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Francesco Tonucci: “Si la escuela pierde un alumno, lo regala a la delincuencia”

Por: Mariana Otero. 

 El especialista italiano en educación asegura que cuando los chicos se aburren en clase, es porque no tienen buenos maestros. Dice que una buena escuela es la que logra que los niños desarrollen sus potencialidades.

El derecho al estudio debería ser el derecho a tener un buen maestro”. Con esa frase termina Francesco Tonucci una jugosa charla con La Voz, a minutos de bajarse del avión en Córdoba, el viernes pasado, después de 13 horas de vuelo desde Roma. Viste camisa escocesa y zapatillas. No luce cansado.

 

Después de una entrevista para Voz y voto, el reconocido pedagogo italiano se presta a una segunda parte del reportaje. Mientras saborea un café negro comparte, parsimonioso y extremadamente amable, sus ideas cargadas de sentido común. Dice, por ejemplo, que cada alumno que la escuela pierde es un regalo para la delincuencia o que es insoportable que los niños se aburran en la escuela. Es sólo el principio de una conversación animada.

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Tonucci casi no necesita presentación. Los maestros lo conocen, los gobiernos le piden asesoramiento y la gente común lo sigue.

Es maestro, pensador e impulsor de La Ciudad de los Niños, un proyecto que se expandió en gran parte del mundo (incluso en la Argentina) y que busca el regreso de los niños a las calles.

Más que pedagogo, a Francesco le gusta que le digan “niñólogo”, un neologismo que resume su dedicación al estudio, investigación y análisis de temas vinculados a la educación y a la E. También es el padre de Frato, su alter ego, un personaje que mira al mundo con ojos de niño y da voz a aquellos que normalmente callan. Sus viñetas se han reproducido en numerosas publicaciones.

Tonucci está en Córdoba, invitado por la Fundación Arcor, en alianza con otras instituciones, para contar por qué los niños son actores sociales indispensables en la transformación de las ciudades y de las escuelas. Aquí también recibirá un honoris causa, que le entregará la Universidad Católica de Córdoba.

–¿Por qué es necesario escuchar a los niños?

–La Convención de los Derechos del Niño plantea que las opiniones de los niños hay que tenerlas en cuenta. Las escuelas ganan cuando escuchan, respetan e implementan las ideas de los niños. Hoy en día la escuela sufre de un tema que Brunner decía que es insoportable: los niños se aburren. La mayoría se aburre y pareciera que esto es casi natural. Se considera natural porque siempre ha ocurrido. A las familias no les molesta que sus hijos se aburran en la escuela porque ellos se aburrieron. Lo que crea muchos problemas es que esto no preocupe a los maestros. Si se aburren, eso quiere decir que no tienen buenos maestros, no son maestros capaces de interesar a sus alumnos.

–¿Se aburren porque seguimos teniendo una escuela antigua?

–Los niños se aburren porque no ven en la escuela a “su” escuela. Ellos van a la escuela que es la escuela nuestra, no la suya. Gabriel García Márquez, que no era pedagogo pero sí un premio Nobel, decía que nosotros podemos nacer músicos o pintores o periodistas o investigadores o mecánicos o artesanos, y a veces no lo sabemos. El papel de la escuela –como el de la familia– sería poder descubrir lo que él llama “su juguete preferido”. Él dice: “Dedicarse totalmente a su juguete preferido es la garantía de la felicidad”. ¿Qué significa ser feliz? Realizarse, poder vivir haciendo lo que te gusta más. ¡Cuánto gozaría la sociedad de tener ciudadanos felices! Serían funcionarios más capaces, productivos, interesados, partícipes. Si yo puedo hacer lo que sé hacer mejor, voy a llegar a ser el mejor en ese sector y encontraré también trabajo. Hoy en día, ocurre lo contrario. El mundo económico indica a la escuela qué sectores debe desarrollar porque el mercado necesita eso. Es mentira, la economía de hoy no sabe lo que será necesario dentro de 10 años. No tenemos ningún elemento para decirles a nuestros hijos “si hacés ingeniería informática o enfermería, tendrás trabajo”. Si pensamos en lo que se necesitaba 10 años atrás, efectivamente todas estas previsiones se han vuelto erróneas y muchas personas han renunciado a ser lo que querían ser para ser lo que era útil ser y no ha sido útil.

–¿El rol del maestro sigue siendo central para la transformación de las escuelas?

–Cuando hablo de los maestros de mis hijos, hablo de suerte. Lo digo en serio y no creo que sólo me pase a mí. Mi primer hijo no tuvo suerte; la segunda ha tenido mucha suerte porque tuvo una maestra estupenda que le ha dado bases de las que está gozando hasta ahora; el tercero, regular. Esto es muy común y no puede ser. Por eso digo que en la escuela hay tres elementos: uno son los programas, los objetivos, lo que se propone que se realice; los otros, la didáctica y la evaluación. Nuestros gobiernos se han dedicado desde siempre al primero. En Italia cada gobierno ha hecho una reforma, se ha cambiado todo, disciplina, horarios, arquitectura de la escuela… Lo que ha quedado igual es la escuela. La escuela ni se ha dado cuenta de todas las reformas. Desde hace más de 10 años ha llegado a ser interesante el tercer punto: la evaluación. Lo que a nadie le ha interesado nunca es lo que ocurre adentro, la didáctica, los maestros. En todas las reformas hay casi nada sobre la formación de los maestros. Yo creo que un buen maestro no necesita ni de programas ni de evaluaciones. Los que conocí como buenos maestros siempre han tenido un afecto fuerte de los alumnos y un respaldo fuerte de las familias.

–¿Cuál es una buena escuela?

–La buena escuela es la que sabe hacer lo que dice la ley sobre la educación, que ofrece a cada uno de los alumnos la posibilidad de desarrollar sus capacidades individuales. Sobre esto hay una poesía de Loris Magaluzzi que decía: los niños tienen 100 lenguas, 100 maneras de pensar, de jugar, 100 lenguajes, pero les roban 99. ¿Quién roba a los niños? Muchos. La escuela es uno de ellos. ¿Cómo hace la escuela para robar tanto? Ofreciendo poco. La escuela no consigue ser una buena escuela porque sigue poniéndose como la escuela de la Lengua y de la Matemática. Todos los niños que encajan en esta competencia son buenos, los que van adelante. Los que nacieron músicos, periodistas, investigadores o artesanos quedan al margen y allí la responsabilidad es muy fuerte.

–Porque entonces se pierden alumnos…

–La escuela no debería poder perder ni un alumno. En Italia, la dispersión escolar no es muy alta. Pero, entre los delincuentes, el 95 por ciento no ha terminado la escuela obligatoria. Este es un tema muy fuerte sobre el que la escuela tiene que reflexionar. La escuela no puede perder alumnos porque, si los pierde, los regala a la criminalidad. Esta es una responsabilidad muy grande. Esto significa que estos niños salen de la escuela como burros, como rechazados, como incapaces, y encuentran un señor que les dice: “Yo confío en ti, aquí tienes una pistola, puedes utilizarla y yo te doy un montón de dinero, te reconozco”. La escuela no lo ha reconocido, la escuela lo ha perdido.

–Una de sus viñetas más famosas es la que dibujó hace más de 40 años en la que representa a una escuela como una fábrica. ¿Cómo la dibujaría hoy?

–Es una pregunta problemática. El dibujo de entonces no era correcto. No era así. Era un símbolo para decir que la escuela obliga a los niños a transformarse como la escuela quiere y los hace a todos iguales. Entraban todos distintos, salían todos iguales y había un tubo de descarga de todos los que no cumplían. Creo que en la sustancia la dibujaría igual. No debería ser que los alumnos aprendan lo que dicen los programas escolares, sino que la escuela sea capaz de favorecer que cada uno desarrolle sus potencialidades. También hay un tema de aprendizaje, no lo niego, pero no puede ser el objetivo principal. Puesto de esta manera, la evaluación no sería el tema principal de nuestros países y de nuestros ministerios. Todo termina dentro de la competencia del maestro. El derecho al estudio debería ser el derecho a tener un buen maestro.

Pedagogo y “papá” de Frato

Creador del proyecto La Ciudad de los Niños.

Francesco Tonucci es un investigador y pedagogo italiano nacido en Fano el 5 de julio de 1940.

En 1966 realizó sus primeros dibujos de carácter pedagógico y desde 1968, con el heterónimo de Frato, comenzó un trabajo gráfico sistemático con la intención de exponer su pensamiento educativo a través de viñetas y dibujos.

A lo largo de los años, se hizo conocido mundialmente por su iniciativa pedagógica La Ciudad de los Niños, proyecto que inició en mayo de 1991.

La UCC entrega el Honoris Causa

Agenda de actividades en la ciudad de Córdoba, Arroyito y Villa María.

Miércoles. A las 18. Conferencia «Necesitamos a los niños para transformar la escuela», co-organizada por Fundación Arcor y Universidad Católica de Córdoba (UCC). La UCC entregará el Honoris Causa. En el auditorio Rectorado Nuevo (Baterías D) Ciudad Universitaria (UNC) Valparaíso 1627.

Hoy, en Arroyito. A las 19. Conferencia “Necesitamos a los niños para transformar la ciudad”, en la Feria del Libro, organizada por la Municipalidad de Arroyito.

Martes, en Villa María. A las 17. Conferencia “Necesitamos a los niños para transformar la ciudad», co-organizada por la Municipalidad de Villa María y Fundación Arcor. Parlamento de los Niños, en el Centro Cultural Leonardo Favio, Gobernador Sabattini 200. La actividad es abierta y gratuita, con cupos limitados. Inscripciones: areaeducacion@yahoo.com.ar.

Miércoles. A las 10. Foro Ciudadano: “La construcción de los espacios públicos y la ciudad, desde la perspectiva de la niñez”. En la escuela Vicente Forestieri de Villa El Libertador. Tonucci participará del foro organizado por la Red Nuestra Córdoba y Fundación Arcor.

 

Fuente de la entrevista: http://www.creadess.org/index.php/informate/desarrollo-humano1/educacion/49078-francesco-tonucci-si-la-escuela-pierde-un-alumno-lo-regala-a-la-delincuencia?hash=60be7666-de3c-49fe-ab31-9a5e95bea79c&utm_medium=social&utm_source=facebook

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Texto: Educar y orientar con ojos de niño de Francesco Tonucci

Autor: Francesco Tonucci

Prólogo

En una entrevista concedida a una revista italiana el año 2009, James Heckman, premio Nóbel de Economía del año 2000, comenta: «En Holanda el 3-4% del PIB se invierte en programas de formación activa para el trabajo, pero si analizamos los beneficios económicos, constatamos que son nulos. El motivo es que esta medida llega demasiado tarde para encontrar el método adecuado que permita resolver el problema. Hay que solucionar los problemas desde el momento en que aparecen”. Para preparar mi participación en este congreso formulé la siguiente pregunta a Federico, mi sobrino de 23 años, que con 19 años finalizó la escuela media superior y actualmente se encuentra en situación de desempleo: “Si pudieses elegir, ¿a qué te gustaría dedicarte?” Lo piensa un largo rato y no sabe qué responder. Tras insistir, me dice: “Piloto aéreo”. Después le pregunto “Pero ¿para qué trabajo crees tener más capacidades?” De nuevo tras un largo silencio, me contesta “Para director de teatro”. Es interesante constatar que con 23 años no tenga una respuesta, como si nunca se hubiese parado a pensar o nadie le hubiese ayudado a pensarlo; me pareció que las dos respuestas eran tremendamente infantiles. La primera, piloto aéreo, es una respuesta típicamente infantil, la de un niño que proyecta sus sueños y deseos; la segunda estaba ligada a su última experiencia laboral, el mismo día en que le formulé la pregunta, como ayudante de un director de teatro. Con 23 años Federico no había hablado nunca de estos trabajos, y no había hecho nada por convertirlos en objetivos concretos. Por último, le pregunté si la escuela le había ayudado en algo a elegir. La respuesta, esta vez, fue inmediata: “No, lo único que hizo la escuela fue llevarnos de visita a escuelas superiores cercanas cuando estábamos en Secundaria (13 años)”.

Descargar aqui: Tonucci

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Entrevista a Tonucci: “Las reformas educativas han cambiado todo, menos la esencia misma de la escuela”

Desde que comenzara sus estudios de pedagogía en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán, Francesco Tonucci (Fano, 1940) ha compaginado su carrera profesional entre la enseñanza y la investigación en la rama de psicopedagogía. Entre sus contribuciones más destacadas a esta ciencia se encuentra el estudio del desarrollo cognitivo de los niños y su aplicación práctica en las metodologías educativas.

Tonucci daría el salto al reconocimiento mundial en 1991 por su obra La ciudad de los niños, en la que abordaba la realidad urbana mundial y proponía un modelo alternativo al declive de nuestras ciudades en torno a los niños como eje centralizador del urbanismo. A través de un proyecto experimental en su localidad natal, el psicopedagogo logro tejer una red transnacional de alrededor de 200 “ciudades de los niños” que se extiende a lo largo de Italia, España, Argentina, Uruguay, Colombia, México, Perú, Chile y Líbano.

Aprovechamos su paso por Madrid, en las jornadas educativas organizadas por Integratek, para abordar cuestiones como el modelo educativo actual, la ausencia de unas aulas que atiendan a la diversidad del alumnado y experiencias como la de Pontevedra que rompen con el tradicional desarrollo urbano de nuestras ciudades.

En las jornadas organizadas por Integratek pretende abordar la diferencia en las aulas. ¿Cuáles diría que son los pilares fundamentales de una escuela que educa en la diversidad?

Lo primero sería aceptar la diversidad como un valor y no como un problema, reconociendo que todos los alumnos son diferentes. En esta definición de diversidad existe la trampa de considerar que hay una mayoría de alumnos iguales y algunos distintos como los discapacitados, extranjeros o los superdotados. Esa es una manera muy pobre de considerarla. La diversidad es un derecho recogido en la Constitución Española en su artículo 27, que establece que la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana.

¿La escuela actual está cumpliendo ese precepto constitucional?

La vocación de la escuela va en el sentido contrario a la Constitución. La educación mira por la igualdad, no por la diversidad. El conjunto del modelo parte de una propuesta del maestro para el conjunto de los alumnos y mide cuántos han sabido aprovechar esa propuesta. En nuestra escuela actual solo se mide la calificación y no el progreso de un alumno. Una persona que partía con un 2 y ha llegado a tener una capacidad de 6, tiene el doble de mérito que una que solo supere un peldaño.

¿Cuáles son las mayores necesidades del profesorado a la hora de tratar la diversidad dentro del aula? ¿Se trata únicamente de un cambio organizativo o un cambio de actitud del profesorado?

Se suele hablar de la necesidad de las reformas y yo soy partidario de que lo que necesitamos son buenos maestros, que no es lo mismo. En Italia y España, todos los gobiernos han tratado de modificar la educación atendiendo a programas o ciclos. Ha cambiado todo, pero lo que no ha cambiado es la escuela misma. La escuela de hoy se parece demasiado a la escuela que viví hace 70 años. Esto es intolerable, porque una buena reforma nunca podrá obligar a un mal maestro a hacer una buena escuela, así como un buen maestro sí resiste a las malas reformas. Esto significa que todas las fuerzas deberían concentrarse en lograr una buena formación del profesorado.

En sus obras también reflexiona sobre la importancia de la primera etapa en la escuela, pero sigue sin ser de escolarización obligatoria.

Investigaciones científicas como las de Jerome Bruner, psicólogo y pedagogo estadounidense, aseguran que cuando un alumno entra por primera vez a la escuela a los 6 años ya tiene desarrolladas más del 80% de sus capacidades y potencialidades. Con lo cual, los mejor valorados y mejor pagados deberían ser los maestros y maestras de educación infantil. En nuestros países sucede exactamente lo contrario, son los que más trabajan y los peor valorados.

En España solo nos preocupa la educación cuando los informes señalan las deficiencias del modelo educativo. ¿Es PISA útil para conocer la salud de nuestra educación? ¿Debería ponerse el foco en otros aspectos?

PISA nace de una idea de escuela de iguales que no comparto, evaluando un abánico muy estrecho de competencias (lengua, ciencias y matemáticas) y dejando fuera a la mayoría de alumnos que tienen otras potencialidades.

En España, sindicatos y profesorado están alertando acerca de la segregación escolar que está produciendo el bilingüismo. ¿Cuál es su opinión de este modelo?

Sin conocer el modelo en profundidad, distorsiona mucho el objetivo de la escuela. Esto forma parte de un modelo que cree que la solución al fracaso escolar es sumar más materias o más idiomas, pero el objetivo de la escuela es mucho más profundo y pretende desarrollar personas. Poner la lengua extranjera como lengua base para estudiar supone una selección muy fuerte del alumnado. Hay niños que proceden de capas muy desfavorecidas de la sociedad y debemos velar por una escuela pública de calidad que vele por ellos.

Uno de sus mayores logros ha sido exportar fuera de las aulas todo un modelo de convivencia en las ciudades en torno a la autonomía de los niños. ¿Se tienen en cuenta las necesidades de los niños a la hora de realizar los planes de urbanismo?

Las ciudades han utilizado hasta ahora como modelo principal las exigencias de un hombre adulto varón trabajador, olvidándose de las mujeres, los niños, los ancianos o las personas con discapacidad. Por tanto, plantear al niño como modelo de ciudad supone plantear conflictos con los coches para que dejen de mandar en las ciudades. Debe ser más fácil pasear que conducir y más fácil jugar que tener preocupación y miedo.

Algunas ciudades españolas han puesto en marcha su proyecto de “la ciudad de los niños”. ¿Cómo valora experiencias como la de Pontevedra con los caminos escolares?

Pontevedra es un ejemplo muy interesante de cómo la política puede perjudicar al coche y ganar votos, manteniéndose el mismo equipo de gobierno durante cinco legislaturas seguidas. En pocos años cambió radicalmente las características de la ciudad, pasando de una ciudad totalmente invadida por coches a una ciudad donde el espacio privilegiado es de los peatones. Mientras que en la ciudad moderna se ha privatizado y desaparecido el espacio público, Pontevedra ha recuperado el espacio público para la mayoría. Trasladarse en coche en Pontevedra es muy complicado e incómodo, mientras que es muy fácil moverse caminando o en bicicleta. Es una ciudad donde los niños pueden ir a la escuela caminando sin adultos.

Suele señalar a los padres, en casa y fuera de ella, como uno de los mayores peligros para la autonomía del niño. ¿Sobreprotegemos a los niños y coartamos sus capacidades desde pequeños?

Los niños necesitan recuperar una autonomía que han perdido frente a un peligro urbano que no es verdadero. Las ciudades son más seguras que hace 20 años. Pontevedra consiguió que desde hace diez años no haya muertos por accidentes de coche y ese es un éxito democrático sin precedentes. Que el miedo suba es responsabilidad principal de los medios, llevo dos días en España y en la televisión solo hablan del chico de Almería. Los padres creen que esto puede pasarles a sus hijos, hay que explicar que son casos muy limitados que están conectados con cosas que suceden dentro de la familia. La mayoría de niños hospitalizados está relacionada con accidentes domésticos o con accidentes de coche en el que iban sus padres. Con lo cual, los dos lugares más peligrosos donde podemos tener a un niño es en su casa y en el coche.

Fuente entrevista: http://www.publico.es/sociedad/entrevista-francesco-tonucci-reformas-educativas-han-cambiado-esencia-escuela.html

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Entrevista a FrancescoTonucci: “Los niños necesitan menos juguetes y más libertad”

Italia/15 diciembre 2016/Autora: Mariana Otero/Fuente: La Voz

El pedagogo y dibujante insta a los padres a que dejen de sobreproteger a sus hijos y a que les permitan sus propias experiencias de autonomía. El jueves dará una charla en Córdoba.

Los chicos necesitan pocos juguetes y más libertad. Deben ser autónomos, jugar con amigos y, en lo posible, concurrir a la escuela solos, caminando. Así opina Francesco Tonucci, el prestigioso pedagogo, pensador italiano y promotor de la “Ciudad de los Niños”, un proyecto que apuesta a la transformación de las ciudades a través de los chicos que las habitan.

Sobre estas cuestiones hablará Tonucci en Córdoba el próximo jueves (ver aparte), invitado por la Fundación Arcor con el apoyo de La Voz del Interior.

–Es fundamental que los niños jueguen, pero ¿cuán importante es?

–El juego está conectado de manera muy fuerte con la autonomía y el movimiento. Hay que ayudar a los adultos a entender la importancia del juego. Le doy una anécdota. Mi hijo mayor llegó el primer día de la escuela primaria a casa y dijo: “la maestra ha dicho que ahora basta de jugar, que hay que hacer cosas en serio”. Ese fue el mensaje de la escuela a mi hijo. Bueno, yo intentaré decir a la gente que esa es una frase absurda y equivocada y peligrosa (…) No tengo dudas de que los primeros años son los más ricos e importantes en la vida, es el período donde se ponen todos los cimientos.

–Y el juego ayuda…

–En estos años no hay maestros en el sentido público, no hay métodos. Simplemente hay un niño que juega con el mundo. Esa es la importancia del juego. El juego es una experiencia que los niños viven a nivel espontáneo, no hace falta enseñarlo y jugando tienen la primera relación con el mundo.

–¿Todo tipo de juego es valioso? ¿Jugar al aire libre es igual que hacerlo con una computadora?

–Jugar es una experiencia que tiene algunas características: salir, en el sentido de dejar el control directo de los adultos, encontrarse con amigos, aprovechando un tiempo libre para vivir la experiencia de la aventura, del descubrimiento, de la sorpresa, de la maravilla, del riesgo. Con estos elementos todos los juegos son buenos. Hasta los tecnológicos.

–¿Por qué es necesario que jueguen solos?

–No es posible jugar acompañado de adultos. Cuando los padres dicen “acompañamos todos los días al niño a jugar a la plaza” es una contradicción. El verbo jugar sólo se conjuga con el verbo dejar. En Europa es impresionante, pero aquí también creo que ocurre, en especial en las clases sociales medio-altas: para un niño es casi imposible salir solo a la calle. Esto le impide esta experiencia básica. Muchas veces los adultos pensamos sustituir esta experiencia de la que hemos disfrutado nosotros y que los hijos parece que no pueden vivir. Las sustituimos con otras cosas como comprar muchos juguetes, dar instrumentos que pueden permitir a un niño pasar mucho tiempo solo en casa y divertido, como las nuevas tecnologías, y acompañarlo en todos los lugares. Son respuestas inadecuadas. Se está gastando muchísimo dinero para llenar a los hijos de juguetes convirtiéndolos en poseedores en lugar de jugadores. Para jugar bien hay que tener pocos juguetes y amigos para aprovecharlo.

–¿Qué aporta el juego a un niño?

–Le permite descubrir el mundo. Es una manera para encontrarse con el desconocido (…) Significa vivir la experiencia de riesgo, saltar el obstáculo, vivir el desafío de superarlo o no. Ver si hoy puedo hacer lo que ayer no podía, si puedo superar mi miedo de vivir esta experiencia.

–¿Por qué es importante vivir la experiencia de riesgo?

–Si no es posible, vamos a crear una acumulación de deseos y de necesidad de transgresión que se expresarán más tarde, en la adolescencia, cuando un chico tiene suficiente autonomía como las llaves de casa en el bolsillo y cuando esta expresión de su deseo se convierte en una explosión peligrosa. Muchos de los temas que hoy se tratan como dramas de la adolescencia, como abuso de alcohol, de drogas, como los accidentes de motos –hasta el tema de los suicidios juveniles– tienen que ver con la falta de experiencias de autonomía en los primeros años (…) Puede que viviendo la experiencia del obstáculo se dé cuenta de que no puede superarlo y que sea una desilusión, pero también la desilusión es una experiencia que hoy los niños no viven porque los padres los súper protegen.

Fuente:http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/francesco-tonucci-los-ninos-necesitan-menos-juguetes-y-mas-libertad

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Francesco Tonucci: «Yo soy uno de los culpables de que en Pontevedra haya ‘lombos’ ahora»

«Un buen político es el que sabe escuchar», asegura el autor de «La ciudad de los niños»

Europa/España/Ana López Pontevedra / farodevigo.es/

El psicopedagogo Francesco Tonucci ha vuelto a Pontevedra, esa ciudad a la que ha inspirado y que tanto le inspira a él. Este vez lo ha hecho acompañado de una delegación de alcaldes y representantes municipales de ayuntamiento de la región de Lazio, en Italia, su país de origen. Se trata de que conozcan el modelo urbano de la ciudad a través de una serie de visitas y jornadas técnicas, como la que ayer se celebró en la Casa da Luz.

-Otra vez en Pontevedra. ¿Cuántas van ya?

-No lo sé. Yo vengo a España hasta ocho veces cada año. Lo interesante es el cambio. Este es un viaje totalmente diferente. Es la primera vez que no vengo para hablar, para dar conferencias, para que me escuchen, sino para aprender. Estoy acompañando a un grupo de administradores italianos de la región Lazio y de la ciudad de Fano, donde comenzó la experiencia de «La ciudad de los niños», justo hace 25 años. Estos administradores son alcaldes, concejales, de ciudades medianas, pequeñas, alrededor de Roma, que están aquí para aprender de vuestros gobernantes cómo ha sido posible un cambio de esta ciudad tan positivo desde el año 1999 hasta hoy.

-¿Qué impresión se han llevado en sus primeras salidas?

-Han surgido muchas preguntas: cómo, por qué, con qué recursos… El impacto ha sido muy fuerte y están muy emocionados y muy motivados para hacer algo parecido en sus ciudades.

-¿Fuerte es positivo?

-Sí, es un poco el efecto que nosotros esperábamos y lo estamos consiguiendo.

-¿Este modelo es imitable?

-La idea nunca debe ser de copiar cosas. Copiar es feo, es de débiles, lleva a un nivel bajo. Lo que tenemos que proponer, y la gente debe asumir, son las ideas fuertes, la filosofía. Aquí hay una idea de una ciudad que debe mejorarse. Debe pasarse de una ciudad de pocos, la de los coches, a una de todos, que son los peatones. Nosotros no queremos una ciudad solo para los niños, infantilizada, sino para todos, hasta para los niños. En cada lugar hay que aplicarlo de manera distinta.

-Con sus propias características…

-Claro, cada ciudad tiene su historia, tradiciones, resistencias…

-Entre las resistencias se pueden encontrar los ciudadanos. Ellos también deben opinar sobre el modelo de ciudad que quieren…

-Un buen político es aquel que sabe escuchar, sabe pedir, tener en cuenta lo que piensan sus ciudadanos. Los ciudadanos son partícipes, y los niños también tienen derecho a participar, y eso lo reconoce la Convención de los Derechos del Niño, que dice que los niños tienen derecho a expresar su opinión cuando se toman decisiones que les afectan, lo cual ocurre siempre. La fuerza de Pontevedra es que ha sabido involucrar a la gente.

-Pero aquí también ha habido , y sigue habiendo, esas «resistencias».

-Sí, pero lo importante es que conmigo está la mayoría de la gente porque les estoy beneficiando. A los más débiles: a los niños, ancianos…

-Las críticas aquí se han centrado en los últimos tiempos en los «lombos».

-Esa es mi culpa. Yo soy uno de los responsables de que en Pontevedra haya lombos ahora (risas). En una conferencia, que escuchó el alcalde, yo decía que era una vergüenza que las personas con discapacidad tuviesen que subir y bajar, cuando el camino del peatón debe ser el que no pierda la cota. Los «lombos» no son obstáculos, son un privilegio de los peatones. La idea es que el camino de los peatones se quede siempre a su cota. Yo hablé esto con el alcalde en una conferencia pública y él lo asumió. El resultado es que esto es un obstáculo para los coches y les obliga a reducir la velocidad.

Fuente: http://www.farodevigo.es/portada-pontevedra/2016/09/22/francesco-tonucci-culpables-pontevedra-haya/1537963.html

Foto de Gustavo Santos

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¿Volverán los niños a jugar en las calles de las ciudades?

Por Gema Lozano

Hace unos días, Francesco Tonucci (también conocido como Frato), fue testigo de un hecho extraordinario: «Al bajar por la Gran Vía de Madrid vi a un niño de unos 11 años que iba solo al colegio». El pensador, psicopedagogo e ilustrador no daba crédito. Era una imagen que hacía tiempo que no veía en Madrid y mucho más aún en su ciudad natal, Roma.

Unos días después, creyó volver a alucinar al ver a una persona en silla de ruedas sola en la Puerta del Sol. «Son dos pequeños detalles de una experiencia que se va perdiendo. Esta ciudad está abandonando a los débiles».

Minusválidos, ancianos, niños… Colectivos con ínfimo peso en las decisiones que afectan a todos, lo que se traduce en falta de autonomía para todos ellos. «Un amigo que vive en Roma me dijo que su abuela había decidido dejar de salir a la calle porque no le daba tiempo a cruzarla. El semáforo cambia muy rápido para ella. Me pareció terriblemente duro».

Las calles tampoco son ya el lugar donde antes los niños jugaban sin la vigilancia constante de sus padres o por donde iban al colegio solos o con sus amigos. Los coches les han comido el terreno.

«Las buenas ciudades hacen mucho por los niños, ancianos, minusválidos. Pero si analizamos bien es fácil darse cuenta que lo que se hace en pro de los niños normalmente beneficia sus padres; lo que hacemos por los ancianos, a sus hijos. Es decir, la medida de los servicios públicos siguen siendo los adultos».

«Si analizamos bien es fácil darse cuenta que lo que se hace en pro de los niños normalmente beneficia sus padres; lo que hacemos por los ancianos, a sus hijos. La medida de los servicios públicos siguen siendo los adultos»

Ocurrió, según Tonucci, después de la II Guerra Mundial en Europa, y tras la Guerra Civil en España. Las viviendas, los sistemas de transporte, los servicios públicos, en general, se diseñaban pensando en «alguien específico» que el italiano define como «varón, adulto y trabajador». Aunque José Manuel Calvo, concejal de Desarrollo Urbano Sostenible del Ayuntamiento de Madrid (quien, entre otros, compartió tribuna con Tonucci durante la charla Infancia y Ciudad celebrada en CentroCentro), retrocedió unos años atrás para señalar a Le Corbusier y a su Modulor como precursor de esta forma de planificar edificios y servicios en la que el hombre adulto se tomaba como único parámetro (aunque antes de él otros como Vitruvio o Da Vinci ya buscaron la relación matemática entre las medidas del hombre adulto y la arquitectura).

Ese modelo, poco a poco, fue sacando a los niños de las calles. «Antes infancia y calle eran sinónimos. Es posible que la primera referencia al respecto se encuentre en la Biblia, en Zacarías cuando dice:

Los viejos y las viejas estarán sentados en las plazas de Jerusalén, y esas mismas plazas estarán repletas de niños jugando

Hoy, ver niños jugando solos en la calle resulta casi un imposible. «Los niños tienen que salir a jugar sin guardaespaldas. Tienen que liberar toda su energía mediante un tiempo de juego en el que no estén controlados por los adultos. No vale únicamente con apuntarles a extraescolares para que se cansen». Obesidad, déficit de atención, son algunas de las consecuencias derivadas de la falta de autonomía de los niños en la ciudad.

Para combatirlas, hace falta un cambio de prioridades en la sociedad, según Frato. Y la principal prioridad en las ciudades, los coches, deberían ser la primera en verse afectada. «Siempre que hablo a los alcaldes de todo esto me dicen: “Me encanta, pero déjame unos años de margen para solucionar el problema del tráfico y luego ya hablamos”. Pero eso nunca pasa porque el problema del tráfico nunca se soluciona. Solo engulle recursos».

Aunque hubo un alcalde que no esperó. El de Pontevedra, Miguel A. Fernández Flores, hace 14 años escuchó una charla de Tonucci y decidió poner en práctica en su ciudad lo que decía el autodenominado ‘niñólogo’ . El edil quería volver a ver a los niños jugar en las calles y la gente pasear por el centro. En aquel momento lo tenían difícil: de los 9 metros de ancho, como media, de las calles, 6 estaban destinadas al tráfico rodado y a las plazas de aparcamiento, con lo que apenas había metro y medio para cada acera. Teniendo en cuenta el espacio ocupado por el mobiliario urbano, los viandantes tenían que transitar por ellas en fila india.

Pero las tornas se volvieron. Ahora, las calles del centro de Pontevedra son de una única dirección y en muchas solo hay un carril para los coches. Así se han podido ensanchar las aceras. Tampoco se pueden aparcar los coches en la mayoría de sus calles (salvo casos excepcionales). Los vehículos disponen de parkings a la entrada de la ciudad. Desde ellos, según el Metrominuto, cualquier punto del centro de la ciudad queda a apenas un cuarto de hora andando.

Dar prioridad a los peatones frente a los coches no es algo que se pueda asociar a determinadas ideologías. Ni siquiera tiene que ver con la ecología. Es un tema de democracia porque todos somos peatones y no todos somos conductores

La ciudad gallega también supo enfrentarse al reto de poner entre sus principales prioridades una demanda que no suele figurar en los primeros puestos de las propuestas de los programas electorales: eliminar barreras arquitectónicas. Las vías con plataforma única en las que las aceras y calzada están al mismo nivel se multiplicaron. «Así se pudo rebajar el límite de velocidad a 30 km hora (20, incluso, en algunas vías). Esto ha propiciado un descenso brutal en el número de accidentes y que desde entonces no haya habido ningún atropello en la ciudad».

Dar prioridad a los peatones frente a los coches no es algo que se pueda asociar a determinadas ideologías, según Tonucci. «Ni siquiera tiene que ver con la ecología. Es un tema de democracia porque todos somos peatones y no todos somos conductores». A la hora de abordar este problema por parte de las autoridades, Tonucci aconseja pensar primero «en pequeño»: «Una manera muy útil de repensar la ciudad es concebirla como una suma de pequeñas ciudades. Pensar en el barrio, actuar sobre él. De hecho hay gente que nunca sale de su barrio».

Pero ¿por qué son los adultos los que tienen que pensar en lo que es bueno para los niños? ¿Por qué no dejar que sean ellos mismos los que expresen sus necesidades y sus anhelos? Tonucci recuerda que no hacerlo es quebrantar sus derechos. El artículo 12 de la Convención de Derechos del Niño dice:

El niño tiene derecho a expresar su opinión y a que esta se tenga en cuenta en los asuntos que le afectan

Él lo tiene muy presente como investigador del Consejo Nacional de Investigaciones de Roma, desde donde en 1991 puso en marcha La Ciudad de los Niños. Un proyecto internacional desde el que se pone a disposición de las administraciones locales toda una serie de recursos para fomentar la autonomía y la participación de los niños en las ciudades.

«Escuchar a los niños es algo positivo para la sociedad en su conjunto porque al contrario de lo que ocurre con los mayores, las soluciones que los niños encuentran a los problemas suelen beneficiar a todos, no solo a ellos»

Fuente: http://www.yorokobu.es/ninos-en-las-calles/

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 España: Francesco Tonucci: «Los deberes son una equivocación pedagógica y un abuso»

España/12 de abril de 2015/Antonio Sandoval/Fuente: La Voz de Galicia/

El pedagogo italiano presentó en Santiago la edición en gallego de su clásico «La ciudad de los niños», publicado por Kalandraka. Tonucci, en una entrevista concedida en el 2012 a La Voz también dejó este sorprendente titular que ha hecho reflexionar a muchos

Hablamos con Francesco Tonucci (Frato) en un restaurante del centro compostelano, sobre una mesa de madera oscura que sus manos acarician mientras va eligiendo con esmero las palabras con que va respondiendo, en castellano, a nuestras preguntas. Aprendió este idioma por sí mismo durante sus incontables viajes a España y Sudamérica. En una ocasión, en Argentina, llegó a dirigirse a 13.000 personas en un estadio.

Tonucci nació en Italia en 1940. Graduado en Pedagogía en 1963 (Universidad Católica de Milán), trabajó como maestro. Desde 1991 realiza en su ciudad natal de Fano el proyecto La Ciudad de los Niños. Es asesor científico del proyecto El Museo de los Niños, de Roma, y de otras entidades vinculadas al Proyecto Internacional de la Ciudad de los Niños, que se está desarrollando en Italia, España y varios países latinoamericanos. Ha estado en muchas ocasiones en Galicia. Esta vez ha venido para compartir sus ideas con un nuevo libro bajo el brazo: la edición en gallego de su clásico La ciudad de los niños, publicado por Kalandraka.

Esa misma mano que acaricia la mesa como con curiosidad de ebanista estaba hace un rato escribiendo y dibujando dedicatorias en los ejemplares de una cola infinita de lectores entregados. La presentación de su obra ha abarrotado como nunca el salón de actos de la Facultade de Ciencias da Educación de la Universidade de Santiago. Incluso se han fletado autobuses desde A Coruña.

«Este es un proyecto político, no educativo», ha comenzado explicando. Para apoyar su mensaje ha citado a san Agustín y a otros pensadores clásicos, pero sobre todo a niños. Niños con quienes ha dialogado sin prisa a lo largo de sus viajes. Charlar con él aviva en cualquier ánimo sensible el compromiso personal con tantos cambios como son necesarios.

-¿Qué pueden hacer los niños por la ciudad?

-Es una pregunta aparentemente pequeña, pero que implica muchas cosas. Lo primero es estar presentes. Hoy uno de los aspectos más preocupantes de la ciudad es la desaparición de categorías sociales: niños, niñas, ancianos, discapacitados… No se ve por las calles niños de en torno a los 12 años jugando. Esto empobrece mucho.

– ¿En qué sentido?

– En su ausencia nos portamos peor, como demuestra por ejemplo cómo funciona el tráfico. La presencia de niños hace la ciudad más segura, pues nos obliga a un mayor control, y también más bella y vivible. Otra cosa que pueden hacer es participar en el gobierno municipal con sus ideas. Es decir, aportar su punto de vista en las decisiones y cambios. Una ciudad buena debe ser para todos. Normalmente, cuando los adultos pensamos en «todos» pensamos solo en «todos los adultos», olvidando a ancianos, discapacitados y niños. Por eso la actitud de los niños es una gimnasia importante de democracia para los administradores.

-¿Por qué es el juego tan importante?

-Por dos razones. Una, porque si un niño no juega no crece, no se desarrolla, no aprende. Una ciudad democrática debe preocuparse por el bienestar de todos, pero en especial por el bienestar de los niños. Son ciudadanos, pero no disponen de los instrumentos de que sí disponen la mayoría de los ciudadanos adultos, y por tanto dependen de nosotros. En segundo lugar, el juego es una forma de presencia de alto nivel porque los niños, al jugar, ejercitan la etapa más importante de su desarrollo. Cuando a Freud le preguntaron cuál fue el año más importante de su vida, él respondió: «Sin duda, el primero». Así es también para nosotros. La principal actividad con la que creamos los cimientos sobre los que luego construiremos nuestra vida es el juego. No es casualidad que la Convención de los Derechos de los Niños dedique a la escuela y al juego dos de sus artículos, el 28 y el 31.

-Pero a veces hay que hacer los deberes?

-La escuela debería estar sumamente interesada en que los niños jueguen. Las experiencias pueden y deben ser comunicadas en el colegio. Por eso yo tengo una pelea desde hace muchos años contra los deberes de casa. La escuela debería pedir a los niños: «Por favor, debéis jugar para poder traer mañana experiencias». En esto hay que comprometer también a las familias. A menudo crean para los niños agendas más apretadas que las de los mayores.

-Parece clara su opinión acerca de los deberes escolares…

-Los deberes son una equivocación pedagógica y un abuso. Nunca consiguen el resultado que la escuela presume. Deberían ser una ayuda para los más débiles pero estos no son tan capaces de acometerlos, y además en casa a menudo no encuentran ayuda, pues pertenecen a familias de bajo nivel social y cultural. Así, quienes más aprovechan los deberes son los que menos los necesitan: aquellos que tienen familias que les pueden ayudar. La Convención habla del derecho a la escuela y al juego. ¡Deberían ser reconocidos como dos con el mismo peso! Si la escuela ocupa la mitad del día, la otra mitad no debería ser suya, sino de los niños.

«La garantía de una buena escuela son unos buenos maestros»

Tonucci cree que las leyes no influyen demasiado en la calidad de la educación. Por eso las leyes deberían centrarse en dar la mejor formación posible a los futuros maestros.

-¿Qué opinión le merece la nueva Lomce?

-No la conozco en profundidad, pero cuando me la enseñaron y leí el prologo, dije: «Una cosa así no puede pasar en un país occidental en el 2013». Tiene algunos contenidos que están totalmente en contra de toda la teoría pedagógica. Me asombra que un ministro tenga el valor de presentarla. Que en el prólogo se hable de que la competitividad sea el motor del aprendizaje es impresionante. Creo que todos los que se dedican a la educación están de acuerdo en que la escuela debe ser un lugar en el que se educa en la cooperación y no en la competitividad. Por otro lado, la desconfianza que manifiesta hacia la educación infantil, no considerándola casi a nivel educativo, está en contra de todas las teorías pedagógicas.

-¿Y cuál puede ser el impacto de esta nueva ley?

-Yo pienso que las leyes tienen muy poco que ver con los cambios, ni en positivo ni en negativo. Así como las buenas leyes que tuvimos en Italia no consiguieron cambiar significativamente la escuela para mejor, no creo que esta otra, que considero una mala ley, pueda incidir mucho en empeorar la escuela. El día que nuestros países decidan de verdad que quieren garantizar a todos los niños una buena escuela, dejarán de pensar en reformas legales y se dedicarán exclusivamente a la formación de los maestros. La garantía de una buena escuela son unos buenos maestros. El derecho al estudio que sostiene el artículo 28 de la Convención de los Derechos del Niño no significa tener derecho a un banquito y una silla, sino a un buen maestro o una buena maestra.

Los niños y la ciudad

Pontevedra es un ejemplo de ciudad que va en el camino correcto para ser más habitable para las personas

FÁTIMA SANTIAGOPontevedra es un ejemplo de ciudad que va en el camino correcto para ser más habitable para las personas

Las ciudades necesitan un cambio profundo para crear espacios públicos compartidos por todos. Tonucci rechaza la creación de espacios específicos, como las zonas de juegos para niños.

-¿Cuáles serían las claves para convertir una ciudad en más habitable?

-Una es la posibilidad para todos los ciudadanos de moverse libremente en su propia ciudad. Esto es lo que precisa un cambio más profundo: pasar de una ciudad de «prioridad coches» a una de «prioridad peatones». Es decir, cambiar las prioridades. Esto conecta con el tema del espacio público. Hay que recuperar la idea de que lo que convierte un conjunto de casas en una ciudad es el espacio público, que debe ser de todos.

-¿Qué más?

-Hay que renunciar a dedicar espacios específicos para distintas categorías. Esto es una forma de marginación. Estoy pensando en concreto en los parques para niños. El lugar de juego debe ser para los niños un lugar elegido, no obligatorio. Deben poder elegir, según su juego, si van usar la acera, una plaza, un jardín o un paseo. Las ciudades pueden ahorrar mucho dinero si en lugar de dedicarlo a espacios de ese tipo lo destinan a espacios públicos que sean buenos para todos.

-¿Y en qué consistiría ese ahorro?

-Un parque para niños se convierte por la noche en un lugar para drogadictos y vándalos: no sirve para nada. Una plaza o un jardín pensados para que sean lugares verdaderos y buenos en cada hora del día y de la noche son lugares aprovechados para ancianos, para familias con bebés, para niños, para jóvenes. Así se convierten en lugares vigilados, nunca abandonados. Otra clave más es escuchar a los niños. Los niños no son mejores que nosotros, pero sí distintos. Una ciudad democrática escucha a los niños porque necesita conocer su otro punto de vista.

-La ciudad aleja la naturaleza de los niños?

-Mi metáfora en el comienzo de La ciudad de los niños es que una vez el bosque era el lugar del miedo, y la ciudad el de la seguridad. Ahora estamos mitificando el bosque, considerándolo el lugar de la naturaleza, y la ciudad se ha vuelto hostil. Soñamos con la naturaleza y nos asustamos del lugar donde vivimos. Tanto que nos encerramos en casa defendiéndonos con puertas blindadas e impidiendo a los niños salir, para defenderlos de peligros que solo conocemos por la televisión y que no se corresponden con la realidad de nuestros barrios y ciudades.

-¿Qué propone?

-Yo creo que las ciudades tendrían que hacer sitio a la naturaleza con más espacios verdes públicos y con huertos y jardines escolares, acostumbrando a los niños a criar animales y cultivar productos. Hay además que recuperar un encuentro con la naturaleza animando a las familias a salir de casa para conocer el bosque, considerándolo como un importante taller educativo.

-¿Qué asignaturas sobran y cuáles faltan para que el niño se conozca mejor a sí mismo y su entorno?

-El artículo 13 de la Convención de los Derechos del Niño dice que los niños tienen derecho a expresarse en todas las formas: literarias, científicas, artísticas… Las elegidas por ellos. Yo siempre me pregunto: ¿sabe esto la escuela? Loris Malaguzzi, director e inventor de las escuelas de Reggio Emilia, dice que los niños tienen cien maneras de pensar, de soñar… pero les roban 99.

-¿Quién se las roba?

-Yo creo que la escuela tiene mucha responsabilidad. Roba 99 proponiendo solo una. Las propuestas de la escuela son muy reducidas, solo son adecuadas para unas pocas personas: para las que nacen con vocación literaria, matemática o científica. Quienes nacen artistas, artesanos, deportistas, bailarines… no se encuentran reconocidos en esta escuela, y fracasan.

-¿Cuáles son las ciudades que más empiezan a parecerse a sus propuestas?

-Hoy en día yo hablo mucho de Pontevedra. Ha hecho un camino bastante rápido para asumir estas características de una ciudad para todos. Para ello ha asumido a los niños como parámetro. El cambio de diseño de las calles, como por ejemplo hacer más anchas las aceras hasta asumir como medida la de dos personas con el paraguas abierto, significa pensar una ciudad primero para la gente y después para los vehículos.

-Eso parece obvio.

-Sí, pero es casi revolucionario. Con todos estos cambios, hoy Pontevedra puede invitar a los niños a ir a la escuela sin adultos, porque está diseñada de manera que los niños están bastante protegidos. Es una ciudad en camino. No ha llegado, pero el camino es correcto. Espero que pueda seguir adelante.

«A cidade dos nenos»

PORTADA

Publicada por la editorial Kalandraka, la traducción al gallego de esta obra de Tonucci, tan clásica como resueltamente moderna, se ha convertido en un rápido superventas entre educadores y padres. De la traducción se han encargado Mónica Baleirón, Sonia Santos y Rut Vázquez.

  • Puedes encontrar más información en: http://bit.ly/1bPymQD

PARA SABER MÁS

  • Proyecto La Ciudad de los Niños: http://bit.ly/1jafgmH
  • Convención de los Derechos del Niño (PDF): http://bit.ly/1fUnTRh

Si quieres consultar otra entrevista de La Voz a Tonucci, del año 2012, en la que aseguró que un buen carpintero será más feliz que un ingeniero mediocre, puedes pinchar en este enlace.

Fuente de la entrevista: http://www.lavozdegalicia.es/noticia/lavozdelaescuela/2015/04/07/deberes-equivocacion-pedagogica-abuso/00031428264968120321927.htm

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