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Philippe Meirieu: “La motivación tiene que ser un objetivo de la enseñanza, no algo previo”

El experto francés mantuvo reuniones de trabajo con el Consejo de Formación en Educación durante su paso por Montevideo.

Escribe: Leticia Castro en Terciaria |

Lo suelen presentar como uno de los intelectuales franceses de la educación más influyentes de la contemporaneidad. Títulos y trabajos publicados para demostrarlo no le faltan: Philippe Meirieu es maestro, profesor, licenciado, director de varias instituciones educativas y profesor emérito de otras tantas universidades; además, cuenta en su haber con más de 40 publicaciones y dirigió cerca de 50 tesis. Su obra gira principalmente en torno a la pedagogía, pero ha sabido extenderla a la familia y a ciertos conflictos sociales. Militó en movimientos de educación popular y se define como un activo “hombre de izquierda”. Estuvo a cargo de la conducción de instituciones directamente involucradas en la formación docente, que a su vez lideran en Francia la investigación en pedagogía. Fue parte del diseño y puesta en marcha de los Institutos Universitarios de Formación de Maestros, y dirigió el de la Universidad de Lyon hasta 2006.

Estuvo en Montevideo invitado por el Consejo de Formación en Educación (CFE) para participar en varias reuniones de trabajo; además, el martes brindó una conferencia abierta al público que tituló “Educar hoy: la pedagogía y la construcción de la igualdad”. la diaria conversó con Meirieu sobre su visión de la educación actual y los cambios que se aproximan, el rol docente y las herramientas para desarrollar la motivación en los estudiantes.

Ha dicho en varias oportunidades que el modelo actual de escuela está obsoleto. ¿Por qué lo cree? ¿Por dónde debe empezar el cambio?

Si queremos una escuela verdaderamente inclusiva, es decir, que acepte a todos los niños sin ninguna discriminación, es necesario permitir nuevos modelos en la escuela. Por ejemplo, modelos de agrupamiento diferentes en función de las necesidades de los alumnos. Hoy las escuelas tradicionales están organizadas en clases que tienden a ser lo más homogéneas posibles, con alumnos que hacen lo mismo y al mismo tiempo. Creo que es necesario pensar en un modo de enseñanza en el cual haya a la vez tiempos comunes, clases como las que tenemos hoy, pero también grupos que se constituyan de forma provisoria y que respondan a necesidades que emergen en algunos alumnos, en función de las dificultades que encuentran en su escolaridad.

¿Cómo trabajarían esos grupos especiales?

Esos grupos trabajan sobre las necesidades de los alumnos: si hay alumnos que necesitan memorizar van a trabajar sobre la memorización; si tienen necesidad de descubrir, van a trabajar sobre las situaciones problema; si los alumnos son tímidos y tienen necesidad de hablar en público, van a aprender a hablar con otros; si son alumnos que tienen problemas para escribir se harán talleres de escritura. Los grupos provisorios tienen que cubrir las necesidades que emergen de los alumnos y permitirles que vuelvan a la clase común. Es un funcionamiento que puede hacerse dentro de la clase o, de forma más general, dentro de la escuela; y ese momento puede ser potenciado por el equipo de docentes, que reflexionan juntos sobre las proposiciones que les dan a los alumnos.

¿Sería bueno que haya un docente particular para cada uno?

Puede haber un docente particular, los docentes pueden distribuirse los grupos de necesidades o podemos utilizar las ayudas entre alumnos. Hay estudiantes más adelantados que pueden ayudar a los alumnos que presentan más dificultades: eso hace progresar al mismo tiempo a los alumnos que ayudan y a los que son ayudados. El trabajo cooperativo de los estudiantes es una muy buena herramienta.

Una de tus propuestas en el área pedagógica es trabajar sobre las situaciones problema. ¿Hay una relación directa entre esta forma de trabajo y una mayor motivación o mejores resultados?

Hay una motivación directa. Para muchos alumnos la motivación no existe a priori; la motivación tiene que ser un objetivo de la enseñanza, no algo previo, nunca es algo previo. También hay que tener en cuenta lo fundamental que es el entusiasmo de los docentes. A mi entender, el docente que ayuda a su rol y a la materia que enseña, el que tiene más facilidad para movilizar a sus alumnos, es el que está más motivado. Un docente que se aburra con el tema, al que no le guste dar clase, no funciona. Es necesario que los docentes sean seres de transmisión que ayudan; que quieran transmitir es muy importante.

¿Cómo trabaja el docente con la situación problema? ¿Debe ser algo que lleve al grupo o que surja del grupo de estudiantes?

No necesariamente es mejor si surge de los alumnos, puede ser planteado por el docente. De hecho, la curiosidad del alumno puede ser estimulada por un problema planteado por el docente, con muy buenos resultados. Lo importante es ayudar a construir las preguntas y no simplemente dar las respuestas. Los problemas pueden existir en los propios alumnos, pero debemos estimularlos, hacerlos aparecer.

¿Los docentes tienden a dar respuestas más que preguntas?

Depende del docente; hay profesores muy atentos a las preguntas y a construirlas. Creo que los buenos docentes son los que imparten lecciones que son respuestas a preguntas. De todas formas, no necesariamente las preguntas deben ser siempre planteadas por los alumnos; a mi entender, las preguntas pueden surgir gracias al trabajo del profesor que ayudó a que aparezcan.

Otro de tus postulados es que cada docente debería ser un pedagogo que acompañe a los niños en su tránsito por el sistema educativo. ¿Creés que esta situación no sucede en este momento?

Yo no puedo decir que eso no suceda, hay docentes que hacen el trabajo de pedagogo, existen otros muchos que acompañan al alumno a lo largo de su escolaridad y lo hacen bien. Sin embargo, creo que la función del docente hoy es más complicada que en tiempos pasados, porque las exigencias de la sociedad son más importantes y porque los alumnos son muy diferentes de lo que eran hace algunos años. Acompañar a los alumnos de hoy significa ser capaz de comprender cómo progresa cada uno de ellos, qué dificultades tienen, y tener en claro qué se les puede proponer para remediar esas dificultades específicas que le surjan en su aprendizaje.

¿Considerás que los docentes están preparados para los alumnos de hoy?

Los docentes no siempre están bien formados para eso, pero sin duda es un objetivo de la formación. La educación de los educadores debe permitirles generar herramientas como para organizar la clase, con todos sus alumnos, pero también deben contar con las herramientas necesarias para acompañar a cada individuo en sus dificultades personales. Eso es absolutamente imperativo si queremos que la escuela sea inclusiva.

El CFE está en un proceso de cambio de los planes de formación docente. ¿Qué puntos no pueden quedar fuera de la reforma?

Como pude explicar al equipo [del CFE] que me recibió, creo que la formación de los docentes tiene que estar centrada en el proceso de enseñanza: es importante aprender a enseñar en el centro de formación. Por ejemplo, si formáramos mecánicos enseñándoles cursos de mecánica teórica, sin entregarles un motor para trabajar, cuando el mecánico fuera al taller no sabría cómo aplicar sus conocimientos. Creo que es necesario que los docentes en formación, los que van a ser los futuros maestros y profesores, tengan instancias para construir situaciones de aprendizaje. También es muy bueno que puedan presentarlas a sus compañeros. Por ejemplo, entiendo que es muy importante y útil que los docentes de matemática enseñen a los de letras y viceversa.

¿El énfasis tiene que estar en la forma de enseñar los temas o en saber mucho al respecto?

Las dos son inseparables: cuando se enseña el contenido hay método, no hay uno sin el otro. Es necesario descubrir eso en el centro de formación.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2018/11/philippe-meirieu-la-motivacion-tiene-que-ser-un-objetivo-de-la-ensenanza-no-algo-previo/

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La educación necesita contenidos

 Autor: Enver Torregroza

Desde que se volvió una moda desestimular la enseñanza de contenidos en colegios y universidades la educación anda patas arriba. Ahora los chicos son buenos para la opinadera, pues no se le enseña nada. Y lo hacen con preocupante exceso de confianza sin nunca atreverse a cuestionar críticamente su propio saber. 

Desde que se volvió una moda desestimular la enseñanza de contenidos en colegios y universidades la educación anda patas arriba.

La moda de no enseñar contenidos, de despreciarlos como si fuesen algo inútil o prejudicial o perverso, lleva ya más de 20 años. Digo moda, porque a pesar de que la política de no enseñar contenidos parece haberse asentado y se ha convertido en paradigma hegemónico, todas las tendencias en pedagogía suelen ser temporales y con el tiempo pierden vigencia en virtud de su extremismo y parcialidad.

Lo que me preocupa es que esta moda está durando más tiempo del necesario y ya es urgente que el péndulo oscile en la dirección contraria pues se está haciendo más daño que bien.

Todo comenzó con la necesidad de educar en otras cosas igualmente importantes que parecían olvidadas: las habilidades y competencias, el saber hacer. Luego se impuso, arbitrariamente como siempre y de manera dogmática, la evaluación por logros. Pero con el paso de los años todo fue empeorando pues el desprecio de los contenidos fue calando en todos los escenarios de la educación colombiana hasta el punto de que hoy no se enseña nada.

La historia es uno de los más dramáticos ejemplos. Los jóvenes salen del colegio no sólo no sabiendo nada, sino sabiendo mal. En medio de sus enormes vacíos en conocimientos históricos, sus maltratadas cabezas están llenas de cucarachas, mitos y leyendas retorcidas sobre la historia, muy probablemente aprendidas copiando información de cualquier blog creativo de internet.

La conquista y colonia se reducen a la frase «los españoles vinieron y se robaron el oro» y la Segunda Guerra Mundial es el evento ese en que mataron muchos judíos y no se sabe por qué. No es extraño encontrar adolescentes exponiendo teorías sobre visitas alienígenas que explicarían desde las pirámides hasta los nazis. Así es muy difícil.

La geografía es otro ejemplo. El cuento de que todo está en internet y de que por tanto no es necesario ya hacer el ejercicio de dibujar mapas o calcarlos hace que los jóvenes no sepan si el Ganges es un río o una enfermedad venérea, como el Brahmaputra. A nadie le importa ya qué es el Karakórum y ni se tiene idea de las fronteras de Colombia. A fin de cuentas en el mundo globalizado «ya no son importantes las fronteras» y que más da si uno sabe que los productos son de marcas europeas «pero todos los hacen en China».

Muchos adultos sufrieron en su infancia con las tablas de multiplicar y la tabla periódica. Lo cierto es que la enseñanza de las ciencias matemáticas y básicas no ha mejorado con el desprecio de los contenidos y la memoria. La idea de que el aprendizaje es por problemas y que hay que dar ejemplos concretos ha hecho que los jóvenes hayan perdido su capacidad de abstracción indispensable para la comprensión y el buen uso del lenguaje. Con la idea de que el saber matemático debe ser útil y al servicio de la vida diaria y que lo importante es aprender a analizar los problemas y no a razonar matemáticamente, todos los ejercicios de texto terminan siendo sobre trenes y pasajeros que se encuentran en un punto. En un país sin abstracción y sin trenes. Como si la única función de la enseñanza de la física y las matemáticas fuese preparar mejor la gente para ir a la tienda.

Pensamiento concreto, mitología histórica barata, “google-dependencia” y ausencia de vocabulario en español e inglés, son los síntomas del analfabetismo funcional que se ha venido cultivando por obra y gracia del odio a los contenidos.

Es más fácil por supuesto para el profesor mediocre no enseñar contenidos porque no tiene que saberlos. Ya los profesores no necesitan preparar clase sino bajar los ejercicios de internet y copiarse, del mismo modo que lo hacen sus discípulos cómplices.

Desde que se decidió que no había que enseñar biología y física sino a «investigar en ciencias naturales» y que en vez de enseñar geografía e historia hay que enseñar «pensamiento crítico» se acabo de raíz con la posibilidad real de la investigación y el pensamiento crítico. ¿Investigar qué, cuestionar qué? ¿Si no se sabe nada? Ahora los chicos son buenos para la opinadera y lo hacen con preocupante confianza y autoestima sin nunca atreverse a cuestionar críticamente su propio saber.

Igual los profesores celebran todas las intervenciones de sus alumnos por malas que sean porque hay que ser tolerantes y los niños son muy sensibles. No sea que al corregirlos seamos políticamente incorrectos y nos ganemos un regaño de la junta de padres o una demanda.

Con la creencia dominante en el relativismo todo criterio de verdad se ha abandonado. «Todo depende del punto de vista» y «es mi opinión» sirven para justificar cualquier barbaridad, sobretodo en el caso de las maltrechas ciencias sociales. Nada de métodos sociológicos ni de lectura de fuentes. Nada de cartografía o teoría antropológica. Nada de lógica y filosofía. Todo es un club de discusión “crítica” en el que cualquier cosa que se diga está bien.

El perspectivismo es importante, ya lo enseñó Nietzsche, pues un vaso puede estar medio vacío o medio lleno. Pero eso no significa que el vaso con agua pueda ser descrito impunemente como un elefante rosado comunista y con alas con el argumento de que «es mi punto de vista», «en mi cultura lo vemos así», o «respeta las diferencias que pensar así es mi decisión».

Falta poco para que la enseñanza de la geometría sea mediante debates críticos y se califique la participación.

Debemos hacer un gran esfuerzo como sociedad para que a nuestros niños y jóvenes se les enseñen cosas. Que aprendan datos, que recuerden algo, que memoricen un poco por favor, al menos los presidentes más importantes y las capitales de algunos países. Que se sepan los planetas y los elementos químicos básicos de la vida. Que identifiquen al menos los huesos que se les rompen y que sepan quién fue Napoleón y quien fue Sócrates. Que hay mucho por saber, no sólo en sí mismo interesante, sino útil y necesario para poder entender, analizar, comprender, investigar, criticar, pensar. Todas cosas fundamentales para vivir.

¿Se imaginan un analista deportivo que no se sepa el nombre de (todos) los jugadores? Hay demasiados contenidos importantes y significativos como para echarlos todos por la borda.

Así las cosas, las nuevas generaciones se creen inventando el mundo, cuando tienen la ventaja de poder asentarse sobre el saber de cientos de generaciones previas. Un saber que orienta y ayuda a saber quiénes somos y donde estamos. De dónde venimos, a dónde vamos y qué debemos hacer.

El capitalismo es cruel con el saber. Y la vida misma también lo es, en su crudeza diaria y temporalidad. Si no es de uso inmediato el saber puede ser ignorado y se puede perder, haciéndonos creer que el saber esencial de hoy en día es manejar Excel. Pero llevamos siglos los seres humanos luchando contra el abismo de la ignorancia y la desidia frente al conocimiento. La cultura es la lucha contra el olvido. Esa es la verdadera memoria histórica y cultural. La memoria es responsabilidad de todos los miembros de la sociedad. No la echemos en saco roto, por favor.

Fuente:

http://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-la-educacion/historia/la-educacion-necesita-contenidos-63559

Fuente de la Imagen:

https://gestion.ucab.edu.ve/lblanco/wp_ucabista/?p=3504

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