América Latina: Notas sobre el Informe Oxfam 2019

Redacción: 20 Minutos

¿Bienestar público o beneficio privado?

El lunes 21 de enero Oxfam publicó su Informe anual sobre las desigualdades bajo el título «¿Bienestar público o beneficio privado?«. En esta ocasión, Oxfam vuelve a alertar sobre el aumento de la brecha entre ricos y pobres y la desigualdad entre mujeres y hombres, y pone a la provisión universal de servicios públicos y a la tributación de las rentas altas y a la riqueza, como las principales herramientas de lucha contra las desigualdades. A continuación presentamos algunos de los datos más relevantes y las conclusiones del citado informe.

La desigualdad está fuera de control

  • Uno de los mayores logros que estaba obteniendo la economía mundial en las últimas décadas era la reducción de la pobreza. Sin embargo, aunque la misma se sigue reduciendo, los datos recientes publicados por el Banco Mundial muestran que la tasa de reducción de la pobreza a nivel mundial se ha reducido a la mitad desde el año 2013.
  • Durante el último año, la riqueza del 50% de la población más pobre se redujo en un 11%.
  • En el lado contrario, la riqueza de los milmillonarios se ha incrementado en 900.000 millones de dólares en el último año. Esto equivale a un incremento diario de 2.500 millones de dólares.
  • Por su parte, el Informe sobre la Desigual Global de 2018, reveló que entre los años 1980 y 2016, la mitad más pobre de la población mundial sólo recibió 12 centavos por cada dólar de crecimiento de los ingresos, mientras que el 1% más rico recibió, de cada dólar de crecimiento, 27 centavos.
  • Estos datos dan cuenta cómo la brecha entre ricos y pobres sigue aumentando. Son varias las razones que hay, pero una de las más importantes está vinculada con los sistemas de tributos y de prestación de los servicios básicos. El Informe alerta sobre que las personas y empresas más ricas tributan sistemáticamente y estructuralmente por debajo de lo que les correspondería.
  • Adicionalmente, las grandes fortunas ocultan a las autoridades fiscales 7.600 millones de dólares, eludiendo de esta forma el pago de unos 200.000 millones de dólares en concepto de impuestos.
  • La carrera por las rebajas fiscales ha provocado que, en algunos países, los tipos actuales sean los más bajos del último siglo, lo cual se relaciona directamente con la desaceleración de la reducción de la pobreza y el incremento de la brecha entre los más ricos y los pobres.

Desigualdad económica y desigualdad de género

  • En la lucha contra la desigualdad entre ricos y pobres es fundamental la igualdad entre hombres y mujeres: «la construcción de sociedades más igualitarias desde el punto de vista económico no puede estar basada en la opresión de la mitad de la humanidad».
  • Además de inaceptable moralmente, la evidencia empírica muestra cómo las sociedades más igualitarias en el plano económico son las que disfrutan, a su vez, de mayor equidad entre hombres y mujeres. En este sentido, las decisiones económicas que toman los gobiernos, especialmente en materia de fiscalidad y gasto público, tienen un gran impacto tanto en la desigualdad económica como en la desigualdad de género.
  • En ese sentido, es necesario abordar de manera urgente el tiempo que las mujeres dedican a las tareas domésticas y al cuidado de otras personas sin recibir remuneración a cambio.
  • Oxfam estima que en la actualidad se realizan 16.400 millones de horas de trabajo no remunerado, tareas que mayoritariamente son realizadas por mujeres pobres.
  • Si una única empresa se dedicara a estas tareas y el trabajo fuera remunerado y contabilizado, su facturación anual sería de 10 billones de dólares, 43 veces más que la facturación anual de la multinacional Apple.
  • La mayoría de las personas más ricas del mundo son hombres. Las mujeres ganan a nivel mundial un 23% menos que los hombres, y éstos poseen un 50% más de riqueza que las mujeres.

Algunos datos destacados en el Informe sobre América Latina

  • Oxfam destaca que la movilidad social intergeneracional en América Latina es muy reducida debido a que la calidad de la educación varía enormemente en función de los recursos económicos. La falta de sistemas públicos de educación de calidad segregan desde los primeros años en función de los recursos económicos.
  • Además, la interrelación entre desigualdad de género y desigualdad económica explica la menor movilidad social intergeneracional de las mujeres en América Latina.
  • Por ejemplo, en México, las niñas que nacen entre el 20% más pobre de la población tienen el doble de probabilidades de seguir siendo pobres en la edad adulta que los niños que nacen en su misma situación.
  • En el lado positivo, el Informe destaca algunas medidas tomadas en la región como la creación del Sistema Nacional Integrado de Cuidados en 2015 por el Gobierno de Uruguay, en función del cual todas las niñas y niños tienen derecho a recibir cuidados, y el trabajo de las personas que los proveen se reconoce y valora a través de programas de formación y apoyo.
  • El Informe de Oxfam también alerta de la implementación de nuevas políticas de austeridad que en los últimos años están retornando a América Latina y que se ceban especialmente con las mujeres. En México y en Argentina, desde la década de los 90 (décadas de ajustes fiscales y recortes sociales), las mujeres de las familias pobres, con bajo nivel educativo y una elevada carga de trabajo de cuidados no remunerado, se vieron empujadas a aceptar empleos precarios y mal remunerados para sobrevivir.
  • Esto último vuelve a suceder en buena parte de los países de la región. En este sentido Oxfam propone, junto al esfuerzo de mejorar los sistemas tributarios, la universalización y gratuidad de los servicios básicos, como educación y sanidad.

Servicios públicos: el camino correcto para reducir la desigualdad

  • Los servicios públicos, como educación, salud, agua potable o protección en la vejez, garantizan libertades a los individuos. Los servicios públicos son una fuente de ingreso para millones de personas, pues ayudan a que los más pobres no tengan que usar sus ya limitados ingresos para asegurarse un nivel de vida mínimo. En el 90% de los países, el gasto en educación por niño o niña supera al ingreso del 10% más pobre. Para una madre soltera con 2 hijos, el gasto en escolarización del Estado es tres veces el ingreso familiar en Colombia y dos veces en Brasil. En este sentido, el Estado es por antonomasia una fuente inagotable de libertad.
  • Los servicios públicos no sólo son garantes de libertades, sino que benefician más a quienes están en condiciones de discriminación. Por ejemplo, la educación pública garantiza que la brecha de género se reduzca: las mujeres con educación ganan más del doble que las mujeres sin educación. La UNESCO, también citada en el informe de Oxfam, estima que los matrimonios precoces de niñas se reducirían en un 64% si todas ellas completaran la educación secundaria.
  • En ese sentido, la mejor forma de conseguir la justa provisión de los servicios es apostar por dos principios: universalidad y gratuidad. Según el Informe, hay experiencias que demuestran que tratar de focalizar los servicios puede tener efectos contraproducentes y, en cambio, la universalización trae una serie de virtudes al diseño y a la provisión de los mismos. A su vez, cuando se impone un precio de acceso, los servicios públicos no son efectivos para alcanzar los objetivos sociales. Existen aproximadamente 100 millones de personas que caen en la pobreza al tener que costear la atención médica, y otras tantas simplemente mueren por no poder pagar el precio de la salud.
  • Para lograr estos principios es indispensable que los servicios sean verdaderamente públicos. La gratuidad y la universalidad están reñidos con la privatización. Oxfam asegura que el momento en el cual los servicios se diseñan y funcionan adecuadamente desde lo público, tienen efectos inigualables sobre la reducción de la pobreza y la desigualdad. Oxfam y otras ONG han demostrado que, en cambio, la alternativa neoliberal de alianza público-privada (APP) no es viable para servicios como educación, salud y otros que inciden directamente en las condiciones básicas de los seres humanos. De hecho, la estrategia APP puede aumentar la desigualdad y agotar los recursos de los gobiernos, según estas organizaciones.
  • Según los cálculos de Oxfam el mundo ha avanzado mucho en la provisión de algunos de estos servicios, pero sin garantizar una sostenibilidad ni una calidad de los mismos. Además, enfrenta presiones por privatizar los servicios justificadas en la «crisis de calidad» de éstos. Los recursos que llegan son insuficientes y coartan la capacidad de mejorar la calidad, creando un círculo vicioso: existe una baja calidad por la escasez de recursos y, a su vez, hay cada vez menos recursos porque se dice que los servicios son malos, reforzando de este modo la idea que el camino adecuado es la privatización.
  • Mientras el canon en el pensamiento dominante ha sido la privatización y orillar al Estado, los grandes incentivos del Estado han estado dirigidos a intereses empresariales. Es decir, hay un doble rasero para el mismo objetivo. Por ejemplo, las empresas farmacéuticas imponen los precios a los que el Estado debe comprar las medicinas. Johnsons & Johnsons en Sudáfrica vendió al Estado un fármaco contra la tuberculosis por un valor unitario de 400 dólares, el cual, según estudios realizados, se estima que el mismo fármaco con una solución genérica podría costar 48 dólares.

Si los servicios públicos son tan importantes, ¿cómo los financiamos?

  • No es un problema de recursos, sino de voluntad política. Existe una peligrosa y creciente captura del Estado y del pensamiento que legaliza y legitima –respectivamente– los grandes negocios y los impuestos bajos como «necesarios» para el crecimiento.
  • Por un lado, en los últimos 40 años existe una carrera a la baja para reducir los tipos impositivos máximos del impuesto sobre la renta de personas naturales y de rentas empresariales en los grandes centros económicos. Esto detonó una carrera aún más dramática en países en desarrollo por alcanzar estos estándares de «país competitivo» y favorecer el capital extranjero, debilitando sus sistemas impositivos mediante rebajas, exoneraciones y toda clase de incentivos tributarios de dudosa efectividad, pero de alto costo tributario. En América Latina el 10% más rico tributa a un tipo impositivo del 4,8% sobre su ingreso.
  • Esta erosión de la imposición a la renta, más las nuevas tendencias del capitalismo (financiarización, libre comercio, cambio tecnológico, menor poder sindical), han creado un fenómeno de hiperconcentración de la riqueza. Esta irreversible tendencia de la riqueza hace levantar la bandera desde los mismos centros del pensamiento (FMI, «The Economist», Banco Mundial, etc.) quienes ven la necesidad imperiosa de gravar la riqueza para restaurar las fuerzas productivas que llevaron al mundo a la prosperidad: la libre competencia y el esfuerzo personal, las cuales están siendo socavadas por la riqueza excesiva y poco meritocrática.
  • Los servicios públicos podrían ser financiados con un esfuerzo tributario de los más ricos, al mismo tiempo que se frenaría la hiperconcentración de la riqueza, versa el Informe. Según los cálculos citados por Oxfam, un incremento del 1% en el impuesto a los milmillonarios mundiales permitirían recaudar 100.000 millones de dólares anuales.
  • La solución definitiva está tan cerca y tan lejos, puesto que es esclava de dos fenómenos: la captura del Estado por las corporaciones y la idea, falaz, de que la tributación reduce el crecimiento.
  • El propio FMI ha demostrado que la redistribución favorece el crecimiento. La explicación más plausible es que hoy la herencia y la riqueza son menos meritocráticas y corroen el esfuerzo personal y la competencia, dos de los pilares del capitalismo desde Adam Smith. Los impuestos a la propiedad recaen en las rentas pasivas del capital o ingresos no salariales y, por ende, tienen un efecto mínimo sobre el crecimiento. En cambio, si los impuestos financian servicios públicos lo que ocurre es que se fortalece la productividad laboral, favoreciendo el crecimiento.

Principales recomendaciones

El Informe propone a los gobiernos establecer las metas y planes de acción necesarios para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 10 sobre la desigualdad. Los planes y metas deberán incluir medidas concretas en los siguientes ámbitos:

  • Universalizar la provisión gratuita de servicios públicos como la salud y la educación, garantizando el acceso para mujeres y niñas, y dejar de promover la privatización de los servicios públicos. Ofrecer prestaciones por hijos a cargo y diseñar los servicios públicos siempre atendiendo a la igualdad de género.
  • Liberar el tiempo de las mujeres reduciendo los millones de horas de trabajo no remunerado dedicado al cuidado mediante la prestación de servicios básicos y reconocimiento de los trabajos de cuidado por parte del Estado.
  • Poner fin a la guerra de las rebajas fiscales que beneficia a los ricos y deteriora las arcas públicas. Esto supone el incremento de la brecha entre ricos y pobres y reduce la capacidad del Estado de proveer servicios públicos de calidad, universales y gratuitos. Se debe acabar con la evasión y elusión fiscal de las grandes empresas y fortunas, y rediseñar el sistema tributario para que sea más justo y equitativo.

celag.org

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/notas-sobre-el-informe-oxfam

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La desigualdad entre alumnos ricos y pobres en México equivale a dos años de escolaridad

América del norte/México/31 Octubre 2018/Fuente: el país

Pese a la brecha, la procedencia socioeconómica pierde peso en la divergencia de rendimiento académico en el país latinoamericano y lo hace más rápidamente que la media de la OCDE

A familia más rica, mejores notas. Esta regla —y su inversa— se sigue cumpliendo en México, pero cada vez con menor precisión, según un informe educativo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicado este martes. La diferencia en resultados académicos entre alumnos pudientes y desfavorecidos equivale a dos años de escolaridad. Aun así, la procedencia socioeconómica del estudiante pierde peso como factor explicativo del rendimiento, y lo hace a un ritmo superior al de la media de las economías más avanzadas del planeta.

Alrededor del 11% de la variación en los resultados en ciencias en 2015 (los últimos disponibles) es atribuible a una diferencia de recursos, frente al 17% en 2006. Es decir, en nueve años ha habido un descenso de cinco puntos. La misma tendencia se observa en matemáticas y lectura, las otras dos áreas del conocimiento evaluadas por el organismo que dirige el mexicano José Ángel Gurría, en el marco del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA).

La brecha entre alumnos ricos y pobres sigue siendo amplia, pero se está cerrando a un ritmo más rápido que la media de los 36 países que conforman el think tank de las economías avanzadas. Mientras en México el peso de los orígenes baja cinco puntos porcentuales, en el resto del club solo desciende punto y medio: del 14,4% de 2006 al 12,9% de 2015. Junto a México hay seis Estados miembros que mejoraron en el índice de equidad de manera significativa y dos de ellos también son americanos: Chile y Estados Unidos. En ambas naciones —no obstante, de los más desiguales en materia educativa de entre todas las estudiadas— la mejoría respecto a 2006 es de más de seis puntos porcentuales. En el extremo opuesto, en otros 10 Estados miembros —entre ellos España— en los que la equidad retrocede.

La mejora es importante, pero tiene matices importantes. En primer lugar, hay que tener en cuenta que México parte de una situación peor que la media, por lo que el potencial de mejora es mayor que en la gran mayoría de países analizados. «Hemos mejorado pero sigue habiendo una desigualdad muy grande», dice David Calderón, presidente de la ONG educativa Mexicanos Primero. El país sigue siendo el miembro de la OCDE con peor nota en las pruebas PISA y los malos resultados continúan concentrados en las escuelas de perfil menos pudiente: el 60% de los alumnos con desventaja estudia, según el análisis, en un centro en desventaja —en Finlandia, la campeona en este aspecto, solo es un 40%—. En este punto, el país latinoamericano se sitúa claramente por encima de la media del club, superándolo en 12 puntos porcentuales. «Hay que propiciar que haya más mezcla, que no haya escuelas pobres para pobres», dice Calderón. «Se ha demostrado que cuando los estudiantes desfavorecidos van a centros en zonas acomodadas, empatan e incluso superan en resultados a los más pudientes».

México también retrocede en otra de las áreas cubiertas por el informe: el sentimiento de pertenencia a la escuela. La proporción de estudiantes que afirmó sentirse aceptado por la comunidad educativa bajó en 15 puntos porcentuales entre 2003 y 2015. Un dato que contradice la mejora en equidad avalada por los otros indicadores. Este deterioro está relacionado, según Calderón, con el desajuste provocado por la llegada de nuevos maestros y directores que ha propiciado la reciente reforma educativa. Con la vista puesta en el futuro, el jefe de Mexicanos Primero apunta al éxito de las iniciativas de algunos Estados mexicanos para dar seguimiento específico a las escuelas más desfavorecidas. Y reclama una política nacional en esa línea. México apunta en la buena dirección, pero todavía le queda camino por recorrer.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2018/10/22/actualidad/1540243052_829976.html

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La estrategia del 1% y la nuestra

Por: Raúl Zibechi

Los datos de los días recientes iluminan la estrategia del 1 por ciento más rico de la humanidad. Los medios divulgaron hacia finales de enero un estudio de Oxfam, donde se asegura que de toda la riqueza generada en 2017 en el mundo, 82 por ciento quedó en manos del 1 por ciento más rico, mientras la mitad de la población no recibió absolutamente nada. La economía funciona apenas para beneficiar a una ínfima minoría que concentra cada vez más poder (goo.gl/qZwgNJ).

El segundo dato proviene del Foro de Davos, donde se reúne el sector que representa los intereses del 1 por ciento. Todas las crónicas aseguran que los CEOS de las multinacionales y los hombres (hay pocas mujeres) más poderosos del mundo, estaban felices y convirtieron el encuentro anual en los Alpes suizos en una verdadera fiesta. Casi todos llegaron en jets privados; por los cuatro días de encuentros y conferencias y el acceso a las sesiones privadas pagaron 245 mil dólares (goo.gl/UBSLLa).

Realmente, tienen razones de sobra para estar felices. Las cosas, sus cosas, marchan de maravilla. Las cotizaciones en la bolsa de Wall Street se multiplicaron por tres desde la crisis de 2008. El índice Dow Jones estaba en 8 mil puntos durante 2009 y estos días cotiza a 26 mil. Una escalada permanente, aunque las economías están estancadas o apenas crecen. No hay ningún dato de la economía real que respalde el crecimiento exponencial de las bolsas, lo que muestra su desconexión con la producción y su conversión en meros casinos.

Los datos que muestran el acaparamiento de riqueza nos descubren la estrategia silenciosa del 1 por ciento. Más de 80 por ciento de la riqueza que se genera en el mundo es para ellos. Alrededor de 20 por ciento va para casi la mitad de la humanidad, esa que se mira en el espejo de la riqueza y aspira, con o sin sentido, a estar cerca de los más ricos esperando que se les caigan algunas migajas. Para la otra mitad, nada, no hay futuro, sólo pobreza y represión.

La dominación siempre busca apoyarse en tres patas: las clases dominantes, las clases medias y los sectores populares. El arte de la dominación siempre ha sido sostenerse con base en la hegemonía, que se consigue ofreciendo un lugar a los sectores medios y venderle la ilusión de progreso a los de más abajo.

En los periodos de oro del capitalismo, entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la crisis del socialismo real (1945 a 1991, aproximadamente), la sociedad funcionaba integrando a los trabajadores mediante el salario estable con plenos derechos. Eso les permitía obtener seguridad para sus familias, que esperaban (y a menudo conseguían) el tan soñado ascenso social. Las clases medias ya estaban en una posición más o menos confortable. Fueron los años del desarrollismo y la cultura del consumo.

Esa estrategia fracasó, por varias razones: rebeliones descolonizadoras en el tercer mundo; rebeliones fabriles contra el trabajo opresivo en el primer mundo; rechazo del patriarcado y el machismo por las mujeres en todo el mundo, rebeliones juveniles en las grandes urbes; ocupación masiva de las ciudades por oleadas de campesinos migrantes, y varias revoluciones como la cubana, la vietnamita y la de los guardias rojos chinos, entre muchas otras.

Lo cierto es que la clase dominante comenzó a replegarse sobre sí misma, a construir murallas para defender sus intereses y a desentenderse del resto de la humanidad, en particular del 50 por ciento más pobre y, a veces, más rebelde. Dejó de lado la integración de los trabajadores, estrategia que había urdido para neutralizar la onda expansiva de la revolución rusa (1917).

Ahora, el 1 por ciento enarbola una estrategia que consiste en reducir la población del planeta a la mitad, como señalan algunos estudiosos del Club de Bilderberg, otro espacio de los más ricos (goo.gl/C2mcdS). Es cierto que son especulaciones más o menos fundadas, porque el 1 por ciento no se arriesga a publicitar sus intenciones, como no lo hacen cada vez que deciden emprender un genocidio contra los sectores populares.

Esa estrategia viene endulzada, como diría León Felipe, con cuentos. Los gritos de angustia y los llantos, escribe el poeta, los ahogan con cuentos. Uno de esos cuentos, el más terrible por eficiente, son las promesas de derechos, ciudadanía y respeto de la voluntad popular. El sistema político brasileño es un cadáver pudriéndose a cielo abierto, sostiene un analista luego de la condena a Lula (goo.gl/ZUqhr4). Quizá por eso la bolsa de Sao Paulo bate todos los récords.

Una de las tácticas preferidas de la estrategia del 1 por ciento es el fraude electoral. Hay tres tipos, según dice la experiencia. El fraude posterior al voto, como sucedió recientemente en Honduras. El fraude antes, durante y después de la emisión del voto, técnica que se aplica en México desde 1988, por lo menos. La tercera es aceptar al vencedor y luego sobornarlo y/o amenazarlo de muerte. Esto es lo que sucedió en Grecia, según Yanis Varoufakis, el ex ministro de Syriza quien lo vivió desde dentro.

Hay más técnicas para asegurar el poder de los poderosos, siendo el golpe de Estado con genocidio (como en Chile y Argentina, entre otras) las más extremas. Lo que está claro es que el 1 por ciento se ha blindado: tiene el poder del dinero, de las armas legales, las ilegales y de los medios. Cada día acumula más poder.

Es evidente que, hoy por hoy, no los podemos derrotar, ni por las malas ni por las buenas. ¿Entonces? El problema somos los y las de abajo, porque depende de nosotros y de nosotras el seguir creyendo en los cuentos de arriba. Cuentos que tuvieron cierta credibilidad cuando el sistema aspiraba a integrarnos. El problema consiste en seguir confiando en estrategias insostenibles, porque ya no existen las bases materiales y sociales que las hicieron posible.

Como no nos vamos a rendir, el camino debe ser construir lo nuevo. Para sobrevivir en la tormenta, no tenemos otra opción que construir dos, tres, muchas Arcas de Noé (como decía el Che respecto de Vietnam). Espacios de autonomía para afrontar el colapso que nos descerrajan los de arriba.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2018/02/02/opinion/019a1pol

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El renacer de la «Campaña de los pobres» de Martin Luther King Jr.

Por: Amy Goodman

Este 15 de enero Martin Luther King Jr. cumpliría 89 años. Asesinado a los 39 años de edad el 4 de abril de 1968, su vida –lamentablemente demasiado corta– cambió para siempre Estados Unidos. Entre los hitos de su activismo se encuentran el Boycott al Servicio de Autobuses de Montgomery en 1955, que puso fin a la segregación en el transporte público, la organización de la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad, en 1963, donde pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño” y la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derechos Electorales de 1965. También fue importante su apoyo a la lucha de los trabajadores de limpieza urbana de Memphis, Tennessee. Fue en el marco de una marcha de los trabajadores barrenderos de Memphis en donde dio su último discurso, la víspera de su muerte, el famoso discurso “He estado en la cima de la montaña”. Con frecuencia se pasan por alto las posturas políticas cada vez más radicales que King adoptó en sus últimos años, tales como oponerse a la Guerra de Vietnam y forjar una alianza multirracial de todos los sectores empobrecidos, a la que llamó Campaña de los pobres, que procuraba, tal como el propio King decía, “una redistribución radical del poder económico y político”. Ahora, medio siglo después, se ha formado nuevamente una coalición para organizar a los pobres de Estados Unidos, inspirada en lo que King llamó “una fuerza nueva y provocadora”, para luchar contra la pobreza y forjar cambios significativos.

Esta renovación, llamada “Campaña de los pobres: llamado nacional para un renacer moral”, presenta una audaz agenda: “Desafiar los males del racismo sistémico, la pobreza, la economía regida por la guerra, la devastación ecológica y la distorsión de los valores de la nación”. Al frente se encuentra el reverendo Dr. William J. Barber II. Nacido solo dos días después de la famosa Marcha sobre Washington, Barber creció en el marco del movimiento por los derechos civiles. Durante más de una década se desempeñó como presidente de la Asociación Nacional por el Progreso de la Gente de Color ( NAACP , por su sigla en inglés) de Carolina del Norte y renunció al cargo para dirigir esta nueva campaña.

En 1968, King describió la necesidad de la «Campaña de los pobres» con estas palabras: “Millones de jóvenes crecen bajo la luz de las oportunidades. Pero hay otro Estados Unidos. Y este otro Estados Unidos presenta una fea realidad diaria que transforma la ebullición de la esperanza en la fatiga de la desesperación”.

Hablando esta semana en una entrevista para Democracy Now!, el reverendo Barber reflexionó sobre lo poco que han cambiado las cosas realmente desde la época de King: “Cincuenta años después, tenemos cerca de cien millones de pobres y trabajadores pobres en este país, 14 millones de niños pobres… Cincuenta años después, tenemos menos protecciones contra la restricción del derecho al voto que el 6 de agosto de 1965. En estos últimos cuatro años, más de 1700 días, [los republicanos] vienen realizando un feroz boicot contra la Ley de Derechos Electorales. Y en cada estado donde existen grandes restricciones para ejercer el derecho al voto también existe una gran pobreza, falta de atención médica, negación de salarios dignos, negación de derechos sindicales, ataques contra los inmigrantes, ataques contra las mujeres”.

Barber sostiene que la respuesta es forjar una alianza política que trasvase las identidades: “Tenemos negros, tenemos blancos, tenemos gente de piel morena, jóvenes, viejos, gays, heterosexuales, judíos, musulmanes, cristianos, personas de fe, personas sin fe, que se están uniendo”. El objetivo de esta unión es crear lo que él denomina la “Tercera Reconstrucción”. Esta fusión incluye intentar acercarse a los cristianos tradicionalmente conservadores, como el ministro Jonathan Wilson-Hartgrove. Nacido en una familia evangélica devota y blanca, cuando era adolescente se desempeñó como asistente en el Congreso del senador republicano de Carolina del Sur Strom Thurmond, uno de los segregacionistas más encarnizados de la era moderna.

Wilson-Hartgrove escuchó las prédicas de William Barber y se volvió su seguidor y colega desde entonces. La renovada «Campaña de los pobres» es una respuesta para los evangélicos blancos empobrecidos, según Wilson-Hartgrove: “Esas personas que dicen: ‘Voten por mí porque soy un buen líder cristiano’ no están atendiendo sus intereses. Ustedes no tienen atención médica, no tienen un salario digno para vivir, porque las mismas personas que afirman defender a Dios y a la justicia, cuando votan, lo hacen en contra de los intereses de la gente pobre, sea gente negra, blanca, morena o lo que sea”.

El reverendo Barber ve la transformación del sur profundo de Estados Unidos en un horizonte cercano, pero no opina que será algo fácil. Las recientes victorias en los tribunales contra la manipulación racial y política de los distritos electorales en Carolina del Norte darán aún más fuerzas a los afroestadounidenses y otros grupos tradicionalmente marginados. Sin embargo, el verdadero trabajo no está en los tribunales, sino en las calles.

Barber y Wilson-Hartgrove, junto con la reverenda Liz Theoharis, codirectora del Centro Kairos para las Religiones, los Derechos y la Justicia Social, cuya sede está en la ciudad de Nueva York, y copresidenta de la Campaña de los pobres, viajaron a 15 estados de Estados Unidos en los últimos meses para reclutar, organizar y capacitar a más de mil personas. Barber anunció: “Nuestra primera acción será el lunes después del Día de la Madre. Vamos a reunir a más de 25.000 personas comprometidas con la desobediencia civil durante seis semanas para lanzar el movimiento”. Su objetivo: el Congreso de Estados Unidos y los parlamentos estatales de todo el país.

La bala de un francotirador le robó la vida a Martin Luther King Jr. hace 50 años. Pero en este aniversario de su nacimiento, el feriado nacional por el que cientos de personas lucharon hace décadas, la llama de su lucha para darle poder a los pobres sigue viva.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=236521

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Adela Cortina: No es xenofobia, es aporofobia (rechazo al pobre)

28 Mayo 2017/Fuente: solidaridad/Autor:Solinet

La catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, defiende en su nuevo libro ‘Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia’ que no todos los extranjeros son tratados por igual ya que se recibe “con alegría” la llegada de turistas pero “parece que molestan los refugiados e inmigrantes”

“Observé que la xenofobia, el rechazo a los extranjeros, ocupaba el centro del discurso político, pero era evidente que no todos los extranjeros molestaban por igual. A los que llegaban cargados de petrodólares, por muy diferentes que fueran, se les ponía alfombra roja, igual que a los turistas”. Los extranjeros comenzaron a molestar cuando llegaron los inmigrantes económicos, a los que más tarde se sumaron los refugiados. “Luego vino Trump prometiendo levantar un muro y qué casualidad, era para impedir la llegada de los mexicanos, no de los canadienses”, explica.

Tras esta primera aproximación, Adela Cortina se planteó si los que molestan son los extranjeros pobres o los pobres en general.

La profesora afirma que le sorprende que el discurso xenófobo haya crecido tanto y tan rápidamente, cuando hace apenas unos años Europa vivía sus mejores años gracias a unas políticas públicas basadas en el principio de solidaridad. “El cerebro es muy plástico y podemos modificarlo —lo cual es muy buena noticia— pero tanto en un sentido como en otro. Se puede ahondar en la tendencia a la aporofobia si hay un discurso público que la favorece, una ideología predominante, la neoliberal, que es una reacción frente al Estado de bienestar y sostiene que el pobre es el único culpable de su pobreza”.

La “educación” de la sociedad

“El problema es que también la sociedad educa, y a veces, hay una contradicción flagrante entre lo que dicen los libros y lo que la sociedad transmite con el ejemplo”. “No quiero ponerme apocalíptica”, prosigue, “porque soy de los que creen que en la sociedad hay de todo y que hemos mejorado mucho, pero si los jóvenes estudian unos valores y luego ven que viven en una sociedad sin compasión por los que vienen de fuera, sin compasión con los pobres, sin solidaridad con los necesitados, no debe sorprendernos que aumente la xenofobia y la aporofobia”.

Fuente de la noticia: http://solidaridad.net/no-es-xenofobia-es-rechazo-al-pobre/

Fuente de la imagen: http://solidaridad.net/wp-content/uploads/2017/05/Pobreza-696×392.jpg

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La “Peste Blanca” del siglo XXI

Por: James Petras

Exterminio del proletariado blanco y pobre en los Estados Unidos

Traducido del inglés para Rebelión por César P. Guidini Joubert

Presentación

En el curso de los dos decenios pasados en los Estados Unidos se registraron cientos de miles de fallecimientos prematuros [i] por culpa de médicos que recetan de forma totalmente irresponsable calmantes y demás depresores del sistema nervioso central, como los tranquilizantes, los cuales provocan enviciamiento, y también a causa de las contraindicaciones de tales medicamentos, cuyas consecuencias son mortales. El hecho innegable es que esos fallecimientos corresponden en su inmensa mayoría a individuos que son raza blanca y pertenecen a la clase trabajadora y a la clase media baja que vive en las regiones rurales y en las ciudades en las que cerraron las fábricas [ii] . La clase dirigente y los grandes mandamases de la oligarquía decidieron, con toda discreción, desprenderse de esa parte del país porque consideran que “sobra”. La víctima y los parientes que la sobreviven carecen de la más mínima posibilidad de conseguir que se les indemnice para reparar la negligencia general y la codicia que llevan al enviciamiento y a la muerte. El gobierno en su conjunto y la prensa, que obedece a la oligarquía, omiten deliberadamente informar de las causas últimas de la epidemia e investigarlas en consecuencia, y lo único que se puede leer y escuchar son las clásicas peroratas, pomposas y superficiales, sobre el problema.

Se examinarán en primer término las proporciones y los pormenores de la epidemia y se señalarán las causas últimas, tras lo cual se expondrán soluciones.

Cotejo de cifras

En el concierto de los países adelantados de Europa y Asia los Estados Unidos pueden reivindicar la dudosa distinción de que cuentan con la tasa más elevada de aumento del fallecimiento prematuro de individuos jóvenes y adultos de extracción obrera y de clase media baja [iii] ; ese aumento de la mortalidad prematura no se registra siquiera en los países que no son tan adelantados, salvo en los tiempos de guerra. Tal devastación, que es exclusivamente propia de los Estados Unidos, se concentra en la población blanca, pobre y con escasos estudios que vive en los pueblos y ciudades pequeñas y en las regiones rurales.

El fenómeno ya no se puede ocultar: en el curso de los dieciséis años pasados (2000 a 2016), la tasa de fallecimiento del obrero norteamericano que tiene de 50 a 54 años de edad se duplicó y pasó de 40 a 80 por 100.000 [iv] . Por el contrario, en Alemania la tasa de mortalidad del individuo de características semejantes descendió de 60 a 42 por 100.000 y en Francia lo hizo de 55 a 40 por 100.000 (2). Además, en los Estados Unidos la tasa de mortalidad del obrero blanco marginado aumentó en comparación con la cifra correspondiente a la población negra y a la procedente de América Latina. Dicho aumento de la muerte prematura señala un notable deterioro de las condiciones de vida de una fracción descomunal de la población de los Estados Unidos. Los fallecimientos se atribuyen fundamentalmente a la notable alza del suicidio, a las complicaciones que acarrean la obesidad y la diabetes, y muy particularmente, al “envenenamiento”, concepto genérico en el que, además del alcohol, los estupefacientes, y, sobre todo, los analgésicos narcóticos que receta el médico, cabe un amplio espectro de contraindicaciones.

A juicio de algunos pretendidos “especialistas” que “dominan” el problema del vicio con medicamentos, el alza de la tasa de mortalidad del obrero de los Estados Unidos se atribuye a “la mundialización y la automatización” (3). Eso es un ejemplo de lo que se denominan explicaciones “superficiales” o “falsas”, y se llaman así porque el fenómeno no se registra en los demás países industrializados; en efecto, incluso si se consideran el Japón, el Canadá y el Reino Unido, cuya economía se transformó por causa de la “mundialización” y de la moderna automatización, en ninguno de ellos se observa que aumente la mortalidad de la parte fundamental de la población.

La mortalidad del obrero del Reino Unido, Canadá y Australia se mantiene estable en unos cuarenta fallecimientos por cien mil, o sea, la mitad de la tasa de los Estados Unidos, pese a que esos países no presentan grandes diferencias en lo que respecta a las características demográficas y a la cuota del mercado mundial. La clave para comprender el presente fenómeno radica en la atención que el capital y la estructura dominante de los Estados Unidos prestan a las necesidades de la mano de obra, que ya no resulta necesaria por causa de la transformación que se opera en la economía

En los Estados Unidos el obrero blanco adulto, mal remunerado y que, con suerte, cursó la enseñanza secundaria, sobre todo el que cumple labores manuales, registra una mortalidad que cuadriplica la de aquel otro que fue a la universidad. El aumento espectacular de la mortalidad en dicha categoría demográfica se corresponde con la mayor proporción de obreros y sus familias que ya no gozan de la debida atención médica a cargo del patrón. La desaparición de los puestos de trabajo seguros y bien remunerados de la industria fabril provoca que se extiendan los fallecimientos prematuros en dicha capa de la sociedad.

En otras palabras, las muertes evitables en el mundo del trabajo aumentan de forma paralela al éxodo de fábricas al extranjero, la automatización y la contratación de obreros inmigrantes y de obreros autóctonos sin seguro y que trabajan por horas, todo lo cual acarrea que desaparezca la atención médica completa que recibe la clase trabajadora, pero precisamente gracias a eso es que la tasa de ganancia del gran de capital puede aumentar sin pausa. En otras economías capitalistas adelantadas de Europa y Asia se mantienen intactas las instituciones de salud pública y previsión social, que son de carácter universal y cumplen debidamente la misión de aliviar el daño que causan a la salud del obrero la mayor inseguridad del puesto de trabajo y el deterioro de las condiciones de vida. Dichas instituciones de salud pública salvan millones de vidas y ése es uno de los contrastes más marcados que separan a la medicina de los Estados Unidos de la que está vigente en el resto del mundo industrializado.

El “OxyContin” [v] , la Peste Blanca

La causa última de la descomunal alza de la mortalidad de obreros en los Estados Unidos es, ante todo, la decisión que tomó la clase capitalista de suprimir la atención médica general y en buenas condiciones de que gozaba el trabajador a la vez que se rebajaba el salario y se enviaban al extranjero muchos puestos de trabajo. Por esa causa, y en vista del descenso de su ingreso, el obrero no puede darse el lujo de pagar para sí y para su familia las sumas astronómicas que representan la prima del seguro de salud, la consulta al médico y la receta y la franquicia. Tampoco tiene para pagar la abultada factura de la “terapia física y rehabilitación” cuando sufre un accidente, todo lo cual explica que prefiera que le receten un analgésico narcótico gracias al que podrá soportar el dolor crónico [vi] mientras sigue trabajando.

En segundo lugar, el personal médico (médicos, enfermeras y auxiliares médicos) está sometido a fuertes presiones del patrón para que dedique el menor tiempo posible tiempo al paciente que padece de dolor crónico y lesiones por accidentes del trabajo, sobre todo, los que cuentan con recursos limitados. El salario y la retribución extraordinaria dependen generalmente del número de pacientes que se atienden por día. La clásica receta, especialmente cuando se prescriben narcóticos, sedantes, ansiolíticos y somníferos, ahorra tiempo y dinero al médico y al hospital privado. Muy rara vez recibe el obrero accidentado y el que sufre de dolor crónico el examen detenido de la historia, el debido reconocimiento, el diagnóstico serio y el consiguiente tratamiento y vigilancia posterior, pues todo eso cuesta mucho dinero.

Las sociedades farmacéuticas fabrican miles de millones de opioides de síntesis [vii] , de muy bajo costo de producción, pero cuya ganancia es descomunal, pues rinden muchísimo más que los denominados “medicamentos estrella”. Los multimillonarios dueños de los laboratorios que se dedican a los analgésicos narcóticos contratan a legiones de vendedores que visitan a los médicos y a las clínicas del dolor, aprovechando que operan en un ramo que carece prácticamente de reglamentación y que es ajeno por completo a la intervención y vigilancia del Estado capitalista. Los valedores de la industria farmacéutica gastan cientos de millones de dólares en los políticos y jerarcas públicos para proteger su ganancia, aún a costa de que aumente el número de muertes por sobredosis de quienes no pueden vivir sin el opioide que le receta el médico. La falta absoluta de intervención del Estado en la presente epidemia no tiene parangón en el mundo industrializado. Esa malévola indiferencia prueba que existe un darwinismo social, tácito, pero de carácter oficial, y que opera en las más altas esferas; es la misma ideología y práctica que antes era patrimonio exclusivo de los más ardientes defensores del fascismo y de las teorías de la eugenesia.

¿Qué da al gran capital impunidad para el asesinato?

El envenenamiento con los narcóticos recetados y con la mezcla de tranquilizantes, alcohol y estupefacientes, de consecuencias mortales, es la primera causa de fallecimiento prematuro, y evitable, en el mundo del trabajo. También debería figurar en la categoría de fallecimiento por sobredosis el obrero que pasa del vicio del estupefaciente que le receta el médico al estupefaciente que se vende en la calle, pues, en última instancia, el vicio que padece comienza en el hospital que lo atiende. Aunque nunca lleguen a conocerse, el traficante de la calle es socio del mundo de la empresa privada y de esas clínicas del dolor, que siempre están relucientes de limpias.

Las muertes prematuras por sobredosis causan increíble sufrimiento a los amigos y parientes de la víctima, pero a los ojos del “gran capital” constituyen un hecho favorable, y por esa razón la epidemia ha permanecido casi oculta por espacio de dos decenios. La prensa de los pueblos de provincia acostumbra dedicar extensos y conmovedores párrafos en recuerdo del abuelito fallecido en los que no faltan tiernas palabras acerca de la enfermedad que se lo llevó, mientras que la muerte por sobredosis del padre adulto o de la madre que fue despedida del trabajo es llorada en el anonimato y en silencio.

El fallecimiento prematuro del obrero por sobredosis engrosa considerablemente la ganancia del patrón, pues así disminuyen los gastos generales en concepto de despido, pensión, medidas de seguridad en el trabajo y cuantos otros gastos en atención médica corran de cuenta de la empresa. Se extingue el subsidio de paro y la contracción de la población trabajadora hace que bajen los tributos municipales destinados a sufragar la enseñanza y los servicios y provoca que se contraiga también la demanda de servicios sociales. No es coincidencia alguna que el marcado aumento de la muerte prematura de obreros coincida con la increíble concentración de riqueza en manos de los grandes oligarcas de los Estados Unidos.

En tales circunstancias, la fuerte merma del salario y de los derechos sociales sumada a la mayor inseguridad del puesto de trabajo hace cundir un miedo profundo en el mundo del trabajo. La mayor parte de las veces el obrero que ve con terror la pobreza en que quedará sumida su familia por la pérdida de un puesto de trabajo decente continúa trabajando a pesar de que se encuentre accidentado o enfermo y para llegar a duras penas al fin de la jornada tiene que tomar estupefacientes legales y de otro tipo. Combate el estado de inseguridad, la ansiedad y el insomnio con otros medicamentos que, a su vez, agravan el riesgo de sobredosis. El miedo y el clima envenado que reina en el lugar de trabajo lo obligan a abstenerse de solicitar la licencia de enfermedad y una buena terapia física rehabilitadora por la vía del seguro de salud de la empresa.

Los calmantes más “eficaces” y que están respaldados por una enorme propaganda, como el OxyContin, suelen ser los que provocan un enviciamiento más veloz y de consecuencias mortales. Los representantes de la industria farmacéutica que visitan clínicas y hospitales se encargan de ocultar deliberadamente la peligrosa naturaleza enviciante de esos “medicamentos milagrosos”. La víctima de tales fármacos enviciantes es casi siempre el obrero mal pago y el que no tiene trabajo, y el médico que hace la receta es un fiel servidor del patrón capitalista y de las grandes farmacéuticas. Los laboratorios cuentan con la protección de las altas esferas del Estado y, a su vez, los funcionarios de jerarquía “media” se encargan de proteger a los propietarios y al personal médico de los hospitales y las clínicas del dolor, que están en manos privadas.

Los autores de ese asesinato colectivo por sobredosis sacan un provecho descomunal y con total impunidad del caos que se provoca, pero no ocurre lo mismo con el pequeño traficante callejero que puebla las atestadas y gigantescas prisiones de los Estados Unidos. No hay un solo organismo federal, policial o de seguridad que siquiera se atreva a perseguir y enjuiciar a los propietarios de esas enormes sociedades farmacéuticas. En efecto, el brazo de la seguridad y la justicia del Estado hace de cómplice del enviciamiento colectivo, aunque los agentes de policía no son más inmunes a los narcóticos con receta que las enfermeras y demás personal médico que deben tratar a las víctimas de los accidentes de trabajo. En realidad, el problema de la muerte por sobredosis de medicamentos narcóticos que afecta al personal médico y del servicio de seguridad (incluidos los frecuentes casos de suicidio por sobredosis de quienes pierden el puesto de trabajo por culpa del consumo de narcóticos) constituye una tragedia pública de la que no se tiene noticia y por la cual nadie llora. Tampoco escapan al problema los soldados que regresan de las guerras imperiales en el Medio Oriente y el Sudeste Asiático.

Las contradicciones de una sociedad que otorga impunidad a los capitalistas que perpetran esa epidemia de muerte (la “guerra del opioide” [viii] contra la clase obrera sobrante) y, al mismo tiempo, gasta miles de millones de dinero del Estado para encarcelar al pequeño traficante de la calle y al cliente ilustran que el gobierno federal y el de los estados se encuentran sumidos en el caos y les resulta imposible intervenir como se debe en favor del ciudadano.

Con oportunidad de las elecciones internas y presidenciales del año pasado y la difusión por radio y televisión de las respectivas campañas (por primera vez) los políticos nacionales fueron interpelados en numerosas ocasiones por los ciudadanos de los pueblos de provincia que estaban alarmados por la devastación que sufren por culpa de los medicamentos narcóticos y la muerte por sobredosis. El candidato Trump hizo varias declaraciones sumamente emotivas acerca de la cuestión y, por su parte, resulta interesante destacarlo, la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, no hizo la más mínima mención al problema a lo largo de la campaña, a pesar de que no cesó de pregonar y vanagloriarse de los “logros” que ella había conseguido en el campo de la salud.

En los últimos meses las proporciones que reviste el fallecimiento por sobredosis en los pueblos pequeños y en el campo provocaron movilizaciones populares que reclaman que el Estado haga algo. Como era de esperar, entonces se reunió rápidamente un pequeño ejército de catedráticos, especialistas y entendidos, y asociaciones privadas (ONG) y se presentó para reclamar más fondos para “investigación, formación y tratamiento”. Los mismos propietarios de las clínicas del dolor, que llevan a tantos a caer en el vicio de los medicamentos, decidieron ampliar el campo comercial y ahora se denominan “clínicas de rehabilitación”, cuyo fin es complementar la labor de las asociaciones de apoyo a la víctima y que proliferan como hongos después de la lluvia.

Ninguna de esas empresas oportunistas, más que discutibles, se propone “instruir” políticamente y movilizar al obrero enviciado con medicamentos y al resto de la ciudadanía para reclamar que se cree una institución nacional de salud pública universal como hay en otros países en los que no existe el problema del envenenamiento por medicamentos. Ni siquiera se encargan del problema de los accidentes de trabajo y de que el obrero sea tratado con opioides porque no se le presta un servicio de rehabilitación y terapia física. Los profesionales de la medicina prefieren remitir al paciente a los centros de tratamiento, en los que el problema del vicio se tratará con medicamentos que lo agravan, como la metadona, en vez de hacer frente a las consecuencias devastadoras de la quiebra de las instituciones de salud pública de los Estados Unidos, que están en manos de los seguros de salud privados que buscan el lucro a toda costa, y en consecuencia, organizarse para atender como se debe al paciente.

Del mismo modo, las instituciones de trabajo y los sindicatos del ámbito federal y estatal omiten cuidadosamente hablar de los estragos que la epidemia causa en la mano de obra. En un editorial del New York Times del 16 de octubre de 2016 se señala que millones de hombres en edad de trabajar se encuentran totalmente fuera del mercado de trabajo por causa de “dolor e incapacidad” y una parte considerable de ellos vive con analgésicos narcóticos. El efecto prolongado es obvio: el tratamiento enviciante con dichos medicamentos destruye la disciplina interna del obrero, que es imprescindible para que la industria produzca. Sería inimaginable que los industriales y los gobernantes de Alemania y de China aceptaran las consecuencias prolongadas de tal fenómeno. Ése es apenas un brillante ejemplo que revela la actitud arrogante y displicente con que la oligarquía y el mundo de la política de los Estados Unidos tratan a la mano de obra del propio país.

Los asesinos y sus víctimas se califican por su clase social y no por los “estudios” o los “conocimientos de informática” que posean. Los capitalistas de la industria farmacéutica producen mortíferas mercancías que se distribuyen con astronómicos recargos en decenas de miles de farmacias. Los destinatarios de esa mercadería son el trabajador y el individuo de clase media baja que cae víctima del envenenamiento.

Por su parte, los capitalistas y los oligarcas no tienen la más mínima necesidad de recurrir al seguro de salud, pues tienen a su disposición sus propias y exclusivas clínicas de lujo que son atendidas por el correspondiente cuadro de médicos de renombre y enfermeras que les brindan la mejor atención que se conoce. A ellos jamás se les ocurriría permitir que sus parientes fueran tratados con esos medicamentos enviciantes que devastan la vida de millones y millones de ciudadanos inferiores y los cuales les hacen ganar enormes sumas de dinero. Aunque uno nunca pueda ver y, mucho menos, visitar esas clínicas de lujo, no es difícil entender las consecuencias mortíferas que provoca ese apartheid en el campo de la medicina.

Haciendo gala de un optimismo que no es extrañar, la prensa de los Estados Unidos da cuenta de que, gracias al problema de la mortandad por sobredosis, los hospitales que realizan trasplantes cuentan ahora con numerosas partes del cuerpo que son necesarias. ¡No se consuela quien no quiere!

La clase capitalista que ha desencadenado esa “guerra del opioide contra la clase obrera” no tiene el menor problema en donar decenas de millones de dólares a los candidatos a la presidencia y los demás dirigentes de los partidos políticos para asegurarse de que las autoridades que designen en los denominados organismos de inspección del Estado se esfuercen por proteger sus ganancias en vez de la salud pública del ciudadano. Los oligarcas gozan de inmunidad casi total y eterna de dichos organismos fiscalizadores. Si, alguna vez el escándalo de las inmensas pérdidas de vidas humanas que causan los medicamentos que envenenan llega por casualidad a afectar su vida refinada del mundo de la filantropía de las bellas artes y demás actividades de la élite, tienen a su disposición legiones de “moralistas” de la prensa y del mundo oficial que se encargan de culpar a las víctimas por los hábitos malsanos que les arruinan la vida.

Una de esas compañías es Purdue Pharmaceuticals, que fabrica el OxyContin y que es propiedad de la familia Sackler, cuyos fundadores pertenecen a la cúpula de los filántropos de la cultura de los Estados Unidos. Desde que, en 1995, comenzó a girar en el ramo de los calmantes, lucrativo como no hay otro, el OxyContin redituó a la Purdue 35.000 millones de dólares y los Sackler pudieron entrar en el Olimpo de los archimillonarios del país. A ninguno de los conservadores de las Galerías Sackler y del ala Sackler del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York se le ocurriría hacer una exposición de “realismo social” que ilustre el inmenso sufrimiento y muerte que los medicamentos de sus patrones causan a millones de individuos de clase baja; pero ocurre que los gustos cambian y el “realismo social” ya no está de moda en el apartheid de clase que los Sackler y sus amigos impusieron en el país.

Los estudios serios y rigurosos sobre la evolución demográfica también han quedado anticuados. Un antiguo director de la Administración de Alimentación y Farmacia (FDA) sostiene que la moda de recetar opioides de forma indiscriminada constituye uno de los “mayores errores de la historia de la medicina moderna”, pero no hizo nada para contener la epidemia durante el período en el que estuvo al frente del organismo (1990 a 1997) ni para llamar la atención acerca de sus devastadoras consecuencias después de que dejara el cargo. En efecto, el doctor David Kessler [ix] esperó hasta hace muy poco para sumarse al coro de quienes lamentan la epidemia de opioides a raíz del sonado fallecimiento por sobredosis de Prince, la estrella del rock, y fue solamente entonces que escribió un artículo de opinión en el New York Times del 6 de mayo de 2016 [x] .

Los profesores de universidad reciben subsidios de las grandes fundaciones nacionales para “estudiar el problema de los opioides” con el fin de elucidar particularmente los trastornos psicológicos que padece la víctima de sobredosis y las patologías sociales del traficante de la calle. Eso desvía la atención de los laboratorios farmacéuticos, que lucran con la epidemia, y de los gobernantes del capitalismo, que prepararon el terreno para ese envenenamiento colectivo en todo el país. Pero, el ascenso en la universidad, el reconocimiento de los colegas y los jugosos subsidios de investigación no son para quien cometa la tontería de señalar con el dedo a las farmacéuticas asesinas, las peligrosas condiciones de condiciones de trabajo, las horas extras, la escasa paga, el aumento de los accidentes de trabajo y las enfermedades y la desesperación que hacen que el obrero pase de manos de la empresa asesina a manos del “papá laboratorio”, ni tampoco para el que se atreva a denunciar a los médicos que estimulan al trabajador a que recurra al veneno de los calmantes en vez de reivindicar aumento de salario, mejor atención médica, mejores condiciones de trabajo y un futuro de verdad para su familia.

Es urgente que se tomen medidas en serio. La realidad de los cientos de miles de fallecimientos por culpa de la “receta de la muerte” y de los millones de víctimas del vicio de los medicamentos deben reclamar que se cree una fiscalía especial nacional que se dedique de forma exclusiva a desentrañar las causas últimas de esta epidemia que no remite y las cuales radican en el ánimo de lucro que mueve a la élite social y económica del país. La investigación deberá encaminarse a perseguir a la extensa red de chantajistas y propiciadores, en la que caben desde los valedores de los laboratorios farmacéuticos y los jerarcas del Estado corruptos hasta los médicos y los periodistas, porque la presente epidemia afecta a decenas de millones de trabajadores y a su familia, amigos, compañeros de trabajo y al medio en el que viven. ¿Y dónde están los defensores del niño que representen los intereses de los miles de hijos de madres de las comarcas rurales atrapadas por el OxyContin que nacen con el síndrome de abstinencia neonatal y que desbordan la capacidad de los hospitales del campo y de los pueblos?

Soluciones

La cadena que forman el enviciamiento con medicamentos y la muerte por sobredosis obliga a hacer algo más que propaganda con las típicas fotos de los centros de tratamiento de los pueblos. En efecto, hay que encarar decididamente el problema de los opioides con receta y enjuiciar en consecuencia a los laboratorios criminales, y perseguir, sobre todo, a los capitalistas que explotan al obrero vulnerable, le niegan protección, condiciones de trabajo seguras y la atención médica debida. Se impone una transformación fundamental de la relación del capital y el trabajo en este país.

Los planes del capital, que merman el salario y la seguridad del obrero, obligan a contar con un ejército de reserva más numeroso, que forman los desocupados y los trabajadores mal pagos. Habiendo tantos obreros autóctonos que sufren incapacidad por accidentes y otros que están apartados del mundo del trabajo por culpa del enviciamiento, se debe recurrir a la mano de obra zafral procedente del extranjero, cuyo país de origen se encargó de que esa mano de obra creciera, estudiara y se preparara para la vida, con el consiguiente gasto. En otras épocas eso se llamaba “éxodo de cerebros”, pero ahora es el “éxodo de cerebros y de músculos hábiles”. Gracias a los recursos que gastan otros países para criar e instruir a la mano de obra que luego emigra, el capitalismo y los gobernantes de los Estados Unidos pueden recortar drásticamente el gasto social que se destina a instruir y cuidar la salud del trabajador autóctono.

No hay otra forma de contrarrestar ese fenómeno en los Estados Unidos que instaurar una norma de inmigración que sea racional, calibrando bien previamente el número, composición y condiciones de la mano de obra nacional. Hay que poner límites al poder que tiene el capital de contratar y despedir libremente al obrero estadounidense y de arrasar en consecuencia pueblos y regiones enteras.

Los valedores de los grandes laboratorios farmacéuticos y los organismos oficiales de inspección, que lucraron o simplemente pasaron por alto el gigantesco problema del vicio de los medicamentos y la muerte por sobredosis, deberán recibir el mismo trato que el delincuente que mata y el que causa lesiones.

Los médicos, que deciden recetar grandes dosis de medicamentos narcóticos muy potentes que llevan al enviciamiento y a la sobredosis mortal, deberán ser reeducados y sometidos a vigilancia, si no quieren perder la licencia y verse obligados a responder ante la justicia. Desde los primeros momentos de la epidemia, conocían la naturaleza de dichos medicamentos que provocan enviciamiento. No son pocos los propios médicos y personal auxiliar que quedan “enganchados”. Los que explotan las denominadas “fábricas de píldoras”, en las que se recetan y venden alegremente toda clase de remedios, deberán ser castigados con severas penas, es decir, largos años de reclusión. Los profesionales de la medicina podrían haber decidido pelear para que el paciente accidentado tuviera la rehabilitación y terapia física necesarias, pero por su avaricia y voracidad contribuyeron al desastre actual. ¿En qué se distinguen, realmente, de los psicólogos de renombre que contrata el gobierno de los Estados Unidos para inventar métodos de tortura?

Sin embargo, hay otros que intentaron dar la alarma. No se puede dejar de reconocer y recompensar a los farmacéuticos, médicos, enfermeras y organismos de inspección que resistieron la presión de recetar y estimular el consumo de los opioides con meros fines de lucro y, en vez, procuraron intervenir para proteger al paciente vulnerable y alertar del problema. Muchos de ellos sufrieron represalias en la vida profesional por su conducta de “denunciante”. La medicina de los Estados Unidos se rige por el lema “primero el lucro y después el paciente”, lo cual explica que sea la única nación industrializada en la que ocurre el presente fenómeno demográfico; eso debería servir de moraleja a aquellos países que piensen instaurar los principios yanquis en el campo de la medicina y, en particular, los métodos lucrativos que se aplican para tratar el “dolor” crónico, con las consecuencias mortales ya conocidas. En un artículo de investigación aparecido hace poco en Los Angeles Times y que se titula OxyContin goes global – “We’re only just getting started” [xi] [“El OxyContin al asalto del mercado internacional: ‘Esto es apenas el principio’”] (18 de diciembre de 2016) se explica con detalle la multimillonaria campaña emprendida por los laboratorios que fabrican opioides para radicarse en otros mercados y se documenta el abrupto aumento de los fallecimientos por sobredosis.

El elemento imprescindible para resolver esta crisis descomunal radica en que se instaure en todo el país un régimen universal de salud pública y que el Estado se haga cargo de él. ¿De dónde saldría el presupuesto necesario? De suprimir las exenciones tributarias a los ricos y de repatriar y gravar los billones (1.000.000.000.000) de dólares de beneficio que las sociedades yanquis guardan en los paraísos fiscales y, también, de gravar las grandes herencias. Ésa sería una medida redistributiva que iría en contra de la inmensa acumulación de riqueza y gracias a la cual habría oportunidades en el campo de la enseñanza, la movilidad social y la promoción en el puesto de trabajo. Sólo entonces se vería que disminuye el consumo desenfrenado de opioides entre los obreros que descienden en la escala social, el número de muertes por sobredosis y también el alza de la mortalidad.

Habría que gravar a las sociedades que se trasladan al extranjero para combatir la fuga de capitales y también imponer un gravamen del uno por ciento a las operaciones de carácter especulativo, como las que se hacen en la Bolsa.

Una institución nacional de salud pública que brindase atención completa rebajaría drásticamente los onerosos gastos generales de administración. También se reducirían notablemente los tratamientos y métodos innecesarios y poco éticos y demás formas de estafa que son endémicas en las actuales instituciones médicas “con fines de lucro”. Los recursos que se consiguiesen con dichos ahorros se destinarían a mejorar la atención médica y los servicios correspondientes.

Con esas reformas de los servicios sociales, la justicia y la tributación se conseguiría sustentar un servicio universal de salud pública para todo el país que se apoyaría en la estructura del actual Medicare [xii] , que ha dado tan buen resultado para la población mayor en los últimos decenios. Además, así se podría fortalecer la mano de obra nacional, que contaría con un obrero sano, bien remunerado, eficiente y que tuviese el puesto de trabajo asegurado.

Los gobernantes y demás dirigentes políticos de los Estados Unidos, actuales y del pasado, dilapidan billones de dólares del presupuesto público en numerosas guerras contra el terrorismo y operaciones de “cambio de régimen” y en sufragar las instituciones carcelarias más descomunales de la historia de la humanidad, pero dejan de lado la muerte prematura y la destrucción de sus propios ciudadanos, provocadas por los métodos “legales” que aplican los laboratorios farmacéuticos y los profesionales de la medicina. Las soluciones se dejan en manos de las generaciones futuras, que deberán meditar lo que se hace, pero ahora los de abajo reclaman con fuerza que se ponga fin a esta crisis. El obrero marginado y los pobres del campo que votaron en masa por primera vez contra la “candidata de las grandes farmacéuticas” Hillary Clinton y eligieron al oportunista “multimillonario” Donald Trump se concentran en las mismas zonas que han sido devastadas por la epidemia de los opioides (y el suicidio de obreros). Esas capas marginadas que siempre fueron despreciadas por los políticos tradicionales y a las que la candidata Clinton tachó de “miserables” [xiii] no necesitarán grandes discursos para convencerlas de que apoyen la creación de un servicio nacional de salud pública, que es el primer paso para encarar el actual problema de la vida y la muerte que sufre el obrero de los Estados Unidos.

Además, la evolución actual de la industria, con el recurso a los adelantos técnicos, como los autómatas y la inteligencia artificial, sirve a la ganancia del capitalista, pues se consigue prescindir del obrero y explotar mejor a los quedan, amén de recortar el oneroso gasto en atención médica y en pensiones. Esa nueva relación del capital y el trabajo puede y se debe substituir por otra, en la que técnica esté al servicio del obrero, ya que se lograría mejorar las condiciones de trabajo y reducir la semana de trabajo de cuarenta a treinta horas con igual salario, que era la reivindicación general del movimiento obrero en la década de 1950.

Pero esos cambios no vendrán de la mano de los proyectos de investigación “neutrales” que llevan a cabo las universidades gracias a los fondos que aporta la patronal ni tampoco de los vacuos seminarios que dictan los “especialistas” de las famosas asociaciones privadas (ONG).

La verdadera oposición a esta “guerra de clase con receta médica” dependerá de la solidaridad y la lucha. El obrero debe librarse de este flagelo. No tiene nada que perder, salvo el peligroso y degradante vicio de los medicamentos, pero tiene en cambio un mundo y un verdadero futuro que ganar. Parafraseando a Trump [xiv] , ¡solamente los obreros pueden hacer que los Estados Unidos se vuelvan a levantar!



Notas del Traductor

[i] Según datos de los Centros de Erradicación y Prevención de Enfermedades, se registraron más de medio millón de fallecimientos en el período comprendido entre los años de 2000 y 2015:

https://www.cdc.gov/drugoverdose/epidemic/?utm_source=Bruegel+Updates&utm_campaign=50f07a51aa-Blogs+review+25%2F03%2F2017&utm_medium=email&utm_term=0_eb026b984a-50f07a51aa-278510293

[ii] Han aparecido últimamente numerosos artículos que dan cuenta del problema en la prensa de los Estados Unidos:

“The Enemy is Us: The Opioid Crisis and the Failure of Politics”  

https://www.dissentmagazine.org/online_articles/opioid-crisis-failure-politics-fda-neoliberalism

“The American opioid epidemics”  

http://bruegel.org/2017/03/the-american-opioid-epidemics/  

“American Carnage: The New Landscape of Opioid Addiction ”

https://www.firstthings.com/article/2017/04/american-carnage

“Mortality and morbidity in the 21st century”

https://www.brookings.edu/wp-content/uploads/2017/03/6_casedeaton.pdf

Why Connecticut’s drug overdose crisis isn’t slowing down

https://overdose.trendct.org/

Why Did The Death Rate Rise Among Middle-aged White Americans?

http://www.newyorker.com/news/john-cassidy/why-is-the-death-rate-rising-among-middle-aged-white-americans

How Government Enables the Opioid Epidemic and Tax-Payers Help Fund It

http://articles.mercola.com/sites/articles/archive/2016/03/16/opioid-addiction.aspx

[iii] Ellen Meara y Jonathan Skinner (“Losing ground at midlife in America”) comparan el fenómeno con el ocurrido tras la disolución de la URSS, en cuya oportunidad la tasa de fallecimiento de varones fue aún más elevada que la actual en los Estados Unidos.

http://www.pnas.org/content/112/49/15006.full

[iv] Shawn Donnan: “White ‘deaths of despair’ surge in US”, Financial Times, 24 de marzo de 2017 https://www.ft.com/content/34637e1a-0f41-11e7-b030-768954394623

[v] http://www.narconon.org/es/informacion-drogas/oxycontin.html

[vi] Se cifra en cien millones el número de pacientes que sufren de dolor crónico:

http://nationalacademies.org/hmd/Reports/2011/Relieving-Pain-in-America-A-Blueprint-for-Transforming-Prevention-Care-Education-Research/Report-Brief.aspx

[vii] http://www.eldiario.es/theguardian/Fentanilo-potente-heroina-New-Hampshire_0_483652257.html

[viii] http://www.eldiario.es/theguardian/historia-opiaceos-Unidos-infantil-militar_0_495900433.html

[ix] https://en.wikipedia.org/wiki/David_A._Kessler

[x] https://www.nytimes.com/2016/05/07/opinion/the-opioid-epidemic-we-failed-to-foresee.html?ref=opinion

[xi] http://www.latimes.com/projects/la-me-oxycontin-part3/

http://www.latimes.com/projects/oxycontin-part1/

http://www.latimes.com/projects/la-me-oxycontin-part2/

[xii] https://es.wikipedia.org/wiki/Medicare

[xiii] https://www.nytimes.com/2016/09/11/us/politics/hillary-clinton-basket-of-deplorables.html

https://en.wikipedia.org/wiki/Basket_of_deplorables

[xiv] El autor parafrasea el lema que presidió la campaña de Donald Trump: “Make America great again!”.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226907&titular=la-%93peste-blanca%94-del-siglo-xxi-

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Ecuador , el primero en reducir la inequidad en latinoamérica

América del Sur/Ecuador/28/01/2017/Fuente: tele sur 

El 40 por ciento más pobre de Ecuador incrementó sus ingresos en un 7,25 por ciento entre 2009 y 2014.

Ecuador es el primer país de América Latina en reducir la brecha entre ricos y pobres, según el estudio Taking on Inequality del Banco Mundial, que analiza el período entre 2009 y 2014.

Asimismo, Ecuador está entre los 19 países el mundo y segundo en América en incrementar los ingresos del 40 por ciento más pobre de la población.

El mandatario ecuatoriano Rafael Correa celebró la noticia en Twitter y cuestionó cuánta prensa “libre e independiente” publica la noticia.

“En Ecuador, las transferencias monetarias condicionadas incrementaron la asistencia de niños de hogares más pobres al prekínder”, destaca el documento al referirse al Bono de Desarrollo Humano.

Las madres que reciben el bono deben llevar a sus hijos menores de 5 años a los chequeos médicos en un centro de salud y desde los 5 años hasta los 18 años  inscribirlos en la escuela. De esta manera, 327 mil 940 niños, entre 3 y 4 años, asistieron al nivel de educación inicial en 2015-2016; y 27mil 470 en el ciclo 2007-2008.

“La calidad de la educación también ayuda a infundir en los niños las habilidades y comportamientos que, además de promover el aprendizaje, son recompensados en el mercado laboral (…) Una manera efectiva de mejorar la calidad de la enseñanza es recompensar la asistencia de maestros y la mejor pedagogía”, destaca el informe.

La capacitación docente en Ecuador pasó de 1’343.100 en 2008 a 13’373.058 horas en 2015. Asimismo, los maestros pueden especializarse extranjero. Actualmente, 4 mil 202 docentes cursan posgrados.

El dato: El 40 por ciento más pobre de la nación suramericana incrementó sus ingresos en un 7,25 por ciento frente al 4,38 por ciento del resto de la población, indica el estudio del Banco Mundial. Bolivia se ubica en el segundo lugar con un 6,32 por ciento, seguida por Brasil con el 6,14 por ciento.
Fuente: http://www.telesurtv.net/news/Ecuador-el-primero-en-reducir-la-inequidad-en-Latinoamerica-20161019-0039.html
Fotografía: trafficamerican.com
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