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Venezuela: El 75 % de los profesores universitarios han pensado en abandonar la docencia, según estudio

La investigación precisó que el 32% de los profesores universitarios y el 21% de los estudiantes comen menos de tres veces al día. El 69 % de los docentes deben optar por otras actividades para cubrir sus gastos mensuales de manutención.

La educación superior en Venezuela no escapa de la crisis que afecta hace más de un lustro al país y podría estar en riesgo debido a la baja remuneración que perciben los profesores universitarios.

Un reciente estudio del Observatorio de Universidades sobre las Condiciones de Vida de la Población Universitaria de Venezuela (Enobu 2023) señaló que tres de cada cuatro educadores, lo que se traduce en un 75%, han pensado en abandonar sus trabajos como docentes.

Asimismo, revelaron que el 61% de los estudiantes también han sopesado abandonar la universidad en los últimos 12 meses.

De igual manera, la investigación precisó que el 32% de los profesores universitarios y el 21% de los estudiantes comen menos de tres veces al día.

En este sentido, Enobu destacó que el 94% de los docentes y el 81% de los estudiantes comen igual o peor que en 2022.

Los universitarios de la región Guayana son los más afectados, dado que el 40% de los docentes y 30% de los estudiantes comen menos de tres veces al día.

En lo que respecta a la salud, el estudio dio a conocer que 6 de cada 10 docentes padecen de enfermedades oftalmológicas. Asimismo, 8 de cada 10 estudiantes sufren miopía o antigmatismo.

También se estableció que 4 de cada 10 estudiantes universitarias tienen dos años o más sin realizarse chequeos médicos, según reseñó Banca y Negocios.

Esta situación los ha llevado también a vender o intercambiar sus bienes para poder acceder a los servicios sanitarios.

«Para acceder a la salud, el 56% de los docentes y el 40% de los estudiantes han tenido que vender o intercambiar bienes para costear sus servicios médicos», precisaron.

Por último, se pudo conocer que el 69% de los docentes deben optar por otras actividades para cubrir sus gastos mensuales de manutención. De igual manera, el 29% recibe ayuda de familiares o amigos, ya sea en Venezuela o en el exterior.

El 75 % de los profesores universitarios han pensado en abandonar la docencia, según estudio

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La cancelación y el terror del abandono

POR: NATALÍ INCAMINATO – DANILA SUÁREZ TOMÉ

Hay ciertos temas de los que no se puede hablar sin que un demoledor castigo del progresismo o el fascismo se imponga en redes sociales. Se silencian intelectuales, políticos y escritores, obligados al ostracismo por sus ideas excesivamente valientes o demasiado complejas para las patrullas digitales. ¿Qué engloba el tópico “cancelación” y cómo operan canceladores y cancelados en la economía sucia de los intercambios lingüísticos?

El diccionario inglés Merriam Webster define a esta práctica como la remoción de la aprobación de figuras públicas en respuesta a opiniones o comportamientos cuestionables que hayan tenido. En rigor, lo que se cancela es un contrato tácito de apoyo entre la figura y sus fans. También se lo compara con un acto de «desuscripción» de la fanbase o el fandom. En cualquier caso, el acto de cancelación es público y performativo y, como tal, no se restringe al ámbito de lo privado e interno, sino que la acción debe ser comunicada: como castigo simbólico por sus acciones, se le quita explícitamente el apoyo y la atención a determinada figura pública.

En la base de este fenómeno se encuentra una demanda personalizada de accountability, concepto que en la ciencia política anglosajona designa la capacidad de las personas y las instituciones para dar respuesta a las demandas que se presentan. En este contexto, lo que se espera de las figuras es que sus opiniones y conductas estén alineadas con una serie de principios ético-políticos sostenidos por su público, quien en definitiva constituye el origen de sus ingresos. En una época en la que las personas públicas se han convertido en marcas de sí mismas, cancelar a alguien famoso en última instancia implica no contribuir más a su negocio. El castigo simbólico puede devenir material, aunque no necesariamente.

Esto se da incluso en el caso de escritores y artistas —otrora distinguibles del star system del cholulismo— en tanto, como sostiene Paula Sibilia en La intimidad como espectáculo, hoy día el artista vale más por lo que es que por lo que hace (su obra). En la actualidad es moneda corriente que las personalidades del arte, las letras y la cultura habiten las redes autopromocionándose, mostrando su día a día, subiendo fan art, entre otras acciones que contribuyen al engrosamiento de su personalidad artística ante un público que consume contenido a modo de fan e incluso de stan. Además, las redes sociales generan una cercanía mayor del artista con su público, habilitando una interacción cotidiana que previamente no existía. Dentro de este contexto no es raro que, ante una actitud, opinión o conducta que resulte hostil para sus seguidores, pueda darse una cancelación. No sólo no es raro, sino que más bien parece inevitable pues: ¿quién podría satisfacer todas las expectativas de una audiencia variada a quien no conoce en su singularidad? Nadie puede ser “todo lo que está bien”.

La práctica de la cancelación, entonces, toma su forma en un espacio en particular (las redes sociales), en un momento puntual (capitalismo financiero globalizado) y por causa de relaciones específicas generadas entre las personas famosas y sus seguidores. Todo esto en medio del auge de un mercado cultural y de entretenimiento on demand basado en la conformación de comunidades de consumo. De hecho, se ha señalado con frecuencia que el mismo verbo utilizado para nominar esta práctica, “cancelar”, está intrínsecamente ligado a la cultura consumista. Hoy día es usual que en las redes sociales se aliente el “consumo responsable”, es decir, prácticas de consumo alineadas con ciertos valores (productos cruelty free, reciclables, etc). Eso incluye a las personas públicas como una mercancía más.

Ya sea que nos parezca una práctica buena o mala, justa o injusta, lo cierto es que una vez que la definimos vemos que su alcance es limitado y no engloba otras acciones que suelen incluirse bajo el paraguas de la cancelación, por ejemplo el doxxing, la intimidación o el acoso virtual. La cancelación presupone la existencia en un tiempo uno (T1) de un apoyo a una figura que, a causa de una eventualidad desafortunada se retira explícitamente en un tiempo dos (T2) por razones de accountability. O, en términos mercantiles, implica abandonar el consumo de una figura por razones ético-políticas. Es importante tener esto en cuenta, ya que la cancelación y el avergonzamiento público suelen tomarse como sinónimos, aunque no van necesariamente de la mano. Muchas veces la cancelación se vuelve masiva y acarrea una buena cuota de avergonzamiento público, pero no siempre que hay avergonzamiento público se está efectuando una cancelación.

pánico moral

Habiendo definido con la mayor precisión posible la acción de “cancelar”, cabe preguntarnos si acaso existe una “cultura de la cancelación”. El primer obstáculo que arrastramos de la sección previa es que, usualmente, se llama “cancelación” a cualquier tipo de reacción pública contra algo o alguien. Así, se dice que son canceladas no sólo figuras públicas sino también obras del pasado, películas, series, programas de televisión, estilos de humor, etc. Toda esta variedad de reacciones no satisfacen nuestra definición, aunque se sostiene que forman parte de una supuesta cultura de la cancelación. Esta cultura se manifestaría más allá de que no exista un movimiento dirigido con objetivos claros y acciones coordinadas de cancelación bajo una serie de principios rectores. De hecho, existen cancelaciones por derecha y por izquierda, entre progresistas y entre conservadores. La acción en sí misma no detenta una ideología en particular, se presenta de modos dispersos, ambiguos y muchas veces hasta torpes.

Al no existir una entidad concreta a la que denunciar por su actividad cancelatoria, se suele hablar de la cultura de la cancelación como un clima, una atmósfera de presunta peligrosidad y latente censura, en donde es necesario cuidar lo que decimos y lo que hacemos para que no nos caiga la guillotina popular de la cancelación encima. Pero, ¿quiénes enuncian estos temores? Si bien la práctica de la cancelación ha sido analizada y criticada tanto por intelectuales de izquierda como de derecha —y todo lo que se encuentra en el medio—, no obstante, la “cultura de la cancelación” es un sintagma generalizado en los discursos de aquellas personas y grupos que se oponen a los movimientos de justicia social en general, o a algunos en particular. Desde esas perspectivas, se personifica a esta cultura como una turba iracunda que persigue moralmente a las personas para coartar su libertad de pensamiento y expresión e imponer una única moral posible: la progresista —un sintagma que también sabe soportar una polifonía semántica ensordecedora.

Si bien la práctica de la cancelación es un fenómeno particular que merece ser analizado críticamente en todos sus claroscuros, la construcción y el establecimiento por parte del ala más reaccionaria de la política cultural de un objeto de debate tan difuso como lo es la “cultura de la cancelación”, nos llevó a meternos en un cul-de-sac perverso: ¿estamos a favor de la libertad de expresión o de la censura? Las demandas de libertad de expresión han sido siempre parte de la lucha progresista. Que no nos persigan por nuestra identidad, ideas políticas u opiniones es un requisito fundamental de toda sociedad que se pretenda igualitarista y justa. Esta pregunta parece obvia de responder, si no fuera porque no es más que un recurso retórico del conservadurismo cultural para que el debate sobre la cancelación se dé exclusivamente en términos de “censura vs. libertad”.

Ante esta trampa —en la que han caído figuras liberales como Barack Obama, e intelectuales de izquierda como Noam Chomsky— lo más inteligente es volver sobre nuestros pasos y recordar que no tenemos que aceptar la existencia de la cultura de la cancelación, ya que no es evidente que algo así exista más allá que bajo la forma del pánico moral. La filósofa Macarena Marey, en esta dirección sostiene que la cultura de la cancelación es un “atajo discursivo que les sirve a quienes usan el giro para continuar beneficiándose con la vigencia y el refuerzo de diferentes sistemas de dominación y desigualdad cuando estos son puestos en cuestión por el ejercicio de la crítica”. Recordemos que, frecuentemente, lo que se llama cultura de la cancelación contiene dentro de sí un sinnúmero de acciones que no necesariamente refieren al acto de cancelar en sí mismo, tal y como lo definimos más arriba. Y allí no solo se incluyen acciones perniciosas y condenables como el acoso virtual o el doxxing. Muchas veces la denuncia, el ejercicio de la crítica y el disentimiento abierto —elementos claves en una cultura democrática— son igualmente catalogados de “cancelación”. Es decir, no parece existir un criterio honesto a la hora de clarificar de qué se trata en concreto esta atmósfera densa que agobia al pensamiento.

loop emocional

Si le seguimos el juego retórico al conservadurismo, diríamos que la cultura de la cancelación es una atmósfera generada por los activistas de la justicia social (feministas, transactivistas, antirracistas, etc.) que busca achicar las posibilidades de lo decible y debatible para imponer una moral propia a punta de bardeos en twitter. Usualmente se la compara con la inquisición y la caza de brujas entre otros ejemplos históricos, sin reparar en el hecho de que los activistas en redes no detentan el poder de una institución como el Estado o la Iglesia. De este modo, se banaliza la persecución ideológica institucional poniéndola al mismo nivel que una serie de tuits enojados en medio de un debate cultural.

Teniendo en cuenta que no existe un movimiento concertado por los activistas progresistas para cancelar todo lo que no les gusta, y que el único poder que parecen tener los individuos en redes a través del ejercicio de la cancelación es el de expresar qué quieren consumir y qué no (algo bastante triste), la amenaza de un clima de censura se desvanece en el aire para convertirse en un lamento ante cierta aparente democratización del uso de la palabra pública. Las redes sociales, sin dudas, han permitido que muchas voces que antes no eran oídas ahora accedan a una plataform. Y, además, han puesto a las voces que sí tenían peso al mismo nivel que todas las otras. Naturalmente eso abre el juego a un debate cultural más amplio y en donde no son los mismos privilegiados de siempre los únicos que pueden imponer sus puntos de vista y sus valores.

No obstante, la desigualdad estructural sigue siendo el fermento de nuestra sociabilidad diaria, y por más que parezca que todas las personas, ahora, tenemos la misma posibilidad de participar en el discurso público, esto no es tan así. En principio y en un marco de ascenso de las ultraderechas, es visible la dificultad para expresarse libremente que tienen las personas de izquierda, progresistas o pertenecientes a grupos hostigados por los agentes conservadores que hicieron de las redes su espacio de la “batalla cultural”. Estos casos de ataques virtuales, aún cuando son evidentes sus efectos de coacción, no suelen considerarse en las preocupaciones por las “tácticas de silenciamiento” que parecerían privativas de la “corrección política”.

En lo que respecta a la “cancelación”, sus acciones raramente tienen consecuencias reales para aquellas personas canceladas cuando se trata de personalidades reconocidas. Desafortunadamente solo trascienden algunos pocos ejemplos de consecuencias reales en gente común que fue infamemente célebre en redes por alguna torpeza que se hizo viral, algo que tiene que ver más con la dinámica perversa de las interacciones que privilegian las mismas redes sociales, que con alguna supuesta cultura de la cancelación progresista que busca dejar a la gente sin trabajo o aislarla de la sociedad —Jon Ronson analizó el problema del avergonzamiento público en redes con mucha destreza en su libro Humillación en las redes.

En concreto, la gente que emprende una cancelación no se beneficia en nada con sus acciones. Las primeras beneficiarias son las propias redes sociales, que logran mantenernos atrapadas en sus plataformas a través del círculo de la reacción emocional constante: o cancelo o soy cancelada, o estoy a favor de la cancelación o estoy en contra, pero en cualquier caso me manifiesto e interactúo. No sería osado sostener, entonces, que de existir algo así como una cultura de la cancelación sería una dinámica fomentada por las propias redes sociales en vistas a satisfacer sus intereses económicos. Pero las redes y sus dueños no son los únicos que se benefician. En última instancia, los beneficiarios últimos del fantasma de la cancelación son los propios sujetos y grupos que denuncian su asedio. A través del recurso de la victimización —que denostan, paradójicamente, en el caso del progresismo—, la persona cancelada adquiere un estatus de incorrección política, de agente provocador, de librepensador o cualquier otra figura que le termina redituando en favor de su propio mercado. Esto es especialmente enriquecedor para artistas, escritores e intelectuales, quienes pueden construirse un aura de perseguidos culturales aunque, de hecho, ningún poder real los esté persiguiendo.

canción de hollywood

En los intentos más sofisticados de crítica a la “cancelación” no es raro que se mencione a Michel Foucault. Se diagnostica la “era de Vigilar y castigar” al extremo, el disciplinamiento de la palabra en tanto silencio autoimpuesto, la asfixia de un poder ubicuo que se cuela en todas nuestras interacciones. Además de la ligereza con la que se esgrimen las ideas foucaultianas, los convencidos de que vivimos en una era sin precedentes de prohibición y cercenamiento no parecen recordar los planteos del autor en torno al problema del poder, el saber y las palabras. En su célebre lección El orden del discurso, de 1970, Foucault caracteriza uno de los procedimientos de exclusión: un sujeto no tiene el derecho a decirlo todo. Más que en otros, la sexualidad y la política son dos territorios en los que esas prohibiciones recaen sobre el discurso, revelando su vinculación con el deseo y con el poder. No habría, entonces, ninguna “novedad” en el “silenciamiento” de la cultura de la cancelación.

Pero, además, el filósofo francés es bien conocido por otro movimiento reflexivo que lo aleja de la preocupación exacerbada por la palabra prohibida: la voluntad de verdad, dice Foucault, gana terreno ante la necesidad de prohibir y censurar discursos. Dicha voluntad de verdad es la forma que tiene el saber de ponerse en práctica en una sociedad; cómo se valora, distribuye y atribuye. Ante ella, el mecanismo de la censura como procedimiento de exclusión se vuelve cada vez más frágil y se refuerza la exclusión que es consustancial a nuestra voluntad de saber. Años después, en su primer tomo de la Historia de la sexualidad será más claro en formulaciones destinadas a la celebridad: el poder produce más que prohíbe, habilita más que reprime. Más allá de las objeciones a partir de casos específicos que se puedan esgrimir, estas afirmaciones apuntalan nuestros criterios anteriores: la cultura de la cancelación, antes que silenciar, provoca que todo el mundo hable.

Los algoritmos y los discursos se mueven y somos incitados a intervenir en un estridente torbellino de acusaciones cruzadas; la vieja práctica de la polémica con sus altisonancias se amplifica y todos están invitados a participar. En esta línea, además de las figuras políticas, no es raro que los protagonistas de muchos casos de supuesta “cancelación” provengan del pensamiento y de la literatura. El pensador y el escritor están cortejados por figuraciones extremadamente seductoras debido a su intensidad: desde Sócrates obligado a tomar la cicuta hasta el marqués de Sade maldecido y encerrado, sin contar la cantidad de intelectuales, poetas y narradores perseguidos, apresados o simplemente ignorados por ir a contrapelo. Una galería de “genios locos”, “raros”, “malditos” e “idiotas” puebla el panteón del artista incomprendido.

¿Estamos, verdaderamente, en sus épocas? ¿En tiempos de declive de las grandes instituciones de censura, hay algo que efectivamente no quede sin ser dicho? Se nos explicará que no toda censura es la cárcel o el destierro, y que episodios como perder un contrato de publicación constituyen persecución. Pero, ¿eso no nos llevaría a pensar más bien en las condiciones de producción de escritores y pensadores en un mercado inmerso en las dinámicas de redes sociales que caracterizamos antes? En este sentido, quizás el inmediatismo entre escritor y audiencia parece tener sólo al mercado periodístico y editorial como juez, y sus reglas no necesariamente se rigen por sofisticaciones del estilo “la muerte del autor” de Barthes como para poder salvaguardar las obras de la mera lógica fandom/hater.

Sin embargo, no son pocos los casos que parecen “aprovechar” la situación e instrumentalizar las mareas “canceladoras”. Actualmente, varias figuras incurren en la repetida y sonante queja por el silenciamiento desde grandes medios y plataformas; subrayada la asfixia del entorno, se resalta también la valentía, el espíritu libertario e inconformista de los heraldos de las verdades incómodas. Emerge así, impensable quizás para el siglo XX, la paradoja del incorrecto legitimado, del maldito consagrado. Ariana Harwicz, una de las voces argentinas más insidiosas en contra de la “dictadura de la corrección política”, es la autora de una obra que llegará a la meca del reconocimiento cultural en Occidente, Hollywood, de la mano de nada más y nada menos que del productor Martin Scorsese, con la actuación de una joven estrella politizada y woke, Jennifer Lawrence.

Quizás, los tiempos de la tarea del escritor como un inequívoco juego peligroso para todo orden social ya no sean tan evidentes.

Fuente de la información e imagen:  https://revistacrisis.com.ar

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Orientar a las familias de jóvenes en riesgo de abandono: “Deben ser parte de la solución, no del problema”

Por: Sandra Vicente

La Diputación de Barcelona ha celebrado la octava sesión del Seminario de Nuevas Oportunidades Educativas, destinada a asumir la relación con familias de jóvenes que han abandonado los estudios prematuramente

“Un hijo es una pregunta que le hacemos al destino”. Con esta cita del escritor José María Perman, recuperada por Carme Martínez-Roca, fundadora de la Asociación Fem Pedagogia, ha iniciado el octavo Seminario de Nuevas Oportunidades Educativas, organizado por la Diputación de Barcelona y que ha llevado por título ‘Orientar a las familias en el acompañamiento de jóvenes en riesgo de abandono escolar prematuro’.

En este encuentro se ha puesto el foco en el papel de las familias de jóvenes que, por distintos motivos, tienen problemas a la hora de afrontar sus itinerarios educativos y de inserción laboral. Tal y como lo ha definido Carme Martínez, el seminario ha sido un “recetario de buenas prácticas” tanto para las familias como por los diferentes servicios que las acompañan. La idea que ha planeado a lo largo de toda la sesión ha versado sobre la importancia de la comunicación y el trabajo en red, que debe ayudar a enfocar el acompañamiento.

La base de esta tarea es conocer y entender cuál es el contexto familiar del joven en riesgo de abandono. “Hablamos de situaciones muy complejas, en las que a menudo las familias tienen mil cosas en la cabeza y el espacio mental totalmente ocupado”, ha asegurado Martínez. Cuestiones materiales de supervivencia como la crisis económica, la crisis de roles o los cambios sociales y laborales pueden ser grandes preocupaciones por un núcleo familiar que no acaba de saber cómo afrontar la situación educativa de sus niños.

Por eso es importante establecer vínculos con las familias; vínculos basados en el reconocimiento de su capacidad de resiliencia. “Debemos hacerles entender su fortaleza”, ha expuesto Carme Martínez, quien ha añadido que esta es una tarea que debe hacerse en conjunto entre todos los agentes que, desde el territorio, trabajan con la misma familia. Porque la orientación educativa no es sólo una tarea de escuelas o centros educativos.

Una familia en riesgo de exclusión social puede ser usuaria de un gran número de referentes, lo que puede llegar a estresar y hacerles perder el hilo de los cuidados. “Hay una sobrecarga de referentes y es normal que haya algunos aspectos que se desatiendan”, ha expuesto Eli Sánchez, orientadora del servicio Som U de la Unidad de Escolarización Compartida (UEC) de Mataró. En esta línea, con Sònia Latorre, directora de la UEC, ha coincidido en la necesidad de una buena comunicación entre todos los referentes y que todos tengan presentes las necesidades que puede afrontar la familia, para realizar un correcto acompañamiento y derivación.

De otro modo, se corre el riesgo de que existan aspectos que no se traten. Ésta es una de las preocupaciones de los profesionales de la Escuela de Nuevas Oportunidades Educativas (ENOE) de Terrassa. Meritxell Garrigós, coordinadora del servicio, se lamenta de que hay muchos entes municipales que aún no los conocen lo suficiente como para recomendarlos y, por tanto, hay muchos jóvenes que pierden una oportunidad de orientación.

La importancia del efecto Pigmalión

Otro de los puntos clave, según las expertas que han participado en el seminario es hacer partícipes tanto a la familia como al joven de su proceso de orientación. La comunicación continuada y asegurarse de que entienden el servicio es importante para garantizar el éxito del proceso. Sobre todo teniendo presente que, en lo referente a los itinerarios educativos, hay muchas creencias que no se ajustan a la realidad. “Somos servicios que, en ocasiones, no se entienden. Muchas familias vienen buscando el título de la ESO, entendiendo que es imprescindible porque las únicas salidas válidas son el bachillerato o los ciclos formativos”, apunta Garrigós.

Desde el servicio Som U también insisten en que hay muchas salidas, más allá de estos itinerarios. Su labor se basa en acompañar durante mínimo tres años a los jóvenes que han estado en una UEC (la hayan completada o no) y asegurarse de que encuentran el camino que más se sienta a ellos. Su experiencia les hace recalcar la necesidad que tienen muchos jóvenes de detenerse y, antes de continuar un itinerario formativo, trabajar algunas competencias básicas. “A menudo tenemos chicos con problemas conductuales, falta de puntualidad o responsabilidad, que deben trabajarse antes de encarar nada más”, explica Sonia Latorre, directora de la UEC de Mataró.

Hablamos de jóvenes, tal y como recordaron las participantes en el Seminario, que requieren de itinerarios y atención muy personalizada, capaz de afrontar los problemas y carencias particulares de cada uno. Este enfoque es importante, sobre todo, porque estos y estas jóvenes y sus familias a menudo “vienen quemados de su experiencia en la secundaria, de donde sólo reciben ímputs negativos. Debemos esforzarnos en ampliar la comunicación y transmitir cosas positivas, cambios de conducta que, aunque nos parezcan pequeños, ayudan a las familias a entender qué hace su hijo o hija”, explica Marta Solano, educadora social de la ENOE.

Una mejora en la puntualidad, una buena nota en un examen o una actitud participativa son buenas noticias que deben transmitirse y que pueden ayudar a mejorar el vínculo entre las familias y los servicios. “Cuando se cuenta con la familia, ésta entiende el proceso de orientación por el que está pasando su hijo. Y, si lo entienden, se convertirán en un agente más”, apunta Sánchez, quien recuerda la importancia del efecto Pigmalión, que se refiere a la potencial influencia que ejerce un actor sobre otro.

Confiar en las familias las convierte en un actor activo y, por tanto, no serán dependientes de los servicios de los que son usuarias. Esto es importante porque, según recuerda Carme Martínez Roca, uno de los objetivos de la orientación es conseguir que las familias sean autónomas en el acompañamiento. “De esta manera, entenderán y respetarán los tiempos de sus niños, partiendo de la base de que las segundas oportunidades son necesarias para todos”.

Asumir que la ESO no es el camino ideal para todos, que cada uno va a su ritmo y que hay quien necesita parar y reorientar sus decisiones es clave para su orientación. Por eso mismo, quien acompaña debe ajustar las expectativas hacia los jóvenes, lo que genera unos vínculos más fuertes y sinceros. “A veces cuesta, porque esperar y tomar caminos que escapan de lo normativo retrasa los resultados. Pero nada está bien hecho que no quede presente. Aunque no lo vemos, estamos labrando”, explica Carme Martínez.

El Seminario ha puesto de manifiesto que la orientación educativa es una tarea compleja pero necesaria. Y, tal y como han puesto de manifiesto tanto Josep Monràs, presidente del Área de Educación, Deportes y Juventud, como Javier Silva, diputado delegado de Juventud de la Diputación de Barcelona, es “un reto imprescindible que todavía no ha conseguido ‘escalera necesaria’. Ambos han alabado la labor de los municipios, en tanto que actores de proximidad, a la hora de conseguir que las familias “sean parte de la solución y no del problema”, asegurando que, como suele ser, el trabajo en red es imprescindible para afrontar retos complejos.

Fuente de la información e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com

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Venezuela: Entre 2018 y 2021 dejaron las aulas 1,21 millones de estudiantes de educación básica, según estudio de la Ucab

Efecto Cocuyo 

Al menos 1,21 millones de estudiantes abandonaron el sistema de educación básica en Venezuela entre 2018 y 2021, según la investigación que presentó este martes la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), que realizó la Encuesta Nacional de Establecimientos Educativos.

Esta investigación calcula que el número de estudiantes matriculados en la educación básica pasó de 7,70 millones, hace tres años a 6,49 millones en la actualidad, lo que implica una disminución porcentual de 15,7%.

La Ucab, en cooperación con las organizaciones Anova Policy Research y Devtech Systems, realizó la Encuesta Nacional de Establecimientos Educativos (ENEED 2021) que arrojó una radiografía, con datos actualizados, sobre la matrícula escolar, la plantilla docente y acceso a servicios básicos en la educación pública del país.

Para este estudio fueron consultados 399 centros de educación básica con el propósito de “producir una caracterización de la situación de la educación en Venezuela, con un enfoque en la educación básica”.

Así, se calculó que la matrícula escolar en Venezuela es de 6,49 millones de estudiantes: la mayoría de los estudiantes inscritos (67,1%) se ubican en la educación primaria, 13,7% en bachillerato, 17,7% en la inicial y el restante (1,6%) en la media técnica.

Se estima que el número de estudiantes que pudo haber emigrado en los últimos tres años es de 530 mil (43,7%) y que la posible pérdida estudiantil por desincentivo o deserción es de 682 mil (56,3%), lo que arroja el dato de la deserción escolar en 1,21 millones de estudiantes.

Deserción ligada a la crisis humanitaria

Además, los resultados de la encuesta indican que la inasistencia escolar en Venezuela está fuertemente vinculada a los factores socioeconómicos que caracterizan la emergencia humanitaria compleja que sufre el país: la falta de comida en el hogar (45,6%), la imposibilidad de costear los implementos educativos (30,2%), la falta de servicios básicos (24,5%) y el tener que trabajar (24,3%), figuran como las tres primeras razones en orden de importancia, según la investigación.

La proyección nacional de este estudio estima que el número total de profesores de educación inicial, básica y media es de aproximadamente unos 502.600 en todo el país en unas 25.560 escuelas en el territorio nacional.

Así, basados en el universo de estudiantes matriculados, los investigadores calcularon algunos indicadores básicos que permiten, de manera general, «escalar la oferta de unidades prioritarias de infraestructura y de personal docente respecto a la demanda estudiantil»:

  • En Venezuela hay 254 alumnos por colegio.
  • Hay 26 alumnos por aula.
  • Hay 58 alumnos por baño.
  • Además, hay 13 alumnos por profesor. La ratio de alumnos por profesor aumentó en 8,3% dada la reducción más aguda de la matrícula de profesores que la de alumnos. Hace tres años había 12 alumnos por profesor.

Más de 98.000 docentes abandonaron el sistema

La proyección nacional de este estudio estima que el número total de profesores activos de educación inicial, básica y media decayó 24,9% entre 2018 y 2021, debido a que la cifra pasó de 669 mil a un poco más de 502 mil a nivel nacional.

En consecuencia, se estima que la deserción docente ha sido de unos 98.300 profesionales de la educación, aproximadamente, en tres años. De estos, 68 mil (40.9%) han emigrado del país.

Según el diagnóstico de personal docente, del total nacional de profesores de educación básica y media, 71,1% son docentes integrales y 28,9% especializados. De la misma manera, según su nivel de dedicación laboral 87,5% son titulares, 10,7% interinos y el restante (1,8%) voluntarios.

Infraestructura y acceso a servicios básicos

La mayoría de las escuelas muestra carencias importantes en los servicios básicos. Se observó la carencia aguda de agua (56,6%), electricidad (69,9%), e internet (85,7%).

Igualmente, las escuelas presentan importantes carencias en su infraestructura, principalmente la ausencia de servicios de salud (93%), bibliotecas (48%) y canchas deportivas (43%), entre otros.

Cuando se le preguntó a los encuestados sobre la frecuencia con la que ocurren hechos que entran en el marco de lo ilegal y que incrementan la inseguridad en los alrededores de la institución, respondieron que los hurtos, robos y el tráfico de drogas son los que más se repiten.

En cuanto al acceso al transporte público, la mayoría de los estudiantes del país (83%) se traslada hacia sus escuelas «a pie», mientras que 10 % utiliza el transporte público y solo 2 % va en el vehículo familiar. Menos del 2% de las instituciones ofrecen servicio de transporte para estudiantes y menos del 1% ofrece dicho servicio para los docentes.

Aunque 46,1% de los colegios se encuentran entre 0-100 metros de distancia de alguna parada de transporte público, el promedio nacional de distancia de la parada de transporte público más cercana a las escuelas es de 659 metros.

Alimentación y vulnerabilidad alimentaria

Respecto a la alimentación el 48,8% de los estudiantes dijo comer menos de 3 veces al día y se estima que 56,9% se encuentra en situación de vulnerabilidad alimentaria. Igualmente, cerca del 50% de los docentes reportó haber perdido entre 6 y 15 kilogramos de peso en los últimos dos años. Mientras que 85,7% de los profesores dijo no contar con seguro médico.

Aunque 90,2% de los colegios encuestado afirma formar parte del Programa de Alimentación Escolar (PAE), 83,6% califica de manera regular/negativa su funcionamiento. Solo 16% lo califica positivamente. La falta de suministros alimenticios y la falta de implementos de cocina fueron las razones más importantes de esta calificación.

Además, 32,27% de los colegios dijo que recibe el servicio del PAE todos los días de clases y 36,67% varias veces a la semana.

Incidencia de casos de covid-19 entre la población educativa

Según reportaron las autoridades de las instituciones, hay una mayor cantidad de planteles que reportan casos confirmados de contagio de COVID-19 entre alguno de sus profesores, que las que reportan tener casos confirmados entre alguno de sus alumnos.

Se proyectan un total de 32.674 casos confirmados entre profesores y 23.375 entre alumnos.

Entre 2018 y 2021 dejaron las aulas 1,21 millones de estudiantes de educación básica, según estudio de la Ucab

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Los que se fueron de la escuela (Parte II)

Por: María Eugenia De la Chaussée Acuña / Itzel López Nájera

Universidad Iberoamericana Puebla

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.

Abandono y pobreza

Según los datos históricos siguientes (ver Gráfica 2), en promedio, entre 2012 y 2019, 14.6% de los estudiantes de educación media superior, 7.5% de los de educación superior, 4.8% de los de secundaria y 0.7% de los de primaria abandonaron la escuela. Estos datos nos muestran que históricamente han abandonado más la escuela los alumnos de educación media superior, después los de educación superior y menos los de secundaria y primaria.

Gráfica 2

Fuente: Elaboración propia con datos de la SEP (www.planeación.sep.gob.mx/principalescifras/)

Los efectos de la pandemia por la Covid-19 representan nuevos retos para la educación en México. Sin embargo, buena parte del abandono escolar se debe al desempleo de los padres o a la falta de dinero o de recursos de las familias, lo cual nos debe llevar a preguntarnos qué ha pasado con el desempleo y, en el fondo, con la pobreza en México. Si no se atienden ambos aspectos, difícilmente se podrá mejorar la educación.

La pobreza está arraigada históricamente en la sociedad mexicana, y diversos autores como Moreno-Brid y Ros, (2009) Puyana y Romero, (2009), Boltvinik y Damián (2016), entre otros, la han abordado en su complejidad. Además de bajo ingreso y consumo, trae consigo analfabetismo, desnutrición y mala salud.

Para el Banco Mundial, los pobres son las personas que viven con menos de dos dólares al día, mientras que los que viven en pobreza extrema se mantienen con menos de 1.25 dólares.

A nivel mundial, en los años 80 comenzó a desarrollarse el concepto de pobreza multidimensional, tomando en cuenta no sólo la falta de recursos monetarios y materiales, sino también las carencias en educación, seguridad y libertad (Ortiz y Ríos, 2013).

Para el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, 2010), la pobreza multidimensional implica que una persona se encuentra en dicha condición cuando no tiene garantizado el ejercicio de al menos uno de sus derechos para el desarrollo social, y si sus ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades.

Desde 2008, en México, con base en la información proporcionada por el INEGI, el Coneval publica cada dos años información sobre la medición multidimensional de la pobreza. Según Forbes (2021), los datos de Coneval correspondientes a 2020 estarán disponibles en agosto de 2021, aunque han hecho públicas algunas estimaciones. Para la medición, Coneval utiliza nueve indicadores: Ingreso, Rezago educativo, Acceso a los servicios de salud, Acceso a la seguridad social, Acceso a la alimentación, Calidad y espacios de la vivienda, Acceso a los servicios básicos en la vivienda, Grado de cohesión social y Grado de accesibilidad a carretera pavimentada.

Como puede observarse en la gráfica 3, en México, el número de personas en situación de pobreza pasó de 49.4 millones en 2008 a 70.9 en 2020, es decir, en 12 años se incrementó en 21.5 millones de personas.

Gráfica 3

Fuente: Elaboración propia con base en indicadores del Banco Mundial, de Coneval (de 2008 a 2018) y Forbes (2021).

Los datos anteriores implican que el porcentaje de la población en situación de pobreza pasó de 44.6% a 56.3% entre 2008 y 2020 (Gráfica 4).

Gráfica 4

  Fuente: Elaboración propia con base en los datos de la Gráfica 3.

El reto mayor sigue siendo el sureste del país, donde se encuentran las entidades federativas con mayor porcentaje de población en situación de pobreza en la década 2008-2018: Chiapas (77.0% a 76.4%), Guerrero (68.4% a 66.5%), Oaxaca (61.8% a 66.4%), Veracruz (51.2% a 61.8%) y Puebla (64.6% a 58.9%) (Coneval, 2018).

Si bien es cierto que el gasto en programas sociales y combate a la pobreza se ha venido incrementando en las últimas décadas, esto no ha logrado revertir en gran medida la pobreza que afecta a México, pues en algunos periodos disminuyó, pero en los últimos años ha vuelto a aumentar. El modelo económico vigente no ha logrado corregir el problema de la pobreza, la desigualdad económica y, por lo tanto, la educación.

Articulando

De acuerdo con el comportamiento histórico expuesto, el estudiantado de nivel medio superior fue el que más abandonó sus estudios en el ciclo escolar 2019-2020, agravándose en este ciclo la situación de abandono por motivos de pandemia, lo que significa, para este nivel, 35.9%. Aunado a este abandono, se encuentran las cifras para el resto de niveles, donde los de preescolar representan un alto porcentaje, con 94.7% y la primaria con un también alto número de 73.2%.

Como se mencionó, entre los motivos más reportados en Ecovid, tanto los directamente relacionados con la pandemia como otros indicados, muestran variables de carácter económico. Esta dimensión es significativa si tomamos en cuenta que las cifras de pobreza aumentaron también para este periodo, pasando de 41.6% de la población en situación de pobreza en 2018, a 56.3% en 2020. Pobreza y abandono son dos variables que parecen presentar una relación importante a primera vista en este contexto, y esta mirada panorámica que presentamos parece arrojar que las cifras por venir no resultarán del todo satisfactorias en términos de lo que significará para el rezago en el sistema educativo nacional.

Referencias

Boltvinik, J., y Damián A. (2016). Pobreza creciente y estructuras sociales cada

 vez más desiguales en México. Una visión integrada y crítica. Acta

Sociológica, 70(mayo-agosto), 271-296.

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (2019). Diez 

años de medición de pobreza en México, avances y retos en política social,

Cd. de México: Coneval.

 Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2021). Encuesta para la Medición

del Impacto Covid-19 en la Educación (ECOVID-ED) 2020, Cd. de

México: INEGI.

Forbes (2021). 9.8 millones de nuevos pobres en México por pandemia. México: Coneval. https://www.forbes.com.mx/noticias-mexico-9-millones-pobreza-pandemia-coneval/#:~:text=El%20Coneval%2C%20organismo%20p%C3%BAblico%20que,el%2056.7%25%20de%20la%20poblaci%C3%B3n

Moreno-Brid, Juan C. y Ros, Jaime (2009), Development and Growth in the 

Mexican Economy: A Historical Perspective, New York: Oxford

Press.

Ortiz Galindo, J., y Ríos Bolívar, H. (2013). La Pobreza en México, un

análisis con enfoque multidimensional, Análisis Económico, XXVIII(69, septiembre-diciembre), 189-218.

Puyana, A., y Romero J. (2009). De la crisis de la deuda al estancamiento

 económico, México:  El Colegio de México.

Redacción (2021). La SEP inaugura el ciclo escolar 2021, 30 millones de estudiantes inician clases en casa, El Economista, 24 de agosto. https://www.eleconomista.com.mx/politica/SEP-inaugura-ciclo-escolar-2020-2021-arrancan-clases-a-distancia-20200824-0018.html

Fuente: http://www.educacionfutura.org/los-que-se-fueron-de-la-escuela-parte-ii/

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La ruralidad abandonada

Por: lahora.com.ec

Finaliza otro año y las necesidades de las zonas rurales continúan sin soluciones viables. Abundan las propuestas de campaña sobre reactivar el campo, potenciar la agricultura y llevar inversión y tecnología al sector.

No es coincidencia, pues cerca del 23,5% de los votantes habitan en parroquias rurales, concentrados en Pichincha y Azuay, en la Sierra, y en Manabí y Guayas, en la Costa. Sin embargo, las condiciones de vida son extremadamente desiguales, al igual que el acceso a servicios básicos, salud, educación y tecnología. Ya a finales de 2019, la pobreza en el campo alcanzaba al 44% de su población.

La inversión en el campo es esporádica y desorganizada, no existe un plan integral hacia el desarrollo. La brecha de acceso a educación y salud avanza en conocimientos y bienestar a las poblaciones urbanas, dejando atrás a las nuevas generaciones del campo.

Las necesidades son variadas y urgentes, y abarcan desde riego y acceso al agua tanto para el consumo humano en Esmeraldas, como para la agricultura en Santa Elena. Con ciertas excepciones como el sector cacaotero, el pequeño y mediano agricultor, ganadero o pescador sobrevive a merced del clima, las plagas, la violencia, y los intermediarios que con frecuencia pagan por debajo del costo de producción.

La falta de recursos es una excusa trillada que evita tener que buscar soluciones sustentables, que mejoren las cadenas de producción, y abastezcan al mercado local al tiempo de agregar valor a las exportaciones.

El país no puede progresar dejando atrás a la ruralidad, y no podrá gozar de los frutos del anhelado potencial agroindustrial del Ecuador si es que no prioriza el bienestar de sus habitantes.

No había por qué avergonzarse de las lágrimas, porque son testigo de su gran coraje, el coraje de sufrir.” Viktor Frankl (1905-1997) Neurólogo y filósofo austríaco.

Todos los seres humanos merecen igual tratamiento, sin importar su identidad sexual o género.” Andreja Pejic (1991- ) Modelo transgénero australiana.

Fuente: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102336476/la-ruralidad-abandonada

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Ecuador: ¿Unasur, un edificio destinado al olvido?

América del Sur/Ecuador/21-08-2020/Autor(a) y Fuente: lahora.com.ec

Grupos indígenas, que aspiraban a tener un gran edificio para instalar una universidad sobre su realidad, han expresado su disconformidad por el reciente anuncio del Gobierno de ubicar el Museo Nacional en la sede de la agónica Unasur, en el extremo norte de Quito.

Lo paradójico es que sectores vinculados a la cultura y patrimonio tampoco están de acuerdo con la nueva perspectiva del Gobierno, ya que el Museo Nacional (MuNa) ya tiene una sede central y adecuada recientemente tras una fuerte inversión.

«El MuNa no está en emergencia y fue inaugurado hace dos años por el presidente (Lenín Moreno), luego de haber invertido un millón y medio de dólares», aseguró Guillermo Bustos, miembro de la Coalición por la Defensa del Patrimonio, para quien es «un absurdo» la idea de trasladar el patrimonio a Unasur.

El grupo conformado por profesores, estudiantes, bibliotecarios e investigadores propone que la reserva patrimonial se ubique junto al museo en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en el centro-norte de Quito, donde actualmente atiende al público el MuNa.

Colecciones bibliográficas y fondos documentales han propuesto que las piezas del patrimonio cultural del país sean ubicadas en un gran recinto que tiene la Fiscalía en el centro-norte de la ciudad y no al norte de Quito, porque «son registros de consulta diaria» y el edificio de la Unasur está en un lugar alejado con «carencias de transporte público».

‘Venganza’

La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) sospecha que ese giro obedece a una especie de venganza del Gobierno de Lenín Moreno por las duras protestas del colectivo en octubre de 2019, con las que logró frenar unas impopulares medidas económicas.

El destino del imponente edificio de la Unasur, desocupado desde mayo de 2019, genera controversias desde que Ecuador, Colombia, Argentina, Paraguay, Brasil, Chile y Perú abandonaran el foro integrado tras la llegada de Gobiernos en esos países de gobernantes de derechas u opuestos al intento integrador de izquierdas que supuso en su momento su creación.

En julio de 2018, el presidente, Lenín Moreno, anunció que el edificio sería destinado para un centro de estudios superiores indígenas, pero el pasado 9 reorientó su decisión para, según dijo, «darle un lugar propio al Museo Nacional, en un edificio que pagamos los ecuatorianos y que ahora vuelve a nuestras manos».

La dirigente de la Conaie, Luisa Lozano, coincidió con su correligionario en que «Moreno nunca ha tenido ni tendrá voluntad política para cumplir la palabra que anuncia» y que su promesa de dejar la sede de Unasur para la universidad indígena se precipitó con la ruptura entre la organización social y el Gobierno por las protestas. EFE

Fuente e Imagen: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102325596/unasur-un-edificio-destinado-al-olvido

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