Page 3 of 3
1 2 3

Calibrating the Capitalist State in the Neoliberal Era: Equilibrium, Superstructure, and the Pull Towards a Corporate-Fascistic Model

Por: Colin Jenkins

Resumen:

La siguiente es la primera de una serie de varios capítulos, «La aplicación de Poulantzas», que analiza la obra del griego marxista sociólogo político, Nicos Poulantzas, y lo aplica a las estructuras políticas y económicas únicas que se encuentran bajo el neoliberalismo y el capitalismo post-industrial.

Desde la formación capitalista de las relaciones entre lo que se percibe como el «sector público» y el «sector privado», los estados-nación tradicionales y sus órganos de gobierno han jugado un papel importante como facilitadores del sistema económico en general. Esto se convirtió en un componente suplementario necesario ya que las economías localizadas, que fueron dominados por la vida / plantación agraria, dio paso a la industrialización y la posterior migración masiva hacia los centros urbanos, introduciendo de este modo nuevas economías industriales basadas en el proceso de fabricación / producción. Con la llegada de mano de obra asalariada llegó resultados predecibles de «acumulación de capital» y una polarización perpetuamente creciente entre la «clase propietaria» y «clase trabajadora». Y con esta desigualdad creciente vinieron las nociones de la colectivización de los trabajadores y el sindicalismo, que, en ausencia de las medidas de compensación adoptadas por el Estado, eran las únicas fuentes de esperanza para los trabajadores que rápidamente encontraron a sí mismos, su medio de vida, y su familia de bienestar a merced de un mercado laboral rápida fluctuación y explotador. Trabajo a menudo era difícil de conseguir y, cuando estaba disponible, los salarios «ganado» eran apenas suficiente para cubrir las necesidades básicas como alimentos, ropa y refugio – disposiciones que durante mucho tiempo había sido mercantilizadas para crear ampliación de los canales de beneficio para la «clase propietaria «.

Las inestabilidades inherentes creados por este sistema económico – un sistema que existe para el único propósito de crear o mantener la riqueza individual / personal (en oposición a la preservación de la riqueza colectiva / social) – requieren componentes que actúan únicamente como estabilizadores. A pesar de su rechazo, la existencia de la sociedad – o «el conjunto de personas que viven juntos en una comunidad más o menos ordenada» – no sólo se mantiene, sino que en realidad sirve como carcasa para el que este sistema debe basarse en, o más acertadamente, sacar provecho de dentro. Y debido a esta dependencia, las inestabilidades y contradicciones que representan simultáneamente subproductos naturales y amenazas se convierten en tumores comunes como el resultado de un acuerdo contrario a la intuición e inhumano, y deben mantenerse bajo control a través de una delicada (aunque no necesariamente compleja) acto de equilibrio.

Con el fin de «equilibrar» los intereses en competencia – en este caso el y «dominados» clases «dominante» – la esfera política, un elemento importante del aparato del Estado, asume un papel vital.Como tal, Nicos Poulantzas, basándose en los aportes teóricos anteriores de la talla de Antonio Gramsci, detalla el proceso dinámico mientras que el Estado actúa como un facilitador para elequilibrio inestable que se produce por el sistema capitalista internamente antagónica. En última instancia, a través de este acto de facilitar, el estado (mediante el despliegue de su poder político) negocia una serie perpetua de «compromisos» en forma de «sacrificios» económicos que son aceptadas como una necesidad por las clases dominantes; y los que tienen por objeto principal la creación de una limitada equilibrio que asegura un grado mínimo de estabilidad social (mantenido por la superestructura política) encima de la base económica intrínsecamente asimétrico.

Poulantzas explica:

«… El poder político está así al parecer fundada en un equilibrio inestable de compromiso Estos términos deben entenderse de la siguiente manera:. 1) Compromiso : en el sentido de que este poder corresponde a una dominación de clase hegemónica y puede tener en cuenta los intereses económicos de cierta dominado clases aún cuando quienes podrían ser contrarias a los intereses económicos a corto plazo de las clases dominantes, sin que ello afecte a la configuración de los intereses políticos, 2) equilibrio : en el sentido de que, si bien estos «sacrificios» económicos son reales y así proporcionar el terreno para un equilibrio, no lo hacen como tal desafío el poder político que establece límites precisos a este equilibrio, y 3) inestable :. en el sentido de que estos límites del equilibrio son establecidos por la coyuntura política » [1]

Gramsci nos dice: «La vida del estado se concibe como un proceso continuo de formación y superación de los equilibrios inestables … entre los intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados – equilibrios en los que prevalecen los intereses del grupo dominante, pero sólo hasta cierto punto, es decir, sin llegar a intereses estrictamente corporativa «[2] En otras palabras, ya que el sistema capitalista se inclina naturalmente hacia un estado corporativo-fascista de ser a través de los desarrollos simultáneos de la acumulación de capital y la alienación de masas -. por lo tanto la formación de estructuras de dominación que se extienden desde la base económica y en los reinos políticos, sociales y culturales – se desarrolla una necesidad de estabilizar la frágil naturaleza (en el sentido de que tal desequilibrio es una amenaza constante a la estructura de la sociedad en general) de este sistema.

Existe la necesidad de mantener este equilibrio, siempre y cuando una sociedad totalmente funcional es necesaria para la expansión capitalista – o, siempre y cuando los trabajadores-consumidores representan dianas viables de explotación. En los poderes políticos y clases sociales , Poulantzas identifica ciertas medidas que representan concesiones incrustados en la parte de la clase propietaria, llevadas a cabo por el aparato estatal a través de un proceso sistemático que es relativamente fluida y sin esfuerzo (aunque, como señala Poulantzas, existen intereses en competencia incluso dentro de esta burocracia de elite). En el reconocimiento de la función del Estado y su papel encima de la formación capitalista de las relaciones, Poulantzas explica, «La noción de interés general de la ‘gente’, una noción ideológica que cubre un funcionamiento institucional del Estado capitalista, expresa unhecho real : a saber, que este estado, por su propia estructura, da a los intereses económicos de ciertas clases dominadas garantiza que incluso puede ir en contra de los intereses económicos a corto plazo de las clases dominantes, pero que son compatibles con sus intereses políticos y su dominación hegemónica. «[3]

Los sistemas políticos basados en grandes narrativas «democráticos» como «democracia representativa» y «republicanismo», así como de Rousseau «contrato social», son facilitadores ideales para este arreglo social. Esta es la razón por qué el liberalismo y la adaptación moderna del «político liberal» juegan un papel tan importante en su oposición a la naturaleza proto-fascista de «conservadurismo». Su relación de confrontación superficialmente representa el estabilizador final como su alcance está limitado a los confines de la superestructura política. Y, porque tiene que ver principalmente con los «problemas sociales» (incluidas las medidas pasivas de redistribución económica), que es en última instancia relegado a la dirección de los «compromisos» antes mencionados de la clase dominante. No existe ni puede transformar la base económica (la jerarquía capitalista) ya que estos compromisos, mientras que en representación de «sacrificios económicos reales» que son necesarios para proporcionar el terreno para el equilibrio: «No como tal desafío el poder político que establece límites precisos a este equilibrio «.

Sistemas «democráticos» que implican elecciones periódicas de los «representantes» de oficina «público» realizar dos tareas importantes en este sentido. En primer lugar, crean una fachada de la potenciación civiles – una forma de compromiso político que da las clases dominadas la aparición de elección vis-a-vis el sufragio universal. En segundo lugar, crean una esfera política que, si bien una fusión completa con los intereses a largo plazo de las clases dominantes (a través de su único propósito como un facilitador), opera como una entidad separada que existe fuera de la base económica – una separación que es, como Poulantzas explica, además de un elemento exclusivo y necesario para el sistema capitalista. Nos recuerda la afirmación de John Dewey que, «Mientras que la política es la sombra que proyecta sobre la sociedad por las grandes empresas, la atenuación de la sombra no cambiará la sustancia.» En los EE.UU., el sistema político bipartito ha demostrado ser extremadamente eficaz en este sentido. Aparte de las diferencias en temas sociales como el aborto y el matrimonio homosexual, así como algunas cuestiones socioeconómicas, como el seguro de desempleo y la asistencia pública, ambas partes, en última instancia abrazan capitalistas / intereses corporativistas en que ambos sirven como facilitadores de las clases dominantes: el Partido Republicano en su papel como precursor , empujando los límites del modelo capitalista al borde del fascismo; y el Partido Demócrata en su papel como gobernador , proporcionando grados intermitentes de holgura y tire en contra de esta inevitable evolución hacia un «estado corporativo-fascista de ser.»

La distinción entre «lo político» y «económico» es importante tener en cuenta, aunque estos límites tienen una apariencia borrosa en la era del neoliberalismo y la intensificación de la fusión entre «público» y «privado». Y mientras Poulantzas insiste esta separación es inherente y teóricamente irrompible, que (junto con Gramsci) puede haber subestimado el grado en que los compromisos pueden ser refrenados sin desestabilizar el equilibrio más allá de la reparación. Durante la era neoliberal, ha habido muchos acontecimientos que han empujado a este equilibrio a largo de pie al borde de la «corporativismo estrecho» y más allá, incluyendo los factores relacionados con la tecnología y surviellance gobierno, el crecimiento en el sector bancario, el desarrollo de los grandes medios de comunicación y intrincada propaganda, el papel de la financiarización en complementar el capitalismo monopolista, y la maduración del sistema económico internacional y todos sus componentes mediadores, para nombrar unos pocos; pero que el debate es para otro lugar y tiempo.

A los efectos de este análisis, nos centramos en la política nacional electorales y partidos políticos, y el papel específico que desempeñan en el mantenimiento del statu quo – en este caso, no sólo la jerarquía capitalista, sino también la etapa del capitalismo monopolista que ha llegado a buen término en los últimos decenios. La distinción entre la base y la superestructura nos permite ver cómo el aparato político, a través de las acciones de los partidos políticos, existe únicamente como una herramienta para el «bloque de poder.» Además, nos permite desviar de las teorías reduccionistas que tratan de poner de relieve una causa singular, y avanzar hacia una crítica más matizada del estado capitalista, especialmente en la forma «plural» que vemos en los EE.UU. y otros «democracias occidentales».

«En lo que se refiere al terreno de la dominación política, esto también está ocupado, no por uno o fracción de clase de clase única, sino por varias clases y fracciones dominantes,» explica Poulantzas.»Estas clases y fracciones forman una alianza específica sobre este terreno, el bloque de poder, en general, que funciona bajo la dirección de una de las clases o fracciones dominantes, la clase o fracción hegemónica.» [4] En este caso, incluso con un gobierno que incluye ramas separadas – legislativo, ejecutivo y judicial – y representa varios intereses, como en el de Robert A. Dahl «poliarquía», todavía existe el estado y opera sobre la base de un sistema capitalista que crea su propia jerarquía. Los miembros de este «terreno político» no están necesariamente sincronizados entre sí cuando se trata de la geografía, los intereses especiales, intereses localizados, y las prioridades al mantener el equilibrio, y no tiene que ser. A pesar de estas diferentes piezas que componen el bloque de poder, en su propia formación de la base obliga a la «superestructura» política de ajustar en consecuencia. Esta es la razón por las prácticas modernas como «financiación manta» de las campañas políticas, que consiste en corporaciones o intereses privados que prestan apoyo monetario a los candidatos y los partidos políticos de oposición en una elección en particular, han llegado a ser tan prevalente. Los políticos, a pesar de lo que puedan ser sus creencias o aspiraciones personales, se ponen en el poder por la misma jerarquía que depende de la base económica. Sus posiciones de poder atender a los dependientes y son no sólo el bloque de poder que les puso en su lugar, pero el mantenimiento del mismo sistema que les permite permanecer allí. Por lo tanto, si bien pueden poseer un margen de maniobra en cuanto a empujar agendas superficiales, su capacidad para hacerlo es concedida por la jerarquía que se extiende desde la base económica. En última instancia, con el fin de mantener su propia existencia, el aparato político debe proteger la base – y está diseñado esencialmente (o está en constante evolución) para hacerlo a pesar de su «autonomía relativa», que está «inscrito en la propia estructura del Estado capitalista «.

Según Poulantzas, reconociendo tanto la autonomía de la «máquina de estado», así como la existencia de un «bloque de poder» que imita la forma plural de la sociedad, que se «nos permitirá establecer teóricamente, y para examinar concretamente, la forma en que la autonomía relativa del estado capitalista se desarrolla y funciona con respecto a los intereses económicos particulares de una misma empresa de tal o cual fracción del bloque de poder, de tal manera que el estado siempre protege los intereses políticos generales de este bloque – que sin duda no lo hace se producen sólo como un resultado del estado y sobre el propio de la burocracia racionalizar lo hará . «[5] Esta comprensión incluye» sujetando firmemente el hecho de que una institución (el estado) que está destinado a reproducir las divisiones de clase en realidad no puede ser un bloque monolítico, fissureless, pero es en sí misma, en virtud de su propia estructura (el estado es una relación), dividido «[6] Poulantzas. continúa:

Los diversos órganos y poderes del Estado (ministerios y oficinas gubernamentales, ejecutivos y el Parlamento, la administración central y las autoridades locales y regionales, militares, judiciales, etc.) revelan grandes contradicciones entre sí, cada una de las cuales constituye con frecuencia el asiento y el representante – en pocas palabras, la cristalización – de tal o cual fracción del bloque de poder, tal o cual interés específico y compitiendo. En este contexto, el proceso por el cual se establece el interés político general del bloque en el poder, y por lo cual el Estado interviene para asegurar la reproducción de todo el sistema, puede también, en un cierto nivel, aparecerá caótica y contradictoria, como ‘resultante ‘de estas contradicciones entre órganos e interprofesionales. [7]

Esta «división» y estas «contradicciones», nunca fueron más evidente que con la dirección 1961 de despedida del presidente Dwight Eisenhower y seria advertencia contra el aumento del «complejo militar industrial», que mostrará al público una fisión importante dentro del bloque de poder. Según Poulantzas, esta división es irrelevante en el régimen capitalista de las cosas, porque sigue siendo, por diseño, autónoma desde la base; y, por lo tanto, naturalmente, va a funcionar por sí solo para dar cabida a esa base, ya sea mediante la coordinación consciente o mediante el proceso inherente. En la era del neoliberalismo y el capitalismo monopolista, el Estado se ha convertido en altamente concentrada por necesidad. En este sentido, los anillos de evaluación de C. Wright Mills ‘verdadera:

Como cada uno de estos dominios se agranda y centralizada, las consecuencias de sus actividades se hacen mayores, y su tráfico con los demás aumenta. Las decisiones de un puñado de corporaciones echan sobre los acontecimientos militares y políticos, así como económicos en todo el mundo. Las decisiones de la institución militar descansan sobre y afectan gravemente la vida política, así como el nivel de actividad económica. Las decisiones que se toman dentro del dominio político determinan las actividades económicas y los programas militares. Ya no hay, por un lado, una economía, y, por otra parte, un orden político que contiene un establecimiento militar sin importancia para la política y para hacer dinero. Hay una economía política vinculada, de mil maneras, con las instituciones militares y decisiones. [8]

Esta economía política entrelazada existe dentro de la superestructura. Se aumentó la centralización, la coordinación y la sincronización durante el último medio siglo, sin duda, ha empujado al gobierno de Estados Unidos al borde de un «estado corporativo-fascista de ser.» En este desarrollo, el equilibrio nunca ha sido más delicada y frágil. El sistema de dos partidos, próspera del carácter pluralista tanto del electorado y bloque en el poder, ha demostrado su eficacia en la realización de «concesiones» triviales que dan «los intereses económicos de ciertas clases dominadas garantiza que incluso pueden ser contrarias a corto plazo intereses económicos de las clases dominantes, pero que sean compatibles con sus intereses políticos y su dominación hegemónica. «[9] la expansión de la militarización interna y la intensificación de las» medidas de austeridad «han introducido un grado de» «par corporativo-fascista no visto antes desde el interior de un estado capitalista madura. ¿Hasta qué punto estos compromisos implícitos «pueden frenaron sin desestabilizar el equilibrio sin posibilidad de reparación» queda por ver.

 

Original Article:

The following is Part one of a multi-part series, «Applying Poulantzas,» which analyzes the work of Greek Marxist political sociologist, Nicos Poulantzas, and applies it to the unique political and economic structures found under neoliberalism and post-industrial capitalism.

Since the capitalist formation of relations between what is perceived as the ‘public sector’ and the ‘private sector,’ traditional nation-states and their governing bodies have played a major role as facilitators of the economic system at-large. This became a necessary supplemental component as localized economies, which were dominated by agrarian/plantation life, gave way to industrialization and subsequent mass migration into urban centers, thus introducing new industrial economies based in the manufacturing/production process. With the advent of wage labor came predictable outcomes of «capital accumulation» and a perpetually increasing polarization between the «owning class» and «working class.» And with this growing inequality came the notions of worker collectivization and unionism which, absent any equalizing measures taken by the State, were the only sources of hope for workers who quickly found themselves, their livelihood, and their family’s well-being at the mercy of a rapidly fluctuating and exploitative labor market. Work was often hard to come by and,when it was available, the wages «earned» were barely enough to cover basic necessities like food, clothing and shelter – provisions which had long been commodified to create expanding avenues of profit for the «owning class.»

The inherent instabilities created by this economic system – a system that exists for the sole purpose of creating or maintaining individual/personal wealth (as opposed to preserving collective/societal wealth) – require components that act solely as stabilizers. Despite its shunning, the existence ofsociety – or «the aggregate of people living together in a more or less ordered community» – not only remains, but actually serves as the casing for which this system must rely on, or more aptly, capitalizefrom within. And because of this reliance, the instabilities and contradictions that simultaneously represent natural byproducts and threats become common growths as the result of a counterintuitive and inhumane arrangement, and must be kept in check through a delicate (though not necessarily intricate) balancing act.

In order to «balance» competing interests – in this case the «dominant» and «dominated» classes – the political sphere, a major element of the State apparatus, assumes a vital role. As such, Nicos Poulantzas, building upon earlier theoretical contributions from the likes of Antonio Gramsci, details the dynamic process whereas the state serves as a facilitator to the unstable equilibrium that is produced by the internally antagonistic capitalist system. Ultimately, through this act of facilitating, the state (by deploying its political power) negotiates a perpetual series of «compromises» in the form of economic «sacrifices» which are accepted as a necessity by the dominant classes; and which are precisely aimed at creating a limited equilibrium that ensures a minimal degree of social stability (maintained by the political superstructure) atop the inherently asymmetrical economic base.

Poulantzas explains:

«…political power is thus apparently founded on an unstable equilibrium of compromise. These terms should be understood as follows: 1) Compromise: in the sense that this power corresponds to a hegemonic class domination and can take into account the economic interests of certain dominated classes even where those could be contrary to the short-term economic interests of the dominant classes, without this affecting the configuration of political interests; 2) Equilibrium: in the sense that while these economic ‘sacrifices’ are real and so provide the ground for an equilibrium, they do not as such challenge the political power which sets precise limits to this equilibrium; and 3) Unstable: in the sense that these limits of the equilibrium are set by the political conjuncture.» [1]

Gramsci tells us, «The life of the state is conceived of as a continuous process of formation and superseding of unstable equilibria… between the interests of the fundamental group and those of the subordinate groups – equilibria in which the interests of the dominant group prevail, but only up to a certain point, i.e. stopping short of narrowly corporate interest.»[2] In other words, as the capitalist system naturally bends toward a corporate-fascistic state of being through the simultaneous developments of capital accumulation and mass alienation – thus forming structures of domination that extend from the economic base and into the political, social, and cultural realms – there develops a need to stabilize the fragile nature (in the sense that such imbalance is a constant threat to the societal structure at-large) of this system.

The need to maintain this equilibrium exists as long as a wholly functioning society is requisite for capitalist expansion – or, as long as worker-consumers represent viable targets of exploitation. InPolitical Powers and Social Classes, Poulantzas identifies certain measures that represent embedded concessions on the part of the owning class, carried out by the state apparatus through a systematic process that is relatively fluid and effortless (though, as Poulantzas points out, competing interests exist even within this elite bureaucracy). In recognizing the function of the state and its role atop the capitalist formation of relations, Poulantzas explains, «The notion of the general interest of the ‘people’, an ideological notion covering an institutional operation of the capitalist state, expresses a real fact: namely that this state, by its very structure, gives to the economic interests of certain dominated classes guarantees which may even be contrary to the short-term economic interests of the dominant classes, but which are compatible with their political interests and their hegemonic domination.»[3]

Political systems based on grand «democratic» narratives like «representative democracy» and «republicanism,» as well as Rousseau’s «social contract,» are ideal enablers for this societal arrangement. This is the very reason why liberalism and the modern adaptation of the «liberal politician» play such a crucial role in their opposition to the proto-fascist nature of «conservatism.» Their superficially adversarial relationship represents the ultimate stabilizer as its reach is limited to the confines of the political superstructure. And, because it deals primarily with «social issues» (including passive measures of economic redistribution), it is ultimately relegated to directing the aforementioned «compromises» of the dominant class. It does not and can not transform the economic base (the capitalist hierarchy) as these compromises, while representing «real economic sacrifices» that are necessary to provide the ground for equilibrium, «do not as such challenge the political power which sets precise limits to this equilibrium.»

«Democratic» systems which involve periodic elections of «representatives» to «public» office accomplish two important tasks in this regard. First, they create a façade of civil empowerment – a form of political compromise which gives the dominated classes the appearance of choice vis-a-vis universal suffrage. Second, they create a political sphere that, while completely fused with the long-term interests of the dominant classes (through its sole purpose as a facilitator), operates as a separate entity existing outside the economic base – a separation that is, as Poulantzas explains, both an exclusive and necessary element to the capitalist system. It reminds us of John Dewey’s claim that, «As long as politics is the shadow cast on society by big business, the attenuation of the shadow will not change the substance.» In the US, the two-party political system has proven extremely effective in this regard. Aside from differences on social issues like abortion and gay marriage, as well as socioeconomic issues like unemployment insurance and public assistance, both parties ultimately embrace capitalist/corporatist interests in that they both serve as facilitators for the dominant classes: The Republican Party in its role as forerunner, pushing the limits of the capitalist model to the brink of fascism; and the Democratic Party in its role as governor, providing intermittent degrees of slack and pull against this inevitable move towards a «corporate-fascistic state of being.»

The distinction made between ‘the political’ and ‘the economic’ is important to consider, though these boundaries have seemingly blurred in the age of neoliberalism and the intensification of the merger between «public» and «private.» And while Poulantzas insists this separation is inherent and theoretically unbreakable, he (along with Gramsci) may have underestimated the extent to which compromises may be reined in without destabilizing the equilibrium beyond repair. During the neoliberal era, there have been many developments which have pushed this long-standing balance to the verge of «narrow corporatism» and beyond, including factors related to technology and government surviellance, growth in the banking industry, the development of corporate media and intricate propaganda, financialization’s role in supplementing monopoly capitalism, and the maturation of the international economic system and all of its mediating components, to name a few; but that discussion is for another place and time.

For the purpose of this analysis, we are focused on national electoral politics and political parties, and the specific role they play in maintaining the status quo – in this case, not only the capitalist hierarchy, but also the stage of monopoly capitalism which has come to fruition over the past few decades. The distinction between base and superstructure allows us to see how the political apparatus, through the actions of political parties, exists solely as a tool for the «power bloc.» Furthermore, it allows us to divert from reductionist theories which attempt to highlight a singular cause, and move towards a more nuanced critique of the capitalist state, especially in the «pluralist» form that we see in the US and other «western democracies.»

«As far as the terrain of political domination is concerned, this is also occupied not by one single class or class fraction, but by several dominant classes and fractions,» explains Poulantzas. «These classes and fractions form a specific alliance on this terrain, the power bloc, generally functioning under the leadership of one of the dominant classes or fractions, the hegemonic class or fraction.»[4] In this instance, even with a government that includes separate branches – legislative, executive, and judicial – and represents several interests, as in Robert A. Dahl’s «polyarchy,» the state still exists and operates on the foundation of a capitalist system that creates its own hierarchy. The members of this «political terrain» are not necessarily synchronized with one another when it comes to geography, special interests, localized interests, and priorities when maintaining the equilibrium, and they don’t have to be. Despite these various pieces which make up the power bloc, in its own formation the base forces the political «superstructure» to adjust accordingly. This is why modern practices like «blanket financing» of political campaigns, which consists of corporations or private interests providing monetary support to opposing candidates and political parties in a particular election, have become so prevelant. Politicians, despite what their personal beliefs or aspirations may be, are put into power by the very hierarchy that depends on the economic base. Their positions of power cater to and are reliant on not only the power bloc which put them there, but the maintenance of the very system that allows them to stay there. Therefore, while they may possess some leeway in terms of pushing superficial agendas, their ability to do so is granted by the hierarchy extending from the economic base. Ultimately, in order to maintain its own existence, the political apparatus must protect the base – and is essentially designed (or is ever-evolving) to do so despite its «relative autonomy» which is «inscribed in the very structure of the capitalist state.»

According to Poulantzas, by recognizing both the autonomy of the «state machine» as well as the existence of a «power bloc» which mimics society’s pluralist form, it will «enable us to establish theoretically, and to examine concretely, the way in which the relative autonomy of the capitalist state develops and functions with respect to the particular economic-corporate interests of this or that fraction of the power bloc, in such a way that the state always guards the general political interests of this bloc – which certainly does not occur merely as a result of the state’s and the bureaucracy’s ownrationalizing will.»[5] This understanding includes «firmly grasping the fact than an institution (the state) that is destined to reproduce class divisions cannot really be a monolithic, fissureless bloc, but is itself, by virtue of its very structure (the state is a relation), divided.»[6] Poulantzas continues:

The various organs and branches of the state (ministries and government offices, executive and parliament, central administration and local and regional authorities, army, judiciary, etc.) reveal major contradictions among themselves, each of them frequently constituting the seat and the representative – in short, the crystallization – of this or that fraction of the power bloc, this or that specific and competing interest. In this context, the process by whereby the general political interest of the power bloc is established, and whereby the state intervenes to ensure the reproduction of the overall system, may well, at a certain level, appear chaotic and contradictory, as a ‘resultant’ of these inter-organ and inter-branch contradictions.[7]

This «division,» and these «contradictions,» were never more evident than with President Dwight Eisenhower’s 1961 farewell address and sobering warning against the rising «military industrial complex,» which publicly displayed a major fission within the power bloc. According to Poulantzas, this splitting is irrelevant in the capitalist scheme of things because it remains, by design, autonomous from the base; and, therefore, will naturally work itself out to accommodate that base, whether through conscious coordination or through inherent process. In the age of neoliberalism and monopoly capitalism, the state has become highly concentrated out of necessity. In this sense, C. Wright Mills’ assessment rings true:

As each of these domains becomes enlarged and centralized, the consequences of its activities become greater, and its traffic with the others increases. The decisions of a handful of corporations bear upon military and political as well as upon economic developments around the world. The decisions of the military establishment rest upon and grievously affect political life as well as the very level of economic activity. The decisions made within the political domain determine economic activities and military programs. There is no longer, on the one hand, an economy, and, on the other hand, a political order containing a military establishment unimportant to politics and to money-making. There is a political economy linked, in a thousand ways, with military institutions and decisions. [8]

This intertwined political economy exists within the superstructure. It’s increased centralization, coordination, and synchronization over the past half-century has undoubtedly pushed the US government to the brink of a «corporate-fascistic state of being.» In this development, the equilibrium has never been more delicate and fragile. The two-party system, thriving from the pluralist nature of both the electorate and power bloc, has proven efficient in carrying out trivial «concessions» that give «the economic interests of certain dominated classes guarantees which may even be contrary to the short-term economic interests of the dominant classes, but which are compatible with their political interests and their hegemonic domination.»[9] The expansion of domestic militarization and the intensification of «austerity measures» have introduced a degree of «corporate-fascistic» torque unseen before from within a mature capitalist state. How far these embedded «compromises may be reined in without destabilizing the equilibrium beyond repair» remains to be seen.

References

[1] Poulantzas, Nicos (Timothy O’Hagan translating). Political Power and Social Classes. Verso, 1975, p. 192.

[2] Gramsci, Antonio. Prison Notebooks, p. 182.

[3] Poulantzas, Political Power and Social Classes, p. 191.

[4] Poulantzas, Nicos. Classes in Contemporary Capitalism (Translated from French version by David Fernbach). Verso, 1978, p. 93.

[5] The Poulantzas Reader: Marxism, Law and the State. Verso Books: London/New York, 2008, p. 284.

[6] Ibid, p. 285.

[7] Ibid, p. 285.

[8] C. Wright Mills. The Power Elite, New Edition. Oxford University Press: 2000, p. 76.

[9] Poulantzas, Political Power and Social Classes, p. 191

Tomado de: http://www.hamptoninstitution.org/calibrating-capitalism-in-the-neoliberal-era.html#.V4P8FtLhDIU

Imagen: https://www.google.com/search?q=dominacion+hegem%C3%B3nica+dibujos&espv=2&biw=1366&bih=623&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwizleyrnezNAhXHJCYKHSVXA4AQ_AUIBigB#imgrc=YMxk2MIuW5icoM%3A

Comparte este contenido:

Internet, derecho universal.

América del Sur/Ecuador/Fuente:http://www.eltelegrafo.com.ec/

Por: Antoni Gutiérrez Rubí.

La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en septiembre de 2015 la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de «acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad». Dicha agenda plantea 17 objetivos con 169 metas que abarcan escenarios como el económico, el social y el ambiental.

El pasado 27 de junio, y a dos meses de cumplirse un año de la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas tomaba la decisión de adoptar una resolución que promueve el acceso a internet como un derecho universal.       Esta resolución resultaría crucial porque ayuda a caminar en la dirección correcta para alcanzar los objetivos de la Agenda 2030.

Incide en el compromiso que existe para cerrar la brecha tecnológica entre clases sociales y es una oportunidad para el empoderamiento femenino y el acceso por parte de las niñas a la tecnología, lo que garantizaría —de algún modo también— el derecho universal a la educación.   Una resolución, como derecho universal Esta resolución es un valor en sí misma.

El Consejo adoptó la protección de los derechos de los usuarios de la Red, destacando la libertad de opinión y expresión, y el derecho a la privacidad. En la reunión global de Sao Paulo celebrada el 23 y 24 de abril de 2014, y en el Foro para la Gobernanza en internet celebrado en noviembre de 2015, se reconoció la necesidad de aceptar los derechos que tienen las personas que usan internet de la misma manera que se protegen los derechos de personas offline. «Tomando nota de que el ejercicio de los derechos humanos, en particular el derecho a la libertad de expresión en internet, es un tema de creciente interés e importancia a medida que avanza el ritmo del desarrollo tecnológico y permite a las personas en todo el mundo utilizar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Observando también la importancia de fomentar la confianza y la confianza en internet, porque no menos importante es, con respecto a la libertad de expresión, la privacidad y otros derechos humanos. El potencial de internet, entre otras cosas, es un facilitador para el desarrollo y la innovación con la plena cooperación de los Gobiernos, la sociedad civil, el sector privado y el mundo académico». Estas últimas frases supondrían el eje central de la resolución que, dividida en 15 puntos, ha sido aprobada por 70 países.    Ante este escenario es inevitable referenciar la oposición a la ley antipiratería que preparaba     EE.UU. en 2012 y que modificaba la relación de fuerzas entre usuarios y propietarios en internet.

La tecnología social (que construye relaciones, comunidades e intereses en base a una fuerte emancipación personal y profesional) nutre el ecosistema de internet y es mucho más que mera tecnología. Se trata de una nueva cultura que cambia grandes ecuaciones como, por ejemplo, la percepción entre valor y precio, o las relaciones con los productos y servicios entre propietarios o usuarios. Cerrando la brecha tecnológica La libertad es el ADN de la Sociedad Red, y esto es algo que ha entendido el Consejo de Derechos Humanos.

Por eso no duda en hacer hincapié en la resolución, explicitando que el acceso a internet facilita enormes oportunidades para la educación, pero para que sea asequible e inclusiva a nivel mundial. Considera a internet una herramienta esencial para facilitar la promoción del derecho a educar y el derecho a la alfabetización digital para reducir la brecha existente. Es verdad que existen muchas formas de brechas digitales —entre hombres y mujeres, entre clases, países y grupos etarios…—, pero reconoce que, todas ellas, deben cerrarse.    En este contexto, derechos y libertades establecen una nueva lógica.

Y no se puede negar que, con internet, aparece con una fuerza desbordante el derecho al conocimiento, la información, la creación y el talento como un capital fundamentalmente público que no puede quedar secuestrado. Hacia la igualdad de género y la participación Además del acceso a la educación y de las oportunidades hacia una mayor inclusión, es importante añadir que esta resolución —acentuada en el punto 13— insta a todos los Estados a reducir la brecha digital de género.

Una mejora en el uso de la tecnología, y de manera particular, de las tecnologías de la información, promueve el empoderamiento de mujeres y niñas. Por tanto, es de vital importancia impulsar su alfabetización digital y alentarlas e inspirarlas hacia su crecimiento personal y profesional. El empoderamiento implica democracia. ¿Habría democracia si el acceso a internet fuera discriminatorio? Las palabras tecnología y mujer van unidas a la concepción de un cambio social.

Acabo con una reflexión que compartía en esta entrevista para Nación Red: la cultura digital es, fundamentalmente, femenina. La feminización de la vida encuentra en la cultura digital un espacio natural que debe ser el referencial. Escuchar, dialogar, compartir, reconocer, cocrear… son valores incompatibles con una visión machista y misógina de la sociedad.

La cultura digital tiene en su naturaleza valores y patrones que pueden favorecer la libertad y la igualdad, pero también la participación.   El derecho a la libertad de expresión en internet, como resalta el Consejo en su último punto, también fomenta herramientas para la participación ciudadana y la sociedad civil, para el desarrollo de las comunidades y para el ejercicio de los derechos humanos.

Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/internet-derecho-universal

Imagen:

https://encrypted-tbn1.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcTLYMhq9kKS0JfMhRs10La2cLi5Yr-QQbuWWfdRGXE9vuZoR1wA

Comparte este contenido:

Clases, castas y tribus en la India. La discriminación como costumbre

Por: Alvaro Fernández

Con unas raíces enterradas en la religión hindú y otros factores históricos y culturales, la India mantiene hoy en día una estratificación que supone un obstáculo a superar para el ejecutivo indio. Tras la declaración de independencia que decía adiós al Imperio Británico, la población se sumergió en un conflicto social que sigue coartando los derechos humanos de millones de personas, con una cultura de castas, tribus y clases aún arraigada, por muchos artículos y garantías que pueda ofrecer el gobierno indio. El paso iniciado por Mohandas Gandhi para poner en evidencia la mala situación sufrida por las castas más bajas destaparía en la segunda mitad del siglo XX un puzle de difícil resolución: garantizar derechos y libertades para todo tipo de clases sociales, tribus y castas y la aceptación de las mismas. Cuando la posición que ocupa una determinada casta se ve sumida en la degradación de la dignidad humana a lo largo de los años, esto tiende a convertirse en cultura. Y es uno de los mayores peligros que residen en la sociedad india. Demostrado queda en actos violentos realizados por miembros de castas y comunidades más desarrolladas contra tribus desfavorecidas, que ven en las medidas contra la desigualdad tomadas por el gobierno un instrumento político con el que obtener mayor número de votos. Una inestabilidad social que la segunda mayor democracia del mundo no se puede permitir.

La semilla del árbol estratificado: raíces

El sistema de castas indio se trata de un sistema de estratificación social que fue evolucionando durante el tiempo, influenciado tanto por la religión hindú como por otras razas y culturas. Asimismo, éste sistema no es una entidad bien definida, sino varios grupos heterogéneos de personas que se fueron mezclando a raíz de los años. El sistema de castas indio tradicional tiene su similitud en el sistema ocupacional elaborado por Confucio, en el que se encontraban académicos, laboreros, artesanos y comerciantes. Una compleja amalgama de grupos sociales, entre los que se encuentran los clanes llamadosgotras, etnias y tribus llamados jatis y la jerarquía social definida por uno de los textos antiguos incorporados en sánscrito, el Rigveda.

En la antigua India, el término “casta” sería adjudicado por los portugueses, mientras que la palabra en sánscrito para éste sistema era varna. Un sistema que reparte tanto derechos como deberes y privilegios. Dividida la sociedad en cuatro secciones según sus labores, los grupos hereditarios dentro de los varnas fueron llamados jatis. Estos últimos darían representación inicial al grupo de comunidades, que proporciona un rol social a cada persona nacida en cada jati, con una endogamia predominante.  Dentro de la religión hindú, se nace mediante la creencia de que todos los seres humanos somos creados de manera desigual. Según el texto antiguo Rigveda, los comienzos de la estratificación los encontramos en la representación de Brahma, deidad hindú venerada como creador del universo.

Representación del sistema de castas en la India. Fuente: Krishna.org
Representación del sistema de castas en la India. Fuente: Krishna.org

La sociedad india está basada en la manifestación divina de Brahma de los cuatro grupos que la conforma: de su boca salieron los profesores y sacerdotes, creando la clase brahmana: aquellos encargados de la educación y la enseñanza, así como labores religiosas –profesores, sacerdotes, etcétera–. También denominados los brahmins,desde la época colonial las autoridades británicas las dotaron de puestos influyentes dentro del clero. Hoy en día suelen ocupar puestos dedicados a las ciencias, los negocios y el gobierno; de sus brazos se materializaron guerreros y gobernantes, la casta kshatriya: quienes se adjuntan al servicio público, la administración, el mantenimiento de la Ley y la Defensa –Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, gobernantes o funcionarios–. Hoy en día, predominan como propietarios de tierras y su influencia y poder ha ido disminuyendo con el paso del tiempo. Tocando el ámbito de la economía, los mercaderes y comerciantes surgieron de sus muslos, representando la casta vaishya: negociantes, empresarios, aquellos dedicados a la actividad comercial. Antiguamente agricultores y ganaderos, y al tiempo, propietarios de tierras, comerciantes y prestamistas. Asociados hoy en día a la clase media, representan el avance social, así como un quinto de la población total de la India. Y por último, de sus pies nacieron los laboreros y campesinos, oficios sin cualificación profesional; la casta shudra. Hoy en día, suelen pertenecer mayoritariamente al sector servicios.

Coexiste una última casta que no pertenece dentro del sistema varna. Los llamados “intocables” representan la clase más baja de la sociedad. Considerados poco más que animales, sus cometidos laborales rozan el límite de los derechos humanos más básicos, empleados donde las otras castas se lo permitan.

Romper con la historia de la discriminación: reconocimiento

La adopción de la constitución india y su puesta en marcha en 1950 anuló el anterior sistema de castas que imperaba desde hacía décadas. En concreto, el artículo 15, que consideraba ilegal la discriminación contra las castas más bajas. Sobre el papel se comenzarían a dar los pasos para evitar una forma de estratificación social propia de la Edad Media, pero en la práctica no hacía más que subrayar uno de los problemas más arraigados en la población india, provocando una oleada de violencia sobre los dalits, aquellos pertenecientes a las clases más bajas. A pesar de que la fuerza de éste sistema de castas no ha desaparecido completamente, el gobierno indio ha prohibido oficialmente la discriminación provocada por éstas, aplicando reformas en multitud de ámbitos. Gracias a figuras como la de Mohandas Gandhi, se han relajado leyes y reglas concernientes a la diferenciación entre castas, así como la mezcla de personas entre ellas.

Uno de los esfuerzos políticos más notables de Gandhi sería proveer de derechos y de un marco legal para los harijans (término que quiere decir “bendecido), los anteriormente denominados “intocables”, para favorecer su emancipación de otras castas, así como acercar la igualdad a todos los ciudadanos. Con el paso de los años, los harijans se mostraron más activos en materia política, adoptando el nombre de dalits. Éste último término obtendría una mayor aceptación que el de “intocables”, entendiendo que ofrecía un sentido degradante. “Dalit” puede ser traducido como “oprimidos”. El gobierno indio ha provisto a los dalit de mayores garantías laborales, así como una representación propia en el parlamento. A pesar de dichas medidas, estos siguen obteniendo menores oportunidades, tanto en materia educativa como laboral, que las demás castas.

Evolución en la tasa de alfabetización. Fuente: Census of India 2011
Evolución en la tasa de alfabetización. Fuente: Census of India 2011

La tensión entre castas y tribus no se disipa, manteniendo confrontaciones con las fuerzas del orden. Una de las más recientes es la provocada por la casta Patel, que encabeza desde el 2002 las protestas producidas en el estado de Gujarat –conforman el 20% total de su población–, uno de los núcleos industriales de India. Las protestas residen en la prohibición a la entrada a la universidad, lo que mantiene a las castas más pobres sin oportunidad para desarrollarse, así como un descenso en la industria de la pequeña y mediana empresa, cerrando nuevas oportunidades laborales. La casta Patel reclama acciones que corten con esta situación, así como ser incluidos en la clasificación OBCs (Other Backward Classes). La clasificación OBC incluye castas que, aun sin sufrir una exclusión total de la sociedad, han sido tradicionalmente las más desfavorecidas en materia social y económica.

 

 

Protestas recientes de la casta Jat en cuanto a privilegios ofrecidos a otras castas. Fuente: Youth Ki Awaaz
Protestas recientes de la casta Jat en cuanto a privilegios ofrecidos a otras castas. Fuente: Youth Ki Awaaz

La Constitución india ha prohibido la discriminación contra los dalit desde 1950, pero muchos de los 160 millones de personas que pertenecen a esta casta continúan viviendo en la pobreza. Otra de las consecuencias es la asociación de apellidos familiares con castas, heredando de padres a hijos la posición que esta mantenga en la sociedad. A pesar de estos factores, se recuerda la elección del presidente K. R. Naranyanan como un desafío a éste sistema. Nacido dentro de una de las castas más pobres al sur de la India, Naranyanan consiguió ser elegido como presidente y cumplir su mandato entre los años 1997 y 2002.

Uno de los problemas más crecientes que plantean los recientes incidentes es la falta de trabajo y de futuro para las castas más pobres. La comunidad Jat, una de las más numerosas dentro de la India –conforma un quinto del total de la población del país– es otra de las protagonistas dentro de la lucha por la igualdad y mayor representación, ya que abogan por mayor número de puestos de funcionariado accesibles para los grupos más desfavorecidos en la India.

En 1953 se daría el primer paso para tratar de identificar las clases más desfavorecidas. El llamado First Backward Class Commission, bajo la batuta del reformador social Kaka Kakelkar, entregó un informe con un listado de 2399 castas o comunidades poco desarrolladas. Dentro de esa cantidad, 837 de ellas fueron clasificadas como muy poco desarrolladas. A pesar de los resultados, el informe nunca se implementó.

La comisión Mandal y el descontento general: identificación

Establecida en 1979 por el Primer Ministro Moraji Desai, del partido Janata, con el firme propósito de identificar los estratos menos desarrollados en materia social y educativa y liderada por el parlamentario Bindeshwari Prasad Mandal, se propuso reservar asientos del parlamento para representar las castas más discriminadas, así como el uso de indicadores sociales –índice de desarrollo, edad de matrimonio, participación de la mujer en el mundo laboral–, económicos –valor medio de bienes familiares, préstamos adquiridos, fuentes de agua potable– y educativos –tasa de abandono escolar, tasa de matriculación universitaria– para determinar el nivel de atraso que sufrían dichos grupos.

En 1980, un informe de la comisión concluyó que las prácticas llevadas a cabo por la Ley India consiguieron garantizar una pequeña cantidad de puestos en el funcionariado y en universidades públicas para miembros de las OBC y las SCT (Other Backward Classes y Scheduled Castes & Tribes). Se recomendó aumentar la cuota de puestos garantizados de un 27% a un 49%. Ocho años más tarde, el Primer Ministro indio perteneciente al partido Janara Dal, Vishwanath Pratap Singh, recogió los resultados y recomendaciones ofrecidas por la Comisión Mandal y comenzó a implementarlas en todos los estados indios. El porcentaje de puestos garantizados para las OBC (un 27%) y para las ST y las SC (22%) disminuirían el cómputo global de puestos no-reservados a un 50%.

Esta medida comenzaría a generar protestas en contra de la garantía de trabajo en el funcionariado por el simple hecho de nacer en un tipo de casta, en detrimento del mérito propio del candidato. A pesar de las reformas iniciadas para contrarrestar la situación sufrida por millones de personas, las protestas contra las cuotas garantizadas para las OBC y las SCT surgieron en Nueva Delhi, donde, en septiembre de 1990, un estudiante de la Universidad de Delhi se inmoló como protesta. Esta forma de reivindicación la seguirían más jóvenes en las ciudades circundantes, que verían ésta reserva de cuota injusta por la falta de mérito, alegando que dichas medidas estaban dirigidas a la obtención del voto de las OBC. La mala gestión de las protestas, que se extendieron por otros estados del país, sería uno de los motivos para la dimisión del presidente V.P. Singh.

Las protestas marcarían un punto fundamental entre los polos opuestos a la iniciativa de la Comisión Mandal, y la formación de grupos políticos de las castas pertenecientes al as OBC. El 16 de noviembre de 1992, la abogada Indra Sawhney interpuso una demanda judicial contra el gobierno, la Unión de la India, en referencia a la conceptualización de una OBC y la cuota de puestos reservados, que por entonces estaría excediendo el 50%. La Corte Suprema fallaría a su favor, reconociendo a las clases sociales menos desarrolladas como una categoría, añadiendo a las “castas” como factor identificador de clase social atrasada. Se reconoció la validez de la reserva del 27%, así como identificar aquellos que habían trascendido su condición de OBC, quedando excluidos de la reserva de puestos laborales. Se incluyeron nuevos criterios económicos, sociales y educacionales para limitar la cuota de puestos asegurados y hacer efectivo el 50%.

Evolución en la participación laboral de las castas menos favorecidas Fuente: Census of India 2011
Evolución en la participación laboral de las castas menos favorecidas Fuente: Census of India 2011

Un ejemplo de la poca diligencia del gobierno indio a la hora de abordar casos de discriminación contra dalits y castas más bajas es el referente a la masacre de dalits en Karamchedu, una villa situada en el estado de Andhra Pradesh. El 16 de julio de 1985, un conflicto entre dalits y terratenientes de una casta más alta, la Kamma, acabaría con 6 dalitsmuertos y otros 20 gravemente heridos. Tras una confrontación entre un sirviente y su terrateniente, la comunidad adinerada de Chowdary lo entendería como una revuelta contra ellos. Los terratenientes de las castas más altas se unirían para atacar a los dalits en todo el estado, tanto a mujeres como a niños. Perseguidos por toda la villa, tuvieron que huir al campo para salvar sus vidas. 159 personas fueron condenadas a cadena perpetua, pero la Alta Corte de Justicia de Andhra Pradesh decidió anular el juicio. El 24 de octubre de 1998, tras una petición especial a la Corte Suprema, motivó que el 19 de diciembre del 2008 se ratificaran las condenas impuestas en primera instancia. Únicamente el principal acusado, R. Anjaiah, sería condenado a cadena perpetua. Otros 29 acusados serían sentenciados a 3 años de cárcel.

Organizaciones internacionales ya advirtieron de los problemas causados por el sistema de castas y la continua degradación de derechos humanos que ocurren en múltiples estados de la India. En el año 2005, un informe de las Naciones Unidas hizo hincapié en la incapacidad del gobierno indio para detener la discriminación por castas que imperaba en el territorio. El Comité de las Naciones Unidas puso de manifiesto la cifra de 165 millones de dalits que continuaban enfrentándose a la segregación en escuelas y servicios públicos. A pesar de la protección legal y constitucional proporcionada durante 60 años, la discriminación seguiría presente. En marzo del 2007, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CEDR) de la ONU instó al gobierno indio a tomar medidas efectivaspara proteger a los dalits y a grupos tribales, quienes continúan sufriendo actos de violencia comunitaria. A pesar de exponer la poca voluntad de las autoridades locales para proveer de protección efectiva, el gobierno indio insistió que la casta no es similar a la raza, ergo la denuncia de discriminación de castas y tribus no era competencia del CEDR.

La edad media en el siglo XXI: el viento que no cesa

La conclusión que podemos sacar de la situación actual la podemos convertir en una comparación entre dos casos muy similares, con actores idénticos pero con fines totalmente diferentes. En primer lugar, Rajiv Goswami, un estudiante de la Universidad de Nueva Delhi, que se inmoló en 1990 como protesta por la implementación por parte del presidente, V.P. Singh, de las recomendaciones ofrecidas por la Comisión Mandal para reservar puestos a los dalit dentro de la Universidad. Ahora bien, el 17 de enero de este mismo año, Rohith Chakravarathi Vemula, un estudiante de investigación de la Universidad de Hyderabad, se suicidó en la habitación del hostal de un amigo como protesta por las condiciones que sufrían los dalit dentro del campus. Se les prohibió la entrada a hostales y áreas comunes en grupos, así como participar en las elecciones para la Asociación de Estudiantes. Al no poseer los medios necesarios para permitirse un hogar, comenzaron una huelga de hambre frente a la Universidad.

¿A qué queremos hacer referencia con esto? Al descontento demostrado por ambas caras de la moneda. Un grupo social más acomodado que ve como una injusticia la concesión de trabajo y educación para los más desfavorecidos; referencia también a la influencia que han tenido las castas durante siglos en este país. Imaginémonos si hubiéramos dejado atrás el sistema social propio de la Edad Media hace únicamente 50 años. Es impensable encontrar una solución real para este problema. La falta de concienciación que supone los asesinatos de miembros de clases más bajas, los conflictos entre tribus y castas, y la falta de sensibilidad y de acciones efectivas por parte de gobiernos locales –no nacionales–, hacen que al país que se le conoce como la democracia más grande del mundo se le pregunte cómo sigue siendo un “país desarrollado”. Un país desarrollado con una democracia que tiene a la población enfrentada los unos con los otros. Y descontado la problemática religiosa o el conflicto de Cachemira, sólo podemos suponer que la India es un cartucho de dinamita con la mecha encendida.

Fuente: http://elordenmundial.com/cultura-y-sociedad/clases-castas-tribus-la-india/

Comparte este contenido:

De una mujer

Venezuela/ 07 de Junio de 2016/Aporrea

Por: Marta Ortega

“Una mujer con imaginación es una mujer que no solo sabe
Proyectar la vida de una familia, sino también la de una sociedad
Y el futuro de un milenio”
Rigoberta Menchú

Hay que tener presente que hasta principios del siglo pasado las mujeres se hallaban limitadas al espacio familiar y descartadas casi por completo del  ámbito público. Debemos aceptar que la opresión de la mujer y la desigualdad todavía existen, según la ONU, una de cada tres mujeres puede sufrir abusos sexuales en su vida, la ONU también tiene un slogan que dice que las mujeres tienen 2/3 partes del trabajo mundial y reciben una remuneración de 1/3 partes.

El avasallamiento hacia las mujeres es un asunto cultural que por miles de años se ha venido construyendo. Es a lo largo del siglo XX, que este hecho  fue variando poco a poco, y siempre acompañado con el problema principal: El Machismo, de quienes no ven la capacidad administrativa, financiera, artística, que puede tener una mujer, ni aceptan su potencial desenvolvimiento o habilidad demostrada en la competente ejecución que  como médicas,  administradoras, ingenieras, pilotos de avión, senadoras, diputadas presidentas de repúblicas, pudieran haber realizado. Los programas de la “ONU MUJERES” han aprobado La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la cual defiende el derecho de las mujeres a participar en la vida pública, mientras que la Plataforma de Acción de Beijing insta a eliminar los obstáculos para la participación igualitaria. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio miden los avances hacia la igualdad de género.

Al manifestar los logros de las mujeres, su capacidad de transformación personal y colectiva, cambiándolas en unas exitosas luchadoras, también debemos admitir que todavía falta mucho camino por recorrer y que aún existen mujeres  que no han hecho conciencia que no confían ni apoyan la capacidad de otras mujeres, señalándolas con calificativos discriminativos, convirtiéndose en enemigas de las mujeres que escriben la historia de la igualdad y superación para todas si tomar en cuenta ni raza o clase social.

La opresión en las mujeres es una manifestación que cruza las clases sociales porque afecta a todas las mujeres, no solo aquellas que pertenezcan a la clase trabajadora, hay violencia, vejaciones, y formas de dominación contra la mujer, en todos los estratos sociales, aunque sean cualitativamente diferentes para las mujeres en las diferentes clases. Los privilegios y beneficios materiales que disfrutan las mujeres de la clase dominante, las conduce, por el interés en preservar los privilegios que disfrutan, a  defender el orden social existente. De allí que la señora esposa del diputado Ramos Allup califique a la mujer trabajadora, (quienes somos todas las que apoyamos  la propuesta de cambio del proceso bolivariano) de sucias y mal arregladas, mujeres quienes no solo luchan contra la pasividad y la dependencia en sus relaciones, sino también contra la idea de ser definidas en términos sexuales y de ser obligadas a empaquetarse y venderse solo como objeto de exhibición.

En la sociedad se mide la civilización, por el progreso de las mujeres hacia la  libertad  pero  como contrapartida, existe aun, quienes ven a la mujer solo como objeto decorativo para ejemplo lo que ha manifestado Trump en sus libros “El Arte de volver” y el “Arte de Ser Donald” en los cuales deja explicito como para él, las mujeres son inferiores, expresando “Las mujeres son en esencia, objetos estéticamente agradables”. Siendo esta la expresión de cómo la clase dominante considera al sexo femenino, concepción tan arraigada que las mujeres de esa clase, se valorizan por la ropa de marca que posean y el maquillaje que se colocan, desvirtuando su valor intrínseco como ser humano superior.

 “Dentro este sistema las mujeres son doblemente esclavas y para liberarse tienen que ser doblemente revolucionarias.”

Alex Pimentel

Fuente: http://www.aporrea.org/oposicion/a229134.html

Fuente de la Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=mujeres+luchadoras&client=firefox-b-ab&biw=1024&bih=489&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=0ahUKEwiB7t3z0qLNAhXBHR4KHbyQCF4Q_AUIBigB#imgrc=621VLNLOAbVsOM%3A

Comparte este contenido:
Page 3 of 3
1 2 3