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Inicia programa de análisis educativo, en alianza con Insurgencia Magisterial y Agendamx

América del Norte /México, 19 de agosto de 2017.

Les anunciamos la alianza estratégica entre Portal Insurgencia Magisterial y Agendamx, para la realización de un programa de análisis educativo, el cual iniciará su transmisión el martes 22 de agosto, en punto de las 10 de la mañana, desde Luze Terraza Cafe.

 

Fuente: https://www.youtube.com/watch?feature=youtu.be&v=sN1uZipZDEI&app=desktop

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¿Para qué sirven las humanidades y las ciencias sociales?

Pablo Gentili

Para qué sirven las humanidades y las ciencias sociales? La pregunta la formuló el pedagogo Pablo Gentili en el lugar indicado y en un buen momento: el martes pasado en la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), que este año celebra los 70 años de su creación. Para responderla, Gentili también apeló a un referente histórico y en un momento clave para valorar su legado: Ernesto «Che» Guevara, de quien pronto se cumplirán 50 años de su asesinato. «El Che se subió a una moto y salió a recorrer América latina porque pensaba, con creatividad y con esa enorme fuerza que el optimismo le da a la militancia, que era posible entender el mundo para transformarlo. Ese es el gran desafío de las ciencias sociales y de las humanidades, para hacer un mundo más justo, más democrático y más igualitario», provocó el educador.

Pablo Gentili es doctor en educación (UBA), está radicado desde hace más de 25 años en Brasil, donde es profesor universitario. Actualmente es el director ejecutivo de Clacso (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), y es autor de libros y publicaciones, reconocido por su compromiso intelectual y social en todo el mundo, en particular en América latina. Así y todo, al iniciar su conferencia se propuso como «un aspirante a rosarino» para mostrar su reconocimiento por los músicos, futbolistas, académicos y luchadores que ha producido esta ciudad.
«Las humanidades y las ciencias sociales sirven para cuestionar, para interrogar, para hacer preguntas incómodas y meter el dedo en la llaga, para decir lo que falta y lo que sobra, también para reconocer lo que se hace bien, como cuando, por ejemplo, América latina pasó de tener 220 millones de pobres a 126 millones, hay que reconocer esto como una gran conquista democrática», argumentó Gentili sobre las razones de por qué estas disciplinas son clave siempre, pero más en tiempos de neoliberalismo.
Y sumó que se trata de las ciencias que enseñan lo fundamental para hacer cuando se mira la realidad social: «Hacer preguntas, interrogarla, cuestionarla, analizarla, a no creer en absolutamente nada de lo que parece natural y mucho menos a conformarse en lo que parece ser una gran conquista. Ante las grandes conquistas democráticas las humanidades y ciencias sociales nos imponen interrogaciones que nos ayuden a transformar lo que parece natural en un hecho político, lo que parece normal en un hecho social, lo que parece una tendencia en un proceso contradictorio y lo que parece una conquista en un enorme desafío».
Agendas impuestas
Gentili recordó que es esa fuerza de cuestionamiento que tienen estas disciplinas la que molesta a los gobiernos. «El gran problema es cuando nosotros decidimos no molestar más y decidimos no hacerlo asumiendo las agendas que nos ponen».
En los momentos más terribles de la historia, los sectores más conservadores apelaron a las detenciones y hasta las desapariciones y muertes de los cientistas sociales para callarlos. Gentili dice que ahora se han dado otras estrategias más sofisticadas para anular el pensamiento crítico, como por ejemplo los ránkings. Un mecanismo tan perverso como exitoso por el cual las universidades son ranqueadas en función de la producción académica, de indicadores de productividad que califican el nivel. Así, los textos publicados en inglés y en revistas especializadas pensadas en esta lógica miden «los niveles» de las universidades. Son datos bibliométricos que calculan en qué medida la producción académica de un país o de sus intelectuales es citada en otros países o por otros intelectuales.
El investigador se detuvo a desandar el circuito que se genera en esta práctica de citar textos, donde muchos publican en un inglés que ni siquiera hablan, por tanto tampoco pueden leer ni sus propios textos. Un circuito que «va creando comunidades científicas parecidas a los grupos de WhatsApp», ironizó.
Esos criterios que se imponen en las universidades —remarcó— tienen que ver con una lógica de producción de conocimiento cada vez más alejada de los problemas cotidianos de la gente, que nada tienen que ver con la posibilidad de producir conocimientos que interpelen, que se comuniquen, que dialoguen con lo que son los temas propios de investigación de estas ciencias humanas y que son la pobreza, la exclusión, la desigualdad, la violencia, la memoria, el sufrimiento, la discriminación: «Contamos las historias de los que no pueden hablar pero también aprendemos de los que hablan cuando nos cuentan sus historias. Nosotros hablamos de los olvidados, de las mujeres que luchan, de los campesinos que luchan; contamos las historias de las escuelas que nadie cuenta y vamos a buscar las escuelas que nadie vio. Vamos tras las semillas que pueden producir cosas diferentes que no van a contaminar o matar. Vamos a ver con las ciencias sociales conocimientos, saberes, sueños, ideales, utopías, perspectivas, narrativas que relatan e inventan mundos diferentes».
También acusó que esos ránkings que califican el conocimiento académico generan en las universidades competitividad y falta de solidaridad en el desarrollo de proyectos de investigación y producción colectiva de conocimientos. Además de la máquina burocrática a la que se somete a los intelectuales rindiendo cuenta de lo que hacen: «Los académicos de América latina pasan un 40 por ciento del tiempo llenando formularios, rindiendo cuenta de la plata que les dieron y en ningún momento se pregunta para que sirvió lo que investigamos porque no le interesa a nadie».
«Cuando nosotros perdemos de referencia para qué sirve lo que hacemos, en definitiva dejamos de cuestionar, acompañamos las agendas que nos imponen para poder sobrevivir en un lugar cada vez más competitivo. Las ciencias sociales y las humanidades dejan de ser un espacio de diálogo e interrogación para transformarse en un mecanismo burocrático y gerencial, cada vez más despolitizado», llamó a reflexionar.
«Es la investigación social lo que ayuda a pensar —citó como ejemplo— cómo puede ser que hay más y mejores leyes para defender a la mujer pero más violencia de género ¿Qué me muestra esto? Que el patriarcado es una institución difícil de derribar».
«Desconfíen cuando no se nombra la palabra política» en las ciencias sociales, en los discursos de quienes gobiernan, subrayó Gentili una y otra vez desde el arranque y hasta el final de su presentación, marcando el riesgo que significa «despolitizar la política».
El título de la conferencia con el que la Escuela de Ciencias de la Educación (UNR) trajo a Pablo Gentili a Rosario fue «El laberinto de la desigualdad. Educación y justicia social en América latina». Antes de profundizar sobre el reto de las ciencias sociales y de las humanidades, analizó qué pasó en esta región para que luego de tantos años de gobiernos progresistas, que impulsaron políticas públicas y sociales decisivas, indiscutidas, para cambiarles la vida a millones de personas, y volvieron mejores y más inclusivas las democracias, otra vez la derecha y el conservadorismo estén en los gobiernos.
Habló entonces de la no transformación de la matriz productiva primaria, la ausencia de una reforma tributaria de peso que afecte los intereses económicos de los más poderosos y de las corporaciones, además de la concentración de los medios de comunicación en pocas manos que conspiraron (y lo siguen haciendo) sobre las conquistas populares. Razones que siguen haciendo de América latina una región tan desigual como injusta.
Una oportunidad para reflexionar sobre qué pasa en la región
Antes de la disertación del pedagogo Pablo Gentili, el decano de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), José Goity, habló de la oportunidad que representaba esta presencia, en el marco de los 70 años de la creación de esta facultad. También la directora de la Escuela de Ciencias de la Educación, Verónica Zamudio, hizo notar la ocasión de esta visita, sobre todo como una oportunidad valiosa para reflexionar sobre la coyuntura que vive Latinoamérica.
Pablo Gentili expresó su satisfacción por haber sido invitado a Rosario, en los 70 años de Humanidades, en los 50 de Clacso, consejo del cual es el actual secretario ejecutivo, y a poco de cumplirse el 50 aniversario del asesinato en Bolivia del Che Guevara (el 9 de octubre). Una figura que invitó a mirar en tanto ejemplo de compromiso social. El educador valoró además su vínculo profesional con pedagogos locales, en tiempos que se forma en la UBA como académico.

 Fuente: http://www.lacapital.com.ar/educacion/las-ciencias-sociales-sirven-incomodar-y-meter-el-dedo-la-llaga-n1441422.html. Registro realizado por: Marcela Isaías.

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México: La educación no debe ser un recurso político

América del Norte/México, 5 de agosto de 2017. Fuente: michoacantrespuntocero.com. Autor: Mario Torres López.

La política se caracteriza por ser un sistema de deslealtades casi perfecto y esto es suficiente para asumir que no se debe administrar la educación como se administran los recursos político-partidistas.

Esta es una de las razones por las cuales asumo que las instituciones de educación superior, en su pluralidad de propuestas de formación profesional, deberían trabajar de manera coordinada para enfrentar los desfases de la educación y, de igual manera, participar en la formación profesional de los docentes de todos los niveles del sistema educativo.

Si bien es cierto que el conocimiento se presenta como unidad, sus métodos de enseñanza son diversos y, desde el entorno social, puede convertirse en una experiencia rica atendiendo la diversidad cultural y la conciencia empírica de los educandos.

Además, la relevancia de algunos estudios profesionales no siempre está ligada a los criterios de empleabilidad o a competencias laborales, desde la perspectiva de los empleadores; en tal situación se encuentran las humanidades y la mayoría de las ciencias sociales. Sin embargo, esto no hace perder importancia a dichas profesiones, puesto que es a través de ellas que podemos acercarnos al sentido social de grupos humanos específicos o que suelen ser uno de los motores generadores de la cultura y el arte. En este sentido, no está por demás, la obligatoriedad de impulsar que las instituciones de educación superior (IES), al menos las públicas, mantengan programas serios sobre docencia e investigación en educación artística, difusión de las culturas y formación profesional en investigación en ciencias sociales.

En las IES, lo más importante debería ser el impulso a los procesos educativos y culturales, no la política partidista, ni el beneficio de los grupos de poder; aunque en ocasiones aquellos dependen de éstos. Pero no siempre es así; de ahí la importancia de refrendar prioridades, de manera franca y de cara a la sociedad.

Es primordial entender por qué, los políticos prefieren acudir a los expertos en la democratización social, educativa y del conocimiento, en lugar de los investigadores de las IES

a.- El experto forma un bloque que corta el flujo de comunicación entre la autoridad y los ciudadanos
b.- Los expertos pueden privilegiar sus propios intereses y vender ideas revestidas de interés público
c.- Los asuntos públicos se convierten en asuntos de expertos
d.- Los expertos tienen un mejor manejo de los medios de comunicación para lograr sus objetivos político-sociales. Frente a esto, la ciudadanía aparece apenas como un simple consumidor de ideologías a través de dichos medios.

¿Las empresas informativas innovan en cuanto a la forma de presentar sus productos? Volvemos al tema que nos ocupa y nos encontramos con un hecho incontrovertible: hoy la educación en México está relacionada con la delincuencia gubernamental, el espectáculo violento que satura los medios de información, y la indiferencia callejera que resulta de la combinación de aquellos dos elementos. Este es el producto novedoso que compran los consumidores que, con su ignorancia, crean consensos con la iniciativa privada y sus fieles representantes gubernamentales. No es gratuito que asistamos a un hecho insólito; los consensos educativos se dan través de las organizaciones policíacas (llámesele Secretaría de Gobierno) y de la palabra de los expertos que reclaman para sí los derechos civiles, tal es el caso de Mexicanos Primero.

Cuando asumamos a la educación como un derecho efectivo de toda la ciudadanía asumiremos también que la evaluación académica debe iniciar por la evaluación institucional, con el manifiesto propósito de mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje y la actualización curricular, de acuerdo con la dinámica propia del conocimiento y del desarrollo socio-tecnológico y productivo.

Desgraciadamente el concepto que regula hoy los procesos de evaluación responden más a visiones gerencialistas con una perspectiva tecnocrática de lo social y de la regulación de mercados, incluido el educativo y de la gobernabilidad. Esta visión fundamentalmente busca la estandarización de comportamientos institucionales (individuos, grupos, autoridades) con la idea de normar criterios y prácticas que induzcan a una visión hegemónica de la calidad, educativa/institucional perfectamente medible y bajo control. De esta manera, lo que se evalúa es el manejo de la información más que la producción de conocimientos.

En este punto se quiebra la confianza entre partes y empieza a ser cuestionada la gobernabilidad institucional.

Importa la medición (enfoque cuantitativo) no el contexto (enfoque cualitativo), de tal manera que a las autoridades les importa más declarar el porcentaje de docentes que asistieron a la evaluación, que evidenciar las condiciones emocionales (estrés por posibles enfrentamientos y por la posibilidad de reprobar y ser despedidos) a que son sometidos los docentes.

Fuente: http://michoacantrespuntocero.com/la-educacion-no-recurso-politico/

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