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La más prestigiosa pedagoga sueca: “Enseñar ideología de género es negativo porque es ideología”

Por Tamara García Yuste

Cifuentes o Méndez Vigo deberían tener una charla con Inger Enkvist, experta mundial en educación, antes de imponer contenidos LGTB, que como ella dice no están científicamente comprobados. Actuall entrevista a la pedagoga.

Inger Enkvist
Inger Enkvist / Tamara García Yuste

Inger Enkvist, 64 años, hispanista sueca y pedagoga, parece conocer el secreto del éxito en educación, y pone el ejemplo de Finlandia o de Singapur. Autora de un libro emblemático, La buena y la mala educación, tiene claro que los niños deben tener derechos y deberes, pero también límites.

Y que tan importante como los conocimientos que se imparten en las aulas, es el entorno familiar, ya que la educación es un “todo” en el que son cruciales los valores familiares.

 Así se lo explica a Actuall durante su visita a España para impartir varias conferencias sobre educación en diferentes colegios,como el Stella Maris College & Prep School de Madrid.

¿Quién debe criar al niño la guardería o la madre?

Creo que las dos partes deben educar al niño, pero la responsabilidad la tienen los padres.

Pero no están…

Lo que ocurre es que hoy en día los padres tienen que trabajar. Por eso, tiene que haber un equilibrio. Tampoco creo que sea bueno que los hijos estén ocho horas en la guardería.

¿Qué generación va a salir de una Europa en la que las madres no están en casa cuando llega el niño?

Con las guarderías, los niños aprenden un poco de la vida social y a convivir con otros niños. Y, en los casos, en aquellas familias en las que no hay mucha idea de educar a sus hijos, las maestras de Infantil educan un poco mejor en lo técnico, pero lo que está en peligro es el vínculo emocional entre padres e hijos.

¿Por qué es importante el vínculo emocional?

Ahora los psicólogos dicen que eso de identificarse sólo con una persona y, en primer lugar, con la madre es muy importante para empezar a sentirse como persona. Pero, a la vez, hay un momento en que deben saber separarse de la madre.

Las madres no sólo transmitían la vida sino también la cultura pero ahora ya no lo hacen, ¿la tele y las redes han sustituido a las madres?

Sí. Lo reconoce todo el mundo. Los padres vienen de trabajar y están muy cansados, y piensan que si los hijos están entretenidos un rato con estos dispositivos, hay paz un rato. Así los padres descansan y luego ya preparan la cena, pero esto no es lo ideal. Lo ideal es que los padres estuvieran casa sobre las cuatro de la tarde para que pudieran hablar con sus hijos. Formar un conjunto y que los hijos sientan que tienen un sitio en ese conjunto.

Inger Enkvist
Inger Enkvist -centro- durante una conferencia

¿En qué consiste una buena educación para usted?

La escuela tradicional estaba centrada en el conocimiento al mismo tiempo que mandaban tareas o ponía controles. A través de las tareas y la disciplina intelectual, los niños aprendían mucho. Porque aprendían a respetar a los compañeros, a proponerse metas y hasta a comportarse bien. Es decir,  los profesores enseñaban habilidades éticas e incluso estéticas de cómo contestar, realizar una tarea, escribir, etc.

En la superficie la escuela sólo se preocupaba por lo intelectual, pero en la práctica esto no funcionaba si había ruido en clase, si había alumnos más rebeldes o si había tipo de problema con los padres. Por eso es difícil que los profesores mantengan todas esas cosas. Sin embargo, ahora hay jóvenes que no saben ni lo qué quieren ni a dónde van.

“Ahora los jóvenes pueden pasar por un sistema educativo y no salir educados”

¿Qué es para usted una persona bien educada?

La que tiene amplios conocimientos generales, un buen lenguaje, capaz de reflejar cualidades éticas y estéticas. Creo que en otras épocas cuando decíamos que una persona era educada pensábamos que era una persona que o bien estudiaba en Bachillerato o que estaba en la Universidad. Suponíamos que con los conocimientos venían una serie de cualidades de respeto, de cortesía y de saber moverse por el mundo. Todo esto era una persona educada, pero ahora los jóvenes puedan pasar por un sistema educativo y no salir educados. Y en parte porque nadie se atreve a poner límites.

“A los niños les dejaría usar móviles pero con control. Pondría un tiempo: de ésta hora a ésta puedes utilizarlo”

Dice usted que lo que el alumno necesita antes de la ESO es lengua, matemáticas, geografía, historia… y que Internet les despista. Pero los chicos están todo el día con el móvil..

Es verdad que ahora se necesita saber manejar un móvil o una tablet, pero eso se aprende rápido. Sin embargo, aprender matemáticas o historia es un proceso prolongado en el tiempo.

Por ello, lo que debemos proteger es el proceso de aprendizaje a largo plazo. De ahí, que exista la escuela y que estudien año tras año, porque es un proceso largo. Y si le robamos tiempo a los alumnos con los ordenadores o las tablets permitimos que se robe tiempo a sí mismos y no van a completar el ciclo de conocimiento que está previsto para cada edad.

Entonces, ¿qué tipo de controles deben seguir los padres con este tipo de dispositivos?

Yo pondría un tiempo. Es decir, de ésta hora a ésta puedes utilizarlo. Sé que es fácil decirlo y que es una lucha diaria de muchos padres, pero es imprescindible.

Los europeos de ahora tienen muy poco vocabulario y menos ideas. ¿Deberían leer más a Andersen, Verne, o Enid Blyton?

Creo que es difícil tener menos ideas, pero sí les cuesta más articular sus ideas. La articulación de las ideas es una manera de llegar más lejos.  Por eso, tener un buen vocabulario tiene conexión con el desarrollo.

¿Cómo transmitir conocimientos y valores en la era del relativismo?  

Hay que intentarlo y no darse por vencido de antemano. También hay que prepararse mucho como profesor para crear buenos contenidos y ejercicios, hay que seguir formándose para tener argumentos.

¿Por qué dice vd. que los ‘coles’ son guarderías para adolescentes?

Porque si no se exige nada y si los alumnos no adquieren el nivel que deben tener en cada curso, esos alumnos simplemente estarán cruzado de brazos. En este escenario, los profesores lo único que pueden hacer es esperar a que pase el día.

¿De qué manera se puede animar a los niños que no son tan brillantes?

A los alumnos menos brillantes, hay que prestarles mucha atención en los dos primeros años de Primaria. Si aprenden bien a leer y a escribir tienen un instrumento para captar de lo que viene después.

Por otro lado, a la edad de 12 o 13 se pueden ofrecer itinerarios para que cada uno pueda encontrar aquello que mejor encaje con lo que quiere hacer. Intentar que todo el mundo estudie más o menos lo mismo es una esperanza vaga. Debemos ofrecer opciones.

¿Y a los que sí que lo son?

Una formación con más contenido teórico, porque en estos momentos no existe.

“La gente no va a la universidad para formarse, sino para obtener el certificado para trabajar”

Cree que la universidad se ha equivocado al convertirse en una agencia de colocaciones en lugar de un centro de saberes…

El problema está en la ideologización de la universidad. La gente no va a la universidad para formarse, sino para obtener el certificado para trabajar. Durante mi visita en Madrid, he estado visitando una facultad de la Universidad Complutense y me he dado cuenta de que muchos jóvenes estudian carreras para alzar su voz e incluso para imponer sus ideas. Me llamó mucho la atención que daban su opinión, pero no escuchaban las respuestas.

¿Por qué no se ha apostado por la Formación Profesional en lugar de por una Universidad masificada?

Hay dos explicaciones. Lo primero es la tradición que existe en los países como Italia, Francia y España de valorar mucho lo verbal y literario. Y lo segundo, que se ha considerado una conquista social que todos  fueran a la universidad. Y eso es estar mal informado porque no hay una tradición profesional como la hay en otros países.

Creo que sería bueno que España llevará a cabo una buena formación profesional con muchas variantes y con un gran nivel de contenido. Así lo han hecho en Singapur. Tienen un gran complejo dedicado a la Formación Profesional con cursos donde los alumnos eligen como si estuvieran en la universidad. Es decir, que la Formación Profesional tiene una consideración social que en España no existe.

¿Cómo lo hacen los finlandeses? ¿Cuáles son los claves de su éxito?

Los finlandeses en la ESO parecen tener un sistema homogéneo, pero en realidad dentro de una misma clase algunos alumnos disponen de la  ayuda de un profesor de educación especial y otros tareas más difíciles y exigentes.

Por ejemplo, los alumnos que saben que van a continuar estudiando el Bachillerato de Naturales, hacen los ejercicios más complicados.

“Es bueno que los niños hagan deberes, pero racionalizando el tiempo, no después de jornadas escolares excesivamente largas”

¿Es bueno que los escolares hagan deberes?

Está mal planteada la pregunta, porque en realidad se está hablando de una jornada escolar excesivamente larga. Se habla de alumnos que llegan cansados a casa y entonces tienen que ponerse con los deberes.

Quizá si tuvieran una jornada escolar más pequeña o más recreos tendrían el mismo tiempo para descansar como para hacer una tarea. Creo, además, que deberían servir para que el alumno repase lo visto en clase. En resumen son buenos los deberes, pero racionalizando el tiempo. Todos los países que les va bien en educación tienen tareas.

Inger Enkvist
Inger Enkvist / Tamara García Yuste

En España, los gobiernos socialistas han cambiado el conocimiento por adoctrinamiento y han bajado mucho el nivel de exigencia ¿qué opina?

Es una idea que ha calado en muchos países. Creen que bajando el nivel de exigencia los alumnos tendrán un resultado más igualado. Pienso que corren tras un fantasma. Bajar la exigencia no hace que todos acaben del mismo modo. Lo que hay que hacer es estimular el esfuerzo y luego dar opciones al que no llega a tanto.

¿Qué le parece que se obligue a los niños a estudiar contenidos LGTB?

La ideología de género es negativa. Se debe estudiar en la escuela lo que está científicamente comprobado. Cosas de las que todo el mundo está de acuerdo. La ideología de género es pura ideología como dice la propia palabra y no estoy de acuerdo, porque no existe un consenso social.

“¿Cataluña? No me parece correcto que los padres no puedan elegir la lengua en la que sean educados sus hijos”

Conoce bien el panorama educativo de Cataluña ¿cree que el nacionalismo termina matando a la ciencia?

Me he interesado por el tipo de material que usan en los colegios de Cataluña y no me parece correcto que los padres no puedan elegir que sus hijos sean educados en castellano o en catalán. Veo muy mal que los padres no elijan la lengua. Además, los contenidos son diferentes porque con el catalán se incluye la ideología nacionalista. Estoy muy preocupada con lo que están haciendo en un país democrático en el siglo XXI.

¿No cree que la educación en Occidente se ha deteriorado cuando, a partir del mayo del 68, se cuestionó la autoridad?

Eso es obvio. Dieron más importancia a los métodos de trabajo que a los contenidos y a la autoridad de los profesores. En mi país, por ejemplo, en lugar de aprender de los profesores se pasó a que los alumnos aprendiesen solos o en grupo. Y además se dijo que los alumnos no debían leer libros, porque el libro suponía la imposición de otra autoridad: la del autor.

“Me hice pedagoga por curiosidad, pero me gustó tanto que ya no lo pude dejar”

“De un buen profesor no te olvidas jamás” suele repetir. ¿Cuál fue el profesor que más le influyó?

Yo tengo un buen recuerdo de mis años como alumna. Tuve una buena formación.

Finalmente, ¿por qué se hizo usted pedagoga?

Quizá por curiosidad. Podía haberme dedicado a muchas otras cosas, pero empecé con la educación y me gustó tanto que ya no quise hacer otra cosa.

Fuente: http://www.actuall.com/entrevista/educacion/la-mas-prestigiosa-pedagoga-sueca-ensenar-ideologia-genero-negativo-ideologia/

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Entrevista a Jaana Nenonen: “En Finlandia se nos anima a utilizar el aprendizaje basado en proyectos”

Finlandia/20 abril 2017/Fuente: El Diario de la Educacion

Jaana Nenonen es maestra en un pueblo de Finlandia. Hablamos con ella sobre las claves de uno de los sistemas educativos de referencia: formación docente, autonomía, confianza mutua y atención a las necesidades educativas podrían ser algunas de ellas.

La educación finlandesa se ha convertido en el producto de moda, es la niña bonita de la educación: llena revistas, periódicos y telediarios; y seguramente haya razones para ello (las hay, sin duda). Pero como todo aquello que se presenta bajo un foco refulgente que busca la adoración, hay que ser cauteloso y crítico. Es necesario agudizar el ojo para ver más allá de lo que se nos presenta iluminado, y comprobar que la parte no es el todo.

Constantemente recibimos noticias o leemos artículos acerca de lo maravillosa y efectiva que es la educación en Finlandia. ¿Sois conscientes, los profesores, de cómo se muestra y se ve la educación Finlandesa? ¿Estás de acuerdo con el cuadro que se dibuja de la educación y de los profesores?

Somos conscientes de la apreciación de la escuela finlandesa en el extranjero, pero como has mencionado, este no es todo el cuadro. También nos enfrentamos a problemas, especialmente en lo que refiere a la financiación. Pero es cierto que hay una fuerte voluntad del gobierno por ir desarrollando el sistema educativo. Las soluciones o las propuestas que nos ofrecen no siempre son ideales, pero así es como funciona.

¿Cuáles son los principales problemas de financiación?
En este momento, la situación general en toda Europa es muy delicada y creo que en la mayoría de los países ocurre lo mismo. El gobierno y los municipios están tratando de ahorrar tanto como pueden, y en el campo de la educación esto significa clases más grandes, menos horas para los profesores, menos dinero para materiales de enseñanza, etc.

Se dice que los profesores allí están muy bien formados… ¿Cuáles son las asignaturas de la carrera?

Es difícil entrar en el programa de formación ya que sigue siendo una profesión muy popular, incluso entre los hombres, aunque todavía hay más mujeres. Para llegar a ser profesor hay que escribir una tesis de máster, así que diría que el nivel de formación es bastante alto.

Para enseñar en Primaria los estudios tienen cuatro bloques: pedagogía, las asignaturas propias de la escuela primaria: matemáticas, ciencias sociales, etc; las materias en las que deseas especializarte y, finalmente, el máster. Las asignaturas en las que me he especializado yo son el alemán, el inglés, el finlandés, arte y educación especial.

Uno de los temas de los que se habla mucho son las aulas y su distribución: espacios abiertos, mesas grupales, etc. ¿Es una práctica común?

Yo diría que la mayoría de los edificios y las aulas son de construcción tradicional, pero tratamos de animar a los alumnos a encontrar un lugar dentro del aula en el que se sientan cómodos para trabajar: pueden estar de pie, sentarse, tumbarse en el suelo, moverse un poco… Esto, claro, siempre y cuando todo el mundo esté atento cuando el profesor tenga que decir algo. También tratamos de ser dinámicos y utilizar diferentes métodos en cada clase para evitar que los niños estén sentados todo el día.

Por otra parte, nuestras clases son de 45-90 minutos y siempre tienen un descanso entre clase y clase. En la Primaria todo el mundo tiene que salir durante estos descansos para coger un poco de aire fresco.

¿Cuál es el promedio de estudiantes por clase?

Más de 25 alumnos se consideran demasiados, pero a veces tenemos 27 o incluso 28. Pero el promedio sería alrededor de 22.

En nuestro país hay un gran debate alrededor de los deberes. ¿Vosotros soléis poner deberes?

Sí, todos los días. Se piensa que es bueno repetir, en casa y el mismo día, lo que se ha enseñado en la escuela, de esta manera se crea un engrama (estructura de interconexión neuronal) más fuerte en su cerebro.

¿Cada día deberes? ¿Y tienen tiempo de hacerlos?

Los alumnos terminan a las dos del mediodía o a las tres. A partir de aquí tienen todo el día para ellos.

¿Cuántas horas de clase tienen?

Los de 1-2 (de 7 a 8 años) comienzan con 19 horas a la semana. En Primaria se hacen entre 23 y 24 horas. Este número aumenta según se accede a cursos más altos, así, los estudiantes del curso 9 (lo que equivale a nuestra ESO), hacen 30 horas a la semana.

¿Cuánto tiempo dedicáis a descansar y jugar?

Si tienes cuatro sesiones en un día, tendrías tres descansos de 15 minutos y así sucesivamente. Así que, después de cada clase, tienes 15 minutos para jugar o descansar.

¿Cuántas horas de clase tiene un profesor regular? ¿Cuántas horas dedicas en la escuela a planificar tus clases o hablar con otros profesores?

El mínimo de horas lectivas son 24 en primaria. Creo que son 22 en secundaria, más 3 horas de planificación conjunta (reuniones de profesores, planificación de eventos para la escuela, etc.). Este año tengo 26 horas de clases, lo que significa que tengo dos horas más que la mínima. Ese es un número promedio en nuestra escuela. Por lo general, dedico de 4 a 6 horas por semana a planificar mis clases.

Nos llegan noticias de que se quieren eliminar las asignaturas e impartir la metodología “basada en proyectos” en todas las escuelas. ¿Cómo vivís esto? ¿Crees que los profesores están preparados y capacitados para llevar a cabo este tipo de práctica?

En Finlandia se nos anima a utilizar el aprendizaje basado en proyectos, pero como no tenemos supervisores aquí, no puedo decir cuántos profesores realmente lo usan. En mi escuela tenemos algunos proyectos que incluyen todos los niveles durante el año escolar y, a pesar de que utilizamos libros, hay profesores que trabajan juntos y hacen proyectos con sus alumnos. Lo más importante en el aprendizaje basado en proyectos, en mi opinión, es la colaboración y una buena planificación.

¿Evaluáis a vuestros estudiantes con exámenes? ¿Qué tipo de evaluación reciben?

Sí, tenemos exámenes, aunque también se evalúa cuán activo es el alumno en el aula, si está interesado en el tema, si hace sus tareas, etc.

Los estudiantes reciben un informe de calificaciones dos veces al año. Los de primero a cuarto (de 7 a 10 años), reciben una evaluación por escrito, a partir de ahí son evaluados con números. Los estudiantes se autoevalúan regularmente, pero cada profesor decide qué tipo de autoevaluación quiere usar.

¿Cuántos profesores de apoyo hay en tu escuela?

En mi escuela tenemos un profesor de educación especial que ayuda a los niños con dificultades de aprendizaje. También tenemos cuatro ayudantes en la escuela. No son profesores y no pueden planificar las lecciones, ellos ayudan en las aulas cuando es necesario.

También tenemos profesores que, como yo, se dedican a los niños recién llegados. Estos vienen a mi clase porque su nivel de finlandés todavía no es adecuado para aprender en una clase ordinaria. Generalmente están conmigo durante un año aprendiendo, principalmente, finlandés, pero también matemáticas, ciencias naturales, etc. Desde el principio asisten a educación física, educación artística, música y clases de artesanía con su clase.

Si un estudiante tiene dificultades de aprendizaje, ¿qué hacéis?

Cuando un profesor nota que un niño tiene dificultades, primero se comunica con el profesor de educación especial para que hable con los padres de la situación. A partir de aquí tenemos diferentes maneras de dar apoyo: se le ofrece ayuda desde educación especial, se les dan clases extra después del colegio y también cuentan con el apoyo del ayudante de la escuela. En aquellos casos en los que es necesario, hacemos, temporalmente, adaptaciones metodológicas o de contenidos. Si las dificultades continúan creciendo, contactamos con el psicólogo de la escuela que pasa las pruebas al alumno según los patrones que este muestre. Si se encuentra algo más serio, entonces es transferido a un grupo más pequeño con un profesor especializado en educación especial. En mi escuela no tenemos este tipo de clase, por lo que los estudiantes tienen que ir a una escuela diferente.

Explícame un poco más a qué te refieres cuando hablas de clases extra y profesores de apoyo.

El profesor que da clases extra después del colegio es el tutor del alumno. Cuando detecta que ciertos estudiantes tienen problemas en su clase, les da, por ejemplo, de media hora a una hora a la semana de clases (a un solo estudiante o a un grupo pequeño).

Cada escuela tiene cierta cantidad de dinero para gastar en esto, así que al profesor se le pagan estas clases extras. Pero ahora las horas de apoyo también están limitadas, unas tres o cuatro horas al mes por profesor. Por lo general, los temas que se enseñan son los mismos que se han dado en clase, pero el profesor intenta adoptar un método o perspectiva diferente para ayudar al estudiante a entender mejor.

Los asistentes de la escuela no son profesores, pero ayudan en el aula. Los profesores les dan instrucciones sobre qué tienen que enseñar y cómo hacerlo. El asistente a veces se queda en el aula y ayuda a los alumnos junto con el profesor, o puede ir a un espacio diferente, con un mínimo de un alumno y un máximo de cuatro, y trabajar más despacio que el resto del grupo. Para ser un profesor asistente de escuela tienes que estudiar durante unos dos o tres años en una escuela de formación profesional.

No es común en Finlandia contratar a un profesor de repaso fuera de la escuela.

Cuando hablas de llevar a alumnos con profesores especializados en educación especial, ¿te refieres a que van a una escuela de educación especial?

Después de que el psicólogo de la escuela haya estudiado las habilidades del estudiante y haya hecho su análisis, se reúne con el profesor de educación especial, el tutor y los padres y discuten y deciden cuál es la clase más adecuada para el estudiante. Tenemos tres tipos diferentes de clases especiales: estudiantes con dificultades severas de aprendizaje; con discapacidad intelectual, y estudiantes con problemas severos de conducta.

Por lo general estas clases están situadas físicamente en los mismos edificios que las clases ordinarias. Pero no todas las escuelas cuentan con este tipo de infraestructuras. En mi escuela, por ejemplo, no tenemos aulas de educación especial. A mi clase, por ejemplo, vienen los inmigrantes que tienen un nivel de finlandés muy bajo. Es la única en toda la ciudad y vienen niños de muy lejos. A estos, el municipio les garantiza el transporte gratuito.

¿Crees que la gente en Finlandia se preocupa especialmente por la educación?

Yo diría que la educación se ha vuelto tan obvia para la gente finlandesa que los profesores y la educación no están tan valorados como lo solían estar. La gente tiende a pensar que la educación es como un supermercado donde se elige lo que es más adecuado para uno mismo y se queja del resto. La mayoría de las familias son muy solidarias y cooperativas, pero hay una tendencia creciente a dedicar menos tiempo a los hijos. En las aulas nos encontramos cada vez más con alumnos con problemas de conducta. Los investigadores piensan que es debido a la falta de la atención que reciben en casa. Los padres están ocupados, y móviles, tabletas y ordenadores toman mucho de nuestro tiempo.

En comparación con otras profesiones ¿tienen un buen salario los profesores en Finlandia?

En comparación con la cantidad de estudios que necesitas, el salario es bastante bajo. Podría tener que ver con el hecho de que la educación siempre ha estado más orientada hacia el campo femenino y, por lo general, el nivel de sueldo femenino es un poco menor que el masculino. A pesar de eso, estoy muy contenta con mi salario, ¡me llevo bien con él!

¿Quién supervisa a los profesores y su trabajo en clase y en la escuela?

No tenemos ninguna supervisión. Los profesores son muy libres de planear su propia enseñanza, siempre y cuando siga el plan de estudios nacional.

¿Hay grandes diferencias entre las escuelas públicas y las privadas? ¿Están, éstas, mejor consideradas que las públicas?

Tenemos menos de 100 escuelas privadas en Finlandia, y la mayoría son escuelas de Secundaria o superiores: politécnicas, universidades o escuelas de idiomas. Las pocas que existen de Primaria, siguen una cierta pedagogía tal como Steiner, Freinet, o bien son religiosas, es por ello que no son comparables con las escuelas públicas.

¿Pagan las familias por la educación de sus hijos?

No pagan por la educación como tal, la financiación para la educación se paga con los impuestos, así como también la salud, los servicios sociales…

¿Qué apoyo reciben las personas con pocos recursos?

Básicamente la gente con pocos recursos no necesita apoyo porque la escuela proporciona el equipo básico y necesario: libros, cuadernos, lápices, etc. Las escuelas que están situadas en un área donde hay más inmigración o familias con bajos ingresos reciben financiación y becas, y con ese dinero pueden comprar esquís, patines, bicicletas, etc. que los alumnos pueden coger prestados si no disponen de ese equipo en casa.

Para terminar, y en tu opinión, ¿qué crees que hace que vuestra educación tenga éxito?

La alta calidad de la formación docente, los profesores motivados, las buenas relaciones con los estudiantes y sus familias, el sistema de apoyo para los alumnos con necesidades en la misma aula, el ambiente de confianza entre los profesores y el equipo directivo de la escuela e, incluso, el gobierno y todo el sistema (Ministerio de Educación), que nos motiva a mejorar nuestras habilidades.

La gente finlandesa todavía piensa que la educación es importante, a pesar de que el valor que solían tener está, hasta cierto punto, desapareciendo.

 Fuente:http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/04/18/en-finlandia-se-nos-anima-a-utilizar-el-aprendizaje-basado-en-proyectos/
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Josep María Carbó: “Lo realmente importante es el currículum oculto”

19 de abril de 2017 / Fuente: http://blog.tiching.com

Josep María Carbó

Afirma que la escuela es una herramienta del sistema para asimilar individuos, ¿es cierto?
Exacto. Me parece que es un hecho objetivo. Como la policía sirve para mantener el orden público y la sanidad para atender las enfermedades, la escuela sirve para socializar a los individuos y asimilarlos al sistema.

¿Considera importante lo que se enseña en las escuelas?
Es importantísimo. La socialización es muy importante, fundamental. Aunque lo que se enseña en los centros educativos no es nada importante para mí, y lo que sí es realmente importante es el currículum oculto. Todos los hábitos de sumisión a la autoridad, la conciencia de que para aprender dependes de otros, que hay una autoridad que hay que obedecer, etcétera. Esos objetivos son los realmente interesantes y los que con gran eficacia transmite la escuela.

Entonces, ¿el currículum escolar no le parece interesante?
No, en absoluto. Me parece que es prescindible totalmente. La verdad es que es donde se centra la atención, pero, a mi modo de ver, en la relación educativa lo importante es la interacción entre el profesor y el alumno y qué tipo de intercambio se da, qué tipo de movimiento interior se produce cuando entran en contacto. Sobre qué están hablando es intrascendente. La mayoría de conocimientos que necesitamos para vivir los aprenderíamos fuera de la escuela, y seguro que incluso mejor.

¿Considera entonces el papel de la escuela como algo positivo o negativo?
Positivo. Muy positivo porque socializa a las personas y esto es muy importante. Es imprescindible.

¿Podría ahondar un poco más en su visión de la escuela?
La escuela es conservadora, asimiladora. Y esto es fundamental. Ninguna sociedad podría sobrevivir si no tuviera este elemento. Lo que a mí me parece un poco chocante e irónico es que se hable de “escuela innovadora”. La escuela no es innovadora, sino conservadora por naturaleza.

En tal caso, ¿cree que se podría transformar el concepto de la escuela a uno realmente innovador o no tiene cabida pensar en una escuela que no sea conservadora?
No tiene cabida. El cambio social, si realmente lo necesitamos, no puede venir de una sola de las instituciones. Pensamos que la escuela pública sí lo puede hacer por el mero hecho de que trabajamos con niños y pensamos que tenemos un poder muy grande sobre ellos. Pero es absurdo.

¿No ve posible un modelo de educación que haga realmente más libre al individuo y lo empodere individualmente?
Sí. La contemplo, la idealizo y la imagino. Pero no sería una relación educativa digamos ejercida por los funcionarios sobre los individuos obligatoriamente, todos al mismo tiempo y de la misma forma.

Cuéntenos un poco más.
Las personas transitamos por distintas fases de evolución. Hay diferentes estadios, y el tránsito de uno a otro requiere un trabajo emocional. Y esto solo puede conducirlo quien sabe dónde está él y dónde está el aprendiz. Este sería para mí el maestro. Alguien que se conoce a sí mismo, que ve al alumno, lo pone en contradicción, lo anima y lo estimula, haciendo él mismo de modelo. Y en esta relación vivida, no solo como una profesión ejercida durante un horario sino como una actitud vital, transmite ese tipo de conocimiento.

¿Y sería esto eficaz?
Seguro que la eficacia del profesor sería menor que la de otra relación. Porque los niños en edad escolar o en la adolescencia están pasando por etapas que no son especialmente profundas, pero que son realmente interesantes.

¿Cree que este cambio de modelo podría revertir las desigualdades sociales?
No estoy hablando de un cambio de modelo. No creo que sea posible un cambio de modelo. El modelo es el que es y tiene que ser. Lo que sería interesante es inyectar en todas las instituciones, no solo en la escuela, un interés por el crecimiento personal. Y tiene que haber personas en todos los ámbitos que acerquen ese tipo de visión. Porque solo desde el conocimiento se puede desarrollar.

¿Y no deberían iniciarse estos cambios en la escuela?
En la escuela también debería aparecer, por supuesto. Pero no solo en la escuela. En las familias sobre todo, en las asociaciones, en la calle, etcétera. Como no tiñamos toda la sociedad de esa sensación de que hay que llevar a cabo un crecimiento personal, pienso que desde una parte del todo no se puede transformar el todo.

¿Cree que es factible un cambio de esta magnitud, aunque sea a largo plazo?
Se podría hacer y de alguna forma se puede intentar. Esto es lo que yo llamo la actitud subversiva de la escuela. Bueno, de la escuela, o de cualquier espacio.

¿Cómo puede trabajarse el sentido crítico de la responsabilidad social?
A mi entender hay dos frentes que deben activarse a la hora de desarrollar el sentido crítico y la responsabilidad social: hay que trabajar sobre el contexto y sobre el individuo. El contexto, el entorno, debe exudar estos valores y la acción individualizada activarlos en los momentos oportunos.

¿A qué edades cree que puede comenzarse a hacer?
Puede y debe hacerse a cualquier edad. El trabajo individual creo que debe empezar por la responsabilidad a partir de los 9 años y la crítica puede trabajarse personalmente a partir de los 12. Son edades aproximadas y siempre supeditadas a la peculiar evolución de cada alumno.

¿Cómo se puede dar valor a la filosofía en un mundo en el que cada vez se mide más todo por la productividad?
Si por filosofía entendemos lo que yo entiendo, que es amor al conocimiento y deseo de verdad, esto solo puede conseguirse despertando este anhelo dormido en todos los seres humanos. Y a menudo sucede contagiándonos de personas que viven con la sorpresa prendida en la mirada, con el coraje de saberse ignorantes, con la fuerza de transcenderse continuamente. Sirve en este caso lo que he comentado anteriormente: un entorno y un trabajo personalizado serían las dos columnas para fomentar la filosofía así entendida.

¿Cree que las plataformas educativas como Tiching pueden ayudar a mejorar la formación?
Sí. Por supuesto. Las plataformas, en cuanto que unen a las personas para ejercer su profesión, son perfectas. Para mí sería extraordinario que quienes compartieran este tipo de pensamiento alternativo tuvieran un sitio donde encontrarse.

Fuente entrevista: http://blog.tiching.com/josep-maria-carbo-lo-realmente-importante-curriculum-oculto/

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7 consejos para escalar posiciones en el trabajo

Por : americaeconomia.com

La experta de GrupoExpro, Lissette Domínguez, dice que «para ascender se requiere un plan y manifestar explícitamente a la jefatura el deseo de movilizarse».

Usted cree que hace bien su trabajo, pero pasan años y aún no asciende. ¿La razón? Tal vez en la empresa no saben que quiere asumir mayores responsabilidades.

Según la psicóloga laboral de Reclutamiento y Selección de GrupoExpro, Lissette Domínguez, para ocupar un cargo de coordinación, jefatura, gerencia o moverse de área, es necesario transparentar las intenciones de ascender.

“Muchas personas piensan que realizando bien su trabajo, los van a descubrir y les ofrecerán una jefatura. Pero eso no es suficiente. Para ascender se requiere un plan y, cuando se está preparado, manifestar explícitamente a la jefatura el deseo de movilizarse y asumir nuevas responsabilidades, pues de lo contrario el jefe puede pensar que se está cómodo en el actual cargo”, explica.

La trampa de hacer bien el trabajo

La experta entrega siete consejos para quienes quieren escalar posiciones en el trabajo:

1. Fijarse un cargo como meta: definir el cargo que se desea permitirá conocer qué competencias técnicas, habilidades blandas y experiencia se requiere para ocuparlo, y qué funciones realiza.

Esta información se obtiene del área de Recursos Humanos de la empresa o de publicaciones de ofertas laborales de cargos similares.

2. Comparar: definido el cargo, hay que comparar las competencias que se posee con los requisitos solicitados, establecer las brechas y capacitarse en lo que es más deficiente.

Una de las habilidades donde se generan más brechas es liderazgo, es decir, la capacidad de motivar y generar compromiso de los colaboradores. Para entrenarlo se puede asumir el desafío de hablar en público, coordinar equipos, tomar un taller donde se realicen experiencias y solicitar al jefe orientación en cómo mejorar esta habilidad.

3. Comunicar aspiraciones a la jefatura: no se trata de decir al jefe que se busca su puesto, sino de expresarle interés por movilizarse, ascender y ocupar nuevos cargos. Así el jefe estará al tanto que tiene un candidato para reemplazarlo en vacaciones, podrá ofrecerle un cargo en otra área o proponerle un puesto intermedio como coordinador, que permitirá un entrenamiento intensivo para ascender.

4. Mostrar talentos como si se estuviera en el cargo al que se aspira:
para exhibir condiciones como liderazgo y capacidad de trabajo en equipo, puede ofrecerse para coordinar un proyecto o equipo, o bien ayudar a sus colegas a resolver situaciones complicadas.

5. Marketing personal: de manera sutil, dar a conocer logros laborales a través de informes, gráficos, presentaciones, y copiando en los correos electrónicos a los superiores.

Es fundamental mantener buenas relaciones con el equipo de trabajo, colaboradores de otras áreas y personas influyentes que podrían tomar decisión sobre el ascenso.

6. Visualizar reemplazante: realizar muy bien el trabajo puede ser una trampa. “Si eres excelente vendedor, probablemente la empresa no quiera ascenderte a gerente de ventas, pues ahí supervisarás y perderá a un excelente vendedor”, advierte Domínguez.

Para salir de este callejón, la experta recomienda identificar y entrenar un sucesor que podría hacer el trabajo en caso de ascenso, para dar tranquilidad a la empresa que la función no será descuidada. En una conversación con la jefatura sobre sus aspiraciones, se puede sugerir el nombre del reemplazante.

7. No desmotivarse: si al plantear al jefe el deseo de ascenso la respuesta es negativa, no hay que frustrarse, pues esta preparación permitirá postular a ofertas laborales fuera de la empresa.

Fuente:http://mba.americaeconomia.com/articulos/notas/7-consejos-para-escalar-posiciones-en-el-trabajo

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Costa Rica: Experta llama a elevar la formación de los docentes ‘Un maestro puede cambiarle la vida al niño’.

CentroaAmerica/Costa Rica/18.04.2017/Autor y Fuente: http://www.nacion.com

Eleonora Villegas-Reimers considera que los docentes tienen el poder de cambiar la vida de un estudiante para bien o para mal.

Pueden hacer que un alumno abandone los estudios o despertar en ellos el interés por aprender constantemente.

Villegas es experta en formación docente y miembro de la red internacional de investigadores ProLeer.

En la reunión anual de esta red, que tuvo lugar en la Universidad de Harvard, EE. UU, a finales de marzo, Villegas conversó con La Naciónsobre la preparación de los educadores.

¿Cuál es el perfil de un buen maestro?

Tiene que saber el contenido de lo que va a enseñar, tener destrezas para saber enseñar y conocimiento del desarrollo socioemocional del niño para poder engancharlo.

”Los maestros más efectivos son lo que enseñan de forma que sea apropiada para el desarrollo del niño; tiene que saber qué es lo que se espera de un niño de 5 años, contrario de uno de 10. Deben conocer cómo presentar el material a sus alumnos. Si un maestro se para en frente de la clase y solo dicta clases, le va a llegar solo al 10% de los niños”.

¿Cómo afecta a un estudiante la mala formación docente?

Muy mal; un maestro puede cambiarle la vida al niño, puede presentarle al niño la idea de que la escuela es aburrida y que no tiene nada que hacer ahí y, algunos terminan por abandonar los estudios.

”Un buen maestro puede despertarle al alumno la motivación de aprender. El maestro siempre tiene que estar consciente de que puede estar haciendo algo que va a hacer que este niño no le interese estudiar, o que sea todo lo contrario. Ese es el poder del maestro”.

¿Qué se puede hacer contra la resistencia al cambio de algunos docentes?

Hay resistencia al cambio a todo nivel. Los maestros nuevos son menos complejos, la resistencia al cambio es mayormente de los maestros que tienen experiencia. Hay una tensión entre cómo ayudo al maestro a cambiar y, a la vez, reconozco que su experiencia tiene valor.

”Uno de los problemas que existen es que hay una brecha entre lo que la investigación educativa nos muestra y lo que las políticas educativas dicen que se debe hacer.

”La investigación nos muestra, por ejemplo, que los maestrosdeben tener una buena educación, que tenga un fundamento teórico y práctico. La política educativa no apoya en eso; después de la universidad, los manda al aula. Esto es ir en contra de la investigación.

”Siempre se piensa en el maestro como el último elemento de la ecuación. A nivel de política pública empezamos a cambiar la ley, luego los programas, y, por último, cambiamos la preparación de los maestros; eso no ayuda a hacer exitosa una reforma educativa”.

¿Debe existir una prueba para elegir docentes?

Lo ideal sería ser selectivo, pero uno no puede ser altamente selectivo si no tiene dónde seleccionar. Vivimos en países donde la idea es muy negativa acerca de los educadores.

”Existe la idea de que el que escoge educación es porque no le quedó más remedio. Cuando entran a las universidades, donde hay pruebas de admisión, los puntajes más altos son para Medicina y Derecho, la Pedagogía ni siquiera tiene puntaje mínimo. Hay que cambiar el discurso, que cuando alguien dice que quiere estudiar educación la gente diga ‘¡quémaravilla!’”.

¿De quién es la responsabilidad de la la mala formación de los maestros?

Del Estado porque es quien establece los estándares que el maestro tiene que cumplir y de las universidades porque son las que preparan al maestro.

¿A qué debería apostar una política pública para que la formación docente sea exitosa?

Se deben tener políticas publicas que sean reales. No se le puede exigir lo mismo a un docente de la capital que a uno de un pueblo; no va a funcionar. El país deberían tener políticas públicas que eleven el nivel de los maestros y apoyen la profesión.

En Costa Rica han cambiado distintos programas, ¿cómo llevarlos de la teoría la práctica exitosamente?

La única manera de llevarlo a la práctica es que empiecen por los maestros, En el momento en que los docentes sienten que las cosas vienen siempre de arriba, que el ministerio me dice cómo enseñar, sienten que le quitan poder profesional.

”El maestro debería participar en decidir una reforma educativa, mientras no se incluya, va a ser muy difícil cambiarlo y llevarlo a la práctica. El ministerio no puede eliminar la voz del educador, que sí ha estado en el aula. En el momento en que el maestro sienta que tuve que ver (con la reforma en los programas), querrá trabajar junto con el ministerio para aplicarla”.

Las capacitaciones para los maestros son opcionales; ¿deberían ser obligatorias?

El ministerio debe demostrar que la capacitación hace una diferencia , si es ir y no va a cambiar nada, no tiene sentido. En el momento en que se logre demostrar al maestro de que si va a capacitarse y va a ver resultados, tendrá un nivel de importancia diferente. En el momento que la capacitación se decide independientemente de las necesidades del maestro, no tiene sentido. Se debe hacer capacitación diferenciada, respecto a las necesidades de cada maestro; así puede ser más atractivo.

Fuente: http://www.nacion.com/nacional/educacion/Experta-formacion-docentes-maestro-cambiarle_0_1628037215.html

Imagen: https://aacclarebeliondeltalento.files.wordpress.com/2016/02/nincc83os-motivados.jpg

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Entrevista: Presidenta de la OMEP Venezuela. “Juntos(as) por las Primeras Infancias»

Entrevista con la Presidenta de la OMEP Venezuela: la Profesora  Iliana Lo Priore, quien es docente, doctora en educación con amplia experiencia en educación infantil. 

Bienvenida profesora!

¿Qué es la OMEP?

R: La Organización Mundial de educación Preescolar (OMEP), es una organización internacional, no gubernamental y sin fines de lucro con Estatus Consultivo en Naciones Unidas y UNESCO. Fue fundada en 1948, defiende y promueve el derecho de niños y niñas a educación y cuidados en todo el mundo, y apoya las actividades que mejoran la accesibilidad a la educación y cuidados de más calidad.

¿Cuándo inició el Comité venezolano de OMEP? ¿Qué rol ocupas en OMEP – Venezuela?

R: Formalmente, aprobaron el Comité OMEP-Venezuela, en la 68º Asamblea Mundial de la Organización Mundial de Preescolar (OMEP), en Seúl Corea, el 5 de julio de 2016 con el voto unánime de 32 países y 13 más con representación. Ejerzo actualmente el rol de Presidenta del Comité con un equipo de especialistas de alto calibre en el nivel.  Es de resaltar que tenemos a una Vicepresidenta en América Latina, Mercedes Mayol Lasalle, que ha sido desde el inicio una impulsadora para que se concretara este sueño.

¿Qué está haciendo la OMEP – Venezuela?

R: Múltiples acciones en pro del bien-ser del niño y la niña en el marco de los derechos humanos,  actividades de formación, investigaciones, proyectos de infancia y estamos promoviendo las alianzas y articulaciones interisntitucionales.  En ese sentido  vinculador, el Comité Venezolano viene realizando encuentros en distintos espacios universitarios con la finalidad de potenciar acciones desde la articulación con quienes día a día aportan a la formación docente de Educación Inicial.

Se ha establecido como desafío la apuesta al trabajo colectivo por las Primeras Infancias, donde la OMEP Venezuela actúa como articulador e integrador entre las universidades, fundaciones, decisores de políticas educativas, docentes, familias y todos los que tienen compromisos por el ejercicio pleno de los derechos de los niños y niñas que habitan en el territorio nacional.

¿Qué es Juntos(as) por las Primeras Infancias?

R: Juntos(as) por las Primeras Infancias, es un recorrido de intercambio que OMEP Venezuela se plantea en los años 2017 y 2018 con la finalidad de avanzar de una agenda bianual que contempla las siguientes líneas:

LÍNEAS DE ACCIÓN, FORMACIÓN, INVESTIGACIÓN Y DIVULGACIÓN 2017-2018:

1. MAPEO NACIONAL PARA LAS PRIMERAS INFANCIAS ¿QUIÉNES SOMOS? CON LA FINALIDAD DE RECONOCER A TODOS Y TODAS LOS QUE TRABAJAN POR LAS PRIMERAS INFANCIAS EN EL PAÍS.

2. ESTABLECIMIENTO DE REDES INTRA E INTERINSTITUCIONALES PARA INSTITUIR LA GRAN RED NACIONAL POR LAS PRIMERAS INFANCIAS DEL PAÍS.

3. LÍNEAS DE TRABAJO: JUEGO Y RESILIENCIA /LAVADO DE LAS MANOS (PARA APORTAR A LOS PROYECTOS DE OMEP MUNDIAL) Y LOS PROYECTOS NACIONALES/LOCALES DE FORMACIÓN DOCENTE, VALORACIÓN DE LA DIVERSIDAD  COMO POLÍTICA DE INCLUSIÓN, CALIDAD EDUCATIVA, CENTRALIDAD PEDAGÓGICA, NUEVOS ESCENARIOS EDUCATIVOS, PARTICIPACIÓN FAMILIAR Y COMUNITARIA.

4. EDUCOMUNICACIÓN POR LAS INFANCIAS, FORTALECIMIENTO DE LAS REDES SOCIALES PARA LA PROMOCIÓN Y DIVULGACIÓN DEL TRABAJO ARTICULADO Y SISTEMATIZADO POR LAS PRIMERAS INFANCIAS.

¿Cuáles son los ejes de acción transformadora de la OMEP Venezuela?

R: Los ejes de acción transformadora, emergen de las políticas de Educación Inicial que queremos impulsar y que  direccionan los proyectos, las investigaciones, los encuentros, que de alguna manera inciden en la construcción del tejido articulado o red nacional de infancias, puede resumirse en el gráfico siguiente:

¿Qué instituciones participan en la OMEP Venezuela?

R: Ministerio del Poder Popular para la Educación (MPPE), SENIFA,  Zonas Educativas, Alcaldías, Gobernaciones, Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, CIM-CESAV-MPPEUCT, Universidad de Carabobo (UC), Universidad Experimental Simón Rodríguez (UNESR), Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), Universidad Metropolitana (UNIMET), Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Universidad Central de Venezuela, (UCV),  las distintas Universidades Politécnicas  y Territoriales que administran Educación Inicial en el país, organizaciones familiares y comunitarias, y otros.  en espera de poder incluir a muchísimas personas ganadas al compromiso con la niñez venezolana.

Por último, ¿Cómo hacemos si queremos participar en la OMEP – Venezuela?

R: Puedes, contactarnos a través de omepvenezuela@gmail.com, ya que en este momento estamos construyendo nuestras redes sociales y nuestra web que próximamente comunicaremos.

También puedes comunicarte a  través de ilianalopriore11@gmail.com, facebook: Iliana Lo Priore, twiter: @ililopriore y la página  ilianalopriore@com.ve

¡Muchas Gracias Profesora Lo Priore por su participación y tiempo!

 

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The Menace of Trump and the New Authoritarianism: An Interview With Henry Giroux

By Joan Pedro-Carañana

Trump’s brand of populism and politics are a tragedy for democracy and a triumph for authoritarianism. Using manipulation, misrepresentation and a discourse of hate, he is pushing policies designed to destroy the welfare state and the institutions that make a democracy possible. Trump’s first few months in office offer a terrifying glimpse of an authoritarian project that combines the ruthlessness of neoliberalism with an attack on historical memory, critical agency, education, equality and truth itself. While the US may not be in the full bloom of the fascism of the 1930s, it is at the tipping point of a virulent, American-style authoritarianism. These are truly dangerous times as right-wing extremists continue to move from the margins to the center of political life.

I asked renowned public intellectual and social activist Henry Giroux — who has written extensively on cultural studies, youth studies, popular culture, media studies, social theory and the politics of higher and public education — to discuss the new developments that are taking place in the United States and the possible strategies and tactics to engage successfully in processes of resistance and egalitarian social transformation during the Trump era. In this interview, he analyzes the underlying forces of authoritarianism at work in the United States and Europe, and argues that resistance is not simply an option but a necessity.

Let’s begin by discussing the current state of US politics and then move on to looking at the alternatives for change. What is your evaluation of the first two months of Trump’s presidency?

The first two months of Trump’s presidency fit perfectly with his deeply authoritarian ideology. Rather than being constrained by the history and power of the presidency as some have predicted, Trump unapologetically embraced a deeply authoritarian ideology and politics that was evident in a number of actions.

First, at his inaugural address he echoed fascist sentiments of the past by painting a dystopian image of the United States marked by carnage, rusted-out factories, blighted communities and ignorant students. Underlying this apocalyptic vision was the characteristically authoritarian emphasis on exploiting fear, the call for a strong man to address the nation’s problems, the demolition of traditional institutions of governance, an insistence on expanding the military, and an appeal to xenophobia and racism in order to establish terror as a major weapon of governance.

Second, Trump’s support for militarism, white nationalism, right-wing populism and a version of neoliberalism on steroids was made concrete in his various cabinet and related appointments, which consisted mostly of generals, white supremacists, Islamophobes, Wall Street insiders, religious extremists, billionaires, anti-intellectuals, incompetents, climate-change deniers and free-market fundamentalists. What all of these appointments share is a neoliberal and white nationalist ideology aimed at destroying all of those public spheres, such as education and the critical media that made democracy function, and political institutions, such as an independent judiciary. They are also united in eliminating policies that protect regulatory agencies and provide a foundation for holding power accountable. At stake here is a united front of authoritarians who are intent on eroding those institutions, values, resources and social relations not organized according to the dictates of neoliberal rationality.

Third, Trump initiated a number of executive orders that left no doubt that he was more than willing to destroy the environment, rip immigrant families apart, eliminate or weaken regulatory agencies, expand a bloated Pentagon budget, destroy public education, eliminate millions from health care insurance, deport 11 million unauthorized immigrants from the United States, unleash the military and police to enact his authoritarian white nationalist agenda, and invest billions in building a wall that stands as a symbol of white supremacy and racial hatred. There is a culture of cruelty at work here that can be seen in the Trump administration’s willingness to destroy any program that may provide assistance to the poor, working and middle classes, the elderly and young people. Moreover, the Trump regime is filled with war mongers who have taken power at a time in which the possibilities of nuclear wars with North Korea and Russia have reached dangerous levels. Furthermore, there is the threat that the Trump administration will escalate a military conflict with Iran and become more involved militarily in Syria.

Fourth, Trump repeatedly exhibited a shocking disrespect for the truth, law and civil liberties, and in doing so he has undermined the ability of citizens to be able to discern the truth in public discourse, test assumptions, weigh evidence and insist on rigorous ethical standards and methods in holding power answerable. Yet Trump has done more than commit what Eric Alterman calls «public crimes against truth.» Public trust collapses in the absence of dissent, a culture of questioning, hard arguments and a belief that truth not only exists but is also indispensable to a democracy. Trump has lied repeatedly, even going so far as to accuse former President Obama of wiretapping, and when confronted with his misrepresentation of the facts, he has attacked critics as purveyors of fake news. Under Trump, words disappear into the rabbit hole of «alternative facts,» undermining the capacity for political dialogue, a culture of questioning and civic culture itself. Furthermore, Trump not only refuses to use the term «democracy» in his speeches, he is also doing everything he can to establish the foundations for an overt authoritarian society. Trump has proven in his first few months in office that he is a tragedy for justice, democracy and the planet and a triumph for an American style proto-fascism.

You have argued that contemporary societies are at a turning point that is bringing the rise of a new authoritarianism. Trump would only be the tipping point of this transformation?

Totalitarianism has a long history in the United States and its elements can be seen in the legacy of nativism, white supremacy, Jim Crow, lynchings, ultranationalism and right-wing populist movements, such as the Ku Klux Klan and militiamen that have been endemic to shaping American culture and society. They are also evident in the religious fundamentalism that has shaped so much of American history with its anti-intellectualism and contempt for the separation of church and state. Further evidence can be found in the history of corporations using state power to undermine democracy by smashing labor movements and weakening democratic political spheres. The shadow of totalitarianism can also be seen in the kind of political fundamentalism that emerged in the United States in the 1920s in the Palmer raids and in the ’50s with the rise of the McCarthy period and the squelching of dissent. We see it in the Powell Memo in the 1970s and in the first major report of the Trilateral Commission called The Crisis of Democracy, which viewed democracy as an excess and threat. We also saw elements of it in the FBI’s COINTELPRO program, which infiltrated radical groups and sometimes killed their members.

In spite of this sad legacy, Trump’s ascendency represents something new and even more dangerous. No president in recent memory has displayed such blatant disregard for human life, abolished the distinction between truth and fiction, surrounded himself so overtly with white nationalists and religious fundamentalists, or exhibited what Peter Dreier has described as a «willingness to overtly invoke all the worst ethnic, religious, and racial hatreds in order to appeal to the most despicable elements of our society and unleash an upsurge of racism, anti-Semitism, sexual assault, and nativism by the KKK and other hate groups.»

Conservative commentator Charles Sykes is right in arguing that the administration’s «discrediting independent sources of information also has two major advantages for Mr. Trump: It helps insulate him from criticism and it allows him to create his own narratives, metrics and ‘alternative facts.’ All administrations lie, but what we are seeing here is an attack on credibility itself.» In a terrifying signal of his willingness to discredit critical media outlets and suppress dissent, he has gone so far as to label the critical media as the «enemy of the people,» while his chief strategist, Stephan Bannon, has called them the «opposition party.» He has attacked — and in some cases fired — judges who have disagreed with his policies. Meanwhile he has threatened to withdraw federal funds from universities that he thought were largely inhabited by liberals and leftists, and he has embraced alt-right conspiracy theories in order to attack his opponents and give legitimacy to his own flights from reason and morality.

What must be acknowledged is that a new historical conjuncture emerged in the 1970s when neoliberal capitalism began to wage an unprecedented war against the social contract. At that time, elected officials implemented austerity programs that weakened democratic public spheres, aggressively attacked the welfare state and waged an assault on all of those institutions crucial to creating a critical formative culture in which matters of economic justice, civic literacy, freedom and the social imagination are nurtured among the polity. The longstanding contract between labor and capital was torn up as politics became local. Power ceased being bounded by geography and became embedded in a global elite with no obligations to nation states. As the nation state weakened, it was reduced to a regulatory formation to serve the interest of the rich, corporations and the financial elite. The power to get things done is no longer in the hands of the state; it now resides in the hands of the global elite and is managed by markets.

What has emerged with the rise of neoliberalism is both a crisis of the state and a crisis of agency and politics. One consequence of the separation of power and politics was that neoliberalism gave rise to massive inequalities in wealth, income and power, furthering a rule by the financial elite and an economy of the 1%. The state was not able to provide social provisions and has rapidly been reduced to its carceral functions. That is, as the social state was hollowed out, the punishing state increasingly took over its obligations. Political compromise, dialogue and social investments gave way to a culture of containments, cruelty, militarism and violence.

The war on terror further militarized American society and created the foundation for a culture of fear and a permanent war culture. War cultures need enemies and in a society governed by a ruthless notion of self-interest, privatization and commodification, more and more groups were demonized, cast aside and viewed as disposable. This included poor Blacks, Latinos, Muslims, unauthorized immigrants, transgender communities and young people who protested the increasing authoritarianism of American society. Trump’s appeal to national greatness, populism, support for state violence against dissenters, a disdain for human solidarity and a longstanding culture of racism has a long legacy in the United States, and was accelerated as the Republican Party was overtaken by religious, economic and educational fundamentalists. Increasingly, economics drove politics, set policies and put a premium on the ability of markets to solve all problems, to control not only the economy but all of social life. Under neoliberalism, repression became permanent in the US as schools, the local police, were militarized and more and more, everyday behaviors, including a range of social problems, were criminalized.

In addition, the dystopian embrace of an Orwellian control society was intensified under the umbrella of a National Security State, with its 17 intelligence agencies. The attacks on democratic ideals, values, institutions and social relations were accentuated through the complicity of apologetic mainstream media outlets more concerned about their ratings than about their responsibility as constitutive of the Fourth Estate. With the erosion of civic culture, historical memory, critical education and any sense of shared citizenship, it was easy for Trump to create a corrupt political, economic, ethical and social swamp. Trump must be viewed as the distilled essence of a much larger war on democracy brought to life in late modernity by an economic system that has increasingly used all the ideological and repressive institutions at its disposable to consolidate power in the hands of the 1%. Trump is both a symptom and accelerant of these forces and has moved a culture of bigotry, racism, greed and hatred from the margins to the center of American society.

What would be the similarities and the differences in regard to past forms of authoritarianism and totalitarianism?

There are echoes of classical fascism of the 1920s and 1930s in much of what Trump says and how he performs. Fascist overtones resound as Trump taps into a sea of misdirected anger, promotes himself as a strong leader who can save a nation in decline and repeats the fascist script of white nationalism in his attacks on immigrants and Muslims. He also flirts with fascism in his call for a revival of ultranationalism, his discourse of racist hate, his scapegoating of the «other,» and his juvenile tantrums and tweet attacks on anyone who disagrees with him. His use of the spectacle to create a culture of self-promotion; his mix of politics and theater mediated by an emotional brutality; and a willingness to elevate emotion over reason, war over peace, violence over critique, and militarism over democracy.

Trump’s addiction to massive self-enrichment and the gangster morality that informs it threatens to normalize a new level of political corruption. Moreover, he uses fear and terror to demonize others and to pay tribute to an unbridled militarism. He has surrounded himself with a right-wing inner circle to help him implement his dangerous policies on health care, the environment, the economy, foreign policy, immigration and civil liberties. He has also expanded the notion of propaganda into something more perilous and lethal for a democracy. A habitual liar, he has attempted to obliterate the distinction between the facts and fiction, evidence-based arguments and lying. He has not only reinforced the legitimacy of what I call the «disimagination machine,» but also created among large segments of the public a distrust of the truth and the institutions that promote critical thinking. Consequently, he has managed to organize millions of people who believe that loyalty is more important than civic freedom and responsibility. In doing so he has emptied the language of politics and the horizon of politics of any substantive meaning, contributing to an authoritarian and depoliticized culture of sensationalism, immediacy, fear and anxiety. Trump has galvanized and emboldened all the antidemocratic forces that have been shaping neoliberal capitalisms across the globe for the last 40 years.

Unlike the dictators of the 1930s, he has not set up a secret police, created concentration camps, taken complete control of the state, arrested dissenters or developed a one-party system. Yet, while Trump’s America is not a replica of Nazi Germany, it expresses elements of totalitarianism in distinctly American forms. Hannah Arendt’s warning that rather than being a thing of the past, elements of totalitarianism would more than likely, in mid-century, crystallize into new forms. Surely, as Bill Dixon points out, «the all too protean origins of totalitarianism are still with us: loneliness as the normal register of social life, the frenzied lawfulness of ideological certitude, mass poverty and mass homelessness, the routine use of terror as a political instrument, and the ever growing speeds and scales of media, economics, and warfare.» The conditions that produce the terrifying curse of totalitarianism seem to be upon us and are visible in Trump’s denial of civil liberties, the stoking of fear in the general population, a hostility to the rule of law and a free and critical press, a contempt for the truth, and this attempt to create a new political formation through an alignment of religious fundamentalists, racists, xenophobes, Islamophobes, the ultrarich and unhinged militarists.

What are the connections between neoliberalism and the emergence of neo-authoritarianism?

For the last 40 years, neoliberalism has aggressively functioned as an economic, political and social project designed to consolidate wealth and power in the hands of the upper 1%. It functions through multiple registers as an ideology, mode of governance, policy-making machine, and a poisonous form of public pedagogy. As an ideology, it views the market as the primary organizing principle of society while embracing privatization, deregulation and commodification as fundamental to the organization of politics and everyday life. As a mode of governance, it produces subjects wedded to unchecked self-interest and unbridled individualism while normalizing shark-like competition, the view that inequality is self-evidently a part of the natural order, and that consumption is the only valid obligation of citizenship. As a policy machine, it allows money to drive politics, sells off state functions, weakens unions, replaces the welfare state with the warfare state, and seeks to eliminate social provisions while increasingly expanding the reach of the police state through the ongoing criminalization of social problems. As a form of public pedagogy, it wages a war against public values, critical thinking and all forms of solidarity that embrace notions of collaboration, social responsibility and the common good.

Neoliberalism has created the political, social and pedagogical landscape that accelerated the antidemocratic tendencies to create the conditions for a new authoritarianism in the United States. It has created a society ruled by fear, imposed massive hardships and gross inequities that benefit the rich through austerity policies, eroded the civic and formative culture necessary to produce critically informed citizens, and destroyed any sense of shared citizenship. At the same time, neoliberalism has accelerated a culture of consumption, sensationalism, shock and spectacularized violence that produces not only a widespread landscape of unchecked competition, commodification and vulgarity but also a society in which agency is militarized, infantilized and depoliticized.

New technologies that could advance social platforms have been used by groups, such as the Black Lives Matter movement, and when coupled with the development of critical online media to educate and advance a radically democratic agenda, have opened up new spaces of public pedagogy and resistance. At the same time, the landscape of the new technologies and mainstream social media operate within a powerful neoliberal ecosystem that exercises an inordinate influence in heightening narcissism, isolation, anxiety and loneliness. By individualizing all social problems along with elevating individual responsibility to the highest ideal, neoliberalism has dismantled the bridges between private and public life making it almost impossible to translate private issues into broader systemic considerations. Neoliberalism created the conditions for the transformation of a liberal democracy into a fascist state by creating the foundations for not only control of commanding institutions by a financial elite, but also by eliminating the civil, personal and political protections offered to individuals in a free society. If authoritarianism in its various forms aims at the destruction of the liberal democratic order, neoliberalism provides the conditions for that devastating transformation to happen by creating a society adrift in extreme violence, cruelty and disdain for democracy. Trump’s election as the president of the United States only confirms that the possibilities of authoritarianism are upon us and have given way to a more extreme and totalitarian form of late capitalism.

In your view, what role have educational institutions, such as universities, played in US society?

Ideally, educational institutions, such as higher education, should be understood as democratic public spheres — as spaces in which education enables students to develop a keen sense of economic justice, deepen a sense of moral and political agency, utilize critical analytical skills, and cultivate a civic literacy through which they learn to respect the rights and perspectives of others. In this instance, higher education should exhibit in its policies and practices a responsibility not only to search for the truth regardless of where it may lead, but also to educate students to make authority and power politically and morally accountable, while at the same time sustaining a democratic, formative public culture. Unfortunately, the ideal is at odds with the reality, especially since the 1960s when a wave of student struggles to democratize the university and make it more inclusive mobilized a systemic and coordinated attack on the university as an alleged center of radical and liberal thought. Conservatives began to focus on how to change the mission of the university so as to bring it in line with free-market principles while limiting the admission of minorities. Evidence of such a coordinated attack was obvious in claims by the Trilateral Commission’s report, The Crisis of Democracy, which complained of the excess of democracy and later in the Powell Memo, which claimed that advocates of the free market had to use their power and money to take back higher education from the student radicals and the excesses of democracy. Both reports in different ways made clear that the democratizing tendencies of the sixties had to be curtailed and that conservatives had to mount a defense of the business community by using their wealth and power to put an end to an excess of democracy, especially in those educational institutions which were responsible for «the indoctrination of the young,» which they viewed as a dire threat to capitalism. But the greatest threat to higher education came from the growing ascendency of neoliberalism in the late 1970s, and its assumption of power with the election of Ronald Reagan in the 1980s.

Under the regime of neoliberalism in the United States and in many other countries, many of the problems facing higher education can be linked to eviscerated funding models, the domination of these institutions by market mechanisms, the rise of for-profit colleges, the rise of charter schools, the intrusion of the national security state, and the slow demise of faculty self-governance, all of which make a mockery of the very meaning and mission of the university as a democratic public sphere. With the onslaught of neoliberal austerity measures, the mission of higher education was transformed from educating citizens to training students for the workforce. At the same time, the culture of business has replaced any vestige of democratic governance with faculty reduced to degrading labor practices and students viewed mainly as customers. Rather than enlarge the moral imagination and critical capacities of students, too many universities are now wedded to producing would-be hedge fund managers and depoliticized workers, and creating modes of education that promote a «technically trained docility.» Strapped for money and increasingly defined in the language of corporate culture, many universities are now driven principally by vocational, military and economic considerations while increasingly removing academic knowledge production from democratic values and projects. The ideal of higher education as a place to think, to promote dialogue and to learn how to hold power accountable is viewed as a threat to neoliberal modes of governance. At the same time, education is viewed by the apostles of market fundamentalism as a space for producing profits and educating a supine and fearful labor force that will exhibit the obedience demanded by the corporate order.

You have also written about the need and the possibilities of organizing forces of resistance and change during the Trump presidency. In particular, you have emphasized the importance of expanding the connections among diverse social movements. What are the groups that in your view could work together within the United States?

Single-issue movements have done a great deal to spread the principles of justice, equity and inclusion in the United States, but they often operate in ideological and political silos. The left and progressives as a whole need to unite to create a social movement united in its defense of radical democracy, a rejection of nondemocratic forms of governance, and rejection of the notion that capitalism and democracy are synonymous. There is a need to pull the different elements of the left together so as to both affirm single-issue movements and also recognize their limits when confronting the myriad dimensions of political, economic and social oppression, particularly given how the machinery and rationality of neoliberalism works to now govern all of social life.

It is crucial to recognize that given the hold of neoliberalism on American politics and the move of neofascism from the margins to the center of power, it is crucial for progressives and the left to unite in what John Bellamy Foster has described as their efforts «to create a powerful anti-capitalist movement from below, representing an altogether different solution, aimed at epoch-making structural change.»

What about the old idea of internationalism? Is it better to dedicate efforts to advancing in the national front or trying to build alliances between social movements and political forces from different countries in a longer process? Can both approaches be combined?

There is no outside in politics any longer. Power is global and its effects touch everyone irrespective of national boundaries and local struggles. The threats of nuclear war, environmental destruction, terrorism, the refugee crisis, militarism and the predatory appropriations of resources, profits and capital by the global ruling elite suggests that politics has to be waged on an international level in order to create resistance movements that can learn from and support each other. We need to create a new kind of politics that addresses the global reach of power and the growing potential for both mass destruction and mass global resistance. This does not suggest giving up on local and national politics. On the contrary, it means connecting the dots so that the links between local and state politics can be understood within the logic of wider global forces and the interests that shape them.

Another key idea that you are promoting is that progressive movements must also embrace those who are angry with existing political and economic systems, but who lack a critical frame of reference for understanding the conditions for their anger. Could you sketch out your understanding of a concept that is so important in your work, such as critical pedagogy?

Following theorists, such as Paulo Freire, Antonio Gramsci, C. Wright Mills, Raymond Williams and Cornelius Castoriadis, I have made central to my work the recognition that the crisis of democracy was not only about economic domination or outright repression but also involved the crisis of pedagogy and education. The late Pierre Bourdieu was right when he stated in his book Acts of Resistance that the left has too often «underestimated the symbolic and pedagogical dimensions of struggle and have not always forged appropriate weapons to fight on this front.» He also has stated that «left intellectuals must recognize that the most important forms of domination are not only economic but also intellectual and pedagogical, and lie on the side of belief and persuasion. It is important to recognize that intellectuals bear an enormous responsibility for challenging this form of domination.» These are important pedagogical interventions and imply that critical pedagogy in the broadest sense provides the conditions, ideals and practices necessary for assuming the responsibilities we have as citizens to expose human misery and to eliminate the conditions that produce it.

Pedagogy is about changing consciousness and developing discourses and modes of representations in which people can recognize themselves and their problems. It enables us to invest in a new understanding of both individual and collective struggle. Matters of responsibility, social action and political intervention do not simply develop out of social critique but also forms of self-reflection, critical analysis and communicative engagement. In short, any radical democratic project must incorporate the need for intellectuals and others to address critical pedagogy not only as a mode of educated hope and a crucial element of an insurrectional educational project, but also as a practice that addresses the possibility of interpretation as a form of intervention in the world.

It is crucial to recognize that any viable approach to a democratically inspired politics must embrace the challenge of enabling people to recognize and invest something of themselves in the language, representations, ideology, values and sensibilities used by the left and other progressives. This means taking up the task of making something meaningful in order to make it critical and transformative. Equally important is the need to give people the knowledge and skills to understand how private and everyday troubles connect to wider structures. As Stuart Hall has noted, «You can’t just rest with the underlying structural logic. And so you think about what is likely to awaken identification. There’s no politics without identification. People have to invest something of themselves, something that they recognize is of them or speaks to their condition, and without that moment of recognition … you won’t have a political movement without that moment of identification.»

Critical pedagogy can neither be reduced to a method nor is it nondirective in the manner of a spontaneous conversation with friends over coffee. As public intellectuals, authority must be reconfigured not as a way to stifle the curiosity and deaden the imagination, but as a platform that provides the conditions for students to learn the knowledge, skills, values and social relationships that enhance their capacities to assume authority over the forces that shape their lives both in and out of schools. I have argued for years that critical pedagogy must always be attentive to addressing the democratic potential of how experience, knowledge and power are shaped, both in the classroom and in wider public spheres and cultural apparatuses, extending from the social media and the internet to film culture and the critical and mainstream media. In this sense, critical pedagogy and education itself must become both central to politics and linked to the recovery of historical memory, to the abolition of existing inequities. At stake here is a «hopeful version of democracy where the outcome is a more just, equitable society that works toward the end of oppression and suffering of all.»

We can conclude the interview by looking at the future with some informed optimism. Can you explain the concept of militant hope?

Any confrontation with the current historical moment has to be contoured with a sense of hope and possibility so that intellectuals, artists, workers, educators and young people can imagine otherwise in order to act otherwise. While many countries have become more authoritarian and repressive, there are signs that neoliberalism in its various versions is currently being challenged, especially by young people, and that the social imagination is still alive. The pathologies of neoliberalism are becoming more and more obvious and the contradictions between rule by the few and the imperatives of a liberal democracy have become more jarring and visible. The widespread support for Bernie Sanders, especially among young people, is a hopeful sign as is the fact that many Americans favor progressive programs, such as government-guaranteed health care, social security and higher taxes for the rich.

For resistance not to disappear in the fog of cynicism, the urgency of the present moment demands recognizing that the cruel and harsh reality of a society that finds justice, morality and the truth repugnant has to be repeatedly challenged as an excuse for either a withdrawal from political life or a collapse of faith in the possibility of change. A militant hope should foster a sense of moral outrage and the need to organize with great ferocity. There are no victories without struggles. And while we may be entering a historical moment that has tipped over into an unapologetic authoritarianism, such moments are as hopeful as they are dangerous. The urgency of such moments can galvanize people into a new understanding of the meaning and value of collective political resistance.

What cannot be forgotten is that no society is without resistance, and hope can never be reduced to merely an abstraction. Hope has to be informed, concrete and actionable. Hope in the abstract is not enough. We need a form of militant hope and practice that engages with the forces of authoritarianism on the educational and political fronts so as to become a foundation for what might be called hope in action — that is, a new force of collective resistance and a vehicle for anger transformed into collective struggle, a principle for making despair unconvincing and struggle possible. Nothing will change unless people begin to take seriously the deeply rooted cultural and subjective underpinnings of oppression in the United States and what it might require to make such issues meaningful in both personal and collective ways, in order to make them critical and transformative. This is fundamentally a pedagogical as well as a political concern. As Charles Derber has expressed to me, knowing «how to express possibilities and convey them authentically and persuasively seems crucially important» if any viable notion of resistance is to take place.

* Joan Pedro-Carañana, is associate professor at Saint Louis University-Madrid Campus. He has a Ph.D. in communication, social change and development (Complutense University of Madrid). Joan has been active in a variety of social movements and is interested in the role of media, education and culture in the transformation of societies.
Source:
http://www.truth-out.org/opinion/item/40188-the-menace-of-trump-and-the-new-authoritarianism-an-interview-with-henry-giroux
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