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Día X de cuarentena…

Por: Abelardo Carro Nava

De repente, cual fotografías de esas instantáneas, vienen a mi mente varios recuerdos de mi infancia. Mis padres, fieles a las enseñanzas de sus padres, seguían a pie juntillas su ejemplo. No había otra forma de ser “alguien” en la vida. Finalmente, quienes nacimos en condiciones económicas limitadas, teníamos claro que el trabajo dignifica al hombre, y vaya que hay razón en ello.

Levantarse, desde pequeño, muy temprano para acompañar a mi padre y hermanos al campo, a la “pizca” o “trasiego”, era de lo más divertido. ¿Cómo podría ser pesado o aburrido si desde niño era el mundo que habíamos conocido?, ¿cómo negarse, si de tal actividad, obteníamos algún dinero para que mis padres solventaran otros gastos?, ¿cómo no ser parte de algo que, a decir de tus padres, era para el bienestar de la familia?

Pasadas algunas horas de labriego llegaba el desayuno. Ese menú exquisito que se conformaba por abundantes “gorditas” cocidas en comal de barro, con masa de maíz antes cosechado, harta salsa y solo unas cuantas pizcas de queso; y un atole, sí, un atole también de masa cuyo color y consistencia guardo en mis adentros.

El trabajo no menguaba. Las horas pasaban y el calor atosigaba. Sí, esa era la hora en que debíamos volver a casa. ¿Un baño? Ni pensarlo, primero debíamos realizar las tareas asignadas: barrer el patio, escombrar los cuartos, acomodar la leña, limpiar el pequeño establo, en fin, siempre había algo que hacer y rehacer para ayudar en los deberes domésticos. ¿Y luego? Las pequeñas tareas escolares que mis padres nos encomendaban: leer un cuento, resolver problemas matemáticos, repasar lo que en el ciclo escolar habíamos trabajado. ¿Y los juegos? ¡Claro que había espacio para los juegos! Sí, esos momentos que, después de la comida, se propiciaban con los demás niños de la cuadra, una “cascarita” le llamaban. Yo, desde luego, era el portero y, por ser el más pequeño, siempre era el que me “brincaba” a las casas de los vecinos cuando la pelota se nos volaba.

El tiempo pasaba y la cena llegaba, pero antes un baño, sí, un baño que verdaderamente disfrutaba. El correr del agua calientita sobre mi cuerpo, ha sido de las experiencias más extraordinarias que aún conservo.

Sentados en la mesa, mi padre tocaba su guitarra y “La Malagueña” cantaba. No sé si esa canción era la única que se sabía, pero recuerdo claramente cómo siempre se entonaba. La noche llegaba. Unas cuantas horas de descanso y de nuevo la jornada.

No, no eran vacaciones como las que hoy conocemos. La televisión era un lujo que no podíamos darnos en esos momentos. El dinero no alcanzaba para comprar un producto de esa naturaleza. Sin embargo, leer una novela, nos llevaba a mundos insospechados.

Aún recuerdo a María, sí, aquel texto de Jorge Isaacs que me tuvo al borde de las lágrimas. Su muerte, fue uno de esos hechos incompresibles que, desde luego, mi padre con sus sabias palabras, me explicaba. O bien, ese mundo de aventuras y misterios que, con Julio Verne y su Viaje al Centro de la Tierra, viví intensamente. No, no eran las vacaciones como las que ahora conocemos y, mucho menos, los juegos que ahora vemos. Hacer un paracaídas con una bolsa de plástico a la que se le ataban unos estambres en un extremo y del otro, las manos de un luchador, también de plástico, era todo un suceso. Esas competencias con los vecinos para ver cuál “volaba” más alto eran interminables; las apuestas siempre giraban en torno a nuestro gran tesoro: un dulce o un chicle que, como parece obvio, gané una y otra vez, para envidia de todos.

De vuelta a la realidad, de un tiempo a la fecha me he preguntado ¿qué tanto, como sociedad, hemos cambiado para pensar que un televisor es un gran aliado en contra del aburrimiento y el desasosiego?, ¿por qué las tabletas y los videojuegos han sustituido esas “cascaritas” tan amenas que sosteníamos con nuestros amigos?, ¿qué hemos hecho, como sociedad y gobierno, para que todo sea tan diferente pero, lastimosamente, igual que antes? Sí, tal vez se deba a un problema de clases sociales, y a lo que alguna vez algún profesor de la universidad definió como capitalismo. Sí, esa forma de vida que, por más que se diga lo contrario, genera grandes desigualdades sociales por el libre mercado.

Tengo claro que los tiempos ya no son los mismos de aquella, mi infancia, y que las condiciones económicas han acelerado nuestro ritmo de vida; desde luego, hay quienes vamos al día, viviendo y sobreviviendo con lo que hacemos y con lo que tenemos. Por ello comprendo, que las responsabilidades que tenemos en casa, las hemos sustituido con ciertos artefactos tecnológicos que derivan en la poca atención que, de alguna u otra manera, brindamos a nuestros seres queridos.

Tal vez sea momento, mientras vivimos esta pandemia generada por algo que los científicos han llamado coronavirus, de reflexionar sobre lo que hemos hecho y cómo lo hemos hecho o estamos haciendo. Bien se dice que la educación comienza en casa y, desde luego, coincido en ello.

Asignar pequeñas tareas a nuestros hijos logrando que comprendan el porqué de éstas, no es algo de otro mundo. Sé muy bien, porque me pasa lo mismo, que a veces cinco minutos significa destinar un tiempo que no teníamos contemplado porque nuestras actividades, sobre todo, laborales o domésticas, nos meten en un trajín de eventos sin sentido porque, inevitablemente, el sustento es lo primero; sin embargo, desde mi perspectiva, esos cinco minutos pueden ser tan valiosos en las personas como su vida misma. Muchas veces me han preguntado cómo podemos fomentar los valores universales en los nuestros. Mi respuesta ha sido inequívoca: comunicarnos, escucharnos, respetarnos, amarnos, etcétera; son, desde luego, pequeñas acciones que pueden generar ambientes favorables que propicien un sentido de corresponsabilidad y conciencia en los que hacemos y cómo lo hacemos.

No lo olvidemos pues, que los mexicanos, sin distingo de género, somos “luchones”, y es precisamente esa fuerza y ese carácter, lo que puede llevarnos a trabajar para ser mejores seres humanos. Hombres y mujeres empáticos…

Si la educación comienza en casa, y ustedes coinciden en ello, es un buen momento para seguir trabajando en ello. Así, con pequeñas acciones que, seguro estoy, más adelante tendrán grandes resultados colectivos, mimos que nacerán en la individualidad de los individuos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/dia-x-de-cuarentena/

Imagen: https://pixabay.com/illustrations/tv-man-sofa-tv-room-apartment-1529259/

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Eliminar todo lo que vagabundea

Por: Amador Fernández Savater

“Anunciaron que preferían ser ilegales durante un año en el bosque de Sherwood que presidente de los Estados Unidos” (Mark Twain, Las aventuras de Tom Sawyer).

“Quedarse parado en una esquina sin esperar a nadie, eso es el Poder” (Gregory Corso)

¿Hay continuidades entre el fascismo clásico de los años veinte y treinta del siglo pasado y lo que hoy vemos emerger un poco por todas partes, aún sin un nombre preciso, sólo con algunos nombres propios: Trump, Bolsonaro, Le Pen, Salvini, Orban, etcétera? Nos parece que podemos sugerir al menos una: el odio hacia todo lo que vagabundea. Aunque lo que vagabundea sea el mismo vagabundo a lo largo del tiempo y cambie de forma. Proponemos nuestra intuición o conjetura —no llega a hipótesis— a partir de cinco escenas.

1. Racismo de Estado

En Los maestros pensadores (1977),1 André Glucksmann enuncia esta tesis: el antisemitismo de los siglos XIX y XX está vinculado estrechamente a la voluntad de Estado. Allí donde la prioridad es construir o fortalecer el Estado —homogeneizar los territorios, las lenguas y los hábitos, acabar con la fragmentación del poder (en órdenes, en principados), instaurar la ley única e indivisible, construir un poder centrado y visible, etcétera—, el judío aparece como lo que no encaja.
Cuanto más fuerte es la voluntad de Estado —entre los intelectuales, los dirigentes políticos y los pueblos— mayor es el antisemitismo. Y al revés. Glucksmann cita como ejemplo el caso del pueblo italiano, que rechaza el racismo y no se deja capturar por el odio a pesar de que la doctrina oficial del Estado fascista es antisemita durante veinte años.

Los italianos se dejan movilizar [en la guerra del 14] con gran dificultad. No son antisemitas y no tienen el culto del Estado. Esto explica aquello.

Pueblo errante, apego a la propia particularidad, animal sin patria… Desde la óptica del Estado, el judío es una zona de opacidad sospechosa, un resto inasimilable, una anomalía en el cuerpo orgánico de la sociedad, una alteridad a la que se acusa de privilegio, una forma de vida heterogénea a la que se le reprocha ser hostil a la vida del conjunto, un peligroso “Estado dentro del Estado”.
El antisemitismo no es religioso, ni puramente económico: lo que levanta todos los recelos es una forma de vida no estatal. No el anticristo, sino el antiestado. El judío acampa en la tierra de los faraones, pero no se integra en la vida política y tampoco abjura de su autonomía tribal.

Judía es toda forma de comunidad extraestatal, toda vida colectiva al margen del control de la administración central, toda posibilidad subversiva en la que el individuo escape a la alternativa entre vida privada y servicio público.

Cuando se apunta a los judíos, se apunta a todo lo que se fuga, lo que desafía las fronteras y las disciplinas, lo que obstaculiza la unificación abstracta de los territorios, las lenguas y las formas de vida. A los grupos sin vocación estatal. “Lo judío” no son sólo los judíos, sino todo lo que vagabundea, esos mundos que se acabarán encerrando finalmente en los campos de concentración: gitanos, homosexuales, locos…
Esta “forma de comunidad”, esta “vida colectiva”, esta “posibilidad de subversión” hay que segregarla del cuerpo sano de la sociedad para evitar el riesgo de contagio e infección: depurar, filtrar, separar cuidadosamente al judío del resto de la comunidad, separar al judío de lo humano mismo. Para ello se aplica sobre él la “imagen de enemigo”:2 se disparata sobre su voluntad y capacidad de hacer daño, su figura se vacía completamente de humanidad, hasta que no es más que el “piojo” que podemos borrar de un plumazo deportándolo a un campo.
Lo que escapa, lo que se desvía, lo que vagabundea, lo que resiste, lo que acampa sin permiso, recibe en el libro de Glucksmann el nombre de “plebe”. Lo judío es un nombre de la plebe.

 Pedro F. Miret. 1958. Archivo Miret

2. Hay plebe en todas las clases

Al mismo tiempo que Glucksmann y en sintonía con él, Michel Foucault propone también la figura de “la plebe”3 para dar cuenta de “lo otro” del poder y la política, en discusión con el marxismo, la lógica dialéctica y la noción del proletariado como “sujeto histórico”.
Mientras que en la lógica formal dialéctica los elementos en juego aparecen totalizados en la unidad abstracta de la “contradicción”, que asigna a cada agente-sujeto posición e identidad en una conflictualidad determinada de antemano (clase-lucha de clases, proletariado-negatividad), la noción de plebe nos permite pensar de forma radicalmente distinta tanto la lucha como lo que lucha.4
En primer lugar, la plebe no es una realidad sociológica: ni un grupo, ni una colección de individuos determinada, ni un sector objetivable, sino más bien una falla que atraviesa las identidades dadas en zigzag.

Hay plebe en los cuerpos, en las almas, en los individuos, en el proletariado, también en la burguesía, pero con una extensión, unas formas, unas energías y unas irreductibilidades diversas.

Si el proletariado es uno de los polos de la contradicción, la plebe perfora la propia contradicción y divide en dos al mismo proletario: está el que defiende el trabajo asalariado y el que se fuga de él, ¡a veces el mismo! Otro tanto ocurre con la burguesía, ella también está dividida por todos los comportamientos que la “traicionan” desde dentro: los jóvenes que escapan de su destino como burgueses, se desclasan y buscan otros modos de vida, etcétera.
El poder y la resistencia no se deducen simplemente desde el marcaje de un cuerpo por una posición social o una identidad, sino que pasan por un tipo de actitud, disposición o actividad. Es decir: no sólo existe “lo que uno es”, burgués o proletario, blanco o negro, hombre o mujer, sino “cómo se es lo que se es”. En ese cómo reside la posibilidad plebeya.
En segundo lugar, la plebe no existe como esencia o sustancia, como fondo o naturaleza humana, como sujeto o agente histórico a priori, sino sólo como acción, manifestación, acontecimiento. No existe “la” plebe, pero “hay plebe”, como cuando decimos “no hay amistad pero hay pruebas de amistad”. Hay pruebas de existencia de la plebe: ciertos actos, ciertas palabras, ciertos comportamientos. La plebe es algo que pasa, y si no pasa no existe. La subversión no es una identidad, sino una práctica.
¿Qué tipo de práctica? Un gesto de escapada, un movimiento de desobediencia, una energía centrífuga. La plebe es “segunda” con respecto al poder, una reacción o una respuesta, pero no un simple eco o un reflejo, sino una réplica creadora que distribuye nuevamente las cosas. La resistencia de la plebe no opone al poder una trinchera, una fuerza de contención, un peso inerte, sino una dinámica, una acción, un contra-movimiento.
Por último, la plebe es un “punto de vista”: una perspectiva a través de la cual mirar el mundo y analizar los dispositivos de poder. Mirar desde los agujeros, las fallas y las fisuras nos permite no ver las relaciones de poder como omnipotentes y eternas, y producir un conocimiento estratégico y no moral: la descripción, más que el juicio, del funcionamiento de los dispositivos que nos tienen atrapados.

 Pedro F. Miret. 1958. Archivo Miret

3. El orgullo de una vida soberana

Si Jack Kerouac es un autor muy político, no lo es tanto por sus posiciones o declaraciones públicas como por la práctica misma de su escritura. Los mundos que convoca en ella y transcribe, la transfiguración de ellos que consigue. La crítica es en primer lugar un punto de vista. Kerouac es por eso justamente un escritor “plebeyo”: mira el mundo desde “lo otro” del poder.
En “La extinción del vagabundo americano”,5 un texto bellísimo montado a partir de esbozos, de pinturas, Kerouac toma partido —es decir, el punto de vista, el punto de vida— de la plebe vagabunda de Estados Unidos frente a los patrulleros policiales y la criminalización de los medios.
Kerouac no describe a los vagabundos desde la carencia o la falta, desde el crimen o la amenaza. No mira desde el Estado. Sin idealizarlos tampoco, pone su foco en la potencia y la belleza del vagabundeo: como pulsión, como forma de vida, como aventura, como fuerza que empuja las piernas a ponerse en marcha, a moverse y desplazarse.
El vagabundo, como hoy el migrante, no se define entonces por no tener algo, techo o dinero. Tiene experiencias, habla muchas lenguas, ha atravesado países o estados, conoce mil estrategias para adaptarse a lugares desconocidos, sabe mil historias, posee todo un potencial de plasticidad en su cuerpo.
Kerouac mira con nostalgia otras épocas donde la sociedad no era tan dura con los vagabundos. Hubo ciertos momentos en la historia donde el vagabundo tenía un cierto papel social desde el que hacía su propia aportación. En su pobreza se podía descubrir una gran riqueza.

En la época de Brueghel, los niños bailaban alrededor del vagabundo, que usaba ropas grandes y harapientas y miraba siempre hacia adelante, indiferente; a las familias no les importaba que los hijos jugaran con el vagabundo, era algo natural. – Pero hoy las madres agarran fuerte del brazo a sus hijos cuando el vagabundo anda cerca, porque los diarios convirtieron al vagabundo en el violador, el estrangulador, el devorador de niños. -No aceptes nunca caramelos de un extraño. El vagabundo de Brueghel y el vagabundo actual son iguales, pero los niños son diferentes.

A lo largo del texto, el concepto de vagabundo de Kerouac se amplía e incluye a algunos sin-hogar muy especiales: Beethoven, “un vagabundo que escuchaba la luz arrodillado”; Einstein, “el vagabundo con tricota de lana”; Li Po, “también un vagabundo poderoso”; Jesús, “un raro vagabundo que logró caminar sobre las aguas”; o Buda, “un vagabundo que no prestaba atención a los otros vagabundos”. Vagabundo es todo aquel que se fuga de los campos ya establecidos y abre nuevos caminos posibles, en la calle, en la música, en la ciencia, en la poesía, en la espiritualidad…
“El vagabundo nace del orgullo”. Ese orgullo es la afirmación de una vida soberana que no acepta el sacrificio del trabajo, que no intercambia el tiempo de existencia por dinero, que no es medio o herramienta de un fin ajeno, que no queda localizado estrictamente en un espacio y unos gestos determinados, que no depende de ninguna comunidad establecida, sino que en todo caso puede asociarse puntualmente con otros vagabundos amigos por el camino…
Pero la policía acecha. Persiguen todo lo que se mueve en sus grandes patrulleros. “No saben qué hacer consigo mismos en sus coches de policía de cinco mil dólares con radios de dos vías al estilo Dick Tracy, salvo perseguir cualquier cosa que se mueva de noche y de día”. Los policías que persiguen vagabundos no saben qué hacer con su tiempo, no aguantan el silencio ni tampoco a sí mismos. Son pobres en experiencia, el reverso completo del vagabundo.
La televisión diaboliza a los vagabundos, a todo aquel que escapa a las leyes del trabajo y la normalidad, como monstruos, como criminales, como el mal. La policía se encarga de vigilarlos y detenerlos. Hay que impedir el contagio con la gente “honesta”, “buena” y “trabajadora”, segregar al vagabundo del resto de la sociedad.

 Pedro F. Miret. 1958. Archivo Miret

4. El deseo vagabundo

Economía libidinal (1974)6 es un libro de Jean-François Lyotard dedicado a pensar el deseo. Pero buscaremos en vano una definición de deseo a lo largo de sus páginas. Hay que buscarla de otra forma, por ejemplo observando los verbos que Lyotard asocia al deseo. No lo que es, sino lo que hace: carga y descarga, inviste y desaloja, se desplaza y nos desplaza.
El deseo pasa. Su modo de ser es el pase, el pasar, el pasaje. Pasa y nos pasa, nosotros pasamos con él, somos pasados por él, atravesados, arrastrados casi involuntariamente, hacia nuevos paisajes, sentidos, focos de actividad, etc. El deseo no simplemente se representa en un teatro íntimo o social, sino que da lugar, hace hacer, nos pone en movimiento.
Ese pasar no es exactamente un movimiento. Un deseo puede atravesarnos en la inmovilidad. Es una fuerza de metamorfosis y no sólo de circulación. Lo que circula puede moverse idéntico a sí mismo. Lo que pasa son intensidades que transforman y nos transforman. Beethoven, Buda, Li Po, Cristo, vagabundos del deseo
El deseo “acampa”, como los judíos en la tierra de los faraones, pero no pertenece a ningún sitio. Se posa por un tiempo indefinido (¿un día? ¿una vida?), pero luego sigue su camino. Podríamos decir incluso: el deseo engendra, su propio pasar engendra la superficie por la que pasa. El calor del viaje de deseo crea nueva tierra. Y ese viaje tiene su propia ley, una ley interna, inmanente.
Desplazamiento de las energías, deriva de los continentes, el deseo se desvía de los límites que lo quieren fijar a tal objetivo, a tal institución, a tal registro. Fuga por tierras desconocidas, pero no como el conquistador que busca dominar los nuevos territorios, sino como el vagabundo que multiplica los recorridos posibles a través de un espacio a la vez descubierto e inventado.

 Pedro F. Miret. 1958. Archivo Miret

5. Racismo de mercado

Alana Moraes, activista brasileña, recoge el siguiente dato significativo para entender la victoria de Bolsonaro en los comicios de 2018: la campaña electoral que le aupó el poder estuvo focalizada contra los vagabundos.7 Bolsonaro asumía la demanda de algunos sectores de la policía brasileña de poder disparar impunemente contra los sin-techo. La “seguridad” por encima del derecho a la vida.
Pero la definición de “vagabundo” pronto desbordó la identificación con los sin-hogar para incluir todo aquello que resulta una “amenaza” contra “el gran y productivo Brasil”: el Brasil del evangelismo, el agrobusiness, el orden policial, etc. Feministas, negros y negras de las periferias, indígenas, izquierdistas, gays… Los vagabundos son todos los que se desvían de las normas de orden y productividad. Todo lo que atenta contra la patria y la empresa, la patria-empresa, la patria como empresa.
Un cierto salto, un cierto desplazamiento. El fascismo clásico fue el ideal de plegar el mundo al poder del Estado. Había que eliminar para ello todo lo que “no encajaba” en la ley estatal: judíos, homosexuales, locos… El fascismo posmoderno es la tentativa de plegar el mundo a la lógica de mercado. Hay que eliminar para ello lo que no encaja en la norma de productividad total.
Glucksmann habla de un “racismo de Estado” en el caso de los judíos. Hoy podríamos hablar de un “racismo de mercado”, siempre que tengamos en cuenta que el Estado en el neoliberalismo sigue bien operativo pero subordinado a las lógicas de empresa. Si lo que se atacaba en “lo judío” era una cierta autonomía de la existencia con respecto al Estado, lo que se ataca hoy es la autonomía de la vida con respecto al mercado.
Como explica Alana Moraes, los “vagabundos” que Bolsonaro promete eliminar son personas y colectivos que disfrutan de tiempo libre, organizan fiestas y encuentros, mantienen una relación afirmativa con el cuerpo y el placer, hacen un uso no propietario de la riqueza. No sacrifican la vida a la lógica de beneficio. La figura por excelencia del “vagabundo” sería Marielle Franco, asesinada justamente por ser “una mujer feminista, negra e hija de la favela” como ella misma se definía con orgullo. El orgullo de la vida soberana.
El fascismo posmoderno, según Diego Sztulwark en su ensayo La ofensiva sensible8, sería una exasperación de lo neoliberal. ¿En qué sentido “exasperación”?
El neoliberalismo trabaja cotidianamente la “fijación” de la naturaleza vagabunda del deseo: su subordinación a la realización y el consumo de mercancías. Ese deseo vagabundo, que nos atraviesa y nos mueve, que nos desplaza y se desvía, debe ser “localizado” y “atado”. El deseo queda así en “arresto domiciliario”, pero no porque se lo encadene a un solo lugar (el capital circula), sino porque es canalizado a través de un único circuito. Sólo “vale” lo que encaja en la ley del Valor.
El neoliberalismo no es un vagabundo, sino un conquistador. Lo suyo no es la fuga, el viaje de deseo, sino el movimiento expansivo de apropiación de más y más pedazos de realidad. La conquista, el deseo-de-conquista, es deseo de imperio, deseo imperial. Anhelo y pasión de un cuerpo pleno y total, siempre frustrado en su afán, en permanente caza y captura de nuevas tierras y capas del ser que incorporar.
El fascismo neoliberal, según Sztulwark, sería la cara intolerante y militarizada de esta política sobre el deseo: el “odio” contra todo lo que se sustrae a los mandatos de valorización capitalista, la “agresividad” contra todo lo que no encaja en el modelo antropológico neoliberal. La plebe del mercado.
La línea del frente pasa por nuestro interior. En la tentativa neoliberal de identificar el mundo y la vida con los imperativos de máximo rendimiento y productividad, los cuerpos se agrietan: agobio, cansancio, depresión. Algo se rompe, algo se quiebra, algo grita “no puedo más”. El malestar atraviesa hoy todas las capas sociales, agujereando los modos de vida neoliberales.
Ese malestar puede 1) ser apagado y gobernado mediante terapias, pastillas, mindfulness, perdiendo así toda su capacidad de inquietarnos y hacernos preguntas sobre el sentido de la vida que llevamos; 2) ser redirigido por el Bolsonaro de turno contra los “culpables” de lo que pasa, los vagabundos demasiado orgullosos de sus formas de vida no-productivas, convirtiéndose en resentimiento y rabia reactiva; o 3) ser escuchado y acogido, transformándose así en la energía que necesitamos para la creación de nuevas formas de vida. La crítica pasa hoy por ponerse en el punto de vista del malestar.

  1. André Glucksmann, Los maestros pensadores, Anagrama, Barcelona, 1978.
  2. Juan Gutiérrez sobre “imagen de enemigo”
  3. Michel Foucault, entrevista con Jacques Rancière, “Poderes y estrategias”, en Microfísica del poder, Siglo XXI, Buenos Aires, 2020.
  4. Esta definición sintética de dialéctica la tomo de Jean-Franklin Narodetzki, “Mayo del 68 explicado a los niños”, publicado en los números 80 y 81 de la revista Archipiélago (2008).
  5. Jack Kerouac, “La extinción del vagabundo americano”, en Viajero solitario, Caja Negra, Buenos Aires, 2013.
  6. Jean-François Lyotard, Economía libidinal, FCE, Buenos Aires, 1990.
  7. Diego Sztulwark, La ofensiva sensible, Caja Negra, Buenos Aires, 2019.

Fuente: http://lobosuelto.com/eliminar-todo-lo-que-vagabundea-amador-fernandez-savater/

Imagen de portada:  Pedro F. Miret. 1958. Archivo Miret

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La importancia de las distintas tonalidades del feminismo

Autor: Vicenç Navarro

Uno de los movimientos sociales que, junto con la protesta de los pensionistas, ha tenido mayor influencia en la vida política del país este año es el movimiento feminista, que está adquiriendo mayor intensidad como consecuencia, entre otros factores, de la creciente conciencia sobre el sesgo profundamente conservador y machista de sectores de la judicatura española, claramente expresado en su tolerancia hacia la violación masiva en el caso de “La Manada”, que ha indignado a la mayoría de la población española.

Aunque este movimiento ha alcanzado una visibilidad mediática y una movilización muy notoria en los pasados meses, es un movimiento de larga historia que lleva mucho tiempo luchando por intentar conseguir la igualdad entre el hombre y la mujer, exigiendo el fin de la explotación de la mujer por parte del hombre. Desde la protesta frente a la violencia machista hasta la demanda de eliminar la brecha salarial, este movimiento está hoy adquiriendo una gran extensión cubriendo una amplia gama de demandas. Es un movimiento enormemente positivo que está mejorando la sociedad, rompiendo con el conservadurismo tan extendido en este país.

Su impacto es considerable. No hay duda de que sin la marcha del 8 de Marzo hoy no habría un gobierno en España en el que la mayoría son mujeres, las cuales ocupan ministerios de gran poder y capacidad de influencia. Y es importante también resaltar que tal movimiento está influenciando a todas las sensibilidades políticas en el país, como lo demuestra que en las primarias a la presidencia del partido más conservador que existe en España, dos de las personas que tienen más posibilidades de ganar son mujeres.

Las tonalidades del movimiento feminista

El feminismo se está expandiendo y penetrando en todos los sectores de la sociedad española, adquiriendo distintas tonalidades y exigiendo diferentes propuestas dependiendo del sector y fuerza política que lo promueva. Lo cual nos lleva a hacer una observación que, aun siendo una obviedad, raramente se menciona. Y es que de la misma manera que entre los hombres hay clases sociales, las mujeres también están divididas por clases sociales. Una mujer burguesa tiene elementos en común con la mujer trabajadora derivados del hecho de que, al ser mujer, ambas están sujetas a la discriminación consecuencia del machismo existente en la sociedad. Ahora bien, tal experiencia y la manera como se expresa, así como las consecuencias que de ello se derivan y las propuestas que se realizan (incluyendo las políticas necesarias para proteger a la mujer y eliminar dicha discriminación) es probable que sean distintas. Y esta realidad es de una enorme importancia.

Las demandas de políticas públicas feministas dependen de quién las haga

Pude ver esta realidad en los años ochenta en EEUU, cuando tuve el gran honor de asesorar al dirigente del movimiento de izquierdas estadounidense –The Rainbow Coalition- Jesse Jackson senior, y también de ser elegido para la dirección de tal movimiento, que incluye los mayores movimientos sociales en aquel país, desde los sindicatos y el movimiento de derechos civiles –The Civil Rights Movement- hasta el mayor movimiento feminista de EEUU, NOW. Pude entonces ver que las peticiones realizadas por la dirección de este movimiento –mujeres de clase media profesional-, muy necesarias, eran medidas muy relevantes para mujeres de clase media/media-alta pero no tan relevantes para mujeres de raza negra pertenecientes al sector de clase trabajadora no cualificada, de renta muy baja. Las leyes del divorcio, para prevenir el cambio sustancial del nivel de renta de un ama de casa (pasando de clase media y media alta de renta alta a pobreza, cuando se divorcia), son de una enorme importancia. Pero para la mujer cuyo esposo está en paro, con un nivel de renta bajísimo, viviendo en gran pobreza, la pensión que el marido tiene que pagar a la mujer en un divorcio tiene un impacto mucho menor y es de menor relevancia para impedir la pobreza en la que la mujer está ya sumergida.

Este comportamiento diferenciado por clase social es una constante en el análisis de propuestas de políticas públicas. Lo es para los hombres y lo es también para las mujeres. Las propuestas feministas que afectan el bienestar de las mujeres pueden tener orientaciones muy distintas en función de quién las diseñe y las proponga. Las escuelas de infancia para niños de 0 a 3 años (que en España se llama “guarderías”) son muy importantes, por ejemplo, para las familias españolas (y decir familia en España quiere decir mujer), pero para las mujeres de clase trabajadora lo son mucho más que no para las mujeres de renta alta, que pueden contratar ayudas en personal de atención que cuiden a los infantes que no tiene la mayoría de mujeres, que pertenecen a las clases populares. Y lo mismo con un largo listado de propuestas.

De ahí que haya distintos feminismos

De ahí que el impacto que las políticas públicas que se propongan dependa mucho no solo de género sino también de la composición por clase social de la fuerza política que la proponga. Y, no me estoy refiriendo a la clase social del político específico que las promueve (aun cuando este factor tampoco puede olvidarse), sino de la clase social de las mujeres que representa. De ahí que las propuestas feministas derivadas de los partidos conservadores (próximos a las clases sociales de mayor renta) o de los movimientos feministas dirigidos o representantes de las mujeres de mayor renta es probable que sean distintas a las propuestas de los movimientos feministas dirigidos o representantes de las mujeres de las clases populares. En España, la gran fortuna del movimiento feminista es que las mujeres que lo han establecido y liderado, como se vio en la marcha del 8 de Marzo, eran personas claramente de izquierdas que, en la convocatoria de la manifestación definieron bien las causas de la explotación de la mujer: el patriarcado y el capitalismo depredador que tiene como objetivo la acumulación del capital a costa del bienestar de la mayoría de la población, que son mujeres. Esta percepción es una de sus fortalezas del feminismo español pues permite, favorece y estimula toda una serie de alianzas y colaboraciones con fuerzas políticas y movimientos sociales dedicados al fin de toda forma de explotación.

El contraste con el mayor movimiento feminista de EEUU

Una de las características del movimiento feminista de EEUU (dirigido por personas de clase media profesional, de educación superior) fue, en los años noventa y principios del siglo XXI, dar prioridad a las políticas de integración de las mujeres en la sociedad, a través de las medidas antidiscriminación del gobierno federal. Estas políticas eran muy necesarias en un país en el que la discriminación por raza, grupo étnico y género es muy acentuada. De ahí que el gobierno federal, presionado por el movimiento feminista y por el movimiento de defensa de los derechos civiles de la población negra, haya aprobado políticas públicas antidiscriminatorias que han tenido un impacto muy positivo y destacable. Como consecuencia de ello, ha habido un aumento muy notable de mujeres en los espacios de decisión de las instituciones públicas (y en menor medida en las privadas). Tras la elección de Obama, una persona negra como presidente de EEUU, faltaba ahora elegir a la candidata Hilary Clinton, para ser la primera mujer presidenta de EEUU. Hilary Clinton era la candidata feminista y presentó su campaña como feminista. Su orientación económica, sin ambargo, era profundamente favorable a continuar y expandir el neoliberalismo. Fue, por ejemplo, como Ministra de Asuntos Exteriores, una gran influencia en la expansión de la globalización económica que estaba debilitando a las clases trabajadoras estadounidenses. Como consecuencia, la gran mayoría de las mujeres de clase trabajadora blanca no se sintieron representadas por ella y votaron a Trump, que canalizó el enfado de la clase trabajadora blanca (hombres y mujeres) hacia el establishment político-mediático neoliberal, representado por la Sra. Clinton. El voto por Trump fue predominantemente un voto en contra del establishment neoliberal. Los intereses de clase de las mujeres trabajadoras blancas (que erróneamente asumieron que defendería el candidato Trump) prevalecieron sobre sus intereses como mujer, tal como lo presentaba la Sra. Clinton. No existe en EEUU un partido de izquierdas con vocación transformadora del capitalismo darwinista existente en aquel país, muy limitado en la protección social que el estado ofrece a la ciudadanía, la mayoría de la cual son mujeres. El permiso de maternidad en aquel país es de dos semanas, comparado con un año en Suecia.

Es importante que se establezca una prioridad en las políticas públicas feministas

En España, tal como está evolucionando la situación política, nos podríamos encontrar en una realidad paradójica en la que las mujeres sean mayoría en el gobierno central (como ya ocurre) y, sin embargo, el nivel de vida de las mujeres, la mayoría pertenecientes a las clases populares no cambie o incluso empeore, a no ser que cambien las políticas neoliberales llevadas a cabo por los gobiernos anteriores. La atención al tema de la brecha salarial es necesario y urgente para mejorar el nivel de vida de las mujeres trabajadoras. Ahora bien, es muy insuficiente (ver: “La necesaria corrección de  la brecha salarial es insuficiente”, Público, 28 de febrero de 2018). En realidad, la brecha salarial, aun cuando importante, no es de las peores de la UE. Las mujeres trabajadoras reciben salarios menores que los hombres. Pero lo que es importante subrayar –y que no se subraya en los medios- es que los salarios de las mujeres trabajadoras (y de los hombres trabajadores) son de los más bajos de la UE. De ahí que luchar por cerrar la brecha salarial es necesario pero insuficiente. Lo que se necesita es complementar la reivindicación de conseguir igualdad, de género, con la demanda de terminar con la explotación laboral, pues la mayoría de las mujeres son trabajadoras con salarios muy bajos.

Tener mujeres en la estructura de poder es necesario pero no suficiente para mejorar su bienestar

La experiencia estadounidense muestra las consecuencias de seguir la estrategia del movimiento feminista liderado por NOW y por la Sra. Clinton, y podría ocurrir en España. El hecho de que la nueva ministra de Economía (una economista de conocida predicación neoliberal) en España sea mujer tiene importancia desde el punto de vista simbólico, lo cual es importante. Pero la mujer de clase trabajadora no se beneficiará mucho de ello. La Ministra Nadia Calviño es de una gran ortodoxia neoliberal y la aplicación de dichas políticas neoliberales dañará a las clases populares, en las cuales las mujeres son mayoría. Lo más relevante para el bienestar de las mujeres de las clases populares es que las políticas públicas no sean de carácter neoliberal. Repito que el hecho de ser mujer tiene una importancia simbólica importante y entiendo el gran impacto que ha tenido. Lo aplaudo. Pero, siendo conocedor de las consecuencias tan dañinas del neoliberalismo, tengo mis reservas que no solo para la mayoría de mujeres, sino también para la causa feminista, sea bueno que el principal personaje para llevar a cabo tales políticas nefastas sea esta economista. Seguro que hay otras mujeres de diferente sensibilidad económica que serían más sensibles a las necesidades de la mujer perteneciente a las clases populares.

Lo dicho hasta ahora tiene también relevancia para entender por qué, en general, la experiencia internacional muestra que los derechos de las mujeres y su integración en las instituciones representativas son mayores en los países gobernados históricamente por partidos progresistas cuya base electoral es predominantemente de clases populares en general y la clase trabajadora en particular, como por ejemplo los países escandinavos, tales como Suecia y Noruega. Son precisamente los países como EEUU, donde los partidos progresistas de izquierda son más débiles y donde la mayoría de las clases populares no vota (la abstención en las elecciones federales alcanza casi la mitad del electorado, habiendo una relación inversa entre participación electoral y nivel de renta del país), donde las mujeres (así como los hombres) tienen menos derechos civiles, y ello a pesar de tener movimientos feministas grandes y de visibilidad mediática mayor. En las últimas elecciones, NOW apoyó mucho más a Hilary Clinton que a Bernie Sanders, el candidato socialista, que fue claramente marginado por el aparato del partido Demócrata, controlado por Hilary Clinton.

Estos datos prueban que la articulación de las demandas y de los movimientos feministas que las generan con las demandas de cambio profundo en la sociedad son más eficaces para conseguir la igualdad entre el hombre y la mujer que no la completa independencia del movimiento feminista, no relacionado y sin formar parte del cambio profundo de la sociedad, como ocurre en EEUU. El movimiento feminista estadounidense es un movimiento muy grande, y sin embargo, los derechos civiles de las mujeres (y de los hombres) son muy limitados. Y continuará siendo muy limitado a no ser que los distintos movimientos reivindicativos existentes en aquel país, incluyendo el feminista, se coordinen y/o sean parte de un movimiento más amplio de transformación, como ha ocurrido en los países escandinavos, donde las izquierdas han gobernado durante la mayor parte del periodo post II Guerra Mundial. Hay todavía mucho por hacer en estos países para alcanzar la igualdad entre el hombre y la mujer. Pero, en una cultura que favorece la igualdad, la desigualdad entre las mujeres es mucho menor que no en EEUU. Esta realidad es importante que se conozca pues su relevancia para el bienestar de las mujeres españolas es enorme. Es importante y urgente que todos los movimientos reivindicativos (incluyendo el de la mujer) se alíen y colaboren en la transformación profunda de nuestra sociedad para eliminar la explotación de la mujer junto con otras explotaciones, como la explotación de clase que también afecta a la mayoría de las mujeres que pertenecen a las clases populares. Desde este punto de vista, el movimiento feminista actual en España representa un punto de referencia internacional pues su horizonte es claro –cambiar profundamente la sociedad- en alianza y no en contraposición a otras fuerzas y movimientos sociales y políticos reivindicativos que comparten tal objetivo.

Una última observación: la importancia del tema social en las propuestas feministas españolas

Una de las grandes aportaciones del movimiento feminista en España ha sido el poner el tema social en el centro del debate político y económico. Y ello es consecuencia de la identificación de la causa feminista con los deseos y aspiraciones de la mujer de clase popular, y que beneficia a todas las mujeres (y a todos los hombres). Hoy el énfasis por ejemplo en la economía de los cuidados es fundamental para mejorar la calidad de vida de la población así como mejorar la eficiencia económica. Si en España hubiera una persona de cada cuatro (como ocurre en Suecia) que trabajara en los servicios públicos del Estado del bienestar (sanidad, educación, servicios comunitarios, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, servicios sociales, vivienda social, programas de integración del inmigrante y prevención de la pobreza, entre otros) en lugar de uno de cada diez, habrían en España 3 millones y medio más de puestos de trabajo, eliminando el desempleo en España. Esto no lo harán las feministas neoliberales o conservadores sino las feministas progresistas movilizada para presionar a las estructuras del poder masculino para que cambien, y se transformen en instituciones al servicio y al cuidado de la mayoría de la población, que son mujeres. Así de claro.

Fuente: http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2018/07/06/la-importancia-de-las-distintas-tonalidades-del-feminismo/

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Racistas reprimidos

Por: Rosa Ribas

Preferiría que los xenófobos reconocieran abiertamente que lo son para verlos venir de cara

Aunque suene paradójico, tenemos que reconocer que si hay algo que no hace distinciones entre los seres humanos, algo que es universal, es el racismo. Lo compartennompartimos- todas las personas. En cualquier momento se puede manifestar nuestra primitiva necesidad de clan asociada a nuestra incapacidad para desarrollar una identidad que no sea excluyente. Ese es el drama de la identidad, que requiere siempre al otro para definirse y parece que solamente sabemos encontrarla buscando y menospreciando rasgos diferentes entre nuestros propios congéneres. La xenofobia, su existencia, su presencia, omnipresencia en los últimos tiempos, es una demostración de nuestro fracaso como seres civilizados.

El racismo es una tara del género humano. Está en nuestro interior, inculcado de manera más o menos sutil por el entorno, la educación, los medios, las personas que tomamos como modelos… Pero hay otras fuerzas que lo contrarrestan: el entorno, la educación, los medios, las personas que tomamos como modelos… La parte inteligente, la parte empática, la parte evolucionada de los seres humanos nos refuerza en el rechazo del racismo, es una lucha constante que se libra dentro de nosotros, entre civilización y primitivismo. A veces patinamos, soltamos un comentario estúpido, reímos un chiste denigrante y nos sentimos nosotros mismos denigrados, porque ese ser moral que somos a pesar de todo reconoce que, simplemente, no está bien. Y tratamos de corregirnos, porque mantenemos un deseo inquebrantable de llegar a ser seres plenamente humanos, un afán de desembrutecernos, aunque por lo general nuestros esfuerzos se parezcan más a un parcheado que a una construcción.

Por eso rechazamos las manifestaciones de racismo, las castigamos, las combatimos, nos asquean, las rechazamos, las desaprobamos. Y creemos estar obrando bien. Pero, ¿estamos seguros? ¿Se nos ha ocurrido pensar que con nuestra repulsa tal vez estemos hiriendo sentimientos? Sí, sentimientos. Algunos de ustedes leen esto algo perplejos. ¿Los sentimientos de quién, se preguntan? Pues los de todas aquellas personas -vamos a querer creer que son una minoría para no deprimirnos demasiado- para quienes la xenofobia no solo es aceptable y correcta, sino deseable y lógica, pues es parte de un orden natural del mundo: me estoy refiriendo a los racistas convencidos.

Están entre nosotros, y, por lo que leo últimamente en la prensa, tengo la impresión de que esta gente lo está pasando mal, que se sienten cohibidos y coartados en sus libertades, que cuando hablan o escriben manifestando sus prejuicios acerca de quienes ellos consideran inferiores o indignos, que cuando expresan sus opiniones acerca de su indudable superioridad racial y cultural, los señalamos con el dedo y los obligamos a retractarse de palabras que han expresado con toda sinceridad, con el corazón en la mano, como se suele decir. Porque los xenófobos son así, gente con una conexión directa entre sus vísceras, todas, y la boca.

Y algunos, no todos, pero muchos, están sufriendo porque los tenemos reprimidos. No los dejamos salir del armario, ese armario pequeño y exclusivo en el que habitan. Por nuestros juicios de valor peyorativos no pueden mostrarse como lo que son sin tapujos, tienen que traicionar sus auténticos valores. Pero si son racistas por convicción, si de verdad se consideran superiores a otros, lo mejor es que no renieguen de ello cuando se les pregunta directamente. Sea cual sea la causa primigenia de su racismo: falta de oxígeno al nacer, un mal golpe en la cabeza, una abuela que exageró bastante al decirles lo fantásticos que son, ausencia de espejos en la casa, malas experiencias en la escuela, complejos de cualquier índole que necesitan compensar, miedos y traumas diversos, intereses de toda estofa… Un racista que se precie no debe dejar que lo repriman las opiniones que susciten sus manifestaciones orales o escritas. Un buen racista, un racista de pro va por el mundo con la cabeza muy alta, que para eso es un ser superior. Faltaría más.

Personalmente, también me gustaría que lo reconocieran de manera abierta porque, estén donde estén y ostenten los cargos que ostenten, tengo que reconocer que saberlos ocultos en cualquier lugar me dan más miedo. Como con los monstruos de los terrores infantiles, lo peor no era que los hubiera, sino que pudieran estar escondidos debajo de la cama o dentro del armario y aparecieran cuando menos te los esperabas. Por eso, preferiría verlos venir de cara.

Fuente: http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/racistas-reprimidos_1286273.html

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Hablemos de educación

Por José Rafael Espinoza

Un país mejor en el mediano y largo plazo pasa, de una u otra manera, por una reforma a la educación en Colombia.
Es cierto que el balance no es del todo malo. Como muestran diversos estudios, Colombia ha logrado avances notables en materia de cobertura en educación básica y media.
El problema radica, sin embargo, en la calidad. Primero, porque la calidad es baja; de hecho, muy baja. Como muestran los estudios PISA sobre la calidad de la educación, Colombia ocupó el puesto 62 entre 65 países, entre los cuales estaban incluidos países de desarrollo económico medio y alto y otros países similares a Colombia. El estudio muestra, entre otras cosas, que el 74 % de los estudiantes colombianos se rajaron en la prueba de matemáticas, mientras que el promedio general de rajados, para todos los países, fue de 32 %. Un golpe duro.
Segundo, porque la calidad es desigual. Una investigación de DeJusticia que pronto saldrá publicada muestra que la educación que reciben pobres y ricos es muy desigual: a medida que el nivel socioeconómico del estudiante aumenta, también aumenta, y bastante, su desempeño académico (medido a partir de las pruebas Saber). Esta diferencia en el desempeño, que también existe entre zonas rurales y urbanas, termina siendo clave para acceder a una educación superior de calidad, la cual, a su vez, es fundamental para ser competitivo en el mercado laboral. La cuna viene con una condena, y el sistema educativo, en lugar de evitarla, la reproduce.
Las clases sociales no solo reciben una educación desigual, sino que además estudian por separado: el 93 % de los estudiantes de estrato 1 asisten a colegios públicos, mientras que el 98 % de los de estrato seis asisten a colegios privados.
Una mejor educación no sólo hace al país más competitivo económicamente, sino que además es un antídoto contra la desigualdad: una educación de calidad para los niveles socioeconómicos bajos reduce el efecto de esas desventajas de origen (la falta de dinero, de capital social, etc.) que suelen significar una derrota en la competencia por la educación superior y el mercado laboral.
Además, una educación pública de calidad puede convertir la escuela en un espacio de integración social y de construcción de ciudadanía, en el que personas con diferentes trayectorias de vida se reconozcan como iguales.
El problema de las políticas en educación en Colombia es doble. Primero, algunas de las decisiones que se han tomado no han sido las correctas. Por ejemplo, un estudioreciente de la Fundación Compartir muestra que es necesario modificar el Estatuto Docente para mejorar la formación, selección, evaluación y remuneración de los profesores. Segundo, algunas de las buenas decisiones que se han tomado han quedado en el aire y no se han ejecutado. El Plan Decenal de Educación 2006-2016, por ejemplo, da varios pasos en la dirección correcta, pero algunos de ellos se han quedado en el papel.
Esta es una invitación, entonces, a que en las próximas elecciones usted vote por los candidatos (al Congreso y a la Presidencia) que tengan la educación como prioridad. Y para eso es importante que nos hagamos dos preguntas. Primero, ¿qué proponen para mejorar la calidad de la educación? Y segundo, ¿cómo van a cumplir con lo que prometen? No basta enarbolar las banderas de la educación; exijamos propuestas concretas que partan de lo que se ha hecho y queda por hacer.
Es importante que siempre hablemos de la educación, de lo que está bien y de lo que está mal. Es importante, también, que pensemos en cómo mejorar la educación a través de otros espacios, sin reducir todos los caminos a la política electoral. Pero ahora, en esta etapa de elecciones y con un posible posconflicto a la vuelta de la esquina, debemos hacernos las preguntas más importantes y votar por las mejores respuestas.

 

Fuente del artículo:  https://www.semana.com/opinion/articulo/educacion-en-colombia-opinion-de-jose-espinosa/376348-3

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Entrevista a Victoria Gessaghi: “La clase alta no busca tanto escuelas de excelencia, sino una red de relaciones”

15 Enero 2017/Fuente: Clarin/Autor: Alfredo Dillon

La antropóloga Victoria Gessaghi accedió a la intimidad de las familias tradicionales de la Argentina para indagar sobre los vínculos entre educación y desigualdades.

Las clases altas no buscan necesariamente la excelencia académica en la escuela, sino valores y una red de relaciones. Lo dice la antropóloga Victoria Gessaghi, investigadora del CONICET, que acaba de publicar La educación de la clase alta argentina (Siglo XXI). Gessaghi entrevistó a varones y mujeres de “familias tradicionales” de la clase alta, e indagó sobre sus trayectorias escolares y sobre los sentidos que le atribuyen a la educación.

–¿Cómo se define la pertenencia a la clase alta en Argentina?

–En el país no hay datos estadísticos que permitan establecer el tamaño de la clase alta. En mi investigación, el criterio de selección de los entrevistados fue que ellos se auto reconocieran como parte de esa clase. El 80% tiene más de 40 mil hectáreas en la pampa húmeda; también incluí algunas familias del ámbito industrial.

–La última prueba PISA arrojó que los alumnos argentinos más ricos tienen el mismo nivel educativo que los pobres de Estados Unidos. ¿Las clases altas reciben realmente una educación de calidad?

–Los sentidos de “calidad” son diversos. No se asocian necesariamente al acceso a determinados conocimientos. No es que las escuelas sean malas, pero para ellos la excelencia académica no es lo principal, sino que tienden a poner el foco en los valores, la importancia de que la escuela forme buenas personas, el valor de la familia o el deporte. También se prioriza el ambiente, la posibilidad de construir una red de relaciones: entre los chicos y, en consecuencia, entre los adultos.

–¿Qué relación tienen estos sectores con la educación pública?

–Las familias tradicionales eligen escuelas católicas o laicas bilingües, mayormente privadas. En las generaciones previas había más posibilidades de pasar por la escuela pública. Pero a diferencia de los sectores medios, que empezaron a abandonar el sistema público a fines de los años 60, las clases altas comenzaron a elegir las escuelas confesionales y conformar un circuito alternativo a principios del siglo XX. La universidad pública, en cambio, sí sigue siendo una opción para ellos. Es una oportunidad para “salir de la burbuja” y mezclarse con otros sectores sociales, una cuestión que valoran.

–¿Cómo funciona en las clases altas la idea de “meritocracia”?

–La “meritocracia” aparece como un modo de legitimar la propia posición social. Por ejemplo, el que logró reconvertir la empresa familiar en una empresa competitiva y “moderna”, asocia el mérito a su propia capacidad de adaptarse a los cambios. La herencia, el punto de partida desigual, queda invisibilizado. En la clase alta se estudia “por las dudas”, porque siempre habrá un lugar en la empresa familiar para insertarse. No buscan escuelas de excelencia académica porque a ciertas posiciones no se accede por medio de la educación, sino por la acumulación de capital.

 

Fuente de la entrevista: http://www.clarin.com/sociedad/clase-busca-escuelas-excelencia-relaciones_0_HJFF7F9ll.html

Fuente de la imagen: http://images.clarin.com/2016/11/04/ByMSfchF4x_930x525.jpg

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El ataque a la educación pública en España

Por: Vicenç Navarro

No hay plena conciencia, entre el establishment político-mediático que gobierna España, de las consecuencias de los recortes que han ocurrido durante estos últimos años (2008-2016) en la educación pública, afectando desde las escuelas de infancia (mal llamadas guarderías, en España, y digo mal llamadas porque el término asume que la mayor función de estos centros es guardar a los infantes y niños mientras los padres están trabajando, cuando debería ser la de educar y ayudar al desarrollo emocional e intelectual del/de la niño/a, en una etapa crucial y de enorme importancia en su vida) hasta los programas de formación para personas adultas. Estos recortes del gasto público educativo se han estado aplicando (en realidad, debería utilizarse el término “imponiendo”, pues ninguno de los partidos gobernantes en España –ni el PSOE ni el PP- tenían en su programa electoral la realización de tales recortes) con una intensidad que no había ocurrido en ningún momento anterior del periodo democrático.

La intensidad de los recortes

Si un ejército extranjero enemigo hubiera ocupado el país e impuesto estas políticas de recortes, es más que probable que hubiera habido una rebelión popular, oponiéndose a la ocupación del país por una fuerza política extranjera que, con sus políticas, estarían afectando muy negativamente el futuro del país a base de destrozar su sistema educativo. Sin embargo, no ha habido tal rebelión pues, en parte, no hay plena conciencia del enorme deterioro de la educación pública (ya que, salvo contadísimas excepciones, los medios no han estado informando de la enorme gravedad de la situación). Pero otra razón de que no haya habido tal rebelión es también debido a que el que realiza estos recortes no es una fuerza extranjera, sino que son los propios gobiernos españoles, los cuales los justifican aludiendo que “no hay ninguna otra alternativa posible” (la frase más utilizada por los dirigentes políticos responsables de tales políticas), pues hay que reducir el déficit público a fin, en teoría, de generar el beneplácito de los mercados financieros, necesario para que los Estados puedan conseguir dinero prestado de los bancos privados (a los cuales, por cierto, los Estados ayudan y rescatan cuando están en dificultades).

¿A qué se debe el silencio ante tal ataque?

Ahora bien, la causa más importante de que no haya una revuelta en las calles en referencia a lo que está ocurriendo con la educación pública de este país es que los sectores más pudientes de la población, el 25-30% de renta superior del país, no queda especialmente afectada por los recortes, pues llevan a sus hijos a la escuela privada (que recibe unos subsidios públicos llamados concierto), siendo las clases populares las que más utilizan las escuelas públicas. Las escuelas privadas concertadas tienen un porcentaje muy elevado de escuelas de la Iglesia Católica, institución que, excepto durante la II República, siempre ha ejercido un enorme –y excesivo- poder en el sistema escolar, lo cual explica que haya sido en las escuelas públicas dónde los recortes han sido más acentuados.

En realidad, esta polarización del sistema educativo por clase social (que se refleja, por ejemplo, en la dicotomía clases pudientes – escuela privada y clases populares – escuela pública) es la causa, no solo de la pobreza del gasto público educativo, sino también del hecho que los recortes hayan sido más acentuados en la escuela pública que en la privada concertada. Veamos los datos disponibles en el Ministerio de Educación y en el sistema informático de la UE (Eurostat).

La subfinanciación del sistema educativo público en España

España es uno de los países con uno de los gastos públicos educativos más bajos de la UE-15 (el grupo de países de semejante desarrollo económico al español): un 4,19% del PIB (según los datos de 2013), mucho más bajo, por ejemplo, que el 7,16% de Finlandia. España tiene una escuela clasista, es decir, su escolaridad está definida por la homogeneidad de clase social en cada centro escolar. Finlandia, en cambio, tiene una escuela multiclasista. El hijo del banquero y el hijo del empleado de la banca van a la misma escuela, un hecho impensable en España.

La escuela de este país dista mucho más de ser el crisol de la sociedad donde se cocina la cohesión social. En realidad, el sistema educativo produce dos tipos de ciudadanos: uno, el ciudadano de primera, miembro de las clases dirigentes; el otro, el ciudadano de segunda, miembro de las clases populares subalternas. Hagan un estudio del tipo de escuelas a las que asistieron los miembros de los gobiernos españoles y lo verán. Un 72% de todos los ministros de los gobiernos españoles (fueran estos socialistas o populares) fueron a escuelas privadas. En realidad, este porcentaje es similar al que otros estudios han mostrado para periodos anteriores, durante el siglo XX.

Esta polarización educativa responde a un enorme poder de las clases pudientes, a través de los partidos políticos de sensibilidad conservadora y liberal (lo que se conoce –a nivel de calle- como las derechas). A mayor poder político de tal clase social, mayor polarización del sistema educativo. No es de extrañar, pues, que uno de los sistemas escolares más polarizados en España sea el catalán, resultado de haber sido, Catalunya, gobernada durante la mayoría del periodo democrático por una alianza de un partido liberal (CDC) y un partido democratacristiano (UDC). El supuesto nacionalismo de esta coalición gobernante promocionó paradójicamente uno de los sistemas educativo más descohesionados de España. Catalunya es una de las Comunidades Autónomas con mayor división de la población por clase social en su sistema escolar.

La polarización social del sistema escolar

Otra relación estadística demostrada es que, a mayor poder de las derechas, mayores son los recortes en el gasto público educativo. España, de nuevo, es uno de los países de la UE-15 que ha recortado tal gasto de una manera más acentuada durante la Gran Recesión (recortes realizados, en su mayor parte, durante la época del gobierno Rajoy), con una reducción del 18,4% durante la mayoría del periodo de austeridad, agravada por el hecho que ha coincidido con una expansión de la población escolar (un 6,67%) durante el mismo periodo (2009-2016). Ningún otro país (excepto Grecia) ha visto unos recortes tan acentuados como en España. Y Catalunya ha sido una de las Comunidades Autónomas que más ha recortado el gasto público educativo. Es más, los partidos gobernantes en la Generalitat de Catalunya en los que CDC ha sido la fuerza dominante han aprobado en las Cortes Generales la gran mayoría de leyes y propuestas del gobierno del PP, que afectaron directa o indirectamente al gasto público educativo de Cataluña.

Recortes en todos los componentes del gasto público social

Esta pobreza de recursos e intensidad de recortes aparece también en otros componentes del sistema educativo, como es la educación universitaria. La universidad pública ha sufrido de una manera muy marcada, no solo en capítulos como investigación, sino también en becas y ayudas al estudiante, así como en formación al cuerpo docente. Algunos de estos capítulos han incluso desaparecido de los presupuestos educativos.

Pero ha sido en los programas de formación ocupacional donde tales recortes han sido incluso más acentuados, recortes que han tenido lugar a la vez que aumentaba significativamente la necesidad por tales programas, debido al gran crecimiento del desempleo. Según los estudios del sindicato CCOO, tal gasto se ha reducido casi por la mitad durante el periodo de austeridad. De nuevo, uno de los lugares de España donde los recortes han sido más acentuados ha sido Cataluña.

A la luz de todos estos datos, es acertado definir lo que está ocurriendo en España (incluyendo Catalunya) como un ataque al sistema educativo público, ataque que ha sido diseñado y realizado por partidos gobernantes españoles (incluyendo catalanes), y que excusan tales ataques aludiendo, como indiqué antes, a que no hay otras alternativas, frase que carece de credibilidad ya que es fácil de demostrar, como Juan Torres, Alberto Garzón y yo hemos hecho en el libro Hay Alternativas, que sí que las hay si hay voluntad política para hacerlas. Así de claro.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215966

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