Historias sobre la Psicología “Conductista”

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

En este 2019 se cumplen 60 años desde que se inició, a nivel profesional, la carrera de Psicología en la UNAM (1). A la manera de una conmemoración reflexiva sobre ese acontecimiento, retomo algunas de mis preocupaciones sobre la historia de la Psicología “Conductista” en México, a partir de preguntas e interrogantes como las siguientes: ¿Cómo se dio la “ruptura” al interior del grupo líder de la Psicología «Conductista» en México? ¿Se podrían reconstruir las historias de esos hechos a partir de textos escritos o publicados, debido a las dificultades de recuperar la narrativa en vivo? ¿O quién podría reunir a los “disidentes” del “conductismo” en México? ¿Cómo convocarlos para conversar sobre sus historias?

Mientras tanto y con esa intención, me he dado a la tarea de indagar en los contenidos de algunos materiales escritos, que están disponibles en los medios electrónicos, en dos sentidos: 1) Con la finalidad de realizar una búsqueda indirecta y plantear algunas hipótesis de trabajo al respecto, y 2) Con el propósito de reconstruir los signos de esa significativa “ruptura”. Como se puede apreciar, (dicho esto en lenguaje “kuhniano”) mis preocupaciones tienen mayor interés en las “rupturas” que en las “continuidades”.

Historias cortadas

Según Edgar Galindo, “Entre 1959 y 1990 coexisten diferentes escuelas de psicología y psicoanálisis: el psicoanálisis freudiano, frommiano, freudomarxista y lacaniano; escuelas cognoscitivas (europeas) tradicionales, como la de Piaget; la psicología cognoscitiva estadounidense, el conductismo, el guestaltismo redescubierto y la psicología humanista de Rogers. Sin embargo, el trabajo de las escuelas se concentra en las universidades, en la formación profesional. A principios de los setentas, la investigación en psicología es rara en México y la publicación de resultados más rara aún. El volumen de la investigación –y por consiguiente de las publicaciones– crece constantemente, sobre todo entre 1975 y 1990, con excepción de un periodo difícil entre 1982 y 1987, que corresponde a los años de la crisis económica de México. No obstante, a pesar del gran número de enfoques que han existido en México en 30 años, es evidente la existencia de 5 grandes escuelas en la psicología: Conductismo, psicología transcultural, psicología cognoscitiva de orientación norteamericana, psicología social de orientación norteamericana y enfoque psiquiátrico-psicométrico.” (Galindo, 2004)

Los pioneros del “Conductismo” en México, grupo académico que floreció específicamente en la UNAM y en la Universidad Veracruzana entre 1967 y 1982, son reconocidos por varios autores y protagonistas de los hechos, como el colectivo que dio origen, de manera formal, a ese movimiento. Tomo como referencia el año de 1982 como tiempo de término del período de auge del “Conductismo” en la UNAM, de acuerdo con una afirmación de Emilio Ribes. (ver mi texto: “Emilio Ribes y el Conductismo en México”. Tercera y última parte. SDP Noticias, 15 de octubre, 2018).

“Para los conductistas, la conducta es el objeto de estudio de la Psicología. La tarea de ésta es el estudio objetivo de la conducta y su instrumento de investigación es la metodología operante. La investigación con animales se considera correcta para la comprensión del comportamiento del hombre, en el sentido de que los conceptos y las leyes encontradas en el laboratorio pueden extrapolarse a los seres humanos. La psicología aplicada es, entonces, la aplicación de los principios y los métodos de la psicología experimental en diferentes campos del comportamiento humano… Los psicólogos deben dominar los principios de la modificación de conducta para ser capaces de resolver problemas en diferentes campos: en la educación y el desarrollo infantil, en la educación especial, en el terreno social, en la solución de problemas clínicos, en la industria y el trabajo y en el campo de la salud en general. Esta lógica regula la enseñanza, la investigación y la práctica en los ámbitos dominados por los conductistas.” (Galindo, 2004)

Aunque no existen muchos trabajos sobre las historias de “ruptura” ni sobre la evolución conceptual del “Conductismo” en México (dado que el circuito “estímulo-respuesta fue rebasado), contamos sin embargo con algunas aproximaciones historiográficas sobre la decadencia de ese movimiento en México: “Los psicólogos conductistas aprovechan la ampliación de la UNAM (en 1975) para aplicar en la ENEP-Iztacala un currículum totalmente conductista orientado hacia la formación práctica en áreas consideradas prioritarias para la sociedad mexicana; esfuerzos semejantes no llegan a consolidarse en la ENEP-Zaragoza. Hacia 1976, el análisis experimental de la conducta y la modificación de conducta se convierten en la orientación que más influye en la formación de los psicólogos del país, pues predomina en al menos 30 instituciones de enseñanza.” … “A pesar de sus logros, la fuerza del movimiento conductista parece haber disminuido a finales de los ochentas. El apasionamiento ingenuo de los conductistas por la modificación de conducta en los primeros tiempos inició un evidente proceso de diferenciación desde finales de los setentas. Las limitaciones existentes en la concepción teórica del conductismo son reconocidas en diferentes grados por algunos autores, que admiten los límites que fija la realidad social al trabajo psicológico. Otros han expresado claramente su desilusión ante las limitaciones del modelo conductista (Molina, 1980; Alvarez y Molina, 1981; Millán, 1982; Lozano Mascarúa, 1985 y Rueda, 1986), aunque algunos reconocen sus aportaciones (Páez, 1981). En pocas palabras, el conductismo no parece haber llenado las expectativas de los psicólogos mexicanos, muchos de los cuales exploran otras alternativas para la creación de una psicología científica y socialmente comprometida en otras escuelas psicológicas, ya viejas o recientemente conocidas.” (Galindo, 2004)

Preguntas e hipótesis…

Las siguientes preguntas podrían animar o motivar el trazo de una línea o campo de investigación sobre las historias de la Psicología “Conductista” en México, a 60 años de iniciada formalmente esta profesión: Los textos escritos por algunos de los protagonistas de la “ruptura” frente al “Conductismo” en México, ¿podrían contribuir a la reconstrucción de esas historias? ¿Se podría armar una narrativa indirecta o conectar los textos escritos, que fueron preparados en marcos teóricos e históricos diversos, para reconstruir la fenomenología de esa “ruptura”?

En efecto, existen algunos escritos que, de manera tácita –me parece- se refieren a la “ruptura” frente a la Psicología “Conductista”, los cuales se han expresado en diversos contextos y al calor del análisis de diferentes fenómenos; en ellos he encontrado, digamos, una suerte de narrativa en torno a la “separación”, al “quiebre”, donde el telón de fondo es, a veces, -según mi interpretación- el “Conductismo”. Textos, por ejemplo, sobre el abandono de una tradición, o sobre el corte de una identidad, me parece que guardan alguna relación o plantean una evocación, a lo lejos, con lo que algunas profesoras y profesores vivieron como “ruptura” a finales de los años 70´s e inicios de los 80´s, en una época marcada por la decadencia de esa corriente teórica y metodológica de la Psicología académica, sobre todo en la UNAM.

En un texto escrito a propósito de los procesos subjetivos del exilio, se señala lo siguiente: “…una de las consecuencias de las catástrofes, sean éstas una invasión, un golpe militar, una devastación natural, es que alteran o fracturan los vínculos que el sujeto ha establecido, haciéndole perder su lugar en el conjunto al que pertenecía y a partir del cual había construido su continuidad. El ataque contra la identidad del espacio y de la sociedad, es un ataque contra el origen y contra el orden simbólico; incluye necesariamente el ataque contra el cuadro metapsíquico, entendido como la estructura grupal en la que se apuntala la psique de un sujeto singular. Es por esto que la catástrofe no es sólo un acontecimiento, es también un proceso que, desde el punto de vista de las historias, tanto de los sujetos singulares como de los grupos, implica correlativamente la movilización de múltiples procesos e instancias que le permitan contender contra los conflictos más íntimos y profundos en defensa de su continuidad, de su permanencia como sujetos, de la vigencia de sus proyectos, construyendo en su horizonte la posibilidad última del exilio, la clandestinidad, la resignación, o la renuncia a la existencia misma.” (2)

En otro texto y en una coyuntura ajena, se asevera lo siguiente: “Ahora es necesario redimensionar estos discursos, replantear el estatuto que guarda la puesta del humano en circunstancia, enfocar la comprensión de los avatares de sus relaciones, no desde la formalidad discursiva de las disciplinas que pretenden su caracterización definitiva; sino restituyéndole la posibilidad de su propio lenguaje, en el sentido más amplio del término; en suma, verlo como actor de su historia personal, no de la que oficial y teóricamente es protagonista, sino de la más íntimamente suya, de la que construyó su cuerpo, su deseo, sus vínculos, su mundo.” … “Es tiempo también de generar los dispositivos, los mecanismos, que han de abrir los espacios para que el que escucha, el que observa, el que estudia lo humano, renuncie a sus propio prejuicio teórico, como condición necesaria para dejarlo hablar de otro modo y no sólo escuchar lo que es hablado a través de él, esto es, para oír otras palabras de lo que tiene que decir y no limitarse únicamente a recuperar, con su intermediación, los discursos que hablan de él.” (3)

En el problema de la “ruptura”, en sí misma, -pienso- quizá lo que hoy se puede valorar es el paso de los hechos, los procesos, los registros y los significados, explícitos e implícitos, expresados en las palabras. Las palabras escritas, publicadas, como caminos para entender, para comprender lo sucedido, para aventurar una interpretación. Indagar, directa o indirectamente, sobre las representaciones de tales “rupturas” y lo que éstas expresan. Porque las palabras no escritas se quedarán en lo privado, casi siempre. ¿Qué clase de “ruptura” fue? Epistemológica, ideológica, de disolución de la identidad grupal, ¿o fue una ruptura de hartazgo con el liderazgo y las formas de distribución del poder lo que generó la batalla contra el “conductismo” a la mexicana? ¿O fueron, en parte y en todo, el conjunto de esos factores? ¿Cuál es el signo de la “ruptura” que generó el “quiebre” del grupo líder en la enseñanza de la Psicología conductista en la UNAM? ¿Por qué ya no es pertinente hablar de ello; o sí lo es? ¿Quién y desde dónde está dedicado al estudio historiográfico de ese “quiebre”? ¿Cuáles son los significados y los medios de la negación de lo sucedido? Éstas son quizá algunas preguntas para investigar sobre una parte de las historias no habladas, pero sí escritas, de la Psicología conductista en la máxima casa de estudios y de otras universidades, públicas y privadas, que imparten esa carrera profesional en México.

Fuentes consultadas y nota:

(1) Edgar Galindo (2004). Análisis del desarrollo de la psicología en México hasta 1990. Con una bibliografía in extenso. Psicol. Am. Lat.  n. 2. México.

Nota: El dato de referencia fue señalado por Lara Tapia y recuperado por Galindo cuando afirma: “ En 1959 fue fundada la carrera de psicología en la UNAM (Lara Tapia, 1983); aunque la psicología ya se enseñaba en México desde 1896 y aunque en la Universidad Nacional Autónoma de México existía un posgrado en psicología desde 1938, en 1959 la psicología se empieza a enseñar como disciplina autónoma en el país y con ello se da un paso más hacia su reconocimiento como una profesión. Esa fecha constituye el hito histórico que marca el fin del periodo de formación de la psicología en México. En ese momento se inicia lo que he llamado periodo de expansión.”

(2) Carlos Fernández Gaos. Al País del Otro. (Algunas reflexiones sobre el contexto del dispositivo clínico en migrantes, exiliados y transterrados). Revista Electrónica Psicología Iztacala, Vol. 2, No. 1, feb. 1999. FES Iztacala, UNAM. México.

(3) Carlos Fernández Gaos. Masculinidad: errática zaga de un lugar imposible.

http://biblioteca.clacso.edu.ar/Mexico/crim-unam/20100428124919/Masculyempleo.pdf

Fuente: http://www.educacionfutura.org/historias-sobre-la-psicologia-conductista-la-ruptura/

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Tensión entre lo que es y el deber ser

Alberto Benegas

Cualquier situación que ocurra (cualquier es) inexorablemente tiene como meta el respeto recíproco como el debe ser, con exclusión de quienes se dirigen a la falta de respeto al prójimo en provecho propio, en otras palabras, los espíritus totalitarios. Pero en lo que podemos denominar una sociedad civilizada, es decir, en el único modo de contar con armonía de intereses, como queda expresado, el deber ser consiste en el respeto recíproco a los proyectos de vida de todos, cualesquiera sean estos.

Todos los seres humanos tienen como meta pasar de una situación menos favorable (es) a una que les proporcione mayor satisfacción (debe ser). En este contexto, el es constituye el medio para el logro del objetivo, el debe ser; es por ello que la ética no constituye mera decoración, sino algo eminentemente práctico y de gran utilidad para la realización de las potencialidades de cada cual en busca del bien. Todos cometemos faltas, nadie puede tirar la primera piedra, de lo que se trata es de distinguir entre el pantano y la huella para no idealizar al pantano y realizar esfuerzos al efecto de retomar la huella.

Viene ahora un interrogante de la mayor importancia: ¿cómo proceder en la vida diaria frente a las más variadas circunstancias? Muchas veces hemos escuchado que si bien se está de acuerdo en que las cosas deberían ser de tal o cual manera, dado que son de otra, para seguir viviendo no hay más remedio que actuar de forma distinta y amoldarse.

Por ejemplo, imaginemos que uno de los asesinos seriales de la SS en la Alemania hitleriana irrumpe en el domicilio de alguien en busca del hijo del dueño de casa y para contrarrestar semejante barrabasada el padre soborna al oficial de marras para salvar a su hijo. El padre sabe que está enriqueciendo a un criminal, sin embargo, estima que se ve obligado a proceder de aquella manera. Este ejemplo extremo ocurre de modo muy atenuado de forma cotidiana con gobiernos autoritarios de muy diversas corrientes. Esto alegan empresarios que dicen estar embretados por el poder de turno a riesgo de perder sus empresas y muchas otras situaciones de quienes se ven envueltos en trámites burocráticos muy variados.

Sin duda que hay un límite al desvarío, pero la encrucijada existe y hay conductas ejemplares que no admiten ninguna acción contraria a valores esenciales y, por ende, renuncian a lo más preciado con tal de mantener principios, pero el común de los mortales se ve compelido a entrar por la variante para seguir viviendo. Empresarios que declaran que se ven obligados a acceder a los caprichos del mandamás del momento, aunque vean claramente la distancia entre lo que aceptan ser y el deber ser, y así con tantos casos equivalentes.

Si los límites se sobrepasan, aceptando algo que es absolutamente incompatible con el deber ser “para seguir viviendo y estar en sintonía con la tendencia dominante de la actualidad”, no es justo involucrar a otras personas. Como cuando se acepta la incorporación a socios impresentables a un club que disgustan a otros miembros. Ilustra otras situaciones similares que comprometen a terceros el caso de quienes apoyan el razonamiento anacrónico de sindicalistas que pretenden bloquear la competencia al oponerse a Uber, que, en diversas ciudades, presta servicios de transporte atractivos en calidad y precio. Es como si hubiera que eliminar las refrigeradoras para volver al hombre de la barra de hielo.

No es del caso juzgar ahora las diversas conductas, pero lo que sí debe remarcarse es que todos los seres humanos deben contribuir de un modo u otro para que prevalezca el respeto recíproco. De lo contrario, cualquiera sea la actividad de cada cual, indefectiblemente todo perecerá. Los que proceden con base en la componenda por lo menos deben contribuir con un reaseguro destinando tiempo, dinero o las dos cosas al efecto de cubrir la retirada, puesto que si sólo se la pasan justificando la necesidad de ceder en principios, deben saber que consolidan la barranca abajo y que si pretenden vivir a costa del esfuerzo de terceros para mantener vestigios de la sociedad abierta (freeriders), su final ni siquiera será mudarse de país, sino el mar con los tiburones.

Por supuesto que en esta instancia del proceso de evolución cultural no nos estamos refiriendo a los políticos, que, como tales, necesariamente abandonan lo que debe ser para amoldarse a lo que es, en otros términos, a lo que la opinión pública puede al momento digerir, si es que desean continuar en la tribuna política. Cuando despotrican en sus discursos ponen énfasis desmedido, generalmente en voz muy alta, en los supuestos principios que defenderán a capa y espada, pero la verdad es que su profesión consiste en ceder, componer y conciliar. El que se cree el discurso, cuando reclama airadamente y con gran desilusión de su candidato, le replica con toda naturalidad: “¿Y qué quiere? Se trata de un político”.

En este contexto, siempre debe haber personas que actúen desde afuera para señalar con rigor el camino que conduce al irrestricto respeto recíproco, sin componendas de ninguna naturaleza. Sólo así —y no con los aplaudidores y serviles de siempre— es posible abrigar alguna esperanza de vivir en una sociedad civilizada.

Hay todavía otro canal que pretende debilitar las obligaciones morales, no para actuar en dirección a lo que otros demandan, sino en puro beneficio propio, ya que el bien hace bien. Ese canal es el que pretende confrontar las emociones con la razón por medio de lo cual se justifican acciones u omisiones que van a contracorriente de principios éticos.

En este sentido, Nathaniel Branden explica en The Psychology of Self-Esteem que las emociones provienen de evaluaciones conscientes y subconscientes sobre la conveniencia o la inconveniencia de ciertos procederes. Más aun, sostiene que las subconscientes son producto de lo que alguna vez fue consciente respecto de los valores o los desvalores de cada uno. En otros términos, no hay incompatibilidad entre emociones y razón, no se trata de conceptos mutuamente excluyentes, sino de fenómenos complementarios: uno quiere o desea tal o cual cosa, porque primero estimó más o menos detenidamente que el objeto deseado o querido le conviene, le agrada, lo satisface (de lo cual no se desprende que el sujeto actuante necesariamente acierte en sus conjeturas).

En esta línea argumental, tengo muy presente un pensamiento de Viktor E. Frankl enmarcado en mi biblioteca y bordado por mi hija Marieta: “Never let the is cach up with the oughts”, lo cual considero que es el secreto de la vida, puesto que empuja a tener siempre proyectos que una vez alcanzados deben inmediatamente renovarse y sustituirse por otros, ya que si uno queda satisfecho con el logro de un proyecto sin contar con otros nuevos, se termina la vida propiamente dicha.

La moral alude a lo prescriptivo, mientras otras ramas del conocimiento se refieren a lo descriptivo. El primer campo apunta a lo normativo, mientras que los segundos centran su atención en lo positivo. Dicho sea al pasar, esto último para nada significa adherir al positivismo, la tradición de pensamiento que sostiene que solamente lo verificable empíricamente puede considerarse verdadero o falso. Pero, por un lado, como ha señalado Morris Cohen en Introducción a la lógica, la antedicha proposición no es verificable y, por otro, como ha destacado Karl Popper en Conjeturas y refutaciones, nada en la ciencia es verificable, sólo es posible la corroboración provisoria sujeta a refutación.

Hay autores que mantienen que ninguna acumulación de experiencias (sumatoria de es) puede conducir lógicamente a lo que debe ser (el caso de David Hume, que, aunque atenuado su alcance por Alasdair MacIntyre, es bien refutado por John Searle), lo cual constituye un error de apreciación, puesto que en todos los casos se infiere una cosa de la otra. Si deseo (lo que considero debería ser) convertirme en un abogado, tengo que estudiar derecho (es); lo primero es la meta, lo segundo es el medio para el logro de aquel objetivo. Si prometí pagar cierta suma, de allí se desprende el deber ser (cumplir con la palabra empeñada). En definitiva, todos nuestros actos presentes (los es) están dirigidos a lo que debe ser.

Este razonamiento desde luego incluye lato sensu acciones que lesionan derechos de terceros o hacen daño al mismo sujeto actuante, pero en un sentido ético más preciso y restringido, tal como apuntamos antes, el deber ser se refiere a conductas de respeto al prójimo.

Finalmente, dos pensamientos de José Ortega y Gasset, uno referido a lo que decíamos sobre la pretensión de los free-riders (“garroneros”, según un argentinismo) y el otro sobre la trascendencia de hacer valer el individualismo, que es a lo que aspira la sociedad abierta. En el primer caso, escribe en El espectador: “Si usted quiere aprovecharse de las ventajas de la civilización, pero no se preocupa por sostener la civilización, se ha fastidado usted. En un dos por tres se queda usted sin civilización. Un descuido y cuando mira a su derredor todo se ha volatilizado”. Por ello es de tanta importancia preocuparse y ocuparse de trabajar por la libertad, que es el oxígeno de la vida civilizada, pero apartarse de los timoratos y estrechar filas con los honestos intelectuales (es muy gráfica la condena de la Biblia a los tibios).

El segundo pensamiento pertenece a La rebelión de las masas: “Ahora, por lo visto, vuelven muchos hombres a sentir nostalgia del rebaño. Se entregan con pasión a lo que en ellos había aún de ovejas. Quieren marchar por la vida bien juntos, en ruta colectiva, lana contra lana y la cabeza caída. Por eso, en muchos pueblos […] andan buscando un pastor y un mastín. El odio al liberalismo no procede de otra fuente. Porque el liberalismo, antes que una cuestión de más o menos en política, es una idea radical sobre la vida: es creer que cada ser humano debe quedar franco para henchir su individual e intransferible destino”.

Fuente del articulo: http://opinion.infobae.com/alberto-benegas-lynch/2016/04/02/tension-entre-lo-que-ser-y-el-deber-ser/index.html

Fuente de la imagen: http://revista.ucc.edu.ar/images/revista/big/2vcjuqplhp.jgp

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Película: Conducta

Conducta es una película cubana dirigida por Ernesto Daranas, producida en el año 2012. Además de conquistar al público cubano, debido al profundo contenido social, que narra la historia de un niño de 11 años y su respeto y amor por su maestra de primaria; el filme se ha alzado con varios premios de la crítica especializada a nivel internacional.

La película presenta a Chala, un niño de once años de edad, que vive en un barrio de La Habana, con su madre drogadicta, y cuyo sustento económico es entrenar perros de pelea. Carmela es su maestra de sexto grado, por la cual Chala siente un gran respeto y admiración, pero al ésta enfermar y ausentarse de las clases por varios meses, es sustituida por otra, que incapaz de controlar la situación de Chala, lo envía a una escuela de conducta. Al regresar a las clases, Carmela se opone a esta medida y otras situaciones que han ocurrido durante su ausencia de las aulas. Esto pone en riesgo la permanencia de ella en la escuela, todo ello mientras la relación con Chala se hace cada vez más fuerte.

Intérpretes

Actor Personaje
Armando Valdés Freire Chala
Alina Rodríguez Carmela
Amaly Junco Yeny
Miriel Cejas Martha
Yuliet Cruz Sonia
Armando Miguel Gómez Ignacio
Silvia Águila Raquel
Tomás Cao Carlos
Héctor Noas Pablo

 

Para ver la película, haga clic aquí:

 

Fuente de la Reseña de la Película:

https://es.wikipedia.org/wiki/Conducta_(pel%C3%ADcula)

 

 

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