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Ecoansiedad: Ante la barbarie neoliberal, politizar el dolor

Por: Azahara Palomeque

Politizar el dolor

“El impacto emocional de la barbarie climática es tan acuciante que no han tardado en multiplicarse las patologías, sobre todo entre los jóvenes. Una vez apuntalado el diagnóstico, la solución que se suele proponer obedece a patrones neoliberales: medicalizar al ciudadano”, reflexiona la periodista y poeta.

 

Muchos días salgo a pasear por el Guadiana. Sus meandros, pequeñas islas y orillas llenas de juncos a su paso por Badajoz no solo constituyen un hogar para multitud de especies, sino que se han transformado poco a poco en un espacio que adquiere tonos de ritual conforme voy caminando, a veces absorta en mis pensamientos y, la mayoría, atenta a las distintas transformaciones que presenta: qué aves han construido nidos, cómo sube o baja el caudal permitiendo ver o cubriendo ciertas rocas, dónde se esconde el único cisne que habita este paisaje.

Sin embargo, hace unas semanas esos cambios fueron de una magnitud intolerable: las lluvias torrenciales que arrasaron la zona trajeron consigo tanta basura que, cuando por fin amainaron y el agua regresó a los niveles anteriores, lo hizo dejando a la vista una ristra de bolsas de plástico enganchadas a la vegetación; envases varios, botellas, cajas; hasta restos de una valla y un carrito de supermercado. Yo, que nunca he sido especial amante de la naturaleza, pero que a base de lecturas sobre la crisis climática he aprendido a valorar la necesidad de su preservación, sentí un nudo en la boca, casi una náusea y, acto seguido, una tristeza infinita. ¿De dónde provenían todos esos desperdicios que habían convertido al río en vertedero? ¿Sería posible que infligiésemos tanto daño, hasta entonces oculto a mis ojos? Ese día volví a casa afligida, consciente de que los nuevos retazos de basura se quedarían allí por mucho tiempo, como de hecho ha ocurrido.

Mi historia se ha repetido, mutatis mutandi, cada vez que he estado en contacto con un paraje natural, y ya tenía antecedentes: contemplar un paisaje seco y pensar lo fácilmente que ardería; ir a la playa, otear el horizonte a sabiendas de que los pedazos de redes de pesca estarían asesinando en ese instante a la fauna marina; o simplemente ver la tala de árboles que efectúan muchos ayuntamientos provocan en cada vez más personas un sentimiento que en ocasiones se denomina ecoansiedad, pero que yo identifico más como un proceso de duelo, proveniente de saber lo rápidamente que estamos devastando ecosistemas y aniquilando especies: por ejemplo, un 70% de la vida salvaje ha sido exterminada en los últimos cincuenta años. Este fenómeno psicológico, resultante de una muerte como cuando fallece un ser querido, es tan doloroso que en algunos países ya hay quien realiza funerales por los glaciares desaparecidos, una manera de llorar lo que no supimos proteger que se da muchas veces en asociación con la culpa.

Es más, el impacto emocional de la barbarie perpetrada es tan acuciante que no han tardado en multiplicarse las patologías, sobre todo entre la juventud: depresión, síndrome de estrés postraumático, numerosas adicciones, y una pregunta por el futuro que a menudo concluye con respuestas catastróficas. Una vez apuntalado el diagnóstico, la solución que se suele proponer obedece a patrones neoliberales de sobra conocidos: medicalizar al ciudadano hecho paciente, tratarlo con pastillas que anestesien un sufrimiento legítimo, pues nunca antes en la historia de la humanidad se ha visto tal grado de destrucción, vinculado a una sola causa: un sistema económico depredador.

Sin embargo, hay otro camino, menos explorado y más liberador, que podría transitarse. Denuncia el filósofo Byung-Chul Han que, en las sociedades contemporáneas, el dolor se ha privatizado, individualizado y desvinculado de las circunstancias que lo generan. La obligatoriedad de ‘ser feliz’ a toda costa, independientemente de unas condiciones sociopolíticas que conducen directamente al desastre, debe ser cuestionada, afirma, y esto atañe asimismo a los constantes embistes a la biosfera que, entre otras cosas, están poniendo en peligro la supervivencia de la humanidad. Politizar el dolor, configurar redes de colaboración, sensibilización y cuidados con esa energía resultante del malestar no sólo contribuiría a mitigar el aislamiento analgésico al que se nos fuerza, sino también a parar la debacle y articular nuevos lenguajes que podrían desembocar en distintas acciones.

Una de ellas es el activismo, pero el abanico se extiende si nos esforzamos por mirar: de ahí surgen proyectos como The Walk, una ruta a pie de Granada a Helsinki realizada por la artista Marta Moreno Muñoz en el contexto de su tesis doctoral que pretende concienciar sobre la crisis climática y, no casualmente, lleva por título El arte como experiencia de disolución del yo, como si el ego debiera disolverse para proceder a su integración con el medioambiente y, hecho líquido, actuar en conexión con el resto del planeta esquilmado.

Otro ejemplo lo conformaría el bellísimo cortometraje Solastalgia, de la cineasta canadiense Millefiore Clarkes, protagonizado por una madre a la que atenazan visiones de derrumbes democráticos y fenómenos meteorológicos extremos aglutinadas en un caos que únicamente encuentra solaz en la poesía. La movilización colectiva, los sepelios simbólicos del hielo que sucumbe, las composiciones líricas, pictóricas o de cualquier vertiente artística contienen un potencial capaz de construir comunidades políticas para hacer frente a esa aflicción que, guardada en soledad, se multiplica y conduce al nihilismo.

Es normal ese desgarro que sentimos; como seres ecodependientes a quien arrebatan la casa, es perfectamente coherente la preocupación, el desaliento que provoca la pérdida, incluso la ira, la rabia. Lo que no es lógico es su arrinconamiento en los cuartos oscuros de la conciencia en pro de la perpetuación del statu quo, la patologización de sujetos que ya no pueden más y tienen derecho a gritar sus males para intentar erradicarlos.

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Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/politizar-el-dolor-azahara-palomeque/

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También editado en https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2023/01/20/ecoansiedad-ante-la-barbarie-neoliberal-politizar-el-dolor/

Fuente de la información e imagen: https://argentina.indymedia.org

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saharaui Tesh Sidi: «La pobreza no se puede romantizar»

Javier Sánchez Salcedo  entrevista a la informática y activista saharaui Tesh Sidi

«Nací en los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia), en 1994. Vine a España con siete años. Soy ingeniera informática y me dedico al mundo del big data en temas de banca. He creado y coordino la plataforma digital ­SaharawisToday».

Me gustaría que me hablaras de tu infancia.

Nací en los 90, en unos tiempos muy duros para los refugiados saharauis que acababan de instalarse de manera permanente en los campamentos. No había nada, ni leche para los niños ni agua en casa. Las madres se intercambiaban a los hijos para poder amamantarlos. Cuando nacimos mi hermano mellizo y yo, casi morimos. De hecho, todos acarreamos problemas de salud. Mi madre, que padecía anemia, no tenía recursos. Éramos varios hermanos y no le quedó más remedio que dejarme con mi abuela. Estuve con ella desde los cuatro a los siete años en Mauritania.

¿Te acuerdas bien de lo que viviste esos años?

Siempre digo que los saharauis nacemos mayores. Por las circunstancias, nos educan para resistir y no te puedes quejar. La sociedad y el contexto te obligan a madurar y a crecer rápido. Sí, tengo recuerdos de aquella etapa con mi abuela. Yo era una beduina que solo sabía criar y ordeñar cabras y nunca estaba con niños. Aquellos años viví con adultos y animales. Con solo seis años, sabía hacer las cosas de una mujer mayor. A los siete volví a los campamentos de Tinduf (Argelia), con mi hermano mellizo, mi madre, mi padre y otros seis hermanos. Fue un choque de identidad, tuve que aprender a quererlos, porque esos lazos fraternales no se habían construido antes.

No debió de ser nada fácil

En Mauritania vivía fuera de los sistemas educativo y sanitario. No sabía ni leer ni escribir. Tenía pensamientos y realizaba labores de una persona adulta. Cuando me escolarizaron, tuve que concienciarme de que era una niña, tenía una familia y vivía en sociedad. No puedo romantizar mi historia y decir que tuve una infancia feliz. Es la que me tocó, la infancia de cualquier niño en situación de conflicto. La pobreza no se puede romantizar. Yo no me comí un yogur ni probé el chocolate hasta que vine a España, ni tuve acceso a algo tan básico como la carne. Ahora veo que mis sobrinos tienen eso en el campamento, pero van a sufrir otros problemas: de identidad, el exilio, el conflicto armado… No van a estar exentos de todo eso. La vida en los campamentos no se puede romantizar.

¿Por qué viniste a España?

Vine con casi ocho años a casa de una familia de acogida de Alicante. Si lo de llegar a los campamentos de Mauritania era cambiar de mundo, venir aquí fue cambiar de planeta, de galaxia y de todo. Me daban miedo los edificios porque era incapaz de entender que pudieran ser tan altos. En los campamentos, las casitas de adobe son acordes a tus dimensiones, accesibles a tu altura o a la de un adulto, pero llegué y me encontré edificios muy altos, la gente acelerada, el ruido, los semáforos, todo para «ya»… y, sobre todo, la sensación de que todo el mundo me recriminaba algo: «Siéntate bien», «Come así»… No estaba acostumbrada a tantas demandas sociales, a vivir en un protocolo permanente. En los campamentos, los padres no te dirigen tanto porque ya «eres» un adulto, y cuando vienes aquí ya tienes un pensamiento construido. Vine cinco veranos y luego me quedé con mi familia de acogida desde los 12 a los 18 años. Mi madre española tenía la idea de educarme, pero yo le decía que ya venía educada, y no era un acto de rebeldía, sino la madurez temprana obligada por la situación. Mi familia española lo hizo conmigo lo mejor que pudo, pero no de la mejor forma. Tuve una adolescencia muy dura.

¿Sentías que no encajabas?

Las personas que han emigrado sufren una crisis de identidad muy grande, porque no son ni de aquí ni de allí. La necesidad de encajar en ambos lugares te puede jugar muy malas pasadas. Pasé diez años en los que rechazaba ser saharaui y las desgracias que me habían pasado en la vida.

¿Lo ocultabas?

Exacto. Le decía a la gente que era alicantina y ya está. Pero cuando empecé a leer literatura de referentes africanos, incluidos saharauis, me di cuenta de que tenía pensamientos coloniales heredados, y llegó un momento, con 18 años, en el que vi que aquel no era mi sitio. En mi casa española sentía muchas exigencias sociales y culturales, y tenía que estar constantemente dando las gracias por lo que se me estaba dando, porque yo «venía de un campo de refugiados», algo que me afectaba mucho y sentía como un menosprecio. Por  otra parte tenía a mi familia saharaui, conservadora, musulmana, de las pocas que habían dejado que sus hijas estudiaran en Occidente desde muy pequeñas. Era consciente del miedo de mi madre a que yo no fuera musulmana, ni culturalmente saharaui, ese miedo al qué dirán. Yo sentía presión aquí y presión allí, y decidí romper, ponerme a trabajar y estudiar por mi cuenta, para recuperar mi dignidad y mi libertad como persona. Rompí las relaciones con mi familia biológica y con la de acogida, pero fui libre para empezar a construirme una identidad.

¿Hiciste sola ese proceso? 

Hasta que no entré en el activismo no tuve referentes. Empecé a trabajar de camarera, en tiendas… Estudié Ingeniería Informática en los tiempos de la crisis, y tuve amigos que me ayudaron a pagar la universidad. Acabé la carrera y me vine a Madrid. Era el boom de la informática y encontré trabajo fácilmente. Pedí un préstamo para hacer un máster en big data e inteligencia artificial. Para mí no existen cosas imposibles si te esfuerzas y trabajas. La gente me dice que a mí me han salido bien las cosas, pero yo comía arroz blanco en la universidad, lo mismo que comía en el campamento, porque muchas veces no me daba para comprar ­carne o champú.

¿Cómo llegaste al activismo?

Cuando terminé el máster y había conseguido un buen trabajo, en abril de 2020, explotó la guerra en Sahara Occidental. Yo no sabía nada del conflicto ni de sus causas, pero empecé a ir a manifestaciones y nació en mí una necesidad imperante tanto de ayudar al pueblo saharaui como de recuperar mi identidad. Y cuando vi que la causa saharaui estaba estancada comunicativamente, me planteé ayudar con mis conocimientos en big data y procesamiento de datos en redes sociales. Asumí la presidencia de la Asociación Saharaui en Madrid, hicimos infinidad de cosas y muchos jóvenes saharauis en la diáspora empezaron a organizarse. Pasé a convertirme en una persona muy expuesta, a dar conferencias, me llamaban los políticos… Me parecía que la causa se había convertido en algo muy humanitario pero poco político, e inicié un acercamiento a organizaciones políticas, a medios de comunicación, empecé a llevar a periodistas y políticos a los campamentos… Todo este proceso se ha materializado en SaharawisToday, una plataforma de comunicación digital que he creado junto a mi compañera Itziar.

¿Qué podemos encontrar en SaharawisToday?

Hicimos un análisis sobre qué es lo que le falla a la causa saharaui y vimos que teníamos que ser nosotros mismos, los saharauis, quienes comuniquemos, que no sean los periodistas o los antropólogos los que hablen siempre del pueblo saharaui. En SaharawisToday se habla de migración; de combatir el racismo institucional que sufrimos; de la mujer saharaui, a menudo silenciada; de la responsabilidad de España con sus antiguas colonias o de la responsabilidad de la población de informarse sobre el pasado de su país. Contextualizamos para explicar la relación de Sahara con lo que pasa en Ceuta y Melilla, con las aguas de Canarias o por qué Marruecos bloquea y chantajea a España… Somos 11 personas, saharauis de allí, de aquí y de Francia. Publicamos en francés, árabe, inglés y castellano, y ofrecemos una tribuna de opinión al pueblo saharaui, con toda su diversidad. Tiene cabida todo menos el fascismo y el machismo. Siempre hemos sido un pueblo de transmisión oral, pero tenemos que dejar nuestra historia por escrito. Hay artículos, vídeos, directos, resúmenes de política internacional, análisis… Recogemos todos los eventos de la causa saharaui a nivel mundial e informamos sobre cómo viajar a los campamentos.

Para terminar, ¿crees que habrá referéndum?

Se necesita una presión política muy grande. Creo que el pueblo saharaui tiene que ocupar posiciones de poder. Muchas personas que han emigrado suelen estudiar ciencias sociales y se dedican al ámbito de las oenegés o la cooperación internacional por esa necesidad de «salvar» que tenemos. Pero no pasa nada por estar en la banca o en política. Hay que estar donde se toman las decisiones para poder cambiar las cosas. En el banco en el que trabajo saben que soy saharaui y activista. Los saharauis tienen que intentar ser presidentes de comunidad en sus edificios, diputados, referentes allí donde trabajen. Creo que es complicado el referéndum en los próximos años. Mientras no tengamos un presidente de Gobierno saharaui o migrado no van a cambiar las cosas. Va a llevar tiempo, pero no debemos frustrarnos. Hay que ser optimistas.

CON ELLA

 

«Una amiga fue a Sahara Occidental, a los territorios ocupados por Marruecos, y me trajo arena de allí. Es chocante, y me encanta verlo en todas las generaciones de saharauis: somos capaces de luchar por algo que ni hemos visto y que, probablemente, por ser activista, jamás pueda pisar».

Fuente: https://rebelion.org/la-pobreza-no-se-puede-romantizar/

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Libro: Diez voces de pensadoras y luchadoras antirracistas

Por: Enric Llopis

Las investigadoras Rafeef Ziadah y Brenna Bhandar conversan con una decena de mujeres que toman partido en el mundo académico y el activismo.

Existe un vínculo entre las diez mujeres entrevistadas en Feminismes revolucionaris, editado en marzo, en lengua catalana, por Sembra Llibres: el compromiso crítico y perdurable con el materialismo histórico. Con este punto de partida -los feminismos negros, indígenas, postcoloniales y marxistas, antirracistas y anticapitalistas-, las investigadoras Rafeef Ziadah y Brenna Bhandar conversan con una decena de mujeres que toman partido en el mundo académico y el activismo.

Tres ejes atraviesan el volumen de Sembra Llibres, de 358 páginas: diáspora, migración e Imperio; una segunda parte sobre el colonialismo, el capitalismo y la resistencia; y por último, el feminismo abolicionista de las prisiones. Pero también en la introducción del libro se hace referencia al contexto actual de emergencia climática.

“Sólo el 10% de la población mundial es responsable del 50% de las emisiones globales. Las jerarquías de clase y de raza de la crisis climática son innegables, así como las desigualdades entre los países del Norte y del Sur, o lo que la geógrafa feminista Doreen Massey ha identificado como ‘geografías del poder’ de la globalización”, subrayan Rafeef Ziadah y Brenna Bhandar.

Una de las entrevistadas es la investigadora, profesora de Sociología y Estudios de Género, ensayista y fotógrafa británica Vron Ware, cuyo último título publicado –febrero de 2022- es Retorn of a native. Learning from the land. En Military Migrants: fighting for YOUR country (2012), trató la relación entre racismo y militarismo; otra fuente de interés son sus columnas –“Up in arms”- sobre militarización en la publicación independiente openDemocracy.

Una de las reflexiones compartidas por Vron Ware en el libro de Sembra es la vinculación entre las nuevas tecnologías y la historia de las reivindicaciones populares en Reino Unido: “Una de las cosas que la tecnología ha cambiado es que ahora puedes elegir los hechos del pasado que casen mejor con tu argumento o con tu causa, porque es mucho más fácil encontrar información rápidamente. Sin embargo hay un déficit real respecto a pensar históricamente. Es como si hubiera una falta de conocimiento a pesar de la facilidad para encontrarlo en línea”.

Otra de las protagonistas es la profesora y activista Silvia Federici, nacida en la ciudad italiana de Parma (1942), y a quien puede vincularse a la tradición marxista, feminista, radical y autonomista. Es autora de numerosas obras influyentes, por ejemplo Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpos y acumulación originaria (2004); y Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas (2013).

Su formación política e intelectual comenzó durante la Segunda Guerra Mundial: “La cultura del fascismo era completamente misógina”. Muy pronto Silvia Federici empezó a desconfiar del Estado. En los años 70 del siglo XX cofundó la International Feminist Collective y fue organizadora de la International Wages for Housework Campaign.

Sobre los recientes textos académicos relacionados con la reproducción social, y las actividades que se desarrollan fuera del hogar (por ejemplo hospitales o escuelas), la autora de El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo (2018), explica: “Son útiles. (Se) amplía el concepto de trabajo reproductivo y demuestra que ya no es sólo trabajo doméstico. De hecho nunca lo ha sido (…). El problema es que también hay una tendencia a olvidar el trabajo que se lleva a término en casa, y ahora toda la atención se dedica a la reproducción comercializada”.

Profesora en la Universidad de California, sindicalista y activista contra el racismo, Angela Y. Davis (Birmingham, Alabama, 1944) ha publicado libros sobre raza, clase y género, como Women, Race and Class (1981), y otros como Abolition Democracy (2005) o Are prisons obsolete? (2011). Marxista afrodescendiente, Angela Y. Davis estuvo afiliada al Partido Comunista de los  Estados Unidos desde 1968, fue perseguida por el FBI y estuvo más de un año encarcelada (después de una campaña de solidaridad internacional –“Free Angela”-, fue declarada inocente y absuelta en 1972). Asimismo ha luchado por la abolición de las cárceles.

“La gran cantidad de presos políticos, desde el líder indígena Leonard Peltier hasta Mumia Abu-Jamal y otras personas asociadas al partido de las Panteras Negras –la mayoría negros, algunos de ellos han estado entre rejas durante más de 50 años- ponen de manifiesto la continua racialización de la ley estadounidense”, expone en Feminismes revolucionaris.

Otro testimonio recabado es el de Himani Bannerjy (Sylhet, Bangladés, 1942), profesora de Sociología en Canadá y fundadora de la Escuela de Estudios de la Mujer en la Universidad de Jadavpur (Calcuta). Ha investigado sobre la constitución de las clases sociales y el patriarcado en la India colonial y, respecto a Canadá, desde un punto de vista antirracista, feminista y marxista.

“Frantz Fanon, Aimé Césaire, Chinua Achebe, Ngugi wa Thiong’o y C.L.R. James, entre otros, me ayudaron a poner nombre a las experiencias que yo y más gente vivíamos”, explica; se trataba de vivencias del “proceso de racialización, que es intrínseco al colonialismo capitalista. Hablaban de las consecuencias emocionales y psicológicas de la esclavitud”, recuerda la autora de Investing Subjects: Studies in Hegemony, Patriarchy and Colonialism (2002).

Entre la investigación académica y el activismo se sitúan también las autoras del libro de Sembra. Rafeef Ziadah es profesora de Política del Oriente Medio en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres, poeta y ha participado en campañas de solidaridad con Palestina. Brenna Bhandar es lectora de Derecho y Teoría Crítica en la mencionada Escuela y autora de Colonial Lives of Property (2018).

El texto concluye con un epílogo de la profesora de Etnia, Raza y Migración en la Universidad de Yale, Lisa Lowe, que destaca de las 10 pensadoras entrevistadas: “Nos recuerdan cómo podemos alterar el presente restaurando nuestra relación con la larga historia de los feminismos antirracistas y anticoloniales revolucionarios: la de Fannie Lou Hammer, Claudia Jones y Audre Lorde; el Combahee River; la Alianza de las Mujeres del Tercer Mundo; o las mujeres que lideraron la resistencia Kanehsata:ke durante la crisis de Oka de 1990, en Canadá”.


Fuente de la información e imagen: https://rebelion.org

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

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El liderazgo femenino como potenciador del poder democrático en las comunidades

Por: Roberto Patiño

La presencia de la mujer es inseparable del trabajo que venimos desarrollando en Alimenta la Solidaridad y Caracas Mi Convive desde sus inicios. Muy temprano, cuando creamos el primer comedor de Alimenta la Solidaridad en La Vega, en el año 2016, fue evidente que el grueso de la participación de la comunidad se hacía cuerpo en un liderazgo femenino que asumía los objetivos de la organización como parte de un compromiso que era, a un mismo tiempo, personal y comunitario.

Cinco años después, con 240 comedores en 15 estados del país, 85% del voluntariado que da vida a Alimenta la Solidaridad, Caracas Mi Convive y Sustento está constituido por líderes que han desplegado un esfuerzo caracterizado por la transversalidad, el trabajo en redes y la articulación con sus vecinos.

Esta importancia de las mujeres en el trabajo en los sectores populares, que hoy recordamos durante la celebración del mes de la mujer, explica la razón por la cual pusimos en marcha el Programa de Liderazgo Femenino. Es evidente que todo proyecto de acción, cambio y mejora en la calidad vida en las comunidades, que aspire a conservarse en el tiempo y replicarse en todo el país, tiene que contar con un liderazgo femenino que sepa reconocerse como tal y que disponga, a través de este programa de formación, de las herramientas necesarias para su crecimiento.

Desde hace tres años, el Programa de Liderazgo Femenino ha venido acompañando a ese liderazgo natural que hay en los sectores populares, a través de herramientas de formación que les permite mejorar, potenciar y replicar el activismo comunitario al tiempo que ha sido parte del proceso de construcción y reconstrucción de buena parte del tejido social que se ha resquebrajado por la crisis y la erosión de las libertades políticas en Venezuela.

A lo largo de todos estos años que hemos compartido con nuestras líderes y con las profesionales que las acompañan en su proceso de formación, comprendimos que si hay algo que caracteriza al liderazgo femenino es su diversidad y su compromiso con la comunidad, entendida como una extensión de su propia vida doméstica. La mujer venezolana, cuando asume su rol de líder, cuando se empodera y toma conciencia de sus capacidades como activista y agente de cambio, se compromete en el servicio público con la misma lealtad con la que asume el trabajo por el bienestar de su familia, solo hay que dar oportunidades para que esta fuerza se despliegue.

El liderazgo femenino es diverso y complejo como lo es la vida en sociedad, y en ese trabajo por lo público se pone a prueba y ejercita las más profundas convicciones democráticas, al hacer del consenso, la resolución de conflictos y el trabajo en redes su mejor estrategia de lucha por una nueva Venezuela.

Estas nuevas generaciones de líderes mujeres, que apoyamos con firmeza desde Alimenta la Solidaridad y Caracas Mi Convive, a través del Programa de Liderazgo Femenino, son un reservorio de valores democráticos, de conciencia cívica, un lugar para el encuentro y el trabajo en redes, un espacio para el auto conocimiento y la reafirmación del compromiso por el cambio dentro de los valores de la solidaridad, el emprendimiento y la democracia.

n este mes se recuerda el esfuerzo por visibilizar las luchas ciudadanas en contra de las desigualdades de género y la violencia de género. En Venezuela aspiramos que el empoderamiento de la mujer se replique, extienda y multiplique por todo el país pues en ellas, nuestras líderes, se concentra buena parte de la fuerza que nos puede ayudar a hacer frente a la crisis y lograr el cambio que tanto necesitamos.

Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/el-liderazgo-femenino-como-potenciador-del-poder-democratico-en-las-comunidades/

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Libro(PDF): «Arte y ecología política»

Reseña: CLACSO

En la literatura, las artes plásticas y el cine, igual que en la acción democrática, lo que está en juego es la posibilidad de alterar las formas hegemónicas de experiencia del mundo y así dar visibilidad a todo aquello que suele ser excluido de los marcos consensuales de percepción.

En Argentina y a lo largo de América Latina, la reciente expansión de la frontera extractiva ha puesto en jaque los derechos territoriales y la salud colectiva. Es preciso poner en discusión esa lógica sacrificial que subordina la vida humana y no humana a la apropiación y explotación intensiva de la naturaleza. Es una tarea que requiere repoblar nuestra imaginación para hacer lugar a mundos alternativos. Arte y ecología política constituye el primer volumen de su tipo pues reúne ensayos, crónicas e investigaciones que bucean en diferentes aspectos estéticos y expresivos que hacen espacio a otras formas de vivir más justas y sustentables.

Autor (a): Gabriela Merlinsky. Paula Serafini. [Editoras]

Gabriela Merlinsky. Paula Serafini. Silvana Buján. Eduardo Molinari. Azul Blaseotto. Aurelio Kopainig. Julia Mensch. Pablo D’Alo Abba. Abelardo Cabrera. Juan Pablo Lepore. Yasmín Dávalos. Felipe Gutiérrez Ríos. Iconoclasistas. Julián Pellegrini. Anahí Méndez. Gabriela Massuh. Florencia Tola. [Autores y Autoras de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO. IIGG – Instituto de Investigaciones Gino Germani.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

ISBN: 978-950-29-1858-7

Idioma: Español.

Descarga: Arte y ecología política

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2225&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1419

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Libro(PDF): «Activismos feministas jóvenes. Emergencias, actrices y luchas en América Latina»

Reseña: CLACSO

Una cartografía de los feminismos latinoamericanos contemporáneos abarca una cantidad inmensa de corrientes de índole diversa: feminismos urbanos de clase media, feminismos comunitarios indígenas y noindígenas, ecofeminismos, feminismos descoloniales, para mencionar algunas. En esta particular intersección de quienes se reconocen como jóvenes activistas feministas, reside uno de los principales aportes de esta publicación. El abordaje de los estudios de los feminismos se ha hecho desde la trayectoria del largo y mediano plazo de las “olas” feministas, o desde el análisis de clase o desde posicionamientos teóricos. También se ha estudiado la relación de los movimientos feministas en su dinámica frente al Estado. La irrupción en la escena latinoamericana de jóvenes beligerantes contra el acoso, contra el femicidio, a favor de la interrupción voluntaria del embarazo, ha planteado el desafío de comprender las trayectorias, las subjetividades de estas jóvenes. Este libro, al visibilizar las particularidades de esa interseccionalidad jóvenes/feministas, alumbra elementos invisibilizados en los feminismos y permite caracterizar mejor las luchas sociales contemporáneas.

Autores (as): Marina Larrondo. Camila Ponce Lara. [Editoras]

Marina Larrondo. Camila Ponce Lara. Nora Garita. Valeria Manzano. Lucía Miranda Leibe. Beatriz Roque López. María Victoria Seca. Ana María Castro Sánchez. José Raúl Ruiz. Adriana Arroyo Ortega. Vanessa Londoño Marín. Danila Suárez Tomé. Mercedes D’Alessandro. [Autores/as de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO.

Año de publicación: 2019

País (es): Argentina

Idioma: Español

ISBN: 978-987-722-479-5

Descarga: Activismos feministas jóvenes. Emergencias, actrices y luchas en América Latina

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1803&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1356

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Venezuela: Desafíos de la mujer venezolana ante el cerco económico

América del Sur/Venezuela/10-11-2019/Autor(a): Dailyn Ruano Martínez/Fuente: www.prensa-latina.cu

Por: Dailyn Ruano Martínez*

La guerra económica y política de Estados Unidos contra Venezuela causa hoy un impacto directo e intencional, dirigido a crear una situación de inestabilidad y despolitización en los sectores más sensibles de la sociedad.

Tras el proceso de ganancias políticas y culturales dirigido al empoderamiento de las mujeres venezolanas durante 20 años, el movimiento que las respalda se vio obligado a ‘ajustar su agenda basada en el objetivo estratégico por la igualdad de género, y priorizar la lucha básica por la sobrevivencia’, destacó la militante feminista Rebeca Madriz.

Entrevistada por Prensa Latina, la abogada e investigadora explicó que el activismo feminista en Venezuela pasó de un proceso de ascenso, conquistas y fortalecimiento a un estadio de lucha por las necesidades más urgentes de la población.

‘Ninguna guerra es neutra, siempre expresa una carga y un efecto diferencial sobre las mujeres, y en el caso venezolano se manifiesta de forma muy clara debido a las medidas coercitivas y unilaterales impuestas por Estados Unidos’, aseveró la exviceministra de la Mujer y la Igualdad de Género.

En un escenario de guerra no convencional como el impuesto a la nación suramericana, se sacrifican las banderas y reclamos específicos de los diversos sectores sociales por aspectos fundamentales como la defensa de la soberanía de la patria, del proyecto histórico del socialismo bolivariano -proceso de un marcado carácter feminista-, acotó Madriz.

Subrayó que existe un objetivo visible dirigido a desmovilizar y despolitizar las fuerzas sociales afines al gobierno para mellar la unidad de los distintos frentes, crear una crisis social y justificar un cambio de régimen por vías antidemocráticas.

‘Cuando la urgencia por satisfacer las necesidades básicas obstaculiza el activismo, cuando las mujeres deben poner en un segundo plano su militancia para correr a una cola en el mercado, evidentemente existe la intención de golpear a la principal fuerza política de la Revolución; no lo han logrado, pero sí impacta en la cotidianidad’, precisó.

Como consecuencia del cerco impuesto a Venezuela para asfixiar la economía nacional, el acceso a necesidades básicas como agua, luz, comida y medicamentos -derechos humanos fundamentales- se erigen prioridades para las mujeres, en gran mayoría jefas de hogar, amas de casa y trabajadoras. La militante feminista indicó que las voces del movimiento feminista condenan en la actualidad las medidas coercitivas y unilaterales que persiguen las finanzas y restringen el acceso del país a los mercados internacionales, para impedir la compra de medicinas y alimentos.

RETOS IMPOSTERGABLES

La ofensiva económica dirigida a crear una situación de inestabilidad, frustración y confusión en la cotidianidad del pueblo venezolano genera la aparición y agravamiento de fenómenos sociales, retos impostergables para el movimiento feminista venezolano.

Aspectos neurálgicos como la violencia de género, la migración, la mortalidad materna, el embarazo en la adolescencia y la trata de personas sobresalen en una agenda de luchas de demandas históricas y actuales como consecuencia del sabotaje económico y asedio político.

Algunos elementos como el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos -situados en la agenda feminista en el camino hacia la igualdad de género- son vulnerados actualmente, lo cual constituye ‘una de las más grandes preocupaciones para la sociedad y mujeres en particular’, aseveró Madriz.

La significativa democratización en el nivel de acceso a métodos anticonceptivos, alcanzada hace algunos años, deviene en la actualidad otra de las causales del contexto dados sus elevados costos, detonante para el incremento de embarazos no deseados, sobre todo en edades tempranas.

De los partos que se producen anualmente en el país, precisó Madriz, el 22 por ciento son de menores de 19 años y de ellas el 15 por ciento menores de 13 años; cifras alarmantes que sitúan a Venezuela como uno de los países con altos índices de embarazo en la adolescencia.

‘Debemos incorporar a todos los actores sociales en el debate por la vía de las causales y el análisis de casos reales para convidar a la reflexión, porque tenemos la responsabilidad como nación de respaldar derechos y proteger a las mujeres afectadas con estas realidades’, insistió.

Como parte también del impacto del bloqueo económico y financiero y su incidencia en el sistema de salud pública se agrava el tema de la mortalidad materna cuyas cifras se acrecientan anualmente, una de las deudas históricas del movimiento feminista por erradicar ese flagelo. FORTALEZAS PARA EL AVANCE

A las mujeres venezolanas les ha tocado constatar cómo las demandas del movimiento feminista en las últimas dos décadas se tradujeron en políticas públicas para el bienestar del pueblo.

Desde el ascenso al poder político en 1999 del líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez (1954-2013), se configuraron elementos de carácter legislativo y jurídico favorables para el proceso de empoderamiento de la mujer.

El dirigente socialista abrazó el feminismo y las distintas banderas de los sectores oprimidos y explotados en un loable esfuerzo para acompañar a las mujeres en sus luchas por la igualdad de género, contra la violencia y cualquier forma de discriminación.

Sin embargo, el principal desafío parte de lo cultural, de la erradicación de principios conservadores, estereotipos tradicionalistas, machistas y patriarcales que refuerzan sus bases en los tiempos difíciles de crisis económica, exacerbada por los efectos de las medidas coercitivas aplicadas por Washington.

El activismo feminista en Venezuela cuenta con fortalezas para superar las circunstancias, aseveró Rebeca Madriz al valorar el momento histórico actual como propicio para la sistematización de los avances alcanzados en materia de derechos en las últimas dos décadas y para la proyección de los retos más urgentes.

*Periodista y Msc. en Género y Comunicación

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=319624&SEO=desafios-de-la-mujer-venezolana-ante-el-cerco-economico
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