Sociología de la educación: una mirada al apego

Por: María Cristina Pizarro Egea

Todos hemos escuchado alguna vez la frase “¡Cuánto celo le tiene a su madre!, ¡Qué madrero es!». Desde hace mucho tiempo, se ha considerado que cuando un niño llora por entrar a la escuela en su primer año, o cuando su madre abandona una estancia de su casa, por ejemplo, sucede porque está muy “mimado”. Esta creencia popular se debe a la ausencia de información y a la ausencia de conocimiento acerca del desarrollo psicoevolutivo del niño de las tres a los seis años de edad.

Esa actitud no es ni más ni menos el conocido apego. Este concepto nació de manos del psicoanalista inglés John Bowlby, el cual se interesó por el desarrollo infantil. Este erudito denominó el apego como un vínculo emocional establecido entre la figura de apego y el niño y la posterior ruptura de ese lazo afectivo establecido entre ambos, como consecuencia de su incorporación a la escuela. A ello se le une una de las principales características del pensamiento preoperacional de los niños, el cual ha sido descrito por Piaget, llamado egocentrismo, ya que, debido a su incorporación a la escuela, el niño deja de ser un todo para convertirse en parte de una comunidad educativa, la cual le va a acompañar en un largo viaje. Estos dos factores van a ser determinantes para el desarrollo de la personalidad del niño.

Según Bowlby, cuando un niño o niña nacía, inmediatamente establecía una relación de unión con la madre, ya que ésta es la principal figura de apego para los bebés. Y que con el paso del tiempo y según tuvieran lugar las interacciones con el resto de los miembros de la familia, el apego podía modificarse y el niño sería capaz de cambiar su figura de referencia por una nueva. Además de ello, también destacó el hecho de que cuando un niño era privado de su figura materna, este hecho tendría repercusiones negativas en su madurez y que el apego no estaba vinculado sólo al alimento, a la unión que se establece cuando una madre da el pecho a su hijo, sino también al afecto, al cariño, a la atención, a la reciprocidad entre ambos.

Tal y como destacó en su teoría realizada en 1980, este psicoanalista estableció 4 características del apego. La primera de ella era el mantenimiento de la proximidad, la cual consiste en tener cerca a la persona vinculada; la segunda característica hace alusión al refugio y a la seguridad que los niños sienten por el hecho de saber que tienen una figura de apego; la tercera habla sobre la exploración segura del entorno; y, por último, y no menos importante, la angustia por la separación, la cual se debe a la ausencia de apego.

Pero el apego no se produce inmediatamente, éste se desarrolla en una serie de fases, al igual que la evolución del pensamiento del niño.

La primera fase se conoce como el preapego y se desarrolla en las primeras seis semanas de vida. Durante estas semanas el niño no tiene establecida la figura de apego e intenta llamar la atención de aquellos que tiene a su lado.
Tras las seis semanas tiene lugar otra fase llamada formación del apego. A lo largo de estos ocho meses se puede comprobar cómo el niño experimenta una angustia por separación cuando no se encuentra cerca de los adultos. Poco a poco va interactuando de manera más clara con su progenitora, aunque todavía no se ha establecido ese vínculo tan grande entre ambos.

Desde los seis meses u ocho hasta los dos años entramos en la denominada fase del apego. Es durante este tiempo cuando el niño muestra la fuerza del vínculo establecido entre él y su madre. Siente angustia, cabreo, miedo cuando ella no está cerca. Mientras que en las otras fases el niño no distinguía a los desconocidos, es en esta cuando ya muestra un rechazo hacia ellos, reforzando así el vínculo entre madre e hijo.

En cuanto a la última fase, ésta se desarrolla desde los veinticuatro meses y es denominada como formación de las relaciones recíprocas, ya que el niño es capaz de calmar la ansiedad ante la separación de la madre. Es capaz de representar mentalmente a su madre para calmar su angustia, aprende una serie de técnicas que le ayudarán en la gestión emocional.

Pero no solamente Bowlby se centró en este aspecto del desarrollo del niño, sino también Mary Ainsworth, la cual fue una psicoanalista nacida en Glendale, graduada por la Universidad de Toronto y doctorada en psicología del desarrollo en 1939.

Esta doctora de gran renombre académico siguió estudiando la teoría del apego propuesta por Bowlby durante los años de 1969 a 1980. Según ella, el apego tenía cuatro manifestaciones diferentes. Por un lado, cita el apego seguro, el apego inseguro, el apego evasivo y finalmente el apego desorganizado.

En cuanto al apego seguro, en esta fase el niño es consciente de que su cuidador va a estar siempre con él, le va a ayudar a satisfacer sus necesidades mediante el cuidado y el amor, lo que le provoca al niño un sentimiento de seguridad y tranquilidad al tener cerca a su figura de referencia. De esta manera, se establece el primer vínculo emocional, lo cual le ayudará a ser más independiente y establecerá relaciones interpersonales y vínculos afectivos emocionalmente sanos con los demás cuando adquiera la madurez.

En relación al apego inseguro, en este caso el niño no confía en las personas que le cuidan, se muestra constantemente inseguro, siente miedo, angustia, ansiedad, así como dificultad para calmarse. Todo ello, le va a repercutir negativamente en su madurez, ya que, debido a todo ello, desarrollarán la denominada dependencia emocional.

En lo que se refiere al apego evasivo, el niño asume que sus cuidadores no le van a ayudar y por ellos experimenta un gran sufrimiento, todo ello se debe a la inseguridad, con lo cual desarrolla un sentimiento de agrado hacia la distancia emocional.

Finalmente, el apego desorganizado se puede definir como la mezcla entre el apego seguro y el apego inseguro o como la carencia total de apego debido a causas como el abandono temprano, lo que desemboca en conducta impulsivas y explosivas, así como dificultada para entenderse con las personas.

Pero, ¿Cómo podemos ayudar a un niño de 3 años para que la ruptura del apego se realice de manera positiva? ¿Qué papel juega el maestro de Educación Infantil en este hecho? ¿Cómo debemos actuar? ¿Qué estrategias son necesarias o recomendables?

Son muchas las preguntas que nos abordan la mente cuando tenemos que preparar el periodo de adaptación para los niños de 3 años. Estamos ante niños, en ocasiones casi bebés, pequeñas personas que están dando sus primeros pasos, que se enfrentan a un ámbito desconocido, separándose de sus progenitores durante toda la mañana, cinco días a la semana. Si nos paramos a observar y analizar este hecho, esto supone un cambio traumático para el niño en todos los aspectos, ya que tiene que adaptarse a un nuevo entorno y a una nueva comunidad. Otro aspecto que influye en este proceso es el denominado egocentrismo, el cual ha sido citado con anterioridad. Todo ello, supone un shock para los más pequeños y una intranquilidad por parte de las familias, lo cual es entendible en todo momento. Por ello, como docentes, debemos hacer partícipes a la familia en todo el proceso de incorporación y desarrollo de sus hijos. Hay que proporcionar la máxima información, establecer pautas de actuación común, para facilitar la adaptación del niño a la escuela. Es preciso, que en casa se vea este cambio como algo positivo y se fomente esa positivada a los niños. Que se les incentive a ir a la escuela, a disfrutar de sus compañeros y establecer un vínculo emocional afectivo con la maestra o el maestro de la etapa, lo cual es fundamental para el desarrollo psicoevolutivo del niño.

Un aspecto imprescindible es la decoración del aula, crear espacios mágicos que inviten a la relajación, al descubrimiento, a la tranquilidad. Además de ello, es necesario escuchar al niño, hacerle ver que puede contar contigo cuando más lo necesite, en definitiva, que no se sienta solo o perdido, ya que en esos momentos la figura de apoyo es el docente. Y por supuesto la coordinación con la familia, para trabajar de manera conjunta, con la finalidad de potenciar el máximo desarrollo del niño en todos los aspectos de su vida.

Con todo ello, vamos a contribuir al desarrollo emocional del niño o la niña, a su incorporación a la escuela, en definitiva, al desarrollo de su personalidad. Siempre con la ayuda y el trabajo mutuo entre familia y escuela.


Referencias

Bowlby, John (1993). El apego y la pérdida 1. Ediciones Paidós.

Bowlby, John (1969). El vínculo afectivo. Editorial Paidós.

Bowlby, John (1989). Una base segura. Ediciones Paidós.

Bowlby, John (2014). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Ediciones Morata.

Ainsworth, Mary (2018). Comprende la psicología. Editorial Salvat.

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Salud Mental España pide una asignatura de educación emocional en el sistema de enseñanza

Por: ABC

Los problemas de salud mental serán en 2030 la primera causa de discapacidad en jóvenes y adultos.

La Confederación Salud Mental España reclama la implantación en el sistema educativo de una asignatura de educación emocional, con el fin de «dotar a los más jóvenes de las herramientas personales necesarias para afrontar las situaciones complejas de la vida».

Así lo pone de relieve el presidente de Salud Mental España, Nel González Zapico, en un artículo en el boletín ‘Cermi.es semanal’, cuya edición 380 ha sido publicada este viernes. Se puede acceder a todos los contenidos de este nuevo número en este enlace.

El presidente de Salud Mental aborda la importancia de ver el bienestar personal como un derecho humano, algo fundamental, a su juicio, para que se dé cumplimiento a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). «El bienestar personal abarca múltiples ámbitos y se enmarca dentro de otros derechos fundamentales, como la educación, el trabajo, la protección a los colectivos vulnerables o la adecuada atención sanitaria», apunta.

En este sentido, advierte de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que los problemas de salud mental serán en 2030 la primera causa de discapacidad en jóvenes y adultos. «Es evidente que la salud mental es algo que puede afectar al bienestar de las personas. Si todas y todos trabajamos en una misma dirección, podremos evitar que esta predicción se cumpla», remarca González Zapico.

Pisos accesibles

Por otra parte, el boletín incluye un reportaje sobre ‘www.pisosaccesibles.es’, el primer buscador de vivienda accesible, tanto en régimen de alquiler como de compra. Esta iniciativa, puesta en marcha por la Federación Nacional Aspaym (FNA), pretende dar respuesta a la demanda existente de encontrar viviendas accesibles, gracias a la creación de una página web accesible de implantación en todo el territorio español, incluyendo valoraciones profesionales de personas expertas.

«Moverte dentro de tu casa con tu silla de ruedas, el que puedas acceder a ella –sin barreras-, hacer transferencia a la cama o la ducha, cocinar… representa una potente mejora de tu calidad de vida y que esta sea más autónoma y positiva. El hecho de estar en una vivienda no accesible es tener que depender las 24 horas del día de, al menos, otra persona. En cambio, estar en un hogar accesible representa depender menos o, incluso, ser autónomo y poderte hacer las tareas diarias», precisa el presidente de la FNA, Ángel de Propios.

Además del repaso a la actualidad de la última semana, la publicación del CERMI incluye, entre sus contenidos, un reportaje sobre Petales España, una organización que trabaja en favor de las familias en cuyo seno hay miembros con trastornos del apego. Úrsula Martínez, vicepresidenta de Petales, explica que las familias que forman la organización (ya son 150 en España) veían que sus hijos tenían comportamientos «que nadie sabía explicar, comportamientos compulsivos, impulsivos, incluso disruptivos en momentos, niños que no consiguen regulación emocional y viven en un tobogán continuo».

El apego es el tipo de relación que el bebé desarrolla con sus padres o cuidadores y que le proporciona la seguridad emocional y la tranquilidad indispensable para explorar el mundo, es decir, permite al niño realizar un buen desarrollo cognitivo, emocional y físico.

Por ello, sobre los trastornos del apego, la psiquiatra Carmen Moreno expone que «hablamos de una adversidad que a menudo comienza antes de nacer y a partir de ese nacimiento, muchas veces es acumulativa, y eso hace que el desarrollo se vea alterado en muchos aspectos, tanto físicos como psíquicos».

Asimismo, los participantes en el reportaje coinciden en la relevancia de la detección temprana. «Cuanto antes, mejor, porque cuando ya se ha desarrollado una enfermedad mental, las dificultades de trabajo son mucho mayores, porque ese chico lo que ha hecho es adaptarse de la mejor manera posible a esa sociedad y a partir de ahí es todo más difícil y se medicaliza en exceso», declara el psiquiatra Diego Figuera.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-salud-mental-espana-pide-asignatura-educacion-emocional-sistema-ensenanza-202003090144_noticia.html

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Pepa Horno, especialista en infancia: “Si los adultos no ven el dolor de su niño interior no educarán sin violencia”

Redacción: El País

La experta española visitó Montevideo para hablar sobre apego, trauma y disociación en niños .

La psicóloga española especialista en infancia Pepa Horno visitó Montevideo en el marco del seminario internacional organizado por Aldeas Infantiles: “Crecer sin violencia. Enfoques y estrategias de abordaje para la protección infantil y adolescente”. La ponencia de la especialista se centró en “apego, trauma y disociación”, problema frecuente en los niños.

Horno trabaja como consultora independiente en lo que llama “infancia, afectividad y protección”. Trabajó para la organización internacional Save The Children como responsable de los Programas de Violencia contra la Infancia y Responsable del Departamento de Promoción y Protección de los Derechos de la Infancia, publicó más de 10 libros y decenas de artículos sobre infancia, siempre enfocándose desde una perspectiva del afecto.

En su paso por Montevideo, Horno conversó con El País sobre su profesión, la situación mundial respecto a los temas de infancia y la realidad uruguaya. Y fue tajante: “La vulneración de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en el mundo es generalizada y, lo que es más grave, en algunos aspectos normalizada y aceptada socialmente”.

—¿Por qué eligió dedicarse profesionalmente a los niños?
—Estudié psicología y en mi formación comprendí que en la infancia se construye la estructura psíquica del ser humano. No hay etapa de mayor riqueza pero tampoco de mayor vulnerabilidad. Y en mi trabajo he intentado siempre unir la promoción de la afectividad, la consciencia, la ternura y el cuidado de las figuras parentales con la prevención de cualquier forma de maltrato. Un entorno seguro es la base de la protección de los niños, niñas y adolescentes. Y ese entorno es nuestra responsabilidad. De todos y cada uno de nosotros. No imagino nada con más sentido que dedicar mi vida profesional a promover esos entornos seguros.

No hay etapa de mayor riqueza pero tampoco de mayor vulnerabilidad que la infancia!

—¿Qué fue lo que más le sorprendió al explorar ese mundo?
—Lo parecidos que somos los seres humanos en todos los continentes, culturas, religiones e idiomas. Comprender que el desarrollo afectivo es universal y que la gente ama, sufre y teme lo mismo en cualquier parte del mundo. Un niño en mi país (España), en Camboya, en India, en Panamá o en Uruguay necesita lo mismo para desarrollarse plenamente: sentirse seguro y amado. Y en todos los lugares del mundo hay un niño o niña dolorido dentro de muchos adultos con los que trabajo. Aprendí claramente que si no logro que los adultos vean el dolor de su niño interior no podré lograr que eduquen sin violencia a sus hijos e hijas.

—¿Cómo ves la situación de la infancia a lo largo del mundo?
—La vulneración de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en el mundo es generalizada y, lo que es más grave, en algunos aspectos normalizada y aceptada socialmente. Algunos ejemplos de esto son el castigo físico o las prácticas tradicionales dañinas, la falta de participación de los niños y niñas en la toma de decisiones que les afectan o en las comunidades en las que viven, entre muchas otras.

La vulneración de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en el mundo es generalizada y, lo que es más grave, en algunos aspectos normalizada y aceptada socialmente»

— ¿Cómo estamos en relación a tres décadas atrás?
—Es importante no perder la perspectiva de que desde que se firmó la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989 se ha mejorado en muchos aspectos, pero sigue siendo el tratado que más consenso ha generado pero también el que ha sido más vulnerado. Los niños, niñas y adolescentes necesitan que los adultos y en general las comunidades en las que viven asuman la responsabilidad moral y jurídica de su protección y desarrollo pleno. El estado de nuestra infancia y juventud no deja de ser una medida de cómo funciona nuestra ética como sociedad.

—¿Cuáles son las claves para mejorar la situación de los niños en diferentes partes del planeta?
—Es una pregunta complicada de responder, pero daré tres claves que me parecen esenciales. Primero, un marco normativo adecuado a nivel nacional y regional que implemente de forma eficaz el marco de los derechos del niño. Segundo, una inversión de recursos humanos y económicos suficiente y no solo desde la perspectiva de inversión en el futuro, sino porque es su derecho en el hoy; son ciudadanos aquí y ahora. Y tercero, mientras no incorporemos temas como el maltrato infantil y los derechos del niño, niña y adolescente en todos los currículos universitarios de las profesiones que van a trabajar con ellos y ellas (psicología, educación, trabajo social, pero también medicina o derecho, entre otras) no podremos detectar y atender adecuadamente a quienes son víctimas de alguna forma de desprotección. No se puede ver aquello que no se está formado para ver.

—¿Qué conoce de Uruguay y su situación? ¿En qué aspectos hay que trabajar para mejorar?
—Uruguay es un país, como muchos otros de la región de Latinoamérica y el Caribe, de contrastes. Por un lado, posee una legislación muy avanzada en algunos aspectos y un sistema de protección bien diseñado, pero necesita que la atención a los niños, niñas y adolescentes sea priorizada a nivel político y social, dotando al sistema de los recursos necesarios. Por otro lado, el país tiene un problema claro de diferencias en la cobertura geográfica de los recursos. No tiene nada que ver los recursos de los que se dispone en Montevideo respecto a las regiones del interior. Y, por último, creo que necesita priorizar el tema de salud mental infanto juvenil, abordándolo de una forma multidisciplinaria que permita una atención a los niños, niñas y adolescentes que vaya más allá de la medicación.

Fuente: https://www.elpais.com.uy/vida-actual/pepa-horno-especialista-infancia-adultos-ven-dolor-nino-interior-educaran-violencia.html

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Padres y profesores somos figuras de apego y debemos estar en el mismo bando

Por: Eva Bailén

Las familias deberíamos interesarnos más por la educación y por conocer metodologías innovadoras

Llevo más de dos años, prácticamente desde que inicié la petición en change.org por la racionalización de los deberes, acudiendo a conferencias, ponencias, charlas e incluso congresos sobre educación. Siempre me siento un poco intrusa, porque parece que es una temática por la que, lógicamente, se interesan principalmente docentes y profesionales del sector educativo. Pero no me incomoda ser de las pocas madres en estos encuentros, al contrario, echo de menos la presencia de otros padres y madres. Sinceramente, creo que las familias deberíamos interesarnos más por la educación y por conocer metodologías innovadoras.

Como ya sabréis, no me creo esa frase tan manida, y a mi modo de ver también dañina, por la que se afirma que “se educa en casa y se enseña en la escuela”. Si fuera así, a los congresos de educación tendríamos que ir los padres y madres, y no los docentes, y ellos tendrían que ir a congresos de enseñar, no de educar. En realidad, creo que los maestros y las familias deberíamos compartir más espacios en los que se hable de educación y de cómo enseñar.

Por todo esto, cuando a principios de julio tuvo lugar una nueva edición del Congreso Iberoamericano Motiva, Crea y Aprende (CIMCA), organizado por el Observatorio de Educación de la Universidad Rey Juan Carlos, no me lo perdí. Este año el congreso trataba sobre las emociones. Desde que se estrenó la película Del revés (Inside Out), creo que somos un poquito más conscientes de la importancia de las emociones en la educación, pero aún así, todavía parece más necesario e interesante enseñar a hacer un análisis sintáctico de una oración que a reconocer y gestionar las propias emociones y las de los demás.

A lo largo de los días que duró el congreso, pasaron varios ponentes maravillosos que nos explicaron qué son las emociones, por qué todas son útiles, aunque algunas sean agradables y otras no tanto, y cómo reconocerlas, gestionarlas y diferenciarlas de los estados de ánimo. Aunque todas las ponencias fueron estupendas, para una madre como yo, creo que la más reveladora fue la de Rafael Guerrero, psicólogo, doctor en Educación y director de Darwin Psicólogos. Después de escucharlo me di cuenta de que a veces educamos muy mal, educamos fatal. Tanto los profesores como los padres y madres podemos llegar a estar muy equivocados y confundidos.

En muchas ocasiones no somos capaces de reconocer ciertas necesidades emocionales de nuestros hijos

De la ponencia de Rafael Guerrero aprendí que una de las grandes confusiones en las que estamos envueltos los educadores nos lleva a no discernir necesidades de deseos o caprichos. Sé que parece una tontería, pero en realidad no es tan fácil, porque una vez cubiertas las necesidades básicas, pasamos a percibir como necesarias cosas que antes no lo eran. Y por otra parte, en el terreno de lo emocional, en muchas ocasiones no somos capaces de reconocer ciertas necesidades emocionales.

Pero es sumamente importante distinguir unas de otras, porque si lo hacemos bien, si realmente somos responsivos y atendemos las necesidades verdaderas de nuestros hijos o alumnos, estaremos construyendo una bonita relación de apego seguro, tal y como explicó Guerrero. Por el contrario, si lo hacemos mal, podemos estar creando (atención a la definición) una relación de apego ansioso ambivalente, es decir, sobreprotegiendo. Para diferenciar un caso de otro, el ejemplo al que recurrió fue al del chiste de Gila que decía “cuando mi madre tenía frío, me ponía un jersey”. Evidentemente, El niño necesitará el jersey cuando tenga frío él, no cuando lo tenga la madre o el padre. La madre de Gila no estaba cubriendo una necesidad del pequeño, estaba sobreprotegiendo.

Uno de los asistentes al congreso se preocupó por los efectos nocivos que pudiera tener el apego seguro, y le lanzó la pregunta a Guerrero. El apego seguro, nos explicó, no es en ningún caso malo para un niño. Un apego seguro no genera niños sobreprotegidos, hay tanta preocupación por la sobreprotección ahora mismo, que parece que nos olvidamos de cubrir las necesidades de nuestros pequeños con tal de no llegar a ser unos padres sobreprotectores o unos padres helicóptero. Y a veces acabamos haciéndolo terriblemente mal, criando a nuestros hijos sin la seguridad que necesitan o educando a nuestros alumnos de manera equivocada.

Otro error monumental que cometemos los adultos es el de criticar al niño, insultando o etiquetando, en vez de criticar la conducta. Cuántas veces decimos a nuestros hijos que son malos, cuando en realidad lo que han hecho mal es un acto concreto, una mala conducta. Posiblemente le hayan pegado a otro niño, que está mal, claro, pero diciéndole que es malo no vamos a solucionar el problema, al contrario, perpetuaremos la conducta. Otras veces, sobre todo cuando el niño suspende, se le dice que es vago, o tonto. Sin embargo en multitud de ocasiones ese niño en realidad sufre un trastorno del aprendizaje, como puede ser TDAH o dislexia, y el daño que se les hace cargándoles el sambenito de la vaguería es difícil de reparar.

Contaba Rafael Guerrero, que al calificar a un niño de tonto o vago, inconscientemente lo ponemos en la tesitura de tener que elegir qué imagen prefiere dar, la de perezoso o la de estúpido. Esto, unido a otra frase que repetimos hasta la saciedad que reza “querer es poder” puede llevar a un chico o a una chica a decantarse por elegir dar la imagen de ser vago, porque dar la imagen de ser poco inteligente es indudablemente peor. Sin embargo, a veces se quiere pero no se puede, a todos nos ha pasado en alguna ocasión que nos hemos sentido incapaces de ejecutar algo que queremos hacer. Pero reconocer que no se puede supone para un chico que se ve en esta situación reconocer la estupidez absoluta, mientras que, tal vez para conseguir aquello que quiere, solo necesita un poco de ayuda, no que lo tachen de vago.

Muchos adolescentes se cierran en banda no por las hormonas, sino porque los padres no supieron crear un apego seguro

Esto último está muy relacionado con el efecto Pigmalión, con la profecía autocumplida. Explicaba Guerrero que si le decimos a un niño que es tonto, que no sabe, que no puede, que es vago, que es un inútil o lanzamos cualquier otra afirmación que deja nuestras expectativas sobre él y su futuro a la altura del barro, lo que ocurrirá es que irremediablemente se cumplirán nuestros mensajes, y difícilmente ese chico o chica será otra cosa que un tonto, un inútil, o un vago. Pero afortunadamente a la inversa también funciona, tener expectativas altas sobre los hijos o alumnos puede ser muy positivo.

Además, me llamó mucho la atención una reflexión que hizo sobre la adolescencia, esa etapa tan temida y tan difícil. Dijo que en ese momento muchos chavales se cierran en banda, y no comparten nada con sus padres, y esto que achacamos a una etapa de la vida o a las hormonas puede tener muchas más relación con la gestión de las emociones, con que se hayan cubierto adecuadamente las necesidades emocionales de esos adolescentes durante la infancia, y de que se haya creado un vínculo de apego seguro, que con cualquier otro proceso fisiológico por el que estén pasando.

El apego, nos dijo Rafael Guerrero, no es un concepto relacionado solo con los bebés. El apego seguro y la gestión emocional son importantes a lo largo de todas las etapas de la crianza y de la educación, y si queremos niños autónomos, que no independientes, porque un niño es dependiente por naturaleza, debemos educar creando vínculos de apego seguro, tanto en casa como en la escuela. Para que un niño sea solvente, y llegue a la independencia, es importante que los adultos de referencia, padres y maestros, seamos capaces de autorregular nuestras emociones, de enseñar las destrezas necesarias para que aprendan a hacerlo ellos mismos, y mantener siempre esa relación asimétrica entre padres e hijos, maestros y alumnos, que garantizará la armonía.

Después de su ponencia, me convencí más aún si cabe de la importancia de que los progenitores se informen sobre lo que los expertos en educación cuentan en congresos y ponencias reservadas habitualmente a profesionales del sector. Asistir a este tipo de encuentros ayuda muchísimo a comprender las limitaciones del sistema educativo actual, y a apoyar los cambios y las iniciativas innovadoras que tanta falta hacen. Habría sido una pena perderse este congreso, imprescindible tanto para docentes como para padres, una oportunidad única para compartir espacio y dejar de situar a familias y a profesores en bandos diferentes.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/07/28/mamas_papas/1501238010_432618.html

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Hablamos de educación: El Apego seguro

29 de marzo de 2017 / Fuente: http://blog.tiching.com

Por: Miquel Angel Alabart

Lucía es una niña encantadora, siempre sonríe y parece muy tranquila en brazos de su madre. Sin embargo, está pasando por un período en que, si su madre la deja apenas unos minutos con otra persona y sale de la sala, arranca a llorar desconsoladamente. Y la familia ya se ha apresurado a exclamar: “¡Está muy enmadrada!” no sin cierto reproche hacia una madre que, como todas (y todos) al principio, con todas las inseguridades propias de los primeros meses, puede fácilmente caer en la creencia de que algo está haciendo mal.

Pero seguramente no está haciendo nada mal, sino todo lo contrario: Lucía tiene un apego seguro con su madre, lo cual es fantástico.

La teoría del Apego

Si hay una teoría que goza de un gran consenso entre los psicólogos de la primera infancia, esa es la teoría del apego. Formulada por Bowlby hace cerca de 50 años, y difícil de resumir en unas líneas, lo que viene a decir es que un bebé, cuando nace, tiende a buscar una primera figura de apego (frecuentemente la madre), con la que establece un vínculo especial que le proporciona algo así como una nutrición emocional que constituye, así, la base sobre la que va a construir en buena medida su personalidad. Y una de las medidas de ese apego es, precisamente, lo mucho que llora cuando se separa de esa figura. De hecho, si observamos fotografías de la mayoría de culturas del mundo, es habitual ver a los bebés colgados, con pañuelos o bandoleras, de sus madres: además de otras razones de índole práctica, están potenciando el vínculo.

Numerosos estudios confirman que la existencia de un buen vínculo de apego parece estar relacionado con mayor tranquilidad, comportamientos socialmente aceptables, bienestar emocional,  rendimiento académico en el futuro e incluso, según algunos investigadores, ¡mejor funcionamiento de sus relaciones de pareja cuando las tengan!

Lo cierto es que el vínculo de apego parece una gran “vacuna psicológica” que, aunque no las asegura al 100%, parece favorecer una mayor autoestima y una mejor relación futura con los padres y con otras personas.

Un vínculo para toda la vida

El vínculo de apego se favorece dando la oportunidad de mantener un contacto físico o por lo menos ocular el máximo de permanente con el bebé, sobre todo en caso que ocurra algo que produce estrés al bebé – por ejemplo, situaciones que le producen miedo, como la soledad en la noche o agobio, como un exceso de estímulos. La lactancia materna a demanda o la práctica del colecho seguro también se relaciona con una mejor calidad del vínculo. Si existe un buen vínculo, las figuras de referencia – que se van ampliando al otro progenitor, a los abuelos… – también experimentan placer en fomentarlo.

Llegará un momento en que Lucía, como todos los niños bien vinculados, pedirá, si se les sabe observar y escuchar, alejarse, bajar al suelo a gatear, explorar las escaleras, empezar a deambular… Entonces será el momento de animar a probar, a alejarse primero un poco y después un poco más, aunque teniendo controlado donde volver. Un día irá a la escuela infantil, y la niña y la madre  experimentarán una separación importante. Si tienen un buen vínculo de apego, eso no será del todo fácil al principio. Pero a la vez, la fortaleza emocional que la niña ya tendrá dentro será un gran recurso para enfrentarse al mundo. Y lo tendrá para toda la vida.

Fuente artículo: http://blog.tiching.com/hablamos-de-educacion-el-apego-seguro/

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