos y asumidos dentro de la física”.

Lo que la verdad oculta

Hasta ahí, sin problema. Los procesos de revisión y evaluación de las investigaciones tienen como objetivo, precisamente, garantizar que los estudios son rigurosos, valiosos y técnicamente correctos, y que los resultados y conclusiones se sostienen en los experimentos realizados. Sin embargo, el proceso de selección y evaluación genera, a juicio de este científico, una perversión por la cual se refuerzan las ideas vigentes y se marginan las nuevas propuestas, lo que a su vez, favorece los intereses de la élite de la investigación. Una realidad que ha denunciado también en ‘Times Higher Education’, una de las publicaciones educativas más prestigiosas.

Vista aérea del campus de Boston del MIT. (iStock)
Vista aérea del campus de Boston del MIT. (iStock)

“Ha habido un rechazo brutal a que se hagan las cosas como las hemos hecho”, explica Martín-Blanco. “Pero hemos consultado con otros expertos que nos han dicho que los experimentos cuadraban perfectamente y que estaban bien hechos”. El problema, explica, es que las revisiones de los estudios son anónimas, “así que alguien puede decir ‘no me gusta’ y no tiene por qué dar razones”. En algunos casos, como en el suyo, el revisor puede sentir que el nuevo método interfiere con el suyo, por lo que “lo rechazan porque nos estamos metiendo en su terreno”. “Hay grupos ingleses y alemanes que han desarrollado metodologías que se utilizan de manera casi universal”, añade. “Como se te ocurra decir que se puede hacer de otra forma, te dicen que no”.

Todo el mundo se mata por publicar en las mismas revistas porque tienen prestigio, aunque luego las investigaciones sean malas

Si el editor no conoce el tema en profundidad (“como ocurre siempre en los trabajos multidisciplinares”), lo más probable es que termine siendo rechazado. ¿Y a quién beneficia esto? Precisamente, a los propios revisores que tienen “su chiringuito montado”. A través de este sistema, las metodologías preponderantes son aún más citadas y sus autores y grupos de investigación obtienen un prestigio aún mayor, mientras que las propuestas alternativas caen en el ostracismo. Es lo que Martín-Blanco considera “la mafia de las editoriales”: “Luchan por tener un índice de impacto alto, por lo cual quieren tener artículos que se citen”, explica. “Todo el mundo se mata por publicar en las mismas revistas porque tienen mucho prestigio, aunque luego las investigaciones sean una mierda”.

“En algunas revistas es muy difícil publicar”, revela. “Si vienes de Harvard, Stanford o el MIT te miran de una manera completamente distinta que si vienes de la Universidad de Barcelona o de la de Murcia, que no saben ni dónde está”. No es su caso, aclara, puesto que él ya había sido publicado en ‘Science’. Sin embargo, esta fue la primera revista en rechazar el trabajo tras varias rondas de revisión, a la que terminaron por añadirse ‘Nature’ y ‘Cell’. ¿El problema? Que lo enviaron a la par que otro grupo de investigación alemán que había solicitado a los españoles que retrasasen su propio estudio: ‘Science’ se decantó por el alemán y, por lo tanto, otras revistas señalaron a los investigadores del CSIC que de eso ya se había hablado.

Cuatro años son una vida

No se trata únicamente de una cuestión de orgullo, recuerda Martín-Blanco, sino del sustento de muchas personas. “Si tardas cinco años, te da tiempo a que uno se muera, a que otro se vaya y a que no puedas repetir el experimento porque el que sabía hacerlo está en Londres”. Se refiere, en el primer caso, al físico Phillipe-Alexandre Pouille, que provenía del Instituto Marie Curie y que falleció el pasado año a causa de un cáncer de estómago. Además, muchos estudiantes de doctorado dependen de tener investigaciones publicadas para conseguir una beca postdoctoral, y los departamentos y laboratorios están condicionados por ello para obtener financiación. “Es una dictadura y un sistema de censura que no está bien estructurado”.

“Si la investigación no se publica, los comités no confían en el laboratorio y este se queda sin dinero”, explica Martí-Blanco. “Además, la gente ve que existe rechazo y se mosquea: ‘¿dónde estoy? ¿qué estoy haciendo?’ Si no hay renovaciones de dinero, la gente se va a la calle”. Más aún en época de crisis, en la que un contratiempo así puede ser letal para el grupo de investigación. Un problema añadido para el departamento del profesor es que otras investigaciones posteriores referenciaban la original, por lo que hasta que esta no fuese publicada, estas tampoco podían salir adelante, creando un tapón que amenazaba con ahogar a los investigadores.

El conocimiento científico es, en última instancia, la mayor víctima, en opinión del investigador. “Hasta que no se publica un estudio, otros investigadores no tienen acceso a él, a no ser que la subas a bases de datos como Archives, y muchas revistas no te dejan publicar si has hecho eso”, explica. Otra opción habría sido tirar la toalla y enviar el estudio a revistas “de medio pelo”, pero el autor consideraba que su trabajo merecía la pena y debía tener una mayor difusión: “Sabíamos que era un bombazo”.

¿Si usted no publica lo que yo le mando por qué me pide que revise para su revista? ¿Entonces confía en mí o no?

No son estos los únicos escollos con los que se encuentran los científicos. Además, hay que pagar una cantidad (5.000 euros, por ejemplo) por publicar un estudio (“cuando te lo aceptan es como un anuncio, lo tienes pagar”). Muchos de los anónimos revisores (que no cobran) son, precisamente, aquellos cuyos trabajos han sido rechazados, como ha ocurrido con el propio profesor: “¿Si usted no publica lo que yo le mando por qué me pide que revise para su revista? ¿Entonces confía en mí o no?” Palos en las ruedas de un sistema al que, explica el científico, le falta transparencia, aunque cada vez haya más revistas que publican de manera abierta todo el proceso de revisión, como respuesta a las protestas. “Hasta un año de proceso editorial puede ser aceptable”, concluye Martín-Blanco. “Pero casi cinco años es inaceptable”.

Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-12-03/investigador-espanol-mafia-editoriales-academicas_1298819/

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Ciencia, cultura, nación

Por: Graziella Pogolotti

Enero convida a meditar sobre la función social del conocimiento. La rápida traducción práctica de los saberes científicos en aplicaciones tecnológicas que transforman el trabajo humano, introducen cambios en nuestra cotidianidad. Multiplican productos de toda índole y conduce a valorar en términos de beneficios económicos tangibles la contribución al desarrollo. Desde ese punto de vista, la experiencia cubana demuestra que las inversiones en este terreno redundan en beneficios comerciales por la venta de artículos de alto valor agregado.

No se ha divulgado de la misma manera el significado del conocimiento en la construcción de hegemonías. En un proceso secular, la burguesía se valió de ese recurso para desplazar a la nobleza parasitaria. La ciudad fue su ámbito natural. En ella se fundaron universidades, se configuraron las llamadas profesiones liberales. De ella se  nutrieron médicos, juristas, pensadores abiertos al humanismo, administradores constituidos en simiente de las ideas mercantilistas. La Gran Bretaña afirmó su poderío en el dominio de los mares. Para acelerar los cambios, Cromwell encabezó una revolución. Más tarde la enciclopedia ofreció una síntesis del saber acumulado y la Revolución Francesa estremeció el mundo al derribar estructuras periclitadas e internacionalizar la ideología de la burguesía triunfante.

Un señor llamado Gutenberg inventó la imprenta. El libro sustituiría a los manuscritos, obra de pacientes copistas, conservadas en conventos. Dotado de esa capacidad multiplicadora, el conocimiento se diseminaba, cruzaba fronteras, viajaba en las bodegas de los barcos.

Cada vez más, los centros de poder se constituyen en monopolios de la producción de conocimientos. Al amparo de normas internacionales protectoras de propiedad intelectual, las ganancias benefician al capital, prescindiendo de consideraciones éticas respecto al uso social de esos adelantos. El investigador de hoy ha dejado de ser el alquimista solitario del Medioevo. Necesita sofisticados laboratorios y tiempo para la validación de sus experimentos. Ha pasado a ocupar la condición de asalariado altamente remunerado, aunque sin capacidad de decisión respecto al uso de su trabajo.

Por ese motivo, las preocupaciones éticas ocupan un lugar creciente en el universo de los científicos.

Al abordar estos temas por la opinión pública y el entorno del saber común cotidiano no menos importante, prevalece la tendencia a asociar el concepto de ciencia a las llamadas exactas y naturales, frecuentemente denominadas ciencias duras. Ciertas expresiones economicistas contribuyen a soslayar el papel de las ciencias sociales, decisivo a la hora de diseñar un proyecto de  país y de participar en el importante debate acerca de las amenazas que pesan sobre el destino de nuestra especie debido a las repercusiones del cambio climático y también en cuanto a la fractura radical entre el mundo de las cabezas que define el rumbo del mundo y las manos, ejecutoras de tareas, ajeno a la toma de decisiones.

Hace medio siglo estas realidades no se manifestaban con tanta claridad. En el contexto del proceso descolonizador, la tradición latinoamericana se valió del análisis de los problemas derivados del subdesarrollo y la dependencia para analizar la realidad de nuestros países.

Apareció una generación de economistas que, en muchos casos prestaron servicios a la naciente Revolución Cubana, dedicada empeñosamente a la formulación de propuestas. Esta perspectiva de análisis influyó en sociólogos, historiadores y en un repensar el concepto de cultura. La contraofensiva fue violenta. Bajo el manto de las dictaduras de nuestra América, se instauró el dogma neoliberal con sus bien conocidas consecuencias en la vida de los pueblos.

Al proponer las bases de una política científica para nuestro país, Fidel se planteó una perspectiva integradora que, recolocada en aquel contexto, ofrece claves indispensables para el debate contemporáneo. Para edificar un futuro de hombres de ciencias y de pensamiento, era necesario establecer vínculos sólidos y flexibles entre los distintos componentes de la realidad, favorecer la convergencia entre saberes, actuar simultáneamente en varios ámbitos.

Los institutos de la Academia de Ciencias abordaron temas relacionados con el estudio de la sociedad. Incorporaron a especialistas que, en condiciones adversas, habían explorado esas zonas del saber. Por otra parte, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), matriz del impresionante desarrollo en el terreno de la biología, se integraba al proceso de transformación de la Universidad. La singularidad de esta concepción se manifiesta en el modo de simultanear la edificación del porvenir y la superación de la herencia del subdesarrollo. El proyecto se estaba forjando mientras se preparaban las condiciones para emprender la Campaña de Alfabetización, punto de partida para el rescate de talentos, algunos de los cuales han sido protagonistas de logros notables.

La realidad contemporánea nos sitúa ante caminos que se bifurcan. Un error de apreciación puede poner en juego, tanto el destino de nuestro pueblo como el de la humanidad. Subordinar la apertura hacia el conocimiento a la obtención de ganancias prescindiendo de consideraciones éticas y de las exigencias reales de la sociedad es tentación suicida. En sentido inverso, colocar la investigación al servicio del desarrollo humano establece la coherencia necesaria entre la formulación de los propósitos de la educación, así como el  justo equilibrio entre el impulso a las ciencias exactas, naturales y sociales para comprometer a la sociedad en su conjunto en un debate dirigido a la superación de nuestros actuales quebrantos en el plano concreto del funcionamiento de la economía y en el rescate de nuestros mejores valores.

Por esa vía, la apuesta a favor del conocimiento potencia el valor cultural de la ciencia, tal y como lo comprendieron siempre los fundadores de la nación.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-01-08/ciencia-cultura-nacion-08-01-2017-21-01-47

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La reforma pendiente… las normales

Por: Abelardo Carro Nava

Una de las asignaturas que tiene pendiente la Secretaría de Educación Pública (SEP), es la reforma a la educación normal en nuestro país. Si bien es cierto que en los últimos tres años se ha hablado de la inminente transformación de las escuelas normales, también es cierto que, hasta el día en que cierro estas líneas, no se ha hecho mucho que digamos, y eso que el actual Secretario de Educación, Aurelio Nuño, había prometido que este tema sería uno de los que estaría en la mesa de la discusión al inicio de este año pero, ¿esto es y será así?, porque como están las cosas en mi México querido, dudo mucho que en los próximos meses se toque el Subsistema normalista. Me explico.

Para entrar en materia, comenzaré por el lado político. Como bien sabemos, este año será crucial para el 2018. Las elecciones en el Estado de México, hacen suponer que varias de las iniciativas que pudieran presentarse en el escenario educativo, no serán tocadas en demasía por quien dirige la SEP en estos momentos. ¿Quién pensaría en alborotar el medio si lo que se quieren son votos y no marchas y plantones por parte del magisterio? Hacerlo, como parece obvio, traería “costos políticos” de relevancia y, para Aurelio Nuño, significaría poner en riesgo su probable elección como candidato a la gubernatura de esa entidad, o bien, su candidatura a la Presidencia de la República. ¿Le dijo a usted algo el que en estos días tan flamante Secretario haya develado un cuadro para homenajear a su antecesor Emilio Chuayffet haciéndose acompañar del Secretario General del SNTE, Juan Díaz de la Torre? En lo personal, tal acción se asemejo a una frase que utilizamos en mi pueblo cuando alguien pretende conseguir algo pero sin expresarlo de frente: “algo quiere y dinero no es”.

Por lo que respecta al ámbito económico. Pensar en reformar la estructura organizacional de las escuelas normales, se antoja harto complicado. Las condiciones presupuestales, como se ha visto, no auguran la pertinencia de dicha reforma. Es cierto que, derivado del programa Escuelas Al Cien, el año pasado se destinaron varios millones de pesos para fortalecer a las normales, sobre todo, a las rurales; pero también es cierto que el recorte presupuestal le pega y le pegará, no solo al Subsistema normalista, sino a todos los niveles que conforman el Sistema Educativo Mexicano (SME) – aun y cuando se diga lo contrario –. Necesidades o requerimientos hay muchos en estas instituciones; desde infraestructura y equipamiento adecuado para su funcionamiento, hasta las formas de organización y reglamentación que por años han mantenido a estas escuelas formadoras de docentes.

En la parte social. Es impensable que éstas puedan desaparecer. Su tradición pero, sobre todo, su relevancia e impacto social, parecen descartar su eliminación. Por años, estas escuelas han formado a miles de maestros y maestras que se han incorporado al SEM con el propósito de cumplir con esa función que contempla el Estado Mexicano y que ha sido plasmada en la Constitución Política de nuestra nación: desarrollar armónicamente las facultades de los seres humanos. Nadie, en estos momentos, dudaría que en las escuelas hace falta un maestro que oriente y facilite la generación de aprendizajes en los niños, jóvenes y adultos de México.

Por lo que toca a la parte cultural, debo señalar que estas escuelas son parte importante y trascendental de la cultura mexicana. Muchas de las costumbres y tradiciones que se viven en cada una de las regiones del país, han sido fomentadas y preservadas por los maestros. ¿Y dónde se aprende todo ello? Como parece obvio, en las normales. Pese a quien le pese, en estas escuelas se genera ese aprendizaje que a la postre se desarrolla en los diferentes niveles en los que se insertan los egresados de estas instituciones. Bien se dice que cultura es una forma de vida, y no es errado pensarlo de esta manera. Dese cuenta, ¿cuántos y cuántos mexicanos no han sido formados por un maestro?, ¿cuántos y cuántos no hemos aprendido algo de ellos?, ¿cuántos y cuántos no hemos realizado una convivencia en razón de lo expuesto? Millones… millones de mexicanos.

Tengo claro que muchas de estas escuelas, por su misma condición regulatoria – sin autonomía y apegada a lo que mandata la Constitución –, han construido prácticas que a la fecha, no son las mejores. El diagnóstico que hace años realizó  la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), dio cuenta del rezago en el que se encuentran, pero también, de esas prácticas bajo las cuales se mueven los miembros de este Subsistema. De hecho, hace un año precisamente, Mexicanos Primero, difundió un informe – con el que no estuve del todo de acuerdo –  en el que se plantearon varias debilidades y fortalezas que no del todo son ciertas pero que hay cierta razón en ellas.

Reformar las escuelas normales, desde mi perspectiva, es fundamental si en realidad queremos mejorar la educación en nuestro país. Con seguridad resistencias gremiales y corporativas habrá. Es lógico pensar que existirán, y más por la serie de torpezas que ha cometido y viene cometiendo el gobierno federal en manos de Peña Nieto; sin embargo, el paso tiene que darse, sin prisa pero sin pausa. ¿Por qué? Porque estas escuelas formadoras de docentes, merecen ocupar el lugar que en 1984, por decreto presidencial, les fue asignado: instituciones de educación superior.

En este sentido, debo reconocer el trabajo que recientemente ha emprendido la DGESPE, en cuanto a la realización del Primer Congreso de Investigación de Educación Normal a celebrarse en la Ciudad de Mérida, Yucatán, el próximo mes de marzo (por allá nos veremos). Lejos del tema político que éste pudiera tener, me congratula el que finalmente, se tomé en cuenta a este Subsistema como parte de la educación de mi querido país.

En fin, considero que tiene que hablarse de las escuelas normales, y tiene que hablarse bien o mal, pero con sustento. Hechos lamentables como los de Ayotzinapa, por ejemplo, que siguen doliendo en el alma, deben ser atendidos y también expuestos para que, de una vez por todas, se den pasos firmes y sólidos hacia una mejora substancial en la formación de maestros.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-reforma-pendiente-las-normales/

Imagen: elfederalista.mx/f/jalisco_escuelas.jpg

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La pregunta: ¿cómo hacer relevante la escuela?

por: Blanca Heredia

Hoy, en México y en el mundo, muchos se preguntan cómo lograr que las escuelas puedan ofrecerles más y mejores conocimientos, habilidades y oportunidades de desarrollo a todos alumnos. Un grupo muy vocal e influyente argumenta que la clave está en elevar la calidad de sus maestros. Otros abogan por factores adicionales y muy diversos que van desde atajar la desintegración familiar hasta mejorar la infraestructura escolar, diseñar planes de estudio, estrategias, y materiales pedagógicos más pertinentes para la empleabilidad, pasando por reducir número de alumnos por maestros, mejorar las relaciones al interior del aula, y/o incorporar más tecnología y uso más apropiado de esta, entre otros.

A pesar de su gran diversidad, la mayoría de las propuestas disponibles para mejorar la calidad de la escuela comparten dos elementos centrales. Primero, la premisa según la cual ésta sigue teniendo un lugar central en nuestras sociedades y, sobre todo, una función y un significado social claro, inteligible y, más o menos compartido, para los diversos actores que participan en ella. Segundo y basado en lo anterior, un énfasis común en lo instrumental. Es decir, en las acciones requeridas para mejorar la capacidad de los centros escolares –entendidos como centrales y dotadas de una función social clara para todos– para producir mejores aprendizajes.

Se entiende que si uno ya sabe en qué radica la importancia de la escuela y para qué sirve esta, no tenga sentido preguntárselo y sea lógico concentrarse en los “cómos”. El problema es que estamos ante una situación en la que las respuestas heredadas y conocidas frente a las preguntas de ¿por qué y para qué la escuela? están haciendo agua por todas partes.

Basten, al respecto, unos cuantos indicios de hasta qué punto el lugar social de la escuela, durante muchísimo tiempo asumido colectivamente como claro, central y permanente, está en entredicho en la actualidad.

o Crisis de todas las figuras y referentes de autoridad en una gran cantidad de sociedades. Esta tendencia global ha venido erosionando las relaciones tradicionalmente jerárquicas al interior de las escuelas y las familias y, al mismo tiempo, está haciendo difícil la posibilidad de generar nuevas formas de autoridad entre generaciones y personas con diferentes roles. Como resultado de ello, se observan dificultades crecientes para construir relaciones entre alumnos y maestros, entre maestros y directivos, así como entre padres de familia, docentes y autoridades escolares mínimamente funcionales para hacer posible la convivencia ordenada y civilizada, así como procesos de enseñanza–aprendizaje efectivos al interior de los centros escolares.

o Niños y jóvenes que pasan hoy más tiempo conectados al internet que en el salón de clases. En México, según el Estudio sobre los Hábitos de los Usuarios de Internet en México, 2016, 7 horas con 14 minutos diarios en promedio para el conjunto de los internautas mexicanos (59% de la población total), más de la mitad de quienes se ubicaban entre los 13 y 34 años en 2015. En muchos otros países situación similar: alumnos más horas en el internet que en la escuela… y creciendo.

o Estudiantes, en México y muchos otros países, para quienes acumular años de escolaridad no se traduce necesariamente en un empleo seguro o en un mejor salario. Ello, en parte por carencias de las escuelas, pero también y sobre todo, porque, debido a la internacionalización económica y la automatización de un número creciente de empleos, no se están produciendo –en buena parte del mundo– la cantidad y calidad de puestos de trabajo requeridos para incorporar productivamente al mercado laboral a los jóvenes que egresan de los distintos niveles de la educación formal.

¿Resultados de todo lo anterior? Más y más alumnos “desengachados” de lo que ocurre en sus aulas, creciente abandono escolar, más embarazos adolescentes, más violencia en los lugares históricamente diseñados para producir civilidad, y “aprendizajes” no sólo deficientes, sino carentes de un significado compartido y un valor reconocible.
Para atender los desafíos que enfrenta en la actualidad la enseñanza escolarizada resulta de la máxima prioridad hacernos cargo de que la pregunta central no es cómo mejorar la escuela (suponiendo que ya sabemos para qué sirve), sino cómo hacerla relevante, especialmente para los que la viven y la construyen cotidianamente, juntos.

Esa pregunta puede hacerla cada maestro y cada directivo. Como lleva haciéndolo, con enorme creatividad, pasión e inteligencia, Lila Pinto, directora de la escuela Maguen David en la Ciudad de México, como condición de posibilidad, de una transformación educativa integral y de fondo. En concreto, preguntándole a los alumnos y a los docentes de su escuela qué los mueve, qué los inquieta como seres humanos más allá de la escuela, pues sólo desde ahí es posible reimaginar una escuela que tenga sentido para aquellos que la habitan.

En México y en el mundo hay muchos directores y maestros como Lila, pero todavía son insuficientes. Necesitamos muchos más de ellos para que las escuelas, en lugar de seguirse desfondando, sean espacios privilegiados para humanizarnos, reconocernos y aprender a convivir unos con otros, y para darnos los saberes y las destrezas para construir vidas que valgan la pena y tengan sentido tanto en lo individual como en lo colectivo.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-pregunta-como-hacer-relevante-la-escuela/

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Los retos de la profesión docente

Por. Pedro Badía

La comunidad educativa, agentes sociales, familias, administraciones públicas, entidades privadas deben transmitir confianza en el sistema educativo y en sus profesionales.

“Maestros y profesores reciben elogios, la cursilería de los discursos que exaltan la abnegada labor de los apóstoles de la docencia que amorosamente moldean con sus manos la arcilla de las nuevas generaciones; y además, reciben salarios que se ven con lupa”. Estas palabras de Eduardo Galeano pertenecen a su libro Patas arribas. La escuela del Mundo al revés, cuya primera edición es de 2005. Galeano se refiere a la enseñanza pública latinoamericana, y a la situación de la profesión docente, pero en la actualidad sería aplicable a otros muchos países de otros tantos continentes.

La profesión docente se encuentra ante una paradoja. Por un lado, muchas investigaciones indican que la calidad de la educación depende en gran medida de la calidad del profesorado. Por otro lado, los gobiernos toman decisiones políticas que provocan la precariedad laboral y profesional del colectivo docente; se aplican medidas que debilitan los saberes profesionales y se hacen manifestaciones públicas por parte de los responsables políticos que desmoralizan al profesorado, intensificando el corporativismo y desprestigiándole ante la sociedad.
En muchos países del mundo, España no es ajena a esta tendencia, se está produciendo una proletarización de la profesión docente. El caso español es ilustrativo: en la actualidad el 28,61% del empleo docente público está ocupado por personal interino y el número de funcionarios de carrera ha disminuido casi un 10%. A esta situación hay que sumar los recortes salariales, el empeoramiento de las condiciones laborales y la pérdida de derechos sociales.

Las investigaciones disponibles muestran que hay un gran malestar docente relacionado con algunos factores importantes:
-El exceso de alumnos y alumnas por escuela y aula. Sobre el cual alerta la UNESCO en el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2016.
-Los recortes de plantillas y la falta de perfiles profesionales de apoyo a la docencia. En España la educación pública ha perdido 10.000 docentes al año desde la llegada al gobierno del PP. La caída del empleo ha afectado especialmente al profesorado fijo, funcionariado de carrera. En concreto en el período 2011-2016 se han destruido más de 41.000 plazas fijas, debido a la política de duros recortes ejecutadas por el PP. La ampliación de la jornada lectiva docente y otras medidas antisociales han deteriorado las condiciones de trabajo del profesorado.
-La inestabilidad de los equipos docentes, especialmente en el sector público, en ocasiones debido a la alta tasa de interinidad, ayudan poco los actuales concursos de traslados, y la dificultad de consolidar equipos en torno a proyectos pedagógicos concretos.
-La jerarquización en la escuela, que dificulta un trabajo más cooperativo y participativo.
-El aislamiento del profesorado, especialmente del nuevo, que a menudo se tiene que encargar de las tareas más difíciles en una escuela.
-La falta de recursos para abordar situaciones personales o sociales complejas.
-La gran diversidad en las aulas, y la distribución segregada por origen social y según el nivel de aptitud.
-Los bajos salarios y los recortes de los derechos sociales y laborales. El Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2016, indica que una remuneración competitiva y unas condiciones laborales y profesionales óptimas son esenciales a la hora de captar y retener los mejores profesionales.
-La falta de reconocimiento de las enfermedades profesionales derivadas de los riesgos psicosociales.
-La falta de negociación colectica real y efectiva que no se respeta en muchos países, incluido España. El profesorado ha que tener capacidad para influir en sus propias condiciones profesionales, en la organización del trabajo y en la organización del sistema educativo.
-El acceso cada vez más restringido a una formación continua gratuita y de calidad.
Pero no es menos cierto que el malestar docente también está asociado a la aparición de nuevos agentes de socialización y de cambio en los procesos de transmisión cultural y de adquisición de conocimientos. El fuerte impacto de los medios de comunicación de masas, y el enorme potencial de las TIC para transmitir información y adquirir conocimientos sitúan a la escuela y al profesorado casi en un lugar subalterno.
La disociación que se produce entre la teoría pedagógica (expertos), la práctica educativa (docentes) y la toma de decisiones políticas (gobiernos) provoca que el sistema educativo no esté blindado ante los vaivenes políticos, económicos y culturales. La docencia es de las pocas profesiones, tal vez la única, donde existe una gran distancia entre los contenidos de la formación y las exigencias para el desempeño que impone el día a día.
Es innegable que existe relación entre la calidad de los procesos de aprendizaje del alumnado y la calidad de la docencia, pero no existen argumentos sólidos para concluir que el ciento por cien de la responsabilidad de los resultados escolares se localizan en el desempeño de la profesión docente.
Construir una profesión docente de calidad y con vistas al futuro es un reto muy importante. Y es una tarea permanente que en la actualidad se desenvuelve en un escenario inestable, complejo y francamente desfavorable. El reto está en responder a la pregunta ¿qué docente necesita la sociedad del conocimiento y de la tecnología más avanzada?
Desde una nueva perspectiva el profesorado debe ser un profesional poseedor de un saber sobre los medios de la educación y el aprendizaje, pero desde una perspectiva complementaria será un profesional crítico. Según Emilio Tenti “constructores de subjetividades conforme a proyectos políticos que transcienden su identidad técnica. Desde esta perspectiva, el docente sería un agente clave en los procesos de construcción de una sociedad más justa, libre y democrática. Para cumplir esta función social que los transciende deben estar en condiciones de ejercer un control colectivo sobre el sentido, los objetivos y contenidos de su trabajo. En este sentido estricto no serían funcionarios y funcionarias, sino intelectuales capaces de cooperar en la distribución de ese capital estratégico en las sociedades contemporáneas, que es el conocimiento y la cultura en las nuevas generaciones.”
El reto de construir una profesión docente de calidad tiene mucho que ver con el gran consenso social sobre el papel estratégico que tiene un sistema educativo público de calidad para un país. Y aquí nos enfrentamos al reto de la confianza.
La sociedad en su conjunto. La comunidad educativa, agentes sociales, familias, administraciones públicas, entidades privadas deben transmitir confianza en el sistema educativo y en sus profesionales. Una confianza que hay que construir día a día y preservar de los vaivenes políticos y económicos. Para el buen funcionamiento del sistema educativo público y de la profesión docente, la confianza es tan importante como para los sectores económicos y financieros.
Para el profesor Pedro Ravela “no es posible educar en un contexto en el que las autoridades desconfían radicalmente de los docentes; los docentes desconfían de las autoridades educativas, sean del partido que sean; las familias desconfían de las escuelas a las que envían a sus hijos y de los docentes que están a su cargo; la opinión pública desconfía de las instituciones educativas en general”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/11/los-retos-de-la-profesion-docente/

Imagen: eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2016/11/Insti_BarresiOnes_01.jpg

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Niños mimados, adultos débiles: llega la ‘generación blandita’

  • Berta G. De Vega

¿Mimamos demasiado a los pequeños? Una nueva ola de expertos aboga por endurecer su carácter.

Suma escolar: padres que llevan la mochila al niño hasta la puerta del colegio + padres que piden que no se premie a los mejores de la clase porque los demás pueden traumatizarse + padres que le hacen los deberes a los niños que previamente han consultado en los grupos de WhatsApp = niños blanditos, hiperprotegidos y poco resolutivos.

Cuenta Eva Millet, la autora de Hiperpaternidad (Ed. Plataforma), que ya hay niños que, al caerse, no se levantan: esperan esa mano siempre atenta que tirará de ellos. En ciertos colegios han empezado a tomar nota. Y, en algunos países, el carácter ya forma parte del debate sobre la Educación.

Esto no es la nueva pedagogía. Gregorio Luri, filósofo y autor del libro Mejor Educados (Ed. Ariel), suele recordar que la educación del carácter es tan tradicional en ciertos colegios británicos como para que haya llegado a nuestros días una frase atribuida al Duque de Welington: «La batalla de Waterloo se empezó a ganar en los campos de deporte de Eton». En los campos de Waterloo o en las canchas del mítico colegio inglés, cuna del establishment, ningún niño esperaba que le levantaran si podía solo.

En España, se habla de «educación en valores», pero puede que no sea lo mismo. El carácter se entiende como echarle valor, coraje, actuar en consecuencia cuando se sabe lo que está bien o está mal, no limitarse a indignarse. Como dice Luri, «ahora mismo en España les fomentamos la náusea en lugar del apetito». En su opinión, los niños de ahora saben cuándo se tienen que sentir mal ante determinadas conductas, pero educar el carácter es animarles a dar un paso, a ser ejemplo, a que sus valores pasen a la acción. Si están acosando a un niño, no callarse y protegerle. Decir no a la presión del grupo.

El carácter ha vuelto cuando se ha sido consciente de que podríamos estar criando a una oleada de niños demasiado blanditos. Con padres que se presentan a las revisiones de exámenes de sus hijos, que abuchean a los árbitros en los partidos y que han hecho el vacío a niños que no invitaban a sus retoños a los cumpleaños. «Yo he tenido a un chaval de 19 años que se me ha echado a llorar porque le suspendí un examen», cuenta Elvira Roca, profesora de instituto. «Le dije que no me diera el espectáculo. Vino su madre a verme y me dijo que había humillado a su hijo. Le tuve que decir que estaba siendo ella quien le humillaba a él».

COMO EN EL RUGBY

Nicky Morgan era ministra británica de Educación con David Cameron e hizo bandera de la educación del carácter. «Para mí, los rasgos del carácter son esas cualidades que nos engrandecen como personas: la resistencia, la habilidad para trabajar con otros, enseñar humildad mientras se disfruta del éxito y capacidad de recuperación en el fracaso», decía en su cruzada por extender ese tipo de educación, muy vinculada al rugby. Suena familiar. Suena a Si, el poema de Rudyard Kipling y su verso sobre la victoria y el fracaso, esos dos impostores a los que hay que tratar de igual forma, que figura en la entrada de la cancha principal de Wimbledon.

Alfonso Aguiló escribió Educar el carácter (Ed. Palabra) hace 25 años. No ha parado de reeditarse y traducirse desde entonces: «Tener buen carácter no significa estar todos cortados por el mismo patrón. Pero estoy seguro que casi todos nos pondríamos de acuerdo en que ser honrado, trabajador, generoso, justo, leal, empático, valiente, austero, recio y organizado son buenas cualidades». ¿Cómo se educa el carácter? No desde la teoría, desde luego. «La educación en valores es algo abstracto. Las virtudes son los valores integrados en la persona», explica.

Este veterano profesor confirma que tenemos ahora a generaciones de niños blanditos y no se escandaliza: «Son ciclos normales del desarrollo de una sociedad. Cuando una familia quiere que sus hijos no pasen las dificultades por las que sí pasaron ellos la sociedad se vuelve más cómoda, blanda, menos esforzada. Pasa también con los países». Según Aguiló, la educación del carácter no tiene que ver con el dinero y sí con el capital cultural de las familias, con el modo de transmitir cómo afrontar la vida: «He conocido a madres que limpiaban escaleras para que sus hijos llevaran unas zapatillas de marca y a gente de dinero que también los mimaba mucho».

En EEUU, la cadena de colegios KIPP, con tasas de éxito académico inéditas en las zonas donde se instalan, insisten en la educación del carácter como indispensable: «Trabaja duro. Sé amable», han resumido en los carteles enormes que decoran sus centros. En ese país, Angela Duckworth se ha convertido en la gurú del estudio de la personalidad. Tiene un laboratorio donde analiza qué rasgos hacen que los niños tengan éxito de mayores. Está tan ocupada que no da entrevistas, dice su equipo. Siempre cuenta que, pese a las buenas notas, su padre le decía que no se creyera especial. «La tendencia a mantener el interés y el esfuerzo para conseguir metas a largo plazo», la fuerza de voluntad, es el rasgo que, según Grit, su reciente best seller sobre el poder de la perseverancia, define a las personas con éxito. Ha trabajado en barrios marginales y ha estado en West Point, la academia militar de EEUU, analizando cómo eran los 1.200 cadetes que pasaban las durísimas pruebas iniciales. Niños a los que no levantaron del suelo cuando podían ellos solos.

Fuente: http://www.elmundo.es/papel/todologia/2017/01/11/5874d407268e3e6f3a8b45bc.html

Imagen: e04-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/01/10/14840514508088.jpg

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Mi hijo universitario saca malas notas, ¿qué puedo hacer?

Europa/España/12 de enero de 2016/Fuente: el mundo

Claudia lleva siete años cursando Bellas Artes -tres más de lo programado-. Hace cuatro, empezó a mentir y a suspender en silencio. Desde que la descubrieron, sus padres, que no han dejado de pagar la matrícula, se han quedado con la clave de su campus virtual. Cada vez que lo creen oportuno, entran. Ella se indigna. Fernando se mudó a Madrid para cursar periodismo. Un año entre cerveza y cerveza y acabó suspendiéndolo absolutamente todo. Tras la catástrofe, sus progenitores lo mandaron de vuelta a casa. Allí sigue. Ha empezado tres carreras y no ha acabado ninguna.

Los nombres son ficticios pero las historias, reales. El fracaso en el primer curso de carrera es un mal común en la Universidad española. Uno de cada cinco estudiantes deja la Universidad en el primer curso. En España, la tasa de abandono es del 19% y la de cambio de carrera después de un año es del 7,1%, según el informe Datos y cifras del sistema universitario español 2015 del Ministerio de Educación. Los motivos de este fracaso son variados y se repiten en la mayoría de los alumnos.

Pero, ¿qué pueden hacer los padres ante los primeros síntomas de bajo rendimiento académico de sus hijos universitarios (y, por tanto, mayores de edad? «A los padres les preocupa mucho el tema», asegura Carlos Otto, director de la academia para universitarios Nuevo Futuro . «Una vez alcanzan la mayoría de edad y llegan a la facultad se supone que, en cuestiones educativas, los progenitores pasan a un segundo plano», añade Gabriel Chancel, coordinador de la Unidad de Asesoramiento Pedagógico de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), que matiza: «Sin embargo, esto es sólo una cuestión legal, un tema teórico».

Desde la entrada en vigor del Plan Bolonia, la Universidad nunca volvió a ser la misma. Esta reforma, que plantea, por un lado, el aprendizaje continuo y, por otro, centra la enseñanza en el trabajo propio del estudiante, ha generado una situación novedosa en España. «Con este proceso,la educación superior se ha escolarizado», indica Chancel. Según este psicólogo, aspectos como la evaluación continua, la asistencia obligatoria, la «necesidad» de cursar un máster y la dificultad para encontrar trabajo han hecho del grado una prolongación del Bachillerato.

Mayor implicación de los padres

Por eso, mientras la Licenciatura exigía de estudiantes más autónomos, capaces de buscarse la vida por sí mismos, el Grado requiere una mayor implicación de los padres. «Es su responsabilidad, si no conocer el quehacer diario de sus hijos, sí ser conscientes de los resultados», señala Valentín Martínez-Otero, psicólogo y profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). «Al fin y al cabo, son ellos los que pagan los estudios», sentencia.

Otto destaca otro factor: la falta de base. Muchos de los estudiantes que llegan a su academia, sobre todo los de la rama científica, han llegado a la carrera sin haber cursado Matemáticas o Química durante la Educación Secundaria. «Si esto ocurre, lo más probable es que aprobar los primeros cursos les sea muy complicado. Van a necesitar de ayuda personalizada», señala el director del centro. «Cuando el problema tiene como raíz el bloqueo en una materia determinada, en algún punto o examen en particular, y siempre que la familia se lo pueda permitir económicamente, lo más recomendable es recurrir a un profesor particular», advierte también Martínez-Otero.

Aunque parezca paradójico, se aconseja evitar acudir a los establecimientos especializados una semana o dos antes del examen. Si se reacciona a tiempo, bastará con tres horas semanales para solucionar el problema. De lo contrario, el estudiante precisará de, al menos, una hora diaria, y no hay garantías de que alcance el nivel exigido. Para los expertos, «la antelación es la clave». En cuanto el chico detecta que se pierde hay que poner remedio.

Otro de los obstáculos que encuentran los universitarios y que, según los expertos, también se resuelve con refuerzo personalizado es la actitud y formación del profesorado. Para Chancel, en la Universidad, son muchos los docentes que carecen de conocimientos vinculados con la pedagogía. «No son lo suficientemente plásticos», protesta. Otto coincide en su valoración: «Algunos de mis alumnos se quejan de que, en ocasiones, el tutor es consciente de que la clase es incapaz de entenderles y, sin embargo, sigue adelante con la lección. Ni siquiera intenta que sus estudiantes se enteren», reitera Otto.

Un cambio drástico

Malas notas en materias concretas a un lado, existen otros problemas más graves y complejos. A diferencia de los anteriores, que planteaban dificultades solventables, éstos sí suelen desembocar en abandono escolar y no se resuelven con clases de refuerzo. Se trata de cuestiones metodológicas, personales e institucionales que necesitan de una ayuda experta y especializada. «A menudo, los estudiantes son incapaces de adaptarse al cambio. No gestionan bien el tiempo o sólo estudian tirando de memoria, como en el instituto. Tampoco saben enfrentarse a exámenes tipo test, hablar en público o trabajar en equipo», explica Chancel.

Para superar estos obstáculos, consecuencia directa de la creación del Espacio Europeo de Educación Superior, Bolonia obliga a todas las universidades de los estados miembros a implantar un Plan de Acción Tutorial que, según el asesor pedagógico de la UAB, tenía que haberse completado antes de 2017. Estructurado en distintos departamentos -Unidad de Asoramiento Psicológico, Atención a los Estudiantes con Necesidades y Servicio de Orientación-, el plan se ideó para acompañar a familias y alumnos antes, durante y después de cursar un grado.

«Si se tienen problemas profundos, lo ideal es que el tutor o los padres remitan a los estudiantes a alguno de de estos departamentos», asegura Chancel, que trabaja en uno de ellos. Desde aquí, basándose en la formación, la situación y las expectativas del alumno, se elabora un programa de trabajo para reconducir la situación. ¿El problema? Los servicios vienen implantados desde Bruselas. «Esto es un plus, claro, también en los presupuestos», lamenta el psicólogo. La Universidad Autónoma de Barcelona cuenta con sólo dos profesionales para 30.000 alumnos, y actualmente atienden a unas 130 personas.

«Me he equivocado». El miedo que invade a los padres que escuchan esta frase, seguida de un «quiero cambiar de carrera» es el sentimiento más habitual. Sin embargo, todos los profesionales consultados coinciden: lo mejor es dejarlo a tiempo, mejor perder sólo un año.

La motivación, fundamental

«A todo el mundo se le supone la sensatez», concede Martínez- Otero, «lo ideal es escuchar al joven y hacerle caso». Analizar el contexto, no alterarlo, tomar la decisión en paralelo -esto es, no abandonar a la ligera-,esperar a que se acabe el año y recurrir a un orientador son algunos consejos. «El cambio ha de ser definitivo, así que hay que reflexionar mucho», advierte Chancel, aunque señala que no hay que asustarse, «el desencanto es normal». «A veces, sólo con el nombre, es difícil averiguar de qué va la carrera. Además, durante el primer año se estudian sólo cosas superficiales. Hay que echarle calma», dice.

La falta de madurez y de motivación, además de una idea clara de lo que se quiere al llegar a la Universidad, son los principales motivos del fracaso. «Los estudiantes son ahora más adolescentes y necesitan más de los padres», indica Chancel. Para él, la Facultad es simplemente un reflejo de la sociedad actual. Los jóvenes tienen muy difícil ser económicamente independientes, así que su poder de decisión está bastante acotado.

Encarnación Ramos, jefa del Departamento de Formación Superior del instituto cordobés El Tablero, ve en el paso por un ciclo superior una posible solución. Son más prácticos que la carrera y exigen menos autonomía. «Es una forma de llegar más maduro al grado y con una formación previa, de encauzar a los estudiantes poco a poco», argumenta.

En definitiva, el papel de los padres en el éxito educativo de sus hijos pasa necesariamente por una buena comunicación con ellos. «A la Universidad van con 18 años, pero siempre han vivido en el hogar familiar», apostilla Valentín Martínez- Otero, «el papel de padre no cesa nunca».

Fuente: http://www.elmundo.es/f5/campus/2017/01/11/5875308922601d56168b45e1.html

Imagen: e03-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/01/10/14840745411493.jpg

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