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Declaración de la ilegalidad de la pobreza ante la ONU

Leonardo Boff

El escandaloso aumento de los niveles de pobreza en el mundo ha suscitado movimientos para erradicar esta llaga de la humanidad.

El 9 de mayo tuvo lugar un acto en la Universidad Nacional de Rosario promovido por la Cátedra del Agua, un departamento de la Facultad de Ciencias Sociales, coordinado por el prof. Anibal Faccendi, para llevar a cabo una Declaración sobre la ilegalidad de la pobreza. Tuve la oportunidad de participar y hacer la charla de motivación. La idea es conquistar apoyos del congreso nacional, de la sociedad y de personas de todo el continente para llevar esta demanda ante las instancias de la ONU con el fin de darle la más alta validación. Ya antes, el 17 de octubre de 1987 Joseph Wresinski había creado el Movimiento Internacional ATD (Actuar Todos para la Dignidad) que incluía el Día Internacional da Erradicación de la Pobreza. Este año será celebrado el día 17 de septiembre en muchos países que se han adherido al movimiento.

La Declaración de Rosario viene a reforzar este movimiento presionando a los organismos mundiales de la ONU para declarar efectivamente el hambre como ilegal. La Declaración no puede quedarse tan solo en su aspecto declaratorio. Su sentido es poder crear en las distintas instituciones, en los países, en los municipios, en los barrios, en las calles de las ciudades, en las escuelas, movilizaciones para identificar a las personas sea en situación de pobreza extrema (vivir con menos de dos dólares y sin acceso a los servicios básicos) o simplemente de pobreza, que sobreviven con poco más de dos dólares diarios y con acceso limitado a la infraestructura, vivienda, escuela y otros servicios mínimos humanitarios. Y organizar acciones solidarias que los ayuden a salir de esta urgencia, con la participación de ellos mismos.

En 2002 Kofi Annan, antiguo secretario da ONU declaraba con firmeza: «No es posible que la comunidad internacional tolere que prácticamente la mitad de la humanidad tenga que subsistir con dos dólares diarios o menos en un mundo con una riqueza sin precedentes».

Efectivamente, los datos son estremecedores. OXFAM que es una ONG que articula muchas otras en varios países y que se ha especializado en estudiar los niveles de desigualdad en el mundo, presenta todos los años sus resultados, cada vez más aterradores. Generalmente OXFAM suele ir a Davos, en Suiza, donde se encuentran los mayores ricos epulones del mundo. Presentan los datos que los dejan desenmascarados. Este año, en enero de 2017 revelaron que 8 personas (la mayoría estaba allí en Davos) poseen una riqueza equivalente a la de 3,6 mil millones de personas. Es decir, cerca de la mitad de la humanidad vive en situación de penuria sea como pobreza extrema, sea simplemente como pobreza, al lado de la más degradante riqueza.

Si leemos afectivamente, como debe ser, tales datos, nos damos cuenta del océano de sufrimiento, de enfermedades, de muerte de niños o de muerte de millones de adultos, estrictamente a consecuencia del hambre. Entonces nos preguntamos: ¿Dónde ha ido a parar la solidaridad mínima? ¿No somos crueles y sin misericordia con nuestros semejantes, ante aquellos que son humanos como nosotros, que desean un mínimo de alimentación saludable como nosotros? Se les remueven las entrañas viendo a sus hijos e hijas que no pueden dormir porque tienen hambre, y ellos mismos teniendo que tragar en seco trozos de comida recogidos en los grandes basureros de las ciudades, o recibidos de la caridad de la gente y de algunas instituciones (generalmente religiosas) que les ofrecen algo que les permite sobrevivir.

La pobreza generadora de hambre es asesina, una de las formas más violentas de humillar a las personas, arruinarles el cuerpo y herirles el alma. El hambre puede llevar al delirio, a la desesperación y a la violencia. Aquí cabe recordar la doctrina antigua: la extrema necesidad no conoce ley y el robo en función de la supervivencia no puede ser considerado crimen, porque la vida vale más que cualquier otro bien material.

Actualmente el hambre es sistémica. Thomas Piketty, famoso por su estudio sobre el Capitalismo en el siglo XXI, mostró como está presente y escondida en Estados Unidos: 50 millones de pobres. En los últimos 30 años, afirma Piketty, la renta de los más pobres permaneció inalterada mientras que en el 1% más rico creció 300%. Y concluye: «Si no se hace nada para superar esta desigualdad, podrá desintegrar toda la sociedad. Aumentará la criminalidad y la inseguridad. Las personas vivirán con más miedo que esperanza».

En Brasil hemos abolido la esclavitud, ¿pero cuándo haremos la abolición del hambre?

 

Fuente del articulo: https://leonardoboff.wordpress.com/2017/05/14/declaracion-de-la-ilegalidad-de-la-pobreza-ante-la-onu/

Fuente de la imagen: http://www.andes.info.ec/sites/default/files/field/image/hambre.jpg

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Canadá: Lax school fundraising rules widening gap between rich and poor, advocates say

Canadá/Junio de 2017/Fuente: CBC News

Fuente:  Una recaudación de fondos desigual en las escuelas de Ontario está ampliando la brecha entre los niños de familias de ingresos altos y bajos, según un grupo de defensa de la educación. Según un informe de People for Education, el abismo que separa las escuelas que más dinero recaudan y las escuelas que aumentan menos se ha duplicado en la última década. Por cada dólar que suba el 10 por ciento, el 10 por ciento sube $ 49, el grupo encontró.

Uneven fundraising by Ontario schools is widening the gap between children from high- and low-income families, an education advocacy group says.

According to a report from People for Education, the chasm separating schools that raise the most money and schools that raise the least has doubled over the past decade. For every dollar the bottom 10 per cent raises, the top 10 per cent raises $49, the group found.

‘We were surprised by how much the gap has grown.’– Annie Kidder, People for Education

«We were surprised by how much the gap has grown,» said Annie Kidder, the group’s executive director. «It’s paying for everything from laptops to library books to playing fields.»

Topping the list in 2015 was a school that raised $250,000, while some schools raised nothing. Eastern Ontario elementary schools ranked second-lowest in median fundraising, according to the data.

Nearly all elementary and secondary schools in Ontario reported holding fundraising activities in 2015.

Kidder said successful schools may be using the money to build new playgrounds, while lower earners might struggle to implement basic breakfast programs.

«You create these have and have not schools,» she said.

Province sets rules

The Ontario government sets rules around fundraising by public schools. For example, the funds can’t be used to pay for things that generally come from provincial grants, such as textbooks or building repairs.

«Field trips, guest speakers and scholarships are appropriate, but capital projects that significantly increase operating costs, classroom learning materials and textbooks are not, because they are already publicly funded,» said Heather Irwin, a Ministry of Education spokesperson.

The ministry suggests schools use the money they raise to fund scholarships or field trips, but schools are only mandated to report the amount they collect — not what they spend it on.

The province encourages school boards to fund matching programs in different schools throughout their districts, but in the end the distribution of funds is up to the boards, which have different policies.

Rules too vague, advocate says

«We are not saying fundraising should be banned,» Kidder said. «The problem comes with where we draw the line. The line is kind of grey right now.»

Kidder calls the result a «double advantage, double disadvantage situation» because children from wealthier backgrounds tend to attend schools that raise more money, while children from low-income families tend to go to schools that raise less.

«The premise of public education is to level the playing field. We wish our schools wouldn’t replicate the inequity we have on the outside,» Kidder said.

People for Education is calling on the government to come up with stricter rules governing fundraising and the distribution of that money among schools.

«I hope it’s everybody’s hope that schools are equal.»

Fuente: http://www.cbc.ca/news/canada/ottawa/fundraising-gap-ontario-schools-1.4147149

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La “Peste Blanca” del siglo XXI

Por: James Petras

Exterminio del proletariado blanco y pobre en los Estados Unidos

Traducido del inglés para Rebelión por César P. Guidini Joubert

Presentación

En el curso de los dos decenios pasados en los Estados Unidos se registraron cientos de miles de fallecimientos prematuros [i] por culpa de médicos que recetan de forma totalmente irresponsable calmantes y demás depresores del sistema nervioso central, como los tranquilizantes, los cuales provocan enviciamiento, y también a causa de las contraindicaciones de tales medicamentos, cuyas consecuencias son mortales. El hecho innegable es que esos fallecimientos corresponden en su inmensa mayoría a individuos que son raza blanca y pertenecen a la clase trabajadora y a la clase media baja que vive en las regiones rurales y en las ciudades en las que cerraron las fábricas [ii] . La clase dirigente y los grandes mandamases de la oligarquía decidieron, con toda discreción, desprenderse de esa parte del país porque consideran que “sobra”. La víctima y los parientes que la sobreviven carecen de la más mínima posibilidad de conseguir que se les indemnice para reparar la negligencia general y la codicia que llevan al enviciamiento y a la muerte. El gobierno en su conjunto y la prensa, que obedece a la oligarquía, omiten deliberadamente informar de las causas últimas de la epidemia e investigarlas en consecuencia, y lo único que se puede leer y escuchar son las clásicas peroratas, pomposas y superficiales, sobre el problema.

Se examinarán en primer término las proporciones y los pormenores de la epidemia y se señalarán las causas últimas, tras lo cual se expondrán soluciones.

Cotejo de cifras

En el concierto de los países adelantados de Europa y Asia los Estados Unidos pueden reivindicar la dudosa distinción de que cuentan con la tasa más elevada de aumento del fallecimiento prematuro de individuos jóvenes y adultos de extracción obrera y de clase media baja [iii] ; ese aumento de la mortalidad prematura no se registra siquiera en los países que no son tan adelantados, salvo en los tiempos de guerra. Tal devastación, que es exclusivamente propia de los Estados Unidos, se concentra en la población blanca, pobre y con escasos estudios que vive en los pueblos y ciudades pequeñas y en las regiones rurales.

El fenómeno ya no se puede ocultar: en el curso de los dieciséis años pasados (2000 a 2016), la tasa de fallecimiento del obrero norteamericano que tiene de 50 a 54 años de edad se duplicó y pasó de 40 a 80 por 100.000 [iv] . Por el contrario, en Alemania la tasa de mortalidad del individuo de características semejantes descendió de 60 a 42 por 100.000 y en Francia lo hizo de 55 a 40 por 100.000 (2). Además, en los Estados Unidos la tasa de mortalidad del obrero blanco marginado aumentó en comparación con la cifra correspondiente a la población negra y a la procedente de América Latina. Dicho aumento de la muerte prematura señala un notable deterioro de las condiciones de vida de una fracción descomunal de la población de los Estados Unidos. Los fallecimientos se atribuyen fundamentalmente a la notable alza del suicidio, a las complicaciones que acarrean la obesidad y la diabetes, y muy particularmente, al “envenenamiento”, concepto genérico en el que, además del alcohol, los estupefacientes, y, sobre todo, los analgésicos narcóticos que receta el médico, cabe un amplio espectro de contraindicaciones.

A juicio de algunos pretendidos “especialistas” que “dominan” el problema del vicio con medicamentos, el alza de la tasa de mortalidad del obrero de los Estados Unidos se atribuye a “la mundialización y la automatización” (3). Eso es un ejemplo de lo que se denominan explicaciones “superficiales” o “falsas”, y se llaman así porque el fenómeno no se registra en los demás países industrializados; en efecto, incluso si se consideran el Japón, el Canadá y el Reino Unido, cuya economía se transformó por causa de la “mundialización” y de la moderna automatización, en ninguno de ellos se observa que aumente la mortalidad de la parte fundamental de la población.

La mortalidad del obrero del Reino Unido, Canadá y Australia se mantiene estable en unos cuarenta fallecimientos por cien mil, o sea, la mitad de la tasa de los Estados Unidos, pese a que esos países no presentan grandes diferencias en lo que respecta a las características demográficas y a la cuota del mercado mundial. La clave para comprender el presente fenómeno radica en la atención que el capital y la estructura dominante de los Estados Unidos prestan a las necesidades de la mano de obra, que ya no resulta necesaria por causa de la transformación que se opera en la economía

En los Estados Unidos el obrero blanco adulto, mal remunerado y que, con suerte, cursó la enseñanza secundaria, sobre todo el que cumple labores manuales, registra una mortalidad que cuadriplica la de aquel otro que fue a la universidad. El aumento espectacular de la mortalidad en dicha categoría demográfica se corresponde con la mayor proporción de obreros y sus familias que ya no gozan de la debida atención médica a cargo del patrón. La desaparición de los puestos de trabajo seguros y bien remunerados de la industria fabril provoca que se extiendan los fallecimientos prematuros en dicha capa de la sociedad.

En otras palabras, las muertes evitables en el mundo del trabajo aumentan de forma paralela al éxodo de fábricas al extranjero, la automatización y la contratación de obreros inmigrantes y de obreros autóctonos sin seguro y que trabajan por horas, todo lo cual acarrea que desaparezca la atención médica completa que recibe la clase trabajadora, pero precisamente gracias a eso es que la tasa de ganancia del gran de capital puede aumentar sin pausa. En otras economías capitalistas adelantadas de Europa y Asia se mantienen intactas las instituciones de salud pública y previsión social, que son de carácter universal y cumplen debidamente la misión de aliviar el daño que causan a la salud del obrero la mayor inseguridad del puesto de trabajo y el deterioro de las condiciones de vida. Dichas instituciones de salud pública salvan millones de vidas y ése es uno de los contrastes más marcados que separan a la medicina de los Estados Unidos de la que está vigente en el resto del mundo industrializado.

El “OxyContin” [v] , la Peste Blanca

La causa última de la descomunal alza de la mortalidad de obreros en los Estados Unidos es, ante todo, la decisión que tomó la clase capitalista de suprimir la atención médica general y en buenas condiciones de que gozaba el trabajador a la vez que se rebajaba el salario y se enviaban al extranjero muchos puestos de trabajo. Por esa causa, y en vista del descenso de su ingreso, el obrero no puede darse el lujo de pagar para sí y para su familia las sumas astronómicas que representan la prima del seguro de salud, la consulta al médico y la receta y la franquicia. Tampoco tiene para pagar la abultada factura de la “terapia física y rehabilitación” cuando sufre un accidente, todo lo cual explica que prefiera que le receten un analgésico narcótico gracias al que podrá soportar el dolor crónico [vi] mientras sigue trabajando.

En segundo lugar, el personal médico (médicos, enfermeras y auxiliares médicos) está sometido a fuertes presiones del patrón para que dedique el menor tiempo posible tiempo al paciente que padece de dolor crónico y lesiones por accidentes del trabajo, sobre todo, los que cuentan con recursos limitados. El salario y la retribución extraordinaria dependen generalmente del número de pacientes que se atienden por día. La clásica receta, especialmente cuando se prescriben narcóticos, sedantes, ansiolíticos y somníferos, ahorra tiempo y dinero al médico y al hospital privado. Muy rara vez recibe el obrero accidentado y el que sufre de dolor crónico el examen detenido de la historia, el debido reconocimiento, el diagnóstico serio y el consiguiente tratamiento y vigilancia posterior, pues todo eso cuesta mucho dinero.

Las sociedades farmacéuticas fabrican miles de millones de opioides de síntesis [vii] , de muy bajo costo de producción, pero cuya ganancia es descomunal, pues rinden muchísimo más que los denominados “medicamentos estrella”. Los multimillonarios dueños de los laboratorios que se dedican a los analgésicos narcóticos contratan a legiones de vendedores que visitan a los médicos y a las clínicas del dolor, aprovechando que operan en un ramo que carece prácticamente de reglamentación y que es ajeno por completo a la intervención y vigilancia del Estado capitalista. Los valedores de la industria farmacéutica gastan cientos de millones de dólares en los políticos y jerarcas públicos para proteger su ganancia, aún a costa de que aumente el número de muertes por sobredosis de quienes no pueden vivir sin el opioide que le receta el médico. La falta absoluta de intervención del Estado en la presente epidemia no tiene parangón en el mundo industrializado. Esa malévola indiferencia prueba que existe un darwinismo social, tácito, pero de carácter oficial, y que opera en las más altas esferas; es la misma ideología y práctica que antes era patrimonio exclusivo de los más ardientes defensores del fascismo y de las teorías de la eugenesia.

¿Qué da al gran capital impunidad para el asesinato?

El envenenamiento con los narcóticos recetados y con la mezcla de tranquilizantes, alcohol y estupefacientes, de consecuencias mortales, es la primera causa de fallecimiento prematuro, y evitable, en el mundo del trabajo. También debería figurar en la categoría de fallecimiento por sobredosis el obrero que pasa del vicio del estupefaciente que le receta el médico al estupefaciente que se vende en la calle, pues, en última instancia, el vicio que padece comienza en el hospital que lo atiende. Aunque nunca lleguen a conocerse, el traficante de la calle es socio del mundo de la empresa privada y de esas clínicas del dolor, que siempre están relucientes de limpias.

Las muertes prematuras por sobredosis causan increíble sufrimiento a los amigos y parientes de la víctima, pero a los ojos del “gran capital” constituyen un hecho favorable, y por esa razón la epidemia ha permanecido casi oculta por espacio de dos decenios. La prensa de los pueblos de provincia acostumbra dedicar extensos y conmovedores párrafos en recuerdo del abuelito fallecido en los que no faltan tiernas palabras acerca de la enfermedad que se lo llevó, mientras que la muerte por sobredosis del padre adulto o de la madre que fue despedida del trabajo es llorada en el anonimato y en silencio.

El fallecimiento prematuro del obrero por sobredosis engrosa considerablemente la ganancia del patrón, pues así disminuyen los gastos generales en concepto de despido, pensión, medidas de seguridad en el trabajo y cuantos otros gastos en atención médica corran de cuenta de la empresa. Se extingue el subsidio de paro y la contracción de la población trabajadora hace que bajen los tributos municipales destinados a sufragar la enseñanza y los servicios y provoca que se contraiga también la demanda de servicios sociales. No es coincidencia alguna que el marcado aumento de la muerte prematura de obreros coincida con la increíble concentración de riqueza en manos de los grandes oligarcas de los Estados Unidos.

En tales circunstancias, la fuerte merma del salario y de los derechos sociales sumada a la mayor inseguridad del puesto de trabajo hace cundir un miedo profundo en el mundo del trabajo. La mayor parte de las veces el obrero que ve con terror la pobreza en que quedará sumida su familia por la pérdida de un puesto de trabajo decente continúa trabajando a pesar de que se encuentre accidentado o enfermo y para llegar a duras penas al fin de la jornada tiene que tomar estupefacientes legales y de otro tipo. Combate el estado de inseguridad, la ansiedad y el insomnio con otros medicamentos que, a su vez, agravan el riesgo de sobredosis. El miedo y el clima envenado que reina en el lugar de trabajo lo obligan a abstenerse de solicitar la licencia de enfermedad y una buena terapia física rehabilitadora por la vía del seguro de salud de la empresa.

Los calmantes más “eficaces” y que están respaldados por una enorme propaganda, como el OxyContin, suelen ser los que provocan un enviciamiento más veloz y de consecuencias mortales. Los representantes de la industria farmacéutica que visitan clínicas y hospitales se encargan de ocultar deliberadamente la peligrosa naturaleza enviciante de esos “medicamentos milagrosos”. La víctima de tales fármacos enviciantes es casi siempre el obrero mal pago y el que no tiene trabajo, y el médico que hace la receta es un fiel servidor del patrón capitalista y de las grandes farmacéuticas. Los laboratorios cuentan con la protección de las altas esferas del Estado y, a su vez, los funcionarios de jerarquía “media” se encargan de proteger a los propietarios y al personal médico de los hospitales y las clínicas del dolor, que están en manos privadas.

Los autores de ese asesinato colectivo por sobredosis sacan un provecho descomunal y con total impunidad del caos que se provoca, pero no ocurre lo mismo con el pequeño traficante callejero que puebla las atestadas y gigantescas prisiones de los Estados Unidos. No hay un solo organismo federal, policial o de seguridad que siquiera se atreva a perseguir y enjuiciar a los propietarios de esas enormes sociedades farmacéuticas. En efecto, el brazo de la seguridad y la justicia del Estado hace de cómplice del enviciamiento colectivo, aunque los agentes de policía no son más inmunes a los narcóticos con receta que las enfermeras y demás personal médico que deben tratar a las víctimas de los accidentes de trabajo. En realidad, el problema de la muerte por sobredosis de medicamentos narcóticos que afecta al personal médico y del servicio de seguridad (incluidos los frecuentes casos de suicidio por sobredosis de quienes pierden el puesto de trabajo por culpa del consumo de narcóticos) constituye una tragedia pública de la que no se tiene noticia y por la cual nadie llora. Tampoco escapan al problema los soldados que regresan de las guerras imperiales en el Medio Oriente y el Sudeste Asiático.

Las contradicciones de una sociedad que otorga impunidad a los capitalistas que perpetran esa epidemia de muerte (la “guerra del opioide” [viii] contra la clase obrera sobrante) y, al mismo tiempo, gasta miles de millones de dinero del Estado para encarcelar al pequeño traficante de la calle y al cliente ilustran que el gobierno federal y el de los estados se encuentran sumidos en el caos y les resulta imposible intervenir como se debe en favor del ciudadano.

Con oportunidad de las elecciones internas y presidenciales del año pasado y la difusión por radio y televisión de las respectivas campañas (por primera vez) los políticos nacionales fueron interpelados en numerosas ocasiones por los ciudadanos de los pueblos de provincia que estaban alarmados por la devastación que sufren por culpa de los medicamentos narcóticos y la muerte por sobredosis. El candidato Trump hizo varias declaraciones sumamente emotivas acerca de la cuestión y, por su parte, resulta interesante destacarlo, la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, no hizo la más mínima mención al problema a lo largo de la campaña, a pesar de que no cesó de pregonar y vanagloriarse de los “logros” que ella había conseguido en el campo de la salud.

En los últimos meses las proporciones que reviste el fallecimiento por sobredosis en los pueblos pequeños y en el campo provocaron movilizaciones populares que reclaman que el Estado haga algo. Como era de esperar, entonces se reunió rápidamente un pequeño ejército de catedráticos, especialistas y entendidos, y asociaciones privadas (ONG) y se presentó para reclamar más fondos para “investigación, formación y tratamiento”. Los mismos propietarios de las clínicas del dolor, que llevan a tantos a caer en el vicio de los medicamentos, decidieron ampliar el campo comercial y ahora se denominan “clínicas de rehabilitación”, cuyo fin es complementar la labor de las asociaciones de apoyo a la víctima y que proliferan como hongos después de la lluvia.

Ninguna de esas empresas oportunistas, más que discutibles, se propone “instruir” políticamente y movilizar al obrero enviciado con medicamentos y al resto de la ciudadanía para reclamar que se cree una institución nacional de salud pública universal como hay en otros países en los que no existe el problema del envenenamiento por medicamentos. Ni siquiera se encargan del problema de los accidentes de trabajo y de que el obrero sea tratado con opioides porque no se le presta un servicio de rehabilitación y terapia física. Los profesionales de la medicina prefieren remitir al paciente a los centros de tratamiento, en los que el problema del vicio se tratará con medicamentos que lo agravan, como la metadona, en vez de hacer frente a las consecuencias devastadoras de la quiebra de las instituciones de salud pública de los Estados Unidos, que están en manos de los seguros de salud privados que buscan el lucro a toda costa, y en consecuencia, organizarse para atender como se debe al paciente.

Del mismo modo, las instituciones de trabajo y los sindicatos del ámbito federal y estatal omiten cuidadosamente hablar de los estragos que la epidemia causa en la mano de obra. En un editorial del New York Times del 16 de octubre de 2016 se señala que millones de hombres en edad de trabajar se encuentran totalmente fuera del mercado de trabajo por causa de “dolor e incapacidad” y una parte considerable de ellos vive con analgésicos narcóticos. El efecto prolongado es obvio: el tratamiento enviciante con dichos medicamentos destruye la disciplina interna del obrero, que es imprescindible para que la industria produzca. Sería inimaginable que los industriales y los gobernantes de Alemania y de China aceptaran las consecuencias prolongadas de tal fenómeno. Ése es apenas un brillante ejemplo que revela la actitud arrogante y displicente con que la oligarquía y el mundo de la política de los Estados Unidos tratan a la mano de obra del propio país.

Los asesinos y sus víctimas se califican por su clase social y no por los “estudios” o los “conocimientos de informática” que posean. Los capitalistas de la industria farmacéutica producen mortíferas mercancías que se distribuyen con astronómicos recargos en decenas de miles de farmacias. Los destinatarios de esa mercadería son el trabajador y el individuo de clase media baja que cae víctima del envenenamiento.

Por su parte, los capitalistas y los oligarcas no tienen la más mínima necesidad de recurrir al seguro de salud, pues tienen a su disposición sus propias y exclusivas clínicas de lujo que son atendidas por el correspondiente cuadro de médicos de renombre y enfermeras que les brindan la mejor atención que se conoce. A ellos jamás se les ocurriría permitir que sus parientes fueran tratados con esos medicamentos enviciantes que devastan la vida de millones y millones de ciudadanos inferiores y los cuales les hacen ganar enormes sumas de dinero. Aunque uno nunca pueda ver y, mucho menos, visitar esas clínicas de lujo, no es difícil entender las consecuencias mortíferas que provoca ese apartheid en el campo de la medicina.

Haciendo gala de un optimismo que no es extrañar, la prensa de los Estados Unidos da cuenta de que, gracias al problema de la mortandad por sobredosis, los hospitales que realizan trasplantes cuentan ahora con numerosas partes del cuerpo que son necesarias. ¡No se consuela quien no quiere!

La clase capitalista que ha desencadenado esa “guerra del opioide contra la clase obrera” no tiene el menor problema en donar decenas de millones de dólares a los candidatos a la presidencia y los demás dirigentes de los partidos políticos para asegurarse de que las autoridades que designen en los denominados organismos de inspección del Estado se esfuercen por proteger sus ganancias en vez de la salud pública del ciudadano. Los oligarcas gozan de inmunidad casi total y eterna de dichos organismos fiscalizadores. Si, alguna vez el escándalo de las inmensas pérdidas de vidas humanas que causan los medicamentos que envenenan llega por casualidad a afectar su vida refinada del mundo de la filantropía de las bellas artes y demás actividades de la élite, tienen a su disposición legiones de “moralistas” de la prensa y del mundo oficial que se encargan de culpar a las víctimas por los hábitos malsanos que les arruinan la vida.

Una de esas compañías es Purdue Pharmaceuticals, que fabrica el OxyContin y que es propiedad de la familia Sackler, cuyos fundadores pertenecen a la cúpula de los filántropos de la cultura de los Estados Unidos. Desde que, en 1995, comenzó a girar en el ramo de los calmantes, lucrativo como no hay otro, el OxyContin redituó a la Purdue 35.000 millones de dólares y los Sackler pudieron entrar en el Olimpo de los archimillonarios del país. A ninguno de los conservadores de las Galerías Sackler y del ala Sackler del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York se le ocurriría hacer una exposición de “realismo social” que ilustre el inmenso sufrimiento y muerte que los medicamentos de sus patrones causan a millones de individuos de clase baja; pero ocurre que los gustos cambian y el “realismo social” ya no está de moda en el apartheid de clase que los Sackler y sus amigos impusieron en el país.

Los estudios serios y rigurosos sobre la evolución demográfica también han quedado anticuados. Un antiguo director de la Administración de Alimentación y Farmacia (FDA) sostiene que la moda de recetar opioides de forma indiscriminada constituye uno de los “mayores errores de la historia de la medicina moderna”, pero no hizo nada para contener la epidemia durante el período en el que estuvo al frente del organismo (1990 a 1997) ni para llamar la atención acerca de sus devastadoras consecuencias después de que dejara el cargo. En efecto, el doctor David Kessler [ix] esperó hasta hace muy poco para sumarse al coro de quienes lamentan la epidemia de opioides a raíz del sonado fallecimiento por sobredosis de Prince, la estrella del rock, y fue solamente entonces que escribió un artículo de opinión en el New York Times del 6 de mayo de 2016 [x] .

Los profesores de universidad reciben subsidios de las grandes fundaciones nacionales para “estudiar el problema de los opioides” con el fin de elucidar particularmente los trastornos psicológicos que padece la víctima de sobredosis y las patologías sociales del traficante de la calle. Eso desvía la atención de los laboratorios farmacéuticos, que lucran con la epidemia, y de los gobernantes del capitalismo, que prepararon el terreno para ese envenenamiento colectivo en todo el país. Pero, el ascenso en la universidad, el reconocimiento de los colegas y los jugosos subsidios de investigación no son para quien cometa la tontería de señalar con el dedo a las farmacéuticas asesinas, las peligrosas condiciones de condiciones de trabajo, las horas extras, la escasa paga, el aumento de los accidentes de trabajo y las enfermedades y la desesperación que hacen que el obrero pase de manos de la empresa asesina a manos del “papá laboratorio”, ni tampoco para el que se atreva a denunciar a los médicos que estimulan al trabajador a que recurra al veneno de los calmantes en vez de reivindicar aumento de salario, mejor atención médica, mejores condiciones de trabajo y un futuro de verdad para su familia.

Es urgente que se tomen medidas en serio. La realidad de los cientos de miles de fallecimientos por culpa de la “receta de la muerte” y de los millones de víctimas del vicio de los medicamentos deben reclamar que se cree una fiscalía especial nacional que se dedique de forma exclusiva a desentrañar las causas últimas de esta epidemia que no remite y las cuales radican en el ánimo de lucro que mueve a la élite social y económica del país. La investigación deberá encaminarse a perseguir a la extensa red de chantajistas y propiciadores, en la que caben desde los valedores de los laboratorios farmacéuticos y los jerarcas del Estado corruptos hasta los médicos y los periodistas, porque la presente epidemia afecta a decenas de millones de trabajadores y a su familia, amigos, compañeros de trabajo y al medio en el que viven. ¿Y dónde están los defensores del niño que representen los intereses de los miles de hijos de madres de las comarcas rurales atrapadas por el OxyContin que nacen con el síndrome de abstinencia neonatal y que desbordan la capacidad de los hospitales del campo y de los pueblos?

Soluciones

La cadena que forman el enviciamiento con medicamentos y la muerte por sobredosis obliga a hacer algo más que propaganda con las típicas fotos de los centros de tratamiento de los pueblos. En efecto, hay que encarar decididamente el problema de los opioides con receta y enjuiciar en consecuencia a los laboratorios criminales, y perseguir, sobre todo, a los capitalistas que explotan al obrero vulnerable, le niegan protección, condiciones de trabajo seguras y la atención médica debida. Se impone una transformación fundamental de la relación del capital y el trabajo en este país.

Los planes del capital, que merman el salario y la seguridad del obrero, obligan a contar con un ejército de reserva más numeroso, que forman los desocupados y los trabajadores mal pagos. Habiendo tantos obreros autóctonos que sufren incapacidad por accidentes y otros que están apartados del mundo del trabajo por culpa del enviciamiento, se debe recurrir a la mano de obra zafral procedente del extranjero, cuyo país de origen se encargó de que esa mano de obra creciera, estudiara y se preparara para la vida, con el consiguiente gasto. En otras épocas eso se llamaba “éxodo de cerebros”, pero ahora es el “éxodo de cerebros y de músculos hábiles”. Gracias a los recursos que gastan otros países para criar e instruir a la mano de obra que luego emigra, el capitalismo y los gobernantes de los Estados Unidos pueden recortar drásticamente el gasto social que se destina a instruir y cuidar la salud del trabajador autóctono.

No hay otra forma de contrarrestar ese fenómeno en los Estados Unidos que instaurar una norma de inmigración que sea racional, calibrando bien previamente el número, composición y condiciones de la mano de obra nacional. Hay que poner límites al poder que tiene el capital de contratar y despedir libremente al obrero estadounidense y de arrasar en consecuencia pueblos y regiones enteras.

Los valedores de los grandes laboratorios farmacéuticos y los organismos oficiales de inspección, que lucraron o simplemente pasaron por alto el gigantesco problema del vicio de los medicamentos y la muerte por sobredosis, deberán recibir el mismo trato que el delincuente que mata y el que causa lesiones.

Los médicos, que deciden recetar grandes dosis de medicamentos narcóticos muy potentes que llevan al enviciamiento y a la sobredosis mortal, deberán ser reeducados y sometidos a vigilancia, si no quieren perder la licencia y verse obligados a responder ante la justicia. Desde los primeros momentos de la epidemia, conocían la naturaleza de dichos medicamentos que provocan enviciamiento. No son pocos los propios médicos y personal auxiliar que quedan “enganchados”. Los que explotan las denominadas “fábricas de píldoras”, en las que se recetan y venden alegremente toda clase de remedios, deberán ser castigados con severas penas, es decir, largos años de reclusión. Los profesionales de la medicina podrían haber decidido pelear para que el paciente accidentado tuviera la rehabilitación y terapia física necesarias, pero por su avaricia y voracidad contribuyeron al desastre actual. ¿En qué se distinguen, realmente, de los psicólogos de renombre que contrata el gobierno de los Estados Unidos para inventar métodos de tortura?

Sin embargo, hay otros que intentaron dar la alarma. No se puede dejar de reconocer y recompensar a los farmacéuticos, médicos, enfermeras y organismos de inspección que resistieron la presión de recetar y estimular el consumo de los opioides con meros fines de lucro y, en vez, procuraron intervenir para proteger al paciente vulnerable y alertar del problema. Muchos de ellos sufrieron represalias en la vida profesional por su conducta de “denunciante”. La medicina de los Estados Unidos se rige por el lema “primero el lucro y después el paciente”, lo cual explica que sea la única nación industrializada en la que ocurre el presente fenómeno demográfico; eso debería servir de moraleja a aquellos países que piensen instaurar los principios yanquis en el campo de la medicina y, en particular, los métodos lucrativos que se aplican para tratar el “dolor” crónico, con las consecuencias mortales ya conocidas. En un artículo de investigación aparecido hace poco en Los Angeles Times y que se titula OxyContin goes global – “We’re only just getting started” [xi] [“El OxyContin al asalto del mercado internacional: ‘Esto es apenas el principio’”] (18 de diciembre de 2016) se explica con detalle la multimillonaria campaña emprendida por los laboratorios que fabrican opioides para radicarse en otros mercados y se documenta el abrupto aumento de los fallecimientos por sobredosis.

El elemento imprescindible para resolver esta crisis descomunal radica en que se instaure en todo el país un régimen universal de salud pública y que el Estado se haga cargo de él. ¿De dónde saldría el presupuesto necesario? De suprimir las exenciones tributarias a los ricos y de repatriar y gravar los billones (1.000.000.000.000) de dólares de beneficio que las sociedades yanquis guardan en los paraísos fiscales y, también, de gravar las grandes herencias. Ésa sería una medida redistributiva que iría en contra de la inmensa acumulación de riqueza y gracias a la cual habría oportunidades en el campo de la enseñanza, la movilidad social y la promoción en el puesto de trabajo. Sólo entonces se vería que disminuye el consumo desenfrenado de opioides entre los obreros que descienden en la escala social, el número de muertes por sobredosis y también el alza de la mortalidad.

Habría que gravar a las sociedades que se trasladan al extranjero para combatir la fuga de capitales y también imponer un gravamen del uno por ciento a las operaciones de carácter especulativo, como las que se hacen en la Bolsa.

Una institución nacional de salud pública que brindase atención completa rebajaría drásticamente los onerosos gastos generales de administración. También se reducirían notablemente los tratamientos y métodos innecesarios y poco éticos y demás formas de estafa que son endémicas en las actuales instituciones médicas “con fines de lucro”. Los recursos que se consiguiesen con dichos ahorros se destinarían a mejorar la atención médica y los servicios correspondientes.

Con esas reformas de los servicios sociales, la justicia y la tributación se conseguiría sustentar un servicio universal de salud pública para todo el país que se apoyaría en la estructura del actual Medicare [xii] , que ha dado tan buen resultado para la población mayor en los últimos decenios. Además, así se podría fortalecer la mano de obra nacional, que contaría con un obrero sano, bien remunerado, eficiente y que tuviese el puesto de trabajo asegurado.

Los gobernantes y demás dirigentes políticos de los Estados Unidos, actuales y del pasado, dilapidan billones de dólares del presupuesto público en numerosas guerras contra el terrorismo y operaciones de “cambio de régimen” y en sufragar las instituciones carcelarias más descomunales de la historia de la humanidad, pero dejan de lado la muerte prematura y la destrucción de sus propios ciudadanos, provocadas por los métodos “legales” que aplican los laboratorios farmacéuticos y los profesionales de la medicina. Las soluciones se dejan en manos de las generaciones futuras, que deberán meditar lo que se hace, pero ahora los de abajo reclaman con fuerza que se ponga fin a esta crisis. El obrero marginado y los pobres del campo que votaron en masa por primera vez contra la “candidata de las grandes farmacéuticas” Hillary Clinton y eligieron al oportunista “multimillonario” Donald Trump se concentran en las mismas zonas que han sido devastadas por la epidemia de los opioides (y el suicidio de obreros). Esas capas marginadas que siempre fueron despreciadas por los políticos tradicionales y a las que la candidata Clinton tachó de “miserables” [xiii] no necesitarán grandes discursos para convencerlas de que apoyen la creación de un servicio nacional de salud pública, que es el primer paso para encarar el actual problema de la vida y la muerte que sufre el obrero de los Estados Unidos.

Además, la evolución actual de la industria, con el recurso a los adelantos técnicos, como los autómatas y la inteligencia artificial, sirve a la ganancia del capitalista, pues se consigue prescindir del obrero y explotar mejor a los quedan, amén de recortar el oneroso gasto en atención médica y en pensiones. Esa nueva relación del capital y el trabajo puede y se debe substituir por otra, en la que técnica esté al servicio del obrero, ya que se lograría mejorar las condiciones de trabajo y reducir la semana de trabajo de cuarenta a treinta horas con igual salario, que era la reivindicación general del movimiento obrero en la década de 1950.

Pero esos cambios no vendrán de la mano de los proyectos de investigación “neutrales” que llevan a cabo las universidades gracias a los fondos que aporta la patronal ni tampoco de los vacuos seminarios que dictan los “especialistas” de las famosas asociaciones privadas (ONG).

La verdadera oposición a esta “guerra de clase con receta médica” dependerá de la solidaridad y la lucha. El obrero debe librarse de este flagelo. No tiene nada que perder, salvo el peligroso y degradante vicio de los medicamentos, pero tiene en cambio un mundo y un verdadero futuro que ganar. Parafraseando a Trump [xiv] , ¡solamente los obreros pueden hacer que los Estados Unidos se vuelvan a levantar!



Notas del Traductor

[i] Según datos de los Centros de Erradicación y Prevención de Enfermedades, se registraron más de medio millón de fallecimientos en el período comprendido entre los años de 2000 y 2015:

https://www.cdc.gov/drugoverdose/epidemic/?utm_source=Bruegel+Updates&utm_campaign=50f07a51aa-Blogs+review+25%2F03%2F2017&utm_medium=email&utm_term=0_eb026b984a-50f07a51aa-278510293

[ii] Han aparecido últimamente numerosos artículos que dan cuenta del problema en la prensa de los Estados Unidos:

“The Enemy is Us: The Opioid Crisis and the Failure of Politics”  

https://www.dissentmagazine.org/online_articles/opioid-crisis-failure-politics-fda-neoliberalism

“The American opioid epidemics”  

http://bruegel.org/2017/03/the-american-opioid-epidemics/  

“American Carnage: The New Landscape of Opioid Addiction ”

https://www.firstthings.com/article/2017/04/american-carnage

“Mortality and morbidity in the 21st century”

https://www.brookings.edu/wp-content/uploads/2017/03/6_casedeaton.pdf

Why Connecticut’s drug overdose crisis isn’t slowing down

https://overdose.trendct.org/

Why Did The Death Rate Rise Among Middle-aged White Americans?

http://www.newyorker.com/news/john-cassidy/why-is-the-death-rate-rising-among-middle-aged-white-americans

How Government Enables the Opioid Epidemic and Tax-Payers Help Fund It

http://articles.mercola.com/sites/articles/archive/2016/03/16/opioid-addiction.aspx

[iii] Ellen Meara y Jonathan Skinner (“Losing ground at midlife in America”) comparan el fenómeno con el ocurrido tras la disolución de la URSS, en cuya oportunidad la tasa de fallecimiento de varones fue aún más elevada que la actual en los Estados Unidos.

http://www.pnas.org/content/112/49/15006.full

[iv] Shawn Donnan: “White ‘deaths of despair’ surge in US”, Financial Times, 24 de marzo de 2017 https://www.ft.com/content/34637e1a-0f41-11e7-b030-768954394623

[v] http://www.narconon.org/es/informacion-drogas/oxycontin.html

[vi] Se cifra en cien millones el número de pacientes que sufren de dolor crónico:

http://nationalacademies.org/hmd/Reports/2011/Relieving-Pain-in-America-A-Blueprint-for-Transforming-Prevention-Care-Education-Research/Report-Brief.aspx

[vii] http://www.eldiario.es/theguardian/Fentanilo-potente-heroina-New-Hampshire_0_483652257.html

[viii] http://www.eldiario.es/theguardian/historia-opiaceos-Unidos-infantil-militar_0_495900433.html

[ix] https://en.wikipedia.org/wiki/David_A._Kessler

[x] https://www.nytimes.com/2016/05/07/opinion/the-opioid-epidemic-we-failed-to-foresee.html?ref=opinion

[xi] http://www.latimes.com/projects/la-me-oxycontin-part3/

http://www.latimes.com/projects/oxycontin-part1/

http://www.latimes.com/projects/la-me-oxycontin-part2/

[xii] https://es.wikipedia.org/wiki/Medicare

[xiii] https://www.nytimes.com/2016/09/11/us/politics/hillary-clinton-basket-of-deplorables.html

https://en.wikipedia.org/wiki/Basket_of_deplorables

[xiv] El autor parafrasea el lema que presidió la campaña de Donald Trump: “Make America great again!”.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226907&titular=la-%93peste-blanca%94-del-siglo-xxi-

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Entrevista a Carlos Fernández Liria, Olga García Fernández y Enrique Galindo, autores de Escuela o barbarie

Entrevista a Carlos Fernández Liria, Olga García Fernández y Enrique Galindo, autores de Escuela o barbarie
“Hemos pasado de considerar la educación como un derecho a considerarla como una inversión para un negocio vital que va a durar toda la vida”

 

Salvador López Arnal

Carlos Fernández Liria es profesor de filosofía en la UCM. Entre sus numerosos libros cabe citar En defensa del populismo (2015), Para qué servimos los filósofos (2012) y El orden de El Capital (2010, con Luis Alegre Zahonero. Olga García Fernández es profesora de enseñanza secundaria. Milita en las Marea por la Educación Pública de Toledo. Enrique Galindo Fernández es también profesor de enseñanza secundaria. Activista de la Marea Verde.

Nos centramos, en esta conversación, en algunas de las temáticas desarrolladas en su libro Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda, publicado por Akal, Madrid, 2017.

 Antes de entrar en el contenido de vuestro libro permitidme situarme en los alrededores. Escuela o barbarie es el título de vuestro libro. ¿Un homenaje, un recuerdo a la disyuntiva excluyente de Rosa Luxemburgo sobre socialismo o barbarie?

Carlos.- Sí, por supuesto. No hemos tenido socialismo y cada vez tenemos más barbarie, eso nadie lo puede poner en duda. En doscientos años de capitalismo, nos hemos cargado el planeta. No sé si nos hacemos una idea de esto. Doscientos años es apenas un pestañeo en el curso de 50.000 años que lleva el homo sapiens sobre el planeta. El capitalismo, un sistema de producción que no puede descansar, que necesita crecer a un ritmo creciente en un planeta que no crece a su vez, que es redondo y muy limitado, es un sistema suicida, que avanza vertiginosamente hacia el abismo. Con respecto a la escuela pública la nueva ola neoliberal está siendo demoledora. Y es algo muy doloroso, porque la escuela pública es probablemente la más bella de las creaciones humanas de todos los tiempos.

Sois tres autores, ¿cómo os ponéis de acuerdo para el libro?

Carlos.- Ya son quince años de lucha en común. Conocí a Olga y Enrique en la lucha contra el Informe Bricall, lo que fue la antesala de la lucha contra Bolonia. Entonces eran alumnos míos. Lo que ellos hicieron, lo que hicieron los estudiantes de esa generación por salvar la Universidad pública de los planes neoliberales fue impresionante. Estas generaciones de estudiantes han plantado cara a todos los libros blancos, a todos los informes ministeriales, con una competencia que dejaba boquiabiertas a las autoridades académicas. Precisamente por eso jamás se les dejó discutir públicamente en los medios de comunicación. Porque la documentación que manejaban los luchadores antiBricall y los antibolonia (al menos en la Facultad de Filosofía) era abrumadora. En las pocas ocasiones en las que alguna autoridad académica se atrevió a discutir con ellos, en los encierros que tuvieron lugar en la Facultad, por ejemplo (hay que decir a su favor que sí lo hicieron el rector Carlos Berzosa y el que luego fue ministro de educación, Ángel Gabilondo), creo que quedó muy claro que sus argumentos eran incontestables y que sólo se les discutía con lugares comunes, tópicos manidos y apelaciones a la esperanza europea. De la lucha contra el Informe Bricall surgieron muchos de los que hoy son profesores de enseñanza secundaria de Filosofía. La lucha contra Bolonia, por otra parte, fue toda una escuela de pensamiento, en la que se formó toda una generación. De ahí surgió luego Juventud sin Futuro, el 15M y, sin duda, gran parte de Podemos.

¿De qué escuela habláis en vuestro libro? ¿Cómo debemos entender barbarie en el título?

Olga.- Hablamos de la escuela republicana, heredera de los planteamientos de autores como el francés Condorcet y de los españoles Marcelino Domingo y Lorenzo Luzuriaga. Una escuela que, por republicana, está al servicio de la construcción de lo común, de lo público y que, por este motivo, tiene como base la formación de ciudadanos críticos a través del conocimiento; críticos, fundamentalmente, con la sociedad y las instituciones que la alberga. Debemos entender la barbarie como la pretensión de hacer de la escuela el lugar en el que, más que instruir para la emancipación, se eduque para la formación de la conducta a través de dinámicas como el coaching, el «pensamiento positivo», la «iniciativa emprendedora» y toda esta suerte de técnicas para la creación de según qué tipo de sujeto acorde a los intereses corporativos que demande el sistema productivo.

Enrique.- Hablamos, en efecto, de la escuela pública, que es una conquista de las clases populares después de muchas luchas y mucho sufrimiento. No hay que olvidar que escolarizar a los niños y niñas de las clases trabajadoras fue la manera de poder sacarlos del trabajo en las fábricas y en el campo y costó mucho conseguirlo. Que se consiga arrancar una institución como la escuela pública al curso de la historia, a los intereses de los patronos y terratenientes, debe ser considerado una victoria, todo lo precaria que se quiera, de los principios ilustrados y que merece la pena defender a toda costa. Desde luego la lucha no acaba ahí, después hay que defenderla de los intentos de pervertir esa institución y convertirla en otra cosa. Como dice Olga, es precisamente a esos intentos a lo que llamamos barbarie, a la pretensión de convertir la escuela en una mera fábrica de mano de obra, en un gimnasio laboral, olvidando que pertenece a su propia constitución esencial ser, en parte al menos, lo otro del trabajo, el lugar donde cabe siquiera asomarse a eso que Marx llamó «el reino de la libertad», y que la propia palabra «escuela», que deriva de skholé, ocio, recuerda.

Carlos.- Sin darnos cuenta, hemos pasado de considerar la educación como un derecho a considerarla como una inversión para un negocio vital que va a durar toda la vida. Esta jugada se viste siempre con palabras bonitas (prestadas, por cierto, de discursos izquierdistas), pero es una barbaridad. Y nuestro libro intenta diagnosticar hasta qué punto.

¿Por qué es tan salvaje ese neoliberalismo al que apellidáis como salvaje?

Enrique.- Para mí el salvajismo neoliberal consiste fundamentalmente en el ataque sistemático a todas las instituciones que podrían proteger mínimamente a la población de los excesos del mercado desregulado y, complementariamente, en la pretensión insensata de crear un «hombre nuevo» adaptado única y exclusivamente a los parámetros mercantiles: el emprendedor. Si te fijas en el tipo humano que se pretende implantar con esa figura te encuentras con individuos atomizados compitiendo todos contra todos en la jungla del mercado, en una especie de estado natural hobbesiano, artificialmente creado, donde impera el darwinismo social. Eso es de un salvajismo sin precedentes.

Olga.- Porque no deja lugar libre de explotación, literalmente. No existe espacio público no colonizado por sus intereses corporativos. La sanidad, primero, y la escuela pública, después: el lugar de producción de los futuros trabajadores bajo el paradigma de la flexibilidad, del reciclaje permanente (aprendizaje a lo largo de toda la vida) y de la automotivación, de la mentalidad proactiva que se retroalimenta a sí misma para aguantar en una agónica carrera hasta el infinito en la búsqueda de realización personal. Todo ello bajo la condición principal de que, fundamentalmente, este trabajador debe ser consumidor, para mantener infinitamente el margen de beneficios de las diferentes corporaciones internacionales y de los organismos que las defienden (FMI, OMC, OCDE).

Carlos.- Es algo peor que salvaje, es suicida y criminal al mismo tiempo. Es ridículo y estúpido pensar que el capitalismo va a respetar las instituciones republicanas, el estado de derecho, la democracia o la escuela pública cuando ni siquiera es compatible con el equilibrio ecológico más elemental de este planeta. Yo siempre recuerdo las palabras de Dennis Meadows, del que fue, como se sabe, el coordinador del informe del Club de Roma sobre «Los límites del crecimiento», el estudio que en 1972 daría el pistoletazo de salida al movimiento del ecologismo político. Mucho tiempo después, en una entrevista de 1989, al ser preguntado si aceptaría realizar hoy un estudio semejante, respondía: «Durante bastante tiempo he tratado ya de ser un evangelista global, y he tenido que aprender que no puedo cambiar el mundo. Además, la humanidad se comporta como un suicida, y ya no tiene sentido argumentar con un suicida una vez que ha saltado por la ventana». No es muy esperanzador, desde luego. Un suicida que ya ha saltado por la ventana no tiene ni tiempo ni ganas para reflexionar sobre cosas tales como el sentido de la escuela pública.

¿Al delirio de qué izquierda hacéis referencia? ¿Qué tipo de delirio por cierto?

Carlos.- Comenzamos el libro criticando el concepto althusseriano de Aparato Ideológico de Estado (AIE). Sobre el tema de la escuela, la izquierda de los años sesenta-setenta comenzó implantando un delirio que luego, además, iba a resultar de lo más funcional al salvajismo neoliberal que se iba a encargar de triturar la escuela pública. Es la idea de que la escuela pública -la más grandiosa de las conquistas que la clase obrera aportó a la humanidad- sería un aparato ideológico al servicio de la clase dominante, una institución disciplinaria del género de las cárceles y los reformatorios, que debería ser superada y sustituida por algo mejor, más imaginativo, más lúdico, más creativo, más libre y participativo, etc. Pero eso es lo malo, que esas utopías heredadas de mayor del 68 finalmente se han hecho realidad. Y el espectáculo es desolador. La izquierda, sí, ha colaborado mucho en la tarea de difamación orquestada contra la escuela pública. Su discurso antiautoritario y siempre pretendidamente innovador ha encajado a la perfección con los planes neoliberales que veían en la escuela pública un lujo social que hacía a la población «vivir por encima de sus posibilidades». Al final, tanta innovación ha «hecho migas» la escuela (la expresión es de Michel Eliard, el autor que mejor ha diagnosticado el problema en Francia). Nuestro diagnóstico se podría resumir así: la izquierda, pretendiendo combatir el autoritarismo estatal al servicio del capitalismo, lo que hizo, invariablemente, fue combatir lo poco de Ilustración y de República que habíamos logrado incrustar en la sociedad capitalista. Y así, la izquierda colaboró en la instauración de una Nueva Edad Media, que es lo que tenemos actualmente, un nuevo reino de lo privado, en el que los señores feudales son ahora grandes corporaciones económicas que operan y negocian en paraísos legales (y fiscales), al margen de cualquier control político parlamentario. El delirio izquierdista ha sido siempre una obsesión por la innovación. No se quería advertir que en este mundo hay muchas cosas sobre las que no conviene innovar (es un tontería intentar reformar imaginativamente el teorema de Pitágoras, por ejemplo) y muchas cosas que conviene incluso conservar a cualquier precio: para empezar, la más importante de ellas, la dignidad, que es lo más importante que hay en la vida, porque sin dignidad ni siquiera merece la pena vivir. Con toda esa obsesión por la perpetua innovación, la izquierda ha cuidado muy poco de la dignidad de las instituciones escolares. No se advertía que en eso de innovar era imposible competir con el turbocapitalismo neoliberal. Al final, el capitalismo ha innovado mucho más y mucho más rápido. Y no ha dejado títere con cabeza.

Olga.- Nos referimos al delirio de una izquierda que ha dejado de lado a su clase, que no se siente clase obrera o no entiende cuáles son los intereses de la misma cuando, en lugar de defender la instrucción, la impartición de contenidos, pone por encima de la misma la inclusión contemplativa y afectiva de las diferencias sociales, adjudicando a la escuela la labor de resolverlas en lugar de armar al alumnado con los conocimientos, con la preparación que, al convertirse en ciudadanos, le permitirían combatir esas diferencias sociales que no van a dejar de existir por mucho que nos creamos el discurso del emprendimiento individual, de que todos podemos llegar a ser clase media, a base de ser «empresarios de sí mismos». Como en su momento afirmó Salustiano Martín en La comprensividad como estratagema (la lucha de clases en la educación) , justo cuando la clase obrera (allá por los 80) tuvo la posibilidad de acceder al conocimiento, a la formación que les daría acceso a la igualdad real (isonomía), vio como la progresía, las cúpulas de izquierda, ya, de facto, clase media, decidieron que era mejor que se contentaran con algo más lúdico, no tan pesado como el conocimiento que aportan los contenidos. Un delirio traidor a la clase, alineado con los intereses neoliberales, en el caso de la progresía del PSOE y creyente acríticamente en el poder de la pedagogía, del acompañamiento afectivo, por encima del conocimiento, en el caso de IU y Podemos.

Enrique.- Es lo que podríamos llamar el delirio del pedagogismo. Una izquierda que asume los parámetros capitalistas y que, ante su impotencia para introducir cambios políticos reales, reconduce sus pretensiones de transformación social al ámbito educativo, pretendiendo que la educación resolverá los problemas sociales, por lo que cualquier problema social que se presente tiene que ser tratado en la escuela. Así, esta se va vaciando de contenidos sustantivos, va abandonando su misión de transmisión cultural crítica y sustituyéndola por una suerte de tratamiento psicológico que termina siendo puramente adaptativo. Una parte nada despreciable de la izquierda (incluso la que se autoconcibe como rupturista) ha abrazado este «buenismo» educativo que termina por producir resultados extraordinariamente reaccionarios; al encomendar al sistema educativo una misión imposible se termina por ponerlo permanentemente en cuestión y los más perjudicados son precisamente los más desfavorecidos socialmente, pues se les hurta el acceso a los contenidos culturales a partir de los cuales podrían comprender y poner en cuestión las causas políticas y económicas que los abocan a esa situación desfavorecida.

Dedicáis el libro a vuestros alumnos y a los compañeros y compañeras de Mareas por la Educación Pública. ¿Qué papel han jugado estas mareas en los últimos años de ataque directo y sin contemplaciones a la escuela pública?

Olga.- Un papel esencial, el de la denuncia, el de la exigencia de reflexión acerca de la importancia de defender y conservar lo público, lo común, lo de todos. Las Mareas son, ante todo, un esfuerzo inagotable por resistir, por unir a alumnos, padres, profesores y la sociedad en general en la defensa de la escuela pública. Las Mareas son, asimismo, un espacio heterogéneo, lo que significa debate, crítica, encuentros y desencuentros y, ante todo, con Nietzsche, el rugir del león, la posibilidad de decir «no», de abrir el espacio de libertad necesario para, sabiendo que hay mucho destruido, que la nada avanza, poder construir poco a poco y duramente un cerco alrededor de la escuela pública para conservarla como institución frente a los diferentes intereses corporativistas que la amenazan.

Enrique.- En concreto, Mareas por la Educación Pública es un espacio para que las distintas asambleas de los territorios del Estado puedan coordinarse e intercambiar puntos de vista e iniciativas. Ese espacio costó mucho esfuerzo construirlo y darle estabilidad, y muchos compañeros y compañeras de Madrid, de Baleares, de Galicia, de Andalucía, etc., se han dejado la piel para ello. La dedicatoria es un pequeño reconocimiento a su inmenso trabajo. No ha sido nada fácil mantener la independencia frente a los intentos de instrumentalización por parte de partidos y sindicatos. Hay que estar todo el rato recordando que esto es un movimiento social básicamente asambleario que no se vincula con ningún partido ni sindicato, aunque algunos militemos además en partidos políticos y estemos afiliados a sindicatos y haya, evidentemente, mayor afinidad con unos que con otros. También es cierto que la Marea Verde, como movimiento social, ha bajado de intensidad en los últimos tiempos, pero es importante mantener viva la llama y tener una estructura que permita coordinarnos y estar preparados cuando, por decirlo así, «suba la marea» de nuevo. Además van surgiendo causas concretas en diferentes lugares, los compañeros de Andalucía están dando la batalla ahora mismo contra los intentos de Susana Díaz de favorecer a la concertada, y han conseguido algunas cosas; en Madrid, ahora mismo, la lucha contra el cierre del Pérez Galdós en concreto y, en general, contra la privatización acelerada del sistema de enseñanza madrileño que los sucesivos gobiernos del PP están llevando a cabo. A partir de esas luchas se van creando y fortaleciendo redes de resistencia al salvajismo del que hablábamos antes. Es una labor necesaria e importantísima.

Habláis también de Daniel Noya, un ejemplo para la escuela pública afirmáis. ¿Quién es Daniel Noya? Os pregunto ahora sobre él

De acuerdo cuando quieras.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226138&titular=%93hemos-pasado-de-considerar-la-educaci%F3n-como-un-derecho-a-considerarla-como-una-inversi%F3n-para-

 

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Vietnam has school education and child labour problems akin to India

Vietnam/Abril de 2017/Fuente: Merinews

Resumen:  En Vietnam, los problemas educativos son muy semejantes a los de la India. Además de la calidad insatisfactoria de la educación en las pequeñas aldeas y en las viviendas interiores, los problemas del trabajo infantil y de la trata de seres humanos también son desenfrenados. Aunque algunos proyectos para mejorar la calidad de la educación con ayuda externa están en marcha, pero la mejora se informa que es lento. Sin embargo, los informes dicen que los niveles de lectura y los hábitos han disminuido a lo largo de los años como el caso en muchos países en desarrollo. «La diversidad étnica y cultural del país no se ha vinculado a los materiales curriculares ni a las prácticas en el aula, y los métodos de instrucción en el aula no son adecuados para los niños, lo que lleva a que los niños abandonen las escuelas y se conviertan en trabajo infantil potencial.

In Vietnam, the educational problems are quite akin to that of India. Besides the unsatisfactory quality of education in small villages and interior habitations, the problems of child labour and human trafficking are also rampant.
Though some projects for improvement of quality of education with external assistance are on but improvement is reported to be slow. However, reports say that reading levels and habits have declined over the years as the case in many developing countries.

Ethnic and cultural diversity of the country has not been linked to the curricular materials and classroom practices. Also, methods of classroom instruction at the school level are not child friendly leading to children dropping out of schools and becoming potential child labour. However, the higher education institutions are doing well. The new problem is the standard of English and now the coaching institutes are doing a good business,» said the front office manager of a local hotel in Ha Long which is finding difficult to get workers and tourist guides well versed in English.

Pointing towards a news story in the paper of April 20, he said that acute child labour problem of highland province of Dak Lak wherein a good number of children in the age group of 10 to 15 years work in garment factories has been compounding. He further said that many out of school girls from poor families have become vulnerable to social evils like trafficking, sexual abuse and prostitution.

In India too, the problem of out of school children and child labour have not been solved despite the Right to Education Act, I told him when he queried. He agreed that the problem is not with children but implementing the schemes of the state and enforcing the Acts and the rules.

Fuente: http://www.merinews.com/article/vietnam-has-school-education-and-child-labour-problems-akin-to-india/15924577.shtml

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CEPAL alerta por incremento de la pobreza en la región

Marzo de 2017/Fuente: CEPAL

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) alertó este viernes que pudiera haber un aumento de la pobreza en la región debido a que hay menos crecimiento económico y un crecimiento del desempleo.

En conferencia de prensa en la que se dieron a conocer los alcances de la Primera Reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre Desarrollo Sostenible a realizarse en México a finales de abril; Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, dijo que las brechas de desigualdad se siguen ampliando en la región, lo que puede representar un incremento en el número de pobres.

Por lo tanto, destacó la importancia de blindar el gasto público y la inversión.

«En la CEPAL vemos con preocupación que hay un quiebre en lo que habíamos logrado de reducción de la pobreza en la región y empieza una alarma, yo no diría alertas, yo no diría que todavía hay grandes preocupaciones, pero si hay una alerta de que la pobreza puede aumentar en la región porque hay menos crecimiento económico, hay menos empleos, hay un crecimiento en el desempleo en la región; hay miradas de alerta, de cómo no tener retrocesos y por eso es tan importante blindar el gasto público y la inversión y el gasto público social que es el que llega a las personas que más lo necesitan», afirmó.

Por otro lado, Bárcena comentó que hay una gran incertidumbre en el mundo debido a la tendencia de nacionalismo económico y proteccionismo que se está generando en varios países.

«Hay una cierta tendencia al proteccionismo y eso hay que mirarlo sector por sector cómo va a impactar y cómo está impactando ya el comercio. Es la primera vez en 50 años que llegamos cinco años seguidos en donde el comercio y el crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto) coinciden en torno del 2,5%. Eso no había pasado que tengamos un quinquenio seguido en donde el comercio y el PIB coinciden cuando siempre el comercio es dos veces o más superior al PIB. Eso quiere decir que el comercio en general en el mundo está en una fase de desaceleración importante», explicó.

«En la CEPAL pensamos que estamos en una fase histórica nueva del capitalismo. Hay que pensarla y releerla de nuevo porque en el fondo de lo que se está hablando es una reconfiguración de los modelos productivos que antes eran cadenas globales de valor y que hoy se está llamando a que muchas de estas empresas regresen, por ejemplo, a Estados Unidos o China. China ya lleva varios años sustituyendo importaciones y por lo tanto ya fracturaron varias cadenas de valor», agregó.

Señaló que para contrarrestar el impacto de esta tendencia e impulsar el crecimiento económico, los países de la región deben diversificarse, promover una nueva fase de la integración regional abierta y buscar nuevas alternativas.

Fuente: http://www.cinu.mx/noticias/la/cepal-alerta-por-incremento-de/

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EEUU: American Children Have A 43% Chance Of Being Born Into Poverty

«While food assistance, public health insurance, and other programs have certainly had a mitigating effect on poverty for many families, the fact remains that in the United States young children have close to a one in two chance of living on the brink of poverty.»

América del Norte/EEUU/mintpressnews.com

Resumen: Fuera de todos los grupos de edad, los niños son aún más propensos a vivir en la pobreza, según un nuevo estudio del Centro Nacional para Niños en la Pobreza (NCCP) realizado por la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia. Utilizando los últimos datos disponibles de la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense, los investigadoresde  NCCP encontraron que en 2015, mientras que el 30 por ciento de los adultos tienen bajos ingresos, más del 40 por ciento de todos los niños viven en familias de bajos ingresos – incluyendo 5,2 millones de bebés y niños pequeños menores de 3 años. a pesar de un aumento significativo de los ingresos familiares y la reducción de la tasa general de pobreza en los últimos años, el 43 por ciento (30,6 millones) de los niños de América están viviendo en familias que apenas pueden pagar sus necesidades más básicas, de acuerdo con ABC de niños de bajos ingresos, la serie anual de centro de perfiles sobre la pobreza infantil en América.

(REPORT) — Out of all age groups, children are still most likely to live in poverty, according to new research from the National Center for Children in Poverty (NCCP) at Columbia University’s Mailman School of Public Health. Using the latest available data from the American Community Survey, NCCP researchers found that in 2015, while 30 percent of adults have low incomes, more than 40 percent of all children live in low-income families — including 5.2 million infants and toddlers under 3. Despite significant gains in household income and reductions in the overall poverty rate in recent years, 43 percent (30.6 million) of America’s children are living in families barely able to afford their most basic needs, according to Basic Facts about Low-Income Children, the center’s annual series of profiles on child poverty in America.

“While food assistance, public health insurance, and other programs have certainly had a mitigating effect on poverty for many families, the fact remains that in the United States young children have close to a one in two chance of living on the brink of poverty,” said Renée Wilson-Simmons, DrPH, NCCP director. “But being a child in a low-income or poor family doesn’t happen by chance, and neither should our approach to alleviating child poverty. In the coming weeks, hundreds of new leaders will take the helm at agencies responsible for implementing policies that touch the lives of poor children and affect their odds of success in life. It’s imperative that they do so with a real understanding of the disadvantages millions of Americans face from very young ages and what growing up poor looks like in America.”

Available online at http://www.nccp.org/publications/fact_sheets.html, the Basic Facts About Low-Income Children fact sheets illustrate the severity of economic instability faced by low-income and poor children throughout the United States. NCCP defines a poor household as one where incomes are below the federal poverty threshold (i.e., $24,036 for a family of four with two children in 2015). Families with earnings less than twice the poverty threshold are considered low income and include poor families (i.e., $48,072 for a family of four with two children in 2015). According to NCCP researchers, the number of children in low-income families increased slightly from 42 percent in 2009 to 43 percent in 2015, and the percent of poor children in the U.S. increased by 1 percentage point.

“The fact that we have nearly 300,000 more children living near poverty today than at the height of the Great Recession is concerning,” added NCCP director of Family Economic Security Heather Koball. “The anxiety, depression, and constant stress of being financially vulnerable leaves a lasting mark on children as they grow to adulthood, affecting earnings potential and health outcomes. These figures illustrate why it’s essential for advocates and policymakers to understand the long-term impact of child poverty and the factors — like parental education and race/ethnicity — that appear to distinguish low-income and poor children from their more economically advantaged peers.”

These are some of the findings in the 2017 edition of Basic Facts about Low-Income Children:

* Children have been largely left out of economic gains in the U. S. since the Great Recession. Although one million fewer children lived in poverty in 2015 than the prior year, the percentage of children on the economic brink remains stubbornly high: 43 percent of children under age 18 (30.6 million) lived in low-income households and 21 percent lived in poor families (14.8 million). By comparison, at the height of the Great Recession in 2009, 42 percent (30.4 million) of children were considered low income and 20 percent (14.5 million) lived in poor households.

Disparities in child poverty persist along racial lines. Children of color accounted for approximately 49 percent of all young people in 2015, but were overrepresented among those living in poor and low-income families. More than 60 percent of black, Hispanic, and Native American kids live in low-income families, compared to 30 percent of Asian and white children — a dynamic largely unchanged in recent years.
The majority of children in low-income families have at least one parent who works full time, all year long. Children whose parents are employed full time are less likely to live below the poverty line, but earning a wage was no guarantee of economic security in 2015, according to NCCP research. More than half (53 percent) of low-income children and 31 percent of poor children live with at least one parent employed full time, throughout the year.
Published annually since 2009, Basic Facts about Low-Income Children presents demographic characteristics and socioeconomic conditions of poor and low-income children in fact sheets for five age groups, from infants and toddlers to adolescents.

Part of Columbia University’s Mailman School of Public Health, the National Center for Children in Poverty (NCCP) is the nation’s leading public policy center dedicated to promoting the economic security, health, and well-being of America’s low-income families and children. Visit NCCP online at http://www.nccp.org. Like us on Facebook or follow us on Twitter via @NCCP.

Fuente: http://www.mintpressnews.com/study-american-children-have-a-43-chance-of-being-born-into-poverty/224792/

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