El oficio de educar en contextos vulnerables

Por: María de los Ángeles Mena

A nadie le escapa que estamos atravesando un momento histórico de retrocesos en materia de derechos conquistados. Y hablamos no sólo de los derechos de la ciudadanía en general sino particularmente de los trabajadores, y de los trabajadores y trabajadoras de la educación. Sólo por mencionar un ejemplo y de gravísimas consecuencias para el colectivo docente y para el conjunto de la población, la negación de la paritaria nacional como herramienta para discutir y acordar política educativa, además de un piso que garantice la justicia salarial en todas las jurisdicciones del país, poniendo en jaque la organización del sistema educativo nacional sobre bases democráticas y participativas.

El desconocimiento de los trabajadores de la educación como sujetos de derechos implica un retroceso que, además de ubicarlos en un lugar vulnerable socialmente, genera desentendimiento por parte del Estado de las responsabilidades que le competen; en particular en la garantía de seguridad para quienes llevan adelante el trabajo docente, en medio de situaciones sociales cada vez más difíciles.

Los docentes se han constituido históricamente en sujetos claves para el sistema de protección integral de derechos de niñas, niños y adolescentes. Han garantizado derechos básicos en todas las épocas, incluso aquellos que exceden a la tarea pedagógica. La cercanía cotidiana con la población infantojuvenil los ubica en un lugar que les posibilita no sólo hacerles conocer sus derechos, garantizados en los tratados internacionales a los que adherimos constitucionalmente, como la Convención Internacional de los Derechos del Niño, sino también acompañar su ejercicio y en esos procesos reconocer cuando los mismos se ven vulnerados.

En la labor que se lleva adelante en las aulas los docentes son los primeros, muchas veces, en escuchar relatos que ponen en evidencia el incumplimiento de las garantías de derechos por parte del Estado o de los adultos responsables de niñxs y adolescentes. A veces son los mismos adultos quienes recurren a la institución escolar buscando resolver o atender problemas que sobrepasan las posibilidades de actuación del colectivo docente. Aun así los mismos se encuentran ahí y el aula, como la escuela, son espacios donde el abrazo y la contención alivian, en parte, los padecimientos sociales de quienes las habitan. Tarea quijotesca en tiempos en que lo que se torna hegemónico es la fragmentación del lazo social, la competencia, la construcción de la otredad en términos dicotómicos e irreconciliables, dificultando un reconocimiento de la pluralidad de voces y miradas necesarias como base para el diálogo social.

Estos climas epocales obturan procesos de encuentro, de por sí sinuosos, que permitan ambientes propicios para el trabajo con el conocimiento y la pluralidad de saberes, y que pueden potenciarse en el espacio escolar. Los docentes son muchas veces responsabilizados por todo lo que en la escuela acontece, sin poder comprender que esos emergentes expresan la historia social colectiva de la que la escuela es también parte.

Esa trama social en que la escuela se inscribe, se constituye en pieza clave de las condiciones laborales docentes. Pretender que la docencia por sí sola enfrente situaciones que se han constituido estructurales como el narcotráfico es de una irresponsabilidad política más que preocupante. La infancia y adolescencia atrapadas en circuitos delictivos de ese tenor no es responsabilidad exclusiva de la docencia. Asistimos cotidianamente a las instituciones educativas sabiendo que nuestrxs alumnxs cuando traspasan la puerta lo hacen con la historia singular inscripta en lo social desde los lugares menos apropiados para aprender. Cada día llegan a las aulas portando, no sólo una mochila con útiles (cuando los tienen) sino con los dolores propios de hogares que hacen lo que pueden, y con realidades sociales donde el narcomenudeo es parte del circuito económico que se entrelaza con la trata de personas, la violencia patriarcal expresada en abusos de todo tipo, desde el sexual infantil hasta el femicidio.

Condiciones laborales

Un crimen en el barrio o en la puerta de una escuela da por tierra con el trabajo laborioso de meses y años por sostener a las instituciones educativas como lugares de inclusión social y garantía de derechos, fundamentalmente de los derechos a enseñar y aprender. Cada vez más escuchamos a compañerxs docentes relatar las condiciones de deterioro social en que tratan de defender la importancia del oficio docente. Las batallas diarias para acercar a niñxs y jóvenes al aula, y la lucha por conseguir que sus almnxs aprendan y se les garantice el derecho a la educación. En este sentido resultan preocupantes, por un lado, la idea de que las instituciones educativas tal como están son obsoletas y, al mismo tiempo, discursos que apelan al retorno de la figura magisterial ligada a la tarea materna. Una nostalgia peligrosa que ubica el reconocimiento de la tarea docente en tanto trabajador de la educación como un obstáculo para que la maestra «aloje» a lxs niñxs y adolescentes cuando su familia no ha podido hacerlo, «como lo hacían antes cuando se comprendían como la segunda mamá».

La tarea pedagógica sólo es posible cuando está mediada por el afecto, cuando tanto lxs niñxs son reconocidos como sujetxs, queridxs y respetadxs, como cuando lxs docentes se sienten de la misma manera no sólo en relación a sus alumnxs sino en relación a sus compañerxs y autoridades. Pero la escuela no es una isla, en ella se reproducen relaciones sociales de desigualdad tanto como se las trata de revertir. También allí se expresan modos relacionales y vinculares que la trascienden, y con esto no estamos repitiendo la conocida idea de que «lo que no se aprende en casa en la escuela no se puede». sino expresando que hay relaciones sociales que determinan, en parte, los modos vinculares tanto fuera como dentro de la escuela, y que afectan de la misma manera a docentes y familias. Es clave fortalecer esta «alianza» entre adultos que permita ir tejiendo redes de contención y trabajo con las nuevas generaciones: «Bienvenirlos»; así como permitirnos entre los adultos generar espacios de diálogo que legitimen nuestras prácticas pedagógicas en sentido amplio, de modo tal que niñxs y jóvenes encuentren sentido al habitar diferentes espacios educativos. Sólo es posible cuando el Estado lleva adelante políticas basadas en realidades concretas, generadas desde el respeto a lxs trabajadorxs que portan un conocimiento valioso y único de los lugares dónde desarrollan sus tareas.

La confrontación entre padres y docentes es una trampa mortal para el desarrollo de cualquier actividad pedagógica. Deslegitimar a unxs y a otrxs solo conlleva un mayor sufrimiento subjetivo tanto para lxs adultxs como para niñxs y jóvenes. Una tarea indispensable en este sentido es desmontar aquellos enfoques del «problema social» que ubican a padres y/o docentes como responsables de los que ocurre con niñxs y jóvenes cuando hay una organización social que sólo considera a lxs sujetxs sociales como clientes y/o consumidores.

Es imperioso que el Estado reconozca y escuche los padecimientos que atraviesan a diario las vidas de niñas, niños y adolescentes y sus docentes y genere políticas que enfrenten lo que muchas veces quienes hacen la escuela cotidianamente realizan en soledad. Los que asumen la responsabilidad de gobierno tienen el deber de planificar acciones articuladas entre los distintos estamentos y áreas del Estado, potenciando las posibilidades de transformación que los sujetos sociales portan y las y los trabajadores de la educación toman como desafío cada día que traspasan la puerta de la escuela.

Fuente: https://www.lacapital.com.ar/educacion/el-oficio-educar-contextos-vulnerables-n1566222.html

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Las jóvenes argentinas que quieren «cambiar el mundo» a través de la educación en contextos vulnerables

22 octubre 2017/Fuente: lanacionAutor: Stephanie Chernov

Son graduadas universitarias y participan de Enseñá x Argentina, un programa que promueve la incorporación de jóvenes profesionales en comunidades educativas postergadas

Lucía Hermelo y Lourdes Ollivier son dos jóvenes profesionales que «quieren cambiar el mundo» a través de la educación. Así se presentan en el primer minuto de diálogo con LA NACION, sentadas en el despacho de Omar Brandan, el director de la Escuela de Educación Secundaria Técnica Número 1 de Vicente López. Tienen 30 y 28 años y hace 9 meses participan del programa de Enseñá x Argentina, una ONG que promueve el trabajo colaborativo entre docentes y graduados universitarios con el objetivo de mejorar la calidad educativa en escuelas de contextos vulnerables de Buenos Aires, Córdoba, Salta y Jujuy.

«Me uní al programa para cambiar el mundo y los estudiantes me enseñan todos los días que ellos son los que lo van a cambiar», dice Lucía Hermelo, que es abogada, estudió Comunicación Social y ahora cursa el Profesorado en Educación Media y Superior en la Universidad del Salvador con una beca de la fundación. Lucía y Lourdes dedican quince horas de sus semanas al voluntariado en la escuela técnica de Vicente López y cinco horas a un proyecto institucional anual que desarrollaron luego de hacer un relevamiento del estado de la educación en el colegio. «Hicimos encuestas a todo el personal e identificamos distintas situaciones a tratar durante el año, entre las cuales la convivencia y la comunicación eran una de las más requeridas. En base a eso planificamos talleres con la idea de que sea un espacio seguro y de que nadie se quede afuera», explica Hermelo.

La fundación le acercó la propuesta a la institución a fines del año pasado y concretaron una reunión con el personal del colegio para ofrecer el trabajo en conjunto con las PExAs (Profesionales de Enseñá x Argentina). «El objetivo estaba claro: que los chicos se sientan más contenidos y más acompañados en el aula con el fin último de mejorar el rendimiento y redefinir el paradigma de enseñanza de acá a dos años», dice Omar Brandan, director y docente. Enseguida algunos docentes de materias como geografía, matemática y electrónica se mostraron interesados y en marzo de este año conocieron a Lourdes y a Lucía, que durante dos años serían sus «parejas» pedagógicas en las aulas.

Sobre el trabajo colaborativo, ambas resaltan que las recibieron con los brazos abiertos y se sintieron muy cómodas desde el inicio: «Que nos reciban en sus aulas es un gesto de humildad enorme y nosotras nos fuimos adaptando a la necesidad de cada docente anfitrión y de cada curso», relata Hermelo, al tiempo que Ollivier destaca la retroalimentación positiva entre ella y su pareja.

Una de las mayores preocupaciones era cómo las recibirían los alumnos. «Los chicos lo naturalizan por completo, tienen la posibilidad de tener dos ‘profes’ y eso es algo muy rico para ellos. Si tienen alguna duda y una está explicando la otra está disponible», afirma con convicción Ollivier, que es licenciada en psicopedagogía. Al principio fue una cooperación más accesoria, ligada a tareas de asistencia: «Una de las primeras clases me causó mucha gracia porque una de las chicas estaba sosteniendo un mapa de la Argentina. Su primera función fue de perchero más o menos», bromea Brandan, y afirma, ahora serio, que los primeros resultados se vieron en la modalidad de enseñanza.

A medida que transcurrió el tiempo, el vínculo entre las nuevas docentes con los demás integrantes del aula se fue fortaleciendo. Observaron el trabajo de su pareja, aprendieron los nombres de cada uno de los estudiantes, los conocieron en profundidad y empezaron a intervenir en la dinámica de la clase. «El 70% de las aulas tienen equipos multimedia. El recurso está, pero muchas veces el docente no tiene el tiempo ni la experiencia necesaria para usarlo y la incorporación de las chicas fue muy valiosa en este sentido, porque han colaborado mucho en la preparación del material, asistencia en el aula y el trabajo en equipo», indica Brandan.

Walter Suszynski, un alumno de sexto año de la escuela, cuenta en diálogo con LA NACION que la incorporación de las chicas lo ayudó a mejorar en las dinámicas grupales: «Es bueno tener a alguien formado de esa manera para que te ayude a mejorar, que te anime y que te enseñe a trabajar en grupo en la escuela».

«Yo el cambio lo noté sobre todo en las habilidades socioemocionales que intentamos trabajar. Al ser una escuela técnica hacemos esfuerzo en esa otra pata, que el día de mañana les van a servir no sólo en la escuela, sino para la vida misma», relata Hermelo con los ojos entrecerrados por su sonrisa. «Ellos mismos notan el cambio y enseguida lo quieren dar a conocer; es hermoso para el poquito tiempo que llevamos en la escuela», continúa.

Ollivier hace hincapié en la evolución que hicieron los chicos desde que empezó a trabajar con ellos: «Si uno los motiva y les muestra que el camino es por el esfuerzo realmente hacen un cambio y poder dedicarse a cada uno de los chicos en particular es lo más rico», cuenta, a la vez que opina que «si uno busca un motor de cambio tiene que empezar por la educación».

Abren las búsquedas de voluntarios para 2018

Hace unos días, la fundación anunció que comenzó el proceso de reclutamiento de jóvenes profesionales que, como Lucía y Lourdes, quieran contribuir en mejorar la problemática educativa argentina. El plazo de inscripción finalizará cerca de fin de año y tienen como objetivo sumar a 20 profesionales en CABA, 20 en Córdoba, 8 en Salta y 10 en Jujuy.

Al comenzar el programa, en enero de 2018, realizarán una capacitación de un mes que los prepara para estar en el aula y, además, recibirán una beca total para cursar un profesorado en enseñanza media y superior y encuentros de formación especialmente diseñados por la organización. Durante todo el programa serán acompañados por un tutor que los guía en su crecimiento y los ayudará en la reflexión de sus prácticas dentro de las escuelas.

Sobre el final de la charla, Lucía y Lourdes concluyen sobre la experiencia. «Es un desafío constante y requiere mucho esfuerzo pero lo que te devuelve la experiencia vale la pena. No sólo te encauza en tu vocación, sino que te enseña valores que te marcan para el resto de la vida», dice Lucía, mientras Lourdes la mira con aprobación.

Los interesados podrán inscribirse a través de su página web o contactándose al e-mail:quieroserpexa@ensenaporargentina.org .

 

Fuente de la noticia: http://www.lanacion.com.ar/2073111-las-jovenes-argentinas-que-quieren-cambiar-el-mundo-a-traves-de-la-educacion-en-contextos-vulnerables

Fuente de la imagen:http://bucket2.glanacion.com/anexos/fotos/14/educacion-2552514w620.jp

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