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Entrevista a Claudia Korol, educadora popular “El patriarcado desató una guerra contra las mujeres y la respuesta espontánea fue el Ni Una Menos»

 Por: Francisco Parra

Feminista, marxista y anticolonialista. Esos son los tres ejes en que gira el ideario político de la activista trasandina. En entrevista con El Desconcierto, Korol repasa la actualidad del movimiento feminista y las luchas de los pueblos en América Latina. «El Ni Una Menos lo pongo al mismo nivel de lo que fue el Nunca Más para nuestros pueblos», opina.

De toque a toque. Así eran las fiestas que recuerda Claudia Korol en Chile. Entraban antes del toque de queda y salían después. Eran los años ’80 y, en plena dictadura militar, Claudia llegó al país como dirigenta estudiantil universitaria, con las brigadas de trabajo voluntario. Conoció de cerca la lucha contra ese régimen. Tanto, que terminó escribiendo un libro llamado “Rebelión”.

“El libro trata de ser un aporte chiquito a la rebelión chilena. Nos involucramos mucho en esa historia de la juventud que estaba pensando concretamente en derrocar a la dictadura a partir de la lucha del Frente Patriótico, el MIR, el Lautaro, las distintas organizaciones”, comenta.

Claudia habla casi siempre en plural. Militante, activista, feminista. Se presenta como educadora popular y miembro de la organización Pañuelos en Rebeldía, colectivo que trabaja en la formación desde una pedagogía feminista, descolonizadora y anticapitalista.

Su trabajo es reconocido en todo el continente por lograr esa conjunción que pareciera algo extraña, pero que ella hace sonar simple. Desde la experiencia del trabajo en concreto, desde los cuerpos oprimidos de las mujeres, los territorios saqueados, la explotación. El debate, dice, no es teórico.

Claudia Korol fue una de las invitadas estelares al Seminario “Proyectos revolucionarios en América Latina: Una mirada desde el feminismo”, organizado por la Marcha Mundial de las Mujeres, un colectivo que agrupa a organizaciones feministas a lo largo del mundo.

En entrevista con El Desconcierto, repasa su amplia relación con Chile, su amistad con Gladys Marín, el Ni Una Menos, la actualidad del movimiento feminista y las luchas de los pueblos en América Latina. Hábil conversadora y de fácil risa, los ejes de un proyecto socialista, feminista y anticolonial parecen ordenar sus palabras, su pensamiento y su vida.

Su amiga Gladys

“Yo soy parte de una generación que nació en la lucha política con Chile. Era muy joven, en mis primeras nociones de militancia en el colegio secundario se había iniciado el gobierno de la Unidad Popular en Chile. Las campañas de alfabetización, la reforma agraria, la nacionalización del cobre, soñábamos con venir para eso. Y en eso vino el golpe, que fue muy duro, no solo en términos de represión, sino en frustración para nuestros sueños. Por eso digo que es una generación que nació con Chile y con el golpe, es una marca muy fuerte”, afirma.

– Y después vinieron los golpes en los otros países de América Latina…

– Y ahora que hay tantos golpes en América Latina… tenemos más experiencias en golpes que en revoluciones jaja. Hemos vivido revoluciones, pero la marca de nacimiento fue el golpe de Chile. Cantábamos en Argentina que íbamos a cruzar la cordillera para estar con el pueblo chileno, nuestro deseo era estar acá. En los ’80 vinimos con las brigadas de trabajo voluntario al sur, estuvimos con el pueblo mapuche y los estudiantes. Después volvimos cuando fue el terremoto. La solidaridad era con los afectados y las organizaciones chilenas que luchaban contra la dictadura, soñando y peleando por la rebelión popular.

– ¿Qué es lo que más recuerdas de esa época?

– Cada vez que vengo me emociona, porque fue un momento intenso de vínculo. La primera vez estuve con el pueblo mapuche y sus comunidades amenazadas por la presencia de los pacos y la represión. Aprendí mucho de su capacidad de enfrentamiento y resistencia, claro que como yo era la extranjera me mandaban al frente para poner la cara cuando venían los medios jaja. Muchos años después, cuando volví, muchos compas me lo recordaron, se dieron lazos de convivencia muy fuerte, lazos fraternales en condiciones que pensabas que todos los días podrías perder la vida, una cuestión cotidiana con el pueblo mapuche. Después estuve bastante en Valparaíso, me acuerdo mucho de las fiestas.

– ¿Cómo eran esas?

–Las de toque a toque, entrábamos antes del toque de queda y salíamos después jaja. La idea de que eramos jóvenes no se había perdido, la alegría, la idea de la fiesta, de hacer de las cosas.

– Te relacionaste mucho con esa resistencia activa a la dictadura. Después otra cosa fue cómo se gestó la vuelta a la democracia y cómo siguió, lejos de eso.

– Totalmente. En realidad mi entusiasmo fue la experiencia de la juventud que se radicalizó, se organizó. Los niveles de confrontación eran importantes y tengo recuerdos intensos que siempre me acompañaron para pensar la capacidad de resistencia organizada de los pueblos, aún en condiciones tan difíciles. Hoy le contaba a una compañera que yo estaba en Santiago cuando fue el tema de los degollados. Alcancé a estar en el cementerio, a Manuel (Guerrero) lo escuché de niñito hablar, exigiendo el derecho de los niños a tener padres, algo que me quedó muy grabado. También cuando fue la inmolación de Sebastián Acevedo… es que siempre pasaba algo acá. En la Argentina no se habían desarrollado organizaciones con esa capacidad de resistencia. Hubo otras, pero la idea de derrocar a la tiranía de ese modo, de la insurrección, el levantamiento armado, esas perspectivas no se habían desarrollado. Era una apuesta súper importante que hacía la juventud chilena. Sabía que habían partidos y organizaciones atrás, pero quienes fundamentalmente salieron a poner el cuerpo fueron los y las jóvenes. De ahí nos expulsaron del país y volví cuando fue el lanzamiento de la candidatura presidencial de Gladys Marín.

– Fueron amigas con Gladys. Me imagino grandes debates entre ustedes…

– Fue parte de nuestra amistad poder discutir con mucho respeto y apasionadamente a la vez, por cómo éramos las dos jaja. Fue muy fuerte e intensa la relación. Cuando ella lanzó la candidatura estuve en la fiesta de los abrazos. Después me invitó al lanzamiento en el sur y, como yo había estado antes, fue muy lindo volver. Hubo debate con las organizaciones mapuche que no apoyaban la candidatura, por eso digo que ella tenía capacidad para dialogar. Todos explicaron su estrategia, de porqué unos le apostaban a las elecciones y otros no, con las posiciones de autonomía de los colectivos. Fue un debate de dos días súper interesante. Estuve varias veces con ella acá y en Argentina y de ahí sale otro libro, el de conversaciones con Gladys Marín.

– ¿Y cómo ves la figura de Gladys para la izquierda en Chile? Además de no haber muchos liderazgos femeninos, ella incorporó al mundo de la diversidad sexual que no tenía cabida hasta entonces.

– Los recuerdos que tengo de los 11 de septiembre en Chile son con Gladys y Pedro. Íbamos a la marcha, nos comíamos los gases en el cementerio y después íbamos a la casa de Gladys. Su amistad con Pedro fue fundamental para que ella cambiara y que él se sintiera querido y protegido en su identidad política. Muchos compañeros no lo querían a él por esa homofobia. Gladys abrió un camino porque sabía escuchar mucho y se dejaba interpelar. Dialogamos un montón de temas del feminismo y desde su experiencia de vida ella se dejó atravesar por esas reflexiones. Además se enfrentó a un partido patriarcal, eso lo sabía, no había que contarle de las resistencias que tenía que enfrentar una mujer en una organización política. Ella se adelantó en varias cosas al partido y su tiempo y nos abrió camino. Se puso con toda la voluntad para hacer las revoluciones que queríamos.

Guerra al patriarcado

– Ante esta aparición masiva del Ni Una Menos, ¿qué posibilidades crees que abre para el movimiento feminista?

– Es una gran oportunidad, nosotras lo llamamos una rebelión anti patriarcal, aunque en verdad es una rebelión contra los femicidios. Lo que llevó al Ni Una Menos es un miedo a la muerte. De parte de las mujeres, que decimos ya basta de matarnos e incluso de algunos varones que dicen qué pasa que de pronto te pueden matar o desaparecer a tu novia, tu hija, tu hermana. El patriarcado desató una guerra contra las mujeres y la respuesta espontánea fue el Ni Una Menos. Ahora, así como nació de la nada puede volver a la nada si no se construye, pero nos abrió muchas posibilidades. Ya lo que hizo es importante, visibilizar la violencia patriarcal y acercar el feminismo, aunque sea instintivamente, a una generación. El Ni Una Menos lo pongo al mismo nivel de lo que fue el Nunca Más para nuestros pueblos.

– Como se rechazó a la dictadura en Argentina…

– Sí. Ni Una Menos dialoga con el Nunca Más porque son la búsqueda para ponerle freno a la muerte y a la impunidad de los agresores. Nos desafía a repensar las nuevas formas que debemos hacer como feministas. En Argentina tuvimos 31 Encuentros Nacionales de Mujeres hechos previos al de este año, y esos encuentros abrieron la posibilidad del Ni Una Menos. La campaña del derecho al aborto seguro, libre y gratuito también es una campaña de más de 10 años, así como una gran cantidad de campañas de los colectivos feministas. Pero el Ni Una Menos saltó todo y al mismo tiempo nos involucró a todas. El desafío ahora es cómo dar pistas organizativas, que no lo amarren tampoco tanto, porque a veces en la idea de querer tener todo controlado podés matar la espontaneidad. Que el movimiento siga, pero con cuestiones concretas.

– ¿Cómo se traduce eso?

 – No en una capitalización política, sino en que las compañeras se sientan movilizadas y estimuladas a hacer denuncias que antes no hacían. Ellas tienen que tener respuesta y esa respuesta requiere organización, porque hay que acompañarla al juzgado, al tribunal. Ahí es donde hay que jugar, no en una disputa de quién figura, sino quién acompaña a las que se animan a dar ese paso.

– Pero el intento de figurar existe. El mismo Macri se sacó fotos con un cartel de Ni Una Menos. Acá se iluminó La Moneda con la consigna para la última marcha.

 – Nosotras no nos desesperamos por eso, aunque algunas compañeras sí jaja. Ya después de la segunda marcha que Macri ni sus funcionarios se aparecen, porque si van la pasan mal. Ahí hay que decir: “Bueno, si estos tipos se quieren aprovechar vamos a intentar que no lo hagan, vamos a decirle todo lo que hacen mal si se aparecen”. Ahora, la disputa no es mediática. Lo fundamental es que no haya frustración en los casos concretos de las vidas concretas de las mujeres o travestis concretas que están sufriendo violencias y que pueden ser asesinadas. Ponemos el ojo en cómo concretar esa lucha por la vida y la justicia. Ahora tenemos el 32° Encuentro Nacional de Mujeres en el Chaco, donde hay una chica desaparecida, Mayra Benítez, y al gobernador, que también dice Ni Una Menos, le decimos que queremos que Mayra esté en el Encuentro, con vida. ¿Y qué hacés vos para traerla, para desarticular las redes de trata en tu provincia? Es decir, es buscarle esa vuelta que ni siquiera es discursiva, es concreta, necesitamos que aparezca Mayra. Ese tipo de acciones nos va a permitir superar esa disputa.

– ¿Cómo debe relacionarse con los distintos feminismos, ya sea institucional, de ONG, etc? Pienso, por ejemplo, en el aborto en tres causales en Chile, gran avance para el país, pero todavía mínimo en cuanto al porcentaje de mujeres que abortan.

 – Nosotras nos definimos dentro de la corriente del feminismo popular, pero lo que intentamos es no matarnos con otras corrientes feministas sino ver en qué podemos avanzar juntas y, en lo que no, discutir, debatir, polemizar, pensar cómo empujar más fuerte. Pienso que, y nos pasa a las izquierdas en general, como que les exigimos a otros cosas que nosotros no estamos en condiciones de garantizar. Tenemos que empujar todo lo que podamos, sabiendo que todas las libertades no se van a dar dentro del capitalismo. Muchas corrientes del feminismo son burguesas, que buscan un espacio dentro de la institucionalidad burguesa y no están preocupadas por destruir esa institucionalidad. Nosotras, con esto que te decía de acompañar a esta chica, a esta familia, lo hacemos sabiendo que vamos a chocar con los límites de este sistema político, cultural, económico, social que hay que derrumbar si es que queremos realmente pensar en la pacificación de la vida de las mujeres. ¿Cómo terminamos con la guerra contra las mujeres? El capitalismo, el patriarcado y el colonialismo la van a seguir realizando. ¿Y quiénes son las víctimas de redes de trata y prostitución? Las mujeres pobres, indígenas, migrantes. Ahí hay grandes ganancias del capital. Entender esas relaciones también es decir, bueno, no todas las mujeres que luchan por una ley tal o cual están pensando en las revoluciones que nos faltan en nuestros países.

Sin socialismo no hay feminismo

– Es interesante cómo haces dialogar al feminismo con el anticolonialismo, algo propio de nuestros países en América Latina, y además con el marxismo, una corriente que no se caracteriza precisamente por ser feminista.

– Ahora como que empiezan a haber marxis-mos, feminis-mos y anticolonialis-mos jaja. Yo me reconozco dentro de una vertiente que las asume las tres. El marxismo en la dimensión de la lucha socialista donde, como dicen las campesinas del movimiento sin tierra, sin feminismo no hay socialismo. Nosotras decimos que sin socialismo no hay feminismo, porque la realización de la plena libertad de las mujeres no se puede dar en el marco del capitalismo. Reconociendo nuestras raíces, estamos en un territorio donde el capitalismo y el patriarcado se establecieron a partir de la conquista. La lógica que relaciona el colonialismo, el capitalismo y el patriarcado está entrelazada, es un mismo sistema de múltiples opresiones y, cuando hablamos de los cuerpos concretos de las mujeres, están esas opresiones. Es más que un debate entre teorías, lo relacionamos con una práctica y una experiencia. En la Argentina estamos tan conmocionadas por Santiago Maldonado. Las compañeras del Ni Una Menos están diciendo de hacer una asamblea en El Bolsón, que es donde está el Lof Cushamen, donde desaparecieron a Santiago. Son todas las mismas luchas y somos las feministas las que vamos a ir ahí, pensando que la desaparición tiene que ver con el intento de frenar la lucha del pueblo mapuche, que está recuperando tierras de Benetton y defendiendo el derecho al territorio. Para nosotras feministas, el territorio y el cuerpo son dimensiones de nuestra lucha, entonces nos parece natural estar ahí, como también estar en la carpa de Pepsico con las trabajadoras que ocupan su empresa y están resistiendo las políticas de precarización laboral. No tenemos unos pocos “temas de mujeres”, son todos nuestros temas y ahí es donde se relacionan en la lucha concreta. Si es una lucha anticapitalista porque estamos en Pepsico, nos va a servir el marxismo para analizar qué está pasando en el marco de esta etapa del capitalismo y nos sirve para pensar que las mujeres de Pepsico tienen una realidad particular en relación a los varones. Y así vamos hilando las reflexiones.

– ¿Y qué significa dar esas luchas desde los cuerpos y el territorio?

– Estamos en una guerra contra los cuerpos de las mujeres. Esa guerra nosotras la tenemos que dar en el territorio más que en la propaganda. La campaña hay que hacerla en los medios, pero quienes conocen cómo funciona la red son las mujeres del territorio. Dónde está el tipo o los grupos vinculados a las redes de trata o al narco, cómo juega la policía del territorio en alianza con eso, por dónde las lleva, cuáles son los bares donde funciona. Eso en un territorio se sabe y no se dice por seguridad, por miedo. Tenemos que encontrar un modo para poder recuperar a las pibas que nos desaparecen. Es un trabajo que no da prestigio, no figura y mejor que no lo haga, pero que es necesario. En las escuelas, las maestras o profesoras saben que si las chicas faltan lunes y viernes es que están siendo captadas para alguna de esas redes porque son los días que funcionan. Ese tipo de cosas se conoce cuando hay trabajo territorial, de organización y relación con las mujeres para construir estrategias que hoy más que nada es sobrevivencia, que no nos maten, pero esperamos que sea para vivir y vivir bien.

*

Claudia toma una pausa y vuelve a recordar las fiestas en Valparaíso en los ’80, las de toque a toque. En medio de una conversación tornada trágica, apunta a cómo dar vuelta la situación políticamente. Habla del deseo, de la alegría, de la fiesta.

“Estoy segura de que no hay capacidad de resistencia sin una capacidad de fiesta y alegría, esas fiestas de toque a toque jaja. Lo aprendí acá eso. De verdad, no se sostiene la lucha sobre la base del martirio y el dolor. Muchas veces la captación de jóvenes tiene que ver con desastres familiares que hay. Entonces, que las chicas encuentren sus lugares de construcción de identidad en sus territorios y no que tengan que salir a ser mulas de los narcos. Es un desafío bien importante y grande que tenemos”.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=232079

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Entrevista a Rita Laura Segato: El cuerpo de las mujeres es un lugar en el que se manifiesta el fracaso del Estado.»

Violencia y relaciones de poder
“El cuerpo de las mujeres es un lugar en el que se manifiesta el fracaso del Estado.»

 

Nuria Alabao
www.ctxt.es

 

Entrevista a Rita Laura Segato (Buenos Aires, 1951) es una antropóloga y feminista argentina, profesora de Antropología en la Universidad de Brasilia. Sus trabajos se centran en las nuevas formas de violencia contra las mujeres y las relaciones entre poder y colonialismo.

 

Esta obra parte de una constatación: la violencia contra las mujeres aumenta, se hace mucho más cruel y sistemática allí donde el Estado falla como en Ciudad Juárez –en México en general–, en los países de Centroamérica, u otros “Estados fallidos”. La hipótesis de partida es espectacular: estas nuevas formas de violencia machista son signo de una amplia transformación económica y política, que tiene que ver con el desarrollo de la economía informal y criminal y con la descomposición del Estado como monopolista de la violencia. En este marco, el cuerpo de la mujer se convierte en un soporte en el que se inscriben nuevas formas de dominio y de soberanía.
Se trata por ello de una violencia pública, sistemática, impersonal, en la que grupos criminales y corporaciones establecen una forma de control sobre el territorio que se expresa públicamente a través del sometimiento total del cuerpo de la mujer.
 
La violencia machista genera aquí cierta perplejidad, sobre todo porque rompe con el relato de progreso moral y social de Occidente, según el cual la historia es progresiva y Europa representa algo así como “la cuna de la civilización”. Esta violencia, además, parece aumentar, ¿qué nos dice de nuestras sociedades?
Lo que yo veo muchas veces en las audiencias españolas es que cuando pongo en duda el progreso que resulta de las instituciones del Estado, de la modernidad, la gente reacciona, le duele. Porque es como decir que la apuesta por este camino no ha dado resultados.
El cuerpo de las mujeres es un lugar por excelencia en el que se manifiesta el fracaso del Estado. Estoy leyendo diversos casos españoles para un trabajo que hago con la ONG Mugarik Gabe y me impresiona que son muy duros de aceptar; muertes de mujeres que podrían haber sido evitadas si el Estado hubiera cuidado; condenas a asesinos que deberían haber sido mayores si el Estado velase por la vida de las mujeres. En eso, España, o el mundo occidental, no son diferentes de otros lugares. También aquí las instituciones muestran su falencia para persuadir a los hombres de no violentar la vida de las mujeres. Además existe la situación de la trata de personas –o sea, la esclavitud sexual– que aquí es severa. Entonces, surge la pregunta sobre la forma que pensamos que tenía el progreso. Creo que el tema de género es adecuado para pensar si realmente el camino de la modernidad es el camino del bienestar de las personas, de la garantía de la protección de la vida, especialmente de las mujeres.
¿Entonces, si el Estado en estos casos no ha cuidado de las mujeres, cree que se debería poner el acento en la demanda de mejores soluciones penales? 
No tengo mucha fe en ese tipo de soluciones. El otro día fui a Sudáfrica a una reunión sobre feminismos anticarcelarios. No es algo muy escuchado, pero digamos que algunas feministas nos preocupamos también por la situación de las cárceles y como la cárcel escala la violencia, escala el resentimiento social. Entonces, ¿son las soluciones que el Estado puede dar el tipo de soluciones que necesitamos? ¿O deberíamos ser capaces –sin abandonar ese camino– de pensar en otras formas de transformar la sociedad y las relaciones entre las personas?
Pienso que estamos en tiempo ya de pensar en otros caminos de la propia sociedad. Caminos que tienen que ver con la reconstrucción de lazo allí donde existen jirones de comunidad –como todavía se da ciertamente en España–, reconstrucción de vida relacional, de una comunidad que cuida. Reforzar ese camino traerá soluciones mejores para la protección de las mujeres que las penas de cárcel, que las penas punitivas. Hay que reforzar un ojo vigilante que es el de la propia sociedad.
 
Respecto a los casos extremos de Ciudad Juárez, dice que la violencia contra las mujeres opera como un sistema de comunicación donde el acto violento es expresivo, un mensaje. ¿Qué nos dice ese mensaje?

Es un signo de arbitrio, o sea, de dominio. Da un mensaje de jurisdicción, de control territorial. Quien puede matar mujeres, torturarlas hasta la muerte sabiendo que quedará impune, está pasando un mensaje de dominación a la sociedad, de dueñidad, en un mundo de dueños. Más que de desigualdad, hoy deberíamos hablar de dueñidad porque el grado de concentración de la riqueza es obsceno, el ritmo con que se va concentrando el número de personas que son propietarias de la riqueza es vertiginoso. Entonces, el uso del cuerpo de las mujeres por ejemplo en la trata, la impunidad en el uso del cuerpo de las mujeres es un termómetro de esta dueñidad. Es una manifestación, una expresión, un síntoma de un mundo de dueños.
¿Qué quiere decir con arbitrio?

Arbitrio quiere decir capricho, que a mí se me ocurra que esa persona se muera y se muere. Arbitrio es discrecionalidad en términos del derecho. O sea, tengo el poder de decidir sobre la vida y la muerte y este es uno de los síntomas de la época, que se manifiesta en lo que nos pasa a las mujeres.

¿Y por qué específicamente contra las mujeres? 

Hay muchas razones. Una vez en una reunión en Colombia me preguntaron cómo terminar con la extrema violencia hacia las mujeres que se da en ese territorio y yo dije: desmontando el mandato de masculinidad. El mandato de masculinidad es un mandato de violencia, de dominación, el sujeto masculino tiene que construir su potencia y espectacularizarla a los ojos de los otros. O sea, la estructura de la masculinidad, la estructura de género, la estructura del patriarcado son análogas a la estructura machista. Son como el guante a la mano. El mandato de masculinidad le dice al hombre que espectacularice su potencia ante los niños, ante los compañeros, ante los primos, ante los hermanos, delante de los ojos del padre, en sociedad. Eso pasa después a la guerra, pasa a las formas violentas que se están dispersando en la sociedad y que están creciendo, por ejemplo el bullying. Porque la expansión del bullying significa eso.
¿Cómo está relacionado ese código de la violencia con la masculinidad –por ejemplo en lugares que han sido abandonados por el Estado como los suburbios de distintos lugares del planeta–. ¿Cuál es la relación entre el mandato de masculinidad –y sus expresiones violentas– con la desigualdad y la pobreza? 

Lo que pasa es que el hombre más letal es el sujeto inseguro. El hombre tiene que probar su masculinidad todo el tiempo. Es una cuestión de prueba, de examen, de adquisición de un estatus que no es dado, que tiene que ser constantemente reproducido. Y es en las situaciones vulnerables donde ese estatus se adquiere por la vía de la fuerza, de la violencia. Yo hablo del hombre en nuestro continente, pero también del sujeto español. Es un sujeto bisagra que se emascula –castra– frente a otros más poderosos y emula la masculinidad de los vencedores y tiene que restaurar su masculinidad frente a su familia, a sus hijos y su mujer, que es una manera de restaurar su potencia. Pero la potencia lastimada se encuentra en otros lugares también, por ejemplo, con el paro, con la dificultad de posicionarse como proveedor, como tutor de los cuerpos de mujeres, debido a la vulnerabilidad económica o la vulnerabilidad del migrante. No olvidemos que el hombre español fue migrante, en algunos casos, sigue siéndolo. Todas estas formas de vulnerar la potencia masculina llevan a una violencia restauradora de la masculinidad con quien puede, que es la mujer que tiene al lado.El hombre tiene que probar su masculinidad todo el tiempo. Es una cuestión de prueba, de examen, de adquisición de un estatus que no es dado, que tiene que ser constantemente reproducido

 ¿Cuál es la diferencia entre la violencia que estos hombres ejercen contra las mujeres y la que ejercen entre sí?

Lo que pasa es que los hombres mueren mucho y matan mucho de muerte violenta y las mujeres mueren mucho más de lo que matan. O sea, es desproporcional el grado de asesinatos perpetrados por mujeres respecto al número de mujeres asesinas.

¿Por qué ejercen esa fascinación masculina personajes como Pablo Escobar, el narco colombiano?

Yo me he preguntado por qué la serie, por qué la onda ahora de filmar su vida. El otro día escuché una entrevista al hijo que vive en Argentina y confirmó lo que yo pensaba: porque no existen más dueños del crimen organizado con el perfil de Pablo Escobar. Pablo Escobar es un personaje del pasado porque hoy el crimen no se encuentra en relación antagónica con el Estado como lo estuvo él. Es como si fuera un banditismo prepolítico. El crimen organizado hoy es una de las caras de las figuras estatales.
 
¿Que son capaces de infiltrarse en el Estado?
 
  Hay un título en mi libro que es ‘La captura del Estado por el crimen’. Quien captura al crimen es el propio Estado y no al revés. Es el Estado el que se infiltra en el crimen.
¿La corrupción pertenecería a otra categoría distinta?
No, es lo mismo, entra en el crimen organizado, porque son formas que agreden la posibilidad de la democracia.
 
¿Entonces se puede vincular la corrupción con la violencia contra la mujer?
Totalmente. Todo eso para mí es un conjunto de prácticas que están todas juntas en ese mismo espacio del control paraestatal de la vida. Es el sustrato oscuro donde la luminosidad de las leyes en las cuales confiamos, la luminosidad en las instituciones en las cuales confiamos, no actúa. Es la demostración de la falencia institucional, o la demostración de que, quién sabe, quizás las instituciones siempre fueron ficciones.
 
Antes nombró a los refugiados, también en los campos de refugiados, incluso en Europa, se han denunciado casos graves de violaciones sistemáticas a mujeres y niños ¿cuál es la relación entre la guerra y la violencia machista? 
Muchos autores dicen que la guerra hoy es feminizada. Una forma muy fácil de destruir una articulación comunitaria y la confianza en el edificio social, de disgregar una malla social, es atacando, vulnerando sexualmente a sus mujeres. Porque la vulneración sexual equivale al asesinato moral, no es solamente la eliminación, la destrucción moral se da de forma sexual.
 
Lo que se ha dado aquí han sido violaciones y agresiones en grupo en fiestas populares como en los últimos sanfermines en Pamplona. ¿Por qué en esos espacios?
Lo explico bastante en mi libro anterior que se llama Las estructuras elementales de la violencia. La violencia contra las mujeres no tiene solo un eje de relación entre el agresor y la agredida –para mí, ni siquiera es ese el eje fundamental– sino que es una relación entre hombres: expresa mandato de masculinidad. Es decir, un espectáculo ante los ojos de otros hombres. Por eso las peores violencias, las peores agresiones contra la mujer son realizadas por gangs –bandas– de jóvenes porque es donde algo tiene que ser probado, tiene que ser demostrado: la capacidad de crueldad ante los ojos de los otros, de los pares, de lo que llamo la “cofradía masculina”.
 
Por unos mensajes que se intercambiaron por móvil los agresores se traslucía que hablaban de algo que ni siquiera parece que considerasen una transgresión.
 
Claro, porque ahí hay una ley mayor que la ley del Estado que atraviesa al sujeto, que es la ley que te va a colocar en tu estatus masculino para llegar a ser humano. La humanidad del hombre está comprometida con una manera de entender la masculinidad. Los hombres que van a las manifestaciones como la del 8M o que afirman ser feministas no lo hacen por las mujeres. Hay que repetir hasta el cansancio que entiendan que no lo hacen por las mujeres, lo hacen por ellos mismos, para poder vivir libres del mandato de masculinidad.
¿Y cómo se termina con el mandato de masculinidad?
 
 Cuando los hombres se den cuenta de que son sus primeros esclavos, de que son sus primeras víctimas. Explicándoles a los hombres cómo de insoportable es su existencia por tener que supeditarse todo el tiempo a la ley “del hermano mayor”.
¿Cuál sería la relación entre esas formas extremas de violencia machista que usted ha estudiado –como la que puede darse en los asesinatos masivos de Ciudad Juárez– y las que se producen en Europa, donde un porcentaje alto se produce a manos de la pareja o expareja de la víctima?
En mi definición de femigenocidio –asesinatos de mujeres que no ocurren en la intimidad– Europa se puede incluir plenamente por la trata, porque la trata responde a una de las formas del genocidio que es la que se da en condiciones concentracionarias de vida. Las mujeres que son tratadas, cuyos pasaportes son secuestrados, que son drogadas y a las que se impide la libre circulación, viven en condiciones concentracionarias y esas condiciones se dan también en Europa y me permiten incluir, sin lugar a dudas, a Europa entre los continentes femigenocidas.
¿Qué quiere decir con femigenocidio?
Son los asesinatos de mujeres que no se producen por razones relacionales. Donde se captura a una mujer que no se conoce, con quien no existe ningún vínculo. La violencia no se produce porque sea contra una mujer, sino porque a través de ella se va a espectacularizar una capacidad de impunidad, un control territorial, una capacidad de arbitrio, de dominación, que exhibe la sujeción total de esa mujer.
 
¿Se refiere a situaciones como la de Ciudad Juárez?
Sí, pero también hablo de la trata. Porque en los hombres que van a los lugares donde existe esclavitud sexual hay un componente de crueldad. No se acude únicamente por el servicio sexual que esa mujer ofrece, sino que es un espectáculo de dominación.
¿Saben los clientes que esas mujeres son tratadas?
Seguro. Y si no lo saben es porque no les preocupa, y si no les preocupa es porque son crueles.
En su libro relaciona los asesinatos de mujeres con la retirada del Estado y también lo vincula con el neoliberalismo. En la trata ¿cuál es la relación que se produce con el Estado?
Hay muchos factores. Yo creo que en el mundo en el que estamos, en este momento hay una expansión de la esfera paraestatal del control de la vida. Nuestra fe cívica nos dice que normalmente es el Estado el que protege la vida y los bienes, protege la propiedad. Lo que se está dando ahora es una esfera paraestatal de protección de la propiedad. Hoy en día, caudales de capital de gran magnitud son producidos en un territorio oscuro, en lo que yo llamo “de segunda realidad”. La riqueza tiene un pie en lo lícito y un pie en lo ilícito. Toda la gran riqueza, la que circula hacia el norte, hacia los bancos de Estados Unidos, de Suiza, de los paraísos fiscales. Y hay modos de protección de esa riqueza que no son lícitos. Estos capitales tienen origen muchas veces en varias formas del crimen organizado, del control de las personas: el tráfico de drogas, el tráfico de armas y la trata de personas para esclavitud, para el trabajo y para esclavitud sexual también. Hay un caldo subterráneo al que he llamado “de segunda realidad”, porque tienen papeles de control social como los del Estado, pero están ocultos y están expandiendo esa esfera paraestatal de control de la vida y lo notamos en la vulnerabilidad creciente de las mujeres.

¿Aquí la trata está vinculada con el control de las migraciones?

Depende, porque decimos migraciones pero están los refugiados, la gente que está fluyendo en dirección hacia donde está el consumo… Hay varios tipos de migraciones que son muy diferentes entre sí y todos implican una gran vulnerabilidad de forma particular en las mujeres. Tenemos indicios de que la vulnerabilidad de las mujeres está aumentando. Yo en mi juventud podía hacer cosas que una joven hoy no puede hacer, quizás sí en Europa, pero no en mi continente. Mi hija no puede tener la libertad de circulación que yo tuve hace 40 años. La mujer se encuentra en una situación muy vulnerable al atravesar fronteras. Eso es mayor en nuestro continente, pero el destino de muchas capturas de mujeres es Europa y es España y Portugal. Por ejemplo, uno de los casos que han sido más conocidos en Argentina y que provocó una militancia intensa contra la trata es el caso de Marita Verón. Era una mujer de veinticuatro años casada y con una hija que desapareció y cuyo destino final parece que fue España. Yo creo que tenemos que hablar del mundo, porque si no, caemos en el gran peligro de la superioridad moral, y de que alguna gente se sienta del lado de la seguridad. Yo creo que hoy hay un proceso en expansión de la esfera paraestatal del control de la vida. Más allá de la época del franquismo aquí o de las dictaduras en nuestro continente donde se daba un control represivo: o sea, militares, por ejemplo, actuando paraestatalmente.

¿Quiere decir al margen de la ley? 

Algo muy común es que el Estado en situaciones de gobiernos autoritarios se desdoble, y actúe paraestatalmente. Sin ir muy lejos, las leyes antiterroristas que aquí se han aplicado –sobre todo en el País Vasco– como la ley que permite secuestrar a personas durante cinco días. O las leyes contra los musulmanes. Hay un libro de un argentino, Eugenio Raúl Zaffaroni, El Derecho Penal del enemigo, en el que explica cómo la denominación de “enemigo” –por ejemplo aplicada a los musulmanes en Alemania– permite o legitima un tratamiento particular al convertirlos en sospechosos. Esta legislación de excepción ejemplifica la paraestatalidad de un Estado de Derecho. También las formas que tienen que ver con la expansión del control mafioso, lo que pasó en México por ejemplo.

México con todos sus defectos, dentro del universo de América Latina, era un paradigma democrático que fue destruido en diez años por la mafialización, que es otro golpe a la democracia que viene por el lado militar, por el lado del autoritarismo de charreteras. En el fondo son todo formas de la expansión de esa forma paraestatal del control de la sociedad.


En ese libro que nombra, Zaffaroni habla de que el derecho penal del enemigo –o de autor– es el que se juzga en función de la categoría en la que se hace recaer a los acusados, y donde se juzga más la intencionalidad que los propios actos. Por ejemplo en el caso del terrorismo porque se va contra el Estado o contra el orden social. Por este motivo, el mismo autor está en contra del endurecimiento de las penas contra los culpables de violencia machista porque dice que se aplican figuras jurídicas similares.

Zaffaroni, que es un gran jurista, es crítico de las leyes que están basadas en categorías como por ejemplo nombrar el feminicio en la ley: porque supone juzgar la intencionalidad. Yo no estoy de acuerdo con él. Una dificultad de la gente del campo del derecho es que no piensan en el poder. Hacer una ley que ya presume la culpabilidad del musulmán inmigrante es una ley que presume la culpabilidad de aquel que es fundamentalmente débil. Pero hacer una ley que presume la culpabilidad del hombre supone hacer una ley para proteger al débil respecto a aquellos que tienen poder.

Pero las leyes son expresiones culturales y producen cultura. Entonces, cuando se pide desde el feminismo más represión ¿qué sociedad estamos prefigurando?

Lo que pasa es que la ley tiene dos finalidades: una es la eficacia material, se supone que aquel que mata será juzgado y será condenado, y habrá una sentencia. Eso pasa muy pocas veces en todos los continentes. El porcentaje de las acciones contra la vida que llegan a una sentencia es mucho menor del que pensamos que es –las cifras negras del derecho–. Pero la ley tiene otra eficacia mucho más importante que esta, que es nombrar lo que la sociedad desea. A partir de ese nombre, de esa nominación, en la que se establece que matar es un crimen, se va transformando la sensibilidad ética de una sociedad. Entonces, la ley solo tiene vigencia cuando persuade y cuando disuade. Si no persuade y no disuade, no tiene vigencia real, que es uno de los problemas para el feminismo. Volvemos a casa contentas a tomar champán cuando aprobamos una ley porque legislamos, pero a veces es simplemente para decir que se legisló sin que eso llegue a tener un impacto real en la vida de las mujeres. La ley por sí no es causa de comportamientos si no tiene una eficacia retórica persuasiva, si no va cambiando la manera en que las personas piensan.

En la marcha del 8M vivimos un desborde, una prueba más de la importancia del feminismo, de la extensión de los temas feministas en la agenda pública ¿qué oportunidades y retos implica eso? 

Hay varios indicios de que estamos en un cambio de época, de que las políticas de Estado, las políticas de los hombres han fracasado, no han traído un bienestar mayor. El único bienestar que han traído en algunas circunstancias es la expansión del consumo, pero la expansión del consumo tampoco es un bienestar muy consistente, muy permanente, digamos. Entonces, las mujeres, de una manera sorda, casi no totalmente articulada, proponen otro tipo de política: una nueva era, una nueva forma de estar en la vida, donde hay otras formas de felicidad. Formas políticas que proponen nuevas formas de vinculación entre las personas.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232681&titular=%93el-cuerpo-de-las-mujeres-es-un-lugar-en-el-que-se-manifiesta-el-fracaso-
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Kate Millet, ‘in memoriam’

Por: Lidia Falcón

Kate Millett ha fallecido con 83 años en París el pasado 6 de septiembre, y me ha dejado un poco más huérfana. Kate era, con otras feministas francesas y españolas, la representante estadounidense más conocida del feminismo radical, como ella misma se autodefinía, cuando a finales de los 60 perteneció al grupo llamado New York Radical Women fundado en 1967 por Pam Allem y Shulamith Firestone, otra de las grandes pensadoras estadounidenses materialistas, que con su obra La Dialéctica del Sexo, marcó el camino de un feminismo revolucionario.

Nacida Katherine Murray Millet en Saint Paul, Minnesota, EEUU, el 14 de septiembre de 1934, ha sido escritora, escultora, feminista, activista, profesora. Ideóloga de un feminismo materialista que no se conforma con las banales explicaciones de quienes reclaman únicamente igualdad de derechos entre hombres y mujeres, sin analizar las causas de esta permanente represión de los hombres contra las mujeres, que causa un feminicidio cada 13 segundos en el mundo.

Kate Millet es una autora clave del feminismo contemporáneo. Su obra Política sexual ​causó un enorme escándalo en el mundo universitario estadounidense, que más tarde se expandió por los medios de comunicación al resto del universo feminista, cuando se declaró bisexual. Sus memorias, Flyng, en inglés, que en Vindicación Feminista tradujimos al español con el título de En Pleno Vuelo, describe sin pudores sus relaciones sexuales con su marido japonés y las amantes que sucesivamente enamora.

Pero tanto Política sexual como en Pleno Vuelo, al  igual que sus otras obras sobre la prostitución, el régimen iraní, la crueldad y la represión, de las que no existen traducciones españolas, son mucho más que las confesiones escandalosas de una mujer sexualmente libre. Constituyen el inicio de un corpus teórico feminista que se ha difundido en todo el mundo feminista y que nos ha permitido a sus continuadoras ampliar, profundizar y enriquecer hasta crear una teoría materialista que explica claramente las causas y las raíces de la explotación femenina.

Cuando entrevisté a Kate Millet en 1984, en su estudio de escultura en el Soho neoyorkino, era una mujer madura, sabia, amable y cercana que coincidía totalmente conmigo en que la mujer era una clase explotada en un sistema capitalista y patriarcal. Una de sus definiciones fundamentales: “Todas las formas de desigualdad humana brotaron de la supremacía masculina y de la subordinación de la mujer, es decir, de la política sexual, que cabe considerar como la base histórica de todas las estructuras sociales, políticas y económicas”, era la declaración más trascendental que enlaza con el feminismo europeo que defendemos la definición de la mujer como clase social y económica.

De ella parte la consigna de que lo privado es público y el sexo es político. La frase “El sexo reviste un caracter político que, la mayoría de las veces, suele pasar inadvertido” inició el camino de la investigación de un feminismo materialista que transformó definitivamente los análisis y las investigaciones de las feministas liberales que siguen ancladas en la Ilustración.

Cuando Millet dictamina que “la gran masa de mujeres a lo largo de la historia ha sido confinada en el nivel cultural de la vida animal en la prestación al macho de servicios sexuales y en el ejercicio de las funciones de reproducción y cuidado de los jóvenes”, está describiendo claramente las explotaciones que sufren las mujeres del mundo.

Con una enorme lucidez analizó en pocas palabras las diferencias ideológicas y estratégicas del feminismo estadounidense y el europeo: “Las feministas norteamericanas no somos todas la misma cosa”. “Hay todo tipo de mujeres y de enfoques, pero no gastamos nuestra energía en luchas intestinas. La canalizamos en la lucha por la igualdad de derechos, por el aborto, por el salario igual”. La marca de fábrica del feminismo europeo es la lucha de clases, mucho más marcada en este continente que en América, y que condiciona todos los restantes movimientos, le comenté.”

Ése es, probablemente, uno de sus problemas”, ironiza Kate, “en Europa, naturalmente. En Estados Unidos apenas hay izquierda. Nuestra tradición es muy pobre, apenas se conoce a Marx o las cuestiones de la lucha de clases. La gente, de Reagan para abajo, se pasa la vida mirando las estupideces de la televisión. Esa gente, a quien Reagan ha jodido, despojándola de sus derechos, de sus ayudas económicas, sigue respaldándolo. Y nuestra clase obrera, medida por el criterio europeo, es la más inconsciente y la más confundida del mundo. Así que existe este enorme vacío en la izquierda norteamericana, lo que es una enorme tragedia y un gran fracaso, mientras que en Europa, donde la izquierda está tan bien desarrollada, el feminismo se identifica con la izquierda en gran medida. Pero eso también tiene problemas, puesto que dificulta la difusión y el desarrollo del pensamiento feminista, ya que siempre la izquierda le está diciendo lo que tiene que hacer”.

No se puede clarificar la situación del feminismo en sus relaciones con la izquierda con menos palabras.

Terminó la entrevista con estas palabras de aliento: “Es una verdadera pena que no tengamos un partido feminista en Estados Unidos, donde el movimiento es una fuerza política independiente y poderosa. Me parece estupendo que fundarais vosotras uno. Aquí haría falta primero establecer a las mujeres como clase política. Ésa sería la toma de posición política más fuerte que ninguna otra que conozca en Estados Unidos”.

En eso estamos Kate, ten la seguridad, y descansa en paz en ese Parnaso feminista donde debes filosofar con Hypatia y Safo y Flora Tristán y tantas otras pensadoras y activistas feministas que nos precedieron, que las españolas trabajamos esforzadamente  en hacer grande el Partido Feminista de España, en hacer comprender tanto a la ciudadanía como a los profesionales del pensamiento y de la política, que la vida privada de las mujeres es una cuestión pública, que el sexo es político, que la producción de hijos es una explotación de las mujeres y que solo alcanzando el poder político la mujer como clase con el feminismo como ideología, podremos cambiar este mundo donde el poder patriarcal está siendo el depredador de los seres humanos y del planeta.

Fue muy emocionante y alentadora su declaración: “Como feminista, me siento más optimista que como ciudadana, ya que estoy vinculada a un movimiento internacional. Es consolador el derecho del internacionalismo. Verdaderamente, el nacionalismo es una idea fatal, y en Estados Unidos es una especie de tumor maligno. La internacionalización del feminismo es una gran esperanza para todos, es lo que nos vincula con las mujeres de Nicaragua, de El Salvador, de Francia, de España”. Gracias a Kate, como a tantas otras pensadoras feministas que se separaron tanto de las melifluas teorías liberales de la diferencia y la igualdad como de la rigidez del análisis marxista de la clase proletaria como única en su enfrentamiento con el capital,  para reflexionar con sus propias herramientas del estudio y la experiencia que proporciona ser mujer, hemos podido elaborar una teoría científica sobre el feminismo. Esa que nos permite ahora afirmar que “nos constituimos como partido porque es la fuerza organizada de una clase social. Porque como clase explotada queremos acceder al poder. Porque hoy ya no somos un sexo, ni un género, ni las esposas, ni las amantes ni las compañeras de los hombres, ni las madres de nuestros hijos, ni seres humanos que piden ser iguales a los hombres. Hoy somos una clase en lucha.” Sevilla, 16 septiembre 2017.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/09/16/kate-millet-in-memoriam/

Imagen: http://mujericolas.blogspot.com/2016/09/kate-millett-escritora-activista-y.html

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Mujer ¡pecadora!

Por: Gloria Hurtado

Todavía sigue con el estigma, con la marca. Todavía la tratan diferente porque creen que es la culpable, que ella “causó el daño”. Para la religión católica y la versión “elemental” de Adán y Eva, ella fue la responsable de la caída de Adán. Y por mas esfuerzos que intenten hacer, la discriminación brota a flor de piel. Todavía hoy en el siglo XXI la mujer con su cuerpo, es “tentadora” para el hombre, es la que (según parece) lo maneja (¡y se dejan!) y no hay manera de contrarrestar su peligroso poderío sino sometiéndola, humillándola.

Entonces, los niveles de exigencia a los cuales debe someterse para estar frente al Papa no se si calificarlos de absurdos o de estúpidos.  Debe colocarse una mantilla que la cubra, debe taparse los brazos y la falda debe tener un largo especial, prudente. Ningún escote, ninguna “insinuación” que tiente o perturbe. Lo dice el protocolo y debe acatarlo. No puede cruzar las piernas, debe usar colores oscuros. Maquillaje, perfume y accesorios deben ser mínimos. El cabello si es largo “se recomienda” recogido. No puede usar pantalones (qué amenaza) y su vestimenta necesita “aprobación” de la rígida etiqueta de la Curia romana. Lo mas amorfa e invisible que pueda, nada llamativo ni escandaloso (¡). Ni un ápice de comparación con las exigencias (¿cuáles?) al mundo masculino. ¿Dios le habría puesto tantos obstáculos para recibirla? ¿Le habría exigido velo en su cabeza recordando una burka “disimulada”? El Papa es el representante de Dios en la tierra y la mujer debe sentir que está ante un ser superior a ella y por lo tanto todos los protocolos exigen la diferencia para que simbólicamente sienta cuál es su lugar. Que en la Iglesia Católica jamás ha sido de igualdad, por el contrario, está bien marcada su retaguardia.

Pienso en el Dios en el que creo y no lo imagino con tanta exigencia y mucho menos con actitudes tan discriminatorias hacia las mujeres. Un Dios misógino es un exabrupto. Pero el Dios de la Iglesia Católica “exige” que ante su representante terrenal, la mujer sienta que debe someterse evitando que su cuerpo sea “otra vez” motivo de tentación. Pero ni siquiera el Papa Francisco tan consciente del ostentoso protocolo de la Curia ha logrado manejar el discriminatorio protocolo contra ella. La Iglesia Católica tiene reglamentos especiales para el mundo femenino y no ha podido construirlos con equidad. Ah, claro, las mujeres le tejen los ornamentos, preparan la comida, le arreglaran la alcoba y la mesa con manteles ungidos por estas “manos femeninas”. Hasta allí. Esa es la gran participación de la mujer en el mundo del Papa y de sus sacerdotes. Y aun cuando Francisco ha dado muestras de intentar hacer un cambio en las rígidas posiciones católicas, en lo que sí  “pierden el año” es en el tema mujer. Existe una barrera, no hay modificaciones. Por el contrario viven aun como en  1950, como si el mundo femenino hubiese permanecido estático.

Canal 1 da un revolcón a su parrilla y “vende” como espectacular una novela turca donde la desvalorización de la mujer es impactante. Hombres poderosos y mujeres “enamoradas” que se dejan pisotear por el hombre que las salva y reivindica. Otro regreso al pasado. ¿Cambio? Se innova en noticias y se retrocede en criterios. ¿Mabel sabes de que se trata?

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos

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Libro: Empobrecimiento y desigualdades de género en el imaginario de las mujeres nicaragüenses

Empobrecimiento y desigualdades de género en el imaginario de las mujeres nicaragüenses

Estudio de caso en el umbral del siglo XXI

Aura Violeta Aldana Saraccini. [Autora] 

Colección CLACSO-CROP. 
ISBN 978-987-1543-07-6
CLACSO.
Buenos Aires.
Diciembre de 2008

El presente libro es el resultado de una investigación cuya metodología y metódica se insertan dentro del paradigma cualitativo. Destinado al imaginario y el género femenino como hechos culturales, se fundamenta en dos perspectivas teóricas generales: la teoría crítica y el interaccionismo simbólico. La teoría del tema o sustantiva es la de género, enfocada desde el feminismo crítico y auxiliada por contenidos teóricos de corte económico-político, sociológico-filosófico y cultural (reciprocidad y alianzas, intercambio social, simbolismo lingüístico, acción e interacción y unidad doméstica, cooperación y conflicto, pobreza y desigualdad, desarrollo económico y humano, etcétera). Las protagonistas son mujeres nicaragüenses con edad, ocupación y formación escolar heterogénea, que pertenecen a los sectores empobrecidos del país. Los objetivos están dirigidos a conocer y comprender cómo la simbología propia de su particular formación ideológica y conceptual les permite percibir los determinantes de su proceso de empobrecimiento y las desigualdades de género que este produce y reproduce. Asimismo, cómo estas concepciones han hecho de ellas críticas y optimistas sujetas sociales, o mujeres acríticas y pesimistas conformes con lo estatuido o con muy poca visión de recursos prácticos para cambiar la situación. La información interpretada se traduce en categorías elaboradas desde las investigadas, como un aporte a la emancipación y el empoderamiento de las mujeres de Nicaragua, Centroamérica y, por qué no, de Latinoamérica. Con los hallazgos se pretende contribuir, especialmente a los movimientos de mujeres y feministas, para la implementación de proyectos que coadyuven al desarrollo de una práctica ética de resistencia a la mundialización neoliberal.
Fuente: http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/buscar_libro_detalle.php?id_libro=17&campo=titulo&texto=mujer
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Nuestras heroínas las Kellys

Por: Lidia Falcón

El día 16 de agosto las kellys convocan a toda la ciudadanía a apoyarlas en su lucha, manifestándonos en las calles. Las kellys, un acrónimo de la expresión “las que limpian”, han logrado ser tema de noticias publicadas, reportajes escritos y televisivos. Y de la admiración del Movimiento Feminista. Nosotras, como Partido Feminista, estaremos allí con ellas.

Estas mujeres, desde su extrema modestia y anonimato comenzaron a reunirse, a organizarse, y a alzar sus voces en protesta por la situación de extrema explotación que estaban sufriendo, en Lanzarote, esa isla perdida en el Atlántico que tenía como únicos méritos ser totalmente volcánica y haber dado cobijo a José Saramago.

En marzo de 2016 se registraron como asociación, porque sus demandas no habían sido atendidas ni por los sindicatos ni por los partidos políticos. Ellas, tan humildes, solamente limpian. Limpian habitaciones de hoteles, apartamentos, casas rurales, escuelas, hospitales. Solamente limpian…y nada menos.

En su manifiesto dicen: “Nos llaman las mujeres de verde porque sudamos una camiseta que grita “Organízate si no quieres que te organicen”. Y ellas lo han hecho. Se han constituido en una asociación independiente. Para reivindicar sus derechos de trabajadoras,  continuamente conculcados.

En este último ingenioso invento del capital -y como tiene el poder y el dinero siempre se nos adelanta en crear nuevas formas de esquilmar a los trabajadores- las limpiadoras de habitaciones, de cuartos de baño, de suelos de hospitales, ya no son proletarias ni empleadas. Ahora son emprendedoras. Esta preciosa terminología que se ha descubierto en la época de la posverdad, con la que pretenden engañar a sus víctimas, y a veces lo consiguen. Ellas son sus propias empresarias que se pagan la seguridad social y los impuestos y contratan en términos de igualdad con los empresarios de hostelería o las empresas externalizadas –otro eufemismo- que contratan a su vez los servicios de limpieza. ¡Qué bonita cadena de subcontratas que desde el primer empresario hasta la limpiadora va reduciendo el salario y los derechos de la obrera!

-No cumplen el contrato, me decía una de las dirigentes de Las Palmas, Olga, hace unos días. Dicen que tenemos una jornada de seis horas pero en ese tiempo no puedes limpiar el número de habitaciones que te exigen. Acabas haciendo jornadas de 8 y de 10 horas.

-¿Por qué no te vas a tu casa a las seis horas de trabajo?

Olga me miró con compasión y reproche a la vez.

-Porque me despedirían inmediatamente.

-Podrías recurrir a los juzgados para que cumplieran el contrato…

Nuevamente la sonrisa conmiserativa ante mi ignorancia.

–Te contratan por un día…

         Y les pagan 2,50 euros por cada habitación limpiada.

Han trabajado hasta ahora empujadas por la necesidad -muchas tienen hijos pequeños- hundidas en la desesperanza, a base de analgésicos, para ganar 700, 800 euros mensuales, pagándose ellas la seguridad social y los transportes.  Plantearon sus problemas a UGT, a CCOO, a abogados laboralistas, sin que ninguno de sus dirigentes y expertos les dieran solución a sus problemas.

Hasta que en Lanzarote unas cuantas se reunieron y decidieron organizarse, antes de que los demás las organizaran. Y se dieron nombre, Las Kellys. Las que limpian. Y escribieron un manifiesto que todos ustedes pueden leer. Después de Lanzarote otras compañeras se unieron a ellas, en Tenerife, en Las Palmas, en Sevilla, en Barcelona, en Madrid. Cada mes se crea una asociación más. En septiembre estarán en la asamblea nacional en Madrid para decidir si se constituyen en sindicato.

Ellas han llevado sus reivindicaciones al Congreso, al Senado, a Ayuntamientos, a Juntas de Distrito, a diversas instituciones autonómicas. Su persistencia y resistencia, la legitimidad de sus reivindicaciones, las reclamaciones judiciales que comenzaron a ganar en los tribunales, las llevaron a las pantallas de las televisiones y las portadas de los periódicos.

Ellas hablan de Derechos, Salud y Dignidad. Y saben cómo reclamarlos. Porque tienen la razón y ahora son conscientes de que también tienen la fuerza.

Sin ellas no solo los hoteles sino todo el país no funcionaría. Cómo no funcionaría sin amas de casa que limpian cada día. Pero éstas ni siquiera tienen el mísero sueldo de las camareras de piso.

Me decía Olga que si consiguieran convencer a las compañeras de que es imprescindible plantear una huelga coordinada, aunque solo fuera de un día, tendrían la batalla ganada. Porque sin limpiar las habitaciones de los hoteles no hay clientes. Y si no hay clientes no hay turismo y si no hay turismo iremos todos los españoles a pedir limosna, incluidos los empresarios.

Porque sea el que sea el ramo de producción de que hablemos la limpieza es imprescindible, siempre más cuando se trata del alojamiento de personas. Sin ellas, sin las kellys, la patronal no puede seguir adelante en su frenética carrera de acumular capital. Sin ellas, sin las humildes, anónimas y hasta ahora tratadas despectivamente, camareras de piso, no se pueden habitar los hoteles, ni entrar en los bares y restaurantes, ni atender a los enfermos ni enseñar a los niños. Por tanto, el país no funciona. Y ellas son las dueñas de la llave.

Como en todos los sectores, el proletariado, esa categoría que algunos sabios latiniparlos que crean opinión, dicen que no existe, tiene el poder de paralizar el país. Lo estamos viendo en el conflicto de los estibadores, en los guardas de seguridad del aeropuerto del Prat y se puede asistir a la paralización del sector turístico si las kellys se lo proponen.

Para ello hace falta que muchas más limpiadoras, esos miles y miles de mujeres que se levantan a las 6 de la mañana sin haber apenas descansado, y cogen autobuses y metros para acudir a las empresas a limpiar la suciedad, recoger la basura y dejar en condiciones habitables, dormitorios, baños, despachos, vestíbulos, pasillos, escaleras, hospitales y colegios, y regresan destrozadas diez horas más tarde a su casa, para seguir limpiando y cuidando niños, después de haberse tomado varios analgésicos, sepan el poder que tienen. Porque ellas mantienen el país por la base, permitiendo que cada día podamos subsistir en un entorno habitable. Porque ellas son las heroínas anónimas de nuestro tiempo.

Este tiempo que la derrota del socialismo en Europa ha llevado a la máxima soberbia al capital y permitido que la legión de trabajadores vuelva a ser esclava. Con la anuencia de partidos políticos y partiditos y sindicatos y medios de comunicación y legisladores y ejecutivos, que han ido cediendo rápidamente ante el enemigo la pérdida de los derechos tan dura y sangrientamente conquistados  por los y las trabajadoras en los dos siglos anteriores.

Pero hoy las kellys tienen el destino del país en sus manos, esas manos tan trabajadas, tan cansadas, tan deformadas de tanto limpiar, y deben ser conscientes de ello. Ha llegado el momento de que se unan todas y planten cara a la reforma laboral, a la externalización, a los emprendimientos, a los contratos de un día, a las tarifas de miseria, a los horarios extenuantes. Porque ellas sí que pueden.

Y todas las personas bien nacidas tenemos que estar con ellas, apoyándolas, manifestándonos, gritando sus razones y exigiendo sus derechos. Porque su triunfo es el de todas las mujeres explotadas, porque su victoria es la de todos los trabajadores, porque sin que sus derechos, su salud y su dignidad sean respetados, ni habrá turismo ni habrá futuro. Porque es preciso que ya de una vez el mundo cambie de base.

En definitiva, en pie a vencer, compañeras.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/08/15/nuestras-heroinas-las-kellys/

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“Sobre el trabajo de las mujeres se ha acumulado demasiada riqueza para los capitalistas”

La obra de Silvia Federici impulsa desde los años 70 una reflexión y una militancia en torno al trabajo doméstico, las revoluciones, el capitalismo y las formas en que estos atraviesan sexualidad y política. Volver a colar a la revolución en el horizonte de las utopías políticas y sensibles tanto del feminismo como de los movimientos emancipatorios del mundo, es uno de sus grandes aportes a la teoría feminista, pero también a la política y a la historiografía

Pasó del calor brasileño al frío húmedo montevideano. Hospedada en una casa comunitaria que habita el colectivo uruguayo Minervas, Silvia Federici, sentada en una silla de plástico blanca, se aleja un poco de la estufa a gas de garrafa. “Me estoy cocinando”, aclara. Soltamos unas risas breves, casi incómodas, por la paradójica situación.

Federici encabezó la campaña por el salario para el trabajo doméstico y supo recuperar imágenes, documentos y testimonios para historizar la caza de brujas como método de persecución, represión y matanza de mujeres. Hace pocos días estuvo en Montevideo, invitada por el colectivo Minervas para participar del seminario Ni caza de brujas, ni brujas en las casas. Tiempos de luchas feministas”,  sintetizó su obra más conocida (Calibán y la bruja) y reflexionó sobre cómo se da la caza de brujas en el presente. Un rato antes que comenzara el Seminario que brindó el 25 y 26 de julio dialogó con Latfem.

¿Cúal es tu opinión del  Sistema Nacional de Cuidados que se comenzó a implementar con experiencias piloto en algunos puntos de Uruguay?

Durante los años ´70 pedíamos salario por trabajo doméstico para poner fin al trabajo no pago, decir basta de dar más ganancia al capital, descubrir todo un territorio de explotación y empezar una campaña para combatir la desvalorización del trabajo doméstico. Sobre el trabajo de las mujeres se ha acumulado demasiada riqueza para los capitalistas, en base a una infraestructura productiva de explotación. Es una ilusión pensar que el Estado va a eliminar con este sistema el trabajo de cuidados con niños, enfermos, ancianos, cuando se sabe que este es un trabajo que no tiene límites.

Personalmente tengo experiencia de lo que significa este sistema público, cuando llegan a tu casa y ayudan con ciertas tareas. Te pueden ayudar pero de un modo limitado. La gran parte del trabajo queda igual en manos de los familiares. Y he verificado que, cuando estos trabajos se organizan desde el Estado, siguen reproduciendo una lógica de mercado.

Mi madre tenía una enfermedad por la que sus huesos eran muy frágiles, y todos los días cambiaban los cuidadores que llegaban a la casa. Tuvimos que luchar para lograr que mandaran siempre a la misma persona para que se generara confianza. La respuesta era que esto no era ‘eficaz’.

¿Se pueden pensar alternativas por fuera del Estado para terminar con esta desigualdad?

El trabajo de reproducción necesita afectividad, respeto, confianza. No es un solo material. Es un trabajo complicado. No es como limpiar un coche. Este sistema tendrá límites. Te da ayuda pero no se corresponde con las necesidades reales. Igual debemos tener en cuenta a las personas que no tienen familiares y deben ser cuidados, o quienes tienen familiares, pero están lejos o no las pueden cuidar. Este sistema no se puede aceptar ni rechazar. Una solución es pensar que se cree como un sistema común, comunitario, desde el barrio. Que vecinos y vecinas se junten con quienes van a dar el servicio y coordinen, porque así pueden intervenir e impulsar otras formas de llevarlo adelante.

El castigo a las mujeres

Por estos días, Federici lee documentos sobre la caza de brujas en la región andina, en Brasil y en México y cómo esta práctica se renueva y profundiza en el presente. Entierros de mujeres vivas en distintos países de África, campos de concentración donde encierran a brujas en Ghana, femicidas que publicitan sus crímenes por las redes sociales, asesinatos de mujeres indias para obtener más dote marital. El castigo está vigente contra mujeres no hegemónicas, rebeldes, subversivas, que revitalizan el poder femenino de lo comunitario. Que se cuestionan las crianzas aisladas y buscan volver a la tribu sin idealizar el concepto. Esas que quieren volver a dialogar con el vecino, recuperar redes de solidaridad desde lo más cercano, porque saben que allí se teje lo poderoso. Las que construyen con orgullo los pasos de sus cuerpos disidentes.

En  los países de la región hay leyes que han tipificado o están por tipificar la figura de femicidio como en Uruguay, ¿cuál es tu opinión sobre esa figura?

Luchar para conseguir leyes que ya existen es contraproducente. Un ejemplo es la lucha de ciertas feministas por leyes contra la trata, que han acabado siendo utilizadas contra los migrantes, por ejemplo. Las feministas no deben luchar porque los gobiernos introduzcan leyes más represivas.Esas leyes ya están y la violencia se ha incrementado. Y pedirle a esos gobiernos que ya ejercen violencia, es pedir que nos sigan dividiendo. Entiendo que a veces haya que llamar a la policía, porque no se ven otras salidas, pero muchas veces esa misma policía es la que las mata después.

Colmado el salón de la Escuela de Formación Popular Elena Quinteros -nombre de una maestra uruguaya desaparecida en la última dictadura cívico militar-, mujeres y varones se sientan hasta en el piso para escucharla. “Los distintos tipos de violencia (no sólo la doméstica, o el femicidio como punto más extremo, sino también la institucional y otras) son la respuesta que da el patriarcado a la búsqueda por parte de las mujeres de querer ser protagonistas de nuestras vidas”, dice Federici.

Recuperando el concepto de la antropóloga feminista Rita Segato sobre la pedagogía de la crueldad, enfatiza que estamos en un momento de recrudecimiento de la violencia contra las mujeres, como respuesta a nuestra búsqueda de autonomía: “Matar a una mujer y publicitar estos crímenes es una forma eficaz de decirle a la sociedad: ‘No puedes resistir porque te enfrentas a fuerzas invencibles’”.

La trampa de estar en el mercado de trabajo precarizado y capitalista es, para las mujeres, la doble o triple jornada laboral y, para los hombres ha representado pérdidas de puestos y reducción de salario. Por eso, ellos buscarán otras formas de control: irán por el cuerpo de las mujeres. El famoso territorio en disputa. Y querrán controlarlo hasta la muerte.

¿Cuál es el camino?

Si bien “aisladas estamos derrotadas”, también es importante no caer en buscar una suerte de representatividad global o de “unificar luchas”: “Aprendí del movimiento feminista y del Black Power que, tras 500 años de construcción de jerarquías, de diferencias, no se puede pensar que la igualdad existe. Hemos visto que la unificación, bajo un sistema político -por ejemplo-, significa la dominación bajo los que tienen más poder y determinan en la agenda política qué es importante y qué no lo es. Esto no quita que se puedan identificar momentos de lucha conjuntos. Pero no tener subordinación política total. Tu voz debe ser escuchada.

Federici lo sabe por todas las asambleas en las que a las feministas le han dicho algo como: la revolución viene primero, tu demanda será después.

De allí que sostenga que “es necesario considerar el principio de autonomía organizativa, sabiendo que no somos todos iguales y que blancos, negros, mujeres, hombres, tenemos distintas demandas y reivindicaciones. Solamente en estos espacios seguros, en los que se construye confianza, puedes analizar tu situación, condición indispensable para luchar contra la explotación e identificar las formas de lucha necesarias. Como hicimos las feministas. Nunca hubiera sido posible en reuniones mixtas donde nos ridiculizaban y nos tapaban la boca”.

Por último, remarca que no le gusta el concepto de representatividad. “El feminismo de Naciones Unidas pretende hablar por otras, representar a todas. Y, como dice María Galindo: lo que te representa, te reemplaza. Nosotras no representamos a ninguna: hablamos en primera persona”.

 Fuente:http://latfem.org/sobre-el-trabajo-de-las-mujeres-se-ha-acumulado-demasiada-riqueza-para-los-capitalistas/
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