Brasil: la mayor calamidad se llama Bolsonaro

Por: Eric Nepomuceno

Ayer se confirmaron al menos dos puntos cruciales para Brasil.

El primero: el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro se acabó. Queda por ver cuándo y cómo se dará el entierro de sus restos putrefactos.

El segundo: las varias crisis concomitantes, que ya eran gravísimas, crecen descontroladas y podrán rápidamente llevar el país hacia un abismo cuya profundidad es incalculable.

El día en que se anunció oficialmente que existen 218.198 casos de infectados por el covid-19, y que los muertos son 14.817, Nelson Teich renunció al ministerio de Salud, antes de cumplir un mes en el puesto.

La verdad es que fueron 27 días de inercia, al frente de un ministerio que, por orientación directa del palacio presidencial, reemplazó funcionarios con amplia experiencia en el servicio de salud pública (muchos de ellos integrantes de importantes centros de investigación científica) por militares sin otro objetivo que tutelar al ministro.

Teich, a propósito, no tenía y tampoco ahora tiene la menor idea de cómo funciona la salud pública: se trata de un oncólogo que se especializó en administrar hospitales privados y carísimos.

Su renuncia, en todo caso, tiene otra razón: la insistencia de Bolsonaro en que se emita un protocolo de conducta médica ordenando la aplicación de cloroquina a quien presente los primeros síntomas del covid-19.

Es algo condenado por diez entre diez médicos especializados de Brasil y del mundo, que recomiendan que se aplique solamente en casos extremos, como una especie de último y desesperado intento.

Carente de cualquier vestigio de lucidez, Bolsonaro se muestra ya no a cada día, pero a cada hora un capitán determinado a llevar su buque al naufragio. Su insistencia en determinar la aplicar cloroquina se debe a que él pretende decretar la suspensión de las medidas de aislamiento e imponer la apertura inmediata del comercio, amparado en el argumento de que la medicación derrota el virus.

Concretamente, es como si Bolsonaro incurriese en la práctica ilegal de medicina.

Dice la ley que para pasar una prescripción es necesario ser médico. En sus delirios de poder absoluto, Bolsonaro parece estar seguro de que el diploma presidencial equivale a uno de medicina.

Con semejante obsesión demencial el ultraderechista logró librarse de dos médicos en medio a una pandemia de dimensiones inéditas. Es la más grave crisis sanitaria que el país enfrenta en al menos los últimos cien años. Ahora, el desequilibrado aprendiz de genocida trata de encontrar a alguien dispuesto a someterse a sus órdenes sanguinarias.

Atónito, el país – o al menos la parte lúcida del país – se pregunta qué médico efectivamente calificado y sensato aceptará cumplir el rol de cómplice de una tragedia en escala nacional.

Nelson Teich fue desautorizado y humillado de forma estrepitosa. Tuvo que pasar por el vejamen de, en plena conferencia de prensa, ser informado por los periodistas que el desvariado presidente había bajado un decreto determinando la apertura, en todo el país, de peluquerías, gimnasios y salones de belleza por ser ‘actividades esenciales’ a la vida nacional.

Inerte, desconectado de la realidad, navegando con imagen patética por aguas desconocidas, aguantó de todo. Hasta que por fin entendió que aceptar la determinación de tornar obligatorio el uso de cloroquina sería ultrapasar el límite, ya no de su eventual sentido de decencia, pero de la tenue distancia que, en el actual cuadro brasileño, sirve para separar un médico de un asesino.

Bolsonaro, por su vez, refuerza la certeza de que es el mayor riesgo para el país y sus 210 millones de habitantes.

Brasil está hoy sumergido en una oleada de destrucciones. Se destruye la amazonia en velocidad alucinante. Comunidades indígenas están viendo cómo, frente a la inercia o gracias a los estímulos emanados del gobierno, sus áreas son invadidas por extractores ilegales de madera o mineral, mientras se dispara el riesgo de ser diezmadas por el contagio con el virus maldito.

Mi país se divide entre una calamidad sanitaria, una calamidad social, y una calamidad económica.

Pero pensándolo bien, la mayor, más agresiva y más perniciosa y cruel calamidad es otra: es el psicópata que a cada mañana deposita sus ancas en el sillón presidencial.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/266195-brasil-la-mayor-calamidad-se-llama-bolsonaro

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La plaga y el plagio.

América del Norte/México/Fuente: http://www.educacionfutura.org/

Por: Manuel Gil Anton.

El golpe a la educación en México es severo. La herida que frente al hecho nos deja maltrechos, va más allá de la denuncia del empleo de textos ajenos, como propios, en la tesis que presentó Enrique Peña Nieto para ejercer como abogado con licencia académica y cédula profesional. Es en el amplio espacio del hurto y los fraudes, concebidos como “naturales”, donde podemos, sin olvidar esa trampa, transitar del síntoma a la causa, escapar del mero espectáculo para mirarnos en el espejo.

Comparto rasgos de lo que me ha sido posible atisbar. Calan.

1) “No es para tanto”: no fue escaso el sector social que, una vez enterado del entuerto, se sintió defraudado. “Yo pensé que era algo serio, como el robo de millones”. El delito ocurre, o es grave y merece atención, según la materia de la que se trate y su monto, no por quebrar la norma.

2) “Se trata de errores de estilo en la redacción del texto” explicó la oficina del mandatario, y “sucedió hace mucho tiempo”: la desfachatez transmutada en impericia al redactar. La distancia temporal de lo sucedido se esgrime como coartada para no asumir el atropello, en procura de dirigir la mirada a los motivos de quien desvela la tropelía. La culpa se endosa a quien descubre el timo. La víctima es quien estafó pues lo quieren desprestigiar.

3) “Mira, no sé, este… algo oí anoche… estoy seguro que no es nada serio… lo que sí te digo es que no hay que distraernos de las cosas verdaderamente importantes y trascendentes”: la fuga de quien sabe bien lo sucedido y su gravedad, y no puede ni quiere declarar algo pues impulsa una reforma sin precedentes que sí es crucial. Huye trivializando lo que  finge ignorar, porque, está convencido, lo descubierto tiene la intención de dañar el empeño estructural de gran calado. Por eso no se vale criticar lo que ocurrió: la querella busca perjudicar el futuro de la patria.

4) “No exageres. En todos lados ocurre. ¿Quién no lo ha hecho?”: en la escuela te enseñan a hacer eso, y a rellenar ovalitos de confusión múltiple. ¿A poco no pasa hasta en las mejores universidades? Se diluye la gravedad de lo sucedido porque es lo normal. Lo anormal, rayando en lo estúpido, es no hacerlo. Despierta iluso: estamos en México.

5) “Se cayeron las comillas en la imprenta”: sin comentarios. Sobran.

6) El ruidoso silencio. Pocos medios de comunicación nacionales atienden el asunto. De lo que no se habla no existe. En otros países es concebido como un escándalo y se difunde. Acá no.

Lo que sucedió es parte, una muestra no más, de la plaga: “Calamidad grande que aflige a un pueblo” (RAE). ¿Cuál? La inmensa tolerancia a la impunidad. La convicción de lo irremediable de la transa, el delito, el desfalco, la mentira, la transgresión a las normas y la carencia, e inutilidad, de los más elementales principios éticos si se quiere progresar. Convivimos con dosis de violencia y crueldad crecientes, que van siendo lo cotidiano: ¿cuántos muertos hoy? No tantos. ¿Va a llover?epn_donacion_escuelas-web

Del mismo modo en que ya no nos avergüenzan o indignan la desigualdad y la pobreza, hemos asumido que la corrupción es cultural e inexorable, que la justicia es más improbable que ganar un mundial y, por tanto, ¿qué importancia tiene hurtar palabras a otros y hacerlas mías? Ninguna. La calamidad social que hace intrascendente al plagio, al robo, el hambre, la violencia y tantas fosas, tantos huesos, es directamente proporcional al quebranto de las instituciones. Desampara la honradez. Es ese el problema. Sería el trancazo más fuerte a la reforma educativa, si fuera tal, y tuviera como eje consolidar la moral laica.

No es así. En medio del fango, los que plagian tesis o partes del modelo educativo sin recato alguno, avanzan en lo importante: sus intereses, plagados de miseria humana. ¿Rompemos el espejo o nos miramos? Ahí reside el dilema.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-plaga-y-el-plagio/

Imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2015/01/Refroma-educativa-EPN-300×179.jpg

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