Guerra en Siria: «El mayor porcentaje de bajas civiles son de maestros» (fotos, vídeo)

Redacción: Mundo

Sputnik dialogó con el periodista argentino Sebastián Salgado, quien, como corresponsal, ha cubierto el conflicto que allí sucede. Estas son las cosas que más lo han sorprendido del pueblo sirio, y las injusticias que atraviesan todos los días.

«Si, obvio, yo cuando empiezan los ruidos siento que no estoy escuchando nada. Solo abro un poco la ventana para que no tiemble el vidrio, y me pongo a estudiar, no tengo miedo a los proyectiles», fue la respuesta de Silina cuando el periodista argentino Sebastián Salgado le preguntó cómo hace para estudiar cuando caen balas de mortero cerca de su casa, o de la escuela. Ella vive y concurre a la escuela en un barrio cristiano de Damasco, la capital de Siria, y es una de las protagonistas del audiovisual que estrenó Hispan TV el 28 de julio.

El trabajo fue rodado durante el mes de marzo, cuando el Ejército Sirio retomaba el control de Guta, uno de los bastiones que aún le quedaban a los terroristas de Daesh y el frente Al Nusra, en los suburbios de Damasco.

«No iba con la intención de hacer un trabajo sobre los chicos y las chicas en Siria, sino que la idea era básicamente contar la situación de la población civil y me sorprendieron algunas cosas muy específicas: una es la fortaleza del pueblo sirio», dijo a Sputnik Salgado.

Otra fue la entrega y el compromiso de los docentes y de la sociedad en general con la educación. A él le sorprendía que el Ejército sirio hubiera recuperado prácticamente el 90% del territorio, pero seguía teniendo focos de terroristas extranjeros en las inmediaciones de Damasco, desde donde el vuelo de las balas de mortero llegaban casi hasta el centro de la ciudad.

Ali Mahmud, de la Universidad de Damasco, fue quien le explicó por qué pasaba esto. Así lo cuenta Salgado: «Estos grupo se afincan en lugares con menos instrucción, en los que un Imán de barrio les pueda inculcar que tienen que hacer una especie de revolución contra su propio Gobierno, y ahí es donde se forman esos focos».

Por ese motivo la educación se ha revalorizado aún más en tiempos de guerra. «Los padres los mandan [a los niños al colegio], primero porque saben que [un explosivo] puede caer tanto en la escuela como en la casa, y por otro lado, los maestros no dejan de ir porque entienden que su función es exactamente la misma y corren el mismo riesgo que un soldado. Esa es la responsabilidad y en ese nivel de compromiso están los maestros y los estudiantes», sostuvo.

Además Salgado aportó un dato que paraliza, incluso a la distancia y a salvo de esas balas. «El mayor porcentaje de bajas civiles son de maestros. Los terroristas lanzan los morteros entre las 11 de la mañana y las 14, los horarios de entrada y salida de la escuelas, cuando hay más gente en la calle», indicó.

Fuente: https://mundo.sputniknews.com/sociedad/201808101081117534-siria-guerra-periodismo-ejercito-sociedad/

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Dos millones de niños sin ir a la escuela, la crisis silenciosa que afronta Yemen

Yemen/31 de Marzo de 2018/Europa Press

Escuelas cerradas por el conflicto y profesores sin cobrar el sueldo privan a los niños yemeníes de su ansiada educación.

La situación en Yemen sigue agravándose y cada vez son más los millones de personas necesitadas de ayuda para sobrevivir pero dentro de la que es ya la mayor crisis humanitaria se está produciendo «una crisis más silenciosa» de la que no se habla tanto: los dos millones de niños que no pueden ir a la escuela y la falta de docentes para que los que sí van puedan recibir la educación que les corresponde.

 «La de la educación es una crisis más silenciosa que no ha llamado la atención pero que puede tener efectos devastadores para el futuro», advierte la representante del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) en Yemen, Meritxell Relaño, en una entrevista con Europa Press con motivo del tercer aniversario del conflicto en el país, que ya era uno de los más pobres del mundo antes de la guerra.

Es una crisis, explica Relaño, «que se ha ido larvando poco a poco», puesto que ya antes de que estallara el conflicto en el país había 1,5 millones de niños que estaban fuera del sistema de educación primaria, en su mayoría niñas. Ahora, son casi dos millones los que no van a clase, principalmente porque muchas escuelas han cerrado, pero los que aún continúan haciéndolo están recibiendo una formación muy incompleta.

FIRMA DE LA FOTO: UNICEF/Abdullah Alsamai

«Casi 4,5 millones sufren de falta de profesores» ya que casi tres cuartas partes de estos no han cobrado sus salarios desde octubre de 2016, es decir, desde hace dos cursos escolares, subraya. En el caso de las escuelas de chicas, dado que el profesorado es solo femenino, algunas profesoras que tienen en sus casas a otro miembro de la familia que pueda tener ingresos han seguido «dando clases gratis por sentido del deber».

Pero hay que tener en cuenta que el 73 por ciento del profesorado son hombres, incide. Muchos de ellos han tenido que dejar de dar clase y buscarse otras vías de ingresos con los que sostener a sus familias. El problema es especialmente acuciante en el norte, la zona controlada mayoritariamente por los rebeldes huthis, donde hay unos 173.000 profesores sin sueldo.

A esto se suma el que 2.500 escuelas no están operativas, dos tercios porque han resultado dañadas por la violencia, un 27 por ciento porque han sido cerradas y el 7 por ciento porque son utilizadas por las partes beligerantes o usadas como refugio para los más de dos millones de desplazados internos que hay en el país.

FIRMA DE LA FOTO: UNICEF/Algabal

Dos millones de niños sin ir a la escuela, la crisis silenciosa que afronta Yemen

«SE HA PERDIDO LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN»

Así las cosas, los que tienen la suerte de poder seguir yendo a clase se encuentran con que la jornada solo dura unas horas, ya que los profesores al no cobrar su sueldo no pueden dedicar todo su tiempo a impartir lecciones, por lo que «se ha perdido la calidad de la educación».

Este mismo fin de semana, el director regional para Oriente Próximo de UNICEF, Geert Cappealaere, contó al término de su visita a Yemen que una chica de unos 13 años se le acercó y le mostró su libro de texto: «Esto es lo que tenemos para aprender en Yemen, libros de texto de hace 30 o 40 años», lamentó la menor.

«Los niños yemeníes aprenden de libros de texto de hace décadas mientras que otros en otras partes del mundo tienen acceso a Internet, tienen iPads y aprenden con ello», lamentó el responsable de UNICEF. Según contó, la niña insistió: «¿Cómo vamos a convertirnos en los médicos, los profesores, los ingenieros que Yemen tanto necesita si tenemos que aprender de aquí?». «Una pregunta para la que no tenía respuesta», admitió Cappelaere.

La consecuencia de que todos estos niños no vayan a la escuela es que los más pobres «van al frente», lamenta Relaño. UNICEF ha conseguido contabilizar el reclutamiento de casi 2.500 niños, aunque sabe que esta cifra es aún mayor. En el caso de las niñas, sus padres optan por casarlas a edad temprana «para ‘librarse’ de una boca más a la que alimentar y para obtener la dote», añade.

EL 80% VIVE EN LA POBREZA

FIRMA DE LA FOTO: UNICEF/Obadi

En otros casos, dado que el 80 por ciento de la población vive en la pobreza, algunos padres envían a sus hijos a mendigar en las calles o a que realicen pequeños trabajos con los que contribuir a la manutención de la familia. Además, incide la responsable de UNICEF, hay que tener en cuenta el «nivel de estrés» que la situación impone sobre las familias y el impacto que ello tiene en el niño.

 En todo caso, la situación de los niños en Yemen es funesta. Casi 11 millones necesitan ayuda, subraya Relaño, mientras que otros 5.500 han muerto o han resultado heridos, unos datos que han aumentado en los últimos meses que han «sido especialmente terribles» para los niños, ha lamentado. En concreto, UNICEF ha contabilizado casi 2.200 muertos y casi 3.400 heridos.

A esto se suma que 1,8 millones de niños sufren malnutrición entre los que hay 400.000 con malnutrición aguda severa, lo que les deja al borde de la muerte, una cifra que, lamenta la responsable de UNICEF, se mantiene sin cambios. Además, hay 1,1 millones de mujeres embarazadas y lactantes desnutridas, con las consecuencias que ello tiene para sus hijos.

 En la actualidad, 8,4 millones de yemeníes necesitan ayuda alimentaria urgente para poder comer al menos una vez al día, una cifra que ha aumentado. Esto significa, resalta Relaño, que aquellos que van a la escuela «van sin comer, con el estómago vacío, con lo que cual su capacidad de aprendizaje se ve reducida».

«Esto a la larga significa que el ciclo de la pobreza se mantendrá» puesto que si no consiguen siquiera terminar la educación primaria les «resultará difícil engancharse a la vida productiva», lamenta la responsable de la agencia de la ONU, asegurando que todos los niños con los que habla «quieren ir al colegio, no quieren sentirse excluidos».

 LLAMAMIENTO A UNA SOLUCIÓN NEGOCIADA

Por todo ello, una vez más, ha llamado a «todas las partes en el conflicto y a los países con influencia sobre ellos a que intenten promover una solución negociada». «Es la única solución», insiste. Pero mientras esto no ocurre, ha reclamado «contribuciones generosas» por parte de los donantes en la conferencia que se celebrará el próximo 3 de abril en Ginebra. Para este año, la ONU ha solicitado casi 3.000 millones de dólares.

También es fundamental, según Relaño, el acceso a quienes necesitan ayuda. Aunque la situación ha mejorado tras el bloqueo impuesto por la coalición que lidera Arabia Saudí a finales de 2017, «el acceso es nuestra lucha diaria». Para hacer llegar un camión con ayuda, explica, «es una odisea» porque «hay que negociarlo todo, se tarde mucho y gastamos muchos esfuerzos y energías» lo cual, no solo complica el reparto de ayuda, sino que lo encarece, lamenta.

Fuente: http://www.europapress.es/internacional/noticia-dos-millones-ninos-ir-escuela-crisis-silenciosa-afronta-yemen-20180327083653.html

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Nuevas escuelas en Afganistán, un rayo de luz en medio del caos

Afganistán/26 de Marzo de 2018/Prensa Latina

En un contexto marcado por la profunda crisis de violencia y desesperanza que atraviesa hoy Afganistán, el presidente Ashraf Gani anunció el interés del gobierno en construir unas seis mil escuelas.
Según detalló en su alocución por el inicio del nuevo curso escolar, destinará 200 millones de dólares a la construcción de las instalaciones, que debe concluir en dos años.

También prometió impulsar la convocatoria de casi 20 mil puestos para docentes, teniendo en cuenta que cerca de cuatro millones de niños no tienen acceso a la enseñanza escolar.

La educación es uno de los tantos problemas que urgen soluciones en el país centroasiático, donde cerca de mil escuelas permanecen cerradas y más del 50 por ciento han quedado destruidas por el conflicto bélico.

Datos del gobierno apuntan que ocho millones de menores están escolarizados, y solo el 39 por ciento son niñas.

Según informes recientes, las actitudes discriminatorias, el matrimonio infantil, la violencia, el secuestro, el acoso sexual, la carencia de escuelas y maestras mujeres, son algunas de las principales barreras que impiden su acceso a la educación.

A ello se suman las limitantes administrativas y la extrema pobreza de las familias, quienes muchas veces no pueden enviar a sus hijos a clases porque deben trabajar para sobrevivir.

Si bien la medida del gobierno no remedia las innumerables necesidades de los menores, causadas por décadas de guerra, al menos podría representar para ellos una luz en medio de esa devastadora realidad.

Fuente: http://prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=162861&SEO=nuevas-escuelas-es-afganistan-un-rayo-de-luz-en-medio-del-caos
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Maestros bajo fuego: relatos de maestros que trabajan en territorio de guerra

Por: Alberto Colín Huizar 

En medios académicos es poco común hablar de la relación entre educación y violencia desde las vivencias cotidianas, pero el contexto nos empuja a indagar hasta encontrar las voces que relaten el horror. Este ejercicio es particularmente interesante si intentamos narrar la realidad educativa en países con profundos problemas de violencia como México, donde podemos conocer a docentes de Michoacán, Oaxaca, Guerrero, Chiapas o Veracruz, y charlar sobre temas educativos, como la Reforma Educativa, la evaluación docente u otros temas más pedagógicos de su trabajo escolar. Pero de pronto, sin comentar el tema, sin incentivar las opiniones, la violencia vivida se dibuja en los discursos de maestrxs que laboran en territorios donde se vive bajo el terror, en contextos de verdaderas guerras, que aunque son declaradas como “guerras contra el narco”, cobran tantas víctimas civiles como en países con conflictos bélicos declarados, como la guerra impuesta por el capital en Siria, en el lejano Medio Oriente [1].

Este texto intenta servir como provocación para escuchar las experiencias de lxs profesores en contextos de guerra. Nuestro objetivo es compartir las dificultades concretas que encuentran lxs maestrxs en su trabajo cotidiano, ante escenarios diversos de violencia. Buscamos contribuir a romper el mito de que la educación es como un producto fabricado en serie, en el cual se supone que la educación tiene que ser completamente igual a lo largo y ancho del país, tanto en una escuela rural como en una urbana, olvidando que cuando se asume esta posición, se ignora la diversidad de los contextos, sus complicaciones, sus historias particulares, las problemáticas locales y regionales.

Por eso los relatos caminan en el vaivén de ser docentes de educación básica y saber cómo reaccionar ante una balacera donde la escuela queda en medio; saber cómo actuar para cuidar a tu grupo de una amenaza armada; enfrentar la crisis desatada por la desaparición o el asesinato de una alumna; el secuestro de un colega e incluso cómo atender una población escolar dedicada al narcotráfico, donde es evidente la presencia del Estado como promotor de las injusticias, la corrupción y la impunidad. Estos ejemplos de vida son totalmente ignorados en la maquinaria infinita de la evaluación docente [2], donde al profesor se le exige enmarcarse bajo criterios definidos y estandarizados de cómo ser maestrx y cómo hacer educación para mantenerlos en una eterna incertidumbre social y laboral.

En este sentido, lxs maestrxs están framed según la Reforma Educativa. Bajo los argumentos que expone la feminista Judith Butler (2010) en su obra “Marcos de guerra. Las vidas lloradas”, estar framed significa que los sujetos (en este caso, los docentes) están siendo sometidos por acusaciones falsas y son objeto de engaños, porque están enmarcados con el título de culpables (de la crisis de la educación, por ejemplo). El Estado, sus políticas públicas y los medios de paga operan para que ese engaño se convierta en un criterio de verdad mediante procesos de subjetivación: “Si alguien es framed, sobre la acción de esa persona se construye un marco tal que el estatus de culpabilidad de esa persona se convierte en la conclusión inevitable del espectador. Una manera determinada de organizar y presentar una acción conduce a una conclusión interpretativa sobre el acto como tal” [3] nos dice Butler en su texto.

Basta encender la televisión o revisar cualquier medio de desinformación para darse cuenta que los marcos en que colocan al magisterio democrático por medio de etiquetas y homogeneizaciones, son construidos como verdades para el público basadas en mentiras, invenciones y descalificaciones (muchas veces clasistas y racistas), aunque rayen en lo absurdo [4]. Sin embargo, esos marcos también tienen contradicciones, y una de ellas es que nunca representan la totalidad de lo que en verdad podemos observar y escuchar, es decir, ese marco determina lo que podemos ver, porque nos vende una ilusión cerrada que nos perturba, pero siempre podemos romper con el marco para poder ver más allá.

Lo que pretendemos es que esa memoria de maestrxs, ahora hecha palabra, salga de los marcos de guerra, rompa el contexto y visibilice un mundo de abajo, un mundo donde no hay héroes ni villanos, pero sí hay dolor, muerte e injusticia. Y cuando esa palabra sale de los marcos, es cuando “se dan las condiciones apropiadas para el asombro, el escándalo, la revulsión, la admiración o el descubrimiento, según la manera como el contenido queda enmarcado por un tiempo y un lugar cambiantes” [5], tal como nos recuerda la socióloga norteamericana.

En este aspecto radica la importancia de difundir, desde la vivencia, los relatos de educación y violencia de maestrxs, porque fuera del confinamiento de los marcos a los que nos someten, generamos una especie de evasión y, aunque al conocer estas historias no podríamos transformar la realidad de golpe, ni juzgar a los culpables, “ni, por supuesto, invertir el curso de una guerra, si ofrecen las condiciones necesarias para evadirse de la aceptación cotidiana de la guerra y para un horror y un escándalo más generalizados que apoyen y fomenten llamamientos a la justicia y al fin de la violencia” [6]. Y a eso aspiramos, a encontrar oídos atentos que estén dispuestos a rebelarse y actuar, a poner en duda las verdades que desde arriba nos venden, a oponerse a ser exterminados por una guerra que es solución para ellos, pero es problema para nosotros, a decir ¡No, las cosas no son así!

Buscamos que esa palabra de quien directamente está allá, en el territorio, jugándose la vida por su profesión; poniendo el cuerpo frente a los problemas para sacar adelante a un grupo de niñas y niños por medio de la educación; aquel educador popular que se vincula con la comunidad buscando el bien común; docentes que buscan alternativas educativas en sus espacios, sean ahora reconocidas porque existen, porque viven. Con esto, queremos ayudar a quitar el velo con que se cubren los marcos de guerra, los cuales no nos dejan ver más allá, porque “cuando se vienen abajo estos marcos que gobiernan la reconocibilidad relativa y diferencial de las vidas -como parte del mecanismo mismo de su circulación-, resulta posible aprehender algo sobre lo que -o sobre quien- está viviendo, aunque por regla general no sea reconocido como una vida” [7]. Esa historia de vida de maestrxs con rostro que no se venden, no se rinden, no claudican, es la que les invitamos a conocer.

Referencias:

[1] “México alcanzó los niveles de violencia de un país en guerra abierta: IISS”, publicado en Revista Proceso. Disponible en: http://www.proceso.com.mx/485739/mexico-alcanzo-los-niveles-violencia-pais-en-guerra-abierta-iiss

[2] González, Roberto, Rivera, Lucia y Guerra, Marcelino (2017), “La evaluación de desempeño no es punitiva, es peor”, publicado en Insurgencia Magisterial. Disponible en: http://insurgenciamagisterial.com/la-evaluacion-de-desempeno-no-es-punitiva-es-peor/

[3] Butler, Judith (2010), Marcos de guerra. Las vidas lloradas, Editorial Paidós, México, p. 23.

[4] Hernández Navarro, Luis (2015), “Magisterio: el montaje de los peloneados”, publicado en La Jornada. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2015/07/14/opinion/015a2pol

[5] En el texto al que hacemos referencia, la autora utiliza el ejemplo de la publicación de las fotografías que evidenciaron la tortura ejercida por militares estadounidenses a presos iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib en 2004. Lo que trata de decirnos es que la difusión de esas fotografías permitió romper el marco de la cárcel como institución ideal para aplicar el castigo a los culpables, lo que expandió en el mundo la imagen real de los abusos del ejército estadounidense ante victimas en un contexto de guerra.

[6] Butler, Judith (2010), Marcos de guerra. Las vidas lloradas, Editorial Paidós, México, p. 27.

[7] Butler, Judith (2010), Marcos de guerra. Las vidas lloradas, Editorial Paidós, México, p. 28.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/maestros-bajo-fuego-relatos-de-maestros-que-trabajan-en-territorios-en-guerra/

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