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La fiesta del «Gran Poder» de Bolivia se luce para ser reconocida por Unesco

Bolivia/Junio de 2017/Fuente: Telemetro

Decenas de miles de danzarines muestran la riqueza folclórica boliviana en La Paz en devoción al Señor Jesús del Gran Poder y esperan que la Unesco declare la fiesta como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Las 65 fraternidades, que representan a unos 40.000 bailarines y más de 7.000 músicos, danzan al menos ocho kilómetros desde la populosa plaza Garita de Lima hasta el final de la avenida Camacho.

La Asociación de Conjuntos Folclóricos del Gran Poder invitó a representantes de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) para ver la fiesta, informó la dirigente la entidad de danzantes, Marina Salazar.

Agregó que espera que los representantes de la Unesco puedan disfrutar de los bailes, la música y la devoción de la muestra.

El Gobierno anunció en abril pasado la postulación de la llamada «Fiesta mayor de Los Andes» ante la Unesco para que esta festividad sea parte de la lista de Patrimonio Oral e Intangible del mundo.

«La Unesco y el mundo entero son testigos de esta gran demostración de fe y devoción, más de 30.000 bailarines en la fiesta del Gran Poder», escribió el presidente boliviano, Evo Morales, en su cuenta de Twitter.

Además destacó que el Gran Poder es símbolo de diversidad y que todos deben apoyar la postulación de esta fiesta.

«Gran Poder, símbolo de diversidad, debe ser Patrimonio de la Humanidad, una propuesta que todos debemos apoyar para que sea una realidad», publicó el mandatario en la misma red social.

Morales está presente en el palco oficial disfrutando la festividad junto al vicepresidente del país, Álvaro García Linera, y la ministra de Culturas, Wilma Alanoca.

«Hoy nos toca demostrar la identidad de la parte altiplánica de nuestras danzas, tenemos danzas pesadas, livianas, autóctonas realmente una diversidad que pone en alto a nuestro país», expresó Alanoca ante los medios.

La festividad comenzó a primera hora de hoy con rituales y ofrendas realizadas por el consejo de amautas, sabios aimaras.

Esta celebración nació a principios del siglo pasado con fiestas indígenas en barrios populosos de La Paz, pero se convirtió en una masiva muestra folclórico-callejera alrededor de 1940.

Como todos los años, el desfile destaca por el colorido de las vestimentas, la alegría, elegancia y devoción de los protagonistas.

Los organizadores prohibieron este año usar transparencias y escotes a las bailarinas aimaras para preservar la tradicional vestimenta, ya que la Unesco está observando esta festividad.

Además, los bailarines no deben sacarse las máscaras, si es que es obligatorio en el baile, y está prohibido consumir bebidas alcohólicas en el recorrido.

Una de las danzas que predomina es la llamada Morenada, en la que mujeres aimaras bailan a un paso lento junto a otros personajes como los denominados «morenos», que llevan máscaras y pesados trajes.

La muestra incluye otras danzas como el Tinku, el Pujllay, la Llamerada, la Kullawada, los Caporales y la Diablada.

La Unesco ha reconocido en Bolivia cuatro bienes culturales como patrimonio inmaterial entre ellos está el Carnaval de Oruro y la «cosmovisión andina» de los médicos indígenas kallawayas.

También ha reconocido la festividad «Ichapekene Piesta» y el «Pujllay» y el «Ayarichi», dos muestras de música y danza ancestrales de la cultura yampara dedicadas a la lluvia y la temporada seca.

Fuente: http://www.telemetro.com/entretenimiento/cultura/Gran-Poder-Bolivia-reconocida-Unesco_0_1034296968.html

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Intelectuales indígenas del siglo XVI

Por: Federico Navarrete

Es casi un lugar común afirmar que cada nación, o al menos cada ideología nacionalista, necesita sus creadores intelectuales: los escritores, historiadores y filósofos que definen la identidad nacional y le inventan un pasado. Aunque la palestra de los progenitores del nacionalismo mexicano está ya sobrepoblada, rara vez se incluye en ella a unos personajes clave, a los que la nación mexicana debe su identificación con el pasado indígena, un sentimiento que nos ha dado símbolos nacionales, espectaculares museos e incontables atractivos turísticos. Estos son los intelectuales nahuas del siglo XVI y XVII, verdaderos cosmopolitas capaces de escribir en náhuatl, español o latín, y que conocían a fondo la cultura indígena, la española y la clásica. Como descendientes de los gobernantes prehispánicos de México, Tetzcoco, Chalco y Cuauhtitlan, buscaron conservar sus privilegios bajo el régimen colonial español por medio de la cooperación con los nuevos dominadores. Fueron educados esmeradamente por los grandes maestros de las órdenes religiosas, que querían convertirlos en un clero indígena encargado directamente de la cristianización de sus congéneres. En escuelas como el convento de Santiago Tlatelolco se les enseñó teología y los principales elementos de la tradición intelectual clásica, a la vez que se aprovechó su conocimiento de las tradiciones indígenas para colaborar en la realización de las grandes obras de los frailes sobre las culturas nativas, como la de Bernardino de Sahagún.
Estos intelectuales sirvieron, pues, de intérpretes de los complejos conceptos religiosos y culturales de sus dos culturas, tanto para predicar el catolicismo entre los indios como para explicar a los frailes las sutilezas de la religión y cosmovisión indígenas. Por ello su posición política y cultural era inevitablemente ambigua. Por un lado, como fieles colaboradores del orden colonial gozaban de importantes privilegios y poderes y, seguramente, eran cristianos sinceros. Por el otro, como orgullosos miembros de la élite indígena defendían el poder de su grupo y, seguramente, compartían muchas de las creencias, prácticas y conocimientos de sus antepasados. Para mantener esta equívoca posición tenían que mantener contentos tanto a sus intolerantes patrones españoles como a sus exigentes y resentidos aliados indígenas.
Fue desde esta contradictoria situación que los intelectuales indígenas coloniales realizaron su gran empresa cultural y política: transcribir y traducir la historia indígena a libros escritos en alfabeto latino y a términos que resultaran comprensibles y aceptables a los españoles y pudieran así servir para consolidar la posición privilegiada de su grupo. Esta labor no sólo implicó transcribir a una nueva forma de escritura los antiguos códices pictográficos y tradiciones orales, supuso también la explicación de los complejos conceptos políticos indígenas, la conversión de sus plurales cronologías a la occidental, así como la cristianización, aunque fuera aparente, de los elementos religiosos y mágicos de las historias. Sin embargo, a la vez, los historiadores nahuas tenían que mantenerse fieles a los contenidos y los valores esenciales de la historia prehispánica para que ésta siguiera siendo fuente de identificación y orgullo para ellos y sus compatriotas.
Sus obras históricas son producto, pues, de un doble diálogo entre la cultura española y la indígena, y se dirigen a un doble público. A través de ellas podemos conocer la historia de los pueblos prehispánicos y mucho de sus valores políticos y culturales, pero no sólo eso. En su afán de hacer atractiva, a ojos cristianos y propios, la vida y la cultura de sus antepasados, los historiadores indígenas produjeron mitos y símbolos perdurables: la narración de la historia de la peregrinación mexica como una gesta heroica equiparable al éxodo del pueblo judío; el ensalzamiento de la fiereza militar de los aztecas y de su trágico fin; la concepción de la gran Tenochtitlan como centro cósmico y político de la tierra; la figura de los reyes sabios y poetas como Nezahualcóyotl, y la idea de que aborrecían secretamente los sacrificios humanos y habían ya atisbado el monoteísmo.
Estos mitos debían servir para definir y defender la identidad de las élites indígenas, pero la paradoja más amarga de esta paradójica empresa fue que este grupo perdió su importancia en la sociedad novohispana muy poco tiempo después, de manera que los descendientes de estos brillantes intelectuales no pudieron aprovechar su labor.
Los que se apropiaron de los poderosos símbolos identitarios que construyeron fueron los criollos que fundaron con ellos una nación que habría de llamarse con un nombre indígena y concebirse como heredera exclusiva de su pasado prehispánico a la vez que marginaba y agredía a los pueblos indígenas que vivían en su territorio. –

Fuente: http://www.letraslibres.com/mexico/intelectuales-indigenas-del-siglo-xvi

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El hermoso relato de la historia

Por: Graziella Pogolotti

Soñé que, solitaria en una gran ciudad, buscaba inútilmente las placas indicativas de los nombres de las calles. No podía encontrar tampoco el número de las casas alineadas a lo largo de avenidas rectilíneas. La falta de referencias me producía una extraña sensación de desasosiego. Sin embargo, no sentía la angustia propia de quien anda perdido. De algún modo, el ordenamiento de la urbe, similar a tantas otras, me ayudaba a percibir su horizonte y me auxiliaba al descifrar la orientación que presidía el trazado de sus grandes avenidas. A pesar de la falta de ciertas indicaciones precisas, libre de angustia, seguí durmiendo plácidamente, segura de no perder el rumbo.

Tan singular sueño regresa a mi memoria motivada por los temas recurrentes en las conversaciones de estos días de fin de curso y de exámenes de ingreso a la Universidad. Pendientes de los resultados, todos comentan acerca de las preguntas formuladas en las pruebas concentradas en tres asignaturas de carácter formativo: Matemática, Español e Historia. En estas se practica el ejercicio del pensar y se contribuye a la maduración de la conciencia. La matemática entrena en la capacidad de estructurar un pensamiento lógico. La lengua materna es factor decisivo en la adecuada comunicación entre las personas, permite el acceso al conocimiento y viabiliza el disfrute de la literatura, determinante en el indispensable aguzamiento de la sensibilidad. La función de la historia consiste en ayudarnos a entender el mundo que nos rodea y nos ofrece las coordenadas que explican el origen y la razón de las cosas y también nos ofrece claves para transitar de modo adecuado desde el presente hacia el porvenir.

El formulario de examen se circunscribe a procurar respuestas a la solicitud de algunos datos precisos. Sin embargo, para que resulte atractiva y aleccionadora, la enseñanza de la historia tiene que utilizar los hechos como referencia en el contexto de un relato. Es entonces cuando la información adquiere sentido.

Poco importa la sustitución de Antonio Maceo en ocasión de su caída en un combate menor. Lo verdaderamente dramático fue la orfandad de los cubanos al producirse la intervención norteamericana y el nacimiento de la república neocolonial, ausentes ya Martí y Maceo, porque en el complejo entramado de la historia intervienen factores económicos, políticos, culturales, junto al papel de las personalidades. Desaparecido el Maestro, la voz  y la presencia de Maceo hubiera gozado de autoridad indiscutible para contrarrestar el influjo de los representantes del ala más conservadora de la oficialidad insurrecta.

Vista desde la perspectiva actual, imprescindible para la formación de las nuevas generaciones, la gran novela de nuestra historia habrá de contarse teniendo en cuenta la complejidad de los factores nacionales e internacionales que intervienen en cada caso. La pequeña isla que habitamos no está sola en el mundo.

Así, por ejemplo, la revolución haitiana tuvo una repercusión de primera importancia en nuestro devenir. Suele recordarse el papel de la emigración francesa en la cultura santiaguera. Existe el testimonio de los cafetales y todavía hoy se conservan tumbas de los esclavos que acompañaron a sus amos. El acontecimiento tuvo un alcance aun mayor. Abrió mercados al azúcar cubano que nos hizo sucumbir ante la tentación monoexportadora y monoproductora. Alentó el papel de la sacarocracia e impulsó la monstruosa trata negrera a gran escala en el siglo XIX. Generó el fantasma del peligro negro e incentivó el racismo. Estimuló las tendencias reformistas y anexionistas que postergaron el inicio de la guerra grande. Al mismo tiempo, como las ideas no reconocen fronteras, la sacudida libertaria haitiana perforó la censura y alcanzó a capas significativas de negros y mestizos.

De tanto andar cuesta arriba, la conciencia nacional arraigó profundamente. Lastrada por la intervención norteamericana, la república neocolonial atravesó una breve etapa de desilusión y desesperanza. Pero las fuerzas de resistencia fueron tomando cuerpo y emergieron cuando apenas habían transcurrido dos décadas desde su nacimiento. Fue una singular convergencia de nuevos actores políticos y culturales que se manifestó en el reagrupamiento de obreros, mujeres, jóvenes e intelectuales. Aunque la vida les durara poco, surgieron los protagonistas de la etapa. Mella, Martínez Villena, Antonio Guiteras. La república de los tiburones parecía tocar fondo y la dictadura de Machado precipitó los acontecimientos. El brevísimo tránsito del gobierno Grau-Guiteras mostró la vulnerabilidad derivada de las contradicciones insalvables entre los revolucionarios y, al mismo tiempo, las medidas audaces de Guiteras dejaron siembra de futuro. Trunca la Revolución del 30, dejó un legado en el plano de las ideas que traspasó los sectores minoritarios y alcanzó al pueblo, portador desde entonces de un grado de politización superior al de la América Latina de entonces, a pesar del tremendo sacudón producido por la Revolución mexicana.

La Constitución del 40 fue el resultado de una negociación. Pero las posibilidades del reformismo habían terminado. La crisis estructural de la economía era irreversible. La corrupción se hizo galopante. Los grupos gansteriles ajustaban cuentas en las calles. El golpe de Batista frustró la convocatoria a elecciones. En el desconcierto consiguiente, los partidos políticos, inoperantes, perdieron legitimidad. La mafia extendió sus tentáculos y el país parecía condenado a convertirse en un gran casino. En esas circunstancias, la apuesta insurreccional de Fidel contaba con las reservas morales latentes del pueblo, al cabo de un largo aprendizaje histórico. Por eso, después del desembarco del Granma, al contar con un puñado de hombres armados supervivientes de la expedición, dio por segura la victoria final. Así fue, ante el asombro del mundo, la consolidación de un poder que, después de haber vencido a un ejército profesional bien armado, demostró la capacidad de resistir ante las embestidas del imperio.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/05/28/el-hermoso-relato-de-la-historia/#.WStA97jau00

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Para un diálogo productivo entre lo abstracto y lo concreto

Por: Graciella Pogolotti

De manera natural, el tema de nuestra identidad se expresa en el ámbito cultural desde tiempos remotos. Su antecedente más lejano puede reconocerse en Espejo de paciencia, ese singular poema épico en tono menor inspirado en el contrabando.

Luego se manifiesta en nuestros historiadores tempranos que, en el siglo XVIII, empiezan a interrogarse acerca del qué somos y del cómo somos. En dirección similar apunta la crítica formulada por el padre José Agustín Caballero a la escolástica dogmatizante. Los criollos comenzaban a marcar su diferencia. A partir de entonces, con conciencia creciente de nuestra condición colonial, fue cristalizando, en el reconocimiento de nuestro entorno, una rica obra de imaginación y pensamiento. En los 80 del pasado siglo, el Ministerio de Cultura auspició una investigación que abordaba el asunto desde la perspectiva de las ciencias sociales. El muy reconocido texto de Carolina de la Torre constituye uno de los resultados de aquel proyecto.

La globalización neoliberal, con sus repercusiones en todos los planos de la vida, coloca el tema en una dimensión más amplia. Se han emprendido numerosas investigaciones al respecto, orientadas casi siempre al estudio de los sectores juveniles. Sin conocer las premisas de estos trabajos, sus enfoques me llevan al planteo de varias interrogantes. Algunas giran en torno a la conveniencia de establecer un corte generacional prescindiendo de un contexto más complejo. Por otra parte, me pregunto acerca de las herramientas empleadas para abordar un delicadísimo problema en el cual confluyen factores intelectuales y afectivos.

Al nacer, la criatura carece de identidad. La construye en el contacto físico con la madre, en el despertar de los sentidos y en las circunstancias que configuran el ambiente que la rodea. En esta iniciación, lo afectivo ejerce un dominio absoluto. La paulatina adquisición de la palabra establece la intersección entre lo intelectual, lo afectivo y lo meramente sensorial. Acompañada de la voz, la palabra transmite nociones y con su tesitura modela sensibilidades.

El medio familiar constituye, pues, la matriz iniciática de la definición de una identidad cultural. Es la base constructiva de valores, de normas de relación entre los seres humanos, basadas en el respeto mutuo y en la doble capacidad de observar y escuchar. Desde lo más elemental, la cocina tradicional, la familia es un vehículo básico de transmisión de una memoria cultural fundada en las zonas más íntimas de la cotidianeidad, entre tantas otras, las anécdotas de padres y abuelos. De manera más o menos consciente interviene con peso decisivo en la formulación de proyectos de vida y en los modos de configurar la noción de la felicidad. La atmósfera de armonía, o su contraparte, el ejercicio de la violencia física o sicológica, marcan indeleblemente las conductas de las criaturas en formación. La vida moderna, con su ritmo apresurado y con la intromisión de entretenimientos invasivos del hogar, ha debilitado el papel de la familia. El fenómeno es universal, pero alcanza un grado alarmante entre nosotros.

A medida que va creciendo, la criatura amplía su círculo de interacciones. El barrio y la escuela se interrelacionan. Complementaria del medio familiar, corresponde a esta última una acción múltiple, formativa, en el diseño de una identidad cultural. Sin renunciar al factor afectivo, imprescindible en el vínculo entre alumnos y maestros, entra en juego la ancha zona que corresponde a los valores y al conocimiento. En el primer caso, ha de regirse por el principio insobornable de justicia. En el segundo, interviene de manera fundamental el dominio de la lengua como instrumento para la captación de matices, la enseñanza de la historia y el conocimiento de la literatura nacional.

Es el momento de acceder, con todas sus implicaciones, a la noción de patria, razón de ser y compromiso con las generaciones que nos precedieron. Siempre en lucha con la adversidad, nos dotaron en lo material y en lo espiritual de lo que tenemos, reconocible en la maravilla de nuestras ciudades, en la obra de escritores y artistas, tanto como en la existencia de quienes sacrificaron vida y juventud para dotarnos de un espacio propio.

Adentrarse a través del doble carril de la inteligencia y de los sentimientos en el proceso histórico de una isla pequeña y escasa de recursos, capaz de enfrentar con el valor y la astucia a adversarios que la superan en dimensión y poderío, transmite noción de pertenencia e infunde el orgullo de compartir la identidad propia con un proyecto colectivo. A lo largo de medio milenio, muchos han sido los sacrificios para forjar el perfil de lo que somos. Una nación que convoca e interpela con voz autorizada, porque alcanzó su independencia tras 30 años de lucha, término incomparable en duración y esfuerzo con el de ninguna otra del continente. Frustrada la victoria, recobró fuerzas y voluntad. Derrocó tiranos y encabezó las reivindicaciones de un Tercer Mundo víctima del neocolonialismo. Llegado el momento de negociar, lo hizo en paridad de condiciones. Ahogada por una guerra económica implacable durante medio siglo, ha sido capaz de resistir y seguir haciendo obra. Tuvo que pagar un alto precio, padecer necesidades y sufrir desgarramientos por la lejanía de quienes, familiares y amigos, decidieron tomar otros rumbos. Y, sin embargo, subsisten reservas morales. A ellas tiene que apelar la sociedad toda para sanar cicatrices, para combatir los vicios que amenazan corroernos y restaurar la fe en la capacidad infinita de levantarnos y continuar la marcha. Martí ridiculizó al aldeano vanidoso. Al mismo tiempo, supo rendir homenaje a quienes, con las armas y el obrar virtuoso, sembraron conciencia y templaron el alma para el enfrentamiento decisivo.

La nación se hace todos los días mediante el actuar eficaz de sus ciudadanos. En ese presente que nos envuelve y en la recuperación viviente de la historia construida entre todos, se reconocen los hechos concretos de la realidad. En el plano simbólico de lo abstracto está la síntesis que reverenciamos. La bandera y el himno se gestaron en la sangre, en la lucha, en el inmenso sacrificio de la existencia en los campamentos mambises y en el dolor infinito de los padres que ofrendaron sus hijos.

Les debemos reverencia y respeto. No podemos vulgarizar su uso, sino enaltecer su presencia en los instantes excepcionales. Con sus peculiares ideas, sus arrestos y su voluntad de reafirmar su identidad, los jóvenes se integran a una comunidad intergeneracional, porque toca a ellos continuar nuestra lucha y sostener la defensa de una soberanía difícilmente conquistada.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-05-14/para-un-dialogo-productivo-entre-lo-abstracto-y-lo-concreto-14-05-2017-23-05-21

Imagen: https://www.ecured.cu/Identidad_Cultural_Cubana

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Nosotros somos hijos de la libertad y de la cultura

Por: Eusebio Leal Spengler

En este podcast grabado en el estudio de Habana Radio, Cubadebate tuvo el privilegio de contar con la presencia del Dr. Eusebio Leal para tratar un tema tan importante como el uso de los símbolos nacionales. Una cuestión que el Historiador de la Ciudad ha tratado en recientes declaraciones y textos publicados en nuestra página y otros medios de prensa. También, como no podía ser de otra manera cuando se conversa con hombres de su magnitud, abordamos otros tópicos tan polémicos como necesarios.

¿Qué ha motivado sus recientes reflexiones? Podría profundizar sobre cuáles son sus principales preocupaciones sobre la comercialización de los símbolos nacionales y en general el uso inadecuado de los mismos.
Eusebio Leal: Si cualquiera de nosotros pasa por una tienda donde venden artículos domésticos, por ejemplo, artículos del hogar, objetos para la limpieza y el aseo, productos para la cocina, una de esas tiendas que tienen de todo, y ve en el medio que también están vendiendo la bandera, es una equiparación que a mí no me resulta grata.
Al triunfo de la Revolución se creó un sistema de tiendas que fue auspiciado por el Partido que se llamó “El Cartel Revolucionario” y nacieron por la urgencia que tenían las organizaciones políticas y de masas de tener retratos de Martí, de los mártires, la bandera, el himno en partitura. Esas tiendas constituían una respuesta a una necesidad.
Pero hoy no existen y los cubanos y personas admiradoras de Cuba pueden tener la necesidad de adquirir una bandera, la partitura o la grabación del himno nacional.
Cada año de la Revolución se hacía, por los grandes músicos cubanos, un himno. Recuerdo el del Primero de Mayo, el de la milicia, el de los milicianos de artillería, el del tercer y cuarto aniversario y otros como “La Internacional”.
Dónde puedes conseguir un disco con “La Internacional” que es un himno bello, creo que es el más subversivo que recorrió la Tierra después de La Marsellesa. Es el himno de los trabajadores que cantamos el Primero de Mayo, pero es imposible obtenerlo en un disco.
Sin embargo, existe una vulgarización de los símbolos nacionales a propósito con una idea absolutamente comercial por parte de personas que tergiversan un poco la necesidad y convierten en comercio lo que no es comerciable.
Lo que más me repugna es ver la bandera cubana como he tomado el ejemplo convertida en un delantal o verla convertida en una ropa interior o en un zapato.
Imitando las malas costumbres de un comercio brutal que entra en el país no solo desde los Estados Unidos, sino desde cualquier otro lugar. Traen de allí múltiples cosas que son de una vulgaridad extraordinaria y creo que no se puede responder a la vulgaridad con otra. Hay que responder con una acertada posición que creo está contenida dentro de una ley vigente. Hasta que esa ley no se modifique, todo lo que se haga con la bandera y los símbolos nacionales es, por su naturaleza, ilegal.
Ahora bien, las leyes son leyes, son pétreas. Su interpretación es acorde con la voluntad o con el espíritu del legislador al redactar el texto. Pero yo he usado con orgullo en la solapa de mi traje un pin con la bandera de Cuba. Técnicamente parecería lo mismo, pero no, es una posición respetuosa. La he usado en Naciones Unidas. La he paseado orgullosamente por las calles de Nueva York y de Washington y quisiera tener aquel pin que en ese momento me lo prestaron porque aquí no era fácil conseguirlo.
Había también un sistema de tiendas del Partido, El distintivo, en el cual podías comprar pines de Playa Girón, de todo. La gente iba, coleccionistas de todas partes del mundo. Era una tienda del Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central (del PCC).
No estoy en contra del orgullo que siente un deportista cuando levanta su bandera en el pódium. No puedo estar en contra de eso, aunque no esté escrito así en la ley: “los deportistas podrán llevar la bandera en tal lugar”.
Tengo la vieja bandera que era de mi mamá y la coloco en el balcón de mi casa en la fiestas nacionales, nadie nunca se ha opuesto a eso, ni hay por qué oponerse. Ahora, la bandera no se puede usar de cortina de pared, ni se puede usar para cubrir una mesa, no. La bandera tiene su cuidado como lo tiene nuestra propia ropa, cosas que nosotros queremos, Tú no tomas tu camisa con la que te vas a vestir y la tiras en la cocina. Todo tiene un cuidado, la bandera tiene su culto propio y es el símbolo de una nación, le pertenece a todos y a ninguno. Le pertenece a la nación. Nos representa a todos al igual que el escudo que lo llevan las Fuerzas Armadas en su sombrero.
De ninguna manera se puede usar el escudo nacional para otro fin, está en la Sala del Tribunal, está en los lugares donde está el Presidente de la República. Existen estados donde hay una bandera hasta del presidente, cuando está presente en su residencia está la bandera presidencial colocada con el escudo. A veces es la bandera con el escudo como ocurre en algunos países. Por ejemplo en la Federación Rusa, cuando está el Presidente la bandera lleva inserto el escudo.
Entonces , hay un tratamiento especial para ella. Eso es lo que considero. Como intelectual y ser pensante estoy en contra de toda vulgarización . Y siempre adoptaré las políticas que el gobierno asuma en esta dirección.
Para poder cambiar la ley hace falta el voto de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Me consta que se ha trabajado en un proyecto de actualización de la ley que ha sido realizado y consensuado. Sin embargo, se llevó a la Asamblea y habían criterios diversos. Se pensó que lo más conveniente es, como siempre hace la dirección de la Revolución, que se consulte porque hay distintos criterios. En última instancia, los legisladores representamos al pueblo. Como diputado yo represento a la nación, a mis electores y al pueblo. Cuando llegue el tema a la Asamblea será discutido y como ese es el escenario, allí daré mi opinión y mi criterio.

Fuente: http://www.eusebioleal.cu/entrevista/eusebio-leal-nosotros-somos-hijos-de-la-libertad-y-de-la-cultura/

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Cuba: La II Guerra Mundial contada por una sobreviviente

Cuba/Mayo de 2017/Autora: María del Carmen Ramón/Fuente: Cuba Debate

Tatiana Maksimenkova apenas tenía un año y pocos meses cuando su familia comenzó a padecer los horrores de la II Guerra Mundial. Vivía en una calle céntrica de Moscú, y aunque su corta edad en aquel entonces no le permite tener memoria viva de las explosiones de bomba, el miedo de sus hermanos, ni de las transformaciones de un país que se convirtió en resistencia…en su mirada es visible todavía el sufrimiento de a quien la guerra marcó por el resto de la vida.  De su saldo, hay heridas que no se han borrado nunca: el horror de los campos de concentración le impidió conocer a sus abuelos paternos, mientras que la batalla le arrebató a su hermano con apenas 19 años.

“Muchas veces mi mamá, con dos niñas en brazos—yo y mi hermanita de nueve años—, no tenía tiempo de bajar al refugio, por lo que en ocasiones caían bombas y nosotras estábamos en el quinto piso del edificio donde vivíamos. Ella me contaba que al sentir los fuertes sonidos yo corría para esconderme debajo de la mesa, y con el índice señalando hacia arriba le decía asustada “mama, bom bom”.

Así cuenta a Cubadebate Maksimenkova, sobreviviente de una guerra que costó a la Unión Soviética más de 26 millones de muertes entre civiles y combatientes, y quien actualmente vive en un céntrico barrio de la capital cubana.

“Toda la generación mía es muy sufrida, pues sentimos todos los horrores y secuelas de la guerra sobre nuestras mentes. La guerra para nosotros no es solamente un combate común; son calamidades terribles sobre la población: hambre, millones de niños que se quedan sin padres, esposos que no vuelven, vidas brutalmente mutiladas”.

En homenaje a la victoria frente al fascismo el 9 de mayo de 1945, Tatiana evoca parte de las desgarradoras historias sufridas por sus familiares durante la invasión hitleriana, una dramática época que marcó a Rusia para siempre y que el tiempo nunca podrá borrar.

La familia

Tatiana apenas pronunciaba sus primeras palabras, cuando las canciones de resistencia se convirtieron en constante melodía de cuna. Su mamá trabajaba como obrera en una fábrica de abrigos de piel, y durante la guerra nunca abandonó su puesto. “Yo me quedaba con mi hermana, y aunque no veía casi nunca a mamá, ella era para mí un ejemplo de sacrificio en el día a día”.

“Mi hermanita mayor también trabajaba con esa edad, para obtener una libreta de alimentación de obrera, que siempre tenía un poquitico más de comida. Ella, junto a otras niñas de entre 9 y 10 años, hacía guantes para soldados del Frente, y apoyaban así a los hombres que estaban en las trincheras”.

Por la parte paterna, más triste era su destino. El padre de Tatiana, un judío polaco que se había trasladado a la Unión Soviética en los años 20, conoció los campos de concentración; mientras que sus familiares en Polonia fueron totalmente aniquilados por las políticas fascistas.

“La familia de papá se quedó en su país, y cuando llegó Hitler con la política de exterminación de los judíos, fueron sacados a los campos de concentración y asesinados en las cámaras de gas. Por eso nunca llegué a conocer a ninguno de ellos”.

Casi 250.000 personas pasaron por el campo de concentración de Buchenwald. 56.000 de ellas no sobrevivieron. Foto: AFP.

Casi 250 mil personas pasaron por el campo de concentración de Buchenwald. 56.000 de ellas no sobrevivieron. Foto: AFP.

Gregorio, el hermano que murió sin conocer el amor

Quizás una de las historias más desgarradoras que guarda Tatiana en su memoria es la de su hermano mayor, Gregorio, quien al iniciar la Gran Guerra Patria apenas tenía unos 16 años.

“Él hacía guardia con los muchachos de su edad en los techos del edificio donde vivíamos, porque caían bombas fugaces y ellos las apagaban para que no  explotaran. Cuando cumple 19 años se va al Frente, y muere como soldado en la Batalla de Stalingrado. Dice mi mamá que recién comenzaba a afeitarse y que todavía no había conocido el amor de una mujer”.

En aquel entonces, Tatiana ya tenía 3 años de edad. Ella recuerda que debajo de la cama había un cajón con fotos, canciones y otras pertenencias de su hermanito, y ante la ausencia de juguetes, su madre le permitía jugar con la cajita, mientras él luchaba en el campo de batalla.

“Toda la vida recordaremos su nombre. Mi hijo nunca me perdonó que yo no le llamara Gregorio en su homenaje, pero es que no quería que repitiera su destino, porque casi todos los muchachos que estuvieron en la Guerra no regresaron”.

Vi muchas lágrimas de vecinos, porque en aquella época se recibían unos sobres en forma de triángulos, que avisaban cuando moría un soldado. Nosotros vivíamos en cuarterías, y en mi piso convivíamos con otras cuatro viviendas. De estas, tres recibieron el aviso. Todavía recuerdo los tremendos gritos y las lágrimas”.

El día que termina la guerra

Probablemente todos los soviéticos que vivieron esos duros años recuerdan el día en que terminó la guerra. Tatiana todavía guarda en su memoria el 24 de junio de 1945,  unos 46 días después de la capitulación final alemana, cuando tuvo lugar el desfile de la victoria.

Los soldados soviéticos muestran los estándartes nazis caídos, en el desfile de la Victoria en la Plaza Roja, del 24 de junio 1945. Foto: Sputnik.

Los soldados soviéticos muestran los estándartes nazis caídos, en el desfile de la Victoria en la Plaza Roja, del 24 de junio 1945. Foto: Sputnik.

“Mi cuartico era chiquito, y desde una esquina escuché todo por la radio. Recuerdo el regocijo del pueblo. Yo de niña tenía un taburete y me encaramé para acercarme más. No entendía mucho qué pasaba, pero recuerdo los fuegos artificiales”.

No obstante, con el fin de hostilidades no terminó el dolor para Tatiana y su familia; esas huellas la persiguieron por el resto de su existencia; mientras que para su madre, cada 9 de mayo fue fecha de dolor incomparable.

“Recuerdo que cuando pequeña a los niños nos encantaba recoger frambuesas silvestres. Un día, en 1948, estábamos a 100 kilómetros de Moscú, y varios muchachos de mi edad jugábamos a recoger estas pequeñas frutas. Cada año venían zapadores buscando minas y los niños recordamos el sonido de ese aparato, porque para nosotros era como un juego. Ese día no nos pasó nada, pero no lo olvido porque años más tarde encontraron tres minas en el mismo barranco donde nosotros, criaturas de 8, 9 o 10 años, habíamos recogido las frambuesas. Es decir, la guerra había terminado y todavía caminábamos por campos minados. Siempre pensé que existían ángeles de la guarda, que protegían a los niños para que no hubiera más muertes”.

Así, los años fueron agolpando los tristes recuerdos. Tatiana tampoco olvida una ocasión en que acompañaba a delegaciones cubanas en un recorrido por el cementerio de Leningrado, y ante el dolor de lo descrito por un diario de la época, se quedó sin poder traducir nada. “Estaba frente al diario de Tanya Nikoláyevna Sávicheva, una niña soviética que escribió un breve documento durante el asedio de Leningrado en la Segunda Guerra Mundial, y publicó en pequeños papelitos: “Zhenia murió el 28 de diciembre de 1941, a las 12:30 horas; la abuelita murió el 25 de enero de 1942, a las 3:00 p.m; Leka murió el 17 de marzo de 1942, a las 5:00 a.m; el tío Vasia murió el 13 de abril de 1942, dos horas después de la medianoche…”  Yo no podía traducir aquello a los cubanos, era un trauma terrible”.

Felices, a pesar de todo

Pero a más de 70 años, Tatiana recalca que pese al dolor, las carencias, la pobreza y el hambre, guarda de su infancia un recuerdo feliz.

“A pesar de todo, querían que nuestra vida fuera plena. Nos llevaban a los teatros, al cine, a las exposiciones, a los círculos de interés. No teníamos comida ni nada de ropa para ponernos, pero éramos muy felices. Lo digo con toda sinceridad, nos forjaron como seres humanos. Nos prepararon para la vida con su amor”, asegura entre lágrimas.

Yo me acuerdo mucho del hambre. Iba al círculo infantil y nos daban comida, pero las privaciones eran grandes. Muchas veces, sacando el pan de la semana comíamos dos días y después no teníamos ni una miga de pan. Recordamos pobreza de guerra y posguerra, pero éramos ricos de espíritu”.

Y de aquellos años donde la solidaridad se imponía, Tatiana no ha podido olvidar las masas de croquetas hechas con cáscara de papas que les preparaba su madre, con los restos que le regalaban otros vecinos que tenían un poco más. “No me creerás si te digo que hasta ahora siento ese sabor. Cuando compro en Cuba, lo primero que hago es croquetas, pero esta vez de papas de verdad”.

Cuando el dolor la llevó hasta Cuba

Profesora del idioma ruso y una de las fundadoras de a catedra de idioma ruso en la Academia de las Artes, (ISA), Tatiana ha organizadoen Cuba diversos conciertos en homenaje a la Gran Guerra Patria. Foto: Rusia Today.

Profesora del idioma ruso y una de las fundadoras de la catedra de idioma ruso en la Academia de las Artes, Tatiana ha organizado en Cuba diversos conciertos en homenaje a la Gran Guerra Patria. Foto: Russia Today/ Captura de Video.

En la década de 1970, fue Tatiana Maksimenkova quien habló al destacado músico cubano Roberto Sánchez Ferrer de uno de los episodios más tristes de la guerra, conocido como la matanza de Jatín, momento en que nació una estrecha relación con Cuba que la ata hasta estos días.

“Yo me acuerdo que en el 75′ la UNESCO se dirige a los compositores del mundo con la sugerencia de escribir las obras musicales en honor de 30 años de la victoria sobre el fascismo. Siguiendo esa tradición tan noble de solidaridad, un cubano director de orquesta respondió a este llamamiento y vino a Rusia”.

“Katyn es una aldea Bielorusia, que como tantas otras fue borrada de la faz de la tierra”, dice, y evoca la terrible historia que en aquel entonces contó a Roberto:”Él se conmovió muchísimo, y creó la obra vocal sinfónica Jatín”.

Del dolor de esta historia nacieron las notas musicales que tocó en el Primer Festival Internacional celebrado en Rusia con el lema “Por la paz, la amistad y el humanismo”, donde junto a la música de grandes artistas del siglo XX sonó esta pieza. “Soy testigo de que la sala entera saludó la obra. Había muchos veteranos de la guerra”, recuerda Tatiana.

Durante varios años, esta rusa que dice tener su corazón en Cuba, pero su alma en Moscú, ha trabajado en Cuba en el campo de la promoción cultural. Profesora de idioma ruso y una de las fundadoras de la cátedra de ese idioma en la Academia de las Artes, (ISA), ha organizado diversos conciertos en homenaje a la Gran Guerra Patria, para impedir que los años borren tan dramática historia.

“Quiero agradecer a todos los jóvenes músicos cubanos que han participado en estos conciertos, quienes han tenido su primer contacto con el idioma ruso a través de la canción, pero cantan impecable. Agradezco sobre todo a los que participan en conciertos dedicados a esta fecha tan sagrada para nosotros. A Pedro y Richard, de la Academia Mariana de Gonitch; a Ulises y Angeline Díaz, del Teatro Lírico Nacional, porque cantan y lo sienten como si fuera lo nuestro”.

E insiste Tatiana que no quiere cerrar esta entrevista sin dedicarle sus últimas palabras a Cuba, un país que durante años ha luchado por mantener vivo el recuerdo de tan dura guerra y el reconocimiento a la hazaña protagonizada por el pueblo soviético. “Por ello mi agradecimiento a todos los cubanos de tres generaciones, porque gracias a ustedes y nosotros que estamos juntos, nadie ni nada estará olvidado”.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/noticias/2017/05/09/la-ii-guerra-mundial-contada-por-una-sobreviviente-fotos-y-video/#.WRPenbjau01

 

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Historias de la Historia de la Universidad Nacional: la Escuela de Ciencias Naturales

Por: Ignacio Mantilla

En la celebración del sesquicentenario de la Universidad Nacional quiero compartir hoy con los lectores la historia de los inicios de una de las seis escuelas que integraron la Institución desde su nacimiento.

Hay personajes, detalles y anécdotas que constituyen las huellas que nos ayudan a identificar y comprender ciertas costumbres, hábitos y prácticas que han sido heredadas o transmitidas de generación en generación y que hoy, en algunos casos, son símbolos o forman parte de nuestros valores institucionales. Tal es el caso del uso de los colores para identificar las facultades. En efecto, simultáneamente con la fundación misma de la Universidad, las escuelas se distinguían por un color específico en el que se enmarcaba el escudo. Así, a la Escuela de Jurisprudencia la identificaba el color rojo, a la de Medicina, el amarillo, a la de Ingeniería le correspondía el color blanco, a la Escuela de Literatura y Filosofía, el color azul celeste, Artes y Oficios, violeta y a la Escuela de Ciencias Naturales, el verde. A esta última me voy a referir en esta ocasión.

Entre las dependencias que la Ley 22 de 1867 entregó a la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia se encontraban el Museo Nacional, que por varias décadas funcionó en la Universidad, y el Observatorio Astronómico Nacional, hoy vecino de la Casa de Nariño, pero que aún hoy forma parte de la Universidad. Estas dos dependencias, más el Gabinete de Mineralogía formaron la Escuela de Ciencias Naturales que inició clases en las primeras semanas de 1868 bajo la dirección de su primer «Rector de Escuela» (hoy lo conoceríamos como decano), el médico y botánico Francisco Bayón Fernández. Con cuatro profesores y 35 estudiantes inició labores la Escuela. El impulso que le quisieron dar el rector general Ancízar y el rector de la Escuela Bayón estuvo encaminado a formar profesionales que apoyaran las labores de la agricultura y la minería en el país, que en palabras de Ancízar, en su primer informe al poder público el 1 de febrero de 1869, eran “industrias fundamentales en nuestro país, y hasta hoy ejercidas con pocos o ningunos conocimientos científicos, que las mantiene en los antiguos e imperfectos procedimientos de producción, que además de ser costosos las reducen a proporciones mezquinas”.

Además de ejercer el cargo de rector de la Escuela de Ciencias Naturales, Bayón se desempeñó como catedrático de Botánica, Jilolojía y Farmacognocia. Tal vez fue Bayón uno de los primeros investigadores colombianos en el sentido moderno de la palabra. Por solicitud del rector general de la Universidad, Manuel Ancízar, Bayón desarrolló por varios años un tratado sobre Jilolojía que perfeccionó en sus clases y del cual presentó avances en los anales de la Universidad. El resultado de sus investigaciones, que contaron con el auspicio de la Universidad, fue el libro Ensayo de Jilolojía Colombiana (contiene la clasificación y descripción de las maderas colombianas). Cabe destacar que, según lo cuenta el profesor Santiago Díaz Piedrahíta, «el curso de Jilolojía era componente importante de los programas de la Escuela de Ciencias Naturales. En el mismo se trataban en su orden, luego de definir la Jilolojía, cuarenta y siete grupos naturales, describiendo los géneros y especies más representativas de cada uno, analizando las características de sus maderas, sus coloridos, pesos específicos, usos o aplicaciones, y la altitud de los lugares donde crecían».

El programa que se desarrollaba en la Escuela abarcaba cuatro años con cursos que iban desde clases elementales de botánica, matemáticas, zoología y química, hasta química agrícola, agricultura, pasando por cristalografía y mineralogía, geología y paleontología, y metalurgia y explotación de minas. La Escuela otorgaba el título de Profesor en Ciencias Naturales y, en ocasiones especiales, el de Farmaceuta.

Además de Francisco Bayón, quien devengaba un salario anual de 600 pesos por su responsabilidad como rector de la Escuela, los otros tres profesores eran Fidel Pombo, encargado de las cátedras de Zoología y Mineralogía; Liborio Zerda, titular de las cátedras de Física Matemática y Médica, y Química General; y Ezequiel Uricoechea de Química Analítica. El presupuesto total de la Escuela en su primer año fue de $11.990, invertidos en los sueldos del rector, el secretario, los catedráticos y los útiles de enseñanza.

A partir de 1878, cuando los conservadores y liberales moderados asumieron el poder, la Universidad experimentó un cambio en su organización interna y en los métodos de enseñanza y contenidos de sus programas, definidos en su creación. Por esta razón, aunque en la letra ya aparecía una Facultad de Ciencias Naturales, en realidad esta era más bien una unidad administrada por la poderosa Facultad de Medicina. Fue en esta época de cambios que Liborio Zerda, reputado médico y excelente maestro, fue nombrado rector de la Facultad de Ciencias Naturales y también de la Facultad de Medicina, para adelantar la política de la regeneración en las antiguas Escuelas.

Mucho después, bien entrado el siglo XX, los trabajos del botánico Enrique Pérez Arbeláez le dan un impulso muy importante al desarrollo de las ciencias naturales en nuestro país. Gracias a él, en 1936 se funda el hasta hoy conocido como Instituto de Ciencias Naturales y en 1955 el Jardín Botánico de Bogotá. Los estudios desarrollados en ellos han sido fundamentales para llegar al conocimiento que hoy se tiene no solo de nuestros recursos botánicos, sino también de nuestra flora y fauna.

En la actualidad aquella Escuela de Ciencias Naturales de 1867 se constituye en el más importante centro de investigación y formación en ciencias del país, con tres facultades, Bogotá, Medellín y Manizales. Además, hoy la Universidad Nacional de Colombia, patrimonio de todos los colombianos, cuenta con el moderno, activo y dinámico Instituto de Ciencias Naturales, heredero de los principales frutos de la Expedición Botánica que dirigió Mutis y encargado del Herbario Nacional Colombiano que cuenta con cerca de 588 000 ejemplares de plantas. Además alberga ocho importantes colecciones zoológicas con 900 590 ejemplares. Se suman a estos tesoros científicos las series de láminas y trabajos impresos, representados en libros y revistas clasificadas, cuyos autores han constituido un sobresaliente equipo de profesores que forman a sus estudiantes como los nuevos investigadores y científicos naturalistas que requiere el país, infundiendo en ellos el profesionalismo de las disciplinas y la responsabilidad por la preservación de este invaluable patrimonio de la nación colombiana.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/historias-de-la-historia-de-la-universidad-nacional-la-escuela-de-ciencias-naturales-columna-688491

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