Experimentar con el arte en la escuela rural

Por: Saray Marqués

Diversas iniciativas por todo el territorio se sustentan en estas tres patas (el rural, el arte y la educación), con el contexto rural imprimiendo su impronta, impregnando todo el proceso.

“La idea era llevar la actividad al colegio La Fresneda, de Siero, pero descubrimos que allí hay una iniciativa similar y surge la oportunidad de llevarlo a la escuela rural. Este reenfoque cambia la filosofía: Vemos que el espíritu del proyecto encaja a la perfección con las necesidades de esos niños y niñas que, por la dispersión geográfica, no tienen tanta oferta. De pronto, nos topamos con una demanda masiva, lo que hace que en este segundo curso sigamos buscando centros con un perfil rural”. Habla Manuel Paz, director de la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS) y coordinador de la Escuela de Música Itinerante (EMIS) que llegaba el año pasado a los alumnos y alumnas del CRA de Viella y a tres colegios de Lugones y que se ha extendido este curso a las escuelas de Lieres y Carbayín alto. También al colegio Los Campones, en El Berrón, todos en Asturias.

De 150 niños y niñas participantes en el primer curso, este año se rebasarán los 200, gracias a una iniciativa que cuenta con el respaldo de Fundación Daniel y Nina Carasso (como los qu siguen) y el Ayuntamiento de Siero, y que supone un quebradero de cabeza para encajar los horarios y para que las profesoras puedan cubrir las distancias entre los distintos pueblos.

Los alumnos y alumnas les esperan con los brazos abiertos para practicar en las clases de coro y cuerda (violín, violonchelo, y este año también viola). “La idea es crear una orquesta de cuerda que puede ser la semilla de una futura orquesta sinfónica. Y los coros son un potentísimo motor, pues funcionan desde el minuto uno”, explica Paz, que reconoce que existen nexos con El Sistema de Venezuela, que conocieron gracias a otro proyecto de OCAS, Vínculos, hace más de una década, pero que también cuentan con otros referentes.

Uno de ellos son los Campamentos Multimusicales que pusieron en marcha hace ya siete años, en verano, con talleres para niños y adolescentes de disciplinas como construcción de instrumentos, percusión, danza o iniciación a la dirección de orquesta. “Ha supuesto una enseñanza fabulosa de cómo abordar la educación musical con los más pequeños, con materias lúdicas y divertidas”, reconoce Paz, muy crítico con el actual sistema educativo musical en España: “La reforma de 1992 marcó una línea muy profesionalizada de la enseñanza musical. Cuando un crío entra en el conservatorio con ocho años recibe materias pensadas para que se dedique a la música, con muy poca creatividad y sentido práctico. A desarrollar la música se aprende tocando y cantando, pero en este país tenemos ese gusto por llevar cualquier materia inmediatamente a la parte teórica y técnica, no a la experimental y creativa, lo que provoca muchas insatisfacciones. En los conservatorios estamos formando para leer partituras. La capacidad creativa de un estudiante de música, incluso de un profesor, se acerca peligrosamente a cero. Si preguntamos a 100 titulados superiores de conservatorio quiénes son capaces de improvisar como mucho levantarían la mano 5 o 10. Es gente brillantísima técnicamente, capaz de tocar pasajes de dificultad técnica extrema, pero incapaz de inventar, de crear, y esto es una lacra. Estudiamos y admiramos a quienes eran capaces de improvisar, pero no cultivamos esa capacidad”.

Frente a esta “cierta decadencia”, iniciativas en los márgenes como la EMIS introducen algo de luz. Los alumnos van aprendiendo a solfear a medida que practican con el instrumento o cantan: “Todo se experimenta, y en cuanto cuenten con cierta destreza abordaremos también la parte creativa”, subraya.

Escucha activa

No lejos de allí, la Fundación Cerezales Antonio y Cinia lleva años colaborando con el CRA Ribera del Porma (León). Desde el curso pasado en el marco de Los sonidos de la escuela rural. El maestro y musicólogo Luis Martínez y la pianista y compositora Hara Alonso trabajan con el medio centenar de niños de primaria del CRA a partir de tres preguntas -¿Cómo sonamos? ¿Cómo suena nuestro entorno? ¿Cómo suena el mundo?- en un proyecto que se prolongará tres años. En él importa tanto la experimentación musical y sonora como las vivencias cotidianas de los niños y la perspectiva local.

Se desarrolla en dos horas semanales, correspondientes a lengua y matemáticas. En parte, por no quitar carga horaria a la música, con solo una sesión a la semana. También, porque el abordaje es global: “En nuestra idea de desfragmentar el conocimiento, de alfabetización expandida, cuando respondemos a esas preguntas estamos trabajando tanto la oralidad –contar historias-, como el conocimiento del medio –paseo sonoro- o incluso, las ciencias aplicadas a un nivel de primaria –funcionamiento de la grabadora-”, reflexiona Martínez.

El resultado del proceso del curso pasado fue un concierto en la sede de la Fundación Cerezales, que se acaba de repetirse el 10 de noviembre en León, con cuentos y partitura de Hara Alonso y sonorización a cargo de los alumnos del CRA, y con la colaboración de las Juventudes Musicales de León. Este curso y el siguiente continuará en esta línea, más performativa, pero no sólo: “No estamos ante un proyecto de música al uso sino de escucha activa, desde lo concreto, lo cotidiano, emparentado indirectamente con John Cage, con los movimientos de vanguardia. Se trata de recuperar lo que la vida tiene de arte, reencontrar en el día a día vías que nos emparentan con lo sonoro, con la música, con el arte”, matiza Martínez.

A esto se añade un entorno, la ribera del río Porma, que condiciona el proyecto: Un radio amplio con multitud de vecindarios, una comunidad educativa dispersa. A Martínez le gustaría lograr una especie de “mapeado” sonoro común de todos los niños y niñas del CRA, de los lugares por los que pasan, por los que suelen ir, cómo varía el sonido… “Creo que podría dotarles de herramientas interesantes, que esta investigación de campo podría redefinir sus relaciones con el entorno, darles una noción colectiva de su contexto –aula-colegio-comarca- conformado por varios pueblos con problemáticas bastante comunes”.

Domar la tecnología

Los artistas Coco Moya e Iván Cebrián, de Colectivo Menhir, trabajan desde el curso pasado con el IES La Dehesilla de Cercedilla, dentro del proyecto Sierra. Con los alumnos y alumnas de 2º de ESO emplean iPads para realizar composiciones basadas en el entorno. “Tratamos de enseñarles música experimental a través de la metodología de composición de ciertos artistas que nos han influido, de que vean en la tecnología una herramienta para ser creativos, no solo para consumir contenidos o comunicarse, les transmitimos la idea de que han de domar esa tecnología, no recurrir solamente a aplicaciones que canalizan sus relaciones de forma muy mediada e intentamos que adquieran otra perspectiva del arte, incluyendo, por ejemplo, el vídeo como artes plásticas”, relata Moya.

2º de ESO es el último curso en que arte y música son obligatorias, por lo que Moya y Cebrián juntan ambas en sus colaboraciones con el instituto, dos o tres días al mes. En la experiencia, el campo y la tecnología se dan la mano de manera muy práctica, son los ejes, pero también hay tiempo para asistir a conciertos de música experimental o para recibir a artistas que acuden al centro a dar talleres o conciertos. Con estas experiencias se completan los ejercicios de escucha, los juegos de ritmo para relacionarse con el espacio, la grabación, la composición…

Huida y mapa

Coco Moya es, además, promotora, junto con Lola Mansilla, de El cubo verde, donde distintas iniciativas de arte en contextos rurales tienen cabida (con encuentros desde 2015). En su caso, la llegada a Cercedilla fue una huida de Madrid: “Me sentía sobresaturada de cultura, en muchos casos muy interesante, pero en parte se estaba convirtiendo en un consumismo cultural que dejaba de tener sentido para mí. Creo que en sitios no tan saturados puedes aportar algo que seguramente tenga más impacto, con más posibilidades de arriesgar y de implicar a la gente, sin tanta burocracia. El Cubo Verde intenta visibilizar todo el trabajo que está haciéndose. Hay proyectos más recientes y con un gran recorrido de sostenibilidad. Contar con un mapa nos ha servido para ver que hay muchos proyectos lejos de las ciudades, de la conexión, con mucho en común aunque sus contextos sean muy diferentes: la relación con el entorno, la necesidad de implicar a la población, el respeto por la cultura rural, el abordaje de la ecología… ”.

Proyectos como el programa de Educación Expandida de la Plataforma AADK Spain. Selu Herraiz, director del programa, menciona cómo la plataforma AADK se asienta en Blanca (Murcia) en 2012, creando en Centro Negra un espacio para investigación y práctica de arte contemporáneo que funciona de forma autogestionada como una estructura modular en que nuevas personas pueden unirse al proyecto. Así fue cómo llegó Herraiz, de hecho, a AADK, tras una residencia en Centro Negra en 2014. “Yo siempre he combinado mi práctica artística con la educativa como si fueran una sola cosa, y mi interés y deseo para colaborar con AADK era implementar un programa educativo lo más estable y duradero posible”, explica Herrraiz, cuyo proyecto educativo adaptado a la comunidad de Blanca, elaborado junto con Elena Azzedín y Abraham Hurtado, fue premiado con una beca de Fundación Carasso de tres años –hasta 2020- para crear una escuela de sonido experimental. El objetivo de trabajar a escala local, comarcal y regional se conjuga, además, con proyectos internacionales puntuales. Más allá de 2020, Herraiz cree que “el proyecto se hará sostenible y podrá permanecer en el tiempo, al menos las líneas de trabajo más importantes”. Entre ellas, el Aula de Escucha Activa para niños y adolescentes en la Escuela Municipal de Música de Blanca, “siguiendo metodologías mixtas inspiradas en la escuela de Pauline Oliveros y en manuales de Murray Schafer, así como conocimientos básicos para la libre improvisación de música con instrumentos no europeos”, y a cargo de Pati Valcárcel, maestra especializada en enseñanza en escuelas libres. O el seminario de formación del profesorado en colaboración con el Centro de Profesores y Recursos de Murcia, coordinado por el profesor y artista Juan Jesús Yelo y dirigido a profesores de música, plástica y tecnología, con la música experimental y el arte sonoro como ejes.

O como Naturalizarte, con su Escuela de Hacedores, un proyecto en colaboración con el Ayuntamiento de Guadalaviar (Teruel) y que aspiraba a “pensar la despoblación en el medio rural a través del arte, generando espacios híbridos de aprendizaje”, recuerda Fran Quiroga, su coordinador. A 1.500 metros de altura, con nieve de noviembre a mayo, con 150 habitantes, un 30% de ellos trashumantes, Guadalaviar se convirtió en un punto de encuentro entre conocimientos de dentro y de fuera, con la Escuela de Hacedores (en realidad, hacedoras) aprovechando la oportunidad para prestigiar los conocimientos de los entornos rurales. En ella hubo talleres de construcción de mobiliario urbano y de gastronomía o de fotografía y trashumancia. De ellos salieron superbancos para la contemplación, o una exposición fotográfica con que se empapeló el pueblo en las fiestas. También se colaboró con la escuela del pueblo (ocho alumnos, tres de ellos trashumantes) con un taller sobre paisaje sonoro con el artista Edu Comelles, que grabó parte de Aquí llega el invierno con voces de alumnos y alumnas, y con la intervención del artista Joseba Muguruza en las paredes de la escuela, reivindicando a los niños como futuro del medio rural.

O como el Foro de Arte Relacional FAR365, que surge de una evolución del proyecto Scarpia con el que, durante 14 años, la localidad de El Carpio, a 35 kilómetros de Córdoba, se convirtió en un laboratorio de arte público. El equipo del proyecto, por diferencias con el Ayuntamiento, decide hace tres años salir en bloque y dar un giro a su iniciativa, añadirle el sentido de foro. “De la parte más decorativa del espacio se pasa a la más inmaterial, al diálogo como fruto del arte, trabajando su carácter relacional, político, crítico”, describe Miguel A. Moreno Carretero, director del proyecto anterior y miembro del equipo de FAR365. En su seno se celebra un foro anual con artistas invitados y una media de cinco o seis encuentros monográficos al año, en que entre 20 y 30 alumnos de escuelas de arte, de facultades de historia del arte o de bellas artes con las que se tienen convenios conviven con un artista durante un fin de semana en el Albergue Fuente Agria, cercano a El Carpio. “A veces el artista trabaja con el pueblo, o en el espacio natural, o quizá prefiere hacerlo de forma más interiorizada, pero siempre, siempre, es distinto a una conferencia en que llega, expone y se va. Compartimos todo el fin de semana, acabamos de madrugada presentando proyectos que el artista propone, se crean ambientes muy mágicos”, expone Moreno. El último encuentro se desarrolló este fin de semana, con el artista Eugenio Ampudia como invitado”.

Reflexiones sobre las potencialidades del rural

Según Belén Sola, responsable de Educación y Acción Cultural del MUSAC, “el medio rural nos aporta un contexto diferente para la creación, unos saberes que se inspiran en principios comunitarios y de cuidados y unos tiempos que nos permiten la reflexión y el pensamiento crítico. Lo interesante sería saber poner en marcha proyectos que incluyeran estas potencialidades, no importar al rural modos de hacer prefabricados que en muchos casos no escuchan el contexto particular de los territorios, con sus valores, sus ritmos, su conciencia del entorno”.
Sola percibe “un paulatino acercamiento al medio rural en los proyectos de arte y educación”, como demuestran iniciativas como Campo Adentro, y lo atribuye a “la necesidad de encontrar espacios que calmen nuestro consumo hipermediático, que en gran medida puede ser origen de falta de imaginación política en los proyectos y pérdida de horizontes sociales en el arte”.

Como ejemplos, cita el proyecto Territorio Archivo, de la Fundación Cerezales, o el trabajo de recuperación de saberes y dinamización cultural de la Universidad Popular Paulo Freire del Cerrato palentino. También, los proyectos de investigación y creación que desde el Laboratorio de Antropología Audiovisual Experimental del MUSAC, Laav_, han puesto en marcha, Teleclub y Puta Mina. “Como museo de la comunidad de Castilla y León, el MUSAC siempre ha tenido presente el contexto fuertemente rural al que se dirige su acción, con proyectos de mediación con las escuelas rurales o programas de apoyo a la programación cultural de los pueblos pequeños. Para nosotros, lo rural no es una etiqueta, es una manera integral de trabajar”, añade Sola, que explica que, si en educación ya hace tiempo que las escuelas libres, por ejemplo, buscan espacios más alejados de los núcleos urbanos, o pedagogas como Heike Freire postulan la necesidad de educar en verde, de repente se establecen cruces interesantes con el arte y la cultura, en una triada que pretende además huir de modos de hacer individualistas y competitivos, recuperar el carácter más social de la práctica artística.

En palabras de Herraiz, de ADK Sonora, “Estar en el medio rural o semi-rural supone habitar zonas donde la cultura global llega con una influencia menor que en las ciudades. Aunque la información es la misma, la gestión es diferente y no se interioriza de la misma manera. El ritmo vital también cambia respecto a los grandes núcleos urbanos, la vida no va tan rápido y el tiempo se aprovecha mejor al reducir los tiempos de desplazamiento y al estar menos sobreestimulados visual y auditivamente. Hay más tiempo para la contemplación, que, como decía Valle Inclán, es la clave de la sabiduría intuitiva y, por tanto, para la creatividad. Otro aspecto importante es el silencio, tan difícil de encontrar en las ciudades. Estos factores se convierten en cualidades de mucho valor a la hora de buscar entornos para que el acto creativo y pedagógico suceda de la manera más saludable posible”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/arteyeducacion/2018/11/27/experimentar-con-el-arte-en-la-escuela-rural/

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Arte y escuela, ¿cómo han de relacionarse?

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

La Fundación Carasso junto a Zemos98 y 25 proyectos de arte y educación escriben una carta en cinco actos sobre cómo realizar colaboraciones entre artistas y escuelas.

El arte, como otras materias curriculares, se ha visto arrinconada en los últimos años. Gracias a la LOMCE y a su mayor defensor, el ministro José Ignacio Wert (que hace unos días perdió su plaza de embajador español ante la OCDE en París), las artes, el pensamiento, la filosofía y otras ramas del conocimiento, que “distraen” a los alumnos de las cosas importantes.

A pesar de eso, o precisamente por ello, artistas de toda índole, centros educativos especialmente preocupados y algunas entidades privadas, hacen de su capa un sayo y apuestan por la entrada de las artes en las escuelas, a pesar de las resistencias y la inestabilidad a medio plazo de los proyectos.

Y lo hacen con puntos de vista y disciplinas muy diferentes. Con un marcado carácter social o con la vista puesta en que la creatividad, la creación artística en sí misma, sean el eje fundamental de la acción del arte en la escuela.

Durante tres días, del 2 al 4 de julio, se han reunido representantes de los 25 proyectos que la Fundación Daniel y Nina Carasso ha apoyado desde hace 5 años. El objetivo: poner en común pensamiento y experiencia entorno a cinco ejes relacionados con su acción dentro de las escuelas: sostenibilidad de los proyectos, modelo de intervención educativa, necesidades de formación del profesorado, contenidos y programaciones didácticas que se desarrollan.

Cinco áreas sobre las que se conversó, se repensó y se plantearon posibilidades y retos. Una suerte de carta a los reyes magos para poner sobre la mesa posibilidades para que docentes, escuelas y entidades puedan dialogar y poner en marcha proyectos artísticos con niñas y niños.

Isabell Le Galo, directora de la Fundación Carasso en España, fue la encargada de abrir el día de la presentación de los resultados del trabajo conjunto de organizaciones, docentes y artistas. Un trabajo de “recogida de aprendizajes” sobre cinco áreas previas de discusión.

El enriquecimiento del proceso gracias a intervenciones variadas, diferentes y en ocasiones divergentes, pretende ser un apoyo, una guía para, entre otros agentes, la propia Fundación Daniel y Nina Carasso en su trabajo futuro.

La Fundación, de origen francés pero afincada ya hace algunos años en España, apoya diferentes líneas de trabajo. Una de las más potentes es la dedicada a Arte y Escuela. Por ello se ha trabajado con más intensidad en estos proyectos. Por eso, el prototipado que salga de este encuentro de julio será, en cierta medida, el cimiento para el resto de trabajos de la Fundación.

En cualquier caso, este trabajo no ha sido en solitario. Han contado con la labor y la facilitación de Zemos98, encargada del estudio de los 25 proyectos así como de la dinamización de las pasadas jornadas de trabajo. “Un socio maravilloso”, en palabras de Le Galo con el que han hecho el trabajo previo y que seguirá colaborando ahora, hasta que “seamos capaces de idear vehículos que lleven esta información, estas herramientas y esos aprendizajes” para que lleguen a personas ajenas a todo este proceso.

Fotografía: Julio Albarrán – ZEMOS98

Carta a los reyes

El prototipado que se realice gracias a la participación de decenas de personas en las jornadas quiere ser una guía que sirva a las diferentes partes implicadas, ya sea comunidad educativa de los centros, administraciones públicas interesadas o entidades privadas que quieran intervenir en las escuelas.

Los temas que se trataron fueron la sostenibilidad de los proyectos (económicas pero no solo), las relaciones con la comunidad, cómo funciona la residencia de una o un artista en el centro educativo (dificultades y oportunidades), lo relativo a la administración educativa (en donde se redactó una ley de arte y educación) y, finalmente, lo relacionado con los contenidos, la materia con la que se trabaja.

Elementos como que los proyectos, las convocatorias para introducir el arte en la escuela, deban ser transparentes y participados por todas las partes implicadas, que se trabaje con consensos, construyendo proyectos. Proyectos en los que puedan leerse palabras como: transparente, educativa, posibles, inspiradores, colectivos, sencillos, solidarios. Adjetivos unidos a sustantivos como criterios, herramientas, proyectos, economía, gestión o trabajo. Todo ello para “soñar” cómo podrían y deberían ser los proyectos dentro de la escuela pública para que fueran sostenibles en el tiempo.

Y estos proyectos, se desarrollan en una comunidad con la que hay que relacionarse. Con intereses diferentes, necesidades a veces incluso divergentes. Por eso hay que tener en cuenta que no siempre todo el mundo querrá llegar al mismo tiempo. Hay que poder trabajar teniendo en cuenta las diferencias y, sobre todo, implicando a toda la comunidad que forma y rodea la escuela. Una comunidad, además, implicada, con protagonismo en el proceso.

Con estos mimbres ya se puede hablar de la residencia, del tiempo en el que en el cole habrá “empotrada” una artista, un artista. Aquí, el grupo implicado en explicar las dificultades y posibilidades de estas residencias confección un auténtico menú de comida, con entrantes, primeros, segundos y postres.

Un menú para el que hay que llegar con hambre, sin haber picoteado “porque nos llenamos de prejuicios”. En el que se mezcla la tradición y la modernidad, del que comen, en la misma mesa, la comunidad, educadores, artistas y entidades. Y también niñas y niños. Un menú en el que hay desde lomo, oreja y morro, erizo (que guarda bajo los pinchos todo el sabor), empanadas y potaje, berenjenas y calabazas y, claro, brownies de postre. “Acabas con café porque necesitas energía, o una manzanilla para digerir lo que ha pasado en la residencia, o un antiácido”.

El desarrollo de proyectos artísticos se entiende, al menos así lo hizo el grupo encargado de pensar en los contenidos, en la materia con la que se trabaja, como algo parecido a un cicle, que produce una actividad que resulta estimulante.
Una actividad que produce una serie de expectativas, en la que el deseo ha de estar y, de hecho está, presente. En la que la felicidad está presente y se genera. Todo ello genera aprendizajes de muy diferentes formas pero que son valiosos todos ellos y que genera una relación interesante entre la enseñanza no formal y la formal que habría que fomentar.

La Ley de arte y educación

Un corto texto articulado, de 18 puntos y tres epígrafes. El primero, el de la formación docente. Una formación artística que empiece en la universidad, también permanente y remunerada dentro del horario escolar. Con mucho peso de la enseñanza por proyecto alrededor de procesos de investigación.

Una ley que también mira a las administraciones públicas, puesto que deben conocer los proyectos de su región y apoyarlos. Que mira a toda la tribu (docentes, familias, equipos directivos, administraciones, productoras culturales, medios de comunicación, teatros, artistas, galerías de arte) como responsable de una educación creativa.

También que señala a la inspección educativa para que sea flexible y comprenda “la diversidad necesaria de los procesos de arte y educación” y que exige a las administraciones el facilitar “ la permanencia de los y las docentes involucradas en los procesos artísticos”.

Un texto legal que no se olvida de la organización de los centros educativos. Escuelas en las que los equipos directivos “ promoverán, acompañarán, motivarán e impulsarán el desarrollo de proyectos artísticos”, que promverán la formación de docentes e icluirán en el proyecto educativo del centro las artes. Que también mira al alumnado, a los docentes y a las familias en su responsabilidad de dar a conocer el trabajo artístico que realizan.

Una ley que habla del papel del artista-educador como la persona que ha de “ orientar, educar, enseñar conocimientos y experiencias, motivar, dinamizar, informar, tutorizar, evaluar, investigar, favorecer los procesos, tener conocimiento, analizar e investigar los contextos sociales y educativos, transmitir, promover y desarrollar la cultura para la transformación social”.

Y que trabajará en diferentes tipologías de proyectos que también se detallan en esta ley, aprobada por todas y todos los asistentes en votación a mano alzada. Una tipología que resume así la ley: “Artista y profesorado trabajan conjuntamente en la implementación del proyecto, el proyecto de arte y educación ofrece formación al profesorado para que tenga las herramientas necesarias para realizar el proyecto; el proyecto llega de forma itinerante a los centros educativos; el proyecto ofrece una experiencia educativa al alumnado con la complicidad del profesorado; un tutti frutti de todas las anteriores”.

En definitiva, una ley que busca la “puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto a la justicia así como que ayuden a transformar la sociedad a través del pensamiento artístico”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/11/arte-y-escuela-como-han-de-relacionarse/

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