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Aulas de bosques: diferentes, ricas en biodiversidad y a la espera de ayuda

Por: Carmelo Marcén 

Los árboles, los bosques, son auténticas aulas en las que aprender sobre la vida, sobre las relaciones. La conservación de estos ecosistemas va más allá de conservar un bonito paisaje.

Los bosques son aulas de naturaleza. Multitud de seres vivos conviven y compiten en complejas redes tróficas auxiliados por la luz y el agua. El seguimiento global de sus ritmos -la noche es diferente allí al día, las estaciones se atropellan-, así como el particular de los que lo componen -desde la diminuta bacteria o el hongo descomponedor que exhibe sus setas, hasta el árbol más insigne- es un libro abierto en el que siempre se aprende. Apetece darse una vuelta por los distintos bosques del mundo para entender sus voces y silencios. Por más que Hansel y Gretel, o Pulgarcito, conocieran un bosque de negrura y de abandonos. Durante mucho tiempo representaron lugares sagrados habitados por dioses, o allí donde los druidas o los nomos se encontraban. Ahora ya no.

Todavía cubren hoy -más o menos desarrollados y conservados- casi un tercio de la superficie del planeta. Tienen unos beneficios evidentes, como bien saben quienes viven cerca: alrededor de 1.600 millones de personas -que sostienen con ellos parte de su economía y dulcifican el día a día- y los animales, plantas y otros seres vivos que en ellos se acomodan (casi el 80% de las especies conocidas). Además extienden sus beneficios sociales y ecológicos por todo el mundo. Procuran materias primas imprescindibles para ciertas tareas constructivas o de consumo, protegen el suelo y evitan la desertificación, atemperan el clima y limpian el aire. Pero muchos -los bosques de Amazonía entre ellos- desaparecerán de aquí a 300 años, según leímos recientemente en la revista Nature. De ahí que la FAO pidiese hace un par de meses a los gobiernos de América Latina la reducción de la deforestación.

Por eso, todos debemos implicarnos en su conservación y mejora. Ha pasado mucho tiempo desde que el regeneracionista español Joaquín Costa, en una carta dirigida a los niños de una pequeña escuela de pueblo con motivo de la fiesta del árbol de 1904, abogaba por la dendrolatría (amor por los árboles); que ya practicaron antes Tolstoi con aquel roble en Guerra y paz o un poco más tarde Machado en su A un olmo seco. A pesar del tiempo transcurrido todavía es necesario volver a levantar la voz para reclamar su valor. La pomposa declaración del año 2011 como Año internacional de los bosques por la ONU se apoyaba en el reconocimiento de que estos ecosistemas y su ordenación sostenible contribuyen significativamente al desarrollo, a la erradicación de la pobreza y al logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

Hoy muchos niños, niñas y jóvenes de nuestras escuelas siguen plantado árboles coincidiendo con el 21 de marzo, su día mundial. Para animarlos tal vez les sirva el empuje afectivo de la lectura del cuento El hombre que plantaba árboles de Jean Giono, que narra cómo un incansable pastor logró crear un bosque, aunque tardase cuatro décadas. También pueden implicarse con sus profesores en iniciativas como la de Escuelas amigas de los bosques de Greenpeace.

•http://www.greenpeace.org/espana/Global/espana/report/bosques/un-paseo-didactico-por-los-bos.pdf

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Los retos del manejo forestal comunitario en la Amazonía

01 de marzo de 2017 / Fuente: http://www.ecoportal.net/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Lo primero que habría que diferenciar es que la palabra “manejo” obedece a una concepción de dominio humano sobre la naturaleza. El mensaje subyacente del manejo es que es factible fragmentar y conocer los mecanismos de la naturaleza para poder dominarla y ponerla a servicio del ser humano. La concepción de lo forestal tampoco es homogénea. Muchas veces se ha asociado lo forestal únicamente a las especies maderables de valor comercial. Lo forestal en sentido amplio refiere a los ecosistemas y por lo tanto incluye la flora, la fauna, el suelo, el agua, los procesos y funciones que le dan un carácter vivo. Por eso es pertinente hablar de ecosistemas forestales o de la biodiversidad forestal.

A la legítima agenda indígena sobre los derechos territoriales corresponde ir adjunta la agenda de manejo y conservación de los bosques comunales. En este contexto el manejo forestal comunitario aparece como un tema relevante. Es propósito de este artículo poner en debate algunos de los principales retos para avanzar en el manejo forestal comunitario como una estrategia para consolidar opciones sostenibles de vida para los pueblos indígenas amazónicos.

Lo primero que habría que diferenciar es que la palabra “manejo” obedece a una concepción de dominio humano sobre la naturaleza. El mensaje subyacente del manejo es que es factible fragmentar y conocer los mecanismos de la naturaleza para poder dominarla y ponerla a servicio del ser humano. En muchos pueblos indígenas antes que una concepción de manejo lo que existe es una concepción de convivencia con los bosques. No obstante, tenemos que reconocer que debido a los procesos de aculturación existe una gradación en la matriz cultural desde posiciones preservacionistas hasta altos grados de articulación al mercado.

La concepción de lo forestal tampoco es homogénea. Muchas veces se ha asociado lo forestal únicamente a las especies maderables de valor comercial. Lo forestal en sentido amplio refiere a los ecosistemas y por lo tanto incluye la flora, la fauna, el suelo, el agua, los procesos y funciones que le dan un carácter vivo. Por eso es pertinente hablar de ecosistemas forestales o de la biodiversidad forestal. Algunos prefieren llamarlo “bosque” aunque lo forestal más que bosque alude a la vida silvestre con la base física que la sustenta. Para los pueblos indígenas no siempre el concepto bosque recoge toda la cosmovisión y por ello prefieren hablar del territorio para entrelazar los componentes biofísicos y culturales, el pasado y el presente, la ocupación horizontal y vertical.

Lo mismo sucede con el concepto de comunidad. Existen múltiples formas de vivir lo comunitario, además de los diferentes nombres que reciben en el ámbito de Latinoamérica. Aunque existen prácticas de gestión forestal comunitaria que involucran a la comunidad es frecuente encontrar una división entre lo social y lo productivo. Lo social, referido por ejemplo al linderamiento comunal, al mantenimiento de caminos, construcción de puentes, construcción del local escolar, entre otros, refiere a actividades comunales propiamente dichas. Lo productivo, en la mayoría de los casos, es de carácter individual y con rasgos de “propiedad” mientras se use. Cuando el suelo se agota y existe la necesidad de un nuevo terreno entonces el área productiva “regresa” a la propiedad comunal.

Vemos entonces que el manejo forestal comunitario es más bien una concepción occidental para contar con un marco de interpretación sobre las relaciones de manejo o de convivencia entre los pueblos indígenas y sus territorios orientados a lograr su bienestar físico, psicológico, económico y cultural. Esto no quiere decir, que no existan experiencias locales de manejo forestal como por ejemplo las que realizan pobladores ribereños en la cuenca del Amazonas. De estas diversas experiencias, podemos sacar valiosas lecciones aprendidas para identificar los retos.

Se podría hablar de diversos grados de éxito de las experiencias de manejo forestal comunitario. Sin embargo, habría que precisar exactamente a qué nos estamos haciendo referencia cuando hablamos de éxito. El paradigma dominante alude al éxito del manejo forestal comunitario en función al grado de articulación al mercado pero habría que preguntarse si en todos los casos esta premisa es válida. Desde una perspectiva más convencional esta lógica parece incuestionable porque se alude que el éxito tiene que ver con el grado de rentabilidad económica que se logra en la operación forestal. Profundicemos más sobre este aspecto que parece inamovible.

Si el grado de éxito se mide en función al nivel de articulación del mercado, entonces lo que vemos es que el patrón para realizar el diagnóstico de la comunidad para entrar ventajosamente en el manejo forestal comunitario de plano va a acusar muchas deficiencias: económicas-financieras, técnicas, tecnológicas, organizativas, gerenciales. A ello se suman otros factores como: lejanía a los mercados y dificultades para articularse a cadenas de valor. Nos preguntamos si no sería más coherente que de manera conjunta y objetiva (entre promotores y comunidad) se defina el alcance del manejo forestal comunitario. Existen varios aspectos a considerar para una adecuada definición:

• Tamaño de la unidad forestal: ni tan pequeño que no cubra los costos del manejo ni tan grande que sea imposible manejar directamente.

• Grado de involucramiento de comuneros y comuneras: definición realista de quiénes se van a involucrar responsablemente. Si es toda la comunidad o grupos realmente interesados (“Grupos de Interés”)

• Grado de alcance en la red de valor. Si se piensa mantener un rol productor o se pretende alcanzar involucramiento en procesos de transformación y comercialización

• Formas internas de definir derechos y responsabilidades sobre la conservación y manejo de los bosques

• Formas internas de distribución de beneficios

• Distancia a los mercados en función al grado de transportabilidad de los productos

También es importante tomar en cuenta una serie de condiciones que aseguren el buen desarrollo de la operación forestal. Entre otras mencionamos

• Seguridad de tenencia de la tierra que estimule la inversión de largo plazo

• Zonificación interna participativa que garantice que se van a respetar las áreas forestales y no se va a promover el cambio de uso al interior de la comunidad

• Reglamentos internos de la comunidad que regulen las diversas actividades productivas y de conservación de bosques

• Gobernanza interna que asegure un adecuado proceso de toma de decisiones

• Factores culturales compatibles con las necesidades del manejo forestal comunitario

Se requiere una gran dosis de sinceramiento para definir el alcance del manejo forestal comunitario. No todo tiene que pasar por la madera ni todo tiene que pesar por la articulación al mercado. También es factible desarrollar opciones de manejo y conservación orientadas a satisfacer necesidades inmediatas de la vida comunitaria. Esto puede ser mejor entendido si es que se comprende que en muchas comunidades ya se ha afectado la cantidad y calidad de provisión de los bienes y servicios de los ecosistemas forestales de la comunidad. Recuperar la calidad de los bienes y servicios de los bosques para la calidad de vida también es un objetivo nada desdeñable. Esto puede ser entendido cuando se aprecia en la comunidad escasez de leña, escasez de hojas de palmera, escasez de fauna para la caza de subsistencia, escasez de plantas medicinales, escasez de peces. La presión de recursos producto tanto de incremento de demanda externa como la aparición de nuevas necesidades que satisfacer también pueden afectar la capacidad de los bosques de brindar sus beneficios. Esto de ninguna manera significa negar el mercado sino repensar el nivel de relacionamiento con el mercado. Para comunidades que ya decidieron incorporarse proactivamente al mercado las estrategias de acompañamiento deberán ir en la misma dirección.

No se trata de juzgar todo a la luz de paradigmas de gestión empresarial urbana que no necesariamente se ajustan a las condiciones culturales de las comunidades. Podemos estar frente a diferentes concepciones de tiempo, efectividad e incluso de la ética de la acumulación. Los valores de la economía del don (solidaridad, reciprocidad) deben ser procesados a la luz de los nuevos valores de la economía de mercado. Se requiere una nueva ética económica que signifique la consolidación de los valores de la asociatividad y la reciprocidad antes que medios que promuevan el divisionismo y el individualismo. De ahí la importancia que los alcances del manejo forestal comunitario sean producto de un auténtico proceso participativo en la que se puedan discutir con mucha objetividad no sólo los beneficios del manejo forestal comunitario sino también los compromisos, las implicancias y los retos que ello implica. Las comunidades deben (re) conocer con mucha precisión que implica embarcarse en un proceso de manejo forestal comunitario para no producir desencantos y deserciones posteriores.

Está claro que las propuestas de manejo forestal comunitario tienen que inscribirse en una propuesta de derechos. Pero derechos también implica reconocer responsabilidades. Esto no es únicamente una cuestión ambiental sino que implica responsabilidad intergeneracional al interior de los propios pueblos indígenas. Cuando se refiere a experiencias articuladas al mercado no estamos hablando únicamente de procesos que faciliten el acceso a los bosques y la extracción de recursos forestales sino, sobre todo, estamos hablando de procesos que garanticen la sostenibilidad de los bosques. Esto es válido para cualquier actor vinculado a procesos productivos a partir de los bosques.

Aunque son válidos los procesos de subvención externa, reconociendo la deuda social hacia los pueblos indígenas, éstos deben ser diseñados de tal manera que no generen condicionamiento o dependencia hacia los actores externos. Por lo tanto éstos deben tener carácter temporal y orientado más bien a lograr el empoderamiento pleno de los actores forestales involucrados.

Desde un principio debe plantearse de manera participativa procesos de fortalecimiento de capacidades donde la energía cultural, los conocimientos y saberes indígenas tengan un lugar preponderante. Así mismo se deberá desarrollar una actitud favorable a incorporar criterios de interculturalidad en la gestión forestal. Del mismo modo, en los procesos sociales es más prudente subirse a la lógica de la energía social y cultural que generar propuestas que afecten la estructura interna de la comunidad. Un proyecto de manejo forestal comunitario está para fortalecer las relaciones sociales antes que fomentar el divisionismo y la conflictividad interna.

Queda claro entonces que ante condiciones de alta diversidad biológica y cultural también corresponden una diversidad de opciones de manejo y conservación de bosques a partir de sus diferentes bienes y servicios. Es importante dimensionar apropiadamente el rol del manejo foresta comunitario que puede ser una interesante opción económica pero no es la única y exclusiva pues es necesario contar con una estrategia diversificada de opciones.

Finalmente, es importante precisar bien el real alcance del emprendimiento de manejo y conservación de bosques, puede haber diferentes grados de articulación a los mercados sin que ello necesariamente signifique “fracaso”. Se requiere mayor apertura para entender el valor de la cultura en el manejo forestal comunitario. Así mismo, es necesario entender las motivaciones psicológicas que mueven a los actores y organizaciones indígenas para involucrarse proactivamente en emprendimientos de manejo forestal comunitario. Esto es, desarrollar una visión ontológica para garantizar la efectividad del manejo forestal comunitario. www.ecoportal.net

Fuente artículo: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Biodiversidad/Los_retos_del_manejo_forestal_comunitario_en_la_Amazonia

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Bosques: más cerca de lo que imaginamos. Reflexiones urbanas con visión de desarrollo

08 de febrero de 2017 / Fuente: http://www.ecoportal.net/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Nuestra educación, institucionalidad, administración pública, nuestro modelo civilizatorio se caracteriza por la fragmentación y separación de tal manera que nos hemos acostumbrado a pensar, sentir y actuar desde casillas disciplinarias.

Como consecuencia de nuestra mirada aislacionista en las ciudades las preocupantes noticias sobre deforestación, desglaciación, pérdida de biodiversidad, contaminación de ríos y otros cuerpos de agua aparecen como distantes no solo físicamente sino afectivamente (“ojos que no ven corazón que no siente”). No logramos caer en cuenta que la ciudad y las áreas rurales (cada vez con fronteras más difuminadas) formamos parte de un único sistema unidos no solo por los ciclos biogeoquímicos, el ciclo hidrológico, sino también por la historia, la economía y la política. Lo que pasa en las ciudades (como por ejemplo emisiones de gases de efecto invernadero, exclusión social, política y económica de poblaciones) afectan las áreas rurales y lo que pasa en las áreas rurales afectan las ciudades. Tal vez de ello solo podremos tomar conciencia cuando se exprese con toda su crudeza la disponibilidad del agua en las ciudades. Cuando sintamos que cuando se extinga una especie se pierde algo de nosotros mismos.

En el legítimo afán de crear riqueza a partir de la provisión de servicios ecosistémicos de las áreas naturales (incluyendo bosques y otras formaciones vegetales) a veces olvidamos que muchos de los problemas de frontera que enfrentamos en el sector forestal están ligados a la pobreza estructural, a la crisis de democracia y los partidos políticos, a la convivencia con la corrupción, a la desconexión con la historia. Obstinadamente queremos atrincherarnos en nuestra visión técnica y aséptica con la ilusión que al interior del gremio y la feligresía tenemos todas las respuestas para los grandes problemas del sector forestal. La realidad nos está diciendo que los problemas forestales están ahí y aunque se hacen esfuerzos denodados por resolverlos los problemas siguen.

Quiere decir entonces que para asumir los retos del sector forestal tenemos que recoger su complejidad lo que implica enfoques más interdisciplinarios, transdisciplinarios e incluso indisciplinarios. Pero sobre todo necesitamos recuperar la conexión con nosotros mismos, con los otros y con la naturaleza y el cosmos. No es que estemos tratando de parecer filosófico o monje religioso sino que simplemente estamos reconociendo que el concepto bosque, o servicios ecosistémicos, o paisajes forestales sostenibles, no se reducen a las dimensiones biofísicas sino que incluye a la totalidad de la masa, energía, información y sentidos. Esto es dar pie a aspectos culturales, psicológicos, literarios, matemáticos, entre otras dimensiones. Es mirar las totalidades en una perspectiva de sistemas dinámicos no lineales.

No habrá desarrollo forestal posible si es que no logramos que ciudadanos  y ciudadanas (incluyendo los propios forestales) tengan la capacidad de reconectarse con la esencia de ser parte de la naturaleza, ser naturaleza. No habrá desarrollo forestal posible si es que insistimos en mantenernos en paradigmas o creencias que legitiman el dominio o la cosificación de la naturaleza. La creencia que civilizar los bosques es urbanizarlos o convertirlos a paisajes agropecuarios industriales nos está llevando a la destrucción de nuestro patrimonio forestal. Y no es que se niegue el aporte de otras actividades productivas sino se busca la definición de políticas, tecnologías y acciones a gestionar los socioecosistemas o agroecosistemas.

Fuente artículo: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Biodiversidad/Bosques-mas-cerca-de-lo-que-imaginamos.-Reflexiones-urbanas-con-vision-de-desarrollo

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Nuevas aproximaciones al fortalecimiento de capacidades de los funcionarios de la administración forestal pública

01 de febrero de 2017 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Los programas de fortalecimiento de capacidades de los funcionarios de la administración forestal pública (hombres y mujeres) tienen su especificidad y es el punto de partida. No se trata únicamente de capacitarlos para el cumplimiento de las políticas públicas forestales o en los procedimientos administrativos para el ejercicio de derechos de los ciudadanos (hombres y mujeres) que siendo aspectos muy importantes y necesarios el fortalecimiento de capacidades va mucho más allá que eso.

Lo primero es que los funcionarios reconozcan, aunque parezca obvio decirlo, que el fortalecimiento de sus capacidades tiene un público objetivo referido a los usuarios forestales (hombres y mujeres) con la finalidad de poder servirlos con los más altos estándares de calidad. Lo segundo es que el fortalecimiento de capacidades de los funcionarios tiene un sentido, un propósito, una razón profunda de ser y que subyace en todo lo que luego crean, piensen, sientan, digan o hagan. Ello refiere al reconocimiento de su gran paradigma motivador que en este caso está vinculado a los bosques (visto de una manera integral biofísica y sociocultural) y su relación con el desarrollo sostenible.

No basta una mirada de recurso o de producto, sino que requiere reconocer la trascendencia del rol que desempeñan con mirada amplia en la cual confluyen la gestión territorial y las estrechas interrelaciones entre naturaleza y sociedad.

¿Por qué el sentido profundo se antepone a las políticas públicas forestales y que se supone es lo que debe guiar a todo funcionario público? Porque reconocer el motivo trascendental permite tener una mirada más crítica del propio marco político y normativo y antes que quedarse solo en repetir la norma lo que se trata es desarrollar una actitud crítica, vigilante, de coherencia y pertinencia para reconocer si las políticas públicas están dando cuenta de la complejidad de la realidad y si cualquier acción que realice la administración pública forestal contribuye a la equidad, justicia y sostenibilidad. Ello porque se ha verificado casos donde la aplicación ciega y acrítica de la realidad se ha traducido en daños ambientales o injusticias sociales y eso es algo que no hay que repetir. No se trata por tanto de desconocer el Estado de Derecho sino por el contrario enriquecerlo.

Es frecuente escuchar la afirmación “lo que pasa es que no se puede normar sobre cada situación específica y por ello las normas son genéricas”. Con esta aproximación se está normando para los promedios pero eso ya no es suficiente. Se requiere también desarrollar gestión forestal sobre las especificidades sean ecológicas o socioculturales. Obviamente eso requiere ciencia y evidencias y no solo supuestos o el seguidismo de viejas costumbres o prácticas. Esto significa administrar con sentido de responsabilidad. Esta predisposición de ajuste y sincronía permanente con la realidad diversa tiene el propósito de mejora continua.

Por ello el fortalecimiento de capacidades de los funcionarios forestales no descansa en una lógica transferencista o repetitiva de contenidos. Existe demasiada información que es imposible que un funcionario pueda asimilarlo todo y esto no se resuelve ni siquiera con la especialización o la estructura de dependencias especializadas. Importa por tanto que los funcionarios tengan la capacidad de gestionar el conocimiento y gestionar su propia capacidad de aprendizaje permanente.

Un programa de fortalecimiento de capacidades de los funcionarios forestales debe tomar en cuenta los siguientes aspectos a desarrollar:

  • Capacidad para reconocer sistemas y las diferentes interacciones con otros sistemas más allá de miradas disciplinarias. Esto implica un enfoque de mirada de la complejidad.
  • Capacidad para saber reconocer pautas, patrones, interrelaciones, interdependencias
  • Infinita curiosidad e inquietud para ver más allá de lo evidente.
  • Capacidad de asombrarse y maravillarse sobre todo aquello que pareciendo obvio encierra nuevas posibilidades cuando lo escudriñas con nuevas miradas.
  • Capacidad para gestionar razones y emociones. Está demostrado que mucho del aprendizaje descansa en lo emocional.
  • Cultura orientada a la búsqueda de las múltiples posibilidades y no quedarse solo en lo conocido o instituido.
  • Cultura orientada a la generación de soluciones creativas pero sin perder el gran sentido y criterios fundamentales de sostenibilidad.
  • Cultura orientada a la invitación permanente al usuario forestal para que despliegue su capacidad imaginativa y creadora de soluciones pero, de igual manera, sin perder principios de sostenibilidad.
  • Predisposición a la investigación en acción de manera permanente.
  • Capacidad de sistematización para la capitalización de los nuevos conocimientos y aprendizajes.

Interesa mucho que los funcionarios participantes de programas de fortalecimiento de capacidades sepan gestionar la comunicación tanto en sus dimensiones verbales como no verbales. Por ejemplo con relación a la gestión de la palabra tenemos dos situaciones: Una que implica la economía de la palabra que refiere a saber expresar con pocas palabras el sentido, espíritu o contenido de algo que se desea compartir o reflexionar. Interesa reconocer cuáles son las palabras núcleo o significativas que se desea compartir para que se conviertan en inspiradoras, catalizadoras y evocadoras. La otra situación implica la licencia para usar sinónimos, énfasis y refuerzos que favorezcan el diálogo, la participación y la generación de propuestas y posibilidades. Aquí también ingresa el hecho de saber usar historias, leyendas, cuentos, metáforas para ilustrar una o más ideas fuerza que se desea compartir. Pero no solo importan los contenidos sino también el lenguaje del cuerpo que acompaña el discurso. Esta coherencia comunicacional es central para favorecer el proceso dialógico.

Un aspecto que no hay que descuidar es el uso de la imagen que se manifiesta a través de fotografías, esquemas, diagramas, dibujos, caricaturas tanto los de significación directa como indirecta, por ejemplo el uso de símiles o metáforas gráficas. Es conocido que una imagen poderosa ahorra palabras y tienen gran impacto comunicacional. No hay que desperdiciar este inmenso potencial de comunicación y aprendizaje.

Un aspecto que no hay subestimar refiere al ejercicio de lo lúdico. No solo nos remite a nuestro niño interior sino que los juegos tienen la virtud de mostrar nuestro universo psíquico: somos como jugamos. Ello tiene un gran potencial para la reflexión y el aprendizaje con la virtud de combinar cuerpo, mente y palabra.

Finalmente no podemos dejar de mencionar el carácter motivacional del fortalecimiento de capacidades. Participar en un proceso de fortalecimiento de capacidades no debe asociarse únicamente a lo racional, a lo estático y muchas veces a lo aburrido. Debe estar más bien asociado a la posibilidad de enriquecerse racional y emocionalmente, a la comprensión de los grandes objetivos de la gestión forestal y lograr un involucramiento activo y entusiasta. Eso significa darle un carácter altamente emotivo al fortalecimiento de capacidades. Reconocer que se es parte de objetivos trascendentales, de una gran apuesta para la gestión de paisajes, de comunión entre la naturaleza y la sociedad, de contribuir a la generación de la riqueza material y espiritual, de comulgar con la sostenibilidad.

Sintetizando entonces podemos decir que el programa de fortalecimiento de capacidades de los funcionarios forestales debe estar orientado a entender en profundidad lo que implica ser servidor público y reforzar el compromiso con la gestión de paisajes forestales para el desarrollo sostenible.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-nuevas-aproximaciones-al-fortalecimiento-de-capacidades-de-los-funcionarios-de-la-administracion-forestal-publica/

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Bosques: más cerca de lo que imaginamos

25 de enero de 2017 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Nuestra educación, institucionalidad, administración pública, nuestro modelo civilizatorio se caracteriza por la fragmentación y separación de tal manera que nos hemos acostumbrado a pensar, sentir y actuar desde casillas disciplinarias.

Como consecuencia de nuestra mirada aislacionista en las ciudades las preocupantes noticias sobre deforestación, desglaciación, pérdida de biodiversidad, contaminación de ríos y otros cuerpos de agua aparecen como distantes no solo físicamente sino afectivamente (“ojos que no ven corazón que no siente”).

No logramos caer en cuenta que la ciudad y las áreas rurales (cada vez con fronteras más difuminadas) formamos parte de un único sistema unidos no solo por los ciclos biogeoquímicos, el ciclo hidrológico, sino también por la historia, la economía y la política. Lo que pasa en las ciudades (como por ejemplo emisiones de gases de efecto invernadero, exclusión social, política y económica de poblaciones) afectan las áreas rurales y lo que pasa en las áreas rurales afectan las ciudades. Tal vez de ello solo podremos tomar conciencia cuando se exprese con toda su crudeza la disponibilidad del agua en las ciudades. Cuando sintamos que cuando se extinga una especie se pierde algo de nosotros mismos.

En el legítimo afán de crear riqueza a partir de la provisión de servicios ecosistémicos de las áreas naturales (incluyendo bosques y otras formaciones vegetales) a veces olvidamos que muchos de los problemas de frontera que enfrentamos en el sector forestal están ligados a la pobreza estructural, a la crisis de democracia y los partidos políticos, a la convivencia con la corrupción, a la desconexión con la historia.

Obstinadamente queremos atrincherarnos en nuestra visión técnica y aséptica con la ilusión que al interior del gremio y la feligresía tenemos todas las respuestas para los grandes problemas del sector forestal. La realidad nos está diciendo que los problemas forestales están ahí y aunque se hacen esfuerzos denodados por resolverlos los problemas siguen.

Quiere decir entonces que para asumir los retos del sector forestal tenemos que recoger su complejidad lo que implica enfoques más interdisciplinarios, transdisciplinarios e incluso indisciplinarios.

Pero sobre todo necesitamos recuperar la conexión con nosotros mismos, con los otros y con la naturaleza y el cosmos. No es que estemos tratando de parecer filosófico o monje religioso sino que simplemente estamos reconociendo que el concepto bosque, o servicios ecosistémicos, o paisajes forestales sostenibles, no se reducen a las dimensiones biofísicas sino que incluye a la totalidad de la masa, energía, información y sentidos. Esto es dar pie a aspectos culturales, psicológicos, literarios, matemáticos, entre otras dimensiones. Es mirar las totalidades en una perspectiva de sistemas dinámicos no lineales.

No habrá desarrollo forestal posible si es que no logramos que ciudadanos y ciudadanas (incluyendo los propios forestales) tengan la capacidad de reconectarse con la esencia de ser parte de la naturaleza, ser naturaleza. No habrá desarrollo forestal posible si es que insistimos en mantenernos en paradigmas o creencias que legitiman el dominio o la cosificación de la naturaleza.

La creencia que civilizar los bosques es urbanizarlos o convertirlos a paisajes agropecuarios industriales nos está llevando a la destrucción de nuestro patrimonio forestal. Y no es que se niegue el aporte de otras actividades productivas sino se busca la definición de políticas, tecnologías y acciones a gestionar los socioecosistemas o agroecosistemas.

No habrá desarrollo forestal posible si es que no somos capaces de admirar el maravilloso diseño de las hojas, la fractalidad de las nervaduras, de sorprendernos infinitamente de las estrategias reproductivas de las plantas, de sus increíbles procesos de comunicación bioquímica, de disfrutar de la narrativa campesina o del imaginario indígena sobre los espíritus de los bosques.

Tampoco habrá desarrollo forestal posible si es que nos seguimos negando a la política (por más desprestigiada que esté), a la historia forestal, a la literatura forestal, a la psicología forestal. Si no somos capaces de indignarnos lo suficiente frente a la corrupción forestal.

No habrá desarrollo forestal posible si es que subordinamos las consideraciones ambientales y sociales solo por el crecimiento económico. Una visión de esa perspectiva indica que la tarea no está completa. Tampoco hay que caer en el sesgo (bien intencionado o no) que en nombre de lo social hay que debilitar lo ambiental, o que en nombre de lo ambiental hay que aplastar consideraciones sociales. La sostenibilidad fuerte es la búsqueda de un delicado equilibrio en el que priman las consideraciones sensatas.

El gran reto forestal es la religancia que implica volver a conectar lo que culturalmente ha sido separado en nombre del dominio humano. Volver a conectarse consigo mismo, con los otros y con la naturaleza bajo los principios de diálogo de Martín Buber. Requiere reconocer con mayor claridad las interrelaciones y las interdependencias, las redes. Ello precisa de equipos con gran apertura mental para que con pensamiento crítico sean capaces de explorar las múltiples posibilidades. Ello requiere apertura a otras formas de pensar, sentir y actuar con gran sentido de innovación y creatividad.

No es que las soluciones solo vengan del campo o solo del gabinete. Polarizaciones que reducen las posibilidades de generar alternativas. Un enfoque dialógico implica ser capaces de hacer que los dilemas sean vistos como complementarios, sinérgicos para que puedan emerger nuevas posibilidades.

Concluyendo podemos decir que desde las ciudades tenemos mucha responsabilidad con el destino de los bosques, como desde el bosque, desde lo local y desde la gente tenemos una gran energía cultural para recrear una cultura forestal orientada hacia la sostenibilidad y la equidad. No hay escisiones que valgan en sistemas porosos que se interrelacionan fuertemente y que a su vez forman parte de sistemas mayores hasta llegar al sistema tierra.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-bosques-mas-cerca-de-lo-que-imaginamos/

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Gestión forestal desde una perspectiva humanista

11 de enero de 2017 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Porque amo a los bosques pienso en las personas: Apuntes para la gestión forestal desde una perspectiva humanista.

Reiteradamente he señalado que gestionar bosques es al fin y al cabo gestionar personas. Esto incluye a las personas al interior de las organizaciones forestales como lo que se ha dado en llamar los usuarios forestales. Si esto es así, habría que revisar el lenguaje que se usa en la administración forestal pública cuando divide el mundo en dos categorías que aparecen excluyentes cuando no de imposición: administradores y administrados.

No es tan ingenuo como pudiera parecer porque presentado así desde un lado está la norma, el procedimiento, “la razón” y desde el otro lado está el cumplimiento de la norma, el procedimiento y el que necesita conocer la razón del administrador.

En esta dualidad del administrador y el administrado se asume que los marcos paradigmáticos, los marcos conceptuales y los procedimientos son conceptos acabados que no requieren revisión y que solo queda la labor de hacer que se cumplan. Pero objetivamente, ¿esto es así? Si eso fuera cierto entonces bastaría para que se cumplan las políticas públicas y normas para tener un sector forestal boyante y los grandes problemas forestales (deforestación, degradación de bosques, corrupción forestal) estarían camino a ser resueltos pero bien sabemos que hay muchas dificultades para afirmar que vamos caminos a resolver estos grandes problemas que son más bien estructurales y complejos.

Claro que necesitamos que se cumpla en estado de derecho en el sector forestal, pero también necesitamos reconocer que el “estado de derecho” aludido no es perfecto, que tienen aún muchos vacíos y mucho espacio para seguir mejorando. La clave está qué estamos entendiendo para decir que está mejorando.

Para algunos será que el sector forestal aporte más visible y tangiblemente al desarrollo económico, otros dirán que contribuya más efectivamente a la conservación de los bosques, y otros dirán que la contribución del sector forestal se traduzca en oportunidades, calidad de vida de la gente, respeto a sus derechos humanos, oportunidades para las poblaciones en situación de riesgo, oportunidades para las mujeres. Pero también habrá algunos quienes piensen que la mejora no se mide con un foco unidimensional y que el aporte forestal debe tratarse desde una perspectiva multidimensional. Depende entonces del sesgo o visión que tengan los actores para decir de qué manera el sector está mejorando.

Algunos dirán, sin embargo, que el problema en el sector forestal no es crear más políticas o normas, sino cómo se hace cumplir lo que existe, entonces se ubicarán en el grupo de los que aborden el estado de derecho como “conceptos acabados”. Visto desde esa perspectiva los énfasis están en cómo comunicar, cómo capacitar para que los usuarios cumplan lo que ya se ha normado. Pero, ¿estamos seguros que ese estado de derecho tiene los paradigmas correctos? ¿Correcto en función de qué mirada: económica, social, ambiental, integral o sostenible?

De todo ello se desprende en la imperiosa necesidad que todos los actores tengan que revisar sus paradigmas y asegurarse que apuntan a la sostenibilidad. Si sirve para crecer económicamente pero sigue la deforestación y la corrupción no estamos en el camino correcto. Si sirve para atender necesidades sociales pero no contribuye a la sostenibilidad tampoco estamos en el camino correcto. En muchas ocasiones, la atención a lo social (o a nombre de ello), relaja las consideraciones ambientales, y lo que es peor, beneficia más a terceros que a los que se pretende beneficiar en nombre del carácter social.

Ahora bien, si asumimos que el marco político y normativo está orientado a un proceso de mejora continua y de fuerte orientación a la atención de los usuarios forestales con los más altos estándares de calidad (que incluye la sostenibilidad de los bosques indefectiblemente), entonces tan importante como comunicar o capacitar es escuchar, es reconocer la realidad para que permanentemente se busque afinar, ajustar, sincronizar el marco político y normativo para que dé cuenta de la mejor manera la diversidad biológica, ecológica, cultural, lingüística y de significados. Tan importante como que la administración se acerque al bosque es que el bosque (la realidad) se acerque a la administración (mejor aún si la administración se hace directamente donde se encuentran los bosques).

Escuchar es fundamental en una propuesta de gestión forestal empática que no solo se atiene a consideraciones técnicas sino que además se interesa vivamente en la historia del usuario forestal, sus necesidades, sus sueños, sus proyecciones, sus afirmaciones, sus preguntas, sus incertidumbres, sus vacíos, sus temores y sus alegrías. No es la distancia fría entre administrador y administrado sino es una relación humana afectiva de vivo interés por el otro, de escucharlo, se sentirlo, de darle voz, darle espacio y oportunidades.

Lo que estoy señalando es fundamental para realidades de alta diversidad biológica y cultural como las nuestras. Es reconocer la riqueza de la sociodiversidad y los subgrupos (subculturas) que existen en grandes categorías como madereros, castañeros, shiringueros, manejadores de fauna, cazadores, entre otros. Nuestros mapas de actores forestales tienen entonces el encargo de recoger la diversidad dentro de la diversidad de cada grupo. Asimismo, es importante que podamos recoger los diferentes significados existentes entre los diversos actores con su propia diversidad interna.

Esto es de suma importancia porque conceptos como árbol, Estado, democracia, formalidad, legalidad, manejo, entre otros tantos, tienen diferentes formas de ser entendidos, sentidos, vivenciados y valorados. Algo que no hemos constatado por ejemplo es el concepto de “Estado” que existe entre los diversos actores. Esta a-sintonía semántica crea muchas fracturas o vacíos de los que no hemos percibido o no hemos querido percibir en nombre de la uniformidad o de la generalidad.

Desde esta perspectiva de gestión forestal sostenible con enfoque de complejidad no se actúa solamente para imponer sino fundamentalmente para entender las lógicas, los sentidos que tienen los actores forestales en su actuación forestal. Incluso lo que desde la perspectiva mayoritaria pueda ser entendida como informal o ilegal. Si no nos metemos al corazón de los informales o ilegales nunca vamos a poder entender sus motivaciones, sus significados, sus patrones de referencia. Pero esta mirada acogedora del informal o del ilegal no es para justificar la destrucción de bosques sino es para generar las condiciones de diálogo que contribuyan a encontrar juntos salidas sostenibles.

Tenemos que superar enfoques de exclusión que en nombre de las normas condenamos a miles de hombres y mujeres. Además no solo tenemos que preguntarnos porqué esos actores actúan de manera informal o ilegal sino qué factores son los que han producido (producen o reproducen) esa situación. Preguntarnos también ¿Cuál es el efecto de la forma cómo hemos venido haciendo la gestión forestal en la informalidad e ilegalidad existente? Necesitamos abrir paso a las preguntas valientes y transformadoras. Es solo desde la empatía, desde la comprensión, desde el diálogo generativo y transformador que vamos a tender los puentes necesarios para encontrar salidas compartidas, sensatas, justas, equitativas y sostenibles.

Necesitamos avanzar hacia la gestión sostenible de los bosques, pero en todo lo que ello implica, con responsabilidad y con visión de país y visión planetaria. Tenemos grandes retos para contribuir efectivamente hacer frente al cambio climático, para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y ello implica extender nuestra mirada y actuación más allá de lo biofísico (sin que ello quiera decir minimizar su atención) para incorporar un enfoque más humano en comunión con la naturaleza y el cosmos.

Necesitamos fortalecer los procesos de gobernanza forestal y de diálogo forestal para que podamos construir el concepto de corresponsabilidad en la gestión sostenible de los bosques. Solos, ningunos de los actores va a poder avanzar, juntos en la sensatez, en la sostenibilidad, en las grandes visiones compartidas y con gran espíritu colaborativo vamos a poder aprovechar las grandes oportunidades y atacar de manera creativa los grandes problemas forestales.

No más exclusión por defecto, no más visiones reduccionistas que no reconocen la complejidad forestal, no más cegueras o sorderas frente a la corrupción forestal, no más decisiones técnicas tomadas ligeramente y que no se basan en sustento científico o los aportes valiosos de los conocimientos locales. Nadie niega el carácter de los negocios forestales, ni las oportunidades de aprovechar las riquezas de los bosques pero este deben hacerse bajo la garantía de la justicia, equidad y sostenibilidad. Para lograr un desarrollo forestal sostenible se requiere voluntad política, ciudadanía forestal activa, participación social, diálogo, compromiso y sentido de trascendencia. Ello requiere también de ciencia con consciencia y con valores.

Fundamentalmente, reconocer que los bosques no solo pueden y deben contribuir a la riqueza económica, sino también a la riqueza espiritual y cultural. Nuestros hijos nos demandarán por ello.

 Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-gestion-forestal-desde-una-perspectiva-humanista/

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Filosofía forestal

07 de diciembre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

La búsqueda de pistas que nos conduzcan a definir los criterios, pautas y atributos del desarrollo forestal nos deben llevar irremediablemente a la indagación del pasado y del futuro para construir nuestro presente.

Muchas de las raíces profundas de los problemas actuales forestales tienen que ver con el reconocimiento del momento (que debió haber sido más bien un proceso) en el que el ser humano rompe su relación con la naturaleza y su pretensión de dominio a la naturaleza queda legitimada social y culturalmente. Esta disyunción se traduce “científicamente” en la economía que hace que finalmente solo interesen los actores que están en la transacción de bienes (y luego abarca incluso los servicios del bosque) que son perfectamente apropiables, se les puede asignar precios y pueden ser vendibles.

Se construyen entonces discursos legitimantes del valor del crecimiento económico que a fuerza de poderosos mecanismos de domesticación ideológica nos las terminamos creyendo y entonces se edifican culturas y estructuras psíquicas profundas que imponen sutilmente el discurso del desarrollo forestal fundamentalmente asociado al mercado.

Es claro que el desarrollo forestal colectivo que tenemos en el imaginario social lo asocia fuertemente a la contribución económica de la comercialización de bienes y servicios ecosistémicos. Todo aquello que ha podido traducirse en mercado de una u otra manera ha sido abordado por el desarrollo forestal. Ha habido dificultades para tratar aquellos servicios ecosistémicos que no son fácilmente asimilables en términos de mercado y tampoco son capitalizables en términos políticos. Así, los servicios ecosistémicos de regulación (control del clima y de las enfermedades); apoyo (ciclos de nutrientes y la polinización de cultivos), y cultural (beneficios espirituales) han recibido poca atención en los esquemas de desarrollo forestal.

Los evidentes límites del modelo de desarrollo hegemónico basado fundamentalmente en la teología del mercado han llevado a países y centros de excelencia a buscar nuevas formas de medir el desarrollo. Es así que se ha ido incorporando mediciones de desarrollo que incorporan temas como la desigualdad, la igualdad y equidad de género, índices de desempeño ambiental, índices de desempeño de sostenibilidad, índices de vida mejor, bienestar, bienestar subjetivo, entre otros.

Resulta ilustrativo el concepto de Progreso Multidimensional entendido como un espacio de desarrollo con límites normativos contundentes: “nada que disminuya los derechos de las personas y las comunidades, ni nada que amenace la sostenibilidad ambiental del planeta, puede considerarse progreso” (PNUD, 2016). Interesante mencionar que todos estos valiosos esfuerzos todavía se dan en el marco del desarrollo asociado al mercado.  Pero no solo se trata de ajustes sino también de esfuerzos para ir definiendo otros marcos epistemológicos para la construcción de modelos alternativos de desarrollo. El sector forestal no es una isla y tampoco escapa de estas corrientes que van superando a pasos raudos un enfoque que solo se concentra en el mercado.

También es importante mencionar los esfuerzos, dentro de una lógica de mercado, para tratar de superar las fallas de mercado a través de la economía institucional que nos habla de la necesidad de contar con buenas políticas, normas, acuerdos, pactos; organizaciones reguladoras, organizaciones que protegen a los consumidores, organizaciones que luchan contra los monopolios. Inclusive los conceptos de gobernanza, inclusión social, asistencia social forman parte del paquete de herramientas para amortiguar los efectos de una economía demasiada enfocada en el crecimiento económico. No obstante, todos estos esfuerzos, la corrupción aparece como una enfermedad de difícil tratamiento y eliminación.

Desde las empresas también se dan corrientes de revisión de un modelo excesivamente concentrado en el lucro y aséptica de los actores y el espacio en el que desarrollan sus actividades. Esto es producto tanto de la influencia de corrientes de pensamiento que vienen de la sociedad civil, organismos internacionales como de la propia sensibilidad de algunas empresas. A las corrientes de las certificaciones ambientales, certificaciones de responsabilidad social se suman las Empresas B que “combina el lucro con la solución a problemas sociales y ambientales aspirando a ser la mejor empresa PARA el mundo y no solo del mundo” (Sistemab). 

En términos de visión de futuro es importante mirar las tendencias que incluyen no solo el cambio de la demanda de productos procedentes de bosques naturales hacia productos forestales que proceden de plantaciones forestales. Pero además es importante mencionar la aparición de nuevos materiales que producto del desarrollo tecnológico serán más flexibles a la vez que más resistentes. También es importante mencionar la emergencia de consumidores más responsables que demandan productos orgánicos, productos que den cuenta de su procedencia y de su cadena de valor más respetuosos con el ambiente, la sociedad y los derechos humanos de los trabajadores forestales.

No podemos desconocer el hecho que todavía tenemos un modelo de desarrollo forestal fuertemente influenciado por la economía de mercado, como tampoco la necesidad de seguir explorando nuevas opciones que abran el abanico de posibilidades para una relación más respetuosa con la naturaleza y el cosmos, más respetuosa con la sociodiversidad de los actores forestales, sus derechos, sus sueños, sus indicadores propios de bienestar. En el modelo de desarrollo forestal que aspiramos buscamos que la corrupción no sea un concepto negado o maquillado y que se la ataque frontalmente para erradicarla, que la improvisación no sea el reflejo de una institucionalidad descoordinada e incomunicada.

Buscamos un desarrollo forestal basado en el amor a la naturaleza (lo que no impide el aprovechamiento forestal respetuoso y cuidadoso de los procesos ecológicos, su capacidad de adaptación y resiliencia); que signifique oportunidades sostenibles para todos (para la gente y para los bosques); que implique institucionalidad al servicio del bienestar de la gente y de sus bosques; que implique grandes acuerdos, espacios de diálogo y espacios para procesar las diferencias con sentido de sostenibilidad; que conceptos como ética, estética, valores no sean ajenos; que la ingeniería conviva con la poesía, con la intuición, con las emociones, con la filosofía.

Buscamos que el desarrollo forestal sea capaz de dialogar de manera empoderada y contributiva con otros sistemas, procesos, programas, planes, estrategias y acciones ligadas al desarrollo rural, lucha contra la erradicación de la desnutrición infantil, derechos humanos, igualdad y equidad de género, vivienda digna, entre los múltiples aspectos del desarrollo multidimensional del cual el sector forestal forma parte consustancial.

Para avanzar hacia ello necesitamos impulsar procesos de desarrollo forestal con enfoque territorial que construya confianza, capacidades, emprendimiento, creatividad, innovación pero sobre todas las cosas que construya solidaridad, reciprocidad y que se manifieste en bienestar subjetivo, con tanta importancia como los números de la contabilidad de contribución tangible al desarrollo nacional.


Bibliografía revisada.

PNUD. (2016). Progreso multidimensional: bienestar más allá del ingreso. Informe regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe. New York: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

Sistemab. La Empresa B.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-filosofia-forestal/

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