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Educación para transformar vidas

Colombia / 10 de septiembre de 2017 / Autor: Laura Sánchez / Fuente: La Patria

Diego Ángelo Restrepo explica los tres pilares de la educación humanista. Su propósito es cambiar el chip pedagógico y que los estudiantes sean el centro de las aulas.

«Profe, no le entiendo». Esta es la frase que pone una barrera entre el estudiante, el docente y el aprendizaje. Pasar por alto es un error que desemboca en frustración y deserción, según Diego Ángelo Restrepo, trabajador social y magíster en ciencias e investigación.

Restrepo está convencido de que cambiando las formas de aprendizaje se pueden transformar vidas. Todo empezó con una investigación para identificar los niveles de deserción.

«Un 25% de los estudiantes que desertan en el Centro de Automatización Industrial lo hacen porque no le entienden al profesor. Hay que pensar en cómo es la capacidad del estudiante para entender y cómo es que el profesor brinda las clases», explica el profesional.

Para dar ese paso al cambio en el aula sugiere tener en cuenta estos tres pilares: constructivismo, metacognición y pensamiento complejo. «Este modelo sirve como un llamado a los docentes para que entiendan el poder que tienen para cambiar vidas con información pertinente».

Construyendo juntos

El constructivismo consiste en, según Restrepo, entender al estudiante en un proceso cultural y con saberes, no solo pensando que es una tabla rasa para llenar.

Este pilar del modelo busca motivar a la reflexión. «Las instituciones deben dar los modelos de formación para que aprendan a manejar el tiempo, herramientas, mapas, entre otros. Que se reconozcan ellos mismos para que fortalezcan sus habilidades», indica Restrepo.

Se les dan variables para que construyan en el aula, por ejemplo: cómo se ajustan las matemáticas a la agricultura.

Sobre el pensamiento complejo aclara que muchos de los conocimientos que se enseñan no sirven para la vida. «Se propone una educación más humana para reconocer a los estudiantes y pensarlos en sus contextos, niveles culturales y económicos».

Este momento es muy importante, en su investigación identificó que los alumnos están sufriendo de depresión, baja tolerancia a la frustración y catastrofismo, que pueden identificarse en el aula.

El último pilar es la metacognición. «Es mirar qué habilidades se necesitan para ir más allá del conocimiento. Es aprender de una forma más adecuada. Siempre somos y seremos aprendices para darle a los educandos información que sea transformadora».

DESTACADO

Con el modelo constructivista el estudiante es el centro y el profesor aprende de sus entornos.

Ser felices

¿Cómo hacer que los estudiantes sean felices? La respuesta la tiene Diego Ángelo: «Cuando tengo estrés el cerebro busca bloquearlo como mecanismo de defensa. Me dice: abandona lo que me hace daño. Pero cuando a mi cerebro le gusta lo que estoy haciendo, está complacido y genera endorfinas. También produce plasticidad, es decir, que hace conexiones neuronales de un nuevo conocimiento y si esto está unido a la realidad, no se le va a olvidar tan fácilmente».

Los saberes del conocimiento

Restrepo recomienda tener en cuenta estos siete saberes del conocimiento, del sociólogo francés Edgar Morin:

1. Ética del género humano.

2. Enseñar la comprensión.

3. Enfrentar las incertidumbres.

4. Enseñar la identidad terrenal.

5. Enseñar la condición humana.

6. Educación que garantice el conocimiento pertinente.

7. Educación que cure la ceguera del conocimiento.

 

Fuente de la Entrevista:

http://www.lapatria.com/educacion/educacion-para-transformar-vidas-385468

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Sobre el mediocre desprecio a la pedagogía

España / 10 de septiembre de 2017 / Autores: Jaume Martínez Bonafé y Julio Rogero / Fuente: El diario de la educación

La recuperación de lo mejor del proyecto de escuela pública y la crítica contundente a los discursos neoliberales en educación requieren de diálogos multidisciplinares e interdisciplinares y miradas que ayuden a complementar perspectivas y análisis.

«Cuántos siglos necesita la razón para llegar a la justicia que el corazón entiende instantáneamente»
(Concepción Arenal)

Al hilo de los últimos artículos de Jaume Carbonell y Enrique Galindo (primerosegundo tercero) en torno al debate surgido con motivo del libro Escuela o Barbarie, aportamos nuestra breve reflexión sobre un tema que aparece de forma reiterada en determinada literatura promotora de cierta “antipedagogía”, en algunos aspectos justificada y, en otros, no tanto: la descalificación a todos los pedagogos y todas las pedagogas como los y las culpables de los males que aquejan a la escuela pública de nuestro país.

En esos textos se ligan conceptos y prácticas como la innovación educativa, la comprensividad, el constructivismo, la inclusión educativa, la pedagogía activa, las metodologías educativas, el aprendizaje a lo largo de la vida, el “aprender a aprender” con la penetración de las grandes corporaciones en el mundo de la educación para colonizarlo y ponerlo al servicio de la economía capitalista neoliberal. Un ejercicio intelectual que corre con el riesgo de mezclarlo todo y descalificar de forma generalizada a colectivos enteros. Parece que lo único bueno es la instrucción ilustrada y la razón frente a la educación basada en la emoción.

Eso es lo que está pasando, desde hace tiempo, en algunos sectores del profesorado que sistemáticamente culpan de los males de la educación y de la escuela pública a los pedagogos y a la pedagogía, a las facultades de educación, a los orientadores, a la comprensividad y la inclusión como instrumentos del neoliberalismo (que no dudamos que en algunos casos puedan ser utilizados para sus intereses), a las metodologías activas, a la innovación, a la renovación pedagógica, a la izquierda, “al establishment progresista, incluyendo la Institución Libre de Enseñanza y sus herederos”…

Visto así, nos parece que el desprecio a la pedagogía (en singular) no es más que el desconocimiento de un complejo campo social en el que se vienen enfrentando, desde hace tiempo, discursos y prácticas pedagógicas muy diferentes. Como seguramente ocurre con otros ámbitos del saber y de las prácticas sociales, por ejemplo, la filosofía, donde sabemos que tampoco hay un discurso único.

En el estado español vienen desarrollándose propuestas de renovación pedagógica donde claramente el proyecto transformador se vincula a la lucha por la dignificación de la escuela pública y por hacer lo más eficaz posible el derecho de todos a la educación y el acceso, sin ningún tipo de barreras, al amor por el conocimiento. Desde ese criterio político no hay renovación pedagógica al margen del proyecto de escuela pública, en el que se concibe a la educación como un derecho del sujeto -individual y colectivo- a crecer intelectual, cultural y socialmente emancipado.

Nunca, en ese proyecto, se desvinculó la lucha por un conocimiento emancipador del mejor método para su enseñanza y aprendizaje. La obsesión por una didáctica instrumental vacía de reflexión crítica sobre el sentido y la función del conocimiento que construir en la escuela forma parte de una larga tradición pedagógica muy combatida por los planteamientos de las pedagogías críticas.

La crítica de quienes, reclamándose en una posición ilustrada -ideológicamente cargada-, simplifican la lectura y el análisis de los proyectos pedagógicos críticos, en nada favorece la urgente y necesaria reflexión sosegada sobre el avance de los modelos mercantilistas para la educación. Las miopes miradas paternalistas y los lenguajes autoritarios con los que se suele simplificar el esfuerzo intelectual, político y práctico de muchos docentes e investigadores comprometidos con la defensa y dignificación de la escuela pública, puede ser el síntoma de una comodidad intelectual y una ausencia de esfuerzo de quienes nunca aceptarían esto mismo de sus alumnos de bachillerato y de universidad.

La recuperación de lo mejor del proyecto de escuela pública y la crítica contundente a los discursos neoliberales en educación requieren de diálogos multidisciplinares e interdisciplinares y miradas que ayuden a complementar perspectivas y análisis. Tergiversar argumentos, descontextualizar la lectura de proyectos educativos y prácticas docentes o simplificar la complejidad de un campo social en el que se cruzan hoy combates tan evidentes por el dominio del discurso sobre la escuela, es hacer un flaco favor a la necesaria contrahegemonía. Y así nos va. Por ello nos parece importante que se abran espacios de diálogo sin prejuicios, sin saltos en el vacío, sin descalificaciones, con argumentos, con coherencia.

Jaume Martínez Bonafé y Julio Rogero Anaya. Miembros de los Movimientos de Renovación Pedagógica

Fuente del Artículo:

Sobre el mediocre desprecio a la pedagogía

Fuente de la Imagen:

http://hansmejiaguerrero.blogspot.mx/2015/05/fobia-la-pedagogia-y-desprecio-los.html

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Aprender a Aprender para Aprender: Más que un Juego de Palabras.

Por: Carla Yeneris Caballero.

Hace un par de días compartía con un colega de trabajo una imagen que circulaba en una red social en la que participo y que sugiere ‘cómo aprender a estudiar’. Si bien la imagen es muy interesante, mi colega me hizo cuestionarme si en vez de aprender a estudiar lo que tenemos que aprender es a aprender; y llegué a la conclusión de que efectivamente se trata de lo último.

Al pensar en este tema, me cuestionaba si realmente ¿sabemos aprender? Y si tenemos dificultades para ello ¿cuáles son? Pero aun antes de estas dos preguntas, otra previa y más compleja me cuestionaba: ¿Qué es aprender? Y al construir esta respuesta, entonces averiguar qué implica aprender a aprender, cómo lograrlo y cuál debería ser el propósito fundamental de aprender.

Obviamente el mismo concepto de ‘aprender’ o ‘aprendizaje’ cuenta con variadas teorías que tratan de explicar cómo se desarrolla. De esta manera, mientras Piaget centra la atención en un aprendizaje cognitivista – constructivista y Ausubel lo hace destacando la adquisición de conocimientos significativos, es Dearden (1976), citado por Figueroa (2013), quien al referirse al “aprender a aprender” lo describe como “un tipo de aprendizaje de segundo orden (meta-aprendizaje), de diferentes tipos de aprender a aprender referidos a distintas clases generales de un aprendizaje más 1 específico”. También dijo que ‘aprender a aprender es una actitud metodológica y de procedimiento’.

Encontramos en esta última acepción de Dearden una similitud en lo que desde ÁBACOenRed hemos planteado, en cuanto a que aprender implica ‘cambio de actitud1 ’, aunque no solamente vinculado a lo metodológico y didáctico, sino que se traduce en una transformación de nuestro ser y cómo nos relacionamos con las demás personas en un entorno, transformándolo (el entorno) e influenciando a las personas de nuestro alrededor en una relación dialéctica.

En ÁBACOenRed vamos más allá de solo considerar la construcción de aprendizajes, hablamos de construir ‘oportunidades para aprender’, lo cual integra ya lo metodológico, su naturaleza colectiva y la responsabilidad que compartimos quienes participamos en la construcción de esta oportunidad. Estas oportunidades de aprender se convierten en procesos de transformación y cambio en nuestras relaciones las cuales producen nuevas necesidades de aprender. Así corresponde a una naturaleza dinámica y progresiva.

No dejamos de aprender, y cada aprendizaje se convierte en punto de partida para nuevos aprendizajes, en relación con otros seres y en un contexto sociocultural concreto, de forma intrínseca. Así que todo el sistema, en el cual estamos, ‘aprende’, esto es lo que sintetizaría la categoría ‘EcoPerSocial’ del aprendizaje que hemos desarrollado como ÁBACOenRed.

Aprender es vivir y vivir el aprender es ser, es otra definición que utilizamos desde el colectivo de ÁBACOenRed, porque estamos convencidas/os que el aprendizaje es inherente a los seres, es vivo, dinámico, constante. Construimos estas oportunidades para aprender a lo largo de nuestra vida.

Aprender a aprender para aprender

Lo que pareciera ser un juego de palabras, ‘aprender a aprender para aprender’, no lo es, ya que denota una relación intrínseca entre producto (aprender), proceso (cómo aprender) y propósito (para qué).

 La relación ‘aprender a aprender’ implica lo metodológico, el ‘cómo lograrlo’; y ‘aprender para aprender’ denota su intencionalidad y por supuesto su intensidad. En ambos casos, un elemento hay en común y son los significados que cada persona le asigna.

Así como los significados construidos son particulares de persona a persona – ya que en esta relación cada quien se queda con un ´algo´ (¿un saber?, ¿un sentir?, ¿…?) particular, que será muy diferente por el significado muy propio para sí – también el cómo adquirirlos y para qué varía de persona a persona. Saber cómo una/o aprende, cuál es nuestro propio ritmo, estilo y su intencionalidad, nos permitirá elegir las técnicas o mecanismos más adecuados para aprender, eligiendo los más convenientes o eficaces para una/o misma/o.

Nisbet y Shucksmith (1987), citados por Wompner y Fernández (2007), escribieron que para que aprender a aprender sea un método valioso, este debe integrar las secuencias de procedimientos o actividades que faciliten la adquisición, el almacenaje y/o la utilización de distintos recursos, de manera que cada estudiante puede planificar u organizar sus propias actividades de aprendizaje.

No estamos hablando aquí de un aprendizaje aislado o en solitario, sino más bien de desarrollar habilidades, destrezas, mecanismos, hábitos,… lo que sea necesario para para iniciarnos en el aprendizaje y continuar aprendiendo de manera cada vez más eficaz y de forma autogestiva y autorregulada, de acuerdo a los objetivos y necesidades propias. Sería este nuestro rol como facilitadores/as de este proceso; es decir: agitar en colectivo y luego dejar fluir los aprendizajes en cada persona, tal como lo sugiere la metodología Montessori.

Carla Iribarren (2016), escritora de un portal especializado en psicología y pedagogía, escribe que para ‘aprender a aprender’ es necesario encontrar la manera de entender, analizar y aprender las cosas del exterior por los medios que a cada una/o le parezcan convenientes, cómodos o más fáciles.

Ahora bien, cuando hablamos de ‘aprender a aprender para aprender’ nos referimos a un propósito que va más allá de solo aprobar exámenes, por ello no se trata solo de técnicas de estudio sino más bien de técnicas de aprendizaje. No es entonces, aprender para un momento sino para la vida. Es una invitación a que ‘aprender’ se vuelva asunto sistemático, permanente y consciente.

Por supuesto, la meta de quienes acompañamos procesos educativos, debiera ser facilitar procesos en los cuales podamos ‘aprender a aprender para aprender’; es decir, acompañar oportunamente en la identificación aquellas estrategias metodológicas que nos permitan aprender de forma eficaz y también ofrecer insumos, ambiente y condiciones que permitan reflexión crítica de la dimensión ética, filosófica y política del aprender.

‘Aprender a aprender para aprender’ implica situarse adecuadamente tanto ante contenidos teórico-conceptuales en un contexto escolar como ante emociones, experiencias y situaciones vitales que necesiten de nuestra interpretación, asimilación y acción coherente. Se trata de expresar en la vida cotidiana, a través de nuestras decisiones, cuáles son los aprendizajes que hemos construido.

Queremos contribuir a una educación que nos permita aprender en la vida, desde la vida y para la vida.

¿Cómo aprendemos a aprender (para aprender)?

Como dijimos antes, el aprendizaje es un proceso social que se constituye de experiencias propias y experiencias comunes con las/os demás. Se trata de conocimientos, sentires, pensares, habilidades, hábitos,… a fin de cuenta de ‘actitudes’. Así es como aprender se vuelve un proceso amplio y complejo que precisa de distintas estrategias o técnicas de aprendizaje dependiendo de las dimensiones que se desean focalizar o fortalecer, lo que deseamos aprender y los medios con los cuales disponemos.

Es decir, dependiendo de la dimensión del aprendizaje a la que se le dé más énfasis así serán las estrategias metodológicas a elegir. Solo algunos ejemplos: si deseamos desarrollar nuestra habilidad de comprensión y síntesis entonces, quizá, debamos elegir técnicas para resaltar ideas clave, repetición para la memorización, elaborar esquemas, analogías, referencias o resúmenes, etc. Si queremos enfocarnos en el desarrollo de nuestra creatividad entonces podemos incorporar estrategias lúdicas como el juego y el arte como instrumentos pedagógicos. Para desarrollar una actitud positiva ante la vida y superar nuestros problemas emocionales nos convendrá aprender de los principios y técnicas derivadas de la psicología positiva, y así podríamos continuar mencionando ejemplos.

Hay mucha literatura disponible sobre técnicas que se derivan del aprendizaje con base en proyectos; aprendizaje basado en problemas; aprendizaje a partir de sueños; aprendizaje cooperativo, la sistematización de experiencias, entre otras; lo importante es saber para qué y cómo usarlas.

Otro aspecto muy importante al elegir las herramientas metodológicas es que estas combinen en lo posible la teoría con la práctica, retomando los principios de la Educación Alternativa Popular para garantizar que se generen más datos, más información, más conocimiento, más práctica y más aprendizajes significativos, es decir más y mejor vida.

Es indispensable el uso del recurso didáctico y político de la pregunta , que nos ayude a reflexionar críticamente, que nos lleva a cuestionarnos y expresar nuestros puntos de vista, que nos saque de la lógica bancaria de la educación. La pregunta como herramienta pedagógica contribuirá a que quienes participamos en procesos educativos no seamos solamente receptoras/es pasivas/os, sino actoras/es y autoras/es activas/os en una dinámica de construcción colectiva de conceptos, preguntas, hipótesis, en fin de aprendizajes.

Sea como fuere, la aplicación de técnicas precisa de la necesidad de adquirir habilidades de estudio personal y grupal. Estas habilidades se logran a través de un constante trabajo personal y colectivo. Es necesario aprender cómo observar, analizar, organizar, jerarquizar y compartir lo que aprendemos.

A continuación algunas sugerencias desde mi experiencia como facilitadora metodológica desde el contexto de ÁBACOenRed.

Al menos 8 Claves…

Sin querer ser exhaustiva, a partir de los intercambios significativos que se generan en nuestros procesos de aprendizaje en ÁBACOenRed, puedo resumir y compartir algunas claves que me parecen importantes para ‘aprender a aprender para aprender’:

1. Desde un enfoque de educación alternativa popular, todo aprendizaje parte de aprendizajes previos. Por ello es importante conocerse, autovalorarse para establecer un punto de partida; saber de nuestras fortalezas, debilidades y en qué podríamos mejorar. Esto es, saber qué queremos saber, cuánto sabemos y qué deseamos descubrir.

2. Desarrollar un compromiso personal. Ayuda dejar por escrito a lo que nos comprometemos antes de empezar cualquier proyecto que sea. Aprender a aprender no es la excepción.

3. Desarrollar una actitud investigativa y de búsqueda permanente.

4. Administrar el uso de las herramientas más adecuadas a nuestros ritmos de aprendizaje. Implica identificar y seleccionar críticamente los distintos medios con los cuales disponemos y las técnicas que podríamos implementar dependiendo de lo que deseamos aprender.

5. Trabajar con otras/os (actitud cooperativa), ya que a partir de los intercambios en equipo podemos aprender más y mejor.

6. Establecer metas con un plan concreto que nos permita alcanzar lo que nos proponemos. Deberíamos trabajar en nuestra propia disciplina y autorregulación personal para cumplir con nuestro propósito.

7. Poner mente, corazón y manos a la obra (aprender a aprender desde la acción).

8. Por supuesto, la motivación, la confianza y la (auto) crítica constructiva (autoevaluación sistemática, a partir del uso de preguntas) serán catalizadores muy importantes en este proceso de aprender a aprender para aprender.

Concluyendo…

En este escrito he compartido, lo que desde mi punto de vista implica la frase ‘aprender a aprender para aprender’ que más allá de un juego de palabras denota una relación intrínseca entre aprender, cómo y para qué.

Como he mencionado, cuando hablamos de ‘aprender a aprender para aprender’ nos referimos a un propósito que va más allá de solo aprobar exámenes, por ello no se trata solo de técnicas de estudio sino más bien de técnicas de aprendizaje. No es entonces, aprender para un momento sino para la vida. Es una invitación a que ‘aprender’ se vuelva asunto sistemático, permanente y consciente en la vida, para la vida y desde la vida misma.

Nuestro rol como facilitadoras/es es diseñar, acompañar y facilitar procesos metodológicos y didácticos que nos permitan ‘aprender a aprender para aprender’.

Fuente: http://abacoenred.com/wp-content/uploads/2015/10/aprender-a-aprender-para-aprender.pdf

Fotografía: Valle de Elda

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El aprendizaje escolar y la metáfora de la «construcción»

Por:Juan Carlos Miranda Arroyo

1. ORÍGENES DEL CONSTRUCTIVISMO

El llamado “Constructivismo”, como corriente pedagógica contemporánea, representa quizá la síntesis más elaborada de la Pedagogía del siglo XX, porque constituye una aproximación integral de un movimiento histórico y cultural de mayores dimensiones: la Escuela Activa. Movimiento que en su tiempo asumió una concepción reformista y una actitud transformadora de los procesos escolares. El Constructivismo en otras palabras sería, en todo caso, una corriente que se desprende de ese gran movimiento pedagógico cuyas implicaciones ideológicas y culturales están aún vigentes en las prácticas educativas de nuestro tiempo.

Reconocer en el movimiento de la “Educación Activa” el antecedente principal de la corriente “Constructivista” en la educación escolarizada, nos permite recuperar la trayectoria histórica inherente a ambas, a partir del núcleo teórico que las caracteriza; esto con el objeto de comprender su inserción y pertinencia dentro de cualquier proceso de innovaciones curriculares o en la elaboración de proyectos tendientes a modificar progresivamente las prácticas docentes.

A pesar de ese reconocimiento, es claro que el “Constructivismo” no es ni representa a la única o más importante corriente teórica y metodológica que haya tenido lugar durante el último siglo. Afirmarlo así no sólo daría pie a la duda o a la desconfianza, sino que abre la posibilidad de convertir su vigorosa fuerza teórica y metodológica, en un nuevo dogma de fe o en un sistema de creencias. El “Constructivismo”, por el contrario, es sólo una expresión del movimiento “Hacia la Educación Activa” que se convirtió, marginalmente, en una opción alternativa al modelo de educación “funcionalista” (E. Durkheim), por lo que, a su interior, confluyeron tanto interpretaciones ideológicas como visiones pedagógicas diversas, que no sólo sacudieron conciencias en la forma de pensar la educación escolar, sino también impactaron el modelo de organización escolar y la dinámica de la vida cotidiana en las aulas dentro de contextos escolares conservadores, sobre todo en los países europeos durante la primera mitad del siglo XX.

¿Cómo entender de otra manera las críticas que desde “el interior” del sistema educativo se hicieran a la lógica de las instituciones educativas llamadas “tradicionales”1 ? Los pensadores, en esas circunstancias, se plantearon algunas de las siguientes preguntas: ¿Qué hacer con el esquema de transmisión de conocimientos sustentado en un conjunto de relaciones escolares centradas en el maestro?, Es decir, ¿cómo desarrollar una crítica razonada que contribuyera a la transformación de la estructura y el corazón mismo de las prácticas conservadoras de la escuela? ¿Cómo modificar no sólo la inercia que promovía el “enciclopedismo” del docente, sino también el perfil de actitudes “pasivas”, tanto de maestros como de alumnos, que caracterizaba a la estructura escolar de aquella época?

En esa línea crítica se ubicaron las ideas de John Holt, Philip Jackson, Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron, entre otros; así como la ruta de pensamiento que propuso la noción de “sociedad desescolarizada” (Iván Ilich); y a quienes combinaron concepciones reformistas de la educación, con ideas progresistas, sobre cómo hacer y cómo pensar las Políticas Educativas de la posguerra: Mario Manacorda, Henry Giroux, Michel Apple, Bogdan Suchodowski, por mencionar a algunos de los más representativos.

Pero también el “Constructivismo”, como corriente adscrita al movimiento “Hacia una Escuela Activa”, surgió como alternativa necesaria a la fuerte presencia que produjo el conductismo radical2 durante el periodo que va de 1950 a 1970, aproximadamente, en el seno del sistema educativo estadunidense. De ahí su trascendencia como expresión combinada de articulaciones innovadoras y de producción de ideas alternativas a las concepciones dominantes sobre la educación, frente a otras que se encontraban en crisis o en franca decadencia (no hay que olvidar las fuertes contradicciones que se produjeron al interior de la llamada Tecnología Educativa durante los años 70´s y 80´s cuando el papel del maestro se redujo a un operador de los programas sistemáticos o simple ejecutor de objetivos conductuales).

Quizá por ello el movimiento europeo “Hacia una Escuela Activa” constituya una vertiente liberal y antiautoritaria sin precedentes, que tuvo una influencia muy importante en dos aspectos centrales del actual paradigma “constructivista”: por una parte, la adopción de nuevas aproximaciones teóricas producidas por las Psicologías del Aprendizaje3 y la apropiación de distintas maneras de acercarse a la Filosofía del Conocimiento, por otra.

2. BASES TEÓRICAS DEL CONSTRUCTIVISMO

Pero el “Constructivismo” no sólo se nutre de las aproximaciones epistemológicas y psicológicas más avanzadas que se desarrollaban en aquella época acerca de los procesos de conocimiento y aprendizaje, respectivamente, sino que también se abastece del pensamiento liberal-antiautoritario producido por las Ciencias Sociales y la nuevas teorías educativas de la segunda mitad del siglo XX. En ese proceso de elaboración conceptual se ubican las obras de Herbert Marcuse, Agnes Heller, Louis Althusser, Antonio Gramsci, así como de las “Pedagogías activas o críticas” entonadas por educadores como Celestin Freinet, María Montessori, Pierre Faure, Anton Makarenko, Octave y Maud Mannoni, Paulo Freire, por citar sólo a algunos.

Sin caer en una posición reduccionista, podemos afirmar que el “Constructivismo” dotó a la Escuela Activa de dos tareas que esta última dejó pendientes durante su proceso de desarrollo: recuperar lo mejor del debate psicológico y epistemológico de su tiempo e incorporar dicho debate a un cuerpo conceptual renovado y consistente.

Me refiero específicamente al proceso en el cual sus precursores principales lograron establecer una conexión singular de cuatro aproximaciones teóricas con orígenes totalmente independientes: 1ª . Una concepción epistemológica que en particular estaba centrada en la evolución intelectual del sujeto cognoscente (la Epistemología Genética); 2ª . Una visión que dota a la Psicología del aprendizaje escolar de un apellido propio: “lo significativo” (David Ausubel); 3ª . Una teoría sobre el pensamiento humano que reconoce la influencia sociocultural en los aprendizajes y del desarrollo intelectual (específicamente en el desarrollo del lenguaje) de los niños (Lev Vigotsky), y 4ª . Las aportaciones de la llamada Ciencia Cognitiva (Jerome Bruner, Robert Posner, Glaser, entre otros) que nutren al constructivismo de un conjunto de conceptos sin precedentes y que otras aproximaciones no generaron (por ejemplo, novedosas incursiones en torno al concepto de esquema mental o la ideas para desarrollar mapas conceptuales).

En síntesis toda esta conexión nos plantea, por fortuna, nuevas rutas de discusión no sólo en el plano del diseño y desarrollo curricular, sino en la revisión crítica de la organización de la escuela como institución dinámica de la sociedad civil, por lo que no podríamos dejar de incluir en el debate las nociones de: “fines” de la educación, selección de contenidos, métodos de enseñanza, evaluación de aprendizajes, perfiles de ingreso y egreso, condiciones ambientales para el aprendizaje, etcétera, a partir de una base epistemológica alternativa.

¿Qué es lo que se construye cuando se habla de “constructivismo”?

La corriente “Constructivista”, en otras palabras, centra en el alumno el rol principal de la “Acción” durante los procesos y episodios de aprendizaje de conocimientos, habilidades y actitudes, mismos que, al visualizarse como procesos complejos, se desarrollan en contextos sociales, históricos y culturales determinados, aunque sus productos se manifiesten en forma individual. Por consiguiente, al constructivismo se le puede identificar como una vertiente del pensamiento que se basa en una teoría psicológica del aprendizaje humano, y que intenta constituirse en un movimiento pedagógico en un sentido más amplio. Y en todo caso, si llegara a tener ese estatus (como movimiento pedagógico), estaría en proceso de transición , puesto que se podría transformar más tarde en un movimiento psicopedagógico más robusto.

Al no contar en sí con un objeto de estudio, sino más bien con premisas derivadas principalmente de las obras de Jean Piaget, Lev Vigotsky, David Ausubel y los precursores de las Ciencias Cognitivas, el “Constructivismo” aporta a los sistemas educativos al menos dos significados centrales porque: 1º. Ofrece pistas importantes para comprender los procesos humanos de creación, producción y reproducción de conocimientos, y 2º. Abre la posibilidad, con base en lo anterior, de desarrollar nuevos enfoques, aplicaciones didácticas y concepciones curriculares en cualquier ámbito de la educación escolarizada, así como una serie de innovaciones importantes dirigidas al corazón mismo de las prácticas educativas, en congruencia con una visión activa de la docencia y los aprendizajes escolares . Todo esto sin el interés de proponer una nueva Pedagogía, sino, en todo caso, de reformular la teoría y la práctica de la educación desde determinadas concepciones psicopedagógicas.

Pero, ¿qué es lo que contribuyó a la consolidación del “Constructivismo”? Al respecto puede haber muchas respuestas. Nosotros creemos que esto se debió principalmente a su precisión conceptual y al desarrollo de un sistema de ideas relativamente bien articuladas. Trataremos de explicar con más detalle estas ideas.

Para esta corriente la categoría de acción constructiva forma parte del núcleo central de su paradigma, lo que significa que el protagonista principal del proceso educativo –como ya se dijo antes– es el alumno; sin embargo, esa construcción se da en un contexto socio histórico, es decir, tiene lugar en un ambiente social en el que se desarrollan intercambios de lenguajes, códigos, imágenes, esquemas, estructuras y significados entre sujetos activos, es decir, individuos que construyen. Dicho en otros términos, se trata de procesos de intercambio donde el sujeto “produce” esquemas de conocimiento junto con otros “constructores”, en una especie de ir y venir entre lo individual y lo social. Pero tal proceso (de construcciones y reconstrucciones), evidentemente y por su analogía con la edificación de obras civiles (pensemos en una casa), requiere de un plano, un mapa, una idea previa, pero sobre todo de una intencionalidad que permita tanto al alumno como al maestro interactuar o ínter organizar la información (Newman, Griffin y Cole, 1998), y recuperarla con la suficiente claridad para comprenderla e incorporarla a los procesos de aprendizaje escolares.

El proyecto constructivista, por lo tanto, demanda que los docentes respondan a preguntas como las siguientes: ¿para qué actuar en un sentido constructivo? ¿cómo desarrollar la acción constructiva? ¿En qué contextos se puede favorecer o no el proceso constructivo? En resumen, deben de dar cuenta de la siguiente cuestión: ¿qué rol guardan los agentes escolares con relación a los fines de la educación cuando se aborda el aprendizaje en términos de actividades constructoras?

Desglosaremos a continuación los conceptos de Acción e Interacción, a efecto de discutir algunas ideas específicas relacionadas con estas cuestiones.

3. ¿CÓMO SE DA LA CONSTRUCCIÓN DE ESQUEMAS?: LAS NOCIONES DE “ACCIÓN” E “INTERACCIÓN”

A juicio de Miguel Ángel Martínez (1999), estudioso de la obra de Lev Vigotsky… “La actividad inicial y básica (en el ser humano) es la (actividad) externa, objetal, sensorial, práctica, de la que se deriva la actividad interna psíquica, de la conciencia individual…” Y prosigue… “La actividad está determinada por las formas de producción de las condiciones de vida. Su característica constitutiva es su orientación hacia el objeto, así como las propiedades y relaciones que lo definen”.

A partir de esas premisas y para entrar en más detalle, a lo largo de las siguientes páginas revisaremos cuatro ideas centrales relativas a las nociones de Acción e Interacción, como conceptos medulares que sirven de base teórica a la corriente Constructivista:

Concepto de actividad. En primer lugar, es conveniente desentrañar el concepto de “Actividad” en contextos de aprendizaje. Davidov (1988, citado por Martínez op. cit.) al respecto señala que: “…El objeto de la actividad se nos presenta de dos formas: primero en su existencia independiente, real que captura la atención del sujeto y segundo, como imagen del objeto, como reflejo psíquico de su propiedad que se realiza como resultado de la actividad del sujeto. De este modo, cabe preguntar: ¿qué es lo que dirige la actividad del sujeto? El objeto primero y después la imagen del mismo, como producto subjetivo de la actividad que lleva consigo el contenido objetal. La imagen constituye en esencia el resultado de la prueba de existencia del objeto mismo.

La imagen en cierta forma, absorbe el sistema de relaciones objetivas y propiedades circunstanciales en las que se halla inmerso el objeto”. Un mito que prevalece entre la comunidad académica, sobre todo de la educación básica en general, es creer que la interacción entre el niño y un conjunto de materiales concretos es la garantía del aprendizaje “activo” y significativo. Se considera, en esa lógica, que toda actividad desarrollada en la escuela con “objetos” concretos es suficiente para asegurar el aprendizaje en cualquier área o dominio. En efecto se podría aceptar tal premisa, siempre y cuando el educador tome en cuenta los procesos de producción de las representaciones que los niños “construyen” sobre tales “objetos” de conocimiento (esto es lo que Davidov llama “Imágenes”).

De acuerdo con Vigotsky (citado por Pozo, 1994), “los instrumentos de mediación, incluidos los signos, los proporciona la cultura, el medio social. Pero la adquisición de los signos no consiste sólo en tomarlos del mundo social externo, sino que es necesario interiorizarlos, lo cual exige una serie de transformaciones o procesos psicológicos… Vigotsky –dice Pozo-, rechaza la explicación asociacionista según la cual los significados están en la realidad y sólo es necesario abstraerlos por procedimientos inductivos. Pero su posición se distancia también de la de Piaget quien defiende el acceso a la simbolización a través de las acciones sensorio motoras individuales del niño. Para Vigotsky los significados provienen del medio social externo, pero deben ser asimilados o interiorizados por cada niño concreto”.

La idea de Vigotsky –según Pozo- “coincide con la de Piaget al considerar que los signos se elaboran en interacción con el ambiente, pero, en el caso de Piaget, ese ambiente está compuesto únicamente por objetos, algunos de los cuales son objetos sociales, mientras que, para Vigotsky está compuesto de objetos y de personas que median en la interacción del niño con los objetos” (p. 196). Por eso… “el vector del desarrollo y del aprendizaje iría desde el exterior del sujeto al interior… sería un proceso de internalización o transformación de las acciones externas, sociales, en acciones internas, psicológicas”… La idea vigoskiana, “aunque más próxima a la idea constructivista de Piaget, incorpora también, de un modo claro y explícito la influencia del medio social” (en el entendido de que se trata de una doble formación). Para él, el sujeto ni imita los significados –como sería el caso del conductismo- ni los construye como en Piaget, sino que literalmente los reconstruye” (p. 197)

Distinción entre actividad, acción y operación. Según Martínez (op. cit.) “La actividad del sujeto parte de una necesidad, de una carencia del objeto por parte del individuo. Pero para ello es condición esencial que el objeto haya tenido y tenga su existencia propia en la realidad exterior. A partir de ese hecho se generan ciertas acciones que obedecen a determinados motivos, los cuales a su vez, se vinculan con los fines de la actividad misma. En este sentido, la actividad es acción con finalidad. Si la actividad pierde su motivo, puede transformarse en acción y ésta si se modifica su finalidad puede convertirse en operación”.

De ahí que sea fundamental distinguir estas tres categorías en todo intento de reforma de planes y programas, puesto que la concepción que sirva de base para emprender el cambio, no sólo dará la orientación que tenga el nuevo proyecto curricular, sino el significado que ocupan esas categorías en el desarrollo de las prácticas educativas prescritas.

Relación entre acción con finalidad y significado. Por su parte, Leontiev, (1984, citado por Martínez op. cit.) considera que… “Los actos a través de los cuales designamos nuestra percepción del objeto (imágenes) constituyen el contenido del significado lingüístico. Detrás de los significados se ocultan los procedimientos de acción elaborados socialmente, es decir, las operaciones según esta teoría, en cuyo proceso las personas conocen y modifican la realidad objetiva. En los significados está representada la forma ideal de existencia del mundo objetal, de sus propiedades, vínculos y relaciones, puestos al descubierto por la práctica social conjunta”. Y concluye: “El principal problema (de una Psicología del Aprendizaje) es explicar cómo la interiorización de esta actividad práctica, que en un principio es social, pasa a ser apropiada por el individuo. Si examinamos cuidadosamente la categoría de actividad (acción con finalidad) veremos que ésta se caracteriza por una estructura y por una dinámica que adopta diferentes tipos y formas… Pero lo más importante es que no existe fuera de las relaciones sociales que establecemos con otros seres humanos”.

“Lo que es importante recuperar aquí es la noción de que el concepto de actividad está ligado con la afirmación de su carácter objetal: aquello a lo que está dirigido el acto (…) es decir, como algo con lo que el ser vivo se relaciona, con el objeto de su actividad, sea esta externa o interna. Así, desde este enfoque el sujeto interacciona activa y realmente con el objeto, lo busca, lo prueba y lo encuentra de una manera parcial y selectiva”. (Davidov, 1988, p. 28, citado por Martínez op.cit.)

En otras palabras, la estructura psicológica de la actividad está constituida por: 1) la necesidad del sujeto de alcanzar dicho objeto para satisfacer esa carencia, lo que se convierte en el motivo y luego en la finalidad de la actividad. 2) la unidad entre la finalidad de determinada acción y las condiciones que deben darse para el logro de la misma: la tarea. Dentro de este esquema tienen lugar las siguientes transformaciones: la actividad hacia la acción con finalidad, la acción como operación (pragmática), la operación con respecto a la motivación (interés) y la motivación con respecto a la finalidad (unidad entre intereses y objetivos), esto sin dejar de considerar ciertas condiciones ambientales y sociales.

Actividad y comunicación. Martínez (op. cit.) señala que “…En la acción dirigida a metas y mediada por instrumentos, se reflejan las funciones psicológicas y las relaciones existentes entre ellas. Se expresan los signos, los significados y encontramos otras manifestaciones semióticas. Además, la acción dirigida a metas implica al individuo en comunicación con otros agentes de su medio. Es decir, en ella se reflejan formas de comportamiento que se organizan y que son definidas de una manera cultural, en función de los patrones aceptados en el grupo social al que se pertenece, los cuales se adquieren a través de la interacción que mantienen sus miembros”.

En este contexto creemos que una teoría psicológica que se considere sólida para explicar los procesos de aprendizaje, debe tomar en cuenta: 1º. A los agentes y las acciones que éstos dirijan hacia ciertas metas con propósitos definidos; 2º. El escenario en donde se desarrollan tales acciones y 3º. Los fines que los motivan, así como los instrumentos que utilizan para la comunicación. En nuestro contexto cultural encontramos escenarios que propician su estudio de una manera global, tales como la escuela, los ambientes laborales y la comunidad en general.

La escuela se caracteriza por propiciar entre sus miembros formas de pensamiento que han sido aceptados por un grupo cultural, constituyéndose de ese modo en una de las principales instituciones que dota de nuevas formas de enfrentar los problemas a través del desarrollo de artefactos culturales comunes. Además, en el contexto escolar se genera la actividad de estudio que como la del juego y la actividad laboral (productivas todas en uno u otro sentido), constituyen claros ejemplos de actividad integral del sujeto en todas sus formas y tipos, en sus pasajes y transformaciones mutuas.

Referencias

DÍAZ-BARRIGA ARCEO, FRIDA y GERARDO HERNÁNDEZ ROJAS (1998) Estrategias Docentes para un Aprendizaje Significativo. Ver capítulo sobre “Constructivismo y Aprendizaje Significativo”.

McGraw Hill. GLAZMAN, Raquel y cols. (1984) “Corrientes psicológicas y currículum», Revista Foro Universitario, STUNAM, No. 44, año 4.

MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, Miguel Ángel (1999) “El enfoque sociocultural en el estudio del desarrollo y la educación”. Escuela Nacional de Estudios Profesionales, Campus Iztacala. Universidad Nacional Autónoma de México. Artículo publicado en la Revista Electrónica de Investigación Educativa. UABC. México.

POZO, Juan Ignacio (1994) Teorías cognitivas del aprendizaje. Morata. Madrid. (Tercera edición).

Fuente: file:///C:/Users/Rosmely%20Hernandez/Downloads/630Miranda.PDF

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