Tolerar es una cosa, reconocer el derecho de existir en paz para todas las personas es otra. Necesitamos la segunda.
La tolerancia ha sido un valor clave en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ. Muchos de los que somos mayores de 30 años recordamos una época en la que se podía discriminar a los miembros de una empresa por transicionar, que personas homosexuales podían ser atacadas o asesinadas impunemente, reprimidas y violentadas por la policía. Fue este último tipo de agresión legitimada lo que impulsó la creación del movimiento que le ha conseguido a la comunidad LGBTQ una vía a la tolerancia y un inicio hacia la aceptación.
Los cambios sociales impulsados por este movimiento son invaluables, le permitieron a millones de personas diversas vivir una realidad con protecciones legales y dieron la base para tener presencia en espacios privados, públicos y laborales. Reflexionar durante el mes del orgullo también es recordar y agradecer esto, pero sin dejar de lado que si bien estos logros son muy valiosos, muchos de estos se consolidaron hace décadas y hace falta moverse a una siguiente fase de progreso, la tolerancia es obsoleta y la aceptación ya va tarde.
Para muchas personas, especialmente el público heteronormado, ambos términos son intercambiables, significan casi lo mismo. Pero para quien vive siendo tolerade, la diferencia es enorme. La tolerancia parte de la necesidad de coexistir con aquello con lo que no estamos de acuerdo, que no nos gusta, este aspecto no tiene que cambiar para ejercer la tolerancia, la cual solo requiere de una capacidad de aguante, pero no de aceptación. Lo anterior implica ramificaciones enormes en la dinámica de poder entre los que toleran y las que son tolerades. Pero para explicar esto a fondo, conviene empezar por nociones simples.
El A-B-C de la convivencia justa
La tolerancia no es un valor negativo en sí mismo, de hecho es bastante útil, para ayudarnos a formar resistencia a situaciones adversas, pero no para definir reglas de coexistencia con personas que son diferentes. Pediaa.com, un sitio/blog que se dedica a explicar conceptos y las diferencias entre ellos, ofrece una gráfica que pone muy claro la diferencia entre ambos valores.
La tolerancia, de acuerdo con la autora Hasa, colaboradora de este sitio, es la disposición para soportar la existencia de opiniones contrarias a las nuestras. La aceptación, es la adopción de una idea que en primera instancia no encaja con nuestra forma de pensar, pero que admitimos sin protesta, sin tratar de cambiarla o eliminarla. Lo primordial de entender aquí es que bajo este contexto estamos hablando ya sea tolerar o aceptar personas, no ideas. Esto hace toda la diferencia.
El efecto real de ser tolerade
Cuando hablamos de personas, la tolerancia se vuelve un asunto complicado. Una solución que pudo haber servido para una época en la que ni siquiera estaba validada la existencia de las personas LGBTQ, pero hoy se queda corta. La posición tolerante es muy cómoda, no se tiene que llegar a un reconocimiento, a un acuerdo ni a una aceptación, solo se tiene que soportar la existencia de personas de orientación e identidades distintas. Esto es fácil para quienes ejercen la tolerancia, ya que la gestionan como un ejercicio de poder.
“La idea de la tolerancia tiene connotaciones paternalistas. La tolerancia se da por una persona superior a otra inferior, a quien se le hace el favor de tolerársele. No es una relación entre iguales. Además, como quien tenía el privilegio se ha ‘rebajado’”, se ha puesto al nivel de la oprimida, tiene cierta superioridad moral”, explica Deva Mar Escobedo, estudiante de periodismo de la Universidad Complutense de Madrid en una un artículo para el diario El Salto.
La perspectiva tolerante, casi siempre pertenece al grupo social dominante. Su visión se establece como la indiscutiblemente correcta y simplemente permite la existencia de contrapuntos, los cuales validan de acuerdo a su criterio. Bajo un esquema de tolerancia, quien tolera tiene el poder de decidir qué tan importantes son las opiniones y las necesidades de la persona que es tolerada, puede elegir no escuchar, descartar, pedir que no se arme un escándalo o se dispare un conflicto poniendo la carga de éste completamente sobre el otro. Porque desde su posición de poder, son quienes generan y regulan la normalidad. Son “los campeones de a realidad” para decirlo en forma simple, y las personas que no nos ajustamos a esa normalidad somos “los retadores”.
La confrontación en una dinámica así es inevitable, a menos que la persona tolerada aprenda a vivir bajo este desbalance, las consecuencias de este compromiso pueden ser profundas e imborrables. Aún si para muchos la tolerancia les significó no perder a su familia, un techo sobre sus cabezas o un trabajo, no quiere decir que la tolerancia no tenga un costo alto para las personas LGBTQ.
“Vivir en un lugar donde solamente existe tolerancia pero no aceptación, es como estar en una cámara de privación de sentidos. No te matará pero sí tendrá un efecto agotador”. Brynn Tannehill, punta de lanza del activismo para la comunidad trans, ensayista y miembro del comité de Trans United Fund resume tan solo en dos líneas la experiencia de la tolerancia, del lado de a quien se le somete a esta. Una vez aterrizada esta idea, ¿ya podemos entender por qué la tolerancia no funciona? ¿Por qué es fácil vivir cuando la usamos pero difícil cuando alguien la usa sobre nosotres? Tras exponer las implicaciones de la tolerancia, la aceptación es un imperativo ético.
Las personas fuera de la heteronorma existen, eso no es algo a lo que aplique la tolerancia dado que seguirán existiendo independientemente de si las personas heteronormadas están de acuerdo o no con esta existencia. La tolerancia no es necesaria, lo que es urgente es el criterio y el sentido humano para entender que las identidades y orientaciones diversas son tan válidas e inocuas como las heteronormadas. Esto es lo que implica la aceptación, dejar de decir “puedo soportar que una persona viva con una orientación o identidad de género distinta” y empezar a decir “está bien que lo haga”.
Save the Children ha pedido que se prohíban las ‘terapias de reorientación sexual’ dirigidas a modificar la orientación sexual o la identidad de género por suponer un «grave daño» para la infancia.
Save the Children ha pedido que se prohíban las ‘terapias de reorientación sexual’ dirigidas a modificar la orientación sexual o la identidad de género por suponer un «grave daño» para la infancia.
Así lo ha manifestado la organización en un comunicado, emitido con motivo de la conmemoración internacional del Día del Orgullo LGTBI, que se conmemora el 28 de junio.
La ONG considera que estos «supuestos tratamientos» parten de la patologización y estigmatización de la orientación sexual y la identidad de género y provocan un «grave daño» en las personas que se someten a ellas. En la actualidad, las terapias de aversión están prohibidas en Andalucía, Aragón, Baleares, Canarias, Cataluña, Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana, Navarra y Región de Murcia.
Ante esta situación, Save the Children defiende que se ha de considerar como situación de riesgo para la infancia el «sometimiento a terapias de aversión a menores de edad pertenecientes al colectivo LGTBI por parte de sus progenitores, tutores o guardadores».
«Si un niño, niña o adolescente es obligado a acudir a este tipo de tratamientos la administración pública competente debería actuar de inmediato para eliminar, reducir o compensar los daños y evitar así su desamparo y exclusión social», ha asegurado la directora de Sensibilización y Políticas de Infancia de Save the Children, Ana Sastre.
Por ello, ha pedido al próximo Gobierno que recupere el anteproyecto de Ley de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia «de forma urgente».
Asimismo, Save the Children considera «imprescindible» que en el ámbito escolar y en el deportivo o de ocio donde participen menores de edad se enseñe acerca de la diversidad y aceptación de las distintas orientaciones sexuales y de las identidades trans.
Por último, la organización insiste en la necesidad de reconocer en todos los ámbitos el derecho de cualquier niño o niña, con independencia de su edad, a que su identidad de género sentida sea respetada en todos los entornos de su vida.
«La violencia que los menores LGTBI sufren puede provenir desde su entorno familiar, al no comprender o aceptar su condición, hasta su entorno educativo, llegando a sufrir acoso escolar. Su mayor vulnerabilidad hace imprescindible la inclusión de una perspectiva específica que vele por su protección y bienestar», ha concluido Sastre.
Este viernes se celebran 28 años desde la eliminación de la homosexualidad de las listas de enfermedades mentales por parte de la Organización Mundial de la Salud.
En esta ocasión presentamos una infografía sobre el dignificado de este fecha y datos de interés estadístico sobre la intolerancia hacia la diversidad sexual en el mundo, especialmente en Venezuela.
Recientemente se entregó en el Parlamento un número cercano a las 70.000 firmas de ciudadanos y ciudadanas que reclaman la derogación de la Ley Integral para Personas Trans, aprobada en 2018. Básicamente, el argumento que sostiene la iniciativa de derogación tiene que ver con que se habría introducido mediante la ley un trato de privilegio para un colectivo específico, las personas trans, en detrimento del principio de igualdad ante la ley que consagra la Constitución de la República. De hecho, la campaña que promovió la recolección de firmas se denominó “Todos somos iguales”. Más allá de algunas groseras tergiversaciones del contenido de la Ley Integral para Personas Trans que se manejaron durante la campaña de recolección de firmas, interesa en esta columna hacer referencia a dos concepciones antagónicas acerca de la igualdad que pueden apreciarse en el debate sobre este asunto.
Para los promotores de la iniciativa, el precandidato presidencial del Partido Nacional Carlos Iafligliola y el diputado, también nacionalista, Álvaro Dastugue, igualdad tendría que ver con la identificación con un modelo común de persona y sociedad, concebido como el único posible y aceptable. Recordemos que tanto Iafligliola como Dastugue pertenecen a sectores religiosos, de la iglesia católica en el primer caso y del movimiento evangélico neopentecostal en el segundo, que abiertamente militan en contra de la agenda de derechos desarrollada en el país en la última década. Despenalización del aborto, matrimonio igualitario y Ley Integral para las Personas Trans han sido sistemáticamente criticados desde esos sectores, ya que instalarían formas de perversión de un orden que consideran natural y necesario.
El discurso religioso que inunda la actuación política de los promotores de la derogación se sostiene en la existencia de un orden divino, dictado a la humanidad particularmente por medio del Antiguo Testamento, según el cual las identidades de hombre y mujer son fijas e inmutables y, por tanto, serían las únicas posibles de ser reconocidas como legítimas en el orden socioteocrático que suponen válido. Nótese que en esta perspectiva ser igual significa asumir necesariamente un patrón de homogeneidad social en el marco del cual la existencia de personas trans, de personas que amen a otras de su mismo sexo, y de mujeres que interrumpan un embarazo, solamente puede ser entendida como una desviación de los valores morales correctos y verdaderos. Imbuidos como están en la defensa del “orden natural de las cosas”, son absolutamente incapaces de tomar nota de las desigualdades que ese orden consagra contra aquellas personas que no se identifican con los principios de la homogeneidad que les son tan caros.
Por tanto, el “todos somos iguales” de Iafligliola y Dastugue significa que todos podemos ejercer la “libertad” de someternos al orden natural. Quienes no lo hagan deberán asumir las consecuencias de sus actos, ya que el Estado no habrá de intervenir para garantizarles una existencia digna y protegerlos de la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran. Por esto, precisamente, es que para ellos la Ley Integral para Personas Trans debe ser derogada. La derogación sería una medida ejemplarizante para aquellos que soñaron que podrían contar con algún amparo frente a historias de vida marcadas por la desconsideración pública y la desigualdad social y económica.
Más allá de las flagrantes inexactitudes sobre el contenido de la ley introducidas en la campaña de recolección de firmas, comprender las lógicas que sostienen la propuesta de derogación resulta fundamental para valorar otro amplio abanico de iniciativas que abrevan de la misma fuente. En el campo de la educación, por ejemplo, iniciativas como la denuncia de la “inculcación ideológica” que se desarrollaría en la enseñanza universitaria y la férrea oposición a la Guía de educación sexual, sostenida desde la consigna “Con mis hijos no se metan”, muestran otras caras de un mismo movimiento. Ya circulan en las redes sociales fotos de cuadernos escolares, identificando escuelas a las que asisten sus propietarios, que denuncian el trabajo de docentes que serían parte de esta iniciativa en contra de los valores verdaderos. Acciones de este tipo resultan llamativamente similares a otras que se produjeron en distintos países de la región, y que en Brasil han sido agrupadas en la iniciativa “Escuelas sin partido”. La circulación pública de denuncias como la señalada ha sido, en otros países de la región, el primer paso para el inicio de campañas que condujeron a la sanción legal de iniciativas que criminalizan el trabajo docente a partir de su identificación con prácticas de inculpación ideológica y, más groseramente, con propuestas de perversión de las identidades naturales de niños, niñas y adolescentes.
Entiendo de capital importancia llamar la atención acerca del hecho de que este conjunto de iniciativas se amparen bajo una postura que apela a la igualdad. No deberíamos dejar de pensar y debatir acerca de cómo detrás del “Todos somos iguales” se erige una perspectiva que visualiza una sola forma de ser iguales, aquella que proviene de un mandato divino. Ella tiene en los promotores de diversas iniciativas, como la derogación de la Ley Integral para Personas Trans, a sus fieles cruzados, prestos a combatir cualquier posición diferente, que no comulgue con los principios que les han sido revelados. No hace falta ahondar en el análisis para apreciar el carácter fuertemente autoritario y reaccionario de esta perspectiva.
Finalmente, se hace necesario reivindicar otra mirada sobre la igualdad, ya que de lo contrario se corre el riesgo de dejarla exclusivamente en manos de estos nuevos cruzados. La aprobación de la Ley Integral para Personas Trans, del matrimonio igualitario, de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, entre otras iniciativas, además de abrevar en un concepto de justicia, suponen otra noción de igualdad. Esta se define por el reconocimiento básico del derecho a la diferencia como derecho inalienable de todos y todas. Reconocer el derecho a ser diferentes no implica renunciar a una defensa de la igualdad sino, por el contrario, entenderla como la posibilidad de generar condiciones para el más pleno florecimiento de las diferencias, como nos enseñó José Luis Rebellato. Seremos plenamente iguales en tanto tengamos garantizada la posibilidad de poder ser efectivamente diferentes. Garantizar posibilidades de ser iguales quiere decir no permitir que ninguna desigualdad (de género, raza, etnia, cultura, etcétera) nos impida ser capaces de desarrollar un proyecto de vida en el marco de una sociedad democrática con niveles cada vez mayores de justicia social. Entender el carácter central de las disputas que se erigen en torno a las formas de concebir y practicar la igualdad resulta fundamental de cara a los futuros que seamos capaces de construir tanto individual como colectivamente. Abrir el debate resulta imprescindible.
Pablo Martinis es educador y docente en la Universidad de la República.
(*) Una primera versión de esta columna fue discutida con los colegas Pía Batista, Cristian López, Gabriela Rodríguez y Cecilia Sánchez, del Grupo de Estudios en Políticas y Prácticas Educativas (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República). Agradezco especialmente sus aportes. No obstante, la responsabilidad por los conceptos vertidos en esta columna recae exclusivamente en mi persona.
All power to the pupil activists drawing attention to the lack of information about LGBT issues in sex education in England
All I remember from my relationship and sex education in school is phallic objects, condoms and everyone being terrified of pregnancy. Looking back it’s clear how disjointed and inadequate this was at a time when I was struggling with the complexity of being a black, queer, working-class boy navigating life inside and outside school.
If I had been given information about the kind of relationships I would later come to be in and given the space to think critically about my gender it would have made my road to self-acceptance a less bumpy one. It was also a missed opportunity to address toxic elements of masculinity such as suppressing emotion or objectifying women. Modernising the sex and education curriculum wouldn’t just make LGBT+ people safer, but would benefit the wellbeing of all students.
The demand is there. According to a report published by the Terrence Higgins Trust looking at responses from 900 young people aged between 16 and 25, 97% of them thought RSE should be LGBT+ inclusive, but the vast majority (95%) had not been taught about LGBT+ sex and relationships.
This isn’t the only front the current RSE is failing on: 75% of young people were not taught about consent and 50% of them rated their RSE as “poor” or “terrible” with only 10% rating it as “good”. In this context, the shocking 22% rise in cases of gonorrhea between 2016 and 2017 is sadly unsurprising.
I spoke to one of the students responsible for this action; they are 17 years old and asked to remain anonymous. When asked why they felt this action was necessary they said: “Being LGBT+ in school can be an isolating experience … I have experienced ignorant remarks from students and teachers alike. We wanted to do this visual action to draw attention to what feels like a hidden issue, but the impact of which I and many like myself feel on a day to day basis.”
Only 13% of LGBT+ young people have learned about healthy same-sex relationships. Those who do receive inclusive education are less likely to experience bullying and more likely to report feeling safe, welcome and happy according to Ruth Hunt, chief executive of the LGBT+ equality charity Stonewall.
The feeling that this is a “hidden issue” comes as no surprise given the long history of active exclusion of LGBT+ people and their experiences from public life. In 1988, the Thatcher government introduced section 28 which stopped local authorities from “promoting” homosexuality in schools. It took 15 years for this piece of legislation to be overturned, but many teachers still don’t know if they are legally able to openly discuss LGBT+ topics, and many feel that they lack the expertise to do so.
The reason inclusive RSE isn’t mandatory is because sex education as we know it today was introduced by a Labour government in 2000, but section 28 (the law that banned “promoting” homosexuality) wasn’t overturned until 2003. It is humiliatingly out of date. An inclusive RSE curriculum could mean LGBT+ identities could be celebrated in a place they were once erased and demonised.
Thanks to campaigning organisations such as the Terrance Higgins Trust, the government has committed to making RSE lessons compulsory in all secondary schools in England and relationship education compulsory in primary schools. This was meant to be rolled out in 2019, but has now been pushed back to 2020. Whether this will cover LGBT+ relationships and gender adequately remains to be seen, as the finalised guidance that will be used by schools to deliver the RSE has yet to be published.
The rollout can’t come soon enough. LGBT+ people are more likely to experience poor mental health in the form of depression, suicidal thoughts, self-harm and substance misuse due to the pervasive discrimination, isolation and homophobia they experience. This shake-up of RSE could be an important step towards changing this.
Source of the article: https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/dec/24/queering-sex-education-lgbt-pupil-england
El trato diferente de la prensa internacional a los cambios legislativos a favor de matrimonio homosexual. Tanto en Cuba como en Colombia. Deja en claro que dicha prensa se posiciona con su silencio a favor de los crímenes homofóbicos en Colombia.
Matrimonio igualitario en Cuba y Colombia: mirar al pasado u olvidarlo, según convenga
José Manzaneda, coordinador de Cubainformación.- La nueva Constitución cubana, cuyo proyecto será discutido, durante tres meses, en asambleas ciudadanas (1), abre las puertas al matrimonio entre personas del mismo sexo (2).
Grandes medios internacionales han aprovechado la noticia para recrear, una vez más, el conocido relato de terror sobre la homofobia en la Isla (3). En un reportaje de CNN es español, escuchábamos: “Décadas de persecución, represión y miedo. Entre los años 60 y 70 el régimen dictatorial de Fidel Castro persiguió a la comunidad homosexual en Cuba” (4). Otro video del mismo canal, días más tarde, elevaba el tono e inventaba palabras jamás pronunciadas por el líder cubano: las personas LGBTi, “para Fidel Castro, eran un maquiavélico producto del capitalismo y por tanto debían ser erradicadas de la sociedad” (5).
CNN, tan proclive a incluir el contexto histórico al informar sobre Cuba, suele prescindir del mismo cuando se trata de otros países. Hace dos años, en Colombia, la Corte Constitucional daba legalidad al matrimonio igualitario. CNN, entonces, relataba la noticia con apego estricto a la actualidad (6). Sin mirar atrás (7). Sin el menor repaso histórico al rechazo, discriminación y represión sistemática de personas LGBTi en aquel país (8). Y sin mención alguna de datos actuales muy relevantes, como los más de cien asesinatos por odio homofóbico y transfóbico que ocurren, cada año, en Colombia (9).
Este doble rasero es común a otros medios corporativos. El diario español “El País” narraba en su día, de manera fría y objetiva, cómo “La Corte Constitucional de Colombia avaló el matrimonio igualitario” (10). Sobre Cuba, en contraste, asegura que “intenta enmendar décadas de homofobia al cambiar la Constitución” (11). De igual manera, para Televisión Española “Cuba avanza hacia el fin de la homofobia al aprobar el primer trámite de la reforma constitucional” (12). Conclusión: solo en Cuba ha existido o existe homofobia. En Colombia, al parecer, no.
Los avances legales y sociales en Cuba, en esta materia, son innegables (13). Por ello, las solicitudes de asilo alegando “persecución por orientación sexual” en la Isla son un argumento migratorio cada día menos convincente. Recientemente, el secretario de Estado de Holanda declaraba que “en Cuba la comunidad LGBT está segura” (14), y Gobierno y Tribunal Supremo de aquel país rechazaban el asilo a un grupo organizado de solicitantes cubanos (15) (16).
Recordemos que no solo el Gobierno de EEUU ha financiado durante años, con millones de dólares, a supuestos “activistas” cubanos LGBT contrarios al Gobierno de la Isla (17). También otros mecenas públicos y privados: desde la Fundación Ford a la Unión Europea (18). Estos “disidentes” subvencionados son quienes siguen apareciendo en los medios como “opinión calificada”, con un discurso trasnochado, que trata de tapar, a la opinión pública internacional, los cambios notables ocurridos en la sociedad cubana. No es extraño, por ello, escuchar en televisión mentiras tan flagrantes como la de este supuesto “activista” de Villa Clara: En Cuba “Cuba es un país que carece de libertad de expresión y el ser homosexual, el expresarte como tal, se considera un delito”, afirmaba sin despeinarse en Televisión Martí (Miami) (19).
Por el contrario, la opinión y vivencias de activistas con años de lucha, verdaderos artífices de los avances de las personas LGBTi en Cuba, rara vez interesan a la prensa internacional (20). Debido a la distorsión mediática, “el mundo tiene una mirada que no es la real de Cuba. En Cuba hacemos muchas cosas. Quizá todas no sean perfectas, pero la sociedad civil y las redes sociales trabajan en pos de que todos tengamos una Cuba inclusiva. Y sería bueno que la personas supieran qué hacemos los jóvenes en Cuba”, decía a Cubainformación TV Pável Leyva, miembro de la “Red de Jóvenes cubanos por la Salud y los Derechos Sexuales” (21). ¿Tomarán nota de sus palabras en CNN, Televisión Española o El País?
El acoso escolar es notorio en Japón y lo ha sido durante décadas. Para los niños LGBT en particular, el acoso, las amenazas e incluso la violencia en las escuelas pueden ser insoportables. Las políticas de la escuela no protegen adecuadamente a estos estudiantes. En el mejor de los casos, los maestros están confundidos acerca de cómo manejar el acoso LGBT; en el peor, toman parte en eso. Aunque el matrimonio entre personas del mismo sexo se debate en Japón, la escasez de verdaderos modelos de roles LGBT es tan marcada que los niños recurren a personajes de manga gay en busca de inspiración e información muy básica sobre género y sexualidad. El investigador Kyle Knight habla sobre el nuevo informe de Human Rights Watch, «The Nail That Sticks Out Gets Hammered Down» y su idea de crear personajes manga no de ficción que den un vistazo a la vida real de los jóvenes LGBT de Japón.
¿Por qué el acoso escolar es un problema en Japón?
La cultura escolar en Japón está basada en la conformidad, por lo que el acoso individualiza a las personas si son diferentes. Algunos académicos creen que la intimidación es una estrategia que algunos maestros usan, de hecho, para externalizar la disciplina al cuerpo estudiantil, que un poco de intimidación o presión para conformarse con los compañeros hará que todos se comporten mejor. En todo el país, se registraron 188,072 casos de acoso escolar en el Ministerio de Educación en 2014. Los medios de comunicación y el gobierno tienden a reaccionar solo ante casos de alto perfil, es decir, aquellos que terminan en suicidios. Pero esto no aborda las formas más generalizadas de intimidación.
Los temas LGBT no aparecen en ningún lugar del plan de estudios nacional, y las personas LGBT no se mencionan en las políticas de prevención del acoso escolar. De hecho, la política nacional de prevención del acoso escolar dice que una forma de prevenir el acoso es educar a los estudiantes sobre las normas sociales. Esto envía el mensaje de que las escuelas están allí para hacer cumplir las normas, incluida la estigmatización de los estereotipos que limitan la libertad de expresión de los niños LGBT, al tiempo que establece que los niños que rompen normas están equivocados.
¿Qué están haciendo los maestros?
Los estudiantes lo suficientemente valientes como para acercarse al personal de la escuela sobre el acoso escolar prueban su suerte.
Existe una ignorancia generalizada entre los maestros. Una maestra me dijo que cuando los estudiantes se acercaron a ella y le dijeron que los intimidaban por ser homosexuales, ella se ocupó de los administradores. Pero ella nunca les dijo a los administradores que los niños eran homosexuales. Ella blanqueó eso. Ella no estaba cómoda. Aunque ella tenía algunos amigos gay, dijo que no sabía nada sobre las personas LGBT y miró «LGBT» en Wikipedia antes de que la conociera, por lo que no sonaría como una ignorante. Ella no tenía prejuicios. Simplemente no lo sabía, porque el gobierno no exige ningún tipo de capacitación.
¿Hablaste con alguien que se destacó por ti?
Kiyoko, ahora en la universidad en Tokio, me contó sobre su acoso en la escuela secundaria. Ella dijo que debido a que se había cortado el pelo, usaba su uniforme de forma ligeramente diferente y no actuaba lo suficientemente femenina, otros estudiantes la enjambraban, enrollaban papeles para golpearla y le decían que no estaba actuando como una niña . Los maestros pasaban y no hacían nada. En un momento de nuestra entrevista, ella se quebró y lloró. El consejo de sus amigas fue esperar y tratar de abandonar el distrito escolar cuando ella comenzó la escuela secundaria.
Esta idea de absorberla y esperarla realmente me llamó la atención, de que tenías que trasladarte físicamente para evitar este tratamiento, una forma de escapar, en lugar de cualquier esperanza de remedio o recurso. Escuchamos esto una y otra vez.
¿Qué más escuchaste repetidamente?
Los uniformes escolares causaron mucha ansiedad a los estudiantes que entrevisté. Japón generalmente introduce uniformes segregados por género en la escuela media, por lo que faldas para niñas y pantalones para niños.
Muchos estudiantes transgénero, incluso si tienen el coraje de solicitar cambiar sus uniformes, son inducidos a creer que la única forma en que pudieron cambiar fue ver a un psiquiatra y ser diagnosticado con un «trastorno de identidad de género». Esto se debe a que la ley japonesa El reconocimiento transgénero se basa en intervenciones médicas. Técnicamente, obtener este diagnóstico no es obligatorio para los estudiantes, pero la confusión sobre la política ambigua deja a muchas escuelas aún creyendo que este es el caso.
El proceso de obtener el diagnóstico es realmente complicado. En muchos casos, los estudiantes necesitan el seguro de salud de sus padres para cubrir gran parte del costo médico, así como un psiquiatra en una clínica de género dispuesto a verlos, a veces con sus padres presentes. Luego tendrían que someterse a un diagnóstico de trastorno mental, que ha sido condenado rotundamente en todo el mundo como una comprensión patológica y regresiva de la identidad de género.
El acceso al baño también fue un gran problema para los niños transgénero. Se les intimidaba si usaban el baño de su sexo asignado al nacer y si lo acosaban si usaban el baño del sexo con el que se identificaban. Algunos lograron persuadir a los maestros para que les permitieran usar el baño de la facultad o el baño accesible para discapacitados, pero esto no solucionó el problema ya que esas instalaciones a menudo eran escasas. Y ciertamente no les permitió a los estudiantes trans la dignidad de acceso al baño que merecen.
En última instancia, las reglas de la escuela sobre uniformes y uso del baño deben establecerse teniendo en cuenta los mejores intereses de los niños.
¿A qué más se enfrentan los estudiantes transgénero?
En Japón, existe una ley según la cual las personas pueden ser reconocidas legalmente de acuerdo con su identidad de género. Pero los requisitos para ser reconocido son intensos y abusivos. En primer lugar, debe ser diagnosticado con un «trastorno de identidad de género». Luego se le recetan hormonas y se le obliga a someterse a la esterilización: cirugías irreversibles y altamente invasivas. Además, estos procedimientos no están cubiertos por el plan nacional de seguro de salud.Por lo tanto, es extraordinariamente caro vivir de acuerdo con su identidad.
Los niños trans que entrevisté, los niños que están siendo intimidados en la escuela hoy, los ven como opciones que tendrán que hacer en el futuro. Cómo y cuándo obtener la cirugía, cómo pagarla, cómo se sentirá, si realmente la quieren, tienen dificultades con estas preguntas. Sin embargo, algo interesante parece suceder a medida que envejecen. Cuando entrevisté a estudiantes universitarios transgénero, dicen que sintieron una extraordinaria sensación de alivio en la universidad porque podían vivir y expresarse como quisieran. No había más uniformes, los grupos sociales estaban menos segregados por género, y los profesores no analizaban su apariencia. Como resultado, dejaron de pensar que tenían que ser estrictamente hombres o mujeres. Algunos pensaron, tal vez no quiero ese diagnóstico. Tal vez no quiero ser esterilizado.
Aún así, estas historias fueron muy difíciles de escuchar porque los estudiantes sabían que, sin importar cuánto habían cambiado sus ideas y se abrió su libertad de expresión, la ley permanece. Si quieren que su género sea legalmente reconocido, realmente deben seguir estos pasos.
La mayoría de ellos recurren a Internet y a los personajes de cómics. El género de los cómics «Boys Love» tiene personajes homosexuales, pero en su mayoría son leídos por chicas jóvenes, y los personajes no se toman como reales. Cuando los niños se acercaban a sus compañeros de clase, sus compañeros de clase decían: «Oh, pensamos que esto era algo solo en los comics».
Lo que los cómics capturaron fue el aislamiento que sentían estos niños. Muchos niños con los que hablamos dijeron que sabían que los personajes no eran reales, y que querían modelos más reales, no basados en la moda.
Entonces tuviste algo creado.
Tomamos las historias de cuatro personas que entrevistamos y las convertimos en comics.Contratamos al primer artista de manga abiertamente gay, Taiji Utagawa, para que lo hiciera.
Desafortunadamente, estas historias resonarán con muchas de las personas que conocimos. Una es sobre la ignorancia de los docentes, otra es sobre los sentimientos de profundo aislamiento. El tercero se enfoca en tratar de encajar en la escuela, y el último es sobre el comportamiento abiertamente homofóbico de los maestros.
Un hilo que recorre todos ellos -y el informe de Human Rights Watch- es cómo las escuelas favorecen y hacen cumplir la conformidad. Las escuelas hacen esto de manera positiva, como enseñar normas sociales como la compasión, pero también de maneras negativas, como rechazar lo que es diferente.
¿Qué quieres que pase?
La ley anti-bullying de Japón, que se redactó en 2013 después de un suicidio relacionado con el acoso, está pendiente de revisión. Queremos que el gobierno japonés incorpore a los estudiantes LGBT en la política de intimidación. El gobierno debería dejar en claro que los estudiantes que desean cambiar su uniforme o ir a un baño diferente no necesitan que se les diagnostique un trastorno mental. La diversidad necesita su propia protección, y eso comienza por nombrar categorías de personas especialmente vulnerables.
Japón tiene la capacidad de resolver este problema. Tiene un gobierno y distritos escolares altamente funcionales que harán lo que dice el gobierno. Japón ya es un líder en derechos LGBT en las Naciones Unidas, ya que votó a favor de las dos resoluciones históricas de derechos LGBT en 2011 y 2014. Ahora el problema debe abordarse en su propio terreno.
Este es el tiempo. Los asuntos LGBT ya no son políticamente tóxicos en Japón, se habla de que el matrimonio entre personas del mismo sexo es público. En diciembre pasado , un asambleísta local tuiteó que los homosexuales necesitan «curarse». La gente lo avergonzó tan intensamente que lo rescindió. Hace seis años, el alcalde de Tokio dijo lo mismo y no pasó nada. Este es un gran cambio.El saldo está dando vueltas.
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