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Nando López: “El centro debe tener una política de tolerancia cero frente a cualquier agresión LGTBIfóbica”

Por: Laura Vilches

Hablamos con Nando López, novelista, dramaturgo y antiguo docente, sobre la importancia de respetar la diversidad dentro y fuera del aula, así como de la necesidad de que el alumnado LGTBI+ tenga referentes literarios.

Los libros de Nando López se dirigen tanto a un público adulto como juvenil y en ellos refleja habitualmente problemas sociales que giran en torno a la vida cotidiana de los estudiantes. En esta entrevista reflexiona acerca de la LGTBIfobia en las aulas y el uso de las redes sociales para evitar el acoso. Además, ofrece recursos e ideas para concienciar sobre el respeto a los demás.

El próximo 15 de noviembre acudirá a SIMO EDUCACIÓN a dar una charla sobre cómo la literatura puede ayudar a dar visibilidad al colectivo LGTBI+.

Pregunta: ¿Cómo percibes que se encuentra la LGTBIfobia en estos momentos en los centros educativos? ¿Ha empeorado o mejorado la situación?

Respuesta: En los últimos años se ha trabajado mucho a favor de la visibilidad LGTBI+ en los centros escolares. Son numerosos los docentes que han impulsado la creación de espacios LGTBI+ en las bibliotecas o que han animado a su alumnado a fundar asociaciones y lugares de reunión en estos mismos espacios. Sin embargo, el repunte de los discursos de odio y su legitimación por parte de ciertos partidos, desde los que se defienden posiciones como el veto parental (entre otras formas de censura), supone una clara amenaza para estos avances que, en cualquier caso, aún son insuficientes. Actualmente, apenas el 30% del alumnado LGTBI+ es visible y las cifras de bullying LGTBIfóbico, así como las ideación suicida, siguen siendo preocupantes. Es importante celebrar lo logrado, pero también recordar que aún nos queda mucho por hacer.

Lo esencial es ayudar a acabar con la visión heterocéntrica de la realidad y plantear la diversidad como lo único que realmente nos define como sociedad.’

Nando López

P: ¿Cómo crees que se debe afrontar este problema en las aulas?

R: Es imposible dar una respuesta sencilla a una pregunta como esta, ya que son muchas las acciones que deben llevarse a cabo. En primer lugar, el centro debe tener una política de tolerancia cero frente a cualquier agresión LGTBIfóbica y hacerla pública, de modo que su alumnado LGTBI+ sepa que se encuentra en un lugar seguro. Por otro lado, es necesario fomentar espacios de diálogo que permitan no solo la expresión de las personas LGTBI+ sino también la suma de personas aliadas que quieran trabajar a favor de la igualdad y la convivencia. Crear espacios literarios LGTBI+ en las bibliotecas; celebrar días como el 17 de mayo (Día Internacional contra la LGTBIfobia); ofrecer referentes LGTBI+ en todas las materias; plantear talleres contra la LGTBIfobia; organizar clubes de lectura y cine-fórums con títulos protagonizados por personajes LGTBI+; o fomentar la creación de asociaciones LGTBI+ son algunas de esas acciones. Por último, es importante mencionar la gran labor que hacen todos los docentes LGTBI+ que son visibles en sus aulas: son un referente importantísimo tanto para su alumnado como sus familias.

P: ¿Qué aspectos son más importantes para trabajar este tema en el aula con el objetivo de que el alumnado LGTBI+ se desarrolle de forma plena?

R: Lo esencial es ayudar a acabar con la visión heterocéntrica de la realidad y plantear la diversidad como lo único que realmente nos define como sociedad. Muchas personas LGTBI+ sufren el llamado estrés de minoría al verse excluidas del discurso cisheteronormativo que nos relega a unos márgenes de los que ha costado mucho salir. Es importante que ofrezcamos herramientas a nuestro alumnado para que se reconozca, entienda y abrace su identidad, en definitiva, para que sepa que todos, seamos como seamos, somos válidos.

P: Las redes sociales son un caldo de cultivo para las situaciones de LGTBIfobia, ¿cómo se debe educar al alumnado para un uso correcto y tolerante de estas? 

R: Educar en las redes es algo que no solo debemos hacer con nuestro alumnado, también con el mundo adulto que ejerce esa misma violencia que tratamos de erradicar. Es importante que seamos conscientes (alumnado, docentes y familias) de nuestra responsabilidad en las redes sociales y del modo en que lo que decimos en ellas afecta a las personas a quienes va dirigido. En ese sentido, creo que la literatura, y quizá por eso acabé siendo escritor, es una herramienta muy valiosa para trabajar la empatía. En novelas como ‘En las redes del miedo’, ‘Cuál es tu lucha’ o ‘Las durmientes’ abordo este asunto desde muchas ópticas y, a menudo, basándome en testimonios y vivencias reales.

P: ¿Qué papel deben adoptar las familias de los menores en estos casos?

R: Su papel, ante todo, es acompañar. No tienen nunca que imponer, solo escuchar y ofrecer ayuda y apoyo, sin juzgar jamás la realidad identitaria que exprese ese menor: nadie puede decidir quiénes somos ni tiene derecho a ello, ni siquiera nuestra familia. Es importante que esos menores sepan que pueden mostrarse sin miedo tal y como son y que, desde el principio, se les eduque en la diversidad. De nuevo, la literatura puede ser una forma de mostrarles familias diversas así como diferentes formas de ser y de sentir.

La máscara de la ficción permite hablar libremente de temas que, de otro modo, podrían resultarnos más complicados”

Nando López

P: Tu obra ‘La Edad de la Ira’ ha sido adaptada como serie de televisión y muy pronto se estrenará ‘Red Flags’, ¿opinas que el soporte audiovisual ‘cala’ más en los adolescentes que los libros?

R: Creo que ambos conviven y, es más, ahora mismo las cifras de lectura no dejan lugar a dudas: los adolescentes leen mucho más que los adultos. Por mi experiencia, lo que sé es que tienen sed de ficción y que les gustan las historias que les provocan, emocionan y desafían, no las que les ofrecen moralinas y respuestas fáciles a problemas complejos.

P: Aparte de la lectura, ¿qué otros recursos son efectivos en el aula para concienciar a los estudiantes sobre el respeto y los derechos de las personas?

R: Creo que los talleres teatrales son un recurso muy útil para favorecer la empatía: ponernos en la piel de otra persona ayuda a entender la realidad y, además, la máscara de la ficción permite hablar libremente de temas que, de otro modo, podrían resultarnos más complicados. Es importante tener en cuenta que no todas las personas LGTBI+ deciden ser visibles en el mismo momento y nuestra labor no debe ser jamás obligar a que lo sean, sino propiciar un entorno seguro donde sepan que pueden hacerlo. Por ello, emplear el teatro es una manera de que, sin necesidad de que nadie deba decir cómo es o siente, toda la clase aborde la realidad LGTBI+ desde el respeto y la empatía. Ese es el motivo por el que he escrito obras como ‘#malditos16’ o ‘Nunca pasa ‘(para 3º y 4ºESO) o ‘Por qué tiene que ser todo tan difícil’ y ‘Multiverso Shakespeare’ (para 1º y 2ºESO), porque creo que el ejercicio teatral puede ser una herramienta muy útil para la convivencia.

P: En tu última obra, ‘Las durmientes’, hablas de la cultura de la violación. ¿Crees que los jóvenes reciben la suficiente información en el aula para combatirla?

R: Es un tema del que es preciso hablar mucho más. La educación sexual es una de las grandes asignaturas pendientes en nuestro sistema educativo. Con esta obra quería hablar tanto del daño que provoca esa cultura de la violación como de la necesidad de construir una cultura del consentimiento. También de lo difícil que resulta hacerlo cuando la edad media de consumo de pornografía está en los 10 años. ‘Las durmientes’ es una novela construida a partir de testimonios tanto de víctimas de agresiones sexuales como de profesionales expertas en acompañarlas en el proceso posterior. Me parecía esencial crear una historia que, sin caer en el morbo y el sensacionalismo, hablase sin tapujos de un problema que cada vez es más evidente y que da lugar a agresiones a edades más tempranas.

Las Durmientes
  • Autor: Nando López
  • Editorial: Santillana

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Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/nando-lopez-lgtbifobica/
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Entrevista a Lucía Mbomío-activista antirracista: Los medios arrebatan su humanidad a las personas negras.

Fuentes: Ctxt

Hablamos con la periodista y activista Lucía Mbomío (Alcorcón, 1981) en el marco del VIII Congreso ULEPICC-España sobre “Comunicación y Paz” (2023), que abrió con su conferencia sobre periodismo y racismo.

Hija de José Mbomío, natural de Guinea Ecuatorial, y de Sofía Rubio, de Segovia, trabaja actualmente en Aquí la Tierra y la hemos podido ver anteriormente en proyectos como En tierra de los nadie, El método Gonzo o Españoles en el Mundo. Ha grabado en más de 30 países y, en los últimos años, ha escrito obras literarias muy relevantes como Hija del camino. Si hay algo que destaca de ella es su continua reflexión sobre qué significa y qué supone ser una persona racializada en la actualidad. En esta entrevista se centra en el papel de los medios de comunicación en la difusión del racismo. El vídeo de la entrevista extendida está disponible en el canal de ULEPICC.

¿Cómo es el racismo en España? Siempre ha dicho que la ciudadanía es racista y machista, pero que no queremos hablar de ello y que, en vez de trabajar para dejar de serlo, lo negamos.

El punto de partida es entender que el racismo forma parte de la sociedad y, a partir de ahí, comprender que nos construye de alguna manera. Nacemos como pelotitas de barro, completamente redondas, y, a medida que vamos creciendo, los diferentes sistemas de opresión –ya sea machismo, racismo, homofobia, clasismo, capacitismo, gordofobia…– nos van construyendo, nos van cincelando y provocan que lo vivamos de una manera o de otra, que estemos en un lado o en otro, o incluso, aunque lo padezcamos, que interioricemos algunos de esos prejuicios.

La gente se quita mucha culpa porque cuando hablamos de racismo todo el mundo lo niega y, además, te suelen decir que es cualquier otra cosa menos racismo. No entiende que los diferentes sistemas de opresión pueden ir entrelazados. Si no reconocemos ciertas cosas, es muy difícil que podamos transformarlas. Partiendo de esa base, hay que entender que el racismo no es solo el insulto o que te peguen por la calle, sino que también puede ser una cuestión de omisión, por ejemplo, de conocimientos generados por personas no blancas, como vemos en los libros de texto. Yo no he estudiado absolutamente ningún personaje histórico, ni del ámbito de la ciencia, ni en la literatura que no sean personas blancas.

¿Qué clase de prejuicios, opresiones o estereotipos asumimos desde la infancia y cuál es el papel de los medios de comunicación?

Estamos creciendo sin unos referentes que construyan a las personas no blancas, pero también a las personas blancas. Por supuesto que también en mi generación –y todavía hoy, aunque menos– había muy pocas mujeres que se estudiaran: estaba Marie Curie en ciencia, Carmen Laforet, Rosalía de Castro, poquitas, pero había.

Pasa lo mismo en los medios de comunicación: no es que no aparezcan las personas negras, sino que suelen aparecer desde una perspectiva deshumanizada. Lo que está haciendo es recoger una narrativa previa que está muy conectada con la esclavitud y tiene que ver con arrebatarle su humanidad a las personas negras, o sea, con provocar que dejen de ser leídas como personas. No nos están contando de la misma manera que se podría contar en la etapa de la esclavitud, pero hay muchas cosas que se mantienen y que, si no las narramos nosotras mismas, no van a cambiar. Ahora bien, tampoco basta con que nos desgañitemos explicando que existimos, también tienen que escucharnos.

Hay elementos que tienen que ver con lo sistémico, que nos afectan en el día a día, que a veces no tienen eco mediático. Muchas veces los medios de comunicación miramos mucho hacia afuera, pero nunca contamos qué es lo que sucede dentro. Yo misma he dado charlas sobre representación en medios de comunicación en España, en varios países, en varias universidades, pero nunca en una televisión. En ninguno de los medios en los que he trabajado, salvo Pikara, se han preocupado por ver qué es lo que podemos aportar, qué es lo que tenemos que decir y que enriquecería muchísimo más.

Profundicemos en el lenguaje de los medios de comunicación. Por ejemplo, a la hora de referirse a personas en situación administrativa irregular, dicen ilegales. ¿Qué te parece?

Ilegales, sin papeles, y más allá de la propia persona, pues también se utilizan términos como MENA, que es el acrónimo de Menor Extranjero No Acompañado, y lo malo es que se usa como sinónimo de criminal. Hubo un verano en el que provocaron con esta palabra lo mismo que con términos como avalancha, que es emergencia, miedo y sensación de peligrosidad.

Hay un estudio de Red Acoge del año pasado que decía que en el 80% de informaciones sobre migraciones ni siquiera aparecen personas migrantes hablando, o sea, se les arrebata la voz. Esto es muy fuerte porque sí están dejando que hablen expertos, pero también hay personas migrantes que pueden ser expertas. Esto es como limitar a las personas que no son blancas, que son migrantes o de ascendencia inmigrante, a solo hablar desde lo experiencial o la narrativa de la anécdota, pero nunca como personas expertas, formadas y que manejan datos. Además, en la mitad de esas noticias no se utiliza siquiera la palabra persona.

Esto se ve muy claro con la masacre en Melilla: muchas personas acabaron muertas y todo el rato hablaban de los migrantes. Ni siquiera con lo que sucedió se dignaron a llamarles personas, que es lo que son. Eso genera distancia con respecto a lo que sucede. Estamos normalizando que su dolor no es tanto como el nuestro.

Alguna vez ha dicho que la televisión tiende a mostrar a personas negras solo cuando se habla de migración o situaciones negativas.

En televisión a las personas negras no se las suele retratar, salvo en situación de desgracia. Lo que se está haciendo es alimentar una narrativa del dolor que provoca que acabemos normalizando lo atroz. En el caso del continente africano solo se habla de guerras, mutilación genital femenina, LGTBfobia, desastres naturales… Esto es real, pero es una parte de la realidad. Además, prácticamente no hay corresponsalías de medios españoles en África negra, por lo que buena parte de las noticias llegan de agencias o de ONGs y, de nuevo, ahí se incurre en la narrativa del dolor o de la penuria y desgracia.

Luego está el inmigracionalismo, término también de Red Acoge que se refiere a esas noticias de sucesos protagonizadas por personas migrantes: asesinatos, robos, redes de trata… ¿Sucede? Sí, pero el problema no es que se cuente, sino que solo se cuenta eso. No hay una narrativa b con la que contrastar.

También ocurre que, para salir, deben ser excepcionales. Tienen que escalar un edificio o tirarse a la ría de Bilbao. Ser superhéroes o superheroínas. Eso en positivo.

¿Qué narrativa falta?

La narrativa de la normalidad, de lo cotidiano, de las personas que van al curro, que viven en las ciudades. Casi siempre cuentan este tipo de noticias desde una perspectiva rural, pero en África pasa exactamente igual que aquí, que el grueso de la población reside en ciudades. Nos está faltando el África de mujeres que son feministas exactamente igual que aquí, que va a currar exactamente igual que aquí, que investiga exactamente igual que aquí. Hay una especie de discurso profundamente asimétrico: lo que sucede aquí en Occidente se cuenta desde todos los puntos de vista, pero lo de allí solo se cuenta desde uno. Si nos van depositando prejuicios o medias verdades en nuestro cerebrito, se convierten en sedimentos que depositas en una orilla y que van creciendo y creciendo hasta que al final provocan que tengamos un muro en la cabeza.

Si eres migrante eres fuerza productiva, pero no eres persona

A las personas negras se les cuenta siempre como las que llegan, pero nunca están y desde luego no son. Lo que vemos y lo que tenemos en la cabeza son hombres jóvenes recién llegados que son brazos, porque si eres migrante eres fuerza productiva, pero no eres persona. Además, al ver esas imágenes de pateras, lo que vemos es grueso, es multitud, es masa, no vemos personas. Se les arrebata la voz, ni siquiera se entrevista a personas migrantes porque no tienen derecho a contar su historia.

Recuerdo a una mujer que acaba de perder a su bebé justo cuando llegaba el barco de rescate. La mujer gritaba “my baby, my baby” mientras sollozaba y esas imágenes las pusieron en el informativo del mediodía, de la noche y por la mañana. Sí, son imágenes especialmente duras, pero, insisto, estamos normalizando algo que nunca deberíamos considerar normal. Yo me he quejado de estas imágenes y me decían que era por concienciar. Para concienciar, la primera imagen que hay de un cuerpo muerto llegado en patera, que no significa que sea el primer cuerpo muerto llegado en patera, es de un periódico de 1988. Estamos en 2023 y estamos viendo el mismo tipo de imágenes.

Faltan los porqués, porque si algo aprendí durante la carrera es que hay que responder a las 5W (qué, cómo, cuándo, dónde, quién y por qué). En el caso de la llegada de la gente a través del mar o de la valla, lo que nos cuentan es el qué y el cuántos, esa dimensión profundamente deshumanizadora que tiene que ver con las cifras, y el a dónde. No nos cuentan de dónde vienen, porque África subsahariana no vale. África “subsahariana” comprende más de 40 países con realidades súper diferentes y, desde el momento en el que no cuentan el de dónde real, tampoco están contando por qué, y tú puedes moverte por un millón de cosas. Puede ser por esos buques de la Unión Europea que están arrasando los caladeros de pesca en África Occidental, o por las políticas neocolonialistas, o porque la emisión de visados en el caso del continente africano es ínfima y eso provoca que la gente se tire al mar puesto que no tiene otras vías seguras para poder llegar.

Ha señalado al principio que también personas negras interiorizan el racismo. ¿Cómo se relaciona con el racismo blanco?

Igual que existe el machismo interiorizado o un clasismo que provoca que sintamos que hay espacios que no son nuestros. Esto me pasa un montón porque soy de Alcorcón, donde hay gente muy diversa. Es una ciudad de casi 200.000 personas, pero es cierto que sigo sin sentirme cómoda en un photocall, o en sitios súper finos me siento un poco de prestado. Es un proceso doloroso el reconocer todos tus prejuicios, tu endorracismo, es complicado, porque, además, cuando empiezas a analizar el racismo más allá del me han pegado o me han insultado, desde una perspectiva mucho más grande, también implica que te confrontes con, en mi caso, que la mitad de mi familia es blanca.

Incluso puede ser doloroso, pero, a mi modo de ver, también es liberador cuando entiendes que no se trata de que tu madre o tu familia blanca sea mala, sino que simplemente forman parte de una sociedad que les construye. También puede haber un prejuicio por parte del profesorado que entiende que las personas como tú van a llegar hasta un puntito más bajo y todo eso tiene consecuencias: que tengas que ser súper empollona ultrabrillante para demostrar que sí, que puedes llegar a otros sitios.

De pequeña, ya me leían como fracaso escolar. Nada más entrar en el instituto tuve que sacar un 10 en historia, en el primer examen que hice para que dijeran “ah, esta no es como el resto”, como si existiera un “el resto”. Gente más joven te cuenta que desde que son peques ya les están orientando a la Formación Profesional o a la diversificación. El problema es que no puedes escoger en libertad como lo hacen el resto de tus compañeros.

También es tremendamente injusto el hecho de que tengas que ser una empollona y que tengas unos criterios de autoexigencia tan bestias desde que eres tan pequeña, y cómo eso después tiene consecuencias en términos de síndrome de la impostora. Nunca será culpa de la persona, siempre será culpa del sistema. Yo escribo con pavor, porque siempre pienso que no lo voy a hacer bien, que no va a ser suficiente, que quizá la gente no se sienta representada.

Mi primer libro estuvo mucho tiempo en un cajón porque yo decía “¿a quién le va a interesar la historia de gente que vive en Fuenlabrada, Torrejón de Ardoz, Móstoles, Lega o Alcorcón?”. Mi segundo libro, Hija del camino, que iba para Netflix antes del cambio de dirección, es un ejercicio de desnudez, no porque cuente mi historia, que en realidad no es tanto mi vida como nuestros mundos, sino porque se me nota mucho cuándo estoy bloqueada y cuando escribo más libre. Me quité la coraza que he tenido que llevar desde pequeña para hacerme la dura y hablo (como puedo) de sentimientos.

Porque sí, somos paquidermas, somos elefantas y en la mayor parte de nosotras, o por lo menos en mi generación, muchas de nosotras nos pegábamos en el cole y no permitimos que nos vieran llorar jamás, y eso tú lo llevas toda tu vida.

¿Cómo se puede actuar contra los prejuicios desde la comunicación? ¿Y cómo se puede favorecer que la juventud racializada pueda deshacerse de sus propios prejuicios y verse en diferentes ámbitos?

Recuerdo que, antes, los atentados se contaban desde una perspectiva tremendamente morbosa, pero eso cambió radicalmente y entendimos que para hablar de muerte no hacía falta ver víscera, que podíamos ver gente corriendo en planos generales, coches de policía y las típicas mantas térmicas. Un ejemplo de esto, y no se trata de un atentado, es en la última Eurocopa, cuando se desmayó un jugador de la selección danesa y su equipo le cubrió para que no viéramos cómo él estaba convulsionando. ¿Qué sucede cuando se trata de personas que vienen del Sur? ¿Por qué ahí sí que podemos ver su cuerpo, su rostro sufriendo y deformado por dolor o pena?

Hay un trabajo fotográfico que me parece fantástico, se llama Passengers y es de Cesar Dezfuli. Él estuvo en un barco de rescate de salvamento y pidió a todo el mundo si podía entrevistarle. De fondo se ve el mar, ellos miran a cámara, hay un consentimiento, un nombre, un país y una edad. Quizá no parezca gran cosa, pero es importante porque no están sufriendo, han consentido, no aparecen sufriendo, se entiende que son individuos y no solo masa.

¿Y en la programación infantil? Se creó un gran debate en redes sociales porque a La Sirenita le puso voz Halle Bailey, que es una actriz negra y hubo quejas “porque la sirenita es blanca, de ojos azules y pelirroja, y elegir a una actriz negra no es fiel al cuento”.

Yo crecí con cero dibujos en donde aparecieran personas como yo, a excepción del Negro Alberto, que eran estadounidenses. Cuando llegó Tiana y el Sapo yo tenía 20 y pico años. El punto de partida es que la gente entienda que hemos crecido completamente huérfanos de referentes y que eso es muy fuerte. A la hora de construir, en términos identitarios, a la hora de poder imaginarte en ciertos sitios. Todo eso es súper importante porque nunca estamos en ningún lado.

Si nos metemos en la propia historia de La Sirenita, sale Sebastián, que tiene acento caribeño y eso nos puede hacer pensar que quizá no estaban en aguas nórdicas, sino en aguas de clima cálido, como en el propio Caribe. A lo mejor la anomalía es que la sirenita fuera blanca; podría haber sido de miles de tonos diferentes. Hay gente que se queja de que les quiten un símbolo y se lo lleva a lo personal.

Pasó lo mismo con Conguitos cuando se inició una petición de firmas para que se cambiara el nombre y la mascota, no para que cerrara la empresa, y la gente decía que querían arrebatarle la infancia. Estamos comparando el individual, tus sueños, tus memorias de niño, con todo un sistema de representación que nos ha dejado siempre fuera o nos ha caricaturizado.

También tenemos cuentos propios, africanos, que podrían utilizarse para contar nuestras historias. No necesariamente tenemos que transformar un cuento de Andersen y llevarlo a la negritud porque tenemos historias propias. Se pueden contar las historias teniendo en cuenta la diversidad que existe en todos los sitios.

¿Cuál es el valor que puede añadir una persona racializada a las narrativas y representaciones mediáticas?

Los medios están incorporando poquito a poco a personas que no son blancas, pero no se trata solo de cuerpos, no es jugar a Benetton o al parchís, hay que favorecer que haya un ajuste entre lo que sucede en la calle y lo que se ve en las pantallas. Es importante que no se queden solo con los cuerpos, sino que tengan en cuenta también los puntos de vista. Incorporar a personas no blancas solo para hablar de racismo o de inmigración es del todo insuficiente. También tenemos gustos, profesiones, saberes y anhelos. También padecemos el cambio climático o nos (me) encantan las croquetas. Podemos hablar desde muchos lugares más allá de nuestro color de piel o de nuestro pasaporte. Limitándose a invitar a gente racializada o migrante a hablar solo de esos asuntos tiende a rebajar cuestiones sistémicas y convertirlas en meras anécdotas. Así las cosas, luego otra persona racializada dice que a ella nunca le ha pasado nada, que no ha experimentado racismo y ahí se acaba la posibilidad de profundizar. Personalmente, no puedo hacer check en todas las anécdotas de todas las personas negras, africanas y afrodescendientes del mundo, pero eso no significa que no lo haya vivido.

¿Unas últimas palabras para concluir?

Nos han enseñado que ser racistas es algo muy malo, pero la gente no tiene ni idea de qué es. El racismo puede ser que a las mujeres negras nos pregunten cuánto cobramos mientras esperamos a alguien en Gran Vía, producto de la hipersexualización ligada a los cuerpos negros. Pero racismo son también las identificaciones por perfil racial, las dificultades para entrar en los locales de ocio o para que te alquilen una vivienda.

Racismo (y xenofobia) es que haya tanto alumnado de origen migrante que no llega a bachillerato por falta de expectativas del profesorado, por bajas autoexpectativas y por unas realidades que tienen que ver con las vivencias, exigencias y urgencias de las familias migrantes que dificultan que puedan lograrlo.

Fuente: https://ctxt.es/es/20231101/Politica/44404/lucia-mbomio-hija-del-camino-racismo-medios-migrantes.htm

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Entrevista a Hannah Ritchie, experta en cambio climático: «Es un error pensar que combatir el cambio climático será demasiado caro»

Por: María Ramírez

La subdirectora y jefa de investigación de Our World in Data, especialista en medioambiente, publicará ‘Not the End of the World’, un libro sobre el progreso en la lucha contra el cambio climático y qué pueden hacer gobiernos, empresas e individuos para afrontar siete problemas concretos

Hannah Ritchie cuenta que cuando estudiaba Geociencia Medioambiental en la Universidad de Edimburgo en 2010 sentía “el peso muerto” de “infinitos problemas irresolubles”. Se graduó convencida de que cada vez había más desastres naturales y vivía el periodo más trágico de la humanidad. Ahora ha escrito un libro sobre el cambio climático que se puede definir incluso optimista y muestra cómo lo que creía estaba basado en datos erróneos o ha cambiado radicalmente en la última década.

La experta en medioambiente que ahora es subdirectora y directora de investigación de Our World in Data –la plataforma de la Universidad de Oxford que se hizo célebre en todo el mundo como fuente de información en pandemia– cambió en parte gracias a su estudio de los datos con perspectiva. Así descubrió que respiraba el aire menos contaminado en siglos, que producía menos emisiones que sus padres o sus abuelos y que en realidad la suya puede ser la primera generación que consiga un mundo “sostenible” para el presente y el futuro. Y que incluso esto es así en los países más pobres y desiguales.

“El mundo es horrible. El mundo es mucho mejor. El mundo puede ser mucho mejor”: Ritchie repite este lema de Max Roser, el fundador de Our World in Data con tres afirmaciones que “no son contradictorias” y retratan lo que refleja su trabajo sobre el progreso en casi todos los ámbitos de la vida en el planeta, y la misión de los datos como herramienta para medir y seguir mejorando.

En Not the End of the World (No es el fin del mundo) traza un panorama de los progresos y explica cómo abordar siete problemas concretos derivados del cambio climático. El libro se publica en enero en inglés en Reino Unido y Estados Unidos; en España lo editará Anagrama. Esta es nuestra conversación editada por claridad y extensión.

Es sorprendente leer un libro optimista sobre el cambio climático. ¿Cómo cambió su perspectiva?

La gente se sorprende cuando digo que estoy escribiendo un libro sobre el medio ambiente y soy optimista. Piensan que va a ser muy sombrío. No es un optimismo ciego de que estos problemas simplemente se solucionarán solos y podremos olvidarlos. Es un optimismo que viene de que tenemos las herramientas que necesitamos para abordar el cambio climático. Y, de hecho, se están produciendo cambios. Pero no me sentía así hace una década. Era muy pesimista. Y creo que hasta cierto punto algo de eso estaba justificado. En el cambio climático hoy estamos en una posición muy diferente respecto a la de hace una década, cuando las soluciones para abordarlo eran demasiado caras. Por ejemplo, la energía solar o la eólica y las baterías para vehículos eléctricos eran demasiado caras. No parecía que hubiera un camino creíble. En la última década eso ha cambiado radicalmente. Y creo que la gente todavía está tratando de darse cuenta de lo rápido que han cambiado las cosas.

¿Influyó su trabajo en Our World in Data?

En Our World in Data mi trabajo es dar un paso atrás y mirar los datos sobre la variedad de problemas ambientales que tenemos y tratar de entender de dónde venimos, dónde estamos hoy y cómo han cambiado las cosas. Hay historias de éxito muy claras, y no sólo en la cuestión climática, que no conocía porque no aparecen en las noticias o eran problemas antes de que naciera, como el agujero de la capa de ozono. Parecía un problema que el mundo no era capaz de solucionar, pero hubo un esfuerzo global masivo y se encontraron soluciones. Hay una variedad de historias positivas que no son evidentes cuando sólo miras sin parar los titulares de las noticias.

En el cambio climático hoy estamos en una posición muy diferente respecto a la de hace una década, cuando las soluciones para abordarlo eran demasiado caras. Eso ha cambiado radicalmente

Usted escribe sobre la mejoría de los indicadores en la última década, pero a la vez hay más protestas y estamos más preocupados ahora. ¿Ve desconexión? 

Hasta cierto punto todo va de la mano. En los últimos 10 años, el clima se ha convertido en un problema mucho más público. La gente ahora lo ve como un problema. Ahora es bastante raro encontrar personas que nieguen completamente el cambio climático. Hay una variedad de opiniones sobre cómo de grave podría ser o cuánto deberíamos hacer al respecto. Pero la negación absoluta del cambio climático es bastante baja entre el público. De hecho, el activismo ha desempeñado un papel importante a la hora de atraer la atención e impulsar parte del progreso que hemos visto.

Puede haber desconexión por la diferencia entre lo que llamaríamos indicadores adelantados e indicadores rezagados. La gente es pesimista porque sólo ve que las emisiones de CO2 aumentan y las temperaturas aumentan, aunque ahora lo hagan a un ritmo menor y las emisiones per cápita estén bajando. Hay cambios realmente profundos que están remodelando el sistema energético. Y lleva un poco de tiempo hasta que esos cambios se conviertan en bajadas de emisiones de CO2 y temperaturas. Pero llegarán. Estamos en el punto donde veremos esta inflexión. Según algunas personas no hemos logrado ningún progreso, cuando en realidad hemos estado sentando las bases para que haya un cambio grande.

¿Cuál es ahora el mayor error sobre el cambio climático y cómo combatirlo?

Uno de los principales errores hoy es pensar que será demasiado caro. Todavía existe una gran barrera para mucha gente a la hora de comprometerse y establecer las políticas correctas: existe un mensaje constante de que es muy costoso hacerlo, que tendrá un coste enorme para la economía. Por eso la gente no está dispuesta a hacer ese sacrificio, cuando en realidad ese sacrificio no existe. Existió hace una década, pero hoy no.

Soy optimista porque tenemos las herramientas que necesitamos para abordar el cambio climático. Y, de hecho, se están produciendo cambios

Si retrocedemos una década, la energía solar y la eólica eran básicamente las tecnologías energéticas más caras que teníamos. Entonces era correcto decir que sería más costoso. Pero eso ya no sucede hoy. Por lo tanto, el argumento de que se trata de un sacrificio masivo para la economía simplemente no está justificado. Hasta ahora el coste ha sido una barrera muy grande para que los políticos tomaran medidas. Y creo que esa barrera se está erosionando.

Pero algunas políticas climáticas sí pueden tener impactos negativos para personas con menos recursos, que no tienen acceso al transporte público o no se pueden permitir un vehículo eléctrico.

Sí, hay una variedad de impactos de costes para distintas poblaciones y debemos ser muy claros al respecto. Debemos asegurarnos de que estas políticas climáticas no afectan a los hogares de bajos ingresos, y hay diversas formas de hacerlo. Pero, en general, la transición energética debería conducir a menores costes de energía y generar beneficios para quienes tienen ingresos más bajos.

En lo que respecta a los vehículos eléctricos, estoy de acuerdo: el precio está bajando muy rápido, pero hasta ahora siguen siendo demasiado caros para los hogares de bajos ingresos. Necesitamos que lleguen al mercado modelos de menor rango que puedan servir a hogares de ingresos bajos. Creo que lo lograremos.

¿Y en los países más pobres?

El Reino Unido sólo aporta alrededor del 1% de las emisiones mundiales y mucha gente argumenta que lo que hacemos simplemente no importa. Pero el Reino Unido es un país rico. Se ve a sí mismo como un líder en innovación, y el papel que deben desempeñar los países ricos no es sólo reducir sus emisiones internas, sino también hacer que estas tecnologías sean muy baratas. Ese es su papel para que los países de ingresos medios y bajos no afronten la disyuntiva de sacar a la gente de la pobreza o abordar el cambio climático. Esa dinámica no debería existir y, a menudo, es responsabilidad de los países ricos cambiarla.

¿Le preocupa el retraso en los plazos para la reducción de emisiones anunciado por el Gobierno británico?

Es bastante preocupante. No estoy segura del impacto que tiene en las emisiones reales, pero el gran riesgo es que se produzca un efecto en cadena por el que, en un momento en el que debemos aumentar nuestras ambiciones, algunos países retrocedan y den a otros licencia para hacer lo mismo. El Reino Unido está intentando revertir algunas políticas porque cree que el público quiere eso y no creo que sea así. La estrategia de intentar atraer al público debilitando nuestros objetivos climáticos en realidad va a ser contraproducente para el Gobierno.

En el libro asegura que se ha entendido mal el objetivo del aumento de la temperatura por debajo de 1,5 centígrados. ¿Por qué? 

Sí, la idea errónea que existe explica por qué la gente es tan pesimista: la gente interpreta este umbral de un calentamiento de 1,5 grados como si fuera la línea de meta. Como si una vez que lo superamos, se acabó. Eso no es lo que significa el objetivo de 1,5 grados. Es un objetivo para mostrar que queremos mantenernos por debajo de esa temperatura. Pero incluso si lo superamos, no es el fin del mundo, no es como si nos cayéramos por un precipicio. Necesitamos luchar por cada punto. Pero es muy probable que superemos los 1,5 grados. Y el riesgo es que la gente se desanime y deje de tomar medidas porque piense que no tiene sentido porque hemos superado nuestro objetivo, cuando eso sólo significa que tenemos que dar más pasos y asegurarnos de que no es 1,6 ni 1,7 ni 1,8.

Pero ¿son útiles los umbrales, incluso los escenarios apocalípticos, para que los gobiernos actúen?

Sí, probablemente haya un componente psicológico en el uso de un objetivo ideal. No puedes ponerlo tan bajo que parezca imposible. Si lo estableces en un grado, sería inútil porque obviamente eso no era posible. Si lo estableces en tres grados, eso le daría a la gente licencia para emitir tanto como sea posible. Por lo tanto, es necesario encontrar el objetivo más apropiado. Y también se basa en la ciencia sobre dónde podrían intensificarse los efectos. El umbral de 1,5 grados ha sido útil. Si hay un objetivo de 1,5 grados y las políticas están van hacia 2,5 grados, está muy claro que eso es inaceptable. Así que el objetivo ha presionado a los gobiernos para que hicieran más de lo que habrían hecho.

La gente interpreta un calentamiento de 1,5 grados como si fuera la línea de meta. Como si una vez que lo superamos, se acabó. Pero incluso si lo superamos, no es el fin del mundo… Necesitamos luchar por cada punto para que no sea el 1,6 ni el 1,7

¿Cuál es el dato que le da más esperanzas sobre la mejoría en la lucha contra el cambio climático?

Hay una variedad de diferentes fuentes de emisiones que debemos abordar. Donde soy más optimista es en el sector eléctrico por la energía solar y eólica, que van a ser dominantes. Porque incluso si se excluye el cambio climático, desde el punto de vista económico tienen sentido y lo tendrán aún más porque esperamos que los costes caigan. Simplemente tendrá sentido que los países utilicen estas tecnologías en lugar de combustibles fósiles. La otra tendencia masiva de los últimos años ha sido la de los vehículos eléctricos.

Muchos países, por ejemplo el Reino Unido, han logrado avances muy importantes en materia de electricidad porque hemos eliminado el carbón. En cambio, casi ningún país ha logrado avances significativos en materia de transporte. Usamos petróleo desde siempre. Lo que está cambiando es que los vehículos eléctricos están creciendo rápido. Y no es sólo en los países más ricos del mundo. En China, por ejemplo, más de uno de cada tres coches vendidos nuevos son eléctricos.

Me sorprendió descubrir que en el Reino Unido una persona de media produce menos emisiones de las que producían a su edad sus padres o sus abuelos y equivalente a lo que producía una persona en 1850.

Y con niveles de vida completamente diferentes. Esto nos lleva a desmentir la ideas errónea de que debemos sacrificar el crecimiento económico para abordar el cambio climático. No necesitamos reducir nuestros estándares en los niveles de vida, como decían a menudo las personas más escépticas sobre el ecologismo. Eso no es cierto. Nuestras emisiones son tan bajas como lo eran hace más de un siglo y obviamente tenemos niveles de vida mucho más altos.

¿Qué dato le hace ser más pesimista porque no ha mejorado?

Soy muy pesimista acerca de la pérdida de biodiversidad. Al abordar otros problemas, podemos abordar la pérdida de biodiversidad, por ejemplo si detenemos la deforestación. El área sobre la que soy más pesimista es la disminución de las poblaciones de insectos. Lo que podemos hacer es limitación de daños. No veo cómo podemos detener eso. Tenemos que intentar frenarlo tanto como sea posible, pero probablemente ese sea el problema más difícil de resolver.

No necesitamos reducir nuestros estándares en los niveles de vida, como decían a menudo las personas más escépticas sobre el ecologismo. Nuestras emisiones son tan bajas como lo eran hace más de un siglo y obviamente tenemos niveles de vida mucho más altos

¿Qué es lo que tiene más impacto dentro de lo que puede hacer una persona en su vida diaria? Según su libro, ¿comer menos carne de vaca y volar menos?

Hay decisiones individuales que tomamos y hay formas en que estas decisiones pueden cambiar el mundo que nos rodea. A menudo nos sentimos abrumados por la cantidad de decisiones. Así que hay que centrarse en cuáles son las cosas más importantes que puedo hacer.

Lo más importante, si puedes, es comer menos carne. El otro gran problema es el transporte por carretera: si puedes, camina o toma el transporte público. Y, si tienes que utilizar un coche, es mucho mejor un vehículo eléctrico que uno de gasolina. En casa, si puedes, instala una bomba de calor o pon paneles solares en el techo. Y sí, volar es algo con mucho impacto.

En los países más ricos del mundo, una gran parte de nuestro papel es reducir el coste de las tecnologías bajas en carbono, y la forma en que lo hacemos es comprándolas

Pero luego hay formas en las que puedes contribuir a un nivel superior. Una de ellas son tus elecciones políticas. Y también hay formas de votar con tu cartera. En los países más ricos del mundo, una gran parte de nuestro papel es reducir el coste de las tecnologías bajas en carbono, y la forma en que lo hacemos es comprándolas. Cuando compras un vehículo eléctrico, estás haciendo bajar el precio de los vehículos eléctricos para el resto del mundo igual que cuando compras productos sustitutos de la carne.

Lo último que creo que podemos hacer es simplemente hablar con otras personas. Para algunas personas, una barrera para pasar a un automóvil eléctrico, probar sustitutos de la carne o instalar una bomba de calor es que a menudo parece que nadie lo ha hecho. La mayoría de las personas tienen experiencias positivas con esto y cuanto más hablemos de ello, más lo normalizaremos, más personas estarán dispuestas a hacer ese cambio.

En cambio, el hábito más común del reciclaje tiene poco impacto, según escribe.

Yo reciclo y animo a otras personas a hacerlo. El riesgo es que la gente tenga eso en la parte superior de su lista de cosas más importantes. Y si sólo pueden tomar algunas decisiones para ayudar a mejorar el medioambiente, eso no estaría en lo más alto de la lista.

¿Qué opina de las protestas de Extinction Rebellion y Just Stop Oil, como la de hace unos días contra ‘La Venus del espejo’ de Velázquez en la National Gallery?

Los grupos activistas han desempeñado un papel muy importante al llamar la atención sobre la crisis climática. Es importante que el ambientalismo pueda hablar con diferentes grupos. Si vamos a abordar estos problemas, necesitamos que casi todos estén en el mismo barco. No podemos hacer esto con el 5% de la población que esté muy comprometida. Yo hablo a un grupo ligeramente diferente y trato de ganármelo. No necesariamente voy a hablar con la gente que está en las calles porque ya está movilizada. Las protestas me trajeron a esto al principio. Necesitamos a personas que hablen con una variedad de grupos diferentes con una variedad de incentivos diferentes.

¿Pero las protestas pueden ser contraproducentes, como las de que van contra obras de arte?

Siempre me gusta analizar datos y no he visto buenos datos e investigaciones sobre lo que es efectivo y lo que no. Entiendo por qué la gente argumenta que es contraproducente. Puedes ver las reacciones de personas que podrían estar dispuestas a participar y que se desaniman por estas acciones, pero no creo que esté claro si eso realmente afecta lo que hacen después. En realidad, la investigación no es concluyente, no sabemos bien qué es eficaz y qué no.

Escribe que a veces estos grupos utilizan datos incorrectos. ¿Eso hace un flaco favor a la causa?

Algunas afirmaciones que estos grupos han hecho son objetivamente incorrectas. Uno de los líderes de Extinction Rebellion dijo que 6.000 ó 7.000 millones de personas iban a morir a causa del cambio climático. Y no hay ninguna investigación científica que respalde eso. Roger Hallam, uno de los fundadores, ahora dice que morirán 2.000 millones de personas. Y tampoco existe base científica para esa afirmación. Existe el riesgo de que eso sea perjudicial.

Algunas afirmaciones de grupos ambientalistas que protestan son incorrectas y eso puede ser perjudicial. El riesgo de afirmaciones exageradas que no se basan en la ciencia es que casi les hacen el juego a quienes niegan el cambio climático

El riesgo con este tipo de afirmaciones exageradas que no se basan en la ciencia es que casi les hacen el juego a quienes niegan el cambio climático porque luego pueden darse la vuelta y decir “usted dijo que el mundo se acababa con un aumento de 1,5 grados, hemos llegado y todavía estamos aquí”. Y eso a menudo hace que a los científicos les resulte más difícil hacer su trabajo, porque gran parte de esa reacción se dirige a ellos.

¿Tienen responsabilidad también los científicos? Un dato que cita como erróneo es el de que quedan 60 cosechas en el planeta y sale de una representante de la FAO, la agencia de la ONU.

Siempre me ha parecido problemático que en la ciencia nunca recibimos mucha formación sobre comunicación científica y cómo explicar resultados a una audiencia general. Por eso hay una brecha entre lo que aparece en un artículo académico y lo aparece en los medios. Y parte de esto también se debe a que los científicos a menudo no saben cómo comunicar la incertidumbre.

Un científico podría hacer una declaración o ejecutar un modelo que se refiere al peor de los casos. A menudo los medios lo consideran el escenario más plausible. En el libro, doy el ejemplo de la afirmación en un documental de Netflix de que el mar estará vacío de peces para 2048, y eso fue la mala extrapolación de una frase de un informe que llegó a los titulares. Es una mezcla de medios que a menudo quieren un titular llamativo y científicos que no recibimos una buena formación sobre cómo comunicar los resultados a una audiencia general.

¿Qué aprendió trabajando con los datos de la pandemia que se pueda aplicar al cambio climático?

Una cosa que también me impulsa un poco más hacia el optimismo es que es muy difícil para nosotros imaginar un mundo que sea muy diferente de cómo es hoy, pero a menudo, bajo presión, la gente está dispuesta a hacer cambios realmente radicales. Antes de la pandemia, nunca hubiera imaginado que todos nos íbamos a quedar en casa –pese a algunas protestas, la mayoría de la gente lo hizo y lo hizo durante un período de tiempo realmente largo–, nunca hubiera imaginado que ese cambio masivo pudiera ocurrir. Y lo mismo se aplica al mirar el futuro del clima o la energía o cualquiera de estos problemas. Es muy difícil para nosotros imaginar un mundo que sea muy diferente de cómo es hoy. Pero creo que estos cambios pueden ocurrir muy rápidamente. En cierto sentido, me da optimismo que esto pueda avanzar mucho más rápido de lo que podríamos esperar.

Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/pensar-hannah-richie-experta-cambio-climatico-error-combatirlo-sera-caro_128_10662163.html

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Argentina: «No necesitamos una inteligencia artificial para destruirnos, nos bastamos solos»

«No necesitamos una inteligencia artificial para destruirnos, nos bastamos solos»

Por Antonio Martínez Ron

El científico argentino aborda el tema de moda en su libro ‘Artificial’, convencido de que debemos tratar a la IA “como a una musa y no como a un adversario”

El desarrollo acelerado de la inteligencia artificial generativa, y su capacidad para mantener conversaciones aparentemente inteligentes o crear contenidos audiovisuales, se ha convertido en uno de los temas candentes sobre los que todo el mundo tiene una opinión. El neurocientífico Mariano Sigman y el tecnólogo Santiago Bilinkis abordan la cuestión en el libro Artificial (Debate, 2023), un ensayo en el que aportan una amplia variedad de ángulos desde los que formarse un juicio fundamentado sobre lo que nos espera en el futuro.

Lejos de los mensajes apocalípticos y del optimismo acrítico que abunda en estos días, los argumentos de Sigman y Bilinkis se centran en las amenazas y posibilidades reales que nos brinda la tecnología, a la que conciben como un instrumento del que podemos sacar provecho o convertir en un arma. Al margen de los riesgos, que los hay, los autores prefieren poner el foco en el papel que pueden jugar estas nuevas herramientas como potenciadores de nuestra creatividad y nuestras capacidades, como una especie de entrenador virtual o una mente complementaria. Charlamos con Mariano Sigman en Madrid, con su libro recién salido del horno.

Dicen ustedes que nuestros días como la especie más inteligente del planeta parecen estar contados, ¿eso es bueno o malo? 

Bueno, hay que matizar que una cosa es que estén contados y otra que falte poco. Sabemos que va a pasar, pero otra cosa es que sea inminente.

El desarrollo de la IA generativa ha producido la sensación de que hay un gran cambio, e incluso se habla de una “bomba de inteligencia”. ¿Hasta qué punto es una amenaza?

Lo que hace distintiva a esta tecnología es que, a diferencia de otras, tiene cierta autonomía. Porque un lápiz no decide escribir y una bomba no decide dispararse. Una inteligencia artificial (IA), en cambio, toma sus propias decisiones, por supuesto, sobre un marco para el que está programada. Eso le da algo que nosotros reconocemos como un “sentido de agencia” y muchas decisiones involucran una observación sobre sí mismas, y en eso empiezan a parecerse al intelecto humano. Y si es capaz de crear copias similares a sí misma, pero con diferencias que la hagan más apta, también empieza a parecerse a una especie, un colectivo que puede tomar sus propias decisiones.

Lo que temen es lo que se llama una Inteligencia Artificial General (IAG). ¿Qué es exactamente una IAG? ¿Una especie de nuevo dios?

El vínculo con la IA está repleto de exageraciones, de enfados y también de adoraciones desmedidas, una tendencia a ponerla en el lugar de un dios. Y de ninguna manera es así, la IA toma decisiones y está en nosotros decidir si tienen valor o no.

Hay estudios que dicen que nos cuesta mucho trabajo llevarle la contraria a una IA, ¿en eso ya nos tiene sometidos?

La IA genera todo tipo de proyecciones e imágenes mentales en cuanto la nombras. También hay un enorme manto de ignorancia, que viene de no haber interactuado con ella. Esto es parte de lo que quiero resolver en el libro, creo que metafóricamente la IA es como la selva, que es un lugar peligroso, pero fascinante, lleno de vida. Si sabes apreciarla, una vez que entras en ese mundo tan extraño, hay todo un espacio de fascinación. Creo que a la IA no hay que tenerle ni tanto miedo ni tanto respeto o admiración.

Creo que a la IA no hay que tenerle ni tanto miedo ni tanta admiración

Hay líderes de opinión como Yuval Noah Harari que dicen cosas muy alarmantes, como que la IA puede poner en peligro la democracia o que ha hackeado nuestro sistema operativo, que es el lenguaje. ¿Está de acuerdo?

Bueno, puede pasar. Pero la historia humana está llena de hackeos de todo tipo, toda la historia está llena de tragedias, no necesitamos IA para destruir nuestros principios y valores, nos bastamos a nosotros mismos. Utilizada contra humanos, la IA es una herramienta muy poderosa y que da mucha capacidad de manipular.

Es muy interesante la relación psicológica que tenemos con la inteligencia artificial. ¿Se ha sorprendido a sí mismo alguna vez celebrando un fallo de la IA como una victoria humana?

Ja, ja. Yo no, pero soy raro y sé que le pasa a todo el mundo. Cuando Deep Blue le ganó a ajedrez a Kasparov, muchos se lo tomaron como la derrota de la humanidad. Yo nunca lo vi así. Para mí fue una victoria de la humanidad contra la humanidad, de nuestra capacidad de abstraer, de hacer programas, de hacer computadoras contra nuestra capacidad de razonar a cerebro desnudo.

A algunos de esos errores de la IA se les llama alucinaciones. ¿Estamos creando una inteligencia con nuestros mismos defectos?

En general uno empatiza con lo imperfecto. La perfección te maravilla, pero uno conecta con lo vulnerable. Por eso en las películas de Hollywood el héroe resbala, patina y es frágil.

Pero cuando una IA consigue liar a un humano para saltarse un CAPTCHA convenciéndole de que es una persona ciega, de la empatía pasamos al terror.

Bueno, en ese sentido, la IA es como los niños, que aprenden muy bien a hacer trampa y que primero tienen que saltarse ciertas reglas para aprender luego el costo de eso. Como pasa con ellos, el aprendizaje es mucho más que aplicar reglas literales, siempre tienes que entender las excepciones y los matices.

¿El peligro es que interpreten las cosas demasiado literalmente?

Eso se puede compensar, porque las nuevas redes neuronales en realidad no funcionan como programas. Lo que incorporan son un conjunto de reglas que coexisten y en ese sentido se parecen mucho a nuestro cerebro. Nuestro cerebro funciona así. O sea, tú tienes hambre y tienes ganas de comer, pero sabes que no le puedes robar la comida al otro.

Utilizada contra humanos, la IA es una herramienta muy poderosa y que da mucha capacidad de manipular

Además de conversar, la IA nos asusta todavía más cuando se pone a hacer arte. ¿Nos hará repensar todo lo que sabemos sobre creatividad?

Toda la creatividad humana está montada a hombros de gigantes. Hay un documental de Orson Wells que se llama F de Fake, donde él justamente cuestiona quién es el autor de algo. Porque no es una cuestión tan clara. ¿Quién ha hecho la catedral de Chartres? Al final había uno que era el que ponía la última piedra, pero ¿era el autor?

Al final, ¿las máquinas se van a poder dedicar al empleo creativo y el trabajo duro nos va a tocar a los humanos?

Yo sé que es inevitable tener una reacción negativa hacia la IA, pero creo que hay que mirar esto con un poco más de curiosidad, y considerarla como una herramienta con la que trabajar, o una musa, más que como un adversario.

Muchas de las creaciones de la inteligencia artificial, sobre todo en audiovisual, tienen un aspecto onírico. ¿Es como si estuviéramos creando una mente capaz de soñar por nosotros?

No es solo capaz de soñar, sino que es capaz de plasmar nuestros sueños. Y esa es la idea clave. Deberíamos pensar en la IA como algo que te permite llegar a lugares que antes eran imposibles para ti. Una herramienta que te permite ir a un sitio.

El uso no detectable de la IA en el arte o en los trabajos del colegio, ¿nos conduce hacia un mundo de impostores? 

En realidad eso no es nuevo. Las fake news nos acompañan desde hace mucho tiempo. De hecho, esta mezcla de realidad y ficción nos acompaña desde los tiempos de La Ilíada. Y una manera de vincularse con GPT es establecer con ella una conversación como hacía Sócrates. Cuando tú quieres pensar algo, necesitas un interlocutor.

Un interlocutor que a veces te suelta tonterías…

Bueno, no puedes pedirle peras al olmo. GPT no es un proveedor de verdades. Lo que tú tienes que saber es qué es lo que te puede dar y qué es lo que no te puede dar.

¿Es un sparring?

Exacto. Si tú te lo tomas como alguien con el que puedes conversar o contrastar ideas, puede que te sirva para pensar las preguntas correctas, para ver alguna idea que luego incorporas. Hay que tener una visión más amplia de la inteligencia artificial, hay humanos que hacen daño a través de ella, pero también puede generar mucho esplendor. Hace poco le enseñé a mi madre cómo funcionaba y fue emocionante ver su reacción. Fue como cuando ella me llevó por primera vez a ver el mar. Por otro lado, es interesante preguntarnos ¿por qué genera tanta emoción la inteligencia artificial? Aquí hay una paradoja: la gente lo ve como algo frío, y sin embargo despierta todo tipo de emociones. Esta es la ironía.

Hay una paradoja: la gente ve la IA como algo frío y sin embargo despierta todo tipo de emociones

Si le ofrecen la posibilidad de regenerar un familiar fallecido en el mundo virtual mediante IA, ¿lo aceptaría?

Yo adoraba a mi abuelo. Se murió cuando yo tenía veintipocos años. Si pudiera recrear su voz y los cuentos que me contaba, sí lo haría. Pero creo que a mí no me gustaría verlo, porque no me resultaría creíble.

En el libro advierten de que no han utilizado ChatGPT, pero ¿una inteligencia artificial podría haber escrito un libro como este?

No, todavía no. Aún no está a la altura de hacer algo así, pero eso puede ser una cuestión de tiempo. No sé si dentro de dos años, cinco o diez. No creo que haya ninguna limitación para que un día le des toda la información y le pidas un libro con tus ideas y con tu estilo y te lo dé. Y no solo eso, es posible que llegue un día en el que tú le des una instrucción en la que le digas “hazme la película que quiero ver” y te la ofrezca.

Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/mariano-sigman-entrevista-inteligencia-artificial-destruirnos_128_10606005.html

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/no-necesitamos-una-inteligencia-artificial-para-destruirnos-nos-bastamos-solos/

 

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Inteligencia digital: retos de la época

Por: Sally Burch

Internet Ciudadana entrevistó a Anita Gurumurthy y Nandini Chami, de IT for Change, India, sobre los retos a los que se enfrenta el mundo, y en particular el Sur Global, con la revolución de la inteligencia artificial. IT for Change ha elaborado varios estudios sobre tecnologías digitales, en los que, entre otras cosas, proponen el término «inteligencia digital» como concepción más amplia de este fenómeno en desarrollo. Es también la secretaría de la coalición mundial Just Net. Entrevista realizada por Sally Burch (ALAI).

1) ¿Cuál es la diferencia entre «inteligencia artificial» e «inteligencia digital»? ¿De qué manera nos ayuda el término «inteligencia digital» a comprender mejor la nueva era tecnológica?

El término inteligencia artificial desconoce los orígenes sociales de la inteligencia que produce una determinada tecnología. Mistifica la máquina. Pero el término inteligencia digital está más orientado a los sistemas. Pone de relieve la interacción entre los sistemas humanos y digitales en la resolución de problemas y la toma de decisiones, algo cada vez más habitual en el mundo de la Cuarta Revolución Industrial (4RI). El término inteligencia digital también parece tener más fundamento histórico: no implica un fetiche por las máquinas; parece reconocer la revolución de la IA como parte de una evolución más larga de las tecnologías de computación, Internet y Big Data. Esta lógica sistémica –en la que la inteligencia está integrada en las relaciones tecnosociales que componen el sistema– nos ayuda a no perder nunca de vista que el conocimiento social y el trabajo humano son la materia prima de la revolución de la inteligencia que posibilitan las nuevas facultades de la tecnología digital, en particular las tecnologías de IA.

2) Está en curso un debate internacional sobre las implicaciones de la IA, especialmente desde que se lanzó el Chat GPT4. En su opinión, ¿cuáles son las principales amenazas (y/o ventajas) de este tipo de tecnología, y qué podemos hacer al respecto, desde una perspectiva de justicia digital y comunidad?

Los milagros de la IA –incluido el fenómeno del Chat GPT– son, en efecto, trascendentales. Se trata de una coyuntura histórica muy parecida al momento Gutenberg, cuando la producción masiva de libros a través de la imprenta coadyuvó a cambios en las instituciones de la civilización. La IA puede aumentar la creatividad humana y cambiar la división social del trabajo para potenciar y transformar. Puede ser para la emancipación individual o para hacer realidad el sueño keynesiano de una vida mejor para todos. Sin embargo, el statu quo no se orienta en absoluto hacia este potencial. Hoy en día, la IA está firmemente arraigada en la lógica de la financiarización con esteroides, basada en el desprecio descarado de la dignidad humana y el bienestar de la sociedad.

La mayor amenaza que plantean las actuales trayectorias de desarrollo de la IA es la exacerbación de la crisis medioambiental. Hay nuevas evidencias que parecen indicar que la IA puede ser más un problema que una solución a nuestra lucha contra el cambio climático, la escasez de agua y el elevado consumo de energía. Algunas estimaciones sugieren que el consumo de agua para entrenar el gran modelo lingüístico GPT 3 de Open AI fue equivalente a la cantidad necesaria para llenar la torre de refrigeración de un reactor nuclear. Incluso a las start-ups y los desarrolladores de tecnología que trabajan por una industria de IA más ética y transparente les cuesta abordar el reto de la sostenibilidad. La start up HuggingFace consiguió entrenar su propio modelo lingüístico de gran tamaño BLOOM en un superordenador francés alimentado con energía nuclear, produciendo una huella de emisiones inferior a la de la mayoría de modelos de tamaño similar; pero una vez completado el entrenamiento, en la fase previa al despliegue, BLOOM emitió una huella de carbono equivalente a la de 60 vuelos entre Londres y París.

El bucle tecnológico de la IA generativa1 también ha abierto la caja de Pandora de explotación laboral. Como demostró la polémica de Sama en Kenia, los modelos lingüísticos y las herramientas de moderación de contenidos sólo pueden perfeccionarse gracias al trabajo de innumerables trabajadores de contenidos que se adentran en la basura tóxica de contenidos odiosos y violentos que provocan traumas psicológicos. El bienestar y la salud mental de los trabajadores son víctimas de la lamentable ausencia de protecciones en la cadena de valor de la inteligencia artificial para realizar trabajos de tan alto riesgo.

Una tercera preocupación que ha cobrado protagonismo en los meses posteriores a que ChatGPT tomara el mundo por asalto es el impacto a largo plazo de la revolución de la IA en el futuro del trabajo. Estudios realizados en los últimos meses por la OCDE y la OIT sugieren que la mano de obra de los países desarrollados corre un mayor riesgo inmediato de perder puestos de trabajo a causa de la automatización que permite la IA generativa; pero a largo plazo, se espera que este salto conduzca a una mayor productividad y a un aumento del PIB. La mano de obra del Sur global no se verá afectada de inmediato, pero esto no significa buenas noticias para sus perspectivas de subsistencia y bienestar a largo plazo. Si sus países quedan al margen de la IA Generativa y otros saltos tecnológicos de la IA, y se quedan atrapados en los segmentos de bajo valor de la economía –y se convierten en trabajadores temporales o soldados de a pie en la nueva 4RI, como los agricultores que cultivaban índigo en la revolución industrial británica–, lo que nos espera es un futuro económico neo-colonial que limita las opciones de la mayor parte del mundo.

El extractivismo de datos provenientes de esta mayoría mundial es lo que potencia la revolución de la IA. Y del mismo modo que el patrimonio público de la Web 2.0 fue canibalizado para el beneficio empresarial en la plataformización de Internet, frustrando la producción de conocimiento compartido y las posibilidades de puesta en común entre iguales, nos encontramos en otro momento similar en la revolución digital. La IA Generativa, en particular, amenaza con cooptar los bienes comunes del conocimiento público sin ninguna obligación de licencia para compartir/devolver a la sociedad. ¡Imaginemos una situación en la que los registros sanitarios del gobierno –datos abiertos gubernamentales– están siendo utilizados por las farmacéuticas para investigaciones patentadas sobre predicciones epidemiológicas que el gobierno se ve obligado a comprar/alquilar en una crisis sanitaria!

Los monopolios de patentes de las grandes farmacéuticas que impidieron la lucha contra el Covid deberían demostrarnos que se trata de una posibilidad muy real.

También deberíamos volver a centrarnos en la IA fundacional en lugar de en la generativa. La mayoría de la población mundial dedicada a la agricultura, la ganadería y los medios de vida relacionados con la agricultura, que dependen de los bosques y de los recursos naturales comunes, ¿puede recibir ayuda para prosperar en la era de la IA, especialmente en sus necesidades de adaptación y mitigación del cambio climático? ¿Cómo podemos habilitar modelos localizados de diagnóstico y predicción para activar alertas y estrategias a largo plazo? ¿Por qué nos limitamos a impulsar la compartición de más y más datos en direcciones que sólo parecen ayudar a las grandes empresas agrícolas y tecnológicas a integrar a la gente en condiciones extremadamente adversas en el mercado hipercapitalista de la IA? Los países en desarrollo tienen que encontrar la forma de aprovechar sus recursos de datos para su desarrollo autónomo en la revolución de la inteligencia, de forma similar a como un país como Tailandia, en Asia, se recuperó tras la crisis de los años 90 y reconstruyó su economía.

Anita Gurumurthy

Directora ejecutiva de IT for Change

3) Existe una gran preocupación por el robo de propiedad intelectual por parte de la IA, que arrastra y reutiliza datos, como la obra de artistas, sin reconocer la fuente. ¿Cómo proponen que enmarquemos este debate?

Ciertamente la IA generativa, capaz de desarrollar textos e imágenes visuales y de clonar voces, ha puesto en primer plano la cuestión del robo de la propiedad intelectual. Los responsables políticos lo abordan de diferentes maneras: China quiere controlar los flujos de información hacia la IA generativa; mientras que Japón primero quiso eliminar las solicitudes de derechos de autor en los conjuntos de datos utilizados para la IA generativa y posteriormente dio marcha atrás en su postura; la política de la UE y EE.UU. tiene ambivalencias sobre cuándo el uso legítimo cubre el entrenamiento de IA generativa. El equilibrio entre los derechos de los creadores y el uso de los recursos públicos del procomún del conocimiento para el desarrollo tecnológico sigue evolucionando.

Pasemos ahora a la perspectiva del creador. Los autores se encuentran viviendo la pesadilla de la ficción del «Gran Grammatizador Automático» de Roald Dahl, cuando la máquina de imitación imita sus estilos y voces mejor que ellos y la creación se convierte en una cadena de montaje de producción. Los derechos morales del autor o del intérprete creativo están en peligro cuando sus obras se canibalizan para entrenar a la IA generativa. También hay cuestiones de apropiación cultural, como el arte Warli indio que se subasta en Sotheby’s sin reconocer el contexto cultural de su producción por las tribus del bosque; preocupaciones que la comunidad maorí de Nueva Zelanda ha planteado e intentado abordar en el uso de su lengua y recursos lingüísticos para el desarrollo de modelos de formación. La concesión colectiva de licencias –el reconocimiento de los bienes culturales comunes de la literatura, el arte y el patrimonio cultural humano– parece importante. Podría crearse un mecanismo fiduciario para impedir la canibalización o la reutilización en violación de los bienes culturales comunes. En cuanto a la literatura y el arte, también hay que mantener el equilibrio entre los bienes comunes intelectuales como patrimonio público y común de toda la humanidad, y los derechos morales del autor. La propuesta de licencia colectiva del Gremio de Autores parece útil a este respecto. Esta propuesta dice: «El Gremio de Autores propone crear una licencia colectiva por la que una organización de gestión colectiva (OGC) concedería licencias de derechos en nombre de los autores, negociaría las tarifas con las empresas de IA y luego distribuiría el pago a los autores que se registraran en la OGC. Estas licencias podrían cubrir usos anteriores de libros, artículos y otras obras en sistemas de IA, así como usos futuros. Estos últimos no se licenciarían sin una autorización específica del autor o de otros titulares de derechos».

Nandini Chami

Directora adjunta de IT for Change

4) ¿Cuáles considera que son las principales problemáticas y propuestas relacionadas con la IA que deberían abordarse en espacios multilaterales como las Naciones Unidas, con el fin de promover la justicia digital y contrarrestar el excesivo poder de las grandes corporaciones digitales?

Hay un debate en curso, incluso en la India, sobre si la gobernanza de la IA se puede abordar adecuadamente en la escena mundial o si necesitamos respuestas a nivel nacional. Las democracias occidentales y el mundo mayoritario tienen formas diferentes de calibrar el equilibrio entre los derechos individuales y el bien social; esto se reconoce incluso en el debate sobre los derechos humanos, ya que la interpretación contextual de los derechos es extremadamente importante. Como demuestra un reciente estudio de la UNCTAD sobre los países del G20, lo que se entiende por datos personales sensibles se define de forma diferente en las distintas sociedades. Ideas de innovación centrada en el ser humano, transparencia y rendición de cuentas del mercado, trayectorias deseadas de desarrollo de la IA: necesitamos un modelo de gobernanza multiescalar en el que los derechos de las personas que se encuentran en los márgenes estén protegidos por algunas protecciones de derechos básicos y, al mismo tiempo, cada comunidad nacional pueda llegar a un proceso deliberativo para determinar cómo debe aprovechar la revolución de la IA e integrarse en la economía global respaldada por una legislación del desarrollo de la IA basada en los derechos humanos que sea justiciable. Es posible que una hiperliberalización de los mercados de servicios de datos no funcione en todos los países, ya que algunos podrían incluso beneficiarse al limitar su integración en la economía digital mundial.

(1) La IA generativa es una rama de la inteligencia artificial que se enfoca en la generación de contenido original a partir de datos existentes y en respuesta a indicaciones. (Wikipedia)

* Anita Gurumurthy es miembro fundador y directora ejecutiva de IT for Change, donde dirige proyectos y colaboraciones de investigación con la sociedad en red, centrándose en la gobernanza, la democracia y la justicia de género, la democracia y la justicia de género.

* Nandini Chami es directora adjunta de IT for Change. Su trabajo se centra principalmente en la investigación y la promoción de políticas en los ámbitos de los derechos digitales y el desarrollo, y la economía política de los derechos de las mujeres en la sociedad de la información. Forma parte de los esfuerzos de promoción de la organización en torno a la Agenda 2030 para el Desarrollo en cuestiones de «datos para el desarrollo» y tecnologías digitales y justicia de género.

* Sally Burch es periodista angloecuatoriana. Directora Ejecutiva de ALAI. Es licenciada en Literatura por la Universidad de Warwick (Gran Bretaña) y diplomada en Periodismo por la Universidad de Concordia (Montreal, Canadá). Publica regularmente artículos sobre la mujer y la comunicación, el derecho a la información y los movimientos sociales.

Esta nota está incluida en la Revista digital Internet Ciudadana N° 10 – Octubre 2023 – ¡Otro mundo digital es posible!

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Venezuela : “Hay que cambiar las formas clásicas de la modernidad que impusieron los colonizadores”

 “Hay que cambiar las formas clásicas de la modernidad que impusieron los colonizadores”

Virginia Aguirre

Virginia Aguirre, docente e investigadora de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (Unesr) nos habla de su participación en el movimiento feminista, así como de su trayectoria y sus ideales. Aguirre asegura que el feminismo plantea un cambio cultural, estructural, pluriversal y multicultural para que haya una transformación real de la sociedad.

 

 ¿Cómo ve usted a las ‘mujeres venezolanas’? tanto históricamente como en la actualidad

Nuestras mujeres siempre han estado al frente de las luchas, antes era negada y eran invisibilizadas, pero ellas participaron en las luchas independentistas. Nuestras mujeres han sido combativas porque tienen en su esencia la lucha, sobretodo en la lucha por la autonomía y siempre ha estado en la calle. Quiero destacar de nuestro país que, a diferencia de otras mujeres de América Latina, es el nivel de organización popular que tenemos las mujeres, tenemos las mujeres luchando por sus formas de vivir en su comunidad, por resolver sus problemas en la comunidad, en colectivo porque solas no podemos, hay que hacerlo colectivamente.

La educación en casa –que no debe confundirse con la instrucción-, en especial la orientación en la toma de decisiones ¿no podría ser una vía más efectiva para evitar, prevenir o enfrentar los problemas que el feminismo trata de resolver?

Bueno, yo quisiera no utilizar lo que es el esencialismo con relación a la familia, no porque siempre nos metemos con la familia, llena de algunos tabúes y algunas formas de concebir, aunque tienes que ver qué parte del hogar, por supuesto, tiene que haber una educación como ser humano, ¿Qué es ‘ser humano’? significa reconocer al otro y cuando digo reconocer al otro es reconocer que existen hombres y mujeres, incluyendo la sexodiversidad, pero en este caso del feminismo es que las mujeres sean reconocidas socialmente porque somos seres humanos, hacemos muchas cosas y también necesitamos la ayuda en algunas cosas como por ejemplo en el trabajo doméstico.

 ¿Cuál es su definición de la igualdad?

Hay unas teóricas que han hablado de la igualdad y dicen que “no se puede construir igualdad en una sociedad capitalista” porque no se puede construir igualdad en desigualdad. Culturalmente, el patriarcado está arraigado en medio del sistema, entonces tiene que haber un cambio estructural en la actualidad en esta sociedad patriarcal y capitalista, no sólo venezolana en todo el mundo. La igualdad se construye en base a que las mujeres tengan oportunidades iguales, sea en la educación, en lo salarial, en la manera de decidir, de su vida y de su cuerpo. También como asumimos nuestras relaciones de vida Y el reconocimiento del otro, por ejemplo: En la formación de un hogar, el hombre tiene que responsabilizarse en la crianza de los niños porque a ambos le corresponden, el hombre y la mujer.

 

 ¿Cómo sería el acercamiento de los hombres a la lucha feminista?

En verdad para hacer cambios estructurales en la sociedad, necesitamos la compañía del hombre. La mujer feminista no quiere acabar con los hombres. Nosotras sólo queremos tener nuestra propia expresión.

La voz es importante como siempre y tienen que llevarla los hombres y las mujeres. El patriarcado no ve mucho, pero quiero que sea evidente que tratamos de cambiar naturalmente una sociedad, a otra donde todos seamos felices porque hasta ahora si tengo algo que ponerle a esta sociedad es que el hombre tenga más responsabilidad.

No puedo decir que no parece nada revolucionario, pero cuando yo quiero cambiar algo que no favorece a los hombres ni a las mujeres, significa que hay que cambiar las formas clásicas de la modernidad que fue impuesta por los colonizadores.

Virginia Aguirre, reconocida nacional e internacionalmente por sus labores en políticas públicas, es la redactora de los tres planes de igualdad del Gobierno Bolivariano: Plan de Igualdad Juana Ramírez la Avanzadora (2007-2013); Plan de Igualdad y Equidad de Género Mamá Rosa (2013-2019).

Octubre, mes descolonizador
Durante el mes de octubre se llevarán a cabo un conjunto de actividades que tienen como tema central el de la resistencia indígena y la descolonización.

Durante todo el mes, desde la página web de la editorial, se podrán descargar los títulos “Encuentros descoloniales”“Waika, la respondona”“Pensar distinto, pensar de(s)colonial”“Utopía”, “La invención de la exclusión” y “Parto del pueblo cimarrón”.

Además ofrecerán charlas cuatro de nuestros autores: José Romero Losacco, Casimira Monasterios, Gregorio Valera Villegas y Virginia Aguirre.

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Fuente de la Información: http://www.elperroylarana.gob.ve/virginia-aguirre-cambiar-las-formas-clasicas-la-modernidad-impusieron-los-colonizadores/

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Entrevista a Natascha Strobl: Entre la extrema derecha y el conservadurismo radicalizado

Entrevista a Natascha Strobl

En su libro La nueva derecha: análisis del conservadurismo radicalizado, la politóloga austríaca Natascha Strobl indaga en la forma en la que algunos partidos conservadores clásicos han adoptado la retórica cultural y social de la extrema derecha. En esta entrevista explica cómo se produjo esa radicalización del conservadurismo tradicional y analiza, con datos y casos específicos, las derivas que esa mutación puede producir en el futuro.

Desde la segunda posguerra, los partidos conservadores clásicos constituyeron, en Europa Occidental, un pilar del consenso político construido junto a los socialdemócratas. A pesar de que ese acuerdo siempre estuvo atravesado por diversas tensiones y renegociaciones, el consenso se sostuvo, aunque modificado, a través del tiempo. Hoy la situación es diferente. Desde hace al menos una década, no son pocos los partidos conservadores que, habiendo sido pilares del consenso de posguerra, se han deslizado hacia discursos, retóricas y postulados ideológicos de la extrema derecha. La radicalización del conservadurismo rompe el pacto y establece una lógica de antagonismos diferente a la que los mismos sectores de la derecha habían planteado en el pasado reciente. Si bien entre el conservadurismo radicalizado y la extrema derecha existen posiciones divergentes, la comunión entre ambas tendencias políticas se ha vuelto, en determinados casos, indudable. ¿Cómo llegaron los partidos conservadores a usufructuar el discurso de las derechas extremas? ¿Qué papel jugaron las ideas de la Nouvelle Droite de Alain de Benoist en la radicalización de los conservadores? ¿Cómo han operado organizaciones juveniles de la nueva derecha como CasaPound en Italia en la normalización de los discursos radicales y en su introducción en el campo de los conservadores clásicos? Estos interrogantes son abordados de manera minuciosa por la politóloga austriaca Natascha Strobl La nueva derecha: un análisis del conservadurismo radicalizado, publicado recientemente en español por Katz Editores.

Natascha Strobl realizó sus estudios en la Universidad de Bergen (Noruega) y en la Universidad de Viena (Austria). Su libro, Radikalisierter Konservatismus. Eine Analyse (Suhrkamp, Berlin, 2021), publicado en español por Katz Editores bajo el título La nueva derecha. Análisis del conservadurismo radicalizado le ha valido un fuerte reconocimiento internacional.

En esta entrevista, Natascha Strobl analiza las formas de radicalización política de los conservadores tradicionales, indaga en las relaciones entre extrema derecha y conservadurismo, y desmenuza, con argumentos sociológicos y politológicos, el nuevo escenario de derechización política.

Texto:

En La Nueva Derecha: un análisis del conservadurismo radicalizado, usted realiza un análisis de los movimientos de la nueva derecha en Europa. Por un lado, examina el surgimiento de nuevos movimientos de extrema derecha, pero al mismo tiempo observa la transformación que, en diversos países, está produciendose en el interior de los partidos conservadores clásicos. En ese sentido, usted acuña la definición de «conservadurismo radicalizado» para dar cuenta de la mutación que la extrema derecha produce en las estructuras tradicionales de los conservadores. ¿Cuáles son las causas que la provocan? ¿Por qué algunos de los partidos conservadores tradicionales, que fueron fundamentales, junto a los socialdemócratas, en la construcción del consenso político y económico de la posguerra, están adoptando posiciones que los alinean más estrechamente con los movimientos de extrema derecha?

Cuando comencé a desarrollar el libro, estaba observando el giro radical que se desarrollaba en diversos partidos conservadores, sobre todo en aquellos que podríamos denominar tradicionales o clásicos, que dominaron la esfera europea desde la segunda posguerra. Podía constatarse que algunos de estos partidos históricos, pero también otros formados más recientemente, comenzaban a adoptar planteos de la extrema derecha, rompiendo así algunas de sus posiciones y estableciendo procesos de transición hacia enfoques más radicales. Entre los casos de partidos conservadores más recientes que asumían postulados de la derecha radical estaba, por supuesto, Fidesz, nacido a finales de la década de 1980 en la Hungría comunista. Se trataba de un partido que, originalmente, sostenía posiciones liberal-conservadoras, pero que, bajo las diversas administraciones de Víktor Orban había comenzado a declinarse por posiciones nacional-conservadoras, llevando a Hungría a una deriva iliberal. Algo similar sucedía con el Partido Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), un partido nacido como una escisión de Solidarność, la organización de Lech Wałęsa. Inicialmente había sostenido su vocación de constituirse como un partido de la derecha demócrata-cristiana, pero rápidamente derivó en una derecha nacional-conservadora. Por supuesto, este caso era particular, en tanto su partido era relativamente nuevo. Pero el mismo fenómeno había comenzado a operar en otros partidos conservadores clásicos. En mi propio país, el Partido Popular Austríaco (ÖVP, por sus siglas en alemán), la organización característica y tradicional de la derecha conservadora y demócrata-cristiana, comenzó una mutación de este tipo en 2017, cuando Sebastian Kurz consiguió hacerse con el mando partidario y, pocos meses después, de la Cancillería del país. Bajo el mandato de Kurz, el ÖVP vivió un proceso de desdemocratización interna, al tiempo que asumió e importó aspectos sustanciales de la agenda de la extrema derecha representada por el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ, por sus siglas en alemán). Entre esos temas se encontraban, por supuesto, el rechazo de la inmigración, la guerra contra el islam y los extranjeros, entre otras muchas materias. Aunque con características diferentes, el Partido Republicano de Estados Unidos, vivió también un proceso de acrecentamiento de sus bloques más radicales, que se expresó claramente en la elección de Donald Trump como su candidato –y luego como presidente– en 2016. En términos de partidos conservadores, hay también otros casos. El del Partido Popular Suizo es uno de ellos. A pesar de que no se trata de uno de los partidos que resultaron centrales en el acuerdo de posguerra –el partido se formó, tras una serie de fusiones, en 1971–, sí forma parte de aquellas organizaciones que se deslizaron desde un inicial conservadurismo hacia posiciones de derecha radical.

En definitiva, mi trabajo busca entender un escenario amplio del conservadurismo radical. Por un lado, la radicalización por derecha de una serie de partidos conservadores tradicionales. Por otro, la apelación al conservadurismo por parte de espacios y organizaciones de extrema derecha. Y, por supuesto, la radicalización de la tradición de los conservadores, que no necesariamente se constituye como parte de partidos, sino que es también una tradición ideológica.

Me gustaría centrarme, en principio, en el caso de los partidos conservadores que desarrollan mutaciones –en mayor o en menor grado– hacia posiciones más extremas. Si bien usted afirma que esta transformación no se produce en todos los casos, verifica este proceso en diversas organizaciones y afirma que, en estos casos, se produce una ruptura con la tradición adoptada por el conservadurismo democrático durante el período de posguerra. En el mismo sentido, aclara que muchos de los cambios y radicalizaciones se produjeron, sobre todo en el terreno económico, desde la década de 1970. ¿Es este el momento de la radicalización cultural?

Claramente, los partidos conservadores tienen una tradición extensa. Una de sus particularidades consiste en haberse apoyado en facciones muy diversas de la burguesía, pero también de encontrar apoyos entre los trabajadores calificados o de cuello blanco y en el campesinado. En buena medida, al igual que los socialdemócratas dentro de la izquierda, los partidos conservadores lograron atrapar algo más que a sus clásicos electores, desarrollando mensajes amplios y «atrapa todo». Su papel en el acuerdo de posguerra, tal como usted dice, fue clave. Ese acuerdo, siempre móvil y sujeto a cambios, se sustentó sobre el principio de que los socialdemócratas, más apoyados en las fuerzas sindicales y de los trabajadores, y los conservadores, más sostenidos en el empresariado, se reconocían entre sí y se validaban. Cada una de las fuerzas, por supuesto, intentaba desarrollar sus políticas –que se diferenciaban claramente–, pero asumiendo un compromiso con el régimen político. En ambos casos, se consideraba que, al final, debía prevalecer una política de conciliación. Este proceso no modificaba las características centrales de los partidos conservadores ni su ideología.

Es completamente cierto que el consenso de posguerra, apalancado por socialdemócratas y conservadores, siempre fue móvil y tuvo sus respectivas renegociaciones. De hecho, en mi libro hago mención a su fragilidad. En Reino Unido, durante las administraciones de Margaret Thatcher, los conservadores desarrollaron iniciativas de cambio económico y social profundas, haciendo caso omiso a los planteos de la oposición política y evitando la cooperación. Aplastaron a los sindicatos y transformaron completamente muchas ciudades de clase obrera. El neoliberalismo proviene, en buena medida, de aquella experiencia que se extendió progresivamente al resto de los países.

Sin embargo, es igualmente cierto que el consenso tradicional siguió existiendo, aun cuando tuviera ya modificaciones sustanciales. Lo que ha sucedido ahora es diferente. Y es la ruptura clara y nítida del pacto. Como usted sabe, tradicionalmente los partidos conservadores apelaban a sostener el orden existente. Cuando querían hacer transformaciones importantes, pensaban en términos bastante moderados o cautelosos. Al adoptar, en cambio, las posiciones de la extrema derecha, que busca un cambio brusco y rápido del orden, se han radicalizado en un apartado en el que no lo habían hecho anteriormente. El punto fundamental consiste en entender que este conservadurismo radicalizado rompe el equilibrio histórico de las fuerzas conservadoras. Ahora, al mismo tiempo que sostienen una cierta radicalidad económica (producto de la Revolución Conservadora thatcherista) se suma una radicalidad sociocultural (apelar a las estrategias discursivas y de batalla cultural de la extrema derecha). Esto modifica nítidamente la fisonomía de estos partidos conservadores. En los casos en los que el conservadurismo efectivamente se radicaliza y llega al gobierno, como en el caso austríaco, se rompen reglas y acuerdos que, anteriormente, los conservadores tendían a respetar.

En su libro, usted analiza acabadamente el caso austriaco y el estadounidense, pero menciona también otros. Pese a ello, hay ejemplos, como el francés, en el que la fuerza tradicional de la derecha, Los Republicanos, no desarrolla el mismo proceso y, al menos por ahora, tampoco se verifica eso en la derecha tradicional alemana. En ambos países, la extrema derecha crece, pero no necesariamente sus planteos son adoptados por los partidos conservadores tradicionales…

Es correcto. Esta situación no se produce en todos los casos, aunque en muchos partidos conservadores y de la derecha tradicional en la que esas corrientes no se han vuelto hegemónicas, sí se verifican facciones que explicitan búsquedas similares. Existen otros casos, por supuesto, en los que la radicalización conservadora se produce con escisiones, como en el caso de Países Bajos. Geert Wilders, el dirigente político del Partido de la Libertad, ubicado en la extrema derecha, proviene de las filas del Partido Popular por la Libertad y la Democracia, el clásico partido liberal-conservador neerlandés. Por otra parte, en el análisis del conservadurismo radicalizado no solo se desarrolla un enfoque sobre las organizaciones tradicionales, sino sobre las capas sociales de votantes que se radicalizan (y que pueden migrar del conservadurismo clásico a la extrema derecha). Se trata no solo de un fenómeno político, sino también sociológico.

Para explicar estos procesos usted apela, de hecho, al concepto de «burguesía cruda», acuñado por el sociólogo Wilhelm Heitmeyer. ¿Qué implica este concepto y por qué es importante para comprender la radicalización no solo en términos políticos y circunscriptos a las organizaciones tradicionales del conservadurismo, sino también en torno a clivajes sociológicos y culturales?

Es importante destacar que la crudeza y la violencia atraviesan a diversos estratos sociales y no se circunscriben únicamente a la burguesía, como lo evidencian numerosos ejemplos de crudeza contra determinadas minorías que se expresan de modo transversal en las diferentes clases sociales. Pero, ciertamente, lo que nos ocupa en este caso es la crudeza burguesa, tal como la define Heitmeyer. El concepto sociológico que desarrolla Heitmeyer toma en cuenta, sobre todo, los procesos de radicalización que se producen en el interior de las clases medias en momentos críticos y de desintegración social. Cuando Heitmeyer se refiere a la «crudeza burguesa» no apela solo a la burguesía en términos económicos, sino a lo que podemos comprender como los «modales burgueses», los modales que han sido tomados como sinónimos de «civilizados». Lo que Heitmeyer evidencia es que, detrás de esos modales, se verifican actitudes fuertemente autoritarias que, en contextos menos críticos, no se expresan abiertamente. Sin embargo, cuando emergen lo hacen en forma violenta, apuntando directamente contra el contrato social y los espacios de solidaridad. Entre los estratos burgueses y las clases medias más acomodadas esta crudeza se manifiesta en fuertes sentimientos de superioridad cultural que, con anterioridad, habían estado ocultos por una fachada de suavidad exterior. Cuando esa fachada desaparece, la burguesía aparece de manera cruda, apelando a una ideología que ve a grupos y a personas como inherentemente desiguales. En ese sentido, la burguesía cruda se posiciona nítidamente contra el Estado de Bienestar y contra las prestaciones sociales a personas desfavorecidas, al mismo tiempo que sostiene una cierta posición de darwinismo social. Por otra parte, establece tipos ideales de sociedad basados en la meritocracia, despreciando a aquellos grupos a los que ve como contrarios a esta. La diferencia entre esta crudeza burguesa y otras crudezas es que esta tiende a ser socialmente aceptada.

Cuando los conservadores hacen uso de esa crudeza –que parecía reservada para expresiones más radicales de la extrema derecha– se evidencia un pasaje al conservadurismo radicalizado. O, dicho de otro modo, cuando los conservadores clásicos asumen la posición cultural de la extrema derecha y se impulsan mediante la crudeza burguesa –deslizándose hacia un discurso que ataca directamente a sectores socialmente desfavorecidos y a los extranjeros–, se ejecuta la operación del conservadurismo radicalizado.

Uno de los puntos principales de su ensayo estriba en introducir una diferencia entre el conservadurismo radicalizado y la extrema derecha. Si bien usted ve tendencias similares en términos culturales y sociales, marca una distinción en términos económicos: en algunos casos la extrema derecha sostiene todavía posiciones estatalistas (aunque aclara también que las hay neoliberales), mientras que el conservadurismo radicalizado apuesta más nítidamente por la desregulación, la privatización y la flexibilización. ¿En qué medida ese sostenimiento se deriva, ahora sí, de una tradición constituida a partir de la década de 1970 con la Revolución Conservadora de Thatcher y Reagan?

Efectivamente, los conservadores han tendido más al neoliberalismo. Esto no implica que no existan partidos u organizaciones de la extrema derecha que también asuman esa posición económica neoliberal–de hecho, es claro que sucede–, aunque en ese campo hay una mayor mixtura. Si en algunos casos la extrema derecha toma posiciones neoliberales, en muchos otros se presenta como la garante del Estado de Bienestar. Esto es visible, por ejemplo, con los Demócratas de Suecia, que se han convertido en los defensores más furibundos del Estado de Bienestar desde una posición chovinista: consideran que debe ser solo para los suecos y no para los inmigrantes. Esto es bien diferente en el caso de los partidos conservadores que, como usted plantea, fueron aquellos que más se adaptaron (e incluso propagaron) la Revolución Conservadora de Thatcher y Reagan. Estos partidos no están, a priori, interesados en sostener el bienestarismo, del que participaron fuertemente durante el consenso de la segunda posguerra. Es muy claro que, al radicalizarse, participan de las guerras culturales propias de la extrema derecha, pero sus posiciones neoliberales se sostienen. En los dos casos que analizo, el de Trump y el de Sebastian Kurz, esto es particularmente visible. Ambos, por supuesto, pertenecen y participan en partidos conservadores clásicos –el Republicano de Estados Unidos y el Popular de Austria– y en los dos se verifica el desarrollo de posiciones de desmantelamiento del Estado de Bienestar –o lo que haya de él en cada caso–. Conviene recordar que Trump se enfrentó al seguro de salud en su primer día de gobierno, lanzando sus dardos contra el Obammacare a través de una política que llamó Repeal and Replace (derogar y sustituir). Por supuesto, a eso sumó su reforma fiscal, claramente beneficiosa para los más ricos, y la Ley de Recortes y Empleos que se dirigió en el mismo sentido. En el caso de Kurz, este tipo de posiciones fueron visibles con la reforma del Ingreso Mínimo Ciudadano, que no solo apuntó en una dirección neoliberal, sino en términos de lucha contra los inmigrantes y los pobres, al vincular la prestación a un determinado nivel de estudios y competencias lingüísticas. De más está decir que la dirección neoliberal se verificó también en la posibilidad de que las empresas extendieran las jornadas laborales de sus empleados a 12 horas y en la reducción de las prestaciones de desempleo.

Uno de los aspectos sustanciales de la extrema derecha, pero también del conservadurismo radicalizado es su lectura de lo que se conoció, en la década de 1960, como la Nouvelle Droite (Nueva Derecha) impulsada, entre otros, por Alain de Benoist. ¿Qué implicancias ha tenido ese pensamiento?

Efectivamente, la Nouvelle Droite francesa, propiciada en la década de 1960 por Alain de Benoist ha tenido un papel clave, tanto para la extrema derecha como para el conservadurismo radicalizado. En primer lugar, la Nouvelle Droite recuperó lo que el publicista suizo Armin Mohler denominó, en 1949, como la «Revolución Conservadora». Mohler utilizaba el término para designar a una red informal de pensadores antiigualitarios y reaccionarios como Oswald Spengler, Edgar Julius Jung, Otto Strasser y Ernst Jünger, que, a diferencia de otros pensadores reaccionarios, buscaban, no ya un «retorno al pasado», sino un avance en la historia. Es decir, tenían una perspectiva de futuro. En segundo término, la Nouvelle Droite ha sido importante en tanto su planteo ha consistido, fundamentalmente, en escoger como campo de batalla principal, ya no el terreno estricto de la política, sino el de la cultura. En este sentido, asumía una actitud «prepolítica», aspirando a dar primero una «batalla cultural». Para ello se montaba sobre las posiciones teóricas de Antonio Gramsci, usufructuando su concepto de hegemonía y desplazándolo a la lucha de la derecha. Por supuesto, descartaron todos los aspectos propios de la posición comunista de Gramsci y se concentraron en la lógica procedimental planteada por el pensador italiano. Asumieron la posición gramsciana de que, para conseguir una verdadera transformación política, era preciso cumplir un requisito previo: lograr una aceptación social amplia. En tal sentido, asumieron que la derecha precisaba construir una hegemonía cultural y social, y no solo acceder al poder. Tomaron, asimismo, la noción gramsciana de «bloque histórico» y la utilizaron para sus propias motivaciones. La principal deriva de esta posición se ha centrado en el lenguaje. Aunque Gramsci entendía la hegemonía como un proceso amplio y complejo en la que el lenguaje era solo un elemento, la Nueva Derecha ha tendido a verlo como un aspecto sustancial. En su razonamiento, el lenguaje constituye un arma para destruir la discursividad democrática. Un aspecto importante a tener en cuenta para comprender la relación de la Nueva Derecha con el conservadurismo radicalizado es que, desde un inicio, se trató de un espacio mixto o superpuesto. Por un lado, operaba en la extrema derecha más claramente neofascista o neonazi. Por el otro, trabajaba intelectualmente sobre miembros de las elites cultas de derecha, principalmente conservadoras. En este sentido, cubría tanto el apartado más claramente radical, como al del conservadurismo burgués.

Al analizar la forma en la que las ideas de la Nouvelle Droite ingresaron más fuertemente en el campo del conservadurismo clásico, devenido en radical, usted hace énfasis en una serie de organizaciones a las que denomina como las herederas de aquellas ideas nacidas en la década de 1960. ¿Cuáles son esas organizaciones y qué papel han cumplido en la diseminación de estas ideas y en su «normalización»?

Cuando me refiero a las «nuevas organizaciones de la nueva derecha» pienso, puntualmente, en expresiones como las que han tenido lugar en Italia con CasaPound o en Alemania con el Instituto de Política Estatal (IfS, por sus siglas en alemán). Estas organizaciones han heredado y leído en profundidad los planteos de las Nouvelle Droite y de Alain de Benoist, pero han avanzado más fuertemente en las batallas culturales. CasaPound1, una organización nacida en Roma en 2003, ha intentado, desde un inicio, mixturar la tradición del fascismo y del neofascismo italiano con la cultura pop. La estrategia de CasaPound ha consistido, fundamentalmente, en el desarrollo de acciones «metapolíticas», desarrollando medios de comunicación, pero también actividades deportivas, grupos musicales y exposiciones artísticas. El punto fundamental de organizaciones como CasaPound es disipar la imagen vetusta y anticuada de la extrema derecha y adaptarla a un público joven y moderno. De hecho, la mayor parte de los miembros, simpatizantes y activistas de CasaPound son jóvenes, por lo general de sectores medios y universitarios. En buena medida, y así lo he analizado junto a mis colegas Julian Bruns y Kathrin Gloesel, organizaciones como CasaPound, pero también Generation Identitaire en Francia, pertenecen a lo que se conoce como el «movimiento identitario». Se trata de una generación joven dentro de la «nueva derecha». ¿Por qué es importante? Porque, desligada de sus clásicas posiciones neofascistas o neonazis, y con una imagen más adaptada a los tiempos, logran constituirse como mediadores entre el extremismo de derecha y el conservadurismo tradicional, fortaleciendo el conservadurismo radicalizado. En buena medida, permiten trazar una zona de transición entre ambas corrientes y desarrollar una cultura que oculta algunas de sus posiciones bajo argumentos relacionados con la tradición, la libertad, la identidad y la patria.

Usted trabaja sobre dos casos particulares del conservadurismo radicalizado: el de Donald Trump en Estados Unidos y el de Sebastian Kurz en Austria. En su libro no solo los define como exponentes de esa corriente, sino que evidencia una serie de rasgos comunes en sus respectivos gobiernos. ¿Cuáles son esos rasgos y por qué constituyen pilares del conservadurismo radicalizado?

Ambos personajes, Kurz y Trump, me interesaban en la medida en la que encarnan explícitamente el conservadurismo radicalizado. Los dos disputaron electoralmente por las fuerzas de derecha clásicas de sus países (el Partido Republicano y el Partido Popular Austriaco), pero conectando con dinámicas y lógicas culturales del extremismo de derecha. Una particularidad, que me permitía al mismo tiempo un análisis más situado y concreto, es que ambos llegaron al poder casi al mismo tiempo, expresando así una corriente de ascenso de conservadores radicalizados. En el libro detallo claramente una serie de rasgos comunes entre los conservadores radicalizados –que, en algunos casos pueden ser compartidos por la extrema derecha–. En primer lugar, el conservadurismo radicalizado desarrolla una violación calculada de reglas formales y de reglas informales. La razón es muy evidente: los conservadores radicalizados pretenden romper una serie de consensos establecidos en la política, borrando así algunas normas establecidas entre lo que está bien y lo que está mal, entre lo que es correcto y lo que no lo es. Desobedecer o forzar las reglas contribuye a la idea de una ruptura, señala una diferenciación con cierto establishment guiado por una serie de normas, pero además les permite expresar, incluso dentro del gobierno, una posición de disconformidad con el sistema. Aun cuando en sus políticas estén completamente alineados con el capitalismo, la ruptura de reglas formales e informales les habilita presentarse como «incorrectos», dejando al resto –a aquellos que exigen la consecución de normas– en la posición de «lo establecido».

Tanto en el caso de Kurz como en el de Trump, esto se evidencia de modo muy nítido, aún con sus diferencias de personalidad y carácter. Kurz, un hombre más bien distante y duro, llevó la ruptura de las reglas informales a un lugar inédito en Austria cuando se negó, en 2021, a participar de la celebración oficial de la liberación en el campo de concentración de Mauthausen. Esa celebración fue llevada a cabo por todos los cancilleres austríacos, y la negativa de Kurz y de su comitiva a participar en una conmemoración que es la base simbólica de la Segunda República implicó una clara ruptura de una regla informal que, por supuesto, luego fue usufructuada por su propio partido. De hecho, al día siguiente, el parlamentario Martin Engelberg, perteneciente al partido de Kurz, declaró que la celebración en el antiguo campo de Mauthausen estaba siendo «utilizada por los partidos políticos». Trump, por supuesto, no fue menos que Kurz. Desde un inicio, utilizó las redes sociales, y especialmente Twitter, para denigrar e insultar a sus adversarios. Su intento fue normalizar este tipo de situación, pero lo cierto es que el tipo de improperios de Trump constituyen una ruptura de reglas informales. Son impropias de un político profesional. El punto fundamental es que la ruptura de esas reglas es, para sus seguidores, completamente entusiasmante. Esta ruptura de reglas, por supuesto, no se limita solo a las tácitas o no escritas, sino, como le decía, también a las formales, como lo demostró, por ejemplo, la llamada de Trump al secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, pidiéndole que «encontrara» los 11.779 votos que necesitaba para ganar ese estado –hecho que luego llevó a investigaciones por manipulación electoral—.

Usted afirma que este conservadurismo radicalizado desempodera las estructuras de los partidos. ¿Por qué y cómo sucede este fenómeno?

En tanto el conservadurismo radicalizado apuesta por una polarización permanente y se sostiene sobre líderes fuertes, rompe parte de las estructuras partidarias de cambio y renovación permanentes. El conservadurismo radicalizado pone a los partidos al servicio del líder, y no al revés. La figura del líder refleja un «nosotros» que se presenta de forma homogénea, mientras que las estructuras partidarias dan cuenta, por lo general, de una cierta diversidad. Cuando los partidos conservadores se radicalizan y apuestan por un tipo de liderazgo de este tipo, rompen parte de lo que fue su tradición durante la segunda posguerra. En aquel momento, si bien los distintos líderes partidarios podían tener posiciones divergentes, se asumía que los líderes servían al partido, lo que daba cierta previsibilidad. Cuando el conservadurismo se radicaliza, y siempre lo hace a través de una figura de liderazgo fuerte y unificador, son los partidos los que sirven al líder. El caso de Trump, que encontró resistencias al inicio, es ejemplificador: a medida que fue avanzando, logró disciplinar a los distintos líderes del Partido Republicano y solo se enfrentaron a él aquellos que no tenían ninguna posibilidad real de triunfo. En 2021, luego de la derrota de Trump, Liz Cheney, la tercera persona con más poder dentro del Partido Republicano, tuvo que dejar su cargo por discutir la denuncia trumpista de que las elecciones habían sido fraudulentas. Kurz solo aceptó ser presidente de su partido si se le otorgaban plenos derechos para decidir sobre el personal y sobre asuntos asociados al presupuesto. Esto rompió completamente el orden del ÖVP, un partido conservador clásico en el que los gobernadores provinciales siempre habían tenido una posición de importancia sobre estas materias. En el caso de Kurz la transformación del partido llegó incluso a sus características estéticas y de imagen, transformando la marca del partido y cambiando su color del negro al turquesa, buscando además transformarlo de un partido a un movimiento. Además de rebautizarlo popularmente como el Nuevo Partido del Pueblo, Kurz puso ese título en la boleta electoral, identificándose así ese «nuevo ÖVP » con el propio Kurz. En este proceso hay que mirar, también, la actitud de la extrema derecha representada por el FPO, en tanto muchos de los slogans usados por Kurz y el ÖVP empezaron a parecerse nítidamente a los de ese partido.

¿Cómo modifica el conservadurismo radicalizado la posición que el conservadurismo clásico tenía con sus adversarios políticos e ideológicos?

Este es un punto importante porque, efectivamente, el conservadurismo tradicional, al formar parte de un consenso y de un pacto sobre el régimen político, antagonizaba de forma democrática –aun cuando pudieran ser duros con las palabras– con sus adversarios. Esto se modifica con los procesos de radicalización de los conservadores. En primer término, el conservadurismo radicalizado, al abonar posiciones que tienden a pensar en la existencia de una «red global» de izquierdistas y progresistas que dominan los medios y la cultura construyendo un sentido común «políticamente correcto», desarrolla un antagonismo contra enemigos que no siempre son directamente identificables. El conservadurismo radicalizado se coloca, en tal sentido, en la posición de «la gente común», la «gente trabajadora», apelando a un sentido según el cual, «los otros», los que quedan fuera de ese esquema, constituyen el enemigo. Hay gente que hace un «trabajo real» y otra que no. En tal sentido, el conservadurismo radicalizado apela a una polarización más profunda que el conservadurismo clásico, sobreexcitando a la sociedad en un antagonismo permanente. El punto sustancial es que los conservadores radicalizados pretenden que ese antagonismo permanente se constituya como una nueva normalidad. Personajes como Kurz y Trump, transforman, de hecho, la forma de debate con la oposición política, en tanto ya no buscan llegar a acuerdos (como sucedía en la lógica del conservadurismo tradicional) ni establecer mediaciones. Su intención es fidelizar mayorías. A esto se suma un segundo elemento: ya no solo tienen un enemigo político institucional (los partidos opositores), sino que buscan construir un enemigo extraparlamentario. Esto se vuelve muy evidente en el modo en el que Trump se refería, por ejemplo, a Antifa o al movimiento Black Lives Matters. Por empezar, Antifa no constituye una organización, sino solo una etiqueta general para denominar a grupos que se presentan como antifascistas. Al darle una uniformidad y plantear que se trataba de una «organización terrorista», Trump desarrollaba una imagen del enemigo extraparlamentario que permitía solidificar su vínculo con sus propios adherentes y seguidores. Kurz hacía lo propio hablando de «activistas de extrema izquierda» y vinculándolos a lo que llamaba «islam político». Creo que un aspecto fundamental para entender al conservadurismo radicalizado es tener en cuenta que su forma de antagonizar con los opositores proviene del repertorio de la extrema derecha. No solo los partidos tradicionales de la izquierda, sino también los medios, los intelectuales, los trabajadores culturales, son puestos en el lugar del «mismo poder», de un «establishment progresista». Esto construye un nuevo tipo de polarización, con adversarios políticos identificables y grupos más porosos.

En esto se ve también el papel que las batallas culturales tienen para los conservadores radicalizados…

Exactamente. No debemos olvidar que uno de los aspectos del conservadurismo radicalizado consiste en participar activamente de las guerras culturales que han caracterizado a la extrema derecha. De hecho, las llamadas batallas culturales parecían, en un principio, reducidas a las extremas derechas, que habían desplazado su terreno de acción de la política al campo de la cultura. Ese deslizamiento le permitió entender a los partidos de un nuevo modo: no ya como organizaciones que pretenden gestionar y que discuten entre sí las decisiones y las orientaciones, sino también como ordenadores culturales que preconizan un tipo de futuro y de orden. Por supuesto, el carácter de la guerra cultural tiene un sentido moral: se presenta como una lucha antagónica entre un «nosotros» y un «ellos» que se corresponde con los «buenos» y los «malos». Lo que hace el conservadurismo radicalizado no es importar simplemente la lógica del antagonismo de la extrema derecha (los nativos contra los inmigrantes o contra los islámicos que «destruyen la cultura nacional»), sino mixturarla con la perspectiva polarizadora de los neoliberales (dividiendo, por ejemplo, a los trabajadores de los perezosos o los holgazanes). En este sentido, el conservadurismo radicalizado funde posiciones, combinando cuestiones relativas a la identidad con la clase.

¿Cómo opera, en el conservadurismo radicalizado, la cuestión de la identidad nacional a la hora de producir ese antagonismo? ¿En qué medida los conservadores tradicionales de Europa que forman parte de procesos de radicalización asumen teorías conspirativas como la del «gran reemplazo»?

Desde un inicio, los llamados «identitarios» de la nueva derecha enlazaron con la teoría del «gran reemplazo». Según esa posición conspirativa, Europa se encuentra en un estado de alerta porque su población y su «identidad» serán sustituidas debido a la inmigración, sobre todo la de países islámicos. En el fundamento del movimiento identitario está la reivindicación de lo que consideran una suerte de «identidad autóctona», tanto nacional como continental. En tal sentido, se encuentra la marca de lo que se ha conocido como «etnopluralismo». Según el etnopluralismo cada cultura se corresponde con un espacio en particular, por lo que las diversas no deberían mezclarse, sino, por el contrario, «mantenerse limpias». Este proceso deriva en una homogeneización nacional y en una defensa de «valores autóctonos». Esa posición, sin embargo, ya no es patrimonio exclusivo de los identitarios, sino que ha pasado a formar parte del repertorio de los conservadores que se radicalizan. En el caso de Kurz, del que hemos estado hablando, esa tesis se manifestó muy nítidamente cuando su partido, el ÖVP, afirmó que la izquierda buscaba cambiar la composición del país a través de naturalizaciones masivas y dándole el derecho de voto a los extranjeros. A esto se sumó, con mucha claridad, la batalla de Kurz contra lo que denominó como «islam político», cuando quiso introducir, en 2020, una ley en la que sindicaba a los musulmanes como una población homogénea y les imputaba posiciones unívocas.

La extrema derecha solía tener características antisemitas. Ahora parece haber una escena de mixtura: por un lado, se manifiestan posiciones antisemitas asociadas a las teorías conspirativas sobre George Soros –a quien algunos retratan incluso con las características faciales que el nazismo les imputaba a los judíos en sus caricaturas–, pero al mismo tiempo se produce una defensa del Estado de Israel y, sobre todo, de su líder, Benjamin Netanyahu. ¿Se ha deslizado la derecha radical a la islamofobia, aun sosteniendo sustratos antisemitas?

Efectivamente, se trata de una escena compleja y hay deslizamientos desde el antisemitismo a la islamofobia. Pero, tal como usted dice, hay posiciones antisemitas que permanecen y se verifican, por ejemplo, en la personificación de Soros. Lo cierto es que parte de la extrema derecha puede tener un sustrato cultural antisemita, pero enlazar con el régimen iliberal de Netanyahu. Viktor Orbán es el ejemplo perfecto de esa situación: es alguien que no solo ha hecho campaña en relación al tema Soros, sino que ha manifestado posiciones antisemitas, y, sin embargo, sostiene que Netanyahu es un «gran líder». Pero, por otra parte, debemos agregar algo más a esta cuestión: en esta estrategia general de las derechas radicales, tampoco a Netanyahu parece importarle demasiado tener relación estrecha con líderes con trasfondos antisemitas. Hay una alianza estratégica allí y es necesario pensarla.

Permítame hacerle una última pregunta. Su libro comienza planteando una cuestión esencial: que se discute demasiado sobre la crisis de la izquierda y la socialdemocracia, y muy poco sobre la del conservadurismo tradicional. Pero, en términos muy concretos, usted relaciona una situación de crisis con la otra. ¿La izquierda ha tenido también una responsabilidad en este proceso? ¿Cuál ha sido su problema? ¿No haber conseguido unificar demandas materiales y posmateriales?

Ninguno de los líderes del conservadurismo radicalizado cayó del cielo. En buena medida, y comparto lo que usted plantea, son también una respuesta al modelo precedente. Durante demasiado tiempo, conservadores y socialdemócratas se parecieron, y se instaló una dinámica en la que parecía que ningún otro tipo de cambio era posible.   Esa idea de una imposibilidad de cambios llevó a lo que Colin Crouch denominó como una «postdemocracia». Al no producir cambios sustanciales, los socialdemócratas fueron vistos como parte de un sistema que, en sí mismo, se había vuelto conservador. La radicalización de los conservadores y su apelación a cambios y transformaciones modificó un panorama político anquilosado en algo peor. Pero, ciertamente, existe una responsabilidad de las fuerzas de la izquierda partidaria que, durante años, han ocupado un lugar en el sistema político sin desarrollar una serie de políticas coherentes desde el propio poder. Pero a este respecto, me gustaría decirle algo: volver para atrás tampoco es la solución. Creo que cierta nostalgia por el pasado puede producir incluso posiciones que no alienten una transformación. El sistema político está cambiando de forma notable y el estado que yo conocí, y sobre todo el que conocieron mis padres, no existe más. Lo hemos dicho: desde 1945, socialdemócratas y conservadores, estabilizaron el sistema político, desarrollaron una economía social de mercado y buscaron una conciliación de intereses. Pero los partidos conservadores claramente no están hoy en esa posición. Los socialdemócratas intentan, de un modo u otro, volver a esa «vieja normalidad». Si la socialdemocracia no quiere estabilizarse como una fuerza conservadora, tiene que plantear un horizonte diferente. ¿Cuál es el camino que puede proponer hacia adelante? Esa es la gran pregunta y debe atreverse a hacérsela.

Fuente de la información e imagen: https://nuso.org

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