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Entrevista a Gary T. Gardner: “La educación de las niñas es la inversión menos costosa y más efectiva contra el cambio climático”r

03 Diciembre 2017/Fuente: El País/Autora: KRISTIN SULENG

Gary T. Gardner, del Worldwatch Institute, alerta sobre la necesidad de incidir en las soluciones prácticas al calentamiento global

El politólogo estadounidense Gary T. Gardner es miembro desde hace 23 años del Worldwatch Institute, una de las organizaciones internacionales sin ánimo de lucro más prestigiosas en el estudio científico del impacto de las acciones de la humanidad sobre el medio ambiente y la vida. Gardner visitó Valencia la semana pasada para departir sobre el escenario mundial del cambio climático con motivo de un congreso organizado por la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA), justo después de dejar hace un mes su puesto de director de publicaciones por el de consultor externo en la misma organización, debido a los problemas de financiación del instituto.

“Soy optimista de que llegaremos al momento en el que haremos lo que debemos hacer para vivir una ciudad sostenible. Pero la pregunta es cuánto tiempo durará y cuántas personas van a tener que sufrir en esa transición”, cuestiona Gardner durante la entrevista tras su conferencia en el Oceanogràfic de Valencia.

Pregunta. 15.000 investigadores internacionales alertabanrecientemente a la humanidad de los peligros que implica el cambio climático, como segundo aviso después de 25 años. ¿Cuál es la forma más efectiva de trasladar el mensaje a la sociedad, con la alarma de miles de científicos o con las soluciones de un empresario como Paul Hawken?

Respuesta. En el Worldwatch Institute hemos pensado durante muchos años que tenemos que dar alertas porque la situación es peligrosa, pero estamos convencidos de que las soluciones atraen más la atención del público. La gente no atiende a las noticias negativas. Una perspectiva más positiva tendrá más y mejores resultados. Pero hay quienes al leer el libro de Hawken piensan que el problema está solucionado. Esa tampoco es la idea.

“El problema central en el mundo es que las mujeres en muchos países pobres no tienen el poder de escoger cuántos niños quieren tener”

P. Su idea es que en cambio climático no solo se trata de señalar de lo que hacemos mal, sino que seamos críticos con las soluciones simpáticas pero sin evidencia.

R. Necesitamos soluciones y tener una actitud crítica de las soluciones. No quiere decir que lo que Hawken ha publicado no sea cierto. Lo que no podemos asumir es que lo que dice está listo para aplicarse. Sus iniciativas implican muchos costes que tenemos que debemos estar dispuestos a priorizar y pagar.

P. A su juicio, ¿los medios de comunicación nos pasamos de optimistas cuando hablamos de sustituir unos determinados hábitos por otros para revertir el cambio climático?

R. Muchas veces, los expertos que salen hablan de un cambio en su especialidad, pero no de cambios sistemáticos. La ciudad sostenible no será posible si no cambiamos el sistema en su conjunto. Eso se ve muy bien en la economía circular. Se habla de reciclar, de subir la tasa del reciclaje… todo es bueno, pero solo es una porción de toda la materia que pasa por la economía. Una economía circular implica un pensamiento distinto, ya no vale pensar en las minas, las fábricas y los vertederos. Toda la materia debe circular. No es sustituir una cosa por otra, sino de vivir más sencillamente. Un buen ejemplo es compartir el coche, como ya se ve en muchas ciudades. Para tener acceso y servicio ya no necesita ser dueño.

P. ¿Estamos dispuestos a renunciar a poseer cosas?

R. Lo más importante es el servicio, no la cosa. Si puedo tener el mismo servicio con el coche, entonces puede disminuir el número de automóviles, y eso implica utilizar muchos menos recursos. Se necesita un gran cambio, pero no será doloroso. Puede haber una reducción considerable de recursos y energía sin hacer muchos sacrificios. Pero también necesitamos algunos sacrificios, como comer menos carne, porque no habrá un servicio que la sustituya.

P. Critica que políticos y periodistas no sepan aprovechar las catástrofesambientales para hablar de cambio climático.

“La ciudad sostenible no será posible si no cambiamos el sistema en su conjunto”

R. Hay muchos políticos que conocen muy bien los vínculos entre los desastres y el cambio climático, pero es difícil que lo digan públicamente. En mi país, los republicanos saben manipular muy bien al público y pueden tener más apoyo diciendo que esto es un invento de China, como lo dijera un senador y también el presidente Trump. Han tenido mucho éxito con esas estrategias. Pero en todo esto hay una parte muy alentadora. Los políticos a nivel de estado y ciudades en Estados Unidos se están organizando para combatir el cambio climático. El gobernador de California, Jerry Brown, estuvo en Bonn hace un par de semanas para proponer sus iniciativas a nivel estatal. Es una muestra de que los Estados pueden contrarrestar la política de Trump.

P. Y a nivel internacional, ¿qué efecto puede tener Trump en la política contra el cambio climático?

“Los políticos a nivel de estado y ciudades en Estados Unidos se están organizando para contrarrestar la política de Trump contra el cambio climático”

R. El presidente no tiene tanto poder como él cree, aunque tiene bastante. Ha podido cambiar la política mundial, y está alentando a los líderes más autoritarios como Putin o Duterte. Es una tendencia espantosa que puede tener repercusiones en el clima. Sería muy malo que Trump pudiera persuadir a otros líderes oponiéndose al cambio climático, pero no veo pruebas todavía de que eso pueda suceder. En el congreso no ha tenido ningún efecto, y eso es muy bueno, pero donde tiene poder para nombrar jueces, y eso me preocupa mucho. No creo que para Trump el cambio climático sea una gran prioridad en el campo internacional. A nivel nacional tiene a su gente en el gobierno cambiando muchas leyes medioambientales, pero a nivel estatal no tiene poder.

P. Una de sus líneas de trabajo es la demografía, un tema que se aborda poco al hablar de cambio climático. ¿Qué nos tiene que preocupar del crecimiento de la población?

R. El problema central en el mundo es que las mujeres en muchos países pobres no tienen el poder de escoger cuantos niños quieren tener. Sin ese poder, tendremos una población creciente. En África, una educación mejorada podría resultar en 1.800 millones menos de personas que las Naciones Unidas estima para 2050. La educación para las niñas es la inversión menos costosa y más efectiva. Los países en los que las niñas no acceden a la educación primaria y secundaria cuentan con una alta tasa de crecimiento de la población y una alta fertilidad. La educación ayudará a reducir esa tasa de crecimiento, y a eso no se puede negar los conservadores. Es una solución con la que todos podemos estar de acuerdo. No critico a los sectores religiosos, porque tienen un juego de valores que no siempre coincide con el mantenimiento del crecimiento de la población. Por ejemplo, Polonia es un país muy católico pero su tasa de crecimiento es baja, Italia también.

“Para Trump el cambio climático no es una gran prioridad en el campo internacional”

P. Hasta hace poco usted era el director de publicaciones del Worldwatch Institute, pero ahora, tras los cambios internos debido a la falta de subvenciones y donaciones, los diez miembros del instituto son consultores externos. ¿Es un síntoma de que preocupa poco el estudio del cambio climático?

R. Ha sido una manera de racionalizar las operaciones. Los gerentes quieren asegurarse de tener los fondos necesarios antes de comprometerse en proyectos. Las fundaciones en Estados Unidos están diciendo desde los últimos diez o quince años que quieren ver pruebas del impacto de los proyectos, de lo contrario no dan más dinero. Nosotros hacemos publicaciones y es difícil decir que una determinada publicación ha cambiado una política o los patrones de consumo de las personas. Las fundaciones tienen una visión muy cortoplacista. Otras instituciones tienen el mismo problema, pero lo han resuelto por unirse con el sector privado o aceptando dinero de corporaciones. Eso no queremos hacerlo porque influye en nuestra investigación y reputación.

 

Fuente de la entrevista: https://elpais.com/elpais/2017/11/21/ciencia/1511283526_948937.html

Fuente de la imagen: https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2017/11/21/ciencia/1511283526_9

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Entrevista a Sarra Arbaoui: “La universidad en Túnez será femenina en la próxima generación”

26 Noviembre 2017/Fuente:agenciasinc /Autor: Beatriz de Vera

Su familia se preguntaba por qué había elegido una carrera que la llevaría directamente al desempleo, como al resto de mujeres científicas en Túnez. Ahora, a Sarra Arbaoui, ingeniera agrónoma y profesora en el Instituto Agrónomo Superior de la localidad tunecina de Chott Mariem, le gustaría servir de ejemplo para sus conciudadanas dedicadas a la ciencia, para que no tiren la toalla por culpa del panorama laboral, y también para los propietarios de empresas privadas que, por sistema, en su país no contratan ingenieras.

Arbaoui acumula varios premios internacionales. Es una de las caras visibles de la lucha por la igualdad de género en Túnez después de haber sido beneficiaria del proyecto ‘WOMED: la siguiente generación de líderes’ de la Union del Mediterráneo (UfM), que fomenta el liderazgo de las mujeres. También se le ha reconocido su trabajo con los premios Ford Motor Company, y L’Oréal-UNESCO Mujer y Ciencia en 2012.

Durante seis meses, esta científica que lucha contra el calentamiento global se encuentra en España con una beca concedida por la Fundación Mujeres por África en el Laboratorio de Genética Molecular de las Plantas del Centro Nacional de Biotecnología (CNB). Hablamos con ella en ese centro, donde investiga cómo mitigar el cambio climático y revertir la contaminación del suelo agrícola.

¿En qué consiste su trabajo en el Centro Nacional de Biotecnología?

Todos los proyectos en los que trabajo son diferentes pero están relacionados: el objetivo es la remediación del suelo y la mitigación del cambio climático, que es un problema global. Una de sus consecuencias es la concentración en la tierra de elementos como el cadmio, el zinc, el arsénico o la sal, que afectan a las cosechas. El cadmio y el arsénico son muy contaminantes. Yo trabajo adaptando las plantas para que absorban estas sustancias y limpien el suelo agrícola.

“Yo trabajo adaptando las plantas para que absorban estas sustancias contaminantes y limpien el suelo agrícola”

En el CNB estudiamos el mecanismo de tolerancia al arsénico de una planta llamada kenaf (Hibiscus cannabinus) a nivel genético y molecular. Este elemento es una de las principales amenazas de toda forma de vida porque puede disolverse en el agua subterránea exponiendo a animales y a seres humanos a sus efectos tóxicos. Mi tesis doctoral ya trataba sobre el potencial de algunas plantas para limpiar el suelo de otros agentes contaminantes. En mi laboratorio de Túnez no contamos con la tecnología con la que trabajo aquí y esta es la razón por la que he elegido este centro. Las técnicas que aprenda van a ser muy útiles para continuar con mi investigación.

Concretamente, ¿cómo ayuda esta planta a limpiar los suelos de agentes contaminantes?

Por ahora hemos comprobado su capacidad para limpiar la tierra. En una segunda fase del proyecto intentaremos mejorar el potencial de estas plantas para extraer el arsénico. Para ello, cultivamos las plantas in vitro y luego seleccionamos las más adecuadas: las que en un suelo contaminado son capaces de sobrevivir, son las que más arsénico absorben. Además, el kenaf tiene otras ventajas. No es solo una técnica low cost (no requiere una gran inversión), sino que también es rentable. Las fibras de esta planta pueden utilizarse para crear un material aislante que se utiliza en la construcción de edificios o de automóviles y que es muy demandado en el mercado asiático e incluso en Europa. El kenaf no es comestible, pero tiene múltiples usos, por ejemplo sirve para producir un tipo de aceite medicinal. Los animales sí comen sus hojas, pero como estamos usando las plantas para la limpieza de la tierra, están contaminadas y no sirven de alimento.

¿Se enfrenta Túnez a problemas medioambientales específicos?

No, el problema es global. El cambio climático no se puede abordar únicamente desde un punto de vista local. El arsénico es un contaminante que se encuentra en las tierras de cultivo de todo el mundo. Espero que, más adelante, cuando aprenda lo necesario, podamos desarrollar un proyecto conjunto entre laboratorios que se prolongue en el tiempo, porque la colaboración internacional es fundamental para luchar contra el cambio climático. Por supuesto son importantes las colaboraciones a escala nacional y local, y estas iniciativas tienen su impacto, pero es muy importante estar inmerso en una red de colaboraciones. Yo trabajo en un equipo en Túnez que intenta resolver el mismo problema que el equipo con el que colaboro ahora en España. También hay otro grupo belga que se ocupa de este asunto, y quizá podríamos contactar con otro que nos aportara otro punto de vista.

“El cambio climático no se puede abordar únicamente desde un punto de vista local”

Este tipo de becas de movilidad, ¿mejoran la calidad de la ciencia?

Creo que para un científico las estancias en el extranjero son imprescindibles. No solo porque a nivel personal tener una actitud abierta es mejor para tu trabajo, sino porque es necesario saber cómo se trabaja en otros lugares del mundo y aprender nuevas técnicas y maneras de resolver problemas. El empoderamiento y el aprendizaje de nuevas habilidades tienen un impacto directo y positivo para mi trabajo: la búsqueda de soluciones para los problemas globales medioambientales. Por otro lado, hay proyectos como WOMED, en el que las mujeres seleccionadas recibimos clases de liderazgo, de derechos humanos, comunicación o economía. También visitamos el Parlamento Europeo en Estrasburgo, y lo más interesante fue conocer a 20 mujeres de otros países dedicadas a otras disciplinas. Hemos seguido en contacto y ahora tenemos proyectos futuros. Nos ha enseñado algo importante: que juntas somos más fuertes.

Ha contado en alguna ocasión que las dificultades para las mujeres científicas se dan a la hora de encontrar trabajo en la empresa privada. ¿Dentro de la universidad existe igualdad?

La universidad en Túnez será femenina en la próxima generación. Hoy en día, los altos cargos son hombres, pero es algo heredado de tiempos anteriores. Las alumnas mujeres somos ahora mayoría, así que dentro de una generación también las profesoras y los altos cargos lo serán. En las instituciones educativas no reina el machismo que sí se ve en la empresa privada. En mi profesión, la mayoría de las mujeres no encuentra trabajo, aunque seamos más y aunque seas la primera de la clase, algo que suele ocurrir porque la mujeres saben que el entorno favorece a los hombres y trabajan más. Cuando hice las prácticas lo vi claro. Trabajaba en una granja en la que el dueño nos decía a las mujeres que no éramos aptas para tomar decisiones rápidas ni teníamos fuerza para las tareas del campo. Esta desigualdad es especialmente visible en la ciencia. En campos como la traducción o el derecho probablemente habría encontrado trabajo fácilmente.

 “Las alumnas mujeres somos ahora mayoría, así que dentro de una generación también las profesoras y los altos cargos lo serán”

Usted trabaja en la universidad y tiene una plaza fija. Según lo que cuenta, ¿es una privilegiada?

En la universidad, el puesto sale a concurso y para conseguir la plaza solo hay que demostrar las aptitudes necesarias. Yo intenté conseguir  trabajo como ingeniera cuando acabé la carrera, pero no lo conseguí. Los hombres salen de la carrera con trabajo aunque sean estudiantes menos brillantes. Mi suerte es que sentía pasión por la investigación así que empecé el máster y después el doctorado y estoy contenta con esa decisión.

¿Son importantes los reconocimientos como el premio de L’oreal-UNESCO o el proyecto WOMED, dirigidos a mujeres?

Según mi experiencia, estos premios ayudan a las estudiantes a trabajar más duro y a tener un objetivo. Muchas mujeres dejan su carrera debido al panorama laboral y se quedan relegadas a sus obligaciones familiares. Cuando escuchan que, por ejemplo, yo he continuado trabajando y he ganado un premio, algunas de ellas se han envalentonado y han vuelto a la universidad a empezar o acabar sus doctorados. Así que sí, creo que es importante reconocer el trabajo y los resultados obtenidos por mujeres en particular, porque comparadas con los hombres, ellas lo tienen más difícil.

A mí me gustaría ser un ejemplo sobre todo para mis compañeras de universidad que tiraron la toalla después de buscar mucho tiempo un trabajo. Conozco a muchas mujeres que sienten pasión por la ciencia y han tenido que abandonarla para vivir una vida que no es la que ellas buscaban.

¿Y cree que su imagen servirá para que los empresarios dejen de lado los prejuicios de género a la hora de contratar? 

Me gustaría que los dueños de las empresas en Túnez, que aún están en manos principalmente masculinas, se dieran cuenta de que van a salir ganando si contratan mujeres. Los compañeros que estudiaron conmigo entraron a trabajar en el sector privado y con el tiempo han ido promocionando hasta convertirse en jefes. Ojalá mi ejemplo les sirviera para contratar mujeres. Y, aunque hay muchos que están a favor, otros muchos aún tienen la concepción de que la tarea de la mujer es tener hijos. A la sociedad tunecina le va a costar más tiempo asumir la igualdad que al ámbito científico. Las obligaciones familiares y domésticas serán, durante mucho tiempo, un asunto femenino.

Fuente de la entrevista: http://www.agenciasinc.es/Entrevistas/La-universidad-en-Tunez-sera-femenina-en-la-proxima-generacion

Fuente de la imagen: http://www.agenciasinc.es/var/ezwebin_site/storage/images/en-exclusiva/programados/la-universidad-en-tunez-sera-femenina-

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Puerto Rico: Educación envía informes de escuelas que no han abierto

Puerto Rico/Noviembre de 2017/Fuente: El Vocero de Puerto Rico

La secretaria del Departamento de Educación, Julia Keleher, indicó hoy que publicará los informes que recibiera ayer sobre el estatus de las escuelas inspeccionadas hasta el momento que no han abierto.

Para certificar los edificios, el Departamento de Educación (DE) cuenta con los recursos del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos (Usace) en coordinación con la empresa CSA Group.

“Se ha recibido la data de los informes por escuela. Cada director escolar recibirá el mismo, evaluará los resultados del informe del Cuerpo de Ingenieros y tendrán que redactar una carta firmada aceptando los hallazgos e identificar cómo los atenderán. De igual forma tendrán que incluir en la carta evidencia de que han informado a la comunidad escolar los procesos y acciones realizadas”, explicó la titular de la cartera de Educación.

 Los informes se enviarán a las escuelas que ya fueron inspeccionadas, pero que todavía no han abierto.

Keleher explicó además, que cada escuela deberá presentar su plan con acciones concretas que permitiría al DE estar seguro de que las escuelas podrán operar sin suponer riesgos para la comunidad escolar en general. Estas evaluaciones son necesarias para garantizar la seguridad y bienestar de los estudiantes y empleados.

Los directores escolares deben enviar dichas cartas firmadas, con copia al director regional correspondiente, a certificamiescuela@de.pr.gov. Deben incluir una fecha prevista para abrir luego de atender los hallazgos. No se podrán realizar mejoras permanentes. Los directores escolares son los únicos autorizados para realizar esta gestión.

Keleher detalló que se le enviará una carta con las instrucciones a cada director a su correo electrónico mañana, jueves 2 de noviembre y se entregará a la mano a los directores regionales para distribuirlas, pues es posible que no todos las reciban por la vía electrónica debido a los problemas actuales de conectividad en la Isla.

En declaraciones escritas, la secretaria “entiende la preocupación de padres, maestros y estudiantes, pero reiteró que todos van a tener la oportunidad de graduarse y que ningún estudiante perderá el semestre ni el año”.

Fuente: http://www.elvocero.com/educacion/educaci-n-env-a-informes-de-escuelas-que-no-han/article_e34db5b6-bf69-11e7-9143-13bea39a0705.html

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De huracanes y solidaridad, unas décimas de Nicolás Guillén

Por: Pedro de La Hoz

En estos afiebrados días de restañar las heridas del potente huracán Irma y sin perder pie ni pisada a la temible María que vuelca su furia de viento y agua sobre las castigadas Antillas, Nicolás Hernández Guillén, nieto de nuestro inmenso poeta Nicolás, puso ante mí estos versos: «En este camaronero / Máximo Gómez llamado, / hacia un pueblo desdichado / va el auxilio compañero. / No importa el chubasco fiero / que altera y pica la mar, porque no podrá apagar / el ansia que el pueblo siente / de llevar rápido a Oriente / lo que allá pueda faltar».

Fueron escritos por Nicolás Guillén en la noche del 17 de octubre de 1963 a bordo de una embarcación que surcaba el Golfo de Guacanayabo desde Santa Cruz en dirección a Manzanillo, para llevar vituallas a los damnificados por el huracán Flora.

Experiencia dura aquella que segó vidas, desbordó ríos y arrasó viviendas y plantaciones en su enrevesada trayectoria, pero de la que la Revolución extrajo lecciones permanentes, decisivas para la prevención de las situaciones y la mitigación de los daños derivados del embate de los organismos tropicales que se han sucedido en el tiempo.

De Guillén es bien conocida la definición del Mar Caribe registrada en su ingeniosa colección de viñetas poéticas titulada El gran zoo: «… este animal / marítimo y enigmático / tiene una gran cresta de cristal, / el lomo azul, la cola verde, / vientre de compacto coral, / grises aletas de ciclón. / En el acuario, esta inscripción: / Cuidado, muerde». Con ese original bestiario lírico publicado en 1968, el poeta renovó ímpetu y lenguaje para sorpresa de muchos, como lo hizo poco después con El diario que a diario al cumplir 70 años.

Como periodista de raza, seducido desde la niñez por el olor a tinta de imprenta y el laboreo entre linotipos y chibaletes –no llegó a vivir la era de las computadoras personales y la comunicación digital–, el poeta, nunca dejó de ejercer el oficio en diversos medios de prensa, tanto en su condición de redactor de planta como en el de asiduo colaborador.

Por ello, convocado por las autoridades del Gobierno Revolucionario para recorrer los sitios devastados por Flora y llevar asistencia a familias y comunidades del Oriente cubano, Guillén, no puede renunciar a compartir sus vivencias con los lectores del diario Noticias de Hoy (faltaban dos años justamente para que, por iniciativa de Fidel, ese periódico se fundiera con Revolución para dar cauce a Granma). Publica cuatro crónicas los días 24, 25, 29 y 31 de octubre, en las que cuenta sus impresiones sobre las huellas del cataclismo, pero también da cuenta del empuje y la unidad de la población en el enfrentamiento a las secuelas del huracán. Pueden leerse en el tercer volumen de Prosas de prisa, compiladas posteriormente por su colega, biógrafo y amigo Ángel Augier.

Por cierto, al llegar al central azucarero antiguamente nombrado Elia (hoy Colombia, municipio perteneciente a Las Tunas tras la división político-administrativa de 1976), advierte la peligrosa asociación del río Tana con la comunidad en tiempo de ciclones. Domar el río será la solución, en palabras del poeta cronista, «hacerlo inofensivo, más aún, hacerlo útil». ¿Acaso no fue esta una anticipación visionaria de la voluntad hidráulica que a partir de Flora y bajo la inspiración de Fidel, ha prevalecido en la Isla?

Abocado muchos años después a hilvanar sus memorias –más bien crónicas concebidas desde una perspectiva autobiográfica, editadas en 1982 por Nancy Morejón, bajo el título Páginas vueltas–, Guillén regresó a los días del huracán para hablar no solo de aquella puntual circunstancia sino también para ofrecer su punto de vista acerca de la convivencia histórica de los cubanos con los ciclones.

Revive entonces lo que en su tiempo y el nuestro, salvando distancia, ocurre ante la inminencia del paso de un meteoro: «La radio entra en funciones. Toda la actualidad, por grávida que sea, se desplaza y cede el primer sitio al estado del tiempo. Este sigue empeorando. En la calle, en cada casa, en cada café, la radio funciona a todo volumen y los partes meteorológicos, repetidos con una frecuencia de ametralladora, nos persiguen implacablemente. El ciclón se convierte en un ser animado…».

Pero lo que seguramente motivó el viaje de Guillén al pasado fue el hallazgo a unas décimas olvidadas, o mejor dicho, puestas a bien recaudo, si tomamos en cuenta su propia percepción sobre la calidad de los textos revisitados. En Páginas vueltas nos dice: «Puedo contar que por aquellos días viajé al lugar de los hechos y hasta escribí unas décimas populares relativas a aquel brutal topetazo con la naturaleza. A pesar de su escaso mérito literario, estos versos –estas memorias– son un documento de cierto interés, pues fueron escritos in situ, al lado del timonel, en un pequeño arco y bajo la mirada no del todo tranquila del hombre, que tenía más de un motivo para pensar que yo había enloquecido, o por lo menos no tenía muy en su sitio el tanque de pensar».

Ochenta versos, ocho décimas escritas de un tirón entre el oleaje y la noche. Dos de ellas, particularmente, parecen haber sido compuestas para días como los que corren:

Pues como este barco fiel
cien barcos vienen y van:
el amor es capitán
y la vida timonel.
Aquí vio el propio Fidel
cómo se abre el corazón,
cómo es ancha la pasión
y serena la esperanza
de un  pueblo cuya confianza
es más fuerte  que un ciclón.

Adelante, compañeros,
que ningún ciclón nos mata
mientras vuele una fragata
y corran camaroneros.
Con campesinos y obreros
nuestra Patria se mantiene,
y si otra desgracia viene
la sabremos afrontar…
¡Patria o Muerte! A trabajar
¡Comandante en Jefe, ordene!

Una corrección al poeta: no importa sea menor el mérito literario; grande es, y alentador y necesario, el valor humano de una poesía solidaria.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-09-21/de-huracanes-y-solidaridad-unas-decimas-de-nicolas-guillen-21-09-2017-21-09-05

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FAO: 6 formas en que los pueblos indígenas ayudan al mundo a lograr el #HambreCero

Agosto de 2017/Fuente: FAO

Constituyen sólo el 5 por ciento de la población mundial, sin embargo los pueblos indígenas son los guardianes esenciales del medio ambiente. Los territorios indígenas tradicionales abarcan el 22 por ciento de la superficie terrestre del mundo, pero el 80 por ciento de la biodiversidad del planeta.

Un tercio de los bosques del mundo, cruciales para reducir las emisiones de carbono, son gestionados principalmente por pueblos indígenas, familias, comunidades y agricultores. Los alimentos cultivados por los indígenas son particularmente nutritivos. Además, son resilientes al clima y se adaptan muy bien al ambiente, lo que los convierte en una buena fuente de nutrientes en zonas con climas difíciles.

Sus formas y medios de vida pueden enseñarnos mucho sobre la conservación de los recursos naturales, el cultivo sostenible de alimentos y la vida en armonía con la naturaleza. Reavivar estos conocimientos que tienen su origen en un patrimonio y legado histórico es esencial para hacer frente a los retos a los que se enfrentan la alimentación y la agricultura hoy en día y en el futuro.

He aquí seis de las muchas maneras en que los pueblos indígenas ayudan a luchar contra el cambio climático:

1. Sus prácticas agrícolas son resilientes al cambio climático

A lo largo de los siglos, los pueblos indígenas han desarrollado técnicas agrícolas que se adaptan a entornos extremos, como las grandes alturas de los Andes, las praderas secas de Kenya o el frío extremo del norte de Canadá. Estas técnicas puestas a la prueba del tiempo, como la creación de terrazas, que detiene la erosión del suelo, o los jardines flotantes, que hacen uso de campos inundados, significa que los pueblos indígenas han construido sistemas que son apropiados para los cada vez más intensos fenómenos meteorológicos y cambios de temperatura que conlleva el cambio climático.

2. Conservan y restauran los bosques y los recursos naturales

Los pueblos indígenas se sienten conectados con la naturaleza y se sienten parte del sistema en el que viven. Los recursos naturales son considerados como una propiedad compartida y son respetados como tal. Mediante la protección de los recursos naturales, como los bosques y ríos, muchas comunidades indígenas ayudan a mitigar los efectos del cambio climático.

3. Los alimentos autóctonos amplian y diversifican las dietas

Actualmente, el mundo depende en gran medida de un pequeño conjunto de cultivos básicos. El trigo, el arroz, las patatas y el maíz representan el 50 por ciento de las calorías que consumimos diariamente. Con cultivos nativos con alto contenido de nutrientes, como la quinua, la oca y la moringa, los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas pueden ayudar al resto de la humanidad a ampliar su limitada base alimentaria.

4. Los alimentos autóctonos son resistentes al cambio climático

Muchos pueblos indígenas viven en entornos extremos y por ello han optado por cultivos que se adaptan a dichas condiciones. Los pueblos indígenas a menudo cultivan especies nativas que se adecúan mejor a los contextos locales y son más resistentes a las sequías, a la altitud, a las inundaciones o a otras condiciones extremas. Más ampliamente extendidos en la agricultura, estos cultivos pueden contribuir a aumentar la resiliencia de las producciones agrícolas, haciendo frente a un clima cada vez más cambiante en estos tiempos.

5. Los territorios indígenas poseen el 80 por ciento de la biodiversidad del mundo

La conservación de la biodiversidad es esencial para la seguridad alimentaria y la nutrición. El patrimonio fitogenético y de especies animales se encuentra en bosques, ríos, lagos y pastos. Al vivir una vida natural sostenible, los pueblos indígenas preservan estos ambientes, lo que ayuda a mantener la biodiversidad de las plantas y los animales en la naturaleza.

6. Los estilos de vida de los pueblos indígenas se adaptan a los espacios que habitan y son respetuosos con los recursos naturales

Los pueblos indígenas han adaptado sus formas de vida para adaptarse y respetar su medio ambiente. En las montañas, los sistemas creados por los pueblos indígenas conservan el suelo, reducen la erosión, conservan el agua y logran reducir el riesgo de desastres. En los pastizales, las comunidades de pastores indígenas gestionan el pastoreo de ganado y el cultivo de forma sostenible para que las praderas preserven su biodiversidad. En la Amazonia, los ecosistemas mejoran cuando los indígenas los habitan.

La FAO considera a los pueblos indígenas socios valiosísimos en la lucha por la erradicación del hambre y en la búsqueda de soluciones al cambio climático. Nunca vamos a lograr soluciones a largo plazo para el cambio climático ni lograremos la seguridad alimentaria y una mejor nutrición sin su ayuda; tampoco lo lograremos si no garantizamos sus derechos como pueblos.

Fuente: http://www.fao.org/zhc/detail-events/es/c/1028079/

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Pérdida de biodiversidad es “más importante que el cambio climático”

México/Agosto de 2017/Fuente: Noticias SIN

El peligro que representa para la humanidad la pérdida de diversidad biológica es “tan importante o más que el cambio climático”, afirmó el biólogo mexicano José Sarukhán, coordinador la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).

De acuerdo con Sarukhán, el principal factor de presión sobre lo que llamó “capital natural”, que repercute en una acelerada pérdida de especies animales y vegetales, lo constituye el crecimiento exponencial de la población humana, que se ha triplicado desde 1950.

“Eso ha sido duro. Pero en muchos países, y países que tienen un impacto enorme no solo por su tamaño sino por su economía y fuerza política, lo que se ha multiplicado aun más es la tasa de consumo”, apuntó el doctor en ecología por la Universidad de Gales (Reino Unido) en una entrevista con Efe.

Como ejemplo señaló que, en comparación con una persona nacida en Estados Unidos en 1900, hoy cada estadounidense “consume 16 veces más de todo: energía, agua, alimentos, fibras”.

“Si añadimos lo que está detrás de esto, que es el sistema económico basado en que hay que maximizar la producción para que haya el máximo consumo, estamos ante un escenario que no es el más hospitalario” para la vida, abundó.

Los comentarios del experto están en consonancia con los argumentos expuestos en un artículo publicado en julio por la revista de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. (PNAS) que reporta una drástica merma en las poblaciones de vertebrados, indicativa de que está en marcha la “sexta extinción masiva”.

Los autores -Gerardo Ceballos, Rodolfo Dirzo y Paul Ehrlich, los dos primeros exalumnos de Sarukhán y el tercero su colaborador en diversos estudios- sostienen que los motores de tal destrucción son la sobrepoblación y el sobreconsumo humanos.

Aseguran que la pérdida masiva de poblaciones está dañando servicios ecosistémicos cruciales para la civilización, como la provisión de agua y alimentos o la regulación del clima, y enfatizan que “la ventana para una acción efectiva (para frenar este fenómeno) es muy pequeña, probablemente dos o tres décadas cuando mucho”.

Al respecto Sarukhán, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de México (1989-1997), señaló que la mengua de las poblaciones es un preludio a la desaparición de las especies mismas.

“El tamaño de la población es un elemento crucial para tener una idea de la viabilidad de una especie. Y un factor muy importante ligado a los números es la variabilidad genética de una población; cuanto menor es la variabilidad más vulnerable es la población a cambios ambientales”, explicó.

Subrayó que los humanos “con nuestras demandas y nuestra manera de vivir impactamos la naturaleza”, y manifestó la necesidad de un cambio de conducta. “Es un problema de comportamientos, y la única manera (de acometerlo) es entender la importancia que tiene” el patrimonio biológico del planeta, expuso.

Por ello, agregó, la Estrategia Nacional sobre Biodiversidad se basa en dos elementos: Conocimiento, por un lado, y Educación, comunicación y cultura ambiental por el otro.

Ambos aspectos son atribuciones de Conabio, ente gubernamental creado en 1992 a sugerencia de Sarukhán, el cual se nutre de los aportes de toda la comunidad académica.

Para el especialista, que ha publicado más de 190 trabajos científicos y varios libros, es preciso llevar a la gente los conocimientos sobre biodiversidad “traducidos para que los pueda absorber, y que sea una información accesible, confiable, que pueda volverse un elemento de la cultura de valoración de la naturaleza”.

“Solamente una sociedad bien informada, educada en la realidad de su entorno, puede realmente generar cambios en un país porque tiene los elementos para exigir”, consideró.

Al preguntársele qué piensa de que un país como Estados Unidos cuestione el impacto humano en la naturaleza, el científico replicó: “Es muy frustrante. Si eso viniera de un país perdido en medio del Pacífico, bueno, ni modo. Pero es un país tan influyente, que además tiene probablemente la comunidad académica más fuerte”.

“Que esto ocurra allí me parece muy desalentador porque ciertamente mucha gente no piensa así, pero suficientes personas son afines a esa manera de pensar que han votado a ese señor (Donald Trump) como presidente. Y esas son las cosas que me preocupan mucho”, dijo.

Otros motivos de preocupación que Sarukhán confesó son el extremismo religioso y la posibilidad de usar la tecnología para “hacer que la gente pueda vivir en condiciones absolutamente infrahumanas”.

“No quisiera que fuera así porque creo que la nuestra es una especie fenomenal, y confío en que la creatividad que nos ha permitido tener todas las cosas que tenemos, con las consecuencias malas, no de la ciencia sino de la tecnología, se use ahora para revertir las cosas y que vayamos en otra dirección”, concluyó.

Fuente: https://noticiassin.com/2017/08/perdida-de-biodiversidad-es-mas-importante-que-el-cambio-climatico/

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Un cuento de hadas de 2050

Por: Jhon Feffer

Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García

El invisible monstruo del cambio climático

Introducción de Tom Engelhardt

Si el lector está buscando cuentos de hadas que tengan un sesgo sombrío, algo que solo podría haber sucedido alguna vez en la ficción distópica, no hace falta mirar muy lejos: aquí están nuestro planeta actual y nuestro momento presente. ¿Qué me dice, por ejemplo, de ese iceberg de un billón de toneladas –sí, ‘billon’; no es una errata– que se desprendió la semana pasada de la península Antártica y está flotando a la deriva? Es tan grande como el estado de Delaware y capaz de llenar unos 462 millones de piscinas olímpicas; su volumen duplica el del lago Erie. Si prefiere verlo en términos cinematográficos, entonces considere este estremecedor acontecimiento como si fuera un tráiler de la película que está en las pantallas de todo el mundo. Si en el futuro se desestabilizan partes importantes de la Antártida, veremos títulos de películas (dado el aumento del nivel del mar) como Adiós, Miami, Shangai bajo las aguas, La inundación de Londres, Ámsterdam desde la borda.

Francamente, si cuando hablamos de modernos cuentos de hadas, el lector piensa en Juego de tronos después que no el ‘invierno’ sino el ‘verano’ llega a Westeros, ya estamos en un mundo de cuento de hadas. Entonces, una semana después de que la Antártida cambiara perceptiblemente de forma, parece apropiado fijarse en el trabajo del colaborador habitual de TomDispatch John Feffer, nuestro experto en el futuro distópico del planeta y autor de la novela Splinterlands, que publicamos hace poco en nuestra nueva línea editorial. Hoy, en una extraña inmersión de DT en la ficción, él nos ofrece un cuento de hadas llegado de 2050 (el año en que sucede la historia de Splinterlands). Su hermana “Grimm” es Rachel Leopold, la esposa del famoso “geopaleontólogo” Julian West (ambos han aparecido antes en TomDispatch). En el 2020, él fue quien predijo tan clarividentemente la forma en que la creciente marea de nacionalismo encabezada por los populistas de derechas –como nuestro presidente– cuando se combinara con el cambio climático y otros factores agrietaría el orden internacional y crearía un mundo nuevo, bien que más desesperado. Con este pensamiento, permitidme que masculle, “Una vez, en 2017…”. Ahora cerrad los ojos e imaginad lo inimaginable, porque bastante pronto ese será nuestro mundo.

–ooOoo–

Donald Trump y el triunfo de la antipolítica

Una vez, hace mucho, mucho, tiempo, di mi testimonio ante la gran asamblea de nuestra tierra.

Cuando hoy cuento este acontecimiento a los niños, ellos en realidad no lo toman como un cuento de hadas. Una vez –un tiempo antes de que el mundo se rompiera en un millón de pedazos y Estados Unidos se convirtiera en los estados desunidos de hoy– esta anciana era una joven idealista que trataba de convencer a nuestro poderoso Congreso de que nos acechaba un monstruo.

–¿Te escucharon, tía Raquel? –me preguntaban siempre.

–Bueno, me escuchaban, pero no me oían.

–Entonces, ¿qué hiciste?

–Pensé y pensé; escribí y escribí. Y conseguí redactar una presentación cada vez mejor –les digo pacientemente–. De algún modo tenía que hacer que el monstruo fuese visible a aquella gente poderosa.

–¿A qué se parecía, tía Raquel?

–El monstruo era invisible, mis queridos niños, pero podíamos sentir su cálido aliento. Y éramos capaces de ver las cosas terribles que hacía. Podía hacer crecer los océanos, que se marchitaran los cultivos en el campo. Aun así, seguíamos alimentando a esta bestia terrible.

–Pero… ¿por qué?

–Era lo que el monstruo exigía. Algunos monstruos quieren comer niños pequeños. Otros prefieren jóvenes doncellas. Pero este insistía con buques tanque llenos de petróleo y camiones cargados de carbón. Incluso, según crecía, solo quería más y más.

Cuando llegaba a este punto, los niños siempre tenían los ojos muy abiertos.

–¿Qué hiciste entonces? –me preguntaban.

–Volví a hablar con esa gente importante. Y esta vez, incluso intenté poner más fuerza en la descripción del monstruo –a medida que me internaba en el pasado, las caras de los niños se parecían a las de los políticos muertos hace mucho tiempo–. Les llevé gráficos muy detallados del aumento de las temperaturas. Mencioné estadísticas sobre el impacto de la combustión del carbón y el petróleo y el gas natural. Les presenté fotos de lo que ya había hecho el derretimiento de los hielos y el crecimiento del nivel del mar. Después, les mostré dibujos de lo que sería el futuro: ciudades inundadas, tierras azotadas por la sequía, mares muertos. Ellos miraban pero eran incapaces de ver. Escuchaban pero no oían. La gente importante –concluía–, no siempre es buena gente.

–¿Qué hiciste entonces –preguntaban siempre.

–Dejé de hablar, queridos míos. Vine aquí, a Arcadia, para escapar del monstruo.

Los niños parecían desilusionados. Conocían muy bien los cuentos de hadas. Ellos esperaban que alguien –quizás un príncipe de brillante armadura– apareciera de pronto y matara al monstruo.

–No había príncipe alguno –me lamentaba–. Y el monstruo sigue vivo. Ahora mismo podemos sentir su ardiente respiración.

Por supuesto, mis jóvenes fiscales no entendían mi relato. Hoy, en 2050, el Congreso no existe. No hay reuniones de comisiones. No hay debates intergubernamentales ni encuentros internacionales. Lo mismo podría haberles hablado de los banquetes romanos o las justas medievales. Aun así, mis jóvenes estudiantes siempre reclamaban más historias del desaparecido mundo de Washington DC 2017, como lo harían también si se tratara de una fábula de Esopo. Pero ellos no alcanzaban a percibir la conexión que había entre esos cuentos y su vida presente.

Después de todo, ellos viven en un mudo post-político.

La muerte de la política

Antes de que el termómetro global se volviera loco, antes de que los grandes pánicos económicos de principios de la tercera década del siglo XXI, antes de que aumentaran los enfrentamientos entre los ‘vigilantes’ y yihadíes, antes de que la comunidad internacional se hiciera añicos como un espejo alcanzado por un puñetazo, hubo aquella muerte inicial, que apenas fue percibida en su momento.

Tal como los historiadores –aquellos que quedaron para contarlo– os informan, no hubo funerales por la muerte de la política; tampoco, obituarios. E incluso si los hubiera habido, muy pocos habrían derramado una lágrima. La confianza que el público estadounidense de aquellos tiempos tenía en el Congreso era la más baja entre todas las instituciones: apenas un 9 por ciento confiaban en él, mientras que en las grandes empresas confiaba el 18 por ciento y en las fuerzas armadas, el 73.

En las húmedas marismas de Washington en las que yo vivía en esos tiempos antediluvianos, la política se había convertido en una competición entre dos bandos que se odiaban. Alguna vez ganaba uno de ellos y arrastraba al otro por el estiércol. Después, la situación se revertía. No importa, al final del día, todo estaba cubierto de porquería.

Es cierto, las cosas podrían acabado de otra manera. Podrían haberse aprobado reformas radicales, se podría haber formado una nueva generación de políticos. Pero en el momento de mayor peligro –para el país y el mundo todo– los estadounidenses le dieron la espalda a la política y eligieron el más antipolítico candidato en la historia de EEUU. Los padres fundadores hicieron todo lo que pudieron para garantizar que el sistema no produjese semejante resultado pero no había manera de que pudieran anticipar el surgimiento de un Donald Trump ni las circunstancias que le llevaron al poder.

Cuando los primeros europeos llegaron a lo que más tarde sería América del Norte, hace más de 500 años, portaban armas mucho más poderosas que las hachas de piedra y los garrotes empuñados por los pueblos originarios. Pero no fueron solo las armas de fuego las que resultaron tan devastadoras. Los europeos llevaban en su interior algo mucho más letal: enfermedades invisibles como la viruela y la gripe. Esos virus se abrieron camino entre los nativos matando al 10 por ciento de la población de este continente.

Muchos siglos después, Donald Trump llegó a Washington pertrechado con las armas explícitas de la retórica extremista y la sociopática sangre fría con la que ha destruido a sus adversarios políticos. Pero era lo que llevaba escondido en su interior lo que finalmente llagaría a ser tan catastrófico. A pesar de que durante su campaña electoral él clamaba contra el establishment político que lo pondría en el Despacho Oval, en su peculiar estilo él utilizaba las reglas políticas para conseguirlo. Sin embargo, en el fondo su mayor anhelo era destruir completamente la política; tweet a tweet, escándalo a escándalo.

Y su ataque a la política acabaría con el mundo que conocíamos en Washington año 2017. Al final, haría que las actividades del Congreso, y el Congreso mismo, llegaran a ser irrelevantes. Incluso hoy, habiendo pasado más de 30 años, los cadáveres siguen amontonándose.

El juicio de París

Soy profesora de ciencia en una escuela de jóvenes de Arcadia. No resulta difícil explicar los conceptos científicos básicos que cambiaron tanto nuestro mundo; además, tenemos un laboratorio bien equipado para que los estudiantes hagan experimentos. Entonces, entienden la ciencia del cambio climático. Lo que les desconcierta es la forma en que se presentó la crisis.

–Por qué hicieron nuestros abuelos que las cosas funcionaran siempre un día más? –me preguntó un vez una brillante joven–. ¿Por que no usaban esos estúpidos coches solo los fines de semana?

Nuestros jóvenes sabían poco de lo que no fuera Arcadia, y esta comunidad es totalmente sustentable. Aquí, en este rincón de lo que una vez fue el reino nororiental de Vermont, nosotros producimos todo lo que necesitamos. Lo que no cultivamos, lo sintetizamos o creamos en nuestras impresoras 3-D. Tenemos reducidas relaciones comerciales con las pocas comunidades vecinas. Si se da una muerte inesperada, expedimos otro permiso de nacimiento. Si la carga de nuestras baterías solares baja en el invierno, racionamos la electricidad. Los jóvenes de Arcadia no conciben el desperdicio.

Tampoco conciben la noción –extraño ahora– de comunidad internacional. Nunca se aventuraron más allá de los límites de nuestro pequeño universo. El mundo exterior lo han visto solo gracias al turismo virtual; esto mismo refuerza su deseo de permanecer aquí. Después de todo, el mundo de ahí fuera no es otra cosa que una colección de pequeños y afilados fragmentos, los que mi ex marido acostumbraba llamar “tierras resquebrajadas” de este planeta. Mis estudiantes son incapaces de comprender que esos fragmentos, muchos de ellos peligrosísimos microhabitats, estuvieran una vez reunidos y formaran grandes naciones que, a su vez, colaboraban alguna vez para resolver problemas compartidos. Es como la vieja historia del elefante y los seis ciegos. Los jóvenes de Arcadia pueden imaginar las partes pero –por más sorprendente que pueda parecer– dados los acontecimientos de las tres últimas décadas, la totalidad se les escapa.

Pensad en esa comunidad internacional desaparecida hace mucho tiempo, les digo, como si fuese un niño nacido en 1945 berreando ante unos progenitores que se pasan el día discutiendo. A una infancia problemática le sigue una juventud difícil. Solo en la madurez, al final de la Guerra Fría en 1989, pareció que podía arreglarse sola, aunque eso duró poco tiempo. Desgraciadamente, en unos pocos años, empezó a chochear prematuramente. En 2017, a sus 72 años, la comunidad internacional estaba para el retiro, su salud era frágil y necesitaba desesperadamente de cuidados asistidos.

Una vez se supuso que esta avejentada criatura colectiva, este Caballero del Triste Semblante, sería nuestra salvación, el que mataría al horrible monstruo. Sin embargo, a la hora de la verdad, apenas podía sostener una lanza.

Sin cierto conocimiento del ciclo vital de la comunidad internacional, es posible que mis estudiantes no pudieran entender por qué en la primera parte de este siglo la temperatura global continuó subiendo pese a los mejores esfuerzos de los científicos, los ambientalistas y los ciudadanos preocupados. Varios países, entre ellos Uruguay y Bhután, hicieron todo lo posible para reducir su emisión de carbón y, finalmente, más de una docena de ciudades llegaron a la emisión cero. Muchas personas adoptaron el vegetarianismo, utilizaron coches eléctricos, bajaron el termostato de su casa en invierno, como si el cambio de estilo de vida por sí solo pudiera matar al monstruo.

Lamentablemente, en realidad un problema global requiere una respuesta global. El acuerdo climático de París, que fue firmado por 196 países a finales de 2015, no fue más que eso: un esfuerzo. Solo dos países se negaron a firmar; uno (Siria) porque estaba en medio de una guerra civil y el otro (Nicaragua), solo por fastidiar. Aun así, los términos del acuerdo estaban lejos de ser los adecuados. La comunidad internacional, que se había aunado en esta crepuscular cooperación, entendió bien la dimensión del desafío: hacer que la temperatura global no subiera más de 2º C respecto de la temperatura media de la era preindustrial. Sin embargo, lo mejor habría sido que el tratado de París limitara en 3º el aumento de la temperatura. Como todo el mundo sabe ahora, lo que sucedió no fue precisamente lo mejor.

Fue así como esa comunidad abandonó la misma idea de sustentabilidad y abrazó a su prima menor, la resiliencia. Trato de explicar a mis estudiantes que sustentabilidad es todo lo que tiene que ver con armonía, es decir, mantener el equilibrio, no extraer nunca más que lo que devolvemos. Mientras que resiliencia tiene que ver con las adaptaciones necesarias para sortear una situación crítica, esto es, con simplemente arreglárnoslas. El juicio de París –con su guiño a la resiliencia– fue, de hecho, el reconocimiento de un fracaso.

Aunque con imperfecciones, al menos formó parte de un proceso. Esto es todo lo que pretende la política democrática, les digo a mis acusadores. Se trata de comenzar en algún sitio y esperar que a partir de ahí todo mejore. Después de todo, siempre existe la posibilidad de que un día se pueda pasar de la resiliencia a la sustentabilidad.

Pero, por supuesto, también existe la opción de retroceder, que es exactamente lo que pasó: la ‘liga mayor’ –según una expresión del nuevo presidente de Estados Unidos– en 2017.

La revolución Trump

Es un hecho poco afortunado de nuestro mundo que destruir sea mucho más fácil que construir. Cualquiera puede golpear con un mazo, pero son pocos los que pueden emplear una paleta de albañil. Un estornudo involuntario puede echar abajo el más elaborado castillo de naipes.

Donald Trump fue mucho más que un estornudo. Su devoción por la destrucción de la “administración estatal” era impresionante. En ese tiempo, todos estábamos tan centrados en el especto nacional de esa destrucción –el derribo de los pilares del estado de bienestar, la supresión del sistema universal de salud, la reducción de todo tipo de protecciones legales y derechos de los votantes– que nos olvidamos de prestar la debida atención a la forma devastadora que se extendía esa destrucción fuera de nuestras fronteras.

Así es, el nuevo presidente anuló acuerdos comerciales pendientes, menospreció a aliados tradicionales y cuestionó la utilidad de acuerdos como el que permitía el programa nuclear iraní. Pero, en su mayor parte, esos eran ataques de índole bilateral. Mucho más peligrosos eran sus feroces acciones contra el orden internacional.

La más importante, por supuesto, fue su decisión de retirarse del acuerdo de París. Admitámoslo, se trataba de un compromiso débil y no vinculante. Aun así, eso para Donald Trump era demasiado. El presidente declaró que al acuerdo pondría en desventaja a los estadounidenses y obligaría a que los trabajadores y contribuyentes “absorbieran el costo” de la reducción de las emisiones de gases de invernadero por la “pérdida de puestos de trabajo, baja de salarios, cierre de fábricas y una enorme disminución de la actividad económica”. El que nada de eso fuese verdad no tenía importancia. En Estados Unidos, los programas relacionados con las energías renovables estaban creando más empleos bien pagados que los que la industria contaminante estaba tratando de conservar. Sin embargo, en su afán destructivo el presidente Trump jamás sintió la necesidad de justificar sus acciones recurriendo a los hechos reales.

Por otra parte, Estados Unidos era el país más rico del mundo y al mismo tiempo –históricamente– el mayor productor de emisiones de dióxido de carbono. Como les decimos a nuestros estudiantes aquí en Arcadia, si eres el mayor responsable de la suciedad, también deberías ser el mayor responsable de la limpieza. Este es un concepto sencillo para la comprensión de los jóvenes. Aun así, estuvo más allá de la capacidad de comprensión de la mayor parte de los estadounidenses.

Peor aun que ser meramente indiferente, el nuevo presidente estaba resuelto a acelerar el calentamiento global –en solitario, si fuera necesario–, expandiendo las perforaciones en el mar, permitiendo la construcción de más gasoductos y oleoductos, reduciendo las restricciones de todo tipo imaginable en la industria de los combustibles fósiles, recortando el apoyo al desarrollo de energías alternativas, estimulando la producción de vehículos que tragaban demasiado combustible y rebajando drásticamente los fondos necesarios para asegura el cumplimiento de todos los estándares medioambientales imaginables. En otras palabras, Trump no solo no deseaba dejar bajo tierra el tesoro representado por los combustibles fósiles: además, estaba impaciente dar al monstruo incluso más alimento que el que exigía.

De haber estado nosotros viviendo tiempos normales, habría sido posible luchar políticamente con eficacia contra esta arremetida. Pero justamente cuando el punto de vista basado en el carbón de Estados Unidos y el mundo estaba en su momento culminante, la política fue arrumbada en el trastero y liquidada.

La política de la antipolítica

Recuerdo el nacimiento de la antipolítica. Yo era joven cuando los disidentes del mundo comunista empezaron a asociar la actividad política oficial con el apoyo a un orden inmoral. Ellos creían que votar no tenía sentido si el partido gobernante obtenía el 99 por ciento de los votos en juego. Si el líder del Partido y el Politburó acababan siempre decidiendo todo, los parlamentos no eran más que cáscaras vacías. Cuando la política transige de esta manera, todo el mundo salvo los oportunistas se repliegan en la antipolítica.

El comunismo se murió en 1989, y la política renació en aquellos países de la antipolítica, pero su vida fue demasiado breve. En cuestión de una década, los nuevos conversos de la democracia empezaron a regresar a sus viejos recelos ante todo lo político, y los políticos convencionales pasaron a ser el enemigo. Una vez más, la colaboración y el compromiso eran anatema.

Y entonces, este mismo descontento con la política tal como la conocíamos comenzó a extenderse fuera de los confines del mundo postcomunista. Los votantes de otro sitio –aquellos con inclinación por los países unipartidarios o de líder único– se quedaban deslumbrados por el político más liberal. Donald Trump fue apenas uno más en esta nueva fraternidad de nacional-populistas, entre los cuales estaban Vladimir Putin, de Rusia; Recep Tayyip Erdogan, de Turquía; Rodrigo Duterte, de Filipinas; y Viktor Orban, de Hungría. Todos ellos comenzaron rápidamente a acumular poder en sus manos en un intento de gobernar por decreto (o, en el caso de Trump, mediante órdenes ejecutivas). En el ínterin, como estrategia, utilizaron la antipolítica para derrotar cualquier desafío en el ámbito nacional o en el exterior*.

Fue extraño que en tantos países, los votantes fueran aparentemente incapaces de darse cuenta de que esta nueva antipolítica recortaría sus derechos. Todos estos autócratas llegaron al poder, no por un golpe de Estado, sino mediante elecciones democráticas. Igualmente extraño fue el hecho de que, en esos años, fueran los jóvenes quienes, en proporciones cada vez mayores, ya no consideraran importante vivir en una democracia. Cuando solo los viejos creen en un sistema como ese, ya solo falta un paso para llegar a la tumba.

Quizá la culpa fuera de la economía. Casi uniformemente, los partidos más importantes de esos países tenían políticas que ensanchaban la brecha entre ricos y pobres, que robaban el empleo a la gente joven como también cualquier esperanza de un futuro. No debe sorprender entonces que ellos perdieran la fe en la profana religión de la democracia.

O talvez fuera la tecnología la que mató la política. El ordenador y el teléfono móvil se combinaron para reducir el espacio de atención necesario para la participación sostenida en los asuntos públicos. Las minicomunidades creadas por las redes sociales obviaron la necesidad de relacionarse con quienes no compartían las pequeñas preocupaciones que alguien podía tener. Y, por supuesto, cada uno empezó a reclamar resultados inmediatos con solo pulsar una tecla, lo cual –en el ámbito de la política– se tradujo en la utilización cada vez mayor de los decretos.

Durante un breve momento, el ‘impacto’ Trump provocó una reacción contraria. En Estados Unidos, hubo enormes manifestacioenes mientras algunos poco comprensivos burócratas del gobierno se atrincheraban porfiadamente en su posición; pero esto no hizo más que reforzar el discurso populista de una irresponsable elite liberal y, con ello, la profunda hostilidad estatal. En este breve lapso de aparente retroceso, los aliados europeos de Trump incluso perdieron algunas elecciones, pero quienes triunfaron en esos comicios continuaron con las políticas que perjudicaban económica y políticamente a la mayoría; en la siguiente confrontación o en la que seguía a ésta ocurrió lo previsible.

Como recuerdan quienes tienen cierta edad, a la larga el mismo Trump fue defenestrado vencido al fin por su contraproducente espíritu vengativo. En ese momento, sus críticos gozaron por el Schadenfreude**, solo para descubrir que él era reemplazado más que velozmente por alguien que compartía tenía su mismo talante destructivo y antipolítico, aunque sin sus rasgos personales más desfavorables.

Trump dejó atónita a la comunidad internacional; sus sucesores la destruyeron interiormente. Y, como todo el mundo sabe hoy en la Tierra fragmentada, el monstruo continuó recibiendo su alimento mientras las temperaturas, las inundaciones, las sequías, los salvajes incendios forestales, el nivel del mar, las olas de refugiados y el resto de calamidades continuaban aumentando inexorablemente.

El final de la infancia

Los cuentos de hadas deberían tener un final feliz. Yo les aseguro a mis estudiantes que en Arcadia están a salvo. Pueden ver por ellos mismos que nuestros cultivos son exitosos. Están los suficientemente lejos de las mareas oceánicas como para no sentir temor por el agua. Participan en la vida política democrática de nuestra comunidad. A pesar de algún problema ocasional, Arcadia, es una pequeña isla de esperanza en un mar de desesperación.

La temperatura continúa trepando. Fuera, la pelea por los recursos es cada año más encarnizada. Muchas de las comunidades que salpicaban una vez el paisaje alrededor de la nuestra no son más que un recuerdo. El muro que rodea a Arcadia es prácticamente inexpugnable y nuestro arsenal está muy bien provisto, pero la pregunta sigue siendo: ¿podremos sobrevivir sin la presencia de nuestros integrantes fundadores, quienes en estos momentos están empezando a morirse?

Criamos y educamos a nuestros hijos, pero la amenaza de un crecimiento aun mayor del mismo monstruo sigue vigente. Mientras se hacen adultos, algunos de los jóvenes sostienen que mi generación ha fracasado al no haber matado al monstruo; desgraciadamente, no podrían estar más en lo cierto. Creo que nosotros, al menos aquí en Arcadia, hicimos lo mejor que pudimos, pero lamentablemente no fue todo lo bueno que debía ser.

Dentro de poco tiempo nuestros jóvenes tomarán el testigo y seremos reemplazados. Se ocuparán de cultivar la tierra y mantener nuestro arsenal. En ausencia de una solución política para el cambio climático, continuarán buscando una solución científica y una comunidad internacional que la imponga. Y ellos serán quienes deberán asegurar que el monstruo –por mucho que resople y resople y amenace nuestro sustento– no acabe también echando abajo nuestra casa.

Notas:

* En la lista presentada unas líneas más arriba falta Mauricio Macri, presidente de Argentina desde diciembre de 2015, quien encaja perfectamente en la descripción que el autor hace de los gobernantes elegidos democráticamente cuya política es la antipolítica. (N. del T.)

** En alemán en el original. Schadenfreude significa ‘el mal ajeno’. (N. del T.)

John Feffer es autor de la novela distópica Splinterlands (publicada recientemente por Dispatch Books y Haymarket Books); Publishers Weekly dice de ella: “se trata de una advertencia escalofriante, seria e intuitiva”. Es director de Política Exterior en el Instituto de Estudios Políticos y colaborador habitual de TomDispatch.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176309/tomgram%3A_john_feffer%2C_the_invisible_monster_of_climate_change/#more

 

Fuente: rebelion .org

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