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¿Hablamos de educación o de lo nuestro?

Por: Mariano Fernández Enguita

El sistema educativo afronta a corto plazo retos de profundas consecuencias a medio y largo, en concreto la adaptación a un nuevo entorno global, digital, posindustrial, multicultural y altamente incierto, todo lo contrario de los pilares en que se fundó y del horizonte para el que se diseñó. Por si fuera poco, España arrastra hace mucho la losa de altísimas tasas de repetición, fracaso y abandono prematuro y, hace no tanto, la reducción sustancial del gasto público, que llegó a caer un 20% por alumno. Esta crítica situación demanda una respuesta elaborada, ambiciosa y de amplio respaldo, lo que se ha dado en llamar un pacto por la educación, pero no está claro que progresemos en ello.

Cuando la crisis llevó al gobierno a los conservadores, recortaron, en parte porque había que recortar (no empezaron ellos), pero sobre todo avanzaron su agenda: segregación temprana frente al fracaso, control administrativo vía reválidas, mayor estratificación interna del sistema y ofensiva ideológica. Ahora, con un gobierno en minoría, está por ver si la oposición busca un acuerdo de largo plazo o solo sustituir la agenda ajena por la propia.

La huelga resulta más que explicable y comprensible ante este fondo, pero parece más pegada a una agenda particular que a las necesidades de todos. Por un lado, no le falta razón al ministro cuando afirma que para derogar una ley hay que tener otra, y esto no va a ser fácil. Por otro, se antoja miope revertir los recortes para volver a más de lo mismo. Más contrataciones y oposiciones amortiguarán el problema del empleo, pero no solucionarán ningún problema educativo de fondo. Más becas beneficiarán a esos cuatro de cada diez jóvenes que acceden a la universidad, pero no a los otros seis. Los insiders (docentes y universitarios) han impuesto su agenda a los outsiders (el público, los no universitarios).

Esto mismo apunta el doble filo de la otra gran reivindicación: que el pacto no sea (solo) político sino social. Debe hablar la sociedad, y sería una gran ocasión para la democracia deliberativa, pero cuidado con que la voz de la comunidad escolar no vaya a ser del profesorado en vez de las familias, los buenos alumnos en vez de los malos y los lobbies en vez de la sociedad. Veamos la huelga, que ni es el problema ni será la solución, como una buena instantánea del paisaje.

Fuente: http://blog.enguita.info/2017/03/hablamos-de-educacion-o-de-lo-nuestro_11.html

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Cómo navegar por el sistema educativo de EEUU

EEUU/24 de diciembre de 2016/Autor y Fuente: UNIVISIÓN

Estados Unidos tiene un sistema escolar descentralizado, lo que quiere decir que el papel del gobierno central en política educativa es limitado, a diferencia de otros países, y la mayoría de las leyes que reglamentan la educación varían de acuerdo al estado en donde se encuentre la escuela.

La educación es obligatoria comenzando entre los cinco y ocho años de edad y hasta los 16 ó 18 años, dependiendo de cada estado.

A través de esas edades existen varios niveles educativos: educación inicial, preescolar, primaria, intermedia y secundaria. Cada año escolar corresponde a un ‘grado’.

Qué son los grados

Los niños pueden asistir a un programa de educación inicial o guardería entre los cero y tres años de edad, a los cuatro pueden entrar a un programa preescolar, a los cinco al kinder y luego entran a la primaria, o ‘elementary school’ en inglés, que va del primero al sexto grado.

Para los grados séptimo y octavo los estudiantes asisten a la escuela intermedia o “middle school” en inglés, y después de graduarse entran a la secundaria o “high school”.

En la secundaria cursan los últimos cuatro grados: noveno, décimo, undécimo y duodécimo, y obtienen su diploma de secundaria entre los 17 y 18 años de edad.

La educación es más o menos general hasta ese punto y luego los jóvenes tienen la opción de aprender un oficio y obtener un título profesional o ingresar al college o a la universidad para continuar estudios superiores.

La educación pública solo es compulsoria y gratuita entre el kinder y el duodécimo grado.

Algunos estados financian programas de guarderías y preescolares, pero a este nivel la mayor parte de los servicios aún se prestan de manera privada.

El gobierno federal, por ejemplo financia el popular programa de Head Start, que provee servicios educativos, médicos, dentales, de nutrición y apoyo a familias, libres de costo.

Este programa, que fue creado hace más de 50 años, tiene como objetivo el desarrollo cognitivo, social, emocional y físico para preparar a los niños (de 0 a 5 años) a entrar a la escuela para que estén listos para aprender.

El departamento de Educación tiene un directorio de las agencias de educación estatales en donde se pueden consultar qué estados proveen educación temprana y preescolar, así como cualquier otro tipo de pregunta sobre la educación de kinder a duodécimo grado.

Básicamente existen dos tipos de escuelas: las públicas y las privadas.

Las escuelas públicas son gratuitas y se financian con el pago de los impuestos federales y locales.

Es importante saber que todos los niños , independientemente de su estatus migratorio, tienen derecho a la educación pública gratuita desde el kinder al duodécimo grado.

Es ilegal que un funcionario escolar pida prueba de ciudadanía estadounidense para admitir a un joven a la escuela.

A la hora de matricular a un estudiante es posible que a un padre le pidan los expedientes médicos del niño y prueba de vacunas, documentos que prueben la identidad del menor, como un certificado (acta) de nacimiento o prueba de que el niño vive en el distrito escolar.

En ningún momento los funcionarios escolares deben utilizar estos documentos para probar si un niño es ciudadano estadounidense o no.

Tipos de escuelas públicas

– Escuelas tradicionales del barrio: Admiten a los estudiantes que viven dentro de un límite territorial determinado cerca de la escuela. Cada distrito escolar público establece sus propias reglas y límites para cada escuela y conviene consultar con el distrito sobre cual es la escuela que le toca a cada niño según su dirección residencial.

Los distritos escolares a veces cambian los límites para las escuelas de barrio, para equilibrar la matrícula, así que los padres nunca deben asumir que si residen en la calle en donde está ubicada una escuela su hijo será asignado automáticamente a esa escuela.

– Escuelas charter: Son escuelas públicas que pueden reclutar estudiantes fuera de su propio distrito escolar y tienen más libertad de acción en cuanto a su funcionamiento administrativo y métodos de enseñanza. Por lo tanto pueden ser más innovadoras y responder mejor a las necesidades de sus estudiantes que las escuelas públicas regulares. Se les exige mejor desempeño académico. Están regidas por un acuerdo (charter) firmado con las juntas escolares, que establece su misión, métodos de enseñanza, evaluación y medición de resultados.

Su hijo puede asistir a cualquier escuela charter en su distrito, o fuera de su distrito, siempre y cuando cumpla con los requisitos que se le pidan y haya espacio disponible. Las charter que están en alta demanda por lo general asignan espacios por lotería.

– Escuelas Magnet: Tienen generalmente un enfoque particular, como el arte o la tecnología, o siguen una estructura de organización diferente a las escuelas tradicionales, como la mezcla de diferentes grados dentro de un aula. También pueden operar en un horario específico durante todo el año y no se rigen por las fronteras de vecindad, sino que atraen a estudiantes de todo el distrito escolar y deben aceptar a los estudiantes sobre una base no discriminatoria.

Las escuelas privadas son administradas por entidades que pueden ser laicas o religiosas, seleccionan a quiénes permiten ingresar y se mantienen con el pago de las cuotas de los padres, donativos o ayudas del sector privado.

Tipos de escuelas privadas

– Escuelas privadas tradicionales: No reciben fondos del estado. Establecen sus propios criterios de admisión. Las familias de los estudiantes pagan la matrícula o, en algunos casos, los estudiantes reciben becas para asistir. Los profesores, directores, consejeros de administración (y a veces los padres y estudiantes) deciden el plan de estudio, la metodología docente y los requisitos de inscripción. Las hay religiosas y laicas. Las escuelas privadas no están obligadas a contratar maestros con credenciales o a publicar los resultados calificados de sus pruebas.

– Escuelas alternativas: Se trata de escuelas cuyas filosofías educativas son diferentes de los programas tradicionales. Por lo general, las escuelas alternativas tienen clases pequeñas, un plan de estudios de desarrollo social y emocional y un currículo académico marcado por su propio ritmo. Algunos ejemplos son las escuelas Montessori, que estimulan la independencia de los niños y el aprendizaje a su propio ritmo, y las Waldorf, que enfatizan la creatividad y la puesta en práctica de habilidades manuales.

Educación en casa o ‘homeschooling’: Otra opción es que los padres enseñen a sus hijos en casa en lugar de enviarlos a una escuela pública o privada. Cada estado tiene diferentes leyes que rigen la educación en el hogar. Los padres pueden actuar como maestros o contratar a tutores particulares para alguna materia específica, y pueden sentarse a enseñar matemáticas y ciencias dejándose llevar por un currículo impreso. Muchas comunidades tienen organizaciones que ayudan a las familias que hacen ‘homeschooling’ proveyéndoles programas de estudio y oportunidades de conocer a otros educadores en el hogar.

Educación especial

Los niños con discapacidades también tienen derecho a la educación especial, que se centra en un servicio individualizado para ayudarlos a aprender junto con sus compañeros sin discapacidades tanto como sea posible.

Si un niño califica para educación especial va a recibir enseñanza individualizada y otros recursos clave sin costo alguno. Los especialistas que trabajan con el niño se centrarán en sus puntos fuertes, así como en sus desafíos. Y los padres serán miembros importantes del equipo que decide lo que necesita para progresar en la escuela.

El primer paso para averiguar si un niño tiene una discapacidad es comunicarse con el director de su escuela o de educación especial, explicarle las preocupaciones con el rendimiento educativo del niño y pedirle que la escuela le realice una evaluación bajo la ley IDEA lo antes posible.

IDEA es es la ley federal que define y regula la educación especial. La ley requiere que las escuelas públicas proporcionen servicios de educación especial para niños que cumplen con ciertos criterios y varían en edad de 3 a 21.

Los niños menores de 3 pueden obtener ayuda a través de servicios de intervención temprana de IDEA y pueden ser muy importantes en ayudar al niño pequeño a desarrollarse y aprender.

¿Cómo inscribir a un niño en la escuela?

Recuerde que todos los niños, independientemente de su estatus migratorio, tienen derecho a la educación pública gratuita desde el kinder al duodécimo grado.

Para inscribir a un niño en la escuela debe preguntar por el proceso en el distrito escolar, llamar a la escuela o ir personalmente al lugar.

Muchos distritos escolares le pedirán que solicite admisión en más de una escuela llenando una solicitud común. Infórmese en su distrito de cuál es su política.

– Pruebas de edad e identidad: Las autoridades escolares pueden pedirle un certificado (acta) de nacimiento u otro documento fiable donde se confirme la identidad del niño y su edad (pasaporte, tarjeta de identificación escolar, expediente escolar, la boleta de calificaciones, identificación militar, acta de nacimiento del hospital, registro de adopción o certificado de bautismo). Algunas escuelas también podrían pedirle una tarjeta o número de Seguro Social, aunque proveer esta información es algo estrictamente voluntario y no tener número de Seguro Social no es razón para negarle la matrícula a un niño.

Prueba de residencia: Le podrían pedir una licencia de conducir, tarjeta de registro de votante, factura de servicios públicos, contrato de alquiler, declaración de impuestos, comprobante de propiedad (incluyendo una declaración de la hipoteca) o cualquier otro documento oficial que muestre su nombre y dirección. Los funcionarios escolares no deben utilizar estos documentos para probar si un niño es ciudadano estadounidense o no. Tampoco pueden negarle matrícula a un niño sin hogar que no puede proveer documentos que acrediten su dirección residencial.

Registros de vacunación: Confirme con el distrito escolar qué vacunas requiere su niño para ser admitido en la escuela.

– Chequeo de vista y dental: Algunas escuelas requieren chequeos de visión y dentales a ciertas edades.

– Formularios de inscripción y de emergencia: Es posible que tenga que llenar formularios de registro y autorizaciones médicas de emergencia.

– Audiciones y portafolios: Algunas escuelas con enfoques específicos (charter o magnet) requieren que los estudiantes demuestren su talento en artes escénicas o visuales. Por lo general se trata de una audición o la presentación de un portafolio de trabajos.

– Escuelas privadas: Muchas escuelas privadas requieren un formulario de solicitud, recomendaciones de los maestros y tarjetas de calificaciones pasadas. Algunas escuelas requieren entrevistar a su hijo y que tome una prueba de evaluación.

Fuente del Reportaje:

http://www.univision.com/noticias/educacion/como-navegar-por-el-sistema-educativo-de-eeuu

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México: Vivir En Otra Lengua Por: Esther Andradi

 Vivir En Otra Lengua Por: Esther Andradi

América del Norte/México/ 02-07-2016/ Autor: Ricardo Bada / La Jornada Semanal Núm. 718

Ensayo:

Intento meterme en la piel de un español o un hispanoamericano con vocación de escritor o periodista, o amb as cosas, que emigra a Estados Unidos, a Suecia, incluso a Australia, y que quiere salir adelante con esa vocación. Sé de lo que hablo porque llegué a Alemania en febrero de 1963 con el propósito de aprender el idioma alemán, pero de seguir escribiendo en el mío. Tuve la inmensa fortuna de que al poco tiempo de estar en el país me contrataran en la redacción latinoamericana de la emisora Radio Deutsche Welle, y así fue que pude realizar mi sueño , aunque a decir verdad nada más lo conseguí a medias, porque si bien me gané la vida escribiendo en castellano, mi alemán oral deja mucho que desear.

Entretanto han pasado ya cuarenta años y soy abuelo de nietos alemanes, pero sigo pensando en el problema de la vocación, sobre todo cuando me reúno con mi amigo José f. a. Oliver, español de pura cepa, español de corazón. Pero nació de padres malagueños nada menos que en la Selva Negra y hoy cuenta como uno de los mejores poetas alemanes de los últimos tiempos. Hasta del mítico Instituto de Tecnología de Massachussets lo ha invitado para que vaya a Boston a dar recitales de su poesía. Debe ser porque José vale, ya que en Boston, y sin llamarte Cabot o Lowell, no te invitan tan fácilmente. [Recuerden la acerada observación de Juan Ramón Jiménez en Diario de un poeta recién casado: “Andan por New York –mala amiga ¿por qué? de Boston, la culta, la Ciudad-Eje– unos versillos que dicen así: ‘Here is to good old Boston/ The town of the beacon and the cod,/ Where the Cabot’s only speak to the Lowell’s/ And the Lowell’s only speak to God.’ He conocido bien a una Cabot. ¡Cómo deben de aburrirse los Lowell’s! He leído La fuente de Lowell. ¡Cómo debe de estarse aburriendo Dios!”].

Pero volvamos al caso de Oliver. Él fue a la escuela alemana y su idioma materno no es el de sus padres, sino el único que es de veras materno: el de la escuela. Y si bien José habla castellano, y no se le da nada mal, cuando se expresa poéticamente la lengua que le sale natural es la de Goethe, Hölderlin y Humboldt. Y no la de Cervantes y Borges o, mejor dicho, ya que estamos en ello: la de Cervorges. Me tomo la libertad de traducir uno de los poemas breves y menos hölderlinianos de Oliver, titulado “De dónde”, y que dice así: “Crisis de identidad/ se nos achaca/ a la segunda generación/ Crisis de identidad/ Cómo puede hablarse/ de una crisis/ si nunca/ tuvimos/ una/ identidad.” Y a propósito de identidad: hasta hacerse famoso, José Francisco Agüera Oliver, que siempre firmó José f. a. Oliver, tuvo problemas de ese tipo. Al extremo de que una vez lo programaron en un recital de Berlín como Josefa Oliver: “Cuando llegué –me contó riéndose todavía–, aquello era un mitin de feministas.”

Hay otras experiencias que a su vez provienen de algunas otras bastante traumáticas. Son las de gente muy valiosa en América Latina que un mal día tuvo que abandonar sus lugares (Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, El Salvador) y debió abrirse paso en el extranjero. Varios fueron los países donde se acogieron en Europa, desde la gélida Finlandia hasta la tórrida Italia. Y el único capital que avalaba su futuro era el machihembraje de una vocación y un idioma: querían ser escritores o periodistas, y querían serlo en español.

Increíble o no, muchos de ellos lo consiguieron. Hablaré primero del caso que mejor conozco, el ámbito del idioma alemán, entendiendo por tal no sólo Alemania, sino también Austria y la Suiza germanoparlante. Aquí hay una cosecha auténticamente granada de gente que escribe en castellano y ha fundado tertulias literarias, asociaciones y centros culturales, y –¡asombro!– hasta editoriales, donde no se habla ni se publica nada más que en nuestro idioma. Pienso por ejemplo en la tertulia El Butacón de Hamburgo (con más de treinta años de acrisolada existencia) y en el sello editor Lateinamerika Verlag, del argentino Fabián Diez, en Suiza.

Todos los años, en octubre, en la Feria del Libro de Francfort, la mayor del mundo en su género, se puede ver un pabellón chiquito (pero matón, como Pancho López) en el cual se expone la obra de estos escritores latinoamericanos a quienes las tormentas de la Historia hicieron naufragar –hablo metafóricamente– en las playas alemanas. Los organizadores del pabellón intentaron catalogar semejante riqueza, alcanzando a listar media centena de nombres, desde los mexicanos Berenice Ammann y Salomón Derreza hasta la argentina Esther Andradi (una colaboradora ya conocida de los lectores de este suplemento), pasando por los cubanos Jorge Pomar, Amir Valle y Jorge Luis Arzola; los chilenos Víctor Farías, Hernán Valdés y Mauricio Toro; los españoles Pilar Baumeister, Víctor Canicio y Fernando Aramburu; los colombianos Sonia Solarte y Ricardo Colmenares; los peruanos Julio Mendívil, Leopoldo Chariarse y Walter Lingán, y el ecuatoriano Israel Pérez. And last but not least, el salvadoreño David Hernández, quien fue, antes de regresar a su país, algo así como el aglutinador de todos los empeños habidos y por haber en Alemania, para que se sepa que de la lengua española no nos arrancan ni con fórceps. Digamos, pues, que a él “dele Dios buen galardón”, parafraseando –pero en positivo– uno de los más bellos romances de nuestra lengua.

Y a quien también habría que darle buen galardón, y ahora me salgo del mero ámbito alemán, es a la ya mencionada Esther Andradi, argentina santafesina pero berlinesa de adopción, por la antología que ha publicado en Buenos Aires, en las ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos; una antología titulada Vivir en otra lengua (Literatura latinoamericana escrita en Europa) y en la que se agavillan trabajos de una docena de autores: el chileno Omar Saavedra Santis, el panameño Luis Pulido Ritter, la peruana Teresa Ruiz Rosas, el colombiano Luis Fayad y el salvadoreño David Hernández [este último mientras residió acá] escriben en Alemania; la colombiana Helena Araújo en Suiza, la argentina Rosalba Campra en Italia, la uruguaya Ana Luisa Valdés y su compatriota Leonardo Rosiello en Suecia, el ecuatoriano Ramiro Oviedo y la argentina Luisa Futoransky en Francia, y la mexicana Adriana Díaz Enciso en Inglaterra.

Se trata de un libro admirable por muchos conceptos, sobre todo porque, como dice Esther Andradi cerrando su prólogo, “es una aproximación a la literatura en español que escriben quienes viven en otra lengua. Más allá de las circunstancias que motivaron el extrañamiento, permanecen en el país que los acogió y tienen en común la continuidad de la escritura en la lengua materna. […] El idioma original se percibe entonces como aquellas casas edificadas en las riberas del río, construidas sobre pilotes, por cualquier cosa. Y aunque reciben el lujo de la ribera y gozan de su humedad, sus alimañas y sus beneficios, se defienden de la corriente, afirmadas en las preposiciones entre y desde y hasta, ahí donde estén.” La escritura es el ancla con la que tejen el vínculo con el país lejano, una suerte de istmo en el mar de otro idioma. Sumergidos en la vida en otra lengua, arrasadas la jerga, el habla cotidiana, el sonido de lo insustancial, las interjecciones y, en fin, todo aquello que es el sedimento de lo literario, estos escritores y escritoras cultivan la lengua original con la persistencia de la grama, que cuanto más se la arranca, con más fuerza crece. Matas salvajes de un territorio indomable. Siempre se vuelve al primer amor, como dice el tang

Por supuesto, y eso lo sabe muy bien Andradi, este fenómeno de la transterración del escritor no es algo novedoso, ni siquiera notable, y así lo dice expresamente en ese prólogo: “Que gran parte de la literatura llamada latinoamericana se ha escrito en Europa, no es nuevo. Los grandes del Boom escribieron sus novelas en Barcelona o París, pertenecen al jet set del mundo editorial internacional, son las estrellas de congresos internacionales y los ecos de su escritura siguen rebalsando los programas de universidades europeas!”

Pero ella recoge en su antología a los que se realizan fuera del canon, de los grandes circuitos: “La gran mayoría de los autores y autoras de diversos países latinoamericanos radicados en una lengua distinta a la que escriben, viven entre dos aguas, buscando el reconocimiento en el país de origen, destinatario de sus ficciones. ‘Vivimos en París’, como escribía Darío, pero ‘París no nos conoce’. No tuve que buscarlos porque están en todas partes; antes bien fue difícil limitar una muestra de esta literatura.”

Explica luego la razón –evidente desde el título– de haber excluído a los residentes en España (“se trata de un extrañamiento dentro del mismo idioma”) y constata que a pesar de que se ha limitado en su antología a la prosa narrativa, tampoco faltan los poetas latinoamericanos en este catálogo del desarraigo : bástenos recordar al venezolano Enrique Moya, en Viena; el peruano Américo Ferrari, en Ginebra, y la uruguaya Martha Canfield, en Florencia, y cómo el también peruano Jorge Eduardo Eielson “hizo de Roma su residencia definitiva, en todos los sentidos”. Eso para no hablar además de sus compatriotas Héctor Bianciotti y Juan Rodolfo Wilcock, tránsfugas al francés y el italiano, respectivamente.

La lectura de Vivir en otra lengua se convierte luego en una especie de juego del escondite con las referencias, o una especie de rara carrera de eslalon entre las biografías de los escritores y el mundo de sus creaciones. Para nada resulta raro que un porteño chileno (de Valparaíso, pues), residente en Berlín, haga protagonista de su cuento a un paisano suyo de visita en Roma; es el caso de Omar Saavedra: o que una colombiana que vive en Lausana, Helena Araújo, haga viajar a otra colombiana de Ginebra a Suiza. Menos raro aún es encontrar personajes compatriotas del autor en su país de origen: es el caso de los cuentos de Ramiro Oviedo, Ana Luisa Valdés, David Hernández, Luis Pulido Ritter y Luis Fayad, aunque si bien en este último caso no se dice expresamente, está claro como el agua que esa ciudad de su agobiante relato no puede ser otra sino Bogotá.

La paleta, sin embargo, no se agota en ese juego del escondite de las personalidades, ni en ese eslalon entre biografía y creación. La protagonista del cuento de la peruana Teresa Ruiz Rosas es una agente literaria islandesa que vive en Reikiavik; el de la argentina Rosalba Campra, un arcángel en el Río de la Plata durante la época de la conquista de América; y el del uruguayo Leonardo Rosiello, nada menos que un enviado del rey de España a la corte de un sultán chino. Sólo la mexicana Adriana Díaz Enciso elude los parámetros tópicos: su narración discurre en un No man’s land, durante un otoño homicida.

Rancho aparte, en todo sentido, el texto de Luisa Futoransky, un ensayo sobre el “mal de ojo” que funciona como un cuerpo extraño en la estructura total de esta antología, siendo ello tanto más extraño si pensamos que su autora tiene buena pluma para la narrativa, demostrada en sus tres novelas publicadas hasta la fecha.

Como la pescadilla que se muerde la cola, intento una vez más meterme en la piel de un hispanoamericano con vocación de escritor o de periodista, o de ambas cosas, y que llega a Estados Unidos, a Suecia, incluso a Australia, y quiere salir adelante con esa vocación. Sólo sabría decirle: el alemán es bastante, bastante más inhóspito que el inglés y hasta puede que el sueco, pero hemos sobrevivido a su garra helada. La que cuando se deshiela llega a producir semejantes milagros: “¿Y a mí qué más me da?, / digo a punto de llorar.” O bien:

“De este árbol del Oriente,/ a mi jardín venido,/ un secreto sentido/ su hoja guarda latente./ ¿De un ser vivo se trata,/ partido en dos mitades?/ ¿O son dos unidades/ juntas de forma grata?/ Pienso que es lo más noble/ aunar dos universos : / ¿no sientes en mis versos/ que soy sencillo y doble?”

Son poemas de un tal Goethe. Que tampoco era manco. Pero claro está; para manco, Cervantes.

ESTHER ANDRADI es escritora y periodista argentina residente en Berlín, autora entre otros títulos de la novela Berlín es un cuento, antologadora de Vivir en otra lengua: literatura latinoamericana escrita en Europa.

Fuente:   http://www.jornada.unam.mx/2008/12/07/sem-ricardo.html /

La Jornada Semanal Núm. 718, suplemento semanal del periódico.

Fuente: Foto: tomada de www.andradi.de

VIVIR EN OTRA LENGUA

Datos del libro

Nº de páginas: 137 págs.

Encuadernación: Tapa blanda

Editorial: ALCALA GRUPO EDITORIAL

Lengua: CASTELLANO

 

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