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Entrevista a Emanuele Coccia: «La Tierra puede deshacerse de nosotros con la más pequeña de sus criaturas»

Por: Nicolas Truong

El filósofo explica por qué, en su opinión, la actual pandemia devuelve al ser humano a la naturaleza. Y cómo la ecología necesita ser repensada, para alejarla de la ideología patriarcal basada en el “hogar”

El filósofo Emanuele Coccia es profesor en la École des hautes études en sciences sociales y uno de los intelectuales más iconoclastas de su tiempo. Autor, en la editorial Payot et Rivages, de las obras La Vie sensible (2010), Le Bien dans les choses (2013), La Vie des plantes. Une métaphysique du mélange (2016), acaba de publicar Métamorphoses (Payot et Rivages, 236 páginas, 18 euros), un libro que recuerda cómo se relacionan entre sí las especies vivas, incluyendo los virus y los humanos, porque, según escribe “somos la mariposa de esta enorme oruga que es nuestra Tierra”. En la entrevista que sigue a continuación analiza los impulsores de esta crisis sanitaria mundial, y explica por qué, por mucho que sea necesaria, “la orden de quedarse en casa es paradójica y peligrosa”.

Se están tomando medidas importantes para asegurar que la economía no se derrumbe. ¿Debería hacerse lo mismo para la vida social?

Frente a la pandemia, la mayoría de los gobiernos han tomado medidas firmes y valientes: no solo la vida económica se ha detenido en gran medida o se ha visto fuertemente ralentizada, sino que también la vida social pública ha quedado ampliamente interrumpida. Se ha instado a la población a quedarse en casa: se han prohibido las reuniones, las comidas compartidas, los ritos de amistad y de debate público y el sexo entre desconocidos, pero también los ritos religiosos, políticos y deportivos. De repente, la ciudad ha desaparecido o, mejor dicho, se la han llevado, ha sido sustraída del uso: se presenta ante nosotros como tras un escaparate. Ya no hay espacio público ni lugares para la libre circulación, abiertos a todos y a las actividades más populares y dispares, dedicadas a la producción de la felicidad tanto individual como compartida. La población se ha quedado sola frente a este enorme vacío, y llora la ciudad desaparecida, la comunidad suspendida, la sociedad cerrada junto con las tiendas, las universidades o los estadios: los directos de Instagram, los aplausos o los cánticos colectivos en el balcón, la multiplicación de  las arbitrarias y alegres carreras semanales son en su mayoría rituales de elaboración de duelo, intentos desesperados de reproducir la ciudad en miniatura.

Esta reacción es normal y fisiológica. La interrupción de la vida económica –que ya venimos experimentando cada domingo– ha sido objeto de un número infinito de reflexiones y medidas de anticipación y reconstrucción. En cambio, el gesto de suspender la vida en común, mucho más inédito y violento, ha sido abrupto y radical: sin preparación, sin seguimiento.

La necesidad de estas medidas está fuera de toda discusión: solo de esta manera seremos capaces de defender a la comunidad. Pero se trata de medidas muy serias: relegan a toda la población al hogar. Y, sin embargo, no ha habido ningún debate, ningún intercambio ni ningún otro discurso más allá del de la muerte y el miedo, por uno mismo y por los demás.

¿Cuál es la responsabilidad de los gobiernos en este olvido social del confinamiento? 

Es bastante infantil imaginar que se puede mantener a millones de vidas bajo arresto domiciliario únicamente a través de amenazas o difundiendo el miedo a la muerte. Es muy irresponsable por parte de estos mismos gobiernos el pretender obtener la renuncia de una comunidad a sí misma haciéndola sentir culpable o infantilizándola. El coste psíquico de esta forma de proceder será enorme. No se han tenido en cuenta, por ejemplo, las diferencias en cuanto al tamaño de los apartamentos, su ubicación, el número de individuos de diferentes edades que conviven en ellos: es casi como si, al tomar medidas en relación con la vida económica, hubiéramos optado por ignorar las diferencias en cuanto al volumen de negocio o al número de empleados de cada empresa.

No se ha tenido en cuenta la soledad, las angustias y especialmente la violencia que todo espacio doméstico a menudo oculta y amplifica. Invitar a cada uno a coincidir con el propio hogar significa producir las condiciones para una futura guerra civil. Podría estallar de aquí a unas pocas semanas.

Además, si para la vida económica hemos tratado de buscar un compromiso entre la necesidad de mantener a la sociedad viva y la de protegerla, para la vida social, cultural o psíquica hemos afinado mucho menos. Por ejemplo, hemos dejado abiertos los estancos, pero no las librerías: la elección de lo que se consideran “necesidades básicas” traslada una imagen bastante caricaturesca de la humanidad. Hay un tema iconográfico que ha atravesado la pintura europea: el de “San Jerónimo en el desierto”, representado con una calavera y un libro –la Biblia que estaba traduciendo–. Las medidas hacen de cada uno de nosotros y nosotras “jerónimos” que contemplan la muerte y sus miedos, pero que ni siquiera tienen derecho a llevar consigo un libro o un vinilo.

“¡Quédense en casa!”, dice el presidente. Ahora bien, en Métamorphoses, haces una crítica de este “todos para casa”, y de esta obsesión con asignar la vida a la residencia. ¿Por qué razones?

Esta experiencia inaudita de arresto domiciliario indeterminado y colectivo que se extiende de golpe a miles de millones de personas nos enseña muchas cosas. En primer lugar, experimentamos el hecho de que el hogar no nos protege, no es necesariamente un refugio: también puede matarnos.

Podemos morir por exceso de hogar. Y la ciudad, la distancia que implica cualquier sociedad, nos protege normalmente contra los excesos de intimidad y de proximidad que cualquier casa nos impone. Así que no hay nada extraño en el malestar que vive la gente estos días. La idea de que el hogar, la casa, es el lugar de la proximidad a la “naturaleza” es un mito de origen patriarcal. La casa es el espacio dentro del cual conviven una serie de objetos e individuos sin libertad, en el seno de un orden orientado a la producción de una utilidad. La única diferencia que existe entre las casas y las empresas es el vínculo genealógico que une a los miembros de las unas pero no de las otras. También por esto, cualquier casa es exactamente lo opuesto a lo político: de ahí que la orden de quedarse en casa sea paradójica y peligrosa.

¿En qué sentido el análisis ecológico de la crisis sanitaria te parece inapropiado, romántico en el mejor de los casos y reaccionario en el peor? 

La experiencia de estos días debería por lo tanto enseñarnos que la ecología, la ciencia que debería ayudarnos a reparar el planeta, debe ser completamente reformada, empezando por su nombre, que todavía alberga la imagen de hogar (oikos en griego significa hogar, casa). La ecología no solo es romántica, sino que sigue siendo esa ciencia profundamente patriarcal que, a pesar de todos los esfuerzos del ecofeminismo, no ha logrado liberarse de su pasado.

De hecho, al seguir pensando que la Tierra es el hogar de lo vivo, y que todas las especies tiene la misma relación privilegiada con un territorio que un individuo humano tiene con su apartamento, no solo nos empeñamos en someter a arresto domiciliario a la totalidad de las especies vivas, sino que además estamos proyectando un modelo económico en la naturaleza. La ecología y la economía de mercado nacieron al mismo tiempo, son dos gemelos siameses que comparten los mismos conceptos y un mismo marco epistemológico, y es ingenuo pensar que, desde la ecología, tal y como está estructurada hoy en día, se pueda llegar a luchar contra el capitalismo.

No, no hay casas u hogares ontológicos, ni para nosotros, los humanos, ni para los no humanos; en la Tierra solo hay migrantes, porque la Tierra es un planeta, es decir, un cuerpo que está constantemente a la deriva en el cosmos. En tanto que ser planetario, cada ser vivo está a la deriva, cambia de lugar, de cuerpo y de vida, constantemente. Es imposible protegerse de los otros, y esta pandemia lo demuestra. Solo podemos evitar algunas de las consecuencias del contagio, pero el contagio como tal, nosotros, como seres vivos, nunca podremos evitarlo.

Contrariamente a lo que nos gustaría imaginar, esta pandemia no es la consecuencia de nuestros pecados ecológicos: no es un azote divino que nos envía la Tierra. Es solo la consecuencia del hecho de que toda vida está expuesta a la vida de los otros, que todo cuerpo alberga la vida de otras especies, y es susceptible de ser privado de la vida que lo anima. Nadie, entre los vivos, está en su casa: la vida que habita en el fondo de nosotros y que nos anima es mucho más antigua que nuestros cuerpos, y también es más joven, porque seguirá viviendo cuando nuestro cuerpo se descomponga.

El virus se percibe como algo preocupante, por supuesto, pero también radicalmente diferente a nosotros. Y, sin embargo, en tu libro muestras que él es parte de nosotros. ¿En qué sentido es una de las caras de la metamorfosis de lo vivo?

Todos los seres vivos, cualquiera que sea su especie, su reino, su estadio evolutivo, comparten una sola y misma vida: es la misma vida que cada ser vivo transmite a su descendencia, la misma vida que una especie transmite a otra especie a través de la evolución. La relación entre los seres vivos, no importa si pertenecen a especies diferentes, es la que existe entre la oruga y la mariposa. Toda vida es tanto repetición como metamorfosis de la vida que la precedió. Cada uno de nosotros (y cada especie) es al mismo tiempo la mariposa de una oruga que se ha formado en un capullo y la oruga de mil futuras mariposas. Si somos mortales es únicamente por el hecho de que compartimos la misma vida. Porque la muerte no es el final de la vida, sino solo el paso de esa misma vida de un cuerpo a otros. Aunque no lo parezca, este virus también es una vida futura en ciernes –no necesariamente idéntica a la que conocemos, ni desde un punto de vista biológico, ni cultural–.

El virus y su propagación pandémica también tienen una importancia crucial desde otro punto de vista. Llevamos siglos contándonos a nosotros mismos que estamos en la cima de la creación –o de la destrucción–. Muy a menudo, el debate en torno al antropoceno ha derivado en el empeño por parte de unos moralistas perversos en pensar la magnificencia del hombre en la ruina: somos los únicos capaces de destruir el planeta, somos excepcionales en nuestro poder nocivo, porque ningún otro ser posee un poder semejante.

Con el brote del nuevo coronavirus, ¿estamos experimentando nuestra extrema vulnerabilidad?

Por primera vez en mucho tiempo –y a una escala planetaria, global– nos hemos topado con algo que es mucho más poderoso que nosotros, y que nos va a dejar paralizados durante meses. Tanto más porque se trata de un virus, que es el más ambiguo de los seres que pueblan la Tierra, un ser que es incluso difícil calificar de “vivo”: habita en el umbral entre la vida “química” que caracteriza a la materia y la vida biológica, y no alcanzamos a definir si pertenece a la una o a la otra. Es demasiado animado para la química, pero demasiado indeterminado para la biología.

Resulta perturbador constatar, en el propio cuerpo del virus, la clara oposición entre la vida y la muerte. Y, sin embargo, este agregado de material genético se ha liberado y ha puesto a la civilización humana –la más desarrollada, desde el punto de vista técnico, de la historia del planeta– de rodillas. Soñábamos que éramos los únicos responsable de la destrucción…. y estamos cayendo en la cuenta de que la Tierra puede deshacerse de nosotros con la más pequeña de sus criaturas. Es muy liberador: por fin nos hemos liberado de esa ilusión de omnipotencia que nos obliga a imaginarnos como el principio y el fin de cualquier acontecimiento planetario, tanto para bien como para mal, y a negar que la realidad que tenemos delante sea independiente de nosotros.

Incluso una minúscula porción de materia organizada es capaz de amenazarnos. La Tierra y su vida no nos necesitan a la hora de imponer órdenes, inventar formas o cambiar de dirección.

Fuente e imagen: http://lobosuelto.com/la-tierra-puede-deshacerse-de-nosotros-con-la-mas-pequena-de-sus-criaturas-entrevista-a-emanuele-coccia/
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Trece tesis sobre la catástrofe (ecológica) inminente y los medios (revolucionarios) de evitarla

Por: Michael Löwy.

 

I. La crisis ecológica está ya presente y se convertirá todavía más, en los meses y años próximos, en la cuestión social y política más importante del siglo XXI. El porvenir del planeta y de la humanidad va a decidirse en los próximos decenios. Los cálculos de algunos científicos en relación con los escenarios para el 2100 no son muy útiles, por dos razones: a) científica: considerando todos los efectos retroactivos imposibles de calcular, es muy aventurado hacer proyecciones de un siglo; b) política: a finales del siglo, todos y todas nosotros y nosotras, nuestros hijos y nietos habrán partido y entonces ¿qué interés tiene?II. La crisis ecológica incluye varios aspectos, de consecuencias peligrosas, pero la cuestión climática es sin duda la amenaza más dramática. Como explica el GIEC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, ndt], si la temperatura media sobrepasa más de 1,5 grados en relación con la del período preindustrial, existe el riesgo de que se desencadene un proceso irreversible de cambio climático. ¿Cuáles serían las consecuencias? A continuación se señalan algunos ejemplos: la multiplicación de mega-incendios como el de Australia; la desaparición de los ríos y la desertificación de los suelos; el deshielo y la dislocación de los glaciares polares y la elevación del nivel del mar, que puede alcanzar hasta decenas de metros, mientras que solo con dos metros amplias regiones de Bengala, de India y de Tailandia, así como las principales ciudades de la civilización humana –Hong-Kong, Calcuta, Viena, Amsterdam, Sangai, Londres, Nueva York, Río- desaparecerán bajo el mar. ¿Hasta dónde podrá subir la temperatura? ¿A partir de qué temperatura estará amenazada la vida humana sobre este planeta? Nadie tiene respuesta a estas preguntas…

III. Estos son riesgos de catástrofe sin precedente en las historia humana. Sería preciso volver al Plioceno, hace algunos millones de años, para encontrar una condición climática análoga a la que podrá instaurarse en el futuro gracias al cambio climático. La mayor parte de los geólogos estiman que hemos entrado en una nueva era geológica, el Antropoceno, en el que las condiciones del planeta se han modificado por la actividad humana. ¿Qué actividad? El cambio climático empezó con la Revolución Industrial del siglo XVIII, pero fue después de 1945, con la globalización neoliberal, cuando tuvo lugar un salto cualitativo. En otros términos, es la civilización industrial capitalista moderna quien es responsable de la acumulación de CO2 en la atmósfera y, con ello, del calentamiento global.

IV. La responsabilidad del sistema capitalista en la catástrofe inminente está ampliamente reconocida. El Papa Francisco, en la Encíclica Laudatio Si, sin pronunciar la palabra capitalismo, denunciaba un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso, exclusivamente basado en “el principio de maximización del beneficio” como responsable a la vez de la injusticia social y de la destrucción de nuestra Casa Común, la Naturaleza. Una consigna universalmente coreada en las manifestaciones ecologistas en todos los lugares del mundo es: “¡Cambiemos el sistema, no el clima!” La actitud de los principales representantes de este sistema, partidarios del business as usual – millonarios, banqueros, expertos, oligarcas, politicastros- puede ser resumida en la frase atribuida a Luis XIV: “Después de mí, el diluvio”.

V. El carácter sistémico del problema se ilustra cruelmente con el comportamiento de todos los gobiernos (con rarísimas excepciones) al servicio de la acumulación de capital, de las multinacionales, de la oligarquía fósil, de la mercantilización general y del libre comercio. Algunos -Donald Trump, Jair Bolsonaro, Scott Morrison (Australia)- son abiertamente ecocidas y negacionistas climáticos. Los otros, los razonables, dan el tono en las reuniones anuales de la COP (¿Conferencias de los Partidos o Circos Organizados Periódicamente?) que se caracterizan por una vaga retórica verde y una completa inercia. La de más éxito fue la COP21, en París, que concluyó con solemnes promesas de reducciones de emisiones por todos los gobiernos participantes -no cumplidas, salvo por algunas islas del Pacífico-; ahora bien, si se hubieran cumplido, los científicos calculan que la temperatura podría sin embargo subir hasta 3,3 grados suplementarios.

VI. El capitalismo verde, los mercados de derechos de emisión, los mecanismos de compensación y otras manipulaciones de la pretendida economía de mercado sostenible se han revelado completamente ineficaces. Mientras que se enverdece a diestra y siniestra, las emisiones suben en flecha y la catástrofe se aproxima a grandes pasos. No hay solución a la crisis ecológica en el marco del capitalismo, un sistema enteramente volcado al productivismo, al consumismo, a la lucha feroz por las partes de mercado, a la acumulación del capital y a la maximización de los beneficios. Su lógica intrínsecamente perversa conduce inevitablemente a la ruptura de los equilibrios ecológicos y a la destrucción de los ecosistemas.

VII. Las únicas alternativas efectivas, capaces de evitar la catástrofe, son las alternativas radicales. Radical quiere decir que ataca a las raíces del mal. Si la raíz es el sistema capitalista, son necesarias alternativas anti-sistémicas, es decir anticapitalistas, como el ecosocialismo, un socialismo ecológico a la altura de los desafíos del siglo XXI. Otras alternativas radicales como el ecofeminismo, la ecología social (Murray Bookchin), la ecología política de André Gorz o el decrecimiento anticapitalista, tienen mucho en común con el ecosocialismo: en los últimos años se han desarrollado las relaciones de influencia recíprocas.

VIII. ¿Qué es el socialismo? Para muchos marxistas es la transformación de las relaciones de producción –mediante la apropiación colectiva de los medios de producción- para permitir el libre desarrollo de las fuerzas productivas. El ecosocialismo se reclama de Marx pero rompe de forma explícita con ese modelo productivista. Ciertamente, la apropiación colectiva es indispensable, pero es también necesario transformar radicalmente las mismas fuerzas productivas: a) cambiando sus fuentes de energía (renovables en lugar de fósiles); b) reduciendo el consumo global de energía; c) reduciendo (decrecimiento) la producción de bienes y suprimiendo las actividades inútiles (publicidad) y las perjudiciales (pesticidas, armas de guerra); d) poniendo fin a la obsolescencia programada. El socialismo implica también la transformación de los modelos de consumo, de las formas de transporte, del urbanismo, del modo de vida. En resumen, es mucho más que una modificación de las formas de propiedad: se trata de un cambio civilizatorio, basado en los valores de solidaridad, igualdad y libertad y respeto de la naturaleza. La civilización ecosocialista rompe con el productivismo y el consumismo para privilegiar la reducción del tiempo de trabajo y, así, la extensión del tiempo libre dedicado a las actividades sociales, políticas, lúdicas, artísticas, eróticas, etc., etc. Marx designaba ese objetivo con el término Reino de la libertad.

IX. Para cumplir la transición hacia el ecosocialismo es necesaria una planificación democrática, orientada por dos criterios: la satisfacción de las verdaderas necesidades y el respeto de los equilibrios ecológicos del planeta. Es la misma población –una vez desembarazada del bombardeo publicitario y de la obsesión consumista fabricada por el mercado capitalista- quien decidirá, democráticamente, cuales son las verdaderas necesidades. El ecosocialismo es una apuesta por la racionalidad democrática de las clases populares.

X. Para llevar a cabo el proyecto ecosocialista no bastan las reformas parciales. Sería necesaria una verdadera revolución social. ¿Cómo definir esta revolución? Podríamos referirnos a una nota de Walter Benjamin, en un margen a sus tesis Sobre el concepto de historia (1940) : “Marx ha dicho que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Quizá las cosas se presentan de otra forma. Puede que las revoluciones sean el acto por el que la humanidad que viaje en el tren aprieta los frenos de urgencia”. Traducción en palabras del siglo XXI: todas y todos somos pasajeros de un tren suicida, que se llama Civilización Capitalista Industrial Moderna. Este tren se acerca, a una velocidad creciente, a un abismo catastrófico: el cambio climático. La acción revolucionaria tiene por objetivo detenerlo, antes de que sea demasiado tarde.

XI. El ecosocialismo es a la vez un proyecto de futuro y una estrategia para el combate aquí y ahora. No se trata de esperar a que las condiciones estén maduras: hay que promover la convergencia entre luchas sociales y luchas ecológicas y batirse contra las iniciativas más destructoras de los poderes al servicio del capital. Es lo que Naomi Klein llama Blockadia . Es en el interior de las movilizaciones de este tipo donde podrá emerger, en las luchas, la conciencia anticapitalista y el interés por el ecosocialismo. Las propuestas como el Green New Deal forman parte de ese combate, en sus formas radicales, que exigen el abandono efectivo de las energías fósiles pero no en las que se limitan a reciclar el capitalismo verde.

XII. ¿Cuál es el sujeto de este combate? El dogmatismo obrerista/industrialista del pasado ya no es actual. Las fuerzas que hoy se encuentran en primera línea del enfrentamiento son los jóvenes, las mujeres, los indígenas, los campesinos. Las mujeres están muy presentes en el formidable levantamiento de la juventud lanzado por el llamamiento de Greta Thunberg, una de las grandes fuentes de esperanza para el futuro. Como nos explican las ecofeministas, esta participación masiva de las mujeres en las movilizaciones proviene del hecho de que ellas son las primeras víctimas de los daños ecológicos del sistema. Los sindicatos comienzan, aquí o allá, a comprometerse también. Eso es importante, ya que, en último análisis, no se podrá abatir al sistema sin la participación activa de los trabajadores y las trabajadoras de las ciudades y de los campos, que constituyen la mayoría de la población. La primera condición es, en cada movimiento, asociar los objetivos ecológicos (cierre de la minas de carbón o de los pozos de petróleo, o de centrales térmicas, etc.) con la garantía del empleo de los y las trabajadores y trabajadoras afectados.

XIII. ¿Tenemos posibilidades de ganar esta batalla antes de que sea demasiado tarde? Contrariamente a los pretendidos colapsólogos, que proclaman, a bombo y platillo, que la catástrofe es inevitable y que cualquier resistencia es inútil, creemos que el futuro sigue abierto. No hay ninguna garantía que ese futuro será ecosocialista: es el objeto de una apuesta en el sentido pascaliano, en la que se comprometen todas las fuerzas, en un trabajo por lo incierto. Pero, como decía, con una gran y simple prudencia, Bertold Brecht: “El que lucha puede perder. El que no lucha ha perdido ya”.

Fuente del artículo: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=265523

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Venezuela: Plantas en el techo de la UCAB, un aula abierta para la ecología

Redacción: El Nacional

La azotea del edificio de postgrado de la casa de estudios resalta porque crecen centenar de pequeñas plantas que sirven para bajar hasta seis grados centígrados a la sensación térmica dentro de la edificación.

En vez de pupitres, plantas; en lugar de paredes, aire fresco; un techo pasó a ser suelo y se convirtió en la primera aula abierta para la ecología de Venezuela, un espacio para aprender sobre emergencia climática que pretende ser un crisol de ideas verdes para revertir la crisis ambiental.

La magia ocurre en la azotea del edificio de posgrado de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), en el oeste de Caracas, un lugar que resalta hoy por su color esperanza y a la vez se muestra con reverencia a la barriada de Antímano, una colina abarrotada por gente mayoritariamente pobre.

En ese techo del campus, a unos 15 metros de la tierra, crecen ahora un centenar de pequeñas plantas que además de dar oxígeno y limpiar el aire con sus procesos naturales, sirve para bajar hasta seis grados centígrados la sensación térmica dentro de la edificación.

 

Reducir el consumo eléctrico

La sola materialización del espacio es una batalla ganada al cambio climático, pues la UCAB tuvo que elegir entre asumir el gasto de instalar aires acondicionados para optimizar la temperatura de una planta del postgrado, donde hay una decena de aulas, o refrescar sus salones con el efecto de las cubiertas ajardinadas.

Una vez tomada la decisión verde, su puesta en marcha supone ahora un ahorro en consumo de electricidad, lo que en Venezuela, que cuenta con una de las tarifas de energías más baratas del mundo, no pareciera una recompensa financiera pero que para la universidad es una victoria en su apuesta por el desarrollo sostenible.

Sensibilización medioambiental

Además de los 440 metros cuadrados de áreas verdes, el techo tiene caminos de paseo, bancos y está pensado para acoger cada año a miles de estudiantes de la UCAB y de otras instituciones, así como a visitantes guiados, con el fin de explicar los beneficios del sitio, donde se espera que germinen, también, nuevas ambiciones ecologistas.

«El principal aporte es formativo, de sensibilización», dijo Joaquín Benítez, director de sustentabilidad ambiental de la UCAB, convencido del valor pedagógico y del efecto sensibilizador que conlleva la creación de espacios innovadores en Venezuela, aun en medio de su más devastadora crisis económica.

El espacio, explica el profesor, busca sensibilizar a la población «sobre problemas relacionados con el cambio climático», en el país con las mayores reservas probadas de petróleo, y hacer entender cómo a través de la construcción sostenible se pueden implementar soluciones para estos desafíos.

Más oxígeno

El proyecto surgió en noviembre de 2013, en una tesis universitaria de dos jóvenes que aspiraban con ello obtener el título de ingeniero civil en la UCAB. Seis años más tarde, los ahora profesionales forman parte del éxodo de cinco millones de venezolanos que abandonaron el país huyendo de una crisis que se mantiene.

Ahora, aunque los padres de la criatura no están para ver reverdecer su idea, el alcance de esta propuesta se empieza a medir en beneficios tan necesarios como un aire más limpio.

Según los cálculos manejados por los ingenieros, un metro cuadrado de césped genera el oxígeno requerido por una persona en todo el año. Así, el techo verde ayuda hoy a unas 400 personas a respirar, además, sin los 57 kilogramos de polvo que atrapan las hojas de este jardín en las alturas.

Control hídrico

Y como si fuera poco, la obra también disminuye, aunque modestamente, el caudal de descarga de aguas pluviales en el techo del edificio y retiene la mayoría del líquido caído de las precipitaciones entre las plantaciones.

«No contribuimos con flujos tormentosos de drenaje de la ciudad», prosigue Benítez, quien insiste en que la iniciativa está «conectada» con Caracas y «en términos de inversión, es perfectamente asimilable».

La rentabilidad, aclara, radica en lo energético, pues se desecha la posibilidad de utilizar aires acondicionados, unos artefactos que según estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía se convertirán en el año 2050 en los segundos demandantes mundiales de electricidad.

«Estas cosas también, a pesar de la crisis, son pertinentes hacerlas», insiste el profesor.

Se trata, en definitiva, de un espacio similar al de una cancha de baloncesto en el que no hay equipos contrarios sino una solución inteligente por la que todos pueden cantar victoria.

 Fuente: https://www.elnacional.com/venezuela/plantas-en-el-techo-de-la-ucab-un-aula-abierta-para-la-ecologia/
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Libro: Nuevas perspectivas en la relación Ecología y Educación

Autor: Jorge Alirio Peñaloza Páez (CV) joralpepa@hotmail.com

Resumen: El siguiente Diseño Didáctico es el resultado de un análisis y reflexión sobre la pedagogía realizado durante la “Especialización en Pedagogía Universitaria “ en la Universidad de Pamplona, Inició con una monografía sobre la historia y evolución de las ciencias desde los primeros pensamientos del hombre sobre el origen de la vida hasta su establecimiento como ciencia de estudio y su relación con la Educación Superior, para lo cual tomamos las Facultades de Educación, Artes y Humanidades en sus programas de formación de Licenciaturas en Ciencias Naturales. De estas se hizo un breve recuento y análisis, que nos permitió ver el marco institucional, y algunos aspectos relacionados con la formación de estos profesionales en el país.

Descargar en: NUEVAS PERSPECTIVAS EN LA RELACIÓN ECOLOGÍA Y EDUCACIÓN

Fuente: http://www.eumed.net/libros-gratis/2012a/1177/index.htm

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Libro: Amazonas, vidas en peligro Pueblos indígenas de Brasil

Por: CLACSO.

Ricardo Stuckert. Pablo Gentili. [Editores]

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ISBN 978-987-722-420-7
CLACSO. FLACSO Brasil. CEDALC.
Buenos Aires. Rio de Janeiro. Medellín.
Septiembre de 2019

 

Este libro captura momentos de la vida cotidiana de algunos de los principales pueblos indígenas de Brasil. Lo hace a través de imágenes, recordándonos que la fotografía es siempre el fragmento de una historia que no ha podido ser silenciada, de una historia que se resiste a ser olvidada. Ricardo Stuckert, uno de los grandes fotógrafos latinoamericano contemporáneos, nos ayuda a mirar lo que el poder colonial invisibiliza. Con su cámara, revela lo que tenemos derecho a mirar, o sea, lo que tenemos derecho a conocer y que los poderosos aspiran a silenciar. Con su cámara, ilumina el espejo en el que se refleja nuestra ignorancia sobre los otros, o sea, sobre nosotros mismos.
Fuente del documento: Amazonas vidas en peligro
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Educación ambiental, la clave para salvar al planeta

                                                                                                                            Por: Myriam Pérez y Paulina Rotman.

La deforestación y destrucción del Amazonas lamentablemente no es algo nuevo, sólo cambian las dimensiones de los incendios ocasionados por las acciones indebidas de los hombres. Una situación preocupante, a la que, hay que encontrarle el lado positivo: la toma de conciencia de diferentes sectores de la humanidad para intentar, al menos, revertir estos procesos que deterioran cada vez más a la Tierra. Eduardo Martínez Carretero, doctor en Ciencias Biológicas, ingeniero agrónomo, especialista en Modelos en Ecología, investigador del Conicet, expresó su preocupación por esta «destrucción masiva», y señaló a la educación como herramienta para intentar un salvataje de la tierra.

-¿Cuáles serán las consecuencias que traerán los incendios del Amazonas al planeta?

La cuenca amazónica cubre aproximadamente 7 millones de kilómetros cuadrados, es decir casi tres veces la superficie de la Argentina. De ese total unas cinco o seis millones están ocupadas por selva tropical. ¿Qué importancia tiene esto? Tiene varias implicancias, una desde el punto de vista biológico que es la tremenda biodiversidad que allí está contenida. Se estiman más de 30 mil especies vegetales, muchas de ellas desconocidas para la ciencia, con lo cual perdemos un potencial de altísimo valor para la humanidad. Ni hablar de los artrópodos (insectos) de los cuales hay entre dos y dos millones y medio de especies. Otra cosa importante es que uno visualiza la selva en cuanto a la capacidad que tiene de captar el anhídrido carbónico de la atmósfera que es el principal gas del efecto invernadero, y ya lleva acumulado hasta el momento unas 100 mil millones de toneladas. Este carbono vuelve a la atmósfera cada vez que se produce un incendio, por lo tanto lo que habíamos retirado a lo largo de la existencia de esta selva lo estamos devolviendo violentamente. Otro aspecto importante es que estas selvas son gigantescas esponjas porque están llenas de agua, y cuando llegan los vientos alisios que se cargan de agua en el Atlántico, se convierten en lo que llamamos ríos de nubes o ríos voladores. Éstos al pasar sobre la selva no sólo descargan sino que siguen cargando agua de transpiración de las plantas. Luego esos vientos distribuyen el agua por el resto de la zona de influencia que tiene en el planeta, algo que no es un detalle nada menor porque no sólo comprende a Brasil, si no también a Argentina y muchos otros lugares.

-¿Qué otro impacto se puede mencionar?

Hay que tener en cuenta que esta selva está sobre suelos muy poco profundos, muy ricos, con mucha materia orgánica, y es la misma selva la que hace de retención de los suelos porque la pendiente general va hacia los grandes ríos. Así es que cuando las lluvias sacan esta cobertura, esos suelos que no tienen la raíz ni toda la estructura que le dan sustento, se erosionan y terminan acumulándose en los deltas como por ejemplo el del Río de la Plata. Esto provoca que haya que canalizarlos para poder llegar a los puertos.

Otro aspecto importante es que la selva tiene muchísimas poblaciones cuya vida, no es solamente sobrevivir y alimentarse ya que este ámbito hace a su idiosincrasia y su religión. Las pérdidas no son solamente desde el punto de vista de la biodiversidad, animal y vegetal, sino también de población y cultura. El impacto es realmente muy grande.

-¿Nuestro país se vería más afectados que otros del planeta debido a la cercanía geográfica?

Los vientos fuertemente dominados por el Anticiclón del Atlántico, se meten en verano al continente con grandes descargas de lluvia sobre la selva, que son las mismas que nos llegan en menor cantidad. Serían las lluvias que tenemos en Mendoza y en San Juan en el verano que es cuando concentramos el 70 por ciento de las precipitaciones, por lo tanto están fuertemente condicionadas a este anticiclón. Así es que de una u otra manera tiene esta relación con nosotros.

-¿Se podrán revertir las consecuencias si se toman decisiones desde los estados nacionales, provinciales, instituciones, incluso desde cada uno en el lugar que ocupe?

En primer lugar hay que tener en cuenta que los fuegos de la Amazonia no son nuevos, hace siglos que se viene quemando. Pero también hay algo interesante para decir: La selva no se quema porque es una esponja llena de agua, el fuego es la última etapa de un proceso que se conoce como roza, tumba, quema. Rozar es eliminar toda la leña, tumbar es bajar los grandes árboles como madera y quemar lo que queda para liberar los campos, es decir terminar con la limpieza. Entonces lo que se está quemando, y en eso tienen razón algunas declaraciones oficiales, es lo desmontado. Normalmente todas estas áreas quemadas terminan siendo aplicadas a la agricultura intensiva, y esto se hace desde hace muchos años tanto en Brasil como en Paraguay y parte de Argentina. Hay otros intereses. Es cierto que la humanidad está creciendo, que necesitamos más alimentos, es cierto que aumentó la productividad por unidad de superficie por la aplicación de tecnologías, pero también es cierto que hacen falta las superficies para cultivar, por lo tanto esto no está exento de intereses que no son meramente conservacionistas.

– Insisto ¿qué aportes se pueden hacer desde lo personal para dejar de destruir el planeta?

No tengo dudas que es un tema fundamentalmente educativo, pero también tiene que ver con un cambio de prioridades, sin eso es muy difícil. Creo que la responsabilidad la tenemos todas las instituciones públicas, sobre todo la educación pública con una herramienta muy valiosa que es la Educación Ambiental que debe ser masiva. No necesitamos un aula, es la misma sociedad donde se debe discutir y demostrar la importancia que tiene, tomar decisiones respecto de saber hasta donde estamos de acuerdo en deteriorar el sistema porque si vamos a producir, algo tenemos que cambiar. Es imposible hacer un santuario de conservación pero sí debemos saber hasta donde vamos a llegar.
Me parece muy interesante echar mano a los satélites que están dando vueltas por el espacio porque cuando uno mira el planeta a la distancia observa que es el único, al menos en el sistema solar, que tiene un halo finito que brilla alrededor que es la atmósfera. Sin ella no sería posible la vida, el desarrollo, la evolución cultural, tecnológica, etcétera, y es precisamente lo que estamos afectando. Ya lo hicimos en su momento con el fluorocarbonado, erosionando la capa de ozono, y ahora lo hacemos con los incendios no sólo del Amazonas sino de otros muchos lugares del planeta. Así estamos volviendo a cargar la atmósfera de anhídrido carbónico. Las consecuencias son exclusiva responsabilidad de la única especie que evoluciona culturalmente: la humana. Para cambiar debemos educarnos, y esa es la responsabilidad que tenemos.

-Sin duda el consumo influye de manera sostenida en todo este deterioro.

Totalmente. Hay que cambiar los modus vivendi ya que estamos frente a un modo de tremendo consumo de cosas sin importancia, además de un problema grave de distribución de los consumos, la irracionalidad, la generación de residuos desmedidos -tanto que podemos encontramos con islas flotantes de plásticos que pueden ser del tamaño de una provincia argentina-, entre otros. La afectación que estamos haciendo sobre el planeta es verdaderamente tremenda. En menos de cien años estamos destruyendo varios miles de años de evolución, y eso es responsabilidad nuestra.

– En las escuelas de nivel primario están motivando a los chicos a plantar un arbolito con su nombre, a no arrojar residuos, entre otras medidas. ¿Son útiles estas acciones básicas?

En realidad, la única esperanza que nos queda es que los niños desde la escuela primaria ya tomen esta conciencia y asuman un compromiso ambiental. Que planten un arbolito es importante porque toman un grado de responsabilidad. El tema es que ellos son multiplicadores a futuro, ahora me pregunto ¿qué hacemos en el interin? porque las generaciones futuras no van a sobrevivir sino sobrevivimos las actuales. Es un tema muy complejo que pasa por la educación, no sólo en el nivel primario, si no en todos los niveles educativos y los estamentos sociales

Manos a la obra

La educación ambiental debe ser una acción de todos si se quiere conservar el planeta para las próximas generaciones. Aún cuando deben ser políticas de Estado, son también cambios de hábitos personales, que pueden sumar su granito de arena. Aquí pequeñas y fáciles acciones que ayudarán a mejorar el ambiente del lugar donde se vive y de todo el planeta.

Separar la basura

Es muy bueno que los niños aprendan a separar los residuos para que se puedan reciclar. Esta acción debe ser acompañada por el Estado encargado de la recolección general para que no quede en la nada.

Usar productos reutilizables

Hay muchos productos que se pueden usar varias veces para proteger la naturaleza. Por ejemplo, utilizar servilletas de tela en lugar de servilletas de papel.

Apagar las luces

En general no se toma conciencia de la cantidad de veces que se enciende la luz de una habitación que no se ocupa, o se deja encendida por horas. Acostumbrar a los integrantes de la casa a no dejar luces encendidas. Corroborar siempre antes de salir que todo esté apagado.

No dejar los aparatos enchufados

Estos siguen consumiendo electricidad.

Aprovecha la luz natural

Para reducir el consumo de luz eléctrica, abrir las ventanas y subir las persianas para que entre la luz del sol.

Cambiar las lámparas

Las de bajo consumo se calientan menos, consumen menos energía, alumbran igual y duran más.

Consumir frutas y verduras ecológicas

Estos productos cuidan el medio ambiente porque en su producción no se utilizan fertilizantes ni otros productos contaminantes.

Cuidar el agua

Controlar que no existan fugas de agua y cerrar los grifos si no se están usando.

Utilizar el termostato

Tanto para la calefacción como para el aire acondicionado es necesario utilizar un termostato. El consumo de energía de la calefacción baja cuando se reduce en un solo grado la temperatura, y lo mismo ocurre si se aumenta la temperatura un grado en el aire acondicionado.

Usar transporte público o bicicleta

La contaminación en las grandes ciudades proviene en gran medida de los vehículos personales. Por eso se recomienda utilizar el transporte público para desplazarse. Mejor aún si se usa bicicleta.

Evitar el uso de bolsas plásticas

Llevar bolsas reutilizables al supermercado, o al almacén del barrio, porque si bien la mayoría no entrega este elemento, lo vende a quienes lo piden.

Reciclar

Antes de tirar ropa, libros o juguetes, analizar si se puede dar una segunda oportunidad para evitar gastar y comprar todo nuevo.

Plantar árboles

Los árboles producen oxígeno y son esenciales para la naturaleza, así que lo ideal es plantar un árbol en la casa o en la comunidad. Por supuesto, luego hacerse responsable de su cuidado.

Acciones concretas para sanar el planeta desde San Juan

Un ejemplo «fácil»

Susana Matellán decidió poner manos a la obra y dejar de esperar sentada que las cosas en el lugar dónde vive, cambien. Así nació «Es fácil», una organización que recién está dando sus primeros pasos para «sanar el planeta». «La iniciativa implica mucho más que ir a limpiar zonas abandonadas, sucias y en decadencia sino que incluye un accionar individual y colectivo para restaurar el daño que estamos haciendo como civilización, una toma de conciencia de todos los integrantes de cada familia para crear sinergia y de fortalecer un vínculo amoroso con nuestro planeta. Por eso nos proponemos contagiar a los que nos rodean que es fácil, como contraposición al mentado concepto de que no se puede o es imposible. Todos podemos hacer algo con compromiso. Hay que empezar por transformar hábitos negativos en positivos», resume esta fotógrafa, artista y ferviente promotora de la cocina saludable.

La primera acción fue la semana pasada. Con un grupo de familias amigas, voluntariamente fueron a limpiar un terreno abandonado y contaminado y a reflexionar. Unas 30 personas se reunieron, cada uno con sus propias herramientas de trabajo: guantes, bolsas y cajas para clasificar la basura recolectada, agua y elementos de recolección. Previo a eso, cada familia pudo leer sobre los tiempos de degradación de los objetos que se descartan cotidianamente, como las botellas de vidrio (4000 años) o de plástico (200 años) o los pañales (100 años). Luego hubo lugar para una merienda compartida y un cierre de la jornada inolvidable con una celebración o ceremonia simbólica de ofrenda a la tierra, «como forma de alimentarla bien y un mensaje de que la estamos cuidando», contó.

«El objetivo de este grupo es darle un valor a cada acción. Que no sea limpiar y nada más. Porque si no sanamos las personas, difícilmente podamos sanar el planeta, la casa en la que vivimos», agregó sobre «Es fácil».

Las intenciones de Susana y su grupo de amigos es hacer un relevamiento de las zonas más precarias y ocuparse de limpiarlo y sanarlo, para recién ahí plantar árboles y realizar otras acciones «amigables y necesarias» con el ambiente. De hecho, ya está juntando ejemplares árboreos. Claro que antes de llevarlos a su lugar definitivo, está investigando con ayuda de profesionales todo lo necesario para que la tarea de realmente sus frutos.

Aquellas personas interesadas en conocer más acerca de «Es fácil» y en sumar ideas, conocimientos y buena voluntad, incluso anotarse para la próxima actividad prevista para fines de septiembre puede contactarse al e-mail esfacilsj@gmail.com.

Fuente de la entrevista: https://www.diariodecuyo.com.ar/suplementos/Educacion-ambientalla-clave-para-salvaral-planeta-20190905-0120.html

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Abren carrera para «Revitalizar la Madre Tierra»

América del Sur/ 27.08.2019/ Fuente:

 

El Ministerio de Educación aprobó una nueva carrera: «Profesional Universitario en Revitalización de la Madre Tierra”. Será ofrecida por la Universidad Autónoma Indígena Intercultural, en Popayán.

La Universidad Autónoma Indígena Intercultural es un proyecto de educación alternativa que se inspira en el movimiento indígena orientado por el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) organización que ha emprendido un significativo proceso de replanteamiento de la educación a partir de fundamentarla desde las raíces del pensamiento y costumbres de las culturas indígenas; así como, de la reflexión sobre su devenir histórico y las problemáticas de la actualidad; al igual, que de sus perspectivas de futuro.

Según el portal especializado Universidad, el MInisterio de Educación anunció que ese pregrado y el de “Profesional en Buen Vivir Comunitario”. Ambos pregrados duran cinco años, tienen entre 160 y 191 créditos, y son ofrecidos por la Universidad Autónoma indígena Intercultural. Según el portal, la aprobación del pregrado es un hito porque apuestan por una educación incluyente en valores culturales. Otros como la Universidad de Antioquia ofrece una licenciatura en pedagogía de la Madre Tierra.

La Universidad Autónoma Indígena Intercultural es considerada una Institución de Educación Superior desde junio del año pasado, y ya se aprobaron 8 pregrados universitarios y 2 tecnológicos:  Revitalización de la madre tierra; Licenciatura en pedagogías comunitarias; Licenciatura en pedagogía de artes y saberes ancestrales; Comunicación propia intercultural; Tecnología en pedagogía y lingüística aplicada para la revitalización de la lengua nasa; Tecnología en administración pública especial para los territorios ancestrales indígenas; Licenciatura en pedagogía para la revitalización de lenguas originarias; Derecho propio intercultural; Administración y gestión propia y Buen vivir comunitario.

«La reflexión sobre la movilidad del pensamiento para la construcción del sentir- saber-pensar-hacer, exige pensar en que los espacios educativos deben corresponder a la dinámica social, a la movilidad de la memoria para hacer circular el pensamiento colectivo y fortalecer el proceso comunitario, para el cual los estudiantes deben formarse. No moldear a la pasividad a los niños, en cambio potenciar su creatividad y su espíritu de libertad. La confluencia de diversos pueblos en las dinámicas del CRIC, son también una realidad que cuestiona el surgir del conocimiento de una presunta y única fuente según el canon eurocéntrico; en cambio afirmamos que hay diversidad de sabidurías y conocimientos en los diferentes Continentes fuentes de culturas y espacios donde se recrea, construye y comprende las situaciones de la vida y las problemáticas humanas por resolver. Estas dinámicas hacen que la universidad indígena se vaya configurando como una institución propia, con visión intercultural, en su responsabilidad de visibilizar discursos y prácticas que históricamente han sido excluidas degradando la condición de muchos grupos humanos», escribe la universidad.

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