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El año que viene

Por: Graziella Pogollotti

El año que termina suele despedirse en medio del bullicio, sobre todo para los jóvenes. La música y el baile dominan el ambiente. Una tradición ya perdida representaba con la quema simbólica de un muñeco la despedida del año viejo en el momento de acoger el recomienzo de un calendario.

En un país donde buena parte de los pobladores sobrepasan la media rueda, son muchos los que permanecen en el espacio más íntimo del hogar. Allí, junto al televisor, esperan las 12 campanadas y el anuncio ritual del año que está naciendo, acaso nostálgicos del ritmo de otrora, portadores de antiguas remembranzas.

Ante el desafío de la página en blanco, me aparto del estruendo general. El forzoso descanso me induce a un paréntesis reflexivo volcado siempre hacia la perspectiva del mañana inminente.
Abundante en efemérides, el 2018 nace bajo el signo del sesquicentenario de nuestra primera guerra de independencia. En el contexto actual, la conmemoración adquiere capital importancia. No podrá reducirse al recuento formal de los hechos acontecidos en aquel entonces. Convoca a una reflexión renovada acerca del vínculo entre cultura, nación y proyecto social.

Así ocurrió, no podemos olvidarlo, en el centenario de La Demajagua. Situado en la perspectiva de un proceso histórico centrado en raíces coloniales y neocoloniales, Fidel trazaba la línea de continuidad entre el «ellos entonces» y el «nosotros ahora» teniendo en cuenta las contradicciones fundamentales que configuraron cada época. El  patriciado criollo disponía de información actualizada sobre las ideas más avanzadas de su tiempo en el campo de la filosofía, la economía y la pedagogía. Los próceres más destacados tenían conciencia lúcida de las realidades del país. Para afrontarlas, no bastaba con desplazar un poder metropolitano anacrónico. Céspedes lo entendió así cuando, en gesto simbólico, concedió la libertad a sus esclavos el 10 de octubre. Fragua de cubanía esencial, la guerra ofreció oportunidades y protagonismo a figuras procedentes de las capas más humildes de la sociedad. Modesto agricultor dominicano, Máximo Gómez demostró su talento de estratega militar. En Baraguá, Arsenio Martínez Campos tuvo que parlamentar con Antonio Maceo.

En términos culturales hay territorios insuficientemente explorados. Conocemos el recuento épico de los grandes combates y el poder decisivo de las cargas al machete, instrumento de trabajo de los cortadores de caña devenido arma de raigambre popular que sembraba el terror entre los artilleros. No nos hemos detenido tanto en las duras condiciones del vivir cotidiano de los campamentos mambises donde faltaron ropas, calzados, alimentos, medicinas para atender a heridos y enfermos. En esas condiciones, hubo que aprender a subsistir con recursos venidos, acaso, de una subyacente cultura del cimarronaje.

Las carencias materiales, los conflictos surgidos en el proceso, los errores y las injusticias cometidos pusieron a prueba la reciedumbre moral de los hombres y las mujeres que participaron en un batallar de diez años. Crecido en refinadísimos ambientes en Cuba y en otros países, acostumbrado a sujetar  el cigarro con tenacillas de oro, Carlos Manuel de Céspedes ofrendó a la independencia lo más entrañable de su familia.

Depuesto de su cargo de presidente, abandonado por todos, conoció la miseria extrema en su refugio de San Lorenzo. A pesar de tanta amargura, mantuvo su fidelidad a la causa que lo había inspirado. Ese paradigma ético subyace como rasgo esencial de nuestra cultura. Se expresa en la conducta de quienes supieron tomar las armas en el momento necesario y en quienes asumieron su papel desde la enseñanza, el pensamiento y la creación artística. Entre todos, construyeron un imaginario en lo más profundo de un pueblo que sobrevivió a lo largo de una república neocolonial y corrupta hasta asumir, con plena conciencia, los grandes desafíos planteados por la Revolución.

Bajo el auspicio del sesquicentenario de la Guerra de los Diez Años, el año que comienza habrá de proyectarse hacia una relectura integradora de nuestra tradición cultural, entendida en su sentido más amplio como portadora  de valores, costumbres, modos de vivir y también en aquel otro, centrado en las manifestaciones artísticas y literarias. No es tarea  que incumbe tan solo a los organismos especializados. El empeño habrá de recorrer transversalmente la sociedad toda. Incluye la acción de los medios de mayor alcance masivo, la educación y el trabajo cotidiano a nivel de la comunidad.

En su marcha de Oriente hacia Occidente durante la Guerra del 95 el Ejército mambí se convirtió en fuerza unificadora del país. Rompió así la dramática fragmentación que lastró la contienda de los diez años. El concepto de patria adquirió su dimensión concreta en tanto columna vertebral de una historia común. Sin embargo, la vocación unitaria no puede considerarse sinónimo de indeseable homogeneidad. La diversidad es fuente de riqueza  cultural. Contiene el germen de insospechadas potencialidades de desarrollo y también el lastre de zonas oscuras de la herencia revivida, tales como el racismo, el machismo y las expresiones de violencia asociadas a la indisciplina social.

Revisitar la historia y examinar en profundidad lo que somos, teniendo en cuenta la complejidad del panorama contemporáneo, constituye un reto impostergable. Sería erróneo hacerlo con estrecha mirada aldeana. Aunque rodeada de agua por todas partes, paradójicamente, Cuba nunca ha sido una isla. Desde que fue reconocida como llave del nuevo mundo y antemural de las Indias Occidentales, estuvo sujeta a la codicia de los imperios de entonces. Después del triunfo de la Revolución, su mensaje anticolonial y anticapitalista empezó a escucharse en el mundo. Ahora, el dominio del capital financiero opera sobre las conciencias a través de la cultura. Por eso, la batalla económica anda aparejada a la que nos toca librar en el plano de las ideas. En ese terreno, no podemos trasplantar modelos. Con esa tarea de gigantes ante nosotros, habremos de recibir el inminente 2018.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2018-01-01/el-ano-que-viene-01-01-2018-23-01-35

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Recuerdos en tiempo presente

Por: Graziella Pogolotti

Descansaba Armando Hart en el Centro de Estudios Martianos fundado por él desde la primera hora de su designación al frente del Ministerio de Cultura. El sitio era demasiado pequeño para acoger a todos aquellos  que aspiraban a rendir homenaje a un indispensable de la historia  de la Revolución Cubana. Tenía, sin embargo, un indiscutible valor simbólico.

Representaba la línea de continuidad entre la tradición martiana, el áspero presente de la contemporaneidad y el trazado de un mañana proyectado hacia la irrenunciable construcción del país, frágil en su  condición insular y sólidamente afincado en el misterio que lo protege.

Bajo el estremecimiento del duelo, son muchos los que han evocado la trayectoria del joven que, desde sus años  estudiantiles, se entregó sin reservas al empeño de transformar la nación, arriesgó la vida en medio de la clandestinidad, luchó junto a Frank País en las hornadas del 30 de noviembre y recibió el triunfo de enero en la prisión de Isla de Pinos.

Ajeno a mezquindades sectarias, fue el ministro de la Campaña de Alfabetización y el llamado a reparar los daños causados por los errores en la aplicación de las políticas  culturales durante los 70 del pasado siglo.

En el silencio de la despedida, me asaltaban las voces del recuerdo, de su hacer y pensar cotidiano en la solución de los grandes y pequeños problemas, ninguno insignificante, porque unos y otros  se intercalan e interceptan como la piedra en el zapato que entorpece el andar del caminante. Conocí de cerca las cualidades del trabajador infatigable que sostenía el andamiaje de la figura pública. Su capacidad convocante residía en el reconocimiento de su insobornable trayectoria política alentada por la fidelidad a un ideal y por la decencia, virtud primordial que abría cauce a la confianza mutua, fuente de todo diálogo productivo, libre de reservas, prejuicios y mezquindades.

Sus colaboradores más cercanos distaban mucho de ser dóciles ejecutores de decisiones prefijadas. De formación heterogénea, a través de su experiencia de vida forjaron criterios arraigados sobre muchos asuntos.

En el intercambio de ideas cristalizaba el consenso. Con su entrega absoluta  a la tarea, Chela, su colaboradora de siempre, se hacía cargo del seguimiento de los detalles, garantía del éxito de todo diseño de políticas.

En los pasados 80, hubo que cicatrizar heridas. Hubo también otros desafíos. Sobre la fragmentación de la izquierda el discurso imperial retomaba la ofensiva. En el batallar de las ideas, Hart sabía que era indispensable «cambiar las reglas del juego», sustituir las reacciones defensivas por el diseño de lineamientos propositivos afincados en el reconocimiento de nuestra identidad nacional, en el respaldo a la experimentación, en el impulso a la creatividad como fuerza nutricia del ser de la nación. Como círculos concéntricos, los espacios de diálogo se multiplicaron. Emergía una nueva generación, impaciente por proyectarse con voz propia. Por vía institucional, Hart estableció canales de comunicación. La casona colonial de Empedrado, entonces Centro Alejo Carpentier, fue uno de ellos. En otra dirección, alentó el fortalecimiento de la Uneac, convertida en interlocutora crítica  privilegiada y en partícipe activa del debate cultural.

Concebida como método de trabajo, la perspectiva dialógica de Hart introdujo una dinámica que cerraba  el paso a la corrosiva rutina burocrática. Activaba las antenas para tomar la temperatura a los cambios derivados del transcurrir del tiempo en el ininterrumpido remodelarse de cada época. Estableció la interlocución activa con los artistas y con las nuevas generaciones, volcado siempre hacia el más ancho territorio de la sociedad. En ese sentido, fortaleció el papel de las instituciones, porque el rostro humano  de la realidad se manifiesta en la base popular históricamente cercenada del acceso a los bienes de la alta cultura y, sobre todo, del autorreconocimiento de los valores que, por tradición, la habitaban. Impulsó la legislación a favor del patrimonio. Propició  el desarrollo de una paciente labor investigativa  que se tradujo en la elaboración del Atlas de la cultura cubana con la consiguiente reivindicación de festejos y celebraciones adormecidos, aunque portadores de vitalidad. Así regresaron, entre otras muchas cosas, las parrandas, creación colectiva venida desde abajo.

Con pasión, espíritu crítico y creatividad, hay que aprender a leer la historia en función de las demandas presentes. Martí supo hacerlo de manera ejemplar cuando no eran muchos los datos disponibles sobre la base de estudios científicos sistematizados. En sus indagaciones sobre la Guerra de los Diez Años y en su intercambio con los participantes en la hazaña encontró las claves que le permitieron soslayar errores y tejer los hilos de la cohesión con vistas a juntar voluntades al servicio del gran proyecto liberador. Siguiendo el ejemplo del Maestro, Fidel formuló el Programa del Moncada. Con similar espíritu unitivo, Hart enfatizó como tradición viviente la articulación entre ética y política, indispensable en la compleja encrucijada  que define nuestra contemporaneidad. En ella se asientan los paradigmas que han de nutrir un imaginario resistente al socavamiento de valores.

Desde el estrecho ámbito de mi vida laboral, percibo los efectos lacerantes de la corrupción y el soborno. Como contraparte, a pesar de las difíciles circunstancias, me compensa observar en muchos la capacidad de crecer preservando la lealtad a los principios fundamentales, el gesto solidario, la cohesión en el esfuerzo común. Ahí, en el anonimato, se encuentran nuestros paradigmas. Ahí, silenciosas y tangibles, están nuestras reservas morales, nuestro capital más valioso.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-12-11/recuerdos-en-tiempo-presente-11-12-2017-00-12-24

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Apertura en Jeju (República de Corea) de la reunión del Comité intergubernamental de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial

Diciembre de 2017/Fuente: UNESCO

El Comité intergubernamental de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial inauguró hoy en la isla de Jeju su 12ª reunión anual en una ceremonia que incluyó una muestra de artes escénicas tradicionales coreanas, como el arirang.

“Es mucho lo que se ha conseguido desde que la Convención de 2003 entró en vigor, en 2006. Es importante recordar que la vida de la Convención no es ni mucho menos estática. Al contrario, es una Convención que crece continuamente, adaptándose a las necesidades cambiantes de la comunidad internacional. Y gracias a esa adaptabilidad hoy continúa siendo de gran relevancia”, dijo Francesco Bandarin, Subdirector General de Cultura de la UNESCO. Bandarin recordó también que la Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial ha tenido un ritmo de ratificaciones más rápido que cualquier otra convención cultural y que “hoy cuenta con 175 Estados Partes”.

“El patrimonio cultural inmaterial engloba las expresiones más valiosas de la humanidad, precisamente porque va al corazón mismo de nuestra manera de entender el mundo, entender a los demás y entendernos entre nosotros. […] Su centro son las personas, porque solo las comunidades que lo practican pueden definirlo y salvaguardarlo. En línea con esta visión, la Convención de 2003 tiene su arraigo en la convicción de que el patrimonio cultural inmaterial es vivo y dinámico y está en continua evolución, como una fuerza de conocimiento a la vez tradicional e innovadora”, dijo Byong-hyun Lee, presidente del Consejo Ejecutivo de la UNESCO, que preside además el Comité intergubernamental.

Por su parte, Kim Jong-Jin, que preside la Administración del Patrimonio Cultural de la República de Corea, recordó el compromiso de largo aliento de su país con la Convención de 2003 y declaró: “Como estipula la Convención de 2003, el patrimonio cultural inmaterial es un puente que une pasado y futuro, que simboliza la identidad y la autoestima de las comunidades que lo practican”.

Durante su reunión, que continuará hasta el 9 de diciembre, el Comité examinará los informes periódicos presentados por 11 Estados Partes en la Convención, que resumen las medidas legales, regulatorias y de otros órdenes tomadas para salvaguardar el patrimonio cultural en sus territorios. El Comité debatirá también sobre el papel del patrimonio inmaterial en situaciones de emergencia, el impacto general de la Convención y el uso de los recursos económicos del Fondo del Patrimonio Cultural Inmaterial.

El Comité examinará seis candidaturas de inscripción en la Lista del Patrimonio Inmaterial que precisa medidas urgentes de salvaguardia, cuyo objetivo es conseguir cooperación y asistencia internacional para expresiones culturales amenazadas. Además, este año se han presentado 34 candidaturas de inscripción en la Lista representativa del patrimonio cultural de la humanidad, así como dos propuestas de inscripción en el Registro de buenas prácticas de salvaguardia y otras dos solicitudes de asistencia internacional para planes de salvaguardia o inventarios del patrimonio cultural inmaterial.

En la actualidad, la Lista de salvaguardia urgente del patrimonio cultural inmaterial cuenta con 47 elementos inscritos, en 26 países. Por su parte, la Lista representativa cuenta 365 elementos de 108 países, en tanto que el Registro de buenas prácticas de salvaguardia tiene 17 programas ya inscritos.

El patrimonio cultural inmaterial engloba prácticas y expresiones culturales vivas que se transmiten de una generación a otra. Incluye tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional.

El Comité intergubernamental de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial está formado por representantes de 24 Estados Partes en la Convención elegidos para mandatos de cuatro años. Se reúne una vez al año.

Fuente: https://es.unesco.org/news/apertura-jeju-republica-corea-reunion-del-comite-intergubernamental-salvaguardia-del-patrimonio?language=fr

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Para leer la realidad

Por: Graziella Pogollotti

Contaba hace poco Marta Rojas en Granma acerca de un mensaje enviado por Fidel a Haydée Santamaría desde la prisión de Isla de Pinos. Se refería entonces el Comandante a sus lecturas en esos días de aprendizaje y de preparación de futuro. Con la madurez adquirida, había vuelto a Cecilia Valdés. Descubría en el clásico de Cirilo Villaverde una penetrante mirada hacia los contextos sociales y económicos de la Cuba colonial y, sobre todo, se le revelaban las mentalidades dominantes en los tiempos que precedieron al estallido de la Guerra de los Diez Años. La sagacidad del análisis literario se aplica al mundo que nos rodea, vale decir, a lo que acostumbramos a llamar realidad.

Así lo hizo siempre Fidel. Entendió de manera ejemplar, válida para nosotros, el papel decisivo de las mentalidades, portadoras de gérmenes de prejuicios lastrantes y aspiraciones a un presente y un porvenir de permanente renovación.

Conformadas por la sociedad, actúan también sobre ella. Con el triunfo de la Revolución, Cuba se convirtió en voz respetada más allá de nuestras fronteras. Al aplastamiento derivado de la intervención norteamericana al cabo de largos años de combate por la independencia, siguió el renacer del más legítimo orgullo patrio, revertido de manera concreta en la dignidad acrecentada de cada uno de sus habitantes.

Movediza y susurrante en tanto expresión de la subjetividad, el temple de la mentalidad se reconoce al pegar el oído a la tierra y explorar la realidad mediante el empleo de múltiples vías. Como sucedió en el citado caso de Cecilia Valdés, los artistas más lúcidos descubren algunos aspectos significativos.

En el siglo XIX, Cirilo Villaverde reveló raíces ideológicas en la justificación de la infamia esclavista y mostró en la conducta de Cecilia la reiteración de un modelo impuesto por la sociedad que la marginaba y la condenó a seguir un camino fatalmente prefijado, en contradicción con sus intereses más legítimos. Nunca desdeñable, la mirada del escritor no agota la exploración de las mentalidades en el mundo contemporáneo. La ciencia dispone de métodos que no pueden descartarse. Debemos también al siglo XIX el desarrollo acelerado de la sociología y la sicología. Desde la perspectiva de cada una de ellas pueden conocerse problemas que se reflejan en los ámbitos de la educación, de los conflictos laborales, de la recepción de los mensajes difundidos por los distintos medios.

Para paliar estallidos de violencia y para modelar conciencias, el capitalismo ha colocado estos saberes al servicio del poder hegemónico. Así las derechas imponen sus políticas en desmedro de los intereses legítimos de las mayorías. Sin embargo, la instrumentalización del conocimiento con propósitos de dominación no cancela la validez de los métodos de investigación elaborados. Por esta vía pueden obtenerse referentes útiles a la hora de tomar decisiones.

Años atrás, Fidel indujo a los universitarios a conocer las zonas del país donde el subdesarrollo había dejado las marcas más profundas. La tarea de profesores y estudiantes involucrados en el proyecto consistiría en implementar acciones culturales durante algunas semanas. En verdad, no íbamos a enseñar, sino a aprender a través de la convivencia con los habitantes de territorios a los que nunca habíamos tenido acceso, conocidos apenas, en el mejor de los casos, mediante referencias librescas.

El país se electrificaba rápidamente. Pronto llegaban, por primera vez, el cine y la televisión. Entonces, los viejos se mantendrían fieles a Palmas y Cañas, mientras los jóvenes se agrupaban para escuchar Nocturno y se entrenaban en nuevas maneras de bailar. Los cambios de mentalidad saltaban a la vista. Con todos los sentidos en tensión, le estábamos tomando el pulso a la realidad en el entrechocar del ayer de los más viejos con el hoy y el mañana de quienes iban creciendo.

Ahora, las circunstancias están sujetas a los cambios impuestos por la contemporaneidad. No es hora de aplicar las prácticas de entonces. En la coyuntura actual, hay que seguir tomando el pulso a una realidad en permanente evolución.

Porque los que siembran y labran la tierra, los que atienden el desempeño de los niños en el aula, los que administran los recursos de la nación, los que garantizan la transportación de los trabajadores afrontan también los desafíos del vivir cotidiano. Constituyen por tanto el componente decisivo de la marcha cohesionada en favor de la ejecución de los proyectos de mayor alcance.

Atenta al decursar de la historia, la voluntad revolucionaria de cambiar lo que ha de ser cambiado mantiene como horizonte insoslayable el desarrollo de lo conquistado en tanto garantía de nuestra dignidad como persona y como nación, protección ante el desamparo, inclusividad de los preteridos, fidelidad –en suma– a los principios sustantivos de justicia social.
Mutantes, las mentalidades se ajustan al lenguaje y al movimiento de cada época. Pero, resistentes como hilos de acero, arraigan en valores que se han ido edificando a través del tiempo. Para subvertirlas y manipularlas, el poder hegemónico del capital financiero implementa el ocultamiento de la realidad mediante el intenso bombardeo cautivante de imágenes ilusorias. Para contrarrestar ese influjo avasallador, hay que aprender a descifrar, en lo más profundo, las señales inequívocas de la verdad. José Martí las encontró en los trabajadores del Cayo que entregaron sus pocos centavos a la causa independentista y en los hogares campesinos que lo acogieron después del desembarco en Playitas de Cajobabo.

Hizo de Patria un instrumento de la verdad. Tras medio siglo de desencanto republicano, Fidel confió en ese rescoldo resistente aun después de los duros golpes sufridos en el Moncada y en Alegría de Pío. Entonces, también, la verdad fue su arma más poderosa. La reconocimos todos en la voz que llegaba con Radio Rebelde desde la Sierra Maestra. La afrontó con la mayor transparencia en la Crisis de Octubre y antes del derrumbe de la Unión Soviética.

Para hurgar en la verdad, Armando Hart abrió espacios de diálogo desde el Ministerio de Cultura y el Programa Martiano.

Tendió puentes entre la tradición histórica y la contemporaneidad. Por eso, la mayoría del pueblo ha compartido el doloroso estremecimiento de su reciente pérdida.

Justo es reconocerlo: vivimos tiempos difíciles. A los problemas económicos se suman los huracanes arrasadores, todo lo cual repercute en el vivir cotidiano. Hoy como ayer, algunos flaquean. Tenemos que desembarazarnos de rutinas gastadas, cambiar lo que ha de ser cambiado, tomar el pulso de la realidad, asumir errores y rectificar a tiempo. Ante la magnitud del desafío, tenemos que confiar en los hilos resistentes de una mentalidad devenida herencia cultural de la nación construida, a pesar de todos los avatares, en la continuidad de una lucha por la independencia, la justicia social y el mejoramiento humano.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-12-03/para-leer-la-realidad-03-12-2017-22-12-33

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Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez: Una contrahistoria o una historia contrahegemónica debería de ser la memoria de las clases subalternas”

Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI
“Una contrahistoria o una historia contrahegemónica debería de ser la memoria de las clases subalternas”
Salvador López Arnal
Rebelión
 Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Salamanca, donde el pasado mes de abril presentó su tesis sobre el fuero universitario en el periodo Barroco, Gustavo Hernández Sánchez ha sido miembro del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de esta Universidad como contratado FPU y ha mantenido siempre una preocupación fundamental por la teoría y la divulgación del conocimiento histórico, elementos que considera necesarios para acercar su trabajo a la sociedad. Es miembro cofundador del Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci.

Nuestra conversación se centra en el libro indicado que ha sido editado por Visión Libros, Madrid, 2017.

Seguimos en el capítulo IV de su libro: “La tradición marxista en la encrucijada del siglo XXI”. Estábamos en la página 160. Pero perdona, antes de ello, me he olvidado antes. En lenguaje muy a la Wittgenstein, señalas que: “los límites del lenguaje son los propios límites del conocimiento, del análisis, del método, en última instancia, de la propia realidad que construimos y articular nuestra(s) lucha (s). Los limites del lenguaje son, en definitiva, las fronteras que imponemos tanto a nuestra realidad como a nuestra acción”. No sé si las fronteras que imponemos, o las fronteras que tenemos pero, sea como fuere, ¿cuáles son los problemas de esta limitación? No somos omniscientes, somos animales con logos… y con sus límites anexos que, por lo demás, no tienen que estar fijados para siempre.

Si no me equivoco ese es un extracto de un artículo que publique en La Haine con Jorge Tapia, el compañero del que hablábamos antes. En él planteábamos una crítica a quienes dicen que no debemos de nombrar algunas palabras si queremos ganar el poder político. Palabras como, por ejemplo, revolución o socialismo. Nosotros en esas notas planteábamos precisamente lo contrario que, para imaginarlo, primero debemos de nombrarlo, puesto que el pensamiento también influye en nuestras acciones. Hasta el punto de que si las dejásemos de nombrar podríamos olvidarlas, y olvidarlas también en nuestras prácticas políticas. Pero creo que esta idea también está presente en Marx cuando habla del concepto de trabajo, y de la centralidad del mismo, no en la relación capital-trabajo, que es la que tradicionalmente se conoce, sino en la propia dimensión antropocéntrica de éste. El ser humano primero piensa una idea en su cabeza y después la realiza. Y esto lo hace, dice Marx, a través del trabajo. No se si he respondido a tu pregunta.

Lanzas una pregunta al final de la página 160 del libro: ¿cuál ha de ser el papel de la historia y de los historiadores en el presente? ¿Cuál es tu posición, cuál ha de ser ese papel? Te pido un resumen.

Creo que contribuir a todo esto de lo que hablábamos en las preguntas anteriores. Ver cómo en la historia los procesos de resistencia o de contestación a la dominación han sido siempre colectivos, democráticos, planteados desde abajo y a la izquierda. El historiador, en este sentido, debería saber acercarse a estudiar y comprender estos procesos. Ver cómo funciona el poder y cómo este ha tratado y aún trata de hacernos olvidar todo esto. Ya dijimos que la Historia es la Memoria del poder. Y, en este sentido, una contrahistoria o una historia contrahegemónica debería de ser la memoria de las clases subalternas. No se trata tanto de reapropiarnos de experiencias pasadas o de resignificarlas, sino de identificarnos en ellas, porque de algún modo, sus problemas fueron (son) los mismos que los nuestros. El feminismo, por ejemplo, ha sabido interpretar muy bien todo esto. Por otro lado, el historiador debe de participar en las luchas sociales como ciudadano y aportar su conocimiento del mismo modo que también es importante que lo hagan los albañiles, las limpiadoras y todas aquellas personas que podamos identificarnos con esta lucha. No somos ninguna especie de sacerdotes. Creo que es muy importante subrayar esto, porque no creo que por ser titulado superior sepa más que otras personas. Podré saber más de historia pero para otras cosas soy un desastre, por ejemplo, cuando tengo que arreglar el coche le pregunto a mi padre que es gruista.

Digo esto para introducir una pequeña crítica, puesto que considero que muy a menudo se sobredimensiona el papel del intelectual. Seguimos esperando al mesías ese del que te hablaba anteriormente, y pensamos que este, en las sociedades postmodernas, será un titulado superior que sepa hablar varios idiomas. No creo que tenga por qué ser así. No sé si me he explicado.

Respecto al marxismo de otros clásicos anteriores, o incluso de otros clásicos posteriores, ¿dónde ves tú la singularidad de la propuesta de Gramsci?

Sobre el tema tenemos preparada una lectura colectiva por parte del Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci en el libro que se prepara del encuentro que organizamos en Salamanca junto con la FIM y la Fundación Europa de los Ciudadanos el pasado curso. En ella planteamos que no es necesario un conocimiento erudito de su obra o de la tradición marxista. Quizá destacamos por encima de todo la dimensión cultural de su pensamiento, lo que hizo salir al marxismo de cierto economicismo mecanicista que nos hace seguir poder considerándonos marxistas, después de todo, y a pesar de todas las transformaciones de los últimos años. Esa es la verdadera dimensión de Gramsci como clásico del marxismo y, si me apuras, del marxismo como parte innegable de la tradición cultural de las sociedades occidentales. Pero esta idea no es mía, la tomo de Hobsbawm. También incluimos una disputa del concepto de “hegemonía”, tan en boga en la actualidad. Creemos exagerado emplear a Gramsci para hablar de postmarxismo ya que pensamos que su análisis no se despegó de la lucha de clases como una cuestión central, y que ésta continúa siendo central para interpretar el presente. Si bien el concepto de clase tampoco es una cosa estática y el surgimiento de nuevos sujetos nos obliga a concretar estas nuevas realidades, como puede ser, su carácter interseccional respecto de las mujeres, por ejemplo. Esas son también un poco las preocupaciones del Grupo y así lo reflejamos en este capítulo, que espero que salga pronto ya que va a ser muy muy interesante. No sé, de Gramsci se podrían decir muchas más cosas, como tú bien sabes.

Citas en repetidas ocasiones, antes te preguntaba por el segundo, a Negri y Hardt, hablando, por ejemplo, de la paradoja de la incomunicabilidad. ¿Qué te interesa más de las propuestas de estos autores? ¿Tienes algunas críticas?

Creo que hacen un análisis brillante sobre las sociedades del presente, pero su propuesta para transformar la realidad es muy vaga. Están un poco como estamos los demás, es decir, comprendemos que no nos gusta lo que vemos e identificamos el capitalismo con los males que acucian al planeta, pero, por otro lado, se trata de un enemigo tan fuerte que estamos de alguna manera desarmados frente a él.

La idea de la paradoja de la incomunicabilidad creo que es interesante para reflexionar por qué no llegamos a la mayoría de la gente. Si tenemos a la razón y a la verdad de nuestro lado, entiéndase la ironía: ¿por qué no somos capaces de hacer que todo el mundo lo vea? Por ahí van las conclusiones del libro en el sentido de interpelar a la construcción de diálogos que nos unan y que no nos dividan para empezar a dar respuesta colectiva a estos interrogantes. Es decir, remar un poco todos y todas en la misma dirección.

En el apartado 2 habas de revoluciones postmodernas. ¿Cuándo una revolución es una revolución postmoderna? ¿Qué te interesa más de la experiencia del Kurdistán?

Simplificándolo mucho, yo diría que cuando se produce una verdadera transformación cultural, entendiendo cultura como estructura del sentir en la línea que lo entendía Raymond Williams, y no sólo en lo económico, lo que tradicionalmente entenderíamos como estructura, y que es lo que generalmente han considerado la mayor parte de las revoluciones socialistas. Ya hemos visto que las reflexiones de Gramsci, Althusser y otros que vinieron después que ellos van en esta línea: en no entender el marxismo como una cuestión mecanicista.

Pues bien, creo que en el Kurdistán han sabido comprender esta dimensión simbólica de la revolución, por ejemplo, en lo que atiende a la cuestión de la mujer. Le dan una preeminencia como vanguardia que nunca antes se le había dado, y me parece genial. Anticipan en el presente la sociedad que queremos, en el sentido de invertir la dominación simbólica del patriarcado, y además aplicarlo en la práctica. Creo que esto nunca antes se había hecho. Y así se presentan ante el mundo…es decir, que no esperan como muchas veces se nos dice: primero haremos una cosa para después poder hacer las demás, no me seas izquierdista, vamos poco a poco (risas). ¿Para qué esperar?

Titulas el apartado 3: “¿Es posible una conciliación entre marxismo y posmodernidad?”, entre el marxismo como tradición de pensamiento, método historiográfico, y posmodernidad como nuevo contexto cultural. La respuesta, lo dices, es afirmativa por qué. ¿Qué puede aprender el marxismo de las tesis postmodernas?

Muchas de las cuestiones sobre las que hemos reflexionado a lo largo de esta serie de entrevistas.

De acuerdo, tienes razón. Pasamos entonces al siguiente capítulo si te parece. Falta poco.

Cuando quieras seguimos.

Nota edición

Las anteriores entrevistas pueden verse en:

Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI. “Entiendo la postmodernidad como la lógica cultural del capitalismo avanzado (como lo entienden autores como Fredric Jameson)” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=23207

Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI (y II). “Reivindicar el pensamiento utópico me parece muy necesario en un mundo el que muchas personas se empeñan en decirnos que no existen alternativas” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232355

“Creo que Zizek forma parte -sigo a Judith Butler- del resurgir de la ortodoxia dentro de la izquierda» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232664

“Edward Palmer Thompson es un autor que sí supo dar un giro copernicano a los estudios marxistas” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233019

 

“César Rendueles, entre otros autores jóvenes, supone un soplo de aire fresco en todo el panorama académico” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233250

 

“El marxismo no puede ser una certeza en el sentido metafísico”. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233462

 

“Bourdieu debería de ser un autor obligatorio en las escuelas de formación de todas las organizaciones políticas de izquierda” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233832

 

“Hay pocos historiadores ‘contemporaneístas’ que hagan una verdadera historia desde abajo. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234014

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234433&titular=%93una-contrahistoria-o-una-historia-contrahegem%F3nica-deber%EDa-de-ser-la-memoria-de-las-clases-subalternas%94-

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Volver a fusilar a Lorca

Por: Juan Carlos Monedero

Miro a España y no siempre la veo. En 1925, después de un homenaje en el restaurante Canari de la Garriga en Barcelona, Lorca firmó en el libro de oro del lugar: “Presidiario en potencia. Visca Catalunya lliure!». Primo de Rivera, el primer dictador de nuestro siglo, había prohibido cantar en catalán. Lorca, español hasta en los lunares de la cara, se indignó por la prohibición y su espíritu libre puso el cuerpo contra la represión ( a él no le dejaban estrenar Mariana Pineda). Enarbolar la bandera de la literatura y la libertad lo pagaría muy caro diez años después.

¿Quién que no sea un demente puede prohibir una lengua? Volvió a hacerlo Franco, segundo dictador del siglo. Lo hizo Esperanza Aguirre jactándose de que en Telemadrid no se hablaba catalán. Lo hicieron los que abuchearon a Raimon en Madrid y los que construyeron la emisora de los obispos como un conciliabulo de odio. Hoy esos mismos grupos están evalentonados, a veces escondidos, las más en jauría, dando a todo el mundo que piense diferente con la bandera en la cabeza. El PP anda feliz porque está tapando con la roja y amarilla, que debiera ser de todos los españoles, sus 800 cargos envueltos por corrupción. Da igual que regrese la imputación a Cristina Cifuentes. Ella es española, española, española. Somos un país donde puedes tener los tirantes con la bandera y el dinero en Suiza, Panamá o Andorra.

Puigdemont abrazó la independencia solamente para impedir que una mayoría de izquierda les echara del poder por la gestión de la crisis económica. La gente protestando en las calles de Catalunya desde 2008 estaba en contra de los recortes del gobierno de Mas, de la corrupción de Convergencia Democrática de Catalunya (CDC), de la represión de los mossos antidisturbios en las protestas de Aturem el Parlament. ¿Pero ya no nos acordamos de que Más tuvo que salir en helicóptero? Esa es la dirección política actual de la independencia. Mentiríamos si no viéramos que solo tensionando la cuerda Catalunya se ha hecho escuchar. ¿Pero va a aportar soluciones quien viene mintiendo al pueblo de Catalunya desde que mandaron llamar a Tarradellas para que no gobernara la izquierda? ¿Alguien cree de verdad que se puede apoyar ese sinsentido ignorando la manipulación de lo que está pasando?

La práctica totalidad de los gobiernos que gestionaron la crisis/estafa económica perdieron las elecciones. La astucia de CDC fue convencer a una parte importante de catalanes de que ellos eran la solución después de haber sido el problema. Astucia de mentirosos. Que han prometido la independencia y han mentido. Y que sus mentiras son tan flagrantes que solo les sirve ya el caos. Y que llevan las cosas hasta el extremo solamente porque saben que el gobierno del PP está tan desesperado como ellos, rodeado de corrupción y con una gestión patética que sólo ha beneficiado a los bancos a los que les ha regalado 60.000 millones de euros (y que hacen teatros de sacar las sedes sociales de Catalunya bailando al son que les toca la “pela”).

Hay gente que cree que hablar catalán en España es un insulto. Pero esos no son la mayoría que están protestando por el órdago insensato del gobierno de Puigdemont y la amenaza de declarar unilateralmente la independencia. Ni el conjunto de los españoles ni los catalanes aceptan que la solución sea o la declaración unilateral o la aplicación del artículo 155. Hay otras vías de solución, de mediación, de acuerdo 40 años después de la Constitución de 1978. Pero hay gente poderosa a quien la interesa lo que está pasando. Es momento de pueblo constituyente y políticos que obedezcan.

ETA, en su locura, hizo Presidente del Gobierno a José María Aznar. La estupidez de la banda les llevó a pensar que con un gobierno de la derecha tendrían la independencia. Y lo único que tuvimos, todos, fueron gobiernos de derechas que nos estropearon la vida metiéndonos incluso en una guerra. Estamos repitiendo la historia. La búsqueda violenta de la independencia está reforzando a los que han robado hasta las cucharillas y a los que no tienen un proyecto de España donde quepamos todos los españoles. Les basta decir que son españoles, muy España y mucho españoles y por arte de magia desaparecen Rato, Bárcenas, Granados, González, el rescate bancario, el vaciamiento de la hucha de pensiones o el pago de campañas electorales con dinero negro proveniente de contratos públicos a amañados. Y también la falta de sustancia de Ciudadanos, al que le basta esperar para recoger lo que se le caiga al PP. Es lo malo de tiempos donde vuelve a mandar el vientre en vez de la cabeza. La religión y la nación sirven más a la reacción que a la emancipación.

Fusilaron a Lorca‬ en 1936 y sigue siendo un desaparecido. Lo mataron por ser un hombre libre, homosexual, rojo, gitano, judío, negro. Dio igual que fuera español por los cuatro costados. Le mataron los que llevan dos siglos dictando cómo se es español. Cuando no les gusta, te quedas fuera de España. En una cuneta o en una fosa. Otro gran escritor, Vargas Llosa, va a Barcelona junto con Rafael Hernando, portavoz del PP que cree que hay españoles de segunda. Qué malos compañeros de viaje hacen la ira, la vanagloria y el dinero.

Hay una España mayoritaria, emergente, que no se puede dejar ocultar por esa minoría (¿acaso apenas diez de los 46 millones de españoles? que quiere vivir en el pasado. Hay una España mayoritaria dispuesta a cerrar su herida colonial, su herida social, su herida ciudadana y su herida territorial. Para volver a escucharnos en nuestra pluralidad, en nuestro genio, en nuestra pena y nuestra grandeza.

Mientras, algunos, puede verse en su ira envuelta en una bandera que no les pertenece, volverían a fusilar a Lorca. Por supuesto, en nombre de su España.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/10/11/volver-a-fusilar-a-lorca/#.WeAOr4_Wy00

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Eddy Chibás

Por: Graziella Pogolotti

Las gentes de mi barrio, el de San Juan de Dios, eran personas humildes que preservaban la noción de la decencia. Había carpinteros, dependientes de tiendas, maestras jubiladas y graduadas normalistas que nunca consiguieron plazas, abogados convertidos en distribuidores de prospectos de medicinas en las consultas privadas, empleados de oficinas. En el hogar de algunas de mis compañeras de juego se confiaba en que la elección de Grau San Martín a la presidencia de la República contribuiría a solucionar los males de la nación. La esperanza se fundaba en el recuerdo viviente del gobierno de Grau-Guiteras que siguió al derrocamiento de la dictadura machadista y no pudo sobrevivir al golpe perpetrado por el embajador Caffery con el respaldo de Batista y Mendieta.

Poco duró la euforia de las multitudes que rodearon el Palacio Presidencial el día de la toma de posesión de Ramón Grau San Martín. El célebre ciclón de 1944 trajo los primeros negocios turbios. Los escándalos se multiplicaron y los grupos armados ajustaban cuentas en las calles. Hubo personajes de siniestra catadura que alcanzaron la celebridad. Había llegado la hora del desencanto. Entonces, Chibás se desprendió del Partido Auténtico al que había pertenecido.  Fundó su contraparte, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo).

En el barrio, cada domingo, a las ocho en punto de la noche, se escuchaban sus arengas. Para muchos desencantados de ayer, renació la esperanza. Elaborado con la colaboración de Leonardo Fernández Sánchez, antiguo colaborador de Julio Antonio Mella, el proyecto proponía independencia económica, libertad política y justicia social, aunque no se declaraba abiertamente antimperialista. Todo indicaba que habría de ganar las elecciones del 52, frustradas por el golpe de Fulgencio Batista, a pesar de que el dramático suicidio del fundador había quebrantado la capacidad de convocatoria, animada por la voz de Chibás. Todo apunta a que, de haber obtenido la victoria electoral, sus menguadas fuerzas no hubieran podido afrontar los males de la República, aquejada por una profunda crisis estructural de raíz económica.

Por otra parte, el sistema electoral vigente se sostenía en una maquinaria  política que para su funcionamiento necesitaba buen aceitado y adecuada alimentación, vale decir componendas y concesiones, todo lo cual comprometía de antemano la futura ejecutoria gubernamental. Para organizarse a escala nacional, los ortodoxos tuvieron que abrir espacios a viejos políticos, verdaderos caciques en algunos territorios del país.  El Partido Ortodoxo, con vistas a las batallas electorales, se había convertido en un conglomerado heterogéneo donde coexistían políticos hechos a las lides tradicionales, intelectuales de limpia trayectoria, poco duchos en los menesteres de una práctica concreta. Se había constituido, además, en imán para un sector juvenil radical, deseoso de impulsar las profundas transformaciones que la nación demandaba.

La extrema fragilidad del Partido Ortodoxo se puso de manifiesto al producirse el golpe de Estado del 10 de marzo, protagonizado por Fulgencio Batista,  casi en vísperas de las elecciones. Ante la ruptura del orden constitucional, se fragmentó en las múltiples tendencias que contenía en su seno. Con esas limitantes intrínsecas no fue posible  diseñar una estrategia de resistencia que constituyera un factor de cohesión para la inconformidad popular. Se despilfarró de ese modo el capital político fundado en la continuidad de la esperanza renovada.

Sin embargo, en la noche en que, con un disparo se suicida ante los micrófonos de la radio, Eduardo  Chibás quiso dar su último aldabonazo; estaba rodeado en el estudio por un grupo de compañeros. Se encontraba entre ellos un joven abogado, que se iniciaba por aquel entonces en las lides de la política nacional. Era Fidel Castro, portador ya de una visión de futuro y artífice de una  estrategia que habría de llevar al derrocamiento de la tiranía. En las bases juveniles del Partido Ortodoxo encontraría el fermento vivo de las esperanzas resguardadas. La agrupación política fundada por Chibás ofreció el ámbito que acogió a una generación deseosa de proseguir la lucha por edificar la patria soñada.  De esa célula originaria surgieron los asaltantes al cuartel Moncada. De ese germen, nació el Movimiento 26 de Julio.

Hijo de extranjeros, con formación  cosmopolita y residente durante largo tiempo en otros países, mi padre se interrogaba acerca de las razones de su arraigo profundo y de su intenso amor por el sitio donde había nacido. Encontró respuestas en su vínculo con una historia y un pueblo, forjados en la lucha contra la adversidad, asidos siempre a la voluntad de construir una nación soberana. La prolongada guerra por la independencia había topado con la intervención norteamericana. Las fuerzas se reagrupaban y el enfrentamiento al machadato sobrepasaba, en su esencia más profunda, el derrocamiento de la dictadura. En la batalla habían caído líderes de excepcional mención. Llegaron nuevas desilusiones. Pero, en cada caso, se abrieron espacios políticos para refundar la cohesión y la esperanza.

La historia es maestra de la vida, pero sus vertientes son tan ricas como la realidad en que se afinca. Por eso, su estudio adopta múltiples perspectivas: la política, la social, la económica, la cultural. A esta última corresponde catar lo escurridizo, aparentemente inapresable, la memoria de una subjetividad en la que anidan valores y reservas morales. Captar esas esencias constituye un factor decisivo en la práctica del arte de la política. La figura de Eduardo Chibás merece el análisis objetivo que corresponde a los historiadores.

Yo no olvido su voz en mi barrio de San Juan de Dios, la vigilia popular junto a la clínica donde agonizaba y el entierro multitudinario que acompañó sus restos desde la Universidad hasta el cementerio de Colón. A la vera de su tumba se encontraron Abel y Fidel. Consciente de las limitaciones que condujeron a la disolución del Partido del Pueblo Cubano, Fidel encontró en sus bases el apoyo necesario para llevar adelante su estrategia de transformación revolucionaria.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-08-20/eddy-chibas-20-08-2017-21-08-01

Imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Chib%C3%A1s

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