Augusta Savage, la escultora negra más importante del siglo XX

Redacción: Afrofeminas

Augusta Savage comenzó a esculpir siendo una niña en la década del 1900 utilizando lo que podía llevar a sus manos en: la arcilla que era parte del paisaje natural en su ciudad natal de Green Cove Springs, Florida. Consiguió que su talento la llevara lejos de los pozos de barro del sur. Se unió a la floreciente escena artística del “Renacimiento de Harlem” cuando su arte la llevó a Nueva York.

Su trabajo fue muy elogiado, y fue muy admirada por artistas negros contemporáneos, pero su fama fue efímera. Gran parte de su trabajo se ha perdido, ya que en su mayoría solo pudo permitirse el lujo de hacerlo en yeso.

Al igual que otras figuras clave de la década de 1920 como Langston Hughes y Zora Neale Hurston, Savage desafió hábilmente las imágenes negativas y las representaciones estereotipadas de la gente negra. Una de sus obras más grandes, por ejemplo, fueron las esculturas para el edificio de Feria Mundial de 1939, inspirada en “Lift Every Voice and Sing”, una canción que a menudo se describe como el himno nacional negro. “The Harp”, otro trabajo para el mismo lugar, representó a los cantantes negros como las cuerdas ascendentes de ese instrumento. Lamentablemente, ambas piezas fueron destruidas cuando el recinto ferial fue derribado.

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“The Harp”, 1939.

Nacida en 1892, Savage solía esculpir pequeñas figuras en arcilla, para el disgusto de su padre, un ministro evangélico que creía que la expresión artística era pecaminosa. En 1921, se mudó a Harlem, donde se matriculó en la Cooper Union for the Advancement of Science and Art. Una estudiante talentosa, Savage completó el programa de cuatro años en sólo tres y rápidamente se embarcó en su carrera de escultora. A principios de la década de 1920, fue encargada de crear varias esculturas, incluyendo un busto del líder de la NAACPW.E.B. du Bois y del carismático líder nacionalista negro Marcus Garvey, dos líderes negros clave del período que a menudo estaban en desacuerdo entre sí.

Ambas piezas fueron bien recibidas, especialmente en los círculos negros, pero el clima racial en ese momento obstaculizó un mayor reconocimiento de su trabajo. Savage ganó una prestigiosa beca en un programa de Artes de verano en la Escuela Fontainebleau de Bellas Artes de París en 1923, por ejemplo, pero la oferta fue retirada cuando la escuela descubrió que era negra. A pesar de sus esfuerzos — ella presentó una queja ante el Comité de Ética — y la protesta pública de varios líderes negros bien conocidos en ese momento, los responsables confirmaron la decisión.

Dos años después de ser rechazada del programa en Fontainebleau, recibió una beca para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de Roma, Italia. Incapaz de recaudar los fondos para gastos de viaje y de estancia, Savage eligió no aceptarlo. Sin embargo, de alguna manera, la propia beca funcionó como validación para su trabajo y contribuyó a una creciente visibilidad e influencia global en la profesión.

Sin embargo, en 1929, Savage logró llegar a París como parte de una prestigiosa beca que ganó por una de sus famosas piezas, “Gamin”, un busto de bronce a tamaño natural que representa a un joven negro. La escultura salió en la portada de Opportunity, la revista oficial de la National Urban League. Mientras estaba en París, Savage exhibió su trabajo en varias galerías y colaboró con otros hombres y mujeres negros que residían allí, incluyendo a los poetas Claude McKay y Countee Cullen, y a su compañera escultora Nancy Elizabeth Prophet.

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Gamin

Sus esculturas captan la atención del escritor de Martinica Paulette Nardal, quien más tarde incluyó una imagen de “Gamin” en un artículo de 1930 sobre la vida y el trabajo de Savage. Describiendo a Savage como una mujer autodidacta, además de resaltar el extraordinario talento de Savage como escultora, así como su compromiso con la formación de jóvenes artistas negros. Cuando regresó a Harlem a principios de la década de 1930, Savage se centró en la enseñanza y fundó su propia escuela de arte en Harlem, Savage Studio of Arts and Crafts. Años más tarde, abrió una galería, proporcionando un espacio (aunque de corta duración) para ofrecer el trabajo de artistas negros de todo el país y el globo.

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En su estudio con The Harp

Cuando falleció en 1962, Savage fue recordada por muchos como una talentoso escultora y activista apasionada que se levantó frente a la injusticia. Al igual que su predecesora Edmonia Lewis — la escultora afroamericana del siglo XIX que ha aparecida en un Doodle de Google en honor al mes de la historia negra — Savage utilizó el oficio de esculpir como un vehículo para desafiar la discriminación racial. El Centro de investigación de la Cultura Negra de Schomburg hizo una exposición con diecinueve de sus piezas en 1988, pero pocas de sus esculturas permanecen. Aún así, Savage sigue siendo posiblemente la escultora negra más influyente del siglo XX. Sus esfuerzos sin duda ayudaron a allanar el camino para muchas artistas negras.

Fuente: https://afrofeminas.com/2019/01/17/augusta-savage-la-escultora-negra-mas-importante-del-siglo-xx/

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Afrofeminismo: la lucha contra la doble discriminación de las mujeres negras en España

Redacción: El Mundo/10-10-2018

En pleno auge feminista, las mujeres negras españolas reclaman su espacio: quieren hablar de la doble discriminación de ser mujer y negra en España

Tres libros publicados este septiembre analizan la vivencia de quienes son negras y españolas: la plasmación literaria de un fenómeno que crece al calor de las redes sociales

«¡Qué bien hablas español!». La primera en la frente. «¿De dónde eres?» La segunda, en las tripas. «¿Llegaste en patera?». En la tercera, el alma se cae a los pies. A preguntas como éstas -y a peticiones de identificación constantes por parte de las fuerzas policiales- se enfrentan, a menudo diariamente, las personas afro en España. Los afrodescendientes. Los que llegaron hace 10 o 20 años y se nacionalizaron españoles, los que tuvieron con ellos hijos, los que nacieron aquí y sus padres -o quizá sólo uno de ellos- en Guinea Ecuatorial, antaño provincia española; hoy y siempre África.

Numerosos orígenes diversos y un buen puñado de intenciones han cristalizado este mes de septiembre. De un lado, el auge feminista, que llega a todo puerto. Del otro, la necesidad de las mujeres negras de hacerse visibles. Es así como se explica que en el mismo mes del mismo año, éste, sean tres los libros publicados sobre el mismo asunto: ser mujer y negra en España.

Ése es el título –Ser mujer negra en España– del libro que la catalana Desirée Bela-Lobedde ha publicado con la editorial Penguin Random House. El segundo lo firmaAntoinette T. Soler, una de las tres fundadoras, en 2014, de la web Afroféminas; se titula Viviendo en modo afroféminas y lo publica la editorial catalana La Tija Ediciones. El tercero lo escribe una periodista, Lucía Asué Mbomío, que en la actualidad trabaja en el programa de TVE Aquí la tierra y cuyo libro se titula Las que se atrevieron (Grupo Editorial Sial Pigmalión), las españolas que, como su madre, rompieron tabúes casándose con guineoecuatorianos en España: «Hija, ¿no te habrás echado un novio negro?».

«Tenía que llegar este momento», sostiene el actor Armando Buika, hijo de guineoecuatorianos de Palma de Mallorca y responsable de The Black View, una organización que trabaja por la visibilidad de los actores, actrices y artistas negros en España. «Hemos vivido de los miedos de nuestros padres», piensa Buika, «pero no somos nuestros padres y todavía tenemos que gritar para que nos vean, tenemos que contar las cosas. Creo que cada uno debe reivindicar desde lo que conoce», apunta, cuando se declara feminista y aplaude el movimiento de las mujeres negras españolas.

Como Antoinette. De origen cubano, casada con un español, en España desde hace mucho, y con una hija en común. Su revista on line-un millón de visitas en el último año-, visibiliza los muchos perfiles de mujeres negras que, a día de hoy, viven y trabajan en este país. Primero, quiso visibilizar y empoderar. Ahora, sabe que el camino es otro: «El feminismo negro tiene que afrontar la innovación del discurso y de las formas de lucha. No estamos en los 70, no nos podemos quedar con el puño en alto porque, además, en España esto no sirve para nada».

Una apreciación, «no sirve para nada el puño en alto», que también expresó Buika a este periódico. Y Desirée, activista, no obstruye la tendencia. Personas afro, personas negras, que apuestan por una revuelta de conciencias más que de actos. Y cierta firmeza de pensamiento: «Las mujeres negras estamos reivindicando espacios. Porque tenemos el mismo derecho a ocuparlos que las mujeres blancas. Estamos en la era de la comunicación y las cosas que hacemos, por pequeñas que sean, se ven; esto ha hecho crecer la revolución afrofeminista», piensa Desirée.

Otro punto hay de convergencia: todos creen que «España es un país racista». «A dos horas de aquí, esto no sucede», afirma Antoinette, pensando en Francia. «Si seguimos creyendo que España es blanca tenemos un problema. En Francia, nadie te pregunta de dónde eres ni te dice qué bien hablas francés. Nadie se cuestiona su valía por su piel, y esto en España pasa con mucha normalidad. En París todo el mundo tiene claro que todo el mundo es de todo el mundo, y eso con el problema que tienen con el terrorismo».

Les suceden cosas. Piensan que Antoinette es la cuidadora de su hija cuando va al supermercado, o la asistenta cuando le saludan en el edificio en el que vive. Les piden los papeles por la calle y ellos sacan su DNI. «Que somos salvajes, impulsivos, irracionales», enumera Desirée, «España es un país racista, como cualquier país de Occidente, no tenemos mercados de esclavos en Sevilla pero quedan posos colonialistas, imperialistas, racistas y paternalistas».

Si sólo lo dijeran ellos… Pero lo dice también la Organización de Naciones Unidas(ONU). Hace apenas unos días se presentaba en el Consejo de Derechos Humanos el informe del Grupo de Trabajo de Expertos sobre los Afrodescendientes en España. El pasado febrero visitaron MadridBarcelonaAlmería Ceuta y evalúaron «las medidas adoptadas para prevenir el racismo, la discriminación racial, la xenofobia, la afrofobia y las formas conexas de intolerancia a las que se enfrentan los afrodescendientes en España». Se celebran los avances, pero el país no aprueba.

En el informe se señala que «los afrodescendientes son casi dos millones de españoles» -parecidas cifras maneja Antoinette- y se exhorta al Gobierno español a crear «un instituto cultural de los afrodescendientes en España, gestionado por afrodescendientes». Remarcan: «La investigación realizada indica que la inmensa mayoría (82,4%) de las personas encuestadas considera que la aplicación de las leyes varía en función de la persona que se trate».

Y lo más importante, el grupo de expertos encuentra «preocupante la falta de representación de los afrodescendientes a todos los niveles en el plano estatal, regional y municipal, así como en los poderes judicial y legislativo». Esta sería el gran paso, sostienen también las voces que hablan en este reportaje.

¿Qué se debería hacer? Habla Isabelle Mamadou, que coordina el equipo de implementación en España del Decenio Internacional para los Afrodescendientes(2015-2024) de la ONU. «La sociedad civil afro debe ocupar los espacios donde se toman las decisiones políticas, económicas y de relaciones internacionales que nos afectan directamente. Mientras no estemos en esos espacios, seguirán siendo sólo las personas que no sufren discriminación racial las que determinen en qué medida nos afecta el racismo y cómo hay que erradicarlo. España debería tener una ley integral contra el racismo que garantice el acceso a la justicia de los afrodescendientes».

En esta línea, Antoinette reclama «que el problema se encare en las universidades». «Es complicado. Necesitamos personas que sepan trabajar estas cosas en las instituciones, porque los que están ahora no lo entienden. Afroféminas no quiere ir a buscar la solución del problema, lo que quiere es plantear el problema. De qué se habla cuándo se dice racismo. Porque si no seguimos en el mismo círculo vicioso en el que las instituciones dicen que lo están haciendo bien pero los problemas siguen siendo los mismos».

Un ejemplo: cuenta Antoinette, que a menudo ofrece charlas en institutos, colegios y universidades, que en una ocasión, al finalizar la conferencia, se le acercaron tres niñas peruanas, racializadas, y le preguntaron «qué tienen que hacer cuando las personas mayores les insultan». Antoinette les preguntó qué les decían exactamente. «Sois unas putas, panchitas, os tenéis que ir a vuestro país», le respondieron. Y analiza esta mujer de sonrisa amplísima y carcajada sonora y alegre: «Si fueron capaces de decírmelo es porque algo pasó. Por qué no lo dijeron antes. Hay algo en el discurso que les hizo sentirse seguras, y pudieron hablar».

Es constante también una referencia al proceso de construcción de la identidad.Como si hubiera de pasar el tiempo para que uno sepa quién es. Así lo cuenta Desirée, que escribe diarios desde niñas, en su libro Ser mujer negra en España, prologado, por cierto, por la periodista Lucía Asué Mbomío y donde también se menciona a Francine Gálvez, pues fue una de las primeras personas negras, como ella, que Desirée vio en la televisión. Tenía 13 años cuando, yendo a coger el autobús, le pidieron los papeles por primera vez.

Todos afirman haber callado mucho y durante años. «Ahora siento la responsabilidad. Tengo que hablar de esto, pero he callado mucho en el pasado por una explosiva mezcla de motivos. Existimos personas cuya rabia no está legitimada. Como esta sociedad es racista, en su estructura xenófoba se entiende que, para estar integradas, las personas racializadas debemos mostrar agradecimiento por la sociedad en que vivimos. Por eso, cuando expresamos rabia, cuando nos indignamos, cuando respondemos de forma violenta a las agresiones que vivimos estamos cumpliendo y validando todo ese estereotipo negativo, todo ese imaginario alrededor de nuestras personas. Así que he callado mucho por no confirmar ese imaginario tan negativo que se tiene sobre las personas negras».

¡Negras! En sus libros, estas autoras se acuerdan de aquel grito de la poeta afroperuana Victoria Santa Cruz. «¡Me gritaron negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!». Ninguna de ellas desdeña el término, mujeres negras se sientan, mujeres negras españolas. Peor les parece a todas aquel sintagma terrible: personas de color.

Fuente: http://www.elmundo.es/papel/historias/2018/09/29/5bae1c6a468aeb1a658b4675.html

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