La educación como campo de disputa

Por: Pablo Imen.

El ex ministro Esteban Bullrich tuvo como primer hecho público de su gestión un encuentro en Jujuy, en febrero de 2016, que culminó en la denominada «Declaración de Purmamarca», en la cual el Consejo Federal de Educación «afirma la unánime voluntad de construir sobre lo construido a lo largo de estos años, en pos de concretar los desafíos pendientes…». Dicho de otro modo, el texto valoraba positivamente lo realizado en los gobiernos previos y se comprometía a recorrer un camino con continuidades fundadas en el reconocimiento de lo construido, y la voluntad de avanzar en asignaturas pendientes.

Muy pronto estas palabras fueron desandadas, tanto en el plano del discurso como en el de los hechos, abriendo un proceso de descalificación y desmantelamiento de las construcciones político-educativas y pedagógicas ocurridas entre 2003 y 2015.

En el segundo semestre de 2016 descerrajó contundentes definiciones. En septiembre —en el marco de un acto en Choele Choel— afirmó: «Esta es la nueva Campaña del Desierto, sin espadas, con educación». En octubre —en el marco del coloquio empresarial de IDEA— advirtió que «este sistema educativo no sirve más» lo cual desmiente el compromiso de febrero y reafirma su amenaza de septiembre. Un mes después en la 22 Conferencia de la UIA remató otro basamento del proyecto educativo de Cambiemos. Dijo Bullrich: «Yo no me paro aquí como ministro de educación, me paro como gerente de recursos humanos».

En el plano de los hechos hubo acciones muy concretas en dirección inequívoca: reducción presupuestaria, vaciamiento de los programas centrales del Ministerio de Educación, profundización de una descentralización desigualadora —tanto en el plano de los programas antes coordinados por Nación como en el de las negociaciones paritarias—, introducción o profundización de la mercantilización educativas (desde el Acuerdo Federal Minero al convenio con Microsoft, pasando por ONGs como Enseña por Argentina o Junior Achievement). Se anunciaron programas como Escuelas del Futuro —un proyecto que pone en el centro del proceso educativo a la tecnología— y en CABA se avanzó con iniciativas muy fuertes y controvertidas como las orientadas a la radical reforma del nivel secundario (Secundarias del Futuro) o la amenaza del cierre de los Institutos de Formación Superior Docente para su reemplazo por una Universidad de CABA para la formación de futuros docentes en la Ciudad. Iniciativas como el desprolijo pero revelador proyecto de ley denominado Plan Maestro van delineando un corpus ideológico, político educativo y pedagógico.

En suma, esta política educativa fundada en la descalificación de lo existente y en la imposición inconsulta de proyectos de cambios regresivos se sostiene en un sustrato mercantilista, tecnocrático y autoritario. La voluntad del elenco gobernante para propiciar cambios profundos regresivos se ha revelado en todos los planos de la política pública.

En el caso de la educación pública se debió enfrentar al menos a tres factores resistentes a las orientaciones de Cambiemos. En primer lugar, a una acendrada y rica tradición de educación pública asentada —con todas sus tensiones internas, contradicciones e insuficiencias— en una idea muy consolidada de Estado Docente y de educación como derecho ciudadano, social y humano. En segundo lugar, a un colectivo docente con una larga tradición democrática y combativa nacida con el mismo Sistema Educativo Formal. En tercer término, a los avances conseguidos en el período de gobiernos kirchneristas en muchos planos de la vida educativa.

El campo de la educación —y particularmente en la extensa esfera de la educación pública— se ve atravesado por un conflicto profundo y de imprevisible desenlace. Por un lado, las fuerzas coaligadas del Poder Ejecutivo, ciertas fracciones del saber experto, empresas interesadas en el promisorio negocio escolar, medios de comunicación propaladores de la crítica a la educación pública y sus protagonistas por todas las vías posibles. Por el otro, asistimos al pronunciamiento crítico sobre la política educativa producto del análisis y la movilización de amplísimas comunidades educativas, sindicatos docentes, movimiento estudiantil, universidades públicas, referentes pedagógicos y organizaciones sociales y políticas.

Estas luchas son abiertas, y en ocasiones, como la instalación de la Escuela Itinerante frente al Congreso, están golpeadas por la violencia institucional promovida por un Estado de talante cada vez más autoritario. La noción de calidad educativa entendida como resultados de operativos de evaluación estandarizados ha sido objeto de críticas fundadas por investigadores, educadores, sindicatos y el movimiento estudiantil. La manipulada relación entre educación y empleo que se propone subordinar la vida escolar a los intereses de la acumulación capitalista ha sido duramente cuestionada en documentos densamente argumentados como en contundentes consignas de lucha.

Mientras se despliega esta agenda resistente, hay en construcción un programa político educativo y pedagógico identificado con el llamado del Movimiento Pedagógico Latinoamericano, fundado por la Internacional de la Educación en 2011, en Bogotá y conformado por sindicatos docentes, movimientos sociales, referentes pedagógicos, espacios culturales, etc.

Las expediciones pedagógicas, la sistematización de experiencias, los encuentros y congresos pedagógicos promovidos por sindicatos docentes y universidades públicas constituyen dispositivos que revelan un mundo invisibilizado por los factores de poder interesados en difundir una noción de educación pública como campo minado y trágico.

Esos espacios —aún insuficientes pero en expansión— dan cuenta de experiencias pedagógicas en las cuales el educando es el centro del proceso educativo, y que se proponen lograr una educación para la vida y por la vida. Son innúmeros los proyectos que apuntan a una educación de inspiración emancipadora, capaz de promover la autonomía de pensamiento, de atender al desarrollo integral de todos los aspectos de la personalidad, de introducir un modelo de trabajo liberador, estimular la libre expresión, formar ciudadanos gobernantes fundados en el aula y la escuela como construcción colectiva.

La educación se convierte en un complejo territorio de lucha. Por un lado, entre la agenda neocolonial, neoliberal y neoconservadora del macrismo y las resistencias de comunidades e instituciones educativas. Por otro, en la afirmación de una pedagogía radicalmente democrática que se funda en una historia latinoamericana de invenciones —desde Simón Rodríguez a Paulo Freire— que está en construcción y reconstrucción permanente.

Fuente del artículo: https://www.lacapital.com.ar/educacion/la-educacion-como-campo-disputa-n1528812.htm.

 

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