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Manifiesto por los Derechos de las Mujeres

Manifiesto por los Derechos de las Mujeres

Redacción Tribunal Feminista

Manifiesto que se leyó este 8M en Madrid

El 8M de 1857, centenares de trabajadoras marcharon por las calles de Nueva York. Años más tarde, la ciudad fue de nuevo testigo de las huelgas de las mujeres de las fábricas, saldadas con la represión y el fuego. El mes de marzo está marcado en el calendario por nuestra sangre y nuestra lucha centenaria. 163 años después, nos convocamos una vez más reclamando justicia.

Hoy, 8 de marzo de 2020, Día de las Mujeres, el Movimiento Feminista de Madrid MANIFIESTA:

Exigimos el fin de la violencia contra nuestro sexo, porque no hay paz para las mujeres. No la hay con un comienzo de año negro, con 19 mujeres y una niña asesinadas en este país por el terrorismo machista. Si oficialmente se cuentan 1.046 asesinadas por violencia de género desde 2003, se esconde gran parte de la verdad: los feminicidios son casi el doble. Las cifras de víctimas repuntan desde 2017. Toda la dimensión del terror de estos crímenes ha de ser tenida en cuenta.

Millones de mujeres en el mundo impulsan una ola de indignación contra la violencia, entre la resistencia y la furia de nuestras hermanas en América Latina. No es solo cuestión de Estado: es un grito global.

Desde 2013, el terror machista ha acabado en España con la vida de 35 niños y niñas y ha dejado en horfandad a otros 286. Demandamos que el reconocimiento a las familias de las víctimas se equipare al de otros terrorismos. No hay paz para nosotras cuando a la vez que honramos a las víctimas, se instala el negacionismo reaccionario: la extrema derecha ha declarado la guerra a las mujeres.

Esta es una lucha que apela a la conciencia de toda la sociedad. Exigimos acompañamiento y protección a las mujeres, formación de los agentes implicados, creación de juzgados especializados y unidades de valoración forense integral. La dispensa de la obligación de declarar contra su agresor es contraria a la lucha contra la violencia de género y deviene, en muchos casos, en impunidad. Más allá de los minutos de silencio, ¡basta ya de justicia patriarcal!

No haber sido capaz de proteger a las más de 200 mujeres que hoy estarían vivas tras dar la voz de alarma ante la justicia, es el mayor fracaso de nuestra democracia.

Una gran mayoría de las asesinadas no llegó a denunciar nunca: no es fácil dar ese paso. Es también una alerta de la desconfianza de las mujeres en un sistema que cuestiona su credibilidad. Si queremos salvar vidas, es urgente impulsar ya el título habilitante sin denuncia previa. Deben ponerse en marcha las medidas acordadas, porque es posible ayudar a muchas desde el cribado sanitario y los ayuntamientos. Exigimos transparencia para conocer el destino de los fondos de un Pacto de Estado contra la Violencia de Género que lleva ya dos años firmado.

La custodia compartida impuesta, la nueva coordinación de parentalidad o el falso síndrome de alienación parental son estrategias de coacción y castigo a las mujeres que promueven sectores reaccionarios. El feminismo no va a consentir la expansión de sus mentiras.

Todas las violencias machistas son expresiones de una misma ideología de odio. El aumento de las denuncias por violación en un 49 % en el último trienio obliga a dar respuestas. En las 177 agresiones sexuales múltiples registradas desde 2016, se han identificado, al menos, 141 menores entre los agresores. Casi un 40 % de las víctimas era menor de edad. Hasta la Fiscalía General de Estado califica como “muy inquietante” el incremento de la violencia sexual entre los jóvenes. Sin el impulso feminista, no se habrían llevado al legislativo las reformas en marcha sobre libertades sexuales. Demandamos que la nueva ley elimine el requisito de la denuncia previa cuando hay evidencias de violencia sexual. Reclamamos los argumentos de la propuesta que rebaja las penas por agresión sexual. Hay que acabar con la cultura de la violación y con las manadas.

La prostitución debe ser reconocida como violencia machista. Es en sí misma un atentado contra la libertad y la integridad personal, toda vez que implica el sometimiento sexual de quien necesita dinero. La prostitución reafirma y perpetúa la desigualdad entre los sexos, pues tiene su raíz en el núcleo duro del patriarcado: la subordinación de la mujer al varón. Porque lo contrario de la abolición es la barbarie, el feminismo es abolicionista.

La industria sexual es hoy una multinacional del crimen. La captación se alimenta de la violencia, la marginación, el abuso infantil o la necesidad, mientras la demanda sigue esquivando el foco: las redes proxenetas mueven cohortes de mujeres y niñas desde países más pobres, para satisfacer a los varones de países más ricos. En la última década se registraron 51 asesinatos de mujeres en prostitución. La verdadera revuelta puteril la traen las voces de las supervivientes, que hablan de “campos de concentración”. Las especialistas alertan de secuelas muy graves. La vulnerabilidad de las jóvenes encuentra uno de sus exponentes en las menores tuteladas por el Estado, para las que exigimos el máximo nivel de protección.

El modelo nórdico reduce los daños, mientras la regularización en Alemania es un tremendo fracaso. Nuestro país, tercer destino mundial de turismo sexual, necesita una ley abolicionista de la prostitución. Una ley que no penalice a las mujeres, sino que les brinde alternativas económicas, formativas, de empleo, habitacionales o de cualquier índole. Que persiga al proxeneta y al tratante. Una ley que sancione la demanda de pago por violar, elevando hasta la línea de los derechos humanos lo que esta sociedad considera aceptable.

Denunciamos el cabildeo que ha llegado hasta la Universidad para hacer propaganda de la prostitución como una salida laboral para las estudiantes. Cuando un Estado legaliza la prostitución, se hace cómplice por sus tributos. Debemos dar nuestro ejemplo para avanzar hacia la abolición internacional.

Si la prostitución es violencia machista, el porno es su pedagogía. El capitalismo salvaje ha dejado el acceso libre de los más jóvenes a una pornografía que escala por la extrema violencia sexual. En sus grandes plataformas en internet se suben millones de videos por año: uno de los términos más buscados es “adolescente”.

Es hora de cerrar sitios web y responsabilizar a sus ejecutivos, de dejar de mirar para otro lado ante la pedofilia. Se necesita una apuesta por la coeducación, con una educación sexual para la igualdad, que no sea solo un complemento en el currículo escolar. La verdadera “teoría del porno” es la misoginia.

La explotación sexual y la reproductiva comparten una profunda deshumanización. El alquiler de mujeres embarazadas para la compra venta de seres humanos es un atentado a la igualdad y a los derechos de filiación de madres e hijos. Nuestro ordenamiento debe tipificar explícitamente como delito esta práctica y considerar ilícita cualquier promoción de ella. Nuestras garantías deben incluir los “vientres de importación”, que sortean la ley, y derogar la Instrucción de 2010, sobre el régimen registral de la filiación, que nos instala en la ambigüedad legal.

Es inadmisible que desde los medios de comunicación se dé un tratamiento sesgado que normaliza la cosificación del alquiler de mujeres y la compra de bebés. Desde los medios se difunden también la hipersexualización de las niñas y la mercantilización sexual; en casos extremos, se rentabiliza el morbo amarillista sobre las víctimas. Si los medios de comunicación son una pieza clave para combatir el machismo, igualmente lo son para perpetuarlo. Su responsabilidad es ser garantes del derecho a la información, desde el principio de igualdad.

Las feministas venimos de lejos, y han sido muchas las luchas por el derecho al aborto. Exigimos un derecho a la interrupción voluntaria del embarazo sin el acoso de la ultraderecha religiosa, revertir la contrarreforma que afecta a las jóvenes de 16 y 17 años más vulnerables, anticonceptivos de última generación gratuitos, y la garantía de las prestaciones en la sanidad pública.

En verdad somos disidentes: lo somos contra los límites de una feminidad impuesta. Si no hay cerebros rosas ni azules, no hay juegos de niños o cosas de niñas. Nosotras somos abolicionistas del género. Es un pilar del feminismo acabar con esta construcción política que nos subordina como clase sexual. Millones de niñas en el mundo saben que ser mujer no es un sentimiento cuando mutilan sus genitales o se les impone sumisión bajo el velo patriarcal. No podemos diluirnos como sujeto político del feminismo ni permitir la implantación normativa de una neolengua que nos hace invisibles, que redacta “progenitor gestante” por “madre” en textos legales. El sexo es una realidad políticamente significativa y si no frenamos este borrado, la igualdad quedará entrampada en la diversidad.

Nosotras no estamos en conflicto con la libre expresión de la personalidad. Tampoco con la protección legítima de cualquier colectivo. Afirmamos que promulgar leyes de autoidentidad sexual, fusionada con el género, no sujeta a nada verificable salvo la voluntad de cada momento, es problemático para las mujeres. Tratar de imponernos silencio por ello es antidemocrático.

Legislar sin prever todas las derivadas podría dificultar las políticas para la paridad o contra la violencia sexual, desvirtuar espacios en los que la seguridad y la privacidad son importantes, especialmente para las más vulnerables. Perjudicaría, asimismo, la posibilidad de competiciones deportivas justas para mujeres y niñas.

Alcanzar la independencia económica que permita a todas una vida digna es imprescindible. La realidad sigue siendo que las mujeres estamos discriminadas en el ámbito laboral. La brecha salarial está en el 21,9% en el cómputo estatal, en la Comunidad de Madrid llega al 25,9%.

Las mujeres ganan al año casi 6.000 euros menos que los hombres. Tenemos la mayor parte de los contratos a tiempo parcial y una tasa de paro al menos tres puntos más alta que los varones. Somos el máximo exponente de la precariedad en nuestro país, porque el patriarcado y el capitalismo se aseguran de mantenernos con las peores condiciones laborales y con la carga casi en exclusiva de los cuidados y las tareas del hogar. Exigimos una ley de igualdad salarial, como herramienta para la negociación colectiva, mecanismos para que el empresariado cumpla la legislación vigente en esta materia, y que las administraciones autonómicas y locales implementen medidas de igualdad laboral.

Necesitamos políticas eficaces sobre corresponsabilidad y gestión pública, cuando los cuidados no pagados en España supondrían un 15 % del Producto Interior Bruto. Por si fuera poco, al concluir nuestra vida laboral, la brecha en las pensiones es incluso más profunda, de media un 35 % inferiores a las de los hombres. El reconocimiento como gananciales de las cotizaciones a la Seguridad Social reduciría la injusticia de la carga adicional de trabajo que realizan las mujeres para sus familias.

El espejo de la pobreza en este país devuelve el rostro de una mujer. La mitad de las familias monomarentales se sitúa en ella, debido a la falta de legislación y protección por parte de los gobiernos. Si existe un colectivo precario en el empleo es el de las empleadas domésticas, para las que el Estado debe ratificar el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo. En su visita a España, el relator especial de Naciones Unidas las ha escuchado a ellas, a las mujeres gitanas en el umbral de la marginación o a las temporeras del campo, y ha dado un serio aviso sobre un sistema de protección roto.

El reconocimiento del talento de las mujeres también es hacer justicia. Vindicamos el valor de nuestra aportación al acervo común en la creación y el conocimiento. Es una gran misión de rescate colocar a las viejas maestras en las páginas de historia, abrir los cánones de la academia y verlas como referentes. Es preciso hacer cumplir la ley de igualdad, con la presencia equitativa de ambos sexos en los mandos públicos y privados.

Cada 8 de marzo y cada día del año, la vindicación de las mujeres se oirá en esta ciudad y en todo el mundo. El abolicionismo no es solo el camino por la consecución de una ley, al igual que el sufragismo no fue solo la lucha por la conquista del voto. Aquel fue un genuino movimiento de liberación encabezado por una vanguardia no siempre comprendida, y eso mismo ocurre, más de cien años después, con el movimiento abolicionista, que se rearma cada día.

Nosotras hoy debemos ser dignas herederas de esas voces, porque nosotras, las abolicionistas, somos las nuevas sufragistas.

Por eso nos hemos convocado aquí, junto al recuerdo de la republicana Clara Campoamor. Ella era una de aquellas sufragistas y abolicionistas. El diario de sesiones del Congreso guarda cómo la misma diputada que había ganado el voto para las mujeres, hablaba de la quiebra ética para el Estado y de la crueldad de no proteger a aquellas jóvenes cuyos cuerpos eran tratados como una mercancía.

Nosotras no olvidamos. El eco de esas feministas republicanas está aquí porque aún somos la resistencia y alzamos nuestra voz para que viva la lucha de las mujeres.

Fuente: https://tribunafeminista.elplural.com/2020/03/manifiesto-por-los-derechos-de-las-mujeres/

Fuente de la Imagen: Tribuna Feminista

Autor: Redacción Tribuna Feminista

 

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Lanzan campaña para promover los derechos de la mujer en Cuba

América Central/Cuba/08-03-2020/Autor(a) y Fuente: www.cubanet.org

La iniciativa busca visibilizar las violaciones a los derechos de las mujeres en la Isla, situación que no se refleja de manera real en la esfera local, ni internacional.

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Foto de la campaña de la Red Defensora de los Asuntos de la Mujer (Foto: Cortesía)

La Red Defensora de los Asuntos de la Mujer (Redamu) compartió en redes sociales la campaña denominada “La Cuba que no ves”, una iniciativa con la que busca visibilizar las vulneraciones de los derechos que sufren las mujeres en Cuba, situación que no se refleja de manera real en la esfera local, ni internacional.

La campaña “La Cuba que no ves” se lanzó a propósito del Día Internacional de la Mujer, que se conmemora el 8 de marzo. Consta de gráficas que invitan a mostrar una mayor sensibilidad y preocupación por los derechos de las mujeres cubanas. Esto como consecuencia de que en Cuba existen desafíos por superar, como la falta de protección legal para las mujeres víctimas de violencia de género, los estereotipos en cuanto a los roles de la mujeres, y la falta de información veraz e independiente sobre la situación de la mujer en Cuba.

Las activistas de la Redamu consideran que es importante buscar un cambio de comportamiento en los ciudadanos y exigir acciones a las instituciones para promover y respetar los derechos de la mujer en Cuba.

Por ello, buscan visibilizar la violencia hacia la mujer, entre otras acciones, dando a conocer los distintos tipos de violencia de género, sobre todo los menos conocidos. Uno de ellos es la violencia obstétrica, que es la que ejerce el personal médico con relación a los procesos reproductivos de las mujeres. Este tipo de violencia se manifiesta a través de insultos, gritos, maltratos, intervenciones no autorizadas, etc. Muchas mujeres en Cuba han sido y pueden seguir siendo víctimas de violencia obstétrica sin saberlo.

La Redamu es una red de la sociedad civil independiente cubana.  Desde el 2018 ha realizado 94 talleres de sensibilización a mujeres y varones de ciudades como La Habana, Holguín, Cienfuegos, Pinar del Río, Villa Clara, Granma, Ciego de Ávila y Sancti Spíritus. A la fecha, 496 personas, entre miembros de la comunidad e integrantes de organizaciones de la sociedad civil, han sido capacitadas por las integrantes de la Redamu. Entre los principales temas abordados en sus talleres están el feminicidio, el enfoque de género, los derechos sexuales y reproductivos, y los distintos tipos de violencia de género.

Como parte de sus actividades, para educar y sensibilizar a mujeres y hombres en Cuba, las integrantes de la Redamu han publicado en su blog artículos de opinión sobre asuntos de la mujer y género de Cuba. También, han elaborado material educativo sobre temas como la violencia de género y el acoso, y una Guía sobre Derechos sexuales y reproductivos para adolescentes. Además, han orientado a víctimas de violencia de género en sus comunidades.

Fuente e Imagen: https://www.cubanet.org/noticias/lanzan-campana-para-promover-los-derechos-de-la-mujer-en-cuba/

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Universidad de la India exige a estudiantes que se desnuden para comprobar que no están menstruando

Redacción: Plumas Atómicas

Más de 60 estudiantes tuvieron que mostrar su ropa interior.

Más de 60 mujeres y jóvenes en una escuela en India han dicho que se vieron obligadas a desnudarse y mostrar su ropa interior a los maestros para demostrar que no estaban menstruando.

A unas 68 alumnas se les dijo que se desnudaran después de encontrar una toalla sanitaria usada en el jardín del Instituto de Niñas Sahjanand en la ciudad de Bhuj, en la India. El incidente ocurrió el martes 18 de febrero de este año.

“El director abusó e insultó, preguntándonos quiénes de nosotras estábamos teniendo nuestros períodos. Dos de nosotros que estábamos menstruando nos hicimos a un lado “, dijo uno de los estudiantes al medio local Hindustan Times“A pesar de esto, nos llevaron a todos al baño. Allí, las maestras nos pidieron que nos quitáramos individualmente la ropa interior para que pudieran comprobar si estábamos menstruando”.

La universidad, ubicada en el estado natal del primer ministro Narendra Modi, Gujarat, está dirigida por la secta hindú conservadora Swaminarayan. Los miembros de esta secta con seguidores del yogui y asceta de este mismo nombre, cuya vida y enseñanzas trajeron un renacimiento de las prácticas hindúes centrales como el dharma. Sus seguidores creen que este yogi es una manifestación de Dios.

“Las chicas fueron informadas sobre las reglas del albergue antes de que fueran admitidas”, dijo el administrador de la universidad, Pravin Pindoria, a la agencia de noticias AFP.

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Estas reglas incluyen restricciones a las mujeres que menstrúan, ya que no se les permite ingresar al templo y la cocina, socializar o tocar a otros estudiantes o dormir dentro del albergue, según informes de los medios localesMientras menstrúan, las estudiantes deben permanecer en el sótano.

La Comisión Nacional de la India para la Mujer dijo que estaba investigando el incidente.

La menstruación está muy estigmatizada en gran parte de la India y otras partes del sur de Asia, donde a las mujeres a menudo se les prohíbe ir a los lugares de culto durante su período.

Según UNICEF, en India, “la menstruación se considera sucia e impura y, durante los períodos, se desaconseja que las niñas asistan a la escuela y se queden en sus hogares”.

En Nepal, país vecino a la India, las llamadas “choza menstrual” todavía están muy extendidas, y un estudio reciente muestra que alrededor del 77 por ciento de las niñas nepalesas se ven obligadas a dormir fuera de su hogar durante su período.

Fuente: https://plumasatomicas.com/noticias/internacional/india-universidad-menstruacion-desnudan-estudiantes/

 

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Libro(PDF): «Mercedes Olivera: Feminismo popular y revolución. Entre la militancia y la antropología»

Reseña: CLACSO

La vida y la obra de Mercedes Olivera están definidas por su carácter revolucionario, por un pensamiento y un quehacer incesante en el cuestionamiento de las relaciones de poder, sobre todo de género, institucionalizadas, normalizadas y naturalizadas. Una de las grandes intelectuales públicas de Nuestra América, destaca por su trayectoria congruente y abrazadora, siempre luchando por introducir un futuro otro, por mover el horizonte intelectual y político hacia un umbral situado en la distancia más desafiante para conseguir que las cosas no queden en el opresivo presente y se acerquen al mejor mundo posible.
Los trabajos reunidos en esta antología, en una apuesta por Centroamérica, en sus propuestas investigativas colaborativas y de defensa participativa de las mujeres que viven violencia, son el testimonio de los caminos críticos y reflexivos de una intelectual-política cuyas búsquedas como antropóloga y activista feminista han tenido entre sus objetivos producir conocimientos, explicar y cambiar la realidad. Los principales ejes de su quehacer y su pensamiento han sido las revoluciones latinoamericanas, la recuperación de los saberes indígenas y de las lenguas mayas, la defensa de la propiedad colectiva, los alegatos a favor del derecho a la tierra para las mujeres y al territorio, la exposición de las causas estructurales de la violencia de género y, en general, la reivindicación del derecho, la libertad, la justicia y el sentido humano.

Autores (as): Mercedes Olivera. Montserrat Bosch Heras . [Editoras]

Marisa G. Ruiz Trejo. María del Carmen García Aguilar. Luis Antonio Sánchez Trujillo. Gloria Guadalupe Flores Ruíz. Concepción Suárez Aguilar. Mauricio Arellano Nucamendi. Alma Padilla García. [Autores y Autoras de Artículo]

Editorial/Editor: CLACSO.

Año de publicación: 2019

País (es): Argentina

Idioma: Español

ISBN: 978-987-722-549-5

Descarga: Mercedes Olivera: Feminismo popular y revolución. Entre la militancia y la antropología

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=1806&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1357

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“Es necesario un Estado fuerte para garantizar los derechos de la mujer en Afganistán”

Redacción: Política Exterior

Shukria Jalalzay dedica más de 12 horas al día a defender los derechos de mujeres y niñas en Afganistán. Ni las amenazas de los talibanes la frenan. “Tengo que trabajar, no por mí, sino por mi país, por las futuras generaciones”. Jalalzay es la directora de Afghan Women Coordination and Promotion Organization, una organización que lleva a cabo iniciativas para el empoderamiento de las mujeres desde Kabul, sobre todo en materia de educación. “Cuando tienes habilidades, tienes dinero, y con dinero tienes acceso a la sanidad, a la justicia, a más educación, a mejores trabajos… en definitiva, puedes tomar tus propias decisiones”. En un país donde muchas mujeres ni siquiera tienen acceso al paracetamol sin consentimiento de sus maridos, la formación puede ser la llave que abra la puerta a la libertad.

La economista y activista ha visitado recientemente la sede de Incipe en Madrid para hablar sobre la situación de las mujeres en materia de Derechos Humanos en Afganistán. “Voy a presentar los avances, apoyados por el Estado, pero después, aunque lo siento, no tengo buenas palabras. Estamos en guerra”, aseguró nada más empezar. La guerra lo impregna todo. Por más que las cifras arrojen esperanza, Jalalzay deja claro que el Estado es débil, que los talibanes tienen fuerza y que el conflicto y la corrupción no se pueden sacar de la ecuación.

A su juicio, el principal objetivo que debe defenderse en las negociaciones con los talibanes es reforzar las instituciones del Estado: “Es crucial para las mujeres que el Estado sea fuerte, si no, no puede haber derechos”. Aunque desde el Estado se reconoce la igualdad legal, “en Afganistán la situación sigue siendo mucho más difícil para las mujeres en todos los ámbitos, por lo que son necesarias medidas de discriminación positiva”.

 

“En Afganistán la situación sigue siendo mucho más difícil para las mujeres en todos los ámbitos, por lo que son necesarias medidas de discriminación positiva”

 

No obstante, en materia de educación es cierto que las cifras son esperanzadoras: en 2018, las chicas representaron casi el 40% del alumnado general y alrededor del 25% del universitario. Pero las barreras siguen siendo muchas. La primera, señaló Jalalzay, la calidad de la educación básica es muy mala “cerca de la calidad cero. Hay guerra, hay corrupción y no hay capacidad para mejorarla”. Así que, pese a las cifras, no existe una capacitación real en la educación básica, aunque la calidad mejora a nivel universitario. A esta situación se le añaden los problemas estructurales que impiden el acceso a la educación a las niñas: falta de recursos económicos de las familias, de infraestructuras, problemas relacionados con la seguridad o trabas culturales que impiden el permiso familiar. “La mentalidad de muchas familias es que las hijas no son suyas. Se casarán y se irán, así que no merece la pena invertir en ellas”.

En el acceso al trabajo, por su puesto, las trabas también sobran. Empiezan con el bajo nivel de formación en la población femenina, pero también juegan un papel crucial las barreras culturales, la corrupción, la discriminación, la carga del trabajo doméstico o la “falta de permiso familiar”: maridos apelando a la violación de su “honor” como proveedores. Pese a todo, se calcula que las mujeres ya representan un 21% del funcionariado. “No es suficiente, pero es un buen número”, apuntó Jalalzay. Un caso particular es el de las fuerzas de seguridad, donde las féminas son tan solo un 2,15% en la policía y no llega ni al 1% en el ejército. “A muchas mujeres el mero hecho de querer formar parte de las fuerzas armadas les supone el divorcio”.

Pero quedan muchos retos en otros ámbitos. Y todos interconectados. En el acceso a la salud, continúan siendo muy elevada la mortalidad materna, por ejemplo. En este sentido, Jalalzay señaló a la corrupción como el mayor problema del sistema sanitario y lo ilustró relatando un drama personal. “Mi cuñada fue a dar a luz estando de ocho meses y necesitaba una inyección, pero el médico solo tenía una y quería vendérsela a otra paciente. Estamos hablando de una inyección de 500 afganis, unos 5 euros. Finalmente la vendió. Mi cuñada empeoró mucho y la llevamos a otro hospital. Mi sobrina nació muy guapa y muy sana, pero mi cuñada murió”.

Matrimonio infantil, pobreza y corrupción

Otro reto al que debe enfrentarse el país es el del matrimonio infantil. “Los problemas que subyacen aquí son la pobreza y la corrupción judicial”. En primer lugar, es la pobreza lo que lleva a las familias a arreglar matrimonios con hombres mayores a cambio de dinero. Sin embargo, cuando esto sucede, el drama no acaba ahí. “Cuando él muere, ellas se quedan viudas, con hijos pequeños y sin ningún tipo de ayuda para mantenerse”. En segundo lugar, el matrimonio forzoso está tipificado específicamente en una ley que, “aunque no consiguió ser aprobada en el parlamento debido a la oposición de los fundamentalistas, sí ha sido firmada por el presidente Ashraf Ghani Ahmadzai y ahora se aplica. Es un crimen y tiene un castigo específico. El problema viene con el sistema judicial, desafortunadamente.”

Por activista, por mujer, o sencillamente por afgana del siglo XXI, Jalalzay narró experiencias cercanas muy duras para cada problema. “Tenía una amiga periodista que no podía ejercer porque su marido no la dejaba. Cuando fue ante la justicia para obtener el divorcio, el juez le dijo ‘muy bien, pero primero te casas conmigo, y luego yo te consigo el divorcio’. Afortunadamente ella fue muy lista y grabó la conversación. Él perdió su trabajo. ¿Qué quiero decir con esto? que tenemos buenas leyes, pero estamos en guerra y sencillamente no se pueden implementar correctamente”.

Durante la charla se abordaron algunos asuntos con un tono más triunfalista que el empleado por Jalalzay, más avances de la situación, haciendo hincapié en cómo era el punto de partida. Así, se recordó que en 2001, cuando cayó el régimen talibán, no había ninguna mujer en el sistema educativo. Se mencionaron mejoras como el creciente papel de las mujeres en sectores como las artes, los negocios o la joya de la corona: el hecho de que tanto ante Estados Unidos como ante Naciones Unidas las embajadoras sean mujeres. “Es un gran logro, desde luego -reconoce la activista Jalalzay-. También tenemos muchas viceministras pero necesitamos tiempo. No es posible recuperar tan rápido todo lo que hemos perdido con la guerra. Estos avances son reales, pero yo me fijo en los problemas. ¿Por qué? La razón es que nos encontramos en un momento crítico, en medio de las negociaciones de paz, y se decidirá si la balanza cae hacia el lado del Estado o hacia el lado talibán. Así que me fijo más en los problemas para que la comunidad internacional no nos abandone. Los logros conseguidos no son solo nuestros. Se han alcanzando pagando el precio de muchas vidas, tanto de la comunidad internacional como de afganos”.

Fuente: https://www.politicaexterior.com/actualidad/necesario-estado-fuerte-garantizar-los-derechos-la-mujer-afganistan/

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“La institucionalización del discurso salvacionista permite que las mujeres inmigrantes sean explotadas en el trabajo de cuidados”

“La institucionalización del discurso salvacionista permite que las mujeres inmigrantes sean explotadas en el trabajo de cuidados”

Entrevista a Sara Farris

Sara Farris es una socióloga italiana que trabaja en la Universidad de Londres. Sus trabajos se centran especialmente en las teorías sobre género, raza y en la reproducción social. Se inscribe en el feminismo marxista y en la investigación sobre interseccionalidad.

En 2017 publicó el libro In the Name of Women’s Rights. The Rise of Femonationalism (aún no ha sido editado en español), donde le pone nombre al uso, la instrumentalización más bien, de la retórica de la igualdad de género por parte de la derecha y de algunos sectores que se autodenominan feministas para apuntalar políticas racistas e islamófobas. Su interés se dirige sobre todo a analizar la base económica que hay detrás de los discursos salvacionistas, aquellos que apuntan la responsabilidad de salvar a las mujeres inmigrantes del patriarcado de sus culturas, porque lo que persiguen en realidad es mantener a estas mujeres en el trabajo de cuidados con condiciones muy precarias. El pasado mes de junio Sara Farris estuvo en Madrid y aprovechamos la oportunidad para conversar con ella sobre algunos temas que desarrolla en su libro y sobre otros que tienen gran interés para el feminismo en la actualidad.

Ángeles Ramírez: ¿Cuáles son los orígenes, tanto teóricos como de práctica activista, de la reproducción social y por qué es interesante esta perspectiva teórica para el feminismo actual?

Sara Farris: La problemática de la reproducción social es muy antigua dentro del movimiento feminista, aunque encontramos diferencias en los distintos periodos. Para el movimiento de mujeres trabajadoras de finales del siglo XIX y principios del XX –los años de Clara Zetkin y Rosa Luxemburg, aunque Rosa Luxemburg no se describía a sí misma como feminista–, para las feministas marxistas de entonces, lo importante era que las mujeres estuvieran en las fábricas como los hombres, que fueran trabajadoras como ellos. No creo que en aquel momento hubiese mucha discusión sobre la reproducción social. De alguna manera, era un problema que estaba implícito, pero la idea dominante era que las mujeres se unieran a la lucha de los hombres porque todos juntos iban a hacer la revolución y era importante estar en los sindicatos y en las fábricas. En el libro Las sin parte. Matrimonios y divorcios entre el feminismo y el marxismo, Cinzia Arruzza discute esto, el origen del feminismo en el movimiento obrero.

La reproducción social se convirtió en un tema central para el feminismo y el marxismo en los años sesenta y setenta [siglo XX]. Muchas autoras, como Sue Ferguson y otras feministas canadienses, ubican los orígenes de esta problemática en la publicación del artículo de Margareth Benson sobre el trabajo reproductivo, no recuerdo la fecha exacta de su publicación, pero a finales de los sesenta. De manera general, por reproducción social se entendía las tareas que hacen las mujeres para reproducir la fuerza de trabajo y para reproducir la vida en general, también para reproducir la sociedad, etc. En el feminismo marxista ha habido dos corrientes en torno a este problema: por un lado, las feministas de la autonomía, como Mariarosa Dalla Costa, Selma James o Silvia Federici, piensan que la reproducción social genera plusvalía porque produce a los trabajadores, que son una mercancía y, por otro lado, existe una corriente ligada a Lise Vogel que piensa que la reproducción social no produce plusvalía pero que, aún así, es crucial para la reproducción del capitalismo.

Obviamente es una división muy académica, pero lo importante para nosotras es comprender que toda esta discusión que hubo en los setenta fue muy importante para el feminismo, sobre todo en Europa, pero también en Estados Unidos, porque muchas mujeres, incluso las mujeres de clase trabajadora, eran amas de casa y hacían mucho trabajo reproductivo. No todas ellas, está claro, pero sí la mayoría. Y era así porque en este periodo específico del capitalismo, que es el fordista, se establecía que los hombres iban a la fábrica y que las mujeres se quedaban en casa. Muchas feministas, incluso las feministas liberales, se unieron bajo la idea de que trabajar era muy importante para las mujeres y que la reproducción social era algo que necesitaba ser valorizado, pero también que las mujeres no deberían hacer todo este trabajo. Con diferencias profundas entre las feministas marxistas y las feministas liberales, porque para las liberales la reproducción social es importante, pero lo más importante para las mujeres es ir a trabajar; en cambio, para muchas feministas marxistas, el trabajo no era el horizonte de la liberación, aunque, aún así, era importante trabajar. Pero sí que hubo momentos de unidad dentro del movimiento feminista.

Hoy, desde mi punto de vista, la situación es parcialmente diferente porque ahora muchas mujeres, sobre todo en los países europeos, trabajan fuera de casa. Obviamente, se siguen encargando de la reproducción social, pero el fenómeno que estamos viendo emerger es otro. Ahora mucho trabajo reproductivo está siendo remunerado, son mujeres migrantes quienes lo realizan y no solo las contratan las familias de clase media. Cada vez más familias pobres y de clase trabajadora lo están haciendo y de distintas maneras: porque el Estado otorga alguna ayuda a las familias, a veces porque no hay otra elección y también porque el trabajo de las mujeres migrantes es muy barato. Así que creo que mucha de la discusión sobre el trabajo reproductivo tiende aún a centrarse sobre el trabajo gratis de las mujeres, especialmente las mujeres blancas, pero creo que es importante reconocer que el trabajo de la reproducción social está cambiando de muchas formas, está siendo mercantilizado y cada vez más está siendo realizado por mujeres racializadas.

Á. R.: Me gustaría preguntarte ahora por tu libro y por el concepto femonacionalismo que empleas para explicar el uso que hacen los sectores de derechas, y también una parte del feminismo, de ideas que refuerzan la islamofobia y el racismo. ¿Podrías explicar qué significa y qué novedad introduce con respecto a otras aproximaciones feministas, como la de Lila Abu-Lughod o Saba Mahmood?

S. F.: Como has dicho, el concepto femonacionalismo describe la instrumentalización de los derechos de las mujeres por parte de los partidos de derechas y de algunas feministas para ir en contra de las personas migrantes, especialmente de las personas musulmanas. El femonacionalismo es el resultado de una convergencia entre diferentes fuerzas políticas que son, en realidad, opuestas. Y es una convergencia que ha sido posible en los últimos veinte años debido al auge de la derecha y el aumento del racismo en toda Europa y, en general, en el llamado mundo occidental.

Con el concepto femonacionalismo, como ya hicieron otras autoras como Abu-Lughod o Saba Mahmood, describo la manera en que las mujeres musulmanas en particular son esas mujeres que necesitan ser salvadas, rescatadas, por salvadores blancos. Como digo, lo que analizo ha sido analizado por otra gente, pero la novedad de mi contribución es que, primero, introduzco este término de femonacionalismo, para el que me inspiré mucho en el trabajo de Jasbir K. Puar, y el concepto de homonacionalismo. Aunque con una lectura diferente, porque ella es más deleuziana y yo me inscribo en una aproximación feminista marxista. Creo que es importante contar con un término que pueda describir de manera sucinta en qué consiste esta instrumentalización de los derechos de las mujeres.

La otra novedad, que creo que no ha sido muy discutida, tiene que ver con la base de la economía política de todo esto, porque creo que la mayoría de los discursos y de las descripciones de este fenómeno son muy culturalistas. Obviamente, son aportaciones muy importantes y no creo que sean secundarias; no digo que la economía política sea lo más importante, porque este fenómeno se debe a muchas razones culturales e incluso psicoanalíticas, con un legado colonial fuerte. Sin embargo, también es fundamental comprender las razones político-económicas y es lo que intento explicar. Analizo cómo las mujeres migrantes y las mujeres musulmanas son más toleradas que los hombres debido a que en este momento ellas son muy útiles para el sector de la reproducción social, para el sector mercantilizado de la reproducción.

Un ejemplo que siempre pongo es el de Italia. En 2009, la Liga Norte llevó a cabo allí una enorme regularización de migrantes ilegales, pero en realidad regularizaron solo a mujeres, las mujeres que realizaban trabajo doméstico, cuidadoras de ancianos, etc. Su argumento era que no iban a regularizar a hombres porque violan a las mujeres o porque son criminales. Se regularizó solo a las mujeres porque tienen un importante rol en nuestra sociedad, están cuidando de nuestras personas mayores. Y con esta medida, de alguna forma, estaban haciendo un favor a todas esas familias de clase media que las contratan, entre las que tienen muchos votantes, pero también a familias trabajadoras que pagan a una inmigrante. A los estados les conviene más tener a una mujer migrante haciendo las tareas propias del Estado del bienestar, como el trabajo de cuidados, en lugar de que sea el propio Estado quien lo pague y quien provea recursos para el cuidado. Resumiendo, este es el aspecto político-económico que destaco.

Rebeca Martínez: Quería preguntarte también por otros trabajos tuyos. En tus investigaciones se aprecian dos tendencias: la primera, que otorgas un lugar central al análisis de la intersección entre clase, raza y género; la segunda, que de fondo –al menos es mi impresión– siempre está presente la clásica tensión dialéctica clásica entre estructura y superestructura. El concepto de femonacionalismo que acuñas podría entenderse, de hecho, como un ejemplo donde opera esta tensión, puesto que intenta explicar la relación que existe entre políticas racistas y sexistas, como las que has descrito antes, y el modelo productivo. En un artículo que publicaste en la revista Viewpoint Magazine aparece de nuevo esta tensión. Mientras que muchas feministas marxistas buscan comprender la interrelación entre género, raza y clase en el nivel más estructural, analizando cómo dialogan el trabajo productivo y el reproductivo, en ese artículo tú apuntas que las raíces de esta intersección están en la formación del Estado-nación, que es el nivel político, o superestructural si queremos. ¿Puedes profundizar en este aspecto?

S. F.: Me gusta que hayáis leído ese artículo. Fue exclusivamente una aportación acerca de una de las tesis de Cinzia [Arruzza]. Una de las cosas que intentaba responder ahí fue ¿podemos explicar dentro del marco marxista la opresión de las mujeres? ¿Podemos hacerlo buscando en las categorías marxistas más estructurales? Es una discusión muy compleja y aún estoy trabajando en ello.

Hay una tendencia en el marxismo, representada por David Harvey, Ellen Meiksins Wood, Terry Eagleton y otros marxistas, que dice que las categorías marxistas de la explotación son ciegas al género, que cuando Marx habla de explotación no habla específicamente de mujeres o de hombres, porque ni el género ni la raza de la gente explotada importan. La respuesta de algunas feministas a esto ha sido: bien, puede que no necesitemos que estas categorías atiendan a la opresión, pero es importante mirar a la historia. Lo que intento hacer yo en ese artículo (aunque, honestamente, fue solo una tentativa) es decir: no creo que debamos separar historia y estructura, creo que es importante que las entendamos juntas de una manera dialéctica. Lo que decía era que la construcción del Estado-nación, históricamente, pero también estructuralmente, podría ayudarnos a comprender desde un punto de vista marxista la forma en que el capitalismo explota a las mujeres de una manera específica. La razón que apunto es que, y también Marx escribe sobre ello, el capitalismo necesita la forma de Estado-nación, porque el Estado es el principal organizador de las relaciones capitalistas. Así que lo que sugiero es que quizás deberíamos mirar más de cerca al Estado y su conexión con la explotación capitalista para, precisamente, comprender la opresión de las mujeres en el capitalismo, histórica y también estructuralmente.

Para escribir este artículo también me interesé por una parte de El Capital donde Marx discute sobre el ejército industrial de reserva y hay un pasaje, al que yo no había prestado nunca atención, donde Marx dice algo como –y cito de memoria–: el ejército de reserva no es homogéneo, así que el capital tiende a explotar a la gente de manera diferente de acuerdo a si su capacidad de trabajo es superior o inferior. Y con esto se refiere a gente como los niños y las mujeres, pero también a las personas a las que no se puede explotar más. Así que él ya está haciendo una diferenciación entre los explotados. No es verdad que las categorías de Marx sean ciegas al género, porque comprende que hay una distinción entre las personas que son explotadas. Así que diría que la categorización del ejército industrial de reserva es muy importante para comprender la opresión de las mujeres y esta categoría del ejército de reserva está ligada históricamente al Estado-nación, porque mucha gente que compone esta reserva han sido inmigrantes, no nacionales.

Para mí no es tanto una cuestión de distinguir entre estructura y superestructura en ese sentido que apuntas. Al menos no lo había pensado así. Es una discusión de cómo entendemos la opresión de las mujeres y la racialización de la gente desde una perspectiva marxista en términos teóricos estructurales de hecho.

R. M.: ¿Por qué el Estado-nación, en su momento fundacional, ve ya a las mujeres como reproductoras solamente? ¿De dónde crees que viene esa marca sexista ya en aquellos momentos?

S. F.: Esta ha sido una de las discusiones más importantes dentro del feminismo marxista. Si leemos el material de los años setenta y ochenta, todas las feministas marxistas hablan de esto. Me interesé por esta literatura porque estoy escribiendo algo sobre esto y me quedé impresionada por la cantidad de material que se escribió en la década de los setenta. Hubo mucho intercambio entre las feministas marxistas, mucho más que ahora. Mi impresión es que hay diferentes teorías, incluso dentro del feminismo marxista, sobre el origen de la opresión de la mujer. Por ejemplo, uno de los intercambios más interesantes para mí fue el que hubo entre Michele Barrett, que escribió Women’s oppression today, y Johanna Brenner a principios de los ochenta. Creo que la posición de Brenner es muy interesante. Según ella, entre el feudalismo y el capitalismo se produjo un cambio importante para las mujeres. Primero, hay que aclarar que nadie dice que no hubiera opresión antes. La discusión es, más bien, comprender las diferentes formas de opresión en los diversos periodos históricos y en los distintos modos de producción.

Según Johanna Brenner, en el feudalismo, debido a que la forma de producción era agraria, las mujeres tenían más flexibilidad y libertad, especialmente en los periodos de tiempo en los que estaban dando pecho, criando a sus niños o cuando estaban embarazadas, porque si trabajaban en el campo, por ejemplo, aún podían hacer un descanso para alimentar al niño o para cocinar y hacer las tareas en casa. Según Brenner, la introducción de las fábricas impuso una división absoluta entre las tareas domésticas y el lugar de trabajo, lo que creó desventajas para las mujeres, porque, obviamente, cuando las mujeres están embarazadas o están criando no pueden ir a trabajar a la fábrica tan fácilmente y, para ella, esto fue clave para mantener a las mujeres en un rol secundario e inferior, apartadas de la organización de los trabajadores y de los sindicatos. Y esto hace que las mujeres de clase trabajadora sean inferiores a los hombres de clase trabajadora. En ese sentido, debido a la manera en que está organizada la producción en el capitalismo, hay una forma específica de opresión para las mujeres de familias de clase trabajadora.

Por supuesto, lo que también tiene que reconocerse es que no es solo el proceso de producción, sino que toda la infraestructura ideológica contribuye también a la opresión de las mujeres, porque en el Estado-nación las mujeres son las reproductoras biológicas. Es muy importante que las mujeres se encarguen de la reproducción de los trabajadores, de la reproducción de la próxima generación de trabajadores, de soldados, etc.; por eso, el Estado siempre controla el cuerpo de las mujeres y la reproducción. La gran pregunta es cómo los elementos económicos interactúan con los elementos políticos dictados por el Estado, con el Estado-nación más específicamente. Es una reflexión muy compleja.

También es muy importante discutir estos aspectos históricamente en el sentido de que creo que hay diferencias entre lo que ocurría, por ejemplo, en los inicios del capitalismo a finales del siglo XVIII, lo que ocurría en la década de los veinte del siglo XX y lo que ocurre ahora. Creo que tenemos que mirar a los diferentes estadios del capitalismo y la manera en que la producción ha interactuado con el Estado-nación.

R. M.: ¿Y qué papel juega en todo esto el patriarcado? La editorial Ménades ha reeditado recientemente en España el libro El contrato sexual de Carole Pateman. Pateman sostiene que el contrato social, definitivo para la creación del Estado-nación, se asentó sobre el contrato sexual, del que no suelen hablar nunca ni los contractualistas clásicos ni las teorías sociológicas actuales. Su tesis abre vías de reflexión interesantes que nos llevan a pensar que el patriarcado no es solo una reminiscencia del pasado como se piensa muchas veces, algo perteneciente a un sistema antiguo donde predominaba la relación entre el amo y los esclavos y entre el amo y sus mujeres. Al contrario, el patriarcado es aquí y ahora. Todas las instituciones propias del Estado-nación son patriarcales, la expresión del patriarcado moderno. Tengo la impresión, y me gustaría conocer tu opinión, de que muchas veces, desde las aportaciones que se enmarcan en el feminismo marxista, el análisis del patriarcado es secundario. Que, de alguna manera, el análisis del capitalismo ensombrece al del patriarcado.

S. F.: Efectivamente, creo que la conexión con Carole Pateman es fundamental. Dentro del feminismo marxista tenemos la tendencia, incluso desde la teoría unitaria, a dar prioridad al análisis del capitalismo. Estoy de acuerdo, creo que es verdad. De hecho, si preguntas a muchas feministas marxistas que se adhieren a la teoría unitaria dirían que el capitalismo es como un cuerpo humano en el que la explotación de clase es el corazón y el racismo y el sexismo son los otros órganos. Por supuesto, todo es importante para el funcionamiento del organismo, pero el corazón es la explotación de clase.

Quizás tenemos que cambiar esa metáfora, porque no creo que el símil con el organismo sea útil en realidad. Creo que si concebimos el capitalismo, el patriarcado y el racismo como parte de un organismo estamos suponiendo una jerarquía. Es más, no creo que debamos concebirlos como sistemas separados, porque esto es lo que hace la interseccionalidad: por aquí está el capitalismo, aquí el racismo, aquí el sexismo y entonces se cruzan, como si estuvieran separados. Creo que es más útil entenderlos como un todo, como una totalidad. Por ejemplo, David McNally tiene un fabuloso artículo en el libro Social Reproduction Theory, de Tithi Bhattacharya, donde intenta hacer esto. Cuando discute sobre la interseccionalidad, una de las cosas que dice es precisamente que necesitamos entenderla no como sistemas separados sino como una totalidad y lo hace de una forma hegeliana. Creo que esta aproximación es muy interesante y fructífera, pero también muy difícil de comprender. Primero, porque creo que el concepto de totalidad en Hegel es muy complejo. Estamos muy acostumbrados a pensar en categorías separadas y, en ese sentido, tener una teoría de la totalidad sin pensar en categorías es uno de los desafíos más difíciles. No sé exactamente qué significa en lo concreto, pero lo importante para mí es cambiar esa metáfora y acabar con la jerarquía. Estoy de acuerdo en que el patriarcado es muy importante para comprender el capitalismo y viceversa.

Á. R.: Vamos a volver ahora a tu libro. Señalas que el discurso salvacionista está relacionado con la economía política. Que este discurso es útil para mantener a las mujeres musulmanas y a las no occidentales en el trabajo reproductivo. Sin embargo, cuando pienso en el perfil de las mujeres marroquíes o musulmanas en España, también en Portugal y creo incluso que en Italia, vemos que no se corresponde con el de trabajadoras domésticas, sino que más bien son amas de casa. Sé que es muy difícil conocer esto, incluso atendiendo a los datos, porque muchas mujeres trabajan en la economía informal, pero me gustaría que indagáramos un poco más en esta cuestión.

S. F.: Entiendo a lo que te refieres, es una cuestión importante. De hecho, es una de las dificultades con las que me encontré cuando intentaba dar un sentido a todo esto. Diría dos cosas: primero, que cuando hablo de femonacionalismo no estoy hablando de la instrumentalización de los derechos de las mujeres solo en el contexto de las campañas antimusulmanas, sino en el contexto más amplio de campañas antiinmigración. Porque la representación de las mujeres no blancas (más específicamente, mujeres no occidentales) como víctimas no solo afecta a las mujeres musulmanas, sino que afecta a las mujeres no occidentales de manera más general. Un ejemplo que suelo poner, también en el libro, es el de las mujeres del Este, que son blancas y cristianas, y durante los años noventa fueron descritas como víctimas de la prostitución. Si recordáis, hubo una campaña enorme contra la inmigración del este de Europa y una de las cosas que usaron fue la idea de que los hombres traficaban con mujeres, las mujeres eran las esclavas. Así que la idea de que las mujeres no occidentales son víctimas de la violencia patriarcal está muy difundida, no son solo las mujeres musulmanas.

Á. R.: Sí, pero el concepto de femonacionalismo se refiere sobre todo a las mujeres musulmanas, por eso me interesa indagar en esa especificidad. Con el concepto de homonacionalismo ocurre igual, se refiere sobre todo a la población musulmana. No sé si referirse en específico a las musulmanas es muy forzado.

S. F.: Sí, comprendo lo que dices. Y eso era precisamente lo que quería evitar, forzar el argumento. Por eso, una de las razones para incluir a las mujeres musulmanas fue observar los programas de integración cívica, y estos programas se dirigían especialmente a migrantes que venían por la reunificación familiar. Y en los últimos veinte años la reunificación familiar en Francia, Italia y los Países Bajos (no puedo hablar de España porque no conozco el contexto español) era mayoritariamente de musulmanes, por diferentes razones políticas e históricas. Y lo que ocurre con los programas de integración es que empujan a las mujeres a aceptar trabajos que están relacionados con el cuidado de mayores.

Hay muchos ejemplos sobre esto, uno de ellos en el contexto de los Países Bajos. Allí es muy frecuente que los programas municipales inciten a las mujeres musulmanas, mujeres turcas y marroquíes, que son las comunidades más grandes, a empezar a trabajar cuidando a personas mayores. En el sector de la reproducción social sobre todo, porque hay mucha demanda para trabajar allí. Así que creo que tienes razón en que hasta hace unos años quizás muchas mujeres musulmanas no trabajaban mucho en la reproducción social, pero quiero apuntar una cosa en este sentido. Hay mucha menos investigación sobre mujeres musulmanas haciendo el trabajo de cuidados porque la mayoría de la investigación se hace sobre mujeres de Latinoamérica, de países del este de Europa o de Filipinas.

En el año 2003 hice mi tesis sobre mujeres de Bangladesh, Sri Lanka y Perú que vivían en Roma y muchas mujeres de Bangladesh, que son mujeres musulmanas, hacían trabajos domésticos. Recuerdo que me decían que nunca estarían como internas, debido a sus obligaciones familiares, pero sí que hacían trabajo de cuidados. Por eso, mi impresión es que hay menos investigación sobre estas mujeres en nuestros círculos académicos, al menos los de estos países, porque no conozco mucho del contexto español.

Pero lo que intento decir es que el femonacionalismo también opera a través de estos programas de integración como una forma de institucionalizar el discurso y están forzando a muchas mujeres musulmanas a coger trabajos de este tipo.

Y otra cosa en relación con esto. En un país como Italia, que quizás es más parecido a España, es verdad que las mujeres musulmanas han estado menos presentes en el sector de cuidados durante muchos años, porque había muchas mujeres de Europa del Este, también de Latinoamérica, mujeres cristianas en general, porque muchos empleadores quieren mujeres cristianas. Sin embargo, creo que la situación está cambiando, al menos en Italia. En Francia, la mayoría de las trabajadoras domésticas o trabajadoras de la reproducción social son musulmanas, porque es la mayoría inmigrante en el país.

Á. R.: Cuando en tu libro hablas de mujeres que emplean el discurso del femonacionalismo mencionas a Hirsi Ali, Marine Le Pen, Fadela Amara, Oriana Fallaci, Elisabeth Badinter. Identificas a muchas de estas mujeres como feministas, pero en realidad hay dudas sobre esto. Por ejemplo, Oriana Fallaci no se identifica como feminista y las feministas activistas no reconocerían a estas mujeres como feministas. Mi pregunta es ¿por qué ellas? ¿No sería interesante ampliar esta investigación hacia el movimiento feminista para contrarrestar este discurso?

S. F.: Es verdad que, por ejemplo, Oriana Fallaci no se identifica a sí misma como feminista, aunque jugó un papel importante en Italia en los setenta, con la defensa del derecho al aborto o del divorcio. Pero el resto sí. Fadela Amara, Hirsi Ali…, se identifican ellas mismas como feministas. Para mí, lo importante aquí es reconocer que no hay un feminismo solamente, sino muchos feminismos, porque, por ejemplo, también hay una tradición feminista entre las mujeres de derechas. Por eso, creo que es importante insistir en que hay feminismos, en plural, porque esta es la historia del feminismo en realidad, que viene de diferentes tradiciones políticas. De hecho, la tradición feminista liberal ha sido la más fuerte históricamente, la más visible. Así que no creo que debamos sorprendernos si son racistas, porque incluso las mujeres del movimiento sufragista en los años veinte eran racistas. Por ejemplo, si lees lo que escribían sobre las mujeres en las colonias, vemos que, efectivamente, no eran cosas agradables. Así que tenemos que reconocer que existen diferentes tipos de feminismo y que hay estas trazas de colonialismo en el feminismo occidental.

Quería decir algo más con respecto a la investigación dentro del feminismo activista. Sí, tienes razón, es algo que debería haber hecho en el libro. Una de las cosas que intento hacer en la actualidad es atender más esto. Porque sí, estas mujeres que abanderan el discurso antiislamista son las que reciben más espacio en los medios, son las más mainstream. Pero hay mucha oposición a lo que dicen, muchos grupos de mujeres en todos estos países, de mujeres musulmanas, colectivos feministas, antirracistas… Hay mucha oposición, pero tienen menos acceso a los medios, así que en ese sentido tienen menos visibilidad. Es muy importante, por tanto, hablar más sobre estas feministas.

Rebeca Martínez es investigadora en comunicación y Ángeles Ramírez es profesora de Antropología en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Consejo Asesor de viento sur

Fuente de la Información: https://vientosur.info/spip.php?article15291

 

 

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.La envidia entre mujeres

Control patriarcal
La envidia entre mujeres
Ilka Oliva Corado
Sobre cómo el sistema patriarcal divide a las mujeres para tenerlas controladas y relegadas a la posición de la inferioridad.
Al dominio patriarcal le es afín que las mujeres sintamos envidia entre nosotras, le es grato cuando nos odiamos, nos señalamos, cuando nos dispersamos en lugar de unirnos. Cuando estamos metiéndonos zancadilla para ver caer a quien creemos nuestra rival.
La rivalidad entre mujeres es producto de los patrones patriarcales con los que crecemos y que están en todo ámbito de la sociedad. Romper con eso es nuestra misión de género. No podemos dejar a las generaciones que están por venir un legado de indiferencia, de rencores, de discriminación; esas niñas merecen crecer en una sociedad donde las mujeres se comuniquen entre ellas, donde se aplaudan los logros en lugar de apuñalarse por la espalda.
Una sociedad donde se tomen de la mano para avanzar en busca de derechos, donde puedan caminar juntas y saber que cualquier mujer en cualquier lugar del mundo será una aliada y no una enemiga.
Sí, yo sé, son sueños muy grandes pero las cimas más altas se logran conquistar paso a paso, ya han hecho tanto nuestras ancestras y aun no es suficiente, ¿qué estamos haciendo nosotras para continuar en la construcción de ese legado? ¿Qué es lo que vamos a dar a cambio de esos derechos que nos dejaron nuestras antecesoras? Porque a muchas de ellas les costó la vida; fueron humilladas, ultrajadas, desaparecidas para que nosotras hoy tengamos el derecho a levantar la voz, el derecho al voto.
¿No merecen las niñas acaso que nosotras peleemos el derecho al aborto? Una buena forma de iniciar a romper ese esquema patriarcal que nos divide sería comenzar a decirle a otras mujeres lo bien que se ven, lo lindos que le quedan esos zapatos de tal color, que su blusa le queda linda, que se expresó muy bien en tal ponencia, que su trabajo es excelente.
Que tal falda le queda linda, que su sonrisa irradia. Que su forma de ser es contagiosa. Que su humanismo es admirable, que sus acciones invitan a la imitación. Y no hay nada de malo en decirlo, no hay nada de malo en que una mujer le diga a otra que se ve bonita, que le luce su color de pintalabios, que luce linda sin maquillaje. Eso no quiere decir absolutamente nada más que eso, que luce linda y hay que decirlo.
Hay que decirle a las personas que hacen bien las cosas, cuando las están haciendo bien. Hay que decirles que las admiramos por su empeño, por su esfuerzo, por su profesionalismo. No tiene nada de malo que sea otra mujer la que se lo diga. Romper con el patrón de la envidia entre mujeres es vital para derrumbar el patriarcado. Y no, eso no significa que la otra mujer sea homosexual y se lo esté diciendo con otros fines.
Ése es el primer enganche con el que el patriarcado nos desafía, dos mujeres pueden admirarse mutuamente y eso no significa absolutamente nada más que eso. ¿Qué tal si nos desafiamos y comenzamos hoy mismo viendo a nuestro alrededor y diciendo a las mujeres que nos rodean lo lindo que se ven, lo bien que hacen su trabajo, lo admirables que son? Costará el primer día, pero al tercero les prometo que será como montar en bicicleta.
Y poco a poco iremos adentrándonos en la lucha de los derechos de género, y así ojalá un día sepamos todas las mujeres que no es necesario colocarse el apellido del esposo para ser alguien, para cambiar de status ante otras mujeres o ante la sociedad, que eso no nos hace más importantes, al contrario nos coloca en la situación de objetos propiedad de una persona.
Porque, ¿en dónde existe una ley común, de dos dedos de frente donde el esposo pueda colocarse el apellido de la esposa o diga en públicamente soy fulanito de tal, de la misma forma en que sucede con las mujeres? Sí, eso también es yugo del patriarcado contra las mujeres.
Autor: Ilka Oliva Corado
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